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Marcelo Percia

demasías locuras normalidades


meditaciones para una clínica menor
Percia, Marcelo
demasías locuras normalidades. meditaciones para una clínica
menor. - 1a ed. - Buenos Aires : Ediciones La Cebra, 2018.
80 p. ; 21,5x14 cm.

ISBN 978-987-3621----

1. Ensayo Psicoanálisis Filosofía. I. Título


CDD 190

Marcelo Percia renuncia al cobro de los derechos de autor cuando


este libro sea vendido a entusiasmos que estudian en la Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires

© Ediciones La Cebra, 2017


edicioneslacebra@gmail.com
www.edicioneslacebra.com.ar

editores
Ana Asprea y Cristóbal Thayer

Tapa y dibujo de tapa


Ana Asprea

Esta primera edición de demasías locuras normalidades se terminó de


imprimir en el mes de marzo de 2018 en Mundo Gráfico Srl., Zeballos
885, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina

Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723


A Juan Carlos De Brasi, al deseo de pensar que lo habitó
Si otros no hubieran enloquecido nos veríamos
obligados a hacerlo nosotros
William Blake (1793)
Este libro escenifica los vocablos demasías, locuras, normalidades.
Toma decisiones sobre hábitos de uso y sentidos mayoritarios
de estas palabras.

Locuras arrastran historias de posesiones demoníacas y castigos


divinos, encarnaciones del mal y visiones proféticas, violencias
de la razón y expulsiones de la civilización.
Locuras remolcan extravagancias y rechazos a las normativas,
alteraciones del juicio e imágenes que espantan.
Locuras transportan excentricidades defensivas y ensoñaciones
liberadoras.
Locuras soportan indisposiciones del alma y espesuras poéticas.

Palabras andan con los pies engrillados o cargan señales fatales.

Normalidades sobrellevan la misión de nombrar las cosas.


Normalidades valúan la talla de los sentimientos.
Normalidades delinean extensiones y trazan territorios pactados
entre poderes.
Normalidades propalan locuciones comunes del habla del
capital.

Palabras asumen el trabajo de ordenar lo que califican como


caos.
Palabras obedecen mandos que prescriben vidas.

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Al capitalismo se lo puede impugnar o venerar; pero el habla


del capital acompasa la marcha de los cuerpos.

Locuras y normalidades temen enloquecer.


Demasías sienten vehemencias enloquecidas.
Demasías refugian excesos, asilan silencios.

La tediosa tarea de etiquetar y definir, desanima a las palabras.

Demasías locuras normalidades se presentan como estados de


sensibilidad en cuerpos apalabrados.
Estados, no accidentes, ni casos. Tampoco variaciones de sustan-
cias, entidades, estructuras.
Estados: ensambles vivientes.
Lo viviente acontece en infinitas formas: lo que significa que
no tiene forma.

Cuerpos apalabrados: concertados, concordados, proporcionados.


Aunque demasías rebasan las correspondencias.

Normalidades y locuras componen estados que atenúan la exis-


tencia; eso que demasías no siempre hacen.

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demasías locuras normalidades

Locuras y normalidades conforman lo viviente: inmovilizan de


alguna manera la vida que sienten.
Algo que en demasías no siempre pasa.

Sin el don de la palabra, convendría estar en el mundo como


araña, hierba, piedra, agua.

Locuras y normalidades se apoyan en superficies inestables de


las medidas.
Demasías alojan desmesuras.

Una de las paradojas de los desconciertos que hablan reside en


que el lenguaje acota la vida, a la vez que exalta su condición
inabarcable.
Demasiada vida para demasías locuras normalidades.
Palabras actúan como filtros, pantallas, tamices, cedazos, que
moderan exuberancias vivientes.

Sensibilidades nacidas en las lenguas nombran y sienten exce-


sos de vida que no caben en los cuerpos.
Normalidades y locuras bocetan composiciones posibles que re-
sisten el acoso de lo viviente, eso que en demasías no siempre
ocurre.

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Marcelo Percia

En este libro, demasías locuras normalidades intentan evitar clasi-


ficaciones. Incrustaciones de la cualidad o el atributo.

Demasías locuras normalidades no aspiran a que se las lea como


sentencias diagnósticas: ofrecen contrastes gaseosos que tendrían
que disiparse una vez pronunciados.

Demasías locuras normalidades no aluden a enfermedades.


Se presentan como posiciones y quebrantos que saben y no
saben qué hacer con lo que sienten.

Demasías locuras normalidades acaecen detonadas por la dema-


siada vida.

Una cosa las sentencias diagnósticas y otra la diagnosis como dra-


ma del saber.
No siempre se necesita tornar conocido lo desconocido. A ve-
ces, se trata de atravesar lo desconocido respetando lo que no
se comprende.

Este escrito no piensa demasías como morbosidades inevitables,


sino como estados de sensibilidad que rebasan los lenguajes.

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demasías locuras normalidades

Clínicas resisten estrecheces de la fascinación, el miedo, la ilu-


sión de protección.

Demasías están en la vida: la sienten en demasía.


Demasías se duelen por pesares de la civilización, no se duelen
por el solo vivir, que también duele.

Demasías no demandan métodos de conocimiento sino confian-


zas que acojan sentidos que desconocen.

Cuando tardías conciencias no alcanzan a nombrar todo lo que


pasa por los cuerpos que hablan, las sensaciones se funden con
el aire.
Tal vez no se trate de la demasiada vida, sino de estupores que
desquician a las palabras.

Se podría llamar clínicas a súbitos límites de las teorías: cuan-


do urge pensar lo que no se sabe o se advierte que no se sabe
pensar.

Este libro imagina demasías como asunto para una clínica menor,
sin dar mayores razones.
Deleuze y Guattari (1975), a propósito de Kafka, escriben que:
“Una literatura menor no es la literatura de un idioma menor, sino la
literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor”.

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Marcelo Percia

Letras menores devienen políticas.


Aquello que grandes literaturas callan o dicen en voz baja, lo
gritan obras menores.
Si literaturas mayores se establecen como escrituras de maestros
o de talentos consagrados, literaturas menores se sostienen en
enunciaciones dispersas de voces más o menos anónimas.
Literaturas menores tienen vínculos frágiles o no los tienen con
los cánones de enunciación mayoritarios.
Literaturas menores resisten la proposición que dice que toda
literatura se realiza como un acto de consentimiento con el
poder.

La distinción entre cansados, agotados, exhaustos (inconformi-


dad, 2010), tiene con demasías locuras normalidades cercanías y
distancias.
Demasías nombran vidas exhaustas y arrasadas; locuras, vidas
que se agotan sin encontrar salidas; normalidades, vidas que se
declaran cansadas.
Sin embargo, un giro en el punto de vista pone distancia: el pa-
saje de atributos personales, a figuras que evitan estereotipos
expresos o tácitos pretende otro modo de pensar.
Un caso para poner a la vista la diferencia: no se trata de personas
cansadas que se designan como normales, sino de normalidades
que construyen patrones para que sensibilidades turbadas se
aferren a algo seguro, aunque luego ese plácido sosiego canse.

Demasías sienten, habitan, escuchan, acaecen, deambulan, car-


gan, alojan, esparcen, aturden, intentan, escapan, nombran.
Demasías refugian y asilan: dan lo que no tienen.

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demasías locuras normalidades

Demasías se duelen, se presentan, se mueven, se apenan.

Prosopopeyas, empleadas en este texto, prestan voces, senti-


mientos, intenciones, que los sustantivos abstractos demasías,
locuras, normalidades, aceptan tener.
Se necesitan otros animismos ficcionales que ayuden a liberarse
de animismos del yo, la persona, el sujeto, el sí mismo, que se
presentan como sustancias.
Lo mismo pasa con la decisión de prescindir de muchos artícu-
los: se agudizan artificios para inyectar un poco de indetermi-
nación en los pensamientos.

Demasías locuras normalidades se conciben como fábulas


impersonales.

Demasías locuras normalidades atraviesan pasadizos que con-


centran fuerzas impetuosas; pero demasías, a veces, no pasan a
ninguna parte.

Este libro llama demasías a intensidades que desbordan locuras


y normalidades.

La palabra demasías intenta reponer perplejidades que el término


psicosis ha perdido.

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Volver a sugerir vacilaciones, asombros, extrañezas, descon-


ciertos, que las arrogancias teóricas cancelan.
Restituir efusiones suturadas por las certezas.

En las aulas, normalidades cada tanto desencadenan locuras que


tratan de pensar demasías que escapan a la comprensión y la
apremian.

Aulas, ¿recintos para pastoreos dóciles?, ¿espectáculos para


gustar?

Demasías provocan admiraciones y respetos entre locuras.


Normalidades las estudian y tratan como desenfrenos fanáticos.

Demasías locuras normalidades andan en cintas que cambian


de faz con delicadas torsiones, bruscas sacudidas, pliegues
embrollados.

Demasías reciben uno de sus bautismos en 1929.


Cuando en Los siete locos, Ergueta narra el momento en el que
se siente apenas una “sensación del alma”, escribe Arlt: “…y el
espacio entró en él como el océano en una esponja, mientras el tiempo
dejaba de existir”.

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demasías locuras normalidades

A veces, sudores cobijan absorciones que tiemblan.


Demasías andan entre letanías mohosas y oxidadas, rescatando
lo que todavía encuentran con vida en los contenedores.

Demasías dicen buenos días, buenas tardes, gracias, hasta pronto;


pero, a veces, ni saludan porque no alcanzan a hospedar tanto
sufrimiento.

Demasías escuchan gemidos de dolor que llegan desde todos


los tiempos; los escuchan tras los muros y más allá de las fron-
teras, traspasando territorios y atravesando mares; los escu-
chan como espasmos en las noches y los días.

Demasías habitan colonias de cuerpos porosos, rodeados por


tejidos de espinas.

Delirios protegen demasías de la visión sin velos de maquetas


sociales que se derrumban.

Se estudian demasías como fallas de cerebros. También se las


confina como reserva emocional de la vida en común.

A veces, pocas, la biología copula con los sueños.

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Demasías llegan incesantes hasta esas orillas.

Demasías captan ecos indiscriminados de lo que un tiempo so-


cial niega.

Normalidades, que sacralizan conocimientos, a veces consideran


demasías como deterioros cognitivos.
Demasías ponen en cuestión qué significa una buena percepción
de las cosas.

Teorías suponen estructuras que separan normalidades locuras


demasías.
Teorías suponen que un significante casi divino, al que le dan
el nombre de padre, podría evitar demasías, pensadas como
catástrofes.
Teorías suponen aros entrelazados que sostienen en el aire fra-
gilidades que hablan.
Teorías suponen anudamientos y des-anudamientos, picadu-
ras de sentido.

Normalidades locuras demasías bullen en memorias quebradizas,


laberintos, abismos, pesadillas.
Demasías recogen fantasmas en burbujas que permanecen in-
tactas en el aire.

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demasías locuras normalidades

¿Por qué algunas vidas cuentan con hilos que enhebran,


suavizan, componen fragmentos y otras no los tienen, se cor-
tan, los pierden?
Bondades y maldades, egoísmos y solidaridades, amores
y odios, se ofrecen como bordados posibles para la vida en
común.
¿Cómo ocurre que esos relieves se alojen, se alternen, coman-
den vidas?
¿Cómo se combinan destinos y azares?
Entre tumultos y sacudidas, ¿qué decide vidas?
Lo inagotable ríe de la precariedad de las respuestas, no de las
preguntas.

Envolturas de sentido (que llamamos fantasmas) cuelgan en


el horizonte de una época, transidas por divisiones de clases,
géneros, naciones.

Normalidades se aferran a fantasmas para evitar demasías.


Sólo la improbable consistencia de un fantasma consigue tapar
el sol con una mano.

El habla del capital distribuye ilusiones de felicidad entre nor-


malidades abonadas.
Demasías recluidas en manicomios interpelan comunidades
injustas.

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El habla del capital promete, a normalidades adeptas,


eternidades felices.
Locuras confían en que podrán resistir servidumbres.

Locuras conviven con otras locuras: abrazan delirios en común,


celebran anomalías, exageran rarezas.
Demasías habitan poros estallados que, tras la explosión, se afe-
rran –sin asirse– a piezas sueltas, a conjuntos delirantes rotos.
Normalidades se aúnan con adhesivos que se imponen como
delirios mayoritarios.

Delirios salen de las creencias que trazan normalidades para la


vida en común.
Delirios se presentan como desvaríos mal emplazados, en me-
dio de urgencias, de soledades detonadas.
Delirios sufren cuando se los quiere hacer entrar en razones
establecidas.
Delirios conjugan percepciones negadas y desmentidas por
sentidos mayoritarios.
Demasías escuchan voces silenciadas de lo viviente.

Locuras suscitan momentos poéticos y crueles.


Momentos de demasías se presentan insoportables, inconteni-
bles, inusitados.

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demasías locuras normalidades

Locuras pueden hacer daño, pero se arman para hacerlo de ra-


zones que comparten con otras locuras.
Normalidades dañan amparadas en lógicas del poder, la propie-
dad, la ambición.
Demasías dañan comandadas por impulsos inapelables.
Demasías no dañan por placer, dañan porque no pueden parar.
No desafían ni cuestionan normativas: las suspenden, olvidan,
no las consideran, les temen.
Demasías ejecutan voces imperativas.

Normalidades racionalizan crueldades, dicen: No nos dejaron otra


opción, se necesitaba un sacrificio para salvar al mundo.

Demasías aturden y componen sinfonías que apabullan.


Demasías desgajan cuerpos con cuchillas carniceras y golpean
cabezas contra muros del encierro.
Demasías cargan piedras sobre hormigas y arrean insectos has-
ta la gran tela de una araña.
Demasías esparcen gotas de agua que refrescan la tierra.

No se interiorizan crueldades del habla del capital, el habla del


capital fabrica interioridades para alojar sus crueldades.

Vidas brutalizadas y violentadas, agudizan sensibilidades de


miedo y odio.

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Normalidades se arman de morales, algunas locuras de éticas.


Demasías, desarmadas, beben afecciones, regurgitan afectos.

Llueven intensidades en esponjas mortales.

El Terror de Estado de la última dictadura argentina no se


corresponde con locuras ni con demasías, está en consonancia
con convencimientos racionales de normalidades que hablan la
lengua del capital.

Locuras se protegen de la vida con extrañezas. Algo que en de-


masías no alcanza.
Demasías, cada tanto, descansan en locuras o en contorsiones
normalizadas.

Demasías suponen que normalidades tienen poderes que las


vuelven invulnerables.
Si no, ¿cómo se explica que anden tan seguras de sí?

Demasías, a veces, encuentran en fármacos breves blindajes y


provisorias sorderas ante estruendos.
Locuras, a veces, encuentran en fármacos calmas para ansias
embriagadas con perfumes de libertad.

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demasías locuras normalidades

Normalidades, a veces, encuentran en fármacos ratificaciones de


la normalidad.

Narraciones sosiegan abundancias que no se soportan.

Demasías viven desiertos borrosos, confusos, amenazantes.


Demasías viven páramos calmos.
Demasías habitan pensamientos que agonizan secos, sin poder
narrar nada.
Demasías habitan pensamientos de agua que no necesitan na-
rrar nada.

Locuras giran alrededor de relatos excéntricos consolidados.


Normalidades consumen los libros más vendidos.

Normalidades y locuras llaman experiencia a narraciones de lo


ocurrido.
Llaman experiencias a sentimentalidades reguladas por norma-
lidades y locuras.
Llaman cuerpos a sensualidades que nombran.
Demasías no espantan moscas.

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¿Qué protege, qué ampara, qué envuelve, qué inmoviliza, qué


detiene la vertiginosidad de los días?

Demasías, por momentos, no conocen cortes, bordes, fronteras,


discontinuidades, límites: moran en sensibilidades sorbedoras.
Locuras se protegen con membranas exóticas y ocurrentes.
Normalidades residen seguras en fábulas masivas alambradas
por el sentido común.

El lema de la Academia de la Atenas de Platón: “Nadie entre aquí


desconociendo la geometría”.
Clínicas de demasías dibujan círculos, triángulos, cuadrados,
sobre la arena: tratan de ofrecer así, por un tiempo, descansos
en la inmensidad.
El mar absorbe huellas que quedan en las orillas: las funde en
las aguas como cicatrices de sal.

Normalidades y locuras arrastran las anécdotas de siempre como


mascotas fatigadas de lo vivido.
Demasías, a veces, arrojan violencias por la boca.

Normalidades locuras demasías componen relatos: no se sabe la


vida si no sucede narrada.
Ficciones pacifican incertidumbres que no terminan de saber
qué significa estar vivos.

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demasías locuras normalidades

No saber no significa ignorar, sino todavía no llegar, llegar tar-


de o nunca, a lo que se aspira a conocer.

En demasías el umbral de sensibilidad está exacerbado.

Normalidades locuras demasías echan anclas en ficciones para


descansar de la no existencia o de las existencias amenazadas.
En demasías, sin embargo, las ficciones no tardan en desvane-
cerse pulverizadas.

Demasías respiran pendientes de que amos caprichosos descar-


guen, de pronto, crueldades que destrocen los días.
Locuras se rebelan contra todos los amos, salvo los amos de
locuras que hospedan.
Normalidades complacientes se sienten protegidas bajo la tutela
de amos publicitados que cautivan consensos.

Demasías locuras normalidades viven gobernadas por pasiones.


No tienen pasiones, pasiones las tienen.
Pasiones se apoderan de energías que hablan.
Pasiones ahondan en los cuerpos sus moradas y mueven esas
trazas como títeres inteligentes.

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No estamos en los días como simples marionetas habladas,


sobrevenimos también como marionetas que, de pronto, se
escuchan decir algo inaudito.
Esa simplicidad burlada podría llamarse libertad.

Normalidades ganan dinero, lo gastan, lo guardan, lo prestan


por interés, lo apuestan, lo donan, lo falsifican.
Locuras, cada tanto, intentan sustituir dineros por compro-
misos comunitarios, intercambios de capacidades, contactos
amables.
Demasías admiten la presencia de ese significante universal que
ordena el mundo como la huella fugaz que deja sobre la arena
un ave rara.

El habla del capital formatea criaturas que hablan, pero no al-


canza a codificar todo lo que sienten.

Normalidades viven cercadas por pasiones insaciables, avideces


que no cesan, urgencias posesivas de bienes innecesarios.
Locuras, a veces, practican generosidades para contrarrestar
codicias y avaricias.
Demasías acumulan botellas rotas, papeles descartables, excre-
mentos. Colecciones inútiles, afanes no patrimoniales: atesoran
males antes que bienes.

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demasías locuras normalidades

Normalidades intentan exorcizar demasías como si se tratara de


espíritus malignos.

Demasías que no ambicionan ni cultivan superioridades por so-


bre otras existencias, a veces, alucinan que hablan en nombre
de toda la humanidad.

Demasías descompaginan patrones de conducta administrados


por normalidades.
Demasías desbaratan fórmulas de felicidad basadas en acumu-
lación de riquezas, poderes, reconocimientos.
Demasías no suelen conjugar los infinitivos disponer, tener,
poseer.
Recolectan insignificancias, suciedades, deudas, miedos, alar-
mas, demandas.

Demasías –cuando consumen–, a veces, consumen sin pautas


reconocibles.

Todos los meses gasta el poco dinero que tiene sólo comprando
jabones blancos que acopia con mucho cuidado.

Demasías encantan el ser como pureza grandiosa y la nada como


algarabía inútil y fugaz.

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Demasías sienten irritabilidades, nerviosismos, excitaciones,


como hormigueos que no se calman.

Demasías desconocen reglas de la vida en común o las rigidizan


hasta volverlas dogmas tiránicos.
Locuras cuestionan las reglas, aunque adhieren a la regla de no
tener reglas.
Normalidades viven encantadas con las reglas del capital, aun-
que, cada tanto, gozan haciendo trampas.

Extensiones receptivas aprenden a hablar para sentir la vida y


no sentirla tanto.
La vida asedia fortificaciones morales.

Demasías, en ocasiones, intentan estancias en común sin que se


note que, todo el tiempo, están tratando con furias que acosan
embravecidas.
Locuras blanden diferencias irreductibles como estandartes de
libertad.
Normalidades sueñan con aplausos: el momento en el que suben
al podio como las mejores.

Demasías ensayan lejanías: cercanías se les presentan en exceso


cercanas.

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demasías locuras normalidades

Locuras disfrutan colectivos minoritarios.


Normalidades establecen comunidades.
Demasías se mantienen apartadas en cuarentenas, como si por-
taran pestes.

Demasías que se ausentan de lo común, sin embargo, están ahí


siempre que una mano extendida se da sin esperar nada.

Demasías no encuentran lugar. No lo encuentran en el habla del


capital, en las ciudades, en los amores, en las ideas.

Demasías necesitan espacios en los que estar.


No venir de ningún lado y no tener a donde llegar pone dema-
sías en la indecisión del presente.
Deseos no se llevan bien con el momento: lo devoran y lo
trascienden.
Demasías habitan el presente sin más: están ahora, festejan
ahora, miran novelas ahora, habitan con gatos y perros ahora,
duermen porque tienen sueño ahora, no se bañan ahora.

Demasías después de los manicomios bullen como vidas ahora:


primicias que, a veces, no logran resistir capturas del pasado y
premuras del futuro.

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Algo que clínicas de demasías tardan en aprender: el transcurrir


de existencias en las que (si no pasa el delirio, la alucinación, el
pánico) no pasa nada.
Un no pasar nada, como el estar sin más, que el habla de los
consumos desprecia.

Normalidades y locuras necesitan hacer cosas para justificar la


vida.

Televisores titilan en residencias desabrigadas de demasías.


Destellos intermitentes cosquillean las horas.

Demasías que se aproximan para estar juntas después de los


manicomios no se dejan comprender por nombres conocidos.
Ni familiares, ni amantes, ni refugiados, ni pensionados, ni
amigos.
Sombras que se mueven en los mismos espacios, cuerpos que
se sientan en los mismos inodoros, voracidades que guisan en
las mismas ollas: ponen en escena pactos extraños.

Demasías, sin embargo, replican lazos conocidos, tal vez por-


que esas costuras, en ocasiones, contienen tempestades.

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demasías locuras normalidades

Demasías después del manicomio, por temporadas, permane-


cen sin estridencias ni chirridos, sin exageraciones ni violen-
cias, sin furias ni emociones amotinadas.
Demoran tormentas disponibles.

Por momentos, demasías que sospechan de todo, asumen misio-


nes heroicas, conjuros salvadores, sacrificios ejemplares.
Locuras quieren fructificar sueños y fantasías.
Normalidades marchan por la paz y van a la guerra, habitan
rebaños y manadas hambrientas, pero (antes que otra cosa) se
contabilizan como mayoría.

¿Cómo se serenan jaurías que devoran los días?

Demasías presienten peligros, estafas, malas jugadas.


Demasías oscilan entre hacer justicia o encarnarse como
víctimas.
Demasías no esperanzadas en curaciones ni entregadas a supli-
cios, a veces, transitan desamparos de libertad.

Utopías ilusionan correspondencias armónicas entre desequili-


brios que hablan y rotaciones terrestres.

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Demasías viven amores como peligros; locuras los habitan


enamoradizas.
Normalidades cantan conquistas, engaños, nostalgias; pero, al
cabo, se cobijan en uniones concertadas.

Amores abisman, en un sin fondo.

Demasías padecen amores y odios porfiados; locuras incitan ese


punto en el que los opuestos se tocan; normalidades los prefie-
ren separados.

Ni amores ni odios apaciguan vidas.

Demasías respiran torrentes, deshielos de amor.


Locuras procuran sortear diques que retienen y decencias que
reprimen fogosidades.
Normalidades fotografían cataratas.

Intensidades caen desde estrellas lejanas.

Normalidades invocan prudencias salvadoras.


Imprudencias enamoran locuras.

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demasías locuras normalidades

Demasías andan muñidas de prudencias como si se tratara de


coladores de té en medio de un océano.

Cuerpos en demasías dejan entrever algo que locuras y normali-


dades rara vez admiten: pulsos y brotes sexuales se extienden
inabarcables.
Voluptuosidades irrumpen no del todo pensables.
Fricciones arrebatadas se tocan antes de que arriben palabras.

Orgasmos, ¿se tienen, llegan, se alcanzan? ¿Se dan y se niegan?


¿Se encantan con amores? ¿Se aprenden con tanteos e imita-
ciones? ¿Se fingen, se relatan, se suponen? ¿Se consiguen en
tiendas?
Estremecimientos que inflaman el vocablo orgasmo, lo empujan
hasta orillas infinitivas.

Demasías erran pulsos desencajados.

Celos habitan normalidades locuras demasías como complemen-


tos de la propiedad.
Celos recrean, en la intimidad de las caricias, secretos del habla
del capital.

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Marcelo Percia

Normalidades y locuras sondean abismos que abrazos y palabras


ayudan a olvidar.
Algo que demasías no siempre hacen.

Alguna vez, ¿se amarán sensualidades no poseedoras ni


poseídas?

La educación sentimental se llama la novela de Flaubert (1869).


Allí se entrevén mundos sin amarres políticos ni emocionales.
Momentos de sinsentidos y desazones.
¿Cómo se dejan atrás culturas que acaban de desplomarse: es-
cuelas históricas de acciones, pensamientos, sentires?
¿Cómo se está en tiempos así?
Flaubert insinúa que el fin de la vida consiste en no tener
finalidad.
Advierte que deseos normalizados “sufren por lo que no tienen, y
sin embargo, se mueren de aburrimiento cuando lo consiguen”.
Escribe ante la visión de la muerte: “Ha tocado su fin una existen-
cia llena de agitaciones”.

Este libro llama educación sentimental a la enseñanza de emocio-


nes que sobrevuelan una época, a la alfabetización comunitaria
de las intensidades.

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demasías locuras normalidades

La educación sentimental de varones instruidos en las razones


del poder propietario, ¿refrena demasías que alojan sensibilida-
des femeninas?

En Cartas, Liliana Lukin (1992), escribe: “ah qué no daría por ser
en demasía / sin provocar / la inquietud el pánico la duda / ah por
ser en demasía ¿qué no daría?”.

Demasías, ¿concitan anhelos subversivos?


Furias que habitan memorias de los tiempos, retuercen vi-
das que, de pronto, afirman un No rotundo ante injusticias y
silenciamientos.

¿Normalidades sienten razonablemente la vida; locuras la sien-


ten alocadamente; demasías, en exceso?
¿Cuestión de magnitudes?
Estados sentimentales razonables, alocados, excesivos, ¿están
ahí como disponibilidades posibles para criaturas hablantes?

Amistades envuelven como segunda piel.

Locuras traman amistades como extravíos compartidos.


Normalidades necesitan amistades como desahogos de la
normalidad.

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Marcelo Percia

Demasías glorifican lealtades, aunque sospechan traiciones.

Normalidades protegen tanto que asfixian.

Demasías agitan cuerpos contingentes y extranjeros: cuerpos


arrasados, cuerpos fronterizos.
Locuras tienen devoción por las potencias.
Normalidades se amoldan a diseños establecidos.

Capacidades de hacer y sentir que anidan en cuerpos que ha-


blan, ¿podrían regularse?

Demasías asisten pasmadas ante normalidades de sociedades


avanzadas.
Locuras reaccionan furiosas ante normalidades que constriñen.
Normalidades actúan compasivas ante demasías y escandaliza-
das ante locuras desenfadadas.

Demasías no se adecuan. No ajustan lo que sienten dentro de las


estrechas formas a las que se acomodan normalidades.

Normalidades habitan cuerpos algo desecados.

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demasías locuras normalidades

Cada tanto sobre estimulados con alcaloides.

Demasías actúan megalomanías como muecas desencajadas de


éxitos y grandiosidades individuales.
Locuras fertilizan diferencias.
Normalidades adoran, aprueban, aplauden, adoban méritos.

El habla del capital cuelga glorias y triunfos en el cuello de lo


viviente.

Demasías exageran ganancias, conquistas, hazañas, hasta mos-


trarlas inútiles.

Demasías pasan de la desmesura de una felicidad enardecida a


la templanza de la nada.
Locuras sospechan que tras espejismos de felicidad del habla
del capital se esconden pavimentos secos.
Normalidades posan con gestos calculados.

Humoradas retratan demencias pescando peces inexistentes


en palanganas llenas de agua.
Así, demasías componen estampas desenfocadas de inercias
comunitarias.

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Marcelo Percia

El todo, ¿conjura exorbitancias que la nada soporta?

Acumulaciones de capital, ¿administran abundancias de lo


vivo?

Historias confinadas en manicomios desencadenan preguntas.


Vidas empobrecidas por injusticias y desigualdades, ¿dan a luz
demasías?

Demasías, cuando reposan, prueban la sobriedad de lo escaso:


perfumes amargos, suspiros de decepción, pesadumbres sin
esperanzas, mansedumbres de aspiraciones dulces y baratas.

Demasías, por momentos, descansan en la nada.


Locuras impugnan el todo del mayor número de voluntades.
Normalidades sienten la nada como amenaza, fracaso, carencia,
falta. Dictaminan que el vacío, si no se llena, sofoca.

La excesiva vida acontece en simultaneidad.


Normalidades prefieren movimientos que siguen órdenes
sucesivos.
Locuras procuran sucesiones bellas.

36
demasías locuras normalidades

Fuerzas vivientes se abren paso, al mismo tiempo, compitien-


do entre sí.

Demasías enmudecen y derraman palabras como lavas encen-


didas. También arrastran fonemas como lombrices inocentes.
Locuras frotan vocablos como lámparas mágicas: para que di-
gan más de lo que dicen, para que muestren algo de lo que
callan.
Normalidades emplean términos como insignias de cambio.

Visiones plenas enceguecen.


Lenguajes apaciguan la vida, la dosifican, la atemperan.

Corrientes de simpatías y discordias pasan por cuerpos que


hablan.
Cuando locuras y normalidades no pueden sentir tanta vida, se
cierran, endurecen, adormecen, hablan.

¿Qué de lo viviente alcanzan las palabras?


Demasías habitan el cuerpo inconmensurable de lo vivo.

Normalidades y locuras rondan lo viviente con nombres y


metáforas.

37
Marcelo Percia

Algo que demasías no siempre hacen.

Cuerpos acaecen afectados por exuberancias de lo vivo.


Criaturas que hablan lo narran y lo callan, lo recuerdan y lo
olvidan, lo niegan y lo agasajan, lo parcelan y lo periodizan.
Pero, a pesar, de todo lo que hacen, no suprimen demasías.

Demasías no pueden hablar y no pueden parar de hablar: callan


y vociferan hemorragias en las que la civilización se desangra.

¿Qué dice este libro con la palabra vida?


Se cursan vidas como senderos interpretados, como espectácu-
los producidos, como fábulas tecnológicas.
Como diría Foucault (1976), la vida natural se ha vuelto vida
política y estatal.
Vida en común: confeccionada, deletreada, conversada, gober-
nada, disciplinada, vigilada, catastrada.
Vida protegida y eliminable, incluida y excluida, bendecida y
maldecida.
Vida totalizada.
Vida traducida por retóricas del capital que nombran como
florecimiento lo que, si no, se sentiría como agonía; que llaman
progreso lo que, si no, se percibiría como destrucción.
Traducciones que homologan tormentas con tormentos, océanos
con angustias, inundaciones con tristezas, eclipses con olvidos.

38
demasías locuras normalidades

Demasías, que portan lo intraducible, echan por tierra todas las


traslaciones.

A veces, demasías se esconden en rincones sucios y oscuros con


la ilusión de no ver ni sentir tanto.

Demasías no callan pensamientos inconvenientes.


Locuras alientan imprudencias.
Normalidades contemplan excepciones.

Alucinaciones recogen percepciones vagabundas que normalida-


des no alojan.

Televisores conectan en un mismo instante a millones de


hablantes.
Demasías escuchan que las nombran; entonces, desenchufan el
aparato, cortan la luz, cierran la llave del gas, interrumpen la
entrada del agua, tiran las pilas de la radio a la basura. No se
dejan ver.

Demasías no van para adelante ni para atrás: por momentos,


sobreactúan locuras y normalidades y, por momentos, descansan
de esos estereotipos animados.
Demasías, a veces, transcurren sin que pase nada.

39
Marcelo Percia

Dice Alejandra Pizarnik (1972) en una entrevista: “Cuando algo


–incluso la nada– tiene un nombre parece menos hostil. Sin embargo,
existe en mí una sospecha de que lo esencial es indecible”.

No llamamos a las cosas por sus nombres, les imponemos pala-


bras que no necesitan. Nombramos aun lo inexplicable.

Demasías no confían en los lazos y se aferran a sogas únicas.


Locuras liberan lianas que custodian normalidades.
Normalidades se aseguran redes, aunque procuran tener siem-
pre más de una opción.

Desde que las criaturas hablan, ya no andan sueltas: andan


transfundidas. Se llaman vínculos a esas transfusiones de di-
chas y desdichas.

Normalidades se llenan la boca con ayudas mutuas.


Locuras no quieren auxilios de normalidades.
Demasías cuando están cayendo no conciben nada fuera de esa
caída.

Algo se considera demasiado según una referencia, medida,


patrón.

40
demasías locuras normalidades

¿Cómo pensar sin recurrencias modeladoras? ¿Cómo nombrar


flujos vivientes sin gradaciones?

Normalidades publicitan plenitudes.


Demasías saben que plenitudes advienen excesivas.
Locuras animan plenitudes locas de ficciones no plenas.

Demasías, a veces, desconciertan porque se ausentan de las po-


ses aprendidas de la felicidad.

Escudos que protegen demasías: tratar de no participar del


mundo, estar convencidas de saberlo todo, seguir serenas el
curso de lo absurdo.
Normalidades tienen cartillas de especialistas para cada cosa.
Locuras organizan grupos de estudios sobre no saberes infinitos.

Este libro se rehúsa a emplear fórmulas de reconocimiento


a las que apelan mayorías. Evita contraseñas que identifican
escuelas.

Normalidades visitan o llevan flores a quienes pasaron del otro


lado.
Locuras procuran pasadizos para andar entre ambos lados.

41
Marcelo Percia

Demasías viven en un sólo lado que cambia todo el tiempo.

Aflicciones incandescentes, a veces, no encuentran cuerpos


que las enciendan.

Normalidades planifican desórdenes.


Demasías, que viven inundadas, a veces, tratan de mantenerse
a flote con el alcohol.

Normalidades coleccionan corchos de vinos caros en botellones


vacíos.
Demasías pasan las noches bebiendo en desaguaderos y alcan-
tarillas de dolor.
Locuras fuman, se emborrachan, hacen el amor, esperan una
revolución.

Demasías comprimen el pecho de las soledades.

Demasías abandonan la medicación o la toman de por vida.


Locuras toman medicinas cuando no queda otra.
Normalidades viven en las farmacias.

42
demasías locuras normalidades

Una ambulancia, dos enfermeros, un médico, un inyectable, a


veces, someten demasías.
Policías se ensañan con locuras.
Normalidades claman seguridad.

Discursos consagrados y corrientes autorizadas, ¿evitan decir


que no saben qué hacer ni cómo pensar demasías?

Demasías recelan de las identidades: saben que el mundo está


habitado por multitudes de replicantes.
Locuras se aferran a identidades desclasificadas.
Normalidades las consumen como verdades inalterables.

Normalidades locuras demasías viven el infortunio de necesitar


tener una existencia.

Normalidades se jactan de tener un yo: ensamble forzado y de-


fectuoso de premisas que dicen cómo vivir.
Normalidades se afirman creyendo corresponderse con un cuer-
po, una piel, una estatura, una mirada, un nombre, un número,
cien claves.
Locuras cambian de nombres.
Demasías, a veces, admiten portar una etiqueta antes que andar
con las frentes agujereadas.

43
Marcelo Percia

Sombras relevan a los cuerpos de tener que cargar sin descanso


pesadas identidades.

Locuras refutan mundos injustos.


Normalidades dulcifican desigualdades con promesas y
esperanzas.
Demasías permanecen absortas viendo cómo fertilidades se
vuelven arideces, cómo lo yermo guarda secretos fecundos.

Normalidades locuras demasías, a veces, sienten tristezas como


descansos de dolor.

Tristezas no se distraen con otras abundancias.

Una fórmula para evitar el dolor: no amar, no desear, no vivir.

Demasías, si no provocan rechazo, convocan ternuras.


Ternuras no como debilidades, sino como afecciones que beben
flujos amargos de las dulzuras.
Cariños que batallan contra lo injusto.

44
demasías locuras normalidades

Si se las escucha, demasías denuncian, sin proponérselo, cruel-


dades de la sociedad del capital.

Demasías no perciben algo, cosas, partes, formas, paisajes: se


ahogan y resplandecen sumergidas en los sentidos. Más se
ahogan que resplandecen.
Locuras construyen balsas en las que naufragar.
Normalidades levantan altos edificios desde los que divisan
océanos.

Los sentidos (vista, oído, olfato, tacto, gusto), ¿están para no


percibir antes que para percibir?
Parpadeos, brumas de la sensibilidad, umbrales de protección.

Locuras impugnan jerarquías, omisiones, encasillamientos.


Demasías, exhaustas tras los estallidos, se dejan poner en cual-
quier parte.
Normalidades consienten clasificaciones como particiones nece-
sarias que ordenan la vida.

Se podría llamar caos a cualquier orden que se emociona.


Se podría llamar caos a cualquier orden.

45
Marcelo Percia

Demasías permanecen despiertas detectando peligros.


Locuras prefieren las noches: momentos en los que normalidades
descuidan las reglas.
Cuando normalidades sufren insomnios aplacan esa perturba-
ción con hipnóticos.

¿Cómo duermen audiciones que apoyan oídos en almohadas


que desvarían?

Demasías que se dan cuentan que portan anomalías irreducti-


bles e intolerables, preguntan ¿qué va a hacer el progreso con
nosotras?

El libro de Erasmo (1511) Elogio de la locura da voz a una de


las primeras prosopopeyas de la sinrazón. Hace hablar a la de-
mencia como personaje que, entre otros dones, endulza la vida.
Escribe: “En suma, no hay ninguna sociedad ni relación humana que
pueda ser placentera ni estable sin mí. Ni el pueblo con el príncipe,
ni el siervo con el señor, ni la criada con la señora, ni el discípulo con
el maestro, ni el amigo con el amigo, ni el marido con la esposa, ni
el inquilino con el casero, ni el huésped con el anfitrión, soportarían
un instante si el uno con respecto al otro no fingieran, ni se adula-
ran, ni se engañaran, prudentemente, ni se untaran con la miel de la
Locura”.

Demasías, ¿incumplen pactos sentimentales?

46
demasías locuras normalidades

Este libro no alaba ni pondera, tampoco desprecia normalida-


des, locuras, demasías.

Exclaman Normalidades: ¡Ah, Locuras! ¡De cuántas libertades


disfrutan!
Exclaman Locuras: ¡Ah, Demasías! ¡Nadie sabe qué intensidades
pueden!
Interrogan Demasías: ¡Ah, Normalidades! ¿Qué sosiegos
alcanzan?

Normalidades se afincan y viajan.


Locuras desean vivir en otra parte.
Demasías siempre, llegando y partiendo, cargan mundos de
malestar.

Demasías reponen fuerzas cuando acampan en el No.

Normalidades sostienen que no hay que cambiar nada.


Locuras desean cambiar todo.
Demasías necesitan que se reduzcan daños, ahora.

No se trata de minimizar sentimientos, sino de reducir riesgos


que infligen mayorías amparadas en el sentido común.

47
Marcelo Percia

Normalidades consumen marcas.


Locuras se alinean extravagantes.
Demasías andan desalineadas.

Donde normalidades ven líneas rectas, demasías sienten puntos


caprichosos que se dispersan.
Donde normalidades ven extrañamientos y enajenaciones, dema-
sías sienten distancias y cercanías que se entremezclan.

Locuras prefieren las noches.


Normalidades administran las horas del día.
Demasías se sienten encandiladas por luces y sombras.

Penumbras suavizan radiaciones que lastiman.

Demasías viven en lo no comunicable.


Normalidades aplauden lo claro, indudable, unánime.
Locuras aman desvíos de sentido.

Criaturas que hablan, ¿se arman de mismidades para habitar


islas en el silencio?

48
demasías locuras normalidades

Locuras están dentro y fuera del imperativo de la propiedad.


Normalidades contabilizan lo que tienen y no tienen.
Demasías dan refugio a sentimientos que normalidades no
acogen.

Teclados, que despliegan repertorios de íconos emocionales


que expresan estados de ánimos, ¿comprimen demasías?

Demasías, antes de dolerse, viven dando el dar.


Demasías no entienden normalidades que se acercan calculando
afectos.
Demasías provocan pánicos y dudas que los diagnósticos
apaciguan.

Demasías, en ocasiones, reposan en objetos inanimados.

Demasías estrechan pertenencias como ansias que entrelazan


cuerpos y cosas.

Demasías no ostentan propiedades, pero albergan sentimientos


de arraigo y sostén.

49
Marcelo Percia

Demasías abrazan objetos no como riquezas, sino como consis-


tencias provisorias en las que se aflojan.

Demasías que tambalean se aferran al entrañable valor de lo


insignificante.

Demasías quedan enceguecidas, apabulladas, aturdidas, por


avalanchas de dolor que dejan heridas para siempre.
Locuras portan huellas en cuerpos sobre impresos por la
historia.
Normalidades veneran marcas industriales, tatuajes que identi-
fican, récords de velocidades.

Demasías no inventan neologismos ni habitan lenguajes priva-


dos, se encuentran habladas por lenguas desquiciadas.
Locuras se defienden con lenguajes herméticos y dialectos
reservados.
Normalidades sólo reconocen frases y consignas que entienden
todos.

Hablas dominantes contornean superficies y contaminan at-


mósferas históricas: así se precipitan sentimientos que se acele-
ran en cuerpos que flotan.

50
demasías locuras normalidades

Demasías acatan órdenes, estallan, escuchan absortas la nada.


Locuras declaran el derecho a la anormalidad.
Normalidades no admiten que están a favor del horror, pero lo
consienten.

Demasías dislocan el habla, el psicoanálisis llamó a ese desaco-


ple: inconsciente.

Normalidades festejan la creatividad.


Locuras buscan la disrupción.
Demasías viven entre la inmovilidad y la explosión.

Normalidades siguen líneas sin salirse de ellas.


Locuras se adentran en laberintos.
Demasías sienten burbujas disueltas por un vendaval.

Un vocablo japonés, tsunami, dice maremotos.


Ondas marinas producidas en las aguas por movimientos sís-
micos en fondos submarinos, que se propagan en todas direc-
ciones a partir de un punto de comienzo y que, al llegar a las
costas, provocan marejadas y olas de gran altura.

51
Marcelo Percia

Conciencias desconcertadas, cada tanto, apelan a prodigios


meteorológicos para conjurar demasías.

Demasías cuando no pueden más, a veces, se ciñen a crueles


acusaciones morales.
Locuras mitigan demasías tramando complicidades locas.
Normalidades se compadecen y rechazan demasías: las vislum-
bran como espectáculos bestiales.

Demasías se rescatan, cada tanto, con caricaturas, de la


normalidad.
Normalidades se rescatan de normalidades con algo de locura.
Locuras se rescatan de demasías luchando contra normalidades.

¿Librarse de demasías como si se trataran de pesos, cargas, gra-


vámenes sentimentales?

Locuras se fortalecen enfrentadas a normalidades hostiles.


Normalidades se fortalecen con locuras infortunadas.
Demasías intentan descansar de hostilidades e infortunios.

Soledades habitan ficciones desdichadas.

52
demasías locuras normalidades

Normalidades calculan qué les conviene.


Locuras actúan lo inconveniente.
Demasías acaecen en furores inoportunos.

Se dice sufren alteraciones, trastornos, anomalías.


Cierto: demasías sienten alteraciones, trastornos, anomalías,
que acontecen en lo vivo.

Los llamados trastornos de la personalidad consisten en deforma-


ciones que resquebrajan máscaras que portan normalidades.

Normalidades desean que las cigarras mueran de frío cada


invierno.
Locuras desveladas se juntan en largas noches estivales.

La vida transcurre sin divisiones. Las lenguas la parcelan para


evocarla. La piensan como tiempo y espacio, la tajean en pa-
sados, presentes, futuros. La separan en horizontes y orillas,
en cumbres, superficies, profundidades. Distinguen, en ella,
naturaleza de cultura.
Así, también, las lenguas proyectan divididas a las criaturas
que hablan.
Este libro no apela al lugar común de un sujeto dividido, prefiere
pensar en sensibilidades que ensayan divisiones para sentir la
vida.

53
Marcelo Percia

Escisiones entre memorias y olvidos, entre consciencias e in-


consciencias, entre saberes sabidos y no sabidos, ¿acontecen
como cortesías de las palabras para con las sensibilidades que
hablan?

Normalidades viven incrustadas en realidades que proveen yu-


gos y contentos.
Locuras tratan de escapar a las realidades que normalidades
custodian.
Demasías visualizan realidades como ínfimas montañas de are-
na en desiertos ilimitados.

Doscientos años antes de los tiempos cristianos, Arquímides


se propuso calcular cuántos granos de arena podía contener el
universo.

Normalidades coleccionan lugares comunes que imponen como


la realidad.

Normalidades hacen lo que deben y no deben.


Locuras impugnan exigencias morales.
Demasías, a veces, no hacen nada: asisten al mundo sin más.

54
demasías locuras normalidades

Si se llama realidad al orgullo de vivir en una celda limitada, se


podría llamar nada a un simple bostezo.

Demasías habitan (apenas abrigadas con palabras) huecos o


pliegues en los que fluye la indómita vida.

Normalidades dan lecciones sobre lo que está bien y está mal.


Normalidades distribuyen el mal según sus conveniencias.
Normalidades blanden orgullosas valores que las identifican con
el bien.
Normalidades gozan haciendo denuncias y juicios morales.
Normalidades instruyen lo que se considera correcto.
Normalidades dicen querer que se reduzca la pobreza.
Normalidades fabrican conciencias y dictan leyes.
Normalidades necesitan la angustia, el descontrol, la fragmen-
tación de la personalidad, para embeber de miedo al sentido
común.
Normalidades reclutan voces especializadas que disertan sobre
los riesgos que corren fragilidades que alojan demasías: así consi-
guen que escuchas temerosas se sientan a salvo.

Demasías ponen a la vista tiempos no conducibles por las cor-


duras: tiempos de abundancias y contingencias no todas regi-
mentadas por la voluntad del capital.
Demasías ponen en cuestión normalidades que no dudan qué
hace bien y qué hace mal.

55
Marcelo Percia

Siempre hay algo que no cierra, un no sé qué que pide silencio:


en esos interludios respiran clínicas menores.

Algunas voluntades actúan como dobles agentes: al servicio de


morales aplastantes y de deseos insurgentes.

Demasías, cuando no dan más, quedan a merced de normalida-


des que esgrimen su moral: voceríos del deber y artesanías de
la uniformidad.

Normalidades asumen posturas que pertenecen al habla del ca-


pital: se afanan para no desentonar y merecerlas.
Locuras denuncian esas imposturas, mientras anhelan posicio-
nes verdaderas.
Demasías están ahí, en las tormentas, como pueden.

¿Cómo una vida traduce fuegos de una época? ¿Cómo una


época elige vidas para quemar en sus hogueras?

El habla del capital, que sazona normalidades, se ofrece como


inteligencia eficaz para controlar y disciplinar lo viviente.
Algunas locuras lo impugnan.

56
demasías locuras normalidades

Inmigraciones forzadas transportan demasías de los exilios.


Cuerpos flotando en costas europeas no indican demasías, sino
colapsos del habla del capital.

Clínicas conjeturan que no se trata de amar ni de criticar imáge-


nes ficticias, sino de precaverse ante todas las pasiones propie-
tarias, incluyendo la de la verdad.

Decir que la vida fluye ajena a la idea de verdad no habilita en-


gaños. Ficciones no componen mentiras, sino sostenes proviso-
rios para que vidas que hablan no se ahoguen en la vastedad.

Normalidades locuras demasías padecen el mal de las conciencias.


Conciencias: espejos en los que se reconocen pensamientos que
habitan criaturas que tienen el don de la palabra, aunque no se
sepa de dónde vienen.
Conciencias: memorias que anticipan acciones venideras.
Conciencias: narrativas que se depositan en una vida como flo-
res sobre una tumba.

Normalidades se sumergen en inocencias y malicias de las no-


ches: duermen.
Locuras se sienten más protegidas de noche que de día.
Demasías escuchan el segundero del reloj que marca la media-
noche del mundo.

57
Marcelo Percia

Después del bombardeo atómico de Estados Unidos sobre


Japón, en 1947, un conjunto de científicos crea un reloj que se-
ñala cuántos minutos faltan para el fin del planeta.
Auscultan peligros nucleares y ambientales.
Mientras se escribe este libro restan menos de tres minutos.

Demasías cubren los sueños con sus mareas.

Escribe Michaux (1974) algo que se podría poner del lado


de demasías insomnes: “¿Qué es lo que más fatiga en la vida
y lo que conduce con mayor seguridad a la locura? Permanecer
despiertos”.

Cuando respira un cuerpo que duerme, respira la noche.

Demasías sienten miserias del mundo.


Locuras objetan el mundo que se les impone.
Normalidades temen perder el mundo que tienen.

Sensibilidades veletas, ¿registran direcciones en las que soplan


potencias vivientes?

58
demasías locuras normalidades

Demasías se derraman fuera de las identidades.


Locuras impugnan destinos que acarrean.
Normalidades se aferran a ellas como al papel moneda.

El problema no reside en la demasiada vida, sino en sufrimientos


que patrones de una educación sentimental añaden.

Normalidades rehúyen locuras y recluyen demasías, aunque tole-


ran y hasta celebran algunas excepciones.

Demasías ven crecer indóciles afectaciones silvestres.


Locuras exigen respeto por otras locuras.
Normalidades marchan disciplinadas.

Normalidades internan demasías en celdas que refuerzan encie-


rros que diseñan normalidades.
Cuando se internan pulsaciones en manicomios, se inter-
nan soledades, angustias, violencias, desamores, ausencias,
desamparos.
También afectos derrapados, pesadillas descarnadas, derrotas
de la vida en común.

Normalidades hablan la lengua oficial.

59
Marcelo Percia

Locuras hablan lenguas secretas.


Demasías recitan lenguas automatizadas o hacen escuchar soni-
dos guturales de un dolor que disuelve las lenguas.

Demasías atestiguan que todas las lenguas no alcanzan para


intuir la vida.
Clínicas, sin embargo, asisten al desastre confiadas a las
palabras.

Palabras se preguntan cómo concertar citas con deseos.

Demasías sobrellevan dolores que recorren superficies sin relie-


ves, matices tenues, pliegues sin exageraciones.
Dolores como insectos silenciosos que pasan desapercibidos.
Que se mueven apenas apoyando sus patas en la superficie de
los días.

Normalidades siguen el camino principal.


Locuras senderos inexplorados.
Demasías conocen la sed de interminables desiertos.

Locuras quieren experimentar intensidades.


Normalidades consumirlas como diversiones.

60
demasías locuras normalidades

Demasías respiran con pavor vértigos que se aceleran en el


vacío.

Comunidades, ¿se empecinan en someter dispersiones a los


manojos de una unidad?

Normalidades disfrutan dentro de muros seguros.


Locuras exploran fuera de las murallas.
Demasías caminan sonámbulas en las intemperies.

Normalidades previenen presentes y porvenires, amores y


odios, sometimientos y revueltas; pero no saben qué hacer ante
lo imprevisible.
Locuras claman el advenimiento de lo imprevisible.

Cuando afirmaciones de normalidades caen, se marchitan, des-


varían; locuras toman la posta: suspiran por pensamientos in-
auditos que rara vez llegan.

En manos de certezas, todas las ideas se llevan como collares


que ahogan.

61
Marcelo Percia

Normalidades se desplazan por caminos llanos y anchos.


Locuras se mueven en las cornisas.
Demasías deambulan sin referencias.

La ilusión de pertenecer a una mayoría, ¿goza sintiéndose a


salvo de desgarraduras que se duelen fuera de sus fronteras?

Normalidades escuchan complacidas que de poetas y locos todos


tenemos un poco.
Locuras, a veces, procuran algo de normalidad.
Demasías pasan del tembladeral a la nada.

Alteraciones de los promedios trastornan normalidades.


Cambios de foco excitan locuras.
Demasías apenas pestañean y, a veces, ni eso.

Demasías sobrepasan medidas que equilibran normalidades.


Locuras las desafían.

Demasías permanecen despiertas aun cuando duermen.


A veces, psiquiatrías embotan y embrutecen.

62
demasías locuras normalidades

Demasías que no tienen cómo orientarse, en ocasiones, se afe-


rran a una misión, una iglesia, una fantasía.
Vestiduras para estar entre locuras y normalidades.

Soledades se abrazan a signos de valor para evitar hundirse en


la no existencia.
A veces, esos signos consisten en ponerse del lado del bien;
otras del lado del mal.

Demasías que han visto el horror dejaron la vida atrás endure-


cida como dolores de sal.

Normalidades locuras demasías se enamoran.


Normalidades de lo conveniente.
Locuras de lo inconveniente.
Demasías del excesivo amor.

Normalidades tienen miedo de enloquecer.


A locuras las dislocan normalidades.
Demasías que se prenden fuego, tras la combustión, descansan
sobre el polvo.

Normalidades, cada tanto, consumen intensidades.

63
Marcelo Percia

Locuras reivindican el derecho a intensidades que normalidades


reprimen.
Demasías tienen cenizas en la boca.

Ímpetus, antes de devenir sensaciones en los cuerpos, vagan


como bríos que crecen sin raíces.

Normalidades viven subordinadas a lo posible.


Locuras quieren navegar hasta las estrellas.
Demasías sienten correr ríos encendidos de dolor. Y, también,
corrientes de aguas mansas.

Normalidades desean tener lo que no tienen y más de lo que


tienen.
Locuras desean desear.
Deseos abandonan demasías como si se tratara de barcos que se
hunden.

A veces, demasías se repliegan por discreción.

Cuerpos inmersos en demasías se estremecen hasta disolverse


en el aire o desatan violentas tempestades.

64
demasías locuras normalidades

A veces, deseos se defienden del asedio de las pasiones a través


de la apatía.

Normalidades se especializan en emplear bien el tiempo.


Locuras tratan de liberar al tiempo.
Demasías, cada tanto, se alivian con promesas de un tiempo sin
demasías.

¿Qué vida la de un tiempo sin demasías?

Normalidades esconden acciones que no cumplen con lo


convenido.
Locuras cuestionan y desafían lo prohibido.
Demasías no compactan lo que sienten.

Fantasías de un dentro de sí, de una interioridad protegida, ¿res-


guardan de la demasiada vida?

Normalidades desarrollan branquias para vivir en perfectas


peceras.
Locuras se notan atrapadas en sigilosas redes.
Fuerzas desertan de demasías después de siglos de dar braza-
das en el mar.

65
Marcelo Percia

Cada tanto se necesitan océanos para reponer sacudidas de


inmensidad.

Normalidades anestesian el dolor.


Locuras intentan aprender de lo que duele.
Demasías sienten dolores adormecidos de la civilización.

La ostentación de sufrimiento, ¿se ofrece como demanda vela-


da de compasión y admiración?
Dolores, ¿se sienten?; sufrimientos, ¿se lucen?

El habla del capital administra sufrimientos que produce: los


suaviza con consumos espectaculares e historias de amor,
los consuela con cielos celestes y laboratorios sofisticados,
los trasmuta en crueldad y los edita sedados, los confina en
manicomios.

Demasías no conocen puertos seguros, cuando navegan se ale-


jan de los continentes.

Normalidades anidan en lo finito.


Locuras intuyen lo inabarcable en el latir de las cosas.
Demasías tienen antenas que trasmiten desde lo inaudible.

66
demasías locuras normalidades

Expectativas de normalidades residen en el progreso, las de lo-


curas en la libertad.
Demasías, cuando no se sienten apremiadas por normalidades,
asisten a una expectación que no espera nada.

Normalidades desesperan ante demasías sumidas en contempla-


ciones sin metas.

Algunas locuras tratan de alcanzar demasías a través de trabajo-


sas prácticas espirituales.
Normalidades estudian demasías en libros y películas
documentales.
Demasías sienten más allá de los sentimientos: están avezadas
en intensidades.

Se llama potencia a la inmoderación de los afectos.


Afectos, antes de afectar cuerpos, sobrevuelan como huellas
que esperan imprimirse en una historia.

Normalidades recomiendan prudencias.


Locuras aman imprudentemente.
Demasías no calculan, no proyectan, no especulan: están para-
das sobre un volcán, sobre un abismo, sobre nada.

67
Marcelo Percia

Normalidades locuras demasías coinciden en instantes de risa.


Normalidades trabajan disciplinadas para disfrutar en el futuro.
Locuras intentan celebrar la vida ahora.

Algunos proyectos se agitan como torturas morales del presen-


te mientras otros enamoran el porvenir.
Proyectos prometen, a la vez que aplazan, espléndidas
moradas.

No resulta oportuno solicitar que demasías tengan proyectos:


cargan con marejadas que superan presiones de soles y lunas.
Mientras habitan álgidos presentes.

Demasías que salen de largas internaciones en hospitales ponen


a la vista que en la vida no pasa nada.

Demasías habitan destemplanzas.

Abren la heladera, la cierran. Encienden la radio, mueven el


dial, la apagan. Prenden el televisor, miran un rato, cambian
de canal, una y cien veces. Comen una mandarina, tiran la cás-
cara a la basura. Se fijan en el celular si tienen mensajes. Juntan
dinero, para comprar zapatillas, se las ponen. Hacen visitas,
reciben desamparos.

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demasías locuras normalidades

Se distraen con el gorjeo de los pájaros.

Demasías, por momentos, encantan la nada.


Cuando no pueden agraciar lo insignificante, viven a merced
de fantasmas grandiosos.

No hay circunstancias pequeñas, sino momentos empequeñe-


cidos, despreciados, desestimados. Momentos acallados, igno-
rados, mecanizados, que desaparecen con los días.

Normalidades confunden la insaciabilidad de la pulsión del capi-


tal con carencias.
Normalidades satisfechas e insatisfechas no desean lo que les
falta, sino tener más de lo que ya tienen.

El siglo veinte se recordará, entre otras cosas, como los cien


años que enloquecieron al hambre.
Mientras multitudes sufrientes lo padecen, exclusividades de
gustos refinados y exquisitos expanden cocinas gourmet.
Algunas sensibilidades pierden el sentido de la saciedad,
mientras otras viven tenaces inapetencias.
Algunas desesperaciones se llenan con lo que encuentran,
mientras otros nerviosismos cuentan calorías para coincidir
con figuras diseñadas.

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Marcelo Percia

Normalidades se dan atracones entre dieta y dieta.


Locuras tratan de volver a la alimentación de los pueblos
originarios.
Demasías realizan ayunos aun cuando comen.

Insaciabilidades anegan deseos.


Deseos que desean lo que no tienen, no terminan de tener lo que
desean: siempre algo no tenido se desplaza, se expande, se renueva.

Locuras gozan inspiradas por genios, dioses, profetas.


Normalidades respiran con el solo pulmón del capital.
Demasías sienten capas gaseosas en cuerpos celestes.

Se apoyan metáforas como paños de agua fresca sobre frentes


afiebradas.

Normalidades tienen los pies sobre la tierra; locuras, cabezas en


las nubes.
Demasías se expanden o se retraen en círculos pequeños.

Cuando normalidades y locuras no tienen salud, ni tienen dinero


para vivir, ni sienten un efímero amor, todas las otras desdi-
chas desfallecen electrificadas.

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demasías locuras normalidades

Normalidades festejan embelesadas logros de normalidades.


Locuras aprueban embelesadas arrebatos de locuras.
Demasías se apenan por bellezas cautivas.

Arrogancias confunden hermosuras con normativas altaneras.

La educación de normalidades se llama sentido común.


Locuras frecuentan maestrías raras.
De pronto, en demasías sobrevienen ternuras que apaciguan lo
no sabido.

Demasías, cuando descansan, se aquerencian a la nada.


La nada encantada se llama devenir.

Normalidades siguen caminos rectos; locuras se pierden; dema-


sías hagan lo que hagan no tienen a dónde ir.

Normalidades se hacen eco de las voces del consenso, locuras de


las del disenso, demasías de las demasiadas voces.

Demasías anuncian en silencio catástrofes venideras que la civi-


lización desmiente.

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Marcelo Percia

Desolación no tiene relación con soledad.


Desolación adviene como aflicción que arrasa.
Normalidades se niegan a escuchar emociones de la vida en co-
mún que demasías denuncian sin proponérselo.

Normalidades piensan lo que se debe pensar, locuras lo que no se


debe, demasías ven pasar pensamientos descabezados.

Normalidades llevan más de lo que necesitan, locuras se des-


prenden de lo innecesario, demasías vislumbran naufragios.

A veces, el tiempo pasa como un modo del olvido.

Locuras aman lo que no existe: aman tanto la ilusión como la


decepción.
Normalidades procuran mejorar lo dado.

Demasías se asumen culpables por lo que han hecho, lo que no


han hecho, lo que podrían hacer.

Palabras nombran, matan, violan, mienten, prometen, acallan.


Fonemas de todas las lenguas cargan culpas irremediables.

72
demasías locuras normalidades

Así, voces del habla del capital depredan la vida.


¿Qué sensibilidades soportan esa responsabilidad?

Demasías, cuando no se sienten culpables por pertenecer a la


civilización, sienten gratitudes inmensas con la vida.

Palabras que dañan también reconfortan.

Normalidades hacen transacciones entre memorias y olvidos


para acomodar la historia.
Locuras se empeñan en recordar lo injusto, lo doloroso, lo inne-
cesario, para no repetir y abrir paso a otros deseos.
Demasías no cultivan memorias, recuerdos, evocaciones: viven
en presente. Sin después.

Deseos, ¿se extinguen? ¿Cómo maderas consumidas por los


fuegos?
Deseos pretenden conquistar astros, pero los astros casi nunca
complacen sus caprichos.
Deseos no pertenecen a ansias personales, deseos se expan-
den como suspiros de la historia: esa extraña conjunción de lo
común.
El habla del capital soborna deseos que habitan en locuras y
normalidades.

73
Marcelo Percia

Normalidades, al cabo, se cansan de lidiar con demasías.


Demasías no entran en razones, destruyen lo que trabajosamen-
te construyen, se abandonan a todos los desastres.

Demasías, a veces, se inquietan más por normalidades que miran


desconfiadas, que por lo que sienten.

Normalidades viven para consumir.


Locuras objetan consumos de las mayorías.
Demasías viven consumidas por excesos de lo viviente.

No hay el mundo tal cual es: innumerables mundos devienen


únicos y diferentes a la vez.

Normalidades tratan de vivir en el mejor de los mundos posibles


tras el paraíso perdido.
Locuras no admiten como perdido lo que nunca han tenido.
Demasías advierten amarguras por todas partes.

Dante (1308) encuentra, en la puerta del infierno, una ins-


cripción pavorosa que advierte que por ese camino se va a la
ciudad del dolor, del eterno tormento, de las existencias con-
denadas. El grabado concluye: ¡Quienes entren aquí, abandonen
toda esperanza!

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demasías locuras normalidades

Demasías no habitan infiernos.


Se sienten demasías cuando irrumpe la vida.
Así conjetura Melanie Klein (1945) la entrada en la existencia
antes de la palabra.

Normalidades se asustan ante demasías, locuras fingen que no se


asustan.
Demasías, ¿se asustan del susto que sienten normalidades?

Donde normalidades ven infiernos, ¿demasías sufren infiernos


entrevistos por normalidades?

Leónidas Lamborghini (2013) piensa que el lugar más incon-


cebible de La divina comedia reside en el limbo. Recuerda que
en el infierno están las criaturas ya condenadas, en el purgatorio
esperan las que saben que se van salvar, en el paraíso gozan las
que se han salvado, pero en el limbo no pasa nada.
Se permanece sin castigos ni felicidades, se está en el solo estar,
sin discontinuidades, ni ansias.

Si clínicas de demasías se desprenden de terrores del infierno y


del paraíso que difunden normalidades, podrían disponerse a
escuchar lo que no comprenden.

75
Marcelo Percia

El habla del capital serpentea demasías como peligros.

Si demasías no designan enfermedades, ¿por qué una clínica de


demasías?
Se llama clínica a la disponibilidad alojadora de perplejidades.
No se pueden evitar dolores del vivir, pero se pueden alojar
perplejidades que, si no, quedan confinadas en rincones de
sufrimiento.

Demasías no subvierten el habla del capital, ni el habla del ca-


pital las suprime.

Una clínica menor estrecha cuerpos que, por momentos, se


aproximan.
Una clínica menor ofrece relevos para alojar demasías que un solo
cuerpo no puede. Aunque sabe que, a veces, eso no alcanza.

Demasías si no acaban identificando una tercera posición, intere-


san como pliegues que ondulan en las superficies.
Demasías invitan a imaginar lugares no concebidos por normali-
dades. Ni infiernos ni paraísos, ni condenas ni felicidades.
Demasías como moradas del demasiado dolor, de la demasiada
emoción, de la demasiada nada.
Moradas del solo vivir.

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demasías locuras normalidades

La muerte está ahí soberana.


Normalidades locuras demasías entregan cuerpos, apagan sensi-
bilidades, enlutan palabras.

La vida está ahí soberana.


Normalidades locuras demasías conciben cuerpos, encienden sen-
sibilidades, entusiasman palabras.

Hay excesos que instan a desear lo que no se necesita o más


de lo que se necesita. Y hay excesos, sin normas ni medidas,
in-apropiables, del excesivo vivir.
La abundancia de lo vivo apabulla.
Ese exceso embriaga los sentidos.
Hasta la muerte podría pensarse como exceso de ausencia.

¿En qué momento abundancias se vuelven abusivas?


La ilusión de uniformidad apacigua delirios de las formas que
demasías esparcen en el mundo.

Cuando alguien dice: ¡Esto es mucho para mí!, expresa demasías.


Pero lo hace bajo el signo de la cantidad y bajo la ficción de la
mismidad.
Narraciones sobre el sí mismo, la identidad, el yo, la conciencia, el
sujeto, se ofrecen como artificios separadores.

77
Marcelo Percia

Separan la paja del trigo, uno de otro, nosotros de ellos, noches


de días, buenos de malos, sanos de enfermos, vaginas de pe-
nes, enriquecidos de empobrecidos, a quienes tienen derecho a
vivir de quienes podrían morir sin que pase nada.
¡Cuánta violencia la de las separaciones que requiere la fábula
de mismidad!
¡Esto es mucho para mí!, expresa: No sé cómo vivir sin el imperio
protector de las separaciones.
Eso se siente ante la repentina desaparición de una criatura
amada: momento que disuelve, sin aviso ni lógica, la frontera
entre vida y muerte.
El habla del capital obtiene dividendos de las separaciones: las
llama diferencia y singularidad, género y diversidad, lenguajes
universales y particulares, ganancia y pérdida, progreso y atra-
so, centro y margen, normalidad y peligro.
¡Esto es mucho para mí!, expresa el momento en el que la ficción
de mismidad naufraga en el demasiado océano.
La educación sentimental del habla del capital promociona
excesos como aventuras programadas o temporadas de des-
enfreno. Administra parques de desmesuras reguladas por el
miedo.
El habla del capital trafica éxtasis en cápsulas.
¡Esto es mucho para mí!, expresa perímetros trasvasados de la
fábula de sí.
Algo que ocurre también cuando la emoción y la alegría no
caben en un cuerpo.
¡Esto es mucho para mí! podría expresarse así: ¡Demasiada vida,
para las palabras!

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BIBLIOGRAFÍA

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Spinoza, Baruch De (1677). Ética demostrada según el
orden geométrico. Traducción Vidal Peña. Ediciones Orbis-
Hyspamércia. Buenos Aires, 1983.

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Esta primera edición de 1500 ejemplares de demasías locuras normalidades
fue impresa en Mundo Gráfico Srl. y encuadernada en Encuadernación
Latinoamérica Srl, ambas con domicilio en Zeballos 885, Avellaneda,
Buenos Aires, Argentina, en el mes de marzo de 2018

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