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1. Introducción
La caída del Imperio Romano (476) trajo consigo las invasiones de los bárbaros
y la formación de pequeños estados-reinos en Europa cuyo lazo común fue la
iglesia católica de forma progresiva, a medida que los distintos pueblos se
convertían al cristianismo. La teología se convirtió en la ciencia suprema; la Biblia
fue conocida en Occidente a través de la traducción latina que hizo de la misma
–la Vulgata– San Jerónimo en el 520.
La Biblia es un libro religioso, no es un libro científico; la interpretación literal de
la misma, durante los siglos posteriores, condujo a errores y confrontaciones con
la ciencia en la baja Edad Media, en el Renacimiento y la Ilustración.
Recordemos al respecto la confrontación entre el geocentrismo y el
heliocentrismo, entre otras.
Por esta razón es necesario puntualizar algunos conceptos sobre la ciencia, la
cultura y la fe y sus relaciones y controversias. Al mismo tiempo viviendo, como
vivimos en una sociedad multicultural es necesario que en el diálogo fe y cultura
aparezca la tolerancia y el respeto. Este es el objeto de nuestro trabajo.
1 Quiero agradecer las sugerencias de Sissi Alcántara, Virginia Biola, Mónica Del Águila y Griselda González.
Como decía Galileo: “La Biblia es un libro que nos muestra el camino para ir al
cielo, no es un libro que trata de describir cómo se mueven los astros en el cielo”.
"En la discusión de los problemas de la Física, no se debería tomar como criterio
la autoridad de los textos sagrados, sino las experiencias y las demostraciones
matemáticas" pues “el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje
matemático”, dice Galileo.
Un claro ejemplo de la intromisión de la Iglesia en temas científicos que no le
competían –siglo XVII-- es la condena de Galileo por el cardenal Roberto
Bellarmino (1542-1621), jesuita, teólogo y encargado de velar por la pureza de
la doctrina Católica. Bellarmino conmina a Galileo a abandonar la defensa de las
teorías copernicanas y prohíbe su defensa o su enseñanza. Los libros de
Copérnico son incluidos en el Índice de Libros Prohibidos y se declara: "... que
el sol está en el centro del mundo y que la Tierra no lo sea y que no esté inmóvil
es una teoría absurda en filosofía y herética en cuanto a la verdad teológica".
Según Russell, el conflicto entre Galileo y la Iglesia Católica fue un conflicto entre
el razonamiento inductivo y el razonamiento deductivo. La inducción basada en
la observación de la realidad, propia del método científico que Galileo usó por
primera vez, ofreciendo pruebas experimentales de sus afirmaciones, y
publicando los resultados para que pudiesen ser repetidas, frente a la deducción,
a partir de argumentos basados en criterios de autoridad, bien de filósofos como
Aristóteles o de las Sagradas escrituras. Así, en relación a su defensa de la teoría
heliocéntrica, Galileo siempre se basó en datos extraídos de observaciones
experimentales que demostraban la validez de sus argumentos.
Como se puede ver la confrontación entre la ciencia y la fe surge como
consecuencia de las interpretaciones que cada una de ellas hacen de la realidad.
La ciencia se centra en las descripciones de qué es el mundo y cómo funciona,
qué leyes lo rigen, etc. La fe se centra en explicar el sentido y el para qué de
las realidades observadas. La ciencia se mueve en el mundo de lo sensible, de
las experiencias, en términos de lo mensurable utilizando, para aproximarse a la
verdad, el método científico, mientras que la fe se mueve en el mundo de las
creencias, de la búsqueda de sentido de la existencia de los seres humanos.
Dicho esto podemos afirmar que no debería haber confrontación pues ambas
realidades se rigen por principios epistemológicos diferentes y que lo que
expresan tanto la ciencia como la fe son aspectos diferentes de la misma y única
verdad. Si ambas explican la misma verdad no puede haber contradicción entre
Un salto típico del por qué al cómo y del cómo al por qué es la controversia
sobre la evolución de las especies. Sin la distinción de los dos aspectos la única
no ocurre con la filosofía y con la religión que no se las pueden proporcionar. Sin
embargo como dice Pascal, “siempre hay luz suficiente para los que desean ver,
y suficiente oscuridad para los que tienen disposición contraria” (Pascal, 1981,
p. 68).
ANEXO
No son raras las confesiones de fe en los científicos. Por ejemplo, John Barrow,
el genio de la cosmología, asegura que “La nueva teoría de la expansión del
universo recuerda las grandes intuiciones de Theillard de Chardin sobre el Cristo-
Dios, fundador de las leyes de la naturaleza”. El mismo Stephen Hawking
considera que las leyes de la física son el mejor medio para acercarse a Dios.
Sin embargo, es interesante constatar los motivos que aducen los científicos
creyentes para fundamentar su fe. Según el estudio, tan sólo el 7 por ciento cree
por pruebas científicas. El 31% asegura que su fe se debe especialmente a la
cultura y a la ideología. El 5% considera que ha llegado a la existencia de Dios
a través de los estudios. Exactamente la mitad, el 50% asegura que cree por
pura fe. Por último, el 7% de los científicos aducen otras razones para
fundamentar sus convicciones religiosas.
Este científico relata esta anécdota: mi última entrevista con un químico famoso,
Laars Onsager, premio Nobel. Era vecino mío porque tenía una granja en New
Hampshire y nos veíamos bastante. Es más, yo estuve en el hospital por una
enfermedad muy grave y necesitaba una transfusión. A la media hora, él se había
presentado allí y ofreció su sangre y lo que hiciese falta. Era una bellísima
persona. Un día de otoño fuimos a verle a su granja y me dejó leer un escrito
suyo sobre algunos procesos químicos relacionados con la evolución. Lo leí
aquella misma noche y a la mañana siguiente salimos a dar un paseo por el
bosque. En septiembre los bosques de plátanos de indias están espléndidos. Me
pidió mi opinión sobre el trabajo que me había dejado y, en medio de aquella
conversación, le pregunté qué le parecía la evolución y si era darwinista.
Entonces cogí del suelo una hoja de árbol; era roja y dorada en los bordes,
perfectamente simétrica. Se la mostré y añadí: ¿Piensas que esto es sólo el
resultado de la supervivencia del más fuerte? ¿Por qué ha caído al suelo lo que
debía sobrevivir? ¿No eres capaz de apreciar la belleza de esta cosa? ¿Y no
significa eso que elementos como belleza, y quizá designio, están involucrados
en el proceso evolutivo? ¿Por qué razón iba a sobrevivir una hoja de árbol que
va a pudrirse en el suelo?
El respondió: Sí, pienso que en la evolución hay algo más que la mera
supervivencia del mejor adaptado, algo más que mutaciones y azar.
Fue la última vez que lo vi, porque falleció dos días más tarde. Es absolutamente
irracional rechazar la noción de un Creador apelando a la ciencia. La ciencia ha
demostrado de modo definitivo que no es contradictoria la creación de la nada.
Aunque el gran físico quizá se había opuesto a la idea de un Dios personal –hay
quien opina que era panteísta, en la línea de Spinoza-- cuando era joven, en su
madurez se había convertido --en opinión de Groeschel-- en una persona
bastante religiosa.
Muchos comentan que Albert Einstein fue más bien lo que se suele llamar “un
ateo”. No creía en la existencia de un Dios personal, se dice. Pero hay
testimonios contrarios. Pocos son, en todo caso, los que conocen su evolución
religiosa. Randall Sullivan en su libro "The Miracle Detective" (New York, 2004,
pp.432-433) relata una conversación que tuvo con Benedict Groeschel, monje
neoyorquino experto en teología mística y autor de "Still, small voice" (Ignatius
Press, 1993). Cuenta Sullivan que Groeschel le comentó que había estado
leyendo mucho sobre Einstein y que aunque el gran físico quizá se había opuesto
a la idea de un Dios personal cuando era joven, en su madurez se había
convertido en una persona bastante religiosa.
En concreto dice: “Estaba fascinado por el misterio del Santísimo Sacramento”.
¿Quiere decir Groeschel que Einstein creía propiamente en la presencia de real
de Jesucristo bajo las figuras de pan y vino consagrados en la santa misa? No
lo sé. Lo que parece seguro es que a Einstein no le sorprendía del todo el misterio
eucarístico. Su familiaridad con lo fascinante del universo creado, le permitía
reconocer que Dios es capaz de hacer algo infinitamente más asombroso.
REFERENCIAS
Chomsky, N. (2006, a). The Reality Club: Beyond Belief. Recuperado de:
http://www.edge.org/discourse/bb.html#chomsky
Hawking, S. (1988). Historia del tiempo: Del big bang a los agujeros negros.
Barcelona, España: Grijalbo.
Juan Pablo II (1998). Carta encíclica Fides et Ratio. Sobre las relaciones entre
Fe y Razón. Roma: Vaticano.
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