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Universidad Nacional de Colombia

Sociología temática: Dominación sexual y racial

El sistema económico capitalista basado en el patriarcado y la desigualdad entre hombres y

mujeres da paso a la división sexual del trabajo, siendo una de las formas básicas de

organización social y económica de la sociedad. Atribuyendo características, habilidades y

responsabilidades a un individuo en particular justificándose en sus singularidades biológicas

asociadas al sexo. En estos casos a la mujer se le restringe a su capacidad biológica de

reproducción y cuidado estableciendo sus labores en un ámbito privado, el hombre se asocia

con su capacidad física y de liderazgo, estableciendo labores en el ámbito público; de esta

manera se transmiten creencias, normas y valores, donde nacen modelos de feminidad y

masculinidad naturalizados en la sociedad, como: Las mujeres se asocian a carreras

universitarias de ciencias humanas y de la salud (trabajo social, psicología, enfermería y

medicina) y en otros casos a los servicios de cuidado en el servicio doméstico (interna o por

horarios), en tanto a los hombres se les asocia con las ingenierías y ciencias exactas, en otros

casos con trabajos relacionados a su fuerza física (albañiles, cargadores) pero muy pocas

veces, por no decir que nunca se les verá de niñeros como opción laboral. Todo lo anterior

debe leerse en clave de raza, edad, clase, género y sexo de la segregación social en los

espacios laborales.

En lo personal creo, que el trabajo doméstico se ha instaurado en la sociedad bajo los

preceptos anteriores como un pilar del sistema capitalista, una fuerza de trabajo con poca

remuneración y sumisa; debido que la mayoría de las mujeres que entran a estas dinámicas
laborales son de bajos recursos.

Mi madre, desde que recuerde se ha dedicado a trabajar en los servicios domésticos,

nunca se afilió a una agencia de empleo siempre fue por contacto y recomendación de

otras mujeres que laboraban en el medio ya con muchos más años de experiencia que

mi madre, lo cual brinda un valor agregado de credibilidad acerca de la persona que se

está recomendando. Primero trabajó en la parte rural, cocinaba para 100 ó 200

raspachines, además de eso tenía que encargarse de las necesidades de los patrones,

mi padre y mías (ama de casa). De cierta manera siento que ese trabajo nunca fue

remunerado adecuadamente, nunca se tuvo un contrato, seguridad laboral en términos

de salud y vacaciones, por otra parte el trabajo que realizaba con mi padre y conmigo

nunca se le fue remunerado de ninguna manera de ambas partes se naturaliza que ella

es la encargada de nuestro cuidado y por lo tanto debía hacerlo sin queja alguna

(desde hace algún tiempo entiendo con más claridad que el ser ama de casa es el

trabajo más difícil y que muy pocos apreciamos.)

Después de algún tiempo, mi padre ya no está con nosotras, por lo tanto mi madre

inició a trabajar como interna en una casa, el salario y las condiciones de trabajo son

dadas en su mayoría por las personas que la contratan, sus horarios, su salario, sus

ocupaciones y responsabilidades para con los patrones, no se habla de un contrato y es

lo primero que ellos le dicen “no habrá un contrato, ni prestaciones, ni seguridad

laboral y menos vacaciones. Lo toma o lo deja” mi madre al no tener otra opción más

que esa, acepta todas las condiciones dadas ya que ella tenía que cumplir con

responsabilidades (en especiales yo) a esto podemos agregar que los patrones al llegar

a la casa le pidieron mejorar su apariencia o de otra manera le pondrían uniforme,


que usará el cabello más largo ya que el cabello corto es de hombres. Otro de los

motivos por los que mi madre no podía quejarse era por su edad, ella de cierta manera

tenía que agradecerles por contratarla ya que a su edad es avanzada, en ocasiones mi

madre ya estaba descansando y la llamaban para que cumpliera con alguna tarea, mi

madre lo hacía ya que si reprochaba le podían retrasar la quincena o echarla, además

mi madre me decía que si ella hacía lo que le pedían, la tratan mejor y podría haber

una recompensa, como dejarla salir más temprano el domingo y eso tanto para mi

madre como para mí era algo muy bueno, nos podríamos ver un poco más.

Este tipo de trabajos para el caso de mi madre significan mucho, ella no tuvo la

oportunidad de estudiar y prepararse para ocupar otros cargos, desde muy pequeña

trabajó para sus cosas. Factores como la edad, la apariencia y el género se ven muy

marcados en estos trabajos, donde están expuestas abusos de todo tipo incluso

sexuales, a los cuales muchas se quedan calladas por miedo a perder sus trabajos. Se

regula la vida social de las personas, se les dice cuando pueden salir, cómo vestirse,

qué apariencia mantener, se les modera su lenguaje y comportamiento por parte de los

patrones, ya que todo el conocimiento anterior es inferior y deben aprender uno nuevo

que les permita cierto ascenso dentro de su esfera laboral. Desde mi punto de vista el

amor es una categoría muy importante, ya que se asumen estos trabajos bajo

condiciones humillantes, donde este permite invisibilizar muchas violencias

cotidianas. Las mujeres juegan un doble papel, por un lado son madres y por otro

empleadas del servicio doméstico, en el cual dejan de cuidar a sus hijos y pasan a

cuidar a los hijos de sus patrones, donde se pueden crear vínculos afectivos muy

importantes y que perduran por mucho tiempo incluso después de ya no trabajar para

esa familia o persona. Me surgen algunas preguntas como: ¿Cuidado es igual a


tiempo?, ¿En el sistema capitalista el amor es dinero cuando este se ve enmarcado en

condiciones laborales, pero en casa es visto como obligación o deber con el cual

nacemos las mujeres. En caso de ser así porque se dan estas dinámicas ?.

Bibliografía:

● Aucía, A. (2008). Trabajo sexual. Dificultades en

concebir como trabajo aquello que la cultura degrada. Mora, 14, 147–151.

● Posso, J. (2011). El proceso de socialización de la empleada doméstica:

mujeres inmigrantes negras en 30/10/2019 Cali. In P. Molinier & L. G.

Arango Gaviria (Eds.), El trabajo y la ética de cuidado (pp. 209–228). Bogotá:

La Carreta Editores.

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