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Con El Hacha De Elías

· 28 de febrero ·
https://josephmaryam.wordpress.com/2014/03/29/iglesi
a-remanente/
“Todos recordarán que le concedí a Lucifer 100 años para
que hiciese hasta lo peor para ganarse las almas de los
hijos de Dios. Esos 100 años han llegado a su final, y la
destrucción de las almas ha sido tremenda. Pero todavía
tengo dos guerras pendientes para las almas. Estas serán
unas batallas muy grandes. La Iglesia Remanente
perseverará para Dios, se declarará para Dios en la
Santísima Trinidad.
La primera batalla será el Gran Aviso producido por el
gran amor de la Santísima Virgen María por ustedes. (…).
Es una guerra porque los malos espíritus también esperan
este día. Ellos también tienen un plan en el que harán
todo lo posible para provocar la desesperación y la
desgracia a los fieles. (…)
Será una guerra para lograr sus almas, queridos hijos. Al
poco tiempo después de este evento, la segunda batalla
se llevará a cabo. Esta será la del Gran Milagro durante el
cual deberán declararse a favor de Dios. Durante este
tiempo los espíritus malignos los estarán animando para
que apoyen a su líder porque él estará en el poder. (…) Si
se declaran a favor de Lucifer y reciben su marca, se irán
al Infierno. Acuérdense de esto. El tiempo que dure esto
será bastante corto. Nunca pierdan las esperanzas en
Dios y en la Madre de Jesús”.(Mensajes a la Dra. Even –
Agosto 4, 1998)
La Verdad de la Iglesia es Su Amor por Cristo. Una Iglesia
que no ama la Verdad no pertenece a Cristo. Una Iglesia
que sólo vive para lo humano, contentando la vida y las
obras de los hombres, no es la Iglesia que fundó Cristo en
Pedro.
Amar a Cristo es un deber y una obligación para todos en
la Iglesia. Amar a Cristo no es vivir una vida humana y,
después, recibir un Bautismo, una Confirmación o la
Eucaristía diariamente.
Amar a Cristo es poseer Su Espíritu y ser guiados, por Él,
hacia la Verdad Plena, que cada alma tiene que vivir en su
vida.
Todas las almas están llamadas a la Plenitud de la Verdad,
que sólo se da en la Plenitud del Amor. El Amor, que Dios
da a Sus Almas requiere –en Ellas- una disposición, una
entrega, una voluntad firme de ser siempre de Dios.
Al hombre siempre le cuesta ese Sí, ese entregar el
corazón –por completo- a Dios. Pero el hombre tiene
todo para poder decir ese Sí. Sólo tiene que ser fiel a la
Gracia, a los Dones que el Señor le ha dado por
pertenecer a Su Iglesia.
La Iglesia de Cristo es Su Cuerpo; es decir, es el conjunto
de almas que se unen en Cristo, que son guiadas por el
Espíritu de Cristo, que son llevadas, por Dios, a la
conquista de lo divino en lo humano.
La Iglesia de Cristo no es una comunidad de hombres, que
se reúnen para hablar y obrar cosas entre los hombres.
La Iglesia de Cristo son almas que dan a Cristo en todas
sus actividades humanas. Y este dar a Cristo significa un
camino estrecho, un sendero de sacrificio de todo lo
humano.
No hay que ser humano para ser de Cristo. Hay que ser
divino para ser de Cristo.
Cuanto más el hombre abandona su humanidad, aun la
buena y perfecta, más se va transformando en divino, en
un ser guiado por la Gracia, que es la Vida Divina.
Dejarse guiar por la Mente de Dios es lo que le cuesta a
todo hombre; porque el hombre nace guiado por su
mente humana y para vivir sus obras humanas.
Todo el trabajo -en la vida espiritual- es dejar de ser
hombres para ser de Cristo. Imitar a cristo no es imitar al
hombre; no es hacerse mundano; no es seguir las modas
de los hombres ni sus pensamientos.
Imitar a Cristo es ponerse en las manos de la Virgen
María, y que sea Ella la que señale el camino hacia Su
Hijo.
María es la que da a Su Hijo en cada alma; es la que
engendra a Su Hijo en el alma; es la que ofrece a Su Hijo
al alma; es la que explica a Su Hijo al alma.
La Virgen María engendró en Su Corazón la Palabra del
Verbo, e hizo de su vida la Obra de esa Palabra.
La Virgen María es Madre de cada alma: engendra en las
almas lo que Ella engendró en Su Corazón. Por eso, Su
Inmaculado Corazón es el Refugio de toda la Iglesia, es el
lugar donde todas las almas tiene que vivir si quiere ser
de Cristo.
Y amar a la Madre es sencillo cuando el corazón se deja
gobernar por Ella. Escuchar a la Madre es transformarse
en el Hijo de la Madre, que es Jesús. Imitar la Pureza de la
Virgen, es alcanzar la capacidad para no pecar más en
este mundo; capacidad -que es una Gracia altísima- sólo
concedida a los verdaderos devotos de la Madre. Seguir a
María es encontrar a Jesús. Obedecer a la Virgen es
someterse a la Palabra del Verbo. Amar a María es amar
el Corazón de Jesús.
Los hombres no saben amar porque no saben ver a la
Madre, no saben contemplarla como es Ella, a los ojos de
Dios. Los hombres no se hacen hijos de Dios porque no
aprenden a ser hijos de María.
María lo tiene que ser todo para la Iglesia si la Iglesia
quiere conservarse íntegra en el Espíritu.
Como la Iglesia ha dejado a la Virgen a un lado y se ha
dedicado a otras cosas, entonces la crisis en la Iglesia es
consecuencia de su falta de amor a la Madre.
Una Iglesia que no ama a la Madre, tampoco ama al Hijo
de la Madre. Y, para que la Iglesia vuelva al amor de
Cristo, necesita, primero, volver a la Madre.
Y, por eso, comienza –para toda la Iglesia- el tiempo de
permanecer en la Verdad; tiempo para guardar el
depósito de la fe en los corazones y esperar tres cosas: el
Gran Aviso, el Gran Milagro y el Castigo.
Si el hombre quiere vivir el Reino de la Paz, tiene que
pasar por este Purgatorio en vida. Después del Castigo,
comienza el Reino de la Paz. Pero sólo serán los que
amen, de verdad, a Cristo. Sólo la Iglesia Remanente
alcanzará ese Reino de la Paz.
Ahora es tiempo de ser Iglesia escondida, que no se
manifiesta al mundo, que vive en oración y en penitencia
para prepararse a esos tres grandes eventos.
Lo que hay en Roma ya no es la Iglesia Católica. Tiene el
nombre; pero –en la práctica- no es la Católica; es otra
cosa, llámese como se llame: universal, mundial,
ecuménica, etc.
Los verdaderos devotos de la Virgen María tienen que ir
dejando todas esas parroquias, capillas, que tiene el
nombre de católico, pero que viven otra cosa, obran la
mentira, no la verdad de lo que es la Iglesia.
Hay que buscar aquellas parroquias que todavía den lo de
siempre. Y si no se encuentra, hay que vivir escondidos,
formando pequeños grupos en los que se viva la fe, en
donde se guarde el depósito de la Verdad.
Muchos sacerdotes tendrán que huir, debido a la
persecución que va a comenzar, antes del Gran Aviso. Hay
una persecución del Anticristo, pero eso será después del
Gran Aviso. Antes, viene la persecución en la que se
formará la Iglesia Remanente.
Para ser Iglesia Remanente no hay que ser de ningún
grupo de la Iglesia. No hay que buscar asociaciones,
grupos, fundaciones, en donde –más o menos- se enseña
la doctrina y se haga un apostolado. Todo eso no sirve ya
para este tiempo.
La Iglesia Remanente es la que acoge la Verdad y la
guarda en su corazón, esperando lo que tiene que venir:
el Reino de la Paz. Pero que viene después de un
Purgatorio en vida.
Y, por eso, la Iglesia Remanente es la que tiene que
acoger a tantos sacerdotes que no van a tener un lugar
para vivir; ni una parroquia para celebrar la Misa; que van
ser perseguidos por sus mismos hermanos en el
Sacerdocio, por luchar contra la mentira de muchos de
ellos.
La Iglesia que permanece unida en la Verdad es la Iglesia
Católica. Y no importa no tener capillas o parroquias. Sólo
hace falta corazones que acepten la Verdad como Es, que
no adulteren la Palabra de Cristo; que no tergiversen las
enseñanzas auténticas de la Iglesia.
El panorama que ofrece la Iglesia en Roma, y en todas
partes del mundo, es desolador y nadie tiene que esperar
nada bueno de Roma. Esto tiene que quedar muy claro,
porque muchos siguen esperando algo de Francisco y,
entonces, no han comprendido la situación de la Iglesia.
Ya en Roma no está la Iglesia Católica. Y, comienza,
dentro de poco, la primera persecución, que prepara al
Gran Aviso.
Los tiempos son muy graves; no son como antes. Son los
tiempos de la Gran Purificación y de la Gran Tribulación.

https://josephmaryam.wordpress.com/2014/03/29/iglesi
a-remanente/

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