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Toshiaki Wago

KAMIKAZE
VIENTO DE DIOS Y MISIÓN SUICIDA

LA VIDA DE UN
COMERCIANTE JAPONÉS

和合利明

Fundada en 1969
1ª edición: diciembre de 2011

© Toshiaki wago, 2011


@yahoo.com

© Editorial La Oveja Negra Ltda., 2011


editovejanegra@yahoo.es
Cra. 14 Nº 79 –17 Bogotá, Colombia

ISBN: 958–06–1185–4

Coordinación editorial: José Gabriel Ortiz A.


Impreso por
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
A María
A la mujer más especial, quien
me mostró la vida y a mantener el
espíritu de la juventud firme.
Contenido
Kamikaze Japonés......................................................................................... 9
Capítulo 1 Hiroshima y Nagasakilas ciudades de la paz....................11
Capítulo 2 Nacimientoprimera experiencia............................................15
Capítulo 3 Juventudbuscando la vida..................................................18
Capítulo 4 Arubaito por la plata...........................................................25
Capítulo 5 Vietnam la sombra de los gringos.....................................30
Capítulo 6 Café y Banano......................................................................37
Capítulo 7 Mujeres Europeas...................................................................41
Capítulo 8 Yukio Mishima morir por la fe...........................................51
Capítulo 9 Empleo el pan del día............................................................57
Capítulo 10 Suecia, el negocio, estilo vikingo. ...................................62
Capítulo 11 Inglaterra tradición de europa.......................................66
Capítulo 12 Grecia nostalgia de olimpia............................................69
Capítulo 13 Francia moderna y antigua. ............................................73
Capítulo 14 Áfricas..................................................................................77
Capítulo 15 Medio Oriente....................................................................83
Capítulo 16 Rusia cortina de hierro.....................................................91
Capítulo 17 China cortina de bambú....................................................95
Capítulo 18 Cuba bella isla................................................................. 100
Capítulo 19 Caribes............................................................................... 149
Capítulo 20 Colombia........................................................................... 169
Capítulo 21 Doble kamikaze colombiano ........................................ 226
KAMIKAZE

Kamikaze Japonés

El origen de la palabra Kamikaze es japonés.


En el siglo XIII Japón estaba enfrentando la invasión de Mongolia.
En aquella época el gobierno de Mongolia conquistó territorios
desde occidente hasta África (atravesando los países Asía, Medio
Oriente, Europa) pero hacia el oriente todavía no podía con-
quistar al Japón por existir el mar japonés entre el continente
asiático y Japón.
En el año 1274 (La Batalla de Bunei) y 1281 (La Batalla de Kooan)
las flotas del ejercito de Mongolia iban a llegar a territorio del
Japón pero afortunadamente en esta época llegaron los tifones
fuertes y destruyeron a las flotas de Mongolia en el mar. Desde
entónces, los japoneses dicen la ayuda de viento de Dios, Ka-
mikaze.
Durante la segunda Guerra Mundial, en el año 1945 al final de la
guerra, entre Estados Unidos y Japón, el ejército japonés inventó

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Toshiaki Wago
su forma de ataque de la misión suicida, atacar a las flotas ameri-
canas por el avión “cero” con una bomba poderosa.
Hoy en día se utilizan las palabras Kamikaze en algunos países de
medio oriente por el ataque del carro bomba suicida.

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Capítulo 1
Hiroshima y Nagasaki
las ciudades de la paz

Las instrucciones eran precisas, así lo explicaba Kenichi Yamato,


teniente naval japonés de 23 años, en un lugar más sur de la isla
Kyushu del Japón, quien tenía la misión de dar instrucción a los
pilotos del “avión cero” el avión suicida de un solo piloto, que
llevaba consigo una poderosa bomba y el combustible necesario
para partir pero no para regresar, de esta forma poder atacar a la
flota americana, aprovechando el miedo de los soldados gringos
de combatir con los japoneses en la ruda “Misión Suicida”.
Hacía apenas cinco años Kenichi tuvo la oportunidad de ir a Los
Ángeles, Estados Unidos, con una beca naval de intercambio y un
año fue suficiente para que él conociera el poder económico y
materialista de este país.
Cuando Kenichi supo la decisión del gobierno japonés de atacar
a Los Estados Unidos, todo el grupo naval protestó en contra de
la guerra, pero aun así fueron obligados a entrenar en los sitios
más peligrosos, aunque se tenía la certeza de obtener un triunfo
en el ataque a Pearl Harbor, Kenichi sentía temblor en su cuerpo,
en su alma por eso no podía con la duda y la intriga de conocer
la fuerza americana, anhelando ir a la misión Kamikaze antes de
perder esta guerra tan cruel.
Llegó el día indicado, se quedaron exactamente 30 aviones, al
principio los pilotos eran estudiantes universitarios, bien entre-
nados, quienes tuvieron que dejar los libros, para tomar las ar-
mas con la idea de alcanzar el triunfo para el futuro del país,
el teniente tenía que elegir veintinueve hombres, los cuales no
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estaban bien entrenados y sus edades estaban entre los 16 y los
17 años, aun reflejaban en sus rostros la inocencia de un niño.
Kenichi se nombro asi mismo Kamikaze número 30, para cum-
plir con su labor profesional como soldado, disculpando a los
Kamikazes anteriores quienes habían muerto defendiendo sus
convicciones.
La mayoría de los pilotos japoneses estaban muy tranquilos, te-
nían la confianza de que Japón iba a ganar esta guerra con el
sacrificio de sus vidas, esperando recibir el titulo de “dios de
guardia” defendiendo a su patria, Japón.
Como era costumbre, una noche antes de ir a la misión suicida,
el teniente lleva a sus 29 pilotos jóvenes a la casa de las Geishas
en busca del último placer para sus vidas, ellos al acostarse con
estas mujeres olvidaban sus miedos y al día siguiente saldrían
hacia la base con el corazón y el cuerpo satisfechos.
Aquella noche mientras los pilotos gozaban con sus geishas,
Kenichi estaba sentado en una silla escribiendo una carta a su
madre, de repente apareció una joven geisha, su rostro era her-
moso y le sonreía de una forma insinuante, se acercó la dueña
de la casa y le dijo:
- Teniente, ella se llama Aki, está en Kuchiake, hoy es su primer
día de trabajo como geisha y quiere ofrecerle su primera vez a
usted en esta noche.
Pero Aki no era la única, Kenichi jamás se había acostado con una
geisha, sin embargo, pensado en que al día siguiente iba a morir
él aceptó la tentadora oferta.
Estando allí juntos en aquella tierna cama, Kenichi le hace el amor
con toda su pasión y ella responde profundamente a pesar del
intenso dolor, se siente feliz de haberle dado el más excitante
placer al teniente de los kamikazes.
Al día siguiente, antes del amanecer, partieron de la base aérea
de Chiran los 30 aviones para atacar a la flota americana, la cual
ya estaba entrando en territorio japonés con sus 30 buques de
guerra, cada uno con cerca de 3000 soldados americanos perfec-
tamente entrenados y con el armamento suficiente para resistir
un ataque, además 10 portaviones cada uno con 2000 tripulantes
que tenían la misión de dar apoyo al ataque aéreo para bombar-
dear al territorio japonés, la resistencia de los Kamikazes fue

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Kamikaze
oportuna, de no haber atacado ese día, el ejército americano se
hubiera apoderado de la isla Okinawa.
La batalla no fue fácil, ya que los japoneses no solo debían atacar
los buques, sino también combatir contra los cerca de 500 avio-
nes Graman de los americanos, estas cifras no eran alentadoras
para el ejército japonés, cada avión debía atacar a más o menos
15 aviones americanos, más los 40 buques y los diez portaviones
que se acercaban peligrosamente.
La defensa comenzó, el primero que atacó fue el avión de Ke-
nichi con dos de sus soldados, sin pensarlo dos veces, y con
el amor por su patria, comenzaron a descender sus aviones
apuntando hacia el tanque de combustible de uno de los por-
taviones, manteniéndose a pocos pies de altura pero evitando
que los cañones de los buques los impactara, en el momento
del impacto, en los ojos de Kenichi se reflejaba el barco al
que atacaba, cada vez aumentaba más su tamaño y alcanzaba a
percibir pequeñas figuras humanas. Lo extraño fue que en ese
momento recordó la figura de Aki, se olvidó de los 29 jóvenes
Kamikazes y del emperador Hirohito y la última visión que
tuvo fue la de un bebé en el vientre de su madre, esa extraña
imagen se dio porque Aki iba a ser la madre de su primer hijo
nueve meses después.
Kenichi murió violentamente, su objetivo se cumplió y dio de
baja a casi 2000 tripulantes americanos y así uno tras otro de los
aviones suicidas fueron impactando al ejército americano, con
los espíritus de los pilotos de Kamikaze para el ataque total
dejando destruidas a más de 130 unidades navales entre buques,
portaviones y barcos de combustible que quedaron en las pro-
fundidades del océano pacifico. Así finalmente se acabó el ataque
de Kamikaze, avión cero.
Sin embargo y a pesar del éxito de los Kamikazes, la fuerza del
ejército americano era mayor, y rápidamente se tomaron la isla
Okinawa, los habitantes civiles de esta isla no tuvieron otra
opción que esconderse en las cuevas que ellos mismos habían
construido, y fue tan grande el orgullo y el amor por su patria,
que a pesar de la insistencia de los americanos por sacarlos de
las cuevas y entregarse, ellos se negaron, muchos se suicidaron,
y otros murieron quemados por el arrasador fuego del lanza lla-

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Toshiaki Wago
mas del ejército gringo, dejando a más de un millón de personas
muertas en la isla de Okinawa.
Pero este no fue el final de esta guerra, durante los siguientes
seis meses del año 1945, el ejército americano continuó atacan-
do, y todos aquellos municipios donde predominaba la industria
fueron sometidos a bombardeos que dejaban a su paso dolor y
muerte, en la mente de los gringos no existía la compasión, eran
crueles y desalmados, era más importante su venganza por la
pérdida en Pearl Harbor, que el sufrimiento de millones de Japo-
neses, que día tras día corrían por salvar sus vidas y esperaban
tener la buena suerte de no morir violentamente.
Lo más terrible estaba por suceder, y una fecha quedaría en la me-
moria de la humanidad, en la mañana del 6 de agosto de 1945, esta-
lló la primera bomba atómica en Hiroshima, lentamente se fue acer-
cando un avión B.29 del ejército americano, llevaba consigo el arma
más poderosa jamás utilizada, una bomba atómica que equivalía a
casi 1.000 toneladas de TNT en fracciones de kilotón, su piloto de
forma calculadora, y sin sentido humano, accionó la bomba, el avión
abrió sus compuertas y lanzó al mundo muerte y el dolor.
Violentamente impactó sobre la ciudad, muchos de los habitan-
tes no tuvieron escapatoria, la explosión fue devastadora, arrasó
con casas, edificios, calles, y todo lo que encontró a su paso
dejando cerca de 130.000 personas muertas, heridas y desapare-
cidas a causa del impacto.
Los japoneses aun no se habían recuperado de Este terrible he-
cho, tres días después, el 9 de agosto estalló una segunda bomba
atómica en Nagasaki, dejando más de 70.000 japoneses muertos,
y a pesar de la magnitud del impacto, la topografía de esta ciudad
ayudó a salvar vidas, ya que era mayor el numero de colinas y
montañas que la rodeaba.
El mundo entero lloraba por la sangre japonesa derramada, era
necesario poner fin a esta guerra, hasta que el 15 de agosto, el
emperador anuncia el fin de la segunda guerra mundial que ha-
bría dejado a más de tres millones de japoneses muertos.

“Pensar en Hiroshima es repudiar la guerra nuclear”.


“Pensar en Hiroshima es buscar la paz”.
Juan Pablo II, 25 de febrero de 1981.

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Capítulo 2
Nacimiento
primera experiencia

30 de Abril de 1945, Aki dio a luz a un niño, el cual fue llamado


Kenji (Segundo Hijo) Yamato (Japon), como recuerdo y homena-
je a su padre Kenichi (Primer hijo) Yamato (Japón).
Antes de terminar esta guerra Aki partió hacia Ise, un municipio
donde vivían sus padres, pensando que esta era una de las ciuda-
des más seguras en la época de la guerra, ya que era una ciudad
sagrada, y era excepción en el ataque aéreo de los gringos, así
como Kyoto, Nara y Nikko.
A medida que Kenji fue creciendo, Aki le contaba como era su
padre, un hombre valiente que murió por su patria, siempre con
la intención de que él se sintiera orgulloso de ser el hijo de un
instructor Kamikaze.
Cuando Kenji tenía 8 años comenzó a practicar el Karate en la
escuela de la policía de su pueblo, conservando siempre consigo
una foto de su padre, la cual le llenaba de energía para luchar
en la vida, tanto así, que Aki le coció una foto de Kenichi en su
Kimono de karate para que ganara todos los torneos.
Luego de cinco años, Kenji llegó a cinturón negro del primer dan,
y era el primer joven en alcanzar este título con tan solo trece
años. Desde ahí ganó varios títulos, municipales y departamen-
tales, luego a sus quince años logró el tercer dan de cinturón
negro, siendo merecedor de un diploma de honor de la alcaldía
municipal.
En aquella época, Kenji no tenía ningún interés por vivir una
experiencia con alguna mujer y las veces que veía a sus amigos
comprar las revistas de Play Boy, o hablar sobre la masturbación,
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Toshiaki Wago
él siempre se limitaba a escuchar y a pensar que ese mundo, aun
estaría lejos de él.
Un día antes de empezar las vacaciones de verano, llegó a la
escuela una profesora rural que vivía en el mismo pueblo, su
nombre era Yuki, enseñaba las áreas de inglés y gimnasia, tenía 25
años y fue asignada para dictar clases en bachillerato.
El primer día que Kenji vio a Yuki, ella estaba practicando gim-
nasia y a su alrededor todos los alumnos la observaban con la
boca abierta admirando su belleza, ella tenía su uniforme pegado
al cuerpo y dejaba ver lo esbelto de su figura, unas piernas her-
mosas y unos senos con las curvas perfectas.
Cuando Kenji la vio, su corazón comenzó a palpitar fuertemente
y una sensación muy extraña se apoderó de su cuerpo, ella ter-
minó su sección de gimnasia y todos los compañeros de Kenji se
fueron dejándolos solos, él comenzó a recoger los tatamis, los
colchones para trabajar el arte marcial, y ella muy cerca cogió
una toalla y comenzó a secarse el sudor:
- Kenji, ¿te ayudo a recoger los tatamis?
- Si Yuki, gracias.
Después de organizar el gimnasio, Kenji se sentó al lado de Yuki
sin pronunciar ninguna palabra, su corazón comenzó a palpitar
como si estallara una bomba dentro de él, y sin controlar sus
movimientos, la tomo del hombro y se le abalanzó encima, ella
trató de gritar, pero no pronunció palabra alguna, Kenji se quitó
el pantalón, y después comenzó a quitarle la ropa a ella, comen-
zó a hacerle el amor, esta era la primera vez que él estaba con
una mujer, apenas tenía quince años, y por eso no tardó mucho
tiempo en eyacular.
Después de este primer encuentro, era mayor el deseo de Kenji
por estar con ella y casualmente también comenzaban las vaca-
ciones de verano en agosto.
- Mamá, me voy a la casa de la profesora Yuki a estudiar las tareas
de inglés– decía Kenji con emoción.
- Como quieras hijo, me gusta que seas responsable –respondía
la madre con esa ternura única que expresa el ser que nos trae
al mundo–
Tan pronto él llega a la casa de la profesora, ella cerraba las
ventanas y echaba llave a la puerta, lentamente impulsados por

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Kamikaze
un deseo y un delirio extraño, caminan hacia el cuarto llegando
hasta aquella confortable cama, era inevitable, ambos se atraían,
y comenzaban a hacer el amor apasionadamente, y aunque esto
después le traería problemas académicos a Kenji, a él no le inte-
resaba, para él Este era el mejor regalo de Dios.
Al día siguiente luego de tener relaciones, estando juntos en la
misma cama y llevados por un cansancio exhaustivo, tomaron un
periódico leyendo una pequeña noticia, que relataba que cerca
del mar caribe, en la isla de Cuba, un joven líder revolucionario,
había llegado al poder:
- ¡Qué te parece Yuki, la noticia de un tal Fidel Castro!– le decía
Kenji con voz de intriga.
- Kenji, si quieres aprender algo de Latinoamérica, deberías
aprender el español, dicen que el español es el idioma más boni-
to para hablar con Dios–le respondió Yuki con entusiasmo.
- Lo haría encantado, pero con una chica bien exótica– dijo Kenji
provocando en ella una sonrisa pícara.
Luego, terminadas las vacaciones, Yuki se fue para Tokio, pero
aquella cama terminó siendo testigo de los excitantes encuen-
tros entre un alumno y su profesora.

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Toshiaki Wago

Capítulo 3
Juventud
buscando la vida

A mediados del año 1962, un año después de la partida de Yuki


hacia Tokio donde se dedicó a trabajar como profesora de inglés
en un colegio, Kenji decidió entrar a la universidad de Yokohama,
a unos treinta minutos de Tokio.
No tenía tanta esperanza en entrar a la Universidad Nacional
de alto nivel por su capacidad académica, ni mucho menos te-
nía los medios económicos de entrar a una universidad privada
costosa.
La tristeza de Aki era notoria, no soportaba la idea de separar-
se de su único hijo, como en todo camino de la vida, llega un
momento en que los hijos, al igual que las aves, desprenden sus
alas y alzan el vuelo en busca de su propio destino, sin embar-
go, para celebrar esta nueva etapa, ella le preparó una comida
especial, Sekihan, arroz con frijoles donde compartieron un
momento muy especial juntos, durante toda la comida perma-
necieron cogidos de las manos y cada vez que se miraban a los
ojos ella lloraba y él simplemente decía– ¡tranquila madrecita,
tranquila!.
De esta manera y en silencio, Kenji se fue a vivir con Yuki en un
apartamento pequeño con vista a la bahía de Tokio y al puerto
de Yokohama, un sitio que era considerado la ventana de las cul-
turas extranjeras; y allí, mirando al puerto, escuchando la sirena
del barco,Yuki decía suspirando:
- Kenji, siento que en un futuro no lejano, tú vas a partir del Ja-
pón al exterior a volver tu vida una aventura y mi alma y cuerpo
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Kamikaze
se embarga de tristeza…
En ese momento Kenji no prestó atención a las palabras de Yuki,
prefirió mirar los barcos donde salían electrodomésticos y vehí-
culos, y entraban alimentos; y en su mente, dejando claro que las
palabras de su amada no le interesaba, surgió un interrogante:
- ¿Por qué la fabrica japonesa Mitsubishi produce el vehículo de
marca americana Dogde?
Y sin dar pausa alguna él mismo respondió la pregunta:
- Los japoneses saben bien como manejar el control de calidad
pero no tienen los contactos para las ventas en el exterior, mien-
tras los gringos si los tienen y únicamente cambian la marquilla;
si los japoneses estudiaran el mercado internacional, proyectado
hacia el futuro, podríamos llevar nuestros productos por nues-
tras propia cuenta con las marcas originales, sin depender de las
manos de los gringos.
Lo decía como si declamara un discurso político, y luego de to-
mar un poco de aire, prosiguió con más fuerza:
- Creo que no estoy equivocado de estudiar comercio exterior
en la facultad de economía, además ya comencé a estudiar el
idioma español en un instituto.
En la universidad Kenji conoció a un amigo de apellido Toba, tenía
su misma edad y venía de la región del norte del Japón, siempre
se caracterizó por ser un estudiante serio y responsable, Kenji
siempre acudía a él para estudiar en la época de exámenes y al-
gunas veces realizaba copia de los mismos apuntes del amigo:
- Kenji, cuando uno se copia de un amigo, debe saber y entender
qué está copiando –le decía Toba con rabia por ser siempre el
que hacía los trabajos.
De esta manera pasó el primer año de universidad, Kenji siem-
pre se confiaba de su amigo, dejaba que él hiciera las tareas y
luego las copiaba, a la hora de presentar un examen, a veces
prefería no ir y enviar una excusa falsa o simplemente confiar en
las respuestas que como un parásito copiaba previa tras previa,
y finalmente escuchó las consecuencias de la misma voz de su
profesor:
- Tengo el orgullo de recibirlo a usted en mi clase el año siguien-
te– le decía su profesor en términos de burla mientras le entre-
gaba el examen final con pésima calificación..

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Toshiaki Wago
Y así fue, Kenji perdió un año escolar y jamás pudo decírselo a
su madre…
Mientras tanto en casa, la vida de Yuki, se tornó amarga, ya no
sentía la misma emoción de su relación, la monotonía se había
apoderado de ellos, además la falta de dinero los afectaba, la
mamá de Kenji no siguió brindando el apoyo económico, pen-
sando que su hijo ya había terminado la universidad, además él
mismo le había escrito una carta pidiéndole que no le enviara
más dinero, que aprovechara para disfrutar su vida.
Kenji ya no tenía dinero en sus bolsillos pero Yuki siempre al salir
de su apartamento le dejaba 500 yenes en la mesa para sus gas-
tos, aunque él no se sentía a gusto, siempre pensaba que estaba
abusando de ella y así pasaron mucho tiempo en medio de las
angustias.
En noviembre, en tiempo de otoño en Japón, la época más agra-
dable para estudiar, cuando las hojas de los árboles cambian de
colores, de verde a rojo o amarillo, llevadas por la suave brisa
caen sobre un frondoso césped y mucha gente respira un aire
único que los transforma en seres sentimentales, muchas parejas
aprovechan para estabilizar sus relaciones y la mayoría de uni-
versidades celebran fiestas culturales.
En la universidad de Yokohama, donde solo asistía esporádica-
mente en busca de sus amigos para vivir su época de juventud,
Kenji siempre al centro de estudio de Latinoamérica, era feliz
en medio del ambiente de la música latina, entre amigos solían
escuchar a Los Panchos y a los Diamantes de México que
siempre mencionaban al amor de las mujeres y no era para
menos, en aquella época las canciones mexicanas dominaron
el mercado japonés, aunque ellos no sabían que significaba
“Bésame Mucho” de memoria y constantemente silbaban la
melodía.
Generalmente para poder entrar en confianza con todos los
latinos, Kenji iba acompañado de Fernando, un costarricense que
trabajaba en el consulado en Tokio.
Su amistad era valiosa, Kenji se ofrecía para ser mensajero de su
oficina, algunas veces lo asesoraba sobre la situación del Japón,
al mismo tiempo, Fernando le enseñaba, aunque con un acento
caribeño, el idioma español muy diferente al que aprendía en el
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Kamikaze
instituto, lo que él no se imaginó era que a través de ese simpá-
tico latino, podría conocer a una mujer espectacular.
- Kenji, vamos al aeropuerto a recibir a mi hermana­, le decía Fer-
nando con insistencia mientras le organizaba una corresponden-
cia para entregar– ella se va a quedar en Japón con mi familia.
- Listo, no hay problema.
- Mírala, esta es una de sus mejores fotografías –le mostraba la
foto mientras Kenji inconscientemente abría su boca y deseaba
conocer a la mujer de la foto. ella es Miss universo de Costa Rica,
pero hasta ahora es soltera y sin compromiso.
Llegaron al aeropuerto, entre la multitud se destacaban unas ca-
deras y una silueta perfecta, como una luz entre la oscuridad
apareció la hermana de Fernando, su nombre era Yolanda, sola se
presentó ante Kenji y él dejó ver lo máximo de su caballerosidad,
como nunca lo hizo con Yuki, le tomó la mano y la besó.
Sin perder tiempo, horas después en un café, Kenji la invitó a la fiesta
de la universidad y ella llevada por la decencia aceptó sin reparos.
Aquella noche Kenji era la envidia de los amigos en el festival de
la universidad, todos admiraban su pareja de baile y la observa-
ban con los ojos de conquistadores.
Aunque esa noche simplemente bailaron y hablaron por toda la
noche, se hicieron grandes amigos desde ese momento ella se
convirtió en su nueva profesora de español, sus clases improvi-
sadamente eran en cualquier lugar, en el tren, en su apartamento,
en el puerto, de día y de noche, pero de esta forma, Kenji alcanzó
rápidamente un buen nivel de conversación.
Era inevitable evitar la tentación y la atracción frente a una mujer
tan hermosa, era la única reina latina que vivía en Japón, además
los medios perseguían cada movimiento de ella, era el momento
preciso de comenzar un plan para atraerla, así Kenji lo primero
que hizo fue aprovechar que él era el primer japonés en tener
su confianza.
Su plan comenzó a marchar, Kenji logró invitarla a salir sin la pre-
sencia de Fernando ni ningún familiar, escogió el sitio perfecto,
el Monte Fuji, la montaña más alta del Japón, con 3.770 m sobre
el nivel del mar.
Aprovechando tanta confianza y apreció que le tenían, él tomó
el carro de Fernando, la recogió en su apartamento y como es
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Toshiaki Wago
costumbre entre los japoneses, no hubo mucha conversación
ni detalle alguno, como acostumbran los latinos, únicamente se
saludaron y él, de forma sencilla, le dijo:
- Yolanda, te voy a llevar a la cima más alta del Japón, es tan alta
que hasta tu país puedes ver.
Sin reproches ella sonríe y acepta con gran inquietud.
Al llegar al monte, únicamente pudieron subir en carro hasta
la mitad del recorrido, el resto tenían que hacerlo caminando,
situación perfecta para que él comenzara a conquistarla.
Lentamente comenzaron a caminar, sin pensarlo él tomó su
mano mientras ella se mantenía en silencio.
Para él todo lo que se encontraban en el camino era normal,
era su cultura, pero ella estaba fascinada, más aun cuando se
encontraron un sacerdote budista peregrino que usaba el traje
tradicional japonés, un kimono y el sombrero típico, el cual los
acompañó el resto de camino, de repente Kenji pasa de conquis-
tador a traductor y este sacerdote se roba toda la atención de
la hermosa reina.
- Mi mayor duda es ¿por qué las casas japonesas tienen dos tem-
plos de diferentes religiones? –preguntó Yolanda al peregrino
con la ayuda de Kenji.
- Uno es el sintoísmo, donde se pide una vida estable y una buena
producción de alimentos. En el budismo se ora por los muertos,
aquí en Japón cada casa tiene dos religiones al tiempo –respon-
dió sabiamente el peregrino.
El recorrido se torno muy turista, en cada sitio ella quería una
foto donde apareciera el sacerdote, cada cosa que observaba le
preguntaba sobre esta cultura, tanto así que en señal de agra-
decimiento ella quiso besarlo en la mejilla, pero la reacción del
sacerdote fue brusca y agresiva, con ambas manos envueltas en
una tela, la empujó y la alejó de él:
- Tranquila Yolanda, no te preocupes –explicó Kenji– en época de
peregrinación, los sacerdotes budistas no pueden tocar ninguna
parte de la mujer.
Después del incidente lograron llegar hasta el cráter de la mon-
taña, allí conocieron el centro meteorológico donde se estudia
el comportamiento de este volcán pasivo.
El descenso fue rápido, al subir al auto, Kenji se dirige hacia los

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Kamikaze
negocios que rodean el monte y para sorpresa de Yolanda, cada
sitio tenía avisos con luces de neón, algunos formaban siluetas
femeninas y otros mostraban figuras de aguas termales.
- Oye Kenji, ¿qué son estos lugares?
- Moteles Yolanda, donde quiero llevarte, recuerda que yo no soy
ningún sacerdote budista peregrino.
Yolanda con un gesto de sonrisa pícara pero algo asustada acep-
tó la invitación.
Al ingresar en uno de los moteles, los recibe un botones el cual
les ofrece dos servicios, una alcoba sencilla o una especial que
tiene Jacuzzi, cama de colchón de agua, espejo en el techo, sauna
y un equipo de filmación, Kenji sin pedir la opinión de Yolanda
escoge la habitación especial.
Al entrar, sobre cada almohada encuentran un sándwich y un
condón como cortesía de la casa, ella en silencio abrió los ojos
mientras su cuerpo temblaba.
Allí pasaron la noche juntos, para él era un orgullo de tener a
su lado a una de las 10 finalistas de miss universo, su cuerpo era
perfecto, la curva de sus senos hasta la cintura las comparaba
con una montaña rusa, deslizando sus manos sintiendo el vérti-
go en su pecho y a diferencia con las japonesas, esta latina tenía
las piernas más largas y el tronco más corto, en el momento del
orgasmo ella gritaba algo que Kenji no entendía, su cuerpo tenía
un aroma especial, como la exquisitez de una taza de café.
Después de esta experiencia, ellos se entendieron muy bien,
mantuvieron una relación en secreto y por cerca de un año
disfrutaron de la compañía del otro, siempre acostumbraban a
pasear los domingos, Kenji era tan importante para ella en ese
momento, que siempre era su acompañante en las reuniones
sociales diplomáticas latinoamericanas donde sería el fin de esta
hermosa relación.
En una ocasión, en la noche de cóctel,Yolanda conoció un diplo-
mático colombiano, un caleño espigado, con un manejo excelen-
te del español y un dominio sobre cultura general; sobre cómo
enredar a la mujeres, tanto así, que cada vez que Yolanda hablaba
con él, sus ojos brillaban como muestra del gusto por este hom-
bre que quiso siempre invitarla a su ciudad natal para conocer
su tierra y su familia.

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Toshiaki Wago
Kenji al notar esto sintió mucha tristeza, pero al mismo tiempo
se dio cuenta que era el momento para terminar la relación y
cambiar de rumbo.
Al poco tiempo Yolanda se marchó con aquel hombre para San-
tiago de Cali y jamás volvió a saber de ella.

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Capítulo 4
Arubaito por la plata

Kenji tenía preocupaciones más importantes, no se sentía có-


modo al saber que Yuki era la que mantenía la casa, sentía la ne-
cesidad de ganar dinero, quería tener sus propias cosas, además
estaba cansado del método estudiantil para conseguir dinero y
ya sus únicas pertenencias estaban en la casa de empeño, la cá-
mara fotográfica, televisor, equipo de sonido y el equipo de ca-
lefacción, que era el electrodoméstico que menos le importaba
porque se acababa la época de invierno, solamente le quedaba un
colchón, la ropa y sus zapatos, todo lo demás pertenecía a Yuki,
que por respeto él jamás las llevó a la casa de empeño.
En los momentos de desespero que siente cada hombre adulto
cuando presiente que el mundo se le viene encima por la falta de
dinero y para olvidarse de sus problemas, Kenji iba al ofuro, que
eran los baños públicos de la ciudad, sitio al que iban la mayoría
de personas después del trabajo a tomar una ducha ya que en
los baños de los pequeños apartamentos japoneses solamente
había inodoros.
Kenji acostumbraba ir a las tres de la tarde, cuando apenas esta-
ba más desocupado el ofuro, el agua estaba más limpia y caliente,
a un lado entraban los hombres, al otro las mujeres, en el mo-
mento de entrar él debía quitarse los zapatos, después pasaba a
un primer cuarto donde todos se desnudaban y dejaban sus per-
tenencias en cajones que no tenían puertas ni seguridad alguna,
sin importar el dinero o las cosas materiales que guardaran allí,
porque en esta cultura este sitio era sagrado y los ladrones no
practicaban su oficio.
Después Kenji entraba a un segundo cuarto, en un costado había
una hilera de lavamanos de doble grifo y al frente una silla bajita

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Toshiaki Wago
donde él se sentaba, trataba de ponerse cómodo, estiraba su
mano y agarraba un jabón seco sin desempacar, se enjabonaba
todo el cuerpo con mucha fuerza, como si entre más se restre-
gara el cuerpo, más se quitara las preocupaciones de encima, de-
jando su piel roja pero impregnada de un aroma agradable, luego
cogía un balde grande lleno de agua tibia, mojaba su cuerpo hasta
quedar bien aseado para poder pasar a la piscina.
Se ponía de pie, sacudía un poco sus pies y entraba a una gigan-
tesca piscina donde se vivía todo un ritual, allí él se sentaba y se
relajaba, el agua alcanzaba los 40º c y le llegaba hasta el cuello, su
cuerpo ya estaba acostumbrado a las altas temperaturas, cerraba
los ojos, escuchaba por horas las conversaciones de los hombres
que lo acompañaban todos desnudos los cuales se dedicaba a
pensar y a buscar soluciones.
Esa tarde, exagerando su visita en el ofuro, tomó la decisión
de buscar un arubaito, (un trabajo extra que le diera estabilidad
económica, esto solo lo conseguiría en el puerto en Yokohama)
De ahí en adelante, paseaba todas las tardes por el puerto en la
espera de un trabajo, un día de otoño, llegó un barco de turismo
holandés, Rótterdam, con 2.000 tripulantes y 3.000 viajeros, pro-
cedente de Sydney, Australia, que pasaba por los países asiáticos,
llegó finalmente a Japón y gracias a un viejo amigo, logró conse-
guir un empleo que consistía en montar una oficina dentro del
barco y cambiar la moneda extranjera a la nacional yen Japón.
El primer día de trabajo, Kenji subió al barco con saco y corbata
llevando consigo un maletín lleno de billetes, de yenes japoneses,
para iniciar su tarea, dentro del barco se encontraba una zona
destinada para las casas de cambio al lado de un banco, allí en-
contró su escritorio y una vieja máquina calculadora, organizó
sus cosas y abrió las puertas para que todos los extranjeros
australianos pudieran cambiar su dinero y realizar sus compras.
Generalmente el Rótterdam se quedaba en Yokohama por 4 días,
la mayoría de la gente hacía sus cambios antes del mediodía, des-
pués Kenji se dedicaba a chismosear en el interior del barco.
En el lobby principal, donde Kenji tenía su oficina, habían 8 ascen-
sores, 4 al lado sur y 4 al lado norte, teniendo en cuenta que el
barco tenía 12 pisos, estaba dotado con dos piscinas, un teatro,
una capilla, dos discotecas, un gimnasio, un comedor grande con

26
Kamikaze
música en vivo, 1.000 habitaciones para pasajeros y 300 camaro-
tes para tripulantes.
Kenjí solo se preguntaba cómo se sentiría su madre si la llevara a
un sitio como este, pensaba que seguramente se asustaría al ver
todos los servicios que ofrecía esta máquina.
Los siguientes tres días transcurrieron normalmente, los austra-
lianos dejaron una imagen de ser personas trabajadoras y simpá-
ticas, haciendo honor a su espíritu emprendedor y al amor por
sus recursos naturales.
En el cuarto y último día de trabajo, alrededor del medio día,
Kenji estaba cerrando su maletín, cuando apareció una joven aus-
traliana, su nombre era White, invitó a Kenji a tomar una copa,
el cantinero los saludó anunciándoles que el barco partiría a las
6:00 pm hacía Hong Kong, eso quería decir, que Kenji tenía que
bajar del barco antes de las 4:00 p. m.
Aquella mujer se acercó, le hizo un par de preguntas estúpidas
y sin respuesta razonable, Kenji ya había notado que esta mujer
desde el primer día pasaba y lo miraba extrañamente, él sentía
desconfianza, como si fuera a ser víctima de un robo o de una
estafa.
- Disculpe señorita –le decía Kenji soltándose el nudo de la cor-
bata –hace días que me observa, ¿qué es lo que quiere?
- Kenji, por que ya sé que ese es tu nombre, quiero decirte la
verdad, desde que llegué a este país quiero conocer sexualmente
a los japoneses–decía la australiana con ahínco colocando sus
manos en su pecho.
Era la primera vez que esta mujer visitaba Japón, desde que bajo
del barco tenía claro que quería conocer al hombre japonés y lo
hizo de una forma tan directa, que Kenji aceptó sin reproche algu-
no. Era la 1:00 p. m. y Kenji pensaba que tenía el tiempo suficiente
para poder satisfacer las peticiones de aquella intrépida dama.
Se dirigieron hacia la habitación de ella, la cual se dividía en dos,
la cama más grande para los padres y la más pequeña para ella,
White invitó a Kenji a la cama más grande; asegurándole que sus
padres llegarían a las cuatro de la tarde porque se estarían des-
pidiendo de la gente en la plataforma del barco.
Mientras hacían el amor y White procUrabá llegar lo más rápido
posible a un orgasmo, Kenji recordaba que esta era la segunda

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Toshiaki Wago
mujer extranjera con la que él estaba, el cuerpo de esta mujer
era mucho más grande, sus piernas eran largas, su busto era per-
fecto, a medida que iban consumando su pasión, cada uno gozaba
del momento. Para él acariciar todo el cuerpo de su dama, era
algo interminable pero excitante hasta que comenzó a sentir un
extraño movimiento, se detuvo por un momento, miró por la
ventana y observó que el muelle corría lentamente:
- ¡Qué está ocurriendo, el muelle se mueve! –gritaba tapando las
partes de su cuerpo– ¡el barco está saliendo, escucho su sirena!
En ese momento entraron los padres de White, se quedaron
mirando cómo desesperadamente su hija y su extraño parejo
trataban de esconderse como un pequeño ratón ante la ame-
naza de un gato, asombrados no hicieron reclamo alguno, única-
mente advirtieron a Kenji que el barco ya había salido, él se vistió
rápidamente, salió corriendo de la habitación chocando contra
todas las paredes del barco, hasta llegar a donde el capitán:
- ¡Capitán, capitán, no me pregunte por qué pero no alcance a
bajar del barco, yo soy un trabajador, por favor pare esta máquina
barco, necesito bajar!
- Lo siento, eso es imposible, la próxima parada será en Hong
Kong en exactamente cinco días.
- No lo puedo creer –decía mientras caía lentamente a los pies
del capitán.
- Tranquilo muchacho, esto ya nos ha pasado antes y por las
mismas causas tuyas, se te nota en el rostro –le decía riéndose
pícaramente– pero mientras tanto te podemos ofrecer un cama-
rote de tripulante y puedes comer con nosotros.
Kenji no tuvo otra opción que aceptar siendo esta la primera vez
que viajaría al exterior sin pasaporte ni papeles.
Durante los cinco días de viaje, Kenji en las cenas tuvo que usar
el mismo traje elegante y siempre se ubicaba en la misma mesa
con el capitán del barco, después asistían al teatro, o realizaban
fiestas y todo el tiempo, Kenji contaba con la compañía de Whi-
te.
La única forma que encontró para agradecerle al capitán su hos-
pitalidad y los favores recibidos, fue brindándole una buena amis-
tad, Kenji le contaba historias y algunas chistes para animarlo,
hasta llegó a contarle la aventura sexual que vivió con White

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Kamikaze
describiéndole cada parte del cuerpo de ella, pero esa amistad
no perduró, al llegar el barco a Hong Kong, Kenji se enteró que
White era la sobrina del capitán.
Su sueño de ganar dinero se quebró, pese a la gran ayuda del
cónsul japonés para solucionar el problema del pasaporte y lo-
grar regresar a Tokio vía aérea, todo el dinero que había ganado
en comisiones y demás lo tuvo que invertir en su viaje de regre-
so de Hong Kong a Tokio.

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Capítulo 5
Vietnam la sombra de los gringos

Con alegría por conocer algo de Hong Kong y rabia por no ga-
nar dinero, Kenji volvió a clases en la universidad, lo único que
logró comprar en aquel país, fue un perfume para Yuki y una ma-
nilla para su amigo Toba quien en el momento más oportuno le
propuso un nuevo empleo en una base militar del ejército gringo,
Tachikawa, a unos 40 minutos de Tokio en tren.
Sin preguntar que tipo de trabajo era, y por la necesidad de ga-
nar dinero, confiando en su amigo, Kenji aceptó.
Tomaron el tren y llegaron a la base, que era un viejo aeropuerto
local de Tokio que los gringos adecuaron para sus planes, cons-
truyendo una especie de pueblo pequeño, donde dormían los
gringos y se dotaban los soldados para la guerra en Vietnam.
Allí conocieron al sargento Johnson, un hombre alto, fornido,
tenía un poco más de 50 años su rostro reflejaba la experiencia
en el campo de la guerra, este hombre sin decir palabra alguna
los recibió y sin dar explicaciones sobre lo que debían realizar,
los llevó a su sitio de trabajo.
En una esquina de aquel pequeño pueblo había un sitio cubierto,
como una bodega, dentro de él había una piscina que no precisa-
mente contenía de agua, esta estaba llena de formol y en donde
flotaban cadáveres de soldados gringos, víctimas de la guerra en
Vietnam.
El sargento les entregó a cada uno un vestido de caucho y un
tapa bocas para que ellos lavaran y arreglaran los cuerpos nau-
seabundos de la piscina, los cuales eran de personas jóvenes de
diferentes partes de los Estados Unidos.
Kenji y Toba se miraron a los ojos, fríos al ver tanto cadáver, con
la necesidad de ganar dinero, movieron su rostro y dieron un si.

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Kamikaze
Se colocaron su uniforme y entraron en la piscina, la tarea no era
fácil, porque los cuerpos se encontraban mutilados, ellos debían
coger cada parte y unirlos para formar un cuerpo completo,
meterlos en cajones para que el cuerpo médico los identificara
así poderlos enviar por avión a Estados Unidos para que sus
familiares les dieran un digno sepelio.
Su horario de trabajo era de 8:00 a. m. a 5:00 p. m. donde tenían
una hora de descanso para su almuerzo.
Diariamente Kenji sentía más fastidio que cansancio, al igual que
su amigo, pero él toleraba más esta situación.
Después de cada jornada el sargento les pagaba US $30 a cada
uno y los llevaba al club social de la base aérea, una noche cono-
cieron por medio del sargento a una distinguida señora llamada
Emily, quien estaba tomando una cerveza con su amiga Betty.
Allí pasaron un largo rato, hasta que el sargento se marchó para
su casa, quedando en aquel romántico sitio dos parejas, la noche
era alegre y el baile comenzó entre ellos, de un momento otro el
ritmo cambió, luego una música suave se apoderó del sitió, Emily,
quien bailaba con Kenji apretó su cuerpo y comenzó a mover
sensualmente su cintura acercándose y besando su oreja:
- Kenji, muchacho japonesito, quiero invitarte a la casa de mi ami-
ga Betty en esta noche especial, quiero pasarla contigo– le decía
Emily con voz sensual– el esposo de mi amiga está en Vietnam y
creo que tu amigo va a gustar de ella.
Ellas tenían entre 35 y 38 años de edad, cada vez que sus espo-
sos partían hacia Vietnam, buscaban aventuras románticas con
jovencitos japoneses.
Sin dar muestra alguna de molestia por la propuesta, los asiáti-
cos aceptaron, al entrar los cuatro a la casa, era notable que las
dos mujeres eran llevadas por el alcohol, se sentaron en la sala
y hablaron muy poco, Toba se fue con Betty para la alcoba prin-
cipal, mientras que Kenji y Emily fueron directamente al baño, el
espacio reducido no era impedimento para que ellos dos deja-
ran volar su imaginación, hicieron el amor varias veces, dejando
que sus cuerpos se llenaran con la espuma que había en la tina
del baño y por mucho tiempo se escucharon los desesperadas
gritos de Emily:
– ¡Sigue, japonesito, sigue…!

31
Toshiaki Wago
Tanto así que en un momento, ella pensó que lo que sentía en
su cuerpo era una arma, paró, la tomó en sus manos, apretó el
gatillo y salió un fuerte disparo, al mismo tiempo ella recibió el
impacto de aquella particular bala y su muerte fue representada
por aquel intenso orgasmo que igualmente llegó.
.¡Mi submarino japonesito tan rico…!
Luego, tomaron sus prendas y sin ningún pudor comenzaron a
pasear por toda la casa desnudos buscando una habitación có-
moda donde descansar, escogieron la más pequeña, pero tenía
una cama doble muy cómoda, ella se acostó y por su mente
pasaba la idea de repetir el momento, pero Kenji tomó uno de
sus cigarrillos y comenzó a fumar, buscando ideas de trabajo le
preguntó:
- Yo conozco a muchos japoneses que van a Vietnam a trabajar,
¿cuál es el negocio más rentable?
- El rumor dice que en la frontera de guerra muchos japoneses
van a recoger el bronce de los cartuchos de las balas de cañones,
cada uno pesa casi 20 kilos, son muy apetecidos por los provee-
dores de materias primas en Vietnam.
Esta idea quedó dando vueltas en la mente de Kenji como una
salida no solo a su economía sino para cambiar su pútrido tra-
bajo.
Al día siguiente el primero en levantarse fue Kenji y afanado
golpeó la puerta donde dormía profundamente su amigo Toba,
tanto fue el ruido que todos se levantaron, la única manera que
ellas agradecieron su compañía fue a través de un suculento de-
sayuno, la despedida fue amorosa, lo hicieron con un profundo
beso y cuando los dos amigos salieron de la base, tomaron un
tren, todo el camino dialogaron sobre sus experiencias con estas
mujeres, sobre todo Toba estaba emocionado de haber hecho el
amor por primera vez con una gringa.
- Toba, vamos a Vietnam a recoger los cartuchos de balas del
ejército americano, averigua cuánto vale la chatarra de bronce
en el mercado– decía Kenji emocionado.
Dos días después, Toba le informó que el negocio era excelente
y para esto tenían que darle al sargento Johnson el 30% de las ga-
nancias pues él les aseguraría el transporte aéreo de ida y vuelta,
lograron todos los contactos, ellos aceptaron, era un completo

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Kamikaze
alivio dejar a un lado el detestable overol y respirar un aire algo
más puro.
En el momento del viaje, Kenji le dió a Yuki US$800 para apoyarla
en sus estudios universitarios, pero no quiso dar muchas expli-
caciones sobre su viaje, solo le escribió que iba a una escuela en
Okinawa a practicar el arte marcial en un instituto.
Okinawa era una isla semi tropical, el color del mar era her-
moso y cristalino, se podían observar los peces que nadaban
en el fondo del agua, su gente era muy amable y amplia con los
visitantes, a pesar de que esta isla pertenecía geográficamente e
históricamente al Japón, pero políticamente estaba bajo el poder
del ejército americano por los destinos de la segunda guerra
mundial, para entrar a esta isla, era necesario tener pasaporte
japonés con visa americana.
Hasta esta isla, en la base aérea Kadena, los acompañó el sargen-
to Jonhson y les presentó a Henry, un cabo americano de origen
japonés, quien sería el encargado de llevarlos hasta Saigón, Viet-
nam.
El día del viaje, en el avión del ejército gringo; se encontraron 40
soldados americanos, dos japoneses y tres tripulantes.
El avión llegó al aeropuerto internacional de Saigon y era no-
torio que habían llegado a un sitio de guerra, porque se veían
pocos aviones civiles pero si a muchos soldados americanos or-
ganizando los cargamentos de sus armas.
- Amigos japoneses, prepárense, vamos a llegar a la frontera de
guerra, donde pueden realizar su trabajo –le gritaba Henry en
medio del ruido de las balas.
Henry tomó un jeep, junto a Kenji, Toba y un acompañante, via-
jaron por 12 horas llegando al campamento del ejército a la
medianoche.
Cuando Kenji y su amigo bajaron, fueron instalados en una carpa
con cuatro camas, ellos se extrañaron al mirar a su alrededor
que habían artículos para mujer.
Al amanecer se encontraron en la misma carpa con dos mujeres
tenientes, aunque ellos pensaron que en cualquier momento ellas
se iban a desnudar, fue todo lo contrario, una de ellas se acercó a
Kenji dejando entre ver su ropa interior, se le acercó al oído y le
grito –lárgate de mi carpa– con el máximo disimulo salieron de

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Toshiaki Wago
las carpas y se encontraron con la sorpresa de que un grupo de
soldados gringos comenzaron a aplaudirlos gritándoles:
- ¡Bravo!, ¡Bravo!, japonesitos valientes, como Kamikazes en Pearl
Harbor atacaron nuestras tenientes gringas.
Sonrojados no levantaron sus cabezas pero compartían la sonri-
sa con los gringos.
- Toba, ¿escuchaste el sonido de los cañones durante toda la
noche?–le decía Kenji pensativo. cada sonido es un cartucho que
nos queda para el negocio, pero también se pierda la vida de un
pariente de raza asiática Vetocon, guerrillero socialista del norte
de Vietnam que derrama su sangre en estas tierras.
Después de un delicioso desayuno, era la hora de iniciar su nue-
va labor, tuvieron que caminar por cerca de 5 horas para llegar
al sitio de trabajo.
Lo primero que les advirtieron fue que no podían pasar de la
frontera de guerra, que día a día iba cambiando, generalmente los
vetocons del norte les iban ganando más terreno a los gringos,
mientras recogían los cartuchos debían soportar el ruido de la
guerra, el sonido fuerte de los cañones y los gritos de aquellos
que eran alcanzados por las balas enemigas.
Su labor dUrabá doce horas diarias, ellos siempre recogían los
cartuchos y los dejaban en un solo sitio, cada vez que se cam-
biaba la frontera de ataque, ellos debían avanzar sus sitios de
trabajo por estrategia de defensa, sin embargo como medidas de
seguridad, Henry les entregó una pistola de 9 milímetros para
defensa personal.
Para llevar la mercancía ellos contrataron un camión el cual los
llevaba a un pueblo donde la vendían, en cada viaje alcanzaban
casi las tres toneladas, ellos se sentían tranquilos, su negocio
funcionaba.
Una tarde, mientras ellos arriesgaban su vida, ya que siendo ja-
poneses portaban el uniforme americano, recogiendo los cartu-
chos, llegó un fotógrafo japonés, su nombre era Suzuki, famoso
por plasmar al mundo entero en sus trabajos toda la realidad de
la guerra de Vietnam y para ampliar su información, comenzó a
fotografiarlos mientras trabajaban, ellos posaron sacando pecho
y mostrando sus músculos, al terminar de tomar las fotografías,
se acercó y les dijo:

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- Ustedes viven una vida muy sabrosa, mientras unos se están
matando, ustedes aprovechan para ganar dinero recogiendo esos
cartuchos.
A Kenji no le gustó el comentario y soltando el cartucho que
tenía en la mano le dijo:
- Usted tiene razón, de aquí saco dinero para poder vivir, pero
mi corazón siente mucho la pérdida moral y física de cada ser
humano.
El fotógrafo guardo silencio, enfocando su rostro enfurecido le
tomó una fotografía y atento escucho el segundo reproche de
Kenji:
- Además yo vi una fotografía que usted tomó donde aparece
un soldado gringo levantando con sus manos las cabezas de dos
vietnamitas Vetocon, dígame ¿cuánto ganó con la venta de esta
foto?
Quedando sin palabras, Suzuki metió la mano en un bolsillo del
estuche de la cámara y sacó un rollo:
- Por favor, entregue este rollo a la agencia de prensa en Tokio, en
este rollo está mi máxima protesta contra la guerra de Vietnam.
Sin más palabras Suzuki se marchó y ellos continuaron su labor.
Treinta días después, cuando ellos ya tenían la práctica de su tra-
bajo y la confianza se apoderaba de ellos, su estrategia de defen-
sa falló. Toba tranquilo pensando en las ganancias que obtenían,
dio tres pasos al frente, allí había un enorme cartucho, cuando
quiso agarrarlo una ráfaga de balas pasó por sus manos, la fron-
tera de ataque los alcanzó y Toba fue herido, perdió dos dedos
de su mano izquierda, el meñique y el anular, sus gritos eran
desesperantes, Kenji corrió rápidamente a su auxilio, lo cargo en
sus brazos y lo llevó al médico de la base.
Estando sentado, esperando a que el médico diera de alta a su
amigo, de repente, un soldado gringo lleva en hombros a otro
hombre, tenía heridas muy graves provocadas por una explosión,
no llevaba signos vitales. Eran pocas las posibilidades de vida,
Kenji se puso de pie y al mirar aquel hombre se dio cuenta que
era Henry, ya muerto.
Él sintió la necesidad de dejar este trabajo, sus vidas estaban en
constante riesgo y no entendía el pensamiento de los gringos, no
compartía su forma de actuar, la segunda guerra mundial, luego

35
Toshiaki Wago
la guerra de Corea del Norte y corea del Sur, por último ésta, la
guerra de Vietnam, sin darse cuenta, inconscientemente, su pen-
samiento se convirtió en palabras y para asombro de los que
estaban allí presentes gritó:
- ¿Ahora quién sigue?, el Medio Oriente o Centroamérica, estoy
orgulloso de mi sangre japonesa y no gringa.
Luego, su amigo Toba salió con la mano vendada y comenzaron a
planear su regreso a Tokio.

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Capítulo 6
Café y Banano

Café de Colombia
Lo primero que hizo Kenji al llegar a su país fue entregar el rollo
al sitio donde le había indicado el fotógrafo. Seis meses después
del regreso de Vietnam, Toba compró una mansión en el centro
de Tokio con el dinero que había ganado, fue llamado “el millona-
rio de Vietnam” y comenzó una nueva vida disfrutando de todas
sus comodidades.
Kenji siguió viviendo con Yuki en Yokohama y aun disfrutaban
mirando juntos hacia el puerto como solían hacerlo.
Pero de algo tenían que vivir, entonces Kenji comenzó a trabajar
en el muelle del puerto Yokohama en las noches cargando elec-
trodomésticos y descargando el café colombiano y los racimos de
banano del Ecuador, alguna noche recordó a su tía Mitsu quien le
llevaba bananos ecuatorianos cuando él tenía apenas 4 o 5 años de
edad y nunca había olvidado el sabor tan dulce y exquisito.
Mientras que el café colombiano poco a poco fue reemplazando
al te verde japonés, sobre todo en la juventud, que gozaba del
ambiente, el café con música latina y clásica.
No era raro encontrar cafeterías donde cada día preparaban un
café diferente, el Blue Mountain de la República Dominicana, el
Kirimanyero de Etiopía, el Moca de Brasil, el Traya de Indonesia
o el café Medellín de Colombia.
Kenji no se quedaba atrás, era fanático del café colombiano, por
su aroma, suavidad y siempre lo comparaba con la belleza de la
mujer latina soñando algún día tener al lado a una mujer colom-
biana escuchando boleros, pero solo recordaba a Yolanda.
El café colombiano llegaba en sacos de costal que traía impreso
la imagen de Juan Valdez, quien era el único icono colombiano en

37
Toshiaki Wago
Japón, Kenji se imaginaba que en todo el territorio colombiano
se sembraba café y que cada habitante tenía bigote, sombrero,
poncho y su medio de transporte era un burro.
Un día Kenji conoció a un colombiano en el muelle del puerto
Yokohama.
- Kenji, mucho gusto, me llamo Wilson, el representante de
Fedecafe de Colombia en Japón desde hace cinco años. Estoy
haciendo la promoción de café colombiano a los mercados de
Japón y China.Tengo confianza de vender el café colombiano por
su aroma y su suave sabor, pues es el mejor café del mundo. Si
todos los japoneses toman una taza de café diario se consumen
120 millones de tazas de café y en caso de los chinos 1000 mi-
llones de tazas de café diarios. Imagínate se acaba el stock de los
sacos de café inmediatamente en nuestra bodega en Colombia.
En este momento Japón es el quinto comprador de nuestro café,
pero en un futuro cercano el Japón sería uno de los países más
importantes para nuestro mercado.
- Cuál es el país mas importador del café colombiano?
- Sin duda, Estado Unidos. Tú sabes quién era el primer importa-
dor del café colombiano al Japón?
- No, ni idea.
- El japonés que vino a Colombia en 1948, un comerciante lla-
mado Sr. Tomiya y en aquella época el Presidente de Colombia
era el Dr. Marino Ospina Pérez y este regaló al Sr. Tomiya cuatro
sacos de café colombiano como recuerdo de la primera expor-
tación de café colombiano al Japón.
- Cómo estarían los inmigrantes japoneses en Colombia?
- Hace unos 40 años 25 familias japonesas inmigraron al munici-
pio de Corinto en el Cauca.
- Qué hicieron ellos en Colombia mientras Japón estaba en gue-
rra con Estados Unidos?
- Los alemanes, italianos y once representantes de inmigrantes
japoneses fueron capturados por el gobierno colombiano y los
llevaron al hotel Sabaneta del municipio de Fusagasugá, a 60 Km
de la capital Bogotá, y allí ellos tenían casa por cárcel durante 2
años hasta que terminara la Segunda Guerra Mundial.
- El gobierno colombiano maltrató a los prisioneros?
- No, por el contrario, los respetaban mucho y los cuidaban bien,

38
Kamikaze
como si fueran invitados especiales, sobre todo a los japoneses.
Ellos eran las victimas de la guerra y el gobierno colombiano
sabia que los imigrantes japoneses ayudaban mucho a las pro-
ducciones agricolas, además Colombia no era el país principal
alineado a Estados Unidos. Kenji, Fusagasugá es un lugar de clima
semi.tropical a 1800m sobre el nivel del mar, siempre en clima
primaveral y con una población de 60.000 habitantes, la gente es
muy cariñosa y amable. Es muy posible que cuando yo regrese
a Colombia dentro de un año yo renunciaré a esta Institución y
quiero tener una cafetería que ofrece verdaderamente buen café
colombiano en un rincón de Fusagasugá, ya que mi señora es de
este municipio. Pues cuando tú vengas a Colombia tienes que
irme a visitar a mi cafetería.
Así Wilson y Kenji empezaron su amistad en el puerto de Yoko-
hama.
Kenji y algunos trabajadores, robaban algunos granos de café,
los guardaban en los bolsillos y tenían que darle algunos a los
vigilantes para salir del muelle, cuando llegaba a la casa, primero
dejaba las semillas verdes al sol para que se secaran, luego los
colocaba en un sartén y los molía por 10 o 15 minutos hasta que
se hiciera polvo, hervía agua y con un colador de franela, lo iba
colando hasta que conseguía una exquisita taza de café, después
invitaba a su amigo Toba y discutían por varias horas sobre la
vida de los japoneses en un futuro, sobre todo Toba, quien tenía
una idea muy radical y desde su regreso de Vietnam pertenecía
a un grupo de defensa llamado Tatenokai dirigido por el famoso
escritor Yukio Mishima, un hombre muy nacionalista que amaba
su tierra japonesa, tanto así que quiso participar en la segunda
guerra mundial aunque el tenía apenas 15 años, pero el ejército
no lo aceptó por su juventud, pero su éxito estuvo en las letras
y llegó a ser candidato al premio Nóbel de literatura con su obra
“El Pabellón de Oro”.
Mientras tomaban el café, Kenji vio en la televisión la noticia de la
muerte del famoso fotógrafo Suzuki, quién había ganado el pre-
mio a la mejor fotografía en Francia. En el momento de abordar
el helicóptero en Vietnan que lo llevaría a recibir el premio en
París, fue alcanzado por varios impactos de bala que le arrebata-
ron la vida del fotografo en su campo Vietnam.

39
Toshiaki Wago
- Kenji, ¿dime cuál es nuestro futuro? –le decía Toba mostrándole
el carné de extranjería. en este país no tengo futuro.
Kenji sabia que el papá de Toba era chino, el dueño de un res-
taurante, la mamá era japonesa y que él había nacido en Japón,
pero infortunadamente el gobierno no le otorgó la nacionalidad
japonesa por no tener sanguíneo paterno japonés, el problema
radicaba en que era muy difícil conseguir trabajo en una empre-
sa, la sociedad japonesa no aceptaban este tipo de japoneses y
por eso Toba tenía tanta desilusión de su país.
Para Kenji era diferente, él por ser hijo de un Kamikaze, comen-
zó a recibir una pensión, que le abría puertas y oportunidades
en toda parte.
- No te preocupes Toba,– decía Kenji –yo seré tu amigo por
siempre. Si algún día estoy lejos, te llevare en mi corazón.
Sin embargo Kenji no dejaba de sentir miedo por la participación
de su amigo en aquel grupo,Tatenokai. El mismo dice que el Tate-
nokai sería contra militar algo como un golpe de estado.

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Capítulo 7
Mujeres Europeas

Rusa
Kenji siempre soñaba conocer Europa, por su historia, su cultu-
ra, y especialmente por sus mujeres. Un día llevado por un loco
impulso y aprovechando el dinero que habían ganado, le propuso
a Toba viajar por toda Europa en busca de aventuras y mujeres
hermosas.
Esta vez a Kenji le importó poco dejarle dinero a Yuki, o incluso
despedirse formalmente, empacó sus maletas y se marchó con la
tranquilidad de contar con la fiel compañía de su amigo Toba, lo
hicieron de Japón hacia Moscú, ya que era la ruta más económica
para llegar a París .
Primero, llegaron a Nigata, un municipio porteño de las costas
del Japón, allí tomaron un barco pequeño que generalmente ser-
vía para que los rusos fueran al Japón a comprar vehículos y trac-
tores usados, de ahí llegaron hasta Nahotoka, un puerto situado
en la parte oriental de Rusia, luego viajaron en tren por siete días
hasta llegar a Moscú, atravesando el territorio ruso y tuvieron
que quedarse en un hotel cerca al aeropuerto debido a que el
avión que los llevaría a París se atrasó por dos noches, esto hizo
que la inmigración de Moscú recogiera todos los pasaportes de
los pasajeros y le entregara un simple papel como permiso para
hospedarse con la vigilancia de la policía.
El hotel no era muy cómodo, arquitectónicamente parecía una
gigantesca cárcel con ventanas pequeñas y su alcoba parecía la
de un hospital, solo contaba con una cama sencilla, un baño y un
pésimo papel higiénico que tan solo al cogerlo se rompía. Fue en-
41
Toshiaki Wago
tonces cuando Kenji recordó los consejos de muchas personas
que le decían que a parte de llevar medicamentos para el viaje,
a Rusia había que llevar el suficiente papel higiénico como para
un mal estomacal.
Estando instalado en la habitación, prácticamente dormido, to-
caron la puerta, Kenji abrió la puerta era una mujer policía muy
bonita quien le solicita a Kenji los datos personales y sus docu-
mentos, cuando él quiso buscarlos y abrió una agenda, se le cayó
al suelo un billete de US$10, la mujer policía lo recogió y son-
riendo comenzó a quitarse el uniforme hasta quedar completa-
mente desnuda, ella comenzó a hablar en ruso y él se mantenía
mudo, no entendía lo que estaba ocurriendo hasta que ella deci-
dió hablar en inglés y le dijo que aceptaba por los diez dólares, él
sin pensarlo también se quitó la ropa, de repente ella se acercó,
se arrodilló ante él y comenzó a darle sexo oral, para que él
sintiera lo electrizante de su cuerpo, después hicieron el amor
por más de tres horas, esta mujer aparte de ser policía obtenía
ganancia extra vendiendo su cuerpo a personas extranjeras que
ella misma escogía.
- Policía, eres hermosa, pero ¿Cómo se llama?
- Me llamo Natacha y siempre estaré a tus órdenes…
Horas después, los dos amigos se encontraron de nuevo, para ir
al restaurante, el hambre ya los aquejaba.
- Oye amigo Kenji, la sopa y la carne de oveja es lo único rico
en este país, no hay realmente nada más,– y observando a las
mujeres rusas –me preguntó cómo serán las mujeres rusas en
la cama.
Al día siguiente, ya para partir a París, mientras Kenji esperaba a
su amigo observa que Toba sale de su habitación con una mujer
policía, Kenji intrigado se acerca y sin saludar a su amigo le pre-
gunta a esta hermosa dama:
- Policía, eres hermosa, pero ¿cuál es tu nombre?
- Mi nombre es Natacha y siempre estaré a tus órdenes…
Kenji se ríe toma las maletas de su amigo y se lo lleva hacia el ae-
ropuerto, cuando llegaron allí se sentaron a esperar que el vuelo
fuera anunciado, Kenji comenzó a analizar el comportamiento
de los rusos y notó que ellos eran poco sociables, tendían a ser
muy conservadores, casi campesinos, prácticamente no hablaban

42
Kamikaze
entre ellos, reflejaban en sus actitudes la falta de inversión social,
como país socialista preferían invertir en las armas.
Al subir al avión notaron un regular servicio, las ventanas no es-
taban selladas completamente, el frío y la lluvia entraban incomo-
dando al pasajero, las sillas eran viejas e incómodas además las
azafatas eran obesas y sus edades pasaban de los 35 años y tenían
cada artículo inventariado hasta cuchara, tenedor, cuchillo, etc.
A pesar de las incomodidades, Toba tenía un rostro alegre y le
contó a Kenji:
- No te imaginas la suerte que tengo, le pagué únicamente US$
200 a esta mujer y ella se acostó conmigo, fue realmente una
ganga.

- ¡Ay querido hermano!, tienes huevo pendejo –le decía Kenji


con risa. a la misma mujer yo le pagué US$10 la noche anterior.
El resto del viaje lo hicieron completamente dormidos,Toba con
rabia y Kenji con un rostro burlesco.

Francesa
Al llegar al aeropuerto Charles do Gaulle después de tres horas
bajaron del avión sintiendo otro aire, muy diferente al de Rusia,
el clima era más cálido, a primera vista las mujeres eran más
delgadas y bonitas, pero el aeropuerto no era el más aseado, las
sillas de la sala de espera tenían chicles pegados. Ellos al entrar
se sintieron como una aguja en un pajal, perdidos, ya que todo el
aeropuerto estaba dividido en seis secciones diferentes según el
destino de los vuelos.
Tomaron un taxi para que los llevara al hotel más cercano de la
zona más pública de París donde aspiraban encontrar mujeres
hermosas.
A diferencia de otros países, el hotel era muy cómodo y eco-
nómico, ellos se hospedaron en el hotel Lido en una habitación
sencilla con dos camas y un amplio baño donde encontraron el
sistema de francés de vidé que era un chorro de agua que salía
del inodoro para limpiar el trasero de las personas después de
hacer sus necesidades, inocentemente Toba entró al baño con
mucha sed, accionó el vidé y comenzó a beber el agua que de allí
salía hasta quedar con su garganta fresca:

43
Toshiaki Wago
- Oye Kenji, este es el mejor hotel que yo conozco, mira tiene
dispensador de agua gratis para beber.
- No seas pendejo, eso es un vidé y se utiliza para limpiar el culo
de las personas.
Inmediatamente Toba trasboco toda el agua que había bebido
mientras Kenji se reía a carcajadas.
Al día siguiente fueron a visitar el Moulin Rouge, (molino rojo),
ubicado en la plaza en la zona rosa de París, un famoso sitio bo-
hemio donde los hombres buscaban mujeres francesas, después
la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Río Sena, la calle Shansellise,
sitios históricos y románticos.
Después de todo el recorrido se enteraron que la producción
de perfumes es alta debido a que las personas no acostumbran
a bañase todos los días.
La última noche en París Toba salió para la habitación a descan-
sar diciéndole a Kenji:
- Amigo, ¿te vas a quedar ahí sentado solo? Yo prefiero irme para
la alcoba a ver si de pronto llega una mujer policía y se desnuda
ante mí, pero esta vez no le cobraría, más bien que ella me pague.
Kenji estaba tomando un café en el hotel, observando un frasco
de perfume Channel 5 para Yuki, cuando de repente se le acercó
una dama pidiendo candela para su cigarrillo.
Allí entablaron una conversación, ella le contó que tenía 33 años,
y que su esposo era profesor de la Universidad en París, ella
tenía el mismo trabajo, su nombre era Ivonne, su cuerpo era
delgado, tenía una estatura media con un vestido azul oscuro
que dejaba entre ver su pecho, no usaba brasier y a pesar de
que sus senos eran pequeños dejaban gran tentación al mirarla y
mostraba cierta sensibilidad en su cuerpo.
Duraron hablando toda la noche, cerca de una chimenea, con-
tando lo interesante de sus vidas, ella lo observaba fijamente,
como un águila cuando está a punto de lanzarse sobre su presa,
de repente toma la mano de Kenji y comienza a acariciar su
cuerpo lentamente.
- No hagas eso –le dice Kenji excitado. aunque me siento muy
bien contigo.
Así pasaron unos minutos, hasta que ella se detuvo y volvió a la
tranquilidad.

44
Kamikaze
- Toma Kenji,– entregándole una tarjeta. Ya sabes mi nombre es
Ivonne, aquí está mi dirección y teléfono, cuando vuelvas a París
estaré a la orden, Buen Viaje.
Él quedo muy intrigado con esta mujer, ella demostró ser una
persona muy elegante e inteligente y algo misteriosa, aun no se
explicaba como estando a la luz de una chimenea en un sitio
tan romántico, no estaban haciendo el amor y simplemente se
marchó dejando en él una sensación de volverla a ver, de estar
con ella y volver a tener una conversación del nivel intelectual
de su cultura.

Sueca
Muy temprano salieron de nuevo hacia el aeropuerto, su próxi-
mo destino era Suecia, no tuvieron inconvenientes en el viaje y
todo salió a la hora indicada.
Duraron dos horas viajando en un avión de la aerolínea Air France,
que era mucho más cómodo, la comida era más rica, las azafatas
eran mucho más amables y los pasajeros eran en su mayoría fran-
ceses turistas que iban a visitar los países de Escandinavos en épo-
ca de verano, cosas que hicieron un viaje corto pero placentero.
Al aterrizar en la tierra fría del norte de Europa, Kenji sacó su
vieja libreta de teléfonos acordándose de una vieja amiga quien
había sido estudiante de intercambio de la Universidad Católica
en Tokio, cuando Kenji comenzó a estudiar español.
Su nombre era Sarah, una rubia de ojos azules, alta, de piel blan-
ca y una mujer muy alegre, al escuchar la voz de Kenji se alegró
mucho y cogió un taxi para recibir en el aeropuerto a su viejo
amigo.
Mientras Kenji y Toba esperaban a Sarah en el aeropueto, no-
taron que era un país muy aseado, la mayoría de personas eran
ancianos debido al control de natalidad, el color de su piel refle-
jaba los largos inviernos que debían pasar en esta tierra como
los rasgos de aquellos vikingos que aparecen en la historia de la
humanidad.
Cuando Sarah llegó, sus ojos brillaron de emoción y llevada por
un impulso extraño lo saludó con un beso en la boca con la
mirada pérdida de Toba al ver a su amigo tener en sus brazos
aquella hermosa mujer.

45
Toshiaki Wago
Luego, los tres se van a tomar un café y a recordar los viejos
momentos vividos en Tokio, las clases de español y el inicio de
un romance que jamás se pudo consumar.
Después de una hora de conversación, Toba deja su maleta, lue-
go se dirije hacia el baño con el afán de un ladrón cuando roba
dinero, Sarah le dice a Kenji:
- Rápido, aprovechemos que Toba se fue para el baño, vámonos
para un motel que queda cerca y terminamos lo que iniciamos
en Tokio.
- No, no puedo dejar a mi amigo Toba.
- No importa, dejémosle una nota y dinero para que se distraiga
mientras volvemos.
Como dos delincuentes, salieron corriendo, se marcharon hacia
el motel, allí, en medio de las caricias y sintiéndose pecadores,
Kenji descubrió que la mujer sueca tiene un sexo más libre, lo
hacía de una manera espectacular y en medio del placer, él des-
cubrió algo particular en el cuerpo de su acompañante. Desde
el momento en que empezó a quitarle la ropa, se envolvía en el
rubio color de su cabello, sus pestañas, los vellitos de sus brazos
y algunos en la espalda, pero cuando la desnudó completamente,
se dio cuenta de que el color de su vello púbico era oscuro y
abundante, dejando en su recuerdo, que la mujer rubia no lo es
por completo.
No duraron más de una hora, salieron del motel, recogieron a
Toba, tomaron un taxi y llegaron a la casa de Sarah, donde Kenji
conoció a su novio Robert.
- No te preocupes Kenji, Robert conoce toda nuestra historia, él
es muy tranquilo y fresco.
Era cierto, Robert lo recibió de una forma muy cordial, incluso
le presentó dos amigas suecas, después tomaron una copas de
bienvenida y de un momento a otro Robert desapareció con una
de las mujeres.
- Mi novio se fue con una amiga a su casa, aprovechemos Kenji,
sigamos recordando nuestro romance en Tokio –decía la mujer
frente a la incertidumbre de Kenji confirmando la libertad sexual
practicada en este país–
Ella se lo llevó hacia un yate que estaba en un lago frente a la
casa, ella se desnudó dejando ver entre las sombras sus estéticos
46
Kamikaze
y rosados senos, que aun conservaban su forma desde aquella
aventura en Tokio, ella tomó la mano de Kenji acercándola a sus
genitales, así estuvieron juntos durante toda la noche.
A las 5:00 am, el frío despertó a Kenji, él ya estaba solo, se vistió
y se fue hacia la casa, cuando llegó a la sala, vio a su amigo Toba
con una sueca, ambos vestidos y ella aparentaba un rostro de
rabia:
- Hola Kenji –alegaba aquella sueca. Quise invitar a tu amigo al
segundo piso para estar con él, pero este japonesito jamás me
entendió.
Asustado, como si tuviera que darle explicaciones a Kenji, Toba
le dice:
- Kenji, ya gasté US$200 en Moscú, no quiero gastar otros
US$200 con ella.
- Toba, definitivamente ¡tienes huevo pendejo! –Le dijo Kenji con
acento de burla. ella no te estaba cobrando.
Un frío pasó por el cuerpo de Toba deseando devolver el tiempo
y corregir su error pero ya era hora de salir de aquella casa.
Tenían poco tiempo para conocer algo de Estocolmo, ya tenían
un viaje programado hacia España en la noche, primero fueron
a los puertos donde se resaltaba la belleza arquitectónica y los
hermosos paisajes que se lograban observar, luego visitaron la
Fundación Nóbel que adjudica el galardón de los premios Nó-
bel.
Dentro del edificio de la fundación, Kenji encontró el monumen-
to del listado de premios Nóbel y sentía orgullo de encontrar
los japoneses que han recibido los premios así:

AÑO NOMBRE Y APELLIDO PREMIO

1949 Hideki Yukawa (Física)


1968 Yasunari Kawabata (Literatura)
1969 Leona Esaki (Física)
1970 Eisaku Sato (Paz)

Al terminar la tarde, recogieron sus maletas y tomaron el vuelo


directo a España.

47
Toshiaki Wago
Española
Llegaron al aeropuerto Barajas en Madrid, un lugar desordenado
pero con mayor fluidez social, donde observaron variedad de
razas, especialmente la africana ya que este aeropuerto servía
como puente entre Europa y África.
- ¿Y ahora qué? –preguntó Toba.
- No te preocupes, tengo mi arma secreta, mi libreta telefónica.
- Oye tú por qué nunca me contaste que tenías una mujer en
cada país.
- No, solo sus teléfonos.
Buscó el nombre de Carmen, pero su número jamás contestó.
Ella era una mujer que había trabajado hace un tiempo en el
restaurante “la Guitarra” en Tokio, era bailarina de flamenco y
siempre que terminaba su espectáculo, se acercaba a la mesa
donde estaba Kenji, para hablarle de su querido pueblo, Sevilla, la
cuidad más linda de España.
Antes de partir de Tokio, ella le dijo a Kenji que extrañaba su tie-
rra, que se iría a trabajar como administradora de un restaurante
llamado “la Cueva”.
Y Aunque Kenji solo tenía una bonita amistad con ella, la recor-
daba mucho, lo primero que hizo con su amigo, fue tomar un bus
hasta Sevilla y buscar aquel restaurante, caminaron por varias
horas entre las calles respirando un aire de flamenco y paella
entrando en un ambiente típico español, al cruzar una esquina
vieron un gigantesco aviso “Restaurante La Cueva”
Al entrar allí, la observó, con su uniforme rojo y un delantal
blanco, el saludo fue efusivo, pero como ella estaba trabajando,
se citaron en el hotel donde ellos irían a descansar.
A las 4:00 am, después de cerrar el restaurante, Carmen llegó
con una amiga al hotel, despertaron a los inseparables amigos, les
trajeron vino tinto y paella del restaurante, pasaron una noche
sencillamente romántica, llena de risas y buen ánimo, acompaña-
dos de la agradable música de Julio Iglesias y Rafael; de repente
tres hombres con guitarras y una mujer con voz gruesa se acer-
caron y ofrecieron tocar en vivo la exótica música del flamenco,
las guitarras comenzaron a sonar, Carmen y su amiga acompaña-
ban con las palmas, tomaron unos abanicos, recogieron su cabe-
llos, comenzó así una danza que para los japoneses era extraña.

48
Kamikaze
Ellas intentaron sacarlos a bailar, pero ellos se negaron, Este no
era su fuerte, la danza se torno atractiva, era como un juego
sensual, donde ambas trataban de incitarlos con el movimiento
de sus caderas y el sonido de sus tacones, era algo muy gitano y
apasionado.
En medio del vino, Toba no soportó el llamado de la danza, se
puso de pie y como un títere mal maniobrado, comenzó a bailar
generando risas entre los músicos, tomó a la amiga de Carmen,
le dio una vuelta y la cargó a sus hombros y se la llevó para el
cuarto, la danza había hecho efecto.
La fiesta terminó, los músicos se marcharon, Kenji quedó a solas
con Carmen y allí descubrió en su cuerpo sevillano un aroma de
vino tinto que lo llevó hasta la habitación.
Para él era una época de éxito en el amor, no podía creer tener
la suerte de conocer una mujer en cada estación de su viaje.
Ella soltó un poco el cierre de su vestido y se acostó en la cama
para atraer a su presa, él se acercó, bajó un poco la luz del cuar-
to, se concentró como todo buen hombre que trata de evitar
que los efectos del licor eviten un desarrollo sexual pleno, lo
curioso de aquella mujer fue que no dio ni recibió un solo beso
en la boca, prefería que él tiernamente paseara sus labios por su
cuello y cuerpo.
Al quedar completamente desnudos, ella levantó su mirada, dio
un largo suspiro, no de amor, fue tan profundo que reflejaba
pasión y llevada por el ritmo flamenco que había quedado en
sus mente, se ubicó encima y comenzó un movimiento de cin-
tura que él jamás había sentido, era difícil de describir, pero para
Kenji resultó apasionante agarrarla fuerte de la cintura y pasar
su dedo índice por la suave piel que cubría su columna vertebral
y aunque el licor funcionaba como un retardante para él, era
inevitable llegar al orgasmo sintiendo como ella llegaba al suyo
al mismo tiempo.
Al día siguiente Kenji despertó solo en la habitación, ella había
salido temprano a cumplir con su horario de trabajo, él bajo al
comedor y pidió un café, observando las casas de Sevilla con sus
tejas españolas, pensaba en lo vivido en Europa, llegó a pensar que
la rusa era hermosa y el sexo oral era increíble pero mostraban
mucha pobreza, que la sueca era excelente en la cama, pero ha-

49
Toshiaki Wago
bía mucha libertad para el sexo y poco romance, que la española
era muy simpática y cariñosa y su movimiento de cintura era
espectacular, pero definitivamente que la francesa había dejado
en él una sensación extraña, el sexo no había sido primordial, fue
más importante una buena conversación para intercambiar ideas
culturales que saciarse inesperadamente en una cama.
Hacia la tarde, le dieron fin a la excitante travesía por Europa y
partieron de nuevo hacia Tokio, en el aeropuerto, Toba sorpren-
dió a Kenji:
- Me voy, deseo irme lejos de esta tierra los próximos días de mi
vida, gracias por tu lealtad y tu amistad, créeme que si yo naciera
de nuevo, me gustaría llevar la vida que tu llevas, te admiro mi
gran amigo
- Gracias Toba, por brindarme tu valiosa amistad –contestó
Kenji.
Era inevitable mantener las lágrimas en los ojos, él era su mejor
amigo, le dolía su partida y más aun cuando notó que Toba quería
decirle algo pero guardó silencio, jamás lo hizo y simplemente se
marchó.

50
Kamikaze

Capítulo 8
Yukio Mishima morir por la fe

Cuando llegó Kenji al Japón entró a su apartamento y se dio


cuenta que no estaba ninguna de las cosas personales de Yuki, tan
solo una carta en un papel viejo sobre la mesa que decía:
Kenji –San:
Sayonara (adios)
Debes estar extrañado de no encontrar ninguna de mis cosas, pero
tengo razones muy fuertes para marcharme.
Sé que tu vida se convirtió en una aventura por el mundo, vives fasci-
nado asumiendo riesgos y así la vives de una manera más interesante,
yo quiero paz para mí, te olvidaste de lo nuestro, de aquel inmenso
amor que teníamos y de los sueños que construimos juntos.
Gracias por el tiempo que estuviste conmigo, te amo, Dios te bendi-
ga.
Buena Suerte
YUKI
Él jamás imaginó que iba a perder a Yuki y estando allí solo, con
lágrimas en su rostro colocó la botella de perfume que había
comprado en París sobre la mesa sintiéndose vacío perdiendo
el sentido de su vida y de su futuro.
- ¿Qué voy a hacer?
- Gritaba desesperado golpeando su cabeza contra las paredes y
contra los muebles.
Horas después, cuando trataba de calmar los dolores que le ha-
bían dejado los golpes, a las afueras de su casa estaba ocurriendo
un hecho histórico en la historia del Japón.
El 27 de noviembre de 1970, Yukio Mishima, aquel admirado es-
critor y un grupo de jóvenes llamados Tatenokai, simpatizantes
de Mishima, asaltaron con espada en mano la oficina del coman-

51
Toshiaki Wago
dante del ejército en Tokio. El día anterior se reunió todo el
grupo en la casa de su líder Mishima en un gran patio, donde
cada uno con un polvo especial limpiaba su espada, cada una
medía cerca de un metro de filo y en su mango estaba tallado
el nombre de su fabricante, todos sabían que esta era un arma
vital para el asalto, era una insignia desde sus antepasados, hasta
los mismos Kamikazes la usaban en sus viajes, ellos sabían que
si llegaba un momento en que sus balas se acabaran, nadie se
atrevería acercarse porque el filo era un arma letal, además si
llegaran a decepcionar en su misión la usarían para cortarse su
estómago y hacerse Harakiri.
- Señores: ya es hora de descansar –decía Mishima con la cabeza
en alto –mañana le demostraremos a nuestros japoneses cuanto
vale nuestro país y nuestra sangre que está por encima de los
gringos, recuerden que Japón se sentirá orgulloso si su sangre se
derrama.
Todos escuchaban atentos dando su apoyo, recordando cuando
el Japón se perdió en la segunda guerra los gringos querían asesi-
nar al gran emperador japonés y que jamás lo hicieron porque se
dieron cuenta de que era demasiado importante para la cultura
japonesa, era un símbolo de respeto y soberanía.
A la mañana siguiente se levantaron muy temprano, incluyen-
do Mishima, todos se colocaron ropa interior blanca, camiseta
blanca, encima un pantalón gris, en su tronco una guerrera del
mismo color adornada con botones dorados y charreteras rojas,
además con elegancia usaban guantes blancos y al verlos de lejos
inspiraban respeto y disciplina, sus espadas brillaban con el sol
del amanecer.
Velozmente subieron a sus vehículos y partieron hacia el coman-
do, al llegar se sentía un ambiente de nerviosismo, pero su líder
era una voz de aliento y valentía.
El comandante era un gran admirador de Mishima, le gustaban
sus libros y sus ideas, por eso lo recibió sin ninguna traba tras la
mirada pasmada de todos los soldados que estaban en el coman-
do, el líder entró con cuatro hombres a la oficina del comandan-
te, los demás se quedaron afuera esperando nueva orden.
- Bienvenido mi gran amigo Mishima, es un placer recibir a tan
elogiado escritor.

52
Kamikaze
- Gracias, pero no creo que hoy vaya a ser tu amigo, vengo a
despedirme de una forma particular.
- Para donde viajas, donde te diriges –preguntó el comandante
nervioso –
- Al sitio donde la mentalidad japonesa me va a enviar –respon-
dió Mishima prediciendo lo que iba a suceder –
El comandante se sintió agredido, esperaba una visita más cor-
dial, pero era notorio que Mishima no iba con buenas intencio-
nes, trato de cambiar el tema para tratar de animar asperezas
- Veo que traes una espada, ¿tienes el permiso para portarla?
- Claro, recuerda que soy coleccionista de espadas y el gobierno
me protege.
Mishima lentamente se quito su espada con el estuche y se la
entregó al comandante, Este nervioso ante cualquier reacción
la tomó en sus manos, se colocó una hoja de papel en la boca
para no opacarla con su aliento, la saco de su estuche y el filo se
flejaba en sus ojos como señal de muerte, asustado la volvió a
guardar y se la entregó.
- Que hermosa espada, te felicito, ojalá sepas usarla.
Mishima se quedó mirándolo a los ojos fijamente, su rostro mos-
tró una maliciosa sonrisa, de repente sacó su espada y amena-
zando a los guardias enemigos gritó:
- ¡Obedezcan mis órdenes! –decía Mishima nervioso. y no ten-
drán ningún problema.
Los cuatro hombres que lo acompañaban también sacaron sus
espadas y cuando se disponía a matar a los guardias un grito del
comandante los detuvo:
. ¡Alto! No los maten, guardias quietos, no se humillen, quiero
escuchar las palabras de Mishima, no quiero sangre derramada.
Sus guardias se quedaron espectadores en contra de su volun-
tad, enseguida los cuatro soldados de Mishima sacaron un lazo y
amordazaron al comandante a su propia silla.
- ¡Si ustedes no me obedecen, mato al comandante con mi es-
pada! –gritó Mishima para que todos aquellos que estuvieran
detrás de la puerta lo escucharan–
Colocó violentamente la espada en su cuello, dejando una leve
marca que reflejaba que sus palabras eran ciertas, mientras los
demás jóvenes uniformados permanecían en silencio con sus es-

53
Toshiaki Wago
padas organizando el crítico ambiente de la oficina la cual tenía
un balcón que daba al patio principal del comando donde todos
los días se formaban las tropas para escuchar nuevas órdenes.
Mishima obligó al comandante a ubicar a su ejército en el patio y
allí tuvieron que formarse cerca de 500 soldados.
Imponente se paró en el balcón, mirando hacia el cielo, dejando
brotar su patriotismo en su mano derecha tomo su espada y en
la izquierda un papel con un discurso ya preparado:
“Ustedes están equivocados, no podemos depender de la fuerza ame-
ricana, tenemos que defender al Japón, contando con la mano del
espíritu japonés, todo lo que se está haciendo está mal, necesitamos
cambiar la constitución, así organizar mejor nuestra armada y defen-
der de los enemigos nuestras islas de norte a sur, ya es hora de des-
pertar hermanos, no dormiré más en la cuna de los gringos, además
me siento avergonzado de defender mi patria a través de la fuerza
de otro país y para protestar por mi mensaje, voy a hacer Harakiri
(máximo sacrificio del Japón) con toda la sinceridad y responsabili-
dad en las palabras de Tatenokai”.
El discurso duró aproximadamente 20 minutos y fue una protes-
ta sobre la forma de defender a su querida patria Japón.
Inmediatamente Mishima entró al cuarto de comando, se qui-
tó su uniforme, sacó la espada y colocó la punta del filo en el
estómago, con toda la fuerza de la rabia y del sacrificio se la
enterró, atravesó su estómago comenzando un inmenso dolor,
pero no una muerte instantánea, en ese momento detrás de él
había un soldado de Tatenokai preparado, quien cortó la cabeza
de Mishima para que no sintiera más dolor, después él mismo se
cortó el estómago haciendo la misma acción de su líder entró
un segundo joven y le cortó la cabeza al que se lo había hecho
a Mishima y sin soportar la presión en su mente también se
suicidó de la misma manera, luego entró un tercer hombre que
cortó la cabeza al segundo, de esta forma continuo la serie, hasta
que el cuarto no se suicidó, como señal de valentía levantó su
espada, quedó inmóvil por largo rato dando la impresión de ser
una estatua de un prócer.
- ¡No mueran más, ustedes son el futuro de Japón, no mueran!
–gritó desesperadamente el comandante sin poder desatar la
soga –

54
Kamikaze
El suelo se llenó de sangre, entraron los vigilantes y al verlos, el
joven levantó más su espada como un héroe de guerra, gritó.
- ¡Soy el testigo de este mensaje!
En aquel lugar solo quedó un ambiente de muerte, protesta, pero
ante todo amor hacia el espíritu japonés.
En el mismo día salió una foto sensacional en el periódico extra,
se observaban los cuatro cuerpos con las cuatro cabezas sepa-
radas con sus ojos abiertos como si fuera regañando a la vida de
los japoneses que no se preocupaban por el futuro de Japón y
en el centro aquel valiente con su espada en alto manchada de
sangre, todo el sitio rodeado por aquellos soldados asustados,
sorprendidos con sus bocas abiertas observando tanta muerte.
Kenji lo leyó en un periódico extra en una cafetería mientras
fumaba su cigarrillo y cuando observó la foto, miró la cara de
aquel joven que empuñaba la espada, corrió un escalofrío por
su cuerpo:
- ¡Ah! –soltando la taza de café al suelo –¡no lo puedo creer, el
joven con la espada es Toba!
No solo lo confirmó por su rostro, al ver detenidamente la foto,
se dio cuenta que la mano izquierda no tenía los dedos que ha-
bía perdido en Vietnam, guardó el diario y sintió la necesidad de
buscar a su amigo.
Intentó visitarlo en la cárcel, pero la fiscalía lo impidió, con la
excusa que se necesitaban más de 30 días para aclarar el acon-
tecimiento.
Al día siguiente un detective de la fiscalía visitó a Kenji para ha-
cerle un interrogatorio, pero no obtuvo mayor información, sin
embargo, a través de esta visita, Kenji pudo establecer muy buena
amistad con el detective, incluso compartieron historias como el
sueño de tomar café en Suramérica.
10 días después, Kenji pudo ver a Toba en la cárcel, físicamente
estaba más delgado, pero su rostro reflejaba alegría y recibió a
Kenji con un expresivo abrazo:
- Toba, amigo, ¿Cómo estás?
- Kenji, tu siempre mi mejor amigo, eres la primera persona que
viene a verme, de verdad gracias.
- Toba, ¿Por qué cometiste esa locura con el maestro Mishima?
¿y por qué no me habías contado nada de tu vida?

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Toshiaki Wago
- Amigo Kenji, tu no entendías mi forma de vivir en Japón, ahora
posiblemente el juez me sentencie unos 20 años en esta prisión
por el secuestro del comandante, y las muertes de los amigos de
Tatenokai no me queda otra alternativa que portarme bien para
que mi pena se reduzca a 12 o 15 años, y no quise contarte nada
porque no quería involucrarte, tu eres otro tipo de persona y
además eres mi mejor amigo.
- Toba, estás equivocado, no se te olvide que mi padre fue Ka-
mikaze, si yo te hubiera acompañado también hubiera hecho Ha-
rakiri como el maestro Mishima.
Toba le pidió a Kenji que le llevara varios libros de Mishima y de
Che Guevara.
El falló se dio y Toba fue sentenciado a 21 años de cárcel, lo cu-
rioso es que diez años después, la gente estuvo de acuerdo con
aquellas palabras del discurso, cada acción de los gringos debía
ser retribuida, ellos siempre hacían algo con la intención de reci-
bir algo a cambio, nunca demostraron buenas intenciones.
Después del acontecimiento del profesor Mishima, entre los
congresistas japoneses empezaron a discutir el asunto de la de-
fensa del Japón, modificar la constitución o sea oficializar el mi-
nisterio de defensa, en vez del Instituto de la agencia de defensa
del pueblo. Posiblemente se cambiara el organigrama de defensa
del Japón en el principio del siglo XXI.

56
Capítulo 9
Empleo el pan del día

Finalmente, Kenji se graduó en la Universidad, su madre, Aki ja-


más había sentido más orgullo de tener un hijo con dos diplo-
mas, economista e ingeniero civil, pero a pesar de esto él no con-
seguía empleo, la mayoría de sus compañeros de estudio, antes
de terminar el periodo ya habían conseguido trabajo, debido a
que las empresas japonesas hacían promociones y contrataban a
jóvenes estudiantes capacitados para que laboren en sus empre-
sas, pero Kenji jamás se interesó, no creyó en estas ofertas, de
vez en cuando iba al puerto y ganaba algunos yenes, aunque si él
trabajaba por una semana seguida ganaría casi lo mismo que sus
compañeros que ganan sus sueldos mensuales.
Muchas veces algunos comerciantes le ofrecían empleo, pero él
jamás se motivaba, sentía que sus conocimientos debían ser me-
jor aprovechados, tenía otra expectativa de vida, diferente a los
demás japoneses que se convertían es esclavos de una misma
empresa, en el mismo lugar toda la vida hasta conseguir su pen-
sión.
Pero todo debía cambiar, un día mientras leía el diario, en los cla-
sificados del periódico vio una atractiva letra, donde pudo leer:
- SE BUSCA JOVEN LICENCIADO QUE TENGA CONOCI-
MIENTO Y EXPERIENCIA EN COMERCIO EXTERIOR Y DO-
MINE IDIOMÁS EXTRANJEROS.
Su visión cambió, él sintió mucho interés por esta oferta, sentía
que allí iban a valorar su capacidad, enseguida tomó el teléfono y
llamó a la empresa, le contestó una recepcionista, él lo primero
que le dijo fue que dominaba el inglés y el español también que
tenía conocimiento sobre comercio exterior, pero que no tenía
experiencia, si eso era suficiente para trabajar en el exterior.

57
Toshiaki Wago
Aquella mujer le respondió que eso dependía de los resultados
del examen y la entrevista, pero que era importante llegar bien
preparado.
Lo que más llamó la atención de Kenji fue que esta empresa
fabricaba maquinaria pesada, como grúas hidráulicas, retroexca-
vadoras, perforadores con martillo, limpiadoras de calle y demás,
su nombre era Katio Ltda. Por todo esto no dudo en visitar esta
empresa.
El día del examen llegaron cerca de 50 personas, la mayoría eran
mayores de 30 años, sus vestidos eran elegantes, tenían perfil
de ejecutivos y los temas de diálogo eran bastante intelectuales,
Kenji se acercó a un coordinador y le pregunto:
- ¿Cuántas personas piensan emplear?
- Uno –respondió el coordinador.
- Mierda –respondió Kenji mentalmente.
En ese momento extrañó el trabajo en el puerto, el ambiente era
más alegre, ya había conseguido muchos amigos.
Cuando se sentó a presentar el examen, escribió en la hoja úni-
camente su nombre y apellido, al respaldo dibujó la figura de
Daruma, un sacerdote budista hindú que dejó al público su filo-
sofía y su forma de vivir, era un muñequito redondito que tenía el
peso en la parte de abajo y su cabeza aparecía levantada, al lado
escribió en inglés, un mensaje de Este personaje:
- Soy Daruma, paciencia, paciencia, paciencia, aunque me cai-
go siete veces en la vida, me levanto 8 para triunfar, así soy yo,
chao…
Kenji salió a los cinco minutos en medio de la burla de los de-
más aspirantes quienes veían ante sus ojos el fracaso de él en el
examen.
En la primera eliminatoria, el Señor Katío, el presidente de la
empresa, que a la vez era hijo del fundador, se enojó mucho al
recibir el examen de Kenji:
- Quiero ver la cara del muchacho que dejó el examen en blanco,
al respaldo hizo el dibujo, es un abuso para la empresa, jamás en
la historia había visto algo así, aunque el mensaje en inglés es
muy interesante, me agrada la filosofía del bonzo Hindú Daruma
–Dijo el presidente con asombro –
Lo que no sabía era que ese día Kenji llevaba bajo el brazo un

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Kamikaze
diario inglés llamado “Japan Times” donde hablaba sobre Este
sacerdote y Kenji lo único que hizo fue copiar este mensaje en
la hoja de examen.
La inquietud del presidente, hizo que Kenji pasará a la segunda
entrevista junto a 9 finalistas más, quienes llevaban ropas muy
elegantes, de saco y corbata, mientras Kenji era el único que
tendía simplemente pantalón y camisa.
El examen no fue sencillo, un australiano propuso diez temas
sobre la economía del Japón, la producción, la industria agrícola,
las finanzas, los comerciantes y demás temas relacionados con
dinero, cada uno tenía que escoger dos de los temas, y debían
hablar sobre éstos durante quince minutos.
La mayoría de los aspirantes hablaban bien el inglés y además sus
contenidos eran interesante, mientras que Kenji por su falta de
experiencia no tenía nada que hablar, únicamente contó sobre
sus viajes a los países europeos y las experiencias con las muje-
res, el presidente, lo único que hizo fue reírse, sin embargo una
semana después, a Kenji le llegó la citación para participar en el
examen final.
Esta vez llegaron 3 personas, y debían hacer el discurso pero en
español respondiendo a un interrogante.
¿Cómo los japoneses tienen que trabajar o tratar los siguien-
tes puntos?
¿El futuro de la economía japonesa?
¿Cómo exportar los productos al exterior?
¿Cómo controlar la calidad de los productos?
¿Cómo garantizar un buen servicio?
¿Cómo sería la educación y la economía dentro de cincuenta
años?
¿Qué país sería la cabeza de la economía dentro de cincuenta
años entre Japón, EE.UU., Rusia, Canadá, Italia, Inglaterra, Fran-
cia, Alemania o China?
Pero Kenji tuvo suerte, el inspector del examen fue su profesor
en la universidad, el señor Navarro, quien calificó de una manera
seria y objetiva, sin embargo, cuanto tuvo que pararse al frente y
responder las seis preguntas, Kenji afirmó que el futuro del país
era China, ya que su población se acercaba a los mil millones,
casi 10 veces más que la que tenía Japón, además que allí la gente

59
Toshiaki Wago
era honesta y tenían una agradable forma de vivir y trabajar, así
mismo él olvido las preguntas y terminó hablando de su situa-
ción económica, de su trabajo en Vietnam, de la recolección de
cartuchos, hasta la triste despedida de Yuki que hizo que salieran
algunas lágrimas.
El señor Navarro le asignó la mejor calificación, y de esta manera
Kenji logró entrar a la empresa Katio.
Una semana después se presentó en la empresa para firmar el
contrato, al momento de hacerlo Kenji propuso una condición,
que su contrato no fuera indefinido, él quería ganar por comi-
sión y no con un sueldo fijo, ganando un 5% de la venta sobre el
valor de la exportación, claro está que la empresa debía correr
con los viáticos y la representación.
Antes de iniciar su trabajo, él fue a Ise, a visitar a su madre.
- Kenji, Yuki.san se casó hace poco tiempo en nuestro pueblo,
será mejor que la olvides.
- OK mamá seguiré tu consejo.
La visita solo duró un día, el momento de la despedida fue bas-
tante emotivo, Kenji sacó la foto de su padre pidiendo buena
suerte con su madre para su nuevo futuro.
En la estación de tren Ise, para ir a Tokio, en la taquilla de comprar
tiquetes, Kenji fijó mirar una pareja joven, era Yuki y su esposo. El
ambiente de la pareja era muy agradable pero cuando Yuki miró
a Kenji inmediatamente le cambió el rostro, le empezaron a bro-
tar lágrimas de sus ojos y a Kenji también se le empañaron sus
ojos y pasaron los recuerdos de 4 años de la vida en su cabeza
como un rayo. Kenji entró al baño para limpiar su cara y cuando
salió ya no encontró la pareja. Inmediatamente una vendedora
de Kiosco llamó a Kenji y dijo:
- Es usted el señor Kenji?, aquí esta la recomendación de la señora
que se acaba de ir –Era Omamori (guardia de la buena suerte de
vida de templos sintoistas).
- Adios Yuki mi mujer del alma.
El primer día de trabajo, el jefe de personal le enseñó todo el
sistema, las jerarquías y la forma de trabajo en la empresa, luego
lo llevó a dialogar con el presidente de la compañía:
- Hubo varios aspirantes que tenían mejor experiencia que us-
ted, pero me gustó su forma de pensar y actuar, por eso lo esco-

60
Kamikaze
gí, pero espero que los informes de trabajo que me entregue no
lleven muñequitos ni dibujitos.
Le decía el jefe con cierto aire de risa y burla, pero convencido
de haber tomado la decisión correcta.
- Aquí está su contrato de trabajo, con un sueldo mensual de
US$100 más el tres por ciento de comisión sobre el valor de la
exportación.
El ambiente de la oficina era muy agradable, lo enviaron a la
fábrica por 30 días donde aprendió el manejo y mantenimiento
de maquinaria, así como el manejo de los catálogos para llevar a
cabo las ventas.
En Japón la mayoría de las empresas y entidades estatales paga-
ban el sueldo mensual el día 25 de cada mes y las ventas para
Kenji no eran buenas, eran nulas, a él no le quedaba otra opción
que recibir cada mes aquel sobre que llevaba su sueldo mensual
sin comisiones, lo tuvo que hacer por más de cuatro meses, so-
portando el reclamo y la preocupación del jefe por el bajo índice
en las ventas de la empresa.
Un día Kenji decidió enviar un juego de catálogos a su amiga
Sarah en Suecia, junto con una carta donde le pedía averiguar
por el mercado en el norte de Europa, al poco tiempo recibió
su llamada:
- Kenji, necesito que vengas a Suecia, mi nuevo novio quiere in-
vertir dinero en la línea de maquinaria pesada, sobre todo en las
grúas hidráulicas, parece que hay negocio, vente ya.
Él sintió que esa era su oportunidad para demostrar sus capa-
cidades en las finanzas, así que solicitó a la empresa tiquetes aé-
reos vía Tokio –Estocolmo ida y regreso mas los demás viáticos
que sumaban aproximadamente unos US$2.000.
Este era el primer problema, en aquella época en Japón solo se
permitía salir del país con máximo US$500 como control del
Banco Central Japonés para tener reserva de dólares. Había dos
opciones para llevar todo el dinero, uno era el mercado negro,
pero podía salir el doble de costo por la tasa de cambio, o apro-
vechar la amistad con Sarah y pedir el dinero prestado.

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Capítulo 10
Suecia, el negocio, estilo vikingo

La suerte de Kenji era increíble, porque en Suecia no existían


fabricantes de grúas hidráulicas, solo existía una famosa empre-
sa llamada “Volvo”, que se destacaba por sus automóviles y las
retroexcavadoras, tenían la necesidad de importar éstas maqui-
narias, además en Suecia, en aquel época al igual que Inglaterra
y Japón, los vehículos mantenían el puesto del conductor al lado
derecho, esto hacia que la entrega de cualquier pedido fuera
mucho más rápido.
Al llegar a Este país lo primero que hizo fue recordar todos los
momentos que estubo con Sarah en su travesía por Europa con
Toba.
Ella lo recibió en el aeropuerto con su nuevo novio, se llamaba
Heineken, era un vikingo muy dinámico, de 1.85 m de alto, blan-
co, cabello mono, ojos azules, y dominaba el inglés.
Cuando llegaron a Estocolmo, fueron a la casa de Heineken don-
de vivía hacia 6 meses con Sarah:
- Kenji, esta es tu casa, puedes estar cómodo y quedarte el tiem-
po que quieras, lamento no poder atenderte pero tengo que
viajar al puerto Goteburgo y vuelvo hasta mañana, mientras tan-
to Sarah te puede acompañar –le dijo Heineken inocente del
pasado –
Apenas él salió, Sarah ordenó a las empleadas que se fueran a
descansar y que volvieran al otro día, allí quedaron en esa inmen-
sa casa lujosa Sarah y Kenji.
Primero tomaron una botella de vino y hablaron de sus vidas,
de sus trabajos, luego Kenji sintió un deseo enorme de abrazarla
fuertemente, ella se paró, lo tomó de la mano y lo llevó caminan-
do de una manera muy sensual hacia la piscina que quedaba en

62
Kamikaze
el interior de la casa, esta era climatizada, comenzó a quitarse la
ropa, haciéndolo casi en una exótica danza y cuando estaba com-
pletamente desnuda, entró en la piscina, Kenji no pudo soportar
la tentación, se desnudó luego se sumergió en el agua, nadó hasta
donde ella estaba, la abrazó fuertemente y comenzó a acariciar
su cuerpo, pero ella lo esquivó para alejarse de el nadando muy
sensualmente. El momento se convirtió en un juego de peces,
hasta que ninguno pudo evitar la tentación y en aquellas cálidas
aguas, hicieron el amor.
Al terminar, se pararon frente a una ventana donde se observaba
un paisaje nocturno de Estocolmo, Sarah tomó un suspiro y de
lo más profundo de su mente le dijo a Kenji:
- Yo me siento mejor contigo que con mi novio, tú me haces sentir
cosas especiales, abrázame fuerte, hazme el amor de nuevo…
Al día siguiente Heineken llegó a tiempo para desayunar, e ino-
cente de la situación, en medio de la alimentación, entusiasmado
dijo:
- Kenji, si tú me financias 6 meses de pagos de cada embarque de
las gruas hidraúlicas, yo te aseguro importar 100 grúas cada año,
eso representaría una inversión anual más de US$ 8.000.000 y
me garantiza la exclusividad de la línea Katio con Suecia, Norue-
ga y Finlandia.
Kenji sintió que su respiración aumentaba, pero manteniendo la
calma dio un respuesta rápida:
- Los invitó a usted y a Sarah al Japón para legalizar el contrato,
así lo pueda firmar el señor Katio y yo firmaré como testigo.
Así terminaron el diálogo, ellos aceptaron y una semana después,
viajaron al Japón.
Kenji los recibió en el aeropuerto internacional de Haneda en To-
kio, ellos vestían un blue jean viejo y un sombrero estilo vikingo,
lo que generó duda en Kenji, no estaba seguro que su jefe fuera
a firmar un contrato de esa magnitud con personas así vestidas,
entonces no tuvo otra salida que llevarlos a la calle de Ginza en
Tokio, donde existían las tiendas más famosas del mundo.
Entraron a la tienda Yves Saint Laurent donde les compró la ropa
adecuada, pantalón, camisa y corbata para él, un hermoso vesti-
do acompañado de un perfume marca Opiom para Sarah, así se
fueron para la compañía.

63
Toshiaki Wago
La llegada fue curiosa, porque cuando se acercaron a la secre-
taria del presidente, ella sintió el aroma del perfume de Sarah y
muy carismática dijo:
- ¡Qué perfume más delicioso!, oye Kenji así tienes que conse-
guirte una novia.
Haciendo que él se sonrojara y se apurara para entrar al despa-
cho.
Cuando entraron a la oficina del presidente, él los recibió con
mucha amabilidad, los hizo sentar, les ofreció una bebida, y lanzó
la primera pregunta:
- Sr. Heineken, ¿En dónde se están hospedando?
- En el hotel Imperial –respondió con seguridad.
- Muy bien, muy bien.
Esto con el único fin de analizar la situación económica del clien-
te y el presidente quedó muy satisfecho, ya que “El Imperial” era
el mejor hotel y más costoso de Tokio.
El protocolo del contrato no duró más de diez minutos, el presi-
dente aceptó la financiación a seis meses para los pedidos, firma-
ron el contrato prácticamente sin leerlo pero seguros de tener
éxito en el negocio.
De ahí Heineken y Sarah se fueron a conocer el país, primero
fueron a Kyoto en el famoso tren bala que corre su máxima ve-
locidad 280 km/h, la que era capital del Japón y conocieron un
monumento con el famoso templo llamado Toshogu en Nikko,
donde se encontraba la Familia Tokugawa, quienes gobernaron al
Japón de la misma generación en generación durante 300 años.
Una noche, cuando ellos regresaron a Tokio en medio de las
visitas turísticas, Heineken le pide a Kenji que lo lleve a conocer
el famoso baño turco de las japonesas, porque había escuchado
que era un lugar donde el servicio de las mujeres era muy com-
pleto.
Kenji sin negarse habló con un amigo del sitio y lo llevó a cono-
cer.
Mientras Heineken estaba en el baño turco, Kenji tuvo que es-
perarlo por más de dos horas en el restaurante, cuando lo vio
salir, Heineken no podía borrar de su rostro la felicidad de haber
estado en aquel sitio:
- Oye Kenji, la atención es excelente, las mujeres japonesas tie-

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Kamikaze
nen muy buena técnica con los hombres, antes de salir de Tokio,
voy a venir todas las noches.
Y lo hizo, su estadía duró dos semanas más y cada noche a es-
condidas de Sarah, visitaba aquel exótico sitio.–
Mientras Kenji solo pensaba en que llegaría el momento que em-
prendería un viaje por toda Europa con Heineken y así tendría
la oportunidad de estar cerca de Sarah, pero la respuesta de ella
no fue la esperada:
- Kenji, yo no quiero viajar con ustedes porque mi novio tiene
una amante en cada país y me siento muy incómoda de estar con
él –dijo Sarah llena de rabia y desconsuelo.
Kenji guardó silencio, no le insistió ni tampoco comentó sobre
las infidelidades de Heineken.

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Capítulo 11
Inglaterra tradición de europa

El primer país que visitaron fue Inglaterra, desde ahí Kenji co-
menzaría a conocer mucho de la vida de su compañero de viaje,
Heineken.
En el aeropuerto de Heathrow, en Londres, se sentaron en la
sala de espera, desde allí Kenji, como era costumbre comenzó a
analizar a la gente, todos eran muy elegantes, los hombres usa-
ban trajes oscuros de paño, la mayoría portaban sombreros y
cargaban sombrillas, su inglés era muy fluido, era el verdadero
inglés, no como el de los gringos, esto dejaba a Kenji una impre-
sión de ser un país rico lleno de hombres de negocios.
Mientras esperaban a una de las novias de Heineken, compraron
el té inglés, aquella exótica bebida que el famoso italiano Marco
Polo en uno de sus viajes encontró en la China donde era lla-
mado té verde, pero que de forma accidental en el recorrido de
China a Italia dentro del barco se evaporó, cambio su color de
verde a amarillo y para no perder la mercancía, este aventurero
se inventó una nueva receta, lo echó en agua caliente y le agregó
azúcar dando como resultado el té inglés que se toma en las
horas de onces y descansos.
Una hora después apareció Diana, una novia de Heineken, mujer
rubia, alta de ojos azules y de gran porte, acompañada de un niño
de seis años llamado William, fruto de la relación entre ellos dos,
el cual miró extrañamente a Kenji y le dijo:
- Hi, japonés banano.
Dejando a Kenji sorprendido y haciendo pasar una vergüenza a
la madre ya que el banano era el símbolo de la sangre asiática.
Olvidando el incidente, se fueron hacia una cafetería y comenza-
ron a dialogar sobre negocios:

66
Kamikaze
- Kenji, el papá de Diana tiene una distribución de grúas inglesas
marca Coles, él miró tu catálogo y se enamoró de la grúa Katio
y autorizó a Diana para que lo representará y pudiera firmar
cualquier contrato.
- No hay problema –dijo Kenji –
- Si tú lo autorizas, yo respaldo una carta de crédito para la com-
pra de 12 grúas al año, una grúa mensual, todo con un valor total
de US$800.000, ¿qué te parece?
Por unos segundos, Kenji miraba el rostro de su amigo, aún no
creía que su negocio progresaba tan rápido, parecía desmayado,
inmóvil, solo observaba.
- Oye Kenji, ¿qué te parece? ¿No te gusta el negocio?
Y asustado despertó de su lapsus mental y aceptó sin ningún
problema.
- Yo mismo firmaré este contrato, no tienen que viajar a Japón,
la empresa me autoriza por que el valor no supera el millón de
dólares.
Sin más detalles Heineken dejó a Kenji en el hotel Ritz, un sitio
cómodo, lujoso de un barrio de Londres cerca al palacio de Buc-
kingham, residencia oficial de familia real inglesa.
Al día siguiente, recibió una visita muy especial en el hotel, era el
papá de Diana, Mr. Home, desayunaron juntos, Kenji le explicó la
forma del negocio de la línea Katio, el sistema de venta, servicio
y mantenimiento.
- Yo te aconsejo que envíes a dos de tus mecánicos al Japón –le
exigió Kenji –allí pueden aprender lo básico para el manteni-
miento de la maquinaria y su uso, Katio te garantiza el hospedaje
y el curso en Japón, ustedes corren con los gastos de pasajes.
- Me parece perfecto, yo sabía que mi hija iba hacer un buen
negocio, por algo es la mejor vendedora de la maquinaria que
tenemos en Inglaterra.
Se despidieron amablemente, pero Kenji no sabía que su amigo
ya había negociado 10 grúas para entregarlas en veinte días para
aprovechar una licitación que Diana había conseguido, pero apro-
vechando el negocio en Suecia, directamente de este país las en-
viaron para poder cumplir su tiempo de entrega con lo firmado.
En este país los negocios fueron prácticos y puntuales para Kenji,
se notó la facilidad y la inteligencia de los ingleses a pesar de su

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Toshiaki Wago
terquedad, como en muchos casos se fijaban mucho en la ropa
y el hotel donde se hospedaba el vendedor, fue un país donde él
se limitó a los negocios y no a las mujeres.

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Capítulo 12
Grecia nostalgia de olimpia

Su segundo destino fue Atenas, una ciudad histórica, donde el


intenso color azul del mar mediterráneo, se contrasta con el
blanco de las casas, donde se encuentran en verano varios ex-
tranjeros millonarios.
Al salir del aeropuerto los esperaba un automóvil privado marca
Ford con un chofer muy elegante que llevaba en su mano un
cartel con el nombre de Heineken, este hombre no pronunció
palabras y los llevó a una casa a las afueras de la ciudad.
En el trayecto Kenji sintió la tradición histórica de la ciudad, ob-
servaba muchos monumentos de grandes pensadores y una gran
invasión de turistas, las calles eran limpias pero muy angostas,
sus habitantes demostraban ser buenas personas, de buen trato
y bien vestidas, pero se sentía cierta escasez de industria, era
notable que la mayor fuente económica era el turismo.
Llegaron a una gigantesca mansión la cual era de dos pisos y
tenía 8 habitaciones cada una con vista al mediterráneo, en
cada rincón había un empleado dispuesto a servir, era un sitio
muy campestre, al bajar del auto se pararon frente a la puerta
de la casa como si anunciaran la salida de un gran emperador,
en una calle de honor entre empleadas y mascotas apareció
la Sra. Venus, la viuda, una mujer típica griega de color de piel
trigueña, estatura media, muy elegante, con unos ojos grandes
y una mirada penetrante de un ambiente afectivo, dueña de la
distribuidora del tractor agrícola marca Ford y los automoto-
res japoneses marca Toyota, también era socia accionista del
banco con Onasis.
Heineken la había conocido porque era un amigo íntimo de su
fallecido esposo, un hombre talentoso que paso su último segun-

69
Toshiaki Wago
do de vida mirando como un auto lo arrollaba y le quitaba la vida
dejando toda su riqueza y soledad a la viuda.
Miles de hombres la apetecían, no solo por su riqueza sino por
su bellaza, tanto así que cada vez que aterrizaba en el aeropuerto
en su avioneta privada Mitsubishi YS.11, todos los griegos soña-
ban estar con ella.
Al pasar el tiempo Heineken ganó la confianza de la apetecida
mujer convirtiéndose un par de veces en su amante.
El primer encuentro de Kenji con ella no duró mucho, ella era
una mujer segura en sus decisiones, entraron al comedor mandó
servir suculentos platos de pescado preparados en aceite de olivo,
comenzaron con una charla como una mezcla cultural, Kenji sor-
prendía a los invitados de la mesa contando las costumbres de su
país, sus platos típicos, el orgullo de ser hijo de un Kamikaze y el
profundo amor hacia su madre; al terminar de comer destaparon
una botella de vino blanco y comenzaron a hablar de negocios.
Ella fue muy puntual, necesitaba 10 retro excavadoras lo más
pronto posible, Kenji observó su seguridad, sacó el contrató y
comenzó a llenarlo, propuso la misma forma de pago por medio
de una carta de crédito, ella no se opuso, firmó y aseguró rápida-
mente el contrato con la línea Katio, pero a cambio él debía dar
inducción al gerente de venta y al jefe de servicio sobre mejora-
miento en servicios y mercadeo por una semana.
Esto obligó a Heineken a dejar a Kenji en este país, él debía
viajar a Suecia para continuar con sus negocios y velar por sus
mujeres.
Cada tarde cuando terminaba la clase, Venus llegaba y recogía a
Kenji y lo llevaba a su casa convirtiendo en el japonés más envi-
diado por los griegos.
La última noche ella llegó más elegante que nunca, lo llevó a la
casa y contrató un chef japonés para que preparara la comida
favorita de Kenji y dio el día libre a Marco, su chef italiano quien
le ha servido por varios años.
El chef japonés no decepcionó, sirvió un arroz especial, sushi y
encima mariscos, atún, caracoles, pulpos y calamares, todos cru-
dos acompañados de una salsa de soya y Saké, un vino de arroz
que se caracterizaba por ser muy suave pero traicionero porque
emborrachaba fácilmente.

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Kamikaze
- Kenji, después de esta deliciosa comida, quiero que subas a mi
habitación, si tu vas a conocer a una Griega, esa quiero ser yo
–dijo la viuda de una forma inesperada.
Kenji aceptó, subieron a la habitación pero ella entró primero al
baño para prepararse, mientras él permaneció sentado en una
confortable cama.
Ella salió del baño, llevaba puesto un Kimono japonés debajo
de Este no traía nada, él se acercó y comenzó a besarla en la
boca, luego en el cuello, sus senos y la espalda, después besó sus
piernas hasta finalmente llegar a la parte más delicada de ella, él
sintió un aroma especial, como cuando se quema el polvo de las
hojas de laureles.
Después, Venus hizo lo mismo con Kenji y diciendo palabras en
griego comenzaron a hacer el amor con toda la fuerza posible,
tanto así, que ella le enterró las uñas en la espalda hasta hacerle
salir sangre, pero el placer era más fuerte que el dolor, lo hicie-
ron por tanto tiempo que lo último que se escucho fue.
- Kenji, basta, para ya, no aguanto más, estoy muerta.
Satisfecho salió de la alcoba en la madrugada dejándola profun-
damente dormida, en la salida sintió que alguien lo observaba,
sentía que unos pasos lo perseguían, asustado entró rápido y
cerró la puerta de su alcoba.
Kenji tenía un gran olfato, sintió un leve olor a pescado, por un
momento pensó que era su ropa, pero realmente detrás del clo-
set estaba escondido Marco quien toda su vida soñó con tener
en sus brazos a la viuda Venus, pero su romance fue imposible y
nunca se consumó, él jamás fue capaz de decírselo no duró por
sus insoportables celos.
Este hombre tenía la sangre caliente, había bebido 3 botellas de
vino detrás de la puerta de su patrona escuchando toda la noche
los gemidos imparables de su enamorada, en su mano llevaba
un cuchillo de cocina, el más grande y filudo que generalmente
usaba para cortar la carne.
Cuando Kenji se durmió, este hombre salió del closet dispuesto
a matarlo, pero las lágrimas lo delataron, un llanto despertó a
Kenji, asustado envolvió una sabana en su brazo y comenzó a de-
fenderse, recordó sus dotes para el Karate y cuando Marco qui-
so apuñalarlo, Kenji respondió con una fuerte patada suspendido

71
Toshiaki Wago
en el aire en todo su rostro rompiendo su tabique y enviándolo
a un rincón de la habitación, los empleados escucharon el es-
truendo pero cuando quisieron entrar, Kenji lo impidió diciendo
que simplemente se había caído de la cama.
- ¿Qué te pasa Marco?
- Maldito japonés, me quitaste lo más preciado en mi vida.
- Yo no te he quitado nada.
- Si, me quitaste a Venus, mi amor eterno.
Lavado en sangre aquel hombre entró en un llanto imparable,
Kenji se acercó y lo levantó, lo acostó en la cama y limpió su
nariz como señal de paz.
- Cálmate amigo italiano, te voy a decir algo para que nunca lo
olvides, el italiano es un genio para conquistar mujeres pero una
vez conquista una mujer no es fiel ni constante y si es muy celo-
so; mientras la griega es una diosa que merece un hombre que
la haga feliz.
Al salir el sol el italiano fue despedido por la viuda y Kenji, con
el deber cumplido empacó las maletas y se marchó hacia París
donde lo esperaba una nueva feria empresarial.

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Capítulo 13
Francia moderna y antigua

Para abrir el mercado europeo, Katio Ltda. participó en la Feria


Internacional en París, “EXPOMAT” planteó enviar 4 grúas y 2
retroexcavadoras junto con dos mecánicos de servicios y un
representante de ventas para el evento. Allí cerca del Arco del
Triunfo, Kenji tenía la ilusión de triunfar en la vida con la venta
de la maquinaria japonesa.
Allí conoció a un francés llamado Jean Paúl, quien era el represen-
tante de ventas de las maquinarias pesadas francesas “Richell” y
entre ellos creció rápidamente una buena amistad, algunas veces,
Jean Paúl le presentaba algunos de sus clientes para que conocie-
ra más opciones de venta.
Todo marchaba bien, en el tercer día de la feria, llegaron directa-
mente de la empresa Katio de Tokio 50 contratistas importantes
del Japón, Kenji tenía que recibirlos y atenderlos en París, ubicar-
los, darles hospedaje y enseñarles todo lo relacionado con la feria.
Para esto contó con la ayuda incondicional de Jean Paúl, lo que
hizo que aquellos invitados estuvieran satisfechos y se llevaran una
excelente impresión no solo de la feria sino de Kenji y su amigo.
En la feria Kenji logró vender 2 excavadoras, pero aun tenía 4
guías más por vender y todo porque no realizó el estudio de
seguridad de Francia, eso frenaba los negocios, pero existía otro
problema más grave que se presentaba en la aduana:
- Mire, las normas de seguridad del Japón son mucho más efecti-
vas que las de ustedes –alegaba Kenji con la gente de la aduana–
¿por qué no puedo nacionalizarlas?, si devuelvo estas máquinas,
puedo perder mi empleo.
Mientras mantenían esta discusión, el inspector de la aduana no
quitaba su miraba de la cámara fotográfica Nikon que llevaba Kenji,

73
Toshiaki Wago
era notable que añoraba una para él, hasta el punto que después
de una sonrisa que reflejaba avaricia, el inspector contestó:
- Espero que me entiendas muy bien japonés, si quieres naciona-
lizar tus 4 grúas, ya sabes que me puedes entregar a cambio.
No tuvo otra salida que pedir al señor Katio que para lo próxi-
mos negocios, embarcara las grúas cada una de ellas con una cá-
mara fotográfica en la caja de herramienta con destino a Francia
y Alemania.
Y no era extraño que el inspector hubiera deseado tener Este
accesorio, ya que en el país se veían varios productos japoneses,
como electrodomésticos marca Sony, automóviles Honda y las
cámaras fotográficas Nikon, etc.
En el último día de la feria, la mayoría de los expositores ya es-
taban agotados, llevaban más de quince días consecutivos traba-
jando, hablando sobre lo mismo y el entusiasmo de los primeros
días ya se había perdido.
Sin embargo, aun faltaba algo por suceder, a París, después de un
viaje por España con su esposo, había regresado Ivonne, aquella
hermosa mujer que Kenji había conocido, casualmente en el mis-
mo fin de semana, ella visitó el mismo restaurante del hotel, la
misma mesa y observaba por la misma ventana el rio Sena:
- Ivonne, me alegra encontrarte de nuevo –decía Kenji emocio-
nado –quiero que me acompañes a promocionar las maquinas
en los países europeos ¿aceptarías?
- Kenji, tu sabes que soy una mujer casada y quiero mucho a mi
esposo, lo nuestro fue hermoso, pero solo el momento, quiero
que vayas a mi casa y conozcas a mi marido.
Al día siguiente ella lo llevó a su casa y le presentó a su esposo,
un hombre mucho mayor que ella, acompañado de una joven de
16 años, la cual se sentó en la mesa junto al esposo de Ivonne,
comenzaron a cenar y después tomaron whisky.
Durante la cena Ivonne explicó que su esposo había sido el pro-
fesor en la universidad de Sorbonne y que actualmente trabaja-
ban juntos y Kenji entendió rápidamente, la joven estaba sentada
al lado del marido de Ivonne, porque era su nueva novia y no
falló, ellos ya tenían planeado un viaje a España por 15 días, mien-
tras tanto Ivonne tenía que quedarse, su esposo quería conocer
al japonés con el cual ella se iba a quedar.

74
Kamikaze
Al día siguiente, muy temprano, el esposo de Ivonne hizo maletas
y emprendió el viaje, dejándola sola, sin ninguna explicación, sin
importar que ella se quedaba con un hombre extraño.
Pero Kenji tenía que emprender otro viaje, su amigo Heineken
lo esperaba urgente en Suecia, aun quedaban por mitad los ne-
gocios y las metas planteadas, cuando Kenji quiso proponerle a
Ivonne que lo acompañara, ella no dudo un segundo en viajar.
El viaje transcurrió tranquilo, no pronunciaron palabra alguna,
y ella nunca quiso darle la cara a Kenji, sentía vergüenza estaba
muy concentraba mirando a través de la ventana del avión.
Cuando llegaron a Suecia, allí los recibió Heineken acompañado
de Sarah, quien recibió muy amigablemente a Ivonne, sin hacer
preguntas ni reclamos, todo giraba entorno a los negocios:
- Heineken, yo tengo 5 grúas en la zona franca en Marsella en
Francia, tuve que frenar la venta porque no tengo distribuidor
fijo, yo necesito abrir un punto de venta en Francia, el éxito
en la feria fue total, el producto tiene demanda, te doy un
30% de descuento si tu me ayudas –dijo Kenji en su afán de
negociar.
- Esta bien, yo acepto pero con un 50% de descuento –respon-
dió Heineken –y yo te doy un 10% de acciones de mis negocios
en Europa.
- Dame tiempo para pensarlo, una semana será suficiente, quiero
disfrutar mi estadía con Ivonne ya que estamos de luna de miel.
En ese momento Sarah quedó fría, no podía evitar mostrar un
rostro de envidia y celos, trataba de reaccionar ante la noticia,
pero la ocasión no lo permitía y la conversación terminó.
Cada uno partió hacia sus lugares y la respuesta de Kenji no tar-
dó lo esperado, al día siguiente llamó a su amigo:
- Hola Heineken, acepto pero con la condición que dejes la so-
ciedad a nombre de Ivonne, que ella reciba el 50% y tu el otro
50% en el mercado en Francia y en otros países ella el 20% y tu
el 80%.
- Pero Kenji, tu sabes que yo tengo otra socia en Inglaterra y
Grecia y eso cambia los gastos.
- Lo siento es mi única condición –decía Kenji convencido
- Está bien, que Ivonne sea tu representante en Francia y mi socia
en los países europeos.

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Toshiaki Wago
Concretados los negocios, las dos parejas se encontraron para
salir y divertirse un poco, visitaron Fiyoldo, un rio que se convir-
tió en un valle de hielo por los intensos fríos, allí las miradas eran
extrañas, como si cada uno no se sintiera a gusto con su acom-
pañante, tomaron un vino, se contaron historias agradables que
hacían que el momento fuera cómico, de un momento a otro,
en un descuido Kenji se escapó con Sarah, los momentos que
habían vivido juntos eran más fuertes que la ocasión, salieron
hacia la habitación y desnudos observaron por horas el hermoso
paisaje de Estocolmo; mientras tanto Heineken e Ivonne fueron
a otra habitación y estuvieron juntos e hicieron el amor, pero no
pronunciaron casi palabras, el dialogo fue poco.
Luego de tres horas se encontraron todos de nuevo, Kenji se
acercó tímidamente a Ivonne y le dijo:
- Hola Ivonne, ¿cómo te sentiste?
- Hola Kenji, me sentí muy bien, pero si hubiera hecho el amor
contigo, estaría mucho mejor –respondió reclamando –Sabes
algo Kenji, en la vida de un hombre y una mujer, el sexo es solo
una cosa adicional, para mi el amor es más importante, por eso
quiero regresar a París a encontrarme con mi esposo.
Para Kenji fue difícil escuchar esto, fue como si le hubieran pega-
do con un palo en la cabeza y le hubieran enterrado un cuchillo
en la razón.

76
Capítulo 14
Áfricas

África del Sur


Kenji quedó muy pensativo, lo dicho por Ivonne hacia que ana-
lizara un poco el futuro de su vida sentimental, aunque en ese
momento era más importante sus negocios, los cuales irían cre-
ciendo y eso lo sintió cuando recibió una llamada de Jean Paúl:
- Kenji, tengo otra propuesta que hacerte, África del Sur exporta
casi un 75% de diamante al mundo, yo tengo negocios allí, les
vendo volquetas para el trasporte en las minas, estoy seguro
que puedes venderles tus retroexcavadoras, ¿qué dices?, es una
linda oportunidad para conocer este país, especialmente Johan-
nesburgo.
Kenji sentía la necesidad de cambiar de ambiente, de ideas y dar-
le otro aire a su vida, sin lugar a duda, aceptó.
Alistó sus maletas y se encontró con su amigo en el aeropuerto,
tomaron un vuelo directo hacia Sudáfrica sin ningún altercado y
cómodamente.
Al aterrizar en Johannesburgo esperaban encontrar una tierra
muy caliente, pero el clima era cálido, fueron bien recibidos, pero
al observar la raza de las mujeres, su color de piel y un aroma
de su piel extraño sin ser racistas ninguno de los dos, se dieron
cuenta que su visita a este país iba a ser estrictamente de nego-
cios y no de placer.
Salieron a caminar por las aseadas pero polvorientas calle de la
cuidad, era imposible que un japonés y un francés pasaran des-
apercibidos entre la multitud negra, ellos se sentían observados
como animales en un zoológico, pero ellos mantenían, no eran
agredidos ni discriminados pero la comunicación era nula, era
muy difícil mezclar el africano y el inglés.

77
Toshiaki Wago
Tanto refresco y tanta caminata le provocaron a Kenji entrar
urgente a un baño público, cuando encontró uno y entró se dio
cuenta de que habían dos inodoros, uno negro y otro blanco, se
quedó observando por largo rato y se dio cuenta de que la gente
blanca entraba al baño claro y la gente negra al baño oscuro.
- Oye Jean Paúl, veo que los baños están distribuidos según el
color de piel, pero yo soy amarillo, a cuál puedo entrar, no me
aguanto más.
- No te preocupes –respondió riéndose –tu puedes entrar al
inodoro blanco, tu eres un hombre blanco.
En aquella época era muy fuerte la discriminación de la raza ne-
gra, incluso en los mismos países africanos.
Camino al hotel se encontraron con un japonés que llevaba unas
maletas muy pesadas, Kenji emocionado de ver alguien de su
tierra no dudo en conversar con él:
- Hola, mi nombre es Kenji, acabo de llegar a este país con ex-
pectativas de negocios, trabajo en la empresa Katio, ¿tu quien
eres?
- Hola, me llamo Sato, no tengo la misma fortuna tuya, me largo
de este país de mierda, me echaron como un perro, tengo que
abandonar a mi mujer y a mi hijo.
Este extraño hombre enfurecido agarró más fuerte sus maletas
y partió sin despedirse de su compatriota, Kenji se enteró des-
pués que este hombre había tenido relaciones sexuales con una
negra y quedó embarazada, pero cuando nació la bebé, una niña
negra con los ojos rasgados, el japonés fue expulsado del país, allí
era prohibido que un hombre blanco tuviera relaciones y mucho
menos hijos con una mujer negra.
- Oye, Jean Paúl, te tengo un regalo muy especial de calidad japo-
nesa –dijo Kenji riéndose –ya que tu eres todo un casanova, no
se me hace extraño que ya tengas una negrita entre ojos, así que
recíbeme este paquetico.
Extrañado Jean Paúl abrió el paquete y encontró un condón
marca Orquídea, soltó una carcajada y lo guardó en su billetera.
Kenji no dejaba de sentir miedo, el racismo estaba en su época
más cruel y temía ser agredido o juzgado por algo que no halla
echo, se instalaron en un hotel donde no encontraron ni un solo
hombre blanco, desde su gerente, el administrador hasta las em-

78
Kamikaze
pleadas de servicio, cada uno tomó una habitación confortable y
se prepararon para ir a las minas de diamante.
Tomaron un taxi viejo marca Chevrolet que los llevó hasta el
sitio donde aspiraban tener éxito en las ventas.
Al llegar no les pusieron problema, pero si debían ser acompa-
ñados por un guía por que cada mina llegaba a tener 5 hectáreas
de tierra.
Todos los empleados eran negros, excepto los ingenieros que
manejaban las obras, eran hombres ingleses de gran conocimien-
to y experiencia.
La mayoría de los equipos que estaban trabajando, era maquinaria
vieja y tradicional, pero su tamaño era impresionante, realmente
era maquinaria gigante, entre las cuales estaba una P&H que al-
canzaba a levantar en cada movimiento cinco metros cúbicos de
tierra, allí Kenji conoció al jefe de producción llamado James, con
el cual debía adelantar diálogos para futuros negocios:
- Gusto en conocerte, Kenji, cuál es la excavadora más grande
que tienes.
Kenji emocionado de iniciar un negocio, sacó el catálogo de su
maletín y le mostró la máquina más grande y eficiente que tenía,
que era una marca Katio pero solo excavaba dos metros cúbicos
de tierra, sin embargo, al jefe le pareció muy pequeña pidio a
Kenji dar explicaciones técnicas:
- Mire ingeniero, lea bien las especificaciones, la capacidad de
esta máquina es casi la mitad de todas las que tiene trabajando
en este momento, además su ciclo de trabajo es más rápido, casi
el doble de éstas, y como si fuera poco, el consumo de combus-
tible es menor, con dos máquinas de éstas, usted podría duplicar
su producción, además el motor de las máquinas viejas suyas
pueden durar tan solo 3 o 4 meses más.
- Tiene razón, estamos en un riesgo por no mejorar la maquina-
ria de trabajo, ¿cuánto tiempo tardaría en traer 2 retroexcava-
doras? Mejor dicho, no me interesa cuánto se demore, necesito
dos excavadoras urgentes.
Kenji jamás pensó lograr un negocio tan rápido, todo gracias a
sus capacidades de convencimiento como vendedor, aunque era
conciente que su logro lo había conseguido gracias a su amigo,
por eso lo invitó al Japón, para que conociera las minas que se

79
Toshiaki Wago
encontraban a unos 400 kilómetros de la capital, no sin antes
conocer la Casa Blanca en Marruecos, uno de los sitios más
exóticos de las tierras africanas.

Marruecos
Partieron hacia el aeropuerto y tomaron un vuelo de la empre-
sa British Air Line, que los llevó hacia Marruecos para conocer
Casa Blanca, luego de visitar muchos lugares, se fueron a buscar
a una vieja amiga de Jean Paúl, Doña Alfa, una mujer delgada de
60 años de edad, quien era dueña y administradora de la mejor
casa de citas de la cuidad
- Jean Paúl, bienvenido, hace tiempo no me visitabas –decía Doña
Alfa llena de alegría y nostalgia –sigan, aquí tenemos las mujeres
más hermosas que vienen de todo el mundo.
- Ponte cómodo amigo Kenji, yo no resisto las ganas de estar con
esta oriental.
Jean Paúl, sacó a una chica tailandesa y subió al segundo piso,
Kenji se quedó sentado en la barra tomando sencillamente un
café y mirando fijamente a Alfa.
- Señor Kenji, ¿no quieres subir con cualquiera de nuestras chi-
cas, en vez de quedarte ahí sentado observando como trabajo?
–le dijo Alfa mientras trabajaba detrás de la barra –
- No, hoy quiero descansar solo, mañana tal vez si amanezco de
mejor ánimo.
A Kenji le era imposible sacar de su mente las penetrantes pala-
bras de Ivonne, a pesar de que todas las chicas que habían en el
lugar eran hermosas, de todos los lugares del mundo, él prefirió
estar solo y en las mañanas caminar por la ciudad conociendo
lugares y culturas totalmente diferentes.
Dos días después, su amigo Jean Paúl se fue a París, se despidió
de Kenji con gratitud esperando verlo pronto en Tokio como
habían quedado.
Al día siguiente, Kenji ya completaba tres días, donde todas las
noches, iba a la casa de citas, pedía un café y se sentaba en la
barra a observar a Doña Alfa mientras trabajaba.
- Kenji, ¿seguro no quieres conocer a una de nuestras chicas?
Estoy extrañada.

80
Kamikaze
- Doña Alfa, agradezco su atención, pero ninguna de ellas es tan
elegante como usted, ¿no se ha mirado en un espejo? Aun con-
serva su figura, tengo que admitir que tiene la belleza exótica de
una mujer francesa.
Y tras los elogios hechos, doña Alfa se acercó a Kenji y muy sua-
ve le dijo al oído:
- Espérame en tu alcoba, apenas termine de trabajar, cierro el
negocio y voy a buscarte.
Esa noche, los turnos cambiaron, el sitio más popular de la ciu-
dad cerró sus puertas más temprano de lo normal, a las dos de
la mañana, doña Alfa entró a la habitación de Kenji, y por cada
paso que daba, iba cayendo una prenda de su cuerpo, hasta que-
dar totalmente desnuda, su silueta no aparentaba los 60 años de
edad que tenía, parecía una mujer de 30, o menos, cuando ya iba
llegando a la cama, cambio su rumbo y se dirigió hacia el baño.
- ¿Que haces? –decía Kenji ansioso– ¿A dónde vas?
- Al baño, voy a darme una ducha, vengo de trabajar y estoy su-
dada y me da pena contigo.
- No, ven a la cama, me gusta mucho el olor de tu cuerpo, siento
un exótico aroma a Jazmín.
- Esta bien Kenji, quédate quieto, quiero ver hasta donde resistes
–respondió doña Alfa con malicia –
Ella entró a la cama por la parte inferior y comenzó a besar las
piernas de Kenji, lentamente hasta llegar a su pene comenzó a
practicarle el mejor sexo oral que él había sentido, hacia mo-
vimientos muy excitantes con su lengua, lo hacia de una forma
tierna y delicada, tanto así que él no resistió mucho tiempo y en
menos de cinco minutos Kenji llegó a su primer orgasmo, una
sensación que él jamás había sentido.
Al terminar, ella salió de entre las sábanas y muy excitada le
dijo:
- Ahora si, quiero que saques todas tus fuerzas y resistas lo que
más puedas, ahora es tu turno, quiero que me hagas el amor y
me hagas sentir sensaciones únicas.
A pesar de que él ya había tenido un orgasmo y su cuerpo había
perdido fuerzas, comenzó a besarla en todo el cuerpo, se recu-
peró rápidamente y comenzó hacerle el amor con toda la inten-
sidad posible, esta vez durando mucho más tiempo, cerca de 40

81
Toshiaki Wago
minutos seguidos, donde cada vez que él cambiaba de posición,
ella llegaba a un orgasmo, eso sucedía cada 10 minutos, dejando
en ella el máximo nivel de placer.
- ¡OH Kenji!, te felicito, haces el amor muy bien, me doy cuenta
de que tu sabes que para hacerle el amor a una mujer, no se
necesitan técnicas especiales, solo encontrar su punto más sen-
sible, acariciarla suavemente y esperar a que ella llegue primero,
por que generalmente el hombre siempre se apresura.
Después ambos entraron a la ducha juntos, ella comenzó a lim-
piar el cuerpo de él con toda la ternura posible, algo que jamás
ninguna mujer, ni siquiera Yuki había hecho mientras tanto Kenji
se interesó por ella, por saber cómo había logrado tener esa ex-
periencia en el sexo sin temores ni penas ella le contó su vida:
Alfa era una africana pero no dijo que donde nació había comen-
zado a trabajar como prostituta desde los ocho años de edad
en esa casa de citas y después de 40 años en este oficio, logró
comprar el negocio y se dedicó a administrarlo.
- Mañana parto para el Medio Oriente, quiero aventurarme a
realizar negocios en esta parte del mundo, quiero que me acom-
pañes en mi travesía, ¿Qué dices?
- Kenji, si tuviera la misma edad tuya, no dudaría, pero, debo que-
darme al frente de mi negocio, de todas maneras siempre te voy
a esperar aquí en Casa Blanca con los brazos abiertos.
Al día siguiente, muy temprano, Kenji partió hacia Irak, a vivir una
nueva experiencia.

82
Capítulo 15
Medio Oriente

Irak
Kenji sabía que el negocio en los países del medio oriente era
muy complejo, primero que todo debía que tener algo de cono-
cimiento del Corán, la biblia musulmana, aunque Kenji siempre
tenía claro algunos principios marcados por las diferentes reli-
giones del mundo, como en el Budismo “amor y responsabilidad”
en Japón, el catolicismo “amor y perdón” en los musulmanes en
el Medio Oriente y el “ojo por ojo, diente por diente y la ven-
ganza”.
Kenji llegó al aeropuerto Internacional de Bagdad en Irak con
el documento en la mano, aspirando realizar la venta de las 100
excavadoras.
El negocio debía realizarlo directamente con el ministro del in-
terior y de defensa, Mustafa.
Su encuentro con él, fue rápido, no hubo tiempo de adelantar
ninguna conversación ni intercambiar ideas personales, lo prime-
ro que hizo Mustafa, fue entregarle a Kenji un chaleco antibalas y
llevarlo a la frontera con Irán.
Al llegar al sitio, Mustafá le explicó que necesitaban excavar
aproximadamente 150 km de trincheras para instalar allí a los
soldados en contra de los iraníes, Kenji observó cerca de 500
soldados excavando con las palas, en sus manos. Lo primero que
pensó, fue en la necesidad que ellos tenían de la maquinaria, so-
bre todo cerrar rápido el negocio para después ir a Irán en la
frontera con Irak para realizar el mismo negocio y cuando su
imaginación volaba, fue interrumpido por el ministro, quien le
dijo, que los mismos Iraníes, ya estaban haciendo las mismas trin-
cheras en la frontera, lo que hizo que la idea se fortaleciera.

83
Toshiaki Wago
Kenji aprovechándose de la necesidad que ellos mostraban, pidió
al ministro una entrevista con el jefe máximo del país, Saddam
Hussein, la única respuesta que obtuvo, fue que esperara una
semana máximo, que mientras tanto podía hacer un estudio del
lugar para el buen funcionamiento de la maquinaria, que podía
visitar el puerto para efectos de las maquinarias desembarque.
Una semana después de tanta espera y ansiedad por conocer
al jefe máximo, Kenji se puso su mejor vestido para ir al Palacio
Presidencial, lo recibieron los soldados, lo requisaron y lo man-
daron hacia una sala donde tuvo que esperar sin moverse por
más de tres horas hasta que el líder apareció.
Saddam Hussein, un hombre bastante alto, alcanzaba casi 1.80 m
de estatura, vestía un uniforme militar color café, una gorra don-
de se resaltaba una brillante estrella, tenía un bigote bien marca-
do y su aroma era agradable como una colonia francesa, con su
porte inspiraba mucho respeto y dominio social demostrando
ser un hombre que venía de familia pobre, que con sus principios
y liderazgo logró el poder, para Kenji este hombre tenía muchos
rasgos parecidos a Adolfo Hitler.
Llegó acompañado de todos los ministros y al ver a Kenji, con un
rostro serio y una mirada fija le preguntó:
- ¿Qué religión tienes?
- Soy budista, con el orgullo del amor y la responsabilidad –res-
pondió Kenji con seguridad –
- ¿No hay venganza?
- No, por la irresponsabilidad no hay venganza, si yo no puedo
cubrir la responsabilidad, lo hará mi hijo y si él no puede, lo hará
mi nieto y así sucesivamente, todo se debe mantener generación
tras generación, cada uno cubre la responsabilidad de otro.
- Lo respeto –Respondió Saddam satisfecho con la respuesta
–mi dios es Alá, ¡Inshara! (lo que ordena por dios Ala)
- Señor Saddam –dijo Kenji sin querer entrar en discusiones re-
ligiosas –sobre su escritorio dejo mi proyecto, es un honor para
nosotros estar a sus órdenes.
- Kenji, japonés, eres un amigo.
Kenji regalo un reloj Omega, por su recuerdo se lo puso en la
mano a Saddam, como muestra de agradecimiento por haber
permitido su visita y por haber conocido a un hombre que había

84
Kamikaze
gobernado ese país por tanto tiempo como todo un emperador,
y así concluyó la corta reunión.
Una semana después llegó a manos de Kenji, el contrato firmado
de las 100 excavadoras y el pago de contado de las mismas, como
si estuviera loco, Kenji hablando solo, se pregunto así mismo:
- ¿Por que Dios regala el petróleo a los países más pobres? ¿Por qué
en todo el país que es rico en petróleo la calidad de vida es pobre y
solo se enriquecen los políticos, accionistas de empresas petroleras
y el comprador extranjero, como ocurre en Irak, Irán,Arabia Saudi-
ta, México y Venezuela? ¡No me gusta esta forma de vida!
Kenji logró mantener la amistad con Saddam Hussein, pero aque-
lla idea que en algún momento le rondaba en la cabeza, quería
llevarla a cabo, entonces, salió de Irak rumbo al Meherabad Air-
port de Teheran, en Irán.

Irán
Al llegar Kenji notó que no tenía mucha diferencia con Irak, las
mujeres se tapaban el rostro con una manta negra que recibía
el nombre de Manteau y únicamente se le quitaban si su marido
quería besarla o hacer el amor, a la vez Estos podían tener varias
esposas, legalmente 4 mujeres las cuales debían vivir en la misma
casa, repartirse el oficio y la vida nocturna.
Como era costumbre él se sentó en la sala de espera a observar
un poco a las personas, cerca de su silla había una canasta con
revistas, con tal fortuna que encontró una en inglés para los tu-
ristas extranjeros, esta revista hablaba de la situación de Irán, de
algunas costumbres y de los problemas políticos.
Atentamente leyó un artículo de un caso de una gringa, una mu-
jer que se casó con un Iraní, al llegar al aeropuerto le quitaron su
pasaporte americano y le entregaron una libreta de extranjería
como documento provisional, comenzó un eterno sufrimiento
para esta mujer, su esposo Iraní empezó a cambiar de actitud y
aplicó la norma de las cuatro mujeres, obligó a la gringa a vivir
con tres esposas más, ellas no soportaban la presencia de una
gringa en la casa, en algunas ocasiones la agredían y le dejaban la
mayoría de los oficios.
Esta mujer desesperada trató de buscar ayuda para poder sa-
lir de este país con su pequeña hija, pero en aquella época no

85
Toshiaki Wago
existía la embajada ni el consulado americano en este país. Su
única salida fue escapar con su hija y llegar hasta la frontera con
Turquía donde si había presencia de oficinas gringas, encontró
ayuda política y pudo volver a su país con el temor de que algún
día su esposo la encuentre y la obligue a regresar como derecho
propio de los iraníes. La historia real triste de la gringa casada
con iraní.
Estando sentado leyendo esta revista en la sala de inmigración
Kenji se dio cuenta que una mujer iraní lo miraba fijamente, a él
le pareció curioso y en forma coqueta le pico el ojo para salu-
darla, de inmediato, se le acercó un policía de la inmigración y lo
arrestó sin dar explicaciones y se lo llevó para una oficina:
- Usted acaba de violar a nuestra mujer por los ojos –le dijo el
policía furioso –usted deberá ir a la cárcel.
Kenji no pudo entender muy bien las palabras del policía, se me-
tió la mano al bolsillo y sacó US$200, las miradas entre los dos
se cruzaron, sin pronunciar ninguna palabra, él los recibió y dejó
salir a Kenji del aeropuerto.
Al salir de la aduana, se volvió a encontrar a la misma mujer iraní
de los ojos exóticos quien le entregó una tarjeta y salió corrien-
do, él asombrado, la abrió y la leyó:
“Guía turística especial, domino el inglés y el hebreo”
Pero no decía su nombre, solo su dirección y teléfono.
Desconcertado salió hacia la calle y tomó un taxi corriendo con
suerte, el chofer hablaba inglés, le tomó su maleta y la colocó en la
parte trasera para que Kenji se hiciera adelante con él, cuando el
carro arrancó, el taxista comenzó a mirarlo de pies a cabeza y de
un momento a otro le cogió la mano y luego la pierna y le dijo:
- Quiero invitarlo a mi apartamento para que pasemos un rato
agradable, no se preocupe, todo será gratis, no acepto pago en
dólares. Tranquilo me gusta mucho el juga
Kenji quedó frío, mientras que el chofer comenzó a tocarle la
pierna y después intentó quitarle la correa del pantalón
- No, Gracias, no tengo esos gustos –respondió asustado mos-
trándole la tarjeta que le habían entregado –por favor lléveme a
esta dirección.
El taxista aceptó, pero no podía disimular su molestia y Kenji no
tuvo otra salida que entregarle otros US$200 para evitar proble-

86
Kamikaze
mas, concluyendo que en este país habian muchos homosexuales
porque no tenían dinero para comprar las mujeres.
Al bajar del Taxi, timbró en la casa de la dirección de la tarjeta,
allí conoció a Mafe, la mujer de ojos exóticos, una mujer soltera,
aun no tenía patrón, ella era espectacular y su trabajo era ayudar
a los policías de inmigración a pescar pasajeros extranjeros para
quitarles su dinero, pero en esta ocasión fue diferente, porque
Mafe se interesó mucho por Kenji, por eso le entregó la tarjeta.
Era evidente que Kenji le parecía atractivo, ella quería tener una
experiencia rápida, sin tantas palabras ni protocolos, quería ir al
grano, estaba necesitada y su cuerpo le exigía sexo, vio en él una
perfecta oportunidad, sabiendo que para una mujer era muy fácil
seducir a un hombre.
Tan pronto cerraron la puerta, ella lo besó, él respondió apasio-
nadamente, luego comenzaron a desnudarse desesperadamente,
Kenji estaba fascinado con su cabello largo, lo acariciaba con gran
ternura, luego comenzó a besar sus senos, parecían unos jugosos
limones, sus pezones se levantaron rápidamente, poco a poco
fue besando todo su cuerpo, lo que más le gusto era la forma de
hacer su sexo, que era realmente increíble y hermoso.
Ella en toda la noche, a pesar del cansancio de él, no dejó que
durmiera, era una dama exigente e insaciable, hicieron el amor
varias veces y sin darse cuenta los cogió el sol, del amanecer.
Pero tanto esfuerzo de Kenji por satisfacerla, no fue en vano, gra-
cias a ella, él conoció al viceministro de construcción con el que
logró un pedido de 200 excavadoras con una entrega inmediata.
La alegría de Kenji era enorme, sobre todo cuando realizó la
llamada a la empresa para pedir las 100 excavadoras para Irak
y 200 para Irán, era tanto su agradecimiento con Mafe, que le
entregó un cheque del Citybank por US$ 50.000.
Ya se había dado cuenta de sus éxitos en los negocios, era claro
que debía seguir adelante, por eso pensó en viajar a otro país
donde la economía fuera próspera, entonces pensó en el petró-
leo e inmediatamente en Arabia Saudita.

Arabia Saudita
Un domingo al llegar al aeropuerto King Khaled Internacional,
como era costumbre en cada país que llegaba, Kenji comenzó a

87
Toshiaki Wago
observar a las personas, sus rasgos físicos y sus costumbres, se
dio cuenta que ciertas personas no tenían su mano izquierda,
pero si la derecha, muy pocos no tenían ambas manos.
Asustado salió del aeropuerto, tomó un taxi, le comentó al cho-
fer lo observado para salir de la duda, Este le respondió que en
ese país esa es la forma de castigar el robo, si una persona es
capturada por primera vez, le amputan la mano izquierda y en la
segunda la mano derecha y si roba por tercera vez le quitan la
vida en público. Kenji se acordó de los cuentos infantiles Aladin
y la lámpara mágica de Alibaba y los 40 ladrones.
Asombrado pidió que lo llevara al hotel más cercano, allí lo re-
cibió un botones muy amablemente, quien le subió las maletas y
lo instaló en la habitación y de paso lo invito para que asistiera
a un espectáculo en la plaza pública frente al hotel, él aceptó y
salió con el botones.
A llegar a la plaza, el público esperaba comiendo carne picada y
bebiendo cerveza, de pronto salieron 4 hombres, ninguno tenía
manos y estaban encapuchados, Kenji de inmediato asimiló que
eran criminales, fueron colocados sobre unas sillas y les coloca-
ron sogas en sus cuellos, después, una persona que se conoce
como el inspector, comenzó a leer los delitos de cada uno, y al
terminar, el público gritó con euforia y frialdad:
- ¡Muerte!, ¡muerte!, ¡muerte!
Y de inmediato el ayudante del inspector con una fuerte patada
tumbó las sillas dejando los cuerpos allí colgando, duraron muy
poco convulsionando, luego de cinco minutos, el mismo ayudan-
te corta las sogas y los cuerpos caen entre un enorme cajón y
son llevados hacia el cementerio por sus familiares.
Era el peor espectáculo que Kenji había observado, no pudo evi-
tar sentir repudio por este acto en público, prefirió dedicarse a
los suyo y buscar la empresa Omatsu Ltda.
No tuvo que caminar muchas cuadras para llegar a esta impor-
tante empresa japonesa, a pesar que tan solo tenía la dirección y
el nombre del presidente de la compañía, el señor Kobayashi.
Al llegar se encontró con una gran sorpresa, la secretaria le in-
formó que el presidente llevaba hace tres días en la cárcel de
manera injusta, ya que en la empresa habían realizado un robo
de 2 computadoras y US$5000 en efectivo de la caja y cuando

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Kamikaze
el presidente fue a la fiscalia a poner el denuncio, esta al no en-
contrar los ladrones arrestó al presidente por engaño y abuso
de poder, sin embargo, Kenji habló con un abogado y logró sacar
de la cárcel al señor Kobayashi.
- Gracias, quedo inmensamente agradecido contigo, este país
musulmán es otro mundo, un mundo loco, es muy difícil traba-
jar aquí por la mentalidad que tienen en esta cultura, una vez
un ingeniero gringo de la empresa CAT, Caterpiller de Estados
Unidos, maniobró mal una maquinaria excavadora y mató a un
saudi, el juzgado ordenó que la familia del obrero debía manejar
la misma maquinaria y asesinar al ingeniero gringo de la misma
manera.
Esta historia alertó a Kenji y lo motivó para salir de inmediato de
este país, él no se identificó con el dios Ala, prefería al Buda o a
Jesús, sin embargo, tenía la necesidad de encontrar un contrato,
su paso por los demás países no había pasado desapercibido
y esta no podía ser la excepción, como agradecimiento el Sr.
Kobayashi, lo llevó a conocer el proyecto de construcción de la
cuidad de la Meca, allí logró vender 50 excavadoras al contratista
gringo que trabajaba allí hace más de 15 años.
Para evitar accidentes y problemas de manejo de las maqui-
narias, Kenji envió un mecánico japonés cuando llegaron las
máquinas para que hiciera el servicio de mantenimiento, con
tal mala suerte que este mecánico se accidentó en su carro
contra un poste de electricidad y fue encarcelado, lo más grave
era que el accidente ocurrió un domingo, la oficina de consula-
do japonés y demás estaban cerradas, no había nada que hacer,
el mecánico debía esperar hasta el siguiente día para que su
problema fuera solucionado, con tan mala suerte que al caer la
noche se acercó a él un vigilante y le ofreció la libertad inme-
diata a cambio de que tuvieran relaciones sexuales, el mecánico
japonés tenía principios claros y su sexualidad estaba definida,
él no se consideraba un homosexual, entonces se negó a la
oferta, el vigilante salió de la celda sin pronunciar palabra al-
guna, pero al llegar la media noche llegó acompañado por dos
hombres más y de forma violenta despojaron al mecánico de
sus prendas y en contra de su voluntad fue violado por los tres
guardias.

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Toshiaki Wago
Al día siguiente Kenji madrugó al consulado y logró darle libertad
al mecánico, cuando Este le contó lo sucedido, ambos guardaron
silencio y el mecánico se dirigió rápidamente al aeropuerto para
regresar salir de este país.

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Capítulo 16
Rusia cortina de hierro

Aturdido por lo que le ocurrió al mecánico, Kenji se sentó en


una banca para decidir cuál sería su próximo destino, decidido
a regresar al Japón, llamó a la empresa para anunciar su regreso,
pero la secretaria le informó que una mujer lo estaba buscando
desesperadamente desde Rusia, enseguida el recordó a Natasha
y la llamó de inmediato:
- Hola Natasha, mi viejo amor –dijo Kenji suspirando.
- Hola Kenji cómo estás, te extraño mucho, voy a ser concreta,
resulta que el sindicato comunista me nombró jefe de mercadeo,
estoy autorizada para comprar 3000 maquinas, entre grúas, bul-
dózer, excavadoras, cargadoras y volquetas, necesito que vengas
ya a mi oficina para reunirnos con la gente de Ichiban Corpo-
ración, que son especialistas en la importación de gas natural, el
proyecto consiste en la construcción del gasoducto de Siberia
a Moscú, de unos 3500 km de distancia, el gasoducto más largo
del mundo.
- OK excelente, mañana estaré contigo allá en Moscú, te mando
muchos besos, cuídate.
Enseguida y de forma inocente llamó a la gente de Ichiban, expli-
candole el mismo proyecto y acordaron encontrarse en Moscú
para ultimar detalles de este gigantesco negocio.
Al día siguiente en el aeropuerto de Moscú, Natasha recibió a
Kenji junto con el subgerente de Máqui Import, sin embargo ella
se ofrece a llevarlo al hotel donde se hospedaría, subieron al taxi
y por el camino ella le fue explicando todo el proyecto, pero
Kenji no le prestaba atención y en un movimiento inconsciente,
él le tocó la pierna a Natacha, pero el recorrido terminó y ya
estaban el la puerta del hotel.

91
Toshiaki Wago
Se registraron y subieron a la habitación:
- Kenji, antes de hablar de negocios quiero que recordemos
nuestra relación y revivamos esa pasión que sentimos alguna
vez dejándonos llevar por el deseo –le dijo Natasha apasiona-
damente.
- Me leíste la mente Natasha, yo pienso igual –respondió él mi-
rando lo gorda que ella estaba.
Desesperadamente comenzaron a rasgar sus vestiduras hasta
quedar completamente desnudos, ella lo empujo sobre la cama
luego se abalanzó sobre él y comenzó una batalla de pasión, un
encuentro desenfrenado y loco, ella se movía a un ritmo cons-
tante, no daba pie para que Kenji reaccionara, disfrutaban el mo-
mento, cada palabra y cada gesto, de repente, ella dio la vuelta,
se acostó boca abajo y con solo gestos y movimientos le insinuó
que quería tener sexo de otra forma, él abrió sus piernas y cum-
plió con el capricho hasta que lograron un orgasmo mutuo.
- Kenji, si supieras todo lo que te he extrañado, desde que recibí
este cargo casi no me he acostado con nadie.
- ¿Ah?, ¡casi, casi con nadie! –respondió él en forma burlona –me
imagino que me estas diciendo la verdad.
Luego de dos horas, de estar allí juntos desnudos descansando,
el sol comunista ya comenzaba a caer por el horizonte y por la
ventana se filtró un rayo que iluminaba el cuerpo desnudo de ella
mientras él la observaba fumandose un cigarrillo.
- Natasha, querida, ¿con quien ustedes consiguen el tubo de ga-
soducto de 3.500 km?
- Ya la junta directiva decidió comprar a la marca francesa. Pues
yo recomiendo a la junta comprara la maquinaria japonesa pen-
sando en su calidad y recordándote.
Kenji, yo te quiero ayudar a que te quedes con la licitación, como
agradecimiento te voy avisar los costos que va a manejar la com-
petencia para que tus precios sean más competitivos, pero la
comisión la repartimos así como están nuestros cuerpos en este
momento, desnudos por igual, miti y miti, ¿de acuerdo?
- Gracias. Ok acepto.
Ella cumplió, tan pronto la competencia mostró la cotización
para quedarse con el negocio, le envió a Kenji una copia de in-
mediato él arregló los precios de sus máquinas.

92
Kamikaze
Un mes después, Kenji e Ichiban ganaron la licitación, y se queda-
ron con el 80% de las ventas de la maquinaria, era la venta más
grande que había realizado en aquella época, la suma superaba
los US$ 240.000.000, la casa comercial Ichiban ganaba el 5% del
valor de la venta, incluyendo la comisión de Kenji del 2% mien-
tras que Kenji cumplió su palabra y le entregó a Natasha la mitad
de su comisión.
La ganancia fue elevadísima, tanto así que Natasha renunció a
la Cooperativa y decidió irse para el Brasil, aunque el destino
se empeñaba en reunirlos, la suerte no contaba con ellos, pre-
cisamente cuando cada uno salía del país, se encontraron en el
aeropuerto de Moscú.
- Hola! Kenji, que rico encontrarte, ¿hacia dónde viajas?
- A Tokio, a mi país ¿y tu?
- Voy para el Brasil en busca de una nueva vida, siempre lo he
soñado.
- Te felicito, yo también he querido conocer Sudamérica.
- Viaja conmigo, vámonos juntos, formalicemos nuestra relación
y le mostramos al mundo nuestro gran amor.
- No puedo, no estoy seguro, aún me quedan negocios por ha-
cer.
- Por la plata no te preocupes, ya encontraremos nuevos desti-
nos, quédate conmigo, me harías muy feliz.
Natasha insistía, ella quería una respuesta rápida y no quitaba la
mirada de la entrada del aeropuerto, como si escapara de alguien
o quisiera evitar un encuentro, mientras que Kenji sentía que
aun no era hora de organizarse con una mujer, todavía quería
vivir más experiencias amorosas y pasaba por un buen momento
laboral.
- Dime por favor, pero rápido porque el vuelo ya va a salir.
- No, lo siento, yo no puedo tomar esas decisiones a la ligera,
necesito hacer muchas cosas más en mi vida.
- Como quieras, me voy, te quiero mucho Kenji –decía Natasha
mientras le daba un apasionante beso de despedida y brotaba
una lágrima de sus ojos. saludos a tu amigo Toba y suerte en tu
vida.
Kenji no le respondió con palabras, su rostro nostálgico lo decía
todo y se quedó allí de pie mirando como una de sus amantes

93
Toshiaki Wago
marchaba hacia otra vida, en ese momento apareció un japonés
de la empresa Ichiban que trabajó con Kenji en el proyecto, traía
varias maletas y corría entre la gente buscando a una persona.
- Hola Kenji, que sorpresa –decía el japonés fatigado– ¿no has
visto a Natasha?
- Si, claro, ella acaba de pasar, cogió hacia el túnel de salida, ¿hacia
dónde viajas?
- Gracias Kenji, voy hacia el Brasil, adiós.
Asombrado se quedó ahora mirando aquel desesperado con
unas flores en la mano buscando el mismo destino que ella, era
claro que Natasha le había insistido a Kenji tanto porque ya tenía
planeado irse de luna de miel con aquel hombre.
Al mismo tiempo Kenji recordó el primer encuentro con Na-
tacha, casualmente en el mismo aeropuerto, compartiendo el
amor con su amigo Toba, definitivamente con ella siempre cursan
la suerte de la vida con otro japonés.
En silencio partió hacia su país, imaginando a esta mujer con este
hombre en la cama, en una playa bailando Zamba, pero nunca
arrepentido de haber aceptado la invitación.

94
Capítulo 17
China cortina de bambú

Después de 12 horas de viaje llegó directamente a la empresa


esperando un recibiendo caluroso por su último negocio y su
logro alcanzado y aún más cuando la economía del Japón comen-
zaba una crisis especialmente en la construcción, pero el ambien-
te de la empresa era tenso, había mucho movimiento, todos los
empleados estaban ocupados de trabajos y responsabilidades.
La empresa Katio había recibido un fax de la casa comercial Ni-
ppon Corporation, la compañía subsidiaria de Mitsuboshi, la más
potente de Sogo Shosha (Casa comercial en Japón) solicitando
1000 grúas y excavadoras que trabajarían en la zona Manchulia
en explotación de carbón y la instalación de oleoductos.
Mitsuboshi es una empresa muy fuerte económicamente pero
no podía figurar en el negocio de la China y países socialista por
la relación con los Estados Unidos.
Así mismo Nippón Corporation le pidió a Kenji que interviniera
en este negocio ya que se había hecho famoso por lo hecho en
Rusia.
No tuvo tiempo de descansar, esta vez viajó con su jefe, el señor
Katio hacia Pekín en un viaje que duró tan solo tres horas en
avión.
Al llegar, Kenji se sintió entrando a una escuela, prácticamente
todos los chinos estaban uniformados y la mayoría se transpor-
taba en bicicleta además para sorpresa de él ninguna mujer se
vestía de forma provocativa, sus vestidos no marcaban su silueta,
pero se sentía bien en esta tierra, era la gente de su misma raza
y recordaba que hacía 1500 años los chinos fueron los que lleva-
ron al Japón el budismo de la India a través de los bonzos (el sa-
cerdote Buda), y todas las escrituras que marcaban su religión.

95
Toshiaki Wago
Lo primero que hicieron fue participar en la Feria Internacional
en Koshu para exhibir sus maquinarias, las grúas y demás. Gra-
cias a todos los negocios que había logrado Kenji, los recibieron
muy bien, incluso la gente Nippón les dieron los dos puntos más
importantes para tener éxito en un país fanáticamente socialista
dirigido por Mao:
- Bienvenidos, conocemos su trayectoria y seriedad, por eso si-
gan estas dos recomendaciones –le decían a Kenji y al Sr. Katio.
- 1. Todos los días a las 5 de la mañana tienen que hacer cola
en el patio del hotel para escuchar los mandamientos de Mao,
aunque ustedes no necesitan recitar los artículos del libro rojo
de Mao, simplemente acompáñenos con movimientos de la boca
para simular que están recitándolo.
- 2. Si van a salir más de 50 km de Pekín deben solicitar un per-
miso del gobierno chino a la cooperativa de turismo explicando
el motivo de la salida y hacia donde van, esto para mostrar buena
conducta, los chinos le siguen los pasos a los extranjeros las 24
horas del día para evitar dudas de espionajes.
Ellos asumieron los consejos, pasaron 15 días y todavía no había
nada concreto, únicamente unas cotizaciones, el señor Katio se
cansó de esperar y se devolvió al Japón dejando a Kenji encarga-
do de todos los negocios.
En medio del desespero por la soledad en los negocios, Kenji
conoció a un mexicano que llevaba 8 años trabajando en la ex-
portación de mangos mexicanos a la China y al Japón.
- Ten paciencia amigo japonés, durante seis meses yo no encon-
traba ningún negocio y ahora son muy pocos los negocios, aún
no tengo nada fijo.
- Me estoy desesperando, en serio.
Pasaron 45 días y cuando Kenji ya estaba decidido a volver a su
país con las manos vacías, recibió una llamada de Nippón Cor-
poration en el hotel:
- Kenji.san, negocio, usted tiene que ir a la oficina de la coopera-
tiva para firmar el contrato, corre ¡hay pedido!
Kenji se vistió de corbata y tomó un taxi para que lo llevara, la
cooperativa era un edificio muy grande y elegante, la mayoría de
sus paredes tenía dibujado gigantes dragones como símbolo de
la dinastía China.

96
Kamikaze
En el interior habían dos secretarias una bilingüe y otra de asun-
tos generales, lo recibieron muy cordialmente, era la primera
vez que Kenji conocía a un gerente general “Chang” con tanto
ambiente de la cultura China y dignidad oriental.
El saludo fue muy grato, era entre dos orientales, el gerente le
entregó a Kenji un contrato de 50 páginas ya firmado por parte
de él, solo faltaba la firma de Kenji y la del representante de Ni-
ppón, las primeras 20 páginas hacían referencia a las condiciones
comerciales, precios, tiempo de embargue, forma de pago, las
multas y la cantidad; las otras 30 páginas hablaban de las garan-
tías, el entrenamiento y el mantenimiento de las maquinarias.
Cuando Kenji leyó las primeras páginas, se emocionó al ver la
cantidad del pedido, eran de 1.000 grúas, que sumaban cerca de
US$ 80.000.000, sus manos comenzaron a sudar de la emoción
al ver tantos ceros.
- Kenji, después de firmar este contrato, yo los invito a cenar a
un restaurante, te doy dos horas para que verifiques y firmes el
contrato.
Apenas el gerente se fue, Kenji comenzó a leerlo detenidamente,
no encontró ningún problema en las cláusulas y acuerdos, en
menos de media hora él y el gerente de Nippón lo firmaron
confiando en la seriedad de su cliente.
Luego cada uno se fue a prepararse para la cena, eran tres los
invitados, dos empleados de Nippón, Kenji más el gerente chino
quien llegó acompañado de 4 hermosas mujeres chinas.
Entraron al cuarto adornado con otra imagen de un dragón don-
de había un comedor redondo de color rojo que se encontraba
un nivel abajo del piso, no habían sillas, los invitados se tenían que
sentar en un escalón, cada una de las mujeres se hizo detrás de
un hombre para atenderlos en lo que ellos quisieran, le sirvieron
un arroz mixto con mariscos y verduras en un plato y al lado dos
palillos de marfil, todo acompañado de Lao Chu, un licor chino
con alto volumen de alcohol.
Al terminar el gerente satisfecho por la comida levantó su copa
y tomó de la mano a una de las acompañantes y con orgullo les
dijo:
- Gracias por su compañía, ustedes son de verdad personas muy
agradables, tengan la amabilidad de relajar sus cuerpos y las men-

97
Toshiaki Wago
tes con estas guapas mujeres, me voy con esta– recogiendo una
china y subió al segundo piso.
Agradecidos, inmediatamente los dos empleados de Nippón es-
cogieron cada uno a una de las chicas y subieron a distintas habi-
taciones dejando solo a Kenji con la última dama que quedaba.
Kenji había consumido mucho alcohol, además llevaba práctica-
mente dos noches sin dormir preparando los detalles del con-
trato, pero aquella china sabia lo que quería y lo invitó al último
cuarto.
Casi dormido él se dejó llevar por ella, una mujer de su misma
estatura delgada y muy linda, cuando lo acostó en la cama sus
ojos comenzaron a cerrarse, ella comenzó a besarlo para que
despertara pero el problema era que su cuerpo no respondía y
Kenji no se explicaba por qué, de repente ella se quitó la blusa
dejando ver un enorme tatuaje de un dragón que empezaba des-
de su hombro y cubría toda su espalda, esto asombró a Kenji, lo-
gró abrir sus ojos y puso en práctica las creencias de los chinos
El tatuaje del dragón tenía una cabeza grande que botaba fuego
por su boca, su cuerpo era como el de una serpiente pero tenía
cuatro patas, para los orientales el dragón simboliza el poder
celeste y terrenal, la sabiduría y la fuerza,
Kenji pensando en su significado comenzó a decir mentalmente
–yo puedo, yo puedo, como el poder del dragón para llegar al
cielo, yo puedo –y su cuerpo comenzó a responder, aun lado
quedó el efecto del alcohol y pudo satisfacer a la china, pero
apenas tuvo su orgasmo su cuerpo quedó dormido como una
roca.
Mientras ella lo consentía, él soñaba que estaba encima de un
dragón viajando al cielo y en la mitad del camino se encontraban
todas las mujeres que habían sido sus amantes hasta el momen-
to reunidas en una nube que tenía forma de Jacuzzi, él al entrar
todas lo recibieron con mucho amor y en el sueño una de ellas
le preguntaba.
- ¿Ahora necesitas de un dragón para que tu cuerpo funcione?
- No para nada, yo simplemente estaba tomado.
- No te creemos –decía otra mujer –te estás envejeciendo, tú ya
no funcionas.
- No, es mentira.

98
Kamikaze
Y en el sueño todas las mujeres lo señalaban apuntando hacia
sus genitales, se burlaban de él y gritaban al unísono– ¡Levántate
dragoncito, levántate dragoncito!, de aquella nube se abrió un
agujero y el cayó hasta la tierra, antes de estrellarse contra el
mundo, dio un ruidoso grito que lo despertó, ya había amanecido
y se encontraba solo en la habitación.
Al salir todos estaban desayunando y lo primero que vio fue la
foto de un dragón, sonrió acordándose de su pesadilla, se dio
cuenta que ya era hora de tomar un descanso.
La gente de Nippón estaba muy satisfecha con el negocio, uno de
ellos decidió regresar a Tokio con Kenji y los demás se quedaron
en busca de más negocios y experiencias de vida.

99
Capítulo 18
Cuba bella isla

Después del triunfo con los dos grandes negocios en los países
socialistas, Rusia y China, Kenji regresó a Tokio y aprovechó la
oportunidad de visitar a su amigo Toba en la cárcel Kosuge en
Tokio contándole toda su travesía y el éxito en sus negocios con
sus ojos brillantes y lleno de emocion de compartir su alegría
con su mejor amigo.
- Amigo, voy a salir lo más pronto de la cárcel para acompañarte
en tus triunfos.
Pensativo Kenji le ofreció US$300.000 al abogado para sacar a Toba de
la cárcel de una vez por todas, pero la respuesta no fue alentadora:
- Kenji–san, el juzgado del Japón no es como en otros países
subdesarrollados, hay que respetar la sentencia, la única forma es
que Toba demuestre un buen comportamiento y le otorguen una
rebaja en la pena que puede ser de 21 a 13 años.
Afortunadamente Toba era un hombre de buenas actitudes, es-
taba demostrando ser una persona muy juiciosa, incluso los gru-
pos de Yakuza, la mafia japonesa, le tenían mucho respeto por el
acercamiento que tuvo con el profesor Mishima.
Él se había convertido en el jefe de la celda por petición de los
mismos mafiosos, ellos lo respetaban porque a Toba le faltaba el
meñique y el anular en su mano izquierda, para ellos cuando a
alguien le cortaban los dedos quería decir que estaba limpio de
crímenes. Incluso el día en el cual Kenji fue a visitarlo también lo
recibieron con mucho respeto y atención.
- Oye Toba, tu pareces aquí el emperador del Japón, todos te
alaban y te admiran, pero ten cuidado con Chimpira Yakuza, ellos
son incultos y de pronto te salen maricas.
- No me Jodas Kenji, no me jodas.
100
Kamikaze
Salió de aquel sitio muy contento de haber visto a su mejor
amigo, el día era soleado, caminaba sin afanes tatareando aquella
música flamenca que jamás olvidará, camino a casa pasó por el
frente de la embajada de Cuba, allí estaba un señor de unos 45
años de edad rociando las rosas del jardín, Kenji se le acercó
para acompañarlo, como si fueran viejos amigos comenzaron a
charlar, él le contaba todas sus experiencias por los países euro-
peos y logró llamar la atención del jardinero.
- Me llamo José Guevara, cuando Fidel entró a la sierra maestra,
inmediatamente yo fui hacia el oriente del país, en Santiago de
Cuba y trabajé con Fidel como periodista apoyando la revolu-
ción cubana en 1958.
En ese momento Kenji recordó aquel día cuando leyó la noticia
en un periódico con la compañía de Yuki.
- Lo recuerdo como si fuera ayer –siguió el jardinero –cuando
yo con todo mi profesionalismo decía en la emisora: “Cuba, el
primer territorio libre en Latinoamérica, patria o muerte”, oye Kenji,
si quieres escuchar nuestra revolucionaria emisora cubana, ven a
la embajada el próximo lunes, aun conservo una grabación intac-
ta y de paso me gustaría conocer los productos que tu vendes,
aprovecha y trae un catálogo de los productos para mostrárse-
los al embajador, de pronto salga algún buen negocio, recuerda
que cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba dijo que era la “Perla
del Caribe” por su belleza, que bueno sería que algún día cono-
cieras Cuba y la revolución de Fidel.
- OK José, nos vemos el lunes a las 8:00 a. m.
Ese día Kenji se fue muy temprano para la embajada con sus
catálogos y una grúa y una excavadora en miniatura para José
como muestra de amistad.
Al entrar al edificio, la secretaria lo ubicó en la sala de despacho
del embajador, de repente entró José con un traje muy elegante
y se sentó en la silla del escritorio.
- Hola Kenji, gusto de verte de nuevo, mi nombre ya lo sabes,
José Guevara, soy el embajador de Cuba en Tokio, te presento
a nuestro canciller comercial el señor Juan García que acaba de
llegar al Japón y quiere saber sobre tus productos.
Kenji guardaba silencio mirando al hombre que la semana pasada
era un jardinero y que ahora resultaba ser el mismo embajador.
101
Toshiaki Wago
Mostró todo su dominio sobre el tema y las maquinarias, asom-
bró por su capacidad como asesor comercial y termino con-
venciendo a los cubanos de realizar compras de su maquinaria
y sintió que Cuba sería el tercer país donde encontraría más
éxitos en los negocios.
- Muy bien señor Kenji –decía el canciller satisfecho –el primer
pedido que haremos es de 400 grúas hidráulicas con capacidad
para levantar de 8 a 35 toneladas con todos sus repuestos.
Kenji no podía evitar mostrar una enorme sonrisa en su rostro,
la suma llegaba a los US$ 30.000.000 y aunque solo había realiza-
do negocios grandes con países socialistas como China y Rusia,
no entendía para que un país más pequeño como Cuba iba a
necesitar tanta maquinaria.
- Kenji, cuando vuelvas con tu jefe o el presidente de la compa-
ñía con la cotización de estas maquinarias, les explicamos más
detalles sobre el negocio y la forma de trabajar en Cuba –decía
seriamente el canciller –Mira nosotros le vendemos mucha azú-
car al Japón, más de un millón de toneladas y tenemos buena
reserva de Yenes, con este dinero podemos hacer la compra de
las maquinarias de Japón.
Kenji salió de inmediato hacia la empresa para contarle el nuevo
negocio al señor Katio, pero la respuesta de él no fue muy positiva.
- No, no, no, tu estas loco, una isla tan pequeña cómo va a hacer
ese negocio, además tiene los bienes embargados y está blo-
queada económicamente por EE.UU., ¿cómo vamos a otorgar un
crédito a 5 años? además en este momento un crédito para un
país socialista necesita la autorización del MITI, (el ministerio de
industria y comercio del Japón), estás loco.
- Sr. Katio, si no quiere arriesgar en el negocio podemos conse-
guir un intermediario como una casa comercial para no tener
riesgo con la tasa de cambio y el tiempo del crédito.
- No, cómo le vamos a pagar el 5% a la casa comercial, si tu
quieres ganar dinero tenemos que hacer este negocio directa-
mente –respondió el Sr. Katio mostrando interés por el negocio
–mejor dicho, vamos a invitar al embajador y al canciller al mejor
restaurante francés de la ciudad.
Al caer la noche, se encontraron en el restaurante La Mer, los
cubanos llegaron con sus esposas, unas mujeres latinas muy her-

102
Kamikaze
mosas.
Lo primero que hicieron fue seleccionar el vino, lo hizo el emba-
jador quien escogió un vino tinto francés.
- Señor mesero por favor tráigame el Boldor Francés, el mejor
vino de la casa y acompáñala con carne de Kobe.
Al frente de ellos estaba una parrilla, detrás un cocinero con el
pedido, sacó trozo de carne y comenzó a asarla.
- Disculpe Cheff –preguntaba el canciller– ¿Cuál es el secreto de
la carne de Kobe –
- La cerveza –contestó el cocinero –
- Ah, ¿le echan cerveza a la carne mientras es asada?
- No, en ves de agua, las vacas desde que son terneras toman
cerveza– mientras daban masaje a la vaca.
- ¿Cómo así? Emborrachan a las vacas.
- No, es el secreto de la carne, a medida que van creciendo la
carne queda con un sabor diferente.
- Increíble –decía el canciller asombrado– ¿y la leche sale como
aperitivo?
- No señor – respondió el cocinero mientras aplicaba champaña
sobre la carne.
Al terminar la cena acompañaron este suculento plato, con wis-
khy sello negro.
- Kenji, mañana llevas 5 kg de carne Kobe a la residencia del
embajador y al apartamento del canciller, pero no se te olvide
entregar también la cotización con un precio especial de la 400
grúas y alista maletas, vamos para Cuba, ellos me parecieron
excelentes personas –dijo el señor Katio mientras silbaba la can-
ción de guantanamera y guajira.
Kenji se daba cuenta de la importancia de su cargo, cada mo-
vimiento que él hacia era vital para cerrar un negocio, al día
siguiente llevó la carne y la cotización.
- Lo siento Kenji –dijo el canciller –el valor de esta cotización
está por fuera de nuestro presupuesto, si no puedes ajustar el
costo tendremos que buscar otro proveedor en Japón o en Eu-
ropa.
- Disculpe canciller, el precio cotizado era justo porque las má-
quinas están adecuadas para un ambiente tropical, el radiador
es más grande, el sistema hidráulico es más resistente, la cabina

103
Toshiaki Wago
tiene aire acondicionado, el timón esta al lado izquierdo y todas
las indicaciones que le mostré en los catálogos, por eso es impo-
sible bajar más los costos.
- Kenji, yo me voy para Cuba y voy a esperar la visita de ustedes
para que conozcan mi país, mi pueblo, el mar cubano y nuestro
proyecto, incluso de pronto nuestro comandante Fidel.
- Claro que si, yo iré a su país con el señor Katio y de pronto él
considere la opción de hacer un descuento, pero ¿nos podremos
entrevistar con Fidel Castro?
- En realidad nadie sabe cuando aparece Fidel, ni tampoco donde
vive, pero veré qué puedo hacer por ustedes.
- Sr. García, según los precios que yo le di, ¿cuánto es el descuen-
to que usted pide?
- Kenji, tu eres un comerciante muy inteligente, tu mismo puedes
sacar ese análisis y llegar a una conclusión según todo lo que
hemos hablado.
- Yo he pensado en un 15%, pero es muy difícil.

La Habana
20 días después, en el aeropuerto internacional de Tokio, la se-
cretaria del presidente Katio, compró para Kenji dos vestidos
muy elegantes, desde la corbata hasta la ropa interior, él debía
verse muy elegante para el viaje.
Era la segunda vez en la empresa Katio después del negocio en
China, que un empleado tan joven viajaba con el Presidente en
primera clase de la aerolínea Japan Airlines (JAL).
Tomaron el vuelo rumbo a Madrid, ya no eran tres puestos se-
guidos como en los demás viajes, esta vez eran solo dos, las sillas
eran muy confortables, el servicio de las azafatas era especial,
la comida era más rica, abundante y los licores eran de mejor
calidad.
Para el señor Katio era normal recibir todas esas atenciones,
siempre viajaba en primera clase en la misma aerolínea, era un
cliente fijo, por lo tanto siempre lo atendían muy bien, pero a
pesar del confort, mostraba cierto nerviosismo por el viaje y no
dejaba de hacerle preguntas a Kenji:
- Kenji, ¿trajiste el reloj Omega más lujoso para regalárselo al
comandante, a Fidel Castro?
104
Kamikaze
- Si señor, aquí lo traigo en mi maletín.
- Kenji, ¿trajiste los análisis de los costos para el negocio?
- Si señor, los tengo en mi portafolio.
- Kenji, ¿con quién más nos veremos en Madrid?
- Con nadie, allí tomaremos un avión para Cuba.
- Y entonces ¿Quién nos recibe en La Habana?
- Los cubanos, el canciller y el embajador no se preocupe jefe,
yo tengo todo controlado, podemos llegar a Madrid con calma e
incluso quedarnos un tiempo corto allí.
El Sr. Katio miró casi enfadado a Kenji, tomó sus palabras como
un regaño, pero su empleado se dedicó a darle copas de vino
para tranquilizarlo hasta que se quedó dormido, tenían ocho ho-
ras de viaje para descansar.
Al llegar al aeropuerto de Barajas en Madrid, era inevitable que
Kenji recordara a Carmen y a la música flamenca, no soportó las
ganas y la llamó desde un teléfono público, pero ella no estaba,
la única información que le dio una empleada es que ella estaba
viajando por algunos países europeos.
- Sr. Katio, ¿por qué no aprovechamos? tenemos tiempo además
es la época taurina, vayamos a la plaza de toros, hoy se presenta-
rá el Cordobés, es uno de los más grandes de España.
- OK, si tú me aseguras que estamos a tiempo, no hay proble-
ma.
En el camino Kenji le fue explicando a su jefe como era el Toreo,
que primero después de salir la bestia los picaba un hombre
en un elegante caballo, luego aparecía el banderillero y luego el
torero, quien capoteaba al toro evitando que lo hiriera, después
le enterraba su espada sobre el lomo hasta el corazón para ma-
tarlo y dependiendo de lo bueno de la corrida, lo premiaban con
orejas o rabo.
Al entrar en la plaza de toros, se ubicaron en los mejores puestos,
bajo sombra y tan solo pidieron una manzanilla para acompañar
la corrida, cuando el espectáculo estaba apunto de comenzar, un
hombre se acercó y les entregó a cada uno una bota para que
las llenaran con el licor, señalando las dos personas que lo habían
enviado, para sorpresa de los japoneses, se trataba del embaja-
dor cubano, Guevara y el canciller comercial García.
Fue un encuentro casual programado por Kenji y García, los cu-
105
Toshiaki Wago
banos estaban haciendo la misma ruta para ir a su país.
- Que sorpresa encontrarlos aquí señor Katio y señor Kenji.
- Lo mismo señor Guevara, por lo visto tenemos la misma ruta.
- Cómo así ¿ustedes van para La Habana?
- Claro, tenemos un negocio pendiente.
- OK, perfecto, mañana podemos viajar los cuatro hacia Cuba.
así, picando el ojo del embajador cubano a Kenji.
Al día siguiente emprendieron más de 12 horas de viaje hasta lle-
gar al aeropuerto José Martí, cuando Kenji descendió del avión,
sintió un aroma a pasto recién cortado, a vegetación, un aire
caliente tropical y el olor del mar Caribe.
- Esto es Caribe, esto es Vida –decía Kenji como llegando al cielo.
¡Verdaderamente la perla del Caribe!
Para ellos este aeropuerto era uno de los más hermosos de Lati-
noamérica, tenía un sistema muy organizado, como siempre Kenji
se dedicó a mirar a las personas, notó que los cubanos eran muy
sencillos, sus prendas eran muy parecidas, algunos hombres usa-
ban las mismas camisas, con el mismo color y el mismo modelo,
la mayoría compraba ropa de remate traída de la China, no les
importaba vestir, por necesidad tenían que aprovechar cualquier
ganga, también las cubanas usaban una pañoleta en la cabeza para
secar su sudor, la mayoría de las mujeres eran bellas y el color de
su piel era cafe trigueño.
Al salir a la calle se dio cuenta que las personas no se transpor-
taban en vehículos propios o en bicicletas, únicamente en auto-
buses llamados “guagua”, los autos que pasaban eran los de los
altos funcionarios del gobierno.
Afuera los esperaba un comandante del ejército y quien los llevó
a la casa de protocolo del ministerio del interior.
- ¿Hacia dónde vamos? –preguntó Kenji con disimulo al embaja-
dor –
- A nuestra casa de protocolo.
- Disculpe Señor García ¿no es mejor un hotel?
- No es mejor, primero por seguridad y segundo porque el servi-
cio no es muy bueno, el agua de las duchas es salada, los restau-
rantes de los hoteles no tienen buen menú en este momento.
- ¿Y esta casa de quien es? –siguió preguntando Kenji para estar
prevenido ante cualquier cosa –

106
Kamikaze
- Antes eran las casas de los gringos y los cubanos millonarios,
pero cuando inició la revolución ellos se fueron para Miami y el
gobierno se apoderó de estos sitios para usarlos como casas de
recibimientos de extranjeros importantes.
Al llegar a la casa, los dos japoneses se sintieron muy cómodos,
era un sitio enorme, rodeado de palmeras, piscinas, canchas de-
portivas y en la parte trasera había un pequeño zoológico con
diferentes especies, desde aves hasta animales salvajes.
- Sr García, cuánto tiempo nos quedaremos en esta mansión, en
esta casa tan elegante –preguntó Kenji –
- Todo depende del negocio, yo tengo que irme ya para el mi-
nisterio y volveré mañana muy temprano para que hablemos del
negocio, por ahora sería bueno que descansaran.
- Gracias, aunque el señor Katio debe estar dentro de siete días
en Rusia para observar el proyecto del gasoducto de Siberia
donde llevaremos nuestras maquinarias.
Y llevado por el aire y la alegría tropical, no pudo soportar las
ideas de no conocer una mujer cubana y sin vergüenza alguna,
Kenji preguntó.
- Disculpe señor García, ¿nosotros podemos salir a mirar las chicas?
- No, por seguridad es mejor que se queden aquí en la casa, pero
si quieren mujeres, acá se les puede traer.
- No, no, no, tranquilo era solo una pregunta, solo quería cami-
nar.
El señor Katio jamás se imaginó que Kenji fuera a proponer algo
así, él siempre acostumbraba a realizar viajes de negocios y con
una furia haciendo sentir su papel de jefe comenzó a presionar a
Kenji para que pusiera más cuidado en el trabajo.
- ¡Kenji!, muéstreme la última cotización que hiciste.
- ¡Kenji!, ¿dónde está el análisis de costos?
- ¡Kenji!, ¿cómo vas a conseguir la autorización del gobierno ja-
ponés para el crédito por cinco años?
- ¡Kenji!, ¿cuál sería la garantía en el contrato?
- ¡Kenji!, ¿trajiste suficientes catálogos?
- ¡Kenji!, ¿trajiste los regalos?
Con cada grito que le daba a su empleado, el señor Katio lograba
que Este abriera cada vez más sus ojos quitando todo su ánimo
de salir a buscar mujeres.

107
Toshiaki Wago
- Tranquilo señor Katio, tuve más de doce horas de viaje, estoy
muy cansado y tengo sueño, permítame dormir, no se preocupe
por el negocio, aquí hay tres grandes proyectos para sacar ade-
lante, el primero es construir 2000 escuelas de campo, para lo
que necesitan grúas pequeñas, el segundo es la construcción de
apartamentos prefabricados para lo que se necesitan las grúas
medianas y el tercero es la autopista que tiene más de 1.000 km
donde necesitan grúas grandes especialmente para la construc-
ción de puentes.
Después de esto cada uno se va para su habitación, eran muy
confortables y elegantes, las camas eran dobles, tenían baños pri-
vados adecuados con vides como el estilo francés, eso era más
agradable para Kenji porque siempre le pareció que este sistema
era más higiénico y práctico.
Al día siguiente muy temprano los empleados levantaron a los
japoneses para invitarlos al comedor a desayunar, al bajar en-
contraron la mesa muy bien adornada rodeada de empleados de
raza negra quienes vestían ropa blanca muy bien uniformados y
usaban pañoletas para cubrir.
De esta manera comenzaron una larga estadía en este país.
La primera visita que hicieron fue ir a observar la construcción
de las escuelas de campo junto con el ministro de educación en
las afueras de La Habana, a unos 50 km de distancia, era una zona
de solo internados, a los niños los recogían los lunes en modestos
buses del gobierno y volvían a llevar a sus casas el viernes en la no-
che. En las mañanas le enseñaban a cultivar verduras cuando el sol
era menos picante, luego almorzaban en un comedor popular y en
el resto de la tarde les daban clases teóricas desde las matemáticas
hasta la ideología de revolución socialista de Fidel Castro, lo que
más llamó la atención a Kenji fue que la mayoría de las directoras
de los centros educativos eran negras muy jóvenes y no pasaban
de los 25 años de edad que ganaban estos cargos simplemente
por pertenecer al CDR (Comité Defensa de Revolución).
Al día siguiente fueron a visitar la construcción de un impresio-
nante puente en la carretera que iba a comunicar desde Pinal
del Rió hasta Holguín, atravesando todo el país cubano con una
capacidad de 5 carriles para cada sentido, cuando ellos llegaron
hasta ahora estaban iniciando la obra que sería construida por

108
Kamikaze
segmentos, estaban acompañados por el ministro de construc-
ción quien los invitó a almorzar donde afortunadamente encon-
traron gran variedad de platos especiales para extranjeros, pero
tampoco se pronunció palabra alguna sobre algún negocio.
Al tercer dia fueron a mirar la auto construccion de los aparta-
mentos de la institucion de cuatro pisos por construir, los ma-
teriales prefabricados al estilo del sistema Ruso por las gruas
medianas.
Al cuarto día visitaron la ampliación del parque Lennin, allí co-
nocieron a un técnico japonés que asesoraba el proyecto de
acuario de agua dulce pero tampoco había señal alguna de un
negocio.
El quinto día conocieron la playa de Varadero a unos 120 km de
La Habana, un sitio muy tropical rodeado de buen ambiente y
música cubana adornada de hermosas mujeres en bikini.
Kenji notó que más del 50 % de las mujeres que estaban en
esta playa son robustas rusas mientras sus esposos trabajan en
el campo, desde técnicos, ingenieros, agrónomos hasta asesores
políticos y administrativos, que gozaban de una vida muy confor-
table en este país.
Ya cansados te tantas visitas sin ver una sola sombra de negocios
volvieron a la casa para encontrase con el Señor García.
- ¿Cuándo podríamos vernos con el señor Fidel Castro ¿ya me
queda poco tiempo –preguntó ansioso el señor Katio–
- Posiblemente hoy Fidel vendrá a verse con nosotros en la hora
del almuerzo –respondió interrumpiendo el señor García– Kenji
prácticamente ya está listo el contrato excepto la confirmación
de los precios.
- Sí, señor García, yo lo sé de hace tiempo.
- Kenji respondió buscando la solución imposible.

Fidel Castro
Al medio día parten hacia Miramar a 30 km de La Habana, un
restaurante que únicamente funciona con clientes importantes,
tiene vista al mar caribe donde se pueden observar los siete
colores del mar; Santa María del Mar.
Llegaron al sitio acompañados de siete personas, entre las cua-
les estaba el ministro del interior, el de construcción, el jefe de

109
Toshiaki Wago
seguridad del estado y el señor García. El secretario de García y
dos japoneses.
De repente llegó un Jeep con dos escoltas uniformados acompa-
ñando a una mujer bonita y elegante de unos 35 años de edad, la
cual entró sin saludar, solo se dignó a preguntar:
- ¿Está el señor Katio?
- Si aquí está, compañera Hilma, es mi jefe –contestó Kenji emo-
cionado –
El señor García se asustó porque Kenji sabía el nombre de una
de las mujeres en la historia de Sierra Maestra.
La noche anterior en medio del calor porque el aire acondicio-
nado no funcionaba, Kenji halló un libro que hablaba sobre la
revolución cubana donde encontró una foto de esta mujer, así
la pudo reconocer fácilmente, ella siempre había acompañado a
Fidel Castro desde sus inicios hasta su victoria como líder, tanto
así que también llegó a ser la esposa de Raúl Castro.
- Compañera Hilma, ven a almorzar con nosotros –interrumpió
el señor García.
Ella no dudó en tomar asiento y comenzó a investigar sobre los
por menores del negocio y Kenji con el señor García le dieron
todas las respuestas posibles para complacerla.
Después de 30 minutos, llegaron dos jeeps con 10 hombres uni-
formados entre los cuales estaba Fidel Castro, con su tradicional
tabaco en su boca y las gafas, medía cerca de 1.90 m de estatura,
conservaba su figura de joven líder a pesar de su protuberante
barba y en su cara brillaban sus hermosos ojos color castaño
que hacían honor a sus descendientes de Islas Canarias de Es-
paña e hijo de finquero en el oriente de Cuba, apenas tiene 43
años, 10 años de triunfo de la Revolución.
Entró al sitio, todos los cubanos se pusieron de pie para saludar
a su jefe comandante.
Al entrar llamó a García y al ministro de Construcción y se re-
unieron con él en una mesa aparte.
. ¿Qué pasó Kenji? –Preguntaba el señor Katio–
¿Por qué se hicieron lejos?
Esta vez Kenji no le respondió, él tan solo pensaba que estaban
hablando sobre el porcentaje de descuento, de repente Fidel se
acercó a la mesa del señor Katio con una enorme sonrisa:

110
Kamikaze
- Mi gran amigo Japonés del Sol Naciente, bienvenidos a nuestra
Cuba, gracias por su visita y por apoyar nuestra revolución, uste-
des son los primeros japoneses que visitan a nuestra Cuba como
una entidad privada desde el inicio de la revolución.
Fidel Castro como un viejo amigo, tomó asiento y comenzó a
explicarle a los japoneses la situación de su país, la lucha con el
bloqueo económico con los Estados Unidos y como contra a los
10 millones de cubanos, todo con un acento de inglés caribeño
por más de dos horas.
- ¿Usted cómo maneja al pueblo cubano sobre todo en la parte
de la alimentación? –comenzó a preguntar Kenji.
- Hay cientos de personas que no están contentos con mi go-
bierno, pero aún así la mayoría están conmigo, les estoy dando
gratis la educación, la salud y evitando que haya racismo en
cualquiera de sus formas, somos el primer país libre en Latino-
américa.
- ¿Cómo va a manejar a estas personas insatisfechas? –siguió
preguntado inquieto Kenji mientras el Sr García le pateaba los
tobillos por debajo de la mesa.
- Kenji, japonesito, mire, un líder político siempre debe saber
hasta que punto puede apretar el cinturón de su pantalón, yo sé
hasta donde ajusto al público porque soy cubano.
- Señor comandante, ¿por qué compara la necesidad del pueblo
cubano con el apretón de un cinturón?
- Esta idea puede servir en su país, en Japón, porque tiene alta
reserva de dólares americanos, pero nosotros los latinoamerica-
nos no somos así, somos pobres y los gringos son explotadores
de nuestra hermosa tierra.
- Ya basta Sr Castro, yo entiendo su situación yo no soy políti-
co, soy comerciante y vine a Cuba a ganar en el negocio de las
maquinarias, así que señor García, ¿cuánto es el descuento que
necesitan? –respondió Kenji molesto.
- Del 15%.
Fidel se da cuenta que es muy difícil negociar con los japoneses
porque había escuchado que en el Japón no había tanta demanda
en la venta de maquinaria pesada y si recibe las 400 maquinarias
ayudaría a la fabrica del Sr Katio.
Mientras dejaba que esta idea girara en su mente, comenzó a

111
Toshiaki Wago
destapar un empaque de chocolatina, hizo una estrella con el
papel aluminio y se la pasó al señor Katio.
- Mi gran amigo Katio, tu eres un comandante, –decía Fidel Cas-
tro mientras colocaba la estrella hecho por el papel de aluminio
en el hombro de él –eres mi colega.
Al señor Katio le brillaron los ojos al ver este gesto y dejó bro-
tar unas pocas lágrimas de la emoción.
- Kenji, vamos a darles un 7 % de descuento –dijo el señor Katio
mientras limpiaba sus ojos y guardaba aquella figura perfecta en
papel aluminio en su billetera.
Fidel Castro y el señor García se miraron a los ojos y guardaron
silencio porque estaban esperando un 15% y con un movimiento
de ceja, Fidel obligó a García a pedir más descuento.
- Disculpe señor Katio, nosotros realmente estábamos esperan-
do un 15 %, ¿no es posible que nos dé un descuento más signi-
ficativo?
El señor Katio se quedó callado, sabía que si daba ese descuento
perdería la ganancia del negocio y para cortar la pregunta y no
responderla le pidió a Kenji que le entregara el regalo que le
llevaba a Fidel.
- Mi respetable jefe de estado, nosotros le trajimos un detalle
muy especial desde el Japón –decía el señor Katio mientras le
entregaba un reloj marca Omega, la más fina en ese momento –
A pesar del buen detalle, Fidel únicamente dio las gracias y se
marchó muy insatisfecho por no conseguir el negocio como lo
quería, él estaba acostumbrado a que en todo sitio donde llegaba
lo trataban como el líder que era y creyó que de cierta forma
los japoneses también se iban a inclinar ante él con el descuento,
pero frente a frente como negociantes ambos eran iguales, el
político no fue superior al comerciante.
Mientras tanto los japoneses se iban quedando solos en el lugar
un poco asustados por la reacción del máximo jefe, temían haber
fallado en sus actitudes para conseguir el tan anhelado negocio.
De un momento a otro Kenji se paró y salió corriendo detrás de
los carros que llevaban al mandatario.
- Espere compañera Hilma –gritaba Kenji mientras alcanzaba el
Jeep –muchas gracias por permitir este encuentro con el coman-
dante Fidel, como recuerdo le voy a dejar mi reloj.

112
Kamikaze
Afanado se quitó un Seiko nuevo que había comprado en Ginza,
un centro comercial muy famoso en Tokio y se lo entregó en sus
manos con una gran cordialidad.
- Gracias Kenji, cualquier cosa que necesites en Cuba, no dudes
en llamarme –respondió Hilma.
Sr García, hagamos una cosa muy sencilla, yo contemplo la po-
sibilidad de aumentar al descuento del 7% con el señor Katio y
usted hace lo posible por bajar de 15%– decía Kenji muy pre-
ocupado –hagamos lo que sea porque yo no puedo regresar al
Japón sin un pedido.
. Amigo Kenji, le ruego el favor de que se quede veinte días más
en Cuba para concretar este contrato.
Durante los siguientes días kenji estaba observando La Habana,
Kenji notó porque las calles de La Habana son tan limpias, senci-
llamente porque no hay basura, no había nada que botar al suelo,
así mismo el por qué nadie era obeso, esto, ya que su alimenta-
ción era balanceada lo que se notaba en su figura, dependían de
la merienda que diera el gobierno y eso provocaba que día a día
más cubanos querían salir del país.
Por la noche Kenji mientras paseaba en el Jeep, con el chofer de
cooperación pasó por el malecón que tenía más de 7 km de lar-
go en las orillas de La Habana, era uno de los sitio más hermosos
del país y observó a muchas parejas abrazándose y besándose,
en ese momento se dio cuenta que realmente no había podido
lograr todo lo que quería, no tenía un negocio firmado ni tam-
poco había podido conocer a ninguna cubana.

Negocio o muerte
Aburrido se marchó hacia la mansión en altas horas de la noche
donde su jefe trasnochado lo estaba esperando para despedir-
se:
- Kenji te encargo este negocio –le dijo su jefe –quédate 20 días
más rodeado de brisa y mar tropical.
- Jefe, los cubanos no van a aceptar el 7% de descuento que
ofrecimos, el presupuesto de ellos no alcanza a 7 % y necesitan
las grúas.
- Esa es tu responsabilidad –le respondió su jefe bastante enfa-
dado –si llegas al Japón sin el negocio te despido, das el 15% de

113
Toshiaki Wago
descuento sencillamente te mato, te doy veinte días para que
resuelves el contrato, yo tengo que viajar mañana temprano para
Rusia, no me defraudes.
Aquella noche Kenji no pudo dormir, no de pensar en la ame-
naza de muerte que le hizo el jefe, el dudaba que fuera capaz de
hacerlo, estaba en vela porque desesperadamente necesitaba la
compañía de una dama, sentía el deseo de conocer la silueta de
la mujer cubana sobre todo que después de tanto caminar, en la
calle notaba que todas tenía traseros muy bien formados, pero
todos lejos del alcance de sus manos.
Al día siguiente antes de partir hacia el aeropuerto, el señor
Katio recibió un paquete que contenía tabacos marca “Monte
Cristo” con una tarjeta de firmada por Fidel Castro –agradezco
tu visita a Cuba, amigo comandante japonés en los negocios, te deseo
buen viaje, atentamente Fidel Castro.
Al levantarse Kenji se sorprendió de que su jefe no se hubiera
despedido de él, su angustia se hacia cada vez más fuerte y sabía
que la única forma de lograr un negocio serio era por medio de
García y fue a buscarlo para poderlo presionar, de esta forma se
fue el señor Katio a Moscú.
- Sr García, yo quiero salir de la casa de protocolo y quedarme
en el hotel Riviera, quiero saber si usted me puede facilitar un
vehículo y dejarme a Jaime como chofer, es una gran persona
además sabe hablar inglés y otra cosa, quiero que lo más pronto
posible definamos nuestro contrato.
García cumplió la petición de Kenji, quedando en el Hotel Rivie-
ra habitación 2415 y le ordenó a Jaime que lo acompañara todo
el tiempo a donde él quisiera ir.
Sus deseos locos por tener en sus brazos a una mujer cubana, se
frenaba con la preocupación de las palabras de su jefe y como si
se le hubiera prendido una bombilla en su mente, decidió jugár-
sela toda, lo primero que haría al llegar al Japón sería conseguir
un precio especial por parte de los proveedores a quienes les
compraban los componentes para armar grúas, así lograr una
reducción significativa en los costos.
Jaime se convirtió en una compañía muy importante, en ese
momento era un hombre de confianza, estando un poco más
tranquilos, al caer la noche se fueron para Tropicana el salón de

114
Kamikaze
fiestas más importante de La Habana, un lugar muy tropical que
ofrecía espectáculos lujosos con música en vivo, coreografías y
todas las variedades relacionadas con el cabaret, antes contaba
con un casino hasta el año 1959, es el sitio más apetecido por los
turistas que visitan el país.
Al entrar los dos se sentaron en la mesa más cercana a la tari-
ma, pidieron una botella de ron cubano acompañada de limón,
maní y trozos de queso, fueron atendidos por un mesero muy
elegante demostraba que tenía dotes para la etiqueta y atención
de turistas.
El primer acto fue una divertida obra de teatro sobre Julio César
y Cleopatra que duró más de dos horas, luego se preparó el so-
nido, comenzó a tocar la orquesta “Los Bam Bam de Cuba” y en
la mitad del escenario iniciaron el show un grupo de bailarinas
que usaban trajes muy particulares, estaban en bikini, llevaban
botas doradas muy brillantes, una capa adornada con estrellas
y adorno en la cabeza muy extravagante que tapaba todo su
cabello.
La bailarina que dentro de la coreografía, estaba en la parte de
adelante, llamó la atención de Kenji, al terminar el show, logró
acercarse y la invitó a la mesa, su nombre era Rosa, una morena
con un esbelto cuerpo y de un ambiente muy rumbero, comen-
zaron a hablar y ella le contó a Kenji la historia de su vida.
Ella era una madre soltera, su sueño siempre había sido ser bai-
larina y lo había conseguido. Así Kenji estaba pasando el tiempo
cada noche en la isla tropical.
El tiempo se cumplió, ya era hora de volver a Tokio, el día que
Kenji salió de Cuba la mayoría de sus objetos personales se los
regaló a Jaime donde iba una botella de wisky sello negro, todas
las personas que lo conocieron se despidieron de él de una ma-
nera muy cordial, excepto el señor García.
Salió hacia el aeropuerto donde ya tenía reservado un vuelo
hacia Japón con escala en México, pero su rumbo cambió por un
manejo de mala información:
- Lo siento señor Kenji,– le decía el jefe de protocolo– pero el
vuelo para Japón solo tiene escala en Moscú y solo queda re-
serva en primera clase, pero no se preocupe porque nosotros
corremos con los gastos.

115
Toshiaki Wago
Subió al avión y se sentó en la primera silla, observando hacia
la ventana para deducir cuál de los pasajeros que ingresaban se-
ría su compañero de vuelo, mientras observaba como el Jaime
acompañado de Rosa quien apareció sorpresivamente movían
con gran simpatía y cordialidad sus manos para despedirse de
él.
Kenji se sintió muy decepcionado, por no haber logrado firmar
el contrato, diez minutos antes de despegar el avión entraron
corriendo el señor García, el embajador y el ministro de cons-
trucción, después el señor García se sentó al lado de Kenji
- Kenji, a pesar de todos los esfuerzos que hice, en mi país acep-
taron un descuento hasta de un 13 % asi que necesito que me
recibas y me firmes este contrato antes de llegar a Moscú o de
lo contrario tendremos que comprar la maquinaria en España en
la marca Luna, además quiero acompañarte a Tokio, allí tenemos
nuestras oficinas y nuestros trabajos.
- Gracias señor García, por favor cuando quede una hora para
llegar a Moscú despiérteme y le doy una respuesta.
García le dejó las setenta hojas que estipulaban el contrato, todo
con su firma y se cambió de silla para acompañar al embajador
y así dejar a Kenji solo para que pudiera pensar y tomar una de-
cisión aunque en su mente no cuadraba el valor del descuento,
tampoco podía llamar al señor Katio para pedirle una opinión,
pero en ese momento era de noche en Japón y el avión no tenía
el servicio para llamada internacional, él no dejaba de pensar que
si no conseguía el contrato sería despedido y aunque sabía que
su jefe no era capaz de matarlo, si le preocupaba la reacción que
pudiera llegar a tener.
Una hora antes de llegar a Moscú, García despertó a Kenji, él
abrió sus ojos, tomó un poco de agua y comenzó a firmar todas
las hojas recordando la sonrisa de la cara de Fidel Castro y la
misma embajada cubana en Tokio se encargó de avisar a la em-
presa Katio del acuerdo firmado.

116
Kamikaze
Gran recibimiento

Grúa Katio en Cuba

Al llegar al aeropuerto internacional de Tokio, Narita, Kenji fue


recibido por los empleados de la empresa quienes de forma uní-
sona le gritaban “Banzai. Banzai” (¡viva –viva!), por este pedido
que logró hacer en Cuba, la fabrica no sería cerrada y todos lo
que lo alababan no perderían su empleo.
Cuando Kenji salió de inmigración, los tres amigos cubanos sa-
lieron diciendo.
- Kenji, muchas gracias nos veremos mañana en la oficina.
- A ustedes, por ahora me voy a trabajar creo que descansé
bastante en Cuba.
Sin embargo el señor Katio le dio a Kenji una semana de descan-
so dejando el contrato en manos del canciller García, pero Kenji
no aceptó y prefirió seguir trabajando, el amor a su empresa era
enorme, tenía un gran sentido de pertenencia a ella.
Salió en busca del señor Tanabe, el director de servicios y com-
pra de Katio.
- Sr. Tanabe mañana voy a su oficina a consultar un asunto muy
urgente.
- OK, con mucho gusto te espero.

117
Toshiaki Wago
Kenji tenía una muy buena amistad con Tanabe, cuando él hizo
los negocios en los países del Medio Oriente y Europa, siempre
le recomendaba los asuntos de la asistencia técnica, servicios y
garantía de las maquinarias, incondicionalmente lo acompañaba
en la mayoría de los viajes.
Al día siguiente la cita fue en la empresa, en la oficina del señor
Tanabe.
Sr. Tanabe necesito urgentemente tu ayuda, la verdad es que...
–decía Kenji haciendo una pausa tan larga que demostraba una
duda enorme de no saber cómo explicarle el problema.
La única forma de salvar el negocio era rebajar el costo, la única
persona que lo podía ayudar era él, debía convencer a los provee-
dores de entregar los componenetes de la maquinarias más eco-
nómicas y tenía que hacerlo antes de que Sr. Katio se diera cuenta
que el valor de contrato, era notorio que traería perdidas.
Tanabe y Kenji empezaron a visitar las empresas proveedoras
para lograr el objetivo en tan corto tiempo, primero fueron a
Mitsubishi, quienes les venderían 400 camiones, luego en Ka-
yaba donde conseguirían 3000 cilindros hidráulicos, después a
Uchida quienes les darían 5000 válvulas hidráulicas y finalmente
a Kawasaki, quienes les venderían todos los motores hidráuli-
cos.
Por la ayuda de Tanabe los precios de las partes bajaron, también
bajó el costo de mano de obra, entregarían los pedidos en dos
meses y no en cuatro.
Todo fue un éxito, estos dos empresarios alcanzaron la meta y
la empresa ya no estaría en quiebra sino produciendo, ya Kenji
podía presentar el análisis de costo del pedido de Cuba a la pre-
sidencia con total tranquilidad.
Muy sereno se puso su mejor corbata y se aplicó su mejor per-
fume para asistir a una invitación que le había realizado su jefe a
él y a Tanabe, era tanta la emoción que hubo tiempo para tomar
una copa de vino antes de salir, mirarse al espejo, sonreír y sen-
tirse admirado hacia él mismo.
La cita era en el restaurante Sushi, un sitio que se caracterizaba
por ofrecer la comida más tradicional del Japón, al entrar con
Tanabe, el señor Katio ya los esperaba sentado en una mesa que
había reservado, se sentaron junto a él y sin preámbulos comen-

118
Kamikaze
zaron a hablar del negocio:
Sr. Katio, aquí le presento el contrato junto con el análisis de los
costos. ¿cómo estuvo el viaje en EE.UU.? –decía Kenji con una
enorme sonrisa–
- Gracias, Te felicito por hacer tantos amigos en cada negocio.
El Sr. García nunca me dio el contrato y dice que no recuerda
donde lo dejó si en su casa o en su oficina, finalmente me tomo
del pelo –respondió poquito furioso el señor Katio.
Lo que ellos no sabían era que su jefe ya se había enterado de los
movimientos que ellos hacían, los mismos proveedores lo habían
puesto al tanto de la situación y a pesar de la rabia por sentirse
engañado, no tuvo otra salida que aceptar.
- Sr. Tanabe usted es el cómplice de Kenji al visitar a los pro-
veedores, pero ustedes finalmente salvaron la fabrica. Yo no veo
nada en este contrato, Kenji guárdalo en tu oficina y sigue el
procedimiento que ya conoces, hoy quiero que comamos y dis-
frutemos de la cena.
Con el mayor esfuerzo se embarcaron 400 grúas del puerto
de Yokohama hacia Cuba, de vez en cuando Kenji va al puerto
para supervisar el embarque de la maquinaria donde comparte
extensas charlas con sus viejos amigos que únicamente trabajan
cuando llega algún barco.
Para Kenji Este sitio le traía mucha nostalgia, siempre recordaba
toda su juventud mientras revisaba toda la maquinaria y su ga-
rantía para cumplir con el contrato.
Todo el envío marchada tranquilamente, a excepción de la dece-
na de empleados que día a día le pedían a Kenji que los enviara a
Cuba para hacer el servicio mecánico y entrenamiento de ope-
ración, pero esa decisión la tomaba siempre Tanabe.
Sin embargo, desde el momento en que él firmó el contrato,
tenía una gran duda, era la primera vez que negociaba con una
moneda diferente al Yen, todo se había arreglado con los cuba-
nos, para hacerlo con Franco Suizo, realmente no conocía el
comportamiento de la moneda en el mercado de valores, cada
día compraba el diario para leer los indicadores y se daba cuenta
que a pesar de que el Franco Suizo mostraba una elevación op-
tima, el Yen Japonés subía mucho más rápido y se podía correr el
riesgo de llegar a una perdida.

119
Toshiaki Wago
Recordó a un viejo amigo llamado Koyama, un exitoso corredor
en la bolsa de Tokio.
- Kenji, que alegría escucharte, eres un amigo ingrato, ¿por qué te
perdiste? ¿En qué te puedo ayudar?
- Hola Koyama, prefiero no dar explicaciones, necesito saber el
estado de la tasa del Franco Suizo frente al Yen.
- En este momento el Yen domina al valor del Franco Suizo, pero
se estima que dentro de seis meses, la balanza va a cambiar y el
Yen puede estar por debajo.
- Gracias, tu información me servirá demasiado, adiós.
No se necesitaban hacer muchos cálculos, cada vez que la em-
presa Katio realizaba un embarque al destino, Cuba estaba per-
diendo dinero, solo restaba esperar los seis meses para que la
tendencia en la bolsa cambiara y se pudieran ver ganancias po-
sitivas.
Cada día que Kenji entraba a la empresa, un frío corría por su
cuerpo esperando el momento en que fuera llamada a la oficina
de presidencia para explicaciones sobre la pérdida.
Su jefe ya se había dado cuenta, cada vez que se embarcaban las
grúas se perdía un 2% del valor total de cada embarque.
Cuando menos se esperaba, un grito enaltecido retumbó las
ventanas de las oficinas, era el señor Katio, quien con todas las
fuerzas de sus pulmones, pedía desesperadamente una explica-
ción lógica.
- ¡KENJI!, a mi oficina de inmediato.
Se apretó los pantalones, caminando hacía la oficina, era aquel
momento en el que un empleado siente el peso de la jerarquía,
le recuerda que está destinado a obedecer órdenes.
- Quiero una solución pronta a los índices de pérdida –decía el
señor Katio mientras absorbía fuertemente su cigarrillo –
Afortunadamente, Kenji había pasado noches enteras pensando
en ese momento, solo se le había ocurrido una solución de mu-
cho riesgo:
- Sr. Katio, era el riesgo del negocio, ahora lo estamos viviendo, le
ofrezco el 1% de mi comisión para equilibrar un poco la pérdida,
pero cuando la tasa de cambio nos favorezca a nosotros usted
tendría que pagarme un 4% de comisión de más.
- Yo no creo en ese milagro, pero acepto, es lo más viable que te

120
Kamikaze
he escuchado, tu hiciste el negocio, tu pagas y tu respondes.
El cuerpo de Kenji cambió físicamente los siguientes 5 meses,
no conciliaba el sueño de solo pensar que la bolsa no siguiera el
rumbo que él esperaba, además sentía que tenía una pelea caza-
da con el jefe y no quería sentirse perdedor.
Veinte días después cuando el desespero ya se apoderaba de él
recibió una de las llamadas.
- Hola Kenji, habla con Koyama.
- Me alegra oírte, de verdad, ¿Qué noticias me tienes?
- Prepara tu bolsillo, en lo próximos días el Franco Suizo va a
superar al Yen de manera estrepitosa, no sabemos hasta donde
llegará.
- Gracias, me acaba de volver el alma al cuerpo, algún día nos
sentaremos a hablar mejor al calor de unas copas.
La predicción funcionó, el Franco Suizo superó al Yen en un 20%
y cada vez que se vencía las fechas de las letras del pago cubano,
la empresa recogía más y más ganancias.
Sin embargo como acto de humildad, Kenji jamás le hizo un co-
mentario alguno a su jefe, le mantuvo el respeto y Este a pesar
de la alegría sabía que tenía un trato que cumplir.
Llegado ya noviembre, 10 mecánicos partieron hacia el aero-
puerto internacional de Tokio rumbo a Cuba con escala en ciu-
dad de México, todos eran ingenieros y tenían sus esposas y
hogares bien organizados.
En el avión Kenji abrió un paquete que una señora les entregó
para que les entregara a sus esposos como el recuerdo de sus
esposas, era una caja llena de condones, cada una tenía más de
100 y estaban acompañados de una pequeña leyenda firmada
por todas las esposas:
Este es un detalle muy especial para nuestros amados maridos, que-
remos que regresen de su viaje sin hijos y sin enfermedades.
Los amamos:
Sus esposas.
Eran suficientes para más de un año, Tanabe las distribuyó entre
todos por partes iguales, cuando Kenji recibió su parte cerró
sus ojos y se imaginó teniendo relaciones con mujeres latinas,
especialmente con una mexicana, guardó tres condones en un
bolsillo especial mientras silbaba la canción “cielito lindo”.

121
Toshiaki Wago
Salvador Allende
Kenji,Tanabe y los mecánicos japoneses empezaron a trabajar en
la Bella Isla Caribeña, un día la secretaria privada de Fidel Cas-
tro llamó a Kenji para que se entrevistara con Salvador Allende,
el recién elegido presidente de Chile, quien estaba visitando al
líder Fidel Castro, era su primera vista como primer mandatario
a otro país.
Sin dudarlo aceptó la invitación, era la segunda vez que se entre-
vistaría con el líder Fidel Castro.
Se reunieron en una sala de convenciones que contaba con una
oficina especial para encuentros privados.
Kenji fue el primero en llegar, bien recibido, se sentó en una an-
tigua silla para esperar el emocionante encuentro.
Los dos mandatarios llegaron juntos, Fidel con su tradicional tra-
je militar y Salvador Allende vestía una corbata, un saco inglés;
unos zapatos italianos; una colonia francesa, con su sola presen-
cia demostraba ser un hombre muy culto y elegante, más aun
cuando hablaba, lo hacía con una gran fluidez verbal.
- Presidente Allende –preguntaba Kenji con una gran seriedad
–usted es el primer líder socialista que ganó democráticamente
en los países latinoamericanos, ¿qué siente cuando se encuentra
con el comandante Fidel Castro, el líder que logró el poder pero
con sangre y arma que comparten la misma ideología? –mientras
Castro se reía.
- Kenji, lo más importante no es el proceso, es mirar como se
puede beneficiar al pueblo chileno, cubano y a los países latinoa-
mericanos, lo importante es mantenernos unidos para conser-
var nuestro régimen socialista.
- Kenji, la CIA es un hijo de puta –interrumpió Fidel Castro
mientras golpeaba la mesa.
- Señor Allende usted no necesita chaleco antibalas como el co-
mandante Fidel Castro–dijo Kenji –
- Aunque gané las elecciones con un 52%, creo mucho en la leal-
tad del pueblo chileno –decía nostálgico Allende –yo amo a mi
país andino, es más, quiero que lo conozcas y podamos quizá
hablar de negocios, de pronto en la mina de Codelco necesitan
bastante maquinaria para avanzar en las obras, te voy a presentar
al presidente de esta empresa.

122
Kamikaze
- Gracias señor Allende, trataré de hacer toda la logística para
viajar al pueblo chileno.
- Salvador, este chico japonés estoy seguro que viajara contigo
a Chile –decía Fidel –yo compré 400 grúas hidráulicas a través
de él y precisamente está acá prestando el servicio de manteni-
miento, es un buen comerciante, es muy serio con los negocios,
te lo recomiendo.
Al terminar la conversación, Fidel Castro mandó a uno de sus
escoltas a que le entregará un paquete especial que le había lle-
vado a Salvador Allende, era una caja envuelta en un papel regalo
que tenía el escudo y la bandera de Cuba, Allende lo abrió, en su
contenido había una pistola 9mm, para él era un regalo muy es-
pecial, lo que no se imaginaban era que dos años después Allen-
de se suicidaría con esta misma arma.
Kenji regaló el reloj marca Omega, el mismo que le regaló a Fidel,
también se quitó la corbata y se la entregó al chileno.
- Kenji, tu corbata no le queda bien a Salvador –interrumpió Fi-
del.
- No te preocupes Kenji, con tu regalo me llevó en mi corazón
el espíritu y la puntualidad del japonés –decía Allende muy agra-
decido.
Inexplicablemente, esta entrevista fue transmitida al día siguiente
por un canal cubano en TV y todo el pueblo observó el agracia-
do gesto del japonés.
Sin saberlo, él se volvió famoso entre la juventud cubana, cada
noche en su hotel lo esperaban muchos adolescentes para con-
versar con él, especialmente hermosas morenas que la pasaban
admiraban al extranjero japonés.
La pasión por los negocios se apoderaba de Kenji, una mañana
decidió tomar el avión y dirigirse hacia Chile, realizar la prome-
tida visita y explorara nuevos campos.
Llegó a Santiago de Chile, una ciudad que demostraba una gran
cultura, dejaba muy en alto la imagen de Latinoamérica, todas
las personas demostraban dominio en cualquier tema político o
social, el mismo Kenji había escuchado que hasta las empleadas
del servicio, leían el periódico y se sentaban en sus ratos libres a
discutir sobre el futuro económico y político del país.
Su aeropuerto estaba ubicado en un sitio muy especial, desde las

123
Toshiaki Wago
ventanas se podía observar la hermosa cordillera de los Andes
cubierta de nieve en sus más altos picos, un paisaje para enamo-
rar la vista y reflexionar sobre la grandeza de la naturaleza.
Los rasgos de los hombres dejaban ver claramente una mezcla
entre españoles, alemanes e indígenas, pero dejaban ver una gran
decencia, eran personas muy radicales en su personalidad.
Las mujeres, como buenas latinas, eran muy hermosas, delgadas,
de ojos negros que dejaban a su paso el deseo de todo hombre
por tenerlas.
Al salir del aeropuerto notó las calles muy limpias y un transito
muy organizado adornado por el sistema del tranvía y rodeado
de grandes empresas.
Tomó un taxi casualmente de marca japonesa, Toyota, el cual lo
llevó hasta el Palacio de la Moneda, la casa presidencial.
Kenji entró tranquilo, tenía una cita previa, con los ojos puestos
en un nuevo negocio y en busca de Salvador Allende.
Fue muy bien recibido por el máximo mandatario y sin porme-
nores, en una sala de juntas, Allende le presentó a Kenji el ge-
rente general de Codelco el Sr. Shumitsu, chileno pero de origen
alemán y el otro el representante de la oficina de la casa comer-
cial Sr. Nakatani de la empresa Mitsuya.
La reunión no fue muy extensa, Allende ya tenía programado
comprarle 100 retroexcavadoras de la empresa japonesa, pero
Kenji no sentía una confianza plena como ocurrió en Cuba, tenía
miedo acerca del futuro de Este país socialista, presentía que
algún día las cosas podían cambiar y su negocio se dañaría y ge-
neraría pérdidas.
Cuando fue a Cuba notó un estado socialista más fuerte, eso se
demostraba en la actitud de los cubanos hacia Fidel, por eso pre-
firió aceptar un intermediario para el negocio con los chilenos,
el más indicado fue la empresa Mitsuya.
No quiso hacer críticas ni predecir un fracaso, igual por medio
del intermediario firmó el contrato y aseguró la venta.

Los mares del caribe


Una semana después regresó a la isla tropical Cuba, donde aspi-
raba vivir un buen tiempo y disfrutar de todos los placeres que
brindaba la isla.

124
Kamikaze
El color del mar de Cuba es bello y espectacular sobre todo la
playa Baradero, unos 120Kms de La Habana. Cada fin de semana
Kenji iba para esta o a Santa María del Mar, a 30Kms del centro
de La Habana, acostumbraba a sentarse por largas horas a mirar
a mujeres en bikini y a respirar aire fresco.
En uno de esos placenteros paseos con el mecánico japonés, con
voz desconsolada y seria le dijo:
- Oiga Kenji, pobrecitos los cubanos, ellos comen hasta carne de
perro, mira ahí, dice se vende perro.
- No, eso es el perro caliente (Hot Dog), ahora por ignorante,
tienes que gastarme uno y me lo comeré yo solo.
Cada día que él le pedía compañía a uno de sus mecánicos, algo
curioso pasaba.
Un sábado en la tarde lograron conseguir la compañía de unas
hermosas cubanas, los únicos que tenían automóvil era Kenji y
el jefe de mecánico, unos camperos último modelo que habían
llevado del Japón.
Eran cinco parejas, primero las llevaron a una modesta discoteca,
pero no tardaron mucho porque el baile de los japoneses no era
muy experto, además siempre vivían preocupados por el trabajo
del día siguiente.
Sin rodeos las llevaron a una zona hotelera, que realmente ellos
denominaban posadas, se encontraron con la sorpresa que tenían
que esperar por lo menos dos horas haciendo fila para poder
entrar, eran muchas parejas cubanas en busca de un momento de
privacidad y placer, sobre todo los matrimonios, porque no te-
nían casa propia, se dedicaban a esperar a que el gobierno les en-
tregara gratuitamente un techo modesto para vivir, sin embargo,
uno de los mecánicos ya conocía el procedimiento para evitar la
fila, lo único que tenían que hacer era entregarle un paquete de
cigarrillos de Marlboro al administrador, a pesar de que Cuba es
un gran productor de tabaco, esta marca resultaba más atractiva
para los consumidores.
Al entrar en los carros, a lado y lado de la calle interna estaban
las habitaciones, eran bloques de dos pisos, en el primero estaba
el parqueadero y en el segundo una habitación sencilla, solo te-
nía una cama doble con un viejo colchón y solo una sábana, no
tenían ni almohadas, ni luz, ni mesa de noche, solo en una esquina

125
Toshiaki Wago
el aire acondicionado que servía solo de adorno, porque, aún si
hubiera corriente eléctrica, no funcionaba, un baño dotado de
un aseado inodoro y una ducha que al abrir su llave solo dejaba
salir agua salada.
Para Kenji estos encuentros sexuales no tenían gran importan-
cia, siempre que terminaba el acto, se paraba frente a la ventana a
mirar el color del mar Caribe, sabía que esta misma agua bañaba
a Francia donde vivía Ivonne; a España donde vivía Carmen; a
Suecia donde seguramente estaba Sarah; a Grecia que protegía
la experiencia de Venus y a todas las demás mujeres que hacían
parte de su vida aventurera.
Al día siguiente, al visitar la playa solo, sentado en una toalla
jugando con arena en sus manos, como lo hacía de costumbre,
él se preguntaba a si mismo diferentes cosas para definir su fu-
turo, realizaba autocríticas con el fin de revisar el estado de su
conciencia:
- Kenji, ¿tú eres feliz ahora? –se indagaba tomando un suspiro–
¿cómo está tu corazón?, ¿por qué no tengo respuestas?, ¿por qué
sientes que algo falta en mi vida?...
Y de repente como si alguien que se encontraba muy adentro
de si mismo le daba una respuesta que lo consolaba y le devolvía
una sonrisa:
- No te preocupes, algo falta, pero hasta ahora tiene 27 años,
eres un japonés joven, con experiencia y aventurero en los ne-
gocios.
Mientras tanto, desde lo lejos, sin darse cuenta, una mujer lo ob-
servaba hablando solo, era aquella cubana que él había conocido
en Tropicana, con una risa burlona se le acercó para conversar
con él:
- Hola Kenji, ¿me recuerdas? Soy Rosa, la directora del centro de
contratación del ministerio de cultura.
- ¿Usted no es la bailarina de Tropicana?
- Sí, es cierto me gusta mucho bailar y además tengo que ob-
servar el trabajo de los bailarines jóvenes, ¿y tu acostumbras a
hablar solo?
- No, yo no estoy loco, más bien acompáñame al mar, quiero
bañarme.
Ella gustosa, arregló su bikini, lo tomó de la mano, corriendo

126
Kamikaze
entraron a las exóticas aguas saladas del mar caribe y como dos
niños inquietos comenzaron a jugar entre la arena y el agua, ella
lo empujaba hacia el suelo y se le abalanzaba encima, él tratada
de escaparse pero realmente gozaba de cada roce de piel que
tenía con ella.
Cansados, con las yemas de los dedos arrugadas por permane-
cer tanto tiempo en el agua, fueron a comer un helado, sentados
frente a frente, sus miradas comenzaban a penetrarse, cada uno
sentía ese vacío extraño que siente un adolescente en el estó-
mago cuando comienzan a brotar las mieles del primer amor,
era una situación extraña para ambos y a pesar, que desde el
momento en que ella se acercó, Kenji ya tenía pensado invitarla a
la cama pero no lo hizo, prefirió asegurar una cita al día siguiente
a caminar por la playa.
Ella aceptó, el lunes al caer la tarde se encontraron en el mismo
sitio, él vestía elegante, se había aplicado más loción que de cos-
tumbre y ella lucía espectacular, mejor que cada noche cuando
brindaba un show de baile en Tropicana.
Se quitaron sus zapatos y los dejaron olvidados en el camino, el
viento rozaba el rostro de ella y hacía que su cabello ondeara
frágilmente, su belleza tropical se duplicaba, había momentos en
que Kenji la miraba tan intensamente que se olvidaba del mundo
que lo rodeaba.
La caminata se batía entre risas y pequeños juegos pícaros, de
repente, una nube que estaba tapando la luna llena, se corrió
e iluminó sus jóvenes figuras, hicieron una pausa y miraron las
sombras que de ellos salían, con un movimiento involuntario, se
abrazaron de lado, juntaron sus cabezas y de la sombra quedó la
figura de un corazón y con un trozo de madera lo calcaron en la
arena como símbolo de esa pasión que en ellos crecía.
Ella lo tomó del brazo, con una cara de niña pícara, inició de
nuevo la caminata, mientras él se dejaba llevar como se lleva la
corriente a un frágil barquito de papel.
- Kenji, no te imaginas lo bien que la paso contigo, me siento
llena, jamás creí que fueras un hombre tan diferente, tan especial,
tan varonil –decía Rosa mirando la luna –
En ese momento ella dejó caer al suelo de forma muy sensual y
mirándolo a los ojos, la sutil prenda que llevaba puesta, quedan-

127
Toshiaki Wago
do tan solo en un exótico bikini.
Él, con la boca abierta se limitaba a observarla, admiraba su her-
moso cuerpo y su delicadeza.
- No te quedes ahí mirando, ponte ya un traje de baño y metá-
monos al mar.
Rápidamente se quitó los pantalones y la camisa quedando en un
traje de baño sencillo pero algo evidente, si sus genitales tuvie-
ran un movimiento extraño, ella lo detectaría con facilidad.
La noche transcurrió entre risas y juegos, se hundían en el mar,
escribían sus iniciales en la arena y se comportaban como dos
novios adolescentes, se sentaron en dos sillas y al son de una
copa de Cuba libre.
Motivada por el romanticismo del momento, ella lo miró fija-
mente, tomo su mano y muy suave le dijo:
- Ven japonesito, quiero nadar un poco más.
- ¿Pero si es permitido? –preguntó Kenji con cierto nerviosismo.
- Claro que si, además mira a tu alrededor, ya no hay nadie, esta-
mos solos en esta playa.
Llevado por la atracción de la cubana, se dejó levantar de la silla
y cogidos de la mano entraron al mar, reflejando en la superficie
del agua del mar por el rayito de la luna.
En el agua ella lo besó muy profundamente y llevada por las olas,
lo abrazó con sus piernas, mientras él cerró los ojos para disfru-
tar del momento.
Rosa se excito muy rápido, metió sus manos en el traje de baño
de él y le apretó muy fuerte sus nalgas y al oído llevaba por el
deseo le dijo:
- Hazme el amor, quiero ser tuya en esta playa y no te preocupes
que nadie viene por acá a esta hora.
De inmediato Kenji se excitó, eso era evidente en su traje de
baño, ella se lo quitó y agarró muy fuerte los genitales de él,
ya no existía ningún poder sobrenatural que pudiera evitar que
ellos dos se amaran.
Luego, él la agarró muy fuerte y le dio la vuelta para dejarla de
espaldas, comenzó a besarle el cuello y le quito el brasier, muy
delicadamente apretó sus senos y ella emitió su primer quejido,
después fue bajando su mano tocando lentamente su vagina, su-
biendo de esta manera el grado de excitación de ella.

128
Kamikaze
Después de jugar un rato, Kenji la llevó a la orilla, delicadamente
la acostó en la arena y comenzó a hacerle el amor, ambos dis-
frutaban, no era una relación cualquiera, era algo especial, algo
esperado.
De repente ella se dio vuelta y se sentó encima de él, su movi-
miento era impresionante, realmente dejaba ver sus dotes para
el baile y quince minutos después de su contoneo apasionante,
ella llegó primero al orgasmo, dio un grito tan profundo, que al-
gunas aves que aún estaban visitando la playa y eran testigos de
lo que allí ocurría, se asustaron y alzaron vuelo.
Insaciable, ella siguió moviéndose hasta lograr que él estuviera
satisfecho y todo terminó en un profundo beso acompañado de
un fuerte abrazo entre ambos cuerpos desnudos.
Allí se quedaron, sin ropa, sin pudor alguno por más de una hora,
mirándose a los ojos y halagándose mutuamente:
- Te volveré a ver hermosa Rosa –preguntó Kenji suspirando.
- Eso jamás te lo voy a responder.
Se pusieron de pie, se vistieron y cada uno se fue para su casa y
hotel a esperar lo que el destino les tuviera deparado.
Durante los siguientes ocho días, por más que Kenji la buscó,
no logró encontrarla y no se preocupaba por que con aquella
respuesta que ella dio, él ya lo suponía.

La zafra de caña
Para conocer bien el sudor dubano, Kenji organizó un grupo de
hombres para que se dedicara a cortar la caña de azúcar los fi-
nes de semana entre los técnicos y mecánicos extranjeros.
Como era costumbre, ellos quemaban las hojas de la caña para
poder cortar más rápido los tallos y acelerar la producción de
azúcar, aunque entre las llamas se perdía gran cantidad de mate-
ria prima.
Sin Embargo, cruzar en un vehículo por la autopista era realmen-
te una fantasía, porque a lado y lado de la carretera, se alzaban
gigantescas llamas de rojos intensos, Este recorrido llegaba a du-
rar más de tres horas, era como entrar a un gigantesco fogón
que metro tras metro subía más la temperatura corporal, pero a
la vista de los ojos dejaba una impresión inolvidable, a pesar de
la manipulación del hombre, era una maravilla natural.

129
Toshiaki Wago
Era una buena temporada, la caña se encontraba en su mejor
zafra, al llegar, Kenji encontró al jefe de protocolo quien se dirigía
a unos 30 técnicos extranjeros dando instrucciones.
El tamaño de la caña era inmenso más o menos como un bambú
y se necesitan dos manos para cortarlo con machete, pero los
cubanos tenían la experiencia y las cortaban con un solo brazo.
- Mira Kenji,– le decía el jefe de los técnicos que cortaban la
caña –acá hay otro grupo de 20 japoneses que vienen a Cuba
como voluntarios para cortar la caña pero al terminar su trabajo
se quedan en Cuba 2 o 3 de cada grupo para recibir entrena-
miento del manejo de las armas y el aprendizaje de la ideología
revolucionaria, luego se van a los países del medio oriente para
complementar y aumentar las fuerzas del comando del Ejercito
Rojo.
- Es increíble, entonces únicamente vienen a cortar la caña para
aparentar y llevar a cabo una misión.
- Si es cierto Kenji.
Kenji guardó silencio, se limitó a mirar a esas personas que cor-
taban la caña, desconfiaba de todos y no podía creer que Cuba
era el sitio en donde nacían y se fortalecían la mayoría de guerri-
llas latinoamericanas.
Se sentó en una piedra y comenzó a analizar la economía cubana,
sabía que este país era un gran productor de azúcar y tabaco,
pero no entendía muy bien como realizaba los negocios con paí-
ses como Rusia, ya que ellos suministraban armas, especialmente
tanques de guerra al gobierno cubano y simplemente recibían a
cambio toneladas de azúcar y grandes cantidades de carne de
res, era lo único que ofrecía Cuba, pero una cosa no compensa-
ba la otra, cada vez se iba aumentando la deuda, iba a llegar un
momento en el que no sería posible pagar todo el armamento
recibido de los rusos. Ojalá que se quiebre económicamente
Rusia para no pagar la deuda de Cuba.
Lo que más lo impactaba era pensar que a pesar de ser un gran
productor de azúcar, al pueblo cubano no le quedaba para su con-
sumo, había escasez tanto de carne como de la misma azúcar.
Llevado por una ira frente a la injusticia social que vivían muchas
personas en este mundo, se subió a su automóvil y se marchó
hacía el Hotel Riviera, habitación n.º 2.415.

130
Kamikaze
Al llegar, se tomó un vaso de agua para calmarse un poco, se
sentó en una sala a mirara todos los cubanos que por allí pa-
saban, de repente, entre la multitud, apareció una japonesa, ella
pasó de largo y subió las escaleras y emocionado al ver a una
compatriota.
- Disculpa, mi nombre es Kenji –le decía en japonés –¿te puedo
ayudar en algo?
- Hola, me llamo Kiomi y estoy muy bien gracias, únicamente
vengo de vacaciones –respondió nerviosa –
- Que extraño, hoy estuve en los cultivos de caña y te vi allí cor-
tando caña con el grupo de los voluntarios jovenes japoneses.
Ella guardo silencio y se sonrojo, había caído en una mentira
infantil, mientras que él notó que algo ocultaba.
- En mi habitación tengo comida instantánea, ¿quieres?
- Gracias, tengo mucha hambre.
Entraron a la habitación y Kenji sacó de una maleta un vaso de
icopor que contenía pasta de tallarines, lo introdujo en agua ca-
liente y en el solo tres minutos, ya estaba listo para servir.
Ella terminó primero, mientras que él no quiso probar nada, solo
se limitaba a observarla, a pesar de que era muy atractiva, no
despertaba ningún mal pensamiento ni deseo, él sentía lastima al
pensar que esta mujer podía morir fácilmente si perteneciera a
un grupo guerrillero.
- Señorita, si quieres puedes llevar unos 10 paquetes más a tus
amigos japoneses.
- Gracias, eres muy atento –respondió mientras envolvía en su
bolso la comida que le habían regalado.
- Disculpa, quiero que seas sincera, ¿a qué vienes a Cuba? Vine
a recibir un curso de entrenamiento militar y después viajo al
medio oriente.
- Yo ya lo sabia, también sé que todos tus compañeros ya viaja-
ron excepto tu y otros dos, pero ¿cómo haces para entender la
teoría sin saber el idioma español?
- Un coreano viejito hace traducción pero no entiendo muy bien
el japonés que él habla. Él trabaja en el ministerio del interior
como traductor.
- Interesante, me gustaría conocerlo, creo que yo podría apren-
der algo de ese anciano.

131
Toshiaki Wago
- Yo creo que él ya te conoce a ti, al mismo tiempo trabaja como
espía en las conversaciones que mantienen los japoneses que
habitan en Cuba con sus países.
Asombrado de enterarse del control del gobierno cubano sobre
los extranjeros, guardo silencio y sintió la necesidad de poner en
sobre aviso a las personas para que no fueran a hablar mal del
gobierno cubano.
- Kenji, le decía Kiomi muy nostálgica– posiblemente yo iré a
otro país dentro de pocos días. Ya yo no vuelvo nunca al Japón,
por favor envía este paquete y esta carta a Tokio a mis padres.
- ¿Usted ira a Palestina, verdad?
- ¿Cómo adivinó?
- El contrato de ustedes del Ejercito Rojo es con Yasser Arafat.
Si usted quiere hablar con él yo sé donde se encuentra, en este
momento él está en La Habana en el Hotel Capri.
- No, No gracias.
- Ojalá que tenga buena suerte.
Emocionado por el tema, luego de que aquella mujer se fuera
para su habitación, Kenji se fue para el hotel Capri con la ilusión
de conocer a Este misterioso personaje.
No hubo problema para entrar, afortunadamente ya tenía varios
amigos que daban buenas referencias de él, el sitio era un edificio
viejo en el ultimo piso, pero mantenía ciertos lujos que daban un
ambiente agradable.
Se acercó a la barra y pidió una copa de daiquiri, se sentó en una
banca, al levantar su cara, detrás del cantinero estaba el fondo
de una piscina que se encontraba en una terraza, no tenía bal-
dosas en su interior, tenía paredes de vidrios que dejaban ver
el nadar a las chicas cubanas que allí se divertían y donde antes
de la revolución las prostitutas nadaban desnudas y los gringos
seleccionaban la que le gustaba, según el cuerpo, el color de la
piel y la cara.
Después de mantener la boca abierta por largo rato, se dio
cuenta que a su lado estaba un hombre de unos cuarenta años,
riéndose de él.
- ¿Qué pasa japonesito, jamás habías venido?
- No, pero este invento está espectacular.
Este hombre extraño le brindó otra copa de trago y comenza-

132
Kamikaze
ron una conversación algo caliente.
- Son realmente hermosas, tienen excitantes figuras –decía Kenji
emocionado –
- Es cierto, pero de nada sirve mirar, mejor subamos y las toca-
mos –respondió aquel hombre extraño mientras sonreía –
En ese momento, Kenji se puso de pie insinuando que aceptaba
la invitación, luego observó como su nuevo amigo se puso unos
lentes negros y recogió de otra silla una prenda algo extraña
para Kenji y se la colocó en la cabeza
Inmediatamente lo identificó, su pronunciada nariz, su corta es-
tatura, su inconfundible sonrisa, era Arafat, el líder palestino.
Asustado, Kenji le siguió sus pasos, no volvió a tocar el tema de
las sensuales mujeres de la piscina, sentía la necesidad de apro-
vechar para hablar de política.
Al subir se sentaron a la orilla de la piscina en una pequeña mesa,
solo los acompañaban dos escoltas del gobierno cubano a más
de un metro de distancia
- ¿Qué pasa japonés, ya no te gustan las mujeres de la piscina?
- No, claro que si, disculpe usted mi indecencia, mi nombre es
Kenji, soy funcionario de la empresa Katio, estoy en Cuba cum-
pliendo cláusulas de contratos.
- Me imagino que aunque tarde, ya sabes quien soy yo, si pudiste
entrar hasta acá es porque eres un buen hombre.
Para Kenji fue halagador escuchar esas palabras, Arafat no dejaba
de ser un líder importante en el mundo.
- Y hablando de todo –preguntaba Kenji aprovechando la oca-
sión –yo he tenido la oportunidad de viajar por varios países
en el mundo encontrando casos donde existe pobreza y guerra,
la mayoría son victimas del poderío de los gringos y en algunos
casos de los rusos, ¿no le parece?
Arafat guardo silencio, ni siquiera se atrevían a mirar a Kenji, no
dio opinión alguna.
- Aunque me parece más curioso las guerras entre religiones
–prosiguió Kenji –hasta donde sé, Israel ha estado en guerra por
más de dos mil años, a veces no entiendo el sentido de la absur-
da guerra, son victimas personas inocentes llevadas por ideales
extraños.
- Respeto tu opinión Kenji, pero me gustaría que conocieras

133
Toshiaki Wago
mi país, mi gente y sus sufrimientos, nos dedicamos a defender
nuestra tierra y rechazar invasiones, nosotros tenemos un Dios
y lo hacemos respetar, estamos en tierra santa, allí nació Jesús.
Esta respuesta cortó con el tema, de inmediato fueron más im-
portantes las mujeres de la piscina que entrar en una discusión
política entre un japonés y un palestino.
Se dedicaron a admirar las figuras de las cubanas, no hubo noche
de sexo ni nada parecido, simplemente compartieron unos tra-
gos de más y Kenji partió para su hotel caminando.
Al llegar a su morada, llevado por el efecto del alcohol, se encon-
tró con un muchacho japonés quien le pidió ayuda para conse-
guir un tiquete aéreo de La Habana a Tel.Aviv, una ciudad israe-
lí ubicada a orillas del Mar Mediterráneo, pero la respuesta de
Kenji no fue muy alentadora.
- Si usted regresa a Japón dejando el proceso de guerrillero, con
mucho gusto te regalaría el pasaje a Tokio, pero para ir a Israel a
matar a tanta gente inocente, yo no tengo capacidad moral para
ayudarte. Ustedes parecen Kamikazes modernos.
El joven japonés le dio una sonrisa hipócrita y siguió su paso tras
la mirada furiosa de Kenji.
A los dos días, mientras Kenji paseaba por las calles de La Haba-
na, compró el diario nacional, Granma, comenzó por a leer las
noticias nacionales y cuando abrió la sección internacional, se
enteró que en la tarde anterior en el Aeropuerto Internacional
de Tel Aviv un grupo de terroristas abrió fuego con ametrallado-
ras, matando más de 20 pasajeros, la policía de Israel reaccionó
y dio de baja a todos los rebeldes, entre los cuales estaba aquel
japonés que desesperado buscaba dinero para ir hacia la muerte
y la mujer con la que compartió aquella comida instantánea en
el hotel.
Lo que más le impactó fue mirar la foto de la noticia, en ella apa-
recía el joven cubriendo el cuerpo de la mujer, como si minutos
antes de su muerte el le brindara protección como un hombre
enamorado. Kenji sintió el corazón muy duro al leer esta noticia,
pero sabia que Este era el destino que le esperaba a estos jóve-
nes guerrilleros.

134
Kamikaze
El diamante negro
Durante los días siguientes no se borraría la imagen de aquellos
jóvenes pidiendo ayuda, hasta que recibió una llamada de Gar-
cía.
- Kenji, me alegra escucharte, llevo tiempo sin verte.
- Igualmente señor García, espero que usted se encuentre muy
bien.
- Ya yo no vuelvo a Japón –decía García emocionado– me nom-
braron como el jefe de control de los países asiáticos y africanos
en el ministerio.
- Felicitaciones Sr García, me alegra su ascenso.
- Kenji hay un negocio muy importante pero muy delicado. Tú
sabes que en Angola, el gobierno actual dominado por el grupo
de Portugal, quienes son dueños de esta colonia están cayendo
y en contra de ellos está el grupo respaldado por Rusia y Cuba
quienes van a ganar esta guerra dentro de seis meses y como
tu sabes hay más de 100 muchachos cubanos que tu entrenaste
que están listos para viajar a Angola como mecánicos, más no
como ejercito. En este momento en Angola hay 500 rusos que
brindan asesoría militar y debajo de ellos hay 10.000 cubanos
instructores de guerra y hay 200.000 hombres de Angola que
están luchando por su país.
- Impresionante, este mundo está loco –decía Kenji asombrado.
- Si yo lo sé, pero hay un negocio, Angola necesita maquinarias
para recoger los escombros y así mismo reconstruir parte de
las ciudades.
- Y me imagino que como se abrirá la carta de crédito de los cu-
banos y ellos apoyan la guerra civil, entonces las maquinarias no
llegaran a Cuba sino a Angola –respondió Kenji sacando prontas
conclusiones–
- Correcto japonés, tu inteligencia brilla rápidamente.
Emocionado, Kenji regreso al Japón para alistar las maquinarias,
grúas, escavadoras, cargadoras, buldózer y volquetas.
En ese momento llegó la carta de crédito de Cuba a través del
banco francés, su forma de pago era del 100% a la vista contra
embarque.
En tres meses lograron alistar todo y se embarcaron 80 unida-
des de toda clase de maquinarias al buque cubano con destino

135
Toshiaki Wago
a Angola. El presidente Katio saltaba de la dicha, no solo porque
se había logrado otro negocio, sino también porque la tasa de
cambio del Franco Suizo había subido y dada a la baja la mone-
da japonesaen Japón así que esto favorecía a la economía de la
empresa.
Kenji ya se había acostumbrado a viajar por el mundo, como al-
guna vez se lo dijo Yuki, su primer amor, entonces, contando con
todo el apoyo de la empresa, viajó a París en busca de su amigo
Jean Paúl para contarle el nuevo negocio de Cuba con Angola.
No fue difícil ubicarlo, y el francés no había cambiado nada ni
físicamente ni en su forma de ser, lo recibió de una manera muy
cordial en su apartamento, con un efusivo saludo y una copa de
coñac:
- Kenji, amigo mío, me alegra verte de nuevo, se concreto y cuén-
tame que tengo qué hacer por ti.
- Gracias, quiero que me acompañes a conseguir un pasaporte
cubano en la embajada caribeña.
- Y para qué si tu eres un buen japonés.
- Necesito viajar a Angola, como Este país está en guerra, Japón
retiró su embajada, como el ejército cubano lidera la guerra, con
un pasaporte de Este país me será menos complicado entrar y
salir.
- Y para qué quieres viajar a Angola –preguntó Jean Paúl intriga-
do.
- Negocios, simplemente negocios, pero iré como asesor mili-
tar.
- Kenji tu eres verdaderamente un hijo de Kamikaze.
- No soy el único porque tú irás conmigo a Angola, allá no hay
mujeres bonitas, pero hay plata, ¿quieres ganar plata conmigo?
- Creo que sí –respondió el francés decidido.
Salieron juntos para la embajada cubana y consiguieron el pa-
saporte para Kenji, salieron hacia el hotel, alistaron las maletas,
anunciaron su viaje y de inmediato partieron hacia Angola en un
vuelo de primera clase.
Ya en el aeropuerto internacional de Angola fueron recibidos
por los alumnos de Kenji y por un capitán del ejército cuba-
no enviado por Fidel Castro, todas las personas que estaban en
el aeropuerto miraban extrañamente tanto al japonés como al

136
Kamikaze
francés, eran dos hombres blancos en medio de una multitud
negra.
Sin embargo ellos guardaban tranquilidad, no les inquietaba la
mirada de los negros ni muchos el constante los sonidos de las
balas.
Trasportados por el ejército cubano, fueron llevados a un ho-
tel, aparentemente era el más lujoso, pero su fachada era una
muestra del horror de la guerra, sus paredes estaban llenas de
agujeros causados por las balas, no se distinguía el color de la
pintura, se veía una sombra negra reflejo de las fuertes explo-
siones, sin embargo en su interior se respiraba otro aire, eran
habitaciones sencillas pero en buen estado, buena ducha y una
comida normal.
Los cubanos no iban gratis a Este país a buscar la muerte, si ellos
sobrevivían dos años en Angora, el gobierno le regalaba un apar-
tamento en La Habana, era realmente un reto.
Kenji se sentía presionado y sabía que a pesar de tener pasapor-
te cubano, estaba arriesgando su vida, era el único japonés en
todo el territorio, quería salir lo más rápido posible, organizó a
10 de sus hombres y las maquinarias para que iniciaran la lim-
pieza de calles y construcción del pueblo, no alcanzó a conocer
nada del país ni de sus costumbres, a las pocas horas tomó un
vuelo y regresó a La Habana.

El socialismo renacerá
Al llegar a Cuba, Kenji recibió de nuevo la visita de García.
- Vamos a la base del Ejercito, Fidel te necesita, está buscándote
desde hace 7 días –decía García afanado –
- ¿Otro negocio?
- No, en caso de negocio yo tengo que saber de antemano, pero
no tengo idea.
Tomaron un Jeep que los llevó rápido a la base, como si fuera
una visita anunciada, al llegar los soldados vieron el rostro del
japonés, no realizaron requisa alguna y de inmediato abrieron las
puertas.
Fidel lo recibió nuevamente con un ambiente muy amistoso en
un sitio clandestino dentro de la base:
- ¡Oh! mi gran amigo japonés de confianza, por favor venga aquí

137
Toshiaki Wago
–decía Fidel mientras lo agarraba del brazo y lo llevaba a un lugar
aparte– Kenji por favor necesito que vayas urgente a Santiago.
- Comandante su pueblo natal en oriente? ¿Santiago de Cuba?
- No, No, No, a Santiago de Chile, donde está Salvador Allende.
Resulta que la CIA y Pinochet, el general del ejército chileno
quien ayuda a Estados Unidos, están destruyendo el gobierno de
nuestro amigo Allende, por favor entrégale esta caja como una
encomienda especial.
- Listo comandante, puede contar con mi ayuda.
La nacionalidad japonesa de Kenji era unas bajo la manga para
Fidel, su pasaporte no tenía el sello de la inmigración cubana por
el contrario especial por el gobierno y esto facilitaba de viajar a
otros países, Fidel envío la caja con el contenido misterioso.
Gustoso de hacerle un favor a un personaje tan importante en la
historia de la humanidad, partió para Chile, todos los gastos se los
pagó el gobierno cubano, un viaje confortable y con viáticos com-
pletos, con escala en México y de allí directo a Santiago de Chile.
Al llegar a la tierra del vino la inmigración del aeropuerto de
Santiago, estaba bajo control del general Pinochet, dos soldados
chilenos revisaron la maleta de Kenji pero no abrieron el pa-
quete recomendado de Fidel, mientras que el inspector revisaba
el pasaporte japonés de Kenji, donde no encontró ningún sello
extraño para ellos.
. Bienvenido a Chile señor…– decía un soldado mientras revi-
saba los papeles –Kenji Yamato ¿Japonés, cual es el motivo de su
viaje a Chile?
- Turismo –respondió tranquilamente.
- ¿Tú sabes en que momento estamos?
- Si, pero me interesan más las chilenas.
- Ya entiendo, bienvenido de igual manera, ojalá que gaste mu-
chos yenes con las chilenas señor japonés.
Riéndose solo al haber burlado a los hombres de Pinochet, salió
hacia el Palacio de Moneda en busca de Salvador Allende.
Al llegar frente al edificio había 3 tanques de guerra del ejército
dirigido por el general Pinochet con más de 2000 soldados, esto
hacía que fuera imposible entrar por la puerta principal, estaba
seguro que le requisarían la caja y todo se perdería.
En ese momento recordó su viaje a este país y visitó un res-

138
Kamikaze
taurante a unos metros del Palacio de la Moneda donde sabía
habitaban simpatizantes de Salvador Allende.
Fue recibido cordialmente, no le dijo a nadie que era enviado
por Fidel Castro, solo les dijo que llevaba una caja que necesitaba
ser entregada urgentemente al mandatario.
Aquellos chilenos le ayudaron, fueron a la parte trasera del res-
taurante, corrieron una mesa gigante que ocultaba una tapa en
cemento en el piso, tuvieron que correrla entre varios hombres,
encendieron las luces y su interior habían un túnel que conducía
directamente a la oficina de Allende.
- Por este túnel lograrás llegar hasta tu objetivo –le decía un
mayor que antes pertenecía al ejército de Pinochet, pero prefi-
rió seguir las ideas de Allende y se unió en la lucha a su favor. yo
mismo te guiaré hasta nuestro líder y presidente.
Este túnel que había sido construido hacía más de cien años, era
angosto pero ambos cabían de pie, tardaron cerca de quince
minutos en llegar hasta una puerta situada bajo un tapete en la
oficina de Allende.
Con un golpe particular, el mayor hizo una señal para que le
abrieran la puerta, entraron a la oficina limpiando el polvo que
quedó en su ropa.
Dentro del edificio, en el despacho del presidente, habían unos
50 jóvenes reunidos con Allende. Cuando él vio a Kenji lo abrazó
y le presentó a todos los jóvenes que lo acompañaban, incluyen-
do tres mujeres, todos voluntarios y simpatizantes que acepta-
ban morir con Allende ante cualquier derrota.
Kenji entregó el paquete que le había encargado Fidel y el pre-
sidente abrió la caja y sacó unas cartas escritas a puño y letras
por el cubano, las leyó y comenzó a llorar tapando su rostro con
ambas manos.
En ese momento, se escuchó desesperadamente la voz de Kenji
tratando de darle una señal de aliento:
.Señor presidente por lo que veo ya no hay posibilidad de diálo-
go con las fuerzas de Pinochet, por qué no escapa conmigo por
el túnel y después vamos a mirar la posibilidad de construir el
socialismo en Chile.
-Kenji, si nosotros salimos de aquí abandonando este despacho
se muere nuestra ideología Socialista, nosotros decidimos que-

139
darnos hasta el último momento para morir y si nosotros nos
quedamos aquí la idea de socialismo renacerá aquí, por nuestra
fe y por nuestra patria Chile.
Esas palabras de Allende enardecían los corazones de los allí
presentes, inspiraba un sentimiento de lealtad ante el pueblo chi-
leno.
- Kenji, gracias por tu apoyo, pero ya es hora que regreses a
Cuba, saludos a nuestro amigo Fidel –decía Allende mientras aca-
riciaba la pistola 9 mm que Fidel le había regalado hacía dos años
en Cuba– Soy Kamikaze chileno con el corazón socialista, Kenji
mucho éxito en su vida futura.
Desesperado Kenji les insistió únicamente a las tres mujeres
para que salieran con él, diciéndoles que ellas tenían el don de
procrear y de ser madres.
Finalmente aceptaron llevando consigo una lista con la dirección
de las familias de los 47 muchachos y unas cartas para sus seres
queridos que quedaron para morir con Allende.
- Mayor, vamos de regreso al restaurante, usted es mi guía.
- No japonés, yo me quedaré aquí, fiel a mi país, a Santiago de
Chile, pero ante todo leal a mi presidente Salvador Allende, ¡qué
viva el presidente! –gritaba nostálgico el mayor mientras que los
jóvenes levantando sus manos le respondían con la misma frase
reiterando un apoyo total–
Kenji abrió la tapa y salió acompañado por las tres mujeres co-
rriendo por todo el túnel, salieron de nuevo al restaurante.
De inmediato tomaron un taxi y se marcharon hacía la casa de
un simpatizante para protegerse de los ataques.
Una hora después, el ejercito de Pinochet entró al Palacio de
la Moneda para asesinar sin piedad a todos aquellos que se en-
contraban allí escondidos, pero minutos antes de llegar hasta
la oficina de Allende, Este tomó la misma pistola que le había
regalado Fidel, la colocó en su sien y a grito entero pronunció su
premonitoria frase:
- “PAGARÉ CON MI VIDA LA LEALTAD DEL PUEBLO”
Cerró sus ojos y apretó el gatillo, su muerte fue instantánea
y enseguida todos aquellos que lo acompañaban iniciaron una
defensa, pero fue absurdo, eran 47 contra un ejército de más de
500 que habían ingresado.
Kamikaze
El ataque duró menos de una hora, todo el gobierno chileno se
cubrió de sangre, de muerte, de injusticias y de dolor.
Mientras tanto, cuando el sonido de las balas cayó Kenji y las
tres mujeres tomaron un auto y visitaron casa por casa según la
lista y entregaron todas las cartas a madres, esposas e hijos que
serían huérfanos.
La última de esas cartas fue la más impactante, era de un joven
llamado Iván, esta carta era para su madre, ella recibió a Kenji a
las mujeres con la esperanza de ver a su hijo, pero al recibir la
carta sus ojos se llenaron de lágrimas, un vacío recorrió todo su
cuerpo, sentía que gran parte de su vida se desgarraba.
Abrió el papel y leyó en voz alta:
Querida Madre:
Me hubiera gustado que no tuvieras que leer esta carta, no llegó a
imaginar cuál será tu reacción.
Primero quiero recordarte que eres una excelente madre, eres lo más
lindo que Dios me dio en la vida, gracias por tu paciencia, tu com-
prensión, tu apoyo, gracias por levantarme cada vez que niño me
caía, gracias por sacrificar tu vida al yo nacer y darme alimento de tu
propio pecho, que Dios te espere en su gloria como una mujer santa
que eres.
No te culpes por mi muerte, soy un hombre fiel al gobierno, leal a
Salvador Allende y defiendo mis principios.
Madre, no sufras por mi, discúlpame por desafiar la ley de la vida en
que los hijos entierran a sus padre y no los padres a sus hijos, igual
que María enterró a su hijo Jesús, ojalá algún día entiendas el motivo
de mi decisión.
Tu hijo que te adora,
Iván.
A medida que iba leyendo la carta, más lloraba, era imposible
describir el sentimiento de una madre al perder a su hijo, era
una mezcla entre orgullo al saber que su hijo era valiente ante
sus principios e ideales socialistas, una confusión tratando de
entender esta posición tan absurda y cruel.
Finalmente agradeció a Kenji y a las tres mujeres, afianzó la
puerta y se en cerró en la casa, de inmediato se comenzaron a
escuchar profundos gritos de dolor en el llanto de una madre
desconsolada.

141
Toshiaki Wago
Kenji y las tres mujeres se miraron a los ojos, sentían deseos de
entrar a la casa y ayudar a la señora, pero tenían que moverse
rápido para no ser alcanzados por el ejército de Pinochet.
Dos de las mujeres tomaron rumbos diferentes, tan solo se des-
pidieron y no quisieron decir hacía dónde iban.
Y allí se quedaron, Kenji y una mujer chilena, su nombre era
Marcella Bochelli:
- ¿Y ahora qué japonés? –decía la mujer afanada ¿Para dónde
cogemos?
- Creo que a mi me pueden reconocer, había mucha gente que
me vio entrar al restaurante y en estos países identifican fácil-
mente a las personas asiáticas.
- No te preocupes, saldremos de Este país por la frontera con
Perú, si tienes dinero alístalo porque vamos a necesitar muchos
víveres para soportar la caminata.
- No te preocupes –contestó Kenji un poco más tranquilo –yo
tengo dinero y tu tienes la ruta
Lo primero que compraron fue un litro de agua y algo de comida
enlatada y comenzaron su larga travesía, después de una hora de
caminar, no pronunciaban palabra alguna, cada uno pensaba en lo
que había ocurrido para la historia política de Chile.
En ese momento, un campesino que corría en contravía a ellos,
reconoció a Marcella, la tomó del brazo y la llevó a un lugar
aparte, le dijo algo al oído, salió corriendo como si alguien lo
persiguiera, Marcella cayó al suelo y entró en un llanto imparable,
de inmediato Kenji se acercó para ayudarla:
- ¿Qué te pasó chilenita? –preguntó Kenji afanado –
- Mi padre, es amigo de Salvador Allende, él pertenece a la fuerza
aérea de Chile, lo atraparon y lo torturaron, según ese señor, mi
padre ya está muerto fue castigado injustamente.
Kenji la abrazó fuertemente y trató de consolarla, pero el viaje
debía continuar, él la levantó del brazo, le dio fuerzas y siguieron
la larga caminata.
Gracias al dinero que gastó Kenji, pudieron comer y saciar la sed,
caminaron por cuatro días hasta llegar al municipio de Arica, en
la frontera de Perú:
- Hasta aquí te acompaño, gracias por ayudar a nuestro grupo
de patriotas, continúa este camino y muy cerca llegarás a Perú

142
Kamikaze
donde te esperan los simpatizantes de Allende para llevarte a
Lima.
- ¿Tú quieres pasar esta frontera conmigo? Y vamos a Cuba y
después a mi país Japón, yo te puedo ayudar.
- Kenji ya tu sabes que yo tengo un compromiso con mi patria,
con la lucha por el socialismo y también por el amor que me une
a mi padre y a Chile, más bien si quieres devuélvete conmigo y
acompáñame en la batalla, volvamos Santiago conmigo.
La sangre de Kamikaze de él se calentó, pero no pudo aceptar
la oferta, prefirió besarla y abrazarla profundamente, por dentro
se sentía un hombre totalmente caído por no poder entregar su
vida a este patriotismo.
- Marcella yo rezaré a Dios por ti, estoy seguro que en un futuro
tu llegarás a ser presidente de Chile y cuando eso ocurra, desde
cualquier sitio del mundo vendré a verte y a felicitarte, cuida
mucho tu vida.
- Como quieras, lo único que yo sé es que “nada me será fácil,
pero intentaré hacer lo posible”
Kenji apretó sus mandíbulas y partió hacia territorio peruano,
lleno de lágrimas después de la despedida con esta hermosa chi-
lena.
Al caer la noche pisó la tierra de los Incas, llegó a una casita vieja
donde un anciano le dio posada y comida, cayó como una piedra
en un colchón viejo y durmió profundamente.
Al día siguiente le entregó casi los últimos restos de dinero que
le quedaban al anciano, le preguntó por la ruta para llegar a Lima
y emprendió viaje, al salir de la finca, levantó la cabeza y observó
una de tantas maravillas naturales, a un lado estaba el cielo con
un intenso azul, y del otro lado el mar pacifico con el mismo
color del cielo, era como una señal de vida, de renacer después
de salir de casi un infierno.
Deprimido tomó un bus viejo que lo llevó hasta Lima, visitó la
embajada cubana y ellos de entregaron de inmediato un tiquete
aéreo con destino a La Habana.

Adiós Cuba
Bajó del avión y de nuevo pisó el aeropuerto José Marti, allí o
esperaba ansioso García:

143
Toshiaki Wago
- Amigo García, cumplí la misión imposible, pero no mi estado
de ánimo es bajo después de esta experiencia, voy a descansar
estos días.
- Kenji, tranquilo, te lo mereces, no te preocupes porque los ser-
vicios de maquinaria en Cuba van a la perfección, que estés muy
bien.
La sangre que Kenji, ya tenía un toque cubano, el siguiente año
estuvo allí trabajando y disfrutando de la playa y la brisa, y en
algunas ocasiones, se encontraba clandestinamente con Rosa.
En ese tiempo, hizo un segundo contrato de maquinaria pesada,
otras 400 gruas con el gobierno de Fidel Castro, para abansar los
proyectos sociales.
Un día decidió sentarse de nuevo en el malecón, como alguna
vez lo había hecho para pensar un poco sobre el futuro de su
vida, se preguntaba a si mismo si sería capaz de morir por sus
hijos o por su patria, recordaba cada caso que conoció, los 47
chilenos al lado de Allende, a su propio padre el Teniente Ke-
nichi cuando murió siendo Kamikaze japonés, al profesor Mis-
hima, quien entregó su vida por defender sus ideales y los dos
jóvenes terroristas japoneses que murieron en el aeropuerto
Tel-Aviv.
En medio de tantas ideas que rodeaban su cabeza, él no podía
sacar una conclusión frente a la muerte, era un hombre que de-
fendía el valor de la vida, creía que sería la orden de Dios.
Algunos dias Kenji en ves de comer en el restaurante del hotel,
iba a almorzar en el bar “La Bodeguita del medio” en el centro
de La Habana Vieja. Alli el se siente a la misma mesa donde Er-
nest Hemingway siempre tomaba la serveza pensando escribir la
famosa novela el Viejo y el Mar. Asi mismo Kenji descansa men-
talmente entrar al mundo de fantasia de Hemingway.
Un día, Mirando fijamente al mar, se dio cuenta que ya era hora
de salir de Cuba, a pesar de ser un país tan tropical, con un exce-
lente nivel de educación y salud, había cosas que le molestaban,
como ver día a día a gente sufriendo por la falta de alimento.
Tomó la decisión de salir de La Habana, no sin antes visitar a su
amada y añorada Rosa, salió para Tropicana, se encontró con ella,
le anunció su viaje y ella lo invitó a un lugar muy especial al día
siguiente y de paso decirle algo muy importante.

144
Kamikaze
Al día siguiente, mientras Kenji dormía, Rosa llegó a recogerlo
con un vestido muy elegante, lo apuró y juntos salieron para el
pueblo pescadero, Cojimar, en donde surgió la famosa historia
de “El Viejo y el Mar.
Llegaron en un vehículo particular al puerto pesquero, tomados
de la mano caminaron juntos por la orilla del mar:
- A dónde me llevas –preguntaba Kenji –
- Quiero que conozcas a una persona muy especial, y después te
daré una fabulosa noticia.
Ella lo llevó hasta una vieja casa, golpearon la puerta y salió un se-
ñor de aproximadamente 50 años, de protuberante barba blanca
y en sus ojos demostraba el amor a la pesca.
- Hola mi hermosa Rosa –decía el señor emocionado –
- Hola mi gran Señor Santiago, te quiero presentar a mi amigo
Kenji, viene del Japón y trabaja en Cuba.
Se dieron la mano como dos grandes amigos y pasaron a una sala
cuyas paredes estaban adornadas por redes de pesca.
- Kenji, este señor que está frente a ti, es el hermano del perso-
naje principal de “el Viejo y el Mar” –decía Rosa tomándolo de
la mano.
- ¿La historia de Hemingway?
- Si, la misma.
- Yo leí ese libro, a través de este relato, aprendí mucho y me
facilitó para hablar el inglés, nunca he olvidado la filosofía que
aborda sobre la muerte, casi como la historia de cualquier Ka-
mikaze, es un orgullo para mi conocer al hermano de “el viejo”
- Gracias, amigo japonés –respondía el barba larga –mi hermano
era un hombre sencillo, fuerte y trabajador honrado, toda su vida
fue un pescador fiel, hasta que un día atrapó un pez más largo
que su propio barco, pero cuando quiso regresar a tierra, los
mismos tiburones lo atacaron y se comieron la carne del animal,
dejando únicamente sus huesos desde entonces, diariamente re-
cibía la visita de Hemingway quien se interesó por la vida de mi
hermano hasta conseguir el fantástico relato de “el viejo y el
mar”.
- Qué increíble historia –decía Kenji, jamás me imagine estar tan
cerca de la vida de “el viejo” y entonces ¿tu conociste a Hemin-
gway?

145
Toshiaki Wago
- Por supuesto, también soy testigo de la profunda amistad entre
el escritor y Fidel Castro.
Entre risas e historias se contaron mutuamente cosas especiales
de su vida, terminó la visita y Rosa invitó a Kenji de nuevo a la
orilla del mar, como lo hicieron la primera noche que estuvieron
juntos.
Se acostaron en la arena mirándose fijamente a los ojos:
- Cuál es la noticia que me tienes –preguntó Kenji–
- Te has convertido en un hombre especial, quiero que te cases
conmigo, ¿qué dices? Además del amor que siento por ti, esta
sería la única forma de salir de Cuba legalmente ya que odio el
régimen socialista.
- Aceptó, sin duda, no solo por lo nuestro, también quiero ayu-
darte a salir de aquí.
Se pusieron de pie y salieron para sus casas, al día siguiente, por
costumbre japonesa, Kenji llamó a su mamá y le contó su idea de
casarse con Rosa:
- Hijo si tú quieres ayudar moralmente y tú amas realmente a
esta mujer entonces cásate inmediatamente con ella.
Kenji y Rosa empezaron el proceso de matrimonio civil, debían
hacerlo antes de que él saliera de Cuba, sin embargo ellos tenían
que hacer algo antes de unirse, ella tenía su papá encarcelado en
la Isla de Pinos desde el año de 1961.
En el momento de La Revolución el padre de Rosa, Oscar, era
dueño de una compañía de transporte, él ayudó mucho a Fidel,
compró las armas en Canadá, las envió a Sierra Maestra durante
el inicio de la guerra contra el Régimen Batista, pero la situación
política de Fidel cambió su rumbo e inesperadamente hizo alian-
za con la izquierda Rusa, Oscar estaba en contra de esa decisión,
a pesar de que Fidel le ofreció el cargo de ministro de transpor-
te él no aceptó, fue encarcelado por más de 15 años de la carcel
en La Isla de Pinos.
Era lógico que Rosa quería que su padre asistiera a su matri-
monio y aprovechando las buenas relaciones sociales que tenía
Kenji, él habló con la compañera Hirma, acordando aquél día de
la reunión de negocios con Fidel Castro. Lograron dejar en liber-
tad a Oscar con la única condición de que no podía involucrarse
en ninguna actividad política.

146
Kamikaze
De esta manera, el japonés y la cubana contrajeron matrimonio
por lo civil e hicieron una recepción en el salón del hotel Habana
Libre (Antiguo Hotel Habana Hilton), invitaron a unas 100 per-
sonas entre políticos, artistas, amigos.
Lo más curioso de la boda, fue que el novio le regaló a cada uno
de los invitados una botella de wiskhy sello negro pero ninguno
la destapó, todos se la llevaron para sus casas y coincidían en
que hacía más de diez años no veían esta marca de trago en su
país, dentro de los regalos que recibió la feliz pareja, había uno
muy especial para Kenji, fue entregado personalmente por el Sr
García, era una caja pequeña muy bien empacada, la cual guardó
aparte de los demás obsequios y la colocó en su maleta personal
de vuelo.
La fiesta terminó tranquilamente, al día siguiente Kenji y su espo-
sa salieron de Cuba definitivamente buscando nuevos caminos
en Tokio, estando en el avión, Kenji abrió su maletín y sacó aquel
regalo especial que con intriga había guardado para él solo, tenía
el presentimiento que era un paquete especial del mandatario
Fidel Castro, lo abrió y encontró un fabuloso libro llamado “La
historia me absolverá”, se impresionó por lo particular que resul-
taba ser el regalo para un matrimonio, abrió la pasta, en la prime-
ra página había una leyenda de puño y letra de Fidel Castro:
Querido Kenji:
Nunca sabré como agradecer toda tu colaboración para conmigo y
mi gobierno, cada uno de tus actos resultaron siendo muy valiosos
para el pueblo cubano, tu carisma, tu espíritu japonés, tu empeño a
tu trabajo y la lealtad frente a todos tus retos hacen que seas una
persona importante.
Recuerda que Cuba siempre te recibirá con entusiasmo.
Con mucho aprecio tu amigo:
Fidel Castro
Al terminar de leer la dedicatoria se sintió orgulloso de él mis-
mo, era increíble que una persona como Fidel Castro, le hubiera
escrito algo tan emotivo.
Sin embargo no quiso leer el libro, no tenía claro si Fidel era
un líder triunfador o un dictador, o si más bien el libro debía
llamarse “la historia te descubrirá” y mirando por la ventana del
avión, mientras leía en el edificio del ministerio de defensa sobre

147
Toshiaki Wago
la imagen del Ché Guevara una frase gigante que decía “Patria o
Muerte, Venceremos”, dijo en voz alta para todos los pasajeros
del avión: : “adiós para siempre amigos Cubanos, Fidel, eres un gran
triunfador del Caribe, estoy seguro que puedes llegar a ser líder de los
países socialistas”.

148
Capítulo 19
Caribes

Dos vías
Al llegar a Tokio, la cuidad no había cambiado mucho, la mayoría
de los amigos no habían perdido contacto con Kenji y aún con-
servaban una buena relación.
La mala noticia era que el contrato con la empresa Katio se ha-
bía terminado, nunca se lo renovaron, ellos mismo habían apren-
dido la forma de hacer negocios internacionales, especialmente
con los países socialistas.
De vez en cuando Kenji sale del apartamento muy temprano a
buscar trabajo y a veces regresa en la noche muy tarde dejando
a Rosa sola.
Con los ahorros y la liquidación de la comisión, Kenji compró un
apartamento de Lujo en Tokio ubicado entre Shibuya y Shinjuku,
el sitio más exclusivo de la capital japonesa, Rosa nunca pensó
que la vida en Japón fuera tan mecanizada, ni tampoco se acos-
tumbraba al clima frío del invierno asiático, siempre exclamaba
que se le enfriaba hasta su corazón, no había ambiente nocturno
y alegre como en Cuba, a medida que pasaba el tiempo extra-
ñaba más y más la vida en Cuba, a su familia, para esto Kenji no
podía hacer nada, absolutamente todo era contrario entre las
dos culturas.
Además de eso, los gastos en el matrimonio se le duplicaron a
Kenji, habían ocasiones en que ella compraba costosos vestidos
y los enviaba a sus familiares en Cuba y en muchas ocasiones
faltaba alimento en la nevera, por decírselo de ella.
La crisis económica se había transformado en una crisis matri-
monial, ella no sabía administrar el dinero, en su mente nunca

149
Toshiaki Wago
estaba la palabra ahorro, mientras que Kenji vivía desesperado
por no encontrar solución a ningún problema, sobre todo sentía
culpa de haber traído a Rosa al Japón después de conocer su
estilo de vida en Cuba, mientras allí todos los días era alegría,
música, baile, amigos y trago en esta nueva vida solo era silencio,
trabajo, el frío en invierno, la falta de amigos por no dominar el
idioma y los constantes reclamos de Kenji por no saber gastar
el dinero.
Un día, en medio de una discusión, Kenji recibió una inesperada
llamada de Oscar, el padre de Rosa:
- Kenji, hola, estoy en Miami con mi esposa y mi familia, yo ya no
regreso a Cuba, pedí asilo político al gobierno de EE.UU.
- ¿Cómo lograste salir de Cuba?
- Por medio de la embajada peruana, inexplicablemente salimos
cerca de diez mil cubanos hacia los Estados Unidos.
- Increíble –decía Kenji sin saber lo que iba a pasar.
- Estuve hablando con mi hija y me manifestó que está aburrida
contigo en Japón y tú con ella, creo que tu matrimonio se te salió
de las manos, sin rencores envíamela, ya no te molestes más.
- Me parece excelente, yo he tratado de darle lo mejor para que
se sienta bien, pero no lo logré.
A las pocas horas, Rosa y Kenji fueron a la oficina municipal de
Tokio a firmar el divorcio, ya que ellos también habían registrado
su matrimonio civil en Japón.
Esa noche no pronunciaron palabras, aunque ninguno de los dos
podía dormir al darse cuenta que su matrimonio había acabado,
y al mismo tiempo terminaron muchos sueños que habían cons-
truido juntos.
Al día siguiente, ella empacó maletas y salieron para el aeropuer-
to internacional de Tokio:
- Rosa, espera,– decía Kenji mirándola a los ojos –
- Dime –respondió esperando una súplica–
- No pierdas tu nacionalidad japonesa, en cualquier lugar del
mundo puedes renovar tu pasaporte japonés en la embajada.
Kenji le entregó un cheque de Citibank por US$100.000 a Rosa,
la última reserva de su cuenta.
- Kenji, Gracias por todo lo que me diste, pero la verdad es que
la vida en Japón es una Mierda –respondió ella mientras pateaba

150
Kamikaze
el piso– adiós.
Y sin palabras, sin un abrazo ni mucho menos un beso, se subió
al avión y se marchó para siempre. Mientras se quedó parado
frente a una ventana observando cómo despegaba el avión en
que se iban ilusiones perdidas y decía para sus adentros:
- Kenji piensa, ahora soy pobre, sin mujer, sin trabajo, solo tengo
a mi madre, mi salud y mi apartamento, aunque con eso es sufi-
ciente para comenzar de nuevo.
Aprovechando el tiempo Kenji visitó a Toba en la cárcel varias
veces, ya que Toba casi estaba saliento de ese lugar, rebajando la
sentencia por su buen comportamiento.
La impecable hoja de vida de Kenji era una ayuda muy importan-
te a la hora de presentar entrevistas, con el ideal de ser cada día
mejor, se presentó en la empresa Hinomoto, que era la compe-
tencia de Katio frente a la fabricación de maquinaria pesada y lo-
gró un contrato como comisionista de ventas en Latinoamérica,
para el gerente de exportación de la empresa, se llamaba Taguchi,
era de gran ayuda tener un empleado con la experiencia de Kenji,
quien ya era conocido en el medio de las exportaciones de las
maquinarias pesadas que Kenji realizó.
Más tranquilo por volver a una estabilidad económica, salió una
tarde a caminar hasta su parque favorito, se sentó en la banca de
una cafetería acostumbrada, recordó las aventuras con su amigo
Toba, quien aun seguía preso, pidió casualmente un café colom-
biano y de repente se le acercó una mujer:
- Konnichiwa (Buenas tardes).
Kenji reconoció de inmediato el acento latino, no era difícil para
él, volteó la mirada y vio a una latina trigueña de cabello largo y
negro, muy bonita, sonriendo quien le seguía hablando en japo-
nés :
- Hablo muy poco el japonés.
- Tranquila yo entiendo algo de español –respondió Kenji– de
donde es usted?
- Soy colombiana –respondió ella en su idioma materno –de
Santa María de los Ángeles del departamento de Boyacá.
- Solo he oído hablar de su capital, Bogotá.
- Mi tierra queda unas seis horas de la capital y allí se produce la
preciosa piedra de la esmeralda.

151
Toshiaki Wago
- ¿Como te llamas?
- Me llamo Marían, jefe de enfermeras, soy becada del gobier-
no del Japón, más exactamente con la JICA (Japan International
Corporation Agency) estoy haciendo una especialización de en-
fermería de cuidados intensivos en el hospital de la universidad
de Keio acá en Tokio desde hace 10 meses, vivo en aquel edificio
–seguía mientras señalaba con su índice derecho –son los dor-
mitorios y centro de control de los becados extranjeros del
gobierno japonés.
Este sitio quedaba muy cerca del apartamento de Kenji, y ahora
si entendía porque cada día se encontraba a tantos extranjeros
por esta zona, asombrado con la espontaneidad de aquella mujer,
muy atento siguió escuchándola:
. Soy viuda, tengo 32 años y tengo dos hijos japonesitos que viven
en Colombia.
- ¿Viuda?
- Si soy viuda...... mi esposo era japonés, empecé a vivir con él
hace 8 años pero fue secuestrado y lo mataron en el momento
del rescate.
- ¿Eso ocurrió en Colombia?
- Si, mi esposo era representante de una fábrica de repuestos
automotores, el distribuía el sistema de frenos a la mayoría de
ensambladores de automotores japoneses, fue secuestrado por
el grupo armado para pedir una suma exagerada de dinero, el
caso fue avisado al GAULA, el grupo especial antisecuestro y
narcotraficantes de la policía, pero cuando lo ubicaron en un mu-
nicipio cerca de Bogotá, los secuestradores lo mataron ya que
sintieron que habían perdido la opción de negociar un rescate de
tal manera que no obtendrían el dinero.
- Muy triste y dura tú historia, pero entonces ¿ya habías visitado Japón?
- No, realmente él nunca me trajo cuando estaba vivo, yo no sa-
bía que él tenía otra esposa en este país, después de que él murió
solicite al gobierno japonés una beca de estudios de enfermería
y ellos me la otorgaron.
- Marian, que le parece el país de tus hijos?
- Bien, maravilloso, la gente es muy amable y muy organizada,
tienen la filosofía de vivir pacíficamente, no son egoístas ni en-
vidiosos.

152
Kamikaze
- ¿Y en tu país cómo es la gente? –preguntó Kenji interesándose
por la vida de aquella latina–
- También en mi país Colombia hay mucha gente buena y amable,
sobre todo cuando los hombres conquistan a las mujeres son
muy atentos.
- Y después de conquistarlas?
- ¡Hum!....... usted como sabe bien de los latinos, tenemos buen
café, esmeraldas, petróleo, carbón, ganado, agricultura, un fabu-
loso clima, 2 océanos pacifico y atlántico, aguardiente, música,
mujeres, alegría.
- Que bien, por lo que sé en tu país hay libertad pero también
hay bastante desorden, ¿verdad? Problema de pobreza, secues-
tros, narcotráfico, cuando me entero de noticias de Colombia
por televisión siempre nos dan mala imagen de su país.
- Por eso, estoy en Japón aprendiendo la enfermería y mi sueño
es tener un hospital que abra las puertas a los campesinos más
pobres, en Colombia se mueren muchos niños por falta de aten-
ción en salud por parte del gobierno y si, otros asuntos negativos
de mi país son los que tu mencionaste ahora, si algún día viajas a
Colombia, estoy segura que te llevarás otra imagen, Colombia es
un país muy lindo y ¿cuál es tu nombre japonés.
- Me llamo Kenji y dígame para usted cuál es las cosas malas de
Japón?
- Todavía no la he encontrado esperemos a ver que pasa.
- Hasta cuando tu vas a quedarte en Japón?
- Dentro de 10 días termino mi especialización y me devuelvo a
mi tierrita.
- Te invito a mi apartamento a tomar café colombiano –propuso
Kenji–
- ¿Café colombiano? Que delicia, te acepto la invitación.
Como viejos amigos, salieron hacia el apartamento de Kenji, pre-
pararon un termo completo de café colombiano, que llevaba la
imagen de Juan Valdez, se sentaron frente a la ventana, desde allí
observaban la torre de Tokio iluminada y los edificios de rasca-
cielos de Sinjuku, era una imagen muy bonita y romántica, a pesar
de que Kenji veía todos los días este paisaje nunca se había dete-
nido a admirar lo bello que resultaba ser Tokio en la noche.
Poco a poco el cansancio de las labores diarias, pesó en los ojos

153
Toshiaki Wago
de ella hasta quedarse dormida en aquella confortable silla, a
pesar de que Kenji sintió deseo de tenerla, le guardó respeto, la
levantó en sus brazos y la acostó en su propia cama, la arropó y
le dio un beso en la frente, luego sacó una cobija y se acostó en
un sofá.
Al amanecer, levantados por un fuerte rayo de sol que se filtró
por la ventana, ella se levantó afanada y apenada, desconoció el
lugar, pero al observar a Kenji dormido en el sofá, sintió tranqui-
lidad y agradecimiento por tal amabilidad.
- Kenji, tengo que ir al dormitorio de JICA, son las 6:30 am. tengo
que estar allá antes de las 8:00.
- No te preocupes yo preparo el desayuno mientras tanto tu te
bañas y te vistes.
- Dentro de 10 días yo regresaré a Colombia, aquí te dejo mi
dirección y teléfono, si algún día vienes a Colombia, me llamas,
bueno.
- Listo, no hay problema.
Después de unos días, Kenji quiso ver de nuevo a Marian, pero
cuando fue a visitarla a JICA, Marian ya no estaba, sin embargo le
dejó un corto mensaje acompañado de una pequeña esmeralda:
Kenji.san, yo sabia que usted iba a venir a verme, pero según el plan
de estudio, me voy a Hokkaido, la isla que se encuentra más al norte
del Japón, a visitar el hospital de la Cruz Roja y después me voy a
Colombia, espero algún día recibirte en mi país. Gracias por tu ama-
bilidad y tu rico café colombiano. Suerte
MARIAN
Tratando de olvidar este episodio, al día siguiente, en su primer
día como empleado de Hinomoto, lo primero que hizo fue or-
ganizar una agenda de negocios con los países latinoamericanos,
tal como se lo había pedido su nuevo jefe el señor Taguchi, para
Kenji fue muy fácil adaptarse a esta nueva empresa, los negocios
se manejaban de la misma manera, incluso esta empresa produ-
cía solo una línea de productos, pero de mejor calidad y líder
mundial en retroexcavadoras, era tan poderosa que tenía conve-
nios en Europa con Fiat y en Estados Unidos con John Deere.
Dentro de la lista de clientes, el primer país era México y a pesar
de ser nuevo en la empresa, Kenji fue escogido entre miles de
vendedores para viajar a la tierra del guacamole.

154
Kamikaze
México
Kenji viajó a la ciudad de México por escala, los Ángeles –EE.
UU.–, en el avión de la línea mexicana Aeroméxico, en un viaje
que duró cerca de 4 horas de Estados Unidos, durante la tra-
vesía, pensaba en la belleza que esperaba de la mujer mexicana,
mientras una hermosa azafata se paseó todo el viaje por el
pasillo del avión dando una muy buena impresión de la belleza
femenina.
Para Kenji su rostro era familiar, estaba seguro de que ella había
trabajando en viajes anteriores, constantemente se le acercaba y
le ofrecía un trago.
Llevado por la duda, en el momento en que ella le ofreció un
emparedado, él la tomó fuertemente de la mano y de forma
lanzada le dijo:
- Yo te conozco, en algún viaje te he visto.
- Yo también te he visto –respondió ella asustada –tu eres ven-
dedor de maquinaria –mirando los catálogos que Kenji tenia en
su mano.
Cuando Kenji la conoció en el avión por primera vista la con-
quistó e hizo el amor con ella dentro del baño ubicado en la
ultima parte del avión, el cuerpo de ella era un poco gordito el
color de piel era suavecita, su muslo y cadera era espectacular
con la fibra especial, su nombre era Milagro.
Llegó en las horas de la noche, lo primero que lo impresionó fue
observar la ciudad iluminada desde el cielo, no se veían monta-
ñas ni bosques, solamente el alumbrado que dejaba claro que
Ciudad de México era muy grande, tenía gran volumen de po-
blación, aterrizó en el aeropuerto “Benito Juárez” nombre dado
en honor al político mexicano, presidente de la República en
1858.1872, considerado un héroe nacional por promover el re-
formismo liberal de su país.
Al salir a la calle notó un ambiente de fiesta, coincidencialmen-
te México era sede por primera vez en Latinoamérica, de los
juegos Olímpicos, ningún mexicano podrá olvidar el mes de no-
viembre de 1968.
Los ciudadanos eran muy atentos y folclóricos, los hombres lu-
cían sus bigotes y paseaban sus barrigas.
Tomó un taxi para buscar un hotel cómodo donde descansar, y

155
Toshiaki Wago
el chofer no tardó un segundo en entablar conversación con el
japonés:
- Bienvenido a Ciudad de México, cuente con un servidor que
espera una buena propina, ¿A dónde quieres ir?
- Gracias, necesito un hotel confortable para descansar.
- Pues el Hotel María Isabel, es el mejor para extranjeros, ¿y no
necesitas chicas?
- No,– así estoy bien.
- ¿Y de donde es? –preguntó inquieto en chofer –
- De Tokio, Japón.
- Sabía usted que Ciudad de México tiene más habitantes que
Tokio, gracias a Dios en eso somos campeones.
- ¿Y Por qué crees que tiene más población?
- Por que nosotros no tenemos televisión, nos dedicamos a ¡pro-
ducción, producción! Ya sabe, nadie nos molesta por la noche y
nuestras mujeres son guapísimas.
- Eso espero, eso espero,– respondió Kenji mientras ambos rie-
ron carcajadas y terminaron con la conversación –
Al día siguiente tomó la libreta y buscó la dirección que le había
dejado Milagro, la azafata de aeroméxico y fue a buscarla, la re-
cogió en un viejo apartamento y le pidió que lo acompañara a
conocer Acapulco.
Tomaron un avión desde la ciudad de México hasta el verdadero
paraíso mexicano.
Al llegar a la playa se observaban muchos gringos y canadienses
gozando del sol, era raro encontrar un hombre oriental.
Llevados por la recomendación en el hotel “Condensa del Mar”,
al entrar los recibió un recepcionista quien únicamente les dio la
indicación de donde podían registrarse, este hombre se quedó
parado frente a ellos en señal de pedir una buena propina, Kenji
no se la negó y le entregó algo de dinero.
Al registrarse, una señora muy decente llenó el libro de clientes,
antes de entregar la llave, también exigió una propina, asombra-
do Kenji le entregó un poco menos de dinero.
Firmaron el libro e inmediatamente un botones se hizo cargo
del equipaje y de acompañarlos hasta la habitación, les abrió la
puerta y se quedó de pie frente a ellos moviendo una y otra vez
su ceja derecha, llevado por la duda Kenji le ordenó:

156
Kamikaze
- Gracias por su servicio, ya puede salir.
- Gracias –respondió el botones mientras seguía moviendo su
ceja en señal de pedir algo, pero no se movía –
- Señor ya puede salir –repitió Kenji –
- Muy amable señor, ¿pero no me va a dar mi propina?
- ¡Cómo!, ¡más plata! –respondió Kenji mientras Milagro se reía
–que costumbre la de los mexicanos.
Milagro desesperada por hacer el amor con Kenji, le entregó
un rollo de billetes al botones y le pidió que saliera rápido de la
habitación.
Cerraron la puerta y se pusieron cómodos, la habitación tenía una
cama doble y una semidoble, acompañadas de mesas de noche, un
pequeño cuarto de estudio y un mini bar, aunque lo más llamativo
era una amplia terraza que tenía una piscina en donde flotaban
millones de pétalos de rosa y tenía una vista a la bahía de Acapulco;
resultaba ser un sitio ideal para la luna de miel de las parejas.
El ambiente era realmente sensual, ella entró al baño y se puso
un vestido en seda que dejaba ver su figura, mientras él pensaba
más en la exigencia que debía hacerse como hombre.
Después de la experiencia en el avión, Kenji se dio cuenta de que
Milagro era una de esas mujeres que lograba llegar a un orgasmo
por lo menos cada 20 minutos sin parar.
Llevado por una fuerte concentración y pensando únicamente
en satisfacerla, Kenji comenzó a hacerle el amor mientras ella
llegaba al orgasmo una y otra vez, sin detenerse, mientras que
él con el paso del tiempo ya no sentía nada, más bien no sabía
como detener ese insaciable cuerpo, cada vez que podía miraba
el reloj para saber cuanto tiempo llevaban haciendo el amor, ya
alcanzaban las tres horas de repente ella gritó en uno de sus
múltiples orgasmos y a los pocos segundos sonó el citófono de
la alcoba, como salida Kenji se paró y lo contestó:
- Disculpe la molestia señor, pero escuchamos unos gritos, que-
remos saber si todo esta bien?
- Tranquilos, ella está haciendo ejercicio y no hay problema.
En ese momento ella le quita la bocina a Kenji, cuelga el teléfono
y lo lanza hacia la cama y le dice:
- Kenji por que no apaga la luz, la claridad del cuarto me moles-
ta.

157
Toshiaki Wago
- Milagro no es la luz, ya amaneció y salió el sol, yo creo que ya
es mi hora, ya no aguanto más.
- Si mi amorcito japonés, te lo mereces.
Al terminar, exhausto, Kenji durmió casi hasta el mediodía, luego
ella lo despertó de nuevo y bajaron a desayunar, comieron tacos
de carne y cebolla bastante picantes como es característica de
las comidas mexicanas.
Luego se fueron para la piscina, de una forma descarada, ella
le pide a Kenji que suban de nuevo a la habitación y hagan el
amor todo el resto de la tarde, pero él no quizo, su cuerpo no
lo resiste, desesperado por evitarla, miró a su alrededor y vio la
publicidad de un reinado para hombres que se hospeden en el
hotel “Mister Condensa del Mar”
- No, en vez de subir a la habitación, quiero participar en el rei-
nado, mira, las jueces son las huéspedes que tengan más de 30
años de edad y los concursantes deben ser de los cinco conti-
nentes, América, Europa, África, Medio Oriente y Asia.
Participar en este concurso era una locura para Kenji pero era la
única forma de evitar subir a la habitación con Milagro:
Se inscribió como el representante de Asia, se cambió de ropa y
el concurso arrancó:
El primer participante fue un alemán viejito pero muy velludo,
tenía los ojos como los de un águila, amenazante ante las demás
presas.
El segundo concursante era un millonario petrolero árabe lle-
vaba un turbante en su cabeza, era un hombre delgado de piel
morena y aparentaba gozar del alza del precio del petróleo.
El Tercer hombre era un gringo que resultó ser el show principal
del concurso por su enorme barriga, mientras modelaba sonaba
de fondo un corrido mexicano, este hombre bailaba de tal forma
que dejaba notar su sobrepeso. Aún así fue aplaudido por las
jueces.
El Cuarto concursante fue un brasilero que cautivo al público
por su movimiento al bailar zamba, su cabello crespo y largo
encantó a las mujeres allí presentes.
El quinto y último concursante fue Kenji, era el más bajito de
todos, pero su cuerpo era el más musculoso y atlético, salió ha-
ciendo kata, movimiento karateca, Milagro le ayudó a conseguir

158
Kamikaze
unas tablas, las cuales rompió con las manos en frente del pú-
blico, esta demostración lo llevó a ser el ganador del concurso,
recibió un trofeo y un beso de una gringa viejita.
Esa noche celebraron al son de un espectacular mariachi en la
playa, tomaron tequila con sal y limón, fue tan fuerte el efecto
del trago, que ambos al terminar la fiesta, se fueron borrachos
abrazados directo a la habitación a dormir profundamente.
Al día siguiente, en medio de la resaca, Kenji y Milagro fueron a
Guadalajara donde vivían los padres de ella, la mamá de ella era
una mexicana típica, con la piel café, cabello y ojos color negro,
el papá tenía un gran parecido al actor gringo Anthony Quinn
y era conocido por toda la zona como el patrón Hernández,
vivían en una gigantesca hacienda que llegaba a tener unas 300
hectáreas, tenían ganado, caballos, perros y hasta un criadero de
cocodrilos.
Fue un día de campo total, en la noche durante la cena, el papá de
Milagro miraba fijamente a Kenji, era desafiante, de un momento
a otro cogió la escopeta y apuntó a Kenji en la frente y recordan-
do a grandes revolucionarios como Pancho Villa le dijo:
- Oiga bien japonés, dígame la verdad, ¿usted ya estuvo con mi
muchacha?
- No entiendo señor, cálmese –respondió asustado –
- Mejor dicho, que si ya le hiciste el amor a mi hijita, por que si
es así tienes que casarte inmediatamente.
Incómodo por la situación, Kenji guardó silencio mirando a
Milagro en señal de auxilio mientras ella se reía.
- Por tu silencio yo concluyo que ya lo hiciste extranjerito, yo
llamaré el padre para el matrimonio.
- Disculpe señor patrón Hernández,– respondió Kenji tapando
con un dedo el cañón de la escopeta– yo adoro su hija pero solo
somos amigos tenemos una linda amistad, déjese de violencia,
más bien mañana vamos a la ciudad de México y muéstreme su
taller de maquinaria pesada.
Después de este susto, Kenji sabia que debía dedicarse a los ne-
gocios y dejar a un lado los peligrosos amoríos, logró un pedido
inicial de 10 unidades de retroexcavadoras y al haber hecho un
sondeo de la situación económica del país, sabia que no lograría
más producción en este país, entonces decidió salir hacia su se-

159
Toshiaki Wago
gundo destino, Panamá.
Por más que trató de salir sin despedirse de Milagro, no lo con-
siguió, ella ya sabía la hora y el día en que su asustado Romeo
saldría de México, lo esperó en el aeropuerto para despedirse
emotivamente:
- Kenji, no te preocupes por la acción de mi padre, él siempre le
muestra la escopeta a todos los amigos que llevo a la casa pero
hasta ahora nadie ha muerto.
Y con una despedida insípida, Kenji tomó el avión directamente
para el aeropuerto de Tocumen en la ciudad de Panamá.

Panamá
Al bajar del avión respiró profundamente y sintió el mismo aro-
ma caribeño, era clima caliente y el físico de la gente era muy
parecido a los cubanos, hombres y mujeres trigueños, de poca
estatura y el típico acento costeño pero como todo latino deja-
ba notar su amabilidad.
Mientras estaba sentado en una cómoda sala del aeropuerto,
una voz desconocida y acercándose comenzó a gritar su nombre
eufóricamente:
- ¡Kenji!, ¡Kenji viejo amigo! Mira como es el destino, donde te
encuentro ahora –decía el hombre acompañado de una mujer
mientras se acercaban –
Kenji miraba a sus alrededores pensando que esos gritos eran
para otra persona, el hombre y la mujer se acercaron y él le
tendió la mano:
- ¿No me recuerdas?, soy Brian y ella es mi hermana Carolina.
- Disculpe, pero no los recuerdo.
- Nos conocimos una noche en La Habana, en Tropicana, tú ha-
blabas con una hermosa bailarina, me ofreciste un trago y con-
versamos por un largo rato.
Avergonzado por no recordar ese momento, disimuló conocer-
lo y lo saludo amablemente:
- Claro que sí, don Brian, recuerdo perfectamente aquella noche
de tragos, ¿Y tu que haces aquí?
- Soy panameño, no te acuerdas, hago negocios con diferentes
banqueros y en este momento vamos hacia Miami, mi hermano
se encuentra en un mal estado de salud, su riñón ya no funciona,

160
Kamikaze
para salvarlo hace seis meses yo me sometí a una operación y le
regalé uno de mis riñones, pero lamentablemente no le funcionó
y ahora mi hermana hará lo mismo, sacrificará su órgano para
salvarle la vida a nuestro hermano, pero tengo mucho miedo de
que también fracase y como no somos más hermanos, no habrá
quien done un riñón.
La historia impresionó a Kenji, jamás durante todo su recorrido
por el mundo había conocido unos hermanos más unidos, ni
tampoco había percibido tanto amor entre una familia, no podía
ocultar que estaba conmovido, sentía ganas de llorar, no solo de
tristeza, sino de la emoción de darse cuenta que en el mundo
existían personas capaces de sacrificar su cuerpo para salvar la
vida de un hermano.
- Admiro su nobleza y amor, déjeme hacerle una oferta –decía
Kenji llevado por el espíritu servicial y un sentido humano –si el
riñón de su hermana tampoco funciona, localíceme y yo donaré
el mío, estoy seguro que mi vida no cambiaría con un riñón, pero
si puedo salvar la vida de tu hermano sería un honor para mi, yo
me voy a hospedar en el Panamá Hilton, allí me puedes localizar
si me necesitas.
- Gracias –respondieron al mismo tiempo los dos hermanos –ja-
más pensé que fueras un hombre tan humano.
Orgulloso Kenji se despidió de aquel hombre para seguir con su
camino, de negocios, de experiencia y de amores.
Lo único que Kenji conocía de Panamá era que al igual que Suiza,
muchos empresarios guardaban sus grandes cantidades de dó-
lares en los bancos de este país, que comparado con los demás
países de Latinoamérica, era más pequeño pero tenía mayor can-
tidad de bancos internacionales.
Esta vez no encontró una persona con quien entablar conver-
sación, seguramente cada habitante lo observaba y creía que
hablaba español y eso lo obligó a ir directamente al sitio en
donde tenía pensado hacer negocios, pasó la noche en el hotel
Panamá Hilton, que era el hospedaje de mejor calidad en la ciu-
dad que tenía las mismas características de los hoteles Hilton de
Latinoamérica.
Al día siguiente tomó otro avión para llegar hasta el estado de
Chiriqui en la frontera con Costa Rica para conocer la zona bana-

161
Toshiaki Wago
nera, la mayoría de las fincas eran propiedad de los gringos que a la
vez eran dueños de las empresas Westran Friut y Union Friut, que
producían las marcas más famosas del banano, Pequeñita y Bonita.
Según la información que le había entregado la empresa, Kenji
sabia que desde hace mucho tiempo los bananeros necesitaban
de retroexcavadoras de alto nivel y de rendimiento, seguro de
la venta, allí conoció a un ingeniero agrónomo quien era el jefe
de producción de Union Friut, su nombre era James, como todo
gringo, fue directo al negocio, a hablar de dinero y de utilidades.
- Bienvenido señor Kenji, déjeme mostrarle la zona bananera,
el área de cultivo de bananas es de aproximadamente 500 hec-
táreas, en este momento estamos trabajando con las retroex-
cavadoras norteamericanas marca CAT.215, pero ya están algo
viejas y necesitamos urgente por lo menos 10 unidades nuevas
que mejoren la producción, usted que es el experto me podría
decir, ¿cuál sería la ventaja y el mejoramiento en la producción
si cambiamos 15 CAT viejas por 10 retroexcavadoras nuevas
marca Hinomoto?
- Le aseguro que la producción mejoraría en un 20%– respondió
Kenji mostrando seguridad–
- Que bueno, pero ¿qué hacemos con las 15 retroexcavadoras
viejas, quién las recibiría?
- Yo, puedo recibirlas como una parte de pago.
- Discúlpeme –decía el gringo con risa–usted es un japonés loco,
cómo vas a recibir estos viejos equipos que algunos están para-
dos hace casi 8 años.
- Eso es por falta de mantenimiento y cambio de repuestos,
yo puedo conseguir estos repuestos fácilmente desde Estados
Unidos, mire señor James a veces los negocios de maquinarias se
deben hacer así, estoy seguro que en algún lugar del mundo voy
a vender éstas máquinas ya reparadas.
De una manera práctica y rápida Kenji realizó la compraventa de
las máquinas con Union Fruit, mientras firmaba el contrato, Kenji
notaba que los gringos no habían sido calculadores a la hora
de comprar las máquinas, porque para la producción de banano
utilizaban tres canales diferentes para trasportar la corriente de
agua, un canal principal de tamaño grande, uno auxiliar mediano
y otro más pequeño, entonces utilizando una lógica instantánea,

162
Kamikaze
Kenji les propuso comprar las máquinas de acuerdo al tamaño
de las canales, en silencio los gringos se miraron unos a otros in-
sinuando que nunca habían pensado en eso antes, hicieron caso
y realizaron la compra tal como el japonés lo aconsejó. Asi como
el negocio con Union Fruit, Kenji hizó otras ventas de diez re-
troescabadoras con la empresa Westran fruit, quitándole por la
marca CAT.
La entrega de maquinaria se realizó rápidamente y sin tanto pa-
peleo porque se hizo en un puerto llamado Colón en honor al
descubridor de América, era una zona franca en donde llegaban
grades cantidades de mercancía como textiles de Corea y China;
electrodomésticos y vehículos de Japón y Estados Unidos, tam-
bién maquinaria de Europa y Japón para ser distribuida en todo
Latinoamérica.
Kenji analizó el proceso de producción de banana, se le parecía
a la vida humana en un árbol genealógico, cuando el árbol de
banano padre crecía, su tallo era cortado y le daba paso a su hijo,
luego a su nieto, después al bisnieto y así sucesivamente, después
los racimos eran colgados en un cable y arrastrados hasta un
centro de tratamiento donde los limpian y los empacan para ser
exportados a Europa.
Como agradecimiento de los gringos hacia Kenji, le presentaron
a un finquero con quien posiblemente podía hacer más dinero,
era el coronel Zuluaga, quien pertenecía al ejército panameño,
era un hombre bajito y gordo. Sin saber la procedencia del dinero,
fue convencido por Kenji y compró de contado 5 retroexcava-
doras, casi sin preguntar el costo ni la garantía de la maquinaria.
De ahí, el cronograma de Kenji cambió, en la finca del Coronel
Suluaga conoció a un empresario colombiano dueño de una fin-
ca bananera en el Urabá, Antioquia, decidido agregó un país más
a su lista de visitas y decidió que después de viajar a Venezuela,
su próximo destino sería Colombia.
Después de firmar los contratos, envió el reporte de ventas a
la empresa en Tokio para acelerar el embarque a la zona franca,
descansó una noche en un modesto hotel y al día siguiente salió
de nuevo hacia la capital.
Como era costumbre en cada país, de nuevo se hospedó en el
Hilton, al entrar la recepcionista lo reconoció:

163
Toshiaki Wago
- ¿Señor Kenji?
- Sí.
- Ayer llegó un mensaje para usted, era llamada de un señor
llamado Brian.
- ¿Qué mensaje dejó? –respondió asustado –
- Que por favor lo espere dos días en este hotel mientras regre-
sa a Panamá, le urge hablar con usted.
- Gracias.
El mensaje no fue satisfactorio para Kenji, no daba razón alguna
del estado de salud del hermano de Brian, simplemente se hizo
a la idea de cumplir lo prometido y que debía perder uno de sus
riñones.
No se echó para atrás, pago una suite por dos días más y pensó
en aprovechar para conocer uno de los lugares más importantes
del país, el Canal de Panamá.
El recorrido duró hora y media, atravesando el hermosos paisaje
panameño, a medida que se iban acercando la temperatura au-
mentaba, el taxi lo acercó hasta la entrada principal, agradecido
le pagó al taxista, canceló la entrada e ingresó a este sitio del
que nadie se imagina la importancia que tiene para el comercio
latinoamericano.
Guiado por la multitud entró a un edificio adecuado con sillas
para que la gente observe el paso de los barcos.
Kenji ocupó un lugar perfecto para analizar el sistema de una de
las mayores entradas de dinero de Panamá.
Era un estrecho canal para los barcos, su paso resultaba ser muy
preciso, a lado y lado había unos rieles en donde se transporta-
ban grandes remolques.
El canal estaba protegido por dos gigantescas puertas, cuando un
barco llegaba era sujetado a uno de los remolques, luego se abría
la primera puerta, era jalado hasta la segunda puerta, y se abria
la misma puerta, el barco encendía sus motores y continuaba su
destino, mientras tanto los remolques se devolvían para atrave-
sar otro barco por el canal.
Allí duró más de dos horas sentado mirando el paso de los bar-
cos, aunque éstos se demoraban cerca de ocho horas para atra-
vesar todo Panamá, sin necesidad de analizar mucho, notó que
la función de las puertas era controlar el nivel del agua entre

164
Kamikaze
el océano pacífico y el mar Caribe, a su vez tomaba apuntes en
busca de un negocio en aquel histórico lugar.
Interesado por el sistema, pidió información sobre la estructura
del canal, una amable gringa le obsequió un folleto que contenía
parte de la historia, al leerlo conoció que este paso era contro-
lado por los gringos y leyó algo de su historia.
Al regresa al hotel, en la sala lo esperaba Brian, al ver a Kenji, se
paró y le dio un gran abrazo:
- ¿Qué pasó con tu hermano? –preguntó Kenji pensando en su
riñón –
- Tu le trajiste buena suerte, la operación fue un éxito, mi herma-
no se recupera, ya no tendremos que visitarlo en una tumba, más
bien le compraremos una torta para cada cumpleaños.
- ¿Y tú hermana?
- Perfectamente, Dios nos ha ayudado, podremos compartir más
momentos juntos por mucho tiempo más.
- Me alegre mucho.
- Pero no solo te necesitaba para eso, estoy interesado en hacer
una inversión en el mercado colombiano, para cual voy a necesi-
tar de maquinaria pesada ¿cuento contigo?
- Claro que si, yo viajo primero a Venezuela y después a Colombia,
hago un estudio de mercadeo y te aviso.
Satisfecho y tranquilo tomó el vuelo hacia Caracas, durante todo
el viaje se sentía orgullosos de haber conocido un amigo centro-
americano tan humano, un hombre con tantos sentimientos y
ganas de vivir, esta historia dio pie para que Kenji resumiera este
episodio con una “tres por uno”, tres hermanos viviendo con un
solo riñón.

Venezuela
En el aeropuerto Maiquetía en Caracas como era costumbre
comenzó a analizar a todas las personas que pasaban a su lado,
no tenían muchas diferencias con los habitantes de Panamá o
Cuba, también tenían buenos modales, sin embargo se resaltaba
un poco la belleza de las mujeres, su buen aroma y su feminidad
al andar.
Realmente el aeropuerto quedaba a una hora del centro de
Caracas, Kenji tomó un taxi y bajó la ventana para disfrutar de

165
Toshiaki Wago
la brisa tropical, durante el recorrido, se observaban ranchos en
mal estado entre las montañas, para él era dudoso si en estos
sitios vivían personas, no le parecían muy adecuados, atravesó
dos largos túneles que por su estructura se podía deducir que
estaba en un país petrolero en donde había dinero, la carretera
se encontraba en perfecto estado y la iluminación era moderna
y muy técnica, daban seguridad a todo conductos a la hora de
atravesarlos.
Caracas era una ciudad ubicada entre montañas de forma estre-
cha y larga, tenía pocos edificios altos, las avenidas eran amplias
y muy bien construidas, a pesar de la alta demanda de tráfico, no
se generaba congestión, resultaba ser un pavimento elegante y
cómodo.
Primero fue a conocer el Palacio de Miraflores, Kenji se lo había
imaginado más grande, pero tenía un tamaño modesto, era un
edificio rodeado de dos parques, se tomó un par de fotografías
con la ayuda del taxista y siguió su camino.
Kenji quiso tomar una gaseosa en una cafetería de la calle co-
mercial en Sabana Grade, sentando en una mesa, observando la
gente que pasaban y aliviando su cansancio mental por ver las
bellas venezolanas. Así de repente el su maletín desapareció de la
mesa y Kenji reclamó al administrador de la cafetería explicando
la pérdida de sus pertenencias, mientras tanto hablando con el
administrador vino un teniente de la armada del ejército con dos
soldados y dijo a Kenji.
- Hola señor japonés, nosotros recuperamos su maletín que lo
había llevado un muchacho ladrón de calle.
- Gracias teniente por haber recuperado mis pertenencias por
amabilidad yo le invito a tomar una cerveza.
Empezaron a hablar de las vidas de cada uno, llegaron hasta el
problema social de Latinoamérica el teniente tiene muchas am-
biciones para romper las corrupciones políticas del gobierno
venezolano. Ellos siguieron hablando más de 3 horas como si
fueran amigos de hace mucho tiempo. Kenji le contó que estaba
en Cuba, del gobierno de Fidel Castro explicando al teniente que
Fidel hizo la revolución en una isla sin petróleo.
- Mire teniente, el secreto del triunfo de la revolución cubana
era Fidel tenia el apoyo moral y sentimental del pueblo cubano

166
Kamikaze
completo. En Venezuela hay bastante yacimiento de petróleo. Tú
sabes que el petróleo es la sangre más importante de la industria
nacional. Como el hecho cubano cuando Fidel entro a La Habana
en 1959, se llenó de emoción del nuevo gobierno en los rincones
del pueblo cubano
- Gracias por tu información valiosa para mí. Yo quiero reunir
los países americanos que nuestro libertador Simón Bolívar in-
dependizó. Se llamarán la Republica Bolivariana de Venezuela,
Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Panamá.
- El teniente, usted podría hacer este plan en futuros cercanos
pero no te olvides que el lider politico siempre domina bien el
apoyo del pueblo venezolano para ayudar a los pobres.
- Kenji, pasamos el tiempo muy interesante. Ahorita te mando
mis soldados a su hotel para que llegue con seguridad. Un día
nos veremos nuevamente en Mira flores.
- Si teniente gracias por su atención.Yo te esperaré tu triunfo de
tu carrera militar y algún día nos veremos en Miraflores.
La misión de Kenji era vender maquinaria en la feria internacio-
nal de Caracas, en un parque grande adecuado para este tipo de
eventos, él llevó dos retroexcavadoras Hinomoto Éxodo 2000
como muestra de lo que ofrecía la empresa.
Cuando fue ubicado en un módulo para realizar ventas, casual-
mente quedó al lado de la gente de Katio (marca que anterior-
mente vendía Kenji) y ahí tuvo con quien hablar, con quien discu-
tir y a la vez con quien competir.
El primer día se paseaban por la feria desde empresarios de
grandes empresas multinacionales, ingenieros civiles, hasta pode-
rosos contratistas, pero hasta ese momento ni Kenji represen-
tando a Hinomoto, ni el personal de Katio, habían logrado una
venta importante.
Conciente de la necesidad de atraer clientes, Kenji escribió en
una pequeña oferta de trabajo para cualquier hermosa venezo-
lana que quisiera ganar dinero, al poco rato llegó la primera y
la única venezolana interesada en trabajar con el japonés, una
mujer alta, de senos grandes y piel trigueña, se acercó a Kenji y
con ese acento caribeño se postuló al cargo:
- Hola chamo, mi nombre es Eva, ¿aún tienes el empleo?
- Claro que sí, eres justo lo que buscaba, ¿Cuéntame qué haces?

167
Toshiaki Wago
- Mi nombre es Eva, soy de Maracaibo, estudio Arquitectura en
La Universidad Nacional de Caracas, tengo 18 años y me encanta
el mundo de los negocios.
- No hay problema, lo único que tienes que hacer son las fun-
ciones básicas de una secretaria, debes atender y visitar a los
clientes y quiero que me ayudes a conocer este país, las grandes
empresas y los posibles clientes, no me quiero ir de aquí con las
manos vacías.
- Tranquilo, yo conozco muchas personas que estoy segura, es-
tán Interesadas en adquirir sus productos.
La estrategia de Kenji funcionó, la sensualidad de Eva resultó ser
un gancho para atraer varios clientes hombres, durante la sema-
na que duró el evento, lograron vender las dos muestras que se
llevaron contactaron grandes empresas para futuros negocios,
al final, hubo grandes diferencias con los vendedores de Katio,
quienes se devolvieron con amargura a Tokio sin concretar nin-
guna venta.
- Y ahora qué –pregunto Eva cuando terminó la feria –
- Y ahora a trabajar, necesito conocer más clientes, tú me lleva-
ras hacia ellos
- Yo no te puedo aportar mucho, pero si tengo la persona ideal,
un hombre que conoce mucho sobre maquinarias, mi tío, pero
nos toca viajar a Maracaibo.
- Gonzal, no hay problema, contigo voy hasta el fin del mundo
–respondió Kenji de forma coqueta –
Fueron hasta el aeropuerto y tomaron un avión de la empresa
Avenza, en una hora y media pisaron de nuevo tierra descen-
diendo en Maracaibo, una ciudad que se caracterizaba por su
gigantesco lago de agua dulce que se conectaba con las saladas
aguas del mar caribe, allí Kenji se borró la imagen de que el pe-
tróleo solamente se sacaba de la tierra, en las profundidades del
mar, estaban ubicadas largas torres sobre profundos depósitos
de petróleo.
El tio de Eva era de clase alta, tenían apartamentos en Miami y
vivían en una confortable casa en Maracaibo con más de 6 habi-
taciones, sala de juegos, piscina y jacuzzi.
Era tan estable la situación económica de esta familia, que el tio
de Eva tenía una avioneta privada para movilizarse en Venezuela,

168
Kamikaze
e incluso hasta los Estados Unidos.
Al llegar, Kenji notó que eran personas muy estudiadas, en las pa-
redes de la sala estaban colgados los diplomas profesionales de
cada uno de los miembros de la familia, especialmente el dueño
de la casa, un ingeniero Industrial que trabajaba como gerente
de una multinacional que se encargaba de la construcción de las
torres petroleras.
- Sin duda hay que ver el proyecto de GRI para construir la re-
presa más grande de Latinoamérica –decía Gonzalo con gran
propiedad en sus palabras –en este momento hay muchas em-
presas gringas, europeas y japonesas mirando este proyecto.
Pero Kenji por medio de Eva ya tenía todo listo, se dio cuenta
que en Suramérica los negocios se gana más por recomenda-
ciones que por méritos propios, logró vender 6 Grúas de 600
toneladas de tipo mecánico a la empresa americana que adjudicó
esta licitación.

Capítulo 20
Colombia

Abundancia….
Esta seria la segunda vez en la cual Kenji viajaría de un país a otro
por tierra, recordando el triste y amargo paso de la frontera en-
tre Chile y Perú. Desde Maracaibo hasta San Antonio de Táchira
viajó en un modesto avión de Avenza y desde Este población,
en un taxi venezolano atravesó la frontera y llegó hasta Cúcuta,
capital del departamento del Norte de Santander en Colombia.
Durante el viaje, Kenji obtuvo mucha información del taxista,
sobre la forma de vida de las personas que vivían entre cada país,
muchos tenían doble nacionalidad, cédula colombiana y venezo-
lana, lo que les permitía pasar de una lado al otro sin problemas y
se podía comprar con las buenas relaciones entre ambos países.
Cuando llegaron al centro de Cúcuta, Kenji sentía que era una
169
Toshiaki Wago
ciudad venezolana, la mayoría de los automóviles tenían placas
venezolanas, por explicación del taxista, Kenji supo que esto se
debía a que el costo del los automóviles en Venezuela era casi la
mitad del costo en Colombia.
El taxi lo dejó en el aeropuerto, no pensaba quedarse en esta
calurosa ciudad, solamente sabía que Bogotá era el centro de la
mayoría de los negocios en Colombia.
Tomó un avión de la empresa Avianca, era el único extranjero en
el vuelo y notó que la mayoría de pasajeros colombianos tenían
de tres a cuatro maletas, cajas incluso costales de lona, al ver
esto él recordaba el famoso logo de Juan Valdez en cada saco de
café colombiano.
Normalmente cuando Kenji viajaba por avión, llevaba una sola
maleta en sus manos, no le gustaba esperar para reclamar su
equipaje y le molestaba cuando se le perdían un objeto personal,
además ya había sido advertido sobre los países latinoamerica-
nos, sino robaban todo el equipaje, lo abrían y robaban lo prin-
cipal, lo más costoso.
Al lado de su asiento, se sentó un hombre alto, moreno, con
acento costeño, que desesperadamente buscaba alguien con
quien hablar, como buen colombiano de la costa, no soportaba
sentirse solo, quería mostrarse y hasta de pronto discutir por
cualquier razón, pero al ver que su compañero de vuelo era un
japonés, dedujo que tendría que hablar “nihongo” el idioma japo-
nés, así que riéndose hablaba para él solo:
- ¿No ahora con quien carajos voy a hablar?
- ¿Qué tú dices? –dijo Kenji con español muy fluido.
- Tu hablas español, a cosa más rara.
- Claro que si, o sino cómo iba a estar solo.
Sorprendido, aquel costeño se tranquilizó, de alguna manera te-
nía un nuevo amigo, pero por su mente no pasó la idea de pelear,
se llevó la impresión de encontrarse al lado con un gran kara-
teca.
- Veo que tu también llevas una sola maleta –decía Kenji enta-
blando una conversación –
- Me toca, la última vez que viajé a Bogotá me robaron todo el
equipaje, venía de Estados Unidos con miles de regalos para toda
mi familia.

170
Kamikaze
- ¿Por qué te lo robaron?
- Una tarde en el aeropuerto El Dorado en Bogotá, un pícaro
muy hábil entró a la pista de aterrizaje en una volqueta, nos
bajamos todos los pasajeros a esperar como pendejos nuestro
equipaje, mientras ese manilargo lo robaba y se marchó como si
nada en frente de la policía.
- ¿Increíble y nadie hizo nada? –preguntó Kenji mientras apreta-
ba la manija de su maletín –
- La empresa respondió, no en su totalidad pero se hizo res-
ponsable como seis meses después, pero lamentablemente hay
personas que lo pueden reclamar.
- ¿Por qué?, esto es un buen servicio–
- Porque a veces abren las maletas y se roban pocos objetos, en
el detrás del tiquete aéreo dice que la empresa se hace respon-
sable de la perdida total de los que uno lleva.
Esta historia preocupó mucho a Kenji, se hizo mil ideas de la
forma de vida de los colombianos.
Sin embargo, para él era más importante lograr un negocio nue-
vo y Marian, la colombiana que conoció en Tokio.
Llegó al aeropuerto El Dorado, se despidió de aquel simpático
personaje y se marchó hacia el hotel Tequendama en el centro
de la capital.
Entró, alquiló un habitación sencilla, fue muy bien atendido, desde
que piso tierra colombiana había visto pocas mujeres pero todas
muy hermosas, ya se hacia una idea de la belleza colombiana.
Primero llamó a Marian, pero nadie contestó, pero no se afanó
porque también tenía la dirección y sabia que en cualquier mo-
mento iría a visitarla, después pidió que le llevaran información
sobre la actividad económica del país.
A través de un folleto conoció que Colombia era un país muy
potencial por su riqueza geográfica, en algún momento pensó
que lo único que movía la economía era el café, pero realmente
existían más recursos, recordando Wilson, el amigo colombiano
de Fedecafé.
Elaboró un análisis y dibujo que en la zona cafetera para mover
la tierra se usaba el tractor agrícola, era la única zona en donde
no se usaba maquinaria pesada, de resto en el departamento
de Boyacá en Muzo y Chivor para las minas de esmeralda; en la

171
Toshiaki Wago
Guajira, César y parte de Boyacá, para trabajar el carbón; en el
Chocó y Antioquia para el oro; en el Córdoba para el aprovecha-
miento del Níquel; el Banano en Urabá, Antioquia y Magdalena; el
petróleo en la mayor parte del país, utilizaban retroexcavadoras,
buldózer, volquetas y cargadores.
En ese momento entró uno de los meseros a la habitación para
entregar la cena y sin pronunciar palabras se sorprendió al escu-
char al japonés decir:
- Que barbaridad este país tiene muchos recursos naturales para
la economía, ¿no es cierto señor mesero?
- Si señor, además tenemos sector agrícola, ganadero y pesquero,
acompañados de dos océanos, atlántico y pacífico y la amabilidad
y alegría de la gente.
- ¿Y las mujeres? –preguntó al mesero emocionado–
- Si, tenemos las más hermosas, la colombiana es muy linda, bue-
na y amable pero cuando está de buen genio, porque cuando
está de mal genio, se puede convertir en una pesadilla.
- No importa, procuraré mantenerlas alegres y de buen genio
–respondió riéndose –
Al retirarse el mesero, Kenji pensó en las bondades que le ofre-
cia este país en su trabajo, dimensionando todo lo que podía
hacer aquí y se dio cuenta que la imagen que tiene en el exterior
es solo parte de un sector minoritario que pretendía…
El primer día en Colombia, él comenzó a sentirse un poco en-
fermo, en poco tiempo había pasado de los 35º C de Cúcuta a
320 metros sobre el nivel del mar a los 18º C de Bogotá a 2600
metros de altura, se fatigaba un poco al respirar y había sentido
los estragos del frío en la noche.
Llevado por la intriga de conocer algo de la capital, contrató por
un día al mesero que lo ánimo como guía turístico de la capital.
Primero llegó al Cerro de Monserrate, allí notó la inclinación católi-
ca fuerte de los colombianos, después fueron a la plaza de Bolívar, el
museo nacional, el museo de oro y la casa de la moneda, almorzaron
en el restaurante en la casa vieja el típico ajiaco bogotano, después
fueron a conocer la estación de tren, la plaza de toros y finalmente
se sentaron a observan la rutina de la ciudad en el parque nacional.
Al día siguiente, en busca de negocios viajó a la ciudad de Medellín,
la capital de Antioquia en donde vivían la mayoría de los dueños

172
Kamikaze
de las fincas bananeras del Urabá, en la frontera de Panamá. Él
sabía que allí había más de 50.000 hectáreas bananeras, las más
grandes de todo Latinoamérica en esta época.

Urabá

Urabá (Bananos)

En el aeropuerto Olaya Herrera desde el centro de Medellín


tomó una avioneta de la aerolínea ACES para únicamente quince
pasajeros, era algo incomoda y pequeña tenía dos hélices en cada
ala que producían un estruendos ruido, esto generaba miedo
entre los pasajeros, especialmente en aquellos que viajaban por
primera vez en este tipo de aeronave como el caso de Kenji, solo
llevaba una azafata que se sentaba en la última silla y cada viajero
quedaba muy cerca del piloto y copiloto; escuchaban toda la
conversación entre ellos.
Sin embargo, lo más tenebroso era el aterrizaje en el aeropuer-
to Chigorodó, el mismo nombre del pueblo en Urabá, quedaba
en una finca y el avión aterrizaba en un camino sin pavimentar,
generalmente cinco minutos antes el dueño de la finca tenía

173
Toshiaki Wago
que amarrar sus vacas para que no interrumpiera la llegada del
vuelo.
Desde el aire Kenji trataba de encontrar la pista a la cual estaba
acostumbrado, solo veía tierra, cuando las llantas tocaron tierra,
se apagaron los motores, la avioneta comenzó a moverse brus-
camente, todos los pasajeros comenzaron a darse la bendición,
el piloto no pronunciaba palabra y a la azafata se agarraba muy
fuerte de la silla, como si fueran montados en un caballo, todos
comenzaron a brincar, a lado y lado de la pista corrían algunas
gallinas buscando refugio hasta que finalmente esta particular
máquina se quedó totalmente quieta y todos a la vez respiraron
profundamente, de nuevo la bendición, abrieron la puerta que a
su vez tenía una escalera, en menos de nada todos se bajaron, de
nuevo la última bendición.
El viaje realmente solo tardó una hora y media, aunque para
muchos llevados por el miedo y en medio de un análisis sobre el
valor de sus vidas, tardó mucho más.
Kenji tomó su maleta, admiró un poco la belleza del paisaje co-
lombiano adornado de plantas de banano, animales y muchos
campesinos, todos en pantalón y camisa muy modestos.
Las informaciones que tenía Kenji era que en Colombia, ha-
bía tres sitios líderes en la producción del banano, Urabá en
Antioquia; Tumaco en Nariño y Santa Marta en el Magdalena.
Desde su infancia Kenji creía que solo existía una clase banano,
pero en la tierra del mejor café del mundo, conoció una gran
variedad, uno se llamaba Plátano que se utilizaba para cocinar, el
Guineo para sopas y el más tradicional que era el Banano como
fruta que era el tercer producto que generaba mayor entrada de
dólares al exportarlo seguido del café y las flores.
Guiado únicamente por el nombre de un finquero que tenía
anotado en un papel que traía desde Tokio, buscó a un hombre
llamado Hemori.
Este hombre era un japonés que había emigrado del Japón hasta
Corinto en el Cauca, después se fue a vivir a Villavicencio, Meta y
se dedicaba a trabajar en los cultivos de arroz pero por motivos
de violencia se tuvo que ir y llegó hasta Urabá en donde llevaba
viviendo hacia diez años en una finca de casi 200 hectáreas con
cultivos de banano.

174
Kamikaze
Preguntado a cada campesino que se encontraba por el camino,
Kenji llegó a la gigantesca finca, Hemori lo recibió con mucho
agrado, a pesar de que nunca lo había visto, era un hombre de
sus mismos rasgos físicos, lo instaló en una habitación, por orden
del dueño prepararon fiesta, en la noche, rodeados de todos los
empleados intentaron cocinar platos japoneses, pero muy al esti-
lo colombiano, luego tomaron el clásico aguardiente colombiano,
todos bailaban y bebían, realmente era un ambiente muy particu-
lar y sano, todos se divertían como si fueran grandes amigos.
Lo que más impresionó a Kenji fue ver como a pesar de que
ninguna finca tenía luz eléctrica, no necesitaban de grabadoras
ni música grabada, la mayoría de campesinos tocaban guitarra,
durante toda la noche se turnaban para tocar desde bambucos
hasta cumbias y vallenatos.
Al día siguiente por medio de Hemori, Kenji conoció al coordi-
nador de los negocios de maquinarias en la zona del Urabá, su
nombre era Cesar, un abogado muy respetado en toda la zona,
una de sus cualidades era la facilidad para hacer amigos.
- Bienvenido amigo japonés –le decía Cesar a Kenji –estas en la
tierra más hermosa del mundo.
- Gracias, me gusta y me interesa mucho conocer el negocio del
banano, soy representante de la empresa Hinomoto, de maqui-
naria pesada.
- Perfecto, nos vamos a entender muy bien.
Después de conocerse un poco, el interés de Kenji por los nego-
cios y la amabilidad de Cesar no impedían hablar de negocios.
- Cesar, ¿cuántas fincas bananeras tienen más de 200 hectáreas?
–preguntaba Kenji con la intención de calcular cuántas maquina-
rias podía vender–
- Yo calculo que unas 50 fincas.
- Y Quién es el líder bananero o la finca más grande?
- La bananera “Pequeñita” una empresa asociada con Westran
Fruit de Los Estados Unidos, la finca tiene más de 2000 hectá-
reas, y el otro es “Santana” asociado con United Fruit.
- Cesar, según mi análisis del mercado bananero, se necesitarían
más de 5 retroexcavadoras en la finca de 200 hectáreas.
- Pues, Kenji, aquí hay 50 fincas grandes, si eres buen vendedor
podemos volvernos millonarios

175
Toshiaki Wago
- Si claro, yo soy un buen vendedor, si ellos pagan bien, la venta
es fácil.
- Pero cobrar dinero en Colombia resulta muy difícil.
- Eso lo hablamos después –siguió Kenji tratando de omitir
ese grave detalle –pero ¿cómo están las retroexcavadoras en
Urabá?
- Muy mal, hace 5 años un alemán vendió 18 máquinas usadas
de una marca francesa con un precio de casi nuevo y ahora 17
unidades están paradas, sin trabajar y los clientes están muy mo-
lestos, yo te recomiendo que cuando ofrezcas tus productos a
los clientes, tengas mucho cuidado, un mal negocio y te pueden
matar, los antioqueños a veces son muy violentos.
- Buen consejo, por lo que veo ya te preocupas por mi vida.
Al terminar la conversación Kenji se dio cuenta que los grandes
clientes eran las bananeras “Pequeñita” y “Santana”, pero en ese
momento los dueños de las empresas no estaban en el Urabá,
posiblemente estaban en Medellín o en Estados Unidos, así que
la primera opción era hacer negocios en la finca donde se hos-
pedaban, la del señor Hemori.
Organizaron un almuerzo para comenzar a adelantar diálogos en
busca de grandes ventas, aunque Kenji esperaba una comida llena
de bananos, los empleados sirvieron carne de res acompañada
típicamente de yuca, arroz y papa.
Al terminar, sin ningún miedo Hemori comenzó a contar como
se trabajaba en su finca.
.Ustedes dos me inspiran confianza –decía el finquero con gratitud
–en estos momentos Tengo 100 empleados, la mayoría son centro-
americanos indocumentados que escaparon de sus países por el
rechazo de la sociedad, algunos eran presos y otros vagabundos y
ladrones, pero para controlarlos tengo una guardería privada en la
finca. Con el paso del tiempo, todos se han convertido en un gran
familia, acá muchos hombres mujeres se unen y tienen bebes, hay
buena tierra y buen banano –seguía contando el finquero agregando
humor verde– Para ser sincero, amigo japonés, muchos empleados
tienen miedo de que el dueño de la finca compre retroexcavadoras
que reemplacen la mano de obra del hombre y sean despedidos.
- Eso no es problema, aumenta la producción y se necesitan ope-
radores, ayudantes, procesadores, empacadores y otras funcio-

176
Kamikaze
nes, creo que no se necesita despedir a nadie, al contrario se
capacitan y aprenden cosas nuevas.
- ¿Pero quién les podría enseñar?
- Yo mismo los puedo entrenar –intervino César –si me dan la
orden, desde hoy mismo puedo empezar.
- Si se trae la maquinaria, harían tres operaciones con turnos de
8 horas para hacer un canal nuevo y mejorar o mantener el canal
viejo, por cada retro trabajan 3 personas en 3 turnos diarios, eso
quiere decir que 9 personas por 5 maquinas darían 45 personas
dedicadas a la maquinaria, si son bien entrenados en operación y
mantenimiento se pueden evitar los despidos masivos.
La respuesta de Kenji abrió los ojos de todos aquellos que escu-
chaban la conversación, especialmente de Hemori, era claro que
se necesitaba darle solución a la calidad en la producción.
Luego Kenji explicó el sistema de financiación para adquirir las
maquinarias, ya conocía la ley quinta del “Plan Vallejo” que con-
sistía en que el gobierno de Colombia beneficiaba a los produc-
tores y exportadores de los productos agrícolas por medio de
prestación de dineros para la compra y actualización de maqui-
narias, este plan se inclinaba al crecimiento y desarrollo del país.
- Me gusta tu idea, me parece acertada y muy productiva –decía
Hemori –dame un poco de tiempo para realizar algunos análisis
y te daré respuestas.
En ese momento Hemori siguió su rutina, diariamente tomaba
su caballo y daba vuelta entera a sus cerciorándose de que todo
marchara bien.
Al día siguiente para no sentirse inútil, Kenji buscó a César muy
temprano:
- Oye paísita, llévame a conocer las fincas que tienen las maqui-
narias quietas, sin producir.
- Tú me estás pidiendo que me convierta en un Kamikaze.
- ¿Por qué me dices eso? –preguntó Kenji recordando a su pa-
dre–
- Porque yo fui el que vendió las 18 retroexcavadoras con el
alemán, si me ven me pueden hasta matar.
- Cesar, Dios está contigo eres católico, puedes morir en cual-
quier momento y en cualquier sitio, si eres de los que haces
buenas labores sociales, Dios te bendecirá.

177
Toshiaki Wago
- Gracias amigo, tu también te preocupas por mi vida.
- Entonces, yo tengo que volver a Bogotá a estudiar muy bien el
asunto de la financiación de la ley quinta.
- Listo, yo mientras tanto me quedaré aquí a revisar cuáles re-
puestos necesitan las retros paradas.
Sin despedirse de nadie, de nuevo tomó la tenebrosa avioneta, esta
vez con menos miedo, hasta Medellín y de allí hasta Bogotá.
En la capital llegó directamente al un edificio en el centro de la
ciudad en donde funcionaba el Incomex, un instituto encargado
de supervisar cada movimiento de importación y exportación.
Sin tener cita previa conoció a la doctora Mónica, una econo-
mista que se desempeñaba como la directora y coordinadora
del “Plan Vallejo”.
Al recibirlo, su rostro se tornaba muy serio, al verla, Kenji se
impresionó por su belleza y elegancia, cuando le habló notó su
acento paísa:
- Bienvenido señor, ¿qué necesita?
- Soy Kenji funcionario de Hinomoto en Japón, disculpe la pre-
gunta, ¿De qué lugar es usted?
- Soy pereirana –respondió mientras Kenji recordó que alguna
vez alguien le dijo que cuando le pida a una pereirana que se
siente, ella de una vez se acuesta –¿por qué lo pregunta?
- Por su acento y su belleza.
- Gracias, pero le repito, ¿a qué vino?
Tímido Kenji le explicó la situación de los bananeros en Urabá
y la necesidad de tecnificar la zona y mejorara la calidad de pro-
ducción, mientras tenía los documentos en la mano cerca de
su pecho, sin saber por qué su corazón palpitaba muy fuerte y
rápido.
- Kenji, me interesa su iniciativa, para hablar mejor, te invito ma-
ñana a almorzar en el Hotel Tequendama y analizamos cómo
podemos seguir delante con su proyecto, ahora tengo otra cita,
discúlpame por corto tiempo contigo.
Se levantó de la silla con un movimiento muy sensual que dejaba
ver parte de sus piernas y a la vez se reía al ver como el japonés
no pudo evitar la tentación de verla con deseo.
Al día siguiente Mónica dejo ver su sentido humano y lo agra-
dable de su personalidad en el trato con los meseros, pidió una

178
Kamikaze
buena marca de vino. Kenji le explicó de la misma forma que
lo hizo con Hemori los beneficios que traería la compra de las
máquinas.
- ¿Cuando piensas regresar a Urabá? –preguntó Mónica mientras
limpiaba sus labios con una servilleta–
- Tan pronto mi amigo Cesar me envíe una lista de repuestos
que se necesitan para conseguirlos en Estados Unidos, yo creo
que en unos 30 días.
- Me gustó tanto el proyecto que yo quiero conocer Urabá, si
puedes llévame allá cuando tu vayas.
Al despedirse, Kenji esperaba por lo menos un beso en la mejilla,
pero ella le tendió la mano y se la apretó fuertemente mirándolo
a los ojos.
De allí salió a recoger los repuestos de las maquinarias de Urabá,
él mismo asumió los gastos, tenía pensado brindar el manteni-
miento y cobrar todo el servicio completo.
A los treinta días Kenji concretó el viaje con Mónica, tomaron la
misma ruta, Bogotá –Medellín –Urabá y de nuevo a la avioneta,
con menos temor pero con la misma desconfianza viajaron jun-
tos hasta la tierra del banano, en el momento del aterrizaje en la
finca, la avioneta se movió más de lo normal, dos de sus llantas
se levantaron más de veinte centímetros, ella cogió la mano de
Kenji por el miedo y le enterró las uñas en la mano hasta hacerlo
sangrar, pero el sudor que brotaba provocado por los nervios y
el aroma que transpiraba, encantaban a Kenji, cada gesto y movi-
miento de ella dejaba notar su belleza.
Al bajar de la avioneta los esperaba César:
. Cesar todavía estás vivo –decía Kenji burlándose– ¿cómo te fue
con los bananeros?
. Bien amigo, ahora la gente de las fincas ya entiende la forma
de trabajar con maquinaria pesada y están muy entusiasmados,
Vamos a vender retroexcavadoras japonesas HINOMOTO en
toda la zona del Urabá.
Como una luz brillante apareció el señor Hemori:
- Hola Kenji, te estaba esperando, ya lo analicé y te voy a pedir
cinco retroexcavadoras.
- Perfecto, conmigo viene la representante de la ley quinta de
“Plan Vallejo”, llenemos unos documentos y en una semana ten-

179
Toshiaki Wago
drá aquí sus nuevas máquinas, listas para ponerlas en funciona-
miento.
- ¿En dos semanas?, es muy pronto.
- Las tengo la zona franca de Colón de Panamá, solo tengo que
autorizar la traída y ya.
Sin problema alguno, firmaron el contrato quedando cada uno
satisfecho con el nuevo negocio.
. Cesar ¿cuando vamos a visitar las bananeras “Pequeñitas” y
“Santana”? – preguntaba Kenji después de que Hemori se fue–
La doctora Mónica está aquí para apoyarnos con la ley quinta.
. Al terminar esta semana, me informaron que de pronto llegaban
los dueños jefes máximos de las empresas.
Mientras hablaban los nuevos amigos, Mónica observaba la forma
como trabajaba Kenji, nunca había visto un japonés tan intere-
sante para hacer los negocios, por un lado vendía y por otro
estaba reparando las retros para no solo ganar más dinero sino
para ganar la confianza de los clientes.
Para ella era la primera vez que visitaba Urabá y sabía que si
los cálculos de Kenji de que con la maquinaria la producción
de bananos aumentaría un 20%, ella sería la encargada de viajar
a Londres a las reuniones con los máximos exportadores de
banano como la representante de Colombia para definir las can-
tidades anuales de exportación y los nuevos costos, le interesaba
no solo aprender sino conocer personas a quien poder ayudar,
como el caso de Kenji.
Juntos se fueron caminando hasta la finca del señor Hemori,
donde se hospedarían el tiempo que estuvieran en esta zona,
observaron algunas fincas, rieron un poco y llegaron a la hora
exacta de la comida.
La señora de Hemori sacrifico algunas de sus gallinas y preparó
un tradicional sancocho, para el japonés Kenji era la primera vez
que iba a comer este plato típico, pero con tan solo la primera
cucharada, se enamoró del sazón y el estilo de la comida colom-
biana, al terminar la comida mientras Kenji se chupaba los dedos
del exquisito sabor, Mónica se puso de pie y sacó de su maletín
una carpeta llena de papeles:
Kenji aquí te traje el formulario para el crédito según lo exige
la ley 5, solo tienes que llenarlo y anexarle documentos de los

180
Kamikaze
clientes bananeros que allí te pido, hazlo lo más pronto posible
y yo te respaldare.
- Doctora gracias.
- Dime Mónica mientras estamos en Urabá no me diga doctora.
- OK, Mónica mañana vamos a visitar las fincas de Apartadó y
Turbo pata terminar de conocer las fincas del Urabá.
La oscuridad se apoderaba del lugar y el cansancio de los cuer-
pos, Cesar contento se fue a dormir en su cuarto y cada em-
pleado en sus cambuche, pero cuando Kenji quería entrara a la
habitación que había ocupado la primera noche, la señora de
Hemori lo agarró de los hombros y lo detuvo:
–Kenji, la doctora dice que tu eres su novio y me pidió preparar
un cuarto con cama doble, ella lo está esperando, la alcoba es la
última de la finca, nadie se acerca allí, por favor lleva este toldillo
para cubrir la cama y estas pastillas venenosas para las culebras
que tu mismo trajiste de Medellín.
Esta zona del país era casi como una selva, las peores amenazas
para la gente era el dengue y las culebras que en su especie eran
muy venenosas, tanto así que en la mayoría de las fincas, prepa-
ran sus propias vacunas como antídoto ante las picaduras.
Emocionado, Kenji entró a la habitación, algo tímido y con los
objetos en la mano, al verlo ella le preguntó:
- Esas pastillas que traes en la mano las compraste en Medellín
verdad?
- Si, en la droguería.
- ¿Y para qué sirven?
- Son pastillas afrodisíacas para hacer el amor contigo, yo ya es-
toy viejo y creo que las necesito.
- Qué morboso eres Kenji –respondió Mónica mientras tomaba
su pijama y salía de la habitación –
Las noches en Urabá eran muy tranquilas, la gente pasaba no-
ches pacíficas, no había ni sindicatos, grupos armados ni bandi-
dos, como si fuera poco la gente indocumentada tenía su propio
lugar donde vivir sin preocuparse por la educación de los hijos.
Únicamente se escuchaba el sonido de algunos grillos y perros
que eran molestados por luciérnagas, el Señor Hemori y su se-
ñora dormían tranquilamente y la luna causaba marcadas som-
bras de los árboles.

181
Toshiaki Wago
Aprovechando que Mónica había salido del cuarto a colocarse
su pijama, Kenji acomodó el toldillo y puso pastillas de veneno
en cada una de las patas de la cama, se quitó los pantalones y
la camisa y se baño lijeramente con agua fria, se arropó en ropa
interior con solo una sábana, el clima era caliente pero muy hú-
medo.
Toda la casa era construida en madera, las alcoba solo tenía la
cama y una mesa de noche para colocar los objetos personales y
en donde había una vela alumbrando parte de la habitación.
Entre las sombras, él observó como aquella pereirana entraba a
la habitación con una pijama muy corta, el ambiente era muy ro-
mántico y la llama de la vela indicaba que en esas cuatro paredes
en madera, ardía pasión.
- Ya regresé, perdona la demora.
- Estás hermosa –decía él con una voz muy suave –
- Apaga la vela, no necesitamos iluminación, el calor lo podemos
dar entre los dos.
Con un suave soplo, él apagó la única luz que adornaba el sitio,
ella levantó el toldillo luego se metió en la cama, lo extraño era
que ya estaba desnuda y él también, querían ahorrarse trabajo,
llevada solamente por el aroma del cuerpo de su hombre, se
subió ella encima y la mano de él dio justamente en su vagi-
na, ella ya estaba excitada, sus genitales estaban húmedos y su
cuerpo temblaba, se tocaron mutuamente por varios minutos,
no hablaban nada, simplemente se dejaban llevar por el instinto
de dos amantes, luego se ubicaron y se practicaron lentamente
sexo oral mutuamente, al mismo tiempo, como si ya lo hubieran
hecho muchas veces, su respiración aumentaba y comenzaban a
fatigarse, lo que más envolvía a Kenji era el aroma que brotaba
del cuerpo de Mónica, no era fuerte ni insípido, era dulce y agra-
dable, hacía que respirara profundamente mientras cerraba los
ojos, en esta posición pasaron largo rato de la noche hasta que
llegaron a su primer orgasmo, ella apretaba la cabeza de Kenji
con las piernas dejándolo mudo y él al contrario dejaba que ella
gritara de placer y alegría, satisfechos en medio de la oscuridad
tomaron de nuevo una posición normal mientras ella limpiaba su
boca, quedaron frente a frente tocándose los rostros y esperan-
do a que el hombre cogiera de nuevo fuerzas para continuar con

182
Kamikaze
el excitante encuentro.
Después de media hora, cuando ya estaba amaneciendo y de
nuevo empezaban a besarse, se escuchó un sonido extraño y
algo cayó encima del toldillo, eran tres serpientes de casi 30 cm,
a pesar de estar a media luz, se veía perfectamente su color ver-
de, que caían una tras otra desde el techo, estaban vivas.
- Auxilio –gritaba Mónica asustada– Kenji ayúdame, hay tres cu-
lebras encima del toldillo.
Mónica abrazó a Kenji fuertemente mientas las culebras miraban
dos cuerpos humanos abrazados y aterrorizados por su presen-
cia, daba la impresión que de sus largas lenguas salían carcajadas
por la ridícula imagen que veían.
Kenji cogió las cuatro puntas del toldillo, envolvió las culebras y
las botó contra un árbol fuera de la ventana, más tranquila, pero
ya con la pasión muerta, Mónica quiso bajar de la cama, pero
cuando puso uno de sus pies en el suelo, pisó un objeto extraño,
de nuevo gritó y esta vez tapó su cara con la almohada, confusa-
mente se le entendían algunas palabras:
Kenji, Kenji, hay más culebras debajo de la cama, me picaron, me
voy a morir –decía la mujer llevaba por la paranoia.
- Mónica tranquila son culebras muertas, yo les coloqué veneno.
Kenji las recogió con la mano las echó entre una bolsa y las
arrojó a la basura.
No quisieron contarle a nadie la escena vivida, cuando ella ya es-
taba calmada le pidió a Kenji que se bañara con ella, él abrió sus
ojos y enderezó su espalda, estaba emocionado de saber que iba
a poder terminar lo que había iniciado la noche anterior, entra-
ron a una pequeña ducha de agua fría, se quitaron la toalla pero
cuando él quiso abrazarla, enfurecida le grito al oído:
- Qué te pasa semental, si tú estás aquí no es para hacer el amor
conmigo, es para que me cuides de las culebras venenosas, tu
oportunidad aquí ya pasó, échale la culpa a las asquerosas cule-
bras.
- Lo siento –respondió el hombre regañado mientras tomaba
un jabón, le daba la espalda y la cuidaba de cualquier ataque de
serpientes.
El desayuno no fue muy provechoso, ella no pudo comer de la
impresión y el susto, se paró de la mesa, empacó sus maletas y

183
Toshiaki Wago
anunció su regreso a Medellín sin dar explicaciones.
Kenji la acompaño hasta la pista de Chigorodó, él tan solo quería
decirle que ella había sido una mujer que rápidamente se había
metido en su corazón.
- Mónica quiero saber si nos vamos a ver en Bogotá, la verdad es
que tu me fascinas –decía Kenji con total franqueza –
- Gracias, mira yo acepto tu culebra pero las culebras de Urabá
no me gustan, recuerda traerme el formulario de solicitud del
crédito de los bananeros para autorizarlos lo más rápido posi-
ble.
- Gracias Mónica, feliz viaje.
Los siguientes días fueron exclusivamente dedicados al trabajo,
él se dedicó a la reparación de las excavadoras viejas con la ayu-
da de César y de mecánicos antioqueños para llenar y completar
los documentos de los clientes que a diario conseguía.
En ese tiempo logró llevar casi 200 retroexcavadoras en la zona
del Urabá, la mayoría de negocios los logró con los dueños de
las fincas más grandes, a todos los pudo convencer de la impor-
tancia de tecnificar la producción, ahora Kenji miraba el mercado
de las fincas pequeñas con la ilusión de traer por lo menos otras
100 más, pero la capacidad económica de las finca pequeñas no
las amparaba la ley quinta y no valía la pena invertir en maquina-
ria tan costosa.
Al no poder vender más, junto con Cesar buscaron soluciones
prácticas, se asociaron con un señor cuyo nombre era Danilo,
un hombre muy cercano a César quien les ayudaba a reparar
maquinarias.
Después de hacer análisis financieros, montaron una empresa de
nombre Retrourabá, invitaron a Brian el panameño como socio
capitalista y se dedicaron al alquiler de maquinaria pesada, Kenji
trajo las 15 retroexcavadoras CAT que había permutado en Pa-
namá y ya reparadas las puso a trabajar en la sona del Urabá.
El negocio funcionaba a la perfección, cada socio ganaba el su-
ficiente dinero para darse una vida lujosa en Colombia asi que
muchos finqueros mejoraron sus entradas económicas hasta lle-
gar al punto de comprar su propia maquinaria y evitar el costo
del alquiler, finalmente en la zona del Urabá quedaron trabajando
más de 300 retroexcavadoras.

184
Kamikaze
Cuando el negocio estaba en su máxima bonanza, directamen-
te desde Tokio llegó un comunicado a la empresa Retrourabá,
era de Hinomoto, en donde le recordaba a Kenji que por haber
alcanzado una venta superior a 50 maquinaria, tenía la autoriza-
ción y los gastos pagos para llevar a tres personas más a conocer
el proceso de fabricación de las retros Hinimoto en Japón.
Era una oportunidad perfecta para que Kenji enseñara la filosofía
de comerciante japonés a los colombianos.
No le fue difícil escoger sus acompañantes, el primero era el
señor Rodrigo, gerente de la empresa Santana, el segundo era
Danilo el mecánico quien siempre había demostrado estar inte-
resado en hacer un curso de mecánica y el tercero Cesar.
Dejaron todo organizado, personas serias y de confianza al fren-
te de su negocio, salieron de Urabá hasta Bogotá y de allí direc-
tamente a Tokio.

Un paisa en Japón
Cuando llegaron al aeropuerto internacional de Tokio en Narita,
se pararon en la entrada principal y se veía la imagen de cuatro
hombres totalmente diferentes, un japonés como guía, un gran
empresario, un paisa muy vivo y Danilo, quien no podía evitar llo-
rar, no solo por dejar a su tierra por poco tiempo, sino también
de orgullo al ver lo lejos que había podido llegar en la vida.
Cuando ellos iban a pasar por la aduana, un inspector japonés
llamo a Kenji y le dijo.
- ¿Usted invitó a estos tres colombianos?
- Si señor, hay algún problema.
- Pro favor, venga conmigo al cuarto de inspección. ¿Qué lleva en
la maleta?
- Café colombiano.
- ¿Podría revisarlo?
- Si señor, con mucho gusto.
Mientras tanto, el perro antinarcóticos rasgaba la maleta de Ken-
ji, por el fuerte aroma del café, que era lo único que llevaba. El
inspector le dice a Kenji:
- Muchas gracias, por permitir revisar su maleta. Ahora por favor
desvístase.
- ¿Cuál es el motivo?

185
Toshiaki Wago
- Es la orden de requerimientos de inmigración.
- Ok lo entiendo.
Kenji se desvistió completamente, quedándose tan solo en cal-
zoncillos. El inspector revisó cuidadosamente sus prendas.
- Ya está bien, gracias. Puede vestirse.
Kenji, se estaba vistiendo y preguntándole al inspector:
- Por qué usted me requisa de esta forma?.
- Toma esto.
- El inspector entrego a Kenji un billete de US$10.
- ¿Por qué me entrega este dinero?
- Mire, cuando yo empecé a revisar su maleta, uno de sus invi-
tados me entregó este dinero disimuladamente. Por esta razón,
pensé que usted tenía algo ilegal dentro de sus pertenencias.
Por favor, dígale a ellos que no intenten sobornar a los emplea-
dos oficiales japoneses, no funciona como en Latinoamérica.
- Lo siento mucho señor.
Kenji sintió una gran vergüenza y cuando salió de la aduana les
dijo:
- Queridos amigos colombianos, gracias por su colaboración,
pero en Japón ellos entienden lo contrario, carajo.
En las primeras dos semanas conocieron el sistema de produc-
ción y control de calidad, estas fundamentales cosas teoricamen-
te en la empresa Hinomoto.
Después fueron a la verdadera y gigantesca empresa Hinomoto,
en ese momento habían más de 4000 empleados y producían
más de cinco mil unidades de retroescabadoras al año, al entrar,
la idea que traían los colombianos cambió totalmente, ellos es-
peraban encontrar centenares de orientales cargando y ensam-
blando cada parte de la maquinaria, pero realmente no era si,
no todas las partes se fabricaban allí, habían muchas empresas
asociadas que proveían cada parte de la maquinaria, y Hinomoto
simplemente se encargaba del ensamblado, todo en absoluto era
robotizado, como todo en los japoneses era muy organizado y
cumplido y los empleados que no eran vendedores se dedicaban
a controlar los gigantescos robots.
Fascinados con los lugares que conocieron, terminó la especta-
cular expedición, César se fue para Colombia a ponerse al frente
del negocio, Danilo se quedó en Tokio y se inscribió en un curso

186
Kamikaze
de reparación de maquinaria, Rodrigo y Kenji se quedaron en la
fabrica para arreglar el contrato de un nuevo pedido.
Rodrigo estaba muy contento de haber logrado la compra de la
maquinaria, tenía la confianza de hacer progresar su negocio.
Como era costumbre en el pueblo Japonés, el día en que firma-
ban los contratos, el director de la fábrica organizó una salida
especial para los nuevos compradores, los llevó a conocer los
Baños Turcos, el famoso sitio donde las más hermosas mujeres
japonesas esperaban a hombres capaces de brindarles un poco
de amor.
Cuando entraron al sitio más grande y famoso, Kenji recordaba
aquel día que visitó el lugar con Heineken, mientras que Rodrigo
estaba algo nervioso, se iba a enfrentar por primera vez con una
japonesa.
Al acercarse a la recepción, uno de los empleados les entregó
un catálogo en donde aparecían las imágenes de las mujeres dis-
ponibles, en una foto la mujer aparecía en Kimono, en la otra
aparecían en bikini, en la parte de abajo en varios idiomas estaba
escrito el nombre y la edad de la dama.
Rodrigo tomó en sus manos el catálogo algo tembloroso por la
emoción y expectativa de su nueva experiencia, tan solo al abrir
la tercera página se dejó llevar por los encantos de Naomí, una
encantadora japonesa de 20 años de edad, muy delgada, pero a
diferencia de las demás mujeres las facciones de su cara eran
muy sensuales y su mirada era penetrante.
- No te preocupes por el dinero Rodrigo, yo invito –decía Kenji
mientras le golpeaba la espalda.
- Gracias, ya me estoy animando a comprarte más maquinaria.
- Muy bien, acuérdate de que solo tienes una hora para estar
con ella y asegúrate de colocarte muy bien el condón –mientras
reía.
- Gracias amigo Kenji, jamás olvidaré este detalle.
Rodrigo entró a una habitación grande, con baño que tenía agua
caliente o fría, dependiendo del gusto del cliente, una cama con
colchón de agua tibia, televisor y una pequeña sala.
Naomi ya lo esperaba acostada en la cama de agua con tan solo
un Kimono puesto, que dejaba a la imaginación de él si en realidad
tenía o no ropa interior, en un acento muy latino Rodrigo saludo

187
Toshiaki Wago
amablemente –Muy buenas noches señorita –mientras ella lo
miraba extraño por desconocer el idioma, dejó que se acercara,
le dio un beso en la mejilla y comenzó a quitarle los pantalones
y la camisa mientras él simplemente sonreía pícaramente, al de-
jarlo completamente desnudo, lo acostó tiernamente en la cama,
se paró en frente de él y muy sensualmente se quitó su Kimono,
para sorpresa de él, no tenía ropa interior, sus senos y sus nalgas
eran modestos es decir poco abultados, pero cada mirada y cada
movimiento resultaba muy excitante.
Muy cerca de la cama, ella tomó un frasco de algo extraño, lo
destapó y comenzó a disolver un líquido jabonoso sobre la cama,
el colchón, que estaba hecho de un caucho especial repleto de
agua climatizada perfectamente para la ocasión, quedó algo res-
baloso pero a la vez permitía movimientos únicos y resultaba
imposible que alguno se cayera de la cama.
Cuando desocupó todo el recipiente, primero ella tomó a Ro-
drigo, lo acostó boca abajo y comenzó a masajear suavemente su
espalda, no precisamente con las manos, el jabón no lo permitía,
lo hacia con todo el cuerpo, con sus brazos, sus senos e incluso
alcanzó a hacerlo con sus nalgas y su vagina.
Luego ella lo tomó de sus piernas, le dio la vuelta, fue bajando
lentamente y comenzó a practicarle sexo oral hasta lograr que
Este apasionante colombiano llegara a un nivel máximo de exci-
tación, en ese momento comenzaron a hacer el amor entre mo-
vimiento casi cómico del colchón, cuando ya él estaba listo para
llegar a su orgasmo la tomó de las caderas, recordó el consejo
de su amigo y le gritaba –para ya, necesito colocarme el condón
–pero ella al no entender su idioma, se dio vuelta y siguieron
teniendo relaciones hasta el punto de llegar al mismo tiempo al
máximo éxtasis de la noche.
Asustado por no cuidarse, se puso de pie, lo primero que se le
ocurrió fue ir hasta el baño y lavar sus genitales, pero en ese
momento se dio cuenta que su pene colgaba un condón lleno
de espermatozoides, dio un suspiro de alivio y la miró fijamente
a los ojos tratando de preguntarle en qué momento le había
puesto el condón.
Satisfecho, salió de la habitación y se fue a buscar a Kenji, él esta-
ba sentado en un viejo parque esperándolo.

188
Kamikaze
- Amigo Rodrigo, te veo alegre, satisfecho, feliz, complacido –de-
cía Kenji riendo.
- Qué maravilla, esa japonesa fue toda una Kamikaze conmigo,
lástima que no hablaba mi idioma, yo quería preguntarle en que
momento me puso el preservativo que no me di cuenta.
- Esa es la especialidad de la casa, ellas colocan el preservativo
directamente de su boca cuando practican el sexo oral.
- ¡Uy! Caramba!, que encanto, cuando llegue a Colombia, tengo
que enseñarle a alguien ese truco japonés –
Rodrigo ya había cumplido su misión en Tokio, regresó a Mede-
llín a encontrarse con su trabajo y su familia, mientras que Kenji
se quedó a preparar su regreso a la capital colombiana.
Al siguiente mes, se celebró en Bogotá la Feria Internacional de
Maquinaria pesada, que se realizaba cada dos años en Corferias.
Kenji participó como único representante de Hinomoto, llevó
20 retroexcavadoras como vitrina, convirtiéndose en el máximo
exhibidor de maquinaria pesada.
En el primer día de feria, Kenji recibió en su escritorio una visita
muy particular, Rodrigo y su esposa, una mujer atractiva a pesar
de ser robusta, de carácter y temperamento fuerte, y un mar-
cado acento antioqueño, cuando Kenji quiso saludarlos amable-
mente, se encontró con una fiera reclamándole por las actitudes
de su esposo:
- Me imagino que tú eres el famoso Kenji, el culpable de mis
desgracias.
- Si señora, usted es la esposa de Rodrigo, gusto en conocerla
–decía el japonés asustado–
- Entonces usted fue el desgraciado que llevó a mi esposo a don-
de esa prostituta japonesa tan maluca.
- No Señora, cuando Rodrigo estaba en Japón siempre fue muy
juicioso, se la pasaba mirando una foto suya, por eso yo la reco-
nozco.
- No sea tan mentiroso, le advierto una cosa, usted no es bien-
venido en mi casa.
La mujer levantó su mano derecha con la intención de cachetear
al japonés, pero Rodrigo la tomó muy fuerte y lo evitó, aquella
enfurecida mujer dejó salir una grosería de sus labios y se fue
corriendo hacia al baño.

189
Toshiaki Wago
- Qué le pasa a tu mujer –preguntaba Kenji mientras Rodrigo se
le reía en la cara –
- Mira amigo, me encantó tanto lo que me hizo la japonesa y
cuando llegué a Medellín, mandé hacer un colchón de agua y le
pedí a mi esposa que hiciera todo lo que me hizo la masajista
japonesa, llevado por la emoción, le conté cada detalle de aquel
momento, pero ella en vez de aprender, se puso furiosa y me
preguntó quién me había llevado a ese sitio, yo como soy sincero,
pues hombre yo le dije que había sido usted, el hombre que me
acompañó todo el tiempo en el viaje.
- Pero como eres de bruto, esas cosas no se cuentan, hubieras
podido hacer todo sin contarle.
En ese momento regresó de nuevo la esposa, algo más calmada y
con mirada desafiante, continuó el aburrido regaño:
- Me imagino que ya cuadraron para ir de nuevo, o es ya le está
enseñando más porquerías a mi esposo.
- Disculpe, ni yo ni su esposo somos culpables, simplemente so-
mos una pobres víctimas de las atenciones japonesas.
- No, no, no, ¡eh ave maría, por Dios que amiguito el que se con-
siguió Este holgazán!
Finalmente Kenji nunca volvió a saber la señora de Rodrigo, la
feria culminó exitosamente, todas las máquinas fueron vendidas
en tan solo los cinco primeros días, ahora Kenji tenía que pre-
pararse para regresar a Urabá para hacerse presente en su ne-
gocio, habían pasado varios días en que no recibía un reporte de
ventas ni inversiones.
Así Kenji volvió a Colombia y llegó a su municipio favorito Me-
dellín y una noche antes del viaje, estando en la habitación del
Hotel Amaru descansando mientras observaba las noticias por
televisión, en medio de una noticia confusa, el periodista men-
cionó a una mujer que de inmediato conmocionó a Kenji, era
Mónica, allí anunciaban que un famoso político colombiano salía
del país porque había sido nombrado como embajador de Co-
lombia ante La ONU y estaba acompañado de su esposa, quien
resultó ser Mónica, en seguida todos los hermosos recuerdos
volvieron a la mente de Kenji, la noche en Urabá, la ayuda que le
prestó para los créditos, lo increíble que era para hacer el amor,
su acento paísa, el episodio con las serpientes, pero nunca re-

190
Kamikaze
cordó el detalle aquel de que ella era una mujer casada, nunca se
lo dijo, se lo ocultó durante todo su romance, pero él tampoco
quiso preguntárselo en el momento.
- Adiós, hermosa Pereirana –hablaba Kenji solo en su habitación
–desde Este rincón quiero decirte que te voy a recordar por
toda mi vida, ojalá puedas realizar toda tu vida al lado de ese
hombre, para ser sincero, en algún momento pensé que tu po-
drías ser mi esposa, que Dios te bendiga Mónica.
Al día siguiente llevado por una nostalgia que dominaba su es-
tado de ánimo, viajó de nuevo a Urabá, otra vez el tenebroso
miedo, las gallinas corriendo por su vida, la falta de energía en las
fincas y el peligro de ser mordido por una serpiente.
Todo el negocio marchaba a la perfección, cada uno de los cua-
tro socios ganaban muy buen dinero y las fincas también mejo-
raron su producción, sin embargo, unos años después cuando
la población crecía y la cantidad de empleados de diferentes
ideales aumentó, se comenzaron a formar sindicatos que eran
respaldados por el grupo armado y se generaba una violencia
absurda, lo único que lograron fue encontrar pobreza, muchos
de los jefes y dueños de las bananeras fueron secuestrados,
entre ellos estuvo César, situación que llevó a que todos los
grandes inversionistas buscaran un mercado Costa Rica, Hon-
duras, Nicaragua y Panamá. La empresa Retrourabá no se salvó
del retiro, la mayoría de las ganancias se utilizaron para pagar el
rescate de César, cuando fue liberado disolvieron la sociedad y
Danilo quedó con la franquicia y se instaló nueva Retroservicio
en Santa Marta en el Magdalena y continuó con el alquiler de
las maquinarias.

Medellín
A finales de los años setenta, a pesar de los brotes de violencia,
enamorado del clima, la gente y el ambiente colombiano, Kenji
quería quedarse a conocer y explorar nuevos caminos del que
para él era un país con una gran proyección económica por su
riqueza natural.
Dentro de sus planes personales plasmados en una hoja arru-
gada con la tinta corrida por la lluvia, tomó su maletín, un mapa
hecho en cartulina y viajó rumbo a Cerro Matoso, una mina en

191
Toshiaki Wago
donde explotaban Níquel cerca de Montería en el departamento
de Córdoba.
Allí llegó a través de un vuelo desde Medellín, esta vez en un
avión de más de 150 pasajeros, descendió en Montería y sin
demorarse se subió a un taxi y después de tres horas llegó a su
destino.
La temperatura del lugar era superior a los 40º C, todos los
mineros usaban ropa ligera y cascos protectores, casualmente
Kenji llegó hacia las horas del medio día acompañado de un me-
cánico japonés y solamente se encontraban trabajando hombres
de raza negra, los hombres blancos descansaban y tomaban lí-
quidos fríos para tratar de bajar la elevada temperatura de sus
cuerpos. El mecánico de Kenji fue el primero en sufrir las con-
secuencias del calor, cada vez que quería pronunciar una palabra,
su lengua se trababa, su cuerpo perdió fuerzas y se desplomó
como un edificio cuando es derribado, los pocos hombres que
estaban cerca de la pequeña montaña de Níquel, se acercaron
corriendo para dar auxilio al desmayado hombre, primero mo-
jaron su frente, aplicaron un poco de alcohol en un algodón y
se lo colocaron en la nariz, le dieron de beber agua, hasta que
recuperó el conociendo.
Aburrido por en infernal calor a pesar de llevar unos pocos mi-
nutos en aquel lugar, Kenji fue invitado a una oficina prefabricada
para hablar lo más pronto posible de negocios:
- Bienvenido a esta parte del país señor –decía el ingeniero–
- Kenji, ese es mi nombre y soy el representante de Hinomoto, a
pesar de la temperatura, estoy encantado de estar acá.
- Listo señor Kenji, acá nosotros trabajamos con los equipos de
pilotaje con martillos hidráulicos que perforan la tierra a unos
20 metros para construir una torre en concreto que sirve como
soporte de una gigantesca olla en donde se clasifica el tipo de
Níquel para ser vendido, dentro del catalogo que me enviaron
aparece el equipo que necesitamos, martillo neumáticos y la má-
quina tornillo, propios para nuestro trabajo.
- Listo, el costo de la maquinaria perforadora es de US $500.000,
la unidad, eso daría un total de US $2.000.000, más repuestos, ex-
plicaba Kenji enérgicamente, ellos tenían la intención de adecuar
la maquinaria de tal manera que se pudiera separar el Níquel del

192
Kamikaze
barro de una manera más eficiente.
- Listo Kenji, la compra se haría por medio de la contratista ale-
mana “Premios” quienes manejan una sólida sociedad con los
colombianos.
- Y directamente con quien se hacen los negocios –decía Kenji
con la intención de salir de allí lo más pronto posible, su emplea-
do no mejoraba del todo.
- Su nombre es Méndez que tiene finca en Urabá y hace ya un
año había comprado dos retroescavadoras marca Hinomoto que
le dieron un excelente rendimiento, el señor Méndez tiene otra
oferta de la marca P&H, pero el según los datos del catálogo de
Hinomoto, sus maquinarias tienen más capacidad.
- ¿Y a dónde lo podemos encontrar? –interrumpió el mecánico
de Kenji con poco ánimo.
- En Medellín –respondió Kenji.
- Entonces que hacemos acá.
- Conociendo las minas –decía Kenji –mira mecánico si uno
quiere llevar a cabo una venta, es mejor conocer el cliente y el
sitio donde se pueden poner a trabajar las máquinas.
- Eso es todo –decía el ingeniero –ya en Medellín pueden entre-
vistarse con Méndez para darle punto final al negocio.
Al llegar la tarde, los dos japonés no perdían la esperanza de que
bajara un poco la temperatura, pero realmente aun en la noche
se sentía el calor, sin rastro de humedad, la tierra era muy seca,
hacia que el sitio fuera inhabitable.
La calma volvió, de nuevo a la ciudad de las mujeres bellas,
Medellín, pero esta vez obligados por los negocios, tendrían la
oportunidad de conocer un poco la capital Antioqueña.
Lo primero que asombró a Kenji y su mecánico fue la forma
geográfica de la ciudad, estaba rodeada de montañas, como en
el fondo de un recipiente de flores que llegaba a los 1.500 m de
altura sobre el nivel del mar.
A diferencia de las pocas ciudades que habían conocido del pue-
blo colombiano, esta tenía costumbres muy marcadas, entre ellas
su acento, que al escucharlo de una mujer resultaba muy exóti-
co, la forma de vestir de los hombres con sombrero, poncho y
carriel, muy parecido a lo que el mundo entero observaba en el
logo de Juan Valdez.

193
Toshiaki Wago
Los dos visitantes pasaron toda una tarde sentados en un parque
mirando la gente pasar, sentían que la ciudad se movía muy rá-
pido, cada mujer hermosa que pasaba y recibía un piropo de un
paísa, ellas sonreían y movían más sus caderas al caminar.
Al caer la noche, el parque se comenzó a llenar de gente y de
repente los dos extranjeros estaban en medio de una pequeña
fiesta, comenzaron a llegar enamorados, grandes familias y gru-
pos de amigos, todos con una botella de aguardiente en la mano,
nadie daba muestra de tristeza, todos sonreían y generaban al-
garabía.
Un hombre alto con su traje típico se acercó a ellos y les brindó
un trago doble, Kenji lo negó, pero el mecánico ya contagiado
del buen ambiente lo recibió y lo bebió hasta el fondo, a pesar de
que estuvo a punto de trasbocar, se unió a la fiesta y la alegría y
logró convencer a su jefe de que tomara trago.
En ese momento unos hombres con tiple y guitarra llegaron
para rematar la rumba, comenzaron con unas trovas que critica-
ban al gobierno y remataron cantando temas relacionados con
el sexo y las mujeres.
- Y ustedes amigos, ¿a qué vienen? –preguntaba el amable paisa
- A trabajar, somos vendedores de maquinaria pesada.
- Bienvenidos a la tierra paísa.
- Gracias –seguía Kenji, ustedes tienen una cultura muy marcada,
tienen costumbres muy propias.
- Claro que si, déjeme contarle, en el departamento de Antioquia
en la época de la segunda guerra mundial muchos judíos esca-
paron de los países europeos y emigraron a este departamento
por el abuso y la discriminación hacia su raza por parte de los
nazis de Adolfo Hitler y comenzaron una mezcla entre sangre
española, indígenas y judía creando la raza típica Antioqueña, acá
somos gente de decisiones rápidas, gente arriesgada, paisa ama-
ble, de mujeres lindas y pujantes.
- Interesante, esta tierra definitivamente es una mezcla de toda
raza.
El resto de la noche la pasaron en medio del baile y el aguardien-
te, hombres que sacaban a bailar a las mujeres y mujeres que
sacaban a bailar a los hombres hasta llegar la madrugada.
Al día siguiente en medio de una fuerte resaca, se entrevistaron

194
Kamikaze
con Méndez y él con toda confianza hizo la compra de 4 equipos
completos de pilotaje.
Kenji mantenía su buen nivel y prestigio como vendedor, a todo
sitio donde llegaba tenía éxito, eso lo reconocía la empresa, su
experiencia lo decía todo, él ya se acercaba a los 35 años y algu-
nas veces nostálgico, en cualquier lugar del mundo se sentaba en
las noches a mirar al cielo y recordar todo lo que había vivido y
conocido en la vida, tantos países, tantos políticos, empresarios
importantes, tantas mujeres de diferentes formas de pensar, ac-
tuar y hacer el amor.
Los siguientes tres meses los pasó en Medellín y cada viernes en
la noche con el mecánico visitaban el parque para gozar del buen
ambiente colombiano, del aguardiente, la música y las mujeres.
En uno de esos viernes culturales, conoció a una paisa de buen
porte, espontánea y alegre, su nombre era Lorena, hija de un
hacendado cafetero, ella trabajaba en la compañía aérea ACES y
se encargaba de la parte publicitaria de la empresa, a pesar de
tener una relación tipo amorosa con Kenji en ese momento, se
la llevaban muy bien, compartían sus secretos, sus experiencias
y muchas sonrisas.
Por aquella época, Hinomoto envió a 8 ingenieros japoneses para
supervisar el funcionamiento de todas las maquinarias vendidas,
al igual que Kenji no soportaron por mucho tiempo el calor en
Cerro Matoso y pasarían unos días en la capital de Antioquia,
era el deber de Kenji recibirlos y atenderlos muy bien además la
única persona que podía ayudarlo era Lorena.
- Lorena, tú serías capaz de conseguirte 8 amigas para parran-
dear esta noche con 8 amigos que vienen del Japón.
- Listo Medellin, dame una hora, si son igual de guapos como tú,
excelente.
Todas las amigas de Lorena eran empleadas de Aces, se encontra-
ron en el parque, fueron presentados los japoneses, y el primer
problema que enfrentaban era el idioma, ellos no hablaban es-
pañol ni ellas japonés, entre ambos géneros hablaban muy poco
inglés y lo demás se lo comunicaban por medio de señas, pero
finalmente los hombres se preguntaban quién necesitaba hablar
para hacer el amor, cuando los labios iban a estar ocupados.
Primero fueron a la discoteca 77, cerca del Hotel Intercontinental,

195
Toshiaki Wago
un sitio ubicado en un loma, de gran lujo y muy costoso, entra-
ron, pidieron el trago típico aguardiente, rieron un rato, al estar
al frente de las colombianas se olvidaban por completo de sus
esposas a pesar de que ellas, como era costumbre, les habían
regalado condones para su cuidado.
En algún momento, ellas intentaron bailar salsa, vallenato y hasta
merengue, pero la respuesta de sus parejos no era muy efectiva,
para todo ritmo hacían el mismo paso.
Después de mucho trago y llevados por la atracción, salieron
de la discoteca hacia el Hotel Intercontinental, primero fueron
al restaurante y pidieron una cena cerca de la piscina, un com-
plemento perfecto para una noche romántica, las habitaciones
de los japoneses ya estaban reservadas, pero cuando intentaron
subir a las habitaciones, el administrador del hotel no permitió
el ingreso de las mujeres confundiéndolas con prostitutas, por
fortuna ellas no lo notaron y se evitó un escándalo mayor.
- Kenji y ahora qué hacemos –preguntaba uno de los japoneses.
- No lo sé, tengo una idea, vamos a ver si funciona.
Como única salida, Kenji los llevó a un lugar retirado de cual-
quier zona residencial de la ciudad, a una casa de citas que él ya
conocía y le pidió a la dueña, quien era conocida como Blanquita,
que desocupara el negocio para poder entrar a sus amigos.
- ¿Qué pasó Kenji, para qué traes leña al monte?
- Por accidente Blanquita, no tengo otro sitio a donde ir.
- Dame tres mil pesitos por alcoba y el negocio será tuyo por
toda la noche.
- No hay problema, todos estos sinvergüenzas traen dinero.
En menos de quince minutos, comenzaron a desocupar el lugar,
salían hombres de todo tipo, jóvenes y viejos, algunos molestos
por haber interrumpido sus descansos, pero la dueña les devol-
vió el dinero a la mayoría.
Después cada japonés entró con una colombiana a las habitacio-
nes a concretar su encuentro, mientras que Kenji prefirió que-
darse en una mesa con Blanquita y Lorena acompañados otra
botella de aguardiente a contar sus desamores escuchando a
Julio Jaramillo y a Carlos Gardel, pero ninguna historia igualó a
las de Kenji, contó su amor con Yuki y su fracaso con Rosa, la
cubana.

196
Kamikaze
Cuando ya amanecía y los gallos comenzaban su canto, un escán-
dalo interrumpió la tertulia, una mujer salió enfurecida de una
de las habitaciones y detrás de ella el japonés que no entendía
ninguno de los insultos.
- Qué pasó, preguntaba Kenji.
- Este japonés es un pendejo, me dio US$200 y lo se los tire por
la cara. Yo no soy ninguna prostituta, yo hice el amor con él por
deseo y curiosidad.
- Tu tienes razón lo siento mucho –decía Kenji–
- Es muy difícil entender a las colombianas –decía el japonés que
había ofrecido el dinero mientras trataba de terminar de colo-
carse los pantalones.
- Ustedes son más difíciles de entender, ni siquiera preguntan
nuestro nombre, solo piensan en sexo, únicamente hacen el
amor por el recuerdo, no les interesaba el amor, no piensan en
conquistar a una mujer, pero aquí en Antioquia el tiempo que
gastan un hombre y una mujer es muy valioso Carajo –respon-
dió la mujer ofendida y se fue del lugar.

Chocó
A la semana siguiente el próximo destino financiero para Kenji
sería el Chocó, para llegar allí tomó un avión desde Medellín
hasta Quibdó en el aeropuerto nacional y desde allí en un trans-
porte llamado chiva.
Esta vez Kenji viajó solo y desde que llegó a la tierra chocoana,
todas las miradas se dirigían a él, en esta parte del país si era
verdaderamente extraño encontrar a un japonés.
El viaje en la chiva resultaba muy cómico para Kenji, fue uno de
los últimos pasajeros en subirse pero no el único blanco, en la
parte de adelante viajaban dos antioqueños que lo miraban y se
reían al darse cuenta de que el japonés estaba obligado a subirse
en la última banca.
Todos los pasajeros llevaban grandes maletines, en el techo lle-
vaban un corral de gallinas y al lado curiosamente un ataúd con
un cadáver, en la primera silla del vehículo, cómodamente viaja-
ban dos marranos comiendo lavaza y bebiendo agua.
La primera parte del viajé tardó cerca de una hora, llegaron has-
ta un pequeño pueblo llamada Yuto, en donde el camino estaba

197
Toshiaki Wago
atravesado por el río Atrato y era lógico que la chiva no lo podía
navegar.
Entonces, el japonés sencillamente tuvo que hacer lo que todos
los pasajeros hacían, amarraron los marranos, alzaron el corral
de gallinas y los hijos del fallecido bajaron el ataúd, luego en pe-
queños grupos se subieron a unas canoas que los llevaban al otro
lado del río, lo que más impresionó a Kenji era ver que la gente
se peleaba por subir primero, se empujaban e incluso llegaban a
darse patadas en las rodillas.
Al ver esto, él fue el último en subir, la canoa ya había vuelto
tres veces para recoger los pasajeros, él se quedó solo, mirando
como todos se burlaban y hablaban entre ellos.
Cuando quiso subirse a la otra chiva, que terminaría de hacer
el recorrido, se dio cuenta que todos habían cambiado de pues-
tos, en donde él venía sentado, ya estaban confortablemente los
marranos y tan solo quedaba un espacio en todo el centro de
la chiva.
Desde ahí, el viajé duró más de cuatro horas, casualmente Kenji
quedó sentado en medio de dos gigantescos hombres negros,
prácticamente lo tapaban con sus hombros, ha medida que avan-
zaban los hombres transpiraban cada vez más y más, por decen-
cia el japonés no se tapaba la nariz con sus dedos, ni tampoco les
decía nada, solamente se limitaba a escuchar sus conversaciones
con unas voces muy gruesas y poco entendibles para él y como
si fuera poco en silla de adelante iban dos niños negritos, que
todo el tiempo se fueron mirando al japonés, como observando
una criatura extraña en un zoológico.
Fue tan incómodo el viaje, que Kenji bajó mareado, a punto de
trasbocar pero sin olvidar despedirse de sus particulares com-
pañeros de viaje.
Después de atravesar toda una selva, donde en algunos puntos
se observaban grandes erosiones provocadas por la búsqueda
desesperada de oro, llegaron hasta Istmina, el segundo pueblo
más grande del Chocó, pero Este no era su destino final, a pesar
de que Este pueblo era minero, él debía llegar hasta Condoto en
donde aspiraba hacer buenos negocios.
Tomó un campero Nissan, era la única forma para llegar allá, y no
arrancaban hasta que no tuviera diez pasajeros en su interior, no

198
Kamikaze
daba pie para que viajara una persona obesa, pero ya no iban ni
gallinas, ni marranos, ni mucho menos muertos.
Luego de cuarenta minutos llegaron hasta la población de
Condoto, un verdadero pueblo de minas de oro, un sitio de mu-
cho trabajo y dinero especialmente para los antioqueños que
eran los patrones y dueños de almacenes y de la producción de
las minas, los demás empleados era gente negra, como si recor-
daran el por qué esta zona era de personas de raza negra, y eso
hacía parte de la historia que Kenji, por medio de la lectura ya
conocía:
Durante los siglos XVII y XVIII, Chocó era el único departamen-
to que recibía inmigrantes de África y esta era la razón por la
cual la raza negra era predominante en la región, allí se instalaron
y continuaron su estilo de vida como en África, para el gobierno
colombiano no había ningún problema, se mantenía firme en la
política de recibir a éstos hombres que huían de los armados.
50 años atrás, desde el momento en que Kenji pisó la tierra
del pacifico colombiano, una empresa americana, la Gordón
Company, había hecho una gran inversión en la zona para explo-
tar el oro utilizando un sistema de draga, que era un planchón
flotante el cual llevaba un sistema de especies de cucharones que
iban girando, se sumergían siete metros al fondo del río sacaban
grandes cantidades de tierra, luego se clasificaban los diferentes
materiales para extraer el oro puro.
Para el funcionamiento de estas maquinarias, se necesitaba la
mano de obra de 500 empleados chocoanos en 8 planchones, y
diariamente lograban dragar cerca de 200 g de oro.
Las minas eran muy completas, allí mismo habían construido un
campamento se llama Andagoya que tenía un taller de maquina-
ria, un hospital, una escuela, la iglesia, y hasta un supermercado,
perfectamente había tomado la forma de una ciudad que llega-
ba a los 4.000 habitantes, pero todos dependían de la industria
americana.
Pero, cuando Kenji llegó, solo había ruinas, los gringos se devol-
vieron a Estados Unidos, a pesar de trabajar con oro, no hallaron
suficiente rentabilidad ni seguridad, el país experimentaba duros
momentos de violencia con el fortalecimiento de los grupos.
Desde ese entonces lo únicos que se atrevieron a entrar a la

199
Toshiaki Wago
selva chocoana fueron algunos antioqueños, lo hicieron con una
sola retroexcavadora vieja y utilizaban el sistema de filtración
por medio de lona, donde a través de una motobomba extraían
tierra y agua dejando únicamente en las lonas muy buen oro,
además la mano de obra no era tan dura, trabajaban dos opera-
rios y dos ayudantes más unos 6 empleados, total 10 personas
en un campamento.
De esta manera, ha medida que fue creciendo el negocio, fueron
llegando más y más antioqueños convirtiéndose en grandes em-
presarios y jefes.
Ellos no eran los únicos que extraían el oro, dentro de las fami-
lias chocoanas habían varias mujeres que vivían con un mismo
esposo, la mayoría de ellas salían muy temprano a las orillas de la
mina con una olla grande de madera y manualmente buscaban y
encontraban pequeñas cantidades de oro y tenían que entregar-
le la mitad del producido a su esposo.
Estos hombres realmente no hacían nada, se la pasaban bebiendo
cerveza hasta que llegaban sus esposas con el dinero recogido,
ellas a su vez se turnaban diariamente quien se quedaba acom-
pañando a su macho.
Lo más curioso, fue que uno de esos hombres, que llevaban ese
tipo de vida de holgazán, era el mismo alcalde del pueblo, y fue el
primer hombre que conoció Kenji en esta zona.
Gusto en conocerlo señor alcalde –le decía Kenji con mucho
respeto –
- Bienvenido a este modesto pueblo, extranjero.
- Tengo entendido que usted está recién electo como alcalde,
¿cómo lo logró?
- Sencillo japonés, yo tengo 18 mujeres, ellas y sus familias me
colaboraron al día de votación –respondió conchudamente el
alcalde mientras reía.
Asombrado salió del despacho, con algo de risa y a la vez crítica
de esta extraña forma democrática, luego frente a él pasaron un
grupo de mujeres indígenas, quiso hablarles pero no entendían
el idioma español, casi no lo utilizaban, andaban en tapa rabo con
el arco y flecha en sus hombros, sus cabellos colgaban cubiertos
de una grasa especial y sus rostros estaban pintados con líquidos
extraídos de las flores.

200
Kamikaze

Llevado por la intriga, de forma inofensiva las siguió hasta su


comunidad, se sentó cerca de un árbol y las observó a lo lejos,
cuando ya eran las 5 de la tarde las mujeres se quitaron su poca
vestimenta hasta quedar completamente desnudas, todas eran
bajitas, el color de su piel era un cafe perfecto, sus rostros tenían
rasgos orientales y bajo un chorro de agua comenzaron a bañar
sus cuerpos con jabones normales.
Convencido de que esas mujeres no sentían su presencia, Kenji
sacó su cámara y les tomó fotos instantáneas, ellas se rieron y
lo invitaron por medio de señas a que se desnudara y se bañara
junto a ellas, pero por respeto a la cultura indígena llevado por
las ideas locas de tener sexo con una de ellas, simplemente les
regaló las fotos como recuerdos de su visita.
Fue un encuentro emotivo, dos culturas y dos mundos diferen-
tes frente a frente, ellas como agradecimiento, le prestaron un
caballo para que lo regresará al pueblo, sin darse cuenta había
caminado demasiado y ya estaba oscuro, los animales sabían de
memoria el camino.
Antes de subirse al caballo, Kenji juntó las palmas de sus manos
y se despidió de una manera muy oriental, hizo una larga venia y
se marchó con la idea de que esta parte del país también eraun
bello paraíso.
Como en todo sitio donde llegaba, Kenji tenía que dar con el
pez gordo, con el líder y dueño de la mayor parte de la zona,
pero esta vez ninguno de los empleados y habitantes daban in-
formación, ni nombres, a excepción de una señora obesa y alta,
a simple vista se notaba que era una de esas mujeres que las
mantiene el marido y se dedican únicamente al chisme, a divulgar
información, a estar pendiente de cada movimiento que ocurre
en la zona.
- Que necesita señor japonés –decía la gorda con intriga.
- Necesito saber quién es el patrón de la zona, quiero hacer
negocios –decía Kenji mientras dejaba un billete de mil pesos
sobre su cartera–
- Claro, con mucho gusto, todo el mundo lo conoce con Don
Ramón, es el dueño y señor de la zona, lo encuentra como a
cualquier empleado en las minas.

201
Toshiaki Wago
- Gracias y disfrute su propina.
Con el nombre fue muy fácil encontrarlo, preguntadnos a los
empleados lo conoció, era un hombre muy sencillo, su porte y
acento era el típico de un antioqueño.
Kenji se presentó, se identifico como empleado de Hinomoto
y fue invitado a su oficina privada, en la mente de Don Ramón
ya circulaba la idea de contactar a un proveedor de maquinaria
pesada.
Tomaron un refresco y como si fueran grandes amigos, el antio-
queño contó parte de su vida:
Él había comenzado como ayudante de maquinaria en su infan-
cia, también aprendió rápido sobre el negocio, el mantenimiento
y reparación de maquinarias, después trabajó como operador
hasta que un día el vendió su apartamento que tenía en Medellín
que fue herencia de su padre, compró dos retroexcavadoras de
segunda y comenzó una gran empresa, dio con una mina abun-
dante y su negocio creció tanto que llegó a ser el hombre más
importante en las minas de Chocó.
- Es un placer tenerte en esta zona Kenji, precisamente necesito
maquinaria nueva para mi negocios, estamos hablando de unas 5
retroexcavadoras nuevas y la reparación para otras cinco que ten-
go en este momento, no me interesa el precio ni la competencia,
en tu rostro se refleja la honestidad y el buen trabajo, si quieres de
una vez te doy una barras de oro como forma de pago.
- Agradezco su confianza Don Ramón, yo sé que el oro es muy
valioso, pero yo necesito efectivo o cheque.
- OK, tengo el efectivo en mi caja fuerte, no hay problema.
Era evidente que el dinero en la zona era abundante, especial-
mente para los jefes, Kenji salió para la ciudad de Bogotá, de
nuevo la chiva, la canoa y el avión hasta la capital colombiana.
De ahí en adelante, don Ramón incremento su negocio, y trimes-
tralmente pedía entre 3 y 4 maquinarias más.
A los dos años, ya había completado más de 20 unidades, su ne-
gocio había crecido demasiado y esto no era muy bueno para la
época del país, Don Ramón ya había sido blanco de sobornos y
amenazas por parte de grupos ilícitos, e incluso el mismo Kenji
ya estaba relacionado en el asunto, tanto así que una tarde en el
hotel recibió una llamada misteriosa:

202
Kamikaze
- Señor Kenji de Hinomoto, conocemos su paradero y su ubica-
ción, también su cercanía con Don Ramón –decía una voz mis-
teriosa y quebrada –no hemos podido contactarlo hace tiempo
y tenemos un problema, Ramón no ha pagado las vacunas desde
hace 6 meses si sigue así vamos a tener un conflicto serio con él,
ayúdenos a resolver este problemita llévele el mensaje y todos
estaremos felices.
Era inevitable sentir miedo, de un momento a otro, el japonés
hacía parte de uno de los conflictos colombianos, pero tenía un
lugar preciso en donde encontrar a Don Ramón, él le había de-
jado un número telefónico para localizarlo en caso de algún lío
con las maquinarias, entonces no dudo en llamarlo:
- Don Ramón.
- Hola amigo Kenji, querido japonés.
- Voy a ser directo, ¿hace cuánto que no pagas las vacunas?
- Kenji, ya tu sabes, que tengo 10 retros quietas, y cada vacuna
mensual me cuesta $500.000 para cada maquinaria y en este
momento la producción del oro bajó y además, costo de man-
tenimiento subió.
- Ramón, si tu quieres yo podía sacar las maquinaria que están
quitas a mi nombre y venderlas en el mercado en Bogotá, y de
allí sacamos para pagar todas las vacunas.
- Si Kenji tu tienes razón, esa es una solución viable, pero yo soy
Don Ramón, el líder de la mina de oro del Choco, no puedo ba-
jar mi imagen y yo les dije a mis hijos que si me secuestraban no
pagaran ningún dinero, tu sabes que aparte de mi esposa, tengo
tres mujeres más en Medellín, creo que ya viví lo suficiente y
estoy preparado para la muerte.
Esta respuesta asombró a Kenji, dentro de todo lo recorrido
por su vida, se había encontrado de nuevo con un pensamiento
Kamikaze, su mente se llenó de tristeza, pero no tenía otra salida
que guardar silencio y esperar una desgracia.
Dos meses después, en un descuido y una traición de un em-
pleado de confianza, secuestraron a Ramón en la mina, 30 días
después encontraron su cadáver en un basurero en Medellín,
este clientes fue un caso como muchos en Colombia, se enamo-
ró del oro llegó a ganar mucha plata, consiguió muchas mujeres
y finalmente perdió el valor de la vida, el dinero, el estiércol del
demonio lo envolvió.
203
Toshiaki Wago
Difícil negocio
En aquella época, en Colombia, hubo cambio de presidente y la
situación económica tuvo un giro drástico. El gobierno empieza a
restringir la importación de productos de alto valor, imponiendo
el régimen de previa aprobación. Esta situación afectó de manera
directa a Kenji, dado que las importaciones de maquinaria fueron
prohibidas casi en su totalidad.
La única posibilidad que presentaba el gobierno, era que el im-
portador presentará evidencias de haber exportado aproxima-
damente el 30% del valor de la importación.
- ¿Qué voy a exportar? –se preguntaba Kenji.
Los principales productos de exportación de Colombia, son
agrícolas. Kenji recordó que el valor del aguacate en Japón era
alto, empezando a hacer un proyecto de exportación de este
producto hacia su país.
- ¡Aguacate! –­ gritó Kenji.
Llego el pedido en firme de Japón por dos contenedores de
aguacate, por un valor total de US$ 50.000. De esta forma, po-
día asegurar el registro de la importación de dos excavadoras
Hinomoto. La mercancía fue despachada desde Buenaventura
hacia el puerto de Yokohama y unos 45 días más tarde el impor-
tador japonés le reclamó con furia a Kenji, por que se encontra-
ron larbas de mosca del mediterráneo dentro de la mercancía.
Para completar el pedido, el proveedor completo la mercancía
con aguacate comprado en la plaza de corabastos, sin confirmar
la calidad sanitaria del producto. El negocio fracaso completa-
mente.
Por este hecho, el gobierno de Japón prohibió por un periodo
de tres años, la importación de productos perecederos desde
Colombia. En el negocio de los productos agrícolas presenta un
alto riesgo por la falta de controles de calidad.
Kenji, no podía esperar con los brazos cruzados, descubriendo
que Japón importa una gran cantidad de chatarra de cobre, así
planteó exportar esta línea a su país. La agente de negocios de
chatarra, era una señora llamada Amanda. Ella siempre andaba
en este negocio y Kenji tuvo la confianza del cumplimiento de
embarque de la mercancía, pagando anticipadamente el 100%
del valor de la compra. Unos días después, desde Buenaventura

204
Kamikaze
Amanda llamo a Kenji:
- Señor Kenji, necesito su ayuda. No puedo cumplir con el em-
barque.
- Señora Amanda. ¿Qué paso? ¿Cuánto falta para completar el
embarque?
- Un 40%
- Pero si tú eres la experta en este negocio. Por eso te pague
anticipadamente el valor total de la compra.
- Sinceramente, compré un apartamento en Bogotá y mi esposo
tuvo una deuda de negocios que tocaba cubrir.
- Dios mío, como sea tenemos que cumplir por lo menos con el
95% del despacho.
- Ya salgo para el puerto.
Kenji empezó a buscar chatarra de cobre en Buenaventura y
Cali. Inmediatamente el valor del mercado de la chatarra subió,
perdiendo su porcentaje de ganancia en este negocio. Pero esto
no le importaba, lo primordial era garantizar la posterior impor-
tación de la maquinaria, con los certificados de exportación.
Finalmente Amanda logró completar el embarque, logrando que
Kenji negociara su carta de crédito con el certificado de embar-
que de la chatarra. Solicitando así el registro de importación de
3 retroexcavadoras Hinomoto.
Cuando la chatarra llegó a Japón, Kenji recibió una información
que no era fácil de creer. En Yokohama, dentro los contenedo-
res de chataras, se encontraron cuatro rollos grandes de cable
telefónico nuevo, de marca japonesa. Al mismo tiempo, el impor-
tador colombiano de cables telefónicos japoneses, reclamaba a
la compañía de seguros la pérdida de cuatro rollos en el puerto
de Buenaventura.
Finalmente, Kenji decidió trabajar únicamente en el servicio y
mantenimiento de la maquinaria pesada, sin moverse en el cam-
po de exportación, esperando un cambio en la política de im-
portación de maquinaria en Colombia. Alguien le dice a Kenji,
¡Zapatero a sus zapatos!

La Jagua de Ibirico
De nuevo Kenji abrió su carpeta y estudio su próximo destino,
tenía la idea de conocer y explotar el país colombiano, así poder

205
Toshiaki Wago
ampliar el mercado de maquinaria, en su listado ya había tachado
Urabá con el banano, Cerro Matoso con el Níquel y la región del
Choco con el oro, ahora tenía en su lista el carbón, la referencia
que tenía era en el departamento del Cesar, a 40 minutos de
Valledupar en un pueblo llamado Jagua de Ibirico en donde era
fuerte la producción y exportación de carbón.
Sin embargo, había un sitio que le llamaba más la atención, creía,
tenía que visitar primero, se trataba de “el Cerrejón” en el norte
de La Guajira.
Con el deseo de vender las maquinarias en Colombia, otra vez al
aeropuerto el Dorado, Kenji tomó un avión hasta Riohacha con
escala en Valledupar.
En un viaje tranquilo, pudo observar desde los cielos la maravi-
llosa geografía del Colombia, prácticamente era una capa verde
de naturaleza, un completo pulmón para el mundo.
Al llegar al aeropuerto de Riohacha, se encontró con una ciudad
muy tradicional colombiana, el mismo sistema de transito, la mis-
ma amabilidad de la gente de raza indígena, morena y blanca, el
tradicional acento costeño y un temperamento fuerte.
Acompañado de un desesperante calor, tomó un transporte has-
ta Barrancas, un pequeño pueblo ubicado a casi cuatro horas de
la capital, allí estaban ubicadas las minas de Cerrejón.
Al llegar, la temperatura aumentó un poco, no tanto por el calor
sino por la impresión que dejaba cada uno de los obreros, ellos
vestían con overol amarillo y se distinguían los rangos según el
color del casco entre amarillos, verdes y blancos.
Al llegar al sitio, Kenji deseaba estar parado sobre una nube para
poder observar desde el cielo la maravilla de la mina de super-
ficie, era un gigantesco hueco con un diámetro de casi 2000 mt.
Una profundidad de casi 300 m, era increíble la capacidad de la
mano del hombre para manipular y aprovechar la naturaleza.
Para poder llegar hasta el fondo de la mina, se tenía que recorrer
una especie de espiral en unas volquetas gigantes, cada una de
sus llantas era más grande que la altura de un ser humano y sus
motores eran muy ruidosos, de solo ver esas máquinas, inspira-
ban fuerza y poderío.
Kenji fue recibido muy amablemente por uno de los jefes de
ingeniería, se subieron a un volqueta y transitaron por más de

206
Kamikaze
quince minutos hasta un punto, allí Kenji se quedó observando la
majestuosa forma como se sacaba al carbón.
Primero una retroexcavadoras escarbaba y sacaba la tierra hasta
encontrar una gruesa capa de carbón, al encontrarla mas hom-
bres delimitan la dimensión de la roca, en algunos casos, la capa
de carbón podía llegar a medir 500 mt de larga; después de esto,
los obreros se dedican a taladrar pequeños huecos para intro-
ducir tacos de dinamita con distancias de 20 mt, luego desalojan
el sitio y ejecutan la explosión; ya destruida la poderosa capa,
un cucharón de excavadora recoge los pedazos y lo echa en la
gigantesca volqueta y sale hasta un centro de acopio en donde
esperan más de 20 gigantescas carretillas jaladas por un tren
que va hasta el puerto para luego, por vía marítima, exportar el
producto a diferentes países.
Kenji quedó asombrado, el trabajo era arduo e impresionante,
pero a la vez, comenzaba a planear qué tipo de maquinaria podía
vender allí.
La mayoría de explotadores de carbón eran asociaciones de
compañías gringas, que a su vez trabajaban con maquinarias Hi-
nomoto, con empresarios colombianos, la más potente de todas
se llamaba PEABODY.
Luego de preguntar y caminar por varias horas por el sitio, se
enteró de la forma más práctica de vender sus productos, él
sabía que su empresa tenía máquinas más eficientes y modernas
que las que trabajaban en el lugar, había una excavadora que
pesaba 200 toneladas y la capacidad de remover cinco metros
cúbicos, su cucharón podía tener la capacidad de levantar a más
de veinte personas a la vez, era capaz de llenar una volqueta con
20 toneladas de carbón en menos de 3 minutos.
Con estos argumentos, le vendió al gobierno colombiano 5 exca-
vadoras de esa calidad con precios muy cómodos y la garantía de
mejorar el rendimiento de la explotación de carbón, aspirando
vender al mismo cliente cien volquetas de fuera de carreteras,
nuevo producto de Hinomoto en el futuro cercano
Todo el negocio lo realizó en una semana, tuvo que dormir en
una habitación que le arrendó una señora muy picaresca y ama-
ble, dueña de una tienda en donde detrás de la vitrina de produc-
tos no tenía una silla para sentarse a esperar a los clientes, sino

207
Toshiaki Wago
tenía una hamaca para dormir todo el día y al lado un perro que
le avisaba cada vez que entraba un comprador al negocio.
En este sitio todas las noches se reunían obreros a beber cer-
veza y tomar un pequeño descanso antes de ir a sus casas a
rendirles cuentas económicas a sus esposas.
Cada noche Kenji se sentaba con un refresco y un cigarrillo piel
roja, porque no había mejor marca, a escuchar las conversacio-
nes de éstos hombres, algunos ebrios y otros más cuerdos que
no paraban de entonar vallenatos y cumbias colombianas que
hacían referencia a pueblos y costumbres de ellos.
Una noche de viernes, un grupo de parranderos que ya habían vis-
to en varias ocasiones al japonés en la tienda, le invitaron una cer-
veza, cuando él la recibió mentalmente pensó –por fin me invitan
algo, pensé que los colombianos eran unos tacaños– se la tomó
rápido y lo invitaron, según ellos, a una fiesta muy especial.
Se subieron todos, algunos borrachos en un campero y llega-
ron a un pequeño kiosko rodeado de graderías en madera, los
hombres compraron dos botellas de aguardiente y tomaron los
mejores puestos.
- Disculpe Toño –preguntaba Kenji a uno de los costeños– ¿qué
es este sitio?
- Es una pelea a espuela y pico limpio.
- No entiendo.
- Pelea de gallos, de animales, yo ya aposté a su nombre por “el
colorado”.
- ¿Cuál colorado y cuál apuesta?
- El colorado es el mejor gallo de la zona, hoy se enfrenta frente
a el gallo de un caleño que quiere volverse rico con un gallito de
pacotilla, tranquilo, si ganamos yo le regalo la platica y si perde-
mos yo pago la deuda.
- Bueno, entonces bebamos costeño –decía Kenji con un tono
de confianza.
De repente, salieron dos hombres con los gallos en las manos,
mientras todo el ebrio público aplaudía y mostraba los billetes
celebrando la pelea.
Salió un hombre que era conocido como el juez Matamoros y
se encargaba de vigilar y fiscaliza que la pelea fuera limpia y se
pagaran las apuestas.

208
Kamikaze
Los gallos, sujetados por sus dueños, fueron colocados en un
suelo cubierto de aserrín, los movían de tal manera que les pro-
vocaban bronca entre ellos, de repente, Matamoros dio un grito
y soltaron los gallos.
Desde ese momento, la invitación dejó de gustarle a Kenji, ver
como los dos animalitos provocados por sus dueños, se maltra-
taban y se atacaban violentamente buscando la muerte del otro
no era muy agradable.
En menos de cinco minutos el gallo del caleño mató al famoso
el colorado, la mitad del público le había apostado al derrotado
animal, pero cuando el caleño quiso cobrar lo ganado, todos los
costeños salieron corriendo para no pagar sus apuestas, que-
dando únicamente en el lugar un hombre, Kenji, que al perderle
interés al espectáculo, prefirió dedicarse a mirarle las piernas a
las pocas mujeres, muy sensuales en minifalda, que visitaban el
lugar pero que participaban de ninguna apuesta.
No se dio cuenta que sus amigos costeños habían salido, huye-
ron en el carro y lo dejaron solo, sin pagar la cuenta y mucho
menos las apuestas.
El problema fue que Matamoros sabía que el único japonés que
estaba en toda La Guajira venía acompañado de los hombres
que apostaron sin tener dinero.
- Oye tu japonés, ¿sabes hablar español? –preguntaba Matamo-
ros con el caleño mientras apretaban su machete–
- Si claro, ¿qué pasó?
- Tus amigos se robaron lo de las apuestas y me imagino que tú
responderás si no quieres problemas.
- ¿Cuánto le debo?
- Aunque sea lo del licor, porque no creo que usted haya apos-
tado.
- No hay problema –decía Kenji riéndose –yo pago la cuenta y de
paso véndame otra botella de aguardiente.
- Listo distinguido japonés –decía Matamoros soltando el machete.
Realmente a Kenji no le importaba pagar la cuenta, la botella
la había pedido pensando en pasar la noche con cualquiera de
las mujeres que estaban en el lugar, pero fue imposible, llegó un
hombre acompañado de escoltas en varios camperos y se las
llevaron.

209
Toshiaki Wago
No tuvo otro remedio que invitarle un trago al caleño, se senta-
ron a hablar por varias horas, prácticamente por toda la noche
mientras terminaban la botella.
El caleño contó toda su historia, él había tenido que salir del Va-
lle del Cauca por tener problemas con algunos mafiosos, había
salido hacia Jagua de Ibirico en donde trabajó como obrero por
varios meses hasta que se aburrió y con el dinero que había aho-
rrado, se había comprado el gallo, estuvo en peleas por Boyacá,
Urabá y parte de Santander, era tanto el éxito y el dinero, que
ya tenía su propio campero y vivía como un nómada de pueblo
en pueblo apostando con su animal esperando el infortunado
momento de la muerte de su minita de oro.
Kenji no contó mucho de su vida, pero sabía que encontrado al
compañero perfecto para viajar a Jagua de Ibirico.
Le propuso que lo acompañara hasta las minas de carbón.Y él se
hacía responsable de todos los gastos de gasolina para el vehícu-
lo, tambien de la comida y el hospedaje del conductor.
Acostumbrado a esa vida, el caleño aceptó, llevó a Kenji hasta la
vieja tienda en donde se hospedaba, empacaron maletas, al ama-
necer, aun con los efectos del alcohol en su cuerpo partieron
hacia el departamento del Cesar.
Desde Barrancas, acompañados por el vallenato que emitía un
pequeño radio que tenía el carro, llegaron hasta Fonseca, un pue-
blo típico costeño, de clima agradable y mujeres caderotas, allí
se detuvieron para comer, pidieron un desayuno que más bien
parecía un almuerzo, tenía arroz, carne, papa, fríjol, garbanzo y
encima un huevo frito; el caleño comió muy gustoso y rápido, e
incluso tuvo que repetir porque Kenji, por sus costumbres solo
pudo con el huevo y el arroz.
Siguieron su camino, esta vez llegaron hasta San Juan del Cesar y
no precisamente a comer, pararon a tomar una cerveza porque
el pueblo estaba en ferias, en el pequeño parque principal toca-
ban dos agrupaciones vallenatas al mismo tiempo, toda la gente
bailaba y se respiraba un aire de baile y alegría.
A pesar del buen ritmo, a Kenji ya le empezaba a cansar el va-
llenato y más aún cuando todo el viaje su compañero caleño
lo cantaba con una voz desafinada y gruesa. Después de varias
horas de viaje, salieron de La Guajira y entraron Cesar, sin parar

210
Kamikaze
llegaron hasta la capital Valledupar, allí si se sentía el vallenato,
la mayoría de las tiendas tenían nombres relacionados con los
instrumentos de este género, se veían muchos hombres obesos
y mujeres tetonas, bajitas y caderotas, pero aun así no dejaban
de ser muy atractivas.
A cuenta de Kenji se hospedaron en el hotel Sicarare, nombre
dado en honor a un río de la zona, un sitio cómodo cerca del
parque Alfonso López en donde pudieron descansar del agota-
dor viaje.
Al día siguiente, casi al mediodía salieron hacia su destino final,
de La Jagua de Ibirico, a gran velocidad llegaron en menos de dos
horas atravesando una cómoda recta pavimentada.
Gracias al caleño llegaron fácilmente a la mina, todos los emplea-
dos aún lo recordaban y admiraban su travesía con un simple
gallo.
La forma de la mina era la misma de Cerrejón pero tenía equi-
pos más pequeños debido a que no tenían inversionistas gringos,
únicamente el gobierno colombino y el dinero no alcanzaba para
invertir en mejor maquinaria.
Esto hacía dudar a Kenji sobre el progreso de la economía co-
lombiana, seguían sin entender cómo un país con tanta riqueza
natural no tenía un mayor progreso.
Sin embargo, gracias a la intervención y a las relaciones sociales
del caleño, Kenji logró vender cuarenta retroescabadoras, pero
el afán de su cliente, los Mineros del Caribe, por tener traba-
jando lo más rápido posible las máquinas, obligaron al japonés a
realizar un Leasing, un préstamo de maquinarias y desde Bogotá
tuvo que llevar cuarenta retroexcavadoras, no era una tarea fá-
cil, no solo conseguirla sino transportarlas, al igual número de
máquinas, se necesitaban igual número de mulas cama baja y de
operarios para su funcionamiento.
Pero todos esos problemas los podía solucionar fácilmente, tenía
experiencia y los contactos precisos, lo que no tenía claro, era
el porque tenía que pagar una suma de $500.000 mensualmente
por maquinaria a un grupo de hombres armados, este pago era
conocido como “vacuna”.
Aun así, en menos de un mes, logró poner en funcionamiento to-
das las cuarenta maquinarias en las minas con todo y operarios.

211
Toshiaki Wago
Pero Kenji no podía estar todo el tiempo allí, sentado en una
banca mirando como funcionaban las cosas, él debía estar en
Bogotá al frente de la importación de las verdaderas maquinarias
que eran para vender y la única relación con la zona minera era
a través de un administrador, este hombre se encargaba de reco-
ger todas las ganancias, pagarle a los empleados, cubrir los gastos
de mantenimiento de las maquinarias y lo más insólito, esperar
cada mes una llamada de Kenji, quien le decía el banco, el número
y nombre de la cuenta, datos que cambiaban cada mes, en donde
debían consignar el valor de la “vacuna” para evitar problemas y
no llamar la atención.
Por varios meses las cosas funcionaron perfectamente, los pagos
se hacían cumplidos y la producción mejoraba, hasta que una
llamada inesperada del caleño, interrumpió la paz de Kenji:
- Hola Kenji, te habla el caleño, tienes que venirte urgente para
Ibirico, en estos momentos tus cuarenta máquinas comienzan a
arder en llamas, parece que estos hombres no recibieron el pago
y se metieron únicamente con las que tu trajiste.
- Eso es imposible, yo mismo di la orden del pago, mejor dicho,
ya voy para allá.
Desesperado llamó al administrador para pedir una copia vía fax
de la copia de la consignación y la contabilidad de los ultimos
meses, sin ningún problema aquel hombre que tenía bajo su res-
ponsabilidad toda la parte financiera del negocio, envió dichas
copias.
En medio de la incertidumbre, pensado si era posible apagar el
fuego que consumía sus máquinas, que en medio de todo eran
prestadas, tomó un vuelo a Valledupar y un taxi hasta la mina, al
llegar algunas de las retroexcavadoras aún tenían llamas vivas, las
otras ya eran cenizas, a simple vista eran inservibles.
Llevado por una ira desesperada, Kenji decidió ir a buscar al ad-
ministrador, pero la única razón que encontró del hombre, era
que llevado por un shock nerviosos al ver el fuego, fue llevado
de urgencias al hospital entonces decidió reunirse con el jefe del
grupo armado para mostrarle la copia del pago ya hecho por el
administrador moribundo.
Preguntándole a las chismosas del pueblo, Kenji localizo un pe-
queño campamento cerca del pueblo en donde, como si nada,

212
Kamikaze
descansaban todos los hombres, el jefe era un señor alto, de
uniforme nuevo y arma brillante, tan solo al hablar demostraba
ser una persona estudiada y culta.
- Mi nombre es Kenji, dueño de las maquinarias que ustedes in-
cendiaron, vengo a reclamar sobre sus actos de vandalismo e
injusticia.
- Injusticia es que no colaboren con la causa y no hagan los pagos
mínimos para estar todos tranquilos.
- ¡Eso es Mentira! –gritó Kenji mientras sus manos temblaban
mostrando la copia de la consignación –aquí tengo la prueba de
que yo si realizo mis pagos cumplidamente.
El hombre recibió el papel, se lo mostró a otro que se hacía pa-
sar por secretario, ambos al mismo tiempo rieron a carcajadas,
llenando aun más de ira la sangre japonesa de Kenji.
- ¿De que se ríen hijos de puta? –reclamó el japonés con deseos
de mostrar su dominio en el arte marcial mientras era sujetado
por dos guardias–
- Es mejor que se calme extranjerito de mierda, este papel es fal-
so, aquí en Colombia un desprendible con sello original de cual-
quier banco se puede conseguir a tan solo a $1.000, entonces es
mejor que antes de venir a imponer autoridad, vaya al banco y
revise sus documentos y después hablamos.
- Mire comandante puedo ser una victima de confiar en la gente,
yo perdí 40 retros y usted perdió el tiempo.
Indignado Kenji salió del lugar con la idea de ir primero a visitar
al administrador y buscar una respuesta, pero al llegar al hospital,
en la recepción ningún nombre de los internos registrado coin-
cidía con el que buscaba.
Extrañado, corriendo salió para el banco, a pesar de que fue
recibido amablemente, confirmó que el documento era falso, ja-
más se había realizado ninguna consignación, ni las vacunas ni los
pagos a proveedores para el mantenimiento.
Sin saber que hacer a quién pedir ayuda fue a buscar al caleño, lo
encontró en un restaurante reunido con un capitán del ejército
nacional y otros socios a los que también les levaba la contabili-
dad el mismo administrador.
- Hola caleño, en dónde está el administrador, qué está pasando,
adónde está la plata, en realidad si eran mis maquinarias –decía

213
Toshiaki Wago
Kenji ya decepcionado y con gruesas lágrimas que ya humede-
cían su ropa –
- Lo siento, estuvimos averiguando y el muy desgraciado ya debe
estar llegando a España con todo el dinero, casi $300.000.000.
Se quedó en silencio por varios minutos, cada uno de los hom-
bres allí presentes simplemente se miraban a los ojos y se pasa-
ban sus manos por la frente.
En ese momento varios sentimientos se mezclaron en la mente
de Kenji, le era muy difícil creer la versión del capitán, llegó hasta
a imaginarse a los grupos armados quemando sus maquinaria
con la complicidad del ejército colombino mientras tomaban un
tinto o algo por estilo, pero lo que realmente aprendió, que nun-
ca lo había sentido en ningún país al que había viajado por toda
su vida, fue en no confiar en todas las que conoce, especialmente
en los colombianos.

Muzo
Varias ideas corrían por la cabeza de Kenji, en primer lugar quería
salir de Colombia, la imagen de la naturaleza y el buen ambiente
colombiano, se había opacado por los conflictos internos, sentía
deseos de regresar a Tokio e incluso había pensado en volver a
vivir con su madre.
Esa noche, en transportes incómodos regresó a Bogotá, pero no
pudo dormir, no lograba apartar la imagen de sus maquinarias
ardiendo en llamas, ni muchos menos el rostro del pícaro admi-
nistrador, se lo imaginaba sentado al lado del Carmen de España
gozando el dinero que se había robado.
Llegó incluso a hablar con su jefe para manifestarle que regresaba
a trabajar en las oficinas de Hinomoto, tomó la decisión y empa-
có sus maletas, no tenía el mejor sentimiento hacia Colombia.
Pensando en su madre, en volverla a ver y poderla abrazar, antes
de partir salió hacia el Hotel Tequendama, era el único sitio que
conocía bien en donde podría comprar algunos regalos para sus
amigos y compañeros en Tokio.
Entró a un primer piso, observó de lado a lado, pero no encon-
traba nada interesante, su estado de ánimo aun estaba caído, al
fondo del lobby vio un aviso “Muzo Shop” era un almacén de
esmeraldas y joyas, entró al lugar y de inmediato se enamoró

214
Kamikaze
del intenso verde de las esmeraldas colombianas recordando el
mensaje de Marian con el color verde tan bonito.
Estuvo hablando un poco con la vendedora, una mujer trigueña
que se le pareció mucho a Marian, la colombiana que conoció en
Tokio; compró una costosa cadena con un dije en esmeralda en
forma de mariposa para su madre.
De un momento, volvieron sus buenos sentimientos hacia Co-
lombia, pensaba que al exquisito sabor del café, el banano, la
calidad del carbón, las flores, la belleza de las mujeres, ahora se
sumaba la hermosura de las esmeraldas.
Cuando quiso pagar, en dólares, de una oficina salió un hombre
bajito con las mejillas rojas y un diente de oro, era el adminis-
trador y dueño del negocio, este hombre al observar al japonés,
ordenó a sus empleadas atenderlo amablemente, le ofrecieron
un tinto y lo hicieron pasar a una oficina privada.
- Bienvenido amigo japonés, mi nombre es Joaquín.
- Gracias Don Joaquín, es usted muy amable.
- ¿Le gustó esa joya?
- Si, es para mi madre, me devuelvo a Tokio, fracasé en un nego-
cio en Jagua de Ibirico.
- ¿Usted en qué trabaja? –preguntaba interesado el esmeraldero.
- Soy vendedor de maquinaria pesada.
- ¿Y piensa irse sin conocer Muzo? ¿La mejor mina de esmeral-
das del mundo?
- ¿Usted trabaja allá?
- No, yo conozco toda la mina, compro la esmeralda y la vendo
en Bogotá, la esmeralda es una de las piedras más preciosas del
mundo, ¿Usted sabía que la mayoría se exporta al Japón?
- Por supuesto, las mujeres las cuelgan en sus cuellos y hacen
anillos para sus dedos, es la piedra favorita de las japonesas, en
especial el color de la esmeralda colombiana.
- Y por qué no me acompañas a Muzo, en Boyacá, de pronto
puedes negociar maquinaria, arriba ese ánimo carajo –decía Don
Joaquín mientras le daba palmadas en la espalda a Kenji–
- ¿Y quiénes son los dueños de las minas, con quien se puede
hablar?
- Kenji, en estos momentos la mina está dividida con dos po-
derosos grupos, uno es el grupo de don Quinche y el otro es

215
Toshiaki Wago
el grupo de Carrasco, cada uno de ellos son muy fuertes, andas
escoltados, tienen mucho dinero y entre los dos existen una
rivalidad tan fuerte, que diariamente aparecen personas muertas
o gente que huye por amenazas de vida.
- Terrible este pueblo colombiano, pero me gusta su clima y su
fauna, usted me convenció, desde que llegué a este país quería
conocer las minas de esmeralda.
- Entonces no hay problema, nos vamos ahora mismo –le respon-
dió Don Joaquín mientras empacaba en un maletín una botella
de wiskhy, un revólver y una pequeña bolsa llena de esmeraldas.
Inesperadamente Kenji se subió a un moderno campero con-
ducido por un chofer privado de Don Joaquín, un panameño y
otros dos mafiosos colombianos, acompañandos de otros cam-
peros con cuatro escoltas.
A gran velocidad salieron hacia Muzo, tardaron cinco horas des-
de el centro de la capital hasta un tradicional pueblo llamado
Chiquinquirá, el campero frenó en seco frente a la Basílica de
este hermoso pueblo, se bajaron algunos escoltas, revisaron la
zona, y dieron señal para que sus jefes pudieran bajar sin peligro
alguno.
Ingresaron rápidamente al templo, el panameño estaba ebrio, por
todo el camino se acabaron la botella de wiskhy de Don Joaquín,
Kenji tímidamente, observando cada movimiento que hacían, los
seguía a paso silencioso.
Un segundo, estos mafiosos comenzaron un ritual algo extraño,
pidieron perdón a la virgen de Chiquinquirá por los hombres
que habían mandado asesinar y por otros que cayeron de sus
mismas manos, luego oraron en voz baja, finalmente, todos al
mismo tiempo sacaron sus armas, las cogieron en cada uno en la
mano derecha y se dieron la bendición. Padrenuestro…
Kenji quedó atónito, asustado, no entendía en que mundo se
estaba metiendo, sobre todo él no sería capaz de hacer algo
parecido en el budismo.
De la manera como entraron, salieron, los escoltas brindaban
una mejor seguridad que la de cualquier presidente, eran atentos
ante cualquier movimiento extraño para ellos.
Después de dos horas de un acelerado viaje, antes de llegar a
Muzo, el carro disminuyó la velocidad, comenzó a moverse en

216
Kamikaze
zigzag, la carretera estaba llena de obstáculos que no permitían
que ningún carro pudiera huir a gran velocidad.
Comenzaron a sonar ráfagas de ametralladoras, Kenji se agarró
fuerte del la silla y observó por las ventanas a una fila de hom-
bres, que aparentaban ser vigilantes, dando disparos enloqueci-
dos al cielo.
- ¿Qué está pasando? –preguntaba Kenji asustado.
- No te preocupes –respondía don Joaquín –están anunciando al
jefe nuestra llegada, es una tradición que inspira respeto.
- ¡En mi tierra la paz y el trabajo es lo que inspira respeto!
Atravesaron la parte central del pueblo y por fin llegaron hasta
la valiosa mina, bajaron de sus autos, esta vez con menos cautela,
se encontraban entre amigos.
Kenji bajó del campero, levantó su mirada y conoció otro mara-
villoso lugar. La mina de esmeralda era impresionante, tenía cerca
de 5 hectáreas sobre la falda de una colina, los obreros seguían
el mismo sistema del carbón, revolcaban la tierra, explotaban
la mina con dinamita, subían la tierra a una volquetas y éstas la
llevaban a una zona donde funcionaban unas motobombas que
provocaban sencillas quebradas, dejaban caer la tierra entre el
agua y al final de la corriente, unas 500 personas se dedicaban a
buscar manualmente la preciosa piedra verde.
A pesar de la poca tecnología de la mina, resultaba efectivo y
práctico, lo extraño era que los dueños de las minas les com-
praban las esmeraldas a sus propios empleados a precios muy
baratos.
Los dueños llegaban siempre rodeados de un grupo de más de
50 hombres armados, amenazantes y rudos, era casi imposible
que algunos de los empleados pudieran robar esmeraldas, la úni-
ca forma era tragándolas sin que nadie se diera cuenta, pero
algunas veces les daba miedo, porque les amenazaban diciendo
que si alguno era sorprendido comiendo esmeralda, serían asesi-
nados y se les abriría el estómago para sacar la piedra.
Salió el verdadero jefe, el líder, el patrón, por seguridad ya había
sido informado sobre la presencia de un japonés, pero al saber
a qué iba el extranjero a su mina, Don Quinche hizo un recibi-
miento de bienvenida como a un gran personaje, sacaron todo
el aguardiente de las bodegas e hicieron disparos al aire sin im-

217
Toshiaki Wago
portar que aun eran la horas de la tarde.
Kenji no se mostró muy atento, para él los disparos no significa-
ban una fiesta, recordaba la muerte de su padre en una guerra,
los cadáveres de los soldados gringos en Vietnam, las absurdas
muertes en el medio oriente y el derramamiento de sangre
cuando se suicido Mishima, e incluso se preguntaba cuál seria el
destino de su amigo Toba.
Sin embargo no le quedaba otra salida que guardar respeto y
sonreír hipócritamente pero al son de unos aguardientes, la mú-
sica y el baile, olvido algunos detalles molestos y prefirió disfru-
tar la fiesta en su honor.
Al caer la noche Don Quinche ordenó que llevaran siete muje-
res del pueblo, una para el panameño, otra para don Joaquín, dos
para los mafiosos, la más hermosa para Kenji, la más fea para el
chofer y la mujer más atractiva para Don Quinche.
Don Quinche los llevó a un restaurante típico campesino, que
después de la comida se convirtió en una discoteca.
Desde el principio las parejas estaban claras, menos para el pa-
nameño, sin quererlo le comenzó a gustar la mujer que acom-
pañaba a don Quinche, en cada oportunidad que encontraba, le
picaba el ojo, le regalaba flores, e incluso le cogía la mano y parte
del trasero, en los pocos segundos que podía hablarle, le propo-
nía que pasaran la noche juntos.
La noche continuó entre risas, abrazos, baile y aguardiente, cuan-
do todos creían que estaban en el baño, se perdieron la mujer
de Don Quinche y el panameño y como si fuera poco también el
chofer con la hermosa mujer que acompañaba a Kenji.
En medio de la borrachera, don Quinche se fue con otra de las
mujeres y don Joaquín con la mesera del lugar, ninguna de las
parejas que iniciaron la parranda, terminó igual.
A Kenji no le daban ganas de pasar la noche con alguna de esas
mujeres, mucho menos cuando la única que quedaba era la fea,
prefirió dedicarse a escuchar música carranguera y tomar aguar-
diente, con la preocupación de que el panameño se hubiera que-
dado con la mujer que era para el patrón.
En la madrugada, el primero de los hombres en aparecer fue don
Joaquín, su rostro reflejaba una mezcla entre placer y miedo.
- Hola Kenji, me alegra verte bien, así sea borrachito.

218
Kamikaze
- Don Joaquín, ¿quién llegó a la zona que escuché unos dispa-
ros?
- Nadie, mataron al panameño y a la mujer del patrón, también
al mafioso que venía con nosotros, parece que se metió con una
mujer que era de Carrazco, a ella también la mataron.
Kenji no le respondió nada, solo recibió un arma que le entregó
don Joaquín y se fue con dos de sus escoltas hacia un campa-
mento cercano.
Lo primero que hicieron fue tapar la ventana con las tablas de
las camas y pusieron el colchón en el piso con la idea de poder
dormir y descansar, pero era imposible, durante el resto de la
madrugada se escucharon varios disparos.
Al amanecer, cuando el rayo del sol iluminaba cada rincón de la
zona, salieron del campamento y cerca encontraron los cinco
cadáveres.
El lugar ya estaba rodeado de curiosos y algunos hombres del
ejército, cuando Kenji quiso acercarse al mirar los cuerpos, hubo
algo que lo impresionó más que el miedo de toda la noche, no
eran precisamente los cuerpos de las personas con las que había
compartido la noche anterior.
Al lado del director del hospital que se encargaba del levan-
tamiento, estaba una enfermera trabajando la cuál Kenji había
buscado desesperadamente cuando llegó a Bogotá, se trataba de
Marian, por respeto a los muertos, Kenji espero a ella terminara
su trabajo para hablarle.
Cuando encontró el momento indicado, emocionado la llamó
por su nombre en medio de la multitud chismosa, al verla corrió
un frío por todo su cuerpo y ella abrió sus ojos sin poder disi-
mular la alegría de encontrárselo.
Al pasar el traumatismo de las muertes, Kenji invitó a Marian y al
director del hospital a almorzar.
Ella casi no hablaba, en silencio recordaba aquella vez de su en-
cuentro en Tokio, la poca conversación que hizo se refería a sus
hijos y a su trabajo en Muzo.
- ¿Qué ha pasado contigo Marian –preguntaba Kenji – cuando
llegué a Bogotá te estuve llamando pero no te encontré
- Kenji, después de regresar a Colombia, por no tener una buena
palanca política, yo tuve que venir a Muzo al ambiente más feo

219
Toshiaki Wago
de Colombia, era el único hospital que tenía una vacante como
jefe de enfermería en Boyacá.
A pesar de escucharla con agrado, sentía una impresión diferen-
te frente a las mujeres que pasaron en su vida de tantas culturas
diferentes, ella tenía algo especial, era muy humilde pero a la vez
muy eficiente en el trabajo y muy estudiosa.
Realmente Kenji ya no tenía nada más que hacer en Muzo, logró
vender 5 retroexcavadoras a don Quinche, sin ningún problema
con el pago de la mercancía, algunos esmeralderos no sabían
que hacer con tanto dinero, pero si les preocupaba enviar a sus
mecánicos a esta zona tan peligrosa, cada paso que se daba para
recorrer, era andar sobre candela pura, lo único que restaba era
confiar en la seguridad de los hombres de Quinche.
Sin embargo se quedó por dos semanas más, cada día se motiva-
ba más por ver a Marian y ella nunca le negaba una cita.
Era notorio que la relación era muy diferente, se dieron mucho
tiempo para conocerse, el sexo pasaba a un segundo plano, eran
más importantes los valores como personas y la forma de ser,
Kenji aprendía a ser más caballero y se acostumbraba a la cos-
tumbre colombiana de primero conquistar a la mujer, regalar un
ramo de flores y dedicar un poema o llevar una serenata y luego
si pedir matrimonio.
Kenji se convirtió en todo un Romeo, procUrabá vestirse y ver-
se mejor cada día para ella, siempre contrataba el mismo trío
de cantantes para que, casi todos los días le tocaran las más
hermosas canciones en la ventana de su cuarto, tanto así que se
aprendió más de un bolero, como Sin ti y Rayito de luna.
Regresó a Bogotá, pero la distancia no fue un impedimento para
que el amor entre ellos creciera, mantenían la comunicación
constantemente y cada viernes él viajaba a Muzo para ver a su
amada.
El noviazgo duró más de dos meses, él sabía que ninguna de las
mujeres que había conocido en todo el mundo igualaba a esta
mujer colombiana.
Un jueves, en el hotel donde se hospedaba Kenji, llegó Marian
a visitarlo de sorpresa, ella estaba convencida que si al llegar lo
encontrara con otra mujer, desistiría de la idea que llevaba en su
mente, Kenji estaba solo, ella sin saludarlo, lo tomó de las manos

220
Kamikaze
y le propuso seriamente que se unieran en el matrimonio, que él
se había convertido en el hombre más especial que jamás había
conocido y que ella estaba segura de poderle entregar lo mejor
que puede dar una mujer a un hombre.
Todo era un romance perfecto, él le dio un “si” de inmediato
y sellaron el compromiso con un apasionado beso y una cena
romántica.
Él no puso ninguna condición, a su edad y con todo lo vivido, ya
necesitaba organizar un hogar, ella era la mujer perfecta, él cono-
cía las costumbres de los boyacenses, niñas muy bien educadas y
de buenas costumbres, pero también muy católicos, y Kenji era
budista.
Esa era la única condición que pedía Marian para darle su mano,
que él debía cambiarse del budismo al catolicismo.
En ese momento se dio cuenta de la seriedad del matrimonio,
no solo era entregarse, como lo dice al catolicismo, “hasta que
la muerte los separe”, sino también cambiar su forma de pensar
y sus raíces.
Pero era tanto el amor que sentía por ella que decidió seguir ade-
lante, además, a pesar de los problemas, le gustaba Colombia.
Pero no solo ella sugería ese cambio de religión, sus padres, unos
típicos boyacenses también lo exigían para entregar la mano de
su hija en la forma catolica.
Desde ese momento comenzó un arduo trabajo para Kenji, co-
menzó a estudiar La Sagrada Biblia para convertirse al catolicis-
mo, al principio era muy difícil, sobre todo por la ideología de
Jesucristo, ya no iba a ser el “amor y responsabilidad” del budis-
mo, ahora debía ser “amor y perdón”.
Al principio era muy claro, hablar del amor no le costaba, él ya
amaba a una mujer y amaba a su madre y había ayudado a muchas
personas durante su vida, pero le costaba entender la filosofía
del perdón, sobre todo siendo testigo de las muertes en Muzo
y el terrorismo en Tel– Aviv y muchos casos más en el mundo
entero, pero trataba de asimilar alguna idea de perdón frente a
sus cosas más personales y la gente más cercana a él.
Para lograr su conversión, asistía a clases de catequesis en una
comunidad religiosa con la hermana Delfa, una boyacense que
llevaba años entregando su vida por completo al catolicismo.

221
Toshiaki Wago
Las clases dUrabán dos horas todos los viernes y los sábados en
una sede de la comunidad en el norte de Bogotá que casualmen-
te quedaba al lado de un motel.
Pensando en Marian y por el amor que tenía hacia ella, nunca
falto a una clase, algunas veces la hermana Delfa lo regañaba por
sus constantes bromas, pero cada vez que hacia una reflexión
con las palabras de Jesús, lo felicitaba.
La transformación duro exactamente un año, tiempo suficiente
para que él conociera los valores y los ideales del catolicismo.
Para la última parte del curso, la hermana Delfa llevó a Kenji a
la iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá en Sogamoso, allí el
padre Gabriel bautizó a Kenji, era persona más adulta a la cual le
derramaba el agua bendita, pero con esto se afirmaba que ya era
católico. Asistieron pocas personas, algunos amigos y los padres
de Marian y al terminar la ceremonia, en medio de un silencio
de reflexión, la voz del padre de Marian interrumpió las más
profundas oraciones:
- Sumercé, Dios Mío, este japonés se va a llevar a mi hija al
Japón.

Harakiri
Siendo católico Kenji, comenzaron los preparativos para la boda,
pero la fecha aún estaba por definir, mientras tanto la relación se
afianzaba cada vez más porque Marian dejó su trabajo en Muzo
y consiguió uno nuevo en Bogotá.
Kenji seguía trabajando en Colombia, coordinaba el manteni-
miento de la maquinaria que vendían y representaba a la empre-
sa japonesa en todo el país.
Llegada la época navideña, en un fin de semana, Kenji y Marian
decidieron ir a pasar la fecha con los padres de ella en Santa
María de los Ángeles, el pueblo natal cerca de Duitama.
Durante el viaje, cuando pasaron por el municipio de Paipa, Kenji
recordó la historia de un compatriota japonés en estas tierras,
era toda una leyenda en la empresa.
Él era conocido como el señor Tashiro, se desempeñaba como
el ingeniero de empresa Toshiba, se encargaba de supervisar
la instalación de las turbinas termoeléctricas para el proyecto
Termopaipa II hacia los años sesenta.

222
Kamikaze
En algún momento, junto con un colombiano tenían que cons-
truir los soportes para instalar una turbina que servía para gene-
rar energía a la mayoría de los pueblos que estaban alrededor.
Cuando entregaron el trabajo, hubo una falla, la turbina debía
quedar en línea recta y los soportes tenían un margen de error
de cinco centímetros, lo que hizo que el proyecto debía aplazar-
se.
Únicamente les dieron quince días para corregir el error, era
como empezar de nuevo la ubicación de los soportes, casi volver
a comenzar.
El colombiano, al saber del plazo de entrega, se tranquilizó, in-
cluso el primer día se fue para su casa a descansar, tenía resaca y
solo quería dormir, mientras que Tashiro se sentía muy culpable
de la tardanza, era su responsabilidad y no soportaba la idea de
saber que varios rublos se quedarían sin energía por quince días
más, no lograba dormir, pensaba en los niños y los ancianos, pero
especialmente en su cultura, a él le habían enseñado a ser un
hombre de “amor y responsabilidad”, sentía que estaba traicio-
nando sus raíces, su sangre y su origen.
Sin embargo en los quince días de plazo, lograron colocar la
turbina y fluyó la energía por toda la zona, los habitantes de los
pueblos estaban contentos, ya no necesitaban utilizar lámparas
de gas ni velas y podían colocar en funcionamiento sus pocos
electrodomésticos.
A los dos días, cuando terminó el proyecto, el alcalde organizó
una fiesta para despedir al Ingeniero Tashiro, se reunieron las au-
toridades civiles, el gobernador, los administrativos de la alcaldía
y los grandes comerciantes de la zona, también los ingenieros
y algunos obreros que trabajaron en el proyecto, pero Tashiro
nunca apareció, no se hizo presente en el evento.
Cuando los invitados ya se cansaban de esperar al homenajeado,
enviaron a un mesero para que lo buscara en el hotel, Este fue,
tocó la puerta de su habitación pero nadie le abrió, bajó a la
recepción y le informaron que no había salido de su cuarto en
todo el día.
Preocupados, el mesero con el administrador del hotel y los vigi-
lantes, tumbaron la puerta del cuarto, encontraron el cuerpo de
Tashiro acostado sobre la cama sin vida, a su lado una botella de

223
Toshiaki Wago
veneno y tres cartas para diferentes personas. La primera carta
iba dirigida al gobernador de Boyacá, en la que pedía disculpas
por la demora en la entrega de la planta de energía.
La segunda era para el jefe de la empresa japonesa, también pi-
diendo perdón por la falta de capacidad para ser un buen super-
visor de las obras.
Y la tercera carta era para la familia que estaba en Japón, en ella
aconsejaba a sus hijos para que nunca fueran a fallar como padre
y a su esposa le agradecía la compañía en su matrimonio por
tantos años.
En ese momento entraron al cuarto la mayoría de invitados de
la fiesta, todos se asustaron por la actitud del ingeniero, por la
forma de pensar tan estricto, los colombianos sabían que su país
15 días de demora en un proyecto tan grande, no era nada.
Como resultado de todo, mientras que el japonés se desesperó
tanto por no entregar un trabajo a tiempo, recordó a Mishima y
a todos los Kamikazes muertos y se suicidó, el colombiano prefi-
rió irse de rumba y tomarse dos días para curarse de la resaca.
Algunos pensaban que el japonés estaba loco, que no valoraba la
vida, pero otros admiraban la forma como estos hombres sen-
tían compromiso y responsabilidad por cada cosa que hacían.
Después de media hora, desde Paipa, Kenji y Marian por fin llega-
ron a Santa María de los Ángeles, fueron recibidos por una gran
fiesta navideña.
Esta era la época más linda en toda la región, la mayoría de per-
sonas eran católicas muy tradicionalistas.
Por primera vez en tanto tiempo que llevaba Kenji viviendo en
Colombia, iba a sentir verdaderamente lo que era una navidad en
el pueblo colombiano.
A medida que iba atravesando el pueblo, se había dado cuenta
de que cada casa estaba adornada, construían pesebres de di-
ferentes tamaños e iluminaban las fachadas de una forma muy
llamativa.
Esa noche se dio cuenta de que en Colombia, la navidad es una
fecha para estar en familia, desde adornar un árbol, la cena, hasta
el momento en que el reloj marca las 12 a la media noche, de
repente aparece el momento más especial para los niños, la pre-
paración de los regalos y de ahí en adelante todo es una fiesta,

224
Kamikaze
beben trago, bailan otros rezan, pero todos unidos en familia
celebrando la llegada del niño Jesús.
Como si fuera poco, cuando Kenji aun se recuperaba de la fiesta
del 24, llegó el fin de año, siete días después él conoció verdade-
ramente otras costumbres, otras culturas.
Asombrado se quedó mirando, en silencio, toda la noche como
la gente quemaba un muñeco lleno de aserrín y pólvora, a la me-
dia noche algunos se tomaban una copa de champaña que soste-
nían con la mano derecha, otros se comieron 12 uvas mientras
pedían un deseo, le daban corriendo una vuelta a la cuadra con
una maleta desocupada en procura del próximo año poder viajar,
algunas mujeres miraban el futuro en un huevo, otras lo veían en
una papa pelada y otros más osados se ponían ropa interior de
color amarillo esperando éxito en el nuevo año.

225
Capítulo 21
Doble kamikaze colombiano

Después de las fiestas navideñas, más exactamente después del


seis de reyes y antes de concretar la fecha de la de la boda entre
Kenji y Marian, al regresar a Bogotá Kenji recibió un mensaje que
cambiaría el curso normal de su vida, que alteraría la forma de
pensar y la vida de muchas personas.
En la recepción de los apartamentos donde se hospedaba Kenji,
aparecían llamadas y mensajes, durante todo diciembre de Jean
Paúl, el francés que ayudó a Kenji a realizar muchos negocios,
uno de sus mejores amigos y compañero de aventuras.

Hussein Colombiano???

Al recibir los mensajes, Kenji se emocionó mucho, al mismo tiem-


po que se sentía mal por no haber vuelto a llamarlo, o enviarle

226
Kamikaze
un regalo, lo único que podía hacer era llamarlo directamente a
París :
- Amigo Jean Paúl –decía Kenji vía telefónica –me alegra oírte, he
recibido tus mensajes, lamento no contestarte, estaba de vaca-
ciones en un pueblito aquí en Colombia, ¿cómo te encuentras?
- Bien, pero ya tendremos tiempo para hablar de nuestras vidas,
te tengo un negocio muy interesante e importante, estuve ha-
ciendo unos negocios en el medio oriente exactamente en Irak,
me enteré que están buscando a un hombre que pueda servir
como un doble de Saddam Hussein.
- ¿Y yo que puedo hacer ahí?
- Acuérdate que cuando estuvimos trabajando con Hussein, al-
guien me contó que en el interior de Colombia, los rasgos de
los hombres son muy parecidos, el color de la piel, la estatura, el
rostro, incluso hasta el bigote.
- Estoy de acuerdo, yo estuve algún tiempo en el departamento
de Boyacá y los hombres son muy parecidos.
- Por eso Kenji, yo me acordé de ti, necesito que busques a
un colombiano que sea idéntico que Saddam Hussein, lo más
pronto posible, cuando lo encuentres, me avisas y lo primero
que haríamos sería traerlo a París, le enseñamos hebreo y fran-
cés, le cambiamos la dentadura, pero debe ser un hombre de
aproximadamente 50 años y que tenga un tipo de sangre AB.,
¿puedes ayudarme? el negocio es rentable para ti, para mi y
para el doble.
- Dame un tiempo, yo lo pienso, lo busco y te aviso.
El favor tomó por sorpresa a Kenji, prácticamente no le dieron
ninguna explicación, ni que pretendían hacer con el colombiano,
pero aun así, empacó maletas y se fue de nuevo para Boyacá en
busca de un doble de Saddam Hussein.
La búsqueda no era fácil, no conocía a nadie ni tampoco sabía en
donde encontrar al hombre que buscaba.
Llevado por un instinto extraño, llegó hasta Tunja, la capital del
departamento de Boyaca, allí se quedo dos días, los cuales estu-
vo todo el tiempo sentado en el parque principal mirando pasar
hombres todo el día, únicamente se paraba de una banca solita-
ria para comer o para ir al baño en un restaurante cercano pero
ninguno de los boyacos llenaba los requisitos.

227
Toshiaki Wago
El segundo día, cerca de las cinco de la tarde, jalando a un burro
con mercado a sus espaldas, entre una leve neblina, apreció un
hombre alto, de la misma edad y rasgos de Hussein.
Kenji se emocionó, se acercó a él, le invitó una cerveza y comen-
zaron a hablar, aquel hombre estaba extrañado, pero no descon-
fiaba del japonés, al contrario disfrutaba de sus historias, pero
en el momento en que Kenji le preguntó el tipo de sangre, la
fantasía se rompió, el hombre era O positivo, y furioso, se tomó
la cerveza de un solo sorbe y le dijo al boyacense:
- Tú no me sirves, tu sangre no es la que busco, te pareces mu-
cho a lo que busco, pero no me sirve.
- Disculpe usted sumercé, pero no sé de que habla –respondió
algo enfadado –si se explica de pronto le puedo ayudar.
- No, simplemente que estoy buscando a un hombre con algunas
características, estoy algo así como de pesca por Boyacá.
- Pues si está de pesca vaya a pescar –respondió el boyacense
riéndose mientras mostraba sus dientes de oro
El señor se paró de la mesa, desamarró su burro, sacó un mapa
que tenía entre un costal y se lo regaló a Kenji.
- Para encontrar un tesoro, necesita un mapa.
- Gracias señor.
Kenji recibió el papel en sus manos, lo abrió pensando en las
palabras que le habían dicho, al estudiar el mapa se encontró con
un municipio que se llamaba Pesca, sintió que todas las palabras
de aquel señor eran una señal de que en ese lugar encontraría al
doble de Saddam Hussein.
Llevado por las ideas, tomó el primer campero viejo que viajaba
a esa pequeña población, preguntándose el por qué abrían bau-
tizado a un municipio “Pesca”, cuando no tiene ríos cercanos ni
mucho menos océanos.
El viaje fue largo y estresante, primero llegar hasta Sogamoso y
después hasta el pequeño pueblo ubicado en el mapa.
Al llegar tuvo que pasar la noche en una pequeña alcoba muy bara-
ta compartida con los únicos dos vagabundos del pueblo. Cuando
amaneció, logró un corto baño, un modesto desayuno y de nuevo
en el parque principal sentado mirando ver pasar a las personas.
La ventaja fue que era domingo y todos los habitantes se acer-
caban a misa, fueron entrando todos los hombres y mujeres a

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Kamikaze
las diez de la mañana, era la oportunidad perfecta para mirarlos
a todos a la vez.
Durante el sermón, Kenji se subió al altar, abrió sus ojos lo que
más pudo y entre la multitud encontró al hombre perfecto, te-
nía más parecido que el que había encontrado en Tunja, estaba
acompañado de dos ancianos que aparentemente eran sus pa-
dres.
Esperó a que terminara la misa y lo siguió por varias cuadras,
Este hombre vivía en una modesta finca, de cultivo de papa algo
erosionados y abandonados, la fachada de la casa dejaba ver una
pobreza amenazante, era evidente que la familia atravesaba una
crisis económica.
Como si fuera un invitado, jaló la cuerda de una campana que
colgaba en una cerca vieja en la entrada, algunos perros mal nu-
tridos y sin ganas de ladrar, avisaron que Kenji había llegado.
- Qué necesita –decía el hombre de la finca.
- Vengo de visita, no soy ladrón ni pícaro, vengo a proponerle un
negocio, si me responde una sola pregunta.
- ¿Cómo que será?
- ¿Qué tipo de sangre es usted?
- Vino a burlarse de mí, es mejor que se vaya, toda mi vida se ha
reído de mí por ser el único hombre AB negativo de toda esta
zona, es mejor que se vaya.
- No espere, usted es la persona que busco –le gritaba Kenji
mientras abría el broche para poder entrar y pensaba que el
hombre que conoció en Tunja, era un brujo o algo parecido por
enseñarle el camino correcto con sus palabras.
- Quieto ahí, no entre.
- Tranquilo, soy inofensivo, solo quiero hablar con usted.
De un rato, lo dejó entrar, le invitó una bebida nueva para Kenji,
una totuma llena de chicha, aunque el sabor no le agradó y des-
pués de un rato le produjo un mal estomacal, estaba contento de
haber logrado la misión, ahora lo más importante era convencer
a este hombre del particular trabajo.
Después de una larga charla, Alberto, el hombre de la sangre AB
negativo, le confesó su desespero por la mala situación económi-
ca, la mala salud de sus padres, unos hermanos con muchos hijos
que no les gustaba trabajar, una soledad de haber encontrado

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Toshiaki Wago
nunca una mujer que le diera un hogar y unos hijos. Mientras
hablaban Kenji se convencía que había encontrado al hombre
que pedía Jean Paúl, Alberto tenía 51 años, era alto, tenía bigote y
cejas muy pobladas, mejillas algo rojas y cabello un poco crespo
negro.
Kenji se demoró una hora explicándole cuál era el negocio, di-
ciéndole que tenía que viajar a París, someterse a unos cambios y
cirugías físicas, tenía que hablar hebreo y francés, hay que apren-
der toda la historia de Hussein y hacerse pasar por él, uno de los
hombres más nombrados en la historia de la humanidad.
Alberto permanecía en silencio, pensaba que era una broma del
japonés.
Para Kenji lo más duro fue explicarle los riesgos que correría.
Le dijo que a Colombia únicamente regresaría en ocho o diez
años, si tenía buena suerte, de lo contrario sencillamente moriría
en Bagdad.
Alberto se puso de pie, tomo un largo sorbo de chicha, miró
hacia el cielo, se imaginó su muerte atravesado por una bala, dio
un rotundo no, se negó a aceptar la oferta y de nuevo se sentó.
Un silencio se apoderó del lugar, hasta que Kenji le habló de las
ganancias, en un papelito que había en la mesa le escribió la cifra
que ganaría si llegara aceptar, además le aseguró una vida cómo-
da a sus padres, empleo para sus hermanos y lo más importante
educación y vivienda en Bogotá para los sobrinos.
Y de nuevo el silencio en el lugar, Alberto se dio cuenta de que
toda su vida había trabajado para su familia pero realmente es-
taba solo y que no gozaban de comodidades ni tranquilidad y no
le preocupaba tanto sus ancianos padres, ya estaban cercanos a
la muerte, le interesaba ver bien y cómodos a sus sobrinos, que
hasta el momento los habían querido como a sus propios hijos,
de repente la respuesta cambió y muy convencido después de
probar el último trago de chicha le dio un SI.
- Estás seguro Alberto –preguntó Kenji muy alegre –
- Si usted me asegura que mi familia estará bien, que no tendrán
que aguantar más hambre, yo acepto.
- Claro, la primera mitad del valor se la entregó aquí, antes de
viajar, la otra mitad cuando estemos en Bagdad.
- Trato hecho Japonés.

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Kamikaze
- Solo te pido un favor, le doy una semana para venir a recogerlo
mientras arreglo los papeles para irnos a París, no le cuente nada
a su familia ni a nadie del pueblo, nadie más en el mundo se pue-
de enterar de Este plan, dígale a sus padres que yo tengo proble-
ma de salud y necesito de su sangre y que pronto volverá.
El pacto lo sellaron con un fuerte abrazo, Alberto derramó algu-
nas lágrimas de pensar que nunca enterraría a sus padres mien-
tras Kenji volvió a Bogotá para darle la noticia a Jean Paúl y
arreglar los papeles de Alberto.
Ocho días después, a las nueve de la mañana llegó Kenji a la
puerta de la iglesia de Pesca, a esperar al nuevo Saddam Hussein,
una hora después exactamente, llegó Alberto con toda su familia,
siguió las instrucciones de Kenji y todos estaban convencidos de
que volvería en poco tiempo.
Estuvieron toda la misa sentados en la misma banca, Alberto se
tranquilizó al darse cuenta que Kenji era católico, eso le dio con-
fianza y una leve sonrisa, en medio de la misa el boyacense be-
saba en la frente a sus padres, creía que gracias a ellos tenía los
rasgos físicos que lo llevarían a viajar por el mundo.
Mientras tanto Kenji recordaba a su padre, ver a Alberto despe-
dirse de su familia, le hacía pensar que su padre, Kenichi, algún
día, sin nadie saberlo, se tuvo que despedir de muchas personas
antes de suicidarse como Kamikaze.
Al terminar la misa, la familia de Alberto se quedó una hora más
rezando por la vida de su ser querido, temían un accidente aéreo
o que fuera maltratado por ser colombiano, cuando la realidad
era otra.
El japonés cumplió su palabra y a uno de los hermanos de Alberto
le entregó una gran cantidad de dinero, lo suficiente para vivir
cómodamente por muchos años, todo sin hacer preguntas ni dar
explicaciones.
Kenji y Alberto salieron para Bogotá y de inmediato hacia París.
En la capital francesa, como si fuera una mercancía o un pro-
ducto, Kenji le entregó a Jean Paúl la vida de Alberto, el francés
quedó asombrado por el parecido del colombiano con Hussein,
agradeció a Kenji y le entregó un cheque con una exagerada
suma que venía del gobierno de Bagdad. Durante los siguientes
seis meses, Alberto fue sometido a grandes cambios, le trasfor-

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Toshiaki Wago
maron la dentadura y le arreglaron algunos detalles de arrugas y
forma del cabello, tuvo que aprender primero francés y después
hebreo, por medio de cursos muy intensivos que no lo dejaban
dormir ni descansar.
Por último, por medio de tratamientos psiquiátricos, le hicie-
ron un lavado de cerebro, lo personalizaron de ser el verdadero
Saddam Hussein, sus políticas y forma de expresarse, especial-
mente contra los gringos, Alberto ya era otra persona, ni sus
mismos padres lo reconocerían si lo volvieran a ver.
Mientras tanto Kenji aprovechó su estadía en París y visitó a
Ivonne, su elegancia y belleza, todavía estaban intactas, su marido
ya había muerto hacia 2 años, ella al igual que la primera vez que
tuvieron un romance, le propuso a Kenji que se fueran a vivir
juntos en París, esta oferta era muy tentadora y fuerte para Kenji,
pero no dejaba de pensar en Marian, la amaba y ella le había en-
tregado toda la confianza y las esperanzas en comenzar una nueva
vida, había sido la única mujer que le hizo entender que es más
importante aprender a amar y respetar a una mujer antes que
acostarse o tener sexo con ella, por eso no aceptó y simplemente
le dejó un adiós para siempre como buenos amigos.
- Kenji, ya está listo el doble, Alberto ya no existe –le decía Jean
Paúl casi en clave.
- ¿Se murió?
- No, ahora es el nuevo Saddam Hussein, quiero que lo veas y me
acompañes a entregárselo al propio Saddam Hussein.
- Encantado, jamás me perdería otra aventura más en mi vida.
Cuando Kenji vio al, antiguamente Alberto, podía jurar que era
Hussein, el trabajo físico, incluyendo el tono de la voz, y sicoló-
gico era un trabajo de profesionales con mucho dinero de por
medio.
En ese momento, la guerra entre Estados Unidos y el medio
oriente se calentaba cada vez más, algunos expertos hablaban de
una tercera guerra mundial, la cantidad de muertos aumentaba y
la lista de niños huérfanos se ampliaba.
Los tres viajaron hasta Bagdad, llegaron a un sitio escondido
en medio de las montañas en donde los esperaba el verdadero
Hussein, al encontrase, el mandatario reconoció de inmediato a
Kenji:
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Kamikaze
- Sr. Hussein me alegro mucho verte, soy Kenji, su amigo comer-
ciante japonés, yo fui quien encontró su doble.
- Me acuerdo de usted perfectamente –decía Hussein– gracias
tu trabajo es muy valioso.
El verdadero Hussein había cambiado mucho físicamente, se no-
taba que se había sometido a cirugías que habían cambiado la
forma de su rostro, hasta intercambiar las huellas de los dedos
de la mano de Hussein a Alberto, se veía un poco más joven y
también su tono de voz había cambiado.
Desde ahí, en un aparente canje, Alberto tomó el lugar del man-
datario, se había convertido en el nuevo presidente de Irak, sin
elecciones ni mandato popular, ahora un hombre con sangre co-
lombiana era el nuevo líder de todo el país.
Todos sabían que en cualquier momento lo gringos iban a cap-
turar a Hussein, pero para cuando eso ocurriera, iban a capturar
a un “Kamikaze Boyacense” un hombre de trabajar con mulas
y papas, a inocentemente dirigir un país y esperar la muerte,
soñando con ver a sus sobrinos unos verdaderos hombres de
bien, profesionales y con sus familias viviendo cómodamente de
la herencia que tío les había otorgado.
Luego Jean Paúl, Kenji y el antiguo Hussein, salieron de Bagad
hacia París, allí se despidieron y desde momento nadie en el
mundo sabe el verdadero paradero de Saddam Hussein, partió
solo hacia algún lugar escondido en el mundo.
En París, se quedaron Kenji y Jean Paúl, por la gravedad del se-
creto que desde ese momento llevaban cada uno en sus mentes,
esta sería la última vez que se iban a ver.
Ninguno de los dos pudo hablar, la nostalgia de olvidarse como
amigo y despedirse por siempre inundó sus ojos de lágrimas, se
dieron un fuerte y largo abrazo y cada uno siguió su camino.
Jean Paúl se radicó en París, con el dinero que recibió no tuvo
que volver a trabajar nunca más, mientras que Kenji tuvo que re-
gresar a la pequeña población de Boyacá, a Pesca, el último paso
era informar a la familia de Alberto, que su hijo, hermano y tío,
había muerto en un extraño accidente automovilístico y de paso
les entregó la otra parte del dinero para sellar por fin el trato.
De regreso a Bogotá, en su mente, como si la melodía sonara en
ese momento, recordó la letra de una canción japonesa:
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Toshiaki Wago
“El tiempo pasa como si fuera un niño que nunca se cansa,
si pudiera detener el tiempo yo gastaría todo lo que tengo”.
Pero él sabía que eso era un sueño imposible.
Kenji ya tenía 45 años, se había dado cuenta de que esa era su
última aventura, con el dinero que ganó, construyó un hospital
pequeño con los mejores equipos médicos, en Santa María de
Los Ángeles, Boyacá, para ayudar a la gente pobre. Marian mane-
jo este hospital como directora y Kenji trabaja como el chofer
de las ambulancias.
Al fin fijaron una fecha de matrimonio, Kenji se casó con Marian,
se quedó en Colombia y organizó una familia, tuvieron 4 hijos, 2
de Marian y 2 su unión, que se convirtieron en el máximo motivo
para vivir.
Tan pronto Kenji se sintió organizado, un domingo se acostó
en la hamaca y se durmió soñando en una playa del Caribe, con
Marian diciéndole como enseñanza que le había dado la vida:
“La vida es una aventura inalcanzable que se debe apreciar,
jamás tengas miedo de asumir retos nuevos cada día, valora
cada latido de tu corazón como si fuera el último”.
FIN

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EPÍLOGO

Kenji descansando y mirando la maquinaria.

Hoy en día Kenji se levanta más temprano que de costumbre,


comienza a sentir sus últimos años de vida y cree que mientras
más duerma, menos aprovecha el latido de su corazón y el res-
pirar de un aire tropical.
Acompañado de su esposa y tomando una taza de café colom-
biano, recuerda cada instante de su vida, enriqueciendo aun más
su espíritu aventurero:
- Siento que no puedo estar contigo –le decía ella con una lá-
grima– presiento que tu vida está en disfrutar de aventuras por
todo el mundo, yo siempre estaré en un segundo plano…
En estas letras tendrás la oportunidad de viajar con Kenji por
todo el mundo, serás testigo de las historias más asombrosas
que se escondían detrás de la historia de la humanidad, un va-

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Toshiaki Wago
liente que descubrió que el amor y el sexo de las mujeres es
diferente en cada país, un hombre que tuvo la oportunidad de
conocer y diferenciar cada estilo político y religioso que rige
en el mundo, un hombre que vio derramar sangre por aquellos
que llevan un espíritu Kamikaze en sus mentes, un hombre que
aprendió que el poder de los grandes países termina siendo la
causa de muchas muertes injustas, un hombre que detrás de un
cargamento de maquinaria protestaba cada acto de violencia que
conoció en cada país que visitó.
Detrás de estas letras, se narró una historia de ficción sobre la
vida real de un comerciante japonés.

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