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Buenas noches, es un gusto estar hoy aquí con ustedes —supongo que tienen alguna relación respecto
de la clínica de niños. Y digo esto porque, en una pequeña investigación que vengo realizando, les
pregunto a los psicoanalistas si atenden niños y habitualmente obtengo respuestas que me hacen
¿Se acuerdan de esa historia? Bueno, hay dos paisanos, uno le presta al otro una olla, y cuando el
segundo se la devuelve, resulta que la olla tenía un agujero. Entonces, el primero le dice: “Abraham,
la olla tiene un agujero”. Y su amigo le dice: “En realidad no está agujereada la olla”. Y entonces sigue
la discusión. Y al rato Abraham confiesa: “Bueno, en realidad, cuando vos me la prestaste, ya estaba
agujereada”. Sigue la discusión. Y al rato, la discusión termina cuando el dueño de la olla recibe como
Vean ustedes que el estilo de razonamiento y de argumentación puede ser válido, a condición de que
cada respuesta se diera en forma individual. Si ustedes hacen la secuencia de las tres, es un
Cuando yo les pregunto a los analistas si atienden niños, la primera respuesta que me dan es: “Y, no,
la verdad es que yo no atiendo niños, porque no estoy muy formado; en la facultad era optativa, y yo
no estudié mucho de eso”. Y uno sigue charlando, y al rato te dicen: “No, mirá, en realidad, yo tengo
un problema personal con los pibes, a mí los pibes no me gustan, me pudren; chicos ya tengo en
casa, no quiero saber nada”. Y si uno sigue discutiendo un poco más, te terminan diciendo: “No, en
Entonces, a partir de esto, la verdad es que a mí me tranquiliza un poco encontrarme con ustedes,
porque supongo que ustedes ya pasaron por este problema, y que si uno les pregunta si atienden
niños, ustedes dicen: “Sí, atiendo niños, sea lo que eso sea, e implique lo que eso implique”.
Ahora, como ustedes habrán visto, yo en el cartel pedí expresamente que se incluyera que iba a
hablar de la presencia de padres en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. ¿Y por qué tan
insistente? Bueno, primero y principal, porque es fundamental que nosotros sepamos que se trata de
clínica, que el marco en el cual estamos conversando, es un marco clínico. Digo que es importante
porque podría ser diagnóstico, podría ser educacional, pero el ámbito que les propongo es el ámbito
clínico. Y me parece importante adjetivarlo como psicoanalítico, porque hay distintas clínicas: hay
porque ustedes saben que hoy en día hay varios tipos de clínica psicoanalítica. Podemos hablar de
Freud, podemos hablar de Melanie Klein, si nos gusta podemos hablar hasta de Anna Freud, si
queremos podemos seguir hablando y nombrar a Jacques-Alain Miller, Jean Allouch, que son
importantes psicoanalistas contemporáneos. Cuando digo lacaniana, lo que estoy proponiendo es que
a lo largo y a lo ancho de la vastísima obra de Jacques Lacan, están disponibles todos los elementos
para poder llevar adelante un tratamiento clínico, psicoanalítico, con niños. Yo parto de no utilizar a
¿Por qué les propongo esto? A mí me parece que respecto del problema de la clínica de niños, es muy
difícil ser freudiano. Y les voy a tratar de transmitir la idea de por qué.
Freud, al inicio de su obra, produjo dos operaciones importantísimas, que fueron condición de
posibilidad para poder pensar la clínica con niños. Me parece que uno puede entender que la extensión
de la sexualidad a los niños –y también a los perversos- que hizo Freud en el segundo de sus Tres
ensayos, es una de las condiciones fundamentales para poder pensar la clínica con niños, porque si no
hubiera ninguna relación entre un niño y la sexualidad, el psicoanálisis poco tendría para decir allí.
Ustedes saben perfectamente que la maniobra que Freud hizo fue suponer la presencia de la
sexualidad en determinadas conductas observables típicas de los niños. Por ejemplo, diferenciar el
chupeteo del reflejo de succión, diferenciar el erotismo anal del control esfinteriano, suponer que las
preguntas de los chicos están vinculadas a una teorización sexual infantil… Es decir que Freud propuso
Y también hizo una segunda maniobra, que consistió en interrumpir la maduración de la función
sexual. Es decir, que todo lo vinculado a la sexualidad no madura, no evoluciona hacia un ideal de
genitalidad, sino que su estado perverso polimorfo –que es el estado que Freud detecta en los niños-
Es decir que a partir de esas dos ideas que Freud propone, comienza a pedirle a su grupo más cercano
de colegas psicoanalistas, los primeros psicoanalistas, que le envíen material que le confirme su
teoría. El problema, es que en vez de recibir material que le confirmara su teoría, empezó a recibir
material de analistas que aplicaban esos saberes a los niños. Y a mí me gusta siempre proponer que
Freud recibió su propio mensaje, aunque en forma invertida, desde el lugar del Otro. Y tranquilamente
podríamos inscribir en ese lugar del Otro al papá de Hans, a August Aichhorn –el famoso pedagogo
vienés- al pastor Oskar Pfister –un pastor protestante que tenía una especie de instituto de menores-
a Melanie Klein, a Anna Freud, a Ferenczi –con el caso del “niño gallo”. Es decir, hay toda una serie de
personajes muy importantes en la primera generación de analistas que le devuelven a Freud ese
mensaje.
Freud les decía: “confirmen la teoría”. Y ellos, en realidad, se la aplicaban a los niños. Y eran notorias
las reservas que Freud tenía sobre la posibilidad de aplicación del psicoanálisis a los niños. Eran muy
notorias. De hecho, ustedes van a encontrar en varios textos de Freud reservas respecto de la
posibilidad de aplicar el psicoanálisis como teoría y como práctica a los niños. Frases del estilo de “el
niño es un objeto diverso del adulto; el niño no tolera bien los métodos de la asociación libre; la
transferencia en los niños desempeña otro papel, puesto que los progenitores están presentes; en el
niño falta aún el desarrollo de instancias psíquicas”... Son todas frases que cito casi de memoria, que
Aichhorn, que son frases que permiten ubicar claramente que Freud tenía cierta desconfianza, al
menos, en aquella época, a la aplicación del saber del psicoanálisis como una práctica de trabajo con
niños.
Ahora bien, más allá de lo que ocurrió entre Freud y la primera generación de analistas, después llegó
Lacan. Hace un tiempo vi una película muy linda de Elizabeth Roudinesco, con Elizabeth Kapnist, que
se llama Lacan, el psicoanálisis reinventado. Me gustó esa forma de presentar a Lacan como el
reinventor del psicoanálisis. Porque la vuelta que él le pega es como volver a inventarlo, a partir de
otros articuladores, a partir de otros problemas, y teniendo siempre en la mira el texto de Freud.
A partir del trabajo de reinvención que Lacan hace con el psicoanálisis, a mí se me presenta como una
idea interesante que los analistas deberían, todos, comenzar a trabajar como analistas atendiendo a
Lo que les quiero proponer es que si yo pudiera, si de mí dependiera, yo obligaría a todos los que
quieren ser psicoanalistas a comenzar atendiendo niños. Me parece que la clínica con niños nos
enfrenta a problemas bien manifiestos que la clínica con adultos mantiene ocultos. Uno no los ve.
Salvo que haya estudiado mucho, salvo que esté muy orientado, es muy frecuente que al mejor
cazador de nosotros se le escape la liebre. Y les voy a proponer al menos tres formas para pensar este
problema.
El primer problema es la demanda. Supongan que por el hecho de estar nosotros ofertándonos aquí,
en la ciudad de Buenos Aires, como psicoanalistas lacanianos, alguien viniera a pedirnos algo. Es muy
frecuente interpretar que lo que nos vienen a pedir es una demanda de análisis. Uno lo escucha todo
el tiempo. Más allá de la demanda, se tiende a pensar que las personas, porque visitan a un analista,
demandan análisis.
Si ustedes se detienen a pensar un segundo cómo es una demanda de niños, ¿a quién se le ocurriría
pensar que los padres del niño, por más psicoanalistas lacanianos que sean, vienen a ver a un analista
para demandarle que uno haga análisis con ese niño? ¿Qué nos piden los padres de los pacientes? Yo
diría: nos piden adaptación. Es una demanda adaptativa. Nos piden que adaptemos a ese pequeño
“monstruo” a las competencias que debería tener en su etapa madurativa. Supongan: si se hace caca,
que no se haga; si se hace pis, que no se haga; si se pelea con los chicos, se tratará de una demanda
social, que adaptemos al pequeño a tratar de vincularse más y mejor con el otro que lo rodea.
Es raro, por no decirles imposible, encontrar que alguien traiga un niño y diga: “Bueno, traigo al niño
para que sea analizado”. Dudo que ni siquiera los psicoanalistas lacanianos pidan eso. Por lo general
Ahora bien, cuando uno recibe un paciente adulto, con lo que se encuentra por lo general, es con que
vienen y nos traen algo. Es como si ustedes fueran a la zapatería con una bota y un taco que se les
rompió. Entonces, llegan y le ponen al zapatero eso encima del mostrador. Y el tipo lo va a mirar, y le
va a decir: “¿Qué quiere que haga yo con esto? Porque yo le puedo pegar el taco, le puedo cambiar el
taco, le puedo agarrar la bota, tirársela y hacerle una nueva”. Con lo cual muchas veces, cuando
alguien viene a ver a un psicoanalista con un planteo, no está de por sí manifiestamente propuesto
Con las personas grandes, uno tiende a pensar rápidamente, que lo que nos piden con eso que nos
traen es análisis, y muchas veces se verifica que no, porque en cuanto empieza a ver algún estilo de
El otro problema fundamental que se ve muy bien como problema en la clínica con niños, pero en la
de adultos está totalmente oculto, es el problema de la definición del sujeto. Hoy en día es muy
frecuente escuchar declaraciones de este estilo –supongan un ateneo o una supervisión: “un sujeto de
32 años asiste a la consulta...” Se dice sujeto por persona. De hecho, el diccionario de la Real
Academia Española dice que un sujeto es una persona innominada, es decir, es una persona de la cual
uno no sabe o no quiere decir el nombre. Como decir: “Ay, de ese sujeto no me hables”. O como los
policías: “Afirmativo, el sujeto…”. O sea, cuando no se sabe el nombre o no se quiere decir el nombre.
Pero el diccionario, por sujeto, también da “asunto o materia sobre el que se habla o se escribe”. Y
ese significado, en español lo tenemos muy perdido. Ninguno de nosotros habría dicho: “¿Y cuál es el
sujeto de la clase que va a venir a dar Pablo hoy a ALEF?” Nadie hubiera usado esa expresión. Y
En francés, que es la lengua de Lacan, en la cual Lacan pensó y produjo toda su obra, sujeto, en el
diccionario, por primera definición, tiene: asunto. Y nosotros, que trabajamos mucho con textos de
Lacan en español, nos encontramos con el problema de que cuando en francés dice sujet, en español
se tradujo en forma directa sujeto. Y no se hizo más que generar un problema, porque el uso de la
lengua francesa y el uso de la lengua española no habilitan el mismo uso para el término sujeto. Con
lo cual, lo que les propongo, es que usemos esta definición: el sujeto es el asunto o la materia sobre
Ahora bien, con un paciente adulto, el sujeto es persona. Pero con un niño, eso se complica. Porque si
ustedes me dicen que el niño es el sujeto, yo les digo: “¿Quién es el Otro?”. Ustedes me dicen. “Los
padres”. Y yo les digo: “¿Y quién es el analista?” Les falta un lugar. Mientras que si uno puede trabajar
con que el sujeto es un asunto, un asunto puede implicar a varias personas. Y en este asunto, que
seguramente será un asunto familiar, que será transindividual y estará más allá de los cuerpos
discretos de cada uno, en ese asunto quedarán capturados el papá, la mamá, el hermanito… Esto si
nosotros trabajamos con una noción de sujeto que no sea la noción de sujeto como una persona de
carne y hueso.
Este es un gran problema hoy en día en las clínicas psicoanalíticas. Hay muchas propuestas que lo
hacen quedar al sujeto como una persona realmente, mientras que hay otras, que todavía se
sostienen, como la de pensar al sujeto como algo de dos dimensiones. No de tres dimensiones, no
Y fíjense que uno tranquilamente podría ponerle de nombre a los casos –vieron cómo se nombra a los
casos en los que trabajamos, “caso Ricardo”, “caso Susana”- tal vez podríamos empezar a pensar,
siguiendo esta propuesta, en nombrar los casos con el nombre, no de la persona, sino del sujeto.
Poner: “el caso de la familia manchada”. Era el caso de una niña que presentaba un cuadro de
psoriasis, y en realidad la psoriasis –presentada equívocamente como manchas, en una niña que uno
podría llamar inmaculada- como manchas, atravesaba a su generación, a la generación de sus padres
Entonces, sería mucho más fácil suponer que, si el sujeto es un asunto, ya no coincide con el niño,
sino que el asunto está tensado entre varias posiciones enunciativas. De ese asunto, cada una de las
De hecho, en ese sentido la clínica de niños es sumamente compleja, porque hay mucho texto para
leer. Está el texto de los padres, a veces los padres cuando están separados vienen con su nueva
pareja –que, causualmente, es psicoanalista lacaniana, por lo general- y también está el informe del
casualidad te llama la psicopedagoga de la escuela. Entonces, hay una proliferación de textos. Y uno
dice: ¿Qué hago? ¿Los excluyo? ¿Me los saco de encima? ¿Los tomo? ¿Sirven o no sirven? ¿Importa
que haya salido de la boca de la psicopedagoga? Si lo dijo el papá, después, ¿se lo puedo repetir al
niño en la sesión? Si lo dijo el niño, ¿conviene que se lo diga al papá o estoy violando el secreto?
Ven todos los problemas si uno trata con cuerpos discretos. Ahora, si uno trata con un asunto del cual
participan un montón de personas, la cosa se hace más sencilla, sobre todo porque habría que poder
incluir en esto aquella prerrogativa de Lacan de leer al sujeto en tres generaciones. Es una referencia
que Lacan da en su “Discurso de clausura a las jornadas sobre la psicosis en el niño”, donde propone
que para formar un psicótico hacen falta tres generaciones. Y es muy interesante el planteo porque si
uno establece bien lo que le pasa a un paciente, uno puede verificar que lo que le pasa al paciente es
Bueno, de más está decirles que si el sujeto no coincide con ninguna persona, la familia –me voy
arrimando de a poquito al problema de la presencia de los padres- la familia, no son papá y mamá
biológicos y los hermanitos que están ahí. Es decir, tendríamos que poder dar una vuelta más a ese
planteo y poder pensar la familia como la plantea Lacan muy tempranamente, como un complejo
familiar. Es decir, como una red de cadenas significantes que involucran ciertos lugares, de la cual
Hoy a la tarde estaba dando un curso sobre presencia de padres en la ciudad de La Plata, y contaba
una viñeta personal. Contaba que tengo un hermano, un hermano de sangre, que vive en otro país,
con el cual hoy prácticamente no tengo vínculo. Y, sin embargo, tengo una persona amiga que se ha
criado conmigo, hemos ido a la escuela juntos, que llega a mi casa, y mi hijo va, lo abraza, y le dice
“hola, tío”. ¿Quién es más hermano mío?, me preguntaba hoy en voz alta. ¿Quién es más tío de mi
hijo, este amigo mío que es casi un frater, o mi verdadero hermano de sangre? Es una pregunta como
para pensar.
Y lo que yo proponía, es que si uno se hace estas preguntas tiene más amplitud para poder leer los
fenómenos en la clínica. Uno no se queda tan pegado al precepto biológico que hoy rige; porque hace
Bueno, finalmente, lo último que les quiero proponer acerca de por qué me parece que es mejor
Lacan le dedico cuatro o cinco clases del Seminario 7 al tema de la responsabilidad y a que eso genera
problemas. Pero en principio tal vez todos ustedes conozcan la famosa indicación de Lacan de la
rectificación subjetiva. Lacan dice que cuando Dora llega a verlo a Freud y le dice “Profesor Freud, mi
papá pretende hacer un intercambio swinger con el viejo verde de al lado, y me entrega a mí, que
tengo 15 años, para ir a encontrarse con la loca de la mujer de él”, le dice también: “¿Qué va a
Y Freud no dice nada. Lo simpático del caso es que Lacan dice lo que Freud dice, pero en realidad
Freud no dice nada en el texto: “Bueno, en estos casos que son los que les traen dolores de cabeza a
los analistas, porque todo parece tan bien planteado que parece muy difícil entrar ahí”. Lacan dice que
Freud le dice a Dora: “Fíjate qué parte te toca a ti en el desorden del que te quejas”. Algo así como
Es una intervención complicada. Ahora bien, ¿quién le puede decir a un niño de cinco años: “Bueno,
fijáte qué tenés que ver vos con el divorcio sangriento de tus padres”? Tal vez tenga que ver, pero ¿a
quién se le ocurre preguntar? “Fijáte qué tenés que ver vos en el hecho de que tu padre haya tenido
un hijo con la mucama”. ¿A alguien se le ocurriría decirle eso a un pibe de cinco, seis, siete, ocho,
nueve o diez años? Sería ridículo. Sin embargo, increíblemente, a muchos analistas se les ocurre
Yo les pregunto: piensen en lo peor de ustedes, pero no me lo digan, por favor. Piensen en lo peor,
eso con lo que tropiezan todo el tiempo, eso que se quieren sacar de encima. ¿Soportarían que
alguien, una vez o dos por semana, les diga: “Bueno, habrá que ver qué tenés que ver vos en todo
eso”?
Bueno, esta es una intervención frecuente de los analistas lacanianos con sus pacientes, proponerles
que se hagan responsables de eso que les pasa. Con un adulto, me parece una intervención ridícula.
Pero con un niño es mucho más ridícula, y se ve mejor. ¿A quién se le ocurriría hacer esa propuesta?
Como ven, entonces, por el lado de la demanda, por el lado de la definición del sujeto, y por el lado de
niños. Porque en la clínica de niños hay que establecer cuál es la demanda, mientras que en la clínica
con adultos parece que la demanda coincide con lo que el tipo que me viene a ver me está pidiendo.
En la clínica con niños hay que establecer al sujeto, porque hay tantas personas que hay que
establecerlo, mientras que en la clínica con un adulto, viene un solo tipo, y uno está siempre tentado
de decir “El sujeto es este que me vino a ver”. Y en la clínica de la responsabilidad, ustedes vieron lo
que pasa cuando uno le dice a un niño de cinco o seis años. “Prometéme que te vas a portar bien en
Entonces, en ese sentido, yo les propongo que la clínica de niños es muy apta para estudiar problemas
que en la clínica con adultos están medio velados y hay que hacer mucho esfuerzo para verlos.
Bueno, esto era a modo de presentación solamente. Propuse, entonces, trabajar un poquito acerca de
la presencia de padres en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Les cuento, como les dije hace
un rato, que es el tema que yo estoy trabajando este año en un curso anual en la ciudad de La Plata.
Les quiero proponer una idea de lo que para mí es central, y me ayudó mucho para poder pensar el
problema. Y por ahí, en futuros encuentros, podamos seguir conversando sobre esto.
La semana pasada Adriana me llamó para preguntarme si tenía ganas de sugerirles alguna bibliografía
sobre este tema. Lo que yo le decía es que la bibliografía sobre este tema no existe. No hay. En los
últimos quince años no ha salido más que un solo libro, que lo traje, después se los muestro, que
haga una referencia total, es decir, que todo el libro esté dedicado a este problema. Sí van a encontrar
artículos sueltos en distintos libros, esas recopilaciones clásicas de tres o cuatro analistas. Van a
encontrar uno o dos artículos, pero no van a encontrar a nadie que haya escrito todo un libro sobre
ese tema. Ni siquiera este, porque este también son artículos. Son todos artículos sobre el mismo
padres, no dice qué psicoanálisis –no dice si es freudiano, lacaniano, kleiniano o qué. Pero bueno, es
Y a mí me parece que realmente es un problema, porque ¿vieron que sobre cualquier tema que
ustedes busquen hay libros? Si yo les digo que me digan un libro sobre la transferencia, ustedes
conocen uno. Un libro sobre el goce, un libro sobre el cuerpo, un libro sobre lo imaginario… todo el
mundo conoce un libro sobre un tema. ¿No les parece mentira que no haya un libro sobre la presencia
Yo a partir de eso diagnostiqué que me parece que hay un problema con ese tema. Es un tema difícil,
seguramente –me dije-, es un tema raro, es un tema que es muy complejo de plantear en un libro, de
reducir a un libro. Bueno, algo pasa con eso. Y es por eso que dediqué todo este año a teorizar y a
discutir sobre eso, y a analizar toda la bibliografía que hay en torno a eso, por poquita que sea.
Ahora bien, lo primero que encontré es esto. Hay una compiladora, que se llama Ana María Sigal de
Les decía, entonces, que hablar de presencia de padres arrastra un problema. Si uno quiere ser, como
Lacan jamás, a lo largo de su enorme obra, habló de presencia de padres. Nunca. En realidad, casi
nunca habló de clínica con niños, habló muy poquito, trazó pinceladas. Pero mucho menos de
Con lo cual no tenemos apoyatura en el Lacan dixit. O sea, yo no puedo citarles una cita de Lacan
para decirles “Lacan dijo esto”. No tengo. Probé con varias traducciones, francés, español, con el CD,
me escribí con otros psicoanalistas, nadie sabe de dónde salió, ni siquiera. Por qué “presencia de
padres”, por qué se utiliza esa forma. Es una forma canónica, todo el mundo usa esa desde hace
mucho tiempo. ¿Es un concepto, la presencia de padres? Si es un concepto, ¿quién lo acuñó? ¿En qué
Pero el principal problema, era que como no era un elemento del corpus lacaniano, había que
arriesgarse a hacer el trabajo de elaboración, tal que uno se fuera tan lejos de Lacan como para que
se perdiera el espíritu lacaniano, o que uno quedara tan pegado a la letra de Lacan que no pudiera
decir nada. Porque como eso no está en Lacan… Entonces, ¿cómo hago para despejar un concepto, o
una vía teórica, si es o no un concepto, respecto del cual no tengo apoyatura en la obra de Lacan?
¿Qué hago? ¿Vuelo teóricamente y me desprendo de Lacan o me quedo tan pegado a Lacan que no
En realidad, tuve una noche de insomnio antes de decir esto en ese curso, donde la pregunta que se
me presentó, se me presentó así: Lacan, ¿lo avalaría? ¿Qué pasaría si yo estuviera hablando acá y
estuviera Lacan ahí? ¿Me revolearía alguna cosa, o de alguna forma avalaría que un psicoanalista
produce por la lógica que Lacan propone para organizar el instituto de psicoanálisis. Lacan propuso
unos estatutos, Sacha Nacht propuso otros y entraron en disputa. Lacan proponía alentar a la gente
joven, que no fueran médicos, un modelo bien humanístico. Nacht proponía a lo vejestorios, que todos
Y, bueno, pasó lo que tenía que pasar: Lacan se fue. Pero antes de irse, él había propuesto los
estatutos. Y les quiero leer cómo habla Lacan de los analistas de niños en el año 1949 y en 1953. Son
“Estamos lejos de la época en la que la práctica del psicoanálisis con niños parecía exigir tan sólo una
formación abreviada”.
Parece que alguna vez, para ser psicoanalista de niños, había que estudiar menos que para ser
psicoanalista de adultos. Pero Lacan dice que estamos lejos de esa época.
“Por el contrario, exige la más completa integración de los datos analíticos, tanto por la flexibilidad
técnica que requiere, como por los problemas que plantean los modos de comunicación propios del
niño”.
Esto es interesante: requiere máxima flexibilidad técnica, la clínica con niños. Es decir, que a la
técnica hay que prácticamente retorcerla por todas partes. Yo publiqué hace unos años un caso clínico
en el que por primera vez en la vida me pasó que un niño entró al consultorio y me dijo: “¡Te juego a
esto!” Y me dio un CD. Y yo, que había estudiado el juego de Melanie Klein, el fort-da, el juego de
Winnicott, el juego de Piaget, era un experto en todo eso. Pero nunca en la vida había estudiado el
juego virtual.
“Máxima flexibilidad técnica”. Porque del modo en que atendemos adultos, sentados en el sillón,
escondidos detrás, para que no nos miren, pasar a decidir si jugás o no jugás con un pibe al Atomic
Bomberman en la computadora, sea lo que eso sea (porque se imaginan que yo no cazo una de eso)
es realmente una flexibilidad que impone la clínica con niños, que en la clínica de adultos no está.
“El candidato a la especialidad infantil del análisis, no sólo debe dominar, para someterlos a su
¿Ustedes dominan toda clase de disciplinas psicológicas exógenas? A ver, por ejemplo, si yo les
inhiba el reflejo de succión? ¿Se acuerdan de esas cosas? Lacan dice que el analista debe dominar
toda clase de disciplinas psicológicas exógenas, para someterlas a su propósito analítico. No porque
vaya a trabajar con eso, sino para someter esos saberes a los propósitos psicoanalíticos que nosotros
tenemos.
A los psicoanalistas de niños, todo el tiempo se les solicita inventar técnicas e inventar instrumentos.
Todo el tiempo.
“Que hacen de los seminarios de estudio de psicoanálisis infantil la frontera móvil de la conquista
psicoanalítica”.
Es decir que si el psicoanálisis conquista algo, si hay algo que puede lograr extender una frontera del
psicoanálisis para que algo que era interpretado por fuera, ahora quede por dentro, es el psicoanálisis
de niños.
Que yo sepa, Lacan nunca usa esta expresión para la clínica con adultos. Lacan nunca dice que la
clínica de adultos podría ser una frontera móvil de la clínica psicoanalítica. Sí lo dijo para la clínica con
niños. Y por eso los que estamos en la frontera móvil somos todos fronterizos, porque para estar
trabajando con niños hay que ser un poco fronterizo. Interpreten ustedes lo que quieran, con eso.
Y hay una pequeña cita más que les quiero proponer, que es de los estatutos del ’53. Lacan propone
que…
“El psicoanálisis de niños se reveló, en su valor clínico, como sujeto a incertidumbres cada vez más
Es decir, que a medida que uno le concede un interés más riguroso, más sistemático, más ordenado, a
algún problema, por ejemplo, la presencia de padres, el psicoanálisis de niños se revela como cada
“Sin duda, esta es la frontera donde se le ofrece al análisis lo más desconocido por conquistar”.
A mí me llamó mucho la atención que Lacan dos veces seguidas en tres años, diga lo mismo. Que es
desde el psicoanálisis de niños el lugar donde al psicoanálisis se le ofrece lo más desconocido por
conquistar.
Con lo cual, yo creo que si Lacan me estuviera escuchando a mí proponer trabajar con la presencia de
padres como lacaniano, que él nunca lo habría dicho, entonces se pondría hasta contento –diría: “ahí
hay un loco que se tomó en serio lo que yo dije en el ‘53”-, y por eso me atrevo a intentar dar un
He notado, mediante cierto relevamiento del campo, es decir, mediante la lectura de todos los
artículos que encontré sobre estos problemas –incluido este librito y algunas cosas más- he notado
que, por lo general, el tema de la presencia de padres se aborda con dos lógicas que yo considero un
La primera: casi todos los textos que hablan de presencia de padres hablan de presencia de padres a
partir de definiciones ostensivas. Es decir, “la presencia de padres es esto:…”, y te invocan un caso, y
no dicen nada. ¿Se acuerdan de las definiciones ostensivas de Bertrand Russell? Por ejemplo, si yo
quisiera darles una definición ostensiva de un reloj, le diría: “Un reloj es esto” (y mostraría un reloj).
Bueno, ese problema está en los libros. Cualquier texto que ustedes tomen acerca de la presencia de
padres, van a encontrar que tienen casos. Y que tenga un caso no quiere decir que esté teorizado,
sino que una manera supuesta del autor de querer explicar de qué se trata la presencia de padres es
mostrar un caso.
Eso suele conducir a un problema, y es que de por sí no dice nada. Tal vez sea interesantísimo, pero
falta la teorización.
Y el otro problema que yo encuentro en cuanto al uso de la presencia de padres, es que acerca de la
presencia de padres, todos los textos que leí, proponen el tema en términos de “mi experiencia…”. O
sea, son personas que cuentan su experiencia. Yo no sé cómo se llevan ustedes con la experiencia, –
me refiero a la experiencia de otros- pero yo, al menos, puedo sugerirles lo siguiente: ¿alguno de
ustedes alguna vez caminó sobre el Glaciar Perito Moreno? ¿Alguno de ustedes vio París desde la Torre
Eiffel? ¿Sí? ¿De noche? ¿Trajiste una foto? ¿¡No!? ¿Por qué no la trajiste? Si yo traigo una foto de Paris
desde la Torre Eiffel, cuando te la muestro, qué es lo primero que me decís? Y, “Esto es una
porquería”. Porque hay que estar ahí, no sabés lo que es por una foto.
La experiencia, sobre todo si es de uno, tiene ese punto de cosa intransmisible. Piensen en la
experiencia más fuerte que les haya pasado nunca e intenten explicarla. Es complicadísimo. Bueno,
estos libros proponen, por lo general, las cosas en esos términos. “Y cité a ambos padres, porque en
¿Y ahí que estoy diciendo como argumento? Yo lo que les propongo es que, al menos en psicoanálisis
–en otras disciplinas no sé cómo funciona- cuando alguien argumenta por su experiencia nos está
haciendo trampa. Uno no puede decir, en una supervisión, por ejemplo: “No, mi experiencia es que el
paciente es psicótico”. ¿Por qué? “Por mi experiencia”. Bueno, pero si es por tu experiencia, ¿qué hago
yo con tu experiencia? Dale estructura de saber a tu experiencia y transmitíla. Lo que estoy diciendo
es: formulalo en argumentos coherentes, rigurosos, transmisibles, para que de tu posición ese
argumento pueda llegar a mí, yo pueda discutirlo, ponerlo a prueba en otro lugar, en otras
Es decir, que sin ninguna duda tenemos una doxa, una doxa de la presencia de padres –se ve bien en
los casos, porque muchos textos hablan de la presencia de padres, muchos textos proponen material
clínico para ilustrar cosas, pero, en realidad, siempre se quedan a mitad de camino entre lo que están
Y, entonces, cuando no encontré todo esto, en ese momento me detuve, y dije no. Necesito una
pregunta para empezar a teorizar este problema. Necesito una pregunta para empezar a pensar. A mí
me gusta pensar con preguntas. Y la pregunta que me hice fue la siguiente: la presencia de padres …
¿es un real de la clínica psicoanalítica? Ésa es mi pregunta, y le voy a dedicar el resto del tiempo de
nuestro trabajo a decir algo acerca de eso, y les voy a leer alguna cosita más.
Yo creo que de acuerdo a cómo ustedes respondan a esa pregunta, a partir de la respuesta que
ustedes den, modifican absolutamente la posición teórica respecto del tema de la presencia de padres.
Entonces, de El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños, les voy a leer una línea, de una
especie de prócer del psicoanálisis en Argentina, que es Gilou García Reinoso. Ella presenta el libro:
“Este es el libro que presentamos aquí, el que abre el debate y provee testimonios y reflexiones
acerca de los interrogantes que plantea en el análisis de niños la dependencia real de los padres. En
efecto, los analistas que trabajan con niños se ven confrontados al hecho de la presencia de padres.”
Entonces, ella habla de la dependencia real de los padres –y el uso del genitivo en una frase como
estas es un lío, porque ¿quién depende de quién? ¿Los niños dependen de los padres o los padres
dependen de los niños? Porque esa frase no queda clara. Pero pongamos buena intención de lectores
y supongamos que está hablando de la dependencia real de los niños para con los padres.
Bien, y la otra idea es que el que los padres estén ahí es un hecho. ¿Ustedes están de acuerdo con
eso? Porque daría la impresión de que uno puede partir de afirmar que es un hecho la presencia de los
padres en la clínica de niños. Y si es un hecho, si es imposible que no esté, si siempre va a estar ahí
porque el niño depende en forma real, como dice el texto, de los padres, entonces la presencia de
Y, para contraponer esta idea, para proponerles otra perspectiva del problema, les voy a proponer una
cita de Lacan del escrito de Lacan sobre criminología. Lacan tiene un escrito temprano, del ’50, en
colaboración con Michel Cénac. Se llama Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en
“La realidad de la miseria fisiológica propia de los primeros meses de la vida del hombre (…) expresa
la dependencia genérica del hombre con respecto al medio humano. Que esa dependencia pueda
Está hablando del niño. Ustedes saben que Lacan dice que el hombre nace en una miseria fisiológica,
porque nace, y al no tener terminada la mielinización de la corteza cerebral, el niño nace prematuro.
Lacan dice que eso expresa la dependencia genérica del hombre a su medio. Pero después dice algo
más:
Tiene la prueba con Spitz, y el síndrome del hospitalismo. Un niño bien alimentado y bien abrigado, si
no le hablan, muere. Y Lacan dice que esa dependencia que parece humana –porque efectivamente el
cachorro humano nace en una dependencia fisiológica-, que parece real, se presenta en realidad como
significante, es por eso que el analista no debe retroceder ante los niños. Todos ustedes conocían la
frase de Lacan de “no retroceder ante la psicosis”. Pero esta, que es muy anterior, no la conoce nadie:
Lacan había dicho, antes de no retroceder ante la psicosis, no retroceder ante los niños, porque la
dependencia que tienen con los padres es significante desde un estadio increíblemente precoz de su
desarrollo.
Lacan, al proponer esta idea tan tempranamente agrega un elemento a nuestra pregunta. ¿La
hecho, es indeterminable, siempre está ahí nos guste o no nos guste. No hay mucho que hacer.
cadenas significantes que se organizan de una determinada manera, tal vez el psicoanalista pueda
intervenir.
Para esto, lo que hace falta despejar bien es el problema de qué es una familia. Porque pensar que el
señor y la señora donadores de material genético para crear un niño, son los padres, en el
psicoanálisis, es lo mismo que creer que el tipo que vino a verme al consultorio es el sujeto. O sea, si
uno asume que una persona que me viene a ver es el sujeto, si uno comete ese error, entonces
desplazar el problema a que el señor y la señora donadores de material genético para crear al niño
Yo, lo que propongo, es que ninguna de las dos es cierta. Yo, lo que les propongo, es que papá y
mamá deben ser diferenciados claramente del lugar en el complejo familiar que Lacan utiliza para
situar a la familia.
Si ustedes leyeron el artículo de enciclopedia francesa de Lacan sobre los complejos familiares, hay
uno de esos [no se entiende] que se llama La familia, en la edición prologada por Masotta, de editorial
Argonauta. Tengan en cuenta que el título del artículo no es La familia, Lacan nunca habló de la
familia. Lacan habló de los complejos familiares. Ese escrito es el segundo escrito de los Autres écrits,
se llama Los complejos familiares en la formación del individuo. Lacan no habló de la familia, habló de
complejos familiares. Y es más. En los primeros seminarios habló de constelación familiar, y después
intento que él hace de demostrar la influencia que hay desde el medio familiar hacia cualquiera de sus
No sólo eso, sino que Lacan plantea, también, que la familia instaura una transmisión generacional
hacia las personas. Lacan dice que la familia establece entre las generaciones una continuidad psíquica
cuya causalidad es de orden mental. “Orden mental”, en 1938, podríamos entenderlo como “orden
significante”.
Y en la famosa Nota sobre el niño, que es un artículo que todo el mundo lee porque es lo único que
Lacan escribe sobre el niño, Lacan dice que transmisión familiar es irreductible la, porque por más que
la familia cada vez se achique más y más, y por más que nosotros creamos cada vez más que yo soy
yo y tú eres tú, mis padres están en la casa de tus padres, igual hay transmisión, y la transmisión es
irreductible, no se puede reducir. Siempre se transmite algo. ¿De quién era la deuda que debía pagar
de una manera tan delirante el Hombre de las Ratas? Bueno, Lacan dedica bastante espacio a trabajar
estos problemas.
Entonces yo voy a proponerles la última idea, que es la idea sobre la cual estoy avanzando en este
presencia de padres es un dispositivo que articula con la dirección de la cura. Es decir, que es un
A mí me parece que tenemos un problema. Y es que no hay política de trabajo para la presencia de
por qué digo artificial. Porque a veces la presencia de padres es que los chicos vengan con la abuela,
porque los padres se han muerto y vienen con la abuela. Y a veces viene la madre con su nueva
pareja, porque el padre se fue a vivir con un travesti a Tanzania. Es decir que uno dice padres, pero
no necesariamente son los padres. Quizás en francés sería más fácil, porque uno dice les parents, y
eso es “los padres”, pero también es “los parientes”, entonces uno podría hacer esta salvedad.
Pero la presencia de padres es un dispositivo, y uno la tiene que pactar. Cuando pacta los honorarios,
y cuando pacta qué días va a venir el niño, tiene que pactar la política de la presencia de padres. Y
cuando digo “tiene que pactar la presencia de padres”, quiere decir que hay que arreglar con los
padres cuántas veces por mes nos vamos a ver, en qué circunstancias, cuánto van a pagar.
Yo he propuesto la presencia fija de padres en el tratamiento con niños. Yo no cito a los padres. Yo
propongo, la primera cita que, si el niño viene todos los martes, los padres vengan un jueves por
medio a tal hora. Lo cual produce un efecto muy interesante, porque los padres dicen “¿Y nosotros
también? Pero si el problema lo tiene el nene”. “No, viejo, ¿viste que nosotros también tenemos que
venir?” le dice ella a él cuando se están yendo. Algo pasa ahí. Es una intervención proponerle a los
padres del niño que ellos también tienen que participar con una presencia fija, y no solamente cuando
se produce un escándalo.
Entonces, lo que yo noto es que hay como una especie de flojedad al momento de plantear la
situación analítica. Lo que los psicólogos llaman encuadre, los psicoanalistas lo llamamos situación
analítica. Es un significante que Lacan propone en el escrito La dirección de la cura. Ustedes lo van a
Pero la cura sí. Es decir que las coordenadas en las que la cura transcurre deben ser manejadas por el
“La dirección de la cura consiste, en principio, en hacer aplicar por el paciente la regla analítica, o sea,
las directivas de las que no se podría desconocer la presencia entre el ciclo y lo que se llama la
situación analítica, bajo el pretexto de que el paciente las aplicaría, en el mejor de los casos, sin
pensar en eso.”
Es decir, que aunque uno atienda a un psicoanalista lacaniano, que sepa absolutamente todo, hay que
decirle que aunque no venga tiene que pagar. Que va a tener que venir todas las semanas, o dos
veces por semana, a tal hora. Es decir, que Lacan propone que el analista debe dar las directivas,
debe dar consignas para lograr la situación analítica. Yo, lo que propongo, es que en esas consignas,
Y ustedes dirán: “Pero… ¿y el caso por caso?”. El caso por caso es para excepciones. Uno, caso por
caso, hace excepciones. Porque si no cada caso nos hace olvidar todo el saber previo del psicoanálisis
lacaniano. Caso por caso yo decido si un paciente que faltó, y me va a pagar la sesión, si se la
recupera o no se la recupera. Caso por caso yo decido si los padres que tenían que venir todos los
jueves, y una semana me llaman para venir el otro viernes porque pasó algo, yo decido si los recibo.
Pero es para las excepciones, no es la norma. No se puede fundar una norma en algo que es caso por
“Estas directivas –para nosotros la presencia de padres, cómo vamos a trabajar la presencia de
padres- están planteadas en una comunicación inicial bajo forma de consigna”.
“De las cuales, por poco que el analista las comente, se puede sostener que hasta las inflexiones de su
enunciado, estas consignas vehiculizarán la doctrina que de ellas se ha hecho el analista al punto de
Lacan dice: hasta en las inflexiones del enunciado, hasta en si yo lo digo con voz firme o con voz
débil, hasta en eso, en el tono de voz que yo uso, dice Lacan, eso vehiculiza; primero, cuánto estudié
el problema que estoy presentando. O sea, si le presté atención teórica, si reflexioné alguna vez
acerca de qué significa incluir a los padres en el tratamiento de un niño, si eso es un real o si es un
dispositivo simbólico. Y también al punto de consecuencia al que esas ideas hayan devenido para mí,
es decir, qué consecuencias de mi análisis personal me favorecen como para plantarme de esa
Bueno, a mí me parece que el problema, para resumirlo y como última idea, es que se ha tendido a
un fenómeno –yo les diría- casi social. Los papás vienen con los chicos, por lo general, y como vienen,
esa es la presencia de padres. Y eso establece una política de trabajo, en relación a eso.
El otro día escuché un caso que comenzaba así. Una señora llama por una nena de trece años. La
mamá llama al analista y le dice: “tengo una hija de trece años, que quiero que se analice con usted,
¿cómo es? ¿tengo que ir yo primero o tiene que ir ella primero?”. Y el analista le dice: “Y, no sé…
Un mes en análisis y el caso se traba porque la madre y la hija se matan a ver quién entra al espacio,
se disputan el lugar, la madre quería ser más joven que su hija… Con lo cual, observen ustedes que
yo, en la discusión teórica que siguió al caso, lo que proponía era que a mí me parecía que el
problema estaba al principio. Que si de entrada se hubiera dejado bien en claro una política de qué
lugar iba a tener la madre en ese tratamiento, todo lo que vino después se hubiera podido evitar
[En este caso] no se trabajó con la idea de que la presencia de padres debe ser incluida en las
consignas de la dirección de la cura. Porque es un simbólico. No podría, no puede ser jamás un real de
la clínica psicoanalítica.
Bueno, voy a interrumpir, y si hay preguntas podemos retomar algunas cosas.
Alumna:- [no se entiende … la respuesta … sobre todo con lo que dijiste al final, de la diferenciación]
Peusner:- Bueno, en principio siempre es un problema presentar en dos líneas un caso. Yo lo que creo
es que hay cosas que se ven bien con la lógica del significante, y que si vos tenés las consignas al
principio tenés un significante al cual ligar todas esas cosas locas que pasan después.
Les voy a dar un ejemplo más fácil. Supongamos que yo trabajo en una oficina y tengo un compañero
que me tiene podrido. Me tiene re podrido. Me apaga la computadora, me pierde los archivos, me tira
previamente yo había hablado con el jefe, y aunque el jefe es un pusilánime imbécil, le dije “Bueno,
mire, este muchacho me está haciendo esto hace tanto tiempo, pasa esto, esto y esto, en cualquier
momento le voy a romper la cabeza”? Y, el tipo, obviamente, como es un pusilánime, no hace nada, y
yo dos meses después le rompo la cabeza con el matafuegos. ¿Es lo mismo? Porque en el primer caso,
esto cae como en el vacío. “Y, bueno, flaco, me hubieras dicho que tenías un problema con él antes de
partirle la cabeza”. Porque la lógica del significante me permite ligar. Si vamos a hacer una
intervención sobre esa rotura de matafuegos en la cabeza tenés un marco respecto del cual
organizarte.
En el otro caso, en el que yo contaba, me da la impresión de que si uno hubiera tenido una buena
política de presencia –que podría haber sido de presencia o no, porque a lo mejor a los trece años uno
podría haberle dicho a la señora: “Mire, señora, yo voy a conocer a su hija, venga usted primero,
después viene su hija, y ahí voy a determinar qué política voy a adoptar”, yo, por lo menos hago eso
siempre- y uno le hubiera planteado a la señora: “Bueno, la paciente va a ser su hija, usted va a venir
una vez cada quince días, o una vez por mes. Cuando la señora empiece a disputar el espacio, uno
tendría un punto inicial al cual hacerle la articulación. “Mire que usted se comprometió conmigo a tal
cosa, recuérdelo”.
A mí me parece que esas cosas nunca están de más en el mundo de los supuestos. Porque hay tanto
psicoanálisis de divulgación en el mundo, que es lo que Lacan mismo propone, que aunque la gente
sabe a lo que viene, tal vez convenga decírselo. ¿Cuántas personas que saben perfectamente que él
las ama no actúan porque están esperando que lo diga? ¿Vieron como es eso, no? O sea, qué
“Es mi cumpleaños y yo no te invité porque es obvio que vas a venir.” “No, yo estoy esperando que
vos me invites, esperaba tu llamado para invitarme”. Entonces, en ese sentido digo que no es lo
mismo leer con un significante primero bien establecido, porque lo que pasa después se lo puede ligar
a él. Ya no es el goce de la madre. Así como se presentó era el goce de la madre. Pero si vos tenés las
cosas planteadas en este primer punto, tal vez no sea el goce de la madre. Tal vez haya que pensarlo
de otra manera, porque habría que ver que dijo la madre en esa primera entrevista, qué pistas me
dio, tal vez tendría algún significante la madre para devolverle a la paciente y hacer este desastre, tal
vez nunca hubiera tomado a la hija si hubiera conocido a la madre el primer día. Porque a lo mejor
cuando conozco a la madre y me doy cuenta de lo que está pasando, tal vez postergo la inclusión de
la hija.
Yo le tengo mucha confianza, creo que resuelve muchos problemas. Igual vieron que problema es
cuando uno dice “si hubieras hecho esto…”. Yo no le dije al analista “si hubieras hecho esto”, sólo le
dije: “qué macana que acá no se trabajó con política de presencia de padres”. Porque a mí me parece
que hay que usarla. Y si no se la teoriza, si no hay teorización sobre la presencia de padres es porque
se tiende a pensar que es un real. ¿Cómo vas a teorizar un real? Si los padres son los padres. Y
Yo pregunto todo el tiempo, ¿cómo hacés con los padres?. “Y, no, cuando hay algún quilombo, cuando
vienen”. Así se trabaja. Yo no digo que esté mal, pero digo que se está desaprovechando un recurso.
Es como si yo le dijera: ¿jugás con el chico? “No, yo no juego, yo solamente hablo?”. ¿Cuántos años
tiene? “Cuatro”. Ah, bueno. Es interesante, hablar con un pibe de cuatro, a mí me encanta, pero te
estás perdiendo un recurso valiosísimo. Pasa que es tan valioso el recurso que da pena perdérselo.
Peusner:- A mí una madre que me va a traer una chica de trece años sin conocerme me llama la
atención. ¿Ustedes llevarían a una chica de trece años a un analista sin verlo primero? A mí me llamó
la atención eso. Cuando hay un recurso, y con nosotros en carácter de alguien que sabe qué hacer con
determinada cosa, responder “Y, no sé, como a usted le parezca” en el primer contacto, me parece
complicado.
Peusner:- Sí, pero a mí me parece que la política no te compromete, porque si vos sos un analista y te
llaman para preguntarte por una joven de trece años, si te preguntan “¿tiene que ir ella o tengo que ir
yo?”, suponiendo que porque tiene trece años está en un borde con la juventud, ¿qué problema hay
con que uno diga “No, venga usted primero, así nos conocemos, charlamos”? Yo tengo ese tono.
Alumna:- Bueno, pero lo que pasa es que también no todos los analistas [no se entiende]
Peusner:- Sí, pero la tomo en cuenta cuando viene. Y le digo: “Qué curioso que usted quería
mandarme a su hija antes de conocerme”. Pero se lo hago en presencia. Ahí está la presencia. No se
lo hago por teléfono. A mí me llama todo la atención de este caso. Me llama la atención también la
suposición de la señora de que su hija quizás debía venir sola. Me llama la atención que alguien
porque te está preguntando. Uno sabe cómo conducir ese tren que se va a poner en marcha, y uno es
el conductor. No me parece que sea problemático, ahí. Me parece más problemático cuando a la
presencia de padres se la deja como una especie de laissez-faire. Como una cosa libre, en la que los
tipos van, vienen, desaparecen, seis meses no los ves, una semana te llaman catorce veces, después
Peusner:- Es muy buena, la pregunta, planteémosla así. Cuando vos querés saber si un fenómeno es
abordable desde el psicoanálisis, lo que te tenés que preguntar es si el fenómeno existe en el mundo
psicoanalítico. Yo no digo que no haya dependencia real de los niños para con sus padres. Es verdad.
Vamos, ninguno de nosotros dejaría a sus hijos chiquitos tirados por ahí. Eso es cierto. Pero lo que
digo es que no es operativo en el psicoanálisis tomarlo como un real, abordarlo desde ese foco.
Porque es ineliminable, no podés hacer nada. No hay un margen de maniobra. Porque si aparte el
padre hubiera fallecido, y la madre estuviera con su nuevo marido, que crió al nene desde los dos
Yo creo que el hecho de que sea simbólico, a mí me da la ocasión , por ejemplo, de decidir citar al
padre o a su nueva esposa, a la cual el niño ve los fines de semana. Y también citar a la madre con su
nueva pareja, con la cual convive ese nene. Me da margen de maniobra. Si es simbólico, yo pongo y
Yo, por ejemplo, la semana pasada eliminé de un tratamiento a un padre. No lo cité más. Le dije:
“Bueno, muchas gracias por haber acompañado el tratamiento hasta acá, pero a partir de ahora usted
no va a venir más.” “¿Por qué?”, me dice el tipo. “Y, porque la verdad que usted ya aportó suficiente,
si lo vuelvo a necesitar lo llamo”. Y se fue contento, el tipo. Y entonces seguí el tratamiento con la
madre de la nena y su marido, porque determiné que él era el padre de la nena, de acá a la China.
Cuando pude establecer que ese tipo era el padre, ya está, me saqué de encima al otro. Eso, si estás
trabajando con la familia real, la familia biológica, lo perdés, ¿qué hacés? Me tengo que bancar al tipo
simbólico.
Peusner:- Pará, pero ¿se podría no trabajar? Porque con un paciente adulto se podría no trabajar, y no
se trabaja. Ninguno de nosotros cita a los padres de un paciente adulto, salvo que sea una psicosis o
una depresión muy severa, si no no se cita a los padres. Pero con los niños ¿te parece que se podría
no trabajar?
Peusner:- Hablé un montón de tiempo para decir una sola cosa-, lo único que dije hoy aquí, y me voy
de acá con la misma pregunta, es: la presencia de padres, ¿es real? Ese es todo el problema. El
primero. Yo tengo una respuesta, creo que sé adónde voy. Pero sería interesante ver casos, para ver
qué pasó en tal caso cuando se hizo tal cosa y cuando se hizo tal otra.
Alumna:- Justamente la pregunta que te estás haciendo es porque hay un real [no se entiende]
Peusner:- No, pero la pregunta hay que plantearla bien. Yo, lo que plantee como pregunta es: la
presencia de padres, -yo no pregunté si es real- ¿es un real de la clínica psicoanalítica? Porque los
padres son un real biológico. Pero en las coordenadas de cómo se trabaja en la clínica psicoanalítica,
el modo en que los padres intervienen, ¿es una inferencia real? Yo, lo que tiendo a leer, es que en la
Muchas gracias por la atención que me han prestado esta noche. Espero que volvamos a vernos.
[APLAUSOS]
Buscar
Durante cierto tiempo envié a mis colegas más cercanos la información que iba encontrando en la web
a medida que la recorría. Luego agregué mis comentarios a los libros sobre los que iba trabajando.
Más tarde comencé a enviarles los textos más difíciles de hallar o que no estaban digitalizados.
Finalmente, me animé a armar el blog. La gran cantidad de visitas recibidas testimonian que abrirlo a
PP.
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PP
mis libros
aquí están los libros que he publicado con una breve reseña de cada uno. Varios de ellos están
disponibles para descargarlos en forma gratuita y legal, solo hay que hacer clic en las imágenes.
autoridad y desproporción sexual en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños (letra viva 2019)
La autoridad, término sobre el que se ha reflexionado poco en el marco de la clínica psicoanalítica con
niños, supone un curioso modo de la proporción: la coincidencia plena entre la indicación (la orden, el
mandato) y la respuesta (la conducta). No obstante, la clínica con niños nos confronta con uno de los
matices más claros de la ausencia de dicha proporción, que Lacan no dejó de calificar de “sexual”: un
niño o un hijo siempre es más, menos u otra cosa de lo que se esperaba. Pero además, la forclusión
del instinto que produce el lenguaje convierte el proceso de crianza en una seguidilla de acciones
desproporcionadas, fuera de manual, pulsionales. Por eso la crianza es un proceso que se orienta por
el deseo, pero también por el goce, y que conduce siempre a un exceso o a un defecto. PABLO
PEUSNER nos invita en este libro a realizar un recorrido en el que ambas nociones se articulan, se
puntos de referencia. El autor nos advierte también acerca de la posición del analista frente a
situaciones diversas en que la desproporción y la autoridad se hacen presentes. Son situaciones en las
que el deseo del analista encuentra una ocasión única para manifestarseo para ocultarse bajo la forma
del amo.
una tarea difícil, compleja o irrealizable, sino porque procede a través del principal recurso que la
cultura china dispuso para producir sentido: el rodeo. Tanto en los encuentros clínicos con un
analizante-niño, como en las entrevistas con sus padres y parientes, el analista interviene a través del
sesgo, la influencia y la disponibilidad (ideas claves de la filosofía china) para favorecer los efectos
analíticos. Lejos del ataque frontal al síntoma, el analista que no retrocede ante los niños incide sobre
este de modo oblicuo. El recorrido introduce una pregunta difícil, incómoda, acerca de la posición del
analista ante los padres y parientes de su analizante-niño: “¿Será porque esta gente, estos padres y
parientes que vienen a vernos, están tan mal posicionados ante el síntoma del niño, tan
desfallecientes, tan divididos, destituidos y desautorizados, que los analistas gozan atacándolos de
frente?”. Es una pregunta sobre la que conviene reflexionar porque incluye una opción ética. Una vez
dar cuenta de los fundamentos de su posición recurriendo a ideas de otro campo, pero sin traicionar al
psicoanálisis.
fugir para adiante. o desejo do analista que nâo retrocede ante as crianças-agente, sao paulo,
2016
Qual é a função do inconsciente do analista no encontro clinico com uma criança? Como se situar em
harmonia com essa comunicação entre inconscientes que propunha Freud?Ou como se valer do
inconsciente para produzir uma interpretação, segundo sugeria Lacan? Função da palavra, campo da
linguagem, lalingua... Como favorecê-los no encontro clinico com uma criança? Dado que, como o
adulto, a criança também está sujeita á ausência de proporção sexual, é ela mesma, com freqüência,
quem encarna o resto desse cálculo de proporção impossível. Então, qual é a melhor posição para um
analista que deve acompanhar um percurso sob o signo de algo tão real? Se a transmissão familiar
por vias não biológicas é irredutível, como interrogar o ponto de constituição do sujeito para ler a
condição do desejo que o habilita (anônimo ou não)? Como se situar enquanto analista ante os
diversos modos de apresentação clinica das crianças sujeitas á holófrase? É possível construir uma
lógica para intervir ante as manifestações do sujeito monolítico encarnada por uma criança e os
afeitos complexos que produz no laço social (especialmente na instituição escolar)? Frente a tales
perguntas, PABLO PEUSNER nos convida a fugir para adiante, apostando no desejo do analista que
huir para adelante. el deseo del analista que no retrocede ante los niños (letra viva, 2015)
¿Cuál es la función del inconsciente del analista en el encuentro clínico con un niño? ¿Cómo situarse
en armonía con esa comunicación entre inconscientes que proponía Freud, o cómo valerse del
inconsciente para producir una interpretación, según sugería Lacan? Función de la palabra, campo del
lenguaje, lalengua... ¿cómo favorecerlos en el encuentro clínico con un niño? Y puesto que al igual que
el adulto el niño también está sujeto a la ausencia de proporción sexual, es él mismo con frecuencia
quien encarna el resto de ese cálculo de proporción imposible. Pero entonces, ¿cuál es la mejor
posición para un analista que debe acompañar un recorrido bajo el signo de algo tan real? Y si la
transmisión familiar por vías no biológicas es irreductible, ¿cómo interrogar el punto de constitución
del sujeto para leer la condición del deseo que lo habilita (anónimo o no)? ¿Cómo ubicarse como
analista ante los diversos modos de presentación clínica de los niños sujetos a la holofrase? ¿Es
posible construir una lógica para intervenir ante las manifestaciones del sujeto monolítico encarnado
por un niño y los complejísimos efectos que este produce a nivel del lazo social (especialmente en la
institución escolar)? Frente a tales preguntas, PABLO PEUSNER nos invita a huir para adelante,
¿quién teme a lo infantil? la formación del psicoanalista en la clínica con niños (2013)
LIBRO EN COLABORACIÓN CON LUCIANO LUTEREAU. Cuando Freud descubrió la sexualidad infantil
advirtió mucho más que la posibilidad del erotismo en los niños. En todo caso, puso de manifiesto una
determinada posición, que no por escapar a los dichos comunes se vuelve reticente. Lejos quedó la
idea de una infancia endeble y temerosa, a partir del día en que el psicoanálisis concedió a los niños el
reconocimiento de la palabra. Sin embargo, ¿quién escucha a hablar a los niños? ¿Quién presta
atención a las teorías que ellos formulan acerca de la muerte? Su particular interés por el humor y los
juegos de lenguaje, así como otras formaciones discursivas que se despliegan en el encuentro
analítico –de la transferencia al juego, que apoyan el sufrimiento en la experiencia lúdica– demuestran
que la única formación del psicoanalista es la que se realiza cuando éste se presta a responder a esa
condición psíquica –que no es una consecuencia ni un efecto– que llamamos “lo infantil”.
El autor de este ensayo invita a reflexionar en torno de los principios que fundamentan la posición del
psicoanalista ante ese particular modo del Otro supuesto en la presencia de los padres y parientes de
los analizantes-niños. A lo largo de sus páginas, el lector se encontrará con un analista recorriendo los
muy diversos y heterogéneos elementos que componen lo que en su libro anterior diera en llamar el
sesiones; la circulación del dinero y el problema del pago. Además, Pablo Peusner retoma las
articulaciones del síntoma y la constelación familiar a través de un uso lacaniano del dibujo como
medio para el despliegue del inconsciente en las sesiones con analizantes-niños. El Otro y el niño es
un lugar posible para tensar en la experiencia del análisis un nuevo modo de leer la ausencia de
proporción sexual, renovando la apuesta ética que anima al deseo del psicoanalista en la clínica
fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños - 2ª edición, letra viva 2011
He aquí un libro que arriesga respuestas. Y que nos permite participar del momento fecundo de la
producción de las mismas. Quizá sea por eso que valga la pena publicar un curso completo: porque de
esta forma asistimos al modo en que se construye una teoría y compartimos el trabajo del autor en su
forma más plena. Pablo Peusner nos pide que lo acompañemos en una travesía que no deja de ser
una travesura y un atravesamiento. Nos propone que reconsideremos nuestro estatuto: no somos
analistas de niños. Somos analistas que no retrocedemos ante los niños. Y este libro se convierte así
clínico puede operar en una persona que trabaja como analista. Porque el quehacer clínico es una
técnico –si así fuera, bastaría con armar un manual. Pero tampoco se trata de un real de la clínica
psicoanalítica. Cierto es que existe una dependencia real de los niños a sus otros primordiales, pero se
trata de un fenómeno biológico, y la noción de real en juego allí es distinta de la noción de real que
utilizamos en el psicoanálisis. Jacques Lacan afirma que esa dependencia del individuo es al
justifica la llamada “presencia de padres y parientes” y, de hecho, hay psicoanalistas que atienden
niños y no trabajan con esa presencia, no mantienen entrevistas regulares con los padres –la
excepción llega cuando hay algún problema serio aunque, en tales casos sean los padres quienes
lacaniana con niños, se trata de un dispositivo. Esta tesis, desplegada en su articulación con diversos
casos clínicos, nos conduce, directamente, al corazón del problema tal como su autor lo sitúa: la
desarrollos acerca de sus características y articulaciones en la teoría psicoanalítica. Con ellos, incluso
el recurso a la cita se vuelve complicado, ya que apenas existen mínimas referencias diseminadas a lo
largo de las obras de Freud o de Lacan. Sin embargo resultan necesarios para el quehacer clínico del
surge la sensación de que no terminan de ser definidos del todo, de que se escapan y se escurren. En
suma, siempre se termina diciéndolos mal, algo resiste en ellos, resultan maledictus... La debilidad
mental es uno de esos términos. Prácticamente ignorado por Freud, fue recurrentemente utilizado por
Lacan como concepto, como adjetivo y hasta como diagnóstico clínico. Sin embargo nunca recibió una
elaboración propiamente dicha a lo largo de su obra –sólo contamos con pinceladas muy alejadas en
el tiempo, las que exigen reponer los nexos lógicos que hubieran podido conectarlas–. Este libro surge
de una apuesta: la de reinventar la debilidad mental mediante un ejercicio de reflexión que partiendo
de mínimas referencias externas, las llevara hasta su máximo desarrollo posible, a través de
problemas conceptuales, clínicos e incluso éticos. El recorrido y el espíritu de trabajo que lo animara,
fue transmitido por su autor a otros analistas, cristalizando en una serie de aportes que se incluyen en
el sufrimiento de los niños - 2ª edición, corregida y aumentada (letra viva, 2009) agotado
El sufrimiento de los niños se propone como una herramienta de doble entrada que permite leer
ocasión de consulta por un niño: un matiz subjetivo en que el niño sufre de su particular sujeción al
tiempo y al Otro; y un matiz objetivo en que sus padres y parientes sufren ante lo imposible de
educarlos, de realizar una transmisión integral de su saber y de obtener a través de ellos un pleno
Freud y de Jacques Lacan, el autor fundamenta la insuficiencia de la pareja parental para explicar la
causación de la neurosis de los niños, haciendo hincapié en lo particular del sufrimiento de los niños
sin reducirlo a una nueva versión de la teoría de la seducción y sin perder de vista los efectos que el
discurso contemporáneo operan sobre él. En esta segunda edición de la obra (a diez años de su
edición original), la misma se ha visto enriquecida con nuevos desarrollos y actualizaciones del
problema, incluyéndose especialmente un seminario dictado por Pablo Peusner dedicado al estudio
crítico de la noción de familia en el marco de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Porque, si
como afirma Jacques Lacan, la dependencia del niño a sus otros se presenta como significante ya
desde un estadio increíblemente precoz de su desarrollo, no es este un hecho ante el cual deba el
psicoanalista retroceder.
Lacan: se trata de la época en que, mediante lo que llamó “cuadrípodos”, intentó dar cuenta de los
modos de lazo social. ¿Qué motivo había para intentar su articulación, para mostrar su pertinencia con
la clínica psicoanalítica lacaniana con niños?¿No hay acaso en la presentación de esos cuatro discursos
un poderoso intento clínico que había sido históricamente descuidado en el psicoanálisis con niños?
¿Cómo no descuidarlo si el niño “era” el sujeto y sus padres o parientes quedaban fuera del
consultorio, convocados siempre tarde en ocasión de algún desastre? ¿Cómo no ignorarlo si el analista
dejaba de dirigir la cura para quedar cautivo de las intempestivas arremetidas parentales que
vulneraban su política y presionaban sobre su táctica? ¿Cómo reconocerlo si apenas contamos con la
lógica del “caso por caso” para escapar de la “burocracia psicoanalítica”?Pensamos que dichos
intentamos extraer de ellos –lo más rigurosamente posible– una matriz de lectura que nos permitiera
acceder a esos casos que hoy se califican de “contemporáneos”. En estas coordenadas fue que nos
propusimos un recorrido intentando producir algún aporte que fuera un poco más allá del comentario
habitual de los textos. Nos encontramos con algo que, luego de haber sido puesto a prueba durante
todo un año, hoy hacemos público para que nuestros colegas puedan hacer de eso una crítica y,
eventualmente, un uso.
agotado
He aquí un libro que arriesga respuestas. Y que nos permite participar del momento fecundo de la
producción de las mismas. Quizá sea por eso que valga la pena publicar un curso completo: porque de
esta forma asistimos al modo en que se construye una teoría y compartimos el trabajo del autor en su
forma más plena. Pablo Peusner nos pide que lo acompañemos en una travesía que no deja de ser
una travesura y un atravesamiento. Nos propone que reconsideremos nuestro estatuto: no somos
analistas de niños. Somos analistas que no retrocedemos ante los niños. Y este libro se convierte así
clínico puede operar en una persona que trabaja como analista. Porque el quehacer clínico es una
En “El Sufrimiento de los niños” se despliegan los cuestionamientos teórico-clínicos que surgen del
“entrecruzamiento” de los dos matices que ha detectado el autor en el título y que tienen por testigo
al psicoanalista: allí donde los niños “sufren” de su particular sujeción al tiempo, y allí donde los
padres “sufren” ante lo imposible de educarlos. El autor fundamenta en los textos freudianos la
insuficiencia de la pareja parental para explicar la neurosis de los niños, haciendo de esta forma
hincapié en lo particular del “sufrimiento de los niños” sin reducirlo a una nueva versión de la teoría de
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JAM aflojó!!!
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