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I.

Traducción de
VILLANUEV Ay E. ÍMAZ
I s
La representación de la r ealt
en la literatura occidental
por
ERICH AUERBACH

UNIVE~SIOAD 6UENOS AIRES


fAClllTAü DE f"ILOSOFIA Y LETRAS
ll!IHECCtON DE ~lfüJOTECAlil

FONDO DE CULTURA ECONOMICA


MÉXICO-ARGENTINA-BRASIL-COLOMBIA-CHILE-ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA-PERÚ-VENEZUELA
Primera edición en alemán, 1942
Primera edición en español, 1950
Primera reimpresión on España, 1983
Segunda reimpresión en España, 1993

H.ad we hut world enough and time . ..


ANDREW

.,/

'I'ítulo original:
Mimesis: Dargestelfe Wirkfichkeit
in der Abendfandischen Literatur
© 1942, A Francke AG. Verlag, Berna

D. R.© 1950. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA. S.A. DE C.V.


Av. Picacho Ajusco, 227; 14200 México, D.F.
FONDO DE CUI,TURA ECONÓMICA, SUCURSAL PAHA ESPAÑA
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I.S.B.N.: 84-375-0242·.X
Depósito Legal: M. 4.521-1993
Impreso en España
LA DULCINEA ENCANTADA 315
XIV ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura
y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado
LA DULCINEA ENCANTADA e~ el de algún vestiglo para hacerle aborrecible a tus ojos, no dejes de
m1ra;me blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodi-
-Yo no veo, Sancho, dijo Don Quijote, sino a tres labradoras sobre tres l!a!Illento que :a tu contrahecha hermosura hago, la humildad con que mi
borricos. alma te adora.
-Ahora me libre Dios del diablo, respondió Sancho; ¿y es posible que tres -Toma que mi agüelo, respondió la aldeana, amiguita soy yo de oír res-
hacaneas, o corno se _llaman, _blancas c~rno el ampo de la nieve, le parezcan quebrajos. Apártense y déjenmos ir, y agradecérselo hemos.
a vuesa merced borneos? Vive el Senor, que me pele estas barbas si tal Apartóse Sancho y dejóla ir, contentísimo de haber salido bien de su
fuese verdad. enredo. Apenas se vió libre la aldeana que había hecho la figura de Dulcinea
-Pues y~ te digo, ~ancho amigo, dijo Don Quijote, que es tan verdad cuando picando a su hacanea con un aguijón que en un palo traía, dió
que son borneos o borneas, corno yo soy Don Quijote, y tú Sancho Panza: a correr por el prado adelante; y como la borrica sentía la punta del aguijón,
a lo menos a mí tales me parecen. que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó a dar corcovos, de manera q:ue
. -Calle, señor, dijo Sancho, no diga la tal palabra, sino despabile esos <lió con la señora Dulcinea en tierra: lo cual visto por Don Quijote, acudió
OJOS, y venga ª. ?acer reverencia a l~ señora de sus pensamientos, que ya a levantarla, y Sancho a componer y cinchar el albarda, que también vino a
llega cerca: y d1c1endo esto se adelanto a recebir a las tres aldeanas, y apeán- la barriga de la pollina. Acomodada pues el albarda, y queriendo Don Qui-
d?se del rucio tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras, y jote levantar a su encantada señora en los brazos sobre la jumenta, la señora
hmcando ambas rodillas en el suelo, dijo: levantándose del suelo le quitó de aquel trabajo, porque haciéndose algún tan-
-Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza to atrás tomó una corridica, y puestas ambas manos sobre las ancas de la
sea servida de recebir en su ,aracia y buen talante al cautivo caballero vuestro J?Ollina dió con su cuerpo más ligero que un halcón sobre la albarda, y
, ' h ~
que a111 est~. hec o pie?ra 1~árrnol, todo turbado y sin pulsos de verse ante
' quedó a horcajadas como si fuera hombre, y entonces dijo Sancho:
vuesa rnagmf1ca presencia. "'\.o soy Sancho su escudero, y él es el asendereado - ¡Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán,
caballero Don Quijote de la Mancha, llamado por otro nombre el Caballero y que puede enseñar a subir de la jineta al más diestro cordobés o mejicano;
de la Triste Figura. el arzón trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la
~ esta sazón .Yª se habí~ puesto Don Quijote de hinojos junto a Sancho, }iacanea como una cebra, y no le van en zaga sus doncellas, que todas corren
Y .miraba ~on OJOS desencaJ_ados y vista turbada a la que Sancho llamaba como el viento!
rema y senora; y corno no descu~ría .en ella sino una moza aldeana y no de Y así era la verdad, porque en viéndose a caballo Dulcinea todas picaron
muy b~en rostro, porque era c~nrredonda y chata, estaba suspenso y admi- tras ella y dispararon a correr, sin volver la cabeza atrás por espacio de más
rado, sm osar desplegar los lab10s. Las labradoras estaban asimismo atónitas de media legua. Sigui6las Don Quijote con la vista, y cuando vió que :no
vic;ndo a aquellos dos hombres tan diferentes hincados de rodillas, que no parecían, volviéndose a Sancho le dijo:
de¡aban pasar adelante a su compañera; pero rompiendo el silencio la deteni- -Sancho, ¿qué te parece, cuán mal quisto soy de encantadores? ...
da, toda desgraciada y mohína, dijo:
. -Apárt.ense nora en tal del camino, y déjenrnos pasar, que vamos de
Es ÉSTE un trozo tomado del capítulo x del Quijote (Segunda. Parte) .
pnesa. El caballero ha mandado a Sahcho Panza a la aldea llamada del
A lo que respondió Sancho: Toboso, con el encargo de que se entreviste con Dulcinea y le
-?h princesa y señor~ universal . del Toboso, ¿cómo vuestro magnífico anuncie su visita. Sancho, enreda.do en anteriores mentiras y no
corazon no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia sabiendo cómo ni dónde encontrar a la imaginaria dama, decide
a la coluna y sustento de la andante caballería?
Oyendo lo cual otra de las dos dijo: engañar a su señor. Se sienta Uh rato a la entrada de la aldea, dejan-
-~a~ yo que te estrego burra de mi suegro: mirad con qué se vienen do pasar el tiempo necesario para hacer creer a Don Quijote que ha
los senontos ahora a hacer burlas de las aldeanas, como si aquí no subiésemos cumplido su encargo. Ve pasar a tres aldeanas montadas en sendos
echar pullos como ellos: vayan su camino, y déjenrnos hacer el nueso, y ser· jumentos y se vuelve corriendo a anunciar a su señor que Dulcinea
les ha sano.
viene a saludarle, escoltada por dos de sus damas. Lleva al inocente
-Levántate, Sancho, dijo a este punto Don Quijote, que ya veo que la
fortuna, de mi mal no harta, tiene tornados los caminos todos por donde caballero, fuera de sí de estupor y de gozo, al encuéntro de las
pueda venir algún contento a esta ánima mezquina que tenao en las carnes aldeanas, pintándole con ardientes colores la belleza de su dama y el
Y tú, oh extremo valor que puede desearse, término de la h~rnana gentileza: esplendor de su cortejo. Pero esta vez, Don Quijote sólo acierta
único remedio de este afligido corazón que te adora, ya que el maligno en: a ver la realidad desnuda y escueta: tres aldeanas montadas en tres
cantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo
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asnos, y así sigue la escena descrita en el fragmento que acabamos
de reproducir.
316 I.A DULCINEA ENCANTADA LA DULCINEA ENCANTADA 317
Este episodio tiene una importancia singular, entre los muchos todavía bastante moderadas, y hay que aguardar a la segunda y la
c¡ue pintan, en la obra de Cervantes, el choque de la ilusión de e
tercera reacción en la segtmda habla una de sus acompañantes, en
Don Quijote con la realidad vulgar y cotidiana, opuesta a toda la tercera vuelve a hacerlo Dulcinea) para que de sus labios salgan
ilusión. En primer lugar, porque se trata de Dulcinea, de la dueña algunas perlas de elocuencia aldeana. Sus palabras son tajantes, pero
ideal e incomparable de su corazón; es éste el punto culminante de pocas, pues las buenas mujeres se sienten todavía demasiado estu-
su ilusión y de su desengaño, y aunque también esta vez encuentra pefactas ante lo que sucede para experimentar el deseo de entrar
nuestro caballero una salida para seguir acariciando su ilusión (la en más interioridades: sólo quieren seguir su camino sin más dilacio-
de creer que Dulcinea ha sido encantada), esta salida es tan dura, nes, y es precisamente esta prisa la que provoca la caída de Dulcinea,
tan difícil de soportar, que de allí en adelante todos los pensamientos con lo que el vulgar estilo alqeano de la escena se manifiesta no
de Don Quijote se proyectarán hacia la meta de su desencantamien- sólo en palabras, sino ta:rnbién . y sobre todo· en· un hecho grotesco,
to y salvación; y la idea o la presunción de que jamás lo logrará al caer Dulcinea del burro y volver en seguida a saltar prestamente
habrá de preparar, en los últimos capítulos de la obra, el tránsito sobre él.
directo a su enfermedad y, con ella, al derrumbamiento de su ilu- El que mueve los muñecos es esta vez Sancho, el necio y tosco
sión y a su muerte. escudero, que imita con sorprendente pericia el estilo propio de los
La escena cobra relieve destacado, en segundo lugar, por el caballeros andantes: salta de su asno, se postra reverente a los pies
hecho de que en ella aparecen trocados, por primera vez, los pape- de las damas y habla como si en toda .su vida no hubiese hecho otra
les: hasta ahora, había sido Don Quijote el encargado de captar y cosa que expresarse en la jerga de Jos libros de caballería: la elocu·
transfigurar a través del prisma de la novela caballeresca las realida- ción y la sintaxis, las metáforas y los adjetivos, la descripción de
des de la vida diaria con las que topaba a cada paso, mientras que los sentimientos de su señor y, por último, las súplicas para impetrar
el escudero, por su parte, ponía casi siempre en duda y se atrevía la gracia de las damas, .. todo sale de sus labios. cortado a las n:iil
frecuentemente a contradecir los absurdos actos de su señor, pugnah· maravillas, y nadie podría hacerlo mejor. Y, sin embargo, este escu·
do en ocasiones por impedirlos. Aquí, sucede al contrario: es Sancho clero no. sabe siquiera leer, todo lo ha aprendido en la esFuela de
quien improvisa una escena novelesca, al paso que la habitual capa- Don Quijote; unos minutos antes, le hemos conocido comolo que
cidad de Don Quijote para transformar los aconte;:cimientos a tono realmente es, como un hombre prosaico y recio, recdoso y astuto
con su ilusión se estrella contra la prosaica realidad, a la vista de las como un buen aldeano; de pronto, rompe a habh1r coll'lo un personaje
tres aldeanas. Todo ello es, al parecer, de la más alta importancia; de novela. El éxito que sus palabras tienen no hace más ql!e real-
y ofrece además, tal como (intencionalmente) lo hemos presentado zar el efecto cómico de la. escena; no acierta, es v¡¡;rd¡¡c1,. a transf~gu­
nosotros, los visos de algo muy triste, amargo· y. casi trágico. rarla realidad a los ojos de. Don Quijotq, a Sl!g(:;rir a su espíritu la
Sin embargo, quien llea pura y simplemente el texto de Cer- imagen de la hermosa Dulcinea; pero logra, por lomenos,arra$trarln
vantes se encontrará sencillamente con una farsa, del más puro tras él, haciendo que su señor se arrodille a Sl! lado delari,te de)a;,
sabor cómico. Muchos ilustradores del Quijote han captado esta tres aldeanas.
escena: el caballero, postrado de hinojos junto a Sancho y mirando Podría tal vez pensarse que esta escena es precursora de una
con los ojos atónitos y el rostro desencajado aquel deplorable espectá- espantosa cris:is. Dulcinea es, para Don Quijote,. la señora de sus
culo que tiene delante. Pero el contraste estiHstico entre los parla- pensamientos, el prototipo de la belleza, el sentido y la razón de ser
mentos de los personajes y el grotesco movimiento que pone fin a la de su vida. Esta experiencia, consiste.nte en ponqr en tensión la
escen.a (cuando Dulcinea cae del burro y se encarama de nuevo en esperanza del caballero, pa~a. luego .conducirle. a .un amargo des-
él) dan a lo que acaece su pleno y delicioso sentido. engaño, podría ser peligrosa; podría provocar. una conmoción que
Por lo que a los parlamentos se refiere, sólo poco a poco va des- desembocase en una locura todavía más rematada; podría también
arrollándose el contraste de estilo a que nos referimos, pues su conducir, por la conmoción,. a la (,'.Uración del demente, libertándofo
estupor no permite a las aldeanas reaccionar en seguida con las vigo- repentinamente de su idea fija.
rosas palabras a que habrán de recur~ir después. Las primeras que Pero no ocurre ninguna.,de las dos cosas'. Don Quijote se sobre-
pronuncia Dulcinea, pidiendo que la dejen seguir su camino, son pone a la conmoción. En su. mis!lla idea fija encuentra la salida
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318 LA DULCINEA ENCANTADA
la transicion para pasar a la supplicatio, que oblígadamente tiene
que le libra de caer en la desesperación, pero que le impide también ue venir después de la invocatio y para la que se ha reservado la ora-
curarse: Dulcinea ha sido embrujada por un encantador. Es la q·' principal optativa " nodeJes
' d e mirarme
· ...", pero que tod'
av1a
salida que se ofrece ante su espíritu cada vez que la realidad exterior c10n , . . 1· d
. hará esperar. Antes viene una construccíon concesiva, comp 1ca a
se halla en contradicción irreductible con la ilusión; esta salida se l . .' l
ascendente, que contrasta dramáticamente con.,a,,mvocac10n Y. a
permite a Don Quijote perseverar en la actitud del noble e invencible rúplica: "ya que" ... , "y" ... "y"... "sí ya tamb1e~ . . . Su sentido
héroe, víctima de un poderoso encantador, envidioso de su fama. no es otro que "y a pesar de que'', y su cresta rítmica se .halla en la
Cierto es que, en este caso concreto, tratándose de Dulcinea, se hace mitad de la primera parte ("ya que" ... ), en las palabras v1gorosamen-
difícil de soportar la idea de tan feo y vulgar encantamiento; no te subrayad as: "y para so'l o e·11 os" .
obstante, la situación puede ser remediada todavía recurriendo a. me- Sólo después de apagarse todo el . esi;~endo~ d_ramátíco-me~ódíco
dios que se mantienen dentro del campo de la ilusión, a las virtudes de la frase concesiva, se entra en la orac10n prmc1pal, tanto tI.empo
caballerescas de la inquebrantable lealtad, del espíritu de sacrificio retenida en suspenso, la de la supplicatio, que tampoco, llegado este
jamás desfalleciente, de una valentía sin tacha. A la postre, no cabe momento, se apresura a exteriorizarse, amontonando ~or delante
dudarlo, acabará triunfando la virtud; está garantizado el desenla- paráfrasis y p:leonasmos, hasta que por fin asoma el motivo central,
ce feliz. hacía el que tiende todo el largo parlamento, ~?s palabras .que tratan
Se evitan tanto la tragedia como la curación. Sobreponiéndose de simbolizar la actitud presente de Don QmJote y su vida entera,
a su breve desconcierto, Don Quijote rompe a hablar. Sus palabras aquellas qu_e dicen: "la humildad, con q~e mí alma te adora'.'·
van dirigidas, en primer lugar, a Sancho, quien se da cuenta, por Es el estilo que Sancho babia admuado ya en el capitulo xxv
ellas, de que su señor ha reaccionado como él suponía, interpretando de la Primera Parte, cuando Don Quijote le lee la carta ;que ha 11
la realidad con arreglo a la pauta de su ilusión; y tan firmemente escrito a Dulcinea y que .arranca al, escudero este c?mentano; . j Y
ha arraigado en su espíritu esta interpretación ilusoria, que ni las como que le dí.ce vuest,ra merced ah1 todo cua.nto qmere, y que bien
vigorosas y rudas expresiones que las aldeanas allí presentes hacen re- que encaja en la firma El Caballero de la Triste Figura!" Pero el
sonar en sus oídos, contrastando clamorosamente con el pomposo parlamento que glosamos es incomparablemei;te más bello y, a pesar
estilo de las costurnbres caballerescas, son ya capaces de hacerle de todo el arte que en él brilla, 11º tan preciosista, c~mo el de la ca:ta.
perder el restablecido equilibrio. El ardid de Sancho ha triunfado. Cervantes oustaba mucho de estos alardes .de retonca cortesana, neos
Cuando Don Quijote vuelve a hablar, sus palabras van ya dirigidas en ritmo ~ ,/
en 'imáoenes
; b' '
bellamente .co11struídos y llenos de reso-
a Dulcinea. nancias musicales, en los que es maestro. y cuyo antecedente debe
Este discursó del caballero es de una belleza maravillosa. líemos buscarse ya, si11 embargo, en la tradició.n de la lí:eratura antiW:ia.
visto con cuánta habilidad y de qué modo tan divertido imitaba San- T ambíén en este respecto es el gran prosista algo mas que un c~1t.1~()
cho el estilo de los libros de caballerías, aprendido de labios de su y un demoledQr; es un continuador y coronador de la gran trad1c10n
señor; ahora se pone de manifiesto cuán buen maestro tenía el épico-retórica, para la que también la prosa constituye un art~
cazurro discípulo. La alocución comienza, como una plegaria, con sujeto a reglas, oratoria. Cuando salen a escena los gra?des :enp-
una invocación (invocatio); está triplemente escalonada ("extremo del mientos o las grandes pasiones, cuando estamo.s en presencia de ms1g-
va l or,,... , "termmo ... , umco reme d'10 . . . , en una construcc10n
I • " "I • · !) ) • •'
nes (lcontecimientos que losjustifiquen,vemos aparecer en la pluma
muy bien calculada, en la que se pasa de la perfección absoluta de Cervantes este estilo elevado, cm~ todos sus refinamientos. Cierto
a la que es posible en lo humano, para acabar ponderando la rendida q ue ' gracias
. .
a 'una
-
laroa
b
convención, deriva ya un poco de la alta
devoción personal del qúe habla .. Estas tres partes se enlazan en traoedia a lo amable, suave y hasta autoírónico, pero también se pro-
unidad mediante las palabras iniciales "y tú". Y la invocación termi- nu~cia con seriedad. Basta leer ~l discurso de queja de Dorotea a
na, en su tercera parte de amplio vuelo, con las palabras rítmica- su amante infiel, en el capítulo .xxxv1 de la Primera Parte, con
mente convencionales, pero en este caso encajan de un modo mara- toda su riqueza de figuras, imágenes y cláusulas rítmicas, pa.ra .darse
villoso: "corazón que te adora". cuenta de. que este estilo sigue vivo todavía para expresar sent1m1entos
Está apuntado en contenido, palabras y ritmos el tema central serios y trágicos.
que habrá de aparecer al final de la alocución; se crea, de este modo,
LA DULCINEA ENCANTADA LA DULCINEA ENCANTADA 321
Pero ahora, ante Dulcinea, persigue solamente una finalidad: señor y de que Don. Quijote se. afer~e ciePa.mente a la ilusión
la del contraste; es la esquiva y tosca respuesta de la aldeana la que de su vida no los arranca a su existencia cotidiana. Sancho Panza
da su sentido a las altas palabras de Don Quijote. Hemos descendido es campesino de la Mancha, y· Don Quijote no es precisamente _un
al estilo bajo, y la grandilocuente retórica del caballero sirve a los Amadís o un Rolando, sino un hidalgüelo rural que ha perdido
efectos de realzar cómicamente la brusca ruptura del estilo. el seso. Se dirá que la locura ha transportado al hidalgo a otra
No contento con esto, Cervantes añade a la ruptura del estilo esfera de vida, imaginaria, pero no por eso pierde nuestra escena
verbal ·la extrema ruptura del estilo de la acción, haciendo que ni otras semejantes .que ocurren en la novela su carácter realista
Dulcinea caiga del burro y salte de nuevo, con aldeana agilidad, y cotidiano, pues en ellas los personajes y los sucedidos, de cada
sobre la albarda, mientras Don Quijote se esfuerza por no perder día se pintan en contraste permanente con aquel desvano, y por
el hilo de su estilo caballeresco. eso mismo sus perfiles se acentúan.
La farsa llega a su apogeo al mantenerse el caballero aferrado Mucho m<Ís difícil es situar el nivel del estilo de esta escena y
a su ilusión, sin que le hagan apearse de ella ni la tajante réplica de la novela en general en la escala que sé extíénde entre lo cómico
de Dulcinea ni la grotesca escena del asno. Ni siquiera le hace mella y lo trágico. Tal como fué escrita por s~_.autor, n~ cabe dudaque
la desbordada alegría de Sancho ("¡Vive Roque ... !"), que más que la historia de las tres aldeanas v Don Qi.uJote es, simplemente, una
alegría es, en verdad, insolencia. Don Quijote ve marcharse a las historia cómica. La idea de enf~entar al caballero loco con su Dulci-
aldeanas caballeras en sus jumentos y, al perderlas de vista, se dirige nea de carne y hueso debió de ocurrírsele a Cervantes ya al escribir
a Sancho con palabras que, más que tristeza o desesperación, expre- la primera pa;rte de su libro; la ocurrencia de. desarrollar esta idea a
san una especie de satisfacción triunfante por verse convertido en base de una maniobra fraudulenta de Sancho, haciendo que se tro-
blanco de las peores artes de los malignos encantadores. Ello le da casen los papeles, fué una ocurrencia verdaderamente genial, y el
la posibilidad de considerarse corno un individuo destinado para al- autor supo reálizarla de una manera tan excelente, que la farsa, pes::
tas empresas, verdaderamente excepcional, en una manera que encaja a todo lo que hay de absurdo y de intrii:cado •.en t?dos sus elemen-
perfectamente en la convención del caballero andante: "yo nací tos y situaciones, se proyecta ai:te el le~tor coi;io algo perfectari:ente
--diee Don Quijote- para ejemplo de desdichados, y para ser blanco natural y hasta necesario. Pero, pese a todo, no pasa de ser eso, una
y terrero donde tomen la mira y asesten las flechas de la mala farsa. Ya hemos intentac}o demostrar m~s arriba que el posible giro
fortuna'\ Y la observación, que en seguida hace el buen caballero, hacia lo problemático y lo trágico s: salva perfectamente enel único
de que los malignos encantadores ni siquiera respetaron el perfume de personaje de b escena en. quien e~ta posibilid;d podía ?arse, qu~
Dulcinea, pues el olor que dejó a su paso no era precisamente era Don Quijote: Desde el momento e~ qu~ este se parapeta, casi
de ámbar y azahares, déja tan incólume su espíritu como la grotesca instantáneamente yde un modo auto~ático, por así decirlo, en~µ
descripción que Sancho le hace de 'algunos detalles de su belleza. ilusoria interpretación del encantamiento de . Dulcinea! queda eli-
Sancho Panza, animado por el éxito rotundo de su ardid, no acierta minado del .episodio todo aspecto trágico .. ·. Don Quijote. es burlado,
ya a contenerse y juega y se divierte a sus anchas con la chifla· y esta vez el burlador es el propio Sancho Panza; se postra ~e
dura de su señor. hinojos y perora, en ·.grandilocuente estilo sentimental, ante tres
En este libro andamos tras las descripciones literarias de la vida mozas aldeanas; y, luego,. se ufana. de su sublime desgracia.
cotidiana en las que ésta aparece expuesta de un modo serio con - Per.o el sentimiento que embarga a Don Quijote es un s~nti­
sus problemas humanos y sociales, y hasta con sus complicaciones miento auténtko y profundo. Dulcinea es, réal y verdaderamente; la
trágicas. No cabe duda de que la escena que acabamos de describir sefora de sus pensamientos. Nuestípcaballero se sien~e en ~erdad
\ es una escena realista; todos los personajes que en ella actúan nos poseído por una misión, que considera comoel más alto de losdebe-
son presentados en el medio de una realidad actual y de una existen· res del hornbre; nadie puede poner en duda su lealtad, su valentía,
1
.,,cía viva y cotidiana. No sólo las figuras de las aldeanas, sino también su abnegación. Un sentimiento ta.n noble, una decisión tan. ent~rn
f\!Ja de Sancho, e incluso la de Don Quijote, actúan ante nosotros y. firme, ml!even a admiración· aunque descansen sobre una ilusi6n
\~como figl!.~as vivas desprendidas del retablo de la vida española de vana, y este sentímiento de admiración lo inspira Do11 Quijot~,
··~u tiempo,\ El hecho de que Sancho se burle insolentemente de su evidentemente, a la mayoría de los lectores de la obra. Pocos aman-
322 LA DULCINEA ENCANTADA
LA DULCINEA ENCANTADA 323
tes de la literatura habrá que no asocien a la figura de Don Quijote
bilidad y culpa, con lo que su figura cobraría perfiles trágicos. Nada
la idea de una grandeza idealista; de un modo absurdo, aventurero,
grotesco, es verdad, pero no por ello menos idealista, heroico e de esto sucede en la novela de Cervantes.
incondicional. .Esta idea se ha generalizado, sobre todo desde la épo- El encuentro de Don Quijote con Dulcinea no es, ciertamente,
ca del romanticismo, y aún se mantiene frente a la crítica filolóoica el ejemplo más adecuado para poner de relieve las relaciones de
"' '
que trata de demostrar que Cervantes no tuvo la intención de provo- aquél con la realidad concreta, ya que no se trata en. este caso, como
car un efecto semejante. otras veces, de imponer la voluntad ideal del caballero frente a la
La dificultad estriba en la circunstancia de que, en la idea fija realidad, sino de lo contrario: de contemplar y adorar el objeto en que
~e Don Quijote, las intenciones nobles, puras y redentoras aparecen
el ideal aparece encarnado. Y, sin embargo, también este encuentro
mseparablemente mezclladas con la insensatez. Para que la lucha resulta simbólico en cuanto a la manera de concebir las relaciones
por lo ideal y deseable pueda ser considerada como una lucha trágica entre el caballero loco y los fenómenos del mundo en que vive. Para
h.ace falta, ante todo, que intervenga de un modo sensato en la comprenderlo, no hay sino recordar cuáles eran las ideas tradicionales
realidad de las cosas, c¡ue la sacuda y asedie, para .que la acción encarnadas en el tema de Dulcinea y cómo estas ideas resuenan
razonable del idealista tropiece con una resistencia ioualmente razo- todavía en las palabras grotescamente augustas de Sancho y Don
nable, nacida unas veces de la inercia, de la malig~idad mezquina Quijote. La "señora de sus pensamientos", "extremo del valor que
o de la envidia, y otras de una concepción de la vida y del mundo puede desearse", "término de la humana gentileza", y por ahí adelan-
que podríamos llamar conservadora. La voluntad idealista tiene que te: es la supervivencia del prototipo platónico de lo bello, la sublime
hallarse en consonancia con la realidad existente, por lo menos, en Minne de los trovadores germanos, la donna gentile del dolce stile
la medida necesaria para poder encontrarse con ella, de modo que nuovo; es Beatriz, la gloriosa donna della mia mente. Y toda esta
ambas se entrelacen, choquen y provoquen, al chocar, un conflic· munición retórica y poética se dispara· sobre tres feas y zafias la-
to. real. · briegas. El tiro es disparado al aire. Don Quijote no puede ser
Put(s bien; d.idealismo de Don Quijote no es de estadase. No acogido graciosamente ni puede tampoco ser rechazado; todo se re-
se. basa en una visión real de las. circunstancias del mundo; no es duce a un quid pro quo grotesco y divertido. Para descubiír en esta
que ~on Quijote no vea la realidad; lo que ocurre es que la pierde escena alguna seriedad o un sentido profundo oculto, sería menester
d.e vista tan pronto como se apodera de él el idealismo de la ideá violentarla.
fija .. Todo cuanto hace, en estas condiciones, carece de sentido, es Las tres aldeanas no salen de su asombro y huyen, en cuanto
perfectamente absurdo, y tan incompatible con el m.undo existente, les dejan el camino libre, como alma que se lleva el diablo. Es éste
que sólo logra sembrar e.n él confusiones de extreriia comicidad. un efecto que la aparición de Don Quijote provoca con harta fre-
No sólo que sus actos no albt(rgan la menor posibilidad de éxito, sino cuencia. Con frecuencia también, llueven sobre su cabeza, donde
que jamás pisa en firme y los golpes dan en el vacío. se presenta, los insultos y los golpes; sus desatinos provocan la fu-
· Cabría desarrollar la misma idea por otras vías, haciendo ver otras ria de las gentes en cuyo camino se atraviesa. Muchas veces ocurre
r,osibles consecuencias. El tema del noble y valeroso caballero loco, que le siguen la manía con el fin de divertirse. El ventero y las
qu~ sale al mundo en .busca de a~enturas .para realizar su ideal y mozas de partido reaccionan de este modo, en su primera salida,
me3?rar la suerte del umverso, podna concebme y plasmarse también cuando el caballero se presenta en la venta, creyéndola castillo; lo
haoen~o que, ~n esta cruzada, se pusieran en evidencia los problemas mismo sucede más tarde con las gentes congregadas en d seourido
y conflictos existentes en el mundo. La pureza y la deredn¡ra de mesón de sus aventuras, con el cura y el barbero, Dorotea y don
este insensato podían ser de tal naturaleza, que, aun sin proponerse Fernando, sin excluir a Maritornes; aunque algunos tratan de seguir
un efecto concreto, por todas partes en .que interviniera diera es- la burla con objeto de devolver al caballero a su casa, pero nevan
pontánea e inconscientemente en el meollo de las cosas, haciendo las cosas mucho más allá de lo que sería menester para la realización
así que cobrasen relieve los conflictos latentes o imprecisos. Baste de su propósito. En la Segunda Parte de la obra, el bachiller Sansón
pensar en el idiota, de Dostoievski .. Y, llevada la idea por este a
Carrasco concibe un plan de curación del loco base dejugar con
camino, podría ocurrir gue el loco mismo se enredase en responsa- la idea fija; y más tarde, en el palacio de losduques y eri Barcelo-
na, la locura quijotesca es explotada metódicamente como pasatiem-
LA DULCINEA ENCANTADA LA DULCINEA ENCANTADA

po, ·lo que hace que, en estos capítulos, apenas sucedan ya aventuras dad para el caballero andante. Esas hermosas palabras: "allá se lo
reales, sino simplemente imaginarias, es decir, preparadas ex profeso haya", etc., tienen sus profundas raíces, sin duda alguna, en la bonda-
para que sus organizadores .puedan divertirse con los extravíos dosa sabiduría de su genuina naturaleza (sobre esto volveremos más
del Joco. adelante), pero, en el lugar en que aquí aparecen pronunciadas, no
En toda esta gama de reacciones, lo mismo en la primera que pasan de ser una improvisaci6n. Lo que mueve a Don Quijote a dar
en la segunda parte, se advierte la ausencia total de una cosa: suelta a los galeotes es la idea fija; ésta es la que le lleva a concebir
complicaciones trágicas y consecuencias graves. Queda muy ate- cuanto le acontece como materia de sus aventuras caballerescas y la
nuado, incluso, el elemento satírico y el de la crítica de su época, y que le suministra los mot.ivos: "ayudar a los desvalidos" o "libertar
hasta podríamos decir que brilla completamente por su ausencia, si a los conducidos a la fuerza'', y obra en consecuencia.
se prescinde de la crítica puramente literaria; se reduce, en el mejor Me parece totalmente equivocado empeñarse en ver. detrás de
de los casos, a breves observaciones hechas de pasada o a las ca.rica- este episodio un problema de fondo, algo así como un conflicto entre
turas ·incidentales de ciertos tipos (como, por ejemplo, la del. sacer- el Derecho natural-cristiano y el Derecho. positivo. Para el plantea-
dote que aparece en la corte del duque); esta crítica no va nunca miento de semejante conflicto sería necesario, en última instancia,
al fondo y su tono es moderado. que apareciese en escena un .adversario .autorizado dispuesto a de-
Y, sobre todo, las aventuras de Don Quijote no ponen en evi- fender, como el Gran Inquisidor en Dostoievski, el pri!lcipio del
dencia ningún problema radical de la sociedad de aquel tiempo. En Derecho positivo contra. los ataques cle Don Quijote. El comisario
esta materia, su actividad no destaca nada. Sirve de pretexto para ha- de Su Majestad a cuyo cargo. iba la cuerd.a de los forzados a gale-
, cer desfilar, en abigarrado cortejo, la vida española de entonces. En ras no siente la menor necesidad de hacerlo, ni sería t¡impoco el. más
¡los sucesivos episodios en que Don Quijote choca con la .realidad indicado; tal vez,. tomado corno un partic9lar, se sienta más inclinado
! no se acusa nunca una situaci6n que ponga en tela de juicio su legi- a hacer suyo aquel pensamiento que dice.: "No jµ~g9éis, si I'lº que-
1timidad¡ ella, la realidad, tiene siempre raz6n contra él, y sigue réis ser juzgados." Pero, ~l.no lia juzgado ni,condenaclo ·ªnadie; n,o
\discurriendo, impertérrita e inc6lume,. tras algunos divertidos mo- hace más querepresentar ~lllí, junt0 a,los pres9s, a la ley posith:-a.
tmel).tos. de desconcierto. Tiene sus instrucdones y se remite a ellas, con una razón. que
Una sola escena hay en la obra en que esto que decimos pudiera nadie puede discutirle.
resultardudoso:. aquella.en que Don Quijote libert.a a los galeotes Todo termina alegremente y vemos a cada paso cómo los mples
y que figura en el capítulo xxn de la Primera Parte. El protagonista que Don Ql!ijote .causa o p¡idece son trataqps cqn humorismi;:i. ve:r.-
de la novela seinterpone, al orden .jurídico vigente, y no ,han faltado daderamente estoico, comer inc:i.dentes cómicos. Hasta el1 .bac;liill~r
críticos para sostener que lo. hace en nom.bre de una moral superior. Alonso L6pez, maltrecho y tendido entierra épn u,na pierna quebrada
Es comprensible semej<}nte. interpretaci6n, pues no cabe duda que debajo de. ~u mula, se con.suela del mal pasp con chisto.sas palabras.
Don Quijote expresa un precepto situado por encima de cualquier Esta escena figura en el capítulox1x¡:lela Primera Partf'!, y. qeml1es-
derechopositivo cuando dice aquello de ''allá se lo haya cada uno tra, aparte de ot¡:as cosas, q\;1e la idea. fija presel\Tª a .J)c;m Quijote
con su pecado; Dios hay en. el cielo que no se descuida .de castigar del peligro de sentirse respc:msable de todos los males que. ac;atr(!a1
al malo ni de premiar albueno, y no es bien que los hombres hon- lo que . hace que también . en el mundo de su, conciencia. quede
rados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada. en ello". descartado todo conflic.to tr~gico y todo seri.o ~nsoml,>recimiento ... Le
¡

Pero esta ''moral. superior", para poder ser tomada en serio, tiene basta con saber que ha obrado con.arreglo alas norm~s de la caba-
que ser n:.antenida cons,ecuentemente y con método. Y sabernos que llería ~i¡idante, con esto está justi~i<;ado todo;, se,. apres1;1ra, cierto
Don QmJote, al dar libertad .a .los galeotes, no piensa ni remota- es, a sacar de apuros al bachiller, pues. ,su bond.ad y su deseo de
mente en atacar el orden jurídico establecido; no es un anarquista socorrer .al desvalidono se desmiepten nupca, pero .110 se le pa.sa
ni .un profeta del reino de Dios. Lejos d,e ello, todo nos lleva a por las mientes ni de lejos synti:rse culpable de lo que ha. hecho.
pensar que, cuando este hombre no obra movido pm; su idea fija, se Tampoco se siente ~ulpable cu~ndo el .c;.u~a, al comiep~o dél
somete de buena gana al orden corriente y que s6lo bajo el imperio caHÍtulo xxx! para probarle, le bah.la de las malas consecuendas ql!.e
d.e su desvarío reclama un lugar superior y privilegiado en la sacie· ha acarreado su ~cto .de .dar liqe:rtad. a, los galeotes. -Dpn Quijote
326 J~A DULCINEA ENCANTADA LA DULCINEA ENCANTADA 327
le replica, colérico, que es deber del caballero andante ayudar a los también que la sabiduría, la bondad y el decoro iluminan su locura
oprimidos y no ponerse a averiguar si sufren con razón o sin ella; con y la hacen aparecer amable. No obstante, cordura y locura aparecen
lo cual queda zanjado el asunto para él. Y en la Segunda Parte de la claramente diferenciadas en él, al revés de lo que ocurre en los per-
obra, cuya alegría es todavía más libre y elegante que en la Primera, sonajes de Shakespeare, en los locos del romanticismo y en las pelícu-
no nos encontramos ya con complicaciones de este género. las de Chaplin.
En la obra de Cervantes encontramos, pues, muy poca proble- Ya lo dice el cura en la Primera Parte (capítulo xxx), y más
mática y muy poca tragedia, a pesar de tratarse de una de las obras tarde reaparece, una y otra vez,. este mismo pensamiento: Don Qui-
maestras de una época en la que va· adquiriendo forma en Europa jote sólo es loco cuando se deja llevar por su idea fija; por lo demás,
lo problemático y lo tr:lgico. La locura de Don Quijote no desplieoa es una persona normal, juiciosa e inteligente. Su locura no es de las
ante nosotros ninguna de estas dos cualidades; todo el libro es, desde que absorben Ia naturaleza entera de la persona y se identifican to-
el comienzo hasta el fin, una obra humorística, en que Ja locura talmente con ésta. Don Quijote es víctima .de una idea fija, que
resulta risible al proyectarla sobre el fondo de una realidad bien se apodera de él a partir de un determinado momento y que, aun
fundada. después de haber perdido el juicio, deja intactas ciertas partes de su
Y, sin embargo, Don Quijote es algo más que una figura ridícu- ser, permitiéndole obrar y hablar en muchos casos como un hombre
la; es algo más que el viejo de las comedias, o el soldado fanfarrón, cuerdo, hasta que un buen día, momentos antes de morir, la locura
o el doctor ignorante y pedantesco. En nuestra escena, Sancho se le abandona y Alonso Quijano recobra el seso.
burla de Don Quijote; pero ¿quiere decirse que el escudero desprecie Unos cincuenta años tenía nuestro héroe, cuando, obsesionado
al caballero, que le engañe constantemente? Nada de eso. Le en- por sus lecturas sin tasa de libros de caballería, forjó en su magín
gaña, en este episodio concreto, porque no encuentra otro recurso el descabellado plan de lanzarse al mundo en busca de av,ent1uas.
para salir del atolladero; pero le ama y le reverencia, a pesar de estar Extraña cosa. Por Jo regular, son lo? jóvenes .o los adolescentes los
convencido a medias, y en ocasiones por entero, de su locura. Apren- que suelen perder su. equilibrio con el pasto de sus lecturas solitarias
de de su amo, y no quiere separarse de él; la compañía de Don Qui- CJulián Sorel, madame Bovary ). Ante. este. hecho tan singular,. se
jote le ayuda a ser más inteligente y más bueno de lo que antes era. siente uno tentado a buscar uria ~xplicación psicológica espedal:
El caballero sin juicio conserva por debajo de toda su locura una ¿cómo es posible que un hombre de dncuenta años? que lleva una
dignidad y una superioridad naturales, en las que no hacen mella vida ordenada y posee un entendimien,t,o claro y, en 1Iluchosrespec-
sus incontables infortunios. Don Quijote no tiene nada de la vileza tos, cultivado y nada desequilib~ado, pueda lanzarse a tan diparatada
que caracteriza, por lo general, a aquellas otras fiouras cómicas de empresa? .
esta especie, un autómata llevado a la novela para"' provocar la risa En las primeras líneas de su novela apunta Cervantes algunos
de los lectores. Es, también él, un ser vivo, que se desarrolla v se dato,s acerca de la situación social del protagonista. De lo poco que
torna más sabio y bondadoso, aunque atado a su locura. · el autor n,os cuenta se deduce, desde luego, que esta situac;ión. social
¿Es la locura de Don Quijote, acaso, una locura sabia, como la oprimía a nuestro héroe, pues no ·le brindab¡i posibilidad algµna
que la íronía de los románticos gusta de pintar? ¿Se abre paso, en de actuar con arreglo a sus ambiciones y ca:pacidades; sentíasepara~
él, la sabiduría a través de la locura? ¿Le permite la locura ver las !izado, en cie,rto modo, porJas trabas que le imponían, de una parte,
cosas con. un:a claridad que escapa a la cordura, y en realidad la su condicipn social y,de la otra, su p°'breza. Cal:irfa, pues, suponer
sabiduría habla en él por boca de la locura, como en los bufones que su desc;abeilada decisión era una huídapara saHr de.una situacíón
de Shakespeare o en las películas de Charlie Chaplin? No, no es insoportable, una manera .de evadirse violentamente de ella. Y no
nada de esto. Cuando la locura, es decir, la idea fija de la caballería falt¡in, en la literatura, ep efecto, quienes sostengan esta explicadón
andante, se apodera de nuestro caballero, obra insensatamente y como sociológica y psicológica. ,Yo l1lismo la defiendo en un pasaje anterior
un a,utómata, ni m~s n~ menos que las figur~s cómicas a que nos de la presente obra, y la dejo estar allí tªl y comp la escribí, por
refenamos. Su sab1duna y su bondad son mdependientes de su pan~cerme que tiene su razón de ser dentro del con.texto en que fi-
locura y se manifiestan a pesar de ella. Es verdad que una locura gura. Pero esta explicación no puede satisfacernos como interpreta-
como la suya sólo podría darse en un hombre noble y puro, y lo es ción del propósito .artístico. perseguido por Cervantés, ya que no es
!3281 LA DULCINEA ENCANTADA
LA DULCINEA ENCANTADA 329
\ W~rosími! que, en ~ª1:1 pocas :palabras como escribe acerca de la posi- desaforado Don Quijote. Véase con qué ironía entre divertida y
c16n social y l~s habitas de v1~a d: Don Quijote, haya querido ofre- bondadosa trata a Sancho cuando é~te, en el capí_tulo VII de la Se-
I cernos ~lgo as1 como ~1?ª mot1vac16n psico16gica de su idea fija; de unda Parte cediendo a los conseJOS de su mu1er Teresa Panza,
ha,ber sido ése su propos1to, no cabe duda de que se habría expresado
, mas claramente y con mayor detalle. ~omienza a e~ponerle su súplica de que le asigne una soldada fija;_ la
chifladura apunta solamente cuando el caballero razona su neganva
. Un ps~c61ogo moderno podría encontrar, aparte de ésta, otras invocando las sagradas costumbres de la c~ballería andqnte. Pasaj~
mterpretac10nes al extraño fen61lleno de la locura quijotesca. Pero como éste abundan en la obra; por dondequierq se nos revela que exis-
a .Cervantes n~ le preocupaba esta dase de problemas. La única ten dos Don Quijotes, unidos entre sí como la sombra al cuerpo, uno
respuesta qu~ el da a la pregunta sobre las causas de la demencia cuerdo y otro loco, y que la cordura de Alonso Quijano no es, en
del :protagomsta de su obra es ésta: le han sorbido el seso las des- modo alguno, una cordura dialécticamente inspirada por la locura
med~das lecturas de .los libros de caballería. Por qué esto le ocurra de Don Quijote, sino por lo contrario una cordura perfectamente
prec1sa~ente a, un hom?re de ~incuenta años, es cosa que la obra normal y corriente.
de Cerv~~~es solo. permite explicar desde el punto de vista estético, Ya esto sólo produce una combinaci6n verdaderamente extra-
por la v1s101:1.?6m1ca que le surgi6 en el momento de concebir su ordinaria· hav en la tónica de esta novela, capas que no est.amos
~ovela: la v1s1on de un hombre alto y seco, entrado en años y reves- ' , ' a encontrar en lo puramente cómico. u n 1oco es un
acostumbrados
tido de, una armadura. anticuada cubierta de orín, imagen que, por loco· lo corriente es verlo reducido a una dimensión única, la di:; lo
lo den_ias, pone de ,r:heve por modo excelente, al lado de lo grotes-
éómÍco y. Jo descabellado, nota que, por lo i:-ienos en la. Jiteratura
co, lo ideal y lo asce:1c?·. Tenemos que aceptar, mal que nos pese, el
antigua, va unida generalmente a la de. la ba3eza ,Y la .necedad y, a
hecho de 9u.e. este JUIC10so y cultivado hidalgüelo rural pierda de veces, a la de la malignidad atravesada. Pero ¿que decu de un loco
pronto el JUICIO, no como resultado de una espantosa conmoción,
que, al mismo tiempo, es cuerdo .y prudente, de un~ c~rdura y '411ª
a la manera de Ayax o de Hamlet, sino simplemente por efecto de' la
lect~ra voraz de las .?ovel.as de cab,allería. Tampoco en esto tiene prudenc::ia gue, por ser pre.cisamente las del .hombre 3uc1oso,.parecen
la f:g¡Jr~ de Don Qm1ote nada de tragico. En el análisis de la locura
las más incompatibles con el estacio de la lo.cura? . .. ,
Esta combinación,, la del juicioso equilibrio con el desequfhbno
qmJO~esc,a. hay ~ue dejar a u.n lado todo lo trágico, como hay que de lo absurdo y Jo •de~~abeUádo, con la,l?cura ?e Ja .idea fija, d\l por
presc1~d1: tamb1en d~ esa, con1unción específicamente shakespeariána resultado una complepdad que no c;s fac1l de smtomzar con lo pura-
y rórnant1ca de. la sabiduna y la locura, en que arribas se condicionan
mente cómico. Pero no es esto todo, !,.as alas. con .las que vuela la
mutuamente, sm q~e sea posible concebir la una separada de la otra.
sabiduría quijotesca, recorriendo el mungo y acrecentándose en s~
,Ya lo hemos dicho:. la sabiduría de Don Quijote no es la sabi- vuelo a través de él, son precisamente las ,de la locura, pues SJ
duria de un loco; es. l~ ~nteligencía, la nobleza, el decoro y la digni-
Don Quijote no hubiese perdido el. seso jamá~ hab;ía abandona?¡:>
dad de ~1:1 hombre Jmc1oso y equilibrado: no de un ser demoníaco
su casa y su hacienda. Tampoco Sa1?cho ~abna ?e1ado su. peg111al
o paradopco, devorado por. las dudas, . los conflictos interiores y el
a no ser por la locura de su amo, m habna podido agan~ar )LS.\l
desarraigo del mundo, sino de un ser ponderado, razonable sensible
naturaleza todo lo bueno que en ella había, esperando a revelarse,
que aun en medio, dela ironí~. se man.tie~e amable y mes~rado; d~ según vamos. comprendiendo, con divertido asombro; a. lo largo de la
un hombre, ademas., de men.talidad más bien conservadora 0 que obra• no se habría llegado a. producir ese juego múltiple entre ambos
se halla, por lo meno~, .acorde con las condiciones de su tiempo. Todo pers~najes, al que sirve de fondo el mundo .de su ~poc;a. ....
esto se pon~ de mamf1esto en su.s relaciones. con los demás hombres, Este juego no presenta nunca, como c:i;eemos depr sentado .ya,
y en especial con Sancho Panza, en los momentos más 0 menos
los relieves de lo trágico; nunca, en esta obr~, n.o~ s?n ~resent¡i.dos los
largos en que no hace presa en él su idea fija. Desde el primer
problemas humanos, ni los personales del md1v1mo m lo~ de la.~()­
moment~, aunque más todavía en la. Segunda Parte de la obra que ciedad, de modo que nos hagan temblar. o que muevan a eompas10n;
en ~a Pn~:r~, vemos al, lado del desatinado aventurero al .hombre nuestras emociones, al leer la novela de Cervante~, no se salen nu!lca
buc,i!n? .y. Jmc1os~, .al caracter bondadoso y dotado. de una dignidad del marco de la alegría. Pero esta alegría cobra una riqueza de
natural y superior; vemos a Alonso Quijano el Bueno junto al
capas como nunca hasta entonces,
330 LA DULCINEA ENCANTADA LA DULCINEA ENCANTADA 331
. Volvamos al texto con que hemos empezado. Don Quijote habla aldeanas, sino con superioridad, dominando la situaci6n, una situa-
a las aldeanas en un estilo qlJe es, realmente, el elevado estilo del ción que él mismo ha provocado sacando fuerzas de flaqueza y con
amor cortesano? ~l cual no tiene en sí mismo nada de grotesco; sus la que a la postre se regodea.
frases no son nd1culas, como tal vez podría pensar más de un lector Lo que aquí hace Sancho J>anza, asumir un papel que no es el
de ~1Uestros días; se hallan por entero dentro de la mejor tradición de suyo, transformándose y jugando con la locura de su señor, lo hacen
la ep?ca y son una obra maestra de la elocuencia tan en boga y tan constantemente otros personajes de la novela. La locura de Don Qui-
apreciada e.n aquel entonc~s. S~ Cervantes se proponía polemizar jote da pie a interminables transformaciones y trucos: Dorotea se
contra los libros de caballena, ponerlos en ridículo (como sin duda disfraza de princesa Micomicona, el barbero se trueca en su escudero,
lo hizo), sus dardos no iban dirigidos precisamente contra el elevado Sansón Carrasco en caballero errante, Ginés de Pasamonte aparece
estilo cortesano; antes ·bien, echa en cara a los libros de caballería manejando un retablo de títeres: son nada más que unos cuantos
el defecto contrario, su estilo seco y ramplón. Y así, nos encontramos ejemplos. Estas metamorfosis convierten la realidad en· un .teatro
con la paradoja de que una parodia contra la ideología del amor caba- inacabable, sin que por eso deje de ser realidad. Y cuando los
lleresco cree uno de los más bellos textos de prosa producidos por la personajes no se trasmutan voluntariamente, se encarga de transmu-
forma tardía de la trova amorosa. tarlos la locura de Don Quijote, como lo hace sin cesar desde la
.Las alde~nas ?º~testan ~l c~ballero con su rústica y zafia tosque- escena con el ventero y las mozas en la primera venta que visita. Y
dad. El estilo rustico vema siendo empleado desde hada tiempo la realidad se somete de buen grado a este juego que la viste a cada
en la literatura cómica (aunque tal vez nunca con tanta mesura momento con distinto ropaje; jamás se resiste a la broma, echando
dentro de su verbosidad); lo que no había ocurrido nunca es que a perder la alegría del juego con la severa y grávida seriedad de sus
siguiera. inmediata~ente a JJarlamentos como los de Don Quijote, miserias, sus cuidados y sus pasiones.
que, mirados en s1, no dejan traslucir que se hallen insertos en Es la locura quijotesca la que conjura y desata todo el juego; es
un contexto grotesco. El tema. del caballero que requiebra de amores ella la que hace del mundo real y cotidiano un divertido escenario.
a una aldeana, dando lugar a situaciones parecidas a la de nuestra Recuerde el lector las diferentes aventuras con mujeres que se suce-
escena, es antiquísimo, es el tema de la· pastorela; había sido creado den a lo largo de la obra, aparte de este encuentro con Dulcinea;
ya por la vieja poesía provenzal y estaba llamado. a perdurar largo recuerde a la brava Maritornes debatiéndose ·en los brazos del
tiempo, como veremos más adelante, cuando tratemos de Voltaire. caballero, .recuerde a Dorotea cambiada.en .la princesa Micomicona,
Lo que ocurre es que, en la pastorela, los dos personajes del coloquio la serenata de la enamorada Altisidora, el encuentro nocturno cor¡. Ja
se amoldan el uno al otro, se comprenden, dando pór resultado un dueña Rodríguez (escena de la que Cicle Harnete Benengeli nos <\ice
nivel de estilo unitario, que oscila entre lo idílico y lo cotidiano. En que habría dado su mejor vestido por haber.la presenciado): .cada
Cervantes, por el contrario, gracias a la locura de Don Quijote, los una de estas historias está escrita en estilo.diferente, presenta cambios
dos Illund?s. ~e vida y de estilo chocan entr.e sí y. se repelen sin la del nivel estilístico, y todas son provocadas por la locura de Don Qui-
menor posibilidad de engarce; son dos mundos cerrados y antagónicos, jote y se mantienen todas dentro de los dominios de la alegría. Y,
entre los que no existe más cohesión que la aleore neutralidad del sin embargo, algunas de ellas podrían haber adoptado perfec:tarnente
juego, cuyos hilos se hallan, esta vez, en manos d~ Sancho, del zafio otro tono. La descripción de Maritornes y de su mozo de mulas acusa
al~eano que éreía c~si. todo lo que escuchaba a su señor, que no un relieve unidamente realista; Dorotea se siente desdichada y.Ja
a.cierta a vencer el habito de creer en algo, en lo que sea, que obra dueña Rodríguez pasa por una situación de angustia y de pena, pues
simplemente con arreglo a la situación del momento. En este caso su hija acaba de ser seducida. La interposición del caballero loco
sin embargo, se siente tentado, por la perplejidad misma del momen'. en nada cambia de tono esto, ni la relajada vida de Maritornes, ni el
to, a engañar a su señor, y se acomoda a la situación de director triste estado de la hija de doña Rodríguez. Lo que ocurre es que,
del juego con la misma verba y la misma ductilidad con que más al aparecer en escena Don Quijote, ya no nos preocupan y la .si-
,tarde sabrá cumplir a maravilla con su misión de gobernador de la tuación de la vida de estas mujeres cobra en seguida un tinte de ale-
ínsula; Empieza expresándose en el mismo estilo elevado de su gría, y nuestra conciencia no siente inquietud alg~na. Del. mismo
amo, pero pronto pasa a emplear el estilo bajo, no a la manera de las modo que Dios hace lucir el sol y descender la lluvia sobre JUStos y
332 LA DULCINEA ENCANTADA
LA DULCINEA ENCANTADA 333
pecadores, la locur~ de Don Quijote ilumina y transfigura cuanto ínsula, e incluso y precisamente cuando se empeña en que Sanchica,
se cruza en su cammo, derramando una alegría imperturbable y en- su hija, no tome por esposo más que a un conde. , ·
tregándolo todo al más divertido desconcierto.
Sigue siendo Sancho, y solamente a un Sancho podnan suced.erle
La rica tensi6n del libro y su sapientísima alegría se manifiestan las cosas que a él le suceden; pero, si estas cosas le succd.cn, s1 s~
en las circunstancias en que Dori Quijote aparece situado constante- cuerpo y su espíritu se sienten .tan poderosamente conmovido~, y s1
mente: sus relaciones con Sancho. No se pueden describir tan a la de estas conmociones salen inc6lumes, ¿a quién se lo debe s1 no a
llana como las relaciones entre Rocinante y el rucio o entre el rucio Don Quijote, "su amo y natural señor"?
y el propio Sancho. No discurren siempre por los cauces del amor y Nadie experimenta la personalidad de Don Quijote de un modo
la !ealtad. Don Quijote se deja llevar, no pocas veces, de la c6lera, tan completo, nadie se la asimila directamente y como un t.odo con
e msulta y maltrata a Sancho; en ocasiones, hasta se avergüenzá tanta pureza como Sancho. Los demás se admiran, se eno3an o ,se
de él y una vez, en el capítulo ~vn de la Segunda Parte, le deja en la burlan de él, se divierten con él o quieren curarle de su locura: solo
estacada. Sancho, por su parte, une su suerte a la del caballero Sancho se adentra en él y vive en él, sólo para él son cr~adora~ la
en un principio, llevado de su necedad y de su mezquino egoísmo: locura y la prudencia quijotescas. Y, aunque no tenga, m de .leJo.s,
con el señuelo de las fantásticas ventajas que cree podrá obtener de el entendimiento crítico necesario para formarse y expresar un JUICIO
la empresa; y también, ésa ~s .la verdad, porque el vagabundeo, pese sintético acerca de su amo, es él, en realidad, quien con toda su
a todo.s los quebrantos y fa.tigas que lleva consigo, le parece más conducta nos ayuda mejor que nadie a comprender a Don Quijote.
apetecible que el duro traba30 del campo y la vida mon6tona de la Esto, a su vez, hace que Don Quijote se sienta unido a su escu-
casa.
dero; Sancho es su paño de lágrimas y su .pareja, es su criatura y
Pero pronto _empieza a barruntar que Don Quijote no está en es, al mismo tiempo, otro hombre, el prójimo, que afirma su perso-
sus cabales; en:pieza a engañarle, se burla de él y aun se permite ha- nalidad frente a la del caballero loco e impide que Ja locura le lleve
blar ~e su senor, a veces, en un tono despectivo. En ocasiones, a encerrarse en una jaula. .
tam?ien en la Segunda Partee de la obra, el escudero se siente tan Dos figuras cómicas o semicómicas enfr~ntadas la una con la otr~,
en.01ado y desengañado, que está a punto de abandonar al amo contrastadas entre sí: es un tema muy antiguo y con el que todavia
a quien. sirve. El lector tiene constantemente ante- los ojos, en estas hoy nos en con tramos por todas partes, en la farsa, en la caricatura,
alter~ativas, todo lo que hay de inconstante y de mezclado en las en el circo sobre las tablas y en el cine; el flaco y el gordo, el astuto
relacion.es humanas, todo lo que hay de caprichoso y variable en y el tonto,' el señor y el criado, el hombre cult~ y ~ist!nguido y ,el
todas nuestras uniones, incluso en. las más íntimas. rústico patán, notas a las cuales podernos se~Ulr anadrend_o, s~gun
.. En ,el episodío que hemos tomado como punto de partida, hemos los distintos países y culturas, cuantos cruzamientos y combmac10nes
visto como Sancho engaña a su señor y se burla de un modo casi se nos ocurran. Pero lo logrado por Cervantes con este tema es. algp
cruel de su desvarío. Y, sin embargo, ¡qué amorosa atención a este único y espléndido.
desvarío, qué delicado adentramiento en el mundo interior de Aunque tal vez no sea del todo exacto decir "lo ·l?~rado por
Don Quijote tuvieron que preceder, para que Sancho pudiera fra- Cervantes". Tal. vez nos ajustaríamos más aJa verdad d1q~ndo: Jp
guar este plan y representar tan excelentemente su papel! Hace sola- que sali6 de sus manos. Va~ioss~glos, y sobretodo desde elroman~l­
mente unos meses, nada sospechaba de todo esto; de pronto lo en- cismo, llevan las gentes .atnbuy~ndole a Cervantes, leyendo e!l el,
contramos viviendo a su manera en el mundo de las a;enturas entre líneas, mucho que el autor del Quijote ni siqui~rasospeclmba
caballerescas. Y no cabe duda de que el· contacto con él le ha con- al escribir su obra, Estas interpretaciones y versione~. ~uperpuestas
tagiado: .sancho acaba, por enamorarse de la locura del caballero y de un texto consagrado dan, a veces, buenos frutos.. Un li~ro co~o
del propio papel que el desempeña a ·su lado; su modo de ser .y de el Quijote está llamado, por fuerza, a desembarazarse de las mtenc10-
sentir ~e ha ?esarrolla.do del modo más asombroso. A pesar de lo cual nes de su creador, para vivir una vida propia; presenta una nueva faz
es y sigue siendo qmen es, Sancho, de la familia de los Panza un a cada época que se complace en éL
c~istiano de vieja cepa, a quien todos conocen en su aldea; es y sÍgue Pero, concedido lo antedor, no cabe dµda de que elhistoriador
siendo Sancho aun al verse convertido en sabio gobernador de la atento a situar una obra literaria dentro del período histórico que le
LA DULCINEA ENCANTADA
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334 LA DULCINEA ENCANTADA

corresp~n.de tiene que cuidarse, en la medida de lo posible, de poner palabras; queremos, no obstante, decir algo para destacar su fuerza
de mamf1esto lo que la obra representó para su autor y para las o-en- y sus límites. . , . . .
tes de su tiempo. Nos hemos ~sforzado en interpretar lo m~nos Es, en primer lugar, algo espontáneamente plast1co: una v1goro:a
-rosible; hei:ios hecho hincapié, sobre todo, en lo poco que en el Qui- capacidad para representarse. viva~ente a diferentes s~res en la: mas
JOte se contiene de tragedia y de problemática. Creemos que no debe diferentes situaciones; para imaginarse y expresa~ que .Pe_nsam1entos
verse en esta obra, y así lo hemos dicho, más que un juego alegre tienen que afluir en cada caso a su mente, que sentimientos ~ su
que se desarrolla a muy diversas alturas, y sobre todo en el de la corazón, qué palabras a sus labios. Cervantes .rosee esta c~pac1dad
reali~~d cotidiana, lo que la distingue, por ejemplo, de la alegría, en tal arado de un modo tan directo y tan vigoroso, tan mdepen-
tamb1en exenta de toda problemática, de un Ariosto. dien te, 0 al m'ismo tiempo, de cualquier otro designio, q_ue a su l~do
Pero por mucho que hayamos procurado huir de interpretaciones nos parece ilimitado, conve.ncional o vi~culado a un fm cualqmera
personales, tenemos que reconocer que también nuestras ideas acerca otra literatura realista de tiempos antenores.
del libro van, a veces, más allá de las intenciones artísticas de Cer- No menos plástica es su capacidad par~ inventar o ...Pr?ducir
vantes. Sea de ello lo que fuere (pues no es nuestro propósito aden- nuevas y nuevas cornbinacion~s de p~rsona1es . Y., acontec1m1entos.
trarnos aquí en los problemas de la estética de su tiempo), no cabe Cierto que, en este punto, exist1a la anu~ua trad1c10n ~e las novel~s
duda que aque~las intenciones no se proyectaron desde el primer de aventuras, renovada por Boyardo y Anosto; ~ero ~ad1e antes de ~l
momento, conscientemente, sobre una creación tan perfecta como la había sabido infundir a este brillante y espontaneo 1uego de combi-
de las relaciones entre Don Quijote y Sancho, por lo menos tal como naciones el aliento de la auténtica realidad cotidiana.
esta pareja se alza ante nosotros cuando hemos acabado de leer la obra. Finalmente, encontrarnos en Cervantes algo, un "l a go" que se.
Las, ~os figuras, bien podemos asegurarlo, empezaron siendo en el encarga de ordenar y ensamblar, los elementos pa~a formar ,~on eH~s
espmtu de su c~eador solam~nte. una visión, hasta que poco a poco, un todo y para derramar sobre el u~a luz aut~nt1ca~ente ce~vant1~­
a la vuelta de c1ei::tos de ep1sod10s sueltos, de cientos de situaciones na". Es verdaderamente difícil decu en que consiste este . algo .
en que el aut~r las colocó, acabaron convirtiéndose, cada una de ellas Podríamos esquivar la· dificultad diciendo que consiste, s.irnplemente,
y las dos conJU?tamente, en lo que a la postre han llegado a ser, a en el terna mismo en la idea del hidalgo rural que pierde el seso
fuerza de re~cc10nar en esas situaciones según las inspiraciones del y se deja llevar p~r la quimera de que está llamado a re:ucitar la
momento, ba10 el soplo de la imaginación sin cesar fluyente y con- caballería andante: este terna da a la obra, en efecto, su umdad y su
tinuamente renovada del poeta. tónica. Pero el terna (que Cervantes tomó, ~or lo, demás, de un,~
obrilla de su época, desprovista de todo otro mteres, del .Entremes
. ~ veces, n?s encontramos incluso con cosas raras y con contra-
de los romances) muy bien podía haber sido tratado ~e otro modo;
d1cc10nes no solo en cuanto a los hechos, como con frecuencia se ha
puesto de relieve por la crítica, sino también en lo psicológico: con muy bien podía el héroe haber sido otro que pon 9m1ote, Y. no era
sesgos que no se avienen con la estampa de ambos héroes. Lo cual obligado tampoco que saliesen a escena Dul~mea m, lo que 1mpo;ta
más, Sancho Panza. Y, sobre todo, ¿qué fue lo que tanto cautivo a
no es sino un indicio de cómo Cervantes se dejaba llevar, en efecto,
Cervantes en esta idea? Fueron las grandes posibilidades que ence-
por la situación de cada momento, por las exigencias de cada una
rraba de desarrollar en torno a ella el panorama de lo múltiple Y sus
~e la.s, aven.turas en que situaba a sus personajes, cosa que ocurre
perspectivas, la mezcla de lo fantástico y lo cotidiano, las inaca~ables
.amb1en, e mcluso con mayor frecuencia aún que en la Primera, eR
mudanzas, lo flexible y lo maleable del tema, en el que cab1a en-
la Segunda Parte de la obra.
cuadrar. todas las modalidades del· arte y del estilo. Era un tema que
Las ~igur?s ~e los d~s. protagonistas van desarrollándose poco a permitía mostrar el abigarrado mundo bajo una luz que respondía
poco y sm nmgu~ propos1to preconcebid~, cada una de por sí y en
sus muchas re~ac1ones. Claro que esto snve para que lo peculiar- perfectamente al talento de Cervantes.
Al lleo-ar aquí topamos de nuevo con aquella difícil pregunta
mente cerva.ntm~, la. ,suma de la rica experiencia de la vida y el
que nos ohacíamos' y que aún no hemos contestad o: .¿que' es ese
tesoro de la ~magmac10n de Cervantes fluyan con mayor abundancia
"algo" que ordena el todo en unidad y nos lo muestra baio una deter-
y espontaneidad en los sucesos y los diálogos de su libro. Esto que
minada iluminación, precisamente la "cervantina"?
llamamos lo "peculiarmente cervantino" no es fácil de definir con
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LA DULCINEA ENCANTADA
336 LA DULCINEA ENCANTADA
ue esto· Cervantes no nos presenta en él ningún modelo absoluto.
'!;Jo es una filosofía, no es una tendencia, ni siquiera una preocu- qEs, para ' ello, demasiado cauto y me d'10cre, y .no nos extranana
~ '
que
pac10n ~or la inseguridad de la existencia humana o por la fuerza
hubiese una leve sombra de ironía en la maner~ como Cervantes
del dest~no, como en Montaigne o en Shakespeare. Es una actitud,
pinta sus costumbres, su afición cinegética y sus ideas ace;ca de la_s
una act1.tud ante el mundo, y también ante los temas de su propio
inclinaciones literarias de su hijo; en esto· quizá tenga razon Amén·
arte, actitud en la que se destacan por encima de todo dos cualidades:
!a valentía. y la ecuanimid~d. Al lado del goce que le produce el co Castro. .
La actitud de Cervantes es tal que su mundo se convierte en un
juego en el que cada figura del tablero está justific~d~ por el· mero
Juego multiforme de lo sensible, hay en Cervantes, siempre, un no sé
qué de áspero y orgulloso, muy meridional. Este algo impide a nues-
hecho de vivir en el lugar en que se encuentra. El umco. que car~~e
tro poeta tomar dem~siado e~ se~io el juego. L~ contempla, lo plas-
de razón es Don Quijote, con su locura. Su creador le ~u1ta tamb1en
ma, se complace en el; tamb1en tiene que regociJar cultamente a sus
la razón frente al mesurado y pacifico don Diego, a qmen Cerva~t~s,
lectores. Pero el aut~r permanece al margen, sin tomar partido (como
"con inspirada perversidad", para decirlo con las palab:as ~e Amenco
no.sea p~ra pronunciarse en contra de los libros mal escritos); guarda
Castro hace testigo de la aventura de los leones. Sena v10lentar las
una ac~1tud neutral. No basta con decir que no enjuicia ni saca
cosas ~mpeñarse en ver en esta aventura el premio ~l heroísmo del
c?n~lus10nes; esto es poco, pues ni siquiera se abre el proceso, ni
aventurero frente a la prudencia calculadora y m~zq~ma, de todos ~os
s19u1er? se formulan las preguntas a que se pudiera contestar. Nada
días. Puede, repetimos, que haya un rastro de ~roma en la descnp-
e
m. nadie con excepción de los libros y comedias detestables) es con-
ción que Cervantes hace de la figura de don D1~go, pero los, colores
den~do en es~a •obr~, ni Ginés de Pasamonte, ni Roque Guinart, ni
ridículos con que el autor pinta la de Don Qu1Jote i;1º es solo algo
Mantornes, m Zora1da; la conducta de Zoraida para con su padre se
posible y probable, sino perfectamente seguro, y no simplemente en
torna en un problema mor~l y _en ~n a~ertijo a nuestros ojos, pero
esbozo sino de un modo consumado y perfecto.
Ce~vant?s nos cuenta la historia sm de1ar traslucir lo que piensa;
El' capítulo en que sale a escena el Caballero del Verde G~bán
meJOr dicho, no es Cervantes mismo quien la cuenta, sino el preso,
comienza con la descripción del absurdo orgullo ·de que se siente
el cual aprueba, com? es nat~ral, la conducta de Zoraida, y basta
poseído Don Quijote por la victoria que acaba de alcanzar sobre ~l
con ~sto., Hay en el libro, es ~1erto, una que otra caricatura como Ja bachiller Sansón Carrasco, disfrazado de caballero y con .el coloquro
que con Sancho sostiene sobre el incidente. Reléas~ este capítulo,
del v1zcamo, la del cura que eJerce su ministerio en el palacio de los
duques, o la de la dueña. Rodríguez; pero estas caricaturas no encie-
y se verá que rara vez en el transcurso de la obra se pmta al prota.go-
rran ninguna problemática moral, ningún juicio emitido en el terreno
nista en una traza tan ridícula, incluso desde el punto de vista
de los principios. Y el autor no pone tampoco a ningún personaje
moral, como en este pasaje. Y no es menos infatuada la descripd?n
por modelo. Tal vez podríamos invocar, en refutaci6n de esto que
que de sí mismo hace el caballero andante al presentarse a don Die-
de~imos, la ~igura del Caballero del Verde Gabán, don Diego de
go. En este estado de ánimo se lanza a la. avent~ra con el le6n; y
Muanda, ~men en ~1 capítulo ~VI de la Segunda Parte hace un rela-
el le6n sin hacerle caso,da la esralda a Don QmJOte. Es todo un.a
to de su eJemplar vida, produciendo con ello en Sancho Panza una
pura p~rodia, y en este mismo sentido están presentados todos l<?S
profunda admiración. Este caballero es un hombre moderado pon-
detalles del episodio: la pretensi6n d~ .que el encargado de gu~rdar
derado y razonable, que sabe encontrar tanto para con Don Quijote
la jaula de la fiera le extienda un cert1f1~ado personal de su arrOJO, el
como para con Sancho el tono a~ecuado de una afectuosa y modesta
modo como recibe a Sancho, el cambio de. nombre, para adoptar
co~tes1a, ~n ~a que se. trasluce, sm embargo, la seguridad del perso-
en lo sucesivo el de Caballero de los Leones, y así sucesivamente.
naJe en s1 mismo; los mtento~. que hace para refutar o, por 1o menos, Sólo Don Quijote no tiene razón mientras no _recobra el juicfo;
a_tenuar la locura ~e Don Qu,iJote son amables e inteligentes al mismo
sólo él pisa terreno falso dentro de, uri .~undo reg1.d?. por un, ord~n
t1~mpo; ,n.° hay n~nguna r~~on para ponerlo, como lo hace un presti-
perfecto, en el que todos, fu era de el, es tan en su sltIC:; hasta el .mis-
g1?so cnt1~0 es~anol, Amenco Castro, en el mismo plano que al li-
mo se dará cuenta, cuando recobre el seso y se restituya. al. arde~
mitado. e impaciente cura del palaci~ de los duques. No; don Diego establecido, momentos antes de morir. Pero ¿es que, realmente, rei-
e~ el e1e~plo de s~ cl_ase, de la vanante española del noble huma·
na el orden fil el universo? El autor ni siquiera se formula esta
msta: otium cum digmtate. Pero no es tampoco, evidentemente, más
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~re~unta. No cabe duda de que, contemplado a la luz de la locura mundo con elementos proprns. Pero esto no se avenía bien ni con
quijotesca, el mundo brilla por su orden y su armonía y es, incluso, el espíritu de su país ni con su propio temperamento, ni con su
un divertido juego. Puede que abunden en él la desdicha, la injusti· idea sobre la misión del escritor. Para Cervantes, el orden de la
cía y el desorden. Desfilan por las páginas del libro las mozas de mal realidad r,esidía en el juego. No era ya el juego de alguien en condi-
vivir, los malhechores conducidos a las galeras, los bandidos ahorca- ciones para poder juzgar, con arreglo a normas fijas, lo que es bueno
/ dos, y otras cosas por el estilo. Pero nada de esto nos afecta. La y lo que es malo, como sucedía todavía e~ La Celestina. La c~~a
¡1 a,parición de Don Quijote, que no corrige nada ni ayuda a nadie, se había complicado un poco. Cervantes solo se atreve ya a emltlr
~~onvierte en un juego lo mismo la dicha que el infortunio. un juicio acerca de lo que ~oca a su profesión, como ~scritor, a la
~,, El tema del hidalgo rural que, perdido el juicio, trata de resucitar literatura. Fuera de esto, de1a que el mundo terrenal siga su curso;
la caballería andante, ofrecía a Cervantes la posibilidad de mostrar el todos, en él, somos pecadores, y hay que dejar que Dios se encargue
mundo como un juego, con esa neutralidad multifacética, llena de de castigar el mal y recompensar el bien. Aquí abajo, el orden d~ lo
perspectivas, que no se mete a enjuiciar ni siquiera a inquirir y que que la mirada humana no puede abarcar reside solamente en el JU~­
es, en el fondo, una valiente sabiduría. Podríamos expresar esta ac· go: por muy difícil que resulte para nosotros atalayar los aconteci-
titud, bastante fielmente, con las palabras del propio Don Quijote, mientos y juzoarlos, tal como desfilan ante el caballero loco de la
citadas más arriba: 1 "allá se lo haya cada uno con su pecado, Dios Mancha se tr~ecan en una ronda de alegres y divertidos ((mbrollos.
hay en el cielo que no se descuida de castigar al malo, ni de premiar Tal es, a nuestro modo de ver, la función de la locura de Don Qui-
al bueno"; o bien con las que, dirigidas a Sancho, pronuncia en el jote. A medida que el tema -la salida al mundo del hidalgo des·
capítulo vrn de la Segunda Parte, al final de su coloquio sobre los equilibrado, empeñado en realiza.r el ideal d~l ca?aII~;o andante-:- va
monjes y los caballeros: "muchos son los caminos por donde lleva encendiendo a Cervantes la chispa de la mspirac1on, se despliega
Dios a los suyos al cielo". ante él el panorama de la realidad de su tiempo, tal como había que
Vale tanto como decir que es ésta, en última instancia, una presentarla en contraste con semejante locura. Y este panorama,
piadosa sabiduría. La sabiduría cervantina guarda cierta afinidad proyectado ante los ojos de su imaginación, complacía a su espíritu
con aquella actitud neutral que tanto se esforzaba por mantener Gus- de poeta, tanto por su abigarrada traza como por aquella alegría
tavo Flaubert y es, sin embargo, perfectamente distinta: Flaubert neutral que la locura del caballero de la Manchaderrama sobre cuan-
quería trasmutar con el estilo la realidad, para que ésta apareciera tal to entra en contacto con ella. No podía ocultársele a él, ·ciertamente,
y como Dios la veía; el orden divino, en cuanto se relacionaba con el que no era ésta una locura heroica e idealista, una locura perfecta-
fragmento de realidad tratado por el autor, había de encarnar, por mente compaginable con la sabiduría y la humanidad. Pero nos
tanto, en el estilo de éste. Para Cervantes, en cambio, una buena parece que será violentar su pensamiento interpretar la locura. de
novela no persigue otra finalidad que la de proporcionar a quien Don Quijote como algo simbólico y trágico. No dudo que esta idea
~a lee un "ho?e~to en~retenimiento". Nadie ha sabido expresar esta puede ser llevada al libro por medio de la interpretación, pero no
idea, en los ultimas tiempos, con tanta fuerza de convicción como aparece, desde luego, expresada en el texto.
W. J. Entwistle en su libro sobre Cervantes (1940), donde, con un Nunca, desde Cervantes hasta hoy, ha vuelto a intentarse, en
bello juego de palabras muy inglés, parangona el vocablo recreation Europa, una exposición de la realidad cotidiana envuelta en una
(recreación, recreo [del espíritu]) con re-creation (re-creación). alearía tan universal, tan ramificada y, al mismo tiempo, tan exenta
''" A Cervantes jamás se le habría ocurrido pensar que el estilo de ~rítica v de problemática como la que se nos ofrece en el Quijote;
de una novela, siquiera fuese la mejor de todas, pudiera poner de ni acerta~os tampoco a imaginamos dónde ni cuándo habría podido
), manifiesto el orden reinante en el universo. Por otra parte, los fenó· acometerse de, nuevo la empresa.
j menos .de la realidad, incluso para él, se habían hecho demasiado
f complejos para poder abarcarlos con la mirada, y no se podían en-
'\ cuadrar en un orden unívoco y tradicional. ,
/ En otros lugares de Europa, el espíritu había comenzado ya, desde
\hacía largo tiempo, a indagar y a dudar, e incluso a reconstruir el

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