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11Una ironía histórica haría que los bolcheviques tuvieran que echar mano
precisamente de aquel mecanismo o instrumento que el socialismo se suponía
abolir, esto es, del Estado. Esa fue, en última instancia, la tarea que Lenin y los
bolcheviques le asignaron al Estado: elevar la precaria base material soviética al
nivel de la superestructura política erigida por la revolución. Desgraciadamente, lo
que ocurrió fue algo completamen-te distinto. Porque, como lo ha señalado
Mosche Lewin, “el Estado se dedicaría a una apresurada y compulsiva
transformación de la estructura material y social rusa, formando a sus grupos y
clases dentro de un molde en el que la maquinaria administrativa retuvo siempre
su superioridad y autonomía. De modo que en vez de “servir” a su base material y
social, el Estado, haciendo uso de los poderosos medios a su disposición,
consiguió por la fuerza poner a su servicio a la totalidad del cuerpo social”.13
12Si hay algo que el colapso de los socialismos reales vino a demostrar, es que
tales sociedades podían definirse como “de transición”, “postcapitalistas”, o como
“socialismos de Estado”, pero que ellas no fueron nunca efectiva o auténticamente
socialistas, por mucho que hayan contenido en sus estructuras algunos de los
elementos necesarios, pero no suficientes, del socialismo. Es decir, el hecho de
que en estos países se hubieran establecidos mecanismos tales como el control y
la propiedad estatal de los medios de producción y una economía planificada, no
garantizaba por sí mismo el carácter socialista de sus sistemas socio-económicos.
Porque, en realidad, no hay ni puede haber una sociedad efectivamente socialista
allí donde, simultáneamente, no se han abolido los grandes particularismos de
clase; allí donde no existe la gestión democrática de las principales decisiones
políticas y económicas, ni donde siguen dominando las relaciones mercantiles, por
más que lo hagan bajo formas disfrazadas. Tampoco puede haber socialismo allí
donde existe una escasez crónica de bienes de consumo, o donde impera una
distribución desigual y jerarquizada de ellos, o donde el trabajo sigue siendo una
carga, en vez de ser la expresión espontánea de las potencialidades creadoras de
los individuos controlando colectivamente su propio destino.
19 Por otra parte, una de las acusaciones más comúnmente empleadas por los
enemigos del socialismo es aquella según la cual éste no sólo no sería
democrático, sino esencialmente totalitario, que más allá de sus promesas de
liberar al hombre y la mujer de las cadenas de la opresión económica, en realidad
el socialismo no habría hecho otra cosa que someterlos a la más inicua
dominación estatal. Tal afirmación parece casi una obviedad, poco más de una
década después del colapso de los “socialismos reales”. La astucia de esta crítica
consiste en reducir el concepto de socialismo a su tosca caricatura estalinista. A
partir de todo lo dicho, podemos afirmar que la correlación negativa que hasta
ahora ha existido entre el socialismo realmente existente y democracia, no sería la
expresión de ninguna característica esencial del socialismo como tal, sino que
correspondería a una conexión histórica puramente factual. Esta correlación se
explicaría a partir de las condiciones particularmente inadecuadas en que se
dieron los primeros intentos de construcción socialista en naciones atrasadas,
económica y militarmente sitiadas por las potencias capitalistas16, que antes que
nada debieron embarcarse en proceso de acelerada moderniza-ción, difícilmente
compatibles con el establecimiento de relaciones políticas democráticas. Al no
darse históricamente en la Unión Soviética, (ni tampoco en ninguna de las
revoluciones marxistas de los siglos XIX y XX), las “condiciones de posibilidad”
estipuladas por Marx, el socialismo real devino en una especie de desfiguración de
la teoría socialista. Pero del mismo modo como uno no debe tratar de formarse
una idea de lo que sería una gran obra de arte terminada, a partir de sus
imperfectos e inacabados bocetos originales; tampoco deberíamos juzgar el
socialismo sano y adulto, a partir del examen de sus expresiones históricas
defectuosas y no desarrolladas.
Socialismo y democracia
Pareciera que Ecuador podría ser una síntesis de ambos modelos, buscando
nuevas respuestas y nuevas formas de gobernar que incorporen un sistema
centralizado de gobierno organizado por una parte: de arriba hacia abajo junto, a
un sistema democrático: de abajo hacia arriba. Aceptando lo mejor de los dos
mundos posibles que es el fortalecimiento del Estado y sus tendencias
distributivas, y, garantizar los derechos humanos: la libertad y la igualdad.
Democracia y Socialismo
La idea aceptada es que sí, que son compatibles —que un sistema socialista
puede implantarse dentro de un régimen democrático sin que que pierda la
esencia de ese sistema político.
Lo que quiero es explorar esa idea, poniendo en tela de juicio esa compatibilidad
—proponiendo de hecho que la convivencia del socialismo y la democracia es
difícil, incluso imposible.
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una contradicción”
Hay que decir también que el tema sobre el socialismo y el la democracia es uno
de los debates más importantes en la agenda política actual, tanto la derecha
cómo las izquierdas concuerdan en que su objetivo fundamental es la democracia,
tanto liberales cómo socialistas, la asumen cómo parte de su inspiración política, y
es que la democracia se ha convertido en ocasiones cómo una ideología, que
sirve para la justificación de cualquier cosa, menos a lo que es en realidad.
La gran mayoría de los gobiernos y fuerzas políticas del mundo occidental ven a la
democracia cómo un sinónimo de desarrollo, libertad económica que conlleva a la
social, progreso y bienestar.Hoy en día el pensamiento liberal y la democracia
representativa parecen una expresión igual, y cuando hablamos de una estamos
también mencionando a la otra,debido a que la forma de democracia que existe
actualmente y que ha tenido mayor éxito, es la representativa, para Norberto
Bobbio esto no siempre fue así, hubo un momento en donde estas dos visiones la
de la delegación del poder y el liberalismo se juntaron para establecer la mejor
forma de gobierno que una nación pueda tener.
Más aún, se debe decir que se ha formado tal interdependencia entre uno y otro,
que mientras al inicio se pudieron formar Estados liberales que no eran
democráticos (si no en la declaración de principios), hoy no serían concebibles
Estados liberales que no fuesen democráticos, ni Estados democráticos que no
fuesen liberales. En suma existen buenas razones para creer: a) que hoy el
método democrático es necesario para salvaguardar los derechos fundamentales
de la persona que son la base del Estado liberal; b) que la salvaguardia de estos
derechos es necesaria para el funcionamiento correcto del método
democrático(Bobbio, P.46 2010)
Para estos liberales del siglo XIX, como los de hoy la democracia significa la
representación de la “voluntad general”, la mejor forma de gobierno es aquella en
la cual la representación es expresión de esa voluntad general,en donde la
mayoría de la población participa a través sufragio, la forma más correcta e
“insuperable” de participación.
El propio Dieterich afirma que el socialismo del siglo XXI «tiene doscientos años
de evolución y cuatro fases de desarrollo»: 1) la fase fundacional del socialismo
utópico, 2) la fase de madurez del socialismo científico de Karl Marx y Frederich
Engels, 3) la fase práctica del socialismo del siglo XX o del socialismo realmente
existente y, 4) el socialismo del siglo XXI «superando los fracasados sistemas de
estatización».3
Dieterich, en su obra Socialismo del Siglo XXI se funda en la visión de Karl Marx
sobre la dinámica social y la lucha de clases. Dieterich revisa la teoría marxista
con ánimo de actualizarla al mundo de hoy, incorporando los avances del
conocimiento, las experiencias de los intentos socialistas, develando sus
limitaciones, entregando propuestas concretas tanto en la economía política como
en la participación democrática de la ciudadanía para construir una sociedad libre
de explotación. Resumiendo, el socialismo del siglo XXI supone que es necesario
un reforzamiento radical del poder estatal democráticamente controlado por la
sociedad para avanzar el desarrollo.[cita requerida]
De acuerdo con Heinz Dieterich, para avanzar hacia el socialismo del siglo XXI se
requiere la combinación de tres políticas:4
su planificación y ejecución democrática (autogestión coordinada);
el intercambio de equivalencias.
Por otra parte, Dieterich señala que bajo el socialismo del siglo XXI la forma de
propiedad se vuelve secundaria debido a que la planificación democrática y el
cumplimiento del valor-trabajo quitan la capacidad de «abusar» a eventuales
propietarios formales como el Estado, las cooperativas o los individuales.4 De este
modo afirma que la estatización de los medios de producción no implica
socialismo y que dadas las condiciones de mercado de la economía el socialismo
debe desarrollarse bajo una economía mixta.5
Sin embargo, diversos analistas como Tomás Straka señalan que hay
divergencias entre la concepción original de Dieterich y la propuesta chavista de
socialismo del siglo XXI.6
Visto así, democracia y capitalismo son incompatibles porque este último es una
manera no democrática de organizar la economía en términos de producción y
distribución de la riqueza ya que ésta se convierte en patrimonio exclusivo de unos
pocos, siendo la causa principal de la pobreza y la marginalidad social.
En consecuencia, el capitalismo siempre tenderá a incrementar las diferencias
sociales, las cuales no han podido ser superadas a pesar de la intervención del
Estado, que es el instrumento mediante el cual la democracia burguesa ha
intentado cumplir las promesas de justicia social. En fin, el capitalismo de Estado
y/o la economía de mercado han logrado opacar, por ahora, el establecimiento en
Venezuela de una democracia con tendencia socialista, entorpeciendo el
desarrollo que conduciría a un verdadero socialismo.
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El detalle está en que los resultados no siempre pueden ser positivos, ya que al
final se sigue una regla donde la mayoría es la que manda y mucha gente queda
inconforme con su situación. A pesar de todo, muchas de las cosas que tenemos
en la actualidad se deben a esta forma de decidir, por lo que es importante
conocer las cosas buenas y malas que traen consigo estas ideas.
Ventajas de la democracia.
El pueblo elige.
Oportunidades.
Promueve la igualdad.
Desventajas de la democracia.
Corrupción.
División.
Este sistema se da por mayorías, de modo que siempre se generará una división
entre las sociedades al pensar de forma distinta. Además, hay casos donde la
elección es muy cerrada y una gran parte de la población queda inconforme con el
resultado. Por esta razón, no se puede considerar como un sistema infalible, ya
que definitivamente se ignora la opinión de las minorías.
Malas decisiones.
Es normal que la decisión tomada no resulte ser la indicada pero una vez que se
tiene el resultado es difícil cambiarlo porque se busca respetar la opinión de la
mayoría. Al final, esto no se le debe atribuir tanto a la democracia, pero es algo
que sucederá constantemente con este sistema.
Los medios de comunicación puede ser una gran fuente de información, pero ésta
también se puede tergiversar para el beneficio de alguien más. Muchas personas
se quedan solamente con una o dos fuentes y por no expandir más sus horizontes
o no investigar más, reciben datos erróneos que al final tienen mucha influencia en
su decisión.
VENTAJAS Y DESVENTAJAS
VENTAJAS:
Se van acabando las diferencias de clases sociales y con ellos los problemas
derivados de su existencia.
El socialismo tiende a formar al ciudadano del futuro que vivirá en una sociedad
sin clases, sin guerras, sin grandes diferencias entre los humanos.
DESVENTAJAS:
Quien se encarga de esto es el estado y el partido y eso crea a lo largo del tiempo,
un grupo de privilegiados.
Se transita por un buen periodo de tiempo en el que los lujos dejan de existir.