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América en diásporas
Instituto de Historia
FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA
Y CIENCIA POLÍTICA
325.283 Valenzuela Márquez, Jaime
V América en diásporas. Esclavitudes y migraciones
forzadas en Chile y otras regiones americanas (siglos xvi-
xix)/ Editor: Jaime Valenzuela Márquez. – – Santiago :
RIL editores - Instituto de Historia, Pontificia Universidad
Católica de Chile, 2017.
542 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0320-8
1 esclavitud. 1. chile-emigración e inmigración-histo-
ria-siglos 16-19. 1 américa-emigración e inmigración-
historia-siglos 16-19.
América en diásporas.
Esclavitudes y migraciones forzadas en Chile
y otras regiones americanas (siglos xvi-xix)
Primera edición: enero de 2017
Sede Santiago:
Los Leones 2258
cp 7511055 Providencia
Santiago de Chile
(56) 22 22 38 100
ril@rileditores.com • www.rileditores.com
Sede Valparaíso:
Cochrane 639, of. 92
cp 2361801 Valparaíso
(56) 32 274 6203
valparaiso@rileditores.com
ISBN 978-956-01-0320-8
Derechos reservados.
Índice
Presentación...................................................................................... 11
Diáspora africana
y movilidades afrodescendientes
Abolición y continuidad
de las esclavitudes amerindias
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español, 1660-1690
Andrés Reséndez................................................................................ 295
1
http://www.efe.com/efe/america/sociedad/45-8-millones-de-personas-
permanecen-bajo-esclavitud-moderna/20000013-2941073.
11
el siglo XX, como se puede ver en algunos de los trabajos recogidos
en este libro2.
Amparados en teorías raciales, representaciones sobre la alteridad
y su inferioridad etnocéntrica, perspectivas teológicas sobre comporta-
mientos, capacidades y defectos morales de esos «otros» –muchas veces
calificados de enemigos políticos o religiosos–, las sociedades europeas
y americanas fueron construyendo por siglos un sistema de captura,
tráfico y usufructo de mano de obra forzada. Un sistema cuya clave
de explicación –como apunta Jack Goody– sería justamente la repre-
sentación de «desigualdad», en el contexto de una sociedad de clases,
castas u otros rangos sociales como la que se desarrolló en Europa y
se exportó a Iberoamérica3.
La más notoria y masiva de aquellas corrientes migratorias fue, sin
duda, la proveniente de las costas occidentales de África, que terminó
alimentando parte esencial de las formas culturales que caracterizan
a Iberoamérica. Diaspórica por excelencia, la esclavización y destierro
de población africana hacia y a través del continente marcó indeleble-
mente los desplazamientos laborales, los procesos demográficos y los
contenidos biológicos, sociales y culturales. En este sentido, el juego de
escalas ha sido una perspectiva metodológica que ha traído importan-
tes avances historiográficos al conocimiento de estos fenómenos, con
importantes estudios que revelan las dinámicas que se articulaban entre
los tráficos transatlánticos y los regionales, entre el mundo «bozal» y el
«criollo», y entre la herencia diaspórica africana y las transformaciones
americanas ligadas al mestizaje. Buena parte de este libro se centra, pues,
en el estudio de aquellas personas y sus avatares en Chile durante el
siglo XVIII, y en los caminos de su liberación legal durante las primeras
décadas republicanas.
Pero junto con la migración forzada y esclavitud de población negra,
este libro incluye también trabajos novedosos sobre esa «otra esclavi-
tud» –como la denomina Andrés Reséndez4: la de los indios e indias
que desde los albores de la conquista fueron sometidos a deportaciones
2
Cf. Yann Moulier-Boutang, De la esclavitud al trabajo asalariado. Economía
histórica del trabajo asalariado embridado, Madrid, Akal, 2006 (1ª ed. en
francés, 1998); David Northrup, Indentured Labor in the Age of Imperialism,
1834-1922, New York, Cambridge University Press, 1995.
3
Jack Goody, «Slavery in Time and Space», en James L. Watson (ed.), Asian and
African Systems of Slavery, Berkeley, University of Califormia Press, 1980.
4
Andrés Reséndez, The Other Slavery. The Uncovered Story of Indian
Enslavement in America, Boston/New York, Houghton Mifflin Harcourt, 2016.
12
espaciales y compulsiones laborales al ritmo del avance de las huestes
hispanas y de su asentamiento y explotación de los recursos naturales.
Cargando, cocinando, lavando oro o complaciendo los deseos sexuales
de sus amos, miles de mujeres, hombres, niñas y niños vivieron experien-
cias que coadyuvaron al dramático descenso demográfico del siglo XVI.
Experiencias que se perpetuarían en las fronteras aún no domeñadas,
como en el norte de México, las «tierras calientes» de Colombia, el
oriente boliviano, el Chaco y noroeste del Río de la Plata, y en el sur
de Chile. Allí, la guerra contra los «enemigos» nativos se mantendría
alimentada con el motor sugestivo de la captura, desnaturalización y
comercialización de «piezas» humanas. Este libro busca dar cuenta de
algunas de esas coyunturas y dinámicas a través de estudios específi-
cos, con preguntas y fuentes originales que abren nuevas vetas para un
objeto de estudio que se advierte como fundamental para entender la
historia iberoamericana.
Las preguntas y discusiones que dieron origen a esta publicación
se iniciaron durante un coloquio que bajo el título «Esclavitudes, diás-
poras y migraciones forzadas en América (siglos XVI-XIX)» se llevó a
cabo en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de
Chile durante octubre de 2011, buena parte de cuyas ponencias integran
este libro. Se trató de un evento hecho posible gracias al apoyo de la
Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONI-
CYT), a través de su programa de financiamiento del Fondo Nacional
de Desarrollo Científico y Tecnológico, el cual permitió desarrollar el
proyecto FONDECYT Regular nº 1100215 (2010-2014)5. Dicha línea
de trabajo ha continuado luego con el proyecto FONDECYT Regular
nº 1150614 (2015-2018)6, entre cuyos objetivos se inserta el presente
libro como contribución a la discusión de los ejes que conectan la escla-
vitud indígena de Chile colonial y la de otras formas de esclavización,
migración involuntaria y uso de mano de obra forzada a nivel local y
continental.
El editor
5
Fondecyt Regular nº 1100215: «La diáspora mapuche en Chile colonial.
Migraciones forzadas y voluntarias desde la Araucanía hacia el centro y norte
de Chile y otras regiones del virreinato peruano (siglos XVI-XVIII)».
6
Fondecyt Regular nº 1150614: «Desnaturalización y esclavitud indígena en
fronteras americanas: la esclavitud de mapuches de la Araucanía y la de los
indios de Nueva España, Río de la Plata y Brasil (siglos XVI-XVII)».
13
Diáspora africana
y movilidades afrodescendientes
Curas, amos y esclavos
en una parroquia
*
Este artículo es un resultado del proyecto «Estructura y prácticas de posesión
de esclavos negros y mulatos en Santiago de Chile, 1690-1715», que contó
con financiamiento del Fondo de Fomento y Apoyo a la Investigación, de la
Universidad Pedro de Valdivia (VRID-UPV). Agradezco a Andrés Nilo Zepeda,
compañero del Grupo de Investigación Chile Negro, por la ayuda brindada en
la recopilación de fuentes parroquiales, y a Ana Bravo, en las de Escribanos.
También, a Marjorie Araos y Liliana González, ayudantes del proyecto en la
UPV. Finalmente, al Laboratorio de Mundos Coloniales y Modernos, espacio en
que se discutió sistemática e inteligentemente esta investigación. Y, en especial,
al profesor Jaime Valenzuela por sus constantes críticas y comentarios.
17
Claudio Ogass Bilbao
1
La primera etapa la elaboramos en conjunto con Gabriela Andaur y Andrés
Nilo, compañeros en el Grupo de Investigación Chile Negro. La segunda etapa
fue individual producto del abandono obligado de mis compañeros, quienes
partieron a estudiar al extranjero con sendas becas.
2
Ogass Bilbao, 2008; Ogass Bilbao, 2009.
3
Schwartz, 1982; Luna, 1982.
4
Hünefeldt, 1987: 39-42; Hünefeldt, 1994: 104-106.
5
Aguirre, 1995: 60-65.
18
Curas, amos y esclavos en una parroquia
6
Bowser, 1977: 407-411.
7
Díaz Díaz, 2001: 134-137.
8
King, 1944a y 1944b; Mörner, 1966; Bowser, 1972.
9
Tannenbaum, 1949: 87.
10
Mörner, 1966: 30 (traducción mía).
11
Bowser, 1975.
12
Ibidem.
13
Schwartz, 1974.
14
Johnson, 1974.
19
Claudio Ogass Bilbao
20
Curas, amos y esclavos en una parroquia
19
Contreras, 2008.
20
Arre, 2012.
21
Briones, 2007.
22
Solo en 1988, Rosa Soto Lira, precisamente una alumna de Mellafe en la Uni-
versidad de Santiago de Chile (USACH), defendió una tesis de magíster sobre
la mujer negra en el Reino de Chile, que luego se transformaría en libro: Soto
Lira, 2011.
23
Mellafe, 1959 [1980]: 5.
24
No se trata de postular un argumento de autoridad o de apelar a la sentimen-
talidad de realizar un homenaje póstumo. Tampoco mi idea es desmerecer las
temáticas investigativas actuales ni postular la supremacía de unas en desme-
dro de otras. Solo creo que este tipo de estudios nos permitirán avanzar de
manera más segura en tanto que ofrecen nuevas perspectivas para una mejor
21
Claudio Ogass Bilbao
22
Curas, amos y esclavos en una parroquia
27
Citado por Morin, 1972: 374.
28
Bloch, 2001: 92.
23
Claudio Ogass Bilbao
29
De Certeau, 1993: 102.
30
Rubio Merino, 1998:161-177.
31
Torre Revello, 1941: 7-42.
24
Curas, amos y esclavos en una parroquia
las personas que no fueron inscritas– alcanzó el 30%32. Esta cifra nos
podría dar una idea de lo que habría ocurrido con este sacramento.
Casi un tercio de la población, entonces, estaría fuera de la visión de los
historiadores. En segundo lugar, la reducción: la sociedad que muestran
los registros de bautismos está simplificada en exceso. No todos los
negros son negros, ni todos los indios son indios. Un tercer problema
es la heterogeneidad de la información contenida en los registros: los
curas adoptan diversos criterios para ingresar los datos en las partidas,
lo que dificulta homogeneizarla en fichas. De ahí que –como menciona
la portuguesa María Norberta Amorín– el proceso de recopilación
provoque sensaciones ambivalentes: «fascinación por lo desconocido,
pero frustración por el subregistro, por las lagunas, por el deterioro de
las fuentes»33.
Hacia 1972, Claude Morin advertía de esta situación para el caso
mexicano. Mencionaba que las partidas de bautismo «no son documen-
tos históricos conscientes, sino el producto de una institución adminis-
trativa sostenida por un personal no siempre muy acucioso que, a veces,
no era consciente de la utilidad que podían tener»34. En su parroquia, «la
única uniformidad de los registros consiste en que las actas se asientan
en cuadernos diferentes. En los demás puntos se adoptan soluciones
divergentes»35. Por eso, concluía que «cada parroquia, cada categoría
de actas, aporta su originalidad al investigador y plantea un problema
crítico previo al historiador o demógrafo que pretende trabajarla»36.
Diversas son las explicaciones que se atribuyen a esos fenómenos.
En Chile, el propio Mellafe, al analizar cómo se introdujeron y recibieron
las diferentes normativas en Santiago, menciona que «muchos curas
no entendieron cómo debían efectuarse y otros fueron remisos en su
adopción»37. Robert McCaa planteaba que «los curas de las parroquias
tenían una sobrecarga de trabajo y estaban pobremente preparados para
registrar efectivamente los registros de todos sus parroquianos»38. A
similares conclusiones llegaron dos investigadores chilenos con intereses
más genealógicos39.
32
Mellafe, 2004: 175.
33
Amorin, 1998: 37 (traducción mía).
34
Morin, 1972: 397.
35
Ibid.: 392.
36
Ibid.: 394.
37
Mellafe, 2004: 191.
38
McCaa, 1978: 105 (traducción mía).
39
Díaz Vivar, 1962; Falch Frey, 1981.
25
Claudio Ogass Bilbao
40
Cardoso y Pérez Brignoli, 1999: 134.
41
Gutiérrez Azopardo, 1983: 121.
42
Konetzke, 1946: 581.
43
Ibidem.
44
Ibid.: 582.
45
Ibid.: 583.
26
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Dentro de la parroquia:
La producción de partidas de bautismo en
El Sagrario entre 1700 y 1720
La confiabilidad de los registros parroquiales fue un tópico que no
solo preocupó a quienes los utilizaron como fuente de investigación.
Su veracidad también fue puesta en tela de juicio en su época, incluso
en Santiago de Chile durante el siglo XVIII. En 1793, el abogado de
Pedro Villalón impugnó la partida de bautismo que la esclava Francisca
Cartagena presentó ante la Real Audiencia como testimonio jurídico
46
Ibid.: 585.
47
Olaechea Labayén, 1992: 253
48
Pereira y Meriño Fuentes, 2006: 153.
49
Ketelaar, 2002: 229 (traducción mía).
27
Claudio Ogass Bilbao
50
«Pedro Villalón con Francisca Cartagena. Sobre su libertad» (Santiago, 1793-
1799), ANH.RA, vol. 1949, pza. 4, fjs. 215-216.
51
«Bautismo de Lorenzo Díaz» (Santiago, 16 de agosto de 1724), AAS.Sag, Libros
de bautismos de castas, 15, fj. 95v (destacado mío).
52
«Cesión del negrito Lorenzo Díaz» (Santiago, 31 de octubre de 1737), ANH.
ES, vol. 543, fj. 104v (destacado mío).
53
«Carta de Libertad a Lorenzo y Juana Bernarda Díaz» (Santiago, 31 de
octubre de 1737), ANH.ES, vol. 543, fj. 105v (destacado mío).
28
Curas, amos y esclavos en una parroquia
54
Cook y Schwartz, 2002; Craig, Eppard y Macneil, 2005; Aguirre y Villa-Flores,
2009; Burns, 2010.
55
Enríquez Agrazar, 2005.
56
Ganster, 1992: 164.
29
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 1
Cantidad de curas que participaron en el registro
de partidas de bautismo (El Sagrario, 1700-1720)
Libro Libro
de castas de españoles
1700 2 9
1705 2 5
1710 1 1
1715 1 2
1720 1 3
30
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Cuadro 2
Turnos de los curas en el Libro de Españoles
(El Sagrario, enero-febrero de 1700)
Nº de
Tur- Fecha de Entrada Fecha de Salida
Nombre del párroco reg.
no
Día Mes Año Día Mes Año
1 Juan Joseph de Vilches 3 enero 1700 11 enero 1700 7
2 Pedro de Henestroza 12 enero 1700 12 enero 1700 1
3 Juan Joseph de Vilches 21 enero 1700 24 enero 1700 2
4 Pedro de Henestroza 24 enero 1700 24 enero 1700 1
5 Juan Joseph de Vilches 25 enero 1700 28 enero 1700 4
6 Francisco Canales 31 enero 1700 31 enero 1700 1
7 Juan Joseph de Vilches 1 febr. 1700 8 febr. 1700 8
8 Pedro de Henestroza 9 febr. 1700 9 febr. 1700 2
9 Juan Joseph de Vilches 11 febr. 1700 16 febr. 1700 6
10 Pedro de Henestroza 16 febr. 1700 16 febr. 1700 1
11 Juan Joseph de Vilches 19 febr. 1700 19 febr. 1700 1
12 Pedro de Henestroza 19 febr. 1700 19 febr. 1700 1
13 Francisco de Lea Plaza 19 febr. 1700 19 febr. 1700 1
14 Simón Manso 20 febr. 1700 20 febr. 1700 1
15 Juan Joseph de Vilches 21 febr. 1700 22 febr. 1700 7
16 SIN FIRMA 23 febr. 1700 23 febr. 1700 9
17 Pedro de Henestroza 23 febr. 1700 23 febr. 1700 1
18 SIN FIRMA 24 febr. 1700 24 febr. 1700 9
19 Juan Joseph de Vilches 26 febr. 1700 26 febr. 1700 1
20 SIN FIRMA 26 febr. 1700 26 febr. 1700 2
21 Juan Joseph de Vilches 26 febr. 1700 26 febr. 1700 2
22 SIN FIRMA 27 febr. 1700 27 febr. 1700 3
31
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 3
Turnos de los curas en el Libro de Castas
(El Sagrario, enero-febrero de 1700)
Nº de
Tur-
Nombre del párroco Fecha de Entrada Fecha de Salida regis-
no tros
Día Mes Año Día Mes Año
1 Pedro de Henestroza 1 enero 1700 1 enero 1700 2
2 Juan Joseph Vilches 3 enero 1700 11 enero 1700 4
3 Pedro de Henestroza 11 enero 1700 11 enero 1700 1
4 Juan Joseph Vilches 13 enero 1700 21 enero 1700 4
5 Pedro de Henestroza 25 enero 1700 25 enero 1700 1
6 Juan Joseph Vilches 26 enero 1700 26 enero 1700 1
7 Pedro de Henestroza 28 enero 1700 28 enero 1700 1
8 Juan Joseph Vilches 28 enero 1700 29 enero 1700 2
9 Pedro de Henestroza 30 enero 1700 30 enero 1700 1
10 Juan Joseph Vilches 30 enero 1700 1 febr. 1700 3
11 Pedro de Henestroza 7 febr. 1700 8 febr. 1700 2
12 Juan Joseph Vilches 10 febr. 1700 16 febr. 1700 6
13 Pedro de Henestroza 16 febr. 1700 17 febr. 1700 2
14 Juan Joseph Vilches 18 febr. 1700 22 febr. 1700 14
15 Pedro de Henestroza 23 febr. 1700 23 febr. 1700 1
16 Juan Joseph Vilches 24 febr. 1700 6 abril 1700 25
32
Curas, amos y esclavos en una parroquia
58
Ibid.: 28.
59
Ibid.: 71v.
60
«Bautismo de Francisco Paulo» (Santiago, 4 de abril de 1705), AAS.Sag, Libro
de bautismos 13 (castas), fj. 54.
61
«Bautismo de Bonifacio Josef» (Santiago, 10 de junio de 1705), AAS.Sag, Libro
de bautismos 13 (castas), fj. 88.
62
«Bautismo de Juan de Orta» (Santiago, 21 de abril de 1705), AAS.Sag, Libro
de bautismos 11 (españoles), fj. 250v.
63
Jimerson, 2006.
33
Claudio Ogass Bilbao
34
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Figura 1
Ficha de recolección de información para los «libros de castas»
en la Parroquia de El Sagrario, 1700-1720 (elaboración del autor)
Observaciones
Cura
Segundo
Libro de bautismos de castas
Testigos
Primero
Madrina Amo
Condición jurídica
Casta
Nombre
Amo
Padrino
Condición jurídica
Casta
Nombre
Amo
Ficha de recolección de información de partidas de bautismo
Madre
Condición jurídica
Casta
Nombre
Amo
Condición jurídica
Padre
Casta
Nombre
Ocupación
Estado civil
Amo
Sexo
Nombre
Condición Inferida por la madre
jurídica Inscrita por el cura
Inferida por los padres
Casta
Inscrita por el cura
Bautizado
Sexo
Filiación
Edad
Parroquia El Sagrario
Origen
Apellido
Nombre
Año
Fecha
Mes
Día
Foja
Nº partida
1
35
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 4
Cantidad de partidas de bautismo y bautizados efectivos
(Parroquia de El Sagrario, 1700-1720)
36
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Cuadro 5
Cantidad de partidas de bautismo del Libro de Castas
que contienen la condición jurídica y la casta
de los bautizados (El Sagrario, 1700-1720)
37
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 6
Proporción y representatividad de partidas de bautismo
que contienen la condición jurídica y la casta de los
bautizados (El Sagrario, 1700-1720)
64
«Bautismo de Francisco Javier José Zapata» (Santiago, 4 de febrero de 1700),
AAS.Sag, Libro de bautismos 12 (castas), fj. 63 (destacado mío).
65
«Bautismo de Luis Manuel de Orta» (Santiago, 20 de junio de 1710), AAS.Sag,
Libro de bautismos 13 (castas), fj. 89v (destacado mío).
66
«Bautismo de José Marcoleta» (Santiago, 23 de febrero de 1700), AAS.Sag,
Libro de bautismos 12 (castas), fj. 62v (destacado mío).
38
Curas, amos y esclavos en una parroquia
39
Claudio Ogass Bilbao
69
«Juan Antonio Sirenas con Gregorio Arenas. Sobre partición de herencia»
(Santiago, 1783), ANH.CG, vol. 219, fj. 64 (destacado mío). Agradezco a Hugo
Contreras por facilitarme este documento.
70
Solano, 1994: 86.
71
Jara, 1971.
72
«Bautismo de Agustín Cortes» (Santiago, 16 de septiembre de 1700), AAS.Sag,
Libro de bautismos 12 (castas), fj. 78 (destacado mío).
40
Curas, amos y esclavos en una parroquia
41
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 7
Condición jurídica de la población bautizada
(Parroquia de El Sagrario, 1700-1720)
176 47% 176 48% 171 45,4% 169 52% 182 47% 874 47,8%
de origen Libres Libres
africano
esclava
25 6% 10 3% 7 1,9% 2 1% 1 1% 45 2,5%
servicio
Indios
de origen
africano
TOTAL 375 100% 365 100% 377 100% 328 100% 385 100% 1830 100,0%
42
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Cuadro 8
Condición jurídica de la población bautizada en diferentes
parroquias de Santiago
(El Sagrario, Santa Ana y San Isidro, 1700)
43
Claudio Ogass Bilbao
Cuadro 9
Género de los propietarios que bautizaron a sus esclavos
(El Sagrario, 1700-1720)
73
Díaz Díaz, 2001: 136. Analizando cartas de venta de esclavos, menciona que de
2.938 otorgantes el 70% fue comprado por hombres, y de 2.165 adquirientes
el 81% pertenecieron al mismo género.
74
Aguirre, 1995: 64-65. Reelaboré sus datos del cuadro 1.8. De 821 cartas de
venta de esclavos que utiliza, menciona que 620 (72%) pertenecen a hombres,
mientras que 241 (28%) a mujeres.
75
Ogass Bilbao, 2009: 159. Ver Cuadro 2.
76
Hünefeldt, 1994: 35.
77
Díaz Díaz, 2001: 137.
44
Curas, amos y esclavos en una parroquia
Cuadro 10
Género de los propietarios según cartas de compraventa
de esclavos (Santiago de Chile, 1700)
De todos modos, hay que considerar que tanto las fuentes como el
método de inferencia son falibles, puesto que las categorías son bastante
flexibles en la sociedad colonial. Además, es altamente factible que los
curas se hayan equivocado al registrarlas y que, también, los padres o
padrinos hayan pujado para cambiar la condición jurídica del bautizado,
como ocurrió con la negra María Nicolasa y su hijo Lorenzo, ambos
esclavos de Blasa Díaz. Todo ello pudo haber distorsionado las cifras. Sin
embargo, me parece que es una posibilidad para acercarse al problema.
Incluso así, los resultados del padrón de propiedad en Santiago de
Chile no están alejados de los datos que ofrecen otros estudios realiza-
dos durante el mismo período en ciudades con esclavitud urbana. En
Lima, en 1700, de la numeración del Conde de Monclova –analizada
por José Ramón Jouve-Martín– se desprende que el 30% de la pobla-
ción era propietaria de esclavos, de los cuales el 44% tenía entre 1 y 2
esclavos78. De hecho, el Padrón de Santa Ana de 1808 –estudiado por
Christine Hünefeldt– también ofrece proporciones similares. Si bien
solo representa una cifra bastante fragmentaria (30% del total de la
78
Jouve-Martín, 2005: 32.
45
Claudio Ogass Bilbao
Reflexiones finales
Intencionalmente quise dejar para el final una cuestión que quizá
no quedó lo suficientemente clara en la introducción. Me pareció que
era mejor incluirla una vez expuestos tanto los límites y problemas de
las fuentes como las dificultades en el procesamiento de la información
y en la construcción de las cifras. Estoy absolutamente consciente de
las falencias potenciales de este método. De ahí el hecho de detallar
el procedimiento y no quedarme solamente en la exposición del dato
estadístico. A menudo nos olvidamos que las cifras son construcciones
del historiador y, por lo tanto, que existe una cadena de decisiones que
se esconden detrás del número. Por lo mismo, sería ideal que otros
investigadores sometieran esta metodología a prueba con la finalidad
de contribuir a legitimarla o, bien, de exponer sus límites para refinarla
o descartarla. Aun así, considero que podría provocar especial interés
en países cuyos archivos no son muy generosos en información pro-
toestadística –acá sí sigo a Mellafe82– para con los negros esclavos y
sus descendientes.
79
Hünefeldt, 1994: 106-107.
80
Klein, 2009: 38.
81
Bernand, 2001: 19.
82
Mellafe, 2004.
46
Curas, amos y esclavos en una parroquia
83
Cussen, 2006; San Martín, 2007.
84
Jara, 1987: 20.
47
Claudio Ogass Bilbao
85
Cussen, 2009: 9.
86
Soares, 2009; Engemann, 2005.
87
Read, 2006.
48
Curas, amos y esclavos en una parroquia
88
Frank, 2004.
89
San Martin, 2007: 1.
90
Farge, 1991: 74.
49
Claudio Ogass Bilbao
Documentación manuscrita
AAS.Sag, Archivo del Arzobispado de Santiago (Santiago de Chile), Pa-
rroquia del Sagrario: Libros de bautismos, 11 y 14 (españoles); 12,
13 y 15 (castas).
AAS.SA, Archivo del Arzobispado de Santiago (Santiago de Chile), Parro-
quia de Santa Ana: Libros de fragmentos de bautismos, 5 (castas)
y 6 (españoles).
AAS.SI, Archivo del Arzobispado de Santiago (Santiago de Chile), Parroquia
de San Isidro: Libro de bautismos, 1.
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vol. 219.
ANH.ES, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Escribanos de
Santiago, vols. 385, 386, 406, 432 y 543.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vol. 1949.
50
Curas, amos y esclavos en una parroquia
51
Claudio Ogass Bilbao
52
Curas, amos y esclavos en una parroquia
53
Claudio Ogass Bilbao
54
Curas, amos y esclavos en una parroquia
55
Discursos y representaciones de los
esclavos negros y mulatos domésticos
en Santiago colonial*
57
Katherine Quinteros Rivera
2
Encontramos una serie de ordenanzas en cuanto a los negros y mulatos, desta-
cándose la prohibición de portar armas, andar en la noche, sobre andar huidos
y andar sin vestimenta, entre otros. Konetzke, 1953-1958, III; también Jara y
Pinto, 1982.
3
Valenzuela Márquez, 2005a: 122.
4
Haenke, 1942 [1789-1794]: 99-100.
5
Camba Ludlow, 2008: 19.
6
San Martín, 2010.
58
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
7
Aguirre, 2005: 24.
8
Araya Espinoza, 2010.
9
Cf. Gómez, 2005; Dennis, 2007.
10
Albornoz, 2007.
59
Katherine Quinteros Rivera
11
Bernand, 2001: 24.
12
Bernand, 2000: 64.
13
Llamas, 2001: 132.
14
Araya Espinoza, 2010: 235.
60
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
por todos. Todos los sujetos sabían qué calidad tenía cada uno de ellos
y los demás individuos, y qué calidad «debían decir que tenían». En
este juego de espejos, de mirar y clasificar al otro, de paso se opinaba
de la calidad de ese otro; de manera que hablamos de identidades que
son asumidas o impuestas, puesto que el hablar del «otro» es hablar de
uno mismo, y hablar de un semejante se transforma en un ejercicio de
poder. Es así que mi identidad se define por los compromisos e identi-
ficaciones que proporcionan el marco u horizonte dentro del cual yo
intento determinar, caso a caso, lo que es bueno, valioso, lo que se debe
hacer, lo que apruebo o a lo que me opongo. En otras palabras, es el
horizonte dentro del cual puedo adoptar una postura15.
Registro judicial:
lugar de discursos y estrategias discursivas
Los discursos que se fueron estableciendo recayeron tanto en los
esclavos como en los amos. Sobre estos últimos, podemos indicar que
se fue expresando una estrategia discursiva que hacía alusión a ser
considerados «buenos» amos. Con ello se efectuaba una referencia a
sujetos que cumplían con la normativa impuesta, entregando protección
a sus subordinados, alimentación, vestuario, adoctrinamiento, disciplina,
preocupación, honorabilidad a sus actos, entre otros16. Y serán estos
discursos moralizantes y establecidos los que se resquebrajarán en los
documentos judiciales, donde las dialécticas entre los sujetos están
presentes, existiendo juegos binarios que se negocian. Si por una parte
encontramos discursos sobre «buenos» amos, también encontramos en
su contraparte la de los «malos» amos, presentándosenos de este modo
diversos niveles discursivos. De la misma manera se fue generando una
alocución sobre los esclavos que poseían tachas, los que se remitían a
defectos que podían ser físicos (enfermedades) o morales (vicios como
la embriaguez, cimarronaje y hurto). Con estas condiciones se van
construyendo discursos sobre los esclavos inclinados a los vicios, los
cuales se iban generalizando a medida que avanzaba el tiempo. Por lo
mismo, si bien encontramos alusiones a «buenos» esclavos, estas son
mínimas, existiendo una sensación generalizada de los esclavos negros
y mulatos como sujetos inclinados hacia las malas prácticas.
15
Llamas, 2001: 83-84.
16
Undurraga Schüler, 2012.
61
Katherine Quinteros Rivera
62
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
que esclavo y amo eran iguales ante Dios y por ello el amo estaba
obligado a proteger la integridad espiritual del esclavo, a enseñarle la
religión cristiana, a ayudarlo a alcanzar el privilegio de los sacramentos,
a guiarlo hacia una buena vida y a protegerlo del pecado mortal. Al
esclavo lo asistía el derecho de llegar a ser cristiano, de ser bautizado y
considerado un miembro de la comunidad. El bautismo era el signo de
su entrada en esta última y mientras no estuviera lo bastante instruido
para poder recibirlo, se consideraba que no pertenecía a ella20.
Este discurso de poder hace referencia al estatus y condición de los
amos, de manera que el darle un bienestar a sus esclavos, y que este
fuese visible, hablaba bien de ellos, entregándoles un reconocimiento
social del cual se hacía gala en los distintos escenarios que presentaba
la vida cotidiana, de modo que existía un juego de poderes que se iba
reflejando en los discursos sobre los «buenos» amos. Es necesario
precisar que no todos les daban a sus esclavos un buen tratamiento,
con lo cual se construían los discursos respecto de los «malos» amos.
Lo anterior adquiere importancia puesto que por medio de ellos –los
discursos– podemos ver cómo los esclavos, al momento de demandar
a sus amos, apelaban a los malos tratamientos que les daban, dejando
en evidencia las estrategias que se utilizaban en la época colonial. De
esta forma se va gestando una apropiación de los discursos, lo cual
trae complejidades sociales: en el acto en que un esclavo se acercaba a
la instancia judicial para acusar a su amo, significaba hablar mal del
sujeto dominador, quedando expuesto a los comentarios y rumores de
la sociedad en general. Y si bien en la teoría se expresaba un discurso
sobre los amos en el sentido de que debían dar una buena acogida a
sus esclavos, en la praxis había una gran diferencia en cuanto a este
respecto. Los esclavos negros y mulatos utilizaron estos discursos de
un «mal» amo para dejar de estar en sujeción o beneficiarse en cuanto
a la demanda que habían interpuesto, pero es necesario precisar que
muchos de aquellos sujetos sí recibieron un trato degradante de parte
de sus amos, con castigos crueles que dejaron secuelas y cicatrices difí-
ciles de borrar21. Sin embargo, se generaban contradiscursos que eran
(Madrid, 1794), 726-732. Véase también la real cédula en que se ordena que los
negros y negras de las indias anden vestidos: Jara y Pinto, 1982-1983: 313-314.
20
Tannenbaum, 1950: 65-66.
21
Véase, por ejemplo, el testimonio de la esclava Juana, en 1673: «[…] hicieron
parecer a una negrita que dijo llamarse Juana hija de Domingo negro […] pre-
guntado que cuya esclava era y que señales eran las que tenía en la cara. Dijo
que estaba en servicio del capitán don Diego de Aguilar y que no era esclava
63
Katherine Quinteros Rivera
creados tanto por los amos como por los esclavos, permitiéndonos ver
las resistencias y estrategias en el entramado social:
64
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
23
«Francisca Fuenzalida, sobre su libertad» (Santiago, s.d.), ANH.RA, vol. 511,
fj. 1 (destacado nuestro).
65
Katherine Quinteros Rivera
24
Testimonio de doña Magdalena de Barrios, Ibid., fj. 34. En este caso, la parte
contraria intenta alegar que Francisca era una esclava altanera y soberbia,
con el fin de degradar la condición de buena esclava y la imagen que presenta
ella misma, así como la red de testigos que avalan su buen comportamiento,
incluyendo a religiosos. La sentencia indica que Francisca queda en libertad.
25
Testimonio de Jacinto Andrea, escribano receptor: «[…] dijo que este testigo vio
que la dicha Francisca por su inteligencia propia y sin faltar al preciso servicio
de su ama, vendía en la plaza legumbres y empanadas y otras verduras, que be-
neficiaba por sí propia de consentimiento de la dicha su ama […]»: Ibid., fj. 37;
testimonio de doña María Ordoñez, mujer legítima de Melchor Tamayo: «[…]
esta testigo vio que la dicha Francisca siempre estaba ocupada en vender pan y
frutilla y otras cosas de que la dicha su ama tenía granjerías y dicha Francisca
lo hacía con mucho amor y voluntad»: Ibid., fj. 39v; testimonio de Pedro de
Carvajal, mulato esclavo del señor doctor don Alonso de Solórzano y Velasco,
del consejo de su majestad: «[…] este testigo tiene por cierto y sin género de
duda que si la dicha Francisca de Fuenzalida todas las inteligencias y mi Dios
que ha tenido para buscar su huida hubiera adquirido bastante cantidad, no tan
solamente para su libertad si no es para poder libertar a otra persona, porque
siempre la ha visto ocupada en muchas granjerías así en esta plaza como en una
pulpería y todo lo que adquiría lo gastaba y consumía como dicho tiene en el
sustento y vestuario de la dicha doña Magdalena […]»: Ibid., fj. 46 (destacados
nuestros).
66
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
26
«Don Bartolomé de Vera con Francisco Rodríguez de Mendoza, sobre María
mulata y derecho de esclavitud» (Santiago, 1719-1722), ANH.RA, vol. 942,
pza. 2, fjs. 7-7v (destacados nuestros). En este mismo expediente podemos ver el
testimonio de doña Isabel Romero, mujer legítima del capitán Joseph Vásquez:
Ibid., fj. 1; y el testimonio de don Bartolomé de Vera: «El capitán don Barto-
lomé de Vera parezco ante vuestra señoría y digo que habrá tiempo de veinte
y ocho años que teniendo en mi casa a Lorenza negra mi esclava y hallándose
preñada y en días de parir, ocultando el parto, parió una mulata nombrada
María, asegurándome a mí que había mal parido y que el parto muerto le ha-
bía enterrado debajo de su cama, siendo así que la dicha negra Lorenza tuvo
parto feliz y que la criatura que fue la dicha mulata María la envió a criar a
un paraje de las Salinas nombrado el cerro Colorado, en donde la criaron unas
señoras nombradas las Arenas con título de expuesta, por haberla arrojado
un mulato nombrado el Viento; y aunque la dicha negra Lorenza ha noticiado
a diversas personas tener una hija en las Salinas nombrada María no ha sido
posible saber su paradero, hasta que habrá tiempo de tres meses que la dicha
mulata nombrada María, estimulada de su conciencia, me vino a buscar con
67
Katherine Quinteros Rivera
dos hijos diciéndome que yo era su amo porque así se lo habían asegurado en
el partido […]»: Ibid., fj. 1-1v; y el testimonio de doña María Mercado, viuda
del maestro de campo don Joseph Meneses: «[…] porque habiendo el dicho
don Sebastián de Herrera intentado vender a la dicha su esclava Lorenza la
compró el dicho maestro de campo don Joseph Meneses, marido que fue de
esta testigo, y que al año y diez meses de tenerla en su poder, estando encinta
ya en meses mayores, hizo fuga la dicha negra con un indio que no supo su
nombre, dejando a su marido que era otro indio que lo llamaban Lemutoro,
como sabe esta testigo lo había acostumbrado en otras ocasiones […]»: Ibid.,
fj. 40 (destacados nuestros).
27
Araya Espinoza, 1999.
68
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
28
Undurraga Schüler, 2010.
29
Foucault, 2002: 12.
69
Katherine Quinteros Rivera
Representaciones sociales.
Apropiaciones de discursos
La representación es una construcción que se genera en base a las
ideas que se van formando las personas sobre determinados elementos.
Por lo tanto, se ve influenciada por los discursos que se establecen.
Como se ha mencionado, en el Santiago colonial se fue instalando un
discurso generalizado sobre los esclavos negros y mulatos, caracterizan-
do a estos sujetos como proclives a las malas prácticas30. Este discurso
30
«Autos de Lorenza negra con don Gabriel Cepeda su amo, sobre malos tra-
tamientos» (Santiago, 1708-1712), ANH.RA, vol. 1838, pza. 4. En los autos
del procurador de pobres podemos leer: «[…] los susodichos [–don Gabriel de
Zepeda y doña María de Olivares–] con poco temor de Dios y en menosprecio
de la real justicia, habiendo muerto el capitán don Julián de la Vega amo de
mi parte, supuso doña María de Olivares viuda del dicho don Julián que la
dicha mi parte había hecho maleficio al dicho difunto y sin más que presunción
temeraria la entregó al capitán don Juan de Zepeda, su primo hermano, que en
la ocasión era alcalde ordinario de la dicha ciudad de La Serena, quien intentó
darle tormentos y como no había causa para ello, aunque la amenazó con el
verdugo y cordeles y pasó a entregarla a don Gabriel de Cepeda, su hermano,
quien la llevó a una estancia nombrada Tuquil, en donde con dos negros le
dieron tormentos que estuvo a punto de perder la vida y para justificación de
ellos podrá vuestra alteza mandar que la reconozca un cirujano en presencia
de el mismo de cámara, porque aún todavía están patentes las señales aunque
porque no supiese la crueldad que se había cometido con mi parte la tuvieron
hecha por mucho tiempo, hasta que estuvo en dicho apremio tiempo de más
de seis meses poco más o menos hasta que pudo parecer en esta Real Audien-
cia, en donde me presenté en nombre de mi parte […]». Autos de Francisco
Rodríguez de Mendoza en defensa de Lorenza negra, Ibid., fjs. 52-52v. Uno de
los testigos afirmaba: «[…] que habrá tiempo de ocho años poco más o menos
que hallándose este testigo en la estancia de Tuquil, en el valle de Limarí, ju-
risdicción de la ciudad de La Serena, donde se hallaba en servicio del capitán
Martín de Iribarren cuidándole de una engorda de chivatos, y un día después
de las ave marías llegó este testigo a la faena de campaña a la población de
dicha estancia a ver su mujer Antonia Cortés, parda libre que servía de ama
70
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
71
Katherine Quinteros Rivera
32
«Venta de esclava» (Santiago, 1722), ANH.RA, vol. 1603, pza. 1, fjs. 39v-40
(destacado nuestro).
33
Testimonio del maestro de campo don Melchor del Águila: «[…] dijo que siendo
alcalde este testigo el año de setecientos y veinte y dos se siguió este juicio ante
él y para la justificación del caso hizo parecer a Miguel de Morales y Angelina
Maluenda, padres de María del Carmen, y habiéndoles tomado juramento a
todos declararon debajo de juramento cómo dicha María del Carmen había
parido una hija que en ella tuvo Vicente Collado negro y que a los siete días
de nacida dicho Miguel de Morales la echó en la iglesia por haberse muerto.
A la tercera pregunta dijo que en dicho litigio tuvo noticia cómo estuvo para
curarse dicho Vicente Collado con la dicha María del Carmen y que estuvo
depositada en casa de doña Teresa Cortés y que a fuerza de los empeños que
hicieron sus padres no se efectuó dicho casamiento y que asimismo supo en-
tonces, por habérselo dicho el dicho Vicente Collado, cómo luego que nació
72
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
Conclusión
Dentro de la documentación judicial podemos ver que existe una
tensión y una oposición entre la realidad y la representación. Sin em-
bargo, ella nos presenta una aproximación a la forma de construirse
socialmente que tenían los sujetos. Si bien la realidad en sí no la podemos
abarcar, tenemos una idea que se manifiesta a través de la representación,
pues esta se basa en una imaginación de los hechos, emanando de las
fuentes el cómo los sujetos sociales piensan y transmiten lo sucedido, lo
cual está disfrazado por proyecciones o ideales que aquellos establecen
como «real». Esta dialéctica es una constante a través de los años, y las
fuentes registran las representaciones sociales que se van dando durante
el tiempo, pues ellas son una construcción discursiva que imprime con-
ceptos e ideas de quienes las producen. Por lo tanto, nos trasladan a los
esquemas de percepción y de apreciación que los sujetos establecen en
el tiempo en el que viven y en base a las relaciones sociales en las que
se ven envueltos, presentándonos las representaciones que generan en
73
Katherine Quinteros Rivera
torno a ellos. Es así que las fuentes nos entregan la significación que
estas representaciones tuvieron en su momento.
Si bien negros y mulatos estaban dentro de la sociedad en un rango
bajo, ellos apelaban a honores cuando estos se veían quebrantados, dife-
renciándose de sus pares cuando una práctica era repudiable por el resto
de la sociedad. Como ha demostrado la historiografía reciente34, el honor
no solo era una representación asociada a las élites, sino que era más bien
transversal a la sociedad y todos los sujetos apelaban a él de una u otra
manera, cuando un patrón conductual se veía quebrantado por un esclavo
–ejemplo de lo cual pueden ser las relaciones ilícitas que mantenían amos
y esclavos o esclavas–, sancionándose socialmente esta práctica no estable-
cida, criticando y apelando a una diferencia entre los sujetos35.
Paralelamente, otros elementos se fueron estableciendo como me-
canismos de diferenciación social, destacando entre ellos el lenguaje,
el movimiento, la gestualidad, la vestimenta y la conducta o compor-
tamiento, a los cuales se les asignaban determinados instrumentos que
se hacían visibles en la vida diaria.
Documentación manuscrita
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 511, 531, 942, 1176, 1506, 1603, 1838, 2744.
34
Undurraga Schüler, 2012.
35
«Autos de Vicente Chaparro esclavo» (Santiago, 1703), ANH.RA, vol. 531,
pza. 3.
74
Discursos y representaciones de los esclavos negros y mulatos...
75
Katherine Quinteros Rivera
76
Migración forzada y comercio de
esclavos en el Reino de Chile
(Santiago-Valparaíso, 1770-1789)*
77
María Teresa Contreras Segura
78
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
79
María Teresa Contreras Segura
8
El «espacio económico andino» y su consolidación en el siglo XVIII han sido
explicados como la participación del comercio y la producción agrícola, ga-
nadera y textil en el aumento de la circulación de personas, bienes, metales y
mercancías en función de la expansión de los mercados internos y la aceleración
del tráfico mercantil, principalmente debido al crecimiento demográfico –sobre
todo urbano– y al incremento de la producción minera: Garavaglia y Marchena,
2005: 85-143 y 253-291.
9
Si bien hoy en día esta región se reconoce y define como «espacio económico
andino», también fue denominada en su conjunto como «espacio peruano», un
término utilizado para el análisis de la actividad económica en esta formación
colonial a nivel regional y trabajado por la historiografía americana en las
décadas de 1960 y 1970, época en la que se subrayaba el análisis teórico de los
mecanismos sociales y económicos que sustentaban la circulación de mercancías
y especialización de los mercados locales: Assadourian, 1983: 127-306.
10
Un análisis del reformismo metropolitano desde el centro europeo y sus efec-
tos en el crecimiento económico de las colonias americanas en la periferia, en
Cavieres, 1996: 109-153.
80
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
11
Sobre la estructura general del trabajo y la obtención de mano de obra en
América, tanto de indígenas como de esclavos africanos, véase Carmagnani,
Hernández Chávez y Romano, 1999: 177-193. Sobre la consolidación de la
esclavitud de origen africano en Hispanoamérica, véase Mellafe, 1964: 15-29.
Además, en el caso de Chile, se ha destacado el hecho de que a fines del siglo
XVI los primeros esclavos solicitados a la Corona por los conquistadores iban
a ser destinados para la minería de lavaderos de oro del valle central: Mellafe,
1959: 57-65.
12
Características generales de la migración forzada en América, en Konetzke,
1995: 65-75.
13
Desde el nacimiento de la trata negrera en el siglo XVI, los cargamentos de
esclavos(as) en el trayecto que hacían al salir de África, pasando por el registro
de Sevilla y luego a su llegada a los principales puertos conectados con el trá-
fico en Hispanoamérica –como Cartagena de Indias, Portobelo, Veracruz y La
Habana–, eran caracterizados como «piezas de ébano», aunque finalmente se
consolidaría la denominación «piezas de Indias» en la legislación indiana de
fines del siglo XVII: Saco, 1955: 221-254.
81
María Teresa Contreras Segura
14
Particularidades del tráfico atlántico y navíos que transportaban esclavos(as),
detalles de la compra y embarque en las factorías africanas, especialmente las
portuguesas, así como la implantación y demanda de mano de obra esclava,
primero en el Caribe y luego en Hispanoamérica, en Klein y Vinson III, 2008:
29-60. Sobre las formas y la evolución de la trata negrera en Hispanoamérica,
véase Mellafe, 1964: 30-50. El caso de Nueva España a partir de los inicios
y desarrollo de la trata en la península ibérica y la reglamentación del tráfico
hacia territorio novohispano, en Aguirre Beltrán, 1946 [1984]: 15-95. Sobre
el desarrollo del comercio esclavista y su posterior introducción en el Río de
la Plata, específicamente por el puerto de Buenos Aires, véase De Studer, 1984:
43-61.
15
Siguiendo a Molinari [1944] se distinguen tres períodos: «Licencias» (1493-
1595), «Asientos» (1595-1789) y «Libertad de tráfico» (1789-1812): De Studer,
1984: 4
16
Para la expansión del comercio colonial en la España de los Borbones, véase
Bethell, 1998-2000, II: 102-116. El tráfico, las rutas marítimas entre el continente
africano y América, los puertos y mercados esclavistas en África, además de los
precios de la esclavitud en Hispanoamérica, en Mellafe, 1964: 51-59
82
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
83
María Teresa Contreras Segura
20
Los cambios en la estructura del comercio de esclavos en la segunda mitad del
siglo XVIII y los efectos que tendría el fracaso del sistema general de asiento
para el mercado del Perú virreinal con el advenimiento de la libertad de tráfico
y la habilitación del paso por Buenos Aires, en Flores Guzmán, 2003: 14-17.
84
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
21
La relación entre la estructura del comercio y la trata negrera en Chile desde
la segunda mitad del siglo XVI hasta principios del XVII, en Mellafe, 1959:
182-206. Una visión general del tráfico negrero en el Chile en el siglo XVIII,
en Dubinovsky, 1991.
22
Véase el estudio de las vinculaciones entre el Consulado del Comercio y los
asentistas de Lima, en Tord Nicolini, 1969; Flores Guzmán, 2003. Comercian-
tes limeños implicados en la introducción de esclavos para el trabajo agrícola,
destinados principalmente a los ingenios azucareros de los valles de la costa
peruana, en Mazzeo de Vivó, 1993: 164-165. Para la misma época, analizando
la trata esclavista en el Río de la Plata desde la perspectiva del tráfico naviero
y las ordenanzas marítimas que regularon la navegación de los operadores
franceses e ingleses y la internación de esclavos(as) en el Atlántico Sur, véase
De Studer, 1984: 87-102 y 255-322.
23
Aunque fragmentarios por problemas de extravío, desorden y mala conservación
de la documentación, los datos fueron extraídos de libros originales donde se
guardan sucesivamente los «cuadernos» que pertenecían al escribano público
de Valparaíso, por lo que se han revisado los volúmenes correspondientes a:
Lázaro de Meza (ANH.NV, vol. 16: 1772-1779), Juan Clemente Morales (ANH.
NV, vol. 15: 1762-1775; vol. 17: 1776-1783; y vol. 19: 1784-1789) y Eduardo
José de Meza (ANH.NV, vol. 18: 1778-1784).
85
María Teresa Contreras Segura
86
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
toda vez que Lima se habría convertido en una «gran feria de esclavos
desde que hubo agricultura»26.
Más en concreto, con el desarrollo de la historiografía sobre la
esclavitud en el Perú se ha comprobado que en el período tardo colo-
nial el mercado limeño estaba muy poco abastecido del tráfico a gran
escala27. En otras palabras, a pesar de la gran necesidad de esclavos(as)
y el flujo constante hacia El Callao de embarcaciones con «bozales»
importados directamente de África, pocas veces llegaron navíos con
partidas de más de cien «piezas», cantidad insuficiente para abastecer
las necesidades del trabajo agrícola en los valles del centro peruano28.
El problema tenía su origen en una serie de circunstancias de coyun-
tura política que se combinaron en esta época, pues a la creación del
virreinato de La Plata en 1776 se sumaba la relativa lejanía de las rutas
de la trata de su principal puerto en el Pacífico, El Callao, que daba la
espalda al comercio atlántico, reorientando definitivamente en favor
de Buenos Aires el papel que este núcleo había tenido desde fines del
siglo XVI como «centro distribuidor» de insumos y mano de obra para
la minería altoperuana29. Por consiguiente, y a raíz de estos eventos, la
sociedad limeña enfrentó una verdadera «escasez de negros», situación
aún más agravada por las dificultades que soportaba la propia trata
para introducirlos al Perú por Cartagena de Indias, las pocas posibili-
dades de abastecer el tráfico por Panamá y las constantes guerras que
involucraban a España con otras coronas europeas, que ahora eran sus
26
Vicuña Mackenna, 1872: 288.
27
El predominio de las operaciones a pequeña escala, de uno a dos esclavos,
efectuadas en el virreinato peruano del período tardo colonial, era «abruma-
dor»; tanto que llegaba al punto de representar el 88,1% de las registradas en
los pagos de Real Aduana y tributaciones de las Cajas Reales de Lima y Paita:
Flores Guzmán, 2003: 22.
28
En el período 1792-1803 se compraron en Buenos Aires 2.989 esclavos(as)
destinados a Lima. Sin embargo, de las 37 compras efectuadas por remate, 30
de estas se hicieron en partidas de menos de 100 «piezas» y las 7 restantes co-
rresponden a grupos de 100 o más, siendo la más grande de solo 285 «piezas»:
Mazzeo de Vivó, 1993: 164. Así, a partir de la revisión de la «Visita General del
Perú (1777-1785)», un estudio de la importancia económica de la trata negrera
en el virreinato peruano de la época tardo colonial demuestra el problema que
planteó para el comercio negrero el pago de la renta de alcabala –ya que el
Consulado de Mercaderes de Lima solicitaba rebajar este pago dado su exiguo
número y altos precios de venta: Tord Nicolini, 1969: 71-73.
29
Tord Nicolini, 1969: 74; Flores Guzmán, 2003: 20-21.
87
María Teresa Contreras Segura
rivales pero que antes habían sido sus principales operadores marítimos:
las monarquías de Gran Bretaña y Francia30.
De este modo, la corriente de la trata procedente del Río de la
Plata, mantenida en una situación marginal hasta el último tercio del
siglo XVIII, experimentó un positivo avance cuando las mencionadas
disposiciones del libre tráfico del año 1791 consolidaron en el Atlánti-
co a los puertos rioplatenses como los nuevos centros de procedencia,
transferencia y redistribución de esclavos(as) con destino al mercado
peruano31. Así, según lo referido antes, el tráfico negrero de Buenos Ai-
res hacia Lima tenía como principal circuito comercial a Chile central,
alcanzando su máxima expresión en este período y convirtiéndose en
una verdadera posibilidad de acumulación mercantil para varios co-
merciantes peninsulares y criollos32.
Paralelamente, en la información de los cuadernos de Escribanía
de Valparaíso, los contratos de compraventa realizados por «escritura
simple» –levantada con acuerdo de ambas partes ante un escribano
público– muestran que hacia el fin del siglo XVIII aumentaron las
gestiones de algunos propietarios para conceder «poder de venta» en
favor de pilotos y maestres de los «navíos de registro» que viajaban
desde allí con destino al Callao. Puesto que, en general, los documentos
señalan que estos eran residentes del puerto, de lo que se deduce que eran
30
Problemas en la economía agrícola del valle costero peruano a raíz de la carencia
de esclavos(as), en Tord Nicolini, 1969: 76. Repercusiones de la guerra contra
Inglaterra en 1796 para la navegación trasatlántica y el comercio colonial
peruano, en Flores Guzmán, 2003: 37.
31
Sobre empresas y empresarios esclavistas en el Perú y sus ensayos para reo-
rientar el tráfico del Caribe hacia el Atlántico Sur a partir de 1770, así como
también las dificultades que experimentaron las Compañías a gran escala para
introducir mano de obra esclava proveniente de Brasil, véase Flores Guzmán,
2003: 31-39.
32
Cabe aclarar que la denominada «libertad de la trata» no significó que quien
quisiera y tuviera capital suficiente pudiera llevarla a cabo, pues de todas formas
se debía contar con un permiso o licencia real para efectuar la transacción. Por
esto las relaciones de parentesco, las vinculaciones con la Corona y la cercanía
al poder monárquico jugaban un rol importantísimo. Así, algunos comerciantes
peninsulares que prestaban servicios al monarca eran recompensados con pri-
vilegios exclusivos para este comercio, asociándose con operadores o factores
bonaerenses o limeños y disfrutando de grandes beneficios económicos. Tal es
el caso del comerciante gaditano José Antonio Lavalle y Cortés, quien en 1783
consiguió un contrato de compra del mercader peninsular Bruno Pereira para
introducir por Montevideo 800 esclavos –mitad hombres y mitad mujeres– a
quienes llevaría a Lima por la cordillera de los Andes, operando con contactos
en Buenos Aires y Lima: Mazzeo de Vivó, 1993: 158-159.
88
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
33
Según los datos proporcionados por Mazzeo de Vivó, en un período de treinta
años (1779-1809) llegaron al puerto del Callao 2.261 esclavos procedentes del
puerto de Valparaíso y solo cuarenta que venían por el norte e ingresaron por
el puerto de Paita: Mazzeo de Vivó, 1993: 165.
34
El ingreso a Santiago de esclavos(as) procedentes de Buenos Aires entre 1775 y
1785 –exceptuando el año 1779, pues no tiene datos– muestra la entrada por
la aduana de Uspallata de 4.189 esclavos de la trata y 172 acompañantes «de
servicio» que viajaban junto a sus amos(as). De los internados por la trata, 471
(11,2%) entraron entre 1775 y 1778, mientras que los 3.718 restantes (88,8%)
lo hicieron entre 1780-1785: Gabetta, 2001: 31-32.
35
Sobre la procedencia, travesía y recepción en Buenos Aires de los navíos cargados
con esclavos(as) en el siglo XVIII, véase De Studer, 1984: 326-327. Además, para
la expansión del comercio naviero entre Buenos Aires y las costas chilenas del
Pacífico en el siglo XVIII, principalmente Valparaíso, revisar Villalobos, 1990:
71-78; y un mapa con las rutas oceánicas septentrionales, la ruta meridional
del Cabo de Hornos y las rutas continentales, en Mazzeo de Vivó, 1993: 173.
89
María Teresa Contreras Segura
36
Valparaíso servía de entre-port o puerto de recalada de la vía del Cabo de
Hornos: Flores Guzmán, 2003: 21.
37
Sobre la creación del virreinato de Buenos Aires y el Reglamento del Comercio
Libre del año 1778, que trajo la «ruina de los comerciantes» y las protestas de los
comerciantes chilenos y del consulado de Lima, véase Villalobos, 1990: 96-114.
El comercio trasandino durante el siglo XVIII y el rol del valle del Aconcagua
en el triángulo comercial de Buenos Aires-Santiago-Lima, en Cubillos Meza,
2011: 219-234.
38
Una definición de alcabala es: «derecho cobrado sobre el valor de todas cosas
muebles, inmuebles y semovientes que se venden o permutan. […] Recaía sobre
el precio de la cosa vendida o sobre el valor de las cosas trocadas, como en el
caso de las permutas»: Silva Vargas, 1965: 238. Pues bien, si en el siglo XVI la
Corona dejó a Chile exento del pago, para 1660 se reintroducían impuestos de
importación y comercialización de mercancías. Por esto, a fines del siglo XVII,
luego de modificar y ajustar el valor del gravamen, el pago de alcabala del 4%
sobre el valor final de la transacción era obligatorio. Así, el pago se efectuaba
cuando se cerraba el trato entre vendedor y comprador o, en el caso que nos
ocupa, cuando se establecía el valor final de la «pieza» o tasación del esclavo(a):
Vial Correa, 1957: 95-101. Para la evolución del cobro de impuestos sobre
importación de bienes europeos y americanos, tanto de la alcabala como del
almojarifazgo, véase Carmagnani, 2001: 40-42.
90
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
Cuadro 1
Venta de Esclavos(as) individual y en grupos
(Santiago, 1773-1778)
91
María Teresa Contreras Segura
Cuadro 2
Ventas según sexo
(Santiago, 1773-1778)
Ventas
Año Total
Hombres Mujeres
1773 48 24 72
1774 49 29 78
1775 70 28 98
1776 56 43 99
1778 32 26 58
Total 255 150 405
92
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
variando desde los 93 pesos –el guarismo más bajo del quinquenio pa-
gado por una «mulata», en junio de 1775– a los 600 pesos –el mayor
valor cancelado en diciembre de 1774, también por una «mulata»–,
negociándose por concepto de las 150 mujeres transadas durante el
quinquenio un total de 40.240 pesos. Así bien, en el caso de los 255 va-
rones vendidos, la menor cifra convenida fue de solo 50 pesos –pagados
en octubre de 1775 por un «negro muy viejo»– mientras que el precio
más elevado que se pagó por un hombre esclavizado fue de 475 pesos.
De esta manera, estos se cotizaron en promedio en 248 pesos, una cifra
menor que la de las mujeres, aunque por el mayor volumen total de
ventas alcanzó la no despreciable suma para la época de 63.083 pesos.
Sin embargo, como se ha dicho desde un principio, el precio de mer-
cado para el servicio doméstico esclavizado dependía tanto del sexo y la
edad del individuo como también de su procedencia y calidad –«bozal»,
«criollo» o «ladino». Aquello se debía a las ciertas características que
asociaban el buen o mal carácter y comportamiento del esclavo(a) a la
pertenencia a una determinada «casta» o «nación»40, así como también
porque existía el prejuicio de que la inclinación a ser cimarrón o ladrón
dependía del grado de mestizaje41. Razón por la que se mostrará esta
dinámica en las ventas de esclavas en el mercado santiaguino.
Cuadro 3
Ventas de mujeres esclavizadas y mestizaje
(Santiago, 1773-1778)
1773 7 8 9 24
1774 5 13 11 29
1775 3 16 9 28
1776 3 16 24 43
1778 11 9 6 26
Total 29 62 59 150
40
Bernand, 2009: 30-34.
41
Flores Guzmán, 2003: 23-24.
93
María Teresa Contreras Segura
Cuadro 4
Ventas de hombres esclavizados y mestizaje
(Santiago, 1773-1778)
1773 22 16 10 38
1774 24 13 12 37
1775 20 29 21 49
1776 11 24 21 35
1778 10 11 11 21
Total 87 93 75 255
94
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
42
Sobre el concepto de «estatus híbrido» del mestizo entregado desde la antro-
pología social, véase Bernand, 1999: 61-84; Bernand, 2001: 11-25.
95
María Teresa Contreras Segura
Cuadro 5
Comercio esclavista y otros ramos tributables.
Imposiciones de alcabala
(Santiago, 1773-1778)
Mercadería
Año
Esclavo(a)
Inmueble
Herencia
Terreno
Interés
Censo
1773 18.904 5.370 316.918 18.491 6.600 29.233 600
1774 21.855 3.500 39.763 17.791 72.099 33.401 -
1775 25.584 43.048 29.959 - 183 18.010 -
1776 22.960 53.828 25.458 - - 29.839 -
1778 12.845 12.650 35.993 15.804 7.467 34.326 -
Total 102.148 118.396 448.091 52.086 86.349 144.809 600
96
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
43
Sobre la expansión urbana de Santiago entre 1750 y 1850, véase De Ramón,
2000: 93-100.
44
Cavieres, 1996: 63-81.
97
María Teresa Contreras Segura
45
De Ramón, 1982: 243-253.
98
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
Cuadro 6
Ventas de esclavos(as) y posibilidad de embarque.
Imposiciones de alcabala
(Santiago, 1773-1778)
Valor de las
Mes Ventas transacciones en
pesos (8 reales)
Enero 26 7.131
Febrero 32 11.035
Marzo 50 17.079
Abril 39 20.580
Mayo 24 6.453
Junio 20 5.233
Julio 23 6.123
Agosto 16 4.980
Septiembre 22 7.203
Octubre 35 10.222
Noviembre 28 8.208
Diciembre 27 7.311
Total 342 111.558
99
María Teresa Contreras Segura
46
Sobre las obras de construcción y habilitación del camino Santiago-Valparaíso,
véase De Ramón, 2000: 120-125.
47
ANH.NV, vols. 15, 16, 17, 18 y 19.
100
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
48
Carmagnani, 2001: 59-97.
49
Sobre el ingreso de esclavos(as) a Chile por el paso de Uspallata en la década de
1775-1785, véase Gabetta, 2001: 25-37. Se trata de la ruta mercantil terrestre
más usada en la época colonial tardía, pues además de este pago de aduana se
registraron numerosos cargamentos de frazadas de lana, jabón de Mendoza,
ganado de las pampas y yerba mate del Paraguay.
101
María Teresa Contreras Segura
Cuadro 7
Comercio esclavista por quinquenios
(Valparaíso, 1770-1789)
Total de ventas
Quinquenio
Hombres Mujeres Total
1770-1774 17 8 25
1775-1779 41 65 106
1780-1784 37 37 74
1785-1789 79 114 193
Total 174 224 398
Fuente: «Escrituras públicas de Valparaíso», ANH.NV, vols. 15, 16, 17, 18 y 19.
102
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
todo Chile, así como también se recogían pagos de la trata por la vía
cordillerana. Asimismo, se debe considerar que, a diferencia del puerto,
en la capital se registraron solo pagos hechos por venta efectiva.
Cuadro 8
Ventas por edad
(Valparaíso, 1770-1789)
Compraventas y poderes
Edad Total %
Hombres % Mujeres %
0a4 2 1,2% 4 1,7% 6 1,5%
5a9 0 0% 15 6,9% 15 3,8%
35 a 39 0 0% 12 5,2% 12 3,0%
103
María Teresa Contreras Segura
104
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
Cuadro 9
Lugar de procedencia de los vendedores
de esclavos(as)
(Valparaíso, 1770-1789)
Vendedor Ventas
Valparaíso 211
Santiago de Chile 36
San Felipe el Real 10
San Martín de la Concha 16
Reino de Chile 29
Mendoza 8
Cádiz 2
Piloto de navío 5
No dice 81
Total 398
105
María Teresa Contreras Segura
106
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
Cuadro 10
Lugar de procedencia de compradores
de esclavos(as)
(Valparaíso, 1770-1789)
Comprador Ventas
Valparaíso 91
Santiago de Chile 8
Lima 20
Piloto de navío 80
No dice 199
Total 398
51
Según algunos padrones censales realizados a fines del siglo XVIII para el Obis-
pado de Santiago –que comprendía al curato de Valparaíso–, en el año 1777
existían allí un total de 194 «esclavos y sirvientes libres», quienes representaban
un 8,9% del total de la población porteña. Asimismo, en un siguiente registro
censal levantado en el año 1787, la población de «esclavos» había bajado a 152
personas, que equivalía al 5,1% de los habitantes del puerto en aquella época:
107
María Teresa Contreras Segura
ANH.FV, vol. 450, fjs. 155-241. Para una discusión detallada de los pormenores
de la conservación de estos documentos censales y de la práctica de rotulación
de los plebeyos o «castas» en Chile a fines del siglo XVIII, véase Araya Espi-
noza, 2010.
52
Vial Correa, 1957: 98.
108
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
Documentación manuscrita
ANH.CM, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Contaduría
Mayor, Segunda serie: vols. 695, 696, 697, 698 y 700.
ANH.FV, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Fondo Varios,
vol. 450.
ANH.NV, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Notarios de
Valparaíso: vols. 15 (1762-1775), 16 (1772-1779), 17 (1776-1783),
18 (1778-1784) y 19 (1784-1789).
109
María Teresa Contreras Segura
110
Migración forzada y comercio de esclavos en el Reino de Chile
111
La esclavitud en los registros
judiciales y en las «leyes de libertad»
(Chile, 1810-1823)*
*
Algunas de las reflexiones que se presentan en este artículo son producto del
proyecto «Esclavos y esclavas litigantes en Santiago de Chile. Una reflexión
sobre la cultura judicial urbana a fines de la colonia y principios de la repú-
blica (1770-1823)», apoyado por la Beca de la Fundación Slicher van Bath-de
Jong (CEDLA, Holanda) como parte de mi investigación doctoral: Esclavos y
esclavas litigantes: Justicia, esclavitud y prácticas judiciales en Santiago de Chile
(1770-1823), tesis para optar al grado de Doctora en Historia, El Colegio de
México, 2013.
1
18 de septiembre de 1810.
2
15 de octubre de 1811.
3
«Pedro del Solar. Proceso por haber hecho azotar una esclava» (1812), ANH.
RA, vol. 1951, pza. 5, fj.115v.
113
Carolina González Undurraga
4
Ibid., fjs. 115-116v (destacados míos).
5
Ibid., fj. 115v (destacados míos).
114
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
6
Ibid., fj. 116 (subrayado en el original, destacados míos).
7
Ibid., fj. 116v (destacados míos).
115
Carolina González Undurraga
8
Ibid., fj. 121 (destacados míos).
9
Ibid., fj. 120 (destacados míos).
116
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
10
Entre otros, Gazmuri, 1993; Cancino, 1993; Castillo, 2009.
11
Castillo, 2009.
12
«[…] lo esencial del mensaje republicano está asociado con la palabra ‘libertad’.
De una forma distinta a lo que tradicionalmente se ha pensado, la defensa de
la libertad en el pensamiento político moderno no se reduce a la defensa que
ha elaborado la filosofía liberal. Existe esta otra concepción de la libertad, que
puede ser especificada como ‘libertad política’ (Skinner) o bien como ‘no do-
minación’ (Pettit), que está presente, como se puede advertir, en una tradición
política que reúne a pensadores políticos modernos tan importantes como Ma-
quiavelo, Montesquieu y Rousseau. Esta tradición, sostengo, también incluye a
un número importante de los escritores de la emancipación hispanoamericana.
Un caso paradigmático entre estos últimos es el de Camilo Henríquez»: Castillo,
2009: 22.
13
Tengo presente que durante el siglo XIX las formas en que funcionaba la escla-
vitud eran muy diferente en ciudades como México, Lima, Santiago o Buenos
Aires; y en ingenios azucareros como los cubanos, caribeños y brasileños. No
obstante, las argumentaciones abolicionistas tenían sustratos similares, más allá
del peso de la población esclava en las economías nacionales y coloniales. Un
panorama general, en el libro de Piqueras, 2011.
117
Carolina González Undurraga
14
Las leyes mencionadas se enmarcan, respectivamente, entre los períodos que la
historiografía decimonónica chilena denominó como Patria Vieja y Patria Nueva,
aún operativos en la historiografía chilena para distinguir las fases por la que
pasó el proceso de independencia. Esta distinción entre dos patrias obedece, a
su vez, a la restauración monárquica o Reconquista española, ocurrida entre
el 2 de octubre 1814 y el 12 de febrero de 1817.
15
Cf. Andrés-Gallego, 2005; García-Añoveros, 2005.
16
Cf. Lucena Salmoral, 2002: 237-270. Para este autor, estos Códigos serían «una
expresión típica del despotismo ilustrado y surgieron en el último tercio del
siglo XVIII como consecuencia de la nueva política de rentabilización de las
colonias insulares del Caribe»: Lucena Salmoral, 1996: 5.
118
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
17
«[…] cualquier desafío importante a la esclavitud acarrea implicaciones tras-
cendentales precisamente porque la esclavitud simboliza el modelo más extre-
mo del trato a los hombres como objetos explotables. Las justificaciones a la
esclavitud han estado entretejidas con las justificaciones de otros modos más
aceptados de dominio y subordinación. Por lo tanto, un ataque a la esclavitud
negra puede abrir la caja de Pandora, desacreditando las sanciones culturales
para toda forma tradicional de explotación; o [...] el ataque puede dar al menos
un aislamiento moral momentáneo a formas menos visibles de servidumbre»:
Davis, 1975: 13.
18
Cf. González Undurraga, 2011.
19
Feliú Cruz, 1973 (1a ed., 1942).
20
Sobre el siglo XVIII, cf. González Undurraga, 2011; San Martín Aedo, 2011.
119
Carolina González Undurraga
Cuadro 1
Litigios por carta de libertad y papel de venta,
entre la Patria Vieja y la Patria Nueva (Santiago, 1810-1823)
1810-1814 1 3 4 20%
1814-1817 4 2 6 30%
1817- 1823 7 3 10 50%
Totales 12 8 20 100%
Porcentaje 60% 40%
120
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
Cuadro 2
Tipo de demandante y objetivos,
entre la Patria Vieja y la Patria Nueva (Santiago, 1810-1823)
121
Carolina González Undurraga
21
«José María López, esclavo, pide papel de venta» (1813), ANH.CG, vol. 217,
pza. 14, fjs. 92-92v (destacados míos).
22
«María Ampuero, madre de Rosa Mesias esclava, con Tadeo Mesias y Josefa
Aros sus amos, por maltratos» (1812), ANH.CG, vol. 119, pza. 17, fj. 64 (des-
tacados míos).
122
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
23
«María Blanco, esclava, con Petronila Sánchez, viuda de Remigio Blanco, sobre
derecho a su libertad» (1819), ANH.RA, vol. 2318, pza.1, fj. 3 (destacado mío).
24
«María de los Dolores Alamos por la libertad de su hija Josefa» (1817), ANH.
CG, vol. 224, pza. 7, fj. 33 (destacados míos). Como en otros casos, en este se
incluye la partida de bautismo que corrobora la calidad de libre o ingenua de
la hija de la demandante: «Santiago y Agosto 27 de 1817. Por la fè de baptismo
que se ha por presentada, resulta que Josefa Alamoz, es ingenua conforme a lo
dispuesto por el Supremo [Con]greso Nacional de Chile en el capitulo 8º de la
cesion de 11 [de] Octubre de 1811. Declarasele tal […]».
25
«Maria Herrera, esclava de Mercedes Rojas, solicita la libertad de su hija Maria
Vicente» (1817), ANH.CG, vol. 74, pza. 33, fj. 121 (destacado mío).
26
Ibid., fj. 122 (destacado mío).
123
Carolina González Undurraga
27
«Juan Farias, por su hijo esclavo Mateo Eustaquio: pide su libertad por haberse
proclamado la emancipación de todos los esclavos en esta República» (1817),
ANH.CG, vol. 55, fjs. 304-304v (destacados míos).
124
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
28
Para el caso anglosajón: Davis, 1975; para el caso hispanoamericano, una
perspectiva general en Solano y Guimerá, 1990; Piqueras, 2011.
29
Senado Conservador, sesión 44, anexo 448 (9 de julio de 1823), AA.VV., 1887-
1908, vol. VII: 271.
30
Senado Conservador, sesión 41, anexo 405 (1º de julio de 1823), Ibid., 252.
31
Ibidem.
32
Ibidem (destacados míos).
33
Senado Conservador, sesión 48, anexo 505 (21 de julio de 1823), Ibid., 297.
125
Carolina González Undurraga
decir del Director Supremo– como algo que «[…] solo pudiera servir
para hacer ilusoria la lei, i halagar la avaricia de unos pocos»34:
34
Ibidem (destacados míos).
35
Senado Conservador, sesión 44, anexo 448, loc. cit.
126
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
36
Al respecto, y para el caso de Brasil, cf. Weinstein, 2005.
37
Reid Andrews, 2007: 101.
38
Feliú Cruz, 1973.
39
Cf. Cussen, 2006; San Martín Aedo, 2011: 29-45.
40
Feliú Cruz, 1973: 102.
41
Bilbao, 2007 [1863]: 584.
127
Carolina González Undurraga
Documentación manuscrita
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 1951 y 2318.
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 55, 74, 119, 217 y 224.
128
La esclavitud en los registros judiciales y en las «leyes de libertad»
129
Esclavitud y deportaciones indígenas
desde la frontera de Chile
De cautivos a esclavos:
Algunos problemas metodológicos
para el estudio de los indios cautivos
en la guerra de Arauco*1
*
Esta investigación forma parte de la tesis doctoral Prácticas y discursos del
cautiverio hispano en Chile, 1598-1670 (Instituto de Historia, Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile, 2016), que contó con financiamiento del proyecto
Fondecyt regular nº 1100215 (2010-2014): «La diáspora mapuche en Chile
colonial. Migraciones forzadas y voluntarias desde la Araucanía hacia el centro
y norte de Chile, y otras regiones del virreinato peruano (siglos XVI-XVIII)».
133
Macarena Sánchez Pérez
1
Para profundizar el tema de la esclavitud legal y su práctica, véase García
Añoveros, 2000; Valenzuela Márquez, 2009; Obregón Iturra y Zavala Cepeda,
2009.
134
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
la esclavitud, muerte o truque, que eran las más frecuentes para los
prisioneros indígenas entre las fuerzas hispanas.
Por otra parte, hubo una transversalidad en relación a la clasifica-
ción étnica de los cautivos. Negros, mulatos, mestizos e incluso otros
indígenas de paz o indios amigos2, eran por momentos sectores incluso
más vulnerables y fáciles de capturar, y, al mismo tiempo, constituyeron
casos menos viables de liberar. No obstante, la mayor parte de los estu-
dios sobre cautiverio concentran su atención en los cautivos hispanos
o mestizos, silenciando la presencia de un importantísimo número de
cautivos de origen mapuche a quienes solo se les ha estudiado en su
dimensión de esclavos, la que es solo una de las posibles alternativas
derivadas de un cautiverio inicial. No todos los indígenas fueron es-
clavizados o asesinados. Muchos permanecieron en los fuertes, fueron
utilizados como moneda de canje con otros cautivos o como elemento
de negociación para pactar acuerdos; o, simplemente, como informan-
tes, concubinas u otras categorías. Dicho binomio cautivo-europeo/
esclavo-indígena, como veremos, a pesar de lo que pueda creerse, no
forma parte de una clasificación presente en la documentación –la que
utiliza los términos de manera más bien aleatoria– sino más bien de
una opción metodológica recurrente en la historiografía.
2
Para Andrea Ruiz-Esquide el término «indio amigo» da cuenta de realidades
distintas a lo largo del período colonial. De esta manera, en el siglo XVI repre-
sentaban principalmente a aquellos que actuaron como indios de servicio de los
españoles –como lo eran los de encomienda y yanaconas–, que para la autora
serían más precisamente «indios auxiliares». Es solo a partir del siglo XVII y
los cambios en la estructura del ejército y las relaciones fronterizas en la zona
sur que se fue configurando una situación diferente. Los indios de servicio o
auxiliares fueron dando paso en este contexto de guerra a los indígenas pro-
venientes de los sectores reducidos de las provincias de guerra, los que pasan a
denominarse como aliados o indios amigos. Ruiz-Esquide, 1993: 19-23.
3
Hemos abordado específicamente el problema de las clasificaciones en Sánchez
Pérez, 2010a.
135
Macarena Sánchez Pérez
4
Núñez de Pineda y Bascuñán, 2001 [1673]. Entre las investigaciones que han
estudiado esta obra, no podemos dejar de mencionar a Ralph Bauer, en cuyos
trabajos se sitúa el documento dentro de su época y se revelan elementos dis-
cursivos claves subyacentes en la fuente que explican lo particular del relato
de este cautiverio: Bauer, 1997 y 1998. Sobre el tema, véase también Coltters,
2004; Correa Bello, 1965; Rosati y González, 2010.
5
Lázaro, 1994; Zapater, 1988; Guarda, 1987. Entre otras publicaciones que
han abordado más recientemente el tema del cautiverio hispano, con especial
énfasis en la información etnográfica y el mestizaje, destacamos Téllez, 2001;
Operé, 2001.
6
Respecto al cautiverio y su relación con el mestizaje en la frontera araucana, la
publicación de Eduardo Téllez abarca mayores perspectivas dentro del tema,
además de contar con un importante cuerpo documental. El autor intenta abor-
dar el problema del mestizaje biológico en la zona, específicamente el llamado
«mestizaje al revés», destacando el impacto y alcances que tuvo el cautiverio
femenino entre los grupos indígenas autónomos. Analiza los móviles de sus
captores –como el «rapto de la novia»– con el fin de demostrar los lazos de
parentesco y descendencia que se entretejen a partir del rapto de mujeres «blan-
cas» por hombres reche-mapuche. Da cuenta de determinados inconvenientes
y dinámicas históricas que maniobraron al momento de disponer el rescate de
las cautivas y recoge algunos de los intereses y discursos institucionales que
circularon en relación a ellas, con sugestivos aportes interdisciplinarios que
enriquecen la interpretación: Téllez, 2001.
136
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
137
Macarena Sánchez Pérez
9
Iglesias, 1997. Con todo, el aporte interpretativo que ofrecen los estudios lite-
rarios del cautiverio argentino y el texto de Lucía Miranda son fundamentales,
pues esta imagen ficticia que se fue erigiendo respecto a la cautiva parece con-
tener en sí elementos claves que se le fueron atribuyendo a las miles de cautivas
anónimas de la historia colonial argentina.
10
Rotker, 1997.
11
Mayo, 1986. Es necesario constatar que el trabajo de Mayo, a pesar de repre-
sentar una significativa contribución en términos documentales y un interesante
estudio para los variados tópicos del cautiverio interétnico –mestizaje, rapto,
captura y reinserción en la sociedad hispana tras el rescate, etc.–, manifiesta un
alto grado de etnocentrismo. Para el autor, la presencia indígena pasa a cons-
tituir solo un «factor» que provoca, desequilibra o transgrede la vida criolla.
Esta postura contrasta con las corrientes más recientes de la historiografía
trasandina, donde los grupos indígenas aparecen complejizados como agentes
promotores de procesos que modificaron e influyeron en las dinámicas globales
del desarrollo de la frontera, entre los que se cuentan Villar, 2001, y Roulet,
2009, entre otros.
138
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
12
Socolow, 1992. La autora se detiene en el estudio de los casos femeninos y
ofrece además un cuadro de cautivos divididos por edad, origen y sexo, dando
cuenta al mismo tiempo de la significativa movilidad geográfica a la que eran
sometidos. Este trabajo, como la mayoría de los estudios sobre cautiverio en
Argentina, se sustenta en el estudio de diversas fuentes, pero entre las que destaca
una extemporánea al período que la autora propone analizar, por constituir
un documento de principios de siglo XIX. Este documento corresponde a un
catastro dispuesto durante la llamada Campaña del Desierto, del gobierno de
Rosas, en el cual fueron liberados cautivos a quienes se les tomó declaración
respecto de su captura, años de cautiverio, etc. Este invaluable documento ha
sido la piedra angular de los estudios al otro lado de la cordillera.
13
Villar, 2001; Doucet, 1988.
14
Roulet, 2009.
139
Macarena Sánchez Pérez
140
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
18
«Asiento de Trabajo de Alonso, indio natural de Lebo, tierra de guerra» (San-
tiago, 6 de junio de 1616), ANH.ES, vol. 55, fjs. 251-251v.
19
Ibidem.
20
Hemos empleado el concepto de «liminalidad», queriendo aludir al estado de
apertura y ambigüedad que caracteriza a la fase intermedia en que se encuentra
el cautivo. Este concepto, utilizado por la antropología simbólica tanto como
por el psicoanálisis, pretende dar cuenta de aquel sujeto que cambia de estado.
Los atributos de una persona liminal son necesariamente ambiguos. Son sujetos
que se resbalan dentro del entramado de las clasificaciones que normalmente
141
Macarena Sánchez Pérez
142
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
22
Concha, 2007: 109-125.
23
Alfonso X, 1807 [1256-1265], Partida Segunda, tit. XXIX, ley I, p. 327.
143
Macarena Sánchez Pérez
24
«Alonso de Rivera, gobernador: estado de Chile» (valle de Arauco, 25 de febrero
de 1602), AGI.Patr, vol. 228, R.31, s/f.
25
Ibidem.
26
Carta de fray Antonio de Victoria a S. M. avisando la muerte del gobernador
Loyola y sugiriendo que los indios sean dados por esclavos (Concepción, 12
de marzo de 1599), AGI.Patr, vol. 228, R.9, s/f.
144
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
27
«Carta de Alonso de Ribera a S. M. el Rey» (Concepción, 26 de mayo de 1606),
AGI.Patr, vol. 228, R.45 s/f.
28
«Alonso García Ramón, gobernador Chile: estado de la guerra» (Concepción,
30 de diciembre de 1605), AGI.Patr, vol. 228, R.57, fjs.6-6v.
145
Macarena Sánchez Pérez
29
«Alonso García Ramón, gobernador Chile: estado de la guerra» (Concepción,
15 de mayo de 1606), AGI.Patr, vol. 228, R.57, fj. 5.
30
«Declaracion de Pailaguala cacique de los Quichireguas prisionero en el fuerte
de Nacimiento. Año 1614», BN.BM.Mss, vol. 112, fjs. 106-107.
31
«Alonso de Rivera y otros: guerra y socorro de Chile» (Concepción, 14 de abril
de 1615), AGI. Patr, vol. 229, R.53, s/f.
146
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
32
«Paylaguala, cacique: estado de la guerra de Chile» (s/l, 1614), AGI.Patr, vol.
229, R.49, s/f.
33
«Cabildo de la Concepción: estado de la guerra de Chile» (Concepción, 3 de
abril de 1613), AGI.Patr, vol. 229, R.15, s/f.
34
«Lo que el padre Luis de Valdivia empezó a obrar en el cumplimiento de los
mandatos en la reducción de los indios» (s/l, 1611), ANH.Gay, vol. 3, fjs. 87-91.
147
Macarena Sánchez Pérez
35
Weber, 2007: 356.
36
Para este tema véase Payàs, 2012.
37
«Misión de la imperial», en «Letras annuas de la Ve Prova de Chile, 1648»,
ARSI.Ch, vol. 6, fj. 243v.
38
Para el tema de los parlamentos hispano-indígenas, ver Villalobos, 1982; León
Solís, 1992 y 1993; Zavala Cepeda, 2008 y 2012.
148
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
39
Para el tema de la mediación lingüística véase Payàs y Zavala, 2012; Payàs,
Zavala y Curivil Paillavil, 2014; Payàs y Alonso, 2009.
40
Obregón Iturra y Zavala Cepeda, 2009: 9.
41
Para el tema de la esclavitud indígena, ver Ibid.; García Añoveros, 2000; Hu-
neeus Pérez, 1956; Valenzuela Márquez, 2009; Jara, 1971.
42
Valenzuela Márquez, 2009: 14.
149
Macarena Sánchez Pérez
esta «venta» hizo que uno de los botines de guerra más codiciados por
las fuerzas indígenas no sometidas fueran los indios aliados y vicever-
sa43. En ellos recayó el peso de la tortura, mutilaciones corporales y
esclavitud. El horror de los cuerpos desfigurados pareció ser común.
Así, por ejemplo, cabe dimensionar el dolor y trauma permanente que
significaba, incluso para un cautivo rescatado, la marca de hierro en el
rostro y cuerpo, o el corte de una de sus orejas o nariz, por medio de
los cuales los indígenas diferenciaban a los esclavos44.
Sin embargo, la captura y venta de indios «amigos» por parte de
«rebeldes» representaba con todo un problema desde el punto de vista
estratégico, puesto que significaba una amenaza para la estabilidad de
las alianzas de paz pactadas previamente con autoridades indígenas
locales, cuyo principal objetivo era la asistencia mutua en caso de
enfrentamientos45. Las antiguas rencillas y deseos de venganza ante
agravios cometidos, como la captura de sus mujeres o niños, incitaban
muchas veces las empresas de captura. Francisco Villaseñor escribía al
rey el 18 de febrero de 1613, a propósito de una entrada de guerra de
parte del ejército español, que:
[…] las caussas que nos obligaron a ello que son las entra-
das que los enemigos avian hecho a nuestra tierra y el daño
que avian hecho en nuestros yndios amigos matando muchos
dellos y llevandoles hijos y mugeres […] [y que dada esta si-
tuación] […] estavan los amigos muy pesarosos y lastimados
y dezian muchas palabras dando a entender sus quexas qe
eran que no los ayudavamos ni defendiamos de los enemigos
ni los dexabamos enviar a tomar vengança y satisfaçion de
sus agravios y cobrar sus prendas o otras para rescatarlas46.
150
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
151
Macarena Sánchez Pérez
51
«Padre Gaspar Sobrino: medios para remediar la guerra de Chile» (Penco, 9 de
diciembre de 1613), AGI.Patr, vol. 229, R.26, fjs. 1-12v.
52
Obregón Iturra y Zavala Cepeda, 2009: 1
53
«Carta de Gabriel de Celada» (1610), ANH.Gay, vol. 14, fjs. 215-222v. Para
el tema del traslado de indígenas a Lima, revisar el trabajo de Arenas Uriarte,
2001.
152
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
153
Macarena Sánchez Pérez
154
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
Conclusiones
La violencia desatada tras el largo proceso de intento de ocupación
hispana en el sur de Chile fue transformando profundamente la realidad
local. Creó nuevas categorías étnicas, las resignificó, modificando tam-
bién las estructuras internas de cada grupo. El «indio» y el «español»,
ambas categorías en constante reconstrucción, formaron relaciones de
interdependencia. Los conflictos bélicos muchas veces fueron manejados
al margen de las prácticas comerciales que se estaban consolidando
en la zona, pero tanto estas como aquellos tuvieron su símbolo de
encuentro en la figura del «cautivo». Este fue el resultado de la guerra,
aunque también un bien de transacción en su estatus de «esclavo». Los
intereses económicos de las distintas sociedades fueron expandiendo sus
dominios, asentándose y consolidando nuevas actividades productivas
y redes sociales. Por su parte, los procesos de etnogénesis y la llamada
«araucanización de las pampas» constituyen el marco referencial en el
cual se desenvolvió el cautivo mientras avanzaba el período colonial.
No puede entenderse la transformación que sufrió esta figura, como
fuente de explotación, sin tener en cuenta estos procesos.
La gran movilidad que implicó este impulso comercial y económico
en el mundo indígena y también hispano activó un circuito a través del
cual se pueden identificar migraciones forzadas de cautivos a distintos
puntos del territorio, ya sea como mano de obra o como un miembro
más del grupo captor. Sería difícil comprender el fenómeno del cau-
tiverio circunscrito a una zona geográfica limitada, como el Biobío.
59
Sobre las dimensiones de la niñez indígena mapuche vinculada con las prácticas
esclavistas del siglo XVII, ver Valenzuela Márquez, 2009: 249-255; y Valenzuela
Márquez, 2014: 631-632.
155
Macarena Sánchez Pérez
Documentación manuscrita
AGI.Patr, Archivo General de Indias (Sevilla), Patronato: vols. 228 y 229.
ANH.ES, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Escribanos de
Santiago: vol. 55.
ANH.Gay, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Claudio Gay:
vols. 3 y 14.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vol. 336.
ARSI.Ch, Archivum Romanum Societatis Iesu (Roma), Chile: vol. 6.
BN.ABA, Biblioteca Nacional (Santiago de Chile), Archivo Barros Arana:
MS.BA.4.
BN.BM.Mss, Biblioteca Nacional (Santiago de Chile), Biblioteca Medina,
Manuscritos: vol. 112.
60
Socolow, 1992: 89.
156
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
157
Macarena Sánchez Pérez
158
De cautivos a esclavos: algunos problemas metodológicos...
159
Macarena Sánchez Pérez
160
Indios de tierra adentro
en Chile central
Las modalidades de la migración
forzosa y el desarraigo
(fines del siglo xvi y comienzos del xvii)*1
161
Hugo Contreras Cruces
162
Indios de «tierra adentro» en Chile central
1
En tal sentido se plantearon los historiadores del siglo XIX y principios del siglo
XX: Barros Arana, 1999-2005 [1884-1902], III: 103-104; Errázuriz, 1908, I:
404; Amunátegui, 1910, II: 80-81.
163
Hugo Contreras Cruces
2
Mellafe, 1984: 132-133; Jara, 1971: 151 y ss.; Villalobos, 1983: 86; Villalobos,
1995: 101.
3
Jara, 1959; Barrientos Barría, 1994: 2.
4
Ruiz Rodríguez, 1998; Urbina Burgos, 2004; Urbina Carrasco, 2009.
164
Indios de «tierra adentro» en Chile central
5
León Solís, 1991: 7.
6
Silva Galdames,1984: 93.
7
Respecto de la presencia de los contingentes inkaicos en Chile central, véase
entre una amplia bibliografía: Silva Galdames, 1976-1977; Zapater, 1981;
León Solís, 1983; Téllez Lúgaro, 1990; Stehberg y Sotomayor, 1999; Sánchez,
2001-2002.
165
Hugo Contreras Cruces
166
Indios de «tierra adentro» en Chile central
11
Cortés Olivares (et al.), 2004 [1558]: 29, 53 y 57.
12
Acta del Cabildo de Santiago, 3 de noviembre de 1551, en AA.VV., 1861 [1541-
1557]: 278.
167
Hugo Contreras Cruces
presente, la cual parecía ser más importante que el simple uso de los
mismos como vehículos de carga. Así, Valdivia mandó:
13
Ibid.: 279.
168
Indios de «tierra adentro» en Chile central
14
Góngora y Marmolejo, 1862 [1575]: 148.
169
Hugo Contreras Cruces
170
Indios de «tierra adentro» en Chile central
18
A modo de ejemplo, entre muchos otros casos, se encuentra la encomienda
concedida en 1552 por Valdivia a Pedro Martín de Villarreal, en La Imperial,
mediante la cual se le asignaron los levos Guallareba y Muenango. A ellos se
agregó «[...] para servicio de vuestra casa los principales dichos Pichunando,
Aliucudia y Quenibano, con todos los indios de estos dichos principales que
tienen su asiento cerca de la ciudad Imperial [...]»: Cédula de encomienda a
Pedro Martín de Villarreal (Valdivia, 4 de marzo de 1552), en Medina (comp.),
1888-1902, IX: 411.
19
La pérdida de los archivos administrativos y notariales de Concepción y la des-
trucción de las ciudades meridionales durante la guerra de 1598 a 1604, impide
contar con una base de datos suficiente para desentrañar estas cuestiones. Por
el momento, y hasta que surjan nuevos antecedentes, solo podemos dar cuenta
cualitativamente de tales situaciones y de algunas de sus consecuencias. En tal
sentido, es una tarea pendiente para los estudiosos del pasado reconstituir la
vida económica y social de los asentamientos españoles de la Araucanía y de la
región valdiviana durante el siglo XVI. Un aporte en esta dirección fueron las
excavaciones arqueológicas realizadas en torno a los asentamientos hispanos
situados cerca de Río Bueno y la investigación etnohistórica de las fortificaciones
del valle de Toltén: Gordon, 1985 y 1991; Harcha (et al.), 1988.
171
Hugo Contreras Cruces
20
«Testamento del capitán Antonio Galiana» (Los Confines, 28 de julio de 1572),
AGI.Contr, vol. 214, nº 1, R. 6, fj. 3v.
172
Indios de «tierra adentro» en Chile central
21
Testamento de Nicolás de Rodas (La Imperial, 27 de septiembre de 1559), AGI.
Contr, vol. 472, nº 2, R. 1, fjs. 1v-5r.
22
Ruiz Rodríguez, 1998: 12; Urbina Burgos, 2004: 56; Urbina Carrasco, 2009:
83-84.
173
Hugo Contreras Cruces
23
Silva Galdames, 1994.
24
«Cédula de encomienda del gobernador Alonso de Sotomayor al capitán Bal-
tasar de Verdugo del cavi Churan, en la provincia de Purailla, y del cavi Rullo»
(Santiago, 14 de septiembre de 1589), ABNB.EC, 1613-8, fj. 15v.
25
Ximena Urbina indica que se desconoce la cifra de huilliches que llegaron a
Chiloé luego de la destrucción de Osorno en 1603. Según ella, solo es posible
decir que el capitán Diego de Alvarado llegó a la isla con 300 indios de su
encomienda, los que fueron asentados en la reducción de Calbuco: Urbina
Carrasco, 2009: 81.
174
Indios de «tierra adentro» en Chile central
175
Hugo Contreras Cruces
176
Indios de «tierra adentro» en Chile central
29
Valenzuela Márquez, 2009: 244.
30
Otro caso en este mismo sentido es el del capitán Andrés Pérez, quien en 1613
declaró en su testamento: «[...] que en el valle de Quillota tengo cinco indios de
mi repartimiento de Valdivia a los cuales he dado los vestuarios y otras cosas de
obligación [...]»; significando con ello, sino la cantidad de tiempo del traslado,
que este no era reciente ni provisorio, pues el vestuario se entregaba anualmente
y para la época la ciudad de Valdivia estaba destruida y sus territorios ya no eran
controlados por la corona: «Testamento del capitán Andrés Pérez» (Santiago,
18 de octubre de 1613), ANH.ES, vol. 46, fj. 62v.
177
Hugo Contreras Cruces
31
El término puelche hace relación a los indios cordilleranos o montañeses, sin
necesariamente ubicarlos en una zona geográfica latitudinal específica, los cuales,
según lo plantea Silva, eran identificados por los españoles con sociedades de
cazadores recolectores trashumantes, que poseían lengua, costumbres e, incluso,
un fenotipo distinto al mapuche: Silva Galdames: 1990.
178
Indios de «tierra adentro» en Chile central
32
«Cédula de encomienda de don Alonso de Sotomayor a Nicolás de Quiroga»
(1583), AGI.ECJ, vol. 928-A, s/f.
33
«Matrícula de los indios de las encomiendas de Putagán, Cauquenes, Puelches y
Talagante» (Santiago, 2 de diciembre de 1614), ANH.CG, vol. 673, fjs. 16-17;
AGI.Ch, vol. 51, nº 1.
179
Hugo Contreras Cruces
ya para fines del siglo XVII, solo se distinguían los Talagantes y los
Putaganes como los habitantes indígenas de aquella estancia34.
Como ellos, por todo Chile central se repartían estos grupos de
inmigrantes. No obstante, en muchas ocasiones se hace difícil deter-
minar su origen, es decir, si se trataba de indios de encomiendas su-
reñas desarraigados o bien de sujetos capturados en la guerra y luego
encomendados por algún gobernador. Esto no es una situación menor,
fundamentalmente porque en estas encomiendas se puede percibir
una de las tácticas más usadas para legitimar la posesión de indios de
servicio en un período en que la esclavitud estaba prohibida, a pesar
de que eran públicas tanto las malocas como la llegada de esclavos a
los valles del centro y del norte35. En estos casos no solo se trataba de
aquellos desterrados a La Serena como castigo, tal cual lo decretó el
gobernador Rodrigo de Quiroga en 157636, sino de innumerables suje-
tos traídos por particulares y que, al momento de arribar a sus nuevos
lugares de asentamiento –y con mayor razón años después–, solo se
podía comprobar la rebeldía que justificaba su captura y traslado por
las palabras de sus captores o de quienes usufructuaban de su trabajo,
si bien ello no siempre era consultado por autoridades y escribanos37.
Tales encomiendas tienen, como podría esperarse, su respectiva
certificación por la vía de la concesión de cédulas donde se expresaba
el origen de los tributarios. Pero a diferencia de aquellas que normal-
mente se asignaban, en estas oportunidades eran los amos de los indios
y futuros encomenderos los que pedían realizar la variación del estatus
legal de sus subordinados. Así lo hizo el piloto mayor Juan Fernández
en 1584, quien –como señala el gobernador Sotomayor– solicitó la
34
Contreras Cruces, 1998: 142.
35
Álvaro Jara define la maloca como un ataque rápido hecho por grupos de
españoles contra los asentamientos indígenas, con el fin de capturar esclavos y
saquear: Jara, 1971: 144-145.
36
Barros Arana, 1999-2005 [1884-1902], III: 338; Amunátegui, 1910, II: 80;
Mellafe, 1984: 135; Jara, 1971: 152-153; Villalobos, 1983: 86; Valenzuela
Márquez, 2009: 245.
37
Véase, por ejemplo, un asiento de trabajo en el cual los asentados se identificaron
como: «[...] Baltasar natural de los Coyuncos y que tenía más de cincuenta años
y el otro Bernal, que ambos declararon haberlos cogido en la guerra Francisco
Muñoz en tiempo del gobernador Rodrigo de Quiroga y el otro Álvaro natural
de esta ciudad y que su abuelo fue de Rere [...]»: Asiento de trabajo de Baltasar,
Bernal y Álvaro, indios (Santiago, 21 de octubre de 1614), ANH.ES, vol. 52, fj.
243v.
180
Indios de «tierra adentro» en Chile central
181
Hugo Contreras Cruces
40
ANH.RA, vol. 1277, pza. 1. Este caso ha sido reconstruido con mayor extensión
por Juan Guillermo Muñoz al tratar la esclavitud indígena en el corregimiento
de Colchagua, pues aunque los indios de Quintupiray no residían en esa juris-
dicción, sí lo hacía su antiguo encomendero: Muñoz Correa, 2003: 123-126.
41
Sobre la actividad esclavista del maestre de campo Pedro de la Barrera, véase:
Díaz Blanco, 2011: 55-70.
182
Indios de «tierra adentro» en Chile central
42
Villalobos indica que la salida de indios encomendados de la Araucanía hacia
Chile central en el último cuarto del siglo XVI, ya sea en calidad de esclavos
o bajo otras circunstancias, y su posterior concesión en encomienda en sus
lugares de destino, provocó una honda pugna en la cual los encomenderos de
Arauco, entre ellos la viuda de Pedro de Valdivia, reclamaron fuertemente por
el despojo de sus indios en beneficio de los españoles asentados en Santiago y
La Serena: Villalobos, 1983: 86.
183
Hugo Contreras Cruces
43
Asiento de trabajo de Diego, indio natural de los términos de Valdivia (Santiago,
10 de enero de 1590), ANH.ES, vol. 6, fj. 38v.
184
Indios de «tierra adentro» en Chile central
44
«Asiento de trabajo de Martín, indio natural de la ciudad de Valdivia» (Santiago,
12 de mayo de 1587), ANH.ES, vol. 3, fj. 364. Otro asiento similar en: ANH.
ES, vol. 81, fj. 221 (1613).
185
Hugo Contreras Cruces
186
Indios de «tierra adentro» en Chile central
Esta fue lo que podría denominarse una saca de indios: una suerte
de raid que aprovechó la coyuntura rebelde de fines de la década de 1550
para tomar a los peones indígenas –la mayoría de los cuales estaban
adscritos a las encomiendas penquistas– y transportarlos a Santiago,
fuera de toda legalidad. Allí, Lincolebu fue «dado» a un eclesiástico,
única forma –aunque muy difícil de definir legalmente– de adscribir
indios a sujetos como este, quien por ser miembro de la iglesia no podía
recibir una encomienda; posteriormente lo cedería a quien finalmente
se convertiría en su nuevo feudatario. Tal hecho se agravaba todavía
más al considerar que estos indios no se contaban entre los rebeldes,
sino que se trataba de sujetos anteriormente encomendados y, en ese
sentido, bajo dominio colonial. No obstante, junto con la forma en
que fue sustraído Lincolebu, lo sucedido más tarde incluiría no solo a
sus captores; también a sus receptores –en este caso, un eclesiástico y
un encomendero– y a las autoridades que, por una parte, permitieron
esta captura masiva de sujetos pacíficos y, por otra, la legitimaron al
entregarlos en encomienda.
En lo anterior, los conceptos de libertad, captura en la guerra o
esclavitud no aparecen discutidos y quizás no era necesario, dado que
si bien se entendía que el indio era «intrínsecamente libre», ello no op-
taba para que se desarrollara esta práctica a todas luces injustificada y
que, si se asume un punto de vista legal, conspiraba contra las propias
45
«Visita a la encomienda de doña Aldonza de Guzmán, viuda del capitán Juan
Godínez de Benavides, hecha por el oidor licenciado don Fernando Talaverano
Gallegos» (Santiago, 1610-1611), ANH.RA, vol. 466, pza. 1, fj. 44v.
187
Hugo Contreras Cruces
188
Indios de «tierra adentro» en Chile central
189
Hugo Contreras Cruces
50
Hanisch, 1981: 7.
51
«Asiento de trabajo de Pedro, indio muchacho natural de la provincia de Castro»
(Santiago, 30 de octubre de 1623), ANH.ES, vol. 125, fj. 80v.
52
Valenzuela Márquez, 2009: 253.
53
«Asiento de trabajo de Rodrigo, indio muchacho natural de las ciudades de
arriba» (Santiago, 10 de agosto de 1596), ANH.ES, vol. 34, fj. 184.
54
«Asiento de trabajo de Hernando, indio natural de las ciudades de arriba»
(Santiago, 25 de septiembre de 1624), ANH.ES, vol. 125, fj. 284v.
190
Indios de «tierra adentro» en Chile central
55
«Otros casos de indios que declaran haberse criado o nacido en casas de es-
pañoles se encuentran en: ANH.ES, vol. 25, fjs. 196v-197 (1599); vol. 27, fjs.
246-247 (1600); vol. 81, fj. 221 (1613); vol. 56, fj. 78 (1617); vol. 59, fj. 111v
(1619); vol. 127, fj. 260v (1621); vol. 125, fj. 284v (1624).
56
Jaime Valenzuela identifica una forma similar de generación de identidades
personales y grupales entre los indios «cuzcos» residentes en el reino de Chile
(Valenzuela Márquez, 2010: 93 y ss). Marcando la diferencia con la experiencia
de aquellos inmigrantes andinos, este mismo autor ha trabajado recientemente
en torno al concepto de auca, palabra de origen quechua que había servido
para denostar al enemigo rebelde del Tawantinsuyu, y que en la época colonial
servirá como una denominación general para referirse a los mapuches y huilli-
ches del sur de Chile capturados en la guerra o «sacados» de tierra adentro y
sometidos a esclavitud. De esta forma –siguiendo a Valenzuela– estos aucas se
verán revestidos con una serie de estigmas asociados a su condición rebelde y
hostil, delineando con ello su identidad jurídica y la imagen social que se tenía
colectivamente de ellos; y, por lo mismo, el espacio que ocuparán en el seno de
la sociedad colonial, en cuyos registros oficiales (judiciales, notariales, parro-
quiales, etc.) aparecerá recurrentemente dicha categoría para diferenciarlos del
resto de los habitantes indígenas que componían la sociedad colonial: Valenzuela
Márquez, 2015: 133-135.
191
Hugo Contreras Cruces
Documentación manuscrita
ABNB.EC, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (Sucre), Expedientes
coloniales: 1613-8.
AGI.Ch, Archivo General de Indias (Sevilla), Chile: vol. 51.
AGI.Contr, Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación: vols. 214
y 472.
192
Indios de «tierra adentro» en Chile central
193
Hugo Contreras Cruces
194
Indios de «tierra adentro» en Chile central
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Hugo Contreras Cruces
196
Esclavitud indígena y economías
familiares en el Chile del siglo XVII*
197
Ignacio Chuecas Saldías
198
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
3
Es bien conocido el envío de piezas esclavas indígenas al Perú. Por ejemplo,
entre las cláusulas de su testamento otorgado en Lima el 19 de mayo de 1660,
Pedro de Saldías, caballero de la orden de Santiago y procurador general del
Real Ejército de Chile en la ciudad de Los Reyes, declara que manda entregar a
su hija natural Nicolasa, monja en el monasterio de la Limpia Concepción «para
su servicio una esclava india de Chile llamada Laura que sirve ahora en casa y
es esclava perpetua cuya certificación ha de estar en mis papeles que me la envió
de Chile el maestro de campo general don Ignacio de Carrera Yturgoyen, por
cuanto le tenía ofrecido darle una india esclava por la necesidad de servicio que
tiene […]»: AAL.Test, vol. 59, exp. 1. También es posible consultar el informe
de 28 de junio de 1684 sobre la visita de indios que fueron puestos en libertad
en la ciudad de Los Reyes y que se hallaban «acimentados» en las haciendas
de la ciudad de Concepción: AGI.Ch, vol. 24. Además, existen evidencias del
transporte de indígenas hacia otros destinos más lejanos, como lo demuestra
la carta de José de Garro, fechada el 27 de enero de 1696, para que vuelvan a
Chile Joseph Riquelme y Marcos de Alvarado, «indios de la tierra adentro»,
que llevó consigo a España: AGI.Ch, vol. 24.
199
Ignacio Chuecas Saldías
4
No existe aún un estudio en profundidad en relación a la economía chilena del
siglo XVII. El estudio clásico de Carmagnani se inicia a fines de siglo –1680–
y no considera en modo alguno el tema del comercio de esclavos indígenas:
Carmagnani, 2001 [1973]. Algunos autores, eso sí, mencionan la importancia
económica del fenómeno: Cf. Jara, 1971 [1961]; Zúñiga, 2002: 71-80.
5
Cf. Mellafe, 1986: 80-114 y 251-278.
6
A pesar de que hace alusión a la importancia del real situado y del comercio
de piezas indígenas durante este período, sus consideraciones parecen estar
orientadas, sobre todo, a la incidencia de estos factores en la agricultura y la
ganadería del Chile central: Ibid, 266-270.
7
Cf. Villalobos, 1995: 89-115.
8
Cf. Villalobos, 1995: 89-101; Villalobos, 2000: 267-268.
200
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
son los estudios, cada vez más frecuentes, que enfatizan la actividad de
los gobernadores, cuya principal fuente de ingresos parece estar vincu-
lada a las ganancias inherentes al conflicto araucano y en especial a la
comercialización de piezas esclavas9. Una segunda evidencia, en esta
línea, está representada por la intensa polémica que se extenderá a lo
largo de todo el siglo en torno al tema de la liberalización u abolición
de la esclavitud mapuche10. Y en la misma dirección, las complejas
estrategias que desarrollará la sociedad colonial, al alero de la admi-
nistración, para mantener y sustentar diversas formas de tenencia de
mano de obra forzada (encomienda, depósito, amparo, adjudicación)11.
En los últimos años, han surgido cada vez más voces que hacen
referencia a la importancia que tuvo, en especial en el estrato de los
altos funcionarios del reino, el negocio de la trata de esclavos indígenas
durante este período. Este es el caso, por ejemplo, de las actividades
desarrolladas por el gobernador Tomás Marín de Poveda (1690-1700),
las cuales han sido estudiadas recientemente por Jimena Obregón12.
Por otra parte, y antes de entrar de lleno en el tema, se hace nece-
sario tener en cuenta que cuando se habla de «economías familiares»
no necesariamente se ha de tener en cuenta la «familia nuclear» o «ex-
tendida», como representantes clásicos de los modelos familiares del
Antiguo Régimen13. A partir de la documentación consultada, resulta
posible relevar un panorama muy variado y complejo en cuanto a ar-
ticulación familiar, el cual incluye diferentes tipos de familias: hombres
solteros con hijos naturales como cabezas de hogar, en especial en el
caso de mílites y mercaderes; madres viudas con hijas solteras de menor
edad; conjuntos de hermanos viviendo al amparo de los bienes de una
testamentaria; y así otros modelos. También se han de considerar las
9
Se trata de una opinión difundida ya entre los historiadores coloniales y los
decimonónicos. Barros Arana, por ejemplo, afirma que: «Las campeadas que se
hacían al territorio enemigo para sacar prisioneros que vender como esclavos,
eran, como sabemos, objeto de un negocio que enriqueció a muchos de los
gobernadores y de sus allegados»: Barros Arana, 1999-2005 [1884-1902], V:
248.
10
Cf. AGI.Ch, vol. 13; AGI.Ch, vol. 22; AGI.Ch, vol. 23; AGI.Ch, vol. 57; Hanisch
Espíndola, 1981; Hanisch Espíndola, 1991.
11
Estas diferentes figuras o estatutos se fundaron a menudo no solamente en la
legislación, sino que también en una práctica llevada a cabo, muchas veces, a
espaldas de las reales cédulas. En cuanto a estas diferentes modalidades se pueden
consultar las categorizaciones empleadas en la visita de «indios de servicio» del
partido de Buena Esperanza (1694): ANH.CG, vol. 533, fjs. 108-146v.
12
Cf. Obregón Iturra, 2011: 93-114.
13
Cf. Jefferson y Lokken, 2011: xiii-xxx, 1-26; Salinas Meza, 2004: 390-427.
201
Ignacio Chuecas Saldías
14
Cf. Vargas Cariola, 1984.
15
En relación a los mílites y sus actividades agropecuarias, véase: Retamal Ávila,
1985; Inostroza Córdova, 1998: 112-126; Muñoz Correa: 1995b.
202
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
203
Ignacio Chuecas Saldías
el exilio forzado del veedor general, quien fue desterrado a Lima donde
moriría al cabo de poco tiempo17. Su viuda, María Hurtado de Cabrera,
una vez que la situación en el contexto regional comenzó a normalizarse
durante la década de 167018, emprendió gestiones con los González de
Liébana para hacer efectiva la compra del molino, las cuales se vieron
obstaculizadas porque al momento del contrato de venta original,
aparentemente, no habían concurrido todos los herederos legítimos en
quienes recaía la propiedad del mencionado molino. María Hurtado,
quien al parecer se encontraba resuelta a hacerse con la propiedad,
logró pactar un nuevo contrato de compra con los herederos y sus
representantes, que no habían sido considerados en primera instancia:
Antonio, Inés y Dorotea González de Liébana, habiendo ya fallecido
Diego, el hermano que había efectuado la primera venta fallida.
El nuevo convenio estipulaba que el molino se había de vender por
la cantidad de 4.000 pesos, una cifra considerable para una propiedad
rural de 500 cuadras, lo cual se explica porque –según expresan los au-
tos del contrato entre partes– el molino del Ciego era utilizado durante
todo el año para la elaboración de la harina destinada al abastecimiento
del ejército19.
Lo relevante de este caso es la forma en que el convenio de compra-
venta estipula que se han de enterar los 4.000 pesos: 3.000 pesos se
han de cancelar en base a las ganancias futuras del molino; los 1.000
pesos restantes se cancelarían por medio de una india esclava y su hijo,
también esclavo, avaluados ambos en 450 pesos; una manada de 400
ovejas avaluada en 125 pesos, más 197 pesos en otras alhajas; y el resto
17
Una reseña biográfica sobre este personaje en: Guarda Geywitz, 2005: 109.
18
La escritura de compra se efectuó con anterioridad al 22 de noviembre de 1671:
UCon.AJB, vol. 2, fj. 94.
19
«[…] que habiéndose reconocido lo que rentan los frutos del dicho molino
en las moliendas que se hacen para el real ejército por estar continuamente
el dicho molino embarazado en este ministerio»: UCon.AJB, vol. 1, fj. 131v.
Llama la atención que los González de Liébana accedan a la venta de un bien
tan lucrativo, lo cual parece explicarse porque Francisco González de Liébana
hacía tiempo que se había radicado en el partido del Maule, donde testó el 16
de abril de 1672; Inés había fallecido en Santiago con descendencia radicada
fuera del reino o en las inmediaciones de la capital; y Diego y Dorotea habían
fallecido sin herederos forzosos. Por lo tanto, ninguno de los herederos se ha-
llaba en condiciones de gestionar una propiedad con los requerimientos que
precisaba un molino.
204
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 1
Resumen de la forma de pago del Molino del Ciego (ca. 1670)
20
En este punto, el documento evidencia un error aritmético: al realizar la suma
de las cantidades mencionadas el total que se obtiene es de 4.050 pesos: UCon.
AJB, vol. 1, fjs. 129-134v.
21
«[…] una india esclava, de edad de treinta y dos años, llamada María, con
un hijo, así mismo esclavo por haber nacido de la dicha india siendo esclava,
llamado Pascual, de edad de nueve años poco más o menos, ambas piezas en
cuatrocientos y cincuenta pesos […]»: UCon.AJB, vol. 1, fj. 130v.
22
Los tres mil pesos impagos fueron cancelados por el maestro de campo Antonio
Fernández-Guiñez, segundo marido de María Cisternas Villalobos, nieta de
María Hurtado de Cabrera: UCon.AJB, vol. 1, fjs. 141v-142.
205
Ignacio Chuecas Saldías
este período, sin la cual las posibilidades de hacer una compra o llevar
a cabo otras transacciones comerciales no hubiese sido factible. En
este contexto se ha de tener en cuenta el hecho de que la institución de
censos, como forma de acceder al capital, se encuentra en una situa-
ción frágil durante el transcurso del siglo debido al alzamiento de los
indios y particularmente a las catástrofes naturales que han dañado la
propiedad urbana y rural23. Por otra parte, una propiedad con un costo
tan elevado –como es el caso de un molino que abastece al ejército–
haría necesaria la venta de varias propiedades, urbanas o rurales, para
poder solventar la compra. En general, no existen muchas alternativas
para llevar a cabo una compra importante si no se dispone de liquidez
monetaria.
Por lo tanto, se torna fundamental considerar hasta qué medida
la tenencia de piezas esclavas indígenas haya sido de gran relevancia
para las economías familiares durante el período estudiado. Por otra
parte, es necesario atender al hecho de que un individuo en la posición
del veedor general del Real Ejército tendría acceso a la adquisición de
piezas aucas a precios bastante asequibles24.
206
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
cambio, era avaluado casi en el doble de dicha cantidad (entre 400 y 600 pesos
de a 8).
27
Cf. Villalobos, 1995: 89-101; Valenzuela Márquez, 2009; Obregón Iturra y
Zavala Cepeda, 2009.
28
ANH.CG, vol. 502, fjs. 1-18. He tratado más en extenso la persona y actividades
de Juan de las Roelas Millán-Patiño, en Chuecas Saldías, 2013.
29
Ver, por ejemplo, el testamento de Juan de las Roelas Millán-Patiño (San Bar-
tolomé de Chillán, 3 de octubre de 1691), en el cual no hace ninguna mención
a indios encomendados: ANH.RA, vol. 2053, fjs. 135-139v.
207
Ignacio Chuecas Saldías
30
Los mencionados como parte de la encomienda de Lorenzo de las Roelas, difun-
to, son Miguel Ancañanco, Melchor Millanañcu, Juan Melillanca y Francisco
Tiempos: ANH.CG, vol. 502, fjs. 6-8v.
31
Ibidem.
* Los catorce individuos que fueron empadronados son identificados con el res-
pectivo número entre paréntesis.
208
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 2
Indios que fueron del «servicio»
de Juan de las Roelas Millán-Patiño
(Chillán, 20 agosto 1697)
209
Ignacio Chuecas Saldías
210
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Bartolomé
Nieto de Felipe Tureuli 15 Estancia de Mengolillo
Maribud
Isabel Nieta de Felipe Tureuli 16 Estancia de Mengolillo
Pascual Painequeu Juan Melillanca y Ana, india 13 Estancia de Mengolillo
Francisco
Juan Melillanca y Ana, india 11 Estancia de Mengolillo
Melillanca
Francisca Juan Melillanca y Ana, india 16 Estancia de Mengolillo
María Entenada de Juan Melillanca 20 Estancia de Mengolillo
Huérfanas de Agustín
María 5 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Huérfanas de Agustín
Luisa 4 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Huérfanas de Agustín
María 3 Estancia de Mengolillo
Cheuquelí
Lorenzo (13) Juan Epucheu y Juana, india 20 Estancia de Mengolillo
Francisco Tiempos y María,
Petrona [ausente] – –
india
Francisco Tiempos y María,
Juana [ausente] – –
india
211
Ignacio Chuecas Saldías
212
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
213
Ignacio Chuecas Saldías
214
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
215
Ignacio Chuecas Saldías
216
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
42
Así lo declara, por ejemplo, el capitán don Jerónimo Villaseñor y Acuña, en
relación con los niños vendidos a la usanza: «[…] les sirven en los ministerios
de pastores, ensillar, sembrar y de acudir como soldados a la junta de aquel,
incorporándose en su familia […]»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio
Fernández de Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 al 14 de junio de 1651).
43
El capitán don Diego Ruiz de Salvatierra asegura que: «[…] se han vendido
piezas a la dicha usanza, varones y hembras, las mujeres para que lo sean de
otros, y los varones para que sirvan; los ejecutores de esto son los padres, a falta los
hermanos, después los tíos y parientes más cercanos, y los huérfanos los caciques,
obligándoles a esto la necesidad»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio
Fernández de Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 de junio de 1651).
44
«Testimonio del sargento mayor don Martín de Cerdán»: «[…] y que la nece-
sidad que han padecido en estos años pasados los indios de las reducciones de
Valdivia y Boroa fueron tan grandes, que por defecto de pan y carne ni otro
género de sustento, comían raíces de árboles hasta que viéndose morir, por re-
dimir las vidas, se comían los unos a los otros, trocando los hijos unas familias,
unos con otros, por no comerse a su mismo hijo cada uno, sino al de su vecino,
lo cual vio este testigo, supo e inquirió en el viaje que hizo este año con el señor
presidente don Antonio de Acuña y Cabrera a las fortificaciones de Valdivia,
en cuyos caminos salían los padres a ofrecer a sus hijas e hijos por el valor de
un caballo, o de una vaca, tan macilentos que lastimaba verlos y trayendo el
año pasado dieciocho o veinte piezas, indios e indias, un bajel de Valdivia a la
Concepción […]»: AGI.Ch, vol. 13 («Testimonios ante Antonio Fernández de
Heredia sobre la usanza», Santiago, 5 de junio de 1651).
217
Ignacio Chuecas Saldías
45
Una descripción muy detallada de la estrategia maloquera en: «Instrucción de
lo que el capitán Juan de Roa ha de observar en la entrada que se le ordena de
esotra [sic] parte del río de Toltén» (Concepción, 6 de abril de 1647): AGI.Ch,
vol. 21. Una buena presentación del fenómeno en: Valenzuela Márquez, 2009:
230-241.
46
«Testimonio del sargento mayor Martín de Cerdán sobre la usanza» (Santiago,
5 de junio de 1651), AGI.Ch, vol. 13 (Testimonios ante Antonio Fernández de
Heredia sobre la usanza, Santiago, 5 al 14 de junio de 1651).
218
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
[…] así a los indios como a españoles por pagas que llaman
y acostumbran que no son muy aventajadas […] y aunque es
verdad que acá afuera no se reputan por esclavos, más de por
de una manera de servidumbre, se venden entre los españoles
en precios excesivos del que cuestan allá, y esto en ocasiones
las ha obligado a hacerlo la necesidad porque el año pasado
fue tal que se murieron muchos y el interés de redimirse ellos
y de librar a los que vendían de la muerte les obligó a esto,
y en otras ocasiones les obliga la codicia y esto es a precios
más subidos; y computado el valor de las pagas comunes por
la mucha experiencia que tiene vendrá a ser de 25 pesos, de
30, de 35 y de 40 las más, dando calidad al precio también
la bondad de la pieza […]48.
219
Ignacio Chuecas Saldías
50
«Testimonio del capitán Luis de Molina Parraguéz sobre la usanza» (Santiago,
14 de junio de 1651), Ibid.
51
Cf. Zúñiga, 2002: 25-26.
52
«Bienes de difuntos de Gonzalo Rodríguez» (Santiago, 15 de enero de 1610),
AGI.Contr, vol. 367, s/f.
220
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
221
Ignacio Chuecas Saldías
54
Codicilo del capitán Gonzalo Rodríguez (Santiago, 15 de enero de 1610), Ibid.
222
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
55
Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez, passim.
223
Ignacio Chuecas Saldías
56
«Extractos del libro de cuentas de Martín Rodríguez» (Santiago, 1607-1610),
Ibid.
57
La cita que menciona el flete de «ropa de la tierra», por medio del mismo capitán
que trae las piezas, evidencia que el traslado se hace desde la frontera.
58
Cf. Zúñiga, 2002: 40.
59
«Yten declaro por mi hijo natural a Francisco Rodríguez de edad de quince
años, poco más o menos, el cual está en la dicha estancia, el cual mando se le
den de mis bienes quinientas ovejas y el caballo llamado Ceriche, y el alazán,
y mi silla, cota y lanza, y un vestido verde que tengo con sus vueltas de tafetán
leonado, que se entiende va con ropilla y capa, y otro vestido de paño moris-
quillo entero, y todo el calzado que pareciere mío, y sombreros y pretina, y la
224
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
a partir del resto de los documentos del expediente, los que incluyen el
testamento de Martín Rodríguez y las declaraciones de testigos llevadas
a cabo en España, es que nos enteramos que Gonzalo es casado en su
patria de origen e incluso tiene una hija legítima, Jerónima, heredera
forzosa de sus bienes.
La impresión que se obtiene, a falta de mayores indicios, es que
el inmigrante Gonzalo Rodríguez representa una suerte de patrón
bastante usual, en particular en el ámbito del mundo comercial. La
familia chilena del comerciante está compuesta por sus entenados, con
los cuales mantiene relaciones de parentesco, paisanaje y de índole
comercial y económicos. Por otra parte, se encuentran los allegados de
su casa –hijos naturales, niños criados, sobrinos, etc.– y por supuesto
los sirvientes que se desenvuelven en el ámbito doméstico, a diferencia
de los que trabajan en la estancia60.
225
Ignacio Chuecas Saldías
63
Cf. Lohmann Villena, 1987: 71-89.
64
«Testamento del capitán Gonzalo Rodríguez», passim.
65
«Extractos del libro de cuentas de Martín Rodríguez» (Santiago, 1607-1610),
passim.
226
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
227
Ignacio Chuecas Saldías
68
«Testamento del castellano Luis de Godoy-Figueroa» (San Bartolomé de Chillán,
3 de abril de 1686), ANH.CG, vol. 39, fjs. 119-125v. Un estudio de la familia
Godoy-Figueroa de Chillán en Muñoz Correa, 1995a.
69
En cuanto a las hijas naturales, Constanza y María, estas fueron «apartadas» de
los bienes paternos por medio de legados, siguiendo una práctica usual durante
el Antiguo Régimen.
228
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 3
Composición de las dotes de las hijas
de Luis de Godoy-Figueroa
(Chillán, 3 de abril de 1686)
Avalúo Avalúo
Cónyuges
testador aproximado
Isabel Capitán Felipe de Vivancos
½ cuadra de solar – 150 pesos
100 ovejas escogidas – 100 pesos
«[…] un muchacho casado con una china que hoy
tiene [...] los cuales son libres y les ruego los traten – 200 pesos
bien»
70
El doctor Antonio Ramírez de Laguna, fiscal protector de indios, intentaba
explicar al Consejo de Indias la práctica de la venta a la usanza haciendo una
analogía con el sistema dotal: «[…] y como entre nosotros se doctan [sic] las
hijas, hermanas y parientas para casarlas con sus maridos, estos indios doctan
las mujeres con quien se casan pagando a sus padres, hermanos, deudos y pa-
rientes lo que ellos habían de recibir con ellas en dote, al revés de lo que usamos
nosotros»: AGI.Ch, vol. 12 (Santiago, 30 de junio de 1652).
71
La dimensión de autoridad y responsabilidad paterna, en cuanto al matrimo-
nio de cada una de las hijas, se ve reflejada en el texto del testamento a través
del empleo persistente y en primera persona de la fórmula «y ten declaro que
cuando casé a mi hija […]». Cf. ANH.CG, vol. 39, fjs. 120v-121.
72
El cuadro presenta, en primer lugar, el nombre de la hija en cuestión y el de su
marido; en seguida se insertan los bienes entregados como dote: en el caso de
que las especies estén avaluadas por el propio testador, el monto del avalúo se
inserta en la segunda columna, en caso de que no estén avaluadas expresamente,
se inserta un monto aproximado en la tercera columna, con el objetivo de co-
nocer el valor estimativo de lo que recibió cada una de las parejas en cuestión.
229
Ignacio Chuecas Saldías
* Por los años 1723-1725, Antonia de Godoy y Figueroa, viuda del maestre de campo
Felipe de León, seguía pleito ante el tribunal eclesiástico de Lima, como heredera
de su marido, por dos mil pesos de la dotación y mitad de lo lucrado y adquirido
durante el matrimonio. Apeló a la sentencia el doctor Domingo Sarmiento, deán
de la catedral de Santiago, por lo cual se le anuló el pago de dos mil pesos, ante lo
cual protestaba doña Antonia: AAL.ApCh, vol. 11, exp. 5.
230
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
con el monto de las dotes, pero que Venegas nunca entregó. Junto a la
cantidad consignada como dote se han de considerar los aportes que
el testador declara haber hecho, de manera forzada o voluntaria, a dos
de sus yernos73. Una manera de explicar el escaso monto de los bienes
dotales es presumir que, más que el interés por la dote, fue la perspec-
tiva de las herencias paterna y materna lo que puede haber, en parte,
fundamentado las expectativas económicas de los sendos matrimonios.
Ahora bien, si nos detenemos en la composición de cada uno de
los capitales matrimoniales es posible percibir el papel importante que
juegan las piezas esclavas. En efecto, las únicas dotes que alcanzan un
monto en algo superior son aquellas que cuentan con esclavos indígenas.
Es en este punto donde es posible observar algunos fenómenos intere-
santes. En primer lugar, el valor de las piezas parece estar por debajo
de lo normal: esto se debe, con toda probabilidad, al hecho de que al
momento de redactar el testamento los precios de las piezas representan
meras referencias. Al mismo tiempo, llama la atención otro fenómeno
que se repite en casos similares: el adjudicar indios «libres» como parte
de la dote, lo cual extiende una sombra de duda sobre la categoría de
«libertad» –un muchacho por el cual pagó 100 pesos «no es esclavo ni
por tal le tengan». Todo esto se debe, probablemente, al hecho de que
las dotes fueron entregadas hace años y a la fecha del testamento, en
1686, la Corona había decretado la libertad de los indios esclavos. Este
ejemplo, por lo tanto, evidencia una grave consecuencia, originada por
la cédula de libertad, en relación a las economías familiares.
Como se ha dicho, un problema recurrente al interior de las familias,
durante todo el Antiguo Régimen está representado por la necesidad
de asegurar el futuro sustento de las hijas, ya sea por la vía del matri-
monio, de la vida conventual o de una soltería amparada al abrigo de
una cierta cantidad de bienes. Se trata de aquello que, en el lenguaje
corriente del período, es denominado como «remediar a las hijas». El
alférez Antonio Rodríguez-Zapata se había casado en Chillán con Bea-
triz María Contreras Godoy-Figueroa, al parecer sobrina del castellano
Luis de Godoy-Figueroa. Como parte del acuerdo matrimonial, Antonio
recibió una pequeña encomienda de muchachos indígenas, a la cual la
73
«[…] el dicho capitán don Andrés de Zavala, mi yerno, en tiempo que fui cas-
tellano de Arauco sacó de mis cabras 114 cabezas escogidas y más dos platos
y una tembladera y dos vasitos de plata […] y así mismo vestí de pies a cabeza
a mi yerno el capitán Felipe de Vivancos cuando se casó con la dicha mi hija;
que con todos he hecho lo que he podido por mis muchas necesidades […]»:
ANH.CG, vol. 39, fjs. 121-121v.
231
Ignacio Chuecas Saldías
74
«Ratificación de encomienda a Beatriz María Godoy-Figueroa» (Concepción,
3 de enero de 1673), ANH.CG, vol. 473, fjs. 163v-166. La merced había sido
otorgada originalmente en octubre de 1663.
75
Los volúmenes 402, 473-479, 480, 482 y 483 del fondo Capitanía General en el
Archivo Nacional se encuentran plagados de este tipo de peticiones de mercedes
de encomienda.
232
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
76
«Ratificación de encomienda a Beatriz María Godoy-Figueroa» (Concepción,
3 de enero de 1673), loc. cit.
77
No parece una casualidad que la madre procure asegurar el futuro de la hija. Un
fenómeno similar es posible observar en numerosos testamentos de herederas
233
Ignacio Chuecas Saldías
234
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
79
«Información de Francisco Millán-Patiño, presbítero, vicario de la doctrina de
Coyanco» (Concepción, 1681), AGI.Ch, vol. 49.
80
Dote de María Millán: «[…] cuando se trató el casamiento entre mí y la dicha
mi esposa, se me prometió por dote y caudal conocido de la susodicha por la
dicha María Leal, su madre, un pedazo de solar y su edificado con [rancho]
de horcones y adobes en la cañada junto a Lázaro [Perochena] linde con casas
de doña Mariana Leal [de el mismo] y con pedazo de solar de la susodicha»:
ANH.ES, vol. 221, fj. 408. Cf. De Ramón, 1976: 110-112.
235
Ignacio Chuecas Saldías
Cuadro 4
La familia Millán-Patiño Leal
81
Una breve reseña biográfica sobre este personaje en: Guarda Geywitz, 2005:
127; Chuecas Saldías, 2013: 39.
82
«Testamento del capitán Juan Millán-Patiño Leal» (Santiago, 2 de septiembre
de 1686), ANH.ES, vol. 372, fjs. 193-198v.
83
«Carta dotal de Inés Leal Martín» (Santiago, 3 de septiembre de 1611), ANH.
ES, vol. 42, fjs. 59-59v; «carta dotal de Mariana Leal Martín» (Santiago, 7 de
agosto de 1628), ANH.ES, vol. 108-A, fjs. 1-1v; «carta dotal de Damiana Millán-
Patiño Leal» (Santiago, 6 de junio de 1621), ANH.ES, vol. 104, fjs. 218-119v;
«carta dotal de María Millán-Patiño Leal» (Santiago, 12 de octubre de 1652),
ANH.ES, vol. 221, fjs. 407v-410v.
236
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 5
Cartas dotales de las Millán-Patiño Leal
Monto
Año Parentesco Nombre
(en pesos de a 8)
1611 Tía materna Inés Leal Martín* 1.325 pesos
1628 Tía materna Mariana Leal Martín 1.693 pesos
Damiana Millán-Patiño
1621 Hermana mayor 961 pesos, 4 reales
Leal
1652 Hermana menor María Millán-Patiño Leal 3.328 pesos, 4 reales
Fuente: ANH.ES, vols. 42, fjs. 59-59v; 108-A, fjs. 1-1v; 104, fjs. 218-119v; 221,
fjs. 407v-410v.
* La dote de Inés es la única que fue tasada en «pesos de oro de contrato de a veinte
quilates y medio». Para efectuar la conversión a pesos de plata de a 8 reales se ha
empleado la equivalencia 1 peso de oro = 13,25 reales que trae Jean-Paul Zúñiga
en su tabla de monedas: Zúñiga, 2002: 373.
237
Ignacio Chuecas Saldías
Cuadro 6
Carta dotal de María Millán-Patiño Leal
(Santiago, 12 octubre 1652)
238
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 7
Memoria de los bienes dotales de Agustina de Sotomayor
(Rere, ca. 1670)
239
Ignacio Chuecas Saldías
que se trata de una dote fronteriza; esto es, los valores de las piezas
pueden estar influenciados por el hecho de que se están tasando en la
frontera de guerra, fuente directa de indios esclavos. En la capital del
reino, así como en otras zonas del país y en el virreinato, seguramente
se alcanzaban mejores precios.
Una segunda dote fronteriza de la cual disponemos para este mismo
período, es la que recibió María de los Ríos Cid al casarse con el capitán
Toribio Fernández de Luna, futuro factor del tercio de Yumbel86. Si bien
la carta dotal incluye una serie de datos bien precisos –entre otros la
fecha de otorgamiento– los bienes no se encuentran avaluados. Para
lograr un avalúo aproximativo de los bienes se presenta un monto esti-
mado, calculado en base a otros documentos disponibles (Cuadro 8)87.
En base a las estimaciones, resulta factible señalar que el monto
total de la dote de María de los Ríos debió ascender aproximadamente
a unos 1.017 pesos, de los cuales prácticamente la mitad estaba repre-
sentado por el valor de las dos piezas esclavas.
En este caso también se seguirá la misma estrategia que habían
empleado los Rodríguez-Zapata Godoy: el capitán Toribio Fernández
de Luna elevará una petición al gobernador Juan Henríquez, solicitan-
do la «reconversión» de los esclavos mencionados en la carta dotal en
indios encomendados:
86
«Carta dotal de María de los Ríos» (Rere, 22 de octubre de 1672), ANH.JY,
leg. 2, pza. 24.
87
He llevado a cabo este cálculo aproximativo, tomando como referencia la tasa-
ción efectuada por el corregidor de Chillán, Duarte Suárez de Figueroa, de los
bienes dotales de Mariana de la Cueva (Putagán, 14 de octubre de 1677), ANH.
CG, vol. 71, fjs. 429v-433v, y las tasaciones que se efectuaron de los bienes de
la testamentaria Fernández de Luna Ríos (Yumbel, 1738-1743), ANH.JY, leg.
2, pza. 24.
88
«Petición de encomienda de Toribio Fernández de Luna» (Concepción, 3 de
marzo de 1674), ANH.CG, vol. 477, fjs. 3v-4v.
240
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Cuadro 8
Carta dotal de María de los Ríos Cid
(Rere, 22 octubre 1672)
Monto
Bienes dotales estimado (en
pesos de a 8)
«[…] cuatrocientas cuadras de tierras con una planta [sic]
250 pesos*
de viña […]
Más dos muchachos, el uno llamado Francisco Puñaleve,
250 pesos
casado y con hijos
[…] el otro llamado Pascual Vircalauquen, soltero 250 pesos
Más cinco platillos de plata con un platón 100 pesos**
Más un candelero de plata 15-20 pesos
Más dos cucharas de plata 6 pesos***
Más cuatrocientas cabezas de ganado ovejuno 100 pesos****
Más dos azadones de fierro 4 pesos*****
Más dos hachas = carpinteras 4 pesos
Más una azuela carpintera 2 pesos
Más dos tinajas, la una de veintiséis arrobas y la otra de
31 pesos******
veinticinco arrobas»
Total estimado 1.017 pesos
*
La tierra fue tasada por Suárez de Figueroa a cuatro reales la cuadra: «Tasación
de los bienes dotales de Mariana de la Cueva» (Putagán, 14 de octubre de 1677),
loc. cit., fj. 429v.
**
Dos platillos fueron tasados por Suárez de Figueroa en 32 pesos: Ibid., fj. 433v.
***
Una tembladera y dos cucharas fueron tasados por Suárez de Figueroa en 8
pesos: Ibidem.
****
Las ovejas fueron tasadas por Suárez de Figueroa a dos reales por cabeza: Ibid,
fj. 429v. Las ovejas de la compra del Molino del Ciego fueron tasadas a 2 reales y
medio, por lo tanto las 400 cabezas montaron a 125 pesos: UCon.AJB, vol. 1, fj. 131.
*****
Las herramientas agrícolas, en base a las particiones de 1738-1743, no pueden
haber costado más de 2 pesos cada una: ANH.JY, leg. 2, pza. 24.
*****
En las particiones de 1738-1743 ya citadas, las vasijas fueron avaluadas en 5
reales la arroba: Ibidem.
241
Ignacio Chuecas Saldías
89
«Matrícula de los indios de Buena Esperanza» (1694), ANH.CG, vol. 533, fjs.
108-146v.
90
La matrícula de dichos indios se efectuó «en el asiento de Lircay, estancia de
los menores de el sargento mayor Jorge Lorenzo de Olivar», el 12 de febrero
de 1694: Ibid., fjs. 122-123v.
91
Ibid., fj. 123.
92
Ibidem.
93
Ibidem.
94
Ibid., fj. 123v.
95
Ibidem.
242
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
243
Ignacio Chuecas Saldías
Cuadro 9
Indios de servicio de Pedro Cid
(Yumbel, 1694-1705)
99
Existen tres individuos, de los interrogados en la visita de 1694, de los cuales
nada se dice en 1705. Ellos son Andrés Caucau (primer lugar en la visita),
Francisco Aingullanca (sexto lugar en la visita) y Melchor Quintecon (octavo
lugar en la visita).
244
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
100
Es identificado como Juan Ligelemu o Ligüelemu en 1705.
101
También se menciona a Juan Marilebniguillo, sepultado el 9 de noviembre de
1702. Pero en la visita de 1694 no figura ninguno de este nombre u otro pare-
cido.
102
«Información de Elena de Vílchez» (Yumbel, 17 de junio de 1705), loc. cit.
103
«Matrícula de los indios de Buena Esperanza» (1694), loc. cit., fjs. 122-122v.
104
Ibid., fj. 122v.
245
Ignacio Chuecas Saldías
en este asiento porque lo tratan bien y está bien pagado, sin que tenga
qué demandar»105.
Según se observa, todos declararon en aquella oportunidad su
satisfacción y contento con el sistema: una retórica que ciertamente se
ve cuestionada a partir de los sucesos posteriores. Por otra parte, cabe
preguntarse sobre la participación de las respectivas esposas e hijos en
la fuga. Al respecto, pareciera ser lo más evidente que la huida inclu-
yera a las familias de cada uno, a pesar que la documentación nada
dice sobre ello.
Por último, encontramos a Nicolás Levipangue como el único que
todavía sigue al servicio de los Cid Vílchez en 1705. Nicolás había sido
interrogado en tercer lugar en 1694 y se había presentado como indio
de depósito, casado con Inés, al parecer sin hijos: «hechas las preguntas
que al primero, responde bien a las de la doctrina cristiana, y a todas
las demás sin añadir ni quitar, y que está muy contento»106. En las in-
formaciones de 1705, prestó testimonio en «idioma castellano» el 17
de junio de dicho año en Buena Esperanza de Rere y declaró «ser de
edad de cincuenta años pocos más o menos, y aunque es criado de la
parte que lo presenta no por eso ha faltado a la verdad, no firmó por
no saber […]»107. El contenido de su declaración es extremadamente
escueto, ni siquiera menciona los nombres de los indios fugados, y se
puede resumir en la frase central de su discurso: «dijo que lo que sabe
es que el gobierno superior de este reino le hizo merced al capitán Pedro
Cid de depositarle a este declarante y a siete indios sus compañeros y
que tres se ausentaron inmediatamente […]»108.
Un fantasma recurrente que amenazaba a las economías familiares
durante todo este período está representado por la fuga individual o
masiva de la servidumbre indígena. Este fenómeno, persistente durante
toda la época colonial, conocerá momentos de mayor o menor intensi-
dad, dependiendo de la evolución que afectará el sistema de esclavitud
indígena al interior de la sociedad hispanocriolla109. Por otra parte, el
105
Ibid., fj. 123.
106
Ibid., fj. 122v.
107
«Información de Elena de Vílchez» (Yumbel, 17 de junio de 1705), loc. cit.
108
Ibidem.
109
El carácter episódico de las fugas se ve reflejado en el testimonio de Elena de
Vílchez quien declara que cuando el «capitán don Francisco de Cisternas-Carrillo
[…] fue alcalde en dicha ciudad de la Concepción, y por el alboroto y novedad
que dichos indios hicieron en esta comarca, quedaban muchas estancias yermas
y sin indios [de que] se iban a la tierra dentro y otros para Santiago y otros a
246
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
Documentación manuscrita
AAL.Test, Archivo Arzobispal de Lima, Testamentos: vol. 59.
AAL.ApCh, Archivo Arzobispal de Lima, Apelaciones de Chile: vol. 11.
AGI.Ch, Archivo General de Indias (Sevilla), Audiencia de Chile: vols. 12,
13, 17, 21, 22, 23, 24, 49 y 57.
AGI.Contr, Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación: vol. 367.
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 39, 71, 473, 477, 480, 488, 502 y 533.
ANH.ES, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Escribanos de
Santiago: vols. 42, 104, 108-A, 221 y 372.
ANH.JY, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Judicial de
Yumbel: legs. 2 y 7.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 219 y 2053.
UCon.AJB, Universidad de Concepción (Concepción-Chile), Archivo de la
Junta de Beneficencia: vols. 1 y 2.
247
Ignacio Chuecas Saldías
248
Esclavitud indígena y economías familiares en el Chile del siglo XVII
249
Ignacio Chuecas Saldías
250
Indian labor: The evolution of
the encomienda and indigenous
slavery within Chile’s 17th century
frontier society*1
Daniel Stewart
*
This article forms part of Fondecyt Regular N° 1140184: «Diversificación de
emprendimientos económicos de estancieros y estancieras sumados a la actividad
ganadera. Valle central chileno, siglo XVII».
251
Daniel Stewart
252
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
of the Indian workers and their families within the region. Finally we
will observe and analyze the methods and techniques that the Spanish
landowners used to acquire and retain indigenous workers for their
haciendas and chacras (small farms), before and after the abolition of
indigenous slavery.
This investigation is based primarily on original documents found in
the Chilean National Archive, which pertain to or are associated with the
indigenous encomienda, buying and selling of Indian slaves, and worker
lists from dozens of the region’s haciendas. We will analyze how this com-
bination of indigenous workers formed during the 17th century, shaped
their own unique frontier society. This uniqueness is based primarily on
the fact that the majority of 17th century frontier laborers originated from
indigenous slaves and forced migrants, which allowed them to create their
own characteristics that separated them from their counterparts in the
Central Valley, which in itself justifies this investigation.
1
«Manifestation of the titles of encomienda by Gabriel Cano de Aponte» (Con-
cepción, February 17th 1719), ANH.CG, vol. 516, pages 160-198.
2
All encomiendas had to be confirmed by the Spanish King in order to remain
valid. However, in theory they were legally binding during the time between
when the encomienda was issued until a reply came back from the confirmation
request.
3
It is necessary to clarify that none of the 87 encomiendas mentioned here, are
«indios de depósito». They will be covered later as an evolutionary form of
indigenous slavery.
253
Daniel Stewart
4
«Manifestation of the titles of encomienda by Gabriel Cano de Aponte» (Con-
cepción, February 17th 1719), op. cit.
5
All of the chronicles make it very clear that there were a large number of villages
in the valleys near the present day city of Penco.
6
This town was created in 1592 on lands south of the Biobio river near it’s con-
vergence with the river Laja. It was destroyed in 1598 and never fully rebuilt.
7
Testimony of Gaspar de los Fuentes about the origin of the Tomeco encomienda
(Santiago, 1641), ANH.RA, vol. 1319, item 2, pages 110-112.
254
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
hacienda Perales, where they also tended his wheat fields and vineyard.
The agricultural products produced by the Indians of Capitan Francisco
Ortiz de Athenas were used to supply the military forces stationed in the
cities of Concepción and Santa Cruz de Oñez8. Similarly, the Indians of
the Gualpen, an encomienda originally given to Chile’s first governor,
Pedro de Valdivia, were fishermen who sold their catch every day in the
plaza of Concepción9. The agricultural workforces of the 16th century
were nearly all encomienda Indians with a smattering of Indian slaves.
The 1598 Indian uprising caused a sharp reduction in the number
of Indians available for the encomenderos. Hundreds if not thousands
of Indians were killed in the many battles before the region was finally
pacified, while many others were either captured by hostile Indians or
fled south of the Biobio River to escape the Spanish oppression. Many
encomiendas, like the eight original encomiendas in the Hualqui Valley,
were combined to form a single new encomienda, leaving large tracts
of land free for Spanish colonizers. The governors Alonso de Rivera
and Alonso García de Ramón took on the task of reconstructing and
redistributing all of the region’s encomiendas, with a total work force
of only 1,300 adult male Indians10.
Between the years 1602 and 1615 official visits were conducted to
the majority of the frontier’s encomiendas. Workforce audits were con-
ducted between 1612 and 1614 by the Jesuit Priest Luis de Valdivia, at
which time the matrículas (official worker lists) were checked and legal
statuses revised11. For example, the Indians of the island Santa María,
one of the few legal encomiendas geographically south of the Biobio
River, were reorganized and given to the commissary Juan Contreras,
who immediately rented them to the King as sailors for the military’s
coastal supply boats12. Others, such as the before mentioned encomienda
8
Testimony of Alonso de Rivera about the lands of Naches and Perales (It is a
copy of Hector Villalobos’1614 land survey), ANH.RA, vol. 560, pages 50-70.
9
Testimony of Alejandro Candia about the boundaries of Pedro de Valdivia’s
estancia in Gualpen (Concepcion, January 27th 1612), ANH.RA, vol. 2319, item
3, pages 119-130.
10
Inostroza, 1998.
11
Díaz Blanco, 2011.
12
Testament of Melchor Contreras (Buena Esperanza, July 5th 1643), ANH.RA,
vol. 1333, item 7, page 234. Also on august 12th 1639 the Commissary General
Juan Contreras was paid 1,966 reals in tribute payments for thirty-one Indians
from his encomienda on the island of Santa María who worked on the King’s
ships ferrying supplies from Concepcion to Arauco: ANH.CM-2, vol. 2569,
page 129v.
255
Daniel Stewart
13
Testimony given by Gaspar de los Fuentes about the origin of the Tomeco
encomienda (Santiago, 1641), ANH.RA, vol. 1319, item 2, pages 110-112.
256
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
14
There is no evidence in the documents that I have reviewed in the National
Archive, that shows that children of documented Indian slaves automatically
became slaves.
15
Encomienda from Governor Antonio Acuña de Cabrera to Capitan Francisco
Martines de la Jara (Concepción, December 29th 1651), AHN.RA, vol. 1296,
pages 215-217.
16
All of the funds collected by the Caja Real de Concepción were used to fund
the Arauco war. The Real Situado was just a section within the accounting of
the Caja Real.
17
Before the official end of indigenous slavery it was easier to «lose Indians» within
the hacienda since there were far better records of encomienda Indians than
Indian slaves. After 1674 many of these lost Indians were found and converted
to encomienda Indians.
18
«Manifestation of the titles of encomienda by Gabriel Cano de Aponte» (Con-
cepción, February 17th 1719), op. cit.
257
Daniel Stewart
Spanish landowners modified the labor system yet did not push for its
extension.
While there are a wide variety of firsthand accounts from Indians
or encomenderos pertaining to the «new encomienda», it is best studied
through the official acquisition documentation, where the landowner
requested specific Indians to belong to their encomienda and gave
their names, ages and origin. Another key to understanding the «new
encomienda» is accepting that this inscription and authorization, from
the governor, did not happen at the moment of the worker’s acquisition,
but at a much later date, when other external pressures forced the land-
owner to register the Indians and pay the associated media annata tax.
External pressures came from two different directions: First,
government officials, priests and corregidores (regional magistrates),
who were tasked with the job of visiting and auditing the haciendas in
their districts or parishes in an effort to stay informed on and update
the status of all of the region’s Indian workers. While in other parts of
Latin America these visits were quite regular, in Chile during the 17th
century, they were sporadic and partial at best. Both the Priest’s and
Corregidor’s salaries were based on the number of their jurisdiction’s
registered Indian workers, which gave them a vested interest in forcing
the official registration of any new arrivals or recent births. A large
portion of all the «new encomiendas» were a direct result of the work
of these officials, who rightly assumed that any legitimate encomienda
request would be accepted by the governor, and therefore instructed the
landowners that they found with undocumented workers to officially
request them as a «new encomienda».
The second external pressure came from the landowners themselves
who were set on finding new agricultural workers. Upon learning that
specific indigenous children or mothers were lacking proper legal status,
neighboring landowners offered them cash advances and other agricul-
tural benefits, if they chose to work for them instead, as free workers.
Once they left the original hacienda they could be forever categorized
as «free workers» or in some cases they were subsequently claimed as
a «new encomienda» by their new bosses.
The fear of losing the potential labor of the undocumented Indian
children and their mothers, led to the immediate inscription of many
such children, who otherwise would have been left alone until they be-
came adults, capable of paying the royal tribute to their encomendero
in the form of agricultural labor.
258
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
19
Jara, 1971 and 1987; Valenzuela Márquez, 2009 and 2011; Obregón Iturra &
Zavala Cepeda, 2009.
259
Daniel Stewart
The return of the Spanish soldiers from a maloca, caused the wheels
of commerce to start turning within the walls of the frontier fort. During
the 17th century, the military quartermaster provided only wheat, meat
and basic clothes to the soldiers, in specific amounts based on their
rank and seniority. With no allotments for their families or servants,
soldiers were forced to spend their salaries long before they arrived
to feed and clothe them. Each soldier had one or more commercial
accounts, through which merchandise was bought on credit from local
merchants, who sold products from their haciendas or from the annual
Peruvian supply ships.
The frontier nature of the military installations ensured that the
vast majority of the local merchants were officers stationed in the fort
itself, local Jesuit priests or military landowners with prior contacts
within the forts. These merchant officers sent large quantities of wine,
cattle, grain and clothes from their haciendas, to the forts to sell to its
inhabitants and visitors. In addition to unpaid salaries, piezas provided
an excellent way for the soldiers to pay their debts and increase their
earnings. However, most if not all of the common soldiers and or friendly
Indians, were not able to take full advantage of the sale of their piezas,
because the military merchants were able to use the soldiers’ unpaid
debts and their own superior rank as leverage to force them to pay their
debts with reduced price Indian slaves.
Once the initial ownership of the piezas was finalized, the mer-
chant officers were tasked with the job of registering the new prisoners.
Commanding Officers or Jesuit Priests authorized slave papers for each
of the newly captured Indians, where numerous witnesses, almost all
soldiers who participated in the maloca, testified about where and
how each prisoner was captured. After that the owner paid the slave
tax at the Royal Treasury and officially registered the slave with the
local scribe. Once the slave was officially registered the owner was free
to ship him or her north to one of the many commercial centers, with
regular shipments going to Concepción and Valparaíso, where Indian
slaves we sold for an average of 300 pesos each.
There is very little solid information about the number of Indian
slaves shipped out of the Araucanía on a yearly basis. However, tes-
timonies after the end of the legalized slavery shed some light on the
magnitude of the Indian slave trade. In April 1675, Lieutenant Francisco
Contreras testified that his step-father, the Commissary General Basco
Contreras had not financially maintained him over the years, because
260
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
of the «muchas piezas que él vendía cada año»20. A few years later in
1679, the Field Marshal Fernando Núñez de Pineda Bascuñán, son of
the famed Chilean author Francisco Núñez de Pineda Bascuñán, testified
that the cattle he sold to the military belonged to him and not his father’s
estate, since he regularly traded Indian slaves, 300 pesos per slave, for
cattle in the Maule district and for cloth in the city of Concepción21.
Both officers represent the typical frontier merchant who used the slave
trade as the start of a region wide trade circuit.
The letters and official reports, which were regularly sent to the
Spanish King, contain valuable information about the number of slaves
captured during a few of the more important malocas. For example,
in 1661, the Governor used the soldiers from the Concepción garrison
to raid the reportedly hostile villages of Curi and Purén, removing 300
piezas Aucas22. In the following days the piezas were divided up between
the Governor and his leading officers, and quickly sold throughout
Chile, with the majority staying in the haciendas near Concepción23.
The raid completely destroyed both villages, leaving them abandoned
for nearly a generation, until some of their enslaved members escaped
and returned, forming the villages once again.
The Field Marshal Alonso Córdova de Figueroa, was by far the
most prolific seller of Indian slaves, funneling hundreds if not thousands
of slaves through his hacienda called Tomeco24. Concepción was not
always the end destination for newly captured slaves. In 1656, a few
months after the start of the indigenous uprising, various merchant
officers sent piezas north by boat to Valparaíso and later sold them
in the city of Santiago25. There is also evidence that some slaves were
transported to Callao and later sold in Lima26.
20
«[…] for the many piezas that he sold every year»: Francisco Contreras against
his stepfather Basco Contreras over the belongings of his father Melchor Con-
treras (Concepción, 1674), ANH.RA, vol. 627, item 1, page 141.
21
Testimony of Alferez Joseph Ortega about the business dealings of Fernando
and Alvaro Nuñez de Pineda Bascuñan (Concepción, 1704), ANH.RA, vol. 329,
item 1, pages 1-20.
22
Letter from the Real Audiencia to the King (Santiago, August 20th 1661), ANH.
RA, vol. 3000, Letter Number 239.
23
The same type of event occurred in Ayllacuriche and has been studied by
Obregón Iturra & Zavala Cepeda, 2009.
24
Many of the Indian slaves studied in this paper originated with the Maestro de
Campo Alonso Figueroa Cordova.
25
Passenger list from the boat San Francisco del Milagro (Concepción, December
1st 1656), ANH.RA, vol. 1800, item 4, page 262v.
26
Suárez, 2001.
261
Daniel Stewart
Documentacion about the sale of indigenous women and children sent by An-
27
tonio Ramirez de Laguna to the King of Spain (1654-1666), AGI.Ch, vol. 13,
R.5, N.32.
28
Letter to the Real Audiencia about the living conditions in Boroa (Valdivia,
December 1650), ANH.RA, vol. 2988, pages 38-45.
29
Testimony of Maestro de Campo Simon Sotomayor about his indian slave
Margarita (Concepción, April 27th 1676), ANH.RA, vol. 2500, item 3, pages
136-140.
262
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
30
Documentacion about the sale of indigenous women and children sent by
Antonio Ramirez de Laguna to the King of Spain (1654-1666), op. cit.
31
List of products that the Arauco College paid for wives for their workers
(Arauco, 1689), ANH.JCh, vol. 25, page 218.
32
Testimony of Field Marshal Simón Sotomayor about his Indian slave Margarita
(Concepción, April 27th 1676), op. cit.
263
Daniel Stewart
33
Last will of Capitan Benito Sánchez Gavilán (Buena Esperanza, February 12th
1652), ANH.RA, vol. 612, item 1, page 60.
34
Information about Juan Colirun who claimed he was from Curi or Mulchen
(Buena Esperanza, April 6th 1709), ANH.JCh, vol. 70, item 11, pages 232-240;
Last will of Capitan Francisco Rodríguez de Ledesma (Buena Esperanza, Sep-
tember 9th 1652), ANH.JCh, vol. 73, item 136, pages 275-278.
35
Receipt of the media annata for the Indians of Sargent Major Andrés Gonzales
Asugasti (Concepción, October 9th 1685), ANH.CG, vol. 17, page 237; List of
Indians of Field Marshal Juan de las Roelas Millán Patiño (Chillán, August
1697), ANH.CG, vol. 502, page 6; List of Indians from Tomeco pertaining to
the Field Marshal Alonso Figueroa Córdova (Concepción, February 27th 1703),
ANH.CG, vol. 75, pages 134-139.
264
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
formalized, so for that reason they too were not freed by the royal de-
cree, but in many cases were converted into «new encomiendas». The
landowners had the ability to request any of their newly freed Indians
as indios de depósito. The newly freed Indians never had the option
of migrating back to their homes on the other side of the Biobio River
because of the risk that they would apostatize from their newly found
Catholic faith.
In most cases, the deposited Indians, were effectively given back
to their former owners, who in the case of the Indian children, were
able to retain their services until they became adults, when legally
they were to become free Indians. The use of the indios de depósito
by the frontier landowners, clearly confirms Jimena Obregón and José
Manuel Zavala’s investigation that characterized it as an extension of
indigenous slavery36.
265
Daniel Stewart
new land grants. Dozens of Indian villages in the Tomé, Hualqui and
Puchacay valleys were subject to lengthy litigations where new and old
Indian colonizers laid claim to ancestral lands37.
One such case was over the lands of Noguen, near the present day
town of Hualqui38. In 1672, the Sargent Major Pedro Angulo received
the grant of 500 cuadras (blocks), from the governor Juan Henríquez,
of vacant land near the Noguen pasture. Numerous witnesses testified
that the lands were empty and free of any visible Indian villages. Within
months of receiving the land grant, Pedro Angulo had moved his cattle
herds to the large field on the north side of his property. He quickly built
a small house and became the lands undisputed owner. Unfortunately
for Pedro Angulo, he was not able to enjoy the benefits of his new lands,
since within months of moving his belongs to Noguen he was recalled
to active duty as the military commander of Arauco, where he served
until his death. In 1681, nine years after the original land grant was
issued, Pedro Angulo rented the main pastures to Capitan Juan Torres
Añasco, an encomendero who owned a couple large tracts of land that
connected with his. During this time, the Capitan was deep in litiga-
tion with two nearby Indian villages over land rights to his hacienda,
but presented no evidence that the Noguen pastures were involved in
that case39. Some years later, in 1723, the children of Pedro Angulo
returned to their childhood home intent on rebuilding the hacienda
to its former glory. However, upon arriving at the site where the main
buildings once stood, instead of finding ruins covered by weeds, they
found a large thriving Indian village under the control of the cacique
Pasqual Quechaquere40.
This initial meeting started twenty years of legal wrangling that
in the end recognized the land rights of both entities, while denying
portions of both of their petitions. Pasqual showed that he was the
nephew of María Quintumilla Cacica of the village of Noguen and direct
heir to her title and lands within the village. María Quintumilla was
37
Francisco Torres Añasco against Josefa Fernandez over Juan, Indian from her
encomienda (Concepción, November 22nd 1684), ANH.RA, vol. 1264, item
1, pages 1-86. This case contains a series of smaller cases referring to Indians
returning to their ancestral lands.
38
Descendants of Pedro Angulo against Pasqual, Cacique of Noguen (Concepción,
April 13th 1742), ANH.RA, vol. 1429, item 1, pages 1-156.
39
Francisco Torres Añasco against Josefa Fernandez over Juan, Indian from her
encomienda (Concepción, November 22nd 1684), op. cit.
40
Descendants of Pedro Angulo against Pasqual, Cacique of Noguen (Concepción,
April 13th 1742), op. cit., page 22.
266
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
41
Ibid., page 51.
42
Ibid., pages 115-134.
43
Ibid., page 61.
44
A cuadra is 125 square yards
267
Daniel Stewart
Table 1
List of Indians living in the village of Noguen (1705)
Land Given
Title Name Location
(cuadras)
Married Cacique Pasqual Present 12
Married Luis, married to Ursula Present 6
Married Pedro, married to María Present 6
Married Luis, married Absent 6
Single Pasqual Absent 6
Young Man Thomas Absent –
Young Man Pedro Absent –
Widow La Cacica María Present 3
Widow Ana Present 3
Single Juana Present –
Young Woman Margarita Present –
Young Woman Catalina Present –
Young Woman Juana Absent –
Young Woman Francisca Absent –
Young Woman Antonia Absent –
Young Woman Rita Absent –
While some of the free workers lived in the frontier district’s many
small Indian villages like Noguen, the majority lived and worked in any
45
Descendants of Pedro Angulo against Pasqual, Cacique of Noguen (Concepción,
April 13th 1742), op. cit., page 61.
268
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
46
Ayllacuriche was the name of a large indigenous town south of the Biobio River
all of whose inhabitants were captured and sold into slavery during the reign
of Governor Juan Henríquez. For more information see: Obregón Iturra, 2008;
Obregón Iturra & Zavala Cepeda, 2009.
47
List of Indians of Maestro de Campo Juan de las Roelas Millán Patiño (Chillán,
August 1697), op. cit., passim.
48
Letter to the Jesuit College by Doctor Juan Alvarez explaining the situation in
Magdalena (Concepción, March 11th 1641), ANH.JCh, vol. 73, item 57.
49
Jara & Pinto (comps.), 1982-1983.
269
Daniel Stewart
By the end of the 17th century most of the new frontier agricultural
workers were free Indians, who migrated north in large caravans, from
their ancestral lands, to spend their time working in the Spanish haci-
endas before returning home to their families in winter. But at the same
time, an ever growing number of these temporary workers decided to
settle down, signing annual contracts with the Spanish landowners,
50
«I come and say that Nicolas, Felipe his son and Alonso came to the estancia by
their own free will asking to be allowed to serve as free Indians, with a salary
of 35 pesos a year, thus we accepted them into our family, proving they were
free Indians by their letters of amparo»: ANH.JCh, vol. 73, item 7.
51
«[…] they fled yesterday with their families to the estancia of the Commissary
General Francisco de Roa, against our will, because this makes it impossible for
us to dig our vineyard and other important jobs […]. I appear in representation
of my School for royal justice in order to ovoid the large losses that the flight of
these Indians will cause, who at the same time have not yet finished the second
year of their contract which they made of their own free will and choice. Also
the same day another Indian Juan Catilab fled with his wife, born and raised
in this estancia and they still owe us nearly half a year’s salary which he asked
for and received in advance, which is why he fled»: Ibidem.
270
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
52
«Matrícula de Santa Juana, San Cristóbal y Talcamávida» (1693), ANH.CG,
vol. 387, pp. 91-104; «Matrícula de Chillán» (1693), ANH.CG, vol. 488, pp.
146-189; «Matrícula de Itata» (1697), ANH.CG, vol. 508, p. 78; «Matrícula
de Buena Esperanza» (1694), ANH.CG, vol. 533, pp. 108-146; «Matrícula de
Itata» (1698), ANH.CG, vol. 537, pp. 45-129; «Matrícula de Puchacay» (1692),
ANH.CG, vol. 538, pp. 87-142.
271
Daniel Stewart
272
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
that it would be best for all involved that the Christianized Indians be
permitted (forced) to settle on lands near three of the smaller forts north
of the Biobio River. This led to the mandatory migrating of both groups
north of the defensive boundary and the creation of three Indian towns,
where they attempted to maintain their social structures and political
independence. The Coyunches settled in San Christobal, a short distance
from the Tercio of Yumbel, while the two communities that made up
the Catiray nation settled in Santa Juana and Talcamávida53.
Because they were originally from south of the defensive line, they
were exempt from the encomienda system and were allotted the special
status of Indian friends. Furthermore, there were given small plots of
land to live on, and permanent work as soldiers and laborers in the
Spanish army. They were tasked with building and maintaining the
Spanish forts, ferrying supplies along the Biobio River, serving as scouts
for the Quartermaster General in the acquisition of wheat and cows
for the army, and lastly as a trained military unit that fought alongside
the Spanish forces in all of the raids and campaigns south of the Biobio
River54. With the passing of the years, many of the younger generation
were lured away from the relative safety of the Indian towns to work
as farm hands in many of the local haciendas or estancias. Sometimes
they worked for short periods of time, such as in the yearly wheat or
grape harvests, while other times they became salaried workers with
yearly contracts and a new home and family within he boundaries of
the hacienda.
The military and social alliance that existed between the three In-
dian towns and the Spanish crown came to an abrupt stop in February
of 1655, when a new Indian uprising forced many of the Indian soldiers
to abandon the Spanish army in their time a need55. The reasons for this
betrayal soon became clear. All of the towns adult males had marched
south with the Spanish army in the beginning of the summer military
campaigns of 1655, just like that did every year. However, this year
everything went wrong. First poor military planning and incompetent
53
Díaz Blanco, 2011.
54
While there is a large corpus of information about the work performed by the
friendly Indians from the three Indian towns, see Ruiz-Esquide, 1993. This in-
vestigation primarily uses written testimonies from the year 1696. See: «Juicio
por una esclava india» by Francisco Gaete (Cauquenes, July 16th 1696), ANH.
CG, vol. 83, pages 197-232v.
55
Testimony given by Commissary General Juan Hortiz de Verrio (Santiago,
October 18th 1696), ANH.CG, vol. 83, page 210.
273
Daniel Stewart
leaders caused the loss of a large portion of the Spanish army near
Valdivia. Second the cowardly retreat of the Spanish Governor Antonio
Acuña de Cabrera from the fort in Buena Esperanza left the Indian
towns and Spanish lands unprotected for the first time in many years.
The hostile Indians, ripe from their success near Valdivia, swept
through the abandoned Spanish lands burning everything in the path
and capturing the majority of the woman and children from the Indian
towns and any stragglers they found along the roads fleeing to Concep-
ción. The anger of the Spanish settlers upon the loss of their lands and
loved ones was taken out upon the Governor and other government
officials who were deposed and forced to flee the city of Concepción
out of fear for their lives. However, the Indian soldiers upon learning
of the capture of their families took matters into their own hands by
joining the hostile Indians in order to win the release of their loved ones.
During the next couple of years it was rumored that they participat-
ed in some of the attacks made against the Spanish military installations
along the new defensive line, near the Itata River; however, that didn’t
matter in 1661 when the Caciques asked for and received a royal par-
don for them and their people, thus permitting them to return to their
towns with their privileged status as Indian friends56.
The subsequent years led to the creation of three more Indian towns
and the relocation of thousands more Indians with their families. In
1671, the Governor Juan Henríquez sent military officials throughout
all the regions that had been temporary lost during the 1655 Indian
uprising and forcible removed all of the Indian families that had settled
there in the absence of the Spanish landowners. Written reports men-
tion the relocation of some 300 families or an estimated total of 6,000
Indians, all of which were relocated on lands next to Santa Fe, a newly
rebuilt fort in the Isla de Laja, and Purén, a new rebuilt military fort in
the heart of hostile territory57.
The second forced migration occurred a few years later in 1685,
when the Governor Joseph Garro relocated all of the Indians from La
Mocha, a small island off the coast from the hostile Indian Territory,
to the Hualqui valley, outside of the city of Concepción58. The Spanish
officials were afraid that the island could be used by Spain’s European
56
Testimony given by Lieutenant Ramon Casanova (Asiento de las Lagunillas,
Partido de Maule, October 12th 1696), ANH.CG, vol. 83, page 222.
57
Letter by Governor Juan Henríquez (Santiago, August 8th 1676), AGI.Ch, vol.
23, R.2, N.47, p. 10..
58
Goicovich, 2008-2010.
274
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
Table 2
Number of Indians living in the friendly Indian towns (1693)
The document that resulted from the visit includes a list of all of
Indians living in the towns separated by household, with the inclusion
at times of their ages and marital status. Talcamávida, the first town sur-
veyed, reported 52 families with a total population of 229 individuals,
much lower that the over 500 individuals that were recorded in 1625
and only 4.4 people per family. While the sharp decline is to be expected,
there is the possibility that some of Talcamávida’s normal population
was away on military duties or performing short term work in the
surrounding haciendas.
275
Daniel Stewart
59
Testimony given by Lieutenant Melchor Vargas (Santiago, January 15th 1685),
ANH.RA, vol. 72, p. 509v.
276
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
60
Cf. Valenzuela Márquez, 2014.
61
Isabel India claims her freedom (Santiago, 1679-1680), ANH.RA, vol. 914,
item 1, pages 1-91.
62
Contreras Cruces, 2001.
277
Daniel Stewart
278
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
Table 3
Total number of Indians per hacienda, divided by district
No. of
Rere Puchacay Chillán Itata %
Indians
1–5 19 36 42 28 42
6 – 10 23 27 19 13 28
11 – 15 4 9 12 6 11
16 – 20 5 7 0 7 6
21 – 25 4 2 2 4 4
26 – < 5 8 4 8 9
TOTAL 60 89 79 66 100 %
While the average was 9 Indians living on each hacienda, the actual
distribution was far different. Table 3 shows that 42% of the hacien-
das had 5 Indians or less living there and 70% had 10 or less. On the
other extreme we find the 9% that had 26 or more Indians living in
the hacienda.
The real question here is not how the 70% survived with such a
small workforce, but who controlled the large haciendas with their
exceptionally large labor pools? In the District of Puchacay, the large
Indian populations corresponded to the encomiendas of Quillay,
Manzano, Palomares and Casablanca. While the first three were long
279
Daniel Stewart
63
Receipt of payment of the media annata tax for the encomienda of Andres
Gonzales Asugasti (Concepción, October 9th 1685), ANH.CG, vol. 17, p. 237.
64
«Matrícula de Chillan», ANH.CG, vol. 488, pages 146-189; «Matrícula de
Buena Esperanza» (1694), ANH.CG, vol. 533, pages 108-146
280
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
65
«Matrícula de Itata» (1698), ANH.CG, vol. 537, pages 45-129, op. cit. The
second list of encomiendas referes to Indians working in Santiago.
66
Ibidem. The second list of encomiendas referes to Indians working in Santiago.
281
Daniel Stewart
Table 4
Distribution of Indian workers in the Districts
of Rere, Hualqui, Itata and Chillán (1693-1698)
Indian Workers /
Total Indians /
Total Indians
with Families
Total Indian
Free Indians
Encomienda
Landowner
Landowner
Workers
District
Deposit
Indian /
Indians
Indians
owners
House
Land-
A closer look at the 738 Indians shown living in the district of Ita-
ta, shows that 58% of them were adults. The high percentage of adult
workers was not isolated to the district of Itata, it was seen throughout
the entire region and could have been caused by a combination of recent
events: First, high infant mortality since many children and youth died
in the 1687 smallpox epidemic; Second, the sale of women and children
by usanza and the kidnapping of children by Santiago merchants who
later sold them to the highest bidder; and, Third, the number of Indian
children per family corresponds nicely with the results of Ruggiero
Romano’s investigation that showed that in other Latin American
regions, the stress of enslavement caused Indian couples to artificially
reduce their pregnancies67.
282
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
that resulted from it68. Many historians over the years have linked the
harsh treatment of indigenous workers to the Indian uprisings of 1598,
1655, 1723 and 177069. However, I believe that to be an overreaction
on the part of historians, since each of the uprisings occurred under
specific sets of cultural conditions that differed from uprising to uprising.
I certainly will not try here to justify the slave practices of the
Spanish soldiers and landowners, or minimize the social, moral and
economic damage that these practices caused to the indigenous commu-
nities throughout colonial Chile. But, I believe that it is still necessary to
recreate here a realistic image of the society of the indigenous inhabitants
living in the districts just north of the Biobio River, which even with the
official abolition of Indian slavery in 1674, did not undergo any major
structural or social changes until the second half of the 18th century. The
only thing that immediately changed with the abolition of indigenous
slavery was the legal status used by the Spanish to chain the native
worker to the hacienda.
On the 17th century Chilean hacienda lived a wide variety of In-
dian workers from different localities, families and ethnic groups. The
landowner did not care if his workers came from rival tribes or even
if they spoke the same language or dialect, since in business terms the
only thing that mattered for him was the quality and quantity of the
work they performed on a daily basis. First, there were Indians from
the 16th century encomiendas, associated with specific local villages,
all of which were under the control of a local Cacique who controlled
all of their business dealings. Then there were members of the «new
encomiendas», who had no legal Cacique or village and in many cases
were former slaves or their descendents who had no memory of life
outside the hacienda. Mixed in with both groups were the free Indians
or newly enslaved or deposited ones, many of whom entered into mar-
riage ties with members of both encomienda groups.
In practical terms there was no difference in the work load, assigned
tasks or living conditions between the different categories of indige-
nous workers. Once they arrived at the hacienda they became equals,
participating in the hacienda’s normal workload, under the direction
of the owner or majordomo. Any work differentiation was based on
the workers’ natural abilities and not social status or origin. What was
created was by no means an egalitarian society, but a society where
68
Rosales, 1910 [1670].
69
Casanova Guarda, 1987.
283
Daniel Stewart
70
Diego Algarrobo against Tomasa Alfaro (Concepcion May 5th 1710), ANH.RA,
vol. 2394, item 4, pages 162-209v.
284
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
For that reason we know exactly what he had of material value. Di-
ego Algarrobo supported his family with his hacienda earnings and
the following items from his chacra (small farm), located within the
boundaries of the hacienda: 87 sheep and their new lambs, 19 horses,
one yoke of oxen, one mule for riding and one for cargo, 61 fanegas
of wheat, 10 fanegas of barley, 2 fanegas of peas, 6 fanegas of beans,
3 wagonloads of maize and one field where four fanegas of potatoes
were planted. At the same time, he had two outbuildings, a warehouse
and a fully furnished house71.
Diego’s accumulation of material belongings were not those of
a poor abused worker. His agricultural products showed numerous
fields with a wide variety of crops. While his flocks were by no means
large, they were enough to feed his family and fertilize his fields. At the
same time a large barn and house, and two outbuildings showed a well
established growing family.
The testimonies were very clear that all of the workers in Talca-
huano had the same benefits as Diego and his family, which would
mean that every family tended their own flocks and fields during
their free time, all while working for Tomasa Alfaro, the sole owner
of Talcahuano. Just as Diego and Pasquala did not belong to any of
the local Indian villages, so too with the vast majority of the Indians
living in the Districts of Puchacay and Rere. Only the Districts of Itata
and Chillán had numerous established Indian villages with communal
lands and water rights. The lack of communal lands forced most if not
all of the Indian workers to settle down on the same lands where they
worked. In the beginning many land owners built a single building to
house all of the workers and the recent harvest. But with the formation
a families within the Indian population, the communal housing was
reserved for temporary workers and recent arrivals, who could be held
under lock and key.
Part of a worker’s compensation was a daily ration of wheat, salt
and meat. However, that was only the beginning. Each family received
between 3 and 6 cuadras of land, the same amount they would have
legally received if they had been part of an official Indian village, to use
while they worked on the hacienda. The land came with the respon-
sibility to work for the landowner, whenever needed, and protect the
71
Sergio Villalobos shows in his article that most frontier houses were easy to
move and when needed could be taken about in a matter of days: Villalobos
Rivera, 2010.
285
Daniel Stewart
72
Góngora, 1960.
73
Retamal Ávila, 1985; ANH.RA vol. 72, ítem 1.
286
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
287
Daniel Stewart
Conclusion
During the 17th century, the Arauco Indian Wars were the frontier
hacendados only sustainable method of acquiring new agricultural
workers for their lands. Their closeness to the frontier made purchasing
African slaves too great a financial risk, while at the same time, fear
of Indian warfare impeded the migration of poor Spanish or mestizo
families from Santiago or the many districts of the central valley. The
adverse frontier conditions, created in large measure by the Spanish
soldiers, helped the region have nearly a homogenous hacendado and
working class with hundreds of haciendas owned by retired or semi-re-
tired military officers and run by a diverse range of Indian workers.
The reign of Governor Juan Henríquez brought relative peace to the
frontier and the end of legal Indian slavery, which ushered in a new
era of frontier relations where formally displaced Indians became an
integral part of the frontier society, while Ladinos –Indians who speak
and understand Spanish– lost part of their ethnic identity.
This transformation from displaced or foreign Indian to small
agricultural worker continued throughout the 18th century. Each year
more and more Indians left their native lands to work in the Spanish
haciendas, where they learned from the descendants of the 16th century
encomienda Indians or the regions many indigenous slaves, not only
Spanish but how to live and act within Spanish society. The increased
Spanish population in the Diocese of Concepción during the 18th
century, only sped up the process of «mestizaje» (racial mixing) and
acculturation, where with the passing of time the Indian hid his identity
from Spanish officials, passing himself off as mestizo or many times as
Spanish. In 1773, when we find the next official indigenous matrícula
for Concepción, there was an almost complete absence of rural Indi-
ans. The so called mestizos or poor Spanish, had by then completely
replaced them as stable agricultural workers leaving only temporary
and seasonal employment for the Indian workers arriving from south
of the Biobio River.
288
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
Unpublished Documents
AGI.Ch, Archivo General de Indias (Sevilla), Chile: vols. 13, 23.
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 17, 75, 83, 387, 488, 502, 508, 516, 533, 537, 538.
ANH.CM-2, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Contaduría
Mayor, 2ª Serie: vol. 2569.
ANH.JCh, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Jesuitas de
Chile: vols. 25, 70, 72, 73.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 72, 329, 560, 612, 627, 914, 1264, 1296, 1319, 1333, 1429,
1800, 2319, 2394, 2500, 2988, 3000.
289
Daniel Stewart
290
Indian labor: The evolution of
the «encomienda» and indigenous slavery...
291
Abolición y continuidad
de las esclavitudes amerindias
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español,
1660-1690
Andrés Reséndez
295
Andrés Reséndez
fue sino hasta fines del siglo XVIII cuando se convirtieron en bandera
política de las revoluciones atlánticas. No obstante, la campaña espa-
ñola del siglo XVII arroja una nueva luz sobre este asunto y nos deja
ver que, así como la genealogía del esclavismo es mucho más diversa
de lo que generalmente creemos, pues incluye no solo a africanos sino
también a asiáticos y a indios americanos, así también la historia de su
emancipación es mucho más antigua y compleja de lo que se piensa1.
La cruzada antiesclavista que nos ocupa dio comienzo con uno
de los personajes menos propicios para acaudillar un movimiento
idealista. Felipe IV era un monarca dado a los placeres: le gustaba la
caza, era aficionado a las corridas de toros y fue un gran coleccionista
de pinturas y mecena de pintores –comenzando con el genial andaluz
Diego Velázquez, el pintor de la corte. Pero la verdadera pasión del «rey
planeta», como la de muchos otros madrileños del Siglo de Oro, fue
el teatro. En su juventud, Felipe IV asistió asiduamente a los corrales
de la capital española para deleitarse con las obras del prolífico Lope
de Vega –«el fénix de los ingenios»–, Francisco de Quevedo y muchas
otras luminarias literarias. La etiqueta de la corte impedía que los reyes
fueran a los corrales, así que el monarca debía ir de incógnito. En el
siglo XVII las obras de teatro se representaban en plazas rodeadas por
casas y aposentos desde donde era posible ver el escenario. Desde uno
de ellos, en un segundo piso, Felipe IV pudo disfrutar innumerables
comedias y obras de teatro sin ser visto.
1
La versión más tradicional acerca de la historia de los derechos humanos aparece
en Hunt, 2007.
296
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
2
Para una breve introducción a la vida durante la corte de Felipe IV, incluyendo
su afición por el teatro, ver Hume, 1907; Sánchez de Toca, 1887; Langdon-
Davis, 1962; Elliott, 1988; Kamen, 1980; Stradling, 1988.
297
Andrés Reséndez
3
El «rey planeta» era especialmente devoto a una pintura llamada Nuestra Se-
ñora del Milagro que se encontraba en un convento Franciscano de la ciudad.
A la vista de esta poderosa señora del milagro, el rey llevaba a cabo fervorosas
ceremonias en las que ponía a su familia y al imperio entero bajo su protección:
Goodman, 2005. Ver también Haliczer, 2002; Serrano, 1958.
4
«Felipe IV a sor María de Ágreda» (Zaragoza, 4 de octubre de 1643), en Serrano,
1958: vol. 108, p. 238.
298
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
299
Andrés Reséndez
7
Estas cédulas y otras están contenidas también en el expediente antes mencio-
nado de AGI.Ch, vol. 57.
8
En el testamento de Felipe IV vale la pena ver especialmente las cláusulas 22 y
33: Felipe IV, 1982 [1665]: 68-69. Ver también Kamen, 1980.
300
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
301
Andrés Reséndez
Fronteras esclavistas
La cruzada española del siglo XVII generó numerosas cartas, testi-
monios, reportes y otros documentos acerca de las zonas esclavistas del
imperio: mil doscientas páginas sobre el norte de México, mil páginas
sobre las islas Filipinas, trescientas páginas sobre Chile y cantidades
decrecientes para Argentina, los llanos de Colombia y Venezuela, amén
de otros lugares, lo que nos permite revelar la geografía de la esclavitud
de indios. De esta forma, en los inicios de la época colonial vemos que
el esclavismo se centró en zonas de alta densidad poblacional como el
Caribe, Guatemala y el centro de México. No obstante, para las últimas
décadas del siglo XVII, a casi dos siglos del descubrimiento de Amé-
rica, las zonas de esclavismo se habían desplazado hacia las regiones
de frontera, con mucha menor densidad de población pero en donde
el control de las autoridades coloniales era mínimo o inexistente, y las
guerras continuas favorecían el tráfico permanente de cautivos10.
Aunque la esclavitud indígena se dio en todo el hemisferio ameri-
cano, a partir de la documentación generada por la campaña podemos
identificar cinco zonas principales de esclavismo en el siglo XVII. La
primera de ellas se localizaba en el sur de Chile, en donde la esclavitud
fue una actividad enteramente legal entre 1608 y 1674. Con la anuencia
explícita de la Corona, los capitanes de guerra organizaron entradas o
malocas a territorios indígenas para obtener cautivos. El jesuita Diego
de Rosales, quien vivió en Chile treinta y cinco años (quince de ellos
entre los mapuches), le escribió a la reina Mariana detallándole cómo
los capitanes engañaban a los indios citándolos en ciertos parajes para
celebrar convenios y en donde los sorprendían matando a los caciques
y llevándose a los demás para venderlos como esclavos. El capitán Bar-
tolomé de Villagrán, por ejemplo, en una campeada de 1672, llegó a la
cita con sus soldados cuando los indios, «con todas sus familias, ganados
10
El Archivo General de Indias –mediante el portal de PARES– nos permite con-
sultar una parte importante de los documentos de la campaña antiesclavista de
esta época. Los relativos a México, Filipinas y la isla de Trinidad se encuentran
ya digitalizados y están disponibles en dicho portal (http://pares.mcu.es/). No
así la documentación de la campaña antiesclavista en Chile y Ecuador.
302
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
11
«Capellán Diego de Rosales a la reina Mariana» (Concepción, 25 de julio de
1672), AGI.Ch, vol. 57, No. 11. El documento inmediatamente posterior, titu-
lado «Memoria de los caciques e indios que vinieron a dar la paz con todas sus
familias, ganados y alhajas al capitán Bartolomé de Villagrán», no tiene firma,
aunque de la letra se colige que se trata de otro reporte del mismo Rosales.
12
La cita del gobernador proviene de una carta de Juan Henríquez al rey Carlos
II (Santiago de Chile, 8 de Octubre de 1676), en AGI.Ch, vol. 57, No. 13. La
última cita es de Miguel de Miranda Escobar, en Jara, 1971: 149. Ver también
Valenzuela Márquez, 2009 y Hanisch, 1981, entre otros.
303
Andrés Reséndez
13
Para darnos una idea de las actividades en esta segunda zona esclavista basta
ver el reporte del gobernador de Tucumán, Ángel de Peredo, del 13 de septiem-
bre de 1671, describiendo las actividades desarrolladas por su predecesor, el
gobernador Antonio Mercado, en los valles Calchaquíes: AGI.Ch, vol. 57, No.
8. Ver también las cédulas y órdenes en favor de los indios, que se encuentran
en Tau Anzoátegui, 2000 [1573-1716]. La mejor introducción al tema es la de
Doucet, 1988. Ver además Giudicelli, 2010 y Garavaglia, 1999. La estimación
de 60.000 indios esclavos tomados por los bandeirantes la hizo Monteiro, 1994.
304
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
14
Whitehead, 1988; Jiménez Graziani, 1986; Rivero, 1956, entre otros.
15
La cita es de Fernando de Haro y Monterroso a la reina Mariana (Guadalajara,
20 de marzo de 1672), AGI.Guad, leg. 12 (66-6-01).
305
Andrés Reséndez
16
«Carta de Guido de Lavezaris sobre los esclavos de Filipinas» (sin lugar, año
de 1573), AGI. Fil, vol. 6, R.2., N.16.
17
Ibidem. Ver también Hidalgo Nuchera, 1994; Scott, 1991.
306
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
La cruzada libertadora
No es posible marcar con precisión el comienzo de la campaña
antiesclavista. Como vimos, en los últimos años de su reinado Felipe IV
expidió algunas cédulas tendientes a mejorar la situación de los indios,
principalmente los de Chile. La regencia de Mariana vino a darle mayor
dinamismo y ambición a la campaña. Si hubiera que elegir una orden
que propiamente dio inicio a la campaña, este sería la de 1667 que
liberó a todos los indios de Chile llevados al Perú. La orden real debía
ser publicada en las plazas de Lima y apremiaba a los dueños de indios
chilenos a «dejarlos ir libremente en la primera ocasión que hubiese».
La respuesta un tanto incrédula y cautelosa del virrey del Perú, fue la
de comenzar a ejecutar una orden «muy propia de la real clemencia de
Vuestra Majestad», mientras que al mismo tiempo escribía a Mariana
enfatizando «los muchos y graves inconvenientes» que acarrearía la
liberación de los indios de Chile18.
Pero no fue Perú (o Chile) sino México la primera colonia en la que
Mariana ordenó la liberación de todos los indios tenidos por esclavos,
sin tener en cuenta su procedencia ni las circunstancias de su captura.
Esta orden liberatoria de 1672 desencadenó serias disputas en el norte y
oeste de México, como veremos. Dos años más tarde la reina expandió
la cruzada, liberando a todos los indios esclavos de Chile. En esta oca-
sión, un evento del exterior fue el detonante de la cédula antiesclavista,
pues el 24 de octubre de 1674 el nuncio papal transmitió un mensaje
directo y sin ambages a Mariana:
18
Tanto el contenido de la real cédula de 1667 como las reacciones a esta aparecen
en la carta que el virrey Pedro Antonio Fernández de Castro, conde de Lemos,
envió a la reina Mariana (Lima, 24 de enero de 1670), AGI.Ch, vol. 57, No. 7.
307
Andrés Reséndez
19
«Memorial del nuncio con motivo de que Su Santidad ha sabido que los jefes
políticos y militares hacen esclavos a los indios de Chile» (Madrid, 24 de octubre
de 1674), AGI.Ch, vol. 57, No. 12. La versión en italiano aparece en AGI.Ch,
vol. 57, No. 12.1.
20
La documentación aparece en Ibidem. También en un extracto de consulta del
Consejo (Madrid, 6 de noviembre de 1674) y en un informe del relator, licen-
ciado Angulo, de lo contenido en las cartas, autos y papeles tocantes al punto
de la esclavitud de los indios de Chile (Madrid, 6 de noviembre de 1674), todos
en AGI.Ch, vol. 57, passim.
21
Las órdenes principales son las siguientes: «Carta de la reina Mariana al virrey
de Nueva España» (Madrid, 9 de mayo de 1672), AGN.RCD, vol. 30, exp. 93,
fj. 131; «carta de la reina Mariana al virrey y miembros de la Audiencia de
México» (Madrid, 23 de diciembre de 1672), AGN.RCD, vol. 30, exp. 45, fj.
79; «Real cédula para liberar a los indios de Chile» (Madrid, 20 de diciembre
de 1674), AGI.Ch, vol. 57, No. 12.4; «Real cédula al gobernador de Tucumán
José de Garro» (Madrid, 20 de diciembre de 1674), AGI.BS, vol. 5, L. 3, fjs.
18v-19v; «Real cédula liberando a los indios de Paraguay» (Madrid, 25 de julio
de 1679), AGI.BS, vol. 6, L. 1, fjs. 20-20v; «Real cédula liberando a todos los
indios del Nuevo Mundo» (Madrid, 12 de junio de 1679), AGI.RCO, vol. 17,
exp. 18, fj. 39; «Real cédula poniendo en libertad a los esclavos de las Filipinas»
(Madrid, 12 de junio de 1679), AGI.Fil, vol. 25, R.1, N.46.
308
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
22
«Sebastián de Roteta a Carlos II» (San José de Oruña, Trinidad, 1º de agosto
de 1688), AGI.SD, vol. 179, R.1, N.34.
309
Andrés Reséndez
23
Ibidem.
24
«Carta de Fernando de Haro y Monterroso» (Guadalajara, 1º de junio de 1675),
transcrita en la orden enviada por Carlos II a la Audiencia de Guadalajara
(Madrid, 2 de abril de 1676), en Hackett, 1926, II: 32-33 y 204-208.
310
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
25
«Carta de Fernando de Haro y Monterroso a la reina Mariana» (Guadalajara,
20 de marzo de 1672), AGI. Guad, leg. 12 (66-6-01).
26
Reportes del capitán Miguél Calderón y Oxeda: Villa de San Felipe y Santiago,
18 de abril de 1673; pueblo de Nío, 23 de abril de 1673; y Guasave, 23 de abril
de 1673, todos en «Libertad y servicio personal de indios: Sonora y Sinaloa»,
AGI.Patr, vol. 231, Ramo 1.
27
«Juan Francisco Maldonado» (sin lugar, 10 de noviembre de 1673), en Ibidem.
311
Andrés Reséndez
28
Los miembros de la Audiencia de Guadalajara discutieron las acusaciones contra
Luque el 23 de junio de 1673, en Ibidem.
29
«Memorial del capitán Juan Bautista de Ynarra, vecino de Lima, poseedor de
varios indios esclavos procedentes del reino de Chile presentado en el Consejo
de Indias» (Madrid, 7 de diciembre de 1677), AGI.Ch, vol. 57, No. 17. Véanse
especialmente las certificaciones expedidas en favor del capitán Ynarra en 1669
en el mismo documento.
312
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
30
«Carta de Juan Henríquez a Carlos II» (Santiago, 8 de octubre de 1676), AGI.
Ch, vol. 57, No. 13.
31
Juan de la Peña y Salazar, a nombre de la Audiencia de Santiago, a Carlos II
(Santiago, 18 de marzo de 1678), AGI.Ch, vol. 57, No. 18.
313
Andrés Reséndez
años antes, la real cédula del 12 de junio de 1679 generó gran cons-
ternación en el archipiélago: «dicha cédula es de las que obedecidas
deben no ejecutarse –respondieron desafiantes los de la Audiencia de
Manila– sino interponer súplica y reescribir al príncipe para que mejor
informado provea lo que convenga». Su disgusto era más que evidente
y así lo manifestaron oficialmente, recurriendo a argumentos legales
de vieja data:
32
Auto de la Audiencia de Manila (Manila, 9 de julio de 1682), AGI.Mex, vol.
59, R.3, N.24.
33
Reporte de la Audiencia (Manila, 22 de junio de 1684), en Scott, 1991: 38;
Carta del arzobispo fray Felipe Pardo a Carlos II (Manila, 5 de abril de 1689),
AGI.Mex, vol. 59, R.3, N.24.
314
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
34
Nicolás García, Baltazar Balurot, Juan García, don Tomás Manalang y otros
(tal vez en 1688), en «Cartas del virrey Conde de Galve», AGI.Mex, vol. 59,
R.3, N.24. Hay más documentos sobre la campaña en Filipinas en: «Carta de
Curucelaegui sobre libertad de los indios», AGI.Fil, vol. 12, R.1, N.8.
315
Andrés Reséndez
Documentación manuscrita
AGI.BS, Archivo General de Indias (Sevilla), Buenos Aires: vol. 6.
AGI.Ch, Archivo General de Indias (Sevilla), Chile: vol. 57.
AGI.Fil, Archivo General de Indias (Sevilla), Filipinas: vols. 6, 12 y 25.
AGI.Guad, Archivo General de Indias (Sevilla), Guadalajara: vol. 12.
AGI.Mex, Archivo General de Indias (Sevilla), México: vol. 59.
AGI.Patr, Archivo General de Indias (Sevilla), Patronato: vol. 231.
35
«Carta del gobernador Juan Henríquez a Carlos II» (Santiago, 8 de octubre
de 1676) y «carta de don Juan de la Peña y Salazar y otros miembros de la
Audiencia de Santiago a Carlos II» (Santiago, 18 de marzo de 1678), ambas
en AGI.Ch, vol. 57, No. 13 y No. 18, respectivamente; «Traslado de autos del
acuerdo de la Audiencia de Manila en cumplimiento de la cédula sobre que no
se esclavice a los indios» (Manila, 11 de junio de 1683), AGI.Fil, vol. 13, N.17.
316
La cruzada antiesclavista
y las fronteras del imperio español
317
Andrés Reséndez
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318
Indias esclavas ante
la Real Audiencia de Chile (1650-1680)
Los caminos del amparo judicial para mujeres
capturadas en la guerra de Arauco*
*
Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt nº 1100215 (2010-2014): «La
diáspora mapuche en Chile colonial. Migraciones forzadas y voluntarias desde
la Araucanía hacia el centro y norte de Chile y otras regiones del virreinato
peruano (siglos XVI-XVIII)». Nuestro análisis y la documentación utilizada
se han enriquecido posteriormente gracias al proyecto Fondecyt nº 1150614
(2015-2018): «Desnaturalización y esclavitud indígena en fronteras americanas:
la esclavitud de mapuches de la Araucanía y la de los indios de Nueva España,
Río de la Plata y Brasil (siglos XVI-XVII)». Agradecemos a Hugo Contreras,
Patricia Palma, Katherine Quinteros, Esteban Soler, Jeniffer Cerón y Daniel
Stewart por su indispensable colaboración en ambos proyectos.
1
Piqueras, 2011: 27-57; Martín Casares, 2014: 19.
2
Hanke, 1959: 226-247.
3
Villamarín y Villamarín, 1999.
319
Jaime Valenzuela Márquez
320
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
4
Jara, 1984.
5
«Real cédula para que los indios de guerra de las provincias de Chile sean dados
por esclavos» (Ventosilla, 26 de mayo de 1608), en Jara y Pinto, 1982-1983, I:
254-256; Konetzke, 1953-1962, II/1: 140-142.
6
Ruiz-Esquide, 1993; Villalobos, 1995: 92.
7
Korth, 1968; Hanisch Espíndola, 1981; Hanisch Espíndola, 1991; Valenzuela
Márquez, 2009.
321
Jaime Valenzuela Márquez
8
González de Nájera, 1971 [1614]; Rosales, 2013 [1670].
9
Chamayou, 2012.
10
Este vocablo de origen quechua servía para designar a pueblos o animales
«salvajes», y ya los incas lo habían utilizado para denominar lo que entendían
como el carácter traicionero y hostil de los habitantes del centro-sur chileno.
Cf. Giudicelli, 2005: 163-164; Valenzuela Márquez, 2009; Valenzuela Márquez,
2015: 117-119; Obregón Iturra, 2010.
322
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
11
Real cédula (18 de abril de 1656), en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 286-287.
12
Real cédula (9 de abril de 1662), en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 296-298. Otra
cédula similar fue enviada al virrey del Perú: BN.BM.Mss, vol. 289, pza. 8513,
fjs. 147-149.
13
«Real cédula acerca de que los indios de Chile no sean esclavos» (Madrid,
20 de diciembre de 1674), en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 319-323; Konetzke,
1953-1962, II/2: 611-612.
14
En cédula de 1679, junto con revalidar la orden para el cumplimiento de la de
1674, el monarca recordaba: «Y habiendo el gobernador de Chile suspendido
el efecto de esta resolución con varios pretextos, por la buena fe de los po-
seedores, depositando algunos indios en ellos, para que los tuviesen con buen
tratamiento», en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 198.
323
Jaime Valenzuela Márquez
15
Jara y Pinto, 1982-1983, I: 350-351.
16
Sobre esta continuación, véase «Real cédula sobre encomendar o depositar a
los indios de guerra» (Madrid, 24 de marzo de 1707), en Jara y Pinto, 1982-
1983, II: 14-15.
17
«Real cédula aprobando lo que ha ejecutado el gobernador de Chile con los
indios apresados en la guerra y depositados» (Buen Retiro, 19 de noviembre
de 1686), en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 350-351; Konetzke, 1953-1962, II/2:
789-790; Amunátegui Solar, 1909-1910, II: 185-192; Obregón Iturra, 2015:
226-231. Juan Guillermo Muñoz trata varios casos de esta transición en el
contexto del mundo rural de Chile central: Muñoz Correa, 2003: 128 y ss.
324
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
Mujeres y niños
Chile reprodujo una larga tradición continental del «botín de
guerra» femenino practicado desde la conquista, y donde la mayoría
de las mujeres secuestradas y desarraigadas terminaban como sirvien-
tes sexuales, criadas, nodrizas o cocineras de estancieros, soldados y
religiosos21. Entre estos últimos, por ejemplo, el sínodo celebrado en
18
Véase la descripción crítica que hace el obispo de Santiago sobre esta costumbre:
Carta del obispo al rey (20 de septiembre de 1699), en Lizana, 1919: 426.
19
Informe de Domingo de Eraso (4 de enero de 1600), cit. en Jara, 1984: 180.
20
Contreras Cruces, 2013.
21
Susan Socolow, al tratar sobre la mujer esclava traída de África, pone un acento
especial en el desarraigo del origen, usando conceptos como «secuestro», además
de las consecuencias de la esclavización, el destierro y la mezcla con individuos
provenientes de diversas regiones de África, todo lo cual tendía a cortar los
lazos de sus familias y sus linajes. Al analizar la mujer india también utiliza la
palabra «secuestro» para aproximarse al patrón de captura y la experiencia
de desarraigo que vivieron las mujeres de regiones fronterizas americanas en
manos de españoles y portugueses, no solo durante la conquista sino aún en
fechas muy tardías, y donde, más allá de las leyes que teóricamente las prote-
gían, experimentaban muchas veces la violencia física y sexual, como esclavas
domésticas, concubinas o prostitutas: Socolow, 2015: 36, 41 y 141. Ver también
Ares Queija 2004 (para el Perú); Flusche y Korth, 1983: 37 y ss. (para Chile).
325
Jaime Valenzuela Márquez
22
Carrasco Saavedra, 1983 [1688]: 34.
23
Partidas de bautismo (abril de 1681), en AAS.Sag, libro 10, fjs. 147-147v.
24
En 1607 se habrían capturado más de mil «piezas», entre niños y mujeres,
mientras que a su lado fueron muertos o hecho prisioneros solo unos 300
hombres adultos. Dos años más tarde otro informe estimaba que en dos años
y medio se habían capturado unas 3.500 «piezas», entre mujeres y niños, y se
habrían degollado unos 900 hombres: Villalobos, 1995: 100. Sobre la dimensión
legal de la «usanza» en el tráfico de niños y los intentos locales por sostener su
legalidad, ver Chuecas Saldías, 2016b.
25
«Memoria de avisos del estado y cosas del Reyno de Chile», BN.BM.Mss, vol.
132, pza. 2403, fj. 267.
26
«Relación jurada y firmada que da el General Dn. Melchor de Caravajal y
Saravia de las piezas que han entrado en su poder y de que tiene noticia han
venido de la Ciudad de Concepción pertenecientes al Sr. General de la Artillería
Dn. Francisco Meneses […] desde el principio de su gobierno hasta que lo dejó
de ser, traídas por mar y tierra […]» (Santiago, 1669), en AGI.ECJ, vol. 937-A,
pza. 10, fjs. 260-265.
326
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
27
«Real cédula para que los indios de guerra…», loc. cit.
28
Muñoz Correa, 2003: 116-117.
29
Valenzuela Márquez, 2014b: 631-633. Esta última cifra podría aumentar
significativamente si consideramos la constante ambigüedad con que en la
época se revestían las categorías de «adulto», «muchacho/a» y «china», por
mencionar algunas de las principales denominaciones que, a falta de datos
precisos, hemos incluido en el grupo «sin información», pero que esconderían
una cantidad aparentemente importante de sujetos por debajo de los diez años
de edad. Algo que sería aún más evidente en el caso de las llamadas «chinitas»,
que normalmente tendían a ser de no más de seis años: Noli, 1998.
327
Jaime Valenzuela Márquez
328
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
32
«Mariana de Amezquita. Con Mariana, india, sobre reducirla a su servicio»
(1667), ANH.RA, vol. 1764, pza. 10, fjs. 154-157.
33
Para comienzos del siglo XVIII un observador destacaba la condición de nó-
mades de los puelches (aunque con un radio de circulación restringido entre
la altura de la Laja y Naguelguapi, en la vertiente oriental de los Andes), y su
estrecha vinculación cultural y parental con los pehuenches que habitaban la
vertiente occidental de la misma cordillera –«y por esto la llaman a toda en
general la tierra de los pehuenches»–. Destacaba también la diferencia cultural
con los mapuche-huilliches, ya que «hablan otro idioma muy distinto al de los
de la tierra y tienen otros ritos, son más bárbaros y toscos»: Goicovich, 2005:
218-219.
34
«Alonso Bernal de Mercado, protector de indios, contra Leonarda de Ormeño,
sobre libertad de Francisca, india esclava» (1667-1669), ANH.RA, vol. 657,
pza. 1, fjs. 1-67v.
35
Sobre los antecedentes que llevaron a este alzamiento, en particular los abusos
cometidos por el círculo del gobernador Antonio de Acuña y Cabrera (1650-
1655) en relación con la esclavización y tráfico de indios de la frontera y «tierra
329
Jaime Valenzuela Márquez
330
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
40
Mauss, 1950.
41
Boccara, 2007: 326-329. Para este autor, el alzamiento de 1655 habría signifi-
cado una interrupción de las expediciones esclavistas efectuadas en el territorio
rebelde «chileno», mientras aumentaban las malocas orientadas al pillaje y
captura de indios del otro lado de la cordillera: Ibid.: 315. No obstante, las
crónicas y documentación administrativa y judicial muestran la intensificación
dramática de razzias contra indios de paz en zonas como Paicaví, los llanos de
Boroa y Toltén, por mencionar algunos ejemplos, especialmente durante los
gobiernos de Francisco de Meneses y Juan Henríquez. Numerosas descripciones
de estas malocas ilegales se detallan en el juicio de residencia contra Meneses:
AGI.ECJ, vol. 937-A, fjs. 76-81v.
42
Guarda, 1979: 122.
43
Es importante destacar que en la zona de Boroa dominaba el «toqui general»
Painemal, con cuya hija Ripete llegó a casarse para fortalecer la fidelidad de sus
parcialidades: Testimonio de don Alonso de Córdoba y Figueroa (23 de Julio
de 1682), en «Tercer cuaderno…», AGI.ECJ, vol. 939-B, pza. 6, fjs. 942-942v.
331
Jaime Valenzuela Márquez
44
Utilizamos la palabra en mapudungun quiñelob en su sentido español de
«comunidad familiar» –y que en su proyección sociopolítica podría asociarse
al rewe o «parcialidad»–, siguiendo la explicación propuesta por Guillaume
Boccara. Según este autor, a nivel familiar la sociedad mapuche se conformaría
a partir de una familia polígama constituida en el seno de la choza o ruca (una
rucatuche); unidad básica que se insertaba, a su vez, en un conjunto de rucas
habitadas por otros miembros de la parentela, conformando un caserío patri-
familiar –familia polígama dependiente– enlazado por un agregado familiar
más amplio definido por los miembros masculinos ligados por ascendencia en
línea paterna, pero donde también podían residir cuñados y yernos. A su vez,
una agrupación de patrifamilias, unidas a caseríos aliados, conformarían un
quiñelob, estructurado como un grupo local endógamo a nivel de sus relaciones
matrimoniales y familiares, y que constituiría el primer nivel político autónomo
de la estructura social mapuche: la comunidad endogámica de base al interior
de la cual sus miembros se casan y cooperan en las actividades de producción:
Boccara 2007: 31-34.
45
El testimonio de la esposa de Catilao –no sabemos su nombre– se encuentra
en el contexto del juicio de residencia al gobernador Juan Henríquez, donde se
recogen antecedentes sobre esta maloca que había tomado visos de escándalo
político: «Autos sobre la residencia tomada al j[ene]ral de artillería D. Juan
Henríquez, del tiempo que fue gobernador y capitán j[ene]ral de Chile, y sobre
los actos de sus subalternos» (Concepción, 1672), ANH.RA, vol. 484, pza. 5,
fjs. 131-132v; Obregón Iturra, 2010: 192-193.
46
Gay, 1844-1871, III: 248-250; Barros Arana, 1999-2005 [1884-1902], V: 91.
47
«Blanca de Albornoz. Autos que le sigue la india Ángela, sobre su libertad»
(1680), ANH.RA, vol. 2930, pza. 6, f. 271v.
332
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
esos años por presentar resistencia en los llanos al sur del río Toltén48.
Luego de pasar por el «examen» de un sacerdote jesuita que verificó
su condición y de pagar el impuesto –quinto real– correspondiente, el
oficial que se quedó con ellos obtuvo la definitiva carta de esclavitud
perpetua para Contuilabquen y la declaración de «servidumbre» para
sus hijos49. Pasó casi una década desde este traumático episodio hasta
que a comienzos de 1680 vemos aparecer en los estrados de la Real
Audiencia de Santiago a la india Ángela (Contuilabquen), que a través
del coadjutor de indios intentará revertir su condición apuntando a la
falsedad de la información contenida en la certificación de su captu-
ra y de su pertenencia a rewes enemigos. Litigio ambientado en una
coyuntura legal en que la ama de Ángela buscó mantener su posesión
haciéndola transitar desde la esclavitud al «depósito».
333
Jaime Valenzuela Márquez
51
Valenzuela Márquez, 2001: 77-86.
52
Schwartz, 2011: 112-113.
334
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
53
Borah, 1985: 24-25; Castañeda Delgado, 1971; Dougnac Rodríguez, 1994:
314-315; Cuena Boy, 1998.
54
Borah, 1985: 27.
55
Cunill, 2011. Ya en las instrucciones para la primera Real Audiencia de 1512, en
Santo Domingo, se definía la existencia de un «procurador de pobres», aunque
seguramente estaba pensado para atender a españoles: Borah, 1985: 34. Hacia
mediados del siglo XVII el jurista Solórzano Pereyra dedicaba un capítulo
completo de su Política indiana a este tema, bajo el título: «Que los indios son
y deben ser contados entre las personas que el derecho llama miserables, y de
qué privilegios temporales gocen por esta causa, y de sus protectores» (cap.
XXVIII). Allí enfatizaba que por miserables debían considerarse todas aquellas
personas «de quien naturalmente nos compadecemos por su estado, calidad y
trabajos»; y entre ellas, en primer lugar, deberían estar «nuestros indios, por
335
Jaime Valenzuela Márquez
que se desarrolló durante las primeras décadas del siglo XVI respecto
de la naturaleza de los indios y en medio de la catástrofe demográfica
antillana que llevó a la dictación de las Leyes Nuevas de 154256.
Evidentemente, el mundo indígena americano contemplaba una
diversidad cultural, demográfica y política tan amplia y compleja que
la implementación administrativa de este sustrato ideológico fue tam-
bién muy distinta. En México y Perú, por ejemplo, se crearon juzgados
especiales para atender específicamente a indios, y sus comunidades
se transformaron en asiduas litigantes57. También en la costa peruana
y los Andes centrales los ayllus y sus caciques acudían frecuentemen-
te ante los tribunales, generalmente por conflictos de tierras, en un
proceso que varios autores han definido como la emergencia de una
verdadera «cultura judicial» en la que los indígenas habrían asimilado
los saberes jurídicos y prácticas procesales hispanas para luego utili-
zarlas en su favor. De esta forma se habrían generando jurisprudencias
que alimentaron la conformación dialógica de una suerte de derecho
híbrido, el que –si perder de vista la asimetría en la relación de poder
que establecía la omnipresencia colonial–, habría potenciado a los tri-
bunales de justicia y al sistema legal en su conjunto como un constante
espacio de negociación58.
Todo ello fue posible, sin duda, gracias a que el propio sistema legal
hispano estaba dotado de una plasticidad que le permitía acomodarse
a las diferentes situaciones regionales y que se basaba en una tradición
336
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
59
Tau Anzoátegui, 1992.
60
Benton y Ross, 2013. En un texto anterior, Benton hablaba de las «complejidades
jurisdiccionales en la ley ibérica», que considera como una parte inherente del
orden legal desde el comienzo de la conquista de América: Benton, 2002: 33. Por
su parte, Richard Kagan comparaba el sistema legal colonial en Nueva España
con el orden legal existente en Castilla, apuntando que ambos eran «una mezcla
diversa de leyes confusas y conflictos de jurisdicciones que litigantes astutos
explotaban en su propio beneficio»: Kagan, 1981: 31 (traducción nuestra).
61
Dougnac Rodríguez, 1994.
62
Borah, 1985: 19.
63
Rojas Gómez, 2008: 29-30.
337
Jaime Valenzuela Márquez
338
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
339
Jaime Valenzuela Márquez
69
Konetzke, 1953-1962, I: 274-276.
70
Borah, 1985: 74-76, 90 y ss.; Cutter, 1986: 5-20. En el caso andino, la siste-
matización quedará cristalizada en 1575 con las ordenanzas que dictó el virrey
Toledo para el cargo de «Defensor General de Indios», donde reunía y adaptaba
la normativa y atribuciones que ya se habían implementado en otros lugares:
Ruigómez Gómez, 1988: 182-202; Bayle, 1945: 114-120.
71
AA.VV., 1943 [1680], I, lib. II, tit. XVIII, ley 34 (cédulas y ordenanzas de 1563,
1575, 1587 y 1596). Hacia 1620 se normará la equivalencia funcionaria del
«protector general» con el del fiscal –ambos letrados– como cargos indepen-
dientes, lo que le otorgó una mayor consideración en los estrados: Ruigómez
Gómez, 1988: 72
72
AA.VV., 1943 [1680], II, lib. VI, tit. VI, ley 3.
340
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
341
Jaime Valenzuela Márquez
Ello revela no sólo la falta de apego a la normativa del cargo, sino sobre
todo la vigencia de aquella plasticidad casuística que guiaba la aplica-
ción de las normas generales en los distintos rincones del continente.
Lo cierto es que ya hacia 1565 hay mención de la existencia de
protectores para los indios encomendados en Chile, quienes teórica-
mente estarían velando por el cumplimiento de las obligaciones de los
encomenderos76. Pero será en 1593 cuando el gobernador Oñez de
Loyola –que pocos años después moriría combatiendo en la guerra
hispano-indígena iniciada en Curalaba– se haga cargo de reorganizar
la labor del «protector de naturales» que actuaba en la jurisdicción de
Santiago y su distrito, incorporando las ordenanzas andinas del virrey
Toledo y dictando un reglamento que detallaba las facultades y obliga-
ciones por las cuales debía regirse77. Llama la atención, eso sí, que los
objetivos de protección que iban asociados al cargo muchas veces se
contradecían con la calidad de las personas que lo ocupaban, que al
menos durante estos años y parte del XVII no necesariamente corres-
ponderán a letrados versados en derecho y adscritos a la labor de un
como «protector fiscal» –de acuerdo a la ordenanza de ese año– para mediados
del siglo siguiente se encuentran algunas causas de indios donde aparece actuan-
do como un funcionario diferente e independiente del fiscal propiamente tal; por
los mismos años en que, además, aparece por primera vez en Lima el cargo de
«protector general»: De la Puente Brunke, 2005: 236-239; cf. Honores, 2006.
Diana Bonnett menciona para la Audiencia de Quito un expediente donde a los
indígenas litigantes se les asignó un protector que actuaba normalmente como
procurador de causas en ese tribunal: Bonnett, 1992: 106. Con respecto a los
funcionarios encargados de representar judicialmente a los «pobres» en Chile
tardocolonial, Carolina González ha observado un uso conjunto o diferenciado
de los términos de abogado o procurador, pudiéndose deber a que los abogados
de pobres cumplían, a veces y además, las tareas propias de un procurador:
«en algunos casos estamos ante defensores con formación de abogados, aún
cuando en las demandas se les señale como procuradores. Por otro lado, a
veces efectivamente se trata de dos personas diferentes: un abogado o asesor
letrado y un procurador que tramita la causa y generalmente es el mismo a lo
largo del juicio»: González Undurraga, 2012a. En todo caso, como lo recuerda
Carmen Ruigómez, una diferencia importante entre abogados y procuradores
(de pobres, de indios, etc.), por un lado, y protectores, por otro, era que los
primeros actuaban a petición de una de las partes en litigio, gestionaban los
trámites y recibían un pago por sus servicios; mientras que los protectores
podía actuar de oficio y debían asesorar gratuitamente a sus «clientes» pobres
e indios: Ruigómez Gómez, 1988: 30-31, 122-127; Bayle, 1945.
76
Huneeus Pérez, 1956: 86.
77
«Instrucción y ordenanza para los protectores de indios» (Santiago, 4 de febrero
de 1593), en Jara y Pinto, 1982-1983, I: 75-80; Ruigómez Gómez, 1988: 182-
202.
342
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
343
Jaime Valenzuela Márquez
81
Argouse, 2015: 22-23; «Causa que sigue el Sr. Protector genl. de los Indios con
Dª Cathalina Haria de Molina, sobre la nulidad de la encomienda de la susodha»
(1699-1701), ANH.RA, vol. 864, pza. 1, fj. 4; Lizana, 1919: 424. En ANH.
RA, vol. 1433 se pueden consultar diversas provisiones de la Real Audiencia
con resoluciones sobre abusos cometidos por encomenderos o amos de indios
de servicio, y donde se ve actuando al «protector general» en las peticiones
de amparo (1705, fjs. 149-150v; 1706, fj. 151; 1706, fj. 152). En numerosas
ocasiones vemos que el protector aparece encabezando una petición bajo el
título de coadjutor: «El coadjutor general de los indios de este reino por la
defensa de […], parezco ante V.A. […]»: Ibid., 1706, fj. 157. En relación con
los protectores y fiscales de la Audiencia de Quito, Tamar Herzog señala que
presentaban las mismas características que lo oidores: licenciados de universida-
des (peninsulares o americanas) y que accedían al cargo por compra o por mérito,
proviniendo normalmente de la esfera inferior de los abogados; aunque su ámbito
familiar y sus capacidades económicas eran similares a las de los oidores: Herzog,
1995: 112.
82
Argouse, 2016.
344
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
83
De hecho, hacia 1671 solo habrían dos abogados ejerciendo en la ciudad de
Santiago (Agradecemos a Aude Argouse por esta referencia).
84
Herzog, 1995: 41-43, 105 y 118; Honores, 2006; González Undurraga, 2014:
21 y n. 23.
85
Cf. Barriera, 2010; Albornoz Vásquez, 2014: 52, n. 6. Para el caso de causas
ventiladas en los partidos de la frontera meridional chilena, por ejemplo, Ignacio
Chuecas destaca que muchos de aquellos pleitos de primera instancia fueron
encabezados por los corregidores locales o sus tenientes –fungiendo como «jus-
ticias mayores»–. Se trata de militares sin educación jurídica formal, pero que
sí poseían el dominio de la lectoescritura y, sobre esa base, una cierta «cultura
jurídica» obtenida gracias a la posesión o préstamo de textos legales impresos;
como el corregidor Millán-Patiño, que ejerció en Concepción y Chillán, y que
al morir en 1691 contaba con una biblioteca de más de 80 libros, entre los que
se contaban la Política indiana de Solórzano y la Nueva recopilación de las leyes
de Castilla: Chuecas Saldías, 2016b. La circulación de libros en Concepción
se ha detectado al menos desde 1620, cuando se remitió una partida de 140
volúmenes desde Santiago a esa ciudad del sur: Góngora, 1970: 228.
86
En relación a la cultura jurídica, Raúl Fradkin enfatiza el carácter preferente-
mente urbano de la justicia colonial: Fradkin, 2009: 164.
345
Jaime Valenzuela Márquez
87
Valenzuela Márquez, 2014a; Ruiz Rodríguez, 1998.
88
Góngora, 1966; Contreras Cruces, 2005-2006.
89
Mellafe, 1984.
346
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
Santiago y su comarca. De hecho, baste con señalar que desde las prime-
ras noticias que se recibieron en Santiago sobre la cédula abolicionista
de 1674, la élite, representada por el Cabildo, discutió sobre su rechazo
y escribió al gobernador Henríquez para que suspendiese su ejecución90;
lo que logró prontamente, entre otras cosas, porque el mismo goberna-
dor se enriquecía con su tráfico. Por lo demás, no sólo siguen llegando
indios forzados desde el sur sino que también se mantienen los vocablos
«esclavo» y auca para designarlos en las partidas de bautismo, incluso
hasta fechas bien tardías en relación con las disposiciones abolicionistas.
La magnitud de esos traslados es difícil de cuantificar, aunque al
estudiar los registros de la principal parroquia de la capital chilena ve-
mos, en efecto, que ya para fechas pre-esclavistas como 1585-1608 el
porcentaje de individuos provenientes de la frontera de guerra tendía a
fluctuar entre 20% y 35% del total de indios que recibieron el bautismo.
Y para la segunda mitad del siglo XVII la mayoría de los bautizados
son producto de una inmigración forzada o son hijos de padres que
han llegado a Santiago por esa vía, con aquel paradojal incremento en
la década «abolicionista» de 1665-167591.
Ahora bien, la segunda mitad del siglo respondía a una dinámica
demográfica bastante específica para el contexto de la ciudad de San-
tiago, enfrentada a una fuerte disminución de mano de obra producto
del terremoto que asoló la capital en 1647, de otro sismo en 1657 y de
las subsecuentes pandemias de viruelas y tifus que se sucedieron hasta
al menos la década de 1670; a lo que se sumaba la constante fuga y
amestizamiento de los indios de encomienda, lo que tendió a debilitar
el papel que antes jugaba esta institución como factor productivo rural
y proveedora de servidumbre urbana. Frente a este panorama de oferta
laboral limitada, las décadas posteriores a 1660 muestran un período
de demanda creciente de indígenas para la reconstrucción de la infraes-
tructura urbana –pública y privada– y para los servicios domésticos
asociados a la expansión de la ciudad92.
Retomando lo visto en otro capítulo, queremos destacar que al
lado de la mano de obra masculina y adulta que participaba en la re-
construcción y ampliación de Santiago o Concepción se encontraban,
sobre todo, los niños y las mujeres, particularmente las chinitas, muy
90
Acta del Cabildo de Santiago, 2 de noviembre de 1675, en AA.VV., 1905-1909
[1634-1675], XXXVIII: 479.
91
Valenzuela Márquez, 2014b: 627-629; Jara, 1987.
92
De Ramón, 2000; Valenzuela Márquez 2014b: 628-630.
347
Jaime Valenzuela Márquez
348
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
Figura 2
Plano de Santiago con ubicación de las casas de amos(as)
o personas vinculadas con las indias esclavas estudiadas
95
ANH.RA, vol. 2930, pza. 6, loc. cit., fj. 275v. Ángela menciona en su declara-
ción a un tal «Labraña», que podría ser el capitán de amigos Pedro Labraña, a
cargo de las parcialidades de Toltén Bajo al momento del alzamiento de 1655
(agradecemos esta referencia a Daniel Stewart).
349
Jaime Valenzuela Márquez
96
ANH.RA, vol. 2386, pza. 3, fjs. 131v-132 y 133v. La circulación de indios
entre ambas chacras –Peñalolén y Ñuñoa– podría deberse a un intercambio o
arrendamiento de mano de obra de larga data, basado en una estrecha colabo-
ración que incluso habría llevado a Juan Sánchez de Abarca –al parecer hijo y
heredero del general homónimo– a ser testigo en bautizos de indios de dicha
encomienda de Peñalolén, en años posteriores a aquellos en que su madre viuda
litigaba con Luisa: bautismo de Juana, india (20 de febrero de 1678); bautismo
de Lucrecia (8 de septiembre de 1680); bautismo de Nicolás (15 de febrero de
1685), AAS.Ñuñoa, lib. 1 (bautismos), fjs. 29, 36 y 52.
97
La circulación cotidiana de gente de servicio entre la ciudad y Ñuñoa se puede
observar en el caso de la chacra que poseía en este mismo pago doña María
del Campo Lantadilla (abuela de la futura monja Úrsula Suárez), dos de cuyos
350
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
351
Jaime Valenzuela Márquez
Figuras 3a y 3b
Declaración firmada por «Luisa india» (13 de febrero de 1653)
ANH.RA, vol. 2386, pza. 3, fjs. 95-95v (Gentileza del Archivo Nacional Histórico,
Santiago de Chile)1.
1
Transcripción: «M.P.Sr. Luisa india natural de este Reino y de esta Raya de
Cautén como más haya lugar en defensa de mi libertad digo que por vuestra
Alteza se ha mandado que doña Ana Pajuelo viuda del Cap. Juan Sánchez de
Abarca exhiba la certificación que ha de tener del tiempo y edad de que fui
cogida en la guerra de este reino y porque de ella consta mi libertad malicio-
samente no la ha querido exhibir y antes trata la susodicha de perturbar mi
libertad [foja rota] persistiendo en su intento me ha en [foja rota] amenazar con
algunas personas de [foja rota] de volver a su casa y hacerme [foja rota] mal
352
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
tratamiento por haberme salido [foja rota] su casa por los malos tratamientos
que me hacía y hoy viéndome india pobre y desvalida pretende la susodicha
como persona poderosa vejarme y molestarme para cuyo remedio a V.A. pido
y suplico mande que la susodicha exhiba la dicha certificación y contando por
ella mi libertad sea amparada en ella para que [mancha] [95] libre gozando
de mi libertad [foja rota] estar con la persona que me [foja rota] y no vivir
forzada como esclava como la dicha doña Ana Pajuelo me ha tenido desde el
tiempo que quede libre como todo constará por la dicha certificación el cual
me es debido y protesto de pedir más en forma y pido justicia como lo más
necesario. Luisa India» [95v].
353
Jaime Valenzuela Márquez
102
Sobre este tema, véase el lúcido análisis de otro caso parecido en Chuecas
Saldías, 2016a.
103
Ibidem.
104
De Ramón, 1984: 45-46.
354
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
Figura 4
Petición firmada por «Doña Ana de Albornoz» [fragmento]
(12 de enero de 1680)
ANH.RA, vol. 2930, pza. 6, fjs. 275-275v (Gentileza del Archivo Nacional Histó-
rico, Santiago de Chile).
El esposo de Ana de Albornoz había sido un militar del ejército de Arauco que
106
en 1652 obtuvo una estancia en la zona ubicada entre los ríos Itata y Laja, la
cual rápidamente hizo fructificar en trigo para vender al ejército. Rufina Canales
355
Jaime Valenzuela Márquez
356
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
357
Jaime Valenzuela Márquez
113
Véase un análisis similar para el caso de las niñas y niños indios en Lima co-
lonial, en Vergara Ormeño, 2012.
114
Siguiendo el análisis de este autor para el Río de la Plata en el contexto del
tránsito a la independencia, se trataría del «conjunto de saberes y nociones
que los habitantes disponían acerca de la ley, sus derechos, los procedimientos
judiciales y las actitudes que frente a las autoridades era conveniente adoptar».
No se trataba de un conocimiento doctrinario, sino más bien un saber producto
de las experiencias, discursos y prácticas provenientes de las élites y del mundo
letrado: Fradkin, 2009: 162.
358
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
115
ANH.RA, vol. 2386, pza. 3, fjs. 130-134v.
116
Carta del obispo al rey (Santiago, 1º de abril de 1692), en Lizana, 1919: 396.
117
Carta del obispo a la reina regente (Santiago, 29 de marzo de 1669), en Lizana,
1919: 295.
118
Valenzuela Márquez, 2001: 144 y ss; Valenzuela Márquez, en prensa.
119
Ver, por ejemplo, las cartas annuas de 1629-1630 y 1634, en ARSI, Chile, vol.
6, fjs. 48 y 70v.
359
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120
Ver, por ejemplo, el informe sobre los colegios jesuitas y su labor en 1640, en
AAS.Sec, vol. 18, fjs. 21-25.
121
AAS. Sec, vol. 98, fjs. 148v-149v.
122
Carrasco Saavedra, 1983 [1688]: 36.
360
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
361
Jaime Valenzuela Márquez
126
Ong, 1996: 119-120.
127
Según Michèle Fogel, no sería sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII que
en Europa se transformaría la noción de «opinión» derivando hacia el «ejercicio
individual de la razón crítica»; aunque siguiendo a René Salinas, en América
persistiría durante largo tiempo el «rumor» como una forma de circulación oral
de la información y de construcción de la realidad: Fogel, 1989: 11-12; Salinas
Meza, 2000. Cf. Silva Prada, 2009.
128
Verónica Undurraga ha estudiado el papel jugado por la opinión de los vecinos
de barrio en la delimitación de las posibilidades de fama y honor de los habitantes
de Santiago de fines del XVIII. La estimación social, la ratificación de los otros,
fue algo progresivamente central en las diversas representaciones del honor que
afectaban a los individuos, y que llegaría a formar una cierta «pública opinión»
–entendida como la opinión de los cercanos– según se menciona en las fuentes
del período: «En Santiago colonial subsistió la definición de lo ‘público’ según
la posibilidad de encuentro con el otro. Pese a ello no se configuró un espacio
‘público’ en oposición a un ámbito ‘privado’, en la medida que los conceptos de
intimidad, individuación o privacidad aún no aparecieron delineados. Por otra
parte, fue posible apreciar el carácter palpable y material de aquellos espacios
362
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
363
Jaime Valenzuela Márquez
132
En diciembre de ese mismo año el gobernador informaba a Madrid que «hice
publicar y se publicó la dicha Real Cédula en todas las partes que pareció
conveniente»: Carta del gobernador Juan Henríquez al rey (Santiago, 10 de
diciembre de 1680), AGI.Ch, vol. 23, R.2, N.65, s/f.
133
Bando del gobernador José de Garro (Concepción, 12 de octubre de 1682),
AGI.Ch, vol. 24, R.1, N.7, s/f
364
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
365
Jaime Valenzuela Márquez
135
«Autos sobre la residencia tomada al j[ene]ral de artillería D. Juan Henríquez
[...]» (Concepción, 1672), doc. cit., fjs. 136-152v..
136
ANH.RA, vol. 2386, pza. 3, fj. 154.
137
No obstante que por esos años ya se había entablado una comunicación entre
el Consejo de Indias y la Audiencia chilena en torno a prohibir las «ventas a la
usanza»: Hanisch Espíndola, 1981: 19-20.
366
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
138
ANH.RA, vol. 657, pza. 1, fjs. 26-28 y 33v.
367
Jaime Valenzuela Márquez
un argumento y una forma que sin duda formaban parte del ámbito
procesal gestionado por el protector (Figs. 3a y 3b).
En otras palabras –y siguiendo a José Ramón Jouve– podríamos
decir que los agentes de justicia, al asumir como asesores judiciales de
los indios e indias pleiteantes, establecen una relación directa entre la
«ciudad letrada» y la «iletrada»139, alimentando, junto con los otros
mecanismos y canales analizados, una suerte de «ciudad letrada para-
lela» entre los grupos subalternos urbanos (indios, mestizos, negros…)
que rompe de esta forma la mirada binaria o dicotómica con que se ha
observado lo alfabético en relación con lo oral para dicho período. Ello
no desplaza la evidente asimetría en las relaciones y posiciones de los
actores involucrados en estos procesos, en el contexto de la domina-
ción social y política inherente a la situación colonial, y donde –como
apuntan Rappaport y Cummins– el «campo literario de la creación
de capital simbólico fue controlado por letrados, notarios, artistas y
sacerdotes provenientes de la esfera hispanocriolla»140. Pero brinda una
perspectiva más compleja de esas relaciones y de los intersticios por los
cuales aquellas indias esclavas pudieron generar o gestionar acciones
judiciales en su beneficio.
139
González Undurraga, 2014: 38-39; Jouve Martín, 2005: 101 (para Lima);
Bernand, 2001: 124 (para Buenos Aires). Cf. Yannakakis, 2014: 79-80. Carole
Cunill, refiriéndose al uso del derecho indiano entre los mayas del siglo XVI,
postula que el derecho circuló entre la escritura y la oralidad, a través de los
propios agentes reales, el clero, los españoles y los mayas mismos, todos cons-
cientes del papel jugado por la circulación de la cultura legal en las relaciones
de poder: Cunill, 2015
140
Rappaport y Cummins, 2012; Charles, 2007: 25.
368
Indias esclavas ante la Real Audiencia de Chile
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de Ñuñoa: libro 1 (bautismos).
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vols. 18, 61 y 98.
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Traslados de indígenas
de los archipiélagos patagónicos
occidentales a Chiloé
en los siglos XVI, XVII y XVIII*
*
Este artículo es fruto del proyecto Fondecyt Regular n° 1120704, «La Patagonia
Insular en el período colonial: exploraciones, interacción europeo-indígena,
imagen y ocupación del territorio» (2012-2013).
1
El concepto «Patagonia insular occidental», para referirse al territorio aquí
tratado, lo recojo del antropólogo Daniel Quiroz, 1985.
2
Chapanoff, 2003.
3
Urbina Burgos, 2007: 337-338.
4
Todorov, 1987.
381
María Ximena Urbina Carrasco
5
Vázquez de Acuña, 1993.
382
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
Figura 1
Mapa del territorio entre Chiloé y el estrecho de Magallanes
383
María Ximena Urbina Carrasco
tropezaba con una dalca cuyos ocupantes huían a esconderse entre los
recovecos de la orografía, sin embargo, no faltaron las ocasiones en que ma-
nifestaron su hostilidad ante los extraños con gritos y lanzándoles piedras.
La condición de insularidad, el mar y las mareas, la poca elevación
del fondo del mar en los canales, el viento, la temperatura, la lluvia y
la ausencia de alimentos de la tierra, presentaban dificultad de acceso
e imposibilidad de permanencia a los españoles e hispanocriollos de
Chiloé. Todo eso era la antítesis de la geografía española y del modo
de vida hispánico, y actuaba como una frontera natural o barrera geo-
gráfica para su poblamiento, el que solo se concentró en el archipiélago
de Chiloé.
Esta provincia insular, por su parte, quedó escindida del resto del
reino de Chile como consecuencia del alzamiento mapuche y huilliche
que se inició en 1598, y que estableció –en la práctica– un Chile de paz
y uno de guerra, cuyo límite era el río Biobío. Chiloé quedó aislado no
solo por su lejanía de todo centro poblado, su altura en latitud y su
condición insular, sino también por la oposición de los indígenas llama-
dos juncos, que impedían la comunicación terrestre con Chile. A raíz
de esto, en Chiloé se fue conformando, en los siglos XVII y XVIII, una
sociedad particular, casi sin comunicación con otro centro español salvo
el barco, teóricamente anual, que llevaba el real situado desde El Callao
a la isla y que conducía otros efectos del comercio. Las encomiendas
de indígenas se mantuvieron hasta avanzado el siglo XVIII porque de
sus tributos en tablas de alerce, comerciadas por los vecinos con Lima,
se mantenía principalmente la provincia6. Los jesuitas se instalaron a
comienzos del siglo XVII para atender espiritualmente a unos indígenas
–veliches, payos, «chilotes» en general– que se consideraban «dóciles»,
y fundaron en las islas del mar interior lo que ellos llamaban «el jardín
de la Iglesia», representado por las numerosas capillas de madera que
se fueron construyendo en ese espacio7. Todo ello fue haciendo que la
existencia de esta «periferia meridional indiana» estuviese marcada por
la pobreza y el asilamiento8.
Los indígenas canoeros de los que hablamos habitaban todo el
ámbito patagónico occidental, al sur de Chiloé, lugares que nunca fue-
ron poblados por españoles. Era un amplio territorio, que aunque de
derecho pertenecía a España, de hecho era una inmensidad desconocida.
6
Urbina Burgos, 2004.
7
Moreno, 2008.
8
Urbina Burgos, 2012.
384
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
El interés desde Chiloé por esa zona estuvo motivado por tres aspectos:
capturar individuos para ser vendidos –como «piezas» o esclavos–
en Chile; trasladar a otros a Chiloé para evangelizarlos; y, en tercer
lugar, desplegar un patrullaje de motivación geopolítica, destinado a
mantener cierta presencia en el territorio y averiguar sobre posibles
establecimientos extranjeros en él –particularmente ingleses–, temor
que iba aparejado con la sospecha de una posible alianza entre estos y
los indígenas patagónicos9.
Nunca, por lo tanto, hubo una política de ocupación del territorio
y de sometimiento general o sistemático de los indígenas, pues durante
todo el período colonial, e incluso en el siglo XIX, este espacio fue vis-
to como una frontera geográfica y cultural, un verdadero límite, en la
medida en que no era un territorio intermedio periférico entre dos áreas
centrales –como la frontera misional del Paraguay, por ejemplo10– y, por
lo mismo, solo comparable a la frontera norte de la Nueva España, la
cual se proyectaba, más allá de la gran Chichimeca, hacia vastedades
desconocidas11.
Ante la falta de atractivos económicos que justificaran la imple-
mentación del sistema colonizador castellano, la manera española o
hispanocriolla de comportarse frente a este territorio fue la de explotar
sus recursos en la medida de lo posible; y dentro de estas posibilidades
estaba, por cierto, el beneficio que se podía obtener de sus habitantes
al ser vendidos como «piezas». Por lo demás, esta modalidad de explo-
tación económica sin ocupación sistemática del territorio se prolongó
hacia el siglo XIX, que fue el período de la extracción de riquezas como
el alerce, el ciprés o la caza de la ballena y el lobo marino. El siglo XX
ha sido también de explotación de recursos, como la implementación de
la industria de la oveja o de los salmones, o las centrales hidroeléctricas,
aunque el proceso estuvo acompañado por la fundación de ciudades
y pueblos que responden más bien a una política de marcar presencia
por parte del Estado chileno en la región de Aysén, cuando se discutían,
a fines del siglo XIX y comienzos del XX, los límites con Argentina12.
Si se tiene que ser esquemático, diríamos que dentro de aquellos
«canoeros» estaban los grupos denominados chonos, quienes –según
los documentos coloniales– habitaban los archipiélagos de los Chonos
9
Urbina Carrasco, 2011.
10
Lockhart y Schwartz, 1992 (cap. 8: «Los márgenes»); Weber,1998.
11
Giudicelli, 2009.
12
Martinic, 2005.
385
María Ximena Urbina Carrasco
y de las Guaitecas, al sur de Chiloé. Más al sur del Golfo de Penas, era
el ámbito de una etnia que los españoles reconocían como distinta, la
caucahué –llamados «gaviotas» en el siglo XVII–, pero que era muy
similar a la de los chonos en términos de su cultura material y modo de
vida, definido, como hemos dicho, por la dalca. Sin embargo, es lógico
pensar que ambos grupos no tenían sectores de movilidad bien precisos,
y que probablemente también los chonos transitaban más al sur del
Golfo de Penas y los caucahués hacia el Canal Moraleda; y lo mismo
otros grupos de los que solo tenemos el nombre, como los guapastos,
huillis, taijatafes y calenches. Como pudo comprobarse con ocasión
del naufragio de la fragata inglesa Wager, en 1741, el archipiélago de
Guayaneco era un área de confluencia entre chonos, caucahués y quizás
otras etnias. El rector del colegio jesuita de Castro explicaba en 1744 la
movilidad de «los chonos o guaiguenes, [los que] han estado yendo y
viniendo toda la vida y todo este año yendo y viniendo, y proseguirán
yendo y viniendo»13.
Las etnias bordemarinas a las que nos referimos se movían por una
geografía más extensa que la prevista por las clasificaciones tradiciona-
les segmentadas que ha dado la historiografía. Los chonos coloniales,
incluso cuando se dice que están asentados en las islas del mar interior
de Chiloé, mantenían su forma de vida móvil, porque «el ir los chonos a
Guayaneco les es y ha sido siempre lícito –subraya el rector del colegio
13
«Carta de Pedro García, rector del colegio jesuita de Castro, al gobernador
de Chiloé Juan Martínez de Tineo» (Chacao, 7 de mayo de 1744), fj. 18. El
documento está contenido en el expediente –de 52 fjs., en papel sellado– sobre
un conflicto entre el gobernador de Chiloé y el colegio jesuita de Castro, de ese
mismo año, que se encuentra en el Archivo del Arzobispado de Santiago, Fondo
«Varios». Se trata de un expediente levantado por el gobernador de Chiloé
para hacer averiguaciones sobre el despacho de una embarcación tripulada por
caucahués, que los jesuitas de Chiloé hicieron al sitio del naufragio de la fragata
inglesa Wager, en el archipiélago de Guayaneco. Este despacho contravenía
la orden dada por el gobernador para que nadie fuese al sitio del naufragio a
coger el metal del barco, razón por la cual se hicieron dichas averiguaciones.
El documento no tiene clasificación en el Archivo del Arzobispado; se conoce
porque su antiguo encargado se lo facilitó al padre Gabriel Guarda O.S.B.,
presidente de la Comisión de Bienes Culturales de la Iglesia Católica, para que
conociera su valor, dada la rareza de su existencia. Después de su valoración se
hizo una copia del documento, con autorización del Archivo, la que fue utilizada
por el Dr. Rodrigo Moreno –colaborador del P. Guarda–, en su tesis doctoral
sobre los jesuitas en Chiloé, y la compartió posteriormente conmigo. Dado
que el documento no tenía clasificación y se desconoce la que pueda tener en
la actualidad, en adelante lo citaremos como «Expediente AAS».
386
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
jesuita–, porque aunque no son tierras suyas, son confinantes a las su-
yas, y siempre se han comunicado estos indios con aquellos, como que
son indios todos, aunque de distintos idiomas, y siempre han andado
revueltos», agregando que el recorrido de los chonos a Guayaneco es
«antiguo y anual»14.
Con el nombre de «chono» se aludía, entonces, al grupo de habitan-
tes de los archipiélagos de los Chonos y de las Guaitecas, pero además se
les llamaba indistintamente como guaiguenes, al menos para mediados
del siglo XVIII15. Era un grupo poco numeroso y también poco visible.
Sin embargo, también se les llamó así, por extensión, a los indígenas
que se encontraban en el área del Golfo de Penas y Canal Messier, si
bien se les consideraba distintos. Es decir, el concepto «chono» –tanto
para los «nuevos», conocidos a mediados del siglo XVIII a propósito
del naufragio de la Wager (los caucahués y otras etnias), como para los
conocidos desde antes– aludía a todas las individualidades étnicas del
desdibujado rompecabezas que existía desde Chiloé hasta Magallanes16.
Por lo mismo, se puede conjeturar que a los «nuevos» chonos también
se les considerase, por parte de los españoles de Chiloé, como objeto
de las razzias y sus consecuencias de esclavitud y sujeción.
Es muy probable, también, que los chonos hubieran ocupado antes
la isla de Chiloé y espacios circundantes, hasta que la entrada de los hui-
lliches, en sentido norte/sur, los desplazara hacia las islas meridionales,
pero también confinando una parte de ellos en el sur de la isla grande.
A la llegada de los españoles, este sector mostraba características dis-
tintas a la zona norte y centro de Chiloé, donde habitaban indígenas a
quienes se les llamó veliches, y cuyo lugar fue conocido como la «costa
de los Payos». A pesar que tenían otra lengua y diferente cultura que los
huilliches o veliches de Chiloé, los payos fueron encomendados y evan-
gelizados; con ello fueron perdiendo su fisonomía al estar en contacto
con los españoles que reconocían sus autoridades como «caciques» –ha-
bía «gobernadorcillos»– y a quienes prestaban servicios como aliados,
por ejemplo17. Este desplazamiento forzado de los chonos hacia el sur,
motivado por la intromisión de otra etnia, fue un proceso previo a la
llegada de los españoles. En adelante, los chonos –y, en general, los gru-
pos canoeros australes– van a ser desplazados forzosamente en sentido
14
Ibidem.
15
Cooper, 1946.
16
Álvarez, 2002.
17
Urbina Burgos, 2004.
387
María Ximena Urbina Carrasco
388
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
21
Hanisch, 1981; Jara, 1971, cap. VIII.
22
Urbina Carrasco, 2009: cap. 1.
23
Contreras (et al.), 1971: 15.
24
Casanueva, 1982: 20.
389
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25
Mariño de Lobera, cit. en ibidem.
26
Lozano, 1755, vol, 2: cap. IV: 35.
27
Quiroz y Olivares, 1988.
28
Urbina Burgos, 2012: 210.
390
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
29
«Vida del celosísimo apostólico padre Juan del Pozo, fundador de la misión de
Chile» [1629-1639], Rosales, 1991 [c.1670]:137.
30
Rosales, 1989 [c.1670], II:1335-1336.
391
María Ximena Urbina Carrasco
Durante la segunda mitad del siglo XVII, también los chonos na-
vegaban hacia el norte para atacar las islas del mar interior de Chiloé
y hacer daño a los indígenas hispanizados. La reacción desde Chiloé
fue atacarlos a su vez en sus islas, con la consecuencia de la captura de
«piezas» y su venta. Por ello, los ataques a los chonos eran amparados
y hasta fomentados por las autoridades de la provincia. Abraham de
Silva y Molina, autor de un manuscrito llamado «Historia de Chiloé»,
de 1899, cita documentos del Archivo Histórico Nacional de Santiago
en que consta que las «correrías» a los chonos eran fuente de méritos
para acceder a encomiendas de indios y otras mercedes, tanto por quie-
nes las ejecutasen como por sus descendientes. Es decir, las incursiones
«a los chonos» en la segunda mitad del XVII eran una actividad muy
valorada en Chiloé.
El jesuita Miguel de Olivares dice, refiriéndose a fines del siglo XVII,
que estas entradas al sur eran casi siempre en represalia por los ataques
que los llamados, genéricamente, chonos o «guaitecos» hacían en contra
de los indígenas sometidos por los españoles, los tributarios veliches,
que habitaban las islas más apartadas de la provincia, con el propósito
de cautivar mujeres y robar instrumentos de fierro, ponchos, dalcas,
alimentos diversos y ganado ovejuno, lo que tenía a toda la provincia
con «cuidado e inquietud»32. Por su parte, las malocas españolas les
«volvían la vez», llegaban a sus islas para castigar a sus habitantes, to-
mar a los «muchachitos» y conducirlos a Chiloé para servirse de ellos33.
En el juicio de residencia al gobernador de Chiloé Antonio Man-
ríquez de Lara (1680-1683) se le acusa de haber maloqueado a los
chonos sin justificación, lo que indica que estas acciones bélicas eran
valoradas si se hacían como respuesta a los ataques chonos. De orden
31
Contreras (et al.), 1971: 39, nota 49.
32
Abraham de Silva y Molina, «Historia de la Provincia de Chiloé bajo la domi-
nación española», ANH.FV, vol. 141, fj. 69. Silva y Molina refiere este asunto
cuando cita documentación de AHN.CG, vol 527 (sobre la oposición a la
encomienda de Nercón, en Castro, 1725).
33
Olivares, 1874 [1736]: 373.
392
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
[…] persiguió a los chonos hasta sus islas, sin dejar una sin
recorrer hasta cerca de Tierra del Fuego, rompiendo y talando
por muchas partes la Sierra Nevada, pasando hambres y fríos,
34
«Juicio de Residencia al exgobernador Antonio Manríquez de Lara, tomado
por su sucesor Antonio Ibáñez de Echeverri» (Castro, 30 de mayo de 1684),
ANH.FV, vol. 139, fj. 22.
35
Silva y Molina, «Historia de la Provincia…», op. cit., fj. 58. Silva y Molina cita
este documento en relación a la oposición a la encomienda de Henupuquén que
hizo Alonso de Asenjo en 1724, y lo refiere de ANH.CG. vol. 487.
36
Ibid., fj. 69, passim (sobre la oposición a la encomienda de Nercón, en Castro,
1725).
37
Olivares, 1874 [1736]: 373. También cit. por Casanueva, 1982: 20.
393
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38
Guarda, 2002: 239.
39
Urbina Burgos, 2007: 329.
40
Emperaire, 2002: 88.
41
Casanueva, 1982: 20.
42
«Carta annua de 1610» (5 de abril de 1611), en AA.VV., 1927 [1609-1614],
XIX: 108.
394
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
395
María Ximena Urbina Carrasco
396
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
51
Urbina Burgos, 2012: cap. 6. Desde 1740 esta misión fue atendida desde la
residencia de Achao.
52
La Compañía tenía cuatro estancias en Chiloé: Lemuy, Meulín, Chequián y
Chonchi.
53
«Carta de don Bernardo Cubero, presbítero misionero, al Papa» (Lima, 22 de
septiembre de 1722), Archivo Storico Della Sacra Congregazione de Propaganda
Fide (Roma), Scritture riferente nei Congressi, America Meridionale, vol. II, fjs.
107v-110, cit. por Casanueva, 1982: 21.
54
Urbina Burgos, 2007: 339.
397
María Ximena Urbina Carrasco
398
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
399
María Ximena Urbina Carrasco
otro lado, lo que se pretendía con ello era evitar que estos «nuevos»
indígenas se aliaran con enemigos ingleses y les prestaran auxilio para
apoderarse del reino de Chile, sobre todo considerando que fueron los
mismos ingleses quienes advirtieron de su existencia. Dejar el territorio
despoblado era, por lo tanto, dejarlos sin apoyo logístico vital en el caso
de recalar en aquellas costas, como había quedado demostrado con el
naufragio de la Wager.
El primer grupo de trasladados a Chiloé por el jesuita Flores y los
indígenas de la expedición –remeros, guías y mujeres buzas–, desde el
sur del golfo de Penas, entre marzo y mayo de 1743, estaba constitui-
do por treinta indígenas distribuidos en seis dalcas63. Este grupo era
valorado como «preciosas margaritas» y se reconoció como cacique
a «don Ignacio Assilacui», quien, sin comprender el sentido del acto,
rindió «obediencia y vasallaje» al rey en la persona del gobernador de
Chiloé, en Chacao64. Se les asentó en la isla de Chaulinec, en el sector sur
del mar chilote, alejados de Castro u otro centro poblado español para
que no les pasara lo mismo que a los chonos de Guar, dos décadas atrás.
Eso sí, en Chaulinec había ya chonos asentados, parte de los antiguos
de la isla Guar, que –según se desprende de la corta documentación–
fueron considerados como intermediarios ante los nuevos habitantes
y, suponemos, también en la labor de facilitar su ambientación en un
modo de vida sedentario y agrícola. Advertimos, por lo tanto, el uso
que se da a unos indígenas para «atraer» a otros indígenas, tanto en
la socialización como en las razzias esclavistas y correrías misionales65.
En el verano siguiente, desde fines de 1743 hasta febrero de 1744,
se llevó a cabo la expedición del sargento mayor de Chiloé Mateo Abra-
ham Evrard, compuesta por 160 personas y 11 piraguas, y destinada
a recuperar la artillería del barco inglés naufragado en Guayaneco.
Si bien se ha perdido el diario y el mapa de la expedición, y hay solo
breves menciones de ella, podemos constatar que al llegar a su destino
el grupo interactuó pacíficamente con los indígenas locales66, e incluso
Evrard hizo una nueva toma de posesión y recibió el juramento al rey
de su parte67. Se sabe que estos «parlamentos» se hicieron cuando entró
63
Urbina Carrasco y Chapanoff, 2010.
64
«Expediente AAS», fj. 19, loc. cit.
65
Ibidem.
66
Amat y Junient, 1928 [1760]: 418. Dice: «celebró un parlamento con todas
aquellas naciones».
67
Juramento «de ser leales vasallos a Su Majestad Católica, y que por ningún
caso saldrán de la Corona de Castilla y León bajo de cuyo amparo y patrocinio
400
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
401
María Ximena Urbina Carrasco
71
Urbina Carrasco, 2010.
72
«Expediente AAS», fj. 41v, loc. cit.
73
Ibidem.
74
Informe del obispo de Concepción sobre el estado de su diócesis (1757), AGI.
Ch, vol. 150. En la «Instrucción y noticia hecha por el gobernador Ortíz de
Rozas a su sucesor Manuel de Amat», se lee que el grupo condujo a Chiloé 40
personas: BN.BM.Mss, vol. 188, fjs. 4-5, cit. en Urbina Burgos, 2012: 213.
402
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
75
Informe del obispo de Concepción… (1757), ibid.
76
«Informe de Nepomuceno Walter» (Santiago, 9 de enero de 1764), AGI.Ch,
vol. 240.
77
Ibidem.
403
María Ximena Urbina Carrasco
78
De esto habla Nepomuceno Walter: Ibidem.
79
García, 1811 [1766-1767].
404
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
piloto que con seguridad les condujese a aquellas remotas islas». Como
marineros de las piraguas, «diligenciaron de los naturales de Chiloé los
que contemplaron más útiles» para tal trabajo. Regresaron a esta isla
desde el área del canal Messier, con 11 individuos, de un grupo de 33
con los que habían mantenido contacto80. Al año siguiente, en 1780,
fray Francisco Menéndez y fray Ignacio Vargas regresaron a Chiloé con
indígenas que encontraron en el área del golfo de Penas, donde «nos
desembarcamos [–dicen los frailes–] y habiéndoles obsequiado dieron
palabra de venir con nosotros. Eran 31 los que se juntaron en 4 dalcas,
dos eran de los del año anterior y los otros habían venido del sur»;
aunque, como en El Desecho, una mujer dio a luz, por lo que los que
llegaron finalmente a Chiloé fueron 3281.
Fuera de la documentación anterior no hay más datos de búsquedas
misionales, por lo que podemos suponer que, debido al corto número,
los franciscanos desistieron del esfuerzo. Suponemos también que los
trasladados nunca se acomodaban a su nueva situación y volvían a sus
islas o iban muriendo. Moraleda, en 1790, vio 22 familias chonas en
la isla de Apiao, la cual era más poblada que Chaulinec. Y estos son
los últimos datos, excepto el que aporta Ortíz-Troncoso, citando a
John Cooper para un siglo más tarde, en que «un navío encontró una
familia aparentemente del mismo grupo en 1875, entre la isla Ascensión
y las Guaitecas, información imposible de verificar en cuanto a que se
trate realmente de representantes de esta etnia»82. Podríamos hacer un
intento de conjetura haciendo alusión a la información que nos aporta
Annette Laming-Emperaire para 1940, donde habla cómo los kaweskar
colocados en Puerto Edén, y al amparo de una base militar donde se les
prestaba asistencia, morían de contagios, se iban, o eran abusados por
los chilotes83. Si eso ocurría en una fecha tan distante de nuestra época
de estudio, y en un contexto donde nadie les exigía cumplir con ritos
religiosos ni trabajar, es de suponer que a fines del XVIII, y conviviendo
80
«Fr. Benito Marín y Fr. Julián Real. Expedición de estos misioneros del colegio
de Ocopa a los archipiélagos de Guaitecas y Guayaneco en solicitud de los
indios gentiles, 1778-1779», ANH.VG, vol. 7, pza. 8 (1), fjs. 389-420.
81
«Expedición hecha a los archipiélagos de Guaitecas y Guayaneco por los re-
ligiosos misioneros padres Fray Francisco Menéndez y el padre Fray Ignacio
Vargas, en solicitud de la reducción de gentiles a fines del año 1779 y principios
del de 1780, según consta de la carta escrita al Padre Fray Julián Real por el
citado Fr. Francisco Menéndez, que es como sigue», ANH.VG, vol. 7, pza. 8
(2), fjs. 421-427.
82
Ortíz-Troncoso, 1996: 142.
83
Laming-Emperaire, 2011.
405
María Ximena Urbina Carrasco
Conclusiones
La provincia insular de Chiloé actuó presionando a las poblaciones
indígenas de sus márgenes o fronteras para contener posibles ataques
y obtener recursos económicos. Hacia el sur, en una geografía pobla-
da de islas, canales y fiordos, los españoles de Chiloé no ocuparon el
territorio sino que se proyectaron en expediciones marítimas durante
todo el período colonial, lo que hace posible hablar de los archipiélagos
australes como una «frontera móvil» de Chiloé84.
Esta proyección hacia la Patagonia occidental insular significó la
explotación de sus recursos, que durante los siglos coloniales –pero
sobre todo en los siglos XVI y XVII– se tradujo casi exclusivamente
en la provisión de indígenas para ser vendidos como «piezas». Las
distintas individualidades étnicas que poblaban el mundo bordemarino
austral –varios grupos, de los que solo tenemos alguna descripción para
los chonos y caucahués– fueron visitados y trasladados a Chiloé, ya
sea para ser vendidos como esclavos –contraviniendo la legislación– o,
en el siglo XVIII, trasladados como sujetos de misión. No se pensó en
ocupar el territorio insular, fundar villa, fuerte o misión e incorporar
in situ a los indígenas «canoeros» a la cristiandad, sino sacarlos de lo
que se consideraba lejanía y geografía hostil, y trasladarlos a Chiloé.
La desnaturalización, traslado y relocalización fue la modalidad de
relación con los indígenas bordemarinos del sur.
La provisión de «piezas» era a través de malocas que, desde la
segunda mitad del siglo XVI y durante todo el siglo XVII, cada tantos
años se hacían a las islas del sur de Chiloé, con la ayuda de los indios
ya hispanizados, para coger individuos y venderlos en los puertos de
Chiloé. Esto era una práctica ilegal, por cuanto la esclavitud había
quedado prohibida por las Leyes Nuevas de 1542, y porque la Real
Cédula de 1608, que permitía la esclavitud de los indios de las provincias
alzadas de Chile, no comprendía a los del sur de Chiloé. Esta práctica
se sostenía en el supuesto de las entradas punitivas como forma de
mantener quietas las fronteras con indígenas no sometidos, y donde el
84
Hanisch, 1982.
406
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
85
La venta de indígenas «de Chiloé» no diferencia entre huilliches, juncos, puel-
ches, poyas o chonos, salvo excepciones: Díaz Blanco, 2011.
407
María Ximena Urbina Carrasco
Documentación manuscrita
AAS, Archivo del Arzobispado de Santiago (Santiago de Chile), Fondo
varios: expediente sin clasificación.
AGI.Ch, Archivo General de Indias (Sevilla), Chile: vols. 98, 150 y 240.
AMNM, Archivo del Museo Naval de Madrid, Colección Fernández Na-
varrete, Ms. 199.
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 487 y 527.
ANH.FV, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Fondo Varios:
vols. 139 y 141.
ANH.G-M, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Gay-Morla:
vol. 17.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vol. 1691.
ANH.VG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Vidal Gormaz:
vols. 7 y 9.
ARSI.Ch, Archivum Romanum Societatis Iesu (Roma), Chile: vol. 6.
BN.BM.Mss, Biblioteca Nacional (Santiago de Chile), Biblioteca Medina,
Manuscritos: vol. 188.
408
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
409
María Ximena Urbina Carrasco
410
Traslados de indígenas de los archipiélagos patagónicos occidentales...
411
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización
en las tierras bajas
del Oriente boliviano
(1691-1764)*
Mercedes Avellaneda
*
Nuestra investigación sobre la esclavitud indígena forma parte de un proyecto
más amplio sobre el siglo XVIII y XIX: «De la crisis del orden colonial a la
construcción del orden Republicano. Perú, Bolivia y Argentina», impulsado por
el equipo de investigación del Instituto de Antropología (sección «Etnohistoria»)
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
1
Sobre el proceso de la esclavitud indígena en la América española a través de
los siglos, ver Lucena Salmoral, 2002.
413
Mercedes Avellaneda
Figura 1
La Chiquitanía y el Chaco boreal (ca. 1780) [detalle]
2
Para el estudio del complejo panorama étnico de la región, ver el diccionario
étnico elaborado por Combés, 2010. Sobre la consolidación de los españoles
en Santa Cruz de la Sierra, ver García Recio, 1988; Lasso Varela, 2010. Este
último trabajo sirve de referencia, también, para el proceso de esclavización
indígena en esa región. En relación con el proceso de esclavización indígena
portuguesa, ver Monteiro, 1994.
414
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
415
Mercedes Avellaneda
Primer período:
Reducción de la Nación Chiquitana (1691-1717)
5
Sobre la alianza jesuita-guaraní en las misiones del Paraguay: Avellaneda, 2004
y 2010; sobre liderazgo indígena: Wilde, 2009; para conocer la integración de
los zamucos a las reducciones: Combés, 2009.
6
Para una periodización de la ocupación del espacio de las reducciones jesuitas:
Tomichá Charupá, 2012: 243.
7
Maeder y Bolsi, 1978: 14.
416
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
Figura 2
Localización de las misiones de Chiquitos
8
Evidencia de esa práctica se encuentra en la denominación tapuy (esclavo) miri
(chiquito), nombre dado por los chiriguanos a los tovasicocis y traducido lite-
ralmente al castellano como «esclavos chiquitos», según Combés, 2010: 280.
Sobre los diferentes grupos que se integraron a las reducciones, ver Tomichá
Charupá, 2002: 281-292.
9
Susnik, 1978: 39.
417
Mercedes Avellaneda
10
Sobre los permisos otorgados a los españoles para obtener cautivos, ver García
Recio, 1988: 118-179.
11
Fernández, 2004 [1726]: 49.
12
Sobre el contrabando de indios mapuches al Perú, ver Valenzuela Márquez,
2009; Obregón Iturra y Zavala Cepeda, 2009.
13
Los mamelucos fueron hijos de portugueses y madre indígena que se adaptaron
a la dura vida de las tierras áridas del interior de la ciudad de São Paulo de
Piratininga y participaron en todas las expediciones organizadas en busca de
oro y mano de obra indígena esclava.
14
Enrique Finot da cuenta de dos entradas de portugueses cercanas a la primera
misión de San Francisco Javier, en el mismo año de su fundación (1691): Finot,
2010: 460-461.
418
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
Proceso de evangelización
En los primeros tiempos, el proceso de evangelización llevado a
cabo por los religiosos en sus misiones volantes tenía el propósito de
tomar contacto con las diferentes parcialidades, ganar la voluntad de los
caciques con regalos, prometerles protección militar y entrega de bienes
y alimentos si se incorporaban a sus misiones. Lograr la reducción de
dos parcialidades enemistadas y el reparo de sus ofensas representaba
una tarea delicada porque todos los grupos estaban enemistados entre
sí y debían dejar atrás sus conflictos para promover la integración pa-
cífica en un mismo poblado. Anticipaban su llegada enviando jóvenes
que hablasen en su nombre y preparasen el terreno. A su arribo, y para
convencerlos de reconciliarse o amedrentarlos, los misioneros se hacían
pasar por chamanes con poderes sobrenaturales y apelaban a la fuerza
de su oratoria con largos discursos, así como al conocimiento entre
los enfermos de los efectos curativos de las purgas15. Aún viajando
escoltados por numerosos indios y confiados en la aceptación de sus
regalos, corrían el riesgo de ser asesinados bajo una lluvia de flechas
por los grupos contactados, como le sucedió al padre Luca Caballero
con los puizocas16.
15
«Diario y cuarta relación de la cuarta misión hecha en la nación de los ma-
nasicas y en la nación de los paunacas nuevamente descubiertos, año 1707.
Con la noticia de los pueblos de las naciones, y se da de paso noticias de otras
naciones» (San Javier, 24 de enero de 1708), en Matienzo (et al.), 2011: 46-83.
16
«Breve noticia de la muerte del padre Lucas Caballero», en Matienzo (et al.),
2011: 87-91.
419
Mercedes Avellaneda
420
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
20
«1713. Numeración anual de Chiquitos», en Matienzo (et al.), 2011: 123.
Cuadro de los diferentes pueblos elaborado por el autor en base a los datos de
edad y estado, numeración consignada en el documento «Cuatro autógrafos
latinos» en AGN.BN, leg. 353, doc. 6127, cit. en Ibid.
21
Las «rancheadas» eran entradas de españoles en las comunidades indígenas
para cautivar por la fuerza a las mujeres y a los chicos más indefensos. Fueron
muy frecuentes a lo largo del siglo XVI y durante los siglos XVII y XVIII se
siguieron practicando en respuesta a alguna ofensa o en alianza con alguna
parcialidad en contra de sus enemigos.
22
«Carta del padre Contreras escrita desde el pueblo de San Juan Bautista el 29
de agosto de 1730 al padre Pedro Lozano», en Matienzo (et al.), 2011: 186.
421
Mercedes Avellaneda
422
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
Cuadro 1
Entradas de jesuitas y chiquitos en territorio
de indios infieles
(1717-1765)
423
Mercedes Avellaneda
*
Hachas de hierro.
424
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
425
Mercedes Avellaneda
426
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
A los caytoporades c/
1760 Santiago Solo lo siguen algunas familias.
P. Patzi
Con 200 y 112 neófitos de San
A los imones c/ P.
1760 Santiago Juan. Se rinden los caytoporades;
Troncoso
traen 302 indígenas.
Santo Al río Paraguay c/ P.
1760 Se alistó un grupo de 300 neófitos.
Corazón Chueca
300 indios recorren 100 leguas.
1760 San José A los terenas Faltos de agua, regresan con 90
infieles de otra nación.
A los caypotorades Salen 100 neófitos y traen 20 indios;
1760 Santiago
c/ P. Misionero los demás no quieren ir.
1760 San Juan A los ugaraño y zamuca Huidos de las misiones.
Residuos de los que el año anterior
A los caypotorades y se habían agregado a ese pueblo. Se
1763 Santiago
tunachos juntaron 95 indios dispersos por el
monte.
Invita a 36 guaycurúes para que lo
Santo A los guaycurúes c/ P. sigan y cuando llegan cerca de la
1763
Corazón Guash estancia matan al religioso; otros 9
neófitos roban y cautivan 6 mujeres.
Escolta de 400 soldados, pero no
Santo A los guaycurúes c/ P.
1763 logran alcanzarlos ni recuperar a los
Corazón Chueca
cautivos.
Con 200 chiquitos al mes
encontraron a unos indios que
1764 Santiago Al norte c/ P. Troncoso no hablaban la legua y fueron
guerreados, sufriendo bajas y
heridos. Regresaron sin nada.
Con 700 indios regresan luego de
Santo A los guaycurúes
1764 dos meses, en la incomodidad de los
Corazón c/ P. Patzi y P. Chueca
pantanos, sin avistarlos.
De los 400, solo 100 quisieron
Santo venir; los otros 300 fueron
1764 A los imones
Corazón diezmados y cautivados por los
guaycurúes.
A la llegada a la estancia de La
Santo Los guaycurúes. Son
1765 Cruz fueron hechos cautivos 296 y
Corazón hechos prisioneros
trasladados a otras reducciones.
427
Mercedes Avellaneda
428
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
23
«Carta 5° del despacho del 15 de julio de 1737 en BCS-ARSI. Carta de los
Generales», cit. en Matienzo (et al.), 2011: 160.
24
Matienzo (et al.), 2011: 192-199.
429
Mercedes Avellaneda
La resistencia indígena
La resistencia indígena puede ser analizada a través de las des-
cripciones de las diferentes entradas, de las tácticas de guerra y del
resultado final de los enfrentamientos. Aunque muchos de estos grupos
se incorporaron bajo circunstancias apremiantes –como la amenaza de
esclavización lusitana–, el conjunto analizado revela que los indígenas
también ofrecieron diferentes grados de resistencia: algunos nunca
llegaron a reducirse, otros lo hicieron forzados por las circunstancias
y muchos se integraron solo como cautivos de guerra. Algunas par-
cialidades, como los ugareños y los zatienses –antiguas parcialidades
zamucas enemistadas entre sí–, las encontraremos reducidas y aliadas
combatiendo a un enemigo en común –los terenas– en tres diferentes
reducciones: San José, San Juan y San Ignacio (esta última con población
zamuca)26.
25
Para una comparación con las misiones guaraníes del Paraguay, ver Jarque y
Altamirano, 2008 [1687]: 111-119.
26
Los indios enemistados entre sí e incorporados a las reducciones se aliaban
para hacer la guerra o se escapaban de los padres y trataban de instigar a sus
aliados para asaltar a los neófitos. Los curas se informaban de las guerras entre
parcialidades y salían en busca de los grupos menores para reducirlos. La parti-
cipación de los zamucos y ugaroños, que realizaban excursiones apostólicas en
430
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
431
Mercedes Avellaneda
a los chiquitos fueron los caipotorades, así como los ecuestres tobas y
los guaycurúes, por su obstinada negativa y su mayor poder de fuga a
través del caballo, lo que los hacía inalcanzables.
Comentarios finales
Por todo lo expuesto, podemos afirmar que existió un fuerte proceso
de esclavización indígena en el Oriente boliviano y en el Chaco boreal
durante todo el período analizado. Las naciones que allí existían, tanto
de grupos nómades como de incipientes agricultores, fueron progresiva-
mente diezmadas por las entradas punitivas de españoles, portugueses
e indios neófitos de las misiones, quienes con sus entradas sistemáticas
contribuyeron en gran medida al proceso de asimilación y dispersión de
los grupos originarios. Este proceso, liderado por españoles y portugue-
ses en un primer momento, parece haber facilitado el establecimiento de
las primeras reducciones más próximas a Santa Cruz de la Sierra, para
luego alcanzar a las parcialidades más expuestas a los bandeirantes en
el Norte y en el Este del territorio.
La temprana integración de los chiquitos en las reducciones estuvo
facilitada también por el hecho de que nunca tuvieron que abandonar
sus hábitos guerreros; por el contrario, al servicio de los misioneros y
de la Corona, pudieron emprender innumerables expediciones para
luchar contra los grupos circundantes. Esto les permitió continuar con
sus desplazamientos anuales en época de caza y ejercer el pleno dominio
en un amplio territorio, y así asegurar su movilidad y control de los
recursos existentes para su subsistencia. La incorporación de cautivos
al cuidado de los jefes de familias mantuvo la práctica tradicional de
obtención de esclavos como botín de guerra, con algunas variantes en la
consolidación de las parcialidades, y le imprimió un nuevo significado a
las expediciones bélicas y al cautiverio en el marco de las reducciones.
De algún modo, la alianza con los jesuitas representó una estrategia
acertada, que permitió a los caciques ampliar sus parcialidades y reforzar
su superioridad política en la defensa territorial.
Todas las expediciones fueron organizadas con sumo cuidado, te-
niendo en cuenta la superioridad o inferioridad numérica de los grupos
que habitaban el territorio explorado y, amparadas por el derecho india-
no, fueron consideradas de interés estratégico para el imperio español.
Los misioneros aprovecharon las inclinaciones guerreras de los caciques
y la legislación vigente para aumentar la población reduccional, intentar
432
Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
433
Mercedes Avellaneda
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Las misiones jesuitas de Chiquitos
y el proceso de esclavización...
435
Destierros, desarraigos
y nuevas «esclavitudes»
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII: Civilización,
corrección y exclusión social
1
En esta misma línea: Rojas, 2008: 96; Araya Espinoza, 1999; León Solís, 1998;
Undurraga Schüler, 2010 y 2012; Undurraga Schüler y Gaune Corradi (eds.),
2014; Viqueira Albán, 2005. Respecto del proceso civilizatorio: Elias, 1989.
2
En sentido similar, Valenzuela Márquez, 2001: 123 y ss.
439
Macarena Cordero Fernández
3
Importante es tener presente que durante el Antiguo Régimen los teóricos del
derecho asociaban delito y pecado, pues una práctica contraria a las buenas
costumbres o la moral era a su vez una ofensa contra Dios. Para más detalles:
Tomás y Valiente, 1969: 220; Clavero, 1990: 57 y ss.
4
«Miguel Antonio Mesa. Juicio que se sigue por doble matrimonio» (Santiago,
1787-1788), ANH.RA, vol. 1444, fj. 189.
440
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
por las que lo condenó, establece que el castigo debe servir de escar-
miento y ejemplo para la comunidad, pues tal conducta constituía un
desequilibrio para la armonía de esta.
Ahora bien, a partir de la centuria dieciochesca se evidencia que la
práctica de la justicia constituye un espacio de lucha de poder, debido a
que tras ello está la pretensión de la cultura hegemónica de imponerse
definitivamente y de conservar un orden específico en la comunidad5.
Es decir, se puede entender la justicia como «la capacidad de crimina-
lizar los comportamientos y castigarlos como recurso de poder clave
en los procesos de institucionalización de las estructuras políticas»6,
definición que refleja los juegos de intereses y negociaciones que los
diversos actores sociales hacen entre ellos y con la «autoridad». Sin
embargo, no podemos desprender de esto que el cuerpo social haya
reconocido dicho espacio de poder en forma inmediata o automática,
puesto que muchos conflictos no fueron conocidos o enjuiciados por la
«justicia» sino que se resolvieron privadamente, pese a los esfuerzos de
las autoridades por terminar con la costumbre de «tomarse la justicia
por su propia mano»7.
Se revela así el plan de la monarquía tendiente a desarrollar un
mayor control y vigilancia sobre la población, dado que el juez, si
bien condena a base de leyes de siglos anteriores, en la manera de
interpretarlas y aplicarlas denota la intención de crear jurisprudencia
dirigida a restringir ciertas prácticas que, aunque siempre habían sido
sancionadas por la ley, a partir del siglo XVIII son castigadas con una
argumentación diferente que refleja el ideario de la elite. Además, este
tipo de conductas habían sido, desde el siglo XVI, conocidas y falladas
por la Inquisición, puesto que si bien no constituían herejías podían dar
pábulo a una, toda vez que reflejaban el desconocimiento o desprecio
de la doctrina católica. En el siglo XVIII, en cambio, progresivamente
fueron los tribunales reales los que procesaron estas causas, contrarres-
tando de esta forma el poder de la Iglesia.
Sin embargo, dicha labor presentaba una serie de dificultades, entre
ellas la extensión del territorio imperial, el proceso de consolidación de
la «justicia», la precariedad institucional en contraposición a situacio-
nes complejas de resolver, y la ausencia o falta de funcionarios reales
5
Thompson, 2010.
6
Molina, 2011: 41.
7
Esto es la llamada «cultura de la violencia», en que las partes en disputa resol-
vían sus asuntos privadamente: Undurraga Schüler, 2008.
441
Macarena Cordero Fernández
442
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
Lo anterior nos explica por qué era tan importante «la toma de co-
nocimiento» que tuviese el cuerpo social del castigo aplicado. En efecto,
la publicidad de la pena mediante la lectura de las sentencias que hacía
el pregonero en la plaza de la ciudad o villa, frente a todos los vecinos,
no hacía más que atemorizarlos y disuadirlos de no delinquir. Se trataba
del «teatro del poder», que mediante rituales cuidadosa y escrupulosa-
mente preparados buscaba impactar a la población, a tal punto que era
intimidada por lo implacable del sistema punitivo; de paso, se imponía
la autoridad y el poder de la monarquía. Además, porque
13
Foucault, 2002: 48. Ver también, en relación a los castigos y exposición pública
de los condenados: Maqueda Abreu, 1992; García Marín, 1992; Lea, 1983;
Millar Carvacho, 1997.
14
Tomás y Valiente, 1969: 353.
443
Macarena Cordero Fernández
15
Ibid.: 359.
16
Alfonso X, 1555 [1256-1265], partida VII, 31, 1. Las Partidas son un texto de
derecho común, que tuvo por finalidad establecer un derecho territorial para
todos los territorios gobernados por el rey castellano. Este texto legal, de am-
plia difusión, regulaba materias de derecho civil, penal y procesal, entre otras.
En América, los diversos foros de justicia resolvieron los conflictos sometidos
a su jurisdicción a base del derecho común contemplado en este corpus. En el
imperio español rigió desde 1348 hasta mediados del siglo XIX.
17
Covarrubias Horozco, 1943 [1611]: 137v.
18
Foucault, 2002: 38.
444
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
445
Macarena Cordero Fernández
446
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
447
Macarena Cordero Fernández
28
«Causa criminal de oficio contra Mercedes Chaparro por la muerte de Xavier
Pesoa en la aguada de esta ciudad», ANH.RA, vol. 3232 (Libro de sentencias,
1753-1820), fj. 184.
29
«Sentencia contra Mariano Gomes de la Torre» (1779), ANH.RA, vol. 3228
(Libro de sentencias, 1750-1824), fj. 167v.
30
«Don Miguel Manuel de Arrieta presbítero secretario del secreto del santo
oficio de la Ynquisicion por los señores Ynquizidores contra Santiago Albarez
natural de la villa de Caxamarca» (Chillán, 1770-1775), APFCh.Ch, «Asuntos
varios, Chillán (1770-1775)», vol. 3, fj. 59.
31
Ruiz Astiz, 2011: 24.
448
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
32
Bravo Lira, 1996; Clavero, 1981; Tomás y Valiente, 1975; De las Heras Santos,
1994.
33
Como apunta Jorge Chauca, el destierro se habría aplicado «[…] desde delitos
comunes de orden social y económico a los atentatorios al Trono y al Altar
–motines y blasfemias– y de contenido político emancipador»: Chauca García,
2008: 105.
34
Para efectos de esta investigación, entendemos por Bandos de buen gobierno:
«Mandamientos de autoridad competente dirigidos a los vecinos y habitantes
de la ciudad y su jurisdicción, que contienen un conjunto articulado de disposi-
ciones sobre diversas materias relativas a la vida local, que se daban a conocer
públicamente a toda la población»: Kluger, 2005: 142.
449
Macarena Cordero Fernández
35
Garcés, 1996: 335.
36
«José de Salvador. Sobre arribo del barco Santa Barbara» (Valparaíso, 1790),
ANH.CG, vol. 363, fj. 85v.
450
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
451
Macarena Cordero Fernández
tal sentencia eran enviados a Filipinas, espacio donde: «La vigilancia para los
desterrados […] era muy estricta, pues no se les permitía regresar a sus lugares
de origen sin haber cumplido con el tiempo estipulado por la condena. Era muy
probable que a quienes se enviaba por cuatro o cinco años a las Filipinas jamás
regresaran»: Machuca Chávez, 2008: 156.
40
«José de Salvador. Sobre arribo del barco Santa Barbara» (Valparaíso, 1790),
loc. cit., fj. 73v.
452
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
453
Macarena Cordero Fernández
45
«Causa criminal de oficio contra Manuel Herrera por la muerte de Francisco
Díaz» (Concepción, 1794), ANH.RA, vol. 3239 (Libro de sentencias, 1784-
1824), fj. 6.
46
«Causa criminal de oficio contra Manuel González y otros por ladrones de
alhajas de plata en templos y otras especies» (1799), ANH.RA, vol. 3239 (Libro
de sentencias, 1784-1824), fj. 31v.
47
Para más detalles relativo a la política borbónica referente a la realización de
obras públicas: Bethell, 1990; Guimerá, 1996; Latasa, 2003.
454
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
48
«Jose Salvador. Sobre arribo del barco Santa Barbara» (Valparaíso, 1789), loc.
cit., fj. 76.
49
Ibid., fj. 87.
50
«Don Miguel Manuel de Arrieta presbítero secretario del secreto del santo oficio
de la Ynquisicion […]», loc. cit., fj. 59.
51
«José Carvajal y otros. Juicios en su contra por hurtos» (1790), ANH.CG, vol.
363, fj. 201.
455
Macarena Cordero Fernández
52
«Causa criminal de oficio contra Francisco Fritis por la muerte de María Po-
londra Araya su mujer» (Melipilla, 1797), loc. cit., fj. 20.
53
«Causa criminal de oficio contra Pedro Alcantara Riquelme por las heridas que
dio a José Arce resultando su muerte y otros delitos» (1799), ANH.RA, vol.
3239 (Libro de sentencias, 1784-1824), fj. 29.
54
«Causa criminal de oficio contra Juan Muñoz por el robo ejecutado en la tienda
de don Juan Toro en la villa de Melipillla» (Melipilla, 1781), ANH.RA, vol.
3008 (Libro de sentencias, 1782-1794), fj. 45.
55
«Causa criminal seguida contra Fermín Huerta por la fuga que hizo de la prisión
donde se hallaba detenido» (1711), loc. cit., fj. 55.
56
Chauca García, 2008: 103; Egaña, 1826: 37-38, 54, 100-101 y 238-239.
456
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
57
«Jose Medina Carvajal. Informa sobre la aprehension de varios reos que se
fugaron de la isla J. Fernández» (Quilimarí), ANH.CG, vol. 363, fj. 9.
58
Ibidem. El castillo San Joseph se construyó bajo el gobierno de José de Garro
(1682-1692), quien consideró necesario dotar a Valparaíso de obras de defensa
con la finalidad de hacer frente a los ataques de corsarios y piratas. El castillo,
457
Macarena Cordero Fernández
458
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
Rumbo al aislamiento
Los viajes a la isla Juan Fernández eran bastante complejos por las
condiciones climáticas, las mareas y lo variable de su duración, pues
desde Valparaíso el trayecto podía demorar entre 9 y 12 días. También
era difícil contar con dotación para el barco «por que siempre navegan
con escasa gente»66. Asimismo, estaba el problema relativo a los víveres
62
«Causa criminal contra Manuel Herrera por la muerte de Francisco Díaz»
(Concepción, 1794), loc. cit., fj. 6.
63
Tomás y Valiente, 1969: 395.
64
«Francisco Javier Morales. Se condena a Joseph Ferreira, soldado de la compañía
del batallón de Infantería de este reyno, a cuatro años de destierro en la isla y
presidio de Juan Fernández» (1771), loc. cit., fj. 544.
65
Asimismo, el destierro podía tener el carácter de preventivo, en el sentido de
impedir que un determinado sujeto, considerado por el sistema como peligroso,
pudiese cometer otros delitos. En definitiva, con la finalidad de evitar un acto
atentatorio contra la seguridad y paz social, al presumible reincidente se lo
desterraba. No obstante estar este tipo de casos registrados en otras latitudes
del mundo hispanoamericano (Ruiz Astiz, 2011: 34), en los documentos con-
servados en los archivos nacionales chilenos, hasta ahora, no se ha encontrado
una situación similar. Por otra parte, el destierro para los indígenas, en general,
era solo por un número determinado de años, a pesar de la prohibición legal
que existió. Y más que significar una expulsión total, se trata de una reloca-
lización en sus márgenes que favorecen políticas de obras públicas o bien de
poblamiento: Garcés, 1996: 334.
66
«Juan Zilleruelo, apoderado del Navío el Carmen. Sobre pago de raciones adminis-
trativas a la tropa de la Isla de Juan Fernández (Valparaíso, 1790)», loc. cit., fj. 126.
459
Macarena Cordero Fernández
67
Ibidem.
68
«Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, de los principales
sucesos de su gobierno de orden de S.M., comunicada por el excelentísimo señor
Marqués de la Ensenada, su secretario, del despacho universal, con fecha de 23
de agosto de 1751», Biblioteca Nacional, Manuscritos Medina, Ms. 3133, fjs.
274v-279, cit. en Chauca García, 2008: 103.
69
«Juan Zilleruelo, apoderado del Navío el Carmen […]» (Valparaíso, 1790), loc.
cit., fj. 125.
70
Chauca García, 2008: 111.
460
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
461
Macarena Cordero Fernández
73
«José Gomez. Soldado. Envío de mujeres para las tropas de J. Fernández. Oficios
dirigidos al gobernador de J. Fernández» (1774), ANH.CG, vol. 865, fj. 90v.
462
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
A modo de conclusión
La dureza de las penas aplicadas en el Antiguo Régimen dice
relación ciertamente con el interés de la monarquía por disciplinar y
civilizar a la población colonial; y, más aún, disuadir a los diversos su-
jetos de delinquir y producir desórdenes públicos. No obstante, ello no
fue del todo logrado: la criminalidad continuó pese a que en estudios
comparativos, tanto en Chile como en otras zonas, al parecer habría
bajado la tasa de delitos.
Asimismo, en los hechos, la pretensión de la Corona de monopo-
lizar la violencia y la resolución de conflictos no alcanzó a concretarse
del todo, debido a que la población, aún bien entrado el siglo XIX,
siguió con la intención de hacer justicia privada, motivo por el cual los
transgresores, delincuentes o marginales continuaron con sus prácticas,
las que los identificaban como una subcultura al interior de la cultura
dominante75.
Seguidamente, la pena de destierro fue habitual, aunque no la más
severa. Sin embargo, el destierro implicaba la disolución de la vida del
condenado, pues significaba el abandono de la familia, del lugar de
trabajo y de las redes de conocidos. También comportaba vergüenza,
dado que todos los vecinos sabían que un determinado sujeto había
sido forzado a migrar por sus prácticas atentatorias contra el orden
y, a pesar que pasara el tiempo, todos recordarían que determinado
individuo de la comunidad había sido desterrado.
Con todo, pese a que el sistema intentaba aislar a la persona para
impedir desórdenes, al desterrar y alejar al transgresor de sus redes fami-
liares, de ayuda y de trabajo se estaba estimulando, a su vez, a la formación
de grupos marginales que tarde o temprano delinquirían para subsistir76.
En buenas cuentas, se destinaba a estos sujetos a un espacio donde «un
sistema de representaciones y prácticas sociales […] tienen a la transgresión
74
«Marcelo Neyculeb, cacique de la reducción de San José de la Mochita. Pide
levantar destierro a su yerno de la isla de Juan Fernández» (Santiago, 1772),
ANH.CG, vol. 103, fj. 97.
75
Undurraga Schüler, 2012.
76
Bazán, 1999: 43.
463
Macarena Cordero Fernández
Documentación manuscrita
ANH.CG, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Capitanía
General: vols. 3, 52, 54, 103, 363, 420, 865.
ANH.RA, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Real Audiencia:
vols. 1444, 2158, 2548, 3008, 3220, 3228, 3229, 3232, 3239.
APFCh.Ch, Archivo de la Provincia Franciscana de Chile (Santiago de
Chile), Chillán, Asuntos varios: vol. 3.
77
Míguez, 2008: 15.
464
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
465
Macarena Cordero Fernández
466
Destierro a la isla de Juan Fernández
a fines del siglo XVIII
467
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica:
La variante chilena en el
tráfico de rapanui a Perú, 1861-1864*
«De los isleños repatriados sobrevive uno que otro en el país, i han
inculcado tal odiosidad a los hijos del Perú, que no tienen estas gentes
mayores enemigos», narró a inicios de 1870 el marino chileno Ignacio
Gana al corresponsal de El Faro Militar, aludiendo a la exclusiva res-
ponsabilidad que en Rapa Nui se endilgaba a los peruanos en el tráfico
de mano de obra1. Gana, al igual que muchos de sus contemporáneos,
limitaba el problema al destino final de los polinésicos, no refiriendo
a los esclavistas que fueron sus captores y vendedores, conformados
estos por un variopinto grupo de capitanes y comerciantes peruanos,
españoles y chilenos que se beneficiaron de tan cuestionado tráfico.
El tema concitó la atención internacional y significó una importante
discusión en torno a la injusticia e invalidez de una práctica que estaba
en franca confrontación con las características asignadas al proceso de
modernización en que se encontraban las sociedades chilena y peruana,
contraviniendo los tratados internacionales firmados por Chile para
prohibir y castigar la esclavitud.
*
La finalización de este artículo fue posible gracias a una estadía postdoctoral en el
Centre de Recherches Historiques de l’Ouest, Rennes (UMR 6258), laboratorio
del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia, realizada
en el segundo semestre del período 2013/2014, y ha contado con financiamiento
del proyecto NTI 2014 de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Mis agradecimientos a Grant McCall, José Miguel Ramírez, Jimena Obregón,
Ernesto Bohoslavsky, Leopoldo Benavides, Marco Murúa, Antonio Coello, Juan
Carlos Yáñez, Luc Capdevila y Marco Feeley, quienes contribuyeron de diversas
maneras a la realización de este trabajo, aunque la responsabilidad final me
pertenece.
1
«Comunicación hecha por Ignacio Gana a bordo de la corbeta O’Higgins» (15
de febrero de 1870), El Faro Militar (Santiago), 23 de octubre de 1870.
469
Milton Godoy Orellana
2
Aguirre, 1993 y 2005; Saponara, 2005; AA.VV, 2010.
3
Rodríguez Pastor, 2000: 37. Este tema es intensamente abordado por diversos
autores, para el efecto ver Méndez, 1987: 9; Rodríguez Pastor, 1989 y 2000;
Trazegnies, 1994.
4
McCall, 1976; Maude, 1981.
5
McCall, 1976: 95.
6
Maude, 1981: 88; Castro de Mendoza, 1980, I: 254.
470
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
471
Milton Godoy Orellana
472
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
473
Milton Godoy Orellana
25
Saponara, 2005: 218.
26
Morínigo, 1966: 120.
27
Lenz, 1979: 171.
28
«Aviso del vapor Latouche Treville, Rada de Papeete, 22 de febrero de 1863»,
Le Messager de Taiti (Papeete), 26 de febrero de 1863; una reproducción de
este documento en El Comercio (Lima), 1º de mayo de 1863.
29
Cooke, 1899: 712.
30
Thomson, 1891: 461.
474
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
Figura 1
Un retornado entre los suyos: Pakomio Maori Ure Kino
El hombre de pie con sus manos tomadas, que viste camisa oscura y sin sombrero,
es Pakomio Maori Ure Kino, uno de los rapanui sobrevivientes del tráfico, foto-
grafiado a inicios del siglo XX (William J. Thomson, 1866, Plate XIV, Smithsonian
Institution. Gentileza del Museo Sebastián Englert, Rapanui).
475
Milton Godoy Orellana
31
William Taylor Thomson, «Legación Británica» (Santiago, 10 de octubre de
1862), AHMRECh, vol. 24, fj. 45.
32
Polynesian of Honolulu (Honolulu), 14 de marzo de 1863.
33
Edouard Drouyn de L’Huys, «Arrestation de navires peruviens opérant des
recrutements dans les île d’Océania fournises au protectorat de la France, 1862-
1868» (Paris, 11 de diciembre de 1862), ANOM, Caja 42, documento 698, s/f.
(Al igual que en el resto de las citas documentales provenientes de este archivo,
la traducción es mía).
34
Véliz, 1961: 147 y 151.
476
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
477
Milton Godoy Orellana
¿Empresarios esclavistas?
El primer caso –y que posee mayores evidencias documentales– es
el de José Tomás Ramos Font, sobre quien se han realizado dos estu-
dios que refieren marginalmente a la dedicación de este comerciante al
«traslado de colonos» polinésicos, centrándose más bien en el extenso
número de inversiones y propiedades que poseía y los lucrativos nego-
cios que realizó, al mismo tiempo que soslayando su participación en
«esta suerte de tráfico humano», como eufemísticamente le denominó
Juan Eduardo Vargas41. Esta participación en el tráfico decimonónico
fue parte de las grandes contradicciones de este comerciante, pues era
bisnieto por línea materna de una esclava africana42.
Desde su oficina en Santiago, Ramos Font diversificó su accionar
económico en diferentes rubros, entre los que incluyó las inversiones
en transporte, donde ya en 1856 había concentrado un importante
número de barcos de su propiedad que circulaban por el Pacífico y el
Atlántico. Sus cinco naves desplazaron ese año un total de 1.562 to-
neladas y al año siguiente se les sumó un buque construido en Nueva
York. Esta importante flota se complementaba con una red mercantil
que contaba con oficina central en Santiago y una casa comercial en
39
Marco Maturana, «Respuesta al ministro de Relaciones Exteriores» (Santiago,
15 de mayo de1863), ANH.MM, vol. 928, s/f.
40
Ibidem.
41
Vargas Cariola, 1988; Vargas Cariola y Martínez Rodríguez, 1982: 355-392.
42
Espinosa Moraga, 1984: 69-76.
478
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
43
Maino Prado, 1996: 131.
44
Paz Soldán, 1877. Las dos haciendas azucareras habían sido adquiridas por un
total de 120 mil pesos: Figueroa, 1931: 606.
45
Vargas Cariola, 1988: 253; Benjamín Vicuña Mackenna, «Tráfico de esclavos
bajo bandera chilena», El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso), 26 de abril de
1882.
46
«Del inglés coolie, y este del hindi kul». En la India, China y otros países de
Oriente, trabajador o criado indígena»: Real Academia Española, 1956: 400.
En Perú refería a trabajadores chinos en condiciones laborales de esclavitud que
fueron traídos desde Asia, desde 1849, como mano de obra barata: Contreras
y Cueto, 1999: 115-116.
479
Milton Godoy Orellana
Figura 2
«Vista a vuelo de pájaro. Hacienda de Pátapo,
20 de diciembre de 1870»
Figura 3
«Rancherías de chinos. Hacienda de Pátapo, 20 de diciembre de 1870»
480
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
47
«Convenio José Tomas Ramos, Francisco Sieverts y otro» (Valparaíso, 30 de
octubre de 1871), ANA.NV, vol. 166, fjs. 479v-480v; Vargas, 1931: 105.
48
Segall, 1968: 119.
49
Vicuña Mackenna, 1856: 9.
50
El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso, 21 de junio de 1871), cit. en Pinto
Vallejos, 1997: 39.
51
Ibidem.
52
«Emigrados chilenos», El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso), 4 de marzo de
1862.
481
Milton Godoy Orellana
53
«Peones chilenos en Lambayeque», El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso), 11
de marzo de 1862.
54
«Al cónsul de Chile en Lambayeque» (Lima, 28 de enero de 1866), AHMRECh,
vol. 64, fj. 340.
55
«Edmundo Solf al señor Ministro Encargado de Negocios de Chile en Lima»
(Chiclayo, 6 de abril de 1862), AHMRECh, vol. 58, s/f.
56
Juan Herrera, «Correspondencia desde Perú» (Lima, 26 de junio de 1862),
AHMRECh, vol. 58, s/f.
57
«Al cónsul de Chile en Lambayeque» (Lima, 18 de julio de 1862), AHMRECh,
vol. 64, s/f.
482
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
483
Milton Godoy Orellana
62
«Contrata de fletamento entre José Tomás Ramos y Federico Müller» (Valpa-
raíso, 23 de octubre de 1862), ANH.JV, leg. 403, pza. 5, s/f.
63
Ibidem (destacado nuestro).
64
Ibidem.
65
«Pedro Francisco Tapia por don Federico Müller» (Valparaíso, 12 de agosto
de 1864), en Ibid.
66
«Cesar Maass por José Tomás Ramos» (Valparaíso, 30 de julio de 1864), loc.
cit.
484
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
485
Milton Godoy Orellana
69
José Paz Soldán, «Al señor Encargado de Negocios y Cónsul de S. M. el Rey
de Hawaii», El Comercio (Lima), 22 de octubre de 1862.
70
El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso), 25 de diciembre de 1862; El Comercio
(Lima), 7 de enero de 1863; El Araucano (Santiago), 18 de abril de 1863.
71
El peruano (Lima), 3 de enero de 1863.
72
El peruano (Lima), 20 de febrero de 1863, 44: 98.
73
El peruano (Lima), 2 de mayo de 1863, 44: 200.
74
El peruano (Lima), 27 de mayo de 1863, 44: 237.
75
El Comercio (Lima), 13 de marzo de 1863 (el destacado es mío).
486
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
487
Milton Godoy Orellana
488
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
como partícipes de este tráfico: Manuel Antonio Tocornal, «Al cónsul de Chile
en el Callao» (Santiago, 10 de diciembre de 1862), AHMRECh, vol. 21-A, s/f.
86
El navío lo había comprado en Perú, en mayo de 1861, bajo el nombre de
Campidoglio, siendo rebautizado como Garibaldi, y vendido nuevamente el 26
de enero de 1863: «Tiburcio Cantuarias al Ministro» (Lima, 5 de diciembre de
1862), ANH.MRE, vol. 115, s/f; «Tiburcio Cantuarias al Ministro» (Callao,
26 de enero de 1863), ANH.MRE, vol. 117, fj. 592; «Manuel A. Tocornal al
cónsul» (Santiago, 10 de febrero de 1863), AHMRECh, vol. 21-A, fj. 279.
87
«Libro de Entrada de buques al Callao», registro del 21 de enero de 1863,
AHMP, vol. 139, s/f.
88
A lo anterior se agrega el hecho de que el cónsul Cantuarias informó a las au-
toridades chilenas que en noviembre de 1862 se había ofrecido por el barco de
Edwards el doble de su valor al contado, para ocuparlo «en el mismo objeto»
–el tráfico de polinésicos–, aunque no se pudo concretar la venta debido a que
no contaba con la autorización del dueño: «Tiburcio Cantuarias al ministro»
(Callao, 26 de noviembre de 1862), ANH.MRE, vol. 115, s/f. Cabe agregar que
la venta del Garibaldi solo se llegó a efectuar cuando se manifestó la condena
de las autoridades chilenas a las naves que usaban el pabellón nacional para
emplearse en la conducción al Perú de indígenas «sacados con engaño» desde
Polinesia, declarando este tráfico como «inicuo ilegal y que traído a juicio sería
declarado tan ilegal como el tráfico de esclavos»: «Marco Maturana al ministro
489
Milton Godoy Orellana
490
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
convenio con ellos que pasarles cabos para que subiesen al buque»92.
Podría haber traído más personas, pero la ruptura de un estanque du-
rante el viaje de ida no le había dejado agua suficiente. Aun contando
con la actitud voluntaria de los isleños para abordar el Bella Margarita
y con inconvenientes tales como la carencia de agua e imposibilidad de
descender a tierra, permaneció tres días a la gira con motivos descono-
cidos, para luego retornar hacia el Callao93.
Otro implicado en el tráfico fue José Cerveró, un catalán avecindado
en Chile desde 1831 hasta su muerte en 1884. Cerveró fue un hombre
público en Valparaíso, ampliamente conocido por su participación
en la fundación de compañías de seguros, bancos y presidente de la
Cámara de Comercio porteña. Su base de negocios era la Casa Cer-
veró, dedicada a la venta de mercaderías consignadas por negociantes
norteamericanos y europeos, y que contaba con varios veleros, ofici-
nas y bodegas en Constitución desde 184094. Entre aquellos navíos se
contaba –en copropiedad con Carlos Dagnino–, el David Thomas, un
barco de 133 toneladas matriculado en Chile en 1857, rematriculado
en 185995, y que en 1862 fue contratado por el irlandés Joseph Byrne
que, recordemos, poseía desde abril de ese año una licencia peruana
92
«Declaración del capitán Hinrichsen» (Callao, 25 de noviembre de 1862), ANH.
MRE, vol. 115, s/f.
93
En una comunicación oficial a su gobierno, el representante chileno en Lima
afirmó que Hinrichsen se aprovechó de la curiosidad de los isleños que subieron
a bordo, «persuadidos sin duda en que más tarde los volverán a sus hogares».
Cantuarias informó, además, que a González y Gálvez cada isleño le significó
una inversión de 25 pesos, vendiéndolos luego en 300 pesos y «obligándolos
(sin entender más idioma que el suyo) a ocho años de servicios». Tan pingüe
negocio reportó a ambos comerciantes una ganancia de cerca de 40.000 pe-
sos, motivo suficiente para preparar inmediatamente una nueva expedición
a Rapa Nui, y que llevó a afirmar al cónsul chileno que «sigue el entusiasmo
por la extracción de indios de las Islas»: «Comunicaciones del cónsul Tiburcio
Cantuarias al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile», (Callao, 25 y 26 de
noviembre, y 5 de diciembre de 1862), ANH.MRE, vol. 115, s/f.
94
Maino Prado, 1996: 131. Además, hacia 1860 poseía un conjunto de propiedades
mineras y una fundición cuprífera en el valle de La Ligua, donde además se le
concedieron para su explotación alrededor de 290 hectáreas: cf. AA.VV., 1907:
33-38. Como se aseguró a su muerte, «no hubo ninguna asociación comercial,
industrial o financiera en la que no tuviera su colocación, ya fuere como pre-
sidente o director»: «El señor Don José Cerveró», El Mercurio de Valparaíso
(Valparaíso), 24 de junio de 1884.
95
«Arqueo del David Thomas» (Santiago, 21 de julio de 1857), ANH.MM, vol.
96, s/f; «Matrícula del David Thomas» (Valparaíso, 27 de agosto de 1859),
ANH.MM, vol. 143, s/f.
491
Milton Godoy Orellana
96
«Carta de súbdito inglés al cónsul Británico» (Valparaíso, 9 de octubre de 1862),
AHMRECh, vol. 24, fj. 46.
97
«Carta del Cónsul Británico a Manuel Antonio Tocornal» (Valparaíso, 9 de
octubre de 1862), AHMRECh, vol. 24, fj. 45.
98
Esta situación se habría debido a un castigo impuesto después de varar en la
barra de Constitución, por lo que no contaba con autorización para continuar
usando el pabellón nacional: «Comunicación del Ministro de Marina Marcos
Maturana» (Santiago, 14 de octubre de 1862), ANH.MM, vol. 28, s/f.
99
«Registro de naves de más de 150 toneladas ingresadas a Perú en 1862» (Callao,
15 de febrero de 1863), ANH.MM, vol. 117, fj. 584.
100
«El ministro Tocornal a los cónsules en el Callao, Melbourne, y Sídney» (San-
tiago, 30 de octubre de 1862), AHMRECh, vol. 21-A, s/f.
101
«Marcos Maturana al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile» (Santiago,
14 de octubre de 1862), ANH.MM, vol. 928, s/f.
492
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
102
«El ministro Tocornal a los cónsules en el Callao, Melbourne, y Sídney» (San-
tiago, 30 de octubre de 1862), loc. cit.
103
«Declaración del marino Pablo Gamero ante el cónsul chileno» (Callao, 17 de
noviembre de 1862), ANH.MRE, vol. 115 s/f.
104
Maino Prado, 1996: 49.
105
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Relaciones exteriores» (Callao, 20 de enero
de 1863), ANH.MRE, vol. 117, s/f.
493
Milton Godoy Orellana
Figura 4
Ejemplares de contratos a «colonos»
106
«Contrata de emigración de las islas de Oceanía» (Ester [sic], 20 diciembre de
1862), ANH.MRE, vol. 117, fj. 591 (Fig.4).
494
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
107
Servicio Diplomático y Consular de Chile, 1862 [1860]: art. 115.
108
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Marina» (Callao, 15 de enero de 1863),
ANH.MM, vol. 117, fj. 587.
109
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Marina» (Callao, 10 de febrero de 1863),
ANH.MM. vol. 117, fj. 595.
110
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Marina» (Callao, 11 de marzo de 1863),
ANH.MM, vol. 117, fj. 599.
111
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Marina» (Callao, 5 de junio de 1863),
ANH.MM, vol. 117, fj. 607.
112
«Tiburcio Cantuarias al Ministro de Marina» (Callao, febrero de 1863), ANH.
MM, vol. 117, fj. 595.
113
Castro de Mendoza, 1980: 255.
114
«A Tiburcio Cantuarias, Cónsul de Chile en el Callao» (Santiago, 16 de marzo
de 1864), AHMRECh, vol. 27-A, fj. 92.
115
«A su excelencia señor Drouyn de Lhuys, Ministro de Relaciones Exteriores»
(Santiago, 3 de octubre de 1863), ADLC, Consulado General de Francia en
Santiago de Chile, correspondencia comercial, vol. 9, fj. 302v.
495
Milton Godoy Orellana
enérgica del gobierno por evitar toda participación, bajo pabellón chi-
leno, del tráfico de indígenas polinésicos»116.
Las naves chilenas indicadas, más un número mayor de barcos
peruanos, españoles y algunos pocos de banderas aún no especificadas
–entre los que se ha sindicado a mexicanos y franceses–, realizaron in-
cursiones a las islas polinésicas para conseguir trabajadores destinados
a las haciendas peruanas. Por cierto, de todas ellas, la que presentaba
más exposición a las batidas esclavistas fue Rapa Nui, principalmente
por su mayor cercanía al continente. A estas condiciones geográficas, se
agregaba la desprotección de sus habitantes por carecer inicialmente de
capacidad de respuesta frente a estas expediciones debido a la actitud
pacifista que mostraron en su relación con las tripulaciones, actitud que
solo se revirtió luego del momento de violencia máxima que protago-
nizaron los esclavistas a fines de diciembre de 1862.
116
Ibidem.
117
Métraux, 1940: 34.
118
Ibidem.
119
Maude, 1981: 13.
120
Thomson, 1891: 453.
121
Latorre, 2001: 131-132.
496
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
122
«Interrogatoire du nommé Georges S. Nichols, charpentier» (Papeete, 21 de
febrero de 1863), Le Messager de Taiti (Papeete), 28 de febrero de 1863: 39.
123
«Interrogatoire du jeune Manuragui, de Île de Pâque (qui était retenu de force
a bord du Cora)», Ibid: 38.
497
Milton Godoy Orellana
este capitán «que se hallaba junto a mí, habiendo apercibido a dos bajo
de él, en una quebradita, les intimó en español y por señas que viniesen
donde él»; pero en vista de que los isleños huyeron, mató a ambos124.
Estos hechos se corroboran en la declaración de Georges Nichols
–un carpintero de Massachusetts que desertó del Guillermo– realizada
en Tahití a mediados de febrero de 1863 ante la comisión francesa que
investigaba estos delitos125; se trata, por lo demás, de un testimonio
coincidente con el informe que había presentado pocos días antes el
cónsul Cantuarias al ministro de Relaciones Exteriores chileno, Manuel
Tocornal. Preocupado por la participación de naves nacionales, Cantua-
rias había solicitado información a aquellos capitanes que impunemente
retornaban al Callao para vender a los isleños capturados en subastas
públicas. Sus gestiones tuvieron como resultado la narración verbal –y
a través de intérprete– que hizo el ya citado capitán Juan Sasuátegui, y
que permite reconstruir el resto de aquella jornada en Rapa Nui.
Según los datos recibidos por Cantuarias, la violencia desatada
durante ese día no solo se ejerció contra los isleños sino que también
entre los propios capitanes de los barcos esclavistas, al disputarse la
apropiación de hombres, mujeres y niños. Así aconteció con la tripula-
ción de las embarcaciones peruanas Rosa Patricia, José Castro, Hermosa
Dolores y de la nave española Rosa Carmen, quienes repelieron a mano
armada al barco chileno Elisa Mason, obligándole a abandonar la
isla con los indígenas que había alcanzado a capturar y para proceder
posteriormente a perseguir a los nativos que habían logrado internarse
tierra adentro,
124
Le Messager de Taiti (Papeete), 28 de febrero de 1863: 38.
125
«Interrogatoire du nommé Georges S. Nichols…», loc. cit.
498
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
126
«El cónsul en Lima Tiburcio Cantuarias al Ministro de Relaciones Exteriores
de Chile» (Callao, 5 de febrero de 1863), ANH.MRE, vol. 117, fj. 592. La
verosimilitud de la narración se confirma con la exacta ubicación en latitud y
longitud de Rapa Nui.
127
«Interrogatoire du nommé Georges S. Nichols…», loc. cit.
128
Ibidem.
129
Ibidem.
499
Milton Godoy Orellana
Un epílogo mortal
Para iniciar un balance del tema, es interesante observar que al
analizar los contratos supuestamente presentados a los polinésicos,
estos contienen similares cláusulas y características que los contratos
usados para el traslado de chinos al Perú, aunque es sabido que estos
no siempre se respetaron, configurando un tipo de explotación laboral
con signos claros de esclavitud y que conllevaba una larga expoliación
por el tiempo que los contratos determinaban. Esta realidad se hace
mayormente clara en el caso de los habitantes de la Polinesia, quienes
enfrentaron el fraude de los supuestos contratos en una lengua que
no conocían y cuya lectura –de haberse realizado– fue hecha por los
personajes menos indicados para transparentar el acto.
Por otra parte, la individualización de los implicados en el tráfico
de esclavos rapanui se torna dificultosa por cuanto la identificación de
los barcos, sus dueños o arrendatarios se entrampa debido al frecuente
cambio de bandera y nombre de las naves, impidiendo un seguimiento
documental eficiente. Como hemos visto, esta práctica incluso impidió
que las autoridades de la época identificaran totalmente a los implicados.
También resulta problemático determinar la isla en la cual se captu-
raron los «colonos», puesto que los traficantes alteraban los nombres
de los lugares para evitar las posibles reclamaciones de las naciones
que tenían o se sentían con derechos sobre ese territorio. Como discutí
anteriormente para el caso de Rapa Nui, destaca que algunas islas ca-
recían de nombre occidental o poseían diferentes denominaciones que
obedecían a nomenclaturas asignadas por los capitanes de los barcos que
participaban en el tráfico para despistar a sus eventuales perseguidores.
130
«Interrogatoire du nommé Robert Fletchers, ancíen cuisinier à bord du Guil-
lermo», Le Messager de Taiti (Papeete), 28 de febrero de 1863: 39.
131
«Interrogatoire du nommé Jammes Connor, marin», Ibid: 40.
500
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
132
Al respecto, Cantuarias escribía con información respectiva a «que ahora un
mes poco más o menos se ha despachado en Caldera uno de nuestros buques
con destino a la Polinesia y que este debe venir aquí con Colonos, desearía se
me remitieran, o se me diga si llegado el caso bastara solo mi aviso»: «Tiburcio
Cantuarias al ministro Tocornal» (Callao, 20 de abril de 1863), ANH.MRE,
vol. 117, s/f.
133
«Aviso del vapor Latouche Treville, Rada de Papeete, 22 de Febrero de 1863»,
Le Messager de Taiti (Papeete), 26 de febrero de 1863.
501
Milton Godoy Orellana
134
Estos conflictos tuvieron como resultado, entre otros, la práctica de refugiarse
en cavernas o islotes aledaños y el inicio del abatimiento de los moai, en algún
momento de los años que mediaron entre la expedición de Roggeveen (1722)
y la de Cook (1774): Bahn y Flenley, 2011: 251-252.
135
Mulloy, 1980: 17-30.
136
Thomson, 1891: 472 (traducción nuestra).
137
Métraux, 1950: 100.
138
Foerster, 2012: 61.
139
Harris, 1981: 124, 125.
502
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
afirma que en 1872 «las personas mayores, una vez numerosas, han sido
diezmadas por toda una serie de trastornos y desastres»140; fenómenos
que habrían afectado de manera importante a los descendientes de la
antigua aristocracia y a los sabios de la sociedad rapanui141. Proba-
blemente, el impacto fue muy alto, pero claramente no definitivo. De
hecho, otras islas sufrieron duros embates sobre su población, como el
caso de Nukulaelae, isla del grupo Mitchell, lugar «que más ha sufrido
durante la visita de esclavistas peruanos en 1863» –según los Annales
hydrographiques de 1871– y donde a esa fecha apenas sobrevivirían
unos noventa habitantes142.
Ahora bien, no obstante los problemas metodológicos para cuan-
tificar el monto de personas capturadas y para determinar las islas de
procedencia, en Perú se ha discutido en torno a un número de polinesios
capturados entre 1862 y 1863 que fluctúa entre 4.300 –provista por
Cecilia Méndez– y 2.816 –anotados por Mario Castro de Mendoza–;
cifra esta última que es considerada la más exacta, puesto que este
investigador alcanzó a precisar el número de trasladados para el 83%
de los 30 barcos implicados en el tráfico del período143; y si conside-
ramos dentro de la cifra entregada por Castro de Mendoza los 1.675
rapanui que habrían sido trasladados por esos mismos años –según las
condiciones que hemos revisado a lo largo del texto–144, sería posible
aventurar que estos isleños pudieron haber representado casi el 60%
del total de polinesios desplazados al Perú, aunque esta cifra es solo
tentativa y, por supuesto, requiere ser revisada.
Más difícil aún es establecer un porcentaje o número de los de-
vueltos a Rapa Nui y las demás islas. Por cierto, el drama del retorno
no fue menor debido a que los polinésicos eran abandonados en cual-
quier isla o porque –como se sospechaba– hubo capitanes que, una
vez en altamar, botaban por la borda a los trasladados, por lo que en
determinado momento se decidió embarcar a un oficial de la marina
peruana que actuaba como veedor en el proceso de devolución145. Pero
140
Loti, 2006 [1872]: 34.
141
Ramírez, 2008: 108.
142
AA.VV., 1871: 238.
143
Cf. Rodríguez Pastor, 1987.
144
Edwards Eastman, «Historia de la Isla de Pascua…», ANH.FV, vol. 1042, op.
cit.
145
Por esta razón se comisionó en cada nave a un oficial de la Marina de Guerra
del Perú, quien actuaba como la autoridad encargada de verificar la devolución
de los polinésicos a sus respectivas islas. Para un ejemplo ver «Al Ministro de
503
Milton Godoy Orellana
504
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
Documentación manuscrita
ADLC, Archives Diplomatiques de La Courneuve (Paris, Francia): Consu-
lado General de Francia en Santiago de Chile, correspondencia
comercial: vol. 9.
AHMP, Archivo Histórico de la Marina del Perú (Lima): vol. 139, caja P5
(sobre 10: Capitanía de Paita) y caja C12 (sobres 99 y 100: Capi-
tanía del Callao).
AHMRECh, Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de
Chile (Santiago de Chile): vols. 21-A, 24, 27-A, 54, 58, 64.
ANA.NV, Archivo Nacional de la Administración (Santiago de Chile),
Notariales de Valparaíso: vol. 166.
ANH.JV, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Judicial de
Valparaíso: leg. 403.
ANH.MM, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Ministerio de
Marina: vols. 28, 96, 143, 928.
ANH.MRE, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Ministerio
de Relaciones Exteriores de Chile: vols. 115 y 117.
ANH.FV, Archivo Nacional Histórico (Santiago de Chile), Varios: vol. 1042.
ANOM, Archives Nationales d’Outre-Mer (Aix-en-Provence, Francia):
Caja 42.
SOASL.ASC, School of Oriental and African Studies Library (Londres),
Archives and Special Collections: CWM/LMS/South Seas/Incoming
correspondence/ Box 29.
149
Englert, 2004: 123.
150
Edwards Eastman, «Historia de la Isla de Pascua…», loc. cit.
505
Milton Godoy Orellana
Periódicos
El Araucano (Santiago), 1863.
El Comercio (Lima), 1862 y 1863.
El Faro Militar (Santiago), 1870.
El Mercurio de Valparaíso (Valparaíso), 1862 y 1884.
El Peruano (Lima), 1862 y 1863.
Le Messager de Taiti. Journal Officiel des Établissements Français de
l’Océanie (Papeete), 1863.
Polynesian of Honolulu (Honolulu), 1863.
506
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
507
Milton Godoy Orellana
508
Los «colonos polinesios»
en Sudamérica
509
Cholitos, militares y activistas.
La «Sociedad Amiga de los Indios»
y la campaña de rescate de niños
indígenas (Lima, 1867-1868)*1
José Ragas
*
Quiero agradecer a Martín Monsalve por compartir sus agudas observaciones
sobre la «Sociedad Amiga de los Indios» y la sociedad civil del siglo XIX. De
igual modo, Patricia Palma me proporcionó bibliografía sobre la historia de
la infancia y leyó una versión previa del manuscrito, realizando importantes
observaciones a la misma. Deseo agradecer también a Ada Arrieta Álvarez y al
Instituto Riva-Agüero, por haberme dado las facilidades y el permiso correspon-
diente para incorporar una de las imágenes que acompañan el presente ensayo.
511
José Ragas
podía ser vendido por una buena cantidad en las ciudades, debido a la
necesidad de las familias acomodadas por contar con sirvientes dóciles
que ayudaran en las tareas de la casa.
La circulación forzada de niños indígenas hacia Lima no solo era
conocida sino hasta aceptada como algo natural. Esta articulaba una
vasta zona del país, desde la sierra sur y central hasta la capital, y se
trataba de una práctica cuyos orígenes se remontaban a los primeros
años de la sociedad colonial, pero que había cobrado nueva fuerza desde
mediados del siglo XIX. Avisos de sirvientes menores de edad que se
encontraban fugitivos aparecían en la prensa como parte de los anun-
cios cotidianos, señalando los rasgos físicos de estos, de modo que ello
contribuyera a su rápida captura. La sociedad parecía responder con
indiferencia a este tráfico humano infantil. Según lo refiere Sebastián
Lorente –educador y fundador de un importante colegio en la capital–,
transportar niños desde la sierra era una práctica habitual. Su opinión
proviene de quien por experiencia personal ejercía este tráfico. De acuer-
do a él, llevar «cholitos» para que trabajasen como sirvientes en alguna
casa limeña no implicaba ningún riesgo, pues «nadie os perseguirá ni
nadie os ha de censurar»1. Pero no todos permanecerían impasibles. Las
escritoras peruanas denunciaron este hecho, pero a veces con resultados
adversos –incluyendo el ataque a sus propiedades– tal como ocurrió con
Clorinda Matto de Turner, autora de la aclamada novela Aves sin Nido
(1889). Al igual que ella, muchas otras escritoras incluirían el tema del
rapto de niños y niñas indígenas en sus obras2.
La «Sociedad Amiga de los Indios», una corporación formada por
militares y civiles en 1867 –y la principal protagonista de nuestro ensa-
yo–, compartía la misma indignación y preocupación por el comercio
humano de los «cholitos» que Matto de Turner y otras plumas de ese
entonces. No obstante, a diferencia de estas últimas que llevaron la de-
nuncia al terreno de la narrativa y la ficción, los miembros de la Sociedad
decidieron intervenir directamente y encabezar un rescate masivo de
niños indígenas que se encontraban en poder de prominentes familias
en la capital. El presente ensayo utiliza la información generada por la
misma Sociedad para explorar uno de los episodios menos conocidos,
pero que tuvo un profundo impacto en la política peruana. La decisión
de un grupo de personas de desafiar al ejército y denunciar los abusos
1
Lorente, 1967 [1855]: 29.
2
Para un análisis a profundidad sobre el tratamiento de este tema por las escri-
toras peruanas, véase Denegri, 2004: 126-131.
512
Cholitos, militares y activistas
3
Para un balance sobre la transición de Colonia a República, véase Contreras,
2012.
4
Si bien carecemos de trabajos sobre migración interna, existen otros sobre la
abolición de la esclavitud y la llegada de coolies asiáticos: Aguirre, 2005; Ro-
dríguez Pastor, 1989, entre otros.
513
José Ragas
5
Para una interpretación sobre la ausencia –o fracaso, según se quiera ver– de
proyectos industrializadores en el siglo XIX, véase Gootenberg, 1998.
6
El servicio doméstico ha sido analizado para el caso peruano por Aguirre, 2008,
y Cosamalón, 2012, entre otros. Un trabajo que merece destacarse, dado que
analiza el tema para el interior del país, es el de Christiansen, 2005.
7
García-Bryce, 2008: cap. 2.
514
Cholitos, militares y activistas
Es cierto que existía un sueldo de por medio, pero eso no convertía las
relaciones laborales entre patrón y sirviente en un sistema económico
donde ambas partes pudiesen entrar y salir del mismo o disolver el vín-
culo laboral por voluntad. En realidad, además de estar inserto en un
sistema pre-capitalista, el principal rasgo que caracterizaba al servicio
doméstico de estos años fue la inestabilidad. Las denuncias sobre sir-
vientes que habían huido inundaban la prensa, junto con las peticiones
de los patrones –hechas en un tono más bien amenazante– para que
aquellos fuesen devueltos a la brevedad posible, como si se tratara de
posesiones y no de trabajadores que veían en la fuga la única manera
de romper el vínculo con la casa y sus ocupantes.
Uno de los grupos más visibles dentro de las casas fueron los
«cholitos», nombre que recibían los niños indígenas que entraban al
servicio doméstico8. Su presencia no era desconocida para ese entonces
y –como lo señala Teresa Vergara– ya era posible encontrarlos desde
la temprana sociedad colonial, especialmente en Lima, a donde llega-
ban traídos por sus propios padres o por encomenderos9. Este patrón
continuó aún en períodos más tardíos, cuando la clase encomendera
se encontraba próxima a desaparecer, momento en que otros agentes
–como apoderados o curas– tomaron su lugar, haciendo las veces de
nexo entre las áreas rurales y los tempranos centros urbanos. Es difícil
precisar el número exacto de cuántos de ellos existían en Lima, pero los
primeros censos modernos «casa por casa» –en reemplazo de aquellos
basados en criterios fiscales– y la información de la prensa dan cuenta
de que se trataba de un sector numeroso y que no estaba confinado al
interior del espacio doméstico10.
8
Ver el artículo pionero de Alberto Flores Galindo sobre este tema: Flores Galindo,
1994. La historia de la niñez apenas ha comenzado a ser explorada en el país.
Para una aproximación bibliográfica en el Perú, véase Vergara, 2012: 95, n. 144.
Ya a inicios de la década de 1980, Flores Galindo llamaba la atención sobre la
necesidad de contar con una historia de la niñez: Aguirre y Ruiz Zevallos 2011:
205.
9
Vergara, 2012.
10
Cosamalón, 2012.
515
José Ragas
11
Un texto clave para entender el sistema forzado de trabajo infantil en América
Latina es el de Milanich, 2011. Asimismo, el ensayo de Eugenia Bridikhina
aborda un caso similar de tráfico infantil para La Paz, Bolivia: Bridikhina, 2007:
288.
516
Cholitos, militares y activistas
conseguir que los niños les fuesen entregados por sus padres –de modo
voluntario o usando la coerción– para luego trasladarlos a la capital, o
entregándolos a otras personas que hacían las veces de intermediarios
en este comercio humano. La década de 1860 representó un momento
particular de esta práctica, amparada en la impunidad y la ausencia de
denuncias. La aparición de una organización civil como la «Sociedad
Amiga de los Indios», en medio de la difícil coyuntura de 1867-1868,
permitiría exponer la red de traficantes de niños y tratar de revertir
esta experiencia al retornar a los niños secuestrados a sus familiares.
La pluma y la espada:
Juan Bustamante y la «Sociedad Amiga de los Indios»
La fundación de la «Sociedad Amiga de los Indios» articuló dos
fenómenos que se estaban produciendo en el país en la década de 1860.
Por un lado, su aparición se inserta dentro de los cambios en las prácticas
de sociabilidad que condujeron a la creación de cientos de organizacio-
nes y asociaciones en el Perú. Carlos Forment, quien ha estudiado este
fenómeno en diversos países de América Latina, considera que entre
1830 y 1879 se crearon no menos de seiscientas asociaciones en el Perú,
de las cuales 371 surgieron entre el Combate del 2 de Mayo (1866) y
la Guerra del Pacífico (1879)12. La Sociedad se ubica precisamente en
esta coyuntura, marcada por una mayor participación de cierto sector
de la población en las asociaciones, en la prensa y en las elecciones.
Sus fundadores incluían sesenta personas que vivían en la capital y que
provenían de un grupo heterogéneo de abogados, maestros, militares,
políticos, hacendados, comerciantes y dueños de bancos13. Algo que ha
llamado la atención de los estudiosos de la Sociedad es la participación
de militares; y no en puestos menores, sino a la cabeza de la misma, ya
sea como su principal entusiasta –el coronel Juan Bustamante– o como
su líder –el general José Miguel Medina.
Por otro lado, la conformación de la Sociedad fue una respuesta
a los conflictos que se venían produciendo en el interior del país a raíz
de la reimplantación del tributo indígena. Abolido en 1854 debido a
los ingentes ingresos que el guano producía a las arcas estatales, hacia
12
Forment, 2003.
13
El estudio más completo sobre la Sociedad lo ha realizado Martín Monsalve,
2009. Para otras aproximaciones a esta organización, véase Forment, 2003:
297-298.
517
José Ragas
14
Para conocer más sobre Bustamante, véase el reciente libro de Jacobsen y Do-
mínguez, 2011; y el estudio de Mc Evoy, 1999.
15
El término «tempestad en los Andes» hace referencia a un conocido libro del
escritor indigenista y etnólogo Luis Valcárcel, con prólogo de José Carlos Mariátegui:
Valcárcel, 1927. El «Prólogo» a cargo de Bustamante fue publicado en el diario El
Comercio (Lima) [en adelante, EC], nº 9393, 12 de julio de 1867: 3.
518
Cholitos, militares y activistas
16
EC, nº 9393, Ibidem.
17
La Sociedad también publicó artículos en El Nacional, pero El Comercio sería
su principal medio de comunicación.
18
Sobre el diario en sí, véase Peralta, 2003. En cuanto a circulación de información
y patrones de lecto-escritura: Ragas, 2007.
19
Sobre el alcance nacional de la organización, véase Muecke, 2004: 57.
519
José Ragas
20
Ragas, 2003. Para un panorama más amplio sobre el fenómeno del asociacio-
nismo, véase Monsalve, 2005 y 2009; Forment, 2003; Muecke, 2004.
21
Muecke, 2004: 58; Monsalve, 2009: 242.
22
La lista de los niños y niñas secuestrados se encuentra en la sección «Comuni-
cados», EC, nº 9456, 3 de septiembre de 1867: 3.
23
Ibidem.
520
Cholitos, militares y activistas
521
José Ragas
La campaña de recuperación
Los miembros de la «Sociedad Amiga de los Indios» tenían ante sí
una tarea que pocos podrían envidiar. No siempre las noticias sobre el
paradero de los niños indígenas secuestrados eran exactas y en el sub-
mundo de la servidumbre doméstica infantil la reconstrucción de cómo
habían llegado los niños a las casas de los patrones no siempre debió
haber sido clara. Ello dificultó hasta cierto punto la labor inicial de los
integrantes de la Sociedad, quienes debieron haber recibido abundante
información por medio del diario. Los esfuerzos coordinados de esta
organización se unieron entonces a los emprendidos por los padres de
las criaturas. Algunos de ellos realizaron desesperados esfuerzos por
ubicar a sus hijos e hijas una vez que los soldados abandonaron sus
pueblos, como sucedió con la madre de Petronila, quien se dio cuenta
de que no tenía tiempo que perder y marchó tras la tropa que se había
llevado a su hija. Fue así que llegó por primera vez al puerto del Callao,
donde, no obstante, perdió el rastro de la niña, confundida entre la
multitud que se agolpaba para tomar el tren en dirección a la capital27.
Cuando los padres hicieron pública la denuncia por el secuestro
de sus hijos, tuvieron el cuidado de incluir el nombre de los oficiales
responsables de dicho acto. Sabemos que entre los involucrados esta-
ban oficiales de apellido Araníbar, Alcázar y Baldeón, así como un tal
comandante Gutiérrez. La información permitió saber que los niños se
hallaban retenidos tanto en las casas de sus captores como en estableci-
mientos militares. Uno de ellos permanecía en el domicilio del coronel
que había sido parte de la expedición punitiva, mientras otro había
sido entregado a su esposa28. La exposición pública no debió haber
sido del agrado de los uniformados, pues a los pocos días de haberse
hecho público el tema, Elías Suárez –a cargo de la expedición que entró
en Parinacochas– escribió una furibunda carta a El Comercio, donde
deslindaba su responsabilidad y la de sus hombres a cargo en las acu-
saciones que le imputaban los «anarquistas». Su defensa, en realidad,
27
EC, nº 9457, 4 de septiembre de 1867: 3.
28
EC, nº 9460, 6 de septiembre de 1867: 3.
522
Cholitos, militares y activistas
dejaba mucho que desear. Luego de narrar las penurias que tuvieron
que pasar para llegar a la zona rebelde, Suárez trataba de justificar dos
hechos concretos: el reclutamiento de campesinos y la apropiación de
sus bienes. Esto último lo hizo señalando que «culpa fue de la falta de
fondos» y que no es «vez primera que se procede de este modo». Y en
cuanto al reclutamiento forzoso y la captura de personas de las zonas
vencidas, consideraba que estaba justificado por cuanto se trataba de
enemigos y espías. Así, toda sombra de acusación o duda sobre el des-
empeño de su liderazgo debía ser desestimado y su «humilde nombre»
reivindicado públicamente29.
La tarea de ubicación y recuperación no fue sencilla, por varias ra-
zones. Quizás la principal haya sido la información disponible, dado que
pocos se atrevían a denunciar a los militares ante posibles represalias.
Si bien además de los nombres y la edad, los padres habían incluido
el nombre del oficial que había secuestrado a sus hijos, los datos eran
insuficientes para su localización exacta. La información era actualizada
a diario para poder tener un perfil más exacto de a quiénes se debía
buscar. A uno de los secuestrados inicialmente se le había adjudicado
una edad mayor a la que tenía, posiblemente para evitar su búsqueda,
lo cual fue rápidamente aclarado por la Sociedad30. Asimismo, se hizo
saber que la hija de una tal Luisa García había sido raptada por los
efectivos militares y entregada a una familia. Pero luego esta noticia
tuvo que ser desmentida ante el detalle de que tanto la madre como
la hija habrían llegado voluntariamente a Lima acompañadas por un
soldado31. ¿Presiones para cambiar la versión? Los datos no permiten
dilucidar esta posibilidad, por más que la versión de un arribo voluntario
a la capital con un soldado sea poco creíble.
La Sociedad sirvió de intermediaria entre la Intendencia de Policía y
los padres de las criaturas. Una vez recuperadas, el intendente procedía a
entregárselas a la Sociedad y estas a sus padres. Cada caso era asignado
a una persona en particular, la cual se comprometía a hacer un segui-
miento y devolver al niño o niña secuestrada con sus progenitores32. No
obstante, aun cuando tuviesen la mejor de las voluntades, el esfuerzo
de la Sociedad estaba limitado por la acción de las autoridades. Por
los comunicados que hicieron públicos, podemos saber que el «celoso»
29
EC, nº 9467, 12 de septiembre de 1867: 3.
30
EC, nº 9461, 7 de septiembre de 1867: 3.
31
EC, nº 9460, 6 de septiembre de 1867: 3.
32
EC, nº 9530, 5 de noviembre de 1867: 3.
523
José Ragas
33
EC, nº 9460, passim. El calificativo de «celoso» en EC, nº 9461, passim.
34
EC, nº 9557, 30 de noviembre de 1867: 3.
35
EC, nº 9548, 21 de noviembre de 1867: 3; EC, nº 9485, 27 de septiembre de
1967 (segunda edición): 2-3; EC, nº 9567, 9 de diciembre de 1867: 4.
36
Parece que el cobro de recompensas por retornar personas extraviadas era una
práctica usual desde la década de 1830.
524
Cholitos, militares y activistas
525
José Ragas
tener con las altas esferas del gobierno, los reclamos de un pequeño
grupo de liberales debieron parecerles, si es que no ridículos, más bien
inofensivos37. Después de todo, la Sociedad no era un grupo político
de presión sino una suerte de colectivo que se estaba enfrentando a los
militares y al sector conservador de la sociedad. Para el momento en
que esta confrontación ocurría, ambos oponentes se sentían seguros de
su alcance: el uno basándose en la emergente esfera pública nacional,
y el otro en la tradición y los recursos del Estado. Esta pugna de fuer-
zas contribuiría a la tensión entre los sectores civiles y militares, cuyo
desenlace se resolvería pocos años después de manera sangrienta con
la rebelión de los hermanos Gutiérrez en 1872, considerado como un
desesperado intento para evitar que un civil asumiese la presidencia de
la República.
Puede que por escrúpulos, o ante la noticia de la toma de acciones
por parte del intendente en la búsqueda de los niños secuestrados, al-
gunas familias hubiesen decidido devolverlos por voluntad propia. Es
el caso de una señora que tenía a uno de estos niños y que lo entregó a
dicha autoridad «bajo la persuasión de que había sido adquirido de otro
modo», pero que las noticias publicadas en El Comercio la habían pues-
to al tanto del verdadero origen de su flamante compra38. Por supuesto,
no todos tuvieron la misma consideración. Cuando Luisa Aguilar llegó
a Lima y averiguó el paradero de su hija, se dirigió apresuradamente
a tocar la puerta de la casa donde esta se encontraba, solo para que
el jefe de familia –un comandante– la emprendiera a puntapiés contra
ella y le increpara el costo económico que habría supuesto traer a la
pequeña hasta la ciudad39.
Vicente Contreras, uno de los niños raptados, tuvo la oportunidad
de contar cómo había llegado a Lima desde el poblado de Mirmac, en
Parinacochas. Según su testimonio, un grupo de soldados entró de ma-
nera violenta a su casa y procedió a registrar el interior de esta, luego
de enviar a los animales al patio. Al ver que no había nada de valor
en la humilde vivienda, decidieron tomar como botín al niño, a quien
luego entregarían a una casa necesitada de sirvientes, en la capital40.
Otro de ellos, Lucas Narrea –de cuatro años–, contó una historia si-
milar: dos uniformados entraron a su choza en el poblado de Ccasa y
37
EC, nº 9460, passim.
38
EC, nº 9461, 7 de septiembre de 1867: 3.
39
EC, nº 9457, passim.
40
EC, nº 9461, passim.
526
Cholitos, militares y activistas
Epílogo
Después de varios meses de intensa búsqueda, hacia fines de 1867
la campaña a favor de los niños indígenas secuestrados parecía haber
llegado a su fin. No sabemos cuántos de estos fueron traídos de ma-
nera forzada a Lima ni cuántos lograron ser llevados de vuelta al sur.
Hacia septiembre solo se había podido ubicar a tres de los niños y en
los meses siguientes hicieron lo propio con otros más. Los infantes se
encontraban en distintas condiciones: en tanto unos fueron hallados
en una situación lamentable, otros habían sido cuidados y vestidos con
ropas nuevas. Mientras se encontraban en custodia en la imprenta del
diario, los niños recuperados recibieron alimentos y ropa de otros do-
nantes, algunos de ellos niños también43. Sin embargo, incluso cuando
se habían invertido enormes esfuerzos en la campaña, otros asuntos
más urgentes reclamaban la atención de la Sociedad.
En efecto, cuando esta organización estaba recogiendo información
sobre los niños secuestrados y haciendo las gestiones para que su recu-
peración y devolución llegasen a buen puerto, su miembro más visible,
Juan Bustamante, había continuado con su cruzada personal. Un mes
después de fundar la Sociedad se había dirigido a su Puno natal, desde
donde encabezó la defensa del régimen presidido por el debilitado pre-
sidente Mariano Ignacio Prado ante un levantamiento que pretendía
derrocarlo. Las fuerzas de Bustamante fueron derrotadas a inicios de
1868 y la región fue asolada por completo44. Los líderes fueron ence-
rrados en chozas y quemados vivos en su interior. Pero Bustamante
no fue ejecutado junto con ellos. En vez de eso, el anciano coronel fue
41
EC, nº 9496, 7 de octubre de 1867: 3.
42
EC, nº 9457, 4 de septiembre de 1867: 3.
43
«Indios. Dos niños restituidos», en Ibidem.
44
González, 1987: 15.
527
José Ragas
528
Cholitos, militares y activistas
Periódicos
El Comercio (Lima), 1867.
alguna casa por un sueldo muy bajo y sin ningún tipo de regulación: Ardito,
2012.
529
José Ragas
530
Cholitos, militares y activistas
531
Los autores
Mercedes Avellaneda
Doctora por la Universidad de Buenos Aires con especialidad en
Antropología Social. Investigadora y docente del Instituto de Ciencias
Antropológicas, sección Etnohistoria, de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha sido profesora visitante
en varias universidades del Brasil y es miembro correspondiente de
la Academia de Historia del Paraguay desde 2004. Sus intereses de
investigación se centran en dos ejes: los conflictos sociales vistos desde
los movimientos de resistencia criolla y la esclavitud indígena con sus
estrategias de resistencia y acomodación a la sociedad colonial, en los
territorios de frontera en torno al río Paraguay (siglos XVII y XVIII).
Entre sus publicaciones recientes destaca: Guaraníes, criollos y jesuitas.
Las Revoluciones Comuneras del Paraguay, siglos XVII y XVIII (2014).
e-mail: bocca@fibertel.com.ar
533
durante la edad moderna, con énfasis en los fenómenos coloniales.
Entre sus publicaciones destacan: Y la Reina de Sabá vio toda la Sabi-
duría de Salomón. Un estudio sincrónico del texto de 1 Reyes 10,1-13
(2002); «Interacción entre historia y teología en los escritos del Nuevo
Testamento: El caso de la biografía de Pablo» (2011); «De india de
encomienda a madre de encomendero. Mestizaje en la high society
chillaneja a fines del siglo XVII» (2013); «‘Venta es dar una cosa cierta
por precio cierto’. Cultura jurídica y esclavitud en pleitos fronterizos
chilenos (1673-1775)» (2017).
e-mail: ichuecas@uc.cl
534
Universidad de La Frontera y docente de la carrera de Pedagogía en
Historia, Geografía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de
Temuco. Miembro del Laboratorio de Mundos Coloniales y Moder-
nos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus investigaciones
se insertan en historia social de Chile y etnohistoria de la Araucanía.
Desde 2009 ha participado en un amplio número de jornadas académi-
cas, dentro y fuera de Chile, en que ha expuesto sobre la población de
origen africano, esclavos y libres, en Valparaíso tardo colonial y sobre
la construcción del «otro» indígena en la frontera sur del Biobío en el
siglo XVIII. Entre sus publicaciones destacan: «Una ausencia aparente.
Africanos y afromestizos en Valparaíso tardocolonial, 1770-1820»
(2013); «Protocolos de Escribanos en el período colonial tardío. Notas
para el estudio del comercio y las relaciones sociales en el registro pú-
blico. Valparaíso, 1750-1810» (2013); «Esclavitud africana y mestizaje
en Chile tardo colonial. El caso de la población de origen africano en
Valparaíso, 1770-1820» (2015).
e-mail: tere.contrerassegura@gmail.com
535
Milton Godoy Orellana
Doctor en Historia por la Universidad de Chile, con investigación
Postdoctoral en el Centre de Recherche Historiques de l’Ouest, labo-
ratorio del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS UMR
6258). Es profesor titular en la Universidad Academia de Humanismo
Cristiano, investigador asociado del Instituto del Patrimonio (IDEPA-
UNAP) y Editor de la revista Tiempo histórico. Autor de libros y artícu-
los publicados en revistas nacionales y extranjeras, sus investigaciones
se centran en historia regional y de las relaciones entre Chile y Perú.
Actualmente es investigador responsable del proyecto Fondecyt-Inicia-
ción 11130001 (2013-2016) y del Proyecto Laboratoire International
Associé «LIA Mines: archéologie, histoire et anthropologie des systèmes
miniers dans le désert d’Atacama» (CNRS, 2015-2019). Ha sido Profe-
sor Invitado en la Chaire des Amériques, Institut des Amériques (2013)
y en el Institute des Hautes Etudes de l’Amerique Latine, Université
Sorbonne Nouvelle, Paris III (2015).
e-mail : milgodoy@uchile.cl
536
Claudio Ogass Bilbao
Diplomado en Archivística de la Universidad Alberto Hurtado y
egresado de Magíster en Historia de la Universidad de Chile. Actual-
mente es Director y Archivero del Archivo de la Federación de Estu-
diantes de la Universidad de Chile (AFECH). Sus líneas de investigación
se insertan dentro de la historia de los archivos, los documentos y la
archivística; y también la historia de la inmigración negra-africana y
sus descendientes en América y Chile. Entre sus publicaciones destacan:
«Por mi precio o mi buen comportamiento: oportunidades y estrategias
de manumisión de los negros y mulatos esclavos en Santiago de Chile,
1698-1750» (2009); «La mulata Blasa Díaz y sus esclavos. Algunas
aproximaciones sobre la dinámica cotidiana de la esclavitud urbana,
Santiago de Chile (1680-1750)» (2011); «Senhor meu escravo» (2014);
Archivo Oral del Movimiento Estudiantil: registrando las memorias de
la refundación de la FECH (1976-1984) (2014); «¿Aquí archivamos la
Memoria del Movimiento Estudiantil? Valor e importancia del Archivo
FECH (2008-2015)» (2016).
e-mail: cm.ogass.bilbao@gmail.com
537
José Ragas
Doctor en Historia por la Universidad de California, Davis. Actual-
mente es Postdoctoral Fellow Associate de la Mellon Foundation, en el
Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Cornell.
Sus líneas de investigación se insertan dentro del estudio de las tecnolo-
gías de identificación en América Latina y en contextos postcoloniales
alrededor del mundo. Actualmente trabaja en el manuscrito de su libro
From Citizens to Algorithms: Civil Society and Biometrics in Modern
Peru (título tentativo), donde analiza la creación de los diversos sistemas
de identificación que surgieron con el propósito de transformar a las
personas en códigos únicos e irrepetibles de modo que se garantice su
control a través de documentos de identidad y clasificaciones basadas
en información corporal. Una descripción más extensa de sus proyectos
actuales y publicaciones en su website: www.joseragas.com.
e-mail: jr992@cornell.edu
Andrés Reséndez
Profesor-investigador de la Universidad de California, Davis. Ob-
tuvo la Licenciatura en Relaciones Internacionales en El Colegio de
México, y la Maestría y el Doctorado en Historia en la Universidad de
Chicago. Entre sus principales libros se encuentran Changing National
Identities at the Frontier (Cambridge University Press, 2005) sobre el
proceso de formación de identidades nacionales en la frontera norte de
México; A Land So Strange (Basic Books, 2007) traducido al español
como Un viaje distinto: la exploración de Cabeza de Vaca por América
(Libros de Vanguardia, 2009), sobre una desastrosa expedición de co-
lonización en la década de 1520. Su último libro aborda el fenómeno
de la esclavitud de indios en Norteamérica entre los siglos XVI y XIX,
titulado The Other Slavery (Houghton Mifflin Harcourt, 2016).
e-mail: aresendez@ucdavis.edu
538
y Modernos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre sus
publicaciones recientes destacan: «Símbolos, emblemas y ritos en la
construcción de la nación. La fiesta cívica republicana: Chile, 1810-
1830» (2010); «Sobre el rescate de cautivos y la diplomacia fronteriza
en Chile, 1598-1655» (2014).
e-mail: msanchez@uft
Daniel M. Stewart
Doctor en Historia por la Universidad de Chile, con estudios de
Licenciatura y Maestría en Antropología, mención Arqueología, por la
Universidad de Brigham Young (Provo, Utah, U.S.A.), donde estudió la
historia de los Maya desde sus escritos jeroglíficos. Miembro del Labo-
ratorio de Mundos Coloniales y Modernos de la Pontificia Universidad
Católica de Chile. Sus principales áreas de interés actual son la historia
económica de Chile colonial, historia agraria e historia militar. Se ha
enfocado en estudiar la conformación de la sociedad y economía de
la región de Concepción (Chile) durante los siglos XVII y XVIII, y la
importancia de la guerra de Arauco en ella. Entre sus publicaciones
recientes destacan: «Las viñas de Concepción: distribución, tamaño y
comercialización de su producción durante el siglo XVII» (2015); «El
sistema laboral dentro de una hacienda chilena colonial: las cuentas
de San Telmo de Queyilque (1758-1783)» (2016); Historia del Valle
de Codegua (2016).
e-mail: danielmoroni@hotmail.com
539
lo cual se enmarca su actual proyecto Fondecyt-Regular: «Dimensión
local de los conflictos imperiales entre España e Inglaterra en el período
colonial: la Patagonia Occidental» (n° 1150852, 2015-2017). Ha publi-
cado los libros: Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920. Fisonomía
y percepción de una vivienda popular urbana (2002); La frontera de
arriba en Chile Colonial. Interacción hispano-indígena en el territorio
entre Valdivia y Chiloé e imaginario de sus bordes geográficos, 1600-
1800 (2009); Fuentes para la historia de la Patagonia Occidental en el
período colonial. Primera parte: siglos XVI y XVII (2014).
e-mail: maria.urbina@pucv.cl
540
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres digitales de