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INTRODUCCIÓN

Quienes osen leer esta historia de desamor, amor, desamor y de nuevo amor
podrán ver desde dos ángulos diferentes el mismo retrato, un retrato que
simplemente muestra cómo dos personas que jamás pensaron cruzarse en el
camino del otro lo hacen sin previo aviso y deciden plasmar en estos renglones su
propia percepción al respecto.

Esta es la historia de dos personas que, a pesar de haber sufrido desamores y


contratiempos, decidieron creer en el amor, aprendieron a confiar nuevamente y
apostaron por algo que muy pocas personas han sido capaces de hacer.

Esta es la historia de dos valientes, dos soñadores, dos idealistas, dos personas
inteligentes y capaces, que decidieron retar a su destino y encontraron, de la forma
más inesperada, el amor verdadero.

Lo que en este libro se narra, es una prueba de como el Universo conspira con
nosotros, de cómo aquello que pensamos afecta a nuestra realidad, de que
atraemos lo que somos y los que anhelamos, y que no hay nada que el ser humano
no pueda conseguir si lo desea de verdad.

PARTE I

…y aquí empieza la que quizás sea la más increíble y hermosa historia de amor
entre dos personas que nacieron en países distintos, en culturas distintas, con
edades distintas, y que no tenían nada en común más que un viaje a Machu-Picchu.
Un viaje que nacía de la desesperanza, del desamor, de la tristeza, del engaño y de
la búsqueda de uno mismo; un viaje que iba a cambiar sus vidas por completo,
mucho más de lo que ellos imaginaban, mucho más de lo que usted mismo, amable
lector, pueda imaginar.

Santi se encontraba apurado en la oficina de Lima. Desde hacía mucho tiempo


quería ir a Machu Picchu, pero realmente sólo había visto fotos del lugar, ni siquiera
sabía qué tipo de templo era ni a que Dios o dioses estaba dedicado. Únicamente
tenía un billete para Cusco, ni siquiera tenía hotel reservado, pero no le importaba.
Eso era algo raro en una persona a la que le gusta controlar todo.

Mientras tanto en otro lugar del mundo Lulú, agobiada por las diferentes situaciones
de la vida que en ese momento eran todo menos felices decidió dejarlo todo atrás,
su trabajo, su familia, sus rutina, su novio… su pasado…. Y emprendió un viaje al
sur de su continente teniendo como única esperanza el pensar que éste cambiaría
su vida para siempre, sin embargo, sin la seguridad de ello. Fue así como un día
luego de recorrer las hermosas calles de Lima junto con amigos que allí mismo
conociera decidió comprar un boleto de bus y emprender una aventura hacia cusco,
lo que tampoco era muy usual en una persona que se había cansado de tenerlo
todo controlado y lo único que quería era perder el control de su vida y dejarse llevar
por momento.

El aeropuerto de Lima estaba, como siempre, lleno de gente y de ruido cuando Santi
llegó. Le acompañaba un compañero de trabajo que le caía bastante mal, puesto
que no sabía si era un colega o iba a ser su futuro jefe a pesar de no tener ni el
conocimiento del negocio ni las habilidades comerciales y gerenciales para serlo. A
pesar de llevar muchos meses trabajando en Latinoamérica, la empresa de Santi,
que era holandesa, nunca le había dado la responsabilidad explícita de desarrollar
el negocio en esa área del mundo. Sin embargo, Santi, había viajado hasta allí y se
había enamorado de ese continente, de sus paisajes, de sus gentes, de su acento,
de su comida, de su música.

Así que, con una maleta negra como equipaje, y con toda la ilusión del mundo, Santi
partió hacia Cusco en un avión de una compañía cuyo nombre ni siquiera escuchó,
y decidió que ese fin de semana, iba a desconectar de todo lo que dejaba en
España: Un matrimonio que había dejado de serlo hacía tiempo, una relación fallida
con una persona que le había traicionado, una madre y unos hermanos a los que
no sentía como propios, y unos hijos que eran estupendos, pero que estaban
centrados, como es normal, en su colegio, en sus amigos, en las apetencias y
curiosidades normales de dos chicos de 14 y de 10 años.
El viaje en bus hasta cusco resultó ser un poco agotador. Luego de más de veinte
horas de estar intentando dormir llegó por fin al anhelado terminal de buses del
lugar, en donde Lulú esperó a que le entregaran la pesada e incómoda maleta que
llevaba a cuestas. Fue en ese momento que un auténtico cusqueño le ofreció su
asesoría y le brindó la posibilidad de comprar un boleto a lo que sería el mejor de
día de su viaje, ¡un tour por Machu-Picchu!; aunque con normal desconfianza, Lulú
accedió a su ayuda y le pidió de paso que la guiara a un Hostal de bajo costo, lo
que aquel joven hizo al pie de la letra y la llevó al que quizá era el lugar más
económico y básico de toda la ciudad. El Hostal estaba en medio de una calle que
daba a una galería popular, la recepción estaba dotada de una libreta en la que
manualmente se registraban los huéspedes y un amable recepcionista. A cambio
de unos cuantos soles Lulú tenía la posibilidad de una habitación para ella sola y
con baño privado que era lo único que realmente le interesaba. Al interior de la
habitación no había más que una modesta cama, una mesita de noche y un
pequeñísimo televisor; el cuarto de baño era casi tan grande como la habitación,
tenía una cortina en lugar de puerta y el agua que salía de la ducha era tan fría que
Lulú se limitó a bañarse solo cuando fuera estrictamente necesario. Lo más cercano
a cualquier intento de avance tecnológico que tenía aquel viejo Hostal era una débil
red de Wifi.

Fue una vez instalada en la habitación que Lulú sintió el peso de la soledad, se
recostó en la pequeñísima cama y mirando hacía el techo empezó a llorar,
recordaba a sus padres de quienes hasta ahora a sus veinticuatro años nunca se
había separado por tanto tiempo por razones que no fueran estrictamente laborales;
recordaba aquel personaje que tanto daño le había hecho y que tan débil tenía su
autoestima, al punto de hacerle creer que tenía que marcharse lejos para
reencontrarse a sí misma –aunque ella no sabía en ese momento lo agradecida que
estaría con él por hacerle tomar tan desesperada decisión-. Por primera vez en el
viaje, en un lugar solitario sin amigos, sin más personas a su alrededor Lulú no tuvo
más remedio que estar con ella misma, debía darse cuenta que estaba al borde de
un abismo emocional y que era hora de dar un cambio definitivo a su vida.
Pasadas un par de horas, luego de llorar lo suficiente como para tener que bañarse
–lo que recordarán los lectores, solo lo hacía en casos extremos- decidió ponerse
una gruesa chaqueta negra que le dio su mamá para el viaje, unos pantalones
azules y el único par de zapatos que tenía en el viaje. Salió a buscar un “call center”
-como llamaban los peruanos a los lugares de hacer llamadas telefónicas- y habló
con sus padres para informarles que estaba bien y su punto de ubicación… fue en
ese instante que en un momento de pura debilidad marcó al celular de su ex novio,
llamada a la que él afortunadamente no contestó… y emprendió su camino a la
hermosa plaza central de Cusco.

Una vez en la plaza del parque central, vio allí un numeroso grupo de personas
reunidas en torno a una tarima en la que estaban haciendo presentaciones artísticas
y, como fiel colombiana que era, decidió quedarse allí un largo rato a disfrutar de la
alegre música y de la algarabía del momento.

Ya de regreso en el hostal, Lulú se encontraba tan agotada y devastada por el


impacto emocional de sentirse sola que decidió irse a descansar, no sin antes
asegurar la puerta de su habitación; lo que resultó ser todo un reto: con la maleta
fijó la puerta y con un frasco de vidrio intentó crear una alarma colocándolo
estratégicamente, de tal manera que en caso que alguien intentara ingresar
sorpresivamente, éste se cayera al suelo e hiciera ruido suficiente para despertarla.
Se quedó profundamente dormida, sin quitarse la gruesa chaqueta negra, el
pantalón azul y las zapatillas de deporte en caso de tener que salir corriendo...

A la mañana siguiente Lulú salió a recorrer las hermosas terrazas de Pisac, la


majestuosidad de las ruinas de Ollataytambo, el lúgubre templo de Wiracocha y la
increíble arquitectura de Sacsayhuaman, todo ello guiado en un tour cuyo guía
evidenciaba en cada una de sus palabras el amor y el profundo respeto que sentía
por estas tierras, pero sobre todo el orgullo de ser descendiente de esa enérgica
cultura Inca.

Sin duda todo este recorrido agotó físicamente a Lulú, quien esta vez se derrumbó
en su limitadísima cama aunque en ese momento anhelaba y sin sus zapatos
puestos y sin asegurar la puerta con la maleta y con la botella se entregó finalmente
en un profundo sueño, que terminaría a las 2:00am del día siguiente cuando una
“combi” como llaman los peruanos a las busetas pequeñas que transportan como
quince pasajeros, pasara a recogerla para su MÁGICO viaje a Machu-Picchu…

El avión de Santi aterrizó en el aeropuerto de Cusco el viernes por la noche. Nada


más salir del aparato, todavía en la terminal, había algunos improvisados stands
con personal que trataba de venderte excursiones, a varios lugares, pero también a
Machu Pichu. Santi y su compañero, que se llamaba Derek, pararon en uno de esos
stands, concretamente en el primero que vieron, y contrataron un paquete para
visitar Machu Pichu.

El paquete turístico incluía una noches en un hotel de cuatro estrellas en Cusco, el


viaje en van a Ollantaybambo, el tren hasta Aguascalientes, una noche en
Aguascalientes, el van hasta Machu Pichu, la entrada a Machupicu, y la vuelta
nuevamente, y otra noche en el hotel de Cusco.

Santi tenía una situación económica desahogada, y contrato un paquete tipo medio-
alto, sin preocuparse demasiado por el coste económico.

La persona que le había atendido en el stand, buscó un taxi, realmente pequeño, y


les acompaño por las oscuras y pequeñas calles de Cusco hasta el hotel.

El hotel estaba realmente bien, era moderno y estaba muy bien decorado. Santi se
registró en recepción, y subió a su habitación.

La habitación era muy amplia y lujosa, con dos estancias. La primera estancia era
la habitación, con una gran cama de matrimonio, sábanas blancas y limpias, y un
pequeño sofá. La otra estancia era un cuarto de baño, con una gran bañera con
hidromasaje, y con un gran número de botes con jabones, cremas y pañuelos, que
de forma automática cogió y guardo en su neceser, como siempre hacía.

Sin ni siquiera deshacer la maleta, Santi se puso un pijama, se lavó los dientes, se
tomó su pastilla para dormir, puesto que padecía de insomnio, y se acostó.
A pesar del cansancio le costó dormir, puesto que estaba excitado por el viaje, y un
poco ahogado por la falta de oxígeno. Pensó en el fin de semana, en la posibilidad
que tenía de aislarse del resto del mundo, y disfrutar de la naturaleza.

Santi estaba enamorado de Sudamérica, desde pequeño siempre había pensado


que el futuro estaba allí, y con estos pensamientos, se dejó vencer por el sueño y
durmió profundamente.

Dos en punto de la mañana, Lulú había programado la alarma de su celular para


estar a tiempo en la recepción de su hotel y allí salir hacía Ollataytambo a abordar
el tren para llegar a Machu-Picchu. Vestía los mismos zapatos deportivos negros de
siempre un blue-jean, una camiseta de magas cortas y de color negro y por su
puesto su enorme pero reconfortante chaqueta negra, no sin antes ponerse su
sobrero color beige que se sujetaba a su rostro con la ayuda de un cordón
ajustable… a decir verdad nada menos sexi… finalmente tomo una pequeña
mochila que la acompañaba a todas partes, dejó en ella su pasaporte, algo de
dinero, frutas y agua.

Una vez en la recepción estaban las personas que en la “combi” la llevarían a su


destino, abordó el pequeño bus y mientras miraba por la ventana tenía la sensación
que este sería un día diferente.

Llegó a la estación del tren el PERURAIL como es de esperarse en la versión


Expedición, lo abordó y para su fortuna su compañera de viaje solo estaba
interesada en dormir así que no tuvo que compartir con nadie su asiento, por lo que
sin cruzar palabra y sin ningún distractor se limitó a observar por las tantas ventanas
que éste tenía… hasta en el techo!! Observó las hermosas montañas, la vegetación,
se dejó llevar por el paisaje pese a ser colombiana y estar acostumbrada a ver y
percibir con todos sus sentidos tal volumen e vegetación, pero este viaje tenía un
matiz especial y diferente que hacía que sus sentidos fueran más agudos y que las
sensaciones que a estos pudiera asociar fueran distintas casi trascendentales.
Podía ver el agua que brotaba de las montañas, sentir el frio húmedo que hela los
huesos y oler la fresca vegetación con el rocío de la mañana. Pese a tanta belleza
y tanta armonía con el universo es debido confesar que el 60% del recorrido estuvo
durmiendo ya que como lo imaginaran los amables lectores había dormido muy
poco la noche anterior y la realidad es que el paisaje se torna igual ¡casi todo el
recorrido!

Luego de su espectacular descanso, llegó a aguas calientes, un pueblo pequeño en


el que el tren termina su recorrido para que una vez allí los turistas que visitan la
Maravilla de Machu-Picchu tomen un bus -o por lo menos ese fue el caso de Lulú-
y lleguen a su destino. En Aguas calientes aún con una temperatura muy baja, esta
feroz viajera decidió que no podía empezar a ascender la montaña sin haber
ingerido ningún alimento, así que frente a la carrilera del tren tomó un desayuno
“tipo americano” que de americano no tenía nada, un pequeño tazón con jarabe de
café, una jarrita con crema de leche y otra tacita con azúcar que debía mezclar al
gusto, un vaso de jugo de naranja y dos panes estilo ultima cena de Jesús redondos,
tiesos y nada apetitosos.

Una vez termino su desayuno partió hacia la estación de autobuses y abordó el


vehículo que empezó a ascender para aproximarse a los más de 2.400 metros de
altura de este imponente lugar. El recorrido era extremo, vías muy angostas, con
curvas en extremo pronunciadas y profundos abismos, sin embargo nada de esto
era relevante ella iba por fin a hacer un sueño realidad.

Santi se levantó a las 6.00 AM del sábado, se duchó, se vistió y bajó a la recepción
del hotel para desayunar con su colega de trabajo. Más tarde, preparó su mochila
con lo imprescindible para poder ir a Machu Picchu: Dos camisas, dos calzoncillos,
unos calcetines, un pijama, un pequeño neceser con sus cosas de aseo y un porta
documentos con su pasaporte y con dinero para el viaje. El resto del equipaje lo
dejó en su hotel en Cusco.

El taxi partió rápido hacia un lugar en el que se encontraban unas van realmente
pequeñas, para unos 15 pasajeros, viejas y sucias. Se subió a la que le tocaba y se
acomodó en la primera fila, de forma que podía ver todo a través del cristal
delantero. A su lado estaba su compañero Derek, que a esa altura del viaje ya se
había convertido en un ser invisible.
Santi estaba realmente excitado y curioso con este trayecto, ya que nunca había
viajado en una de esas vans, y que son el medio de transporte más popular de Perú
y de otros muchos países de Latinoamérica.

La van era realmente vieja, y el conductor parecía empeñado en tener un accidente,


puesto que trataba de coger las curvas lo más rápidamente posible, y competía con
las otras furgonetas que se desplazaban a Oyantaitambo. Sin embargo, Santi se
sentía en su salsa, no tenía ningún miedo ni ninguna aprensión, y simplemente
miraba por el cristal el paisaje, tan distinto de su Europa natal.

La estación de Oyantaitambo era muy pintoresca, y a Santi le encantó el tren. Antes


de subir a su vagón se tomó un mate de coca, con la esperanza de notar “algo”,
pero no notó nada. Parecía que la suerte estaba de su lado, puesto que no iba junto
a su compañero Derek, que iba unas filas más atrás, y de esta forma se dispuso a
disfrutar de su viaje.

Sin embargo, el Universo le tenía preparada una sorpresa. Su compañera de


asiento era una mujer peruana, de unos 35 años, guapa de cara pero con un poco
de sobrepeso, que viajaba juntos con su hijo y su mamá a Machu Picchu.

La mujer debía haber emigrado a USA, posiblemente a Miami, y para desesperación


de Santi no paraba de hablar.

Santi se puso a hacer fotos a través de la ventana, videos, cualquier cosa con tal de
no tener que hablar con aquella persona, que le agredía con su tono de voz, y con
su boca, que parecía una ametralladora de palabras vacías y vanas.

En el zénit de su descaro, su compañera de viaje le comentó el hotel en el que se


iba a alojar en Aguascalientes, cosa que a Santi le disgustó mucho, y empezó a
pensar mal de ella. ¿Que quería esa persona? ¿Su dinero? ¿Cómo podía ser tan
descarada delante de su hijo y de su mamá?

En el fondo, sintió pena por esa chica, porque vio a una persona confundida,
buscando compañía, y que pensaba que por ser muy cool, hablar con acento
americano y coquetear descaradamente iba a ligar, pero no lo consiguió.
Y de esta forma, Santi llegó a la estación de Aguascalientes, se despidió de su
compañera de asiento- no la volvería a ver- y volvió a reunirse con su colega de
trabajo.

Por fin la entrada a Machu-Picchu pasé por mi boleto de ingreso y me uní al grupo
que dirigía una guía nativa de éste país, me hice unas fotos en la entrada y en este
punto ya sentía un poco de calor así que me había quitado la chaqueta y vestía solo
el blue-jean y la camiseta negra. Un padre que estaba con su hijo me pidió que les
tomara una foto y una vez lo hice él en gratitud me tomó un par también. Ingresamos
a la reserva y empezamos a ascender; el grupo era aproximadamente de 15
personas más o menos y hasta el momento no me había percatado de las personas
del grupo. Luego de caminar un poco llegamos al punto en donde una foto es clave,
se ve perfectamente la forma de la montaña emblema del Perú, esa montaña que
dibuja para los que dejan elevar su imaginación el rostro de un Inca de perfil que
desde el suelo eleva su mirada a lo alto del cielo.

Por su puesto una vez ubicada en ese punto, que para mí era clave, empecé a
hacerme selfies pero ninguno lograba captar lo que quería. Fue en ese momento,
que una amable y tímida voz se acercó a mí y me pregunto algo así como… ¿te
hago una foto? Lo miré y lo primero que pensé fue ¡genial! Aunque solo un sí.
Muchas gracias bastaron para expresar mi gratitud. Aquel hombre cordial y
agradable me tomó varias fotos en ese momento y yo, imitando un poco la conducta
del señor que con su hijo al ingreso me habían pedido una foto, quise retribuirle a
aquel interesante español el favor ofreciéndole tomar una foto suya también, a lo
que él como lo imaginaran, aceptó sin ninguna duda.

A Santi le encantó Aguascalientes. Santi, como ya hemos dicho varias veces,


estaba enamorado de Sudamérica, y todo le parecía increíble, auténtico y bello. El
hotel era, en ese caso, realmente modesto. La habitación, con dos camas de 80 cm
de ancho, espartana, y las instalaciones pobres. Pero a Santi le daba igual, se sentía
en su salsa, y se dedicó a pasear por la población.
Visitó todas las calles, la zona de Aguas Calientes, lugar en el que, por supuesto,
no se bañó, puesto que el agua estaba tan amarilla y llena de gente que parecía
orín, entró en todas las tiendas y decidió darse un masaje.

El lugar en el que se iba a dar el masaje estaba atendido por unas chicas locales,
muy simpáticas que en cuanto vieron a dos europeos con platica nos invitaron a
entrar. Dentro nos esperaba una gran sorpresa. No había una habitación para cada
camilla, sino que se trataba de una sala común, separada por unas sábanas que
permitían que se viera todo.

Santi se desnudó hasta quedarse en calzoncillos, y le dio risa ver a Derek en la


misma situación, pero no sintió pudor en ningún momento. Nunca había sido
pudoroso y esa situación, en todo caso le proporcionaba mucha risa.

Con el masaje le aguardaba una sorpresa más. Nada más iniciar el masaje, boca
abajo, la nariz de Santi empezó a sangrar, debido a la altura a la que no estaba
acostumbrado, pero decidió no decir nada y relajarse. Cuando vio que el charco de
sangre ya era evidente, tuvo que decirle a su masajista que tenía un problema, y la
masajista amablemente le limpió la sangre con un clínex y le dio papel para
taponarse.

A Santi le vino a la cabeza que aquella escena habría sido imposible en Europa. En
este continente, la masajista, posiblemente, le habría echado del lugar, no le habría
ayudado se habría asustado con la sangre.

La chica peruana, no tocó la sangre, pero no dudo en ayudar a Santi. Esos detalles,
aumentaban el amor de Santi por ese continente.

Por la noche, cenó pronto, y se durmió. Ya estaba cerca el momento de subir a


Machu Picchu.

La mañana amaneció fantástica. La temperatura era estupenda, hacía un sol


espléndido, el aire estaba fresco y Santi estaba feliz.

Feliz en el culo del mundo, para él, feliz con la naturaleza, feliz con su viaje, feliz
El viaje hasta la entrada a Machu Picchu ya estaba organizado, puesto que Santi
había comprado un viaje "completo. Se subió a la furgoneta, y volvió a disfrutar del
viaje, del paisaje, del olor, de la diversidad, y en silencio llegó a Machu Picchu.

Como habían llegado pronto, Santi estuvo haciendo unas fotos en la entrada, a las
terrazas y al barranco por el que habían subido.

También hizo fotos de unas viviendas autóctonas, y cuando llegó la hora, apareció
la guía y empezó la visita.

El grupo era aproximadamente de unas 15 personas. La guía iba a realizar la visita


en español, cosa que contrarío bastante a Derek. A Santi le dio igual. Derek siempre
presumía de que entendía el español, pero Santi sabía que no era verdad, que solo
sabía decir "chica guapa" y "una cerveza", así que pensó que el Universo una vez
más devolvía las mentiras.

La guía pregunto que si había algún español. Éramos tres, un matrimonio y Santi, y
la guía pidió disculpas anticipadas por lo que iba a tener que contar sobre los
españoles. Enfermedades, conquista, violaciones, robos, asesinato de pueblos
sabios nobles que vivían en paz, etc.

Pero a Santi esas cosas le daban igual. Él no tenía "conciencia histórica", y nunca
había transmitido una enfermedad a nadie, más allá de una gripe, ni había
conquistado ningún país, ni había violado, ni robado, ni asesinado, así que no tomó
en cuenta esas palabras y decidió seguir su paseo

Como explicaba, la entrada en Machu-Picchu es espectacular, y cualquiera que


entre necesita hacer una foto, luego va a poder hacer muchas más, pero no lo sabe.

Santi hizo unas fotos, y vio una chica morena, que se estaba haciendo una foto. La
chica parecía que iba sola, y, sin saber realmente por qué, Santi venció su timidez
natural y le preguntó si quería que le hiciera una foto.

La chica parecía de Colombia, tenía el pelo negro, iba con unos vaqueros, una
mochila a la espada y algo en la parte superior que Santi no supo recordar. Santi le
hizo unas fotos, y ella le devolvió el favor haciéndole otra, y sin nada más que hablar,
se separaron y empezó la visita a Machu-Picchu.

Santi sintió algo en su interior, pero no supo qué era. Santi era Piscis.

La visita a Machu-Picchu le pareció maravillosa. Nunca había visto nada igual. A


Santi todo le parecía maravilloso, disfrutó cada momento de la visita, cada paso que
dio le pareció especial. La historia de los Incas, la historia del lugar, la organización,
el paisaje, y todo lo que rodeaba a ese lugar. Y de vez en cuando miraba a esa
chica a la que le había hecho una foto. Era muy guapa, y parecía sola, pero tenía la
cara amable y parecía estar en paz.

Santi, hizo muchísimas fotos, pero trató de que, de forma disimulada, aquella chica
apareciera perdida en el paisaje, o en el grupo o en una esquina.

Machu-Picchu es un lugar especial, un lugar que todo el mundo debería poder


visitar. Santi consideró que el Universo, en aquello que él creía, le había hecho un
súper regalo con ese viaje, y estaba agradecido y en armonía con él mismo.

En lo más alto del poblado sagrado Santi sintió el magnetismo del lugar y entendió
porque Machu-Picchu es mágico.

Desafortunadamente (o no....) Santi no pudo subir el Guinapichu, el pico que está


frente a Machu-Picchu, y que se puede subir comprando un ticket de forma
anticipada.

Pero este hecho no le importó a Santi, puesto que simplemente pensó..... Ya tengo
una excusa para volver a aquí, y se volvió a sentir feliz.

La visita terminaba, y la guía, que había ido explicando toda la historia, tanto del
Machu-Picchu, como de los Incas, como de la conquista española, se despidió de
nosotros, y el tour guiado terminó.

Santi habló con Derek, que se quejaba por no haber cogido el tour en inglés, puesto
que no se había enterado de nada (eso le pasó por presumir de lo que no sabía),
para ver qué hacían después, y decidieron, antes de bajar, andar un poco por el
camino Inca.
Santi y Derek se disponían a salir de Machu-Picchu cuando, la chica a la que Santi
le hizo la foto, se acercó a ellos y con acento colombiano les preguntó.... ¿Vais a
hacer el camino Inca? Quizá podríamos caminar un poco el camino Inca juntos.
¿Qué les parece?

Santi pensó que era guapísima, que ese día era su día de suerte y el corazón se le
empezó a acelerar.

Y juntos, la chica colombiana, Derek y Santi, comenzaron a caminar juntos el


camino.

Lulú, quien una vez hubo tomado la foto a este español cuyo nombre aún no sabía,
pensó que era confiable pero una vez terminó el acto de cortesía siguió su camino
sin percatarse de él.

Todo el grupo empezó a ascender la montaña y la guía iba contando la historia que
acompañaba el recorrido. Lo que más llamaba la atención de Lulú, eran las alpacas
que estaban por todo el lugar; estos espectaculares animales servían para todo a
los Incas, eran alimento, abrigo y hasta combustible, lo que a Lulú quien era una
leal seguidora de los animales le parecía genial.

En un punto de recorrido, había una piedra muy grande con forma de corazón, lo
que para alguien como Lulú no era más que una piedra, sin embargo, para la mayor
parte del grupo era una maravilla de la humanidad, que debía inmortalizar en una
foto, por lo que ella siguiendo el hilo del grupo le tomó una foto también.

Un poco más adelante, cuando ya estaba a punto de terminar el recorrido, la guía,


sugirió a quienes tuvieran tiempo y energía continuar con dos opciones de recorrido;
una de ellas que tardaría 40 minutos y otra que tardaba 20 minutos; estas consistían
en hacer una pequeña parte del camino Inca, la dificultad era que esta caminata no
era guiada. Ante esta imposibilidad de guía, Lulú quien en definitiva quería
continuar, recordó al español que tanta confianza le había generado, así que se
llenó de valentía y se acercó a él, quien estaba acompañado de otro europeo -que
no tenía pinta de español- y le preguntó si estaba interesado en hacer con ella el
recorrido de 20 minutos, pues aunque éste no le daba desconfianza, su compañero
que era además altísimo si le generaba un poco de desconfianza, así que la
caminata de 40 minutos parecía un poco arriesgada.

Con una amable sonrisa, el español accedió de inmediato y reconoció que él


también estaba interesado en la caminata de 20 minutos, pues su tren partía en
poco tiempo. Fue así que empezaron a caminar.

Al principio del camino, tanto Lulú como los europeos estaban distantes, pero
pasados unos minutos, empezaron a hablar en especial Lulú y el español, pues el
más alto era holandés o alemán –ya ni lo recuerdo- así que había barrera de
idiomas. Básicamente se comentaron sus percepciones del viaje y con un poco más
de confianza, el español se presentó como Santi y aprovechó el momento para
preguntarle a Lulú si después del recorrido le apetecía acompañarlos a almorzar, a
lo que Lulú accedió sin duda.

Una vez en la sima del sendero, y luego de percatarse que habían dejado atrás al
amigo de Santi, Lulú y él se tomaron un par de fotos y luego posaron los dos en una
hermosa foto que para su dicha marcaba el inicio de una peculiar amistad.

Santi no podía creer lo que estaba pasando, puesto que nunca le había pasado
nada igual.

Comenzaron a andar por el camino inca, y a charlar de cosas sin importancia. Pronto
dejaron a Derek atrás, que no podía subir porque había llevado unos ridículos
zapatos holandeses de punta, en lugar de unas zapatillas deportivas, o de calzado
de montaña.

El paseo fue muy bonito, por el camino Inca, con una vegetación preciosa, y con
una conversación amigable. La chica se llamaba Luisa Fernanda, y era de
Colombia. Había viajado sola a Machu Picchu, y estaba recorriendo Sudamérica. A
Santi le pareció increíble el valor que tenía esa chica de viajar sola, y sintió que tenía
que ser muy valiente y especial para hacerlo.

Por el camino Santi hizo algunas fotos, y cuando llegaron al final le sugirió a Luisa
hacerle una foto, luego una foto juntos, luego otra con Derek, etc.
Santi estaba muy contento por tener esa foto, y además, Luisa, le hizo una que tuvo
mucho tiempo como foto de perfil, en la que se veía a Santi de espaldas y Machu
Picchu al fondo.

Durante este paseo, Santi sintió que conocía a aquella chica desde hacía tiempo,
pero no sabía ni de qué ni de dónde. Hablaron de muchas cosas, y al final, sin darse
ni cuenta, estaban de vuelta a la entrada de Machu Picchu. Santi se sentía muy a
gusto y contento, no sabía porque.

Al llegar de vuelta a Machu Picchu, la chica colombiana y sus nuevos amigos


decidieron que ya era hora de volver a Aguas Caliente, y así lo hicieron, y decidieron
comer juntos en este pequeño pueblo.

El restaurante al que habían acudido a almorzar era un restaurante pintoresco y


muy divertido. Todo el que iba dejaba clavada su tarjeta de empresa, y por eso,
todo, absolutamente todo, estaba lleno de tarjetas. Derek y Santi habían estado el
día anterior, y les había gustado mucho la comida, y le propusieron a Luisa comer
juntos. Y Luisa aceptó.

Santi tomó una sopa de cebolla caliente, que le encantaba, y todos juntos pasaron
una agradable velada. Al final de la comida, Santi volvió a coger su teléfono móvil y
volvió a hacerse una foto con Luisa. Y se intercambiaron los teléfonos móviles, para
poder pasarse las fotos por wifi.

Los tres quedaron en verse en Cusco por la tarde noche para dar un paseo y cenar,
y de esa forma, acabó la comida

Más tarde, bajaron en el mismo tren, pero en distintos vagones a Ollantaitambo, y


de ahí, en furgonetas debían ir de nuevo a Cusco.

Al bajar del tren, Santi buscó a su nueva amiga, pero no la vio. Dejó pasar a todo el
mundo, pero seguía sin verla, y de esta forma, se subió a su furgoneta con Derek.

Cuando ya había perdido toda esperanza de verla la vio andando a toda prisa, la
invitó a subir a su furgoneta, pero ella le dijo que iba a ir en la que le tocaba por su
grupo.
Poco después ambas furgonetas iniciaron su loco viaje de vuelta, y la furgoneta en
la que iba Luisa adelantó a Derek y a Santi, y éste último pensó que no la volvería
a ver.

A pesar de haberse dado el número de teléfono y poder comunicarse por whatsapp,


hasta que Luisa no llegara a su hotel o se enganchara a una red wifi, no podrían
comunicarse, y esto preocupó a Santi.

¿Estaría bien en la furgoneta?

¿Acudiría Luisa a la cita en la plaza principal de Cusco?

Santi se sintió triste, había conocido a muchas chicas que en lugar de Luisa nunca
haría contacto, y como no la conocía, no sabía que iba a hacer.

El viaje de vuelta se hizo largo, y no cruzó ni una palabra con su compañero de


viaje. Y de esta forma, llegó al hotel.

Lulú estaba haciendo un viaje que le permitiera reencontrarse con ella misma, así
que pensó que no estaría mal aceptar una invitación a almorzar, después de todo
ni Santi ni su amigo le habían hecho daño en el camino Inca, así que pensó… qué
más da! Y entretanto, Santi le compró un libro que narraba muy gráficamente la
historia de los Incas, lo que sorprendió gratamente a Lulú, en su cultura no es usual
que un chico que acabas de conocer te dé un libro… era un buen indicio…

Había un inconveniente para ella, recordó que su tren salía muy tarde hacía Cusco
y, sus nuevos amigos le habían recomendado cambiarlo para salir en el tren de ellos
y de este modo no quedarse sola en Aguas Calientes. Afortunadamente para todos,
no hubo ningún inconveniente y todo quedó organizado, su tren saldría ahora a las
3:00pm junto con ellos, aunque en vagones diferentes.

Una vez salieron los tres de la estación del tren, se dirigieron a un mercado
sensacional, lleno de artesanías, gente del lugar, alimentos diferentes, ropas en lana
de alpaca y una gran variedad de suvenires. Cuando hubieron pasado el mercado,
llegaron a un lugar donde los acompañantes de Lulú la invitaron a almorzar. El lugar
era curioso, pues tenía las paredes cubiertas de cientos de tarjetas de presentación
que ponían las personas que visitaban el restaurante. Santi que estaba en Perú por
temas de trabajo dejó allí la suya, Lulú en cambio no tenía nada que dejar.

Por el esfuerzo físico que exigía subir a Machu-Picchu, Lulú se sentía hambrienta y
realmente anhelaba comer algo caliente, así que pidió una sopa y un plato fuerte
típico del lugar, el amigo de Santi cuyo nombre era Derek pidió lo mismo que ella,
lo que a Lulú le pareció aburrido, pues quería probar de lo que ellos pidieran para
saborear varios platos; y, finalmente Santi pidió unas pastas que por supuesto Lulú
pidió compartir y de este modo intercambiaron sus platos.

Durante la comida se hicieron un par de fotos y brindaron como es de esperarse


con pisco sour, estaba delicioso pero Lulú en definitiva no era una buena bebedora
de alcohol así que se cohibió de tomar mucho. Luego, Santi sacó una de sus
tarjetas, la puso en la mesa y adicional a la información que ésta tenía, le agregó su
correo personal y Lulú pudo evidenciar que tenía una bella caligrafía, tanto así, que
ella aún pasado el tiempo, guarda consigo esa tarjeta.

Quedaron de encontrarse de nuevo en Cusco esa noche para ir a cenar y ella se


sintió feliz, pues desde que había dejado sus amigos en Lima había comido y
cenado sola cada día. Intercambiaron teléfonos y acordaron verse a las 8:00 en las
escaleras de la iglesia ubicada en la plaza principal de Cusco. De este modo se
despidieron y tanto Santi como Lulú abordaron los vagones del tren que a cada uno
correspondía.

Durante el par de horas de regreso a Ollataitambo, Lulú durmió. Cuando llegó


estaba pendiente de identificar a su grupo para regresar a Cusco. Cuando identificó
la combi que le correspondía, observó con desagrado que ésta estaba llena, así que
furiosa reclamó al encargado, quien la reubicó en la que quizás era la combi más
fea y vieja de todas. Estaba a punto de abordarla, cuando escuchó su nombre,
buscó con la mirada y efectivamente ¡era Santi! Quien la llamaba desde la furgoneta
en la que iba, él la invitó a subirse en la suya que casualmente tenía una silla vacía,
pero en ese momento, Lulú fue reprendida por el encargado de los vehículos y para
evitar más inconvenientes accedió a irse sin sus amigos en esa vieja combi.
Santi llegó al hotel y estaba cansado, sucio y un poco desanimado. Durante todo el
viaje de vuelta había estado pensando en esa chica, pero no entendía porqué. Lo
habían pasado realmente bien en la comida, era guapa, simpática, parecía muy
inteligente y desde luego era muy valiente. Santi sentía que esa persona tenía que
valer mucho, que para hacer un viaje así había que tener una gran confianza en uno
mismo, pero le daba miedo no volver a verla.

Es verdad que habían quedado en la plaza de Cusco a las 20.00, y que le había
dado el teléfono para hablar por whatsupp, pero también había conocido muchas
chicas que podían haber hecho lo mismo, y no acudir a la cita ni atender celular.

Santi estaba sucio, olía mal, la ropa estaba quedaba asco, así que decidió darse
una ducha caliente y ponerse ropa limpia. De hecho, en algún momento se había
avergonzado de su propio olor…..pero había una sorpresa más.

La maleta de Santi, una american traveller negra de tamaño mediano, con un


candado en el cierre, no se abría. Santi lo intentó todo, pero era imposible, no había
forma de abrirla.

El estrés comenzó afectarle, y empezó a pensar que había que tomar decisiones
drásticas. Las 20.00 horas estaban cerca, y tenía que ducharse y cambiarse, así
que tomo una determinación. Iba a romper esa maleta, iba a sacar todo, y lo iba a
guardar en…….. ¿Dónde?

Pues en otra maleta que tenía que comprar.

De repente el móvil le sonó, era un Whatsupp, de……… LUISA. Le había escrito


desde su hotel, ya estaba conectada y toda la negatividad que Santi tenía
desapareció. Chateó un poco con ella, y confirmaron nuevamente la cita a las 20.00
horas, pero…. El tiempo pasaba, y no tenía ropa limpia.

Santi, el hombre que era desconfiado por naturaleza, que cuando viajaba a LATAM
tomaba todas las precauciones del mundo para que no le pasara nada salió y cogió
el primer taxi que vio y le dijo: Tengo que comprar una maleta
El taxista le llevó por las calles de Cusco hasta un mercado tradicional, y allí lo dejó.
En el taxi Santi pensó que, si le pasaba algo, nadie sabía que había salido del hotel,
nadie sabía dónde estaba, así que le envió un mensaje a Derek simplemente
diciendo que había salido a un mercado a comprar cosas, y le envió otro a Luisa,
contándole lo que le había pasado.

El mercado estaba lleno de gente, había comida, bebida, animales, plásticos, etc.
Había de todo. Pero no había maletas aparentemente.

Afortunadamente, encontró un puesto con algunas maletas, compró una muy


parecida a la que tenía, pagó unos 60 dólares por la maleta, y volvió al hotel.

Nada más llegar a recepción, habló con el recepcionista, y le pidió que subiera con
el con lo que fuera: cuchillo, navaja, llaves, alicates, daba igual, pero quería rajar
esa puta maleta, sacar sus cosas, ducharse, ponerse ropa limpia e ir a cenar con
Luisa.

Y así, un mecánico de mantenimiento subió con Santi hasta la habitación, armado


hasta los dientes con herramientas, dispuesto a solucionar el problema

Santi y el mecánico tocaron el candado de la maleta para cortarlo, y de repente, la


maleta se abrió. Santi se puso a reír….. Era increíble.

Sin más, echó al mecánico, se metió en la ducha, se duchó, se puso ropa limpia, y
a las 19.45 estaba subiendo la avenida principal de Cusco, camino a la plaza para
reunirse con Luisa.

Santi estaba contento, feliz, exultante, y sólo quería ver a esa chica otra vez.

¿Por qué? Pues realmente no lo sabía….

Lo que Santi si sabía es que Luisa era acuario.

Luisa acuario y Santi piscis.

¿Cómo funcionaría esa combinación?


En teoría, la persona acuario, lo que significa que cuando nacieron su sol estaba en
el signo de acuario (¿Pero qué pasaba con el resto de planetas?)

Las personas con el sol en acuario suelen ser personas claras, lógicas, originales,
brillantes, idealistas, independientes, con ideas avanzadas, honestas, leales, con
un gran amor a la humanidad, amantes de su libertad personal, inteligentes, a veces
un poco radicales.......

Y las chicas acuario suelen tener un gran magnetismo, y Santi sabía también, que
si una persona no tenía una elevada intelectualidad, no tenía mucho que hacer con
una chica acuario.

Pero Santi era piscis. El signo de los dos peces que nadan en distinto sentido.

En teoría, los piscis (que significa que cuando nació su sol estaba transitando por
Piscis), siempre son catalogados como ultra sensibles, amables, soñadores,
tranquilos, compasivos, intuitivos, más preocupados por los demás que por ellos
mismos, que viven más de forma intuitiva que racional, y que buscan más una unión
espiritual y mental que una unión meramente sexual con sus parejas.

Ahhh, si, y con tendencia al escapismo, a los viajes astrales, a la duda y con una
voluntad débil.

Santi pensaba que, Piscis era mucho más complicado que todo ese que
normalmente se escribía como generalidades, y no estaba muy de acuerdo, a pesar
de ser aficionado a la astrología, con estas generalidades.

El sabía que la luna (el inconsciente), mercurio (la comunicación y la inteligencia),


Venus (la forma de amar y de gozar), marte (la forma de luchas y defenderse),
Júpiter (la forma de expandirse y la suerte), Saturno (el que pone a prueba), Urano
(la genialidad y la originalidad) y Plutón (el cambio, la muerte, la resurrección, el ave
fénix que resurge de sus cenizas), tenían mucho que decir en su carta natal.

Por no hablar de los aspectos entres estos planetas y su posición en las casas.
Una acuario con un piscis.... ¿cómo funcionaría eso? Un signo de aire con un signo
de agua. Un signo fijo con un signo mutable, un signo positivo con un signo negativo.
Desde luego sería muy interesante.

Santi iba sumido en sus pensamientos, o mejor dicho, estaba realizando uno de sus
viajes astrales, durante los cuales la realidad desaparecía, cuando llegó a la Plaza
de Cusco, y comenzó a buscar con la mirada a Luisa.

Y sentada, en los escalones de la catedral de Cusco, la vio, a lo lejos. Su corazón


se alegró, su paso se aceleró, y su sonrisa apareció en su cara. Estaba súper
contento, feliz de ver a esa chica casi desconocida, y comenzó a andar más deprisa
para estar con ella.

Pero vio que cerca de ella había otro hombre, que no tenía muy buena pinta la
verdad. Santi aceleró todavía más el paso.

Lulú estaba en la combi de regreso a Cusco, en el camino pensaba en lo bien que


la había pasado con Santi y en que debió haberse ido con él en su carro a Cusco.
En todo caso estaba segura de reunirse con ellos esa noche en la iglesia para ir
juntos a cenar.

Una vez ella llegó a Cusco, se quedó un rato en el paradero del bus esperando a
encontrarse con Santi, sin embargo, su carro no llegó, así que pensó que seguro
habían llegado antes y él ya se había ido. En ese momento, decidió irse para su
hotel. Una vez allí, se quitó la ropa sudorosa y sucia, se dio un baño y se metió un
rato entre las cobijas.

Luego de pensarlo por un momento, Lulú decidió enviar un mensaje a santo


aprovechando que ya tenía red de Wifi. Escribió Hola… pero le pareció muy tonto,
así que antes de enviar el mansaje lo borró; no sabía qué escribir, entonces
escribió… ¿cómo te fue? Pero ahora le pareció muy formal, así que también lo borró.
Finalmente y luego de tanto lio, optó por escribirle que estaba confirmado su
encuentro esa noche y que era a las 8:00pm, de este modo, se mostraría interesada
pero no obsesionada con la idea.
Había algo que claramente atormentaba a Lulú. Ya que éste era un viaje de
aventura y de poco equipaje, no tenía mucha ropa para elegir, así que por un
momento se sintió avergonzada y ella que por esos días tenía su autoestima en el
subsuelo pensó incluso en escribir de nuevo y dar marcha atrás a su cita. Empezó
a buscar su maleta y solo encontraba jeans viejos, camisetas de manga corta, su
único par de zapatos –lo que era la ironía en sí misma, pues en su casa tenía por lo
menos 50 pares de zapatos- y por su puesto su chaqueta negra.

Después de un rato de tormentos imaginarios, se llenó de valor, se puso un


vestuario francamente parecido al que llevó a cusco y salió al encuentro de Santi y
Derek. Caminó desde su hotel que aunque estaba un poco retirado, tenía tiempo
de sobra para llegar. De hecho, salió bastante pronto por temor a ser impuntual, por
esta fama que tienen los europeos de ser puntuales.

Llegó a la plaza central de Cusco y ubicó con la mirada la iglesia donde había
acordado llegar como punto de referencia. Una vez allí, se sentó en las escaleras a
esperar y pensó que eso de la puntualidad estaba entre dicho, ya eran las 8 en
punto y ellos no llegaban. En ese momento, un hombre argentino de pésimo
aspecto, interrumpió los pensamientos de Lulú ofreciéndole unas manillas o algo
así; como es de esperarse, ella amablemente le dijo que no estaba interesada, sin
embargo, el hombre reaccionó de forma agresiva y en medio de insultos racistas
contra la nacionalidad de Lulú, que a lo mejor identificó por el acento de ella, empezó
a amedrentarla. Se acercaba con violencia y Lulú por un momento pensó que la iba
a golpear.

Estaba en medio de la discusión y a punto de salir corriendo, cuando vio llegar a


Santi a Derek. Ella sintió que su alma volvía al cuerpo y el cobarde argentino se
marchó al ver la figura de estos dos altos hombres.

Sin duda Santi notó que algo no estaba bien, porque aunque se veía feliz de estar
allí, su rostro también mostraba preocupación, tal vez era el reflejo del susto de
Luisa. Pese a esto, una vez estuvieron juntos y seguros la sensación -me atrevería
a decir- de los dos, fue estupenda…
Santi, junto con Derek, se acercó hasta los escalones en los que se encotraba
sentada Luisa, y vio que un tipo con aspecto sucio se iba mientras ellos llegaban.

Vio a Luisa un poco asustada, puesto que ese miserable había estado asustando a
Luisa, y había insultado a los Colombianos.

Una vez que pasó ese momento de incertidumbre y olvidaron el incidente,


decidieron ir los tres a dar un paseo y a cenar.

Cusco es una ciudad bastante bonita, con calles muy típicas y algunos edificios
coloniales. Está también llena de tiendas, casi todas ellas con multiples
falsificaciones de ropa de montaña, y productos típicos para turistas.

A Santi le pareció que Luisa estaba realmente guapa, tenía una sonrisa preciosa,
unos ojos realmente bellos y un color de piel muy bonito. Santi ni siquiera reparó en
cómo se había vestido ella, y durante un buen rato estuvieron paseando por Cusco.
Es curioso, pero hasta a partir del momento en el que Luisa apareció, Derek
desapareció.

Después de haber dado un paseo todos juntos decidieron ir a cenar a un restaurante


típico que había en la Plaza principal, en una de las esquinas. A Santi ya no le
quedaban muchos soles, así que, antes de entrar se aseguró de que pudiera pagar
con la tarjeta visa.

Los camareros, demasiado serviles para el gusto de Santi, los acomodaron en una
mesa cerca de la ventana, de forma que pudieran ver la Plaza, pero Santi ya se
encontraba embriagado por Luisa.

Antes de cenar los tres comensales pidieron un típico Pisco peruano, brindaron y lo
degustaron con placer, y tambíen con respeto, puesto que ni Santi ni Luisa habían
bebido hacía mucho tiempo.

Santi se sentó frente a Luisa, y todo lo demás desapareció. Era bella, bellísima, le
gustaba de veras, y le seguía pareciendo una chica muy valiente, y a la vez muy
sensata. Se veía que estaba bien educada, que era muy inteligente, y muy divertida
a la vez. Era espontanea, era real. Santi sólo la veía a ella y le empezó a faltar la
confianza en si mismo. Pensó en esa chica que tanto daño le había hecho, pensó
en cómo podía gustarle a esa chica, e incluso llegó a pensar si Luisa tenía interés
en Derek.

La conversación fue divertida entre los tres y la cena fue muy agradable. Santi pidió
sopa de cebolla, puesto que hacía frío y estaba muy buena, pero aquel restaurante
típico y vacío no tenía su noche.

Luisa contó a sus nuevos amigos que era Colombiana, que tenía 24 años y que se
iba a recorrer Sudamérica durante unos dos meses. Perú, Brasil, Bolivia,
Argentina.... así hasta que se le acabara el dinero.

Luisa les contó tambien que era psicóloga, pero que había estado trabajando en
una empresa de parqueaderos. Les contó que tenía un novio, y que lo habían dejado
justo antes del viaje, y que no tenía contacto con él desde que había partido en
Colombia. A Santi le pareció que Luisa se había ido para encontrarse consigo
misma, pero también para ver si su ya ex-novio le llamaba y le volvía a declarar su
amor.

Luisa conto cosas de su trabajo, de como habia trabajado mucho y habia triunfado,
de como a veces viajaba con su jefe para firmar contratos, etc. Se veia que Luisa
estaba contenta y en confianza, y tambien que contaba muchas cosas,
posiblemente porque necesitaba contarlas y porque pensaba que, a lo mejor, nunca
volvia a ver a esos dos tipos.

Santi escuchaba admirado, la veia reir y reia, y, a esa altura, ya sabia que esa chica
le interesaba, y mucho.

Terminando la cena, Luisa pregunto a Derek, por su vida. Derek conto que estaba
divorciado, que tenia dos hijos y que su nueva pareja tenia otros dos, por lo que
ahora tenia cuatro hijos. Luisa pregunto a Santi sobre el tema que, astutamente
contesto que el tambien tenia dos hijos, pero no dijo nada mas.

Al final de la cena, Santi fue a pagar con su tarjeta visa, y el dueño del restaurante
le dijo que no funcionaba el terminal. A Santi esto le sento bastante mal, pago con
los soles que le quedaban y no dio propina.
A pesar de eso, Santi estaba muy contento, muy alegre se sentia super vivo y ya, a
esas alturas, solo veia a esa chica guapa, risueña, inteligente, despierta y
colombiana que se llamaba Luisa.

Salieron del restaurente y dierno un paseo por Cusco. La parte que visitaron esa
noche no era muy bonita, pero se veia que los tres estaban muy contentos.
Caminaron, viernon edificios, y finalmente llegaron al hotel de Santi y Derek.

Por el camino Santi le habia contado a Derek y a Luisa el problema que habia tenido
con la maleta, y como, despues de su maravillosa compra, tenia dos maletas su
disposicion, una de ellas vacia.

Luisa les habia contado que estaba viajando con una mochila, y que una maleta con
ruedas le vendria fenomenal, asi que acordaron que Santi le daria la maleta a Luisa.

Cuando llegaron al hotel Luisa comento que el hotel le parecia precioso, y que el
suyo era mas bien una pension.

Santi no le dio importancia a estos comentarios, no era una persona interesada en


la posicion de los demas, y desde pequeño habia tratado con gente mucho mas rica
que el, fundamentalmente durante su etapa en Barcelona, y no les tenia ningun
aprecio, sin duda los ultimos cinco años en Barcelona habian sido los mas infelices
de su vida.

Una vez que los tres viajeros habian llegado al hall del hotel, Santi subio a su
habitacion en busca de la maleta y dejo a Derek y a Luisa en el hall.

Sinto celos, puesto que no se fiaba de Derek, asi que trato de bajar lo antes posible
al hall de nuevo, y le entrego la maleta a Luisa.

Santi penso que nunca mas volveria a ver a esa maleta, pero se equivocaba

Luisa estaba realmente emocionada, se sentía muy cómoda con Santi y aunque
Derek no era especialmente confiable, sentía que Santi no permitiría que le hiciera
ningún daño. Le preguntaron a Lulú dónde quería cenar, pero la verdad es que ella
no conocía ningún lugar en especial, apenas llevaba un par de días en Cusco y
había comido en lugares muy normales y ella quería que esa cena fuera especial.
Pasaron por un balcón que estaba en frente de la plaza donde se habían
encontrado. En el segundo piso de éste, había un restaurante muy bonito y allí
entraron. Eran los únicos comensales del lugar. El sitio tenía muchas mesas, luz
baja, decoración autóctona aunque elegante y algunos camareros serviles. Se
acercó el mesero y para romper el hielo, empezaron con un pisco cada uno, que a
propósito estaba buenísimo.

Mientras tomaban su pisco, ordenaron sus platos y, en ese momento Santi le dijo a
Lulú que era alérgico al pescado, lo que ella lamentó pues iba a pedir algo de
marisco y quería compartirlo con él al igual que lo había hecho en el almuerzo.
Finalmente, todos empezaron sus platos y luego de otro pisco, las palabras en boca
de todos empezaron a fluir. De haber sabido lo que depararía la vida, Lulú no habría
sido tan explícita…

Antes de salir a su aventura, Lulú había visitado una obra de arte en un museo
reconocido en su ciudad natal, ésta había tenido algo muy impactante para ella,
pues era la historia de desamor de una mujer que, sobre el lienzo escribía una y
otra vez la historia que tanto dolor le había causado, lo había hecho tantas veces
que, en un punto no quedó nada que escribir, y fue entonces cuando se dio cuenta
que había olvidado la historia y por tanto el dolor asociado a ésta, que la había
repetido tantas veces a tantas personas –pues cada lienzo era una persona a la que
le había contado su historia-, que esto fue la cura a su sufrimiento y así había
logrado salir adelante.

Pensando en esto, Lulú había hecho lo mismo, viendo en cada vez que contara su
historia, una oportunidad para dejar una parte de su dolor en otro, haciéndolo las
veces suficientes, para que algún día no quedara nada más que contar. De este
modo, abrió su corazón con estos dos extraños a los que esperaba no volver nunca
más en su vida.

Les habló de su familia, de las personas con las que vivía, de su empleo y de cómo
había sido despedida de éste. Habló también del hombre que sin quererlo, había
motivado ese viaje, que más bien era un intento por recordar quién era ella; les
contó las cosas duras por las que había tenido que pasar en esa terrible relación y
de las cosas autodestructivas que ella hacía para desquitarse de él, saliendo con
otras personas. Quizás Lulú fue más explícita y sincera de lo necesario, pero ella
esperaba no volver a verlos nunca más y veía terapéutico el hecho de poder
verbalizar lo que sentía, era como dejar parte de su peso en el camino y dar los
siguientes pasos con más ligereza.

Cuando Lulú notó que estaba abriendo mucho su corazón, empezó a preguntar a
Derek y a Santi por sus vidas, sentía curiosidad, especialmente por Santi pero, para
disimular y no verse tan interesada, empezó preguntando primero a Derek, quien
dijo que tenía dos hijas o algo así y que era separado, la verdad eso no le interesaba
a ella. Cuando llegó el turno de Santi, Lulú solo quería saber si estaba casado o
comprometido, para saber si seguía al asecho o, si dejaba todo en ese momento,
pues ya le había pasado lo mismo con su anterior novio quien le había ocultado que
había dejado a una subordinada de su trabajo en estado de embarazo y lo último
que quería era meterse en más líos.

Santi, bastante astuto se limitó a decir que no tenía HIJAS y por más que lulú intentó
sacar más información, él no fue muy específico y no contó mucho más de su vida.
Además no portaba anillo de matrimonio, por lo que a Lulú le parecía que un hombre
de su edad y con su posición social seguro era casado pero lo estaba negando, lo
que le hizo sentir prevención y en vista de que estaba pasando por un deja vu prefirió
no preguntar más y limitarse a pasar bien el momento, sin hacerse ilusiones,
llegando a la típica frase de mujer resentida… “todos los hombres son iguales”

A decir verdad, se sintió decepcionada y un poco utilizada. Lulú había pasado por
un engaño del que había salido realmente lastimada, así que se refugió e alguien a
quien admiraba y estimaba y esta persona básicamente se aprovechó de la
situación para sacar provecho propio, así que ella ya no creía en el amor y
francamente no quería cometer el mismo error nuevamente.

Se terminó la cena, todos estaban satisfechos y Santi pidió la cuenta. En ese


momento nos dimos cuenta que no había datafono, lo que al parecer molestó a
Santi, así que Lulú quien estaba un poco avergonzada, les dijo que ella tenía soles
y podía invitar la cena, sin embargo Santi sacó los soles o dólares que le quedaban
y pagó en efectivo.

Una vez fuera del restaurante, salieron a dar un paseo. Ellos tomaron varias fotos y
Lulú se preguntaba mientras tanto por la vida personal de Santi, realmente le
causaba curiosidad, pero era demasiado orgullosa como para preguntar, por lo que
optó por dejarlo así y no volver a tocar más el tema. Entre tanto, Santi le había
contado la odisea que pasó por haber dañado el candado de su maleta de viaje y le
dijo que tenía una maleta de más que aunque estaba en buen estado la iba a tirar,
pues no le servía para regresar a España. A Lulú se le ocurrió que esa maleta le
sería de ayuda y finalmente, la tiraría, así que le manifestó que a ella le servía.

En el camino, Santi le explicaba a Lulú algo de su hobbie que era la astrología, ella
estaba atenta aunque era de algo en lo que jamás se había interesado, sin embargo,
él le ofreció hacerle su carta natal, solo necesitaba la fecha y la hora de nacimiento.
Ella, un poco incrédula le dio los datos, aunque quedó de confirmarle la hora luego
de hablar con su madre, pues la vedad no la sabía.

Regresaron los tres al hotel de Santi a buscar la maleta que le había regalado a
Lulú. Ella no sabía qué hacer, si ir con él a buscar la maleta, si quedarse en la calle
mientras salía o si esperar en la recepción de hotel, por lo que Santi le facilitó las
cosas, proponiéndole que se quedara en la recepción con Derek mientras él subía
por la maleta. Lulú de momento sintió alivio, pero segundos después, se sintió
ansiosa, pues Derek tenía la sonrisa más extraña del mundo y además hablaba
inglés, idioma que ella no entendía del todo y él se empeñaba en decirle algo, pero
ella solo le hacía su particular sonrisa y miraba para todas partes, esperaba que él
notara que lo estaba evadiendo sutilmente.

Por fin, pasados tal vez cinco o seis minutos, Santi regresó con una maleta genial.
Salieron los tres y tomaron un taxi para dejar a Lulú en su hotel, pero, al ver el sitio
tan espectacular en el que sus nuevos amigos se hospedaban, Lulú sintió
muchísima vergüenza de que la acompañaran a su hostal, así que les dijo que ella
se iba sola, que estaba realmente cerca. Sin embargo, ellos que eran o muy
caballeros o querían saber sonde estaba, prefirieron acompañarla.
Era tanta la vergüenza que sentía, que se olvidó por completo el camino de regreso
y empezó a dar vueltas en el taxi hasta que por fin llegaron. Una vez allí, se despidió
de Derek quien se bajó del carro y le dio un frio abrazo. Santi, quien también se
había bajado del carro, la miro a los ojos y con una dulzura indescriptible, la abrazó
y le agradeció la cena, fue una despedida entre dos personas que se conocían de
siempre y que estaba realmente tristes de dejarse. Le dijo que al día siguiente se
iría para México y luego a España y que tan pronto estuviera en su país le enviaría
la carta natal que le había prometido.

Le entregó la maleta, se dieron los dos picos españoles en la mejilla y se separaron.

Santi subió lo más deprisa que pudo a su habitación, y cogió la maleta que tenía de
sobra. Comprobó rápidamente que no había quedado ningún efecto personal
dentro, y bajó.

Bajó todo lo rápido que pudo, puesto que había dejado a Luisa con Derek, y Santi,
no se fiaba un pelo de Derek. No sabía porque, si porque le podía hacer una
proposición indecente, porque le podía dar su número de teléfono y/o otro motivo
oculto y perverso, pero realmente, Santi estaba intranquilo.

Estaba intranquilo también porque, durante la cena, Luisa le había preguntado por
su vida personal, y él solo había dicho que tenía dos hijos, pero también había
notado decepción en la cara de Luisa porque sabía que Luisa pensaba que Santi
estaba casado, y técnicamente, así era.

El ascensor bajó lentamente del último piso hasta el Hall, Santi dobló la esquina, y
allí se encontró con Luisa y con Derek, que estaban hablando tranquilamente.

Lulú no dejaba de sonreír, y Santi se sentía un poco celoso, y muy inseguro de sí


mismo.

Santi le propuso a Luisa acompañarla a su hotel en un taxi, puesto que era de noche,
y no quería que Luisa fuera sola caminando por la calle, o en taxi con un
desconocido, a lo que Luisa aceptó inmediatamente, y, para la sorpresa de Santi,
Derek también.
La inseguridad de Santi se había convertido en rabia y desesperación. El único
momento que iba a tener para hablar con Luisa se iba a esfumar..... ¿Pero qué hacía
ese tío acompañándoles en el taxi? Era ridículo.....!

Los tres viajeros se subieron a un mini taxi Hiunday, Derek casi no cabía, y Santi
estaba rabioso y triste. Rabioso con Derek, triste porque pensaba que ya no volvería
a ver a Luisa.

Estaba realmente triste, y no dijo nada en el coche. Luisa le dio indicaciones al


conductor, y muy rápidamente llegaron los tres a la puerta del hostal en el que Luisa
se alojaba. Santi sólo vio la puerta, pero no era un hotel, y sintió miedo y a la vez
admiración por esa chica tan valiente, que estaba de viaje sólo para encontrarse
con ella misma, y a ninguna parte. Le parecía fascinante.

Derek, que iba delante del mini taxi se bajó del mismo, luego Luisa, y por último el
español.

Derek se despidió de Luisa, cordialmente pero sin mucho sentimiento, puesto que
era holandés, y éstos nunca muestran ni sus sentimientos ni sus vicios ocultos.

Santi bajó del coche y miró a esa chica. Se había enamorado de ella. Eso era
imposible, pero era así. Le deseó toda la suerte del mundo, le pidió que estuvieran
en contacto por whatsupp y que le diera el correo para enviarle la carta natal, la
abrazó tratando de transmitirle ese sentimiento extraño que Santi sentía por ello,
trató de transmitirle la llama que ardía en su corazón, y le dio dos besos, uno en
cada mejilla y le dijo adiós.

Los dos europeos vieron como Luisa entraba en su hotel, cerraba la puerta, y le
dijeron al taxista que regresara a su hotel. Santi no habló durante el viaje, al llegar
al hall dio las buenas noches a Derek y subió triste y confundido a su habitación. No
vería más a Luisa. Joder, me cago en la puta, pensó.....!

Pero gracias a Dios, existía el whatsupp, y Luisa tenía wifi en su hotel. Y Santi
también. Y Santi escribió en su whatsupp: Hola Luisa, ya llegamos al hotel.
Lulú entró al hostal, todo lo contenta y tranquila que había estado un par de horas
atrás se esfumaba. Nuevamente era ella con ella y no hay cosa más difícil que darse
un tiempo consigo mismo. No tenía más que una estupenda maleta y un horrible
sentimiento de soledad, que su amigo Santi había llenado por un momento pero que
ya no estaba.

Se tiró a la acama mirando el techo, pensaba en cada palabra que había hablado
con Santi y por un momento creyó que lo volvería a ver para preguntarle de su vida,
quería estar cerca de él para sentir de nuevo la paz que le transmitía.

Estaba en esa introspección cuando un perverso pensamiento se cruzó por su


camino… y… si la maleta que me regaló ese español, tiene drogas dentro o algo
así… ah! No puede ser, entonces de un solo salto llegó al suelo donde había dejado
la maleta, se tumbó de rodillas al piso y empezó abriendo la cremallera del espacio
principal, la miró y no había más que un forro gris pálido que olía a hombre, eso le
gustó. Luego, abrió el forro, ya que se podía y buscó dentro de éste, no había nada.

Sin estar satisfecha con su búsqueda, abrió la cremallera exterior y buscó


evidencias o algo así dentro de este espacio, pero tampoco había nada. Pensó en
qué otro lugar una persona podría esconder algo ilegal… y se le ocurrió que en los
tubos de la agarradera, empezó entonces a dar golpecitos, al mejor estilo de las
series de criminalística de la televisión, con la esperanza de notar cambios en los
sonidos que emitían los golpecitos.

Tal vez decepcionada, de ver que la oportunidad de volver donde Santi a reclamarle
no existía, así que revisó su whatsapp y sus ojos se abrieron a tope cuando vió un
mensaje suyo reportando la llegada a su hotel. A éste, Lulú respondió con un saludo
llena de alegría y algo de picardía, pues quería verlo de nuevo…

Santi recibió una respuesta rápidamente a su mensaje de whatsupp. Su corazón se


volvió a llenar de alegría.

La conversación fue no fue trivial, puesto que Santi, comenzó a bromear con Lulú
sobre la bañera de hidromasaje tan grande que tenía en su cuarto, y que ponía a
su disposición para que se bañara y volviera a su hotel limpia y perfumada.
Esto, que al lector le puede parecer algo inocente, y/o a la vez algo normal entre
dos personas que están tonteando, no tenía nada de inocente, y además, era algo
inaudito para Santi. Es algo que nunca antes había hecho, y mucho menos invitar a
una casi desconocida a la habitación de su hotel a bañarse en su bañera.

¿Qué pasaría se Lulú aceptaba? ¿Cómo reaccionarían ambos si se volvieran a


encontrar en esa habitación?

¿Harían el amor, se besarían y se regalarían una noche de amor y placer o


simplemente Lulú se bañaría y luego se iría? ¿Se quedaría a dormir con él?

Todo esto era nuevo para Santi, y se lo estaba pasando muy bien, pero se movía
en terrenos desconocidos para él.

Pero finalmente no pasó nada. Lulú no fue al hotel de Santi, y la bañera con
hidromasaje redonda quedó sin usar. Una pena. Un desperdicio.

Y Santi, que estaba súper cansado, se rindió ante el sueño, no sin antes despedirse
de su nueva amiga.

Y así, acabó el viaje de Lulú y de Santi a Machu-Picchu.

Lulú empezó a reprocharle a Santi por lo haberla invitado a tu tina de hidromasaje,


aunque, a decir verdad, ella no hubiera ido así la hubiera invitado. Solo quería
hablarle un rato. Después de unos cuantos mensajes más, se despidieron y ella
supo que tal vez nunca más volvería a verlo.

Al día siguiente, Lulú recibió un mensaje de Santi a su teléfono, en éste se despedía


pues ya partía hacía Lima y de allí a México. Ella se sintió triste pero no lo manifestó,
es que no tenía por qué estarlo, igual, era una persona que acababa de conocer y
su viaje apenas empezaba.

Santi se levantó muy pronto en Cusco, recogió sus cosas, desayunó con Derek y
se dirigió al aeropuerto para coger un vuelo que lo llevaría a Lima.
Todo fue realmente rápido, pronto se vió en un avión camino de su querida Lima.
Para Santi, Lima es una ciudad estéticamente muy fea, pero a la que le tiene mucho
cariño por muchos motivos.

Santi iba muy triste en el avión, pensativo, meditabundo y solo pensaba en Lulú. La
razón le decía que no la iba a volver a ver, sin embargo el corazón le decía que eso
no debía pasar pero.... era imposible, no la volvería a ver.

¿Por qué Santi estaba tan triste? No hay explicación racional para esto.

Santi le mando un whatsupp, pidiéndole que le mandara fotos de su viaje, era una
forma de estar en contacto y de saber por dónde iba a estar, aunque a la vez
pensaba que una chica tan guapa, recorriendo tantos países, pronto le olvidaría, y
un día desaparecería de su teléfono móvil.

Santi no había conocido muchas chicas como Luisa, pero si había conocido muchas
chicas españolas, para las cuales en 48 horas ese encuentro en Machu Pichu no
sería más que un recuerdo, y en 72 horas, no sería nada más que una foto que la
chica podría enseñar a sus amigos y una historia que contar sobre dos europeos
que la acompañaron en una excursión.

Sin embargo, no todo estaba perdido. Tenía su teléfono móvil, aunque sabía que lo
podía perder, cambiar o rechazarle en whatsupp, pero sobre todo tenía que hacerle
su carta natal. Eso era algo que podía unirles por unos días. Y eso que Luisa era
acuario, y las acuario no son muy dadas creer en la astrología, puesto que son muy
racionales y cerebrales, pero la luna de lulú estaba en capricornio, igual que la de
Santi, y su ascendente era Piscis.

Recordamos al amable lector que Santi tenía el sol en Piscis cuando nació.
Parte 2

Durante los siguientes días todo volvió, aparentemente a la normalidad. Santi viajó
a México DF, país en el que estaba intentando hacer algunos negocios.

Derek voló a Holanda, para trabajar, ya que en Latinoamérica desde luego no había
hecho nada.

Y Lulú prosiguió su viaje por Latinoamérica.

Santi le envió algunas fotos de México DF, en la plaza principal, junto a alguna
iglesia, y él también recibió alguna foto.

Además, siempre que podía miraba la foto de perfil de Lulú y veía cómo iba
cambiando.

Todo seguía este ritmo lento y normal, y Santi regresó a España, pero antes recibió
una última foto de Lulú, en las cataratas de Iguazú, en Brasil.

Estaba guapísima, preciosa, muy linda, y le decía que de allí iba a Bolivia y luego a
Argentina, a ver a unos amigos.

A Santi lo de Argentina no le gustó nada, por no decir ni media, ya que los argentinos
tienen fama de devora mujeres, tienen lo que se dice en España, mucha labia, y
Santi sintió que Lulú podría enamorarse o tener una aventura en Argentina, y sintió
celos.

Santi volvió a España, y empezó su rutina normal. Pero antes tenía que cumplir una
promesa, tenía que hacer la carta natal de Lulú, y el primer fin de semana que pudo,
se quedó sólo en su despacho, y empezó a redactar esa carta Natal.

Mientras tanto, Lulú había desaparecido del celular de Santi, a veces veía que se
había conectado, pero no tenía ninguna noticia suya, y Santi pensó que nunca más
vería a Lulú.

Sin embargo, el primer fin de semana que tuvo libre, comenzó a redactar la carta
natal de su amiga colombiana.
Ya a estas alturas Lulú estaba por Bolivia dando continuidad a su viaje. Allí conoció
el Salar de Uyuni que a propósito es espectacular. Eventualmente pensaba en su
amigo Santi, pero a decir verdad no tendría ninguna excusa para volverle a ver y
realmente sentía que no había sido del todo sincero, así que empezó a desistir de
la idea de escribirle de nuevo.

En cada lugar que visitaba en su viaje, Lulú se tomaba fotos y las ponía en su perfil,
algo en ella sabía que Santi las veía. De manera que continuó su viaje tal como lo
había planeado… sin plan alguno.

Llegó el fin de semana, y Santi comenzó a hacer la carta natal de Luisa. Tenía todos
los datos necesarios, su fecha de nacimiento, el lugar e incluso la hora.

Santi estuvo mirando la imagen del cielo de Luisa y escribió esa carta lo mejor y lo
más sinceramente que pudo.

Lulú tenía ascendente piscis, esto es, el mismo signo solar que Santi. El ascendente
no es como uno es realmente, sino es como uno se presenta ante los demás, y
como nos ven también los demás.

El ascendente también nos indica cual es el planeta más importante de la carta, y


que tipo de persona somos. Piscis tiene dos regentes, Júpiter y Neptuno. ¿Cuál de
los dos planetas sería el de Lulú?

La luna de Lulú estaba en capricornio, un signo realmente no muy bueno, que indica
una infancia difícil, posiblemente mala relación con la madre o falta de cariño, y un
control importante sobre las emociones y los sentimientos.

Santi fue desgranando esa carta lo mejor que pudo, consultó libros, la leyó varias
veces, y una vez que terminó le envió la carta a su correo electrónico, y le puso un
whatsapp para que supiera que ya se la había enviado.

Por un lado, Santi estaba excitado y expectante. ¿Le gustaría a Luisa la carta? ¿Se
sentiría reflejada en ella? ¿Habría escrito algo que le pudiera molestar? Por otro
lado, también era consciente de que era uno de sus últimos cartuchos. Si la carta
no le gustaba a Luisa posiblemente no volvería a saber nada de ella. Incluso si le
gustaba a lo mejor tampoco volvía a saber nada.

Y después de eso llegó la oscuridad. A Santi ya no le quedaba nada más que


esperar a ver si esa chica colombiana le contestaba. Y con ese sentimiento terminó
su domingo por la tarde, y se fue a dormir.

Estaba para ese momento Lulú estaba en Argentina, realmente tenía miedo, pues
el paso por Bolivia excepto el salar, había sido un fiasco, las personas tenían un
trato brusco y lo único que quería era salir de ese país y llegar a otro lugar más
cordial. Por fin, habiendo pasado la frontera, Luisa llegó a un pueblo en Argentina,
allí se hospedó y cenó.

De nuevo llegó la sensación de soledad y abatimiento, era la noche de las velitas y


extrañaba a su familia. Quería estar con ellos y llegó a pensar en regresar y dejar la
aventura. Sin embargo, por terquedad o valentía, dejó esa idea de lado y salió a
caminar un rato.

De regreso al hotel, pidió prestado en la recepción un computador para descargar


las fotos en su memoria, una vez lo hizo, regresó a la habitación por su maleta, que
como recordaran, es el regalo que le había hecho su amigo Santi. Fue astuto, ahora
cada vez que diera un paso con ella, lo recordaría.

Llegó al terminal de buses de Jujuy que era el lugar donde estaba y de allí salía
para Iguazú. Cuando llegó a Iguazú, luego de veintitantas horas de viaje, se dio
cuenta que había extraviado la memoria en donde tenía todas sus fotos, al parecer
se había perdido en Jujuy. Esta pérdida la había hecho sentir muy triste, realmente,
quería tener esas fotos, eran para ella como un trofeo y un recuerdo del acto heroico
que había hecho por ella misma. Sumida en mucha tristeza, recordó que su amigo
Santi había hecho un recorrido parecido por lo menos en Perú y pensó, que quizá
él podría enviarle algunas de sus fotos y de paso, pensó, que esta era una excusa
perfecta para escribirle de nuevo.

Así fue, tan pronto tuvo datos en su teléfono, le envió un mensaje diciendo lo que
había sucedido y le pidió alguna de sus fotos. Casi de inmediato Santi le respondió
diciendo que sí y al otro día empezaron a llegar las imagenes. Este le pareció un
lindo detalle de su parte, de paso le envió fotos de su viaje a México y ella tuvo la
sensación que sería estupendo estar allí con él.

Pasaron tal vez dos días más y al correo personal de lulú llegó un mensaje de Santi.
En el mensaje la saludaba y hacía una introducción rompe hielo que expresaba “Lo
prometido es deuda, y ahí te envío tu carta natal. Me encantaría que la leyeras y me
dieras tu opinión sincera, y me comentaras si te has sentido identificada o no.”
También, escribió su número de celular personal, ya que en el restaurante de Aguas
calientes solo había dejado su teléfono del trabajo. La razón de enviar su móvil
personal, era que lo podía llamar en cualquier momento, pues en el otro sería difícil
ubicarlo los fines de semana; esto, intrigó a Lulú, sin embargo, la frase que venía a
continuación le impresionó aún más: “Espero que todo vaya bien por Bolivia, y que
tu viaje te de todo aquello que buscar. Fue un placer conocerte, me supo a muy
poco, y espero poder verte pronto. Pienso mucho en ti, quizá demasiado… Te
mando un beso. Cuídate mucho”

Lulú, antes de abrir el archivo adjunto, leyó no menos de diez veces el correo.
Trataba de entender cada palabra que le decía. Se sentía alagada y definitivamente
feliz.

Una vez salió de su desconcierto, abrió su carta natal. A decir verdad, le causaba
una curiosidad impresionante, sin embargo, Lulú era un poco incrédula de esas
cosas, pero ya que era un viaje de aventura, decidió darle una oportunidad a lo
nuevo y la leyó con anhelo.

En principio, Santi agradecía por permitirle hacer la carta natal a Lulú y acto seguido,
se dispuso a explicar teóricamente el por qué y el cómo afectan las energías de los
astros el momento en que las personas nacen y cómo influye este hecho en el resto
de su vida.

Escribió que Lulú era una persona racional, siendo la mente la que predomina sobre
los instintos y sobre las pasiones. Con una mente rápida, original y con gran
capacidad de inventiva, era capaz de tomar decisiones muy rápidamente, a veces
impredecible. Sin duda, Lulú se sentía identificada.

Mencionaba también que para ella podía ser difícil separar la amistad del amor y
que podía verse afectada por los problemas humanitarios. En ese momento Lulú
detuvo la lectura y pensó que no estaba muy segura de esto, sin embargo siguió.
Llegó a un párrafo que en definitiva le encantó decía algo así “Buena conversadora,
inteligente, encantadora, elegante y con un aire a veces pensativa, puedes parecer
fría y poco cercana en algún momento… dotada de un gran magnetismo, pero
tendrás una tendencia a esconder tu verdadera personalidad a los demás. En
algunos momentos, sentirás que tienes que abandonar todos tus proyectos para
volver a empezar de nuevo” esto sí que llamó la atención a Lulú, estaba encantada
y no podía parar de leer.

Más adelante, mencionaba que era espontanea e impulsiva, poco convencional,


muy original y algo rebelde, de nuevo daba en el clavo. Refería que era probable
que la infancia hubiera sentido que le faltaba cariño, en especial de madre y que
hubiera tenido que asumir grandes responsabilidades… como ya adivinaran, de
nuevo le atinaba a todo.

Luego de leer detenidamente las doce páginas que contenían la carta natal de Lulú,
decidió leerla de nuevo y así fue tres veces más. Estaba sorprendida y maravillada
de ver lo bien que la había descrito, pero, también preocupada por ver lo bien que
la había descrito… ¡estaba desnuda ante él!

Finalmente, la carta cerraba con la siguiente frase “Y recuerda que el destino está
siempre en tus manos, tú eres el piloto de tu nave espacial y si tú quieres y
realmente lo deseas, conseguirás todo aquello que te propongas” eso fue lo mejor,
sentir que la vida misma era el contexto por el cual transitar, pero era Ella la que
decidía como pilotear y llevar le mando, era libre de decidir, era libre de escoger el
camino y era libre de dejar atrás lo que tanto daño le había hecho y en ese momento
gracias a su amigo, que sin saber acababa de cambiar la vida de Lulú, ella decidió
ser feliz.
Lulú le envió un mensaje a Santi, agradeciéndole por la carta, le hubiera gustado
escribir más, pero sintió un poco de pena colombiana que sería la vergüenza
española, le hubiera querido decir que le gustaría verlo de nuevo y hablar más con
él, contarle más de su vida y así mismo saber más de aquel hombre que ahora
estaba en su pensamiento. Sin embargo, se limitó a agradecerle y a pedirle la carta
natal de él, pues también quería tenerlo desnudo y estar en igualdad de condiciones.

Santi recibió unos días después un email de Luisa, en el que le daba las gracias por
la carta. Además, le decía que le había sorprendido que la carta cuadraba bastante
bien con quien era ella, a pesar de que había algunas cosas en las que no y que en
general le había gustado.

Por último, Lulú le pedía en el email que le enviase su carta natal, puesto que así
estarían en igualdad de condiciones.

Santi se alegró muchísimo de aquel email. Primero porque lo había contestado. En


segundo lugar porque la respuesta había sido positiva, y en tercer lugar porque al
pedirle algo, la comunicación seguía abierta, y eso era algo que a Santi le interesaba
en sobremanera.

Sólo había un problema, bueno dos. En primer lugar Santi nunca se había hecho la
carta natal así mismo. Y en segundo lugar la carta natal de Santi era complicada, y
si ella era sutil, se desnudaría ante Lulú.

La única carta natal era la que Karin Silveyra, reconocida astróloga argentina,
residente en España, y que era la persona que había enseñado algo de astrología
a Santi.

No solo le había enseñado astrología, era la persona que había contestado a un


email de Santi hacía unos años, y le había ayudado a cambiar todo.

Porque Santi estaba cambiando toda su estructura interior.


Después de meditarlo un poco, Santi pensó que lo más sincero y transparente era
enviarle la carta natal que Karin le había hecho unos años atrás, así que, después
de pensárselo un poco, se la envió por correo electrónico a Lulú.

Volvió a tratar de mostrarse cariñoso en el correo, con la esperanza de que ese


canal de comunicación que se había abierto, sirviera para acercarla a Luisa. No
sabía cómo, pero él quería que así fuese

Redactó el correo, le adjuntó el archivo, y le dio a enviar.

La bomba estaba lanzada pensó

Santi tenía el sol en Piscis el día de su nacimiento, muy cerquita de acuario, el signo
solar de Lulú y la Luna en Capricornio, como ella.

Piscis era, para Santi, el signo más complicado que podía haber, no porque fuera el
suyo, sino porque Piscis podía ser cualquier cosa.

Las personas nacidas bajo el signo Piscis tiene dos regentes, Júpiter, el astro de la
buena suerte, del crecimiento, de la expansión... que también puede ser
exageración y excesos, y Neptuno, el planeta descubierto durante el siglo XX, que
representaba la espiritualidad, la intuición, el idealismo, el darse a los demás, la
ilusión, pero en su vertiente negativa significa la negación de uno mismo, la no
aceptación de la realidad, problemas con las drogas, etc.

Sin embargo, Santi era ascendente Sagitario. El ascendente es el signo del zodiaco
que estaba amaneciendo en el firmamento en el momento del nacimiento, y su
planeta regente es el planeta más importante en la carta natal de una persona.

El regente de sagitario es Júpiter, así que Santi era un Piscis "jupeteriano", aunque
siempre tendría algo de Neptuno.

La carta natal que Santi envió a Lulú explicaba esas cosas, y alguna más, algunas
relativas a su Luna, a su Venus, a su Marte y a su Saturno que eran verdaderamente
importantes.
Pasó el tiempo, Lulú regresó de su viaje a su natal Colombia y ya poco escribía a
su amigo Santi. La carta natal que le había prometido nunca llegó y ella daba por
asumido que no volvería a saber nada de él. Solo tenía su número de celular y por
lo tanto, su foto de whatsapp, que veía de vez en cuando, lo que no era práctico,
pues solamente ponía fotos de paisajes o imágenes de un alto contenido espiritual
-entiéndase espiritual, no religioso-.

Se acercaba la navidad y Lulú estaba de nuevo con su familia. Aunque parezca


increíble, el viaje y las palabras de su amigo Santi le habían cambiado la perspectiva
de la vida y todo ahora parecía más fácil. Buscó un nuevo empleo, se alejó de
amistades que nunca lo fueron, contempló la posibilidad de empezar una
especialización en una reconocida universidad de su ciudad natal… en fin, modificó
esquemas que antes la sumergían en la rutina.

Un día, pensó en su amigo Santi y vio su foto de perfil de whatsapp. Pensó que el
mundo caía a sus pies cuando lo observó sonriente, abrazando a una mujer que
tendría más o menos su edad. Sin explicación alguna, sintió ira y celos. Pese a no
haber sido técnicamente engañada, ella sabía que Santi no había sido del todo
sincero en Cusco y teniendo en cuenta que era un hombre que superaba los
cuarenta años, era de esperarse que fuera casado, pero en el fondo de su corazón,
Lulú esperaba que no fuera así –además no portaba anillo de bodas-, pues hasta
ese momento en que vio la foto, quería verlo de nuevo y por qué no, darse una
oportunidad nuevamente.

Molesta, decepcionada y triste, Lulú decidió bloquear a Santi en su whatsapp pues


le había afectado realmente el hecho y prefería no saber nunca más de él.

De este modo, por lo próximos cuatro meses, la vida de Lulú se limitó a su trabajo,
salidas con amistades superficiales y relaciones vacías, ella definitivamente había
dejado de creer en los hombres y ya no quería ser lastimada de nuevo. Le
sorprendió ver lo mucho que la foto de Santi le había afectado… ¿será que se había
enamorado? No era posible a penas lo conocía…
Después de haber enviado su propia carta natal, Santi no volvió a tener respuesta
de su amiga colombiana. Vió gracias a las fotos de whatsupp y a sus estados que
había vuelto a Colombia antes de lo previsto y que finalmente iba a pasar Navidades
con su familia en Colombia.

Realmente Santi sospechó que su ex-novio se había puesto en contacto con ella, y
Lulú había vuelto a sus brazos. Este pensamiento le provocó una gran decepción,
puesto que pensó que no era tan aventurera como él había pensado, sino que sólo
se había ido de viaje esperando a que su novio le llamara, le pidiera disculpas y
volvieran a empezar.

Pero su corazón no creía esa sospecha, su corazón seguía sintiendo cosas


inexplicables desde un punto de vista racional.

Santi observó las fotos de whatsupp de Luisa, en varios lugares de Sudamérica,


junto a su árbol de navidad en su casa, y un día cerca del final de año, vió a Luisa
abrazada y riendo junto a un chico que tendría más o menos su edad.

El chico era muy guapo, y a los dos se les veía muy felices en la foto. Se veía
además que la foto estaba hecha en un lugar de fiesta o de celebración, y Luisa
parecía feliz.

Santi se vino abajo, y pensó que Lulú estaba saliendo con otra persona, no sabía si
era su ex novio o un nuevo novio, pero estaba claro que era alguien muy especial.

En ese momento, en Navidades, que suelen ser unos días tristes a pesar del ruido,
las luces, los regalos, etc, Santi sintió que había perdido a Luisa, sintió que nunca
más la volvería a ver, sintió celos del chico, rabia contra ella y en su cabeza dio por
terminada su relación con Luisa.

Pensó en enviarle un mensaje de Feliz Navidad, o Feliz año 2.014, pero no lo hizo
puesto que pensó que no tenía sentido.

Santi decidió dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo, a su negocio, a hacer deporte,


a leer. Decidió que quería estar sólo, que no quería tener ninguna relación más, que
trataría de viajar lo más posible, puesto que era lo que más le satisfacía en esos
momentos.

Súbitamente, su interés por Colombia descendió mucho. A pesar de lo bonito y


maravilloso que es ese país, dos personas nacidas en ese territorio le habían hecho
daño. La primera le había usado, engañado, sacado dinero y se había portado
realmente mal con él. Y la segunda, después de haber comenzado un viaje por el
que Santi la admiraba, había vuelto a Colombia y en menos de un mes ya estaba
ennoviada.

Pensó que nunca más volvería a tener ningún tipo de relación con una chica nacida
en ese país. Y se sintió realmente estúpido, por pensar que una chica inteligente,
joven y guapa se podía haber fijado en él, y que era totalmente lógico lo que había
pasado. ¡Que ciego había estado!

Santi decidió y sintió que su vida amorosa había terminado y durante los siguientes
meses, se dedicó a trabajar como un animal.

De vez en cuando pensaba en Lulú y miraba su foto de perfil hasta que un día
desapareció. Santi pensó que le habían borrado de la libreta de direcciones y que
el whatsupp estaba configurado para para que sólo los contactos pudieran ver la
foto de perfil.

Santi sintió que no volvería nunca a ver a Luisa, y sin embargo, de vez en cuando
pensaba en ella, y miraba las fotos que se hicieron en Machu Picchu para que no
se le olvidara su bello rostro.

Parte 3

Empezó un nuevo año. Lulú había empezado un nuevo trabajo como Psicóloga en
una empresa más bien pequeña. No tenía una relación afectiva con alguien y
aunque se sentía un poco sola, estaba realmente tranquila. Un día, un poco antes
de su cumpleaños que era en febrero, apareció su exnovio, aquel por el que había
tomado la decisión de dejarlo todo y escapar.
Esto sorprendió a Luisa, quien se encontraba en medio de sentimientos
encontrados. Por una parte, era la persona a quien tanto había querido, o al menos
eso creía; por otra parte, era la persona que más daño le había hecho. Él estando
con ella en una relación, le había ocultado que había una compañera de su trabajo
a la que había dejado embarazada y gracias a este traspié, Lulú había quedado
envuelta en medio de chismes que finalmente acabaron con su trabajo.

Lulú decidió encontrarse con él y hablar un poco de lo habían hecho cada uno por
su lado, con tan buena suerte, que de parte de este hombre solo recibió reproches
y en algún punto acalorado de la discusión, recibió gritos agresivos. Esa fue la pauta
que llevó a Lulú a alejarse definitivamente de él y, sin decirle ni una palabra se fue
del lugar. Jamás volvió a saber de su paradero, lo eliminó de todos sus contactos,
de todas las redes sociales en las que pudiera estar, borró todas sus fotos, tiró todos
sus regalos, se alejó de todas las personas que pudieran tener amistad en común
con él, en realidad, lo eliminó de su vida para siempre.

Aunque fue una difícil decisión, lulú, era una persona resuelta y una vez la tomaba,
no daba el brazo a torcer aunque le doliera.

A mediados de marzo, por asuntos laborales, Lulú debió trasladarse a vivir a una
pequeña ciudad de su país. Era la primera vez que viviría sola, es decir sin sus
padres. Esto fue magnifico. Allí era dueña absoluta de su tiempo, debía preparar
sus alimentos, lavar su ropa, organizar el tiempo, trabajar y en general, hacer lo que
una mejer de veinticinco años debe hacer para vivir.

La ciudad era hermosa, las personas eran cordiales, el clima cálido y las calles
limpias, incluso pensó en no regresar a la capital que era donde vivía con sus padres
y su hermano que estaba recién llegado de vivir una temporada en el Reino Unido.

Estando en esa ciudad, cuyo nombre es Manizales, recibió un mensaje a su correo


personal que la dejó en shock. En éste, recibía un saludo de lo más informal en el
que además le reprochaba por que no la había vuelto a ver por el whatsapp.
Santiago, que si saberlo, había sido el más grande amigo que ella había tenido en
toda su vida, pues le había mostrado que ella tenía la capacidad de decidir, le había
escrito que estaría por Bogotá y que se podrían ver ese fin de semana. Lulú que
estaba acostada en su cama cuando leyó el mensaje, tuvo que sentarse para salir
de su asombro, pues pensó que nunca más sabría de él.

Cuando identificó en el mensaje que él había notado su ausencia en el whatsapp,


sintió primero mucha pena colombiana y posteriormente risa ya que ella lo había
bloqueado en un arranque de celos inexplicables, lo que por supuesto, nunca le
revelaría a Santi. De este modo, lo que hizo en ese momento fue desbloquearlo y
decirle que había perdido su teléfono, así que no tenía su número guardado, lo que
era una excusa curiosa y rebuscada, pues la tarjeta que le había dado en el
restaurante de Aguas calientes en Perú, aún la llevaba consigo.

A la cita de reencuentro que le proponía quien volvía a ser su amigo, tuvo que
negarse, ya que en ese momento estaba trabajando en otra ciudad del país y no
tenía dinero para comprar el billete de avión a Bogotá, -lo que por supuesto tampoco
le diría-. Esto al parecer le molestó a Santi, quien en dos segundos le recriminó que
en ese caso viajaría a Iquitos en Perú con unos amigos y que entonces ya no sabría
cuando regresaría a Colombia.

Lulú, muerta de piedra, que sería como la ira colombiana, le contestó con igual
antipatía diciéndole que en ese caso si él no podía viajar a Manizales y ella no podía
ir a Bogotá, pues no había más opción que no verse. Y así fue, no se vieron para
entonces y saber que algo en su interior se movía con fuerza cuando supo de Santi
la agobió bastante.

El año 2.014 empezó para Santi de lo más apático, y con toda su energía centrada
en su trabajo. La tercera semana de enero la pasó completa en Holanda y como le
había hecho miembro del Management Team, una especie de órgano consultor del
grupo, tenía que ir a este país un par de días al mes, vía Dusseldorf.

Durante el mes de febrero Santi viajó a Argentina y a Brasil. Pensaba mucho en


Luisa, pero más en el sentido de lo que pudo haber sido y no fue, miraba sus fotos
en Machu Pichu, y sentía que no la volvería a ver, pero no podía olvidarse de ella.
Durante el mes de marzo Santi tenía que viajar una semana a Perú, y luego a
Colombia. Inmediatamente se acordó de Luisa, y pensó que era su oportunidad para
verla. Sin embargo, Luisa ya no aparecía en el Whatsupp, quizá porque había
cambiado de teléfono o había perdido los contactos, pero todavía le quedaba el
correo electronico.

De esta forma, Santi le envió un correo electrónico a Luisa, contándole su viaje, y


diciendo que a lo mejor se podían ver en Bogotá el fin de semana.

Rápidamente, Luisa le contestó por whatsupp, le contó que había perdido todos los
contactos, y que estaba en una ciudad al norte de Bogotá que se llama Manizales.
Luisa le explicó a Santi que no podían verse, que tenía mucho trabajo el fin de
semana y que no podría ir a Bogotá.

Al escuchar eso, Santi pensó que Luisa estaba ya con alguna otra persona, y que
ese era el verdadero motivo por el que no iba a viajar a Bogotá, y le dio mucha pena
(española) y mucha rabia.

Una vez más pensó que había perdido la posibilidad de ver a Luisa, lo único que
había ganado era que volvía a aparecer en su whatsapp y por tanto poder ver su
foto de perfil, su estado e incluso hablar con ella.

Durante la semana que estuvo en Perú Santi organizó un viaje a la selva peruana,
concretamente a Iquitos.

Fue con un cliente y su mujer con los que tienen una muy buena relación y reservó
un hotel en la selva en el que no había energía, por la noche uno se movía con
linternas, y por supuesto no había teléfono móvil.

Santi aprovechó ese fin de semana para desconectar y fundirse en la naturaleza.


Disfrutó cada momento, cada paisaje, cada olor, cada sabor y se olvidó que había
algo distinto a la Selva. Durante ese viaje se sintió muy sólo, pero a la vez, unido
con el Universo, con la Naturaleza, con la vida. Fue, junto con el viaje a Machu
Picchu, un viaje que le marcó profundamente.
Durante el viaje pensó en Luisa, pensó que esa chica no tenía ningún interés en él,
que tenía 20 años menos, que era colombiana y él español, y que nunca la vería
más. Pensó realmente que ella no había hecho ningún esfuerzo para verle, y en
aquella época, Santi no viajaba más de dos veces al año a Colombia, y no era el
responsable de ese territorio.

Por segunda vez en su vida, pensó que nunca más vería a Lulú, y sintió pena
(española) y desasosiego.

Tras pasar el fin de semana en Iquitos, Santi viajó a Colombia, y pensó en Luisa,
pero tenía muchísimas visitas y trabajo. El jueves, cogió un avión en el aeropuerto
de El Dorado, en Bogotá, y volvió a Madrid.

Luisa, entre tanto se sentía bastante mal por no haber podido ver a Santi, esta vez
en su propio país. Era una oportunidad única, podría haberle preguntado con quién
vivía en España, si era casado, saber un poco más de sus intereses, darle las
gracias por cambiar su vida y muchas cosas más de las que ahora se había perdido.

Desde ese día en abril, volvió a ver sus fotos en el whatsapp y solo esperaba no
volverlo a ver con otra chica o sería definitivo el rompimiento a cualquier amistad.

Lulú terminó su viaje de trabajo, que casi se extendió a cuarenta días en esa
pequeña y agradable ciudad. Cuando regresó a Bogotá, se dedicó de nuevo a su
trabajo de lleno y empezó a ver la posibilidad de estudiar en la universidad de sus
sueños. De forma brusca, descubrió que era muy costosa y que en esa empresa,
aunque le tuviera gran aprecio no lo lograría, pues su asignación salarial era
realmente baja. Fue entonces cuando empezó a buscar trabajo y empezó un
proceso de selección en la que fuera más adelante el mejor lugar donde había
trabajado…

Pasaron un par de meses y como todo en la vida de Lulú, hubo varios cambios,
todos extremos. El primero, en orden cronológico, fue que pasó los exámenes en la
universidad de sus sueños, así que muy motivada por esto, adquirió un préstamo
en un banco y pago su primero de tres semestres. El segundo cambio, fue que
consiguió su trabajo nuevo, con un salario que triplicaba el que tenía y con un cargo
y responsabilidades más ambiciosas.

Pero fue el tercer cambio el más extremo de todos, Santi le volvió a escribir. Esta
vez más sutil y claramente prevenido. En esta oportunidad, no la invitó a salir, en
esta oportunidad no era Lulú el centro de su viaje, por el contrario tuvo la excusa
más rebuscada y tierna que encontró. En esa ocasión, venía a Colombia con su
jefe, así que le preguntó a Lulú si conocía un hotel de muy buen nivel en Bogotá
para él y su jefe. Lulú, que aunque 21 años menor que Santi, era bastante inteligente
y pensó… cómo es posible, que un hombre de negocios que viaja por el mundo y
que siempre va a los mejores sitios, me esté preguntando a mí por un buen hotel en
Bogotá, cuando ni siquiera he dormido nunca en uno pues allí vivo…

Esa lógica, le llevo a una conclusión, le quería ver, pero no quería sentirse
rechazado, como seguramente se había sentido hace un par de meses cuando Lulú
no pudo ir a su encuentro. Luego de tanto atar cabos, que a lo mejor ni existían,
Lulú llamó a su hermano que era mucho más curioso y le preguntó por un buen
hotel. Tan pronto le refirieron uno de los más costosos que el hermano de Lulú había
escuchado, le escribió a Santi que se hospedaran en el hotel cosmos.

Luego de la respuesta, Santi le preguntó a Lulú si en la noche del viernes, una vez
su jefe se fuera para Europa, quería ir a cenar, a lo que Lulú de inmediato respondió
afirmativamente. A partir de ese momento, los días pasaron súper lento para Luisa,
que solo quería ver a Santi nuevamente.

Una vez llegó el día, Lulú estaba naturalmente ansiosa. Justo ese día, su jefe le
había puesto muchas actividades, pues en una semana se iba para su nuevo trabajo
y tenía que dejarlo todo al día. La cita era a las 7pm en la recepción de hotel y eran
las 6:15pm y ella no salía de su trabajo. Estaba de mal genio y su apariencia no era
la mejor, así que, de la manera más inusual pidió prestado un poco de base para el
rostro y se maquilló para disimular con su amigo las terribles ojeras que tenía. Se
cepilló el cabello y salió a su encuentro.
Estaba a una calle del hotel y el corazón de Lulú quería salir del pecho, estaba
asombrada de sentir eso, pues hace mucho tiempo no se sentía de esa manera y
definitivamente, jamás había sentido algo así por una persona que había visto solo
una vez, pero ella pensaba que eso era bueno.

Estaba inmersa en sus ideas, cuando de repente, exactamente igual a como estaba
en MachuPicchu, lo vio, tardó un segundo en que sus miradas se cruzaran y a la
vez, los dos dejaron ver la incontenible alegría en sus rostros. Se dieron dos besos
en las mejillas “al estilo español” y se sumergieron en un afectuoso abrazo. Fue
increíble. Fue como ver a alguien a quien quieres con el corazón y hace mucho
tiempo no tenías a tu lado, fue simplemente mágico… no podría explicarse, tal vez
si Lulú pudiera resumirlo en dos palabras, serían paz y gratitud.

La vida de Santi continuó como había ido transcurriendo durante los últimos meses.
Trabajo, trabajo, y más trabajo, y algo de familia e hijos.

Durante finales del mes de mayo, el dueño de la empresa en la que trabajaba Santi
le propuso realizar un viaje a Sudamérica, con objeto de ver qué posibilidades había
en este continente, fundamentalmente en México y Colombia.

Santi preparó a conciencia el viaje, puesto que era la primera, y posiblemente la


última vez que viajaría con el viejo gruñón holandés, pero también, inmediatamente
se acordó de Lulú.

Sin embargo se sentía muy inseguro ante ella, y no sabía muy bien como intentar
quedar con ella. Santi pensaba que Lulú estaba saliendo con alguien, normal para
una chica tan guapa y de su edad, y más en un país como Colombia, en el que
hacer relaciones rápidas no es difícil. Además, la última vez le escribió no pudo
viajar a Bogotá, y esto, aparte de frustrar a Santi le provocó grandes dudas.

Sin embargo, decidió volver a escribir a Luisa, y en lugar de pedirle una cita
directamente (el marte de Santiago está en Aries, aunque en conjunción con
Saturno) le pidió consejo sobre qué hotel podía ser adecuado para alojarse en
Bogotá.
Se armó de valor, y le escribió nuevamente, esta vez no para pedirle una cita, sino
para pedirle un consejo.

Afortunadamente para Santi Luisa le contestó muy rápidamente, y a los pocos días
le recomendó uno que se llamaba Cosmos 100.

Santi ya había estado en Bogotá varias veces, y sabía que cualquier hotel en el
norte de Bogotá, cerca de la calle 93, sería adecuado. Pero usó la escusa del hotel
como gancho, y funcionó.

Santi volvió a armarse de valor, y tras intercambiarse unos correos insustanciales,


le contó a Luisa que su jefe se iba el viernes 13 de Junio al medio día a Holanda, y
sin embargo él se iba el sábado 14, y a lo mejor se podrían ver.

Lo que no sabía Lulú en ese momento, es que el viernes 13 al medio día y por la
noche también había un avión, uno de Iberia y otro de Avianca, que iban a Madrid,
y Santi no los había tomado. ¿Por qué querido lector? Pues porque quería ver a
Luisa.

Después de un viaje agotador con su jefe, en el que ocurrieron algunas incidencias


en México (lugar equivocado) Santi llegó a Bogotá. Estuvo dos días viendo clientes,
y el viernes al medio día, vió al último con su jefe, mientras jugaban las selecciones
de España y Holanda un partido del mundial.

España perdió 5-0, y tras la reunión, Santi acompaño a su jefe al aeropuerto, y de


ahí se fue al cosmos 100.

Santi llegó aproximadamente una hora antes de su cita con Lulú, y no tenía nada
preparado. Estaba muy nervioso por la cita, tenía muchísimas ganas de verla, pero
por otro lado tenía miedo de que ella no fuera la misma chica que él recordaba de
Machu Pichu, y esa magia que él había sentido y todavía sentía, desapareciese
porque ella no mostrase interés en él.

Santi se duchó y se vistió, y unos 10 minutos antes de la cita, bajó al hall del Cosmos
100 a esperarla.
No tuvo que esperar mucho, puesto que a través de los cristales la vio. Su corazón
empezó a latir de nuevo, era más guapa de lo que él imaginaba, y en cuanto vio su
sonrisa, sus miedos desaparecieron y sintió que conocía a Luisa de siempre.

Lulú y Santi se besaron en las mejillas, dos besos, pero luego se dieron un abrazo,
tierno y largo. Y todos sus miedos desaparecieron. Santi sintió que Lulú era la
misma chica que conoció en Machu Picchu, sólo que estaba más guapa todavía,
tenía mejor aspecto y estaba muy feliz.

Santi estaba nervioso e inseguro, pero trató de no transmitirlo, todo lo contrario, y le


propuso ir a cenar a Lulú.

Santi no sabía dónde llevarla a cenar, pero rápidamente Luisa propuso un sitio, que
más adelante será realmente familiar para el lector, el Creps and Waffles cerca el
parque de la 93 aunque a él le daba exactamente igual. A partir de ese momento,
el mundo desapareció para Santi, y solo Lulú existía. Miraba cada gesto, cada
mirada, cada sonrisa sin que ella se diera cuenta, y la alegría volvió al corazón de
Santi.

El sitio estaba relativamente cerca del hotel, así que fueron andando hasta el
restaurante, entraron y los acomodaron al fondo del mismo. Santi no recuerda que
pidió y Lulú pidió una crepe con camarones.

Durante toda la velada estuvieron hablando, recordando el viaje a Machu Picchu y


hablando de la vida, con generalidades.

Todos los temores que Santi podía haber tenido desaparecieron, vio que Lulú se
volvía a comunicar con ella igual que en Perú y disfrutó cada minuto de la velada.

El tiempo pasaba realmente rápido, y pronto la cena termino. Santi le preguntó a


Lulú que si tomaban un trago o algo así, y Lulú le dijo que si, que no había problema.
La pareja de todavía amigos, empezó a caminar por las calles de Bogotá, y pronto
decidieron que era mejor ir a tomar algo al bar del hotel, era mucho más seguro.

Caminaron ya de noche hacia el hotel, y justo antes de llegar tuvieron que cruzar
una avenida amplia. Para evitar ir hasta el semáforo e ir rápido y no mojarse, puesto
que estaba lloviendo, decidieron cruzar la calle a lo que Lulú llamo "a la colombiana",
esto es cruzando la avenida sin usar un semáforo y/o un paso de cebra.

Santi le dijo que no había ningún problema, pero cuando fueron a cruzar le cogió de
la mano.

Santi sintió un latigazo, ella no le rechazo, todo lo contrario, y estaba realmente feliz.

¿Qué pasaría al llegar al otro lado de la calle?

Cruzaron la calle, nadie los atropelló, afortunadamente, pero al subir a la acera Lulú
soltó la mano de Santi.

¿Qué había sido eso? ¿Por qué había cogido la mano y luego la había soltado?

Una vez el tremendo abrazo de reencuentro en Lulú y Santi terminó, terminó, Lulú
lo observó a los ojos y era el mismo que había dejado en la puerta del hotel de
Cuzco. Le fue tan familiar como alguien que cocía de siempre y sintió absoluta de
confianza, haría con él lo que fuera, pondría su vida sus manos. Que energía tan
increíble y tan bonita desprendía de su ser aquel hombre que hasta ese momento
fuera su amigo.

Santi le preguntó a Lulú en donde quería cenar, lo que la avergonzó un poco, pues
ella en realidad no frecuentaba lugares muy costosos y sentía un poco de reserva.
Se le ocurrió que lo mejor que había en la zona, era un lugar para comer pescados,
así que lo propuso.

Casi, muere de legítima pena colombiana, cuando su amigo le recordó que era
alérgico a los pescados y podría morir si comía un poco. “trágame tierra” pensó Lulú.
Recordó entonces que había un legar que era su restaurante favorito, no el más
elegante de la ciudad, pero si el que a ella más le gustaba. Lulú era espontanea, así
que decidió ser ella misma y no tratar de impresionar a Santi. Finalmente, tenía el
presentimiento que esa noche terminaría diferente a todas.

Llegaron a crepes que era el nombre del lugar. Ella que no era alérgica no se cohibió
de unos camarones al ajillo. Él por su parte, pidió un plato de pollo con champiñones
y de beber, los pidieron jugo de mandarina. Mientras cenaban, hablaban de todo un
poco, recordaban el viaje y se contaban lo que había pasado luego, Lulú, le contó
el resto de su viaje. Por su puesto, evitando dañar la noche, que hasta el momento
era perfecta, no se tocó el tema de las fotos con acompañantes en el whatsapp, ni
de si Santi era casado o si Lulú tenía novio de nuevo. El temor de saber la respuesta,
llevó a que los comensales no se refirieran al respecto.

Una vez acabada la cena, se dispusieron a pedir un postre recomendado por Lulú,
fondue de chocolate, frutas y helado, era delicioso y además era para compartir,
eso resultaba excitante para lulú, sin embargo, espontanea como siempre, empezó
a comer y sin darse cuenta, tenía un poco de chocolate regado en la barbilla. Esto
a Santi le pareció gracioso, o excitante, o tierno, o quizá divertido, en fin, la cuestión
es que primero le hizo una foto y luego le retiro el chocolate con una servilleta, esto
decepcionó un poco a Lulú, quien esperaba en el fondo que se lo quitara con un
beso…

Tomaron un taxi al hotel, en donde iban a tomar un coctel. Estaba lloviendo y debía
cruzar una calle de ocho carriles, así que sin la menor vergüenza, Lulú tomó de
mano a Santi y empezó correr en medio de los carros, mientras le gritaba a Santi,
que estaban pasando la calle a la colombiana.

Al llegar al hotel, estaban un poco mojados por la lluvia y hacía frio. Se sentaron en
una esquina del salón y Santi pidió un pisco, muy romántico de su parte. Lulú en
cabio se moría de antojo por una piña colada, muy práctico de su parte. Brindaron
a salud de los dos y agradecieron el reencuentro.

Hablaron un poco más y pidieron una segunda ronda de cocteles. Se miraron por
unos segundos directo a los ojos, como si no hubiera palabras por decir y se
besaron. Fue un beso corto, torpe, tierno, penoso y al parecer con alguna carga de
culpa por parte de los dos. Santi en ese momento invitó a Lulú a terminar en su
habitación el coctel y ella accedió.

Ya en la habitación, soltaron sus copas, se les olvidó lo rico de coctel y se


encontraron en un beso, esta vez intenso y fogoso. En cuestión de segundos Lulú
tenía el pecho desnudo y Santi disfrutaba el paisaje mientras sentía en sus manos
el tibio pecho de aquella chica. Ella no podía parar, sentía las manos tiernas,
suaves, delicadas e inquietas de Santi. Su cuerpo estaba excitado y solamente se
dejó llevar.

Lulú empezó a desnudar a Santi. Al quitarle la camisa blanca que le cubría,


descubrió un dorso espectacularmente cuidado, se notaba que hacía ejercicio.
Tenía pecho fuerte y abdomen definido, olía delicioso. Su corazón latía a mil por
minuto. Ya no había paso atrás y aunque lo hubiera, ninguno de los dos estaba
dispuesto a darlo.

Ya estaban recostados en la cama sintiendo sus pechos desnudos y medio de


besos y caricias, terminaron de desnudarse. Sin dejar de observar la belleza del
otro, sentir la respiración y disfrutar el momento. Después de todo, era la
recompensa después de ocho meses de espera.

Terminaron exhaustos y satisfechos, no hubo una sola palabra. Sus ojos lo decían
todo, ambos lo necesitaban. Era increíble, pero para ese momento ya se querían.
Para ese momento, ya eran parte del otro y sin referirse a ello, sabía que algo
hermoso acababa de empezar.

Después de cruzar la calle entraron en el hall del hotel, que se llamaba Cosmos
100. Se acomodaron en el bar del hotel, en un sitio bastante recogido, y pidieron
unos tragos.

Por aquello de buscar lo que más les unía Santi pidió un Pisco peruano, que no
tenía que ver con el Pisco verdadero, y Luisa pidió una piña colada.

El sitio estaba bastante recogido, y no había mucha gente alrededor. Lo dos


brindaron, y hablaron un poco hasta que Santi se armó de valor y se acercó para
besarla..... Y Luisa se dejó besar.

Fue un beso corto, torpe, nervioso, pero a la vez delicioso, tímido, buscado,
romántico, y lleno de significado para los dos. Santi estaba en estado de shock, ni
en el mejor de sus sueños lo que estaba pasando podía haber pasado, y su corazón
latía con fuerza.
Santi le preguntó a Luisa si quería subir a la habitación, para estar más tranquilos
allí y ella accedió. Santi no se creía lo que estaba pasando y subió con ella a la
habitación.

Por un lado Santi se encontraba en una nube, aquella chica, a la que tanto deseaba
y por la que él sentía cosas muy especiales estaba subiendo con él a la habitación.
Sin embargo, él se sentía realmente inseguro, hacía muchísimo tiempo que no
estaba con una chica, que no besaba a alguien, que no se sentía a gusto, que no
amaba, en una palabra, que se sentía terriblemente inseguro.

Sin embargo, toda esa inseguridad desapareció con Luisa. Entraron en la habitación
y se besaron, esta vez mucho más apasionadamente, y se desnudaron. Hacía
mucho tiempo que nadie tocaba la piel de Santi, que nadie le olía, que nadie le
acariciaba y disfrutó de cada segundo.

Entre beso y beso, entre prenda y prenda, los dos se miraban y se sonreían. Pero
eran de esas miradas que lo dicen todo.

Santi, la desnudó como si de una maravilla del universo se tratara. Admiró su


cuerpo, sus senos perfectos, sus curvas, su piel, su olor, la dulzura de sus besos,
el sabor de su piel y se sumergió en ella.

Santi se dejó llevar por primera vez en su vida. Nunca había hecho una cosa así,
nunca había estado con una persona de esa forma, y trató de ser él mismo, y de
dejarse llevar.

Durante el tiempo en el que amo a Luisa, trató de hacerle sentir a través de sus
dedos, de sus caricias, de sus besos, de sus abrazos y de su propio cuerpo lo que
sentía por ella, y lo que la amaba, aún sin saberlo realmente.

Después de ese tiempo todo el puzle tuvo sentido, el viaje a Machu Pichu, su
encuentro, su noche sin pasión, el no usar la bañera hidro masaje. Todo tuvo su
razón y el puzle encajó.
Si no hubiera pasado el suficiente tiempo, el encuentro no habría sido igual,
posiblemete sus vidas y sus cabezas no estarían lo suficientemente ordenadas y
todo salió como tenía que salir.

Y además Santi se dio cuenta de que estaba enamorada de esa chica, no porque
fuera joven, guapa, sexi, inteligente, morena, bella, etc. sino porque era única y
especial, porque sus almas habían conectado y porque él entendió que de una
forma no explicable racionalmente, la conocía desde siempre.

Esa noche Luisa, sin saberlo, curó las heridas de Santi, le amó como nunca nadie
le había amado, le hizo sentir un hombre completo y feliz. Luisa, posiblemente,
nunca sabrá el bien que hizo esa noche, y como marcó un antes y un después para
los dos.

Luisa amó a Santi y le devolvió a la vida, encendió su alma y su cuerpo, su energía,


su capacidad de amor y de entrega y lo cambió para siempre jamás.

Pero eso es algo que Santi nunca confesó a Luisa, aunque él estaba seguro de que
ella lo sabía.

Esa noche, Luisa y Santi durmieron abrazados en la habitación de un hotel de


Bogotá. Esa noche, sin saberlo, certificaron su amor, unieron sus almas, y
comenzaron una aventura juntos que no tendría fin.

Santi se acurruco a Luisa, notó su calor, su olor, y sin pensar nada más que cómo
amaba a esa chica, y lo feliz que era, dejó que el sueño le venciera y se durmió
abrazado a ella.

Lulú estaba un poco pensativa, no entendía lo que pasaba en su corazón, pero


sabía que era algo bueno y no se iba a negar la oportunidad que tenía de ser amada
y de amar con libertad.

Estaba inmersa en sus pensamientos, mirando fijamente a Santi quien dormía


plácidamente a su lado y fue así como un rato después, se sumergió en un profundo
aunque corto sueño.
Tenía el reloj programado para las 4am, pues al día siguiente debía ir con su padre
a solicitar su pase de conducción de moto. Justo antes de sonar la alarma de su
celular, fue despertada por su hermano, quien extrañado de que su hermana no
llegara a casa esa noche, la llamó para saber dónde estaba, pues no era nada usual
que pasara la noche fuera de su casa.

A las 4am, se levantó apresurada para ir a casa. Santi, se despertó y como era de
esperarse de un caballero como él, se ofreció a llevarla hasta su casa. Se dieron un
beso tierno y nostálgico, pues Santi salía al medio día de ese sábado para España
y no sabrían cuándo más se volverían a ver. Hablaron en el camino de casa a Luisa,
Santi, estaba realmente impresionado con su belleza física, y se lo hizo saber
durante el recorrido.

Una vez en casa de Lulú, se besaron y se abrazaron nuevamente. Ella, no lo


volvería a ver, sino hasta dentro de un mes. Así, fue como esa noche del 13 de
junio del año 2014, empezó formalmente una relación que sería una prueba para la
paciencia y el amor. En este punto, Lulú seguía sin saber quién era la mujer de la
foto, temía preguntarlo por miedo a escuchar la verdad, temía saber que Santi era
un hombre casado y decidió no saberlo con certeza y vivir el momento hasta que la
verdad se lo permitiera.

Santi estaba profundamente dormido cuándo sintió que se encendía una luz por
debajo de las sábanas. Lulú estaba despierta, allí debajo, mirando el celular y
hablando por whatsupp.

Santi le preguntó a Luisa que qué es lo que pasaba, y Luisa le dijo que le estaba
contando a su hermano dónde estaba, para que no se preocupara. A Santi, que no
tenía buena relación con sus hermanos, le pareció que era estupendo que un
hermano y una hermana pudieran hablar así entre ellos.

Luisa le contó a Santi que se tenía que ir, ya que había quedado con su padre para
pasar el carnet de conducir. En primera instancia esto a Santi le sorprendió, primero
por la hora, eran sobre las cuatro de la mañana, y luego por las prisas. En España
antes de las 9.00 AM no hay nada abierto, pero en Bogotá si.
Sin embargo, Santi miró a Lulú, y entendió que le estaba diciendo la verdad, así que
le dijo que la iba a acompañar a su casa en taxi.

De esta forma, medio dormidos, un poco atontados, pero son el corazón hirviendo,
Santi y Luisa se despidieron en el portal de su casa.

Ese portal, llamado el portal de la incertidumbre, fue testigo de un abrazo profundo


y bello, de unos besos tiernos y sinceros, de unas miradas limpias y de unas caricias
robadas al tiempo.

Lulú entro en el portal, y Santi la vio desaparecer, pero esta vez, estaba convencido
de que la volvería a ver, y además pronto.

Santi volvió al hotel y se metió en la cama a dormir un rato, pero no pudo, se quedó
pensando en Lulú y todo lo que había pasado.

Sentía una alegría muy grande dentro de él, algo importante estaba empezando, se
sentía vivo, y ya lo único que pensaba era como mantener el contacto con Luisa,
para volver a verla pronto.

Finalmente el sueño venció a Santi, y durmió hasta las 09.00 am aproximadamente.


Cuando se levantó estaba exultante, contento, feliz, ilusionado, y sólo pensaba en
Lulú.

Bajó a desayunar al restaurante del Cosmos 100 y tomó un café con huevos y zumo
de naranja. Ese día había un partido de la selección de Colombia, del Mundial de
fútbol del 2.014, y el restaurante se había transformado en una improvisada sala de
proyección.

Después de desayunar subió a su habitación, preparó su maleta e hizo el check out


en el hotel. Salió a dar un paseo cerca del hotel y vio que había muchísimos
vendedores ambulantes que vendían camisetas de la selección de Colombia.

Santi se compró dos camisetas de Colombia, una de manga corta, y otra de manga
larga, y se la puso encima de su camiseta.
Una vez colombianizado, llegó al hotel, y le escribió un whatsupp a Luisa, para ver
como estaba, y le envió unas fotos suyas en el hotel con la camiseta.

Lulú le contestó rápidamente, indicándole que estaba con su papá haciendo


gestiones para conseguir la licencia para conducir motos.

Santi no entendía muy bien los horarios, ¿Cómo es posible que se fuera a las 04.00
AM? Lulú vivía con sus papás todavía...... Sabiendo que él estaba hasta las 16.00
en Colombia, ¿Cómo es posible que no tuviera tiempo para verlo en toda la
mañana? Todas estas cuestiones rondaban la cabeza de Santi, sin crearle tensión,
pero también tratando de medir que había significado esa noche para Luisa.

Santi vio el partido en un restaurante a los pies de las montañas de Bogotá. Fue un
partidazo, que Colombia ganó por goleada, y se estuvo whatsapeando con Luisa
cada vez que había un gol.

Lulú le mandó una foto, con una cinta de colombia en la frente, una camiseta y los
ojos rojos, y Santi entendió que estaba disfrutando el partido con los suyos, y que
en ese momento estaba en otro mundo.

Poco después, con las dudas de qué había significado esa noche para Luisa, con
las dudas sobre qué podía sentir esa chica por él, cogió un avión en el aeropuerto
el Dorado con destino a Madrid.

A pesar de toda la incertidumbre, Santi estaba feliz, se sentía pleno y no tenía dudas
de que volvería a ver a Luisa.

Además sabía que tenía muchas cosas que hablar con ella, puesto que realmente
no sabía quién era el chico de la foto, si Lulú tenía novio o alguna otra relación
estable y él tenía que contarle su situación, puesto que Santi estaba casado y
todavía no se lo había dicho a Lulú, y ella había evitado preguntarle.

Al día siguiente, Lulú salió con su papá a las 6am hacía la escuela de conducción y
cuando terminó de hacer los papeles para adquirir su nuevo pase para conducir,
empezó el primer partido del mundial de ese año de la selección de su país, así que
lo vio con su papá quien además estaba muy contento de pasar ese rato con ella.
A Lúlú le hubiera gustado irse de nuevo al hotel a buscar a Santi, quien a estas
alturas no sabía si era su amigo o… pero su papá estaba tan contento de estar con
su hija que ella ni mencionó la idea de marcharse de allí. Sin embargo, por whatsapp
compartía con Santi los goles.

Santi viajó esa tarde a España y ella desconocía lo que había significado para él
ese momento y tampoco quería ilusionarse de nuevo, así que una vez lejos estaba
decidida a no buscarle más. Pero a la madrugada de ese domingo, Santi la llamó
desde Madrid, le dijo que había llagado muy bien, que la extrañaba y que pronto
volvería. Esto bastó para que Luisa desistiera de la idea de no buscarle más.

Parte 3

Santi aterrizó en Madrid, pero con su corazón ilusionado. Sabía que se había
enamorado, y que también sabía que era especial. Una vez que pasó el control de
pasaportes llamó a Luisa, y le dijo que había llegado bien, que había sido súper el
reencuentro y que sólo pensaba en ella.

Todo esto lo hizo Santi con toda la ternura que pudo, pero también con mucha
precaución, puesto que todavía no estaba seguro de lo que Luisa sentía por Santi.

La vida de Santi había sido bastante distinta a la de Luisa. Eran de distintos países,
se llevaban 21 años, culturalmente tenían el mismo nivel, pero había muchas
diferencias entre los dos.

Santi estaba casado, no llevaba a alianza y desde hacía unos 3 años su matrimonio
había fracasado. Lo culpa no era de nadie y era de los dos. Santi se había centrado
en su trabajo, había trabajado muy duro para estar donde estaba, llegaba muy tarde
a casa, y se había convertido en la autoridad de la casa que llevaba dinero a casa
y aseguraba econónicamente el futuro familiar. Su mujer, por su parte, se había
centrado en sus hijos, y su vida estaba centrada en ellos. Los levantaba, los llevaba
al colegio, los recogía, salía a jugar con las mamás del colegios, estaba en
asociaciones, e incluso trabajaba para la mamá de unos compañeros de su hijo
mayor.
Los mundo de Santi y su mujer eran totalmente distintos, desde hacía unos años
hacían vidas separadas, y no tenían ningún tipo de relación sexual, ni casi de cariño.

Santi había salido con una chica colombiana durante un año, aproximadamente. La
expericencia fue complicada para Santi, pues se había enamorado de esta chica,
rompió todas sus normas con ellas, y la había ayudado, como Santi siempre hacía,
a mejorar su vida, pero ella le había engañado.

Le había engañado con varias personas, y más allá de una gran amistad y cariño
que sí realmente sentía, esa chica nunca sintió nada serio por él, aunque él así lo
había creído.

Sin embargo, Santi siempre había pensado que la culpa había sido suya, porque
realmente esa relación nunca debía haber empezado.

El aterrizaje de esa relación había sido suave, pero definitivo, y ese avión ya había
tocado tierra cuando Lulu y Santi se conocieron en Machu Pichu.

De hecho, Santi hacía un año que no tenía relaciones de cariño y sensuales con
nadie, puesto que siempre había estado muy influenciado por su educación católica
y no era un gran experto en estas materias.

Con estos antecedentes, Santi debía haber dejado morir o haber hecho que muriese
la nueva relación con Lulú: vidas alejadas, paises distintos, edades distintas y él
una mala experiencia en su matrimonio y un batacazo en toda regla con una
compatriota de Lulú.

Además, Santi sabía que Lulú, en esos momentos, no estaba enamorada de él.
Sabía que era buena chica, que estaba confundida, que le atraía, que era super
inteligente, pero enamorada...... no.

Sabía que todavía no había conocido a la verdadera Luisa, que lo que estaba viendo
era una máscara de protección que ella llevaba puesta, con una gran sonrisa, pero
sin saber de verdad que pensaba y sentía ella.
Santi tenía miedo de haber sido una aventura de una noche. Era perfecto. Un
hombre maduro, del que Lulú tenía su tarjeta profesional y sus datos, educado,
culto, bien parecido, y que vivía a 10.000 km.

Y además, a pesar de que Santi era Piscis, tenía su Luna en Capricornio, y su venus
en su mercurio en Acuario (el signo solar de Lulú), lo que hacía que, además de ser
sensible pudiera ser muy racional en algunos momentos.

Sin embargo, Santi no sentía eso. Sentía que Lulú sería la mujer de su vida, sentía
que era alguien especial, sentía que no podía perder el contacto con ella, así que
decidió, que, hasta que volviera a verla, todos los días haría algo por estar en
contacto con ella.

Santi decidió que volvería a Colombia, y que, todos los días, le enviaría una canción,
una imagen, un mensaje o la llamaría para no perder el contacto.

Y así lo hizo hasta el mes siguiente, que volvió a viajar a Colombia.

Y Lulu contestó todos y cada uno de los mensajes que recibió de Santi.

Para Lulú, aquella noche del 13 de junio en ese hotel había sido el principio de algo
nuevo; sin embargo, no llegó a pensar nunca, que fuera a convertirse en lo que se
convirtió Santi para ella.

El día en que Santi y Lulú se vieron en Colombia por primera vez, ella le recordó
que le debía su carta natal, pues en el viaje por Suramérica había recibido la suya
pero no la de él y ella realmente quería leer un poco de su personalidad vista desde
ese punto de vista. De paso, Santi le explicó que también le podía hacer los tránsitos
de ella y le prometió enviárselos también.

Fue entonces a los cinco días de haberse ido a España que Santi le envió a Lulú su
carta natal. Era impresionante lo parecido que resultaba en algunas cosas a Lulú,
los dos había sido hermanos mayores, que debieron asumir responsabilidades de
adultos a edad infantil, a veces faltos de afecto en esta etapa de nuestra vida. Para
ella fue gracioso ver que literalmente, una parte de la carta de Santi decía que no
se enteraba de algunas cosas que los demás percibía de inmediato… eso no le
pareció tan cierto, pero bueno para ella, esto no era algo en lo que creyera
especialmente, así que decidió creer lo que le convenía e ignorar lo que no.

Le gustó ver que era sensible, emotivo, soñador, fantasioso y suertudo. A decir
verdad lulú estaba encantada con todo lo que leía de él. Aunque sin duda, lo que
más sorprendió a Lulú, fue lo que Santi le escribió en el correo cuando le envió su
carta natal. Le explicaba que esto solo era una versión de como la astrología le
podía describir como persona, sin embargo, le pedía que le dejara mostrarle por él
mismo quien era realmente. Esto fue una propuesta sin duda…

Cada día empezó a recibir una canción en su celular. Por la diferencia horaria, Santi
aunque se la enviaba en horarios laborales en España, Lulú la recibía al despertar,
así que era en extremo romántico despertar, ver el celular y descubrir una canción
que su Santi en la distancia le había enviado.

Día tras día, escuchó sus canciones, pero fue una, especialmente una la que
impactó a Lulú, con esa canción supo que Santi deseaba tener alas para volar hacía
ella. Esa canción decía más de lo que a lo mejor, él esperaba decirle. En el corazón
de ella empezaron a haber sentimientos diferentes al cariño y al respeto que por él
sentía. Tal vez era amor, solo que no había desconfianza, no había ira, no había
resentimiento, no había nada de lo que ella creía que era el amor, solo fluía y solo
deseaba verlo una vez más.

También recibió los tránsitos de Lulú que le había prometido. Sin duda Santi había
pensado en ella cada día del mes. Sus tránsitos decían que por el año siguiente se
sentiría optimista, llena de energía, despertaría en ella intereses espirituales, sería
segura de sí y habría cambios en autopercepción. Aprovechó para decirle que
estaría abierta al amor y que habría una posibilidad de amor sin fronteras… sin duda
era muy casual pensó Luisa. Pero era todavía más casual, la frase con la que
terminó el escrito, “Ahhhh, se me ha olvidado decirte que habrá una persona de ultra
mar, a la que le gustas muchísimo, con la que viajarás y vivirás momentos muy
especiales....... El principio de algo muy bonito y especial. Espera, creo que este
último párrafo es una interpretación personal mía ..... jajajaja” con esto cerró la
lectura Lulú y sintió que su corazón saltó de alegría. Se estaba enamorando
realmente.
De este modo empezó un cruce de correos entre los dos, Lulú le agradecía a Santi
por tomarse el trabajo de interpretar sus astros y él no perdía oportunidad para
decirle que le gustaba. Lo que a ella no le molestaba en lo absoluto, por el contrario,
sentía lo mismo, pero le apenaba un poco reconocerlo delante suyo.
Durante un mes se escribieron cada día y hablaron por teléfono siempre que
podían. Hasta pasado un mes exactamente que Santi regresó a Colombia a ver a
quien desde ahora llamaría su princesa.

Santi cambió su rutina totalmente. Lo último que hacía por la noche era mandarle
un mensaje a Luisa, y lo primero que hacía también por la mañana era enviarle una
canción.

Cada vez que le enviaba un mensaje, o una canción, Santi ponía el alma en ello, y
trataba de que aquello que le enviara tuviera sentido para ella.

si la canción tenía una letra comprensible, trataba de que hablase de ambos, y o de


lo que él sentía por Luisa.

Santi le había prometido a Luisa enviarle su carta natal, pero nunca se había hecho
la carta así mismo, por lo que decidió enviarle la carta natal que le había hecho su
amiga Karin Silveyra.

Pensó que esa carta natal, redactada por otra persona, era el documento más
honesto que le podía enviar, a pesar de que también hablaba defectos y pruebas
que debía pasar.

Santi tiene a Marte y a Saturno en conjunción en Aries en la casa III, la casa de los
hermanos, vecinos, viajes cortos, y de la comunicación y la mente.
Un marte en Aries es un marte muy potente, lleno de energía, competitivo,
impulsivo, agresivo sexualmente y a veces rudo y directo.

Sin embago, este Marte tan potente está en conjunción, lo que significa que sus
energías se confunden, con Saturno, que es exactamente lo contrario. De esta
forma, Saturno bloquea la capacidad de acción, de competir, de impusar cosas e
incluso la energía sexual, y la consecuencia es como si tuvieras un coche muy
potente, estuvieras acelerando, pero tuvieras el freno de mano puesto, y el coche
avanzara poco.

O como si arrancaras, aceleraras, parases el coche, y volvieras a acelerar.

Esto es así en los casos primitivos, sin embargo, si se consigue dominar esa
conjunción, se puede sacar muchísimo partido, puesto que se sabe cuando hay que
ser agresivo, conquistador, emprendedor y potente, y cuándo viene una curva y hay
que frenar, parar e ir mas despacio.

Santi había tenido la primera sensacíon durante toda la primera mitad de su vida,
pero desde hacía unos años ya tenía la segunda, sabía cuándo había que acelerar
y darlo todo, y cuando había que frenar, reducir la velocidad, y tomar la curva
segura.

Esa carta también hablaba de un luna en cuadratura con Saturno, lo que suele
significar bloqueo en los sentimientos, una infancia con carencias afectivas y una
mala relación con la madre. Curiosamente, Lulú tenía esta cuadratura también.

Santi preparó los tránsitos de Luisa, tratando de ser lo más objetivo posible.
Simplemente, al final de la carta, se permitió una pequeña licencia sobre los amores
a larga distancia, a modo de broma (o sea, vamos a ver qué pasa), que fue recogida
con guante blanco por parte de Lulú.
Durante todo ese mes Santi le envió una canción a Lulu, y compro unos billetes de
avión para ir a verla un fin de semana.

Acordaron que harían un viaje a Villa de Leiva, en el coche de Lulú y ese mes pasó
muy rápido.

Tanto que justo un mes más tarde Santi estaba aterrizando en el aeropuerto de El
Dorado. Hizo los trámites burocráticos rápidamente, y salió a abrazar a su Luisa,
pero el destino tenía una pequeña broma preparada para él.

Lulú le estaba esperando en el aeropuerto, pero no estaba sóla.


Lulú era una persona realmente reservada en casa, con su familia a pesar de ser
muy unida, se mostraba reservada y poco hablaba de su vida personal y mucho
menos, compartía sus sentimientos. Sin embargo, aprovechando que su Santi iba
a verla a Bogotá, y por alguna razón nada usual en ella, les comentó a sus papas
que un amigo suyo a quien apreciaba mucho estaría de paso en Colombia y que le
gustaría invitarlo a cenar en casa. Su madre, extrañadísima pues nunca Luisa
invitaba a nadie a casa, aceptó de inmediato y por ser un omento especial propuso
preparar un plato con mariscos, lo que Lulú de inmediato rechazó pues Santi como
recordaran era alérgico, así que finalmente optó por pastas.

Salieron al aeropuerto Lulú y su papá a buscar a Santi. El papá de Lulú era un


hombre astuto, así que prefería comportarse de modo comprensivo y amable, como
una estrategia para saber quién era ese personaje del que se hablaba tanto en casa,
pese a que esa misma tarde salían Santi y Lulú para un pueblo llamado Villa de
Leiva.
El avión de Santi aterrizó en el aeropuerto El Dorado y de inmediato le escribió a
Lulú que había llegado, ella estaba muy emocionada y solo quería verlo así que
olvidó por completo avisarle que su padre estaba con ella.
Cuando Santi salió, sus miradas se cruzaron y una sonrisa invadió el rostro de los
dos enamorados. Como es de esperarse, Santi se inclinó en busca de los labios de
Lulú y ella justo en ese instante, recordó que su padre estaba allí. Ya que era muy
reservada y no acostumbraba besar a nadie delate de sus padres, le quitó de
alcance sus labios a Santi y puso su mejilla para que la saludara, luego lo abrazó y
trató de transmitirle una disculpa en el abrazo, aunque sabía que él no entendía en
ese momento lo que pasaba. En cuestión de segundos, le presentó a su padre y fue
en ese momento que la expresión de Santi en el rostro cambió y lo entendió todo.
Salieron los tres en el carro de Lulú, dejaron al padre de Luisa en la estación del
bus y salieron rumbo a Villa de Leiva. Tan pronto el papá de Lulú dejó el carro, ella
se lanzó sobre Santi y le dio un beso largo y sensual.

Camino a Villa de Leiva, no paraban de hablar, reían, comían galletas de chocolate,


comentaban sus cosas, se manifestaban con miradas cuanto se alegraban de estar
juntos… pero, en medio de tanta felicidad algo salió mal.

El camino al pueblo era amplio y tranquilo, lo que permitía avanzar rápidamente. En


un segundo, apareció de la nada sobre la vía un enorme perro, Lulú se asustó
mucho, era la primera vez que le pasaba algo así y Santi que sabía no había tiempo
de frenar o de esquivarlo, optó por tranquilizarla y no hacerla sentir insegura. Luisa
freno un segundo y sin permitir que el carro perdiera estabilidad, intentó esquivar al
perro, en realidad no quería hacerle daño y solo pensaba en el animal. Éste pese a
los intentos de Lulú, golpeó e lateral derecho del bomper delantero y cayó al suelo.

La reacción de Lulú fuer mirar por el retrovisor de su carro para parar y auxiliar al
perro, sin embargo Santi le pidió que no mirara y que siguiera. Unos segundos más
adelante, ella rompió en llanto, no paraba de llorar, quería regresar a buscar al perro
para llevarlo al veterinario o comprobar si había muerto.

Santi, al verla tan triste, le pidió que se orillara y parara un momento. Bajaron del
carro y descubrieron que estaba completamente destrozado el bomper. Esto generó
e Lulú un terrible remordimiento. Pensaba que si de este modo estaba el carro que
era fuerte, no imaginaba lo mal que estaba el perro, así que con más intensidad que
antes, se echó a llorar. No había forma de explicar el dolor y la pena esta vez
española que sentía por el perro.

Santi no hacía más que abrazarla, besarle las mejillas y explicarle que no era su
culpa, el perro había salido de la nada y ni siquiera iban por encima de los límites
de velocidad. Era tan comprensivo Santi con Lulú, que le pidió que regresaran a
Bogotá y se hospedaran en otro lugar. Así fue, llegaron alrededor de las nueve de
la noche a un hotel reconocido de Bogotá y allí se reconfortaron mutuamente con la
compañía del otro.

Santi no pudo descansar ni un momento en el avión, puesto que estaba muy


excitado por su nuevo viaje a Bogotá. Esta vez, viajaba únicamente a verla, no había
más motivo y se había pagado su viaje, sin decir nada en su empresa ni a su familia.
Santi tenía muchas cosas en la cabeza, porque todas las conversaciones, que
habían sido a diario, que había mantenido con Lulú habían sido geniales, incluso en
una de ellas Luisa se arrancó y le dijo que le amaba, y así habían seguido las demás.
Pasó rápidamente el control de pasaportes y de aduanas, y se comunicó por
whatsapp con Luisa. Allí estaba, había acudido a recogerle en su carro.

Como no tenía equipaje facturado, Santi salió muy rápido, y nada más cruzar la
puerta de salidas internacionales vio a Luisa, junto a una columna. Estaba como
siempre, con su sonrisa eterna, su rostro bello y juvenil, realmente guapa y linda, y
sin pensarlo se acercó a ella para abrazarla y besarla.

Santi, instintivamente, acercó sus labios a los de luisa, pero ésta rechazó el beso.
Por unas milésimas de segundo Santi quedó conmocionado, ¿Qué estaba
pasando? ¿Por qué estaba rechazando el beso? Hasta que Lulú le dijo,…. Hola
Santi, te presento a mi papá..... Un señor que estaba junto a ella, con cara burlona.

Durante ese tiempo, Santi estuvo conmocionado. El papá de Lulú se subió en el


asiento de atrás, y Santi le dio conversación durante todo el camino. Era un hombre
muy agradable, pero también estaba claro de que había ido a ver quién era ese
amigo con el que Luisa se iba a Villa de Leiva. Eso estaba muy claro.

Una vez que el papá de Luisa bajó del carro, Santi y Luisa se besaron, y se dijeron
"hola" como Dios manda, y partieron rumbo a Villa de Leiva, en el carro de Lulú que
se llamaba "manzanita".

Para Santi ese viaje era casi una aventura. Con la fama que tiene Colombia, iba en
el coche con Lulú hacia un pueblo que realmente no sabía ni dónde estaba en un
plano, feliz, contento y tranquilo.

Cuando ya llevaban una hora aproximadamente manejando, la mala suerte se cruzó


en el camino, en forma de perro, y el carro de Luisa lo golpeó. El perro era realmente
grande, pero, afortunadamente, Luisa prácticamente no giró el carro y no tuvieron
un accidente.

Para Santi estaba claro que lo que había hecho Luisa era lo correcto, puesto que él
había tenido unos años un accidente de carro años atrás en Portugal por tratar de
evitar atropellar a un perro, y casi se mata él. Sin embargo Luisa estaba desolada,
lloraba como una niña pequeña, y estaba terriblemente triste, y a la vez con un gran
sentimiento de culpabilidad, que Santi no podía entender.

Decidieron parar el carro, puesto que sonaba muy raro, para ver qué había pasado
realmente, y se dieron cuenta de que los daños habían sido muy graves.

Santi consoló a Luisa lo mejor que pudo, la abrazó, la besó, besó sus lágrimas e
hizo suyo su dolor, puesto que él estaba roto de verla así, y la amaba
profundamente. Durante esos abrazos, Santi se dio cuenta de lo sensible que era
Luisa, de lo pura y limpia que era, y la amó como nunca lo había hecho.
Los dos, con la mano cogida sobre el cambio de marchas de "manzanita",
decidieron volver a Bogotá.

Luisa manejó de vuelta también, lo que a nivel práctico estaba genial, así no tendría
miedo en el futuro. Pero Santi se sintió culpable por no haber manejado él de vuelta.

Santi estaba realmente impresionado con Lulú, por su dolor, su sensibilidad, su


amor a los animales, su pureza y decidió, en aquel carro, que haría lo imposible
para que Lulú no derramara una sola lágrima por su culpa en el futuro.

Sin duda, a Lulú la conducta de Santi le pareció fascinante. Sabía que era un buen
hombre, no debía sentirse avergonzada por llorar delante suyo y decidió confiar en
él y mostrarse tal y como era, sensible e indefensa ante la situación. Santi la abrazó
por unos minutos más y ella decidió finalmente regresar a la ciudad y dejar de lado
los planes de seguir con su viaje.

Una vez en hospedados en Bogotá, Lulú revisó los daños que había causado a su
carro y fue en ese momento que comprendió la magnitud del daño. En efecto, lo
había destrozado en todo el costado delantero. Pese a no ser materialista, se sintió
un poco agobiada y en este caso, avergonzada con Santi, pues no quería causarle
una mala impresión. Lo que sin duda, Santi jamás pensó, por el contrario, él estaba
muy orgullosos del manejo que había dado a la situación y no paraba de repetírselo.

Esa noche descansaron, hablaron, rieron un poco y hablaron cosas cotidianas. Al


día siguiente, mientras desayunaban, Lulú le compartió la experiencia que vivía en
su nuevo trabajo y se arriesgó a preguntarle más de su vida personal, que en
últimas, era lo único que realmente le interesaba saber.

Santi, le confesó que era casado. La noticia le cayó bastante mal a Luisa, pese a
haber estado segura de ello. Toda esperanza que esto no fuera así, se había
esfumado en ese momento.
Santiago, le explicaba que hacía varios años no se sentía a gusto en su matrimonio,
pero tampoco había dejado de vivir en casa, de hecho, compartían el lecho durante
el invierno o cuando hacía mucho calor, ya que en el estudio que tenía destinado
para dormir él solo, no había aire acondicionado y los extremos de temperatura eran
difíciles de llevar. A decir verdad, a Lulú le pareció que esta era la excusa más
ridícula que alguien le haya podido dar y sintió ira, casi sintió insultada su
inteligencia, una vez más había decidido terminar la relación que ni siquiera sabía
si alguna vez había empezado.

Durante ese día, fue un poco reservada y no tenía muchas ganas de pasar más
tiempo con él, sin embargo, no aguantó las ganas de preguntarle por la señora del
foto que había visto hacía seis meses en su perfil del whatsapp y que la había
llevado a bloquearle por cuatro meses del su móvil. Santiago, con toda naturalidad,
le respondió que era su hermana, que acostumbraba a correr con ella el día de fin
de año y que era una tradición hacerse una foto luego de la carrera. Luisa, por su
por supuesto, se sintió ridícula pero no le confesó lo que había hecho, decidió
reservárselo para sí.

Así mismo, Santi le preguntó por la foto que tenía con un hombre joven que le
abrazaba, a esto ella respondió que era su hermano que hacía un par de meses
había llegado del Reino Unido. Santi soltó la risa y le confesó que él había pensado
que era el novio del que le había hablado en Perú y que pensó que había regresado
con él. Ella sonrió y no dio mayor explicación, pues seguía prevenida con lo de su
esposa, pues ahora si estaba en desventaja, ya que si bien, lo de la foto había sido
un mal entendido, ella no tenía novio y él si estaba casado y no dejaba de pensar
en lo que realmente sería Lulú para él, si un desahogo de una vez al mes o alguien
importante en su vida.
El viaje hasta Bogotá se hizo largo y pesado, puesto que el coche sonaba raro por
el golpe, era de noche, y Luisa estaba realmente cansada. Luisa descansaba su
mando derecha sobre la de Santi, y éste último notaba su calor y su sudor.

La pareja de viajeros, llegó a Bogotá, y buscaron un hotel para pasar la noche. Esa
noche, Santi se dio cuenta de lo dolida que estaba Luisa por el perro, de lo mal que
lo estaba pasando, y de lo cansada que estaba. Santi se sintió profundamente
enamorado de esa chica de ojos lindos y pelo oscuro, y pasó la noche con ella. Esa
noche trató de darle su calor, su amor, y de estar a su lado.

Por la mañana, Lulú y Santi salieron a dar un paseo por Bogotá y estuvieron
hablando de muchas cosas. Lulú le preguntó directamente por su estado civil, y
Santi le dijo que estaba casado.

Santi estaba casado desde hacía unos 17 años, tenía dos hijos, pero desde hacía
unos tres años su matrimonio ya no funcionaba. De hecho hacía tres años que su
mujer y él eran como hermanos, y casi 10 que simplemente eran papá y mamá.
Santi se había centrado en su trabajo, y su mujer se había centrado en los niños.
Aparentemente todo era perfecto hacia el exterior, y como equipo de padres así lo
era, pero como pareja había resultado nefasto.

Hacía mucho tiempo que no hacían cosas juntos, que no estaban juntos, y, aunque
se llevaban bien, la pareja estaba rota.

Tanto era así que Santi había tenido una relación con una chica también
Colombiana, y Nuria se había enterado y Santi no lo había negado.

Sin embargo, tenían dos hijos estupendos, que era lo único que les unía realmente
aunque prácticamente hacían vidas separadas, no tenían relaciones íntimas, y
dormían separados.
Santi le contó la verdad a Luisa, y pensó que Luisa lo estaba entendiendo. Santi,
sin saber realmente porqué, estaba muy enamorado de esa chica. Ya la amaba, lo
hacía desde Machu Picchu, y no quería no decirle la verdad.

Luisa le preguntó por la chica que había puesto de foto de perfil en el whatsapp en
diciembre de 2013, porque Luisa pensaba que era su mujer, y Santi le explicó que
era su hermana, con la que corría el San Silvestre Vallecana todos los 31 de
diciembre. Así mismo, Santi le preguntó por la foto que había tenido en su teléfono,
hasta que misteriosamente desapareció, y si era su ex-novio, aquel por el que había
viajado a Sudamérica esperando una llamada o un mensaje suyo. Luisa le dijo que
era su hermano, que ya no había vuelto con ese novio, que lo habían dejado
definitivamente, y que no tenía novio.

A Santi le hizo mucha gracia que los dos hubieran pensado que estaban con parejas
durante navidad, puesto que ese error había hecho que los dos pensaran que
estaban comprometidos, (en la cabeza de Santi él ya no estaba comprometido), y
en parte, les había separado................ para volverlos a juntar en el momento justo.

Después de comer pasearon por Bogotá, y a eso de las seis de la tarde fueron a
casa de Luisa, donde estaba su familia, y cenaron todos juntos. Luisa le explicó a
Santi que ella había dicho que iba con un amigo de Machu Picchu, y que por favor
evitara cualquier beso, caricia o mirada que la pudiera comprometer.

A pesar de que Santi no entendía muy bien porque, le hizo caso, y cenó con la
familia de Luisa, conociendo a su mamá, a su hermano, y mantuvo una larga charla
sobre España y el Real Madrid con el papá de Lulú

Tanto el hermano de Luisa, con el que sabía que ella tenía tanta confianza, como la
mamá de Luisa, le cayeron fenomenal. Únicamente no entendía como la familia de
Luisa seguía acusándola de haber atropellado a un perro..... ¡Pero no se daban
cuenta que podían haber tenido un accidente grave, o incluso haber muerto por
aquel golpe! Era increíble, la familia de Luisa defendía más a ese perro que a su
propia hija o hermana.

La cena estuvo divertida, y lo pasaron muy bien. Esa noche Luisa no durmió con
Santi, se quedó en su casa puesto que trabajaba por la mañana, y Santi volvió en
un taxi al hotel.

Santi durmió sólo y tranquilo, pensaba que todo había ido bien, que Luisa estaba
tranquila y confiaba en él, que le había caído muy bien a su familia, especialmente
a su mamá, y a su hermano... pobrecillo, ¡Que equivocado estaba!

Por la mañana, hizo un poco de tiempo en el hotel, hasta que fue la hora de ir al
aeropuerto, y fue en transmilenio, un autobús rojo que le había recomendado Lulú.

A santi le extraño que Lulú le insistiera tanto en que fuera al aeropuerto en ese
autobús, puesto que había oído historias feas, pero le hizo caso, y así llegó al
aeropuerto.

El viaje había salido totalmente distinto a lo que Santi había imaginado. No habían
podido visitar Villa de Leiva, Santi le había contado que estaba casado, aunque
realmente hacían vidas por separado, había conocido a su familia, que le había
caído muy bien, y no habían dormido juntos el domingo, cosa que entendía, pero a
la vez le sorprendía puesto que se veían una vez al mes, la relación estaba
empezando, y realmente nadie sabía que iba a pasar en el futuro. Bueno nadie no,
había una persona que sí lo sabía.

Esa persona era el propio Santi. A pesar de que el fin de semana no había salido
bien, Santi estaba súper enamorado de esa chica. La trataba como si fuera su novia,
porque para él así era, la amaba profundamente. Estaba totalmente impresionado
por su inteligencia, pero sobre todo, por su sensibilidad, algo realmente fuera de lo
común en un acuario.
Desde bastantes meses antes de su encuentro en Machu Pichu a principios de
noviembre de 2.013, Santi no había estado con ninguna chica. Y con la única
persona que había estado durante el año 2.014 había sido con Lulú. De hecho,
desde que paso una noche con ella en junio de 2.014, Santi tenía claro que era con
la única persona con la que podía estar en la intimidad.

Durante ese viaje, Santi decidió más cosas. Dejaría de teñirse el pelo, herencia de
su relación pasada, volvería a reconciliarse con él mismo, con su olor, con su
cuerpo, con su persona, y volvería a ser feliz. Santi, en aquel viaje, pensó que Luisa
era la mujer de su vida, y que tenía que luchar por ella, que tenía que demostrarle
que lo que le había dicho era cierto y que tenían posibilidades reales de ser una
pareja en el futuro.

Santi empezó a volver a ser él gracias a Lulú. Santi se sintió vivo de nuevo, gracias
a Lulú, pero muchas cosas estaban en su cabeza, cuando cogió ese avión el lunes
hacia Madrid. ¿Qué quería Lulú de Santi? ¿Quería una relación seria con él?
¿Tendría Lulú otras relaciones con otras personas, más o menos serías o liberales?
¿Sería que tras su fracaso con Alfonso Lulú había decidido tener relaciones menos
comprometidas, pero más abiertas? ¿Había alguna persona más en la vida de Lulú?
¿Era Santi para Lulú un simple juego? y lo más importante.......... ¿Que veía Lulú en
Santi? Santi se movía fatal en ese terreno, a pesar de ser mayor que Luisa, era un
gran inexperto.

Santi decidió apartar esos pensamientos, porque no eran positivos, y pensó que la
vida, en Machu Picchu, le había dado el deseo que tanto había pedido. Pensó que
era su oportunidad de saber qué era el amor verdadero, y decidió luchar por ese
amor. Decidió que iba demostrarle a Lulú que lo que sentía era cierto, que a pesar
de estar casado le sería fiel y que antes o después resolvería la situación.
Santi volvió decidido a luchar por Lulú, y cuando estaba aterrizando en Madrid ya
estaba pensando cómo volver a verla el mes siguiente, en agosto de 2.014

El avión de iberia aterrizó sobre las 10.00 AM en barajas, Santi encendió su celular,
y buscó a Luisa. Le mandó un whatsup, le dijo que la quería, y se fue para la oficina
sin ni siquiera ir a ducharse a casa.

Estaba enamorado, y en ese momento, muy confiando. Santi es piscis, y a veces


no se da cuenta de las cosas que tiene delante de él.

A partir de ese día Lulú y Santi no dejaron de llamarse ni de escribirse ningún día.
Se trataban como novios, se despedían diciendo que se amaban y se buscaban
como sólo se buscan los enamorados.

A pesar de la diferencia horaria, hablaban todos los días. Para Santi el día
empezaba sobre las 13.00 del medio día, hora en la que Lulú se levantaba. Y el día
terminaba sobre las 24.00, hora en la que se acostaba, y que para Luisa eran las
17.00 horas, su hora de salida de la oficina.

Ese momento era el más complicado, puesto que Lulú esperaba recibir una llamada
sobre las 17.00 horas de Santi para darle las buenas noches, pero a veces no era
fácil, puesto que Santi todavía estaba en su casa viviendo y se las tenía que ingeniar
para llamarla sin que el resto de su familia se diera cuenta.

De esta forma, Santi tuvo que apañárselas para llamar desde el trastero, desde el
lavadero, o desde la calle, con excusas inverosímiles, como que se había quedado
sin dinero y tenía que ir al cajero, que iba a dar un paseo, a sacar al perro, que tenía
que llamar a un cliente de Sudamérica o que se había encontrado con un vecino y
quería hablar con él.
Al mismo tiempo, la suerte se alió de nuevo con ellos, y el mes siguientes, agosto,
Santi tuvo que viajar a Argentina. De esta forma, organizó un viaje primero a
Argentina y luego a Colombia, dónde pasaría un nuevo fin de semana con su Luisa.

Todo estaba ya organizado, y parecía ir muy bien, por lo menos en la cabeza de


Santi pero un fin de semana todo cambió.

El momento más complicado para hablar con Luisa era el fin de semana, sobre todo
porque Luisa estaba operativa a partir de las 14.00 horas de Santi, justo la hora de
comer, y Santi solía pasar los sábados o domingo en su casa.

Para Santi, atender esas llamadas, o encontrar el momento oportuno para hacerlas,
era a veces harto complicado, y, por otro lado, Luisa, en teoría, aunque luego se
verá que no era así, tenía mucha más libertad.

Un domingo, después de almorzar (hora española), Santi recibió una llamada de


Lulú. Estaba nerviosa, y de repente, sin ton ni son le empezó a preguntar que qué
era ella para él, que no se creía que dormía separado de su mujer, y que si se creía
que ella iba a ser su amante ocasional una vez al mes, estaba equivocado.

En esa conversación, Lulú mezcló también a su mamá, le dijo que su mamá


desaprobaba la relación, tanto por la edad, como porque pensaba que su hija no
era más que la amante de un español que viajaba una vez al mes a Colombia, y
que encima era divorciado (en teoría) y tenía dos hijos.

Cuando Lulú llamó, tomo a Santi desprevenido, que estaba en su casa con sus
hijos, y tuvo que salir corriendo de casa a la calle a contestar todas aquellas
cuestiones.

Santi trató de calmar a Lulú, le explicó que no era así, que estaba equivocada, que
a él le habían engañado y no iba a hacer lo mismo, y que realmente estaba
enamorada. Lulú estaba muy nerviosa, insistía en el asunto y Santi le dijo que esa
noche le mandaría unas fotos de su sofá rojo, y así lo hizo.

Como pudo, Santi calmó la situación, pues sabía que una discusión por teléfono en
una relación tan complicada que estaba empezando, podía tener consecuencias
terribles, y finalmente se despidieron amorosamente.

Sin embargo, para Santi aquella conversación fue un shock, que no transmitió a
Luisa. Durante la conversación había notado a Luisa muy nerviosa y agresiva, tanto
que Santi estuvo en un momento a punto de tirar la toalla, y decirle que mejor lo
dejaban, que él no quería tener una relación para discutir. Como consecuencia de
esa conversación, Santi se dio cuenta de que Luisa todavía no confiaba en él, y que
en su casa tenía problemas graves con esa relación. Tenía a su mamá en contra,
que le estaba, continuamente, desanimando y haciendo ver fantasmas dónde no los
había.

Durante los siguientes días, Santi meditó que era lo que tenía que hacer, y si estaba
bien o no continuar con la relación. La mamá de Lulú la amenazaba diciéndole que
se iba a quedar soltera, como una tía suya que había amado a un casado y
finalmente acabó sóla.

Santi se dio cuenta de que Lulú todavía tenía heridas profundas de sus anteriores
relaciones, que tenía muchas dudas, y que su mamá le estaba haciendo realmente
daño.

Él, examinó la situación, y le preguntó a su corazón qué hacer. El corazón de Santi


le dijo que todo estaba bien, que la reacción de Lulú era comprensible, que lo que
tenía que hacer era generarle más confianza, y los sentimientos de Santi hacía Lulú
eran sinceros, por lo que tenía que luchar por ella, sin que se diera mucha cuenta.
Santi era un luchador, así que, empezó una batalla silenciosa, para consolidar la
relación y para generar confianza a Lulú.

Pero, ¿ como manejar el tema de su madre ? Santi no tenía respuesta, y le


preocupaba muchísimo, puesto que sabía que ir en contra de la decisión de una
madre es realmente complicado. Y a pesar de que Lulú y su madre no se llevaban
muy bien, Santi sabía que Lulú tenía mucho respeto por su mamá y la quería mucho,
a pesar de todas las tensiones que le creaban.

De esta manera, Santi encaró el nuevo mes, hasta que tomó el avión hacia Buenos
Aires, destino previo de su querida Bogotá.

Para Lulú seguía rondando en su cabeza la idea de ser un pasatiempo en la vida


de Santi, así que impulsada por la ira y el miedo le escribió y se lo preguntó sin
ningún preámbulo. Directamente pidió le explicara lo que era ella para él y le dijo
que su mamá estaba diciendo cosas que aunque horribles podían ser verdad sobre
esta relación tan extraña.

La respuesta que le dio Santi fue sincera aunque dura. Le aclaró que ella no era un
pasatiempo y que él la quería. Que su matrimonio desde hace varios años no
funcionaba y que la única razón por la que aún vivía allí era por sus hijos,
especialmente por el hijo mayo que presentaba problemas en sus estudios y no
quería que un divorcio lo desconcentrara de sus labores académicas. Sin embargo,
y ante la sorpresa de Luisa, le dijo también que lo mejor era dejar así la relación,
que no iba a funcionar si se tenían esos miedos y que él desde la distancia no iba a
conseguir cambiar esa idea un poco irracional que Lulú tenía.

Ella por supuesto, no esperaba esa respuesta, quedó en shock, pues aunque si le
preocupaba un poco su situación, no quería dejarlo. De este modo, le dijo que ela
tenía derecho a preguntar y que él no podía simplemente mandarlo todo al abismo
cada vez que ella tuviera una duda, así que se negó a terminar con él en ese
momento y le pidió que solo fuera muy honesto y no jugara con ella igual que lo
habían hecho antes.

La despedida luego de esa acalorada discusión terminó como siempre, con palabras
bonitas, con disculpas de las dos partes y con la promesa de ser felices sin dañar
al otro. De este modo, aunque a Lulú aún le agobiaba un poco la idea, decidió ser
feliz y no volver a preguntar al respecto.

Se acercaba Agosto y Santi salía de vacaciones con su familia… otra piedra para
Luisa, quien sabía que esas vacaciones iba a estar con su esposa y volvían todas
las dudas, las ganas de reclamar, las ganas de dejarlo todo así y no repetir la misma
historia por la que hace un año había pasado. Estaba realmente molesta pues
cuando estaba con ella no podían hablar por teléfono, no podía escribir, no podía
hacer nada con Lulú y eso solo la llevaba a pensar que él no estaba siendo tan
sincero como le había dicho. Optó entonces por alejarse un poco y no permitir que
eso la afectara.

Para sorpresa de Lulú, Santi viajaba a Argentina ese mes de Agosto y le dijo que
iría a Bogotá. Luisa, aunque andando con cuidado y evitando dejar a sus
sentimientos tomar rienda suelta, le dijo que lo esperaría y que estaba feliz de verlo.

Así fue, llegó Agosto y esa tarde de viernes mientras Lulú estaba en la oficina,
recibió una llamada nada agradable. Santi había tenido serias dificultades en el
Aeropuerto de Argentina, pues al parecer el avión en el que iba a volar a Bogotá
tenía alguna falla y tuvo que alojarse en un hotel de mala muerte que le proporcionó
la empresa aérea. Dadas las circunstancias, era posible que no pudiera ir a Bogotá
y por lo tanto no vería a Lulú. Esto la preocupó, pues si dejaban pasar ese mes sin
verse, era probable que para septiembre hubiera otro inconveniente y las cosas se
irían enfriando.
Así que, Lulú le insistió y lloró de tristeza, pues aunque se había prometido no darle
rienda suelta a sus sentimientos, era inevitable sentirse triste. Esta actitud, a lo
mejor inesperada para Santi, le motivó a salir como fuera de ese país y a llegar a
Bogotá en busca de su princesa.

Durante el mes de agosto, Santi viajó a Cádiz a visitar a su familia, tanto materna
como paterna, puesto que proviene de esta zona sureña del país.

Alquiló una casa, a unos 5 km de la de su madre, y de dónde se alojaban sus


hermanos, y pasó allí unas dos semanas.

El plan era realmente sencillo, playa por la mañana, una pequeña siesta, y playa
por la tarde, y normalmente cena en casa de su madre o en la propia por la noche.
Se había llevado su bici en el coche, y Santi le mandaba fotos de la playa, fotos, del
paisaje, de cuándo corría, o de cuándo iba en bicicleta.

Santi llamaba a Lulú siempre que podía, pero eran pocas veces, normalmente
cuando salía en bici y podía estar sólo.

Teniendo en cuenta que por la mañana, cuándo podía ser más fácil, Lulu estaba
durmiendo, las posibilidades de comunicación no eran muy altas, pero no había día
que no hablasen y se dijeran que se amaban.

Santi tuvo que ir a Argentina, e, inmediatamente, organizó su agenda para estar de


jueves a domingo en Bogotá.

Inmediatamente se lo comentó a Lulú, que se puso super contenta, y organizaron


planes para pasar juntos otro fin de semana.
Comercialmente, el viaje a Argentina para Santi fue estupendo. A pesar de que
había huelga general en este país su cliente trabajó y pudo lograr un acuerdo muy
bueno para su empresa.

Sin embargo, el miércoles, por la noche, llegó al aeropuerto de Buenos Aires,


Ezeiza, y le dijeron que el avión estaba estropeado, que no tenían pieza de
repuesto, y que no podrían volar hasta........ no se sabía cuándo.

Santi llamó a Lulú y se lo contó, le dijo lo que pasaba, y se fue al hotel que la
Aerolínea había puesto a su disposición.

El hotel era terrible, la habitación penosa, pequeña, sucia, sin luz, y Santi, a pesar
de estar super cansado, no podía dormir.

Estaba tan excitado por el viaje a Colombia que no durmió nada esa noche, tenía
miedo de que le llamaran y no se despertara, y perdiera el vuelo, pero por la mañana
vió que nada había cambiado.

Llamó a su oficina, y pidió que le organizaran un vuelo para salir de Buenos Aires a
Colombia, pero era muy caro, así que desistió, esperando que la aerolinea
resolviera el problema.

Todavía estaban a jueves por la mañana.

Sin embargo, en Argentina no le daban noticias, y las que recibía en España eran
muy poco halagüeñas, puesto que hablaban de una avería de 3 a 5 días.

Eso significaba que pasaría el fin de semana en Buenos Aires, y no vería a Luisa.

Santi llevaba varios días sin dormir, además del jet lag de la ida, y estaba super
cansado, así que, llamó a Luisa, y le contó cómo estaba la situación, y la de
problemas que había, y le dijo que a lo mejor no iba a poder salir de allí para pasar
el fin de semana.

Luisa, que hasta el momento había mantenido una asombrosa calma, y le decía a
Santi que todo se iba a solucionar, se echó a llorar al otro lado del teléfono cuando
escuchó esto.

Esta reacción, a Santi, que estaba agotado, le sorprendió mucho pero le llenó de
energía. Santi sabía que si no se veían ese mes, la relación se rompería. Estaba
convencido.

Volvió a llamar a la oficina, para volver a pedir que buscaran un billete, costara lo
que costara, para salir de allí, y lo logró. Pero el viaje era realmente penoso.

Voló el viernes de Buenos Aires a Lima, llegando a esa ciudad sobre las 21.00.

En Lima tuvo que esperar unas 10 horas (toda la noche) en el Aeropuerto, para
tomar otro vuelo de conexión a Bogotá.

Esa noche, Santi la pasó paseando por el aeropuerto, sentándose allí dónde podía,
pero sin dormir ni un minuto.

Estaba tan cansado que tenía miedo de que si se dormía no lo despertaría nadie,
perdería el vuelo y/o le robarían.

Finalmente, llegó a Bogotá sobre las 10 de la mañana del sábado. Llevaba casi 4
días sin dormir, y estaba reventado.

Avisó a Lulú, que estaba en la Universidad, y le dijo que le esperaba en el hotel. Se


duchó, se metió en la cama y esperó a que llegara Lulú.
Antes, puso el despertador, para asearse antes de que ella llegara, y así, por fin, en
una cama muy grande, con sábanas muy blancas y muy limpias, concilió el sueño
y pudo dormir unas horas, hasta las 14.00, hora aproximada de salida de Lulú de
su especialización.

Santi había llegado a Bogotá hacías las 10 am, así que Lulú que salía de clases
hasta las 2 pm le había pedido que se alojara en el hotel que ella llegaba en su
busca, puesto que en días pasados le había enviado la dirección del mismo a su
correo personal.

Llegada la hora, Lulú tomó un transporte hacía la zona donde sabía que estaba
hospedado su Santi y una vez allí, buscó en su teléfono la dirección, sin embargo,
descubrió que por alguna razón que para entonces no recordaba, la había borrado…
fue entonces cuando acudiendo al recuerdo de donde ella creía que él estaba fue y
lo buscó.

Legó entonces al primer hotel en donde pensó que podía estar, pero cuando
buscaron un huésped con su nombre evidenció que no estaba allí, así que le marcó
a su teléfono, le envió un mensaje… le envió otro mensaje… uno más… otro más…
pero a ninguno contestó. Lulú supo para ese momento que su Santi estaba sumido
en un profundo sueño y que no iba a contestar en un largo rato.

Dadas las circunstancias, decidió buscarlo en todos los hoteles de la zona. Empezó
por los más grandes y luego de preguntarlo en los cuatro que había, optó por los
más pequeños. Pasadas las cuatro de la tarde y luego de preguntarlo en ocho
hoteles, sin tener éxito, Lulú decidió ir a tomar un café, sentarse en un parque
cercano y como era lógico, esperar a que se despertara.

Cuando eran casi las cinco de la tarde, su Santi por fin la llamó. Le indicó en donde
estaba y, para frustración de Lulú, ella había pasado no menos de diez veces frente
a ese hotel, pero era tan pequeño en el exterior que jamás pensó que se hubiera
hospedado allí, por esa razón no lo había preguntado allí. En la recepción le
indicaron en qué habitación estaba y ella subió de inmediato. Para su sorpresa,
estaba recién levantado, tenía cara de haber dormido como un bebé.

Santi la miró a los ojos, la abrazó y la besó como si hubiera anhelado ese momento
toda su vida. Del mismo modo ella le correspondió, aunque aún se mostraba tímida
y un poco introvertida. En el fondo no sabía cómo actuar, era la tercera vez que se
veían y para ella era una relación muy complicada en la que no estaba segura del
papel que jugaba o mejor el papel que jugaban los dos.

Sin más prejuicios, le dieron rienda suelta a sus cuerpos que a diferencia de sus
cerebros, no tenían la menor timidez ni la menor duda de donde querían estar para
fortuna de los enamorados. En esos momentos, no había palabras, no había
reproches, no había ideas dañinas y no había temores, solo existía una pasión
absolutamente irracional y empezaban a formarse lentamente un fuerte cimiento de
confianza, que más adelante, sería el eje de esa relación tan completamente
improbable.

Ese viaje, tal vez por lo difícil del mismo o quizá por el anhelo de los dos por saber
lo que significaban en la vida del otro, fue especial, fue definitivo y fue revelador de
algún modo. Pese a la “discusión” -si es que así se le puede llamar a lo que habían
tenido por teléfono a 10.000 km de distancia-, en donde Lulú confrontó con una
ligera carga de agresividad a Santi preguntándole si era ella una amante para él,
durante el viaje, no hubo ni un reproche, por el contrario, de la forma más cariñosa
y comprensiva, Santi, le explicó lo que había sido hasta el momento su vida en
pareja, los fracasos que había tenido en alguna relación anterior –que sí era
clandestina- y puso al desnudo su corazón.

Sin embargo, pese a todo, era normal que no pudiera hablar a nadie de su relación
con Lulú. Ella era una persona que había conocido hace nueve meses en un viaje
de trabajo y él vivía en Madrid con su esposa y sus hijos, era director de una
empresa y para su familia y sus amigos, Santi era el prototipo de hombre perfecto.
Así que de momento y por un tiempo indefinido para entonces, las conversaciones
de Santi seguirían siendo limitadas cuando estuviera en su casa, no abrían saludos
afectuosos si estaba en presencia de otras personas, seguiría viajando a Colombia
una vez al mes y para los ojos de todos su conocidos, seguiría siendo un padre y
esposo ejemplar. Pero pese a esto, le insistía a Lulú en que ella no era su amante…
A lo que Lulú, sin estar del todo convencida, accedió y decidió “no ser la amante” y
desde entonces ser la “novia” de la que nadie podía saber. Pero en el fondo y para
ser francos, fuera cual fuera el título que debía llevar, Lulú estaba enamorada de
Santi y poco le importaba lo que pensaran de su relación y aunque egoísta, tampoco
le importaba significativamente, las consecuencias de estar con él, finalmente, era
cuestión de tiempo para saber en qué terminarían las cosas, así que simplemente
se dejó llevar y con gusto aceptó las condiciones planteadas.

Santi se quedó dormido muy profundamente, puesto que estaba realmente


cansado. Cuando se despertó vio que tenía muchas llamadas perdidas de Lulú, que
no había escuchado puesto que tenía el móvil en silencio, y se preocupó. Todavía
estaba muy dormido pero acertó a decirle en qué hotel estaba y le pidió que subiera.

Santi estaba realmente apurado, pensaba que Lulú estaría enfadado con él por
haberse quedado dormido, sin embargo, una vez que la vió y la besó y abrazó con
todo el cariño que pudo, le pidió mil disculpas por lo que había pasado y por no
estar despierto.

Todo lo que él quería era evitar una situación nuevamente tensa, y/o que ella
pensara que lo había aposta por desinterés.

Durante ese fin de semana Lulu y Santi disfrutaron de Bogotá, y siguieron


conociéndose mutuamente. Santi trató de contarle su situación, tratando de que
Luisa entendiera como estaba, y sobre todo, que se diera cuenta de que iba
realmente en serio con ella. En cada gesto que hacía Santi trataba de mostrarle su
amor.

Durante ese fin de semana, visitaron la Universidad en la que Luisa estaba haciendo
la especialización, visitaron Monserrate, la montaña a cuyos pies Bogotá se
encuentra, pasearon y compraron algunas cosas.

El fin de semana fue realmente plácido, y los dos disfrutaron el uno del otro. Ese fin
de semana, fue como la calma que llega después de la tempestad.

Una vez más, llegó la despedida, y nuevamente la incertidumbre del nuevo viaje.
¿Cuándo nos podríamos ver nuevamente?

Para Lulú cada viaje era especial, sus sentimientos hacia Santi se fortalecían y cada
vez estaba más segura del alcance de su relación. Así pasaron cada mes, uno tras
otro, reuniéndose en Bogotá, valorando las pocas horas que tenían para disfrutar el
uno del otro, conociendo otras latitudes, teniendo un amor sin barreras como bien
lo había dicho Santi en una de las cartas que le había hecho a Luisa alguna vez.

En medio del noviazgo más extraño que los dos hayan podido tener, llegó la navidad
y ya que cada uno tenía a su familia en su propio país, sus cuerpos estuvieron
separados, pero sus corazones y sus almas estaban más juntas que nunca. En
medio de la alegría de compartir estas fechas con los suyos, tanto Santi como Lulú,
estaban tristes por no poder compartir con el otro ese momento, así que sin más
motivo, Santi organizó un viaje a España para que Lulú fuera a verle en el mes de
Enero.

Lulú estaba muy ansiosa esperando respuesta a su solicitud de visa para visitar a
su amor y para conocer un continente al que desde niña había querido ir. Sin
embargo, pese a los nervios a veces irracionales de Luisa, la visa fue aprobada y
solo restaba subirse por diez tormentosas horas a un avión para ver al amor de su
vida esperándola a la salida del aeropuerto.

Era la primera vez que ella volaba un trayecto tan largo y, a decir verdad, esto no la
tenía muy emocionada, realmente estaba aterrada de permanecer tanto tiempo
sobrevolando el océano Atlántico, pero pensaba en su amor y esto le daba valor.

Llegó por fin a su destino, pasó los controles de migración, recogió su maleta, pasó
el control de aduana y cuando pensó que sería el momento más emocionante de su
vida porque su príncipe estaría esperándola con un ramo de rosas y los brazos
abiertos en la primera fila, se estrelló con que no estaba ni con las rosas ni en la
primera fila, así que cuando pasó rápidamente la mirada entre las personas que
esperaban en la salida de vuelos internacionales de la terminal de aeropuerto de
Barajas, la expresión de su rostro manifestó su impacto.

De la nada apareció Santi, muerto de risa –y sin un ramo de rosas- sorprendido de


la cara de furia que según él tenía Lulú cuando salió del aeropuerto. La abrazó con
la dulzura de siempre, se besaron y cualquier disgusto quedó en el pasado, ahora
todo estaba perfecto.

Ese sin duda, fue el mejor de los viajes de Lulú y Santi. Para ella, era un país que
visitaba por primera vez, conocería la nieve, conocería sitios que le enriquecerían
en su cultura general, pero lo que realmente haría de este un viaje diferente era que
Santi le pediría que fuera su esposa…

Después de aquel viaje a Bogotá, Lulú y Santi se las ingeniaron para verse todos
los meses. A veces eran solo un par de días, otras veces un poco más, pero se las
ingeniaron para nunca dejar más de 30 días sin estar juntos.

Durante esos viajes, el amor que Santi sentía por Luisa crecía, y en cada uno de
ellos, descubría mas cosas.
Santi le hablaba a Luisa como nunca le había hablado a nadie, le contaba todo lo
que sentía, y le contestaba con el corazón a cualquier duda que Lulú pudiera tener.

Durante ese otoño, hicieron fuera su primer viaje como pareja, ya que viajaron juntos
a Panamá. Por primera vez, tras tantas horas de vuelo, viajaron en el mismo avión,
y cruzaron juntos una frontera.

Durante ese viaje, visitaron la ciudad, fueron a la playa y se bañaron juntos, salieron
a cenar de gala andando por la calle y visitaron ruinas de antiguas calas de piratas.
Fue un viaje estupendo, puesto que a ojos de todo el mundo eran una pareja, y así
se comportaron. En el mundo real, Santi seguía casado, y para la familia de Lulú, y
especialmente para su madre, era una relación prohibida y destinada al fracaso.

Cada uno, y por supuesto debido a la situación de Santi, tenía sus cadenas. Santi
no podía hablar en muchos momentos con Lulú, cosa que a ella le daba mucha
piedra, pero ella, sobre todos los fines de semana, tampoco podía hablar con él, y
si lo hacía se mostraba lejana.

Sin embargo, el fondo de todo era puro amor, y ambos supieron sobrellevar esa
situación de la mejor manera que pudieron, y cada día que pasaba, se amaban más.

Santi ya no podía imaginar una vida sin Lulú, se había convertido en su centro, y
por ella estaba dispuesto a cambiarlo todo.

Llegaron las Navidades, y una vez más, no pudieron estar juntos. Era imposible por
ambas partes, especialmente por parte de Santi que tenía que estar en su casa,
pero decidieron que era el momento de verse en España.

10 días. A Santi le parecía un sueño estar 10 días con Luisa, viajar por su país,
enseñarle lo más posible, y sobre todo, estar con ella 10 días.
10 días era un paraíso, y lo prepararon bien a conciencia los dos.

Una vez más, sacaron unos billetes, reservaron un hotel y Lulú pidió una visa para
viajar a España. Y se la dieron rápidamente. Y en enero de 2.015, después de
haber pasado las Navidades separados, Lulú voló hacia España.

Santi estaba agobiado con los preparativos, sabía que él era la única persona que
podía ayudar a Lulú en caso de algún apuro en España y preparó hasta el último
detalle del viaje.

El día que Lulú llegaba a Madrid, Santi fue al aeropuerto con más de una hora de
antelación, y conduciendo realmente despacio, puesto que le preocupaba tener un
accidente, y no era por su integridad, sino por Luisa.

El vuelo de iberia Bogotá Madrid aterrizo puntual, y Santi no se separó de la puerta


de salida en ningún momento. Mentalmente iba recorriendo con Luisa todos los
tramites que tenía que hacer: Salir del avión, pasar el registro del policía, recorrer la
T4 satélite, coger el tren, pasar aduana (que susto..!), recoger la maleta en la T4 y
salir. Salir por la puerta 10 de llegadas internacional, y abrazar a su Santi.

Santi estaba muy nervioso, solo quería verla salir, y no podía comunicarse con ella
porque no tenía celular en España..... Y por fin la vio, saliendo por la puerta.... con
una gran cara de piedra..... (Cara de mal genio)...!

¿Qué pasaba? ¿Por qué estaba enfadada? ¿Cómo era posible que tras hacer un
sueño realidad, visitar Europa, España, estar con su novio 10 días pudiera estar
enfadada?
Por unas milésimas de segundo, a Santi se le helo la sangre. Pero tras esas
milésimas de segundo Lulú volvió a la realidad, y se fundió en un abrazo con Santi,
un abrazo cálido, deseado, desesperado por parte de Santi....

Y Santi volvió a sonreír, más aun cuando Lulú le confeso que la cara de piedra era
porque no lo vio inmediatamente al salir, y no tenía flores.

A Santi esos detalles no le importaban, y simplemente era feliz como una lombriz
de estar nuevamente con lulú, esta vez en su propio país.

Nada más llegar a España Luisa dedicó el primer día a visitar la ciudad de Madrid.
Puerta del Sol, calle Princesa, Gran Vía, Puerta de Alcalá, Parque del retiro, Paseo
de la Castellana, Palacio Real, etc...... La noche terminó con una cena en un tablao
flamenco, y con mucho amor.

Al día siguiente viajaron camino a Valencia, Luisa se hizo unas fotos- estaba
preciosa- y se las mandó a su familia. Todo era nuevo para Luisa, todo era distinto,
incluido el mismo hecho de viajar a Europa, y Santi se encontraba Feliz.

Visitaron también Valencia, el Acuario, la Playa de la Malvarrosa, pasearon por el


Paseo Marítimo, comieron paella, visitaron la Ciudad de las Artes y de las Ciencias.
Fueron a Barcelona y a Andorra.

Una vez en España, en efecto… todo era nuevo para Luisa. Siempre había querido
ir a España y aunque ella acostumbraba a viajar sola, el estar acompañada de su
Santi era regocijante. Era como si se conocieran de toda la vida, confiaba
plenamente en él, cada vez que le decía o le enseñaba algo o un lugar, sentía
profunda admiración. Allí vio a un Santi más natural, más sereno en fin, más él…

Si bien para Lulú Madrid era una ciudad preciosa, segura, organizada y limpia, lo
que más le impactó fue visitar el acuario de valencia. Para ella era completamente
nuevo ver delfines. Eran animales maravillosos, alegres, inteligentes y en general
admirables. A parte de los tigres, los delfines eran los animales que más llamaban
su atención, así que verlos tan cerca fue impactante. Era tal la felicidad que
experimentaba en ese momento, que no pudo contener las lágrimas y dejo ver a su
Santi una faceta que a lo mejor nadie conocía de ella; era la primera vez que lloraba
de felicidad.

Una vez terminó el show del acuario de Madrid, salieron rumbo a Barcelona. En esta
ciudad pasaron muy poco tiempo, pues la ilusión de Luisa en ese viaje era conocer
la nieve, así que luego de dormir en Barcelona y visitar los lugares más
emblemáticos de la ciudad, salieron hacía Andorra.

Poco antes de llegar a Andorra, reservaron su estadía en un hotel de una zona


agrícola ubicada en la Seu d’Urgell. Dado que era noche y estaba muy poco
iluminada la vía, la llegada no fue sencilla, hacía frio, no había personas a la vista y
se respiraba un poco de miedo en el ambiente; sin embargo, llegaron a una finca
que daba la sensación de estar abandonada y que desafortunadamente, era el lugar
en donde habían reservado esa noche.

Al notar que nadie salió a su encuentro en aquella finca, Santi y Lulú decidieron bajar
del carro e ir en busca de alguien. Estaban en ello, cuando de la nada salió una
señora de edad considerable, tenía el cabello blanco y despeinado, tenía el rostro
pálido y lleno de arrugas, su postura era inclinada por el peso de los años, pero sin
duda, lo más aterrador de todo, era la mirada fija y sorprendida que tenía tan pronto
vio a Luisa-

Luisa estaba vestida con un abrigo negro, un pantalón de jean azul, zapatos
deportivos y por el frio, tenía cubierta la cabeza con un gorro de lana que su
hermano le había regalado para el viaje. Probablemente, al tener el cabello cubierto
con el gorro, el rostro de Lulú se veía mucho más joven de lo que en realidad era y
eso fue lo que notó la señora que atendía el lugar.
Su actitud frente a Santi se tornó hostil y no dejaba de mirarlo de forma acusadora,
empezó a ser insistente con la documentación de Lulú y exigía que se le enseñara
no solo su pasaporte sino el documento de identificación de Colombia, país de
origen de Lulú. Por su puesto para Santi la situación era por demás extraña, no era
usual que se pidiera la documentación original y menos el documento de identidad
en un país que no tendría validez alguna. Sin embargo, pese a todo, se le entregó
la documentación requerida, pagaron y pasaron a la habitación.

Una vez en la habitación, Lulú entró en pánico. Era sin exagerar espantosa. La cama
era en tubo color negro, tenía dos mesas de noche a cada lado de la cama de color
negro también y sobre ellas un candelabro dorado con velas negras… la única
ventana de la habitación era pequeña y estaba sellada. Hacía mucho frio y la luz era
bastante tenue. Tan pronto Luisa terminó de revisar la habitación, con mucha pena
“colombiana” le pidió a Santi que abandonaran el sitio.

Por la cabeza de Luisa solo pasaba la cara fea de la anciana y se imaginaba al estilo
de las películas de terror, que en cualquier momento subiría con una sierra eléctrica
a torturarlos… un poco exagerado a decir verdad, pero era lo que pensaba. Así que
sin mucho pedir, Santi vio en sus ojos el profundo miedo que tenía su princesa y sin
dar detalles a la anciana se fueron de allí a buscar otro hotel.

Santi enseño la ciudad de Madrid a Luisa. Visitaron el Palacio Real, Puerta de


Alcalá, la Puerta del Sol, La Almudena, El Retiro, La calle Princesa, el Paseo de la
Castellana, un "Tablao" flamenco y muchos más sitio, y al día siguiente partieron
camino de Valencia.

Valencia, como ya hemos contado, fue la ciudad que más le gustó a Luisa. Tenía
todo, luz, mar, buena temperatura, era bonita, etc.
Durante la visita a esa ciudad visitaron el acuario, la Ciudad de las Ciencias, la
Playa, el Paseo Marítimo, etc, pero lo que más le impresionó a Luisa fueron los
Delfines.
Luisa no perdió detalle durante toda la actuación, y al final, lloró. Al principio Santi
no entendía porque lloraba, ¿ Qué pasaba ? El había visto muchas veces a los
delfines, pero Luisa lloraba de pura sensibilidad.

Santi, entendió, que debajo de aquella chica capaz, inteligente, aventurera,


independiente, etc., había una chica super sensible, con los animales, y con la
belleza en general. Había alguien muy especial, con una sensibilidad extrema, y
Santi pensó en cómo había tenido que haberse defendido para dejar intacta esa
parte de ella misma.

Santi se sintió en ese momento conmovido ante tanta belleza, y paralizado, por no
saber que decir y cómo actuar, así que dejó simplemente pasar el momento y
aceptarlo.

El viaje en Valencia fue estupendo y de ahí partieron a Barcelona. Santi tuvo la


sensación de que a Lulu le gustó Barcelona, es una ciudad preciosa, pero no tanto
como Valencia.

Y el viaje prosiguió rumbo a Andorra. La idea era que Lulú entrara en otro país
(Andorra es otro país distinto de España) y sobre todo que viera la nieve. Y lo
consiguieron. Durante esos días Lulú se revolcó en la nieve, hizo el angelito,
caminó, le tiró nieve a Santi y fueron felices.

Fueron felices a pesar de la dueña del hotel que habían reservado, que, desde el
momento que vió a Lulú y a Santi pensó que allí pasaba algo malo, que Lulú era
menor de edad y que Santi era un pervertido que quería pasar una noche divertida
con esa colombiana guapa..
Para rematar la faena, la habitación era horrible, el hotel era horrible, y Lulú le pidió
a Santi que cambiaran de hotel, y a la media hora, estaban cenando en un
restaurante italiano, cerca de un hotel de la Seo D'urgell en el que se alojaban.

Nunca más supieron de la dueña del hotel, ni siquiera usaron nada de la habitación
pero la energía de ese sitio no era buena.

Lulú y Santi habían quedado para cenar con una amiga de éste último, pues Lulú
quería conocer cómo era una casa y una cena (comida en colombiano) española,
así que, cuando se levantaron, cogieron el coche y se pusieron a manejar de
Andorra a Madrid.

Más de 700 km, de los que Lulú hizo gran parte, circulando a gran velocidad por las
autopistas españolas. Tal era la confianza de Santi en Lulú, que en algunas partes
del trayecto se quedó dormido.

Y juntos llegaron hasta la estación de Atocha, lugar en el que se cambiaron (en los
lavabos) y juntos se fueron a casa de la amiga de Santi a cenar.

Santi estaba feliz, disfrutaba de cada momento, y pensaba que lo normal era estar
con Luisa, aunque todavía tenía muchas cosas que solucionar, pero eso...... eso
queda para un poco más adelante....!

En efecto este era un buen viaje para Lulú. Santi la había invitado a conocer la
ciudad de Toledo y estando allí, Santiago mostró impaciencia por regresar a Madrid;
en ese momento le confesó a Luisa que deseaba hacerle un regalo especial y la
llevó a un centro comercial de Madrid a comprarle un anillo, que aunque no era de
compromiso, si representaba un símbolo de su relación y de sus planes con ella.
Así que sin pensarlo mucho fueron por el anillo, que en adelante significaría mucho
para Luisa, pues a su vez, Santi le pedía que se quedara con él y que una vez
resolviera su situación actual se casaran.
Para ella, era la primera vez que sabía realmente el curso de su relación y toda la
incertidumbre previa que había tenido antes desaparecía en cuestión de segundos.
Estaba realmente feliz… aceptaba sin la menor duda aquel compromiso simbólico
y estaba dispuesta a enfrentar los difíciles tiempos que se avecinaban.

Esa noche llena de emociones era la última que pasaría Luisa en España, pues al
día siguiente era ella la que tomaba el vuelo de regreso a su país. Así que Santi
quería hacerla especial y la invitó a cenar en el restaurante del estadio Santiago
Bernabeu; sin embargo, camino al restaurante, empezó a caer una fuerte nevada y,
aunque Luisa estaba realmente fascinada con el espectáculo, para Santi se estaba
convirtiendo en una preocupación pues podría ser realmente peligroso conducir sin
las cadenas de nieve, así que decidió regresar al hotel y tener allí la ultima cena de
aquel viaje…

En el menú lo único disponible era sanduche de atún, lo que era trágico, pues Santi
es alérgico al pescado. Pese a lo irónico del momento, esa noche no fue menos
especial, Santi ceno con dos cervezas y Lulú con dos sanduches de atún, subieron
a su habitación y sellaron con amor su pacto simbólico.

Al día siguiente, los enamorados en absoluto silencio partieron rumbo al aeropuerto


y casi sin cruzar palabra durante el desayuno o durante el recorrido a la T4; a lo
mejor, ninguno quería mostrar el tremendo dolor que sentían por dejarse una vez
más. Pero era imposible, el malestar era visible.

Se dieron un abrazo, se besaron y luego de llorar un poco se separaron, no sin


antes recordar la promesa que se habían hecho de luchar por su relación, que ahora
no era solo un noviazgo…

Ese viaje fue mágico estaba siendo mágico para los dos, ya que nunca había
pasado tanto tiempo juntos, pero los dos sabían que, el tiempo era algo muy valioso
para ellos, y no disponían de mucho.
El último día viajaron a Toledo, una ciudad a una hora de Madrid para visitarla, y
que Lulú se conociera otra ciudad española. Pasearon por las calles, fumaron un
puro juntos, e incluso hicieron el gamberro alguna vez, pero lo pasaron en grande.
Sin embargo, los dos sabían que el tiempo se acababa, y que pronto Luisa tendría
que volver a Colombia.

Santi deseaba hacerle saber a Luisa de su compromiso con ello, deseaba que no
tuvierad dudas, y que portase algo que le recordase el amor que tenían, en tiempos
difíciles, que sin duda tendrían que venir. Y decidió comprarle un anillo.

Decidió que un anillo de plata, con una rama entrelazada, era un buen símbolo, no
era ostentoso, cosa que Luisa hubiera odiado y no hubiera sido practico en
Colombia, y se lo regaló. Los dos sintieron en ese momento que el compromiso era,
si cabía, todavía mayor, y que estaban destinados el uno al otro.

Por la noche, salieron del hotel para comer (cenar en español) juntos, pero camino
del restaurante empezó a caer una nevada terrible. Lo que al principio era un
espectáculo de la naturaleza fabuloso, se estaba convirtiendo en una tormenta en
toda regla, y Santi empezó a pensar que sin cadenas podían tener un accidente, o
quedarse en el coche atrapados en un arcén. E inmediatamente miró el tanque de
gasolina de su coche. ¡Mierda! Estaba casi vacío.... si se quedaban en un arcén al
cabo de un tiempo no tendrían gasolina, y por lo tanto calefacción, y la tormenta iba
arreciando cada vez más.

Sin embargo, la pareja de enamorados consiguieron llegar al hotel, que estaba sin
provisiones. Salieron por los alrededores, hicieron fotos, jugaron por la nieve y
subieron a su habitación, y esa noche, una vez más, en silencio sellaron su amor, y
se durmieron abrazados, como siempre hacían.
Al día siguiente, Santi llevó a Lulú al aeropuerto. Santi tenía el corazon roto, no
sabía que decir, no quería que la cosa se pusiera fea, ni quería ver a Luisa triste en
su despedida.
Sin embargo, la despedida, como todas, fue triste, los corazones estaban rotos, y
aunque el compromiso que tenían era firma, no tenían idea exacta de cuándo se
iban a ver de nuevo.

Pero algunas cosas ya habían cambiado. Santi tenía que organizar su vida,
divorciarse, para poder estar con Luisa. No era bueno, para nadie, que las cosas
siguieran igual, pero, lo más importante, es que Santi sabía que Luisa era la mujer
de su vida, su alma gemela, y no podía seguir en esa situación. Así que, tomó la
determinación de, para marzo abril, con el curso avanzado, hablar con su mujer y
disolver su unión.

Santi se fue del aeropuerto de Barajas con el corazón roto. Entendió que el que se
queda, sufre más, porque todo le recuerda a la otra persona. Ya no tenía carro,
tenían carro, habían circulado, andado y vivido por los mismos lugares, y eso era
terrible, puesto que todo le recordaba a Luisa.

Aquel primer viaje a España, cambió todo, para Lulú y para Santi, y a partir de ese
momento, los dos sabían que estaban más comprometidos todavía, de lo que lo
estaban antes.

Y volvió la rutina, volvió el buscar la forma de, como mínimo, verse una vez todos
los meses. Pero durante todo el año 2.015, así lo hicieron, y en febrero, Santi estaba
viajando de nuevo para Colombia.

Llegó febrero. Era el tercer día del segundo mes del año y Lulú estaba en su
cumpleaños número 26. Ese día había sido especial pues su familia le había hecho
una pequeña reunión el día anterior con sus primos, sus tíos y sus amigos más
cercanos. En su oficina sus colaboradores le habían dado un ramo de flores muy
colorido, muchos chocolates y hasta un muñeco de felpa. Sin embargo, lo más
especial del día era una carta de su Santi atada con un lazo rojo a un hermoso ramo
de rosas que le deseaba un feliz cumpleaños y en la que le decía que en ese
momento estaba tomando un avión hacía ella.

Esa tarde se reunieron, cenaron juntos y pasaron una noche especial y al día
siguiente Santi tuvo que viajar para asistir a una reunión de trabajo. Era halagador
que viajara 20 horas por estar junto a su princesa 12 horas… y así pasaron 20 días
más hasta que pasados veinte días regresó para celebrar en esta ocasión su
cumpleaños.

Lulú le preparó una pequeña sorpresa junto con su hermano, quien distrajo a Santi
mientras ella le compraba un postre. Él estaba realmente feliz, realmente se
respiraba amor en el ambiente.

El mes de febrero era un mes especial, tanto para Lulú como para Santi, ya que el
día 3 era el cumpleaños del Luisa, y el 24 el cumpleaños de Santi. Una acuario con
un piscis. Una mujer cerebral, con un hombre sensible.

Santi nunca había sido aficionado a celebrar los cumpleaños, para él era un día
normal, no tenía buenos recuerdos de cuando era pequeño. Sin embargo, se había
dado cuenta que para Luisa si era un día especial, así que organizó su agenda para
poder estar con ella el día de su cumpleaños.

Llamó a una floristería, y organizó el envío de unas flores y de un regalo, junto con
un globo rojo que ponía te amo y viajó hacía Bogotá el mismo tres de febrero.

Esa noche cenaron juntos, y celebraron, por primera vez, el cumple de Lulú en la
intimidad, fue una velada realmente bonita.
Durante el fin de semana visitaron juntos las minas de Zipaquirá, lugar que a Lulu
le asustó (prácticamente entró en pánico cuando hubo una simulacro de explosión)
y lugar que a Santi le encantó. Era algo que realmente Santi disfrutaba, viajar por
Colombia, el país más bonito que conocía, junto con el amor de su vida.

Pero ese mes tenía otro reto, puesto que el 24 de febrero era el cumpleaños de
Santi, y …... ¿ Como iban a hacerlo para verse nuevamente ese mes ?

A la hora de escribir este libro, el co autor no se acuerda de cómo lo hizo, pero viajó
nuevamente hacia Colombia, con su amor, para poder pasar juntos el día de su
cumpleaños.

Lo que parecía imposible se iba construyendo, un amor a 10.000 km de distancia,


una confianza plena, un par de seres humanos que cada día se enamoraban más,
un milagro estaba ocurriendo a la vista de todos, y sus protagonistas, lo estaban
viviendo y lo estaban disfrutando día a día.

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