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LA GUERRA MUNDIAL DE 1914

El 9 de diciembre de 1919, Rafael L. Trujillo, que había cumplido poco antes 27 años,
enviaba una carta a C.F. Williams, coronel comandante de la Guardia, en la que
solicitaba un puesto de oficial en ese cuerpo, y nueve días después se le nombraba
segundo teniente con un sueldo mensual de 75 pesos, cantidad que sería aumentada a
100 al comenzar el año 1920. En junio de 1921 la Guardia Nacional pasó a llamarse
Policía Nacional Dominicana y el segundo teniente Trujillo entró como cadete en la
recién fundada Escuela Militar de Haina donde estaría hasta diciembre de 1921; de
ahí pasaría a prestar servicios en San Pedro de Macorís y poco después en Santiago,
y se hallaba en esa ciudad en octubre de 1922, cuando fue ascendido a capitán según
nombramiento firmado por el presidente provisional de la República, Juan Bautista
Vicini Burgos.

¿Cómo se explica que en plena ocupación militar norteamericana apareciera de buenas


a primeras un presidente provisional dominicano con la autoridad necesaria para
ascender a capitán a un segundo teniente de la Política Nacional?

Se explicará porque esa ocupación militar que desintegró el Estado llamado República
Dominicana no se produjo por razones estratégicas o políticas sino económicas. La
primera guerra mundial había empezado en 1914 y su campo de batalla fueron desde
el primer momento los países europeos productores de azúcar de remolacha, lo que
determinaba un alza inevitable, más temprano o más tarde, del precio del azúcar no
sólo en Europa sino también en los Estados Unidos. Esa alza se produciría porque en
medio de una guerra los hombres se dedican a matar y a morir, no a producir, a menos
que se trate de armas, municiones o todo aquello que los soldados estén necesitando.
Naturalmente, junto con el azúcar subirían los precios de los demás frutos del Trópico
(el café, el cacao y el tabaco); y subieron, como lo demuestra el hecho de que las
exportaciones dominicanas de 1914 fueron de 10 millones 589 mil dólares y las de
1915 subieron a 15 millones 209 mil, o sea, prácticamente la mitad más; pero faltaban
cuatro años para llegar al alza espectacular a que se llegaría en los años 1919 y 1920,
las que provocarían lo que en nuestro país, Cuba y Puerto Rico se llamó la Danza de
los Millones. En 1919, con importaciones de 22 millones 19 mil dólares exportamos
39 millones 602 mil (el saldo favorable fue de 17 millones 583 mil), y en 1920 las
exportaciones subieron a 58 millones 731 mil (casi 9 veces lo que habíamos
exportados en 1905) y las importaciones fueron de 46 millones 526 mil, de manera
que el saldo favorable fue de 12 millones 205 mil, que sumado al del año anterior
daba 29 millones 789 mil, 1 millón 707 mil más que el total de los años anteriores a
1919.

Todo ese auge económico fue visto con anticipación por las firmas norteamericanas
que negociaban con azúcar, café, cacao, tabaco, y fueron las perspectivas de ganar
millones de dólares con los productos dominicanos, y especialmente con el azúcar,
las que se usaron en los Estados Unidos para conseguir que con justificación en los
desórdenes políticos provocados por el atraso material, y por tanto social y político
del país, y con supuestas amenazas a la seguridad norteamericana y al canal de
Panamá, se enviaran a Santo Domingo los infantes de marina. Ahora bien, el auge que
había culminado en la Danza de los Millones terminó abruptamente cuando en el año
1921 la exportación bajó más de 30 millones en comparación con la de 1920 y por
primera vez desde que se llevaban datos del comercio exterior, la balanza comercial
fue desfavorable, y no por poco dinero sino por 3 millones 971 mil dólares. Al año
siguiente las exportaciones bajarían a 15 millones 231 mil, esto es, sólo 22 mil dólares
más de lo que habíamos exportado en 1915.

Los números eran elocuentes: A partir de las bajas que se hicieron sentir a principios
de 1921, la ocupación de la República Dominicana pasaba a ser un mal negocio para
los capitalistas norteamericanos que la habían propuesto y en consecuencia dejó de
tener interés para el gobierno de los Estados Unidos. Por un lado la crisis económica
podía provocar en Santo Domingo acontecimientos embarazosos para los políticos de
Washington, y por el otro, el pueblo dominicano reclamaba en manifestaciones
públicas la salida de los ocupantes, pero al mismo tiempo estaban reclamándola
gobiernos, periodistas, escritores de casi toda la América Latina, de manera que tanto
en el país como en el exterior estaba creándose un ambiente de descrédito para los
intereses yanquis.

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