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El Plan de Vida Familiar debe hacerse siempre, incluso cuando ya se lleven muchos años de

matrimonio, con la llegada de los hijos o cuando estos entran en la pubertad o adolescencia.
Cualquier hito que ocurra en la familia, es un buen motivo para reconsiderar algunas de las
cosas, que no estén funcionando bien, y que podrían o deberían mejorarse. Es muy
conveniente que los hijos, también participen en todo o en algunas partes de la preparación,
seguimiento y adaptación del Plan de Vida Familiar.

Todos los Planes de Vida Familiar son diferentes, aunque haya unas normas generales, que
ayuden a crearlos y a cumplirlos. Son como mapas y brújulas, para guiarnos en el desarrollo de
la vida, en función de la personalidad y circunstancias familiares, tanto en los buenos
momentos, como en los malos, en el presente y para el futuro.

Un Plan de Vida Familiar es la intención reflejada en un modelo o proyecto, elaborado


anticipadamente y plasmado por escrito. Tiene que estar bien pensado y estudiado, para poder
llevar a cabo una vida ordenada, dirigida y encauzada hacia un fin determinado. También debe
ser realista, coherente, conciso, claro y centrado. Debe tener bien definidos los tiempos,
objetivos, medios a emplear, forma de analizar los resultados parciales y totales, los rumbos
que va tomando y la forma de hacer las correcciones necesarias. Es visualizar el futuro y poner
los medios necesarios, para alcanzar los objetivos propuestos.

El Plan de Vida Familiar debe abarcar los aspectos familiares, sociales, profesionales,
intelectuales, religiosos, físicos, económicos, etc., y los elementos fundamentales de las
virtudes y valores humanos, que deben presidir la vida familiar, tales como: Ahorro, austeridad,
ayuda, bien común, coherencia, colaboración, comunicación, cooperación, compromiso,
confianza, control, dialogo, disciplina, educación, ejemplo, esfuerzo, fidelidad, generosidad,
honradez, justicia, lealtad, orden, organización, puntualidad, responsabilidad, sinceridad,
verdad, etc.

El Plan de Vida Familiar debe ser realizable, dinámico, revisable, medible y adaptable, según
las circunstancias de cada momento, pero sin perder nunca su esencia, ni el norte. Tienen que
estar claramente definidos los objetivos, la forma de controlarlos, de medirlos y de analizarlos,
para poder cumplirlos. Tiene que tener metas reales, no metas idealizadas, aunque haya que
irlas ajustando, en función de las circunstancias, pero sin perder los objetivos propuestos. En
algunos casos, hay que practicar la fórmula de, “acierto y error” y volver a empezar.
El Plan de Vida Familiar, con sus aciertos y errores medidos, objetivos cumplidos y pendientes,
produce una gran seguridad, respeto y conocimiento personal, sobre la realidad de las cosas y
situaciones, lo que permitirá saber, qué hacer y no hacer, y cómo, dónde y cuándo hacerlo o no
hacerlo.

El Plan de Vida Familiar completo, debe estar ensamblado con los planes parciales y
personales, que se suelen hacer. Es muy bueno planificar los estudios, las finanzas, las
inversiones, etc. pero planificar lo que debe ser la familia completa, debería ser el objetivo
principal de los padres, alrededor del cual, tiene que girar todo el quehacer familiar. Aquí deben
estar presentes siempre los conceptos: Qué, cuándo, cómo, dónde, para qué, por qué, etc.
Para hacerlo, hay que valerse de, por, con y desde todos los medios, para que quede lo mejor
posible.

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