Sunteți pe pagina 1din 6

Introducción:

El problema de los universales constituyó uno de los grandes tópicos en la historia de la


filosofía medieval, y es, aun hoy, objeto de debate. La cuestión, tal como la tematizo Porfirio
en su “Introducción a las Categorías de Aristóteles”, puede resumirse de la siguiente forma:
El universal, término que, siendo particular, es predicable de muchos, ¿Subsiste por fuera del
alma o se encuentra únicamente en el intelecto? En caso de subsistir, ¿Es corpóreo o
incorpóreo? Y, por último, en caso de ser incorpóreo, ¿Se encuentra separado de o es
inmanente a los cuerpos? Dicha problemática ha suscitado diversas respuestas, en ocasiones
radicalmente opuestas. El siguiente trabajo se centrará en la solución que de ella derivo
Guillermo de Ockham, quien ha sido denominado el “Venerable Iniciador de la escuela de los
nominales”. En efecto, veremos cómo el fraile se propuso refutar toda postulación de una res
universalis, ya sea separada o inmanente, potencial o actualmente existente aparte de los
individuos, postulando una ontología de solos individuos y, en fin, recluyendo el universal al
mundo de los signos o conceptos. El análisis se realizará a partir de dos ejes principales, por
un lado, la presentación de las diversas variantes del realismo y la correspondiente refutación
de estos realizada por Ockham, y, a continuación, la exposición del “núcleo positivo” de la
teoría ockhamiana.

1- Recepción y respuestas a las preguntas de Porfirio1: Las variantes del realismo.


El realismo es, en su forma general, aquella corriente del pensamiento que considera que los
universales tienen una existencia por fuera del intelecto, extramental. Sin embargo, la
determinación sobre el estado ontológico de los mismos ha dado lugar a diversas
ramificaciones en la corriente. ¿Son los universales ante rem (anteriores a las cosas),
subsistentes y separados de los individuos concretos? ¿O bien son in re (están en las cosas) y
es nuestra mente quien los abstrae? Podemos distinguir, respecto de esto, dos corrientes2
predominantes en el pensamiento medieval del S. XIII, que serán objeto de critica por parte
del “Venerabilis Inceptor”:
- Realismo moderado (universalia in re): Sostenido por autores como Abelardo, Juan de
Salisbury y Tomás de Aquino, afirma que existen en nuestra mente conceptos universales que
expresan una esencia presente en las cosas. Dicha esencia no es, en su existencia real,
universal sino singular. “(…) entendemos por universales las formas halladas en las esencias
de los singulares o particulares, por las cuales las cosas particulares son lo que son,
entonces, que el universal exista en todo lugar no es otra cosa sino que esté en cualquier
particular. En efecto, existir en todo lugar es existir en cualquiera de sus lugares. Pero los
lugares de esos universales son los singulares mismos en los cuales están dichos
universales”3. El concepto universal, se forma por un acto de abstracción de nuestro

1
Porfirio, filosofo neoplatónico. En su “Isagoge” o “Comentarios a las categorías de Aristóteles” plantea, sin
resolver, el problema de los universales.
2
He decidido excluir de la consideración al denominado realismo extremo, siendo que este había sido ya
refutado por las distintas formas de realismo aquí detallados. A grandes rasgos, dicha postura plantea la
existencia del universal ante rem, esto es, anterior a las cosas, subsistente y separado de las mismas; postura
de clara herencia platónica.
3
Guillermo de Ockham, Comentario a las Sentencias I, dis. II, Cuestion 7.
entendimiento, que logra prescindir de los caracteres individuales de una cosa y retiene, de
forma “separada”, lo común universalizable.
- Realismo formal: Formulado por Duns Escoto, parte del reconocimiento de que lo
verdaderamente real son los individuos, los cuales tienen una forma, esencia o naturaleza,
individualizada por la esteidad (haecceitas). Sostiene que aquella naturaleza, que se haya por
fuera del alma, posee las características de a) ser idéntica con la diferencia que la
particulariza (la hace ser “esta” y no aquella); b) ser, no obstante, formalmente distinta de
dicha diferencia individuante; c) por si, no ser ni universal ni particular, sino ser común, es
decir, incompletamente universal, indiferente, siendo que presenta una unidad menor que la
unidad numérica (real). La propiedad de la universalidad le adviene a la naturaleza cuando
esta instanciada en un intelecto. Análogamente, la singularidad, al ser extrínseca, le adviene
al estar instanciada en un particular, por lo que solo le es intrínseco a la naturaleza el ser
común. Vemos, pues, que Escoto concede cierta realidad propia al universal físico, es decir, a
la naturaleza común en cuanto está instanciada en el individuo.

2- La respuesta de Ockham a las preguntas de Porfirio y las críticas al realismo.


En la “Exposición del libro de Porfirio acerca de los predicables”, Ockham plantea dos tesis
capitales que atraviesan todo su desarrollo filosófico en torno al problema de los universales,
y que ofrecen una primera aproximación general a su posición respecto al mismo:
i) Toda cosa imaginable existente es singular y numéricamente una, no en virtud de
algo añadido, sino por si misma. El ser singular es una propiedad que conviene
inmediatamente a toda cosa.

ii) Ningún universal es realmente existente por fuera del alma en las sustancias
individuales ni es su esencia. El universal es cierta intención o concepto del
intelecto que expresa las esencias de las cosas y las significa.

Estas tesis, tal como fueran formuladas por Ockham, permiten dilucidar las respuestas que
ofrece el autor a las cuestiones planteadas por Porfirio. En efecto, de aquellas se desprende
que, por un lado, tanto el género y la especie, como las demás categorías aristotélicas, no
existen por fuera del intelecto, ni son parte de las cosas, “no más que una palabra es parte de
su significado”4; por otro, dado que nada hay en la mente de carácter corpóreo, no son tales,
y, por último, no están en las cosas sensibles, sino que expresan las sustancias de las cosas,
“así como los signos expresan sus significados, y no por eso son los mismos, pues entre el
signo y lo significado debe haber distinción”5.
Ahora bien, es en estas consideraciones (todo lo que es, es singular por sí mismo) donde se
encuentra el núcleo de la oposición de Ockham a las diversas formas de realismo moderado,
que plantean la inmanencia del universal en el particular. En efecto, es en la concepción de
una “cosa” universal, distinta de lo individual donde se realiza, donde Ockham va a centrar su

4
Exposición del libro de Porfirio acerca de los predicables (Isagoge), proemio, § 2.

5
Ibidem
crítica. Porque, si se afirma una cosa universal, resulta en un imposible un “uno y muchos”;
luego, todo lo que es real es, necesariamente, individual. Como afirma Carolina Fernández,
“Sus argumentos contra el realismo de los universales se pueden clasificar principalmente en
argumentos por reducción al absurdo y argumentos “por separación””6. Ciertamente, la
critica al realismo formal toma el mismo sendero: “Primero, que es imposible en las
creaturas que algunas cosas difieran formalmente si no se distinguen realmente, por lo tanto,
si la naturaleza se distingue de algún modo de esa diferencia que la contrae, tiene que
distinguirse entre sí como cosa y cosa”. Y agrega aún: "si la naturaleza y esa diferencia que
la contrae no son lo mismo de ningún modo, entonces se puede afirmar algo verdaderamente
de una y negarlo verdaderamente de la otra; pero en las creaturas no se puede
verdaderamente afirmar y verdaderamente negar lo mismo de una misma cosa: luego no son
una misma cosa"7 Afirmar y negar simultáneamente algo de una misma cosa supone una
violación del principio de no contradicción. El argumento “por separación”, previamente
citado, puede ejemplificarse de la siguiente forma: si el universal fuese una sustancia
existente en las sustancias singulares y distinta de ellas, luego, podría existir sin ellas, puesto
que, si una cosa es previa a otra, puede existir sin ella.

3- El núcleo positivo en la teoría de Ockham: la teoría de los signos.


Hemos visto el rechazo de Ockham a la existencia de todo universal por fuera del alma, y su
insistencia en que todo lo real es singular por derecho propio, Ahora bien, ¿Qué es, entonces,
el universal? ¿A que me estoy refiriendo cuando nombro un objeto, cuando utilizo un
universal? La respuesta de Ockham nos deriva a su teoría de los signos: el universal es,
precisamente, un signo. Veamos la definición que, en el capítulo primero de la Suma Lógica,
nos ofrece Ockham sobre el signo:
““signo” se toma de dos modos. De un modo, por todo aquello que, aprehendido, hace
llegar al conocimiento de alguna otra cosa, aunque no haga llegar a la mente al
conocimiento primero de eso –como se ha mostrado en otro lugar– sino al conocimiento
actual a partir del conocimiento habitual de lo mismo, y así la palabra significa
naturalmente como cualquier efecto significa por lo menos su causa; como también el
círculo significa el vino en la taberna. Pero aquí no hablo de signo de este modo tan general.
Se toma signo de otro modo, por aquello que hace llegar al conocimiento de algo y es apto
naturalmente para suponer por ello o es apto para ser añadido a signos tales en la
proposición, como son los sincategoremas, los verbos y aquellas partes de la oración que no
tienen una significación determinada, o es apto naturalmente para componerse de tales,
como es la oración. Y tomando así la palabra “signo”, la palabra no es signo natural de
nada”8

6
Carolina Julieta Fernández, Comunidad versus semejanza como fundamento de las clases genérico-
especificas: El debate entre realismo y nominalismo en la Baja Edad Media, Cap. 3, El debate entre Escoto y
Ockham.
7
Guillermo de Ockham, Comentario a las Sentencias, edición de Clemente Fernández: Los filósofos
medievales, Tomo 2, 3.365.
8
Guillermo de Ockham, Suma de la Lógica, edición de Clemente Fernández: Los filósofos medievales, Tomo 2,
3.485.
El fraile distingue dos acepciones del signo, a saber, en un sentido general primero, el signo
natural, y, luego, en un sentido estricto, el signo convencional. Si bien en ambos se señala el
carácter esencial de todo signo, el referirnos a lo significado, el signo natural parece tener un
carácter rememorativo, significa los objetos intuidos. A estos signos, Ockham los denomina
conceptos. Por otro lado, los signos convencionales, los signos propiamente lingüísticos, son
denominados palabras, ya sean estas orales o escritas. Mientras que los conceptos (lenguaje
mental) mantienen una relación natural con las cosas particulares, los signos orales y escritos
son de carácter convencional, es decir, mantienen una relación artificial con las mismas,
razón por la cual los conceptos son semejantes para todos los hombres, mientras que las
palabras y las escrituras están instituidos de formas muy diversas. Sin embargo, no por eso la
relación de las ultimas con la cosa es menos inmediata. Como subraya Carolina Fernández9,
Ockham rompe con la tradición que sostenía que solo el discurso mental se hallaba en una
relación de significación inmediata con las cosas, mientras que el lenguaje convencional
significaba a las cosas solo gracias a la mediación del primero, al postular que las palabras y
los conceptos son signos de lo mismo, aunque subordinados entre sí. Tal subordinación es la
tradicional subordinación de la convención a la naturaleza; tomados en la misma suposición,
“están en lugar de” la misma cosa. Es decir, las palabras significan las mismas cosas que los
conceptos, pero no porque signifiquen estos últimos, al modo de una mediación mental hacia
las cosas, sino porque se ha establecido deforma convencional que su significado sea el
mismo que el de los términos mentales
En el párrafo anterior hemos presentado el concepto de suposición, fundamental en la
concepción ockhamiana. Aclaramos, pues, que la capacidad del término (entendemos término
en función de sus 3 significados, a saber, término conceptual, hablado o escrito) de “ocupar el
lugar de” la cosa, es lo que Ockham denomina suposición. Esta función, la suposición, sería
entonces aquella propiedad que tienen los términos de reemplazar a las cosas y ocupar el
lugar de estas dentro de una determinada proposición. La proposición, debemos remarcar, es
concebida en Ockham como la unidad significativa básica, la forma en que nuestro
conocimiento se expresa, y, el término, como una parte constitutiva de la misma. La
significación es la propiedad de los términos en cuanto tales; la suposición es la propiedad de
los términos en cuanto forman parte de la proposición. La suposición es, en suma, el estar por
de un término, es decir, su función de sustitución o suplencia en el lenguaje mental o
convencional, de aquello a lo que dicho término se refiere.
3.1 – El universal como intención singular del alma.
Ahora bien, respecto de los signos naturales, también llamados intenciones del alma, hemos
de considerar la diferenciación que establece Ockham entre los términos de primera intención
y los términos de segunda intención. Dicha diferenciación es relativa únicamente a los signos
que significan naturalmente. Respecto de los primeros, dice Ockham: “Uno es signo de
alguna cosa que no es ese signo, sin que eso impida que tal signo signifique otro signo
mental;10”. Es, entonces, un signo natural que no significa o no supone por otro signo sino
por una cosa distinta, como es el caso del termino “hombre”, que supone una pluralidad de
individuos. La intención primera es, por tanto, “aquella intención del alma que es predicable

9
Carolina Julieta Fernández, Temas y problemas fundamentales del nominalismo de Ockham: El triangulo
semiótico, el camino hacia el universal como acto intelectual y el orden causal del conocimiento.
10
Guillermo de Ockham, Suma de la Lógica, edición de Clemente Fernández: Los filósofos medievales, Tomo 2,
3.488.
de todos los hombres y de un modo parecido la intención predicable de todas las blancuras y
negruras y así de los otros”11 En el caso de los términos de segunda intención, Ockham los
define como “aquella que es signo de esas intenciones primeras, como, por ejemplo, las
intenciones género, especie y parecidas”12 así, por ejemplo, en la proposición “piedra es
género”, genero resulta un termino de segunda intención, puesto que es un signo natural que
se predica de otro signo natural. Entonces, ¿Qué decir del termino universal? El termino
universal, que se predica de todo universal, es, al igual que el genero y la especie, un termino
de segunda intención.
Tal como sostiene Carolina Fernández, Ockham decidió llevar hasta las últimas
consecuencias su determinación de que todo lo real es singular por derecho propio. En ese
sentido, afirmó que todo universal es verdaderamente singular, entendiendo con esto dos
sentidos de la singularidad. En un primer sentido, singular significa todo aquello que es uno y
no muchos. Puesto que el universal es una entidad intencional de la mente predicable de
muchos, el mismo universal es algo particular: El segundo sentido de singular es lo que es
uno, y no puede funcionar como signo de muchos, por lo cual, ningún universal es particular
ya que como tal tiene capacidad para significar muchas cosas. Por tanto, si para Ockham la
singularidad es una propiedad inmediata de todo lo real, es desde este punto de vista que
afirma la singularidad del mismo universal: constituye una entidad mental individual que
existe como una verdadera determinación del alma. De este modo, el universal en sí mismo
no es tal ya que desde el punto de vista de su existencia todo universal es singular. “Hay que
sostener, pues, que todo universal es una realidad singular, y que, por lo tanto, no es
universal sino en la significación, porque es signo de muchos”.
3.2- Los tipos de universales y su naturaleza
Ockham plantea la existencia de dos clases de universal. Por un lado, aquel universal que es
naturalmente signo predicable de muchos, de la misma forma, dice, que el humo significa al
fuego. Tal universal es una intención del alma, y en tanto tal, ninguna sustancia ni ningún
accidente por fuera de ella es tal universal. Por otro lado, existe un universal por institución
voluntaria, esto es, la palabra externa, el lenguaje propiamente dicho. Tal lenguaje es
universal en tanto es un signo voluntariamente instituido para significar muchas cosas, su
universalidad no la tiene por su naturaleza, sino tan solo por la decisión de quienes lo crean.
Puesto que todo universal es verdaderamente singular, y que el concepto es algo en el alma,
una cierta res individual, Ockham se pregunta por la caracterización de esa realidad psíquica.
Planteo a lo largo del tiempo distintas teorías que intentan dar cuenta de ello. En un primer
momento, concibió al concepto como un ente forjado por el alma, un fictum in ese obiective,
distinto del acto de intelección. Postulo luego al concepto como una cualidad que existe en el
alma, como en un sujeto (in ese subiectieve), teniendo este tanta realidad como cualquier
cualidad en su sustancia. Diferencio, asimismo, entre afirmar que el universal es una cualidad
resultante de un acto, del acto de inteligir una pluralidad de cosas, y, que el universal es ese
mismo acto de inteligir, siendo ya no una cualidad posterior al mismo. Planteo, en fin, y
siguiendo a Carolina, una opción entre una concepción de lo mental como sui generis, como

11
Ibdm
12
Guillermo de Ockham, Suma de la Lógica, edición de Clemente Fernández: Los filósofos medievales, Tomo 2,
3.490
cuasi realidad, y una concepción de lo mental plenamente asimilada a la realidad extramental,
solo diferenciada de esta por su capacidad de significación.
Conclusiones:
Un principio no explicitado en este trabajo atraviesa toda la obra de Ockham, a saber, el
principio de economía, hoy conocido como La Navaja de Ockham: La convicción de que,
para explicar un fenómeno, no hay que multiplicar los entes sin necesidad. Sosteniendo una
estricta ontología de lo singular, se propuso (y, logro) fundamentar la posibilidad de un
conocimiento universal. El fraile se impuso a si mismo la labor de simplificar la filosofía, de
borrar, partiendo de una minuciosa lectura de Aristóteles y del Comentador, todo vestigio
platónico presente en la filosofía y teología de su tiempo.
Postulo una ingeniosa teoría de los signos, donde estos, ya naturales, ya convencionales,
poseen la capacidad de suponer a muchas cosas, y de ahí su universalidad. Todo
conocimiento deviene de la experiencia, de la intuición; todo conocimiento es, en primera
instancia, de objetos singulares, y es la forma en que nuestro intelecto reacciona,
naturalmente, ante esas cosas, lo que genera la diversidad entre el conocimiento individual y
el conocimiento universal.
Partiendo de su nominalismo, se deja entrever el voluntarismo: la validez de las palabras
descansa sobre la voluntad del ser humano; la convencionalidad del lenguaje sitúa al hombre
como el dador de su significado. Postulo la inexistencia de una ley natural: nada podría
determinar la voluntad de Dios, Él está por encima de toda idea, de toda esencia. En principio
esto no parece mas que confirmar la omnipotencia de Dios; sus consecuencias sugieren lo
contrario. Si el orden del mundo no puede ser deducido a priori a partir de principios
racionales necesarios, no queda mas que lo contingente, lo humano.

Bibliografía utilizada:
- Carolina Fernández, Temas y problemas fundamentales del nominalismo de Ockham:
El triángulo semiótico, el camino hacia el universal como acto intelectual y el orden
causal del conocimiento.
- Carolina Fernández, Comunidad versus semejanza como fundamento de las clases
genérico-especificas: El debate entre realismo y nominalismo en la Baja Edad Media
- El problema de los universales: Selección de textos: Guillermo de Ockham,
Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y letras, Historia de la Filosofía
Medieval.
- Apéndice: Las criticas a las diversas variantes del realismo, Universidad de Buenos
Aires, Facultad de Filosofía y letras, Historia de la Filosofía Medieval.
- El problema de los universales, Textos complementarios Clase N 1. Universidad de
Buenos Aires, Facultad de Filosofía y letras, Historia de la Filosofía medieval
- Individuo y naturaleza en Guillermo de Ockham, Juan José Sanguinetti
- ¿Una filosofía del lenguaje en Ockham?, Alfonso Flórez
- Guillermo de Ockham y su definición de signo. Divagaciones en torno al capitulo 1
de la Summa Logicae, Ángel Muñoz García
- Los filósofos medievales, Tomo II, Clemente Fernández

S-ar putea să vă placă și