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Jara, Álvaro (1971): Guerra y sociedad en Chile. Ed. Universitaria.

Álvaro Jara, es un historiador chileno, premio nacional de historia en 1990. Estudio pedagogía en
historia en el expedagógico. Se introdujo en la “nueva historia”, de la escuela braudeliana.
Perteneció a los círculos intelectuales de la izquierda. En su juventud militó en el PC. Guerra y
sociedad tiene una nueva visión sobre las temáticas de la conquista de Chile, más acorde con el
movimiento de la escuela de Annales. Este libro transformó la tradicional forma de comprender el
proceso de la conquista y guerra de Arauco.

Capítulo III: Los métodos de la guerra: el ejército indígena

Introducción:

En Chile tocar las condiciones militares de los araucanos es caer en


redundancias. Por lo que los objetivos del autor son: Mapa de Chile
1) Hacer más comprensible los problemas que se les crearon a
los españoles en el desarrollo de la lucha contra los “La conquista española se asentó
indígenas de guerra. con mayor firmeza en la región
2) Interesa que la guerra araucana no permaneció estática. situada al norte del río Bío-Bío”
3) Determinar las circunstancias históricas que prolongaron la (Jara, 1971:45).
guerra de Arauco. “Consideraremos Chile desde el
Jara plantea que hay que estudiar la capacidad militar indígena en despoblado de Atacama hasta el
conjunto al contexto imperante, entonces hay que considerar cada seno de Reloncaví y Chiloé” (Jara,
uno de los factores. 1971: 45).

La dominación durante el S.XVI fue precaria, en realidad los


españoles sólo se desgastaron por tratar de estabilizar el territorio.

La rebelión indígena de 1598 culminó con la destrucción de las siete


ciudades. El sur fue recuperado por completo por los indígenas, por
lo que los españoles se vieron obligados a replegarse en una franja
más estrecha del territorio.

El autor analiza el carácter de la sociedad indígena encontrada por


los españoles utilizando como metodología elementos
comparativos:

1) Contrasta la conquista de Chile con la ocurrida en México y


en Perú.
2) Cabe preguntarse si la sociedad Azteca o Inca eran todos
semejantes a la prehispánica de Chile.
3) Cabe preguntarse si esta última era unitaria y homogénea.

Los imperios de México y Perú son un milagro por la rapidez con la


que se dieron las conquistas e incorporaciones de tribus a sus
dominios. Esto ocurrió sin que hubiese una desarticulación de aquellas culturas, muchos de sus
rasgos esenciales en las nuevas condiciones.
Respondiendo a los puntos 2) y 3):

2) La primera diferencia entre estos es el Estado:

En Perú y México el Estado alcanzó un alto nivel de desarrollo, mientras que en Chile aún no se hacía
presente. El desarrollo del Estado implica la existencia de toda una serie de características y
modalidades en la estructura de la sociedad, de forma social y económica.

En el Imperio Incaico fue:

1) En lo social: existía una profunda división entre las diferentes capas de la población. Entre
la clase privilegiada y el resto de la población que estaba llena de obligaciones y de
impuestos por las necesidades del Estado. También había una casta militar que tenía una
amplia injerencia en la protección y en el respaldo del Estado.
2) En lo político: la clase privilegiada ostenta el poder político, el poder militar y el económico.
Esta clase estaba constituida por la familia real, la nobleza y la clase sacerdotal.
3) En lo económico: la unidad familiar y agraria no dependía de sí misma. Estaba obligada a un
cierto régimen de trabajo y prestaciones, en base a una organización decimal y a una
división etaria. Cada una tenía ciertas obligaciones y debía producir un cierto excedente de
energía o productos.

En este contexto es que el Imperio Incaico llegó a una unidad de grandes proporciones, de ehcho
llegó hasta el sur del Maule (Chile) la influencia incaica. Entonces, se dio que una dominación social
era reemplazada por otra y paulatinamente se iría ajustando a los moldes que el conquistador que
el conquistador español deseaba o quería imponer. Por ello a los funcionarios indígenas se les
transformó en colaboracionistas del nuevo sistema lo que les dio una situación privilegiada, así el
español tuvo a su favor un factor de estabilidad y se le facilitó la recaudación de impuestos y la mano
de obra.

En el caso de Chile:

Hay una notable falta de unidad de las sociedades primitivas que se encontraban más hacia el sur
del territorio de Chile. El territorio chileno tuvo influencia incaica, pero antes ya habían tenido otras
influencias culturales más evolucionadas. Por ejemplo con las técnicas del cultivo que:

a) En el Norte de Chile, los grupos habían sido conformados por diferentes influencias. Estos
modificaron los hábitos, costumbres y pensamientos, en cuanto a soportar una dominación
y haber aprendido a producir un excedente para ella, ya fuese en prestaciones o tributos en
especie. La conquista española se dio con mayor rapidez en este territorio.
b) Al sur del Bío-Bío, en cambio, no se daba la agricultura, eran cazadores-recolectores. Los
hábitos del trabajo eran muy débiles y la organización política no existía. La organización
social era el de grupo familiar, se concentraban en estos las obligaciones. La vida se
planteaba en pugna con otros grupos familiares [como lo que vimos en clase de la guerra
como motor social].

Al sur del Bío-Bío hay una gran distancia cultural, lo que explica una de las causas de la prolongada
resistencia a los conquistadores. Esto también se dio por la falta de una mayor evolución de la
sociedad indígena situada al sur de la Frontera que derivó en la falta de cohesión de los diversos
grupos familiares (por lo que los españoles consideraban que no tenían cabeza o rey), esto provocó
que la paz se quebrara constantemente ya que no todos los grupos familiares concordaban en los
tratados, al ser tan disgregados. Según el autor (1971):

“La carencia de sentido unitario en la sociedad indígena es lo que conduce casi a inhabilitar
el concepto de sociedad, expresado en singular. Más justo sería hablar de sociedades o
grupos” (P.48-49).

Jara menciona a Latcham y Guevara, quienes están acordes en la descripción de los pequeños
núcleos familiares en que se agrupaban los araucanos, denominados “rehue” o “lov” constituidos
por un conjunto de habitaciones que forman modestos caseríos y no excedían por lo general de
unos cincuenta ranchos (p.49).

En cada rancherío había un jefe y el conjunto de grupos de la zona se sentía ligado por los lazos
familiares y de intereses. Con frecuencia se unían por razones de defensa mutua y se llamaba en ese
caso “aillarehue”.

La unidad sólo se afirmaba en tiempos de guerra, pero sin que perdieran su autonomía los diferentes
grupos que componían la asociación. En sí, la autoridad del jefe ocasional era débil y su prestigio
dependía de sus condiciones personales, de la cantidad de parentela, del número de animales y de
bienes materiales. Pero sus facultades no eran autoritarias y no podía tomar decisiones sin consultar
a los otros jefes. Lo anterior era el paso de la tribu a la federación aunque es bastante inestable y
transitoria.

“Antes de la llegada de los españoles no existían mayores razones para que los araucanos
se uniesen. Todas las condiciones naturales conducían a la segregación de las parcialidades
y su subdivisión en grupos pocos numerosos e independientes” (Jara, 1971:49).

Las sociedades primitivas araucanas estaban saliendo de la edad de piedra y que además carecían
de toda cohesión no estaban posibilitados de ofrecer una resistencia arma organizada y
permanente. Esta: “organización social de los araucanos era producto del estado cultural en que se
encontraban, y afectaba no sólo a su estructura como grupos, sino también en el orden psicológico,
en el orden técnico y en general en todos los aspectos de la vida” ( Jara, 1971: 51). Por lo que es
natural que la forma en que vieron la guerra los araucanos les condujo a pensar que bastaba con
terminar con los españoles que existían en Chile.

Desde el punto de vista psicológico: el impacto producido por la llegada de los españoles fue
inmenso. La llegada del caballo y las armas de fuego era un factor bélico de primera magnitud. En
cuanto al caballo se logró la equiparación, pero en las armas de fuego la asimilación fue imposible
porque requería un avance técnico.

Recordar que: “el araucano no concebía la guerra sólo en lo material” (Jara, 1971: 52). La lucha
contra el enemigo implicaba prácticas mágicas, que tienen por lo general una importancia del mismo
rango que el aspecto tecnológico. De hecho hay testimonios de los rituales que practicaban los
araucanos. Uno de estos proviene de Rosales, quien dice que los indios amigos de los españoles
conservaban estas prácticas de tipo mágico y su testimonio se refiere hasta entrada la segunda
mitad del siglo XVII. Considerar que las prácticas mágicas no eran sólo relacionadas a lo bélico, sino
que también adaptaban cuestiones al mundo espiritual, como el caballo que fue incorporado a sus
costumbres.

En sí, las motivaciones bélicas de los araucanos se trata de la autoconservación. Jara menciona a
Maurice R. Davie quien distingue 4 tipos de razones generativas de los conflictos [se encuentran en
la p.56]:

1) Motivos económicos
2) Por mujeres: forman parte del botín y es un aspecto de la riqueza. [visto en clases]
3) Por la gloria: tiende a proteger la subsistencia del grupo mediante el sacrificio de algunos
miembros
4) Por cuestiones religiosas: el mundo religioso forma parte del conjunto total de la vida.

Ante esto Jara concluye que cree que todo viene a resumirse en los motivos económicos y en el
deseo de autoconservación (p.56).

Otro punto, es que derivado de la organización social aparece el sistema de reclutamiento y de


constituir ejércitos para la guerra. Las juntas generales que se hacían eran para discutir las razones
para ir a guerra y se designaba al jefe, ya fuese uno de los toquis principales o un indio de
reconocidas dotes militares. Eso sí, la conducción de las operaciones recibía la operación de los
caciques.

A comparación de la concepción que se tiene de ejército al que se le dan las armas, en el caso de los
araucanos cada soldado debía llevar sus propias armas, nadie se las daba. Lo cual realza nuevamente
la ausencia del sentido unitario o estatal. Entonces, según Jara: “se puede concluir que numerosos
que fuesen los soldados indígenas, su organización militar en cuerpos de ejército era esporádica y
no permanente, lo que limitaba su capacidad ofensiva a circunstancias particulares” (p.57). La
disciplina que se lograba en esta unidad esporádica se perdía al momento de apropiarse del botín,
porque el reparto era según lo que cada uno sacaba.

Los recursos técnicos de los araucanos eran bastante inferiores a los españoles. Los araucanos
tenían armas ofensivas y defensivas, pero en casi ninguna era de metal a excepción de la porra
forrada en cobre, de importación peruana, que era la única arma de metal.

La resistencia del indio supuso una transformación sustancial de su forma de vida, lo que llevó a
desarrollar una actividad guerrera defensiva que influyó de manera apreciable en su sistema bélico.
Como menciona Jara: “En el curso del siglo XVI tiene lugar una adaptación y un mejoramiento de
sus técnicas tan decisivo, que logró poner en jaque a la sociedad española” (p.59). Por ejemplo el
método del robo de caballos llegó a generalizarse tanto que un cronista establece que a mediados
del siglo XVII estos eras: “bienes comunes, por el uso que hay de hurtarlos unos a otros” (jara, 1971:
61). Pero los araucanos se hicieron buenos jinetes y formaron cuerpos de caballería ligera, también
inventaron un nuevo sistema de infantería que fue innovador no sólo en Chile, sino para las tácticas
de la época en general.

Se desprende que los araucanos se perfeccionaron en el arte de la guerra que llegaron a ser temidos
para los españoles, puesto que llegaban a atacarlos desprovistos por entero del primitivo temor de
los años iniciales de la conquista.
Ante esto los españoles se especializaron en recorrer sistemáticamente las tierras de los indios
rebelados destruyendo sus sembrados, por lo que estos comenzaron a sembrar en lugares más
inaccesibles a los españoles.

Luego Jara menciona a Guevara, quien ha formulado una clasificación de la vida militar araucana en
4 periodos, de los cuales nos importan 2 por razones de su ubicación cronológica [p.67-68]:

1) “el de guerras primitivas al empezar la conquista”: toma como bloque toda la realidad
prehispánica y la acepta con ciertas formas dadas en el momento de la llegada de los
españoles.
2) “evolución militar, por imitación de las armas y algunos métodos de los españoles, desde
el último tercio del siglo XVI y todo el XVII”: sólo el último tercio del siglo XVI constituye
una limitación de la rapidez con que los araucanos se asimilaron a las tácticas europeas o
aprendieron a soportarlas con mayor éxito, (…) en este último tercio se hace más sensible
la transformación experimentada en el orden bélico. Por esos años se empezó a acentuar
la figura del jefe militar como una figura más estable.

Al comienzo, cuando comenzó la conquista, la fuerza española era incontrastable, pero en la medida
en que la milicia indígena se fue perfeccionando y se comenzó a establecer un verdadero equilibrio
de fuerzas, que se rompió en 1598, con la gran rebelión que siguió a la muerte de Oñez de Loyola.

Otro punto a favor para la “equiparación” de las fuerzas, fue que la constitución y formas del ejército
español tienen deficiencias y contradicciones de enorme importancia y constituyen el reverso del
problema histórico. Sin su análisis la explicación pecaría de parcial y deformaría la verdad (p.68).

“La rebelión terminó siendo conjurada en cuanto al peligro de perder al reino completo, y la
sociedad española, entendida en su conjunto, logró perpetuar su dominio, mermado es cierto, pero
lo que también es verdad, recurriendo a recursos extraordinarios, en los que los mayores sacrificios
cupieron al Estado, que se vio obligado a modificar por entero la política militar adoptada en sus
posesiones de América y a practicar innovaciones que para la monarquía no eran convenientes, por
el gasto que significaban” (Jara, 1971:68-69).

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