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NOMBRE: María Anduriña Rojas Cabra.

TÍTULO: El final del salvaje (El desarrollo sostenible: Diálogo de discursos).


AUTOR: Arturo Escobar (1999).
RESEÑA
“Este discurso, como cualquier otro discurso, no es ni verdadero ni falso en sí
mismo, sino que produce “efectos de verdad”” (pg. 80).
El desarrollo sostenible, como bien se puede apreciar en la lectura, es un discurso que
pretende definir la realidad de una forma y no de otra. Este discurso genera ciertas
problemáticas entre la relación Naturaleza-Sociedad por el carácter destructivo del
“desarrollo” y la deforestación mundial. El capítulo propuesto, se divide en dos discursos:
1.) Nuestro futuro común: El discurso liberal del desarrollo sostenible, y 2.) El discurso
culturalista: La muerte de la naturaleza y nacimiento del ambiente.
La relación Naturaleza-Sociedad es una problemática que el informe Bruntland (1987),
titulado “nuestro futuro común”, intenta dar solución desde el desarrollo sostenible, sin
embargo este informe parte del corazón de la modernidad occidental (liberal) que cree en la
posibilidad del conocimiento científico objetivo, la veracidad asegurada por la visión
científica.
En la introducción del informe se dice que a mitades del siglo XX se vio por primera vez el
planeta desde el espacio, esto impactó y generó varios cambios de la imagen de la tierra al
saber que no era el centro del universo. También, se observó que quienes dominan la tierra
son las nubes, las zonas verdes, los océanos y los suelos; sin embargo la humanidad no se
incluye en esto, lo que hace cambiar de manera fundamental el sistema del planeta. Estos
cambios traen consecuencias letales, aun así, “esta nueva realidad de la que no hay
escapatoria debe ser reconocida y gerenciada” (pg. 77). Al divulgarse el informe, el
presidente del banco mundial sintetizó el punto de vista economista como -- “una ecología
sana es una buena economía” y agregó “la planificación ambiental puede maximizar los
recursos naturales, de tal forma que la creatividad humana pueda maximizar el futuro” --
(pg. 79).
El discurso liberal del desarrollo sostenible asume el rasgo de la modernidad como la
existencia de una cultura dada, lo que hace que la modernidad repose en la economía. El
progreso de la cultura económica del siglo XVIII, formó los procesos sociales complejos
más destacados de la construcción histórica de la cultura económica occidental, como: la
expansión del mercado, la mercantilización de la tierra, el trabajo, las nuevas formas de
disciplina en escuelas, fábricas y hospitales; las doctrinas filosóficas del utilitarismo y el
individualismo, y en sí la constitución de la economía autónoma e independiente de lo
político, lo social y lo cultural (distinciones de la modernidad que no existen en los países
tercer mundistas), lo cual genera consecuencias en la relación Naturaleza-Sociedad.
Existen premisas culturales implícitas en el discurso dominante del desarrollo sostenible
desde el banco mundial hasta las ONG’s de nivel local. Estas premisas son:
- La naturaleza está llena de recursos limitados con valor monetario.
- Los deseos del hombre son ilimitados. Gracias a la escases de recursos sus
necesidades solo pueden ser satisfechas a través de un sistema de mercado regulado
por precios.
- El bien social se asegura si cada individuo persigue su propio fin de la forma más
eficiente posible.
- La bondad de vida – “calidad” – se mide por productos materiales.
La propuesta de privatización de los recursos naturales para la economización de la
naturaleza, para los economistas, es una operación simple donde se hace una asignación de
precios generalizados. Dicha propuesta es real en algunos países (tercer mundistas) de
América Latina, con la supuesta política de ajuste económico y de “apertura” neoliberal y
post-neoliberal. Sin embargo, desde la vista latinoamericana, le dan más importancia a la
deuda externa, la caducidad de modelos de desarrollo convencionales, la desigualdad
mundial, entre otras. La “solución” es acceder a que todos los recursos deben tener “títulos”
y todo el mundo debe tener derecho a estos recursos, pero ampliando costos al aire, agua,
genes y en sí todos los recursos naturales que sean posibles.
Por otro lado, el discurso culturista constituye a una crítica al discurso liberal (todo lo
anteriormente dicho) como la cultura economista y científica del occidente. Se le denomina
culturista, porque pone énfasis en la cultura como instancia fundamental de nuestra relación
con la naturaleza. Es en la cultura occidental donde los culturistas descubren el origen de la
crisis ambiental presente.
La economización de la naturaleza hace que las comunidades del tercer mundo sean
alejadas de su contexto local y redefinidas como recursos a ser gerenciados (comienzo de
las pequeñas sociedades hacia la economía mundial). Los culturistas se niegan a aceptar
propuestas como “el reverdecimiento de la economía” y las pruebas de subordinación de la
economía a los informes sociales y ecológicos.
La denuncia de los culturistas y ecológicos sobre el discurso liberal del desarrollo
sostenible, es la imposibilidad de reconciliar el crecimiento económico y ambiente. La
articulación de economía-ecología es crear la sensación de no necesitar ajustes en el
sistema de mercado, sin embargo, para dar inicio a la época de desarrollo ecológicamente
respetuoso, la economía no puede ni debe acomodar las necesidades ambientales sin una
modificación sustancial a su estructura.
En conclusión, el crecimiento económico es necesario para acabar la pobreza (en los países
tercermundistas) en el discurso liberal del ecodesarrollo, pues, se piensa que la pobreza es
tanto causa como efecto de los problemas ambientales, entonces el crecimiento económico
se hace “necesario” para erradicarla y así mismo “proteger” el ambiente. “Más aun, la
ilusión del crecimiento económico continuado es alimentada por los ricos del mundo para
tener a los pobres en paz” (pg. 82). Sin embargo, para los culturistas el conflicto está “entre
la destrucción de la naturaleza para ganar dinero y la conservación de la naturaleza para
poder sobrevivir” (pg. 83).

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