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LA FE
“Es, pues la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.” (Hebreos 11.1).
La fe es el resultado de oír o recibir el evangelio de la gracia de Dios.
“Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por medio de
la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos
por su vida. “Pues si por la trasgresión de uno solo reinó la muerte,
mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia.” (Romanos 5.2, 10,17).
ARREPENTIMIENTO Y CONVERSIÓN
La palabra “arrepentimiento” viene de varias palabras griegas que
significan cambio de miras y propósitos, cambio de corazón, cambio de
mente, cambio de vida, transformación, etc. “Deje el impío su camino, y
el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá
de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”.
(Isaías 55.7; Lucas 13. 1-5). El arrepentimiento genuino es la confesión
y abandono de los pecados. Juan el bautista predicó el arrepentimiento.
Jesús lo proclamó, y los apóstoles lo enfatizaron tanto a judíos como a
gentiles. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo. (Hechos 2.38; 17.30).
BAUTISMO EN AGUA
La palabra bautizar quiere decir sepultar o sumergir (Romanos 6.4-5). La
manera escritural del bautismo es por inmersión, y es sólo para aquellos
que se han arrepentido completamente, apartándose de sus pecados y del
amor al mundo. Debe ser administrado por un ministro autorizado (del
evangelio) en obediencia a la Palabra de Dios, y en el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, de acuerdo con los Hechos de los Apóstoles 2.38; 8.16;
10.48; 19.5), obedeciendo así Mateo 28.19. “Y que se predicase en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24.47).
EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SANTO
Los términos “bautizar en Espíritu Santo y “Llenos del Espíritu Santo”,
“el don del Espíritu Santo”, son términos usados indispensablemente en
la Biblia. Juan el Bautista, en Mateo 3.11, dijo: “Él os bautizará en
Espíritu Santo y fuego.” El Señor también dijo a sus discípulos: “…
Vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos
días”. (Hechos 1.5) Lucas nos dice en Hechos 2.4 “Y fueron todos llenos
del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el
Espíritu les daba que hablasen”. Es escritural que todos los que reciban
el don, o sean llenos del Espíritu Santo reciban la misma señal física
inicial… hablar en otras lenguas, como se relata en Hechos 2.4; 10.46;
19.6 y/o el don de lenguas como se explica en 1Corintios Capítulo 12 y
14.
EL NUEVO NACIMIENTO
El Nuevo Nacimiento es el resultado de haber sido engendrado por la
Palabra y haber nacido de ella, y se refleja en la persona mediante el
arrepentimiento, la conversión y la obediencia al evangelio. “Respondió
Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (Juan 3.3). “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas” (2Corintios 5.17). “Él, de su voluntad,
nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de
sus criaturas”. (Santiago 1.18).
LOS DONES
Los dones son dados para capacitar a los miembros del cuerpo de Cristo,
y siendo provenientes de Dios. Nunca son dados para uso particular, ni
para enaltecimiento de la persona, ya que estos dones son temporalmente
como manifestación del Espíritu Santo para provecho, edificación de la
Iglesia y propagación del Evangelio. “Pero a cada uno les es dada la
manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el
Espíritu palabra de sabiduría; a otro. Palabra de ciencia según el mismo
Espíritu; a otro fe, por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades
por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro,
discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a
otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el
mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.
(1Corintios 12.7-11). “Pero el que profetiza habla a los hombres para
edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña,
a sí mismo se edifica; pero el que profetiza edifica a la Iglesia”.
(1Corintios 14.3-4).
LA SANTIDAD
“Y esto erais algunos; Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y
por el Espíritu de nuestro Dios”. (1Corintios 6.11).<
SANIDAD DIVINA
El primer pacto que el Señor (Jehová) hizo con los hijos de Israel
después de haberlos sacado de Egipto, fue un pacto de salud. El Señor
dijo: “… Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, (Jehová-Rapha,
El Señor sana) e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus
mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de
las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu
sanador” (Éxodo 15.26).
En algunas traducciones se lee: “Porque yo soy Jehová tu médico”;
siendo él nuestro médico o doctor tenemos el más capaz de todo el
mundo. Nuestro Señor Jesucristo recorrió toda Galilea, predicando el
evangelio del reino y sanando toda enfermedad en el pueblo, (Mateo
4.23-24). “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos” (Hebreos
13.8). Los sufrimientos vicarios del Señor Jesucristo, pagados por la
sanidad de nuestros cuerpos, fueron los mismos que por la salvación de
nuestras almas porque “por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías
53.5). En Mateo 8.17 se lee “…El mismo tomó nuestras enfermedades, y
llevó nuestras dolencias”.
LA IGLESIA
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, conformado por los llamados por el
evangelio, alrededor de la Persona y obra del Señor Jesucristo,
incorporados a ella por la obediencia a la verdad.
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo
16.18).
Sus prácticas y doctrinas están contenidas en la Palabra de Dios. “Y
sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza a la Iglesia, la
cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”
(Efesios 1.22. 23). “Un cuerpo y un Espíritu como fuisteis también
llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4.4).
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, él que es el principio, el
Primogénito de entre los muertos para que en todo tenga la
preeminencia” (Col. 1.18).
EL REINO DE DIOS
A) Es el gobierno que él ejerce por su Espíritu en los creyentes “…He
aquí el reino de Dios está entre vosotros”. (Lucas 17.21).
“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y
gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 4.17).
LA RESURRECCIÓN
La resurrección es la esperanza del cristianismo. “Yo sé que mi Redentor
vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi
piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo; y mis ojos
lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí”, (Job
19.25-27). “En cuanto a mí, veré tu rostro en Justicia; estaré
Satisfecho cuando despierte a tu semejanza”. (Salmos 17.1 S). “Le dijo Jesús: Yo
soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, (Juan
11.25). “Pero que ahora ha sido manifestado por la aparición de nuestro Salvador
Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el
evangelio’ (2 Timoteo 1.10).
EL MILENIO
El milenio es el período de la restauración de todas las cosas de que
hablan los profetas y los apóstoles. “Lo que vio Isaías hijo de Amoz
acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos,
que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los
montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las
naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al
monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus
caminos, y caminaremos por sus sendas.
EL JUICIO FINAL
En el Juicio Final participarán todos los hombres que hayan muerto sin
Cristo, y los que estén sobre la tierra en el tiempo de purificación. Este
juicio se efectuará al final del milenio, y también se le conoce con el
nombre de Juicio del Trono Blanco. La Iglesia no será Juzgada sino que
ella misma intervendrá en el Juicio que Dios tiene preparado. ¿O no
sabéis que los santos han de Juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser
Juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O
no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de
esta vida? (1 Corintios 6.2-3). “En el día en que Dios juzgará por
Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”
(Romanos 2.16).
CUERPO MINISTERIAL
El ministerio es un llamamiento de Dios, y el Espíritu Santo confiará a
cada ministro la facultad de servir a la Iglesia en distintas capacidades y
con distintos dones, cuyas manifestaciones son todas para edificación del
cuerpo de Cristo. *Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo” (Efesios 4.11, 12) Léase Romanos 12.6-8; 1
Corintios 12.5-11).
Aunque el llamamiento al ministerio es de origen Divino, la Palabra de
Dios contiene suficientes enseñanzas sobre los requisitos que debe llenar
el candidato a servir en el ministerio, y que corresponde a los ancianos de
la Iglesia examinar a los candidatos al ministerio, y determinar cuándo
son dignos de aprobación. Léase 1 Timoteo 3.10, 4.14; 5.17.
La Naturaleza de Dios
LA NATURALEZA DE DIOS
“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan
4:24)
Es esencial que aprendamos más acerca de la naturaleza de Dios. Por supuesto, nuestras
pequeñas mentes humanas no pueden descubrir o comprender todo lo que hay de conocer
acerca de Dios, pero la Biblia sí describe muchas características y atributos importantes que
Dios posee.
DIOS ES ESPIRITU
Jesús proclamó esta verdad en Juan 4:24. La Biblia la revela consistentemente, desde Génesis
1:2
(“y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”) hasta Apocalipsis 22:17
(“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.”). Hebreos 12:9 le llama a Dios el Padre de los espíritus.
¿Qué es un espíritu? El Diccionario Webster (inglés) incluye en su definición de la palabra lo
siguiente: “Un ser sobrenatural, incorpóreo, y racional siendo usualmente invisible a los seres
humanos pero poseyendo el poder de hacerse visible a su voluntad. . . un ser que posee una
naturaleza incorpórea o inmaterial.
”1 La palabra hebrea que se traduce espíritu es ruwach, y puede significar viento, aliento, vida,
ira, insustancialidad, región del cielo, o el espíritu de un ser racional.
La palabra griega traducida como espíritu, pneuma, puede significar una corriente de aire,
aliento, un soplo repentino, brisa, espíritu, alma, principio vital, disposición, ángel, demonio, o
Dios.
2 Las tres definiciones enfatizan que un espíritu no tiene carne y huesos (Lucas 24:39). Del
mismo modo, Jesús indicó que el Espíritu de Dios no tiene carne y sangre (Mateo 16:17).
Entonces, cuando la Biblia dice que Dios es Espíritu, quiere decir que El no puede ser visto ni
tocado físicamente por los seres humanos. Como un Espíritu, El es un Ser inteligente y
sobrenatural que no tiene un cuerpo físico
.
DIOS ES INVISIBLE
Ya que Dios es un Espíritu, El es invisible, a menos que El escoga manifestarse al hombre en
alguna forma visible. Dios le dijo a Moisés, “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre,
y vivirá” (Exodo 33:20). “
Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18; I Juan 4:12). No tan solo ningún hombre ha visto a Dios
jamás, sino que ningún hombre puede ver a Dios (I Timoteo 6:16). Varias veces la Biblia le
describe a Dios como siendo invisible (Colosenses 1:15; I Timoteo 1:17; Hebreos 11:27).
Aunque el hombre puede ver a Dios cuando El aparece en varias formas, ningún hombre puede
ver directamente el Espíritu invisible de Dios.
DIOS ES ETERNO
Dios es eterno, inmortal, y perdura para siempre (Deuteronomio 33:27; Isaías 9:6; I Timoteo
1:17). Él es el primero y el último
(Isaías 44:6).
El no tuvo principio ni tendrá fin; otros seres espirituales, incluso el hombre, son inmortales en
cuanto al futuro, pero sólo Dios es eterno en el pasado y el futuro.
EL CONCEPTO DE DIOS
Para los judíos (al igual que para muchos pueblos históricamente teístas) es indiscutible la
existencia de un Ser Supremo del cual surgieron todas las cosas creadas; se basan,
específicamente, en un texto histórico-religioso (la Torá ) que da testimonio de los hechos
sucedidos al principio de todas las cosas. La Torá comprende los cinco libros del Pentateuco
entre los que se destaca el Génesis, libro que ha dado origen a la teoría creacionista que
avala la intervención de una Fuerza Superior en la organización del mundo. Esta teoría
controvierte la del big bang que desplaza la imagen de cualquier Ser Superior como
protagonista de la creación.
Los judíos consideran a Moisés como el escritor de la ley dictada por YAHVÉ para regir los
designios del pueblo judío; fue el primero en dar testimonio de lo que había acontecido antes
de la aparición de todas las cosas y así lo registró en los primeros libros de la Ley. Los
hebreos predican ser hijos de Abraham de cuya simiente nació Isaac como promesa y quien
viene a ser la piedra angular de esta nación que lucha infatigablemente por superponerse a
otra con la que disputa ciertas doctrinas y creencias: la islámica.
La Torá, como es conocida la Ley Mosaica, es para los judíos el testimonio fehaciente de la
validez que Dios le da a este pueblo por boca de Moisés. “La Torá es un regalo que Dios hace
a los hombres. Por tanto, constituye también una especie de obligación, una suerte de orden
de la vida, pues no hay aspecto de la existencia humana que quede en ella sin tratar” No sólo
es un texto religioso, sino político en el sentido sociológico del término. En él subyacen leyes
sanitarias y sociales que permiten la convivencia de los judíos entre ellos y con el resto de la
sociedad. Tanto así, que este texto se ha mantenido vigente por más de 20 siglos.
Una simple aproximación al texto evidencia que el origen del mundo se explica de una manera
sencilla. Lo que para muchos científicos y filósofos ha sido uno de los principales enigmas por
responder, está resumido en este texto, del cual han surgido, también, algunas traducciones o
adaptaciones a las que toda la gente tiene acceso.
Todo surgió en seis días producto de la disposición de un Ser: Dios. Todo estaba poblado de
la nada. Ese Dios, por lo demás eterno, determinó darle forma a la nada y hacer de ella, desde
el universo, hasta la especie más diminuta. “Cuando en el principio Dios creó los cielos y la
tierra, reinaba el caos y no había nada en ella. El abismo estaba sumido en la oscuridad”
Después de la creación de los cielos y la tierra, viene un proceso de poblamiento de los
animales quienes aparecen por el poder de la palabra de ese Dios capaz de crear la tierra
donde sólo había un vacío. Posteriormente aparece el hombre en escena para completar el
cuadro de la creación.
Pero esa versión de la existencia del universo era desconocida por aquellos que aún no
habían sido referenciados en los mapas. América se perdía entonces en medio de dos
inmensos mares y una espesa jungla virgen. El canto de los pájaros, el rugido de los ríos y la
voracidad del viento eran aspectos ignorados por el Antiguo Continente que crecía
desconociendo que del otro lado del mundo había un pueblo puro que optaba por mirar al cielo
y otorgarle al Sol poderes supremos. Cada pueblo le confería la creación del universo a su
dios. No había manera de persuadirlos sobre la existencia de otra deidad capaz de abrir un
mar en dos, ni de convencerlos de que debido a la violación de un mandamiento divino, el
hombre había sido expulsado del Huerto y condenado a sobrevivir en el mundo. ¿Cómo
convencerlos, también, de que su dialecto ha-bía nacido producto de una osadía inconclusa?
Lo cierto es que en América ha-bía más de un hombre prendiéndole fogatas a la luna para que
extendiera su misericordia y permitiera la abundancia en los cultivos.
También en otros lugares lejos del Medio Oriente había pueblos que creían en múltiples
divinidades. No había forma de enterarlos de que el Dios de los ju-díos, aquél que los sacó
con mano fuerte de Egipto era el único que debía ser reconocido como tal. En la China, la
India, África del Sur, entre otras, comunidades indígenas ya tenían en el imaginario colectivo
la existencia de un dios panteísta, una divinidad para cada problema. No un dios único como
los judíos, sino múltiples dioses a los cuales había que venerar por igual y rendirle sacrificio
equitativamente.
Para lo que respecta a los occidentales específicamente —y al resto del mundo en general—
es pertinente señalar que la visión que se tiene en estos tiempos de Dios fue una “adaptación”
del cristianismo producto de la herencia judía. Cuando el Imperio Romano invadió el Medio
Oriente, había solo una tradición hebrea que fue abruptamente reducida a pequeñas
sinagogas. Sin embargo, el Dios judío finalmente fue adoptado por el Gran Imperio mucho
antes.
Por otro lado, la Biblia registra, por ejemplo, algunos eventos en los que se destaca el carácter
beligerante del Dios de los Judíos. En un pasaje bien conocido, uno de los profetas de Dios,
Elías, ordena al pueblo acabar con cuatrocientos profetas de Baal (1 Reyes 18:18-40). En otro
pasaje bíblico Dios reprocha la actitud del primer rey de Israel quien lo desobedeció al no
asesinar a su homólogo de Amalec y al apoderarse, después de la guerra, de los bienes
usurpados —como era común— (1 Samuel 15:8-11). Estas prácticas de violencias, según la
Biblia, eran justificables si seguían los parámetros de Dios. La victoria de los israelitas se
contaba por los muertos de los enemigos, por la superioridad hebrea frente a otro oponente.
Esa era la imagen que se tenía del pueblo que Dios creó de la simiente de Abraham para
hacer de él una nación inmensa que le sirviera y que defendiera las leyes dictadas por Dios a
través de Moisés.
La teología histórica muestra cómo los primeros cristianos apostólicos fueron perseguidos
hasta la muerte. Roma, bajo el influjo político de los emperadores y aliada, en el caso de
Israel, con los herederos de las profecías de Dios , empezó a perseguir a los revolucionarios
que como Jesucristo anunciaban un mensaje que conducía hacia la regeneración del hombre
y su urgente cambio. Muestra de esto es la muerte del primer prócer de la iglesia apostólica
quien fue lapidado en medio de la calle, mientras sus contertulios trataban de ocultarse para
salvar sus vidas.
Esa, quizá, sea la práctica más vilipendiada por la conciencia moderna. “La Santísima
Inquisición” redujo las pretensiones de desarrollo a una visión absoluta de obediencia sin un
mínimo de posibilidad de contrariar, esa era una forma de mantener la fe y evitar que la
maldad en cabeza de Lucifer se inmiscuyera en la sociedad. La forma más degradada de
crear a un hombre con mentalidad reprimida, sin que tuviera la posibilidad de proferir alguna
conjetura significó un retraso forzoso en la formación de un hombre emancipado, capaz de
orientar su libertad sin contraprestaciones de ninguna índole.
El poderío de la Iglesia que había trascendido todo sistema de orden social, se resguardaba
en los palacios. Toda disposición que implicara el revelar la verdad, significaba en esa medida,
tener que asumirse sumiso por las instrucciones dadas por el clérigo. En el caso de los
escritores medievales que emprendieran alguna crítica social o política a la visión eclesiástica,
debían resguardarse bajo la figura del anonimato. Por sólo señalar un ejemplo, el Lazarillo de
Tormes, es una figura central de la crítica a la sociedad dominada por el clero. Una sociedad
sumida en la doble moral. Una sociedad que iba en contra de cualquier manifestación
moderna, —en el sentido mental— sin otro argumento que las prohibiciones divinas.
***
La llegada de los españoles a tierras americanas fue un asombro mutuo sufrido por los
descubridores y los descubiertos; en estos términos se refiere Manuel Zapata Olivilla, cuando
aborda las implicaciones que tuvo la conquista para los indígenas. Ninguno de los que
arribaron a este continente imaginaba que había un mundo al otro lado de la tierra. Tampoco
los indígenas se imaginaban la posibilidad de que hubiera otro tipo de personas diferentes a
las conocidas en América. ¿Qué sentirían los españoles cuando se encontraron con esos
indígenas desnudos y quienes portaban Oro en sus atuendos como si fueran un simple lujo sin
valor? “Ese nuevo mundo era totalmente nuevo, quedaba por fuera del conocimiento hasta
entonces establecido por la Biblia y por la religión, ¿Cómo aparecieron estos hombres?” Estas
y otras preguntas eran las planteadas por José Acosta, antropólogo español que acompañó la
campaña colonizadora, y que recoge algunos de los principales interrogantes de los que junto
con Colón iniciaron la travesía que los conduciría a la India. Colón y sus acompañantes
históricamente creyentes, nunca se imaginaron que fuera de lo conocido hubiera otras
personas con posiciones tan diversas y “extrañas” a su modo de ver. ¿Qué pensaría Colón del
paraíso descrito en el Génesis —y de la Biblia en general— cuando vio que algunos indígenas
quedaron por fuera de las descripciones del texto sagrado? Pigafetta da un indicio de lo
sentido por los expedicionarios. “Colón creía que Dios le guiaba en su descubrimientos… los
conquistadores, hasta el más despiadado temía al infierno” .
En los múltiples viajes que siguieron al descubrimiento se fraguaron los mecanismos que
serían empleados para “ilustrar” a los nuevos habitantes neófitos que carecían, según los
expedicionarios, de almas. Para ello, los sacerdotes vendrían a insertarles el mensaje de Dios
con lo que sería posible darle a los indios la posibilidad de dialogar con la civilización . Los
procesos que siguieron al descubrimiento —conquista y colonia— se convirtieron para los
americanos en una muestra de la barbarie humana. A los nuevos colonizados les cambiaron
de creencias y costumbres. Sus lenguas fueron reemplazadas por la hispánica y sus dioses
fueron suplantados por el Dios de los españoles, quienes a su vez lo habían heredado de los
judíos, aquel que en el principio creó los cielos y la tierra, concepciones con las que los
indígenas no estaban de acuerdo por el simple hecho de que desconocían la procedencia de
esas creencias; pero ante el poder de la tortura, el miedo y la muerte, ninguna fe pudo
mantenerse. Fue así como el Dios Judío, adoptado por los cristianos, llegó hasta estas tierras
americanas hasta convertirse en la principal deidad que remplazaría la visión, en muchos
casos politeísta, que tenían los indígenas americanos. Ese Dios Supremo de los judíos, ese
Dios poderoso, grande en batalla y lleno de justicia, llegó a tierras americanas a través de la
predicación de los sacerdotes que apoyaron el proceso de conquista y colonización de
América y se quedó en estas tierras.
Es evidente que para la ciencia y la filosofía la existencia de un Dios Supremo queda en entre
dicho. Para lo que respecta a este trabajo, haremos un pequeño esbozo de dos corrientes
filosóficas que bien podrían ser un híbrido, pues coinciden en los planteamientos al momento
de explicar el origen de lo existente: el racionalismo y el materialismo. Para ello empezaremos
por quien fuera el iniciador de lo que Küng la incredulidad moderna: René Descartes.
Extrañamente un distinguido alumno de los jesuitas, quien tuviera una formación ampliamente
religiosa, fue quien sentó las bases de la filosofía moderna en occidente. Hastiado, como dice
Hans Küng, de la filosofía tradicional aristotélica-escolástica abrió las puertas para empezar a
mirar el mundo de la ciencia y la filosofía con otros ojos y empezar a formularse con una
exactitud geométrica por la proveniencia del hombre y su razón de ser en el cosmos.
Es Descartes quien apunta hacia la concepción de una filosofía pura desde el punto de vista
de la matemática, y centra su estudio en un método que permite la construcción de la realidad.
En Descartes se evidencia una divergencia. Por un lado procura hallar una explicación
filosófica desde las ciencias naturales y por otro pretende explicar la existencia de Dios y
mostrar la esencia del alma humana.
El camino a la razón pura lo inicia Descarte con su afán de dudar de todo cuanto el hombre
tiene a su alcance. En muchas de sus consideraciones deja ver con insistencia que la realidad
y la no realidad no se pueden definir tan fácilmente como siempre se ha querido mostrar, por
ello, entre otras cosas, llega a asegurar: “¡Todo puede ser puro engaño! Puesto que tantas
veces nos engañamos, ¿por qué no vamos a poder engañarnos también en las cosas que nos
parecen más ciertas? . “Descarte puso a pensar al hombre y con ello garantizó la lucha por la
verdad y la libertad de individuos preocupados por el origen de las cosas. En este sentido
Hüng señala:
“con Descartes llega la conciencia occidental en su evolución crítica a un punto epocal, hito de
una nueva época. El lugar de la certeza primigenia es trasladado de Dios al hombre. Y esto
quiere decir que ya no se pasa, al estilo medieval, de la certeza de Dios a la certeza de sí
mismo, sino, al estilo moderno, de la certeza de sí mismo a la certeza de Dios”
Desde aquí se desplaza el pensamiento teocentrista y se sitúa al hombre en el centro del
universo. Dios empieza a ocupar un espacio secundario en las preocupaciones científicas y
filosóficas y el hombre es quien tiene la palabra y con ella empieza a descubrir aquellas cosas
que en la Edad Media les fueron negadas. Pero además, con Descarte:
“comienza a tener primacía el sujeto sobre el objeto, la conciencia sobre el ser, la libertad
personal sobre el orden cósmico… Con él comienza la antropología filosófica moderna y se
independizan la teoría del conocimiento y la teoría del método y de la ciencia, llegando éstas a
aventajar como disciplinas filosóficas a la misma metafísica, que durante la Edad Media, había
ocupado el lugar preeminete”
“Descartes pone en claro de principio que este mundo es materia… La materia no entendida al
igual que en la filosofía aristotélica-escolástica…como algo mezclado con ciertas fuerzas y
formas inmateriales, indefinidas, oscuras…Sino la materia tal como la entiende la nueva física:
estructurada según sus propias leyes, que son leyes estrictas…puramente mecánicas,
cognoscibles matemáticamente”
***
Galileo y Copérnico fueron dos de los científicos que pusieron en tela de duda el discurso
difundido por la Iglesia durante la Edad Media. Sus investigaciones sobre astronomía y
geofísica fueron determinantes para establecer, entre otras cosas, la posición de la tierra en el
universo; el hecho de haber planteado, en el caso de Copérnico, la redondez de la tierra y sus
movimientos, fue un desequilibrio en las consideraciones de la Iglesia, que defendía la teoría
tradicional que consideraba la planicie de la tierra y ubicación era el centro del universo. Eso
significó un adelanto para que la humanidad empezara a salir de una posición netamente
idealista y creacionista a una racional y materialista.
Aunque la filosofía platónica y la aristotélica pretendían hallar una explicación del mundo sin
alejarse de una deidad, fue mucho después en pleno auge del humanismo cuando se le dio
una gran participación a la presencia del hombre en el centro del universo. Por ello, para
abordar el problema de Dios hay que inmiscuirse necesariamente en el campo de la filosofía y
la ciencia. La primera porque induce al hombre a dudar y reflexionar del entorno que lo rodea
y la segunda porque le permite percibir con claridad el medio donde se desenvuelve: eso le
permite entenderlos.
Como es sabido, la posición de la Iglesia frente al origen del universo se reduce a una
explicación netamente Divina. El hombre es producto de la intervención de un ser que lo situó
en el centro de un huerto luego de alistarle todo para su eterna existencia. Pero la ciencia
siempre ha pretendido demostrar que más allá de la imagen absolutista de una divinidad
hacedora de todo, hay una serie de condiciones materiales y reales de las que depende el
origen de todo lo existente. Pero contrariar el non plus ultra planteado por la Iglesia significaba
un inminente castigo, que iba desde el rechazo total o la condena al destierro y en muchos
casos la muerte. La idea de buscar la verdad les causó la muerte a científicos como Galileo
quien defendió la ciencia y pagó con la muerte su osadía. Sin embargo, cualquier indicio era
determinante para construir una nueva visión del origen del universo y lo demás.
Uno de los golpes más certeros que recibió la teoría creacionista fue la publicación del libro
Sobre el origen de las especies del alemán Charles Darwin. Con ella el materialismo se ratificó
como una de las teorías más fuertes para esa época pues evidenciaba que todo era producto
del paso del tiempo y no el resultado de una creación perfecta nacida esporádicamente por la
intervención divina.
Emilio Yunis en su libro Evolución o creación, genomas y clonación, hace una interpretación
minuciosa de los postulados de Darwin. Anclado en la obra cumbre del alemán y su biografía,
empieza a mostrar los fundamentos en los que Darwin se centró para construir su teoría de la
evolución.
Hasta ese momento no había una evidencia científica de que el hombre no era producto de
una supremacía divina. Todo estaba en las manos de Dios por el simple hecho de que no
había una teoría concreta que lo revalidara. Aunque Darwin construyó sus postulados sin una
evidencia física específica, puso en entre dicho que el azar o el trabajo de unas manos divinas
fueran los responsables de la aparición del hombre sobre la tierra. “Darwin sacó la evolución
de las manos de Dios” dice Yudis citado a Naisbitt.
En esta medida hay que recordar que Platón y Aristóteles son determinantes al momento de
fundamentar las teorías sobre metafísica. El hecho de plantear la división de alma y cuerpo,
significa la existencia de dimensiones no corporales vinculadas al hombre. Muchos de estos
planteamientos son tomados por la iglesia y matizados por teólogos como San Agustín y
Santo Tomás quienes validan la posibilidad de la existencia de un alma que da vida al cuerpo
y sin la cual el hombre quedaría reducido a una materia contaminada y expuesta a la
podredumbre.
Y precisamente, uno de los planteamientos platónicos sugiere que “las esencias son
inalterables, una cosa no puede cambiar su esencia, no puede surgir nuevas esencias a
menos que Dios o desee.” Pero Darwin trataba de demostrar lo contrario. Para este científico
la evolución se da gracias a los cambios en la esencia de las especies, luego de lo cual
surgirán aquellas que la naturaleza selecciona para que impongan su supervivencia.
Después de los planteado por Darwin “Ya no podíamos considerarnos más un fin último, un
producto perfecto, creado por designios sobrenaturales” Eso superponía la evolución llevada a
cabo durante millones de años a una creación perfecta producto de la disposición de un ente
supremo.
“En mis fluctuaciones más extremas nunca he sido un ateo en el sentido de negar la
existencia de un Dios. Creo que en general (y más lo creo a medida que mayor me hago),
pero no siempre, agnóstico sería la descripción más correcta de mi estado mental”
“Pero el impacto de lo hallado por los recién llegados al Nuevo Mundo fue mayor por los seres
humanos que lo habitaban, si el esplendor y voracidad de la naturaleza fenomenal impacto
que provocó maravillosas descripciones…los interrogantes se multiplicaron…podían mirar
otros seres y éstos a ellos; las formas y la organización de la vida no eran las únicas. ¿De
dónde surgieron? La controversia se inició desde el instante mismo en que aparecieron;
persiste aún”
Cuando Darwin publicó “Sobre el origen de las especies” el 24 de noviembre de 1852, “de
nuevo el génesis y su contenido estaban en cuestión y la conservadora y puritana sociedad
victoriana no podía soslayar el hecho, ni la ocasión” (Pág 54)
“En el siglo XVII surge la ciencia moderna que gana tanto y tan rápido prestigio por sus
demostraciones: microscopio, circulación de la sangre, motor de explosión, papel, etc, que
todo lo contagia. También a la religión. La religión natural surge como aquella en la que sus
verdades se sustentan por una demostración, tienen una sustentación científica, diferente de
aquella otra, la religión revelada donde la verdad surge por una revelación, es una experiencia
propia, no puede ser demostrada” (Pág 63)
“Este santo varón aislado en su bosque no se ha enterado todavía de que Dios ha muerto”
Así habló Zaratustra
Esta sección tiene como único propósito abordar algunos conceptos de la propuesta filosófica
de Nietzsche según la cual Dios ha muerto. Para ello, retomaremos lo dicho por Hüng al
respecto y lo tratado por Enrique López ; además, claro está, lo que el mismo filósofo esboza
en Así habló Zaratustra que es donde se aborda ampliamente este postulado filosófico.
Hay que iniciar diciendo que esta frase atribuida a Nietzsche está presente en la
fenomenología del espíritu de Hegel, sin embargo, Nietzsche fue quien la popularizó en varios
de sus libros. Esta expresión no hace referencia a una muerte física de Dios; más allá de
negar la existencia de una divinidad, Nietzsche parece proponerse que los hombre prescindan
de una imagen que les impida vivir como individuos sobre la tierra. Para el filósofo alemán la
muerte de Dios le permite al hombre sentirse libre otra vez; libre de la presión moral impuesta
por la iglesia. El filósofo nos alerta sobre que la moral del hombre ha perdido cualquier rumbo
que ni la imagen de Dios pudo enderezar. Por eso, olvidarse de él sería una forma eficiente de
volcar la mirada hacia una moral práctica que no sea represiva.
Para Enrique López “La afirmación Dios ha muerto es mucho más crítica y radical que la
constatación de que Dios no existe. Esta última es un juicio que pertenece a un discurso
metafísico y Nietzsche no le concede un significado objetivo a ninguna forma de discurso
trascendente” . El debatir la existencia o no de Dios es para Nietzsche secundario. Es
prioridad en cambio hallar una respuesta a la imposibilidad del hombre de sentirse cómodo en
la tierra.
Esta filosofía de Nietzsche no busca crear un dogma que procure estar en contra de Dios;
tiene como fin alertar al hombre de que la moral ha desfallecido y ante su cadáver resta alzar
la mirada hacia el individuo y hacia la tierra: redescubrir el mundo y la realidad para
aprehenderla. Para ello, el filósofo toma como profeta a un personaje con características
opuestas a la que profesaba; por ello se puede asegurar que la propuesta de Nietzsche es
versar y mostrar que hasta el más fiel seguidor de una deidad puede hacer desfallecer su fe y
empezar a promulgar una nueva: “Qué decir del profeta Zaratustra, que, inocente y burlón,
viene a mostrarnos nuestra desnudez falsamente vestida y a enseñarnos a aceptar y a amar
la vida como hombres maduros” (12)
Nietzsche parece redescubrir que la fe en un ser divino carece de sentido. Por eso pone a
quien fuera un profeta filósofo religioso persa para dirija su mirada ahora hacia sí, que
entienda que la existencia del hombre solo le compete a él mismo: “Todas esas creencias
arraigadas en el hombre de hoy son precisamente cuestionadas y rebatidas por el verbo
profético de Zaratustra. Enseñar al hombre a vivir prescindiendo de ella, rechazando su
aparente y miserable cobijo, constituye uno de los objetivos de este libro” (12)
Ahora bien, cabría preguntarse qué buscaba Nietzsche con el mensaje profético de Zaratustra:
“Ante todo, devolver al hombre el sentido de la tierra, exaltar la vida en la plenitud de sus
manifestaciones y, negativamente, prevenirnos contra los que denigran la vida y desperdician
el cuerpo, poniendo sus esperanzas en una existencia ultraterrena” 17 Nietszche quiere dejar
claro que la filosofía metafísica no puede seguir siendo entendida en los términos de la
filosofía aristotélica o platónica. En cierto modo Nietzsche ratifica, mediante su postulado de la
muerte de dios, que el racionalismo materialista está cada vez más vigente.
Otra de las ideas que se logran palpar en Así habló Zaratustra es que el profeta no viene a
mostrarnos “el certificado de defunción del antiguo Dios judeocristiano, sino a prevenirnos
contra las instituciones que están ocupando su lugar” (25) para Nietzsche es más prescindible
que el hombre ocupe su lugar en la tierra y sea capaz de recuperar la felicidad perdida, la
inocencia que fue arrebatada por la tradición judeocristiana a la que él mimos perteneció, por
eso podríamos asegurar que para él no tiene ya ninguna importancia algún paraíso, para
Nietzsche lo verdaderamente importante es que “al morir Dios el hombre recupera su
inocencia perdida… la muerte de Dios representa la posibilidad de que el hombre recobre su
perdida fidelidad al sentido de la tierra” (27)
FELIX MOLINA FLOREZ: Licenciado en Lengua Castellana e Inglés (Universidad Popular del
Cesar). Diplomado en Docencia Universitaria (Universidad Autónoma de Colombia—CIL).
Miembro de la IPUC (Villa del Rosario—Valledupar). Autor de diversos textos ensayísticos y
literarios, publicados en revistas locales y nacionales. Se ha desempeñado como Docente,
Tallerista de Literatura, Promotor de Lectura del Ministerio de Educación. En la actualidad se
desempeña como Bibliotecario y corrector de estilo. Este texto pertenece a la primera parte de
un trabajo ensayístico que toca la relación de la biblia y la literatura.
Respuesta: La Biblia, la palabra de Dios, nos dice cómo es Dios y cómo no es. Sin la
autoridad de la Biblia, cualquier intento de explicar los atributos de Dios no sería mejor
que la opinión del hombre; la cual por sí misma es a menudo incorrecta en la
comprensión de Dios (Job 42:7). ¡Decir que es importante para nosotros tratar de
entender cómo es Dios, es como una gran subestimación! El descuidarlo, probablemente
va a ocasionar que nos preparemos, persigamos y adoremos dioses ajenos, lo cual es
contrario a Su voluntad (Éxodo 20:3-5).
Solamente lo que Dios ha escogido de Sí mismo para ser revelado, puede ser dado a
conocer. Uno de los atributos o cualidades de Dios es que Él es "luz", queriendo decir
que Él mismo nos revela la información de Sí mismo (Isaías 60:19, Santiago 1:17). La
realidad de que Dios ha revelado conocimiento de Sí mismo no debería ser ignorada
(Hebreos 4:1). La creación, la Biblia, y el Verbo hecho carne (Jesucristo) van a
ayudarnos a conocer cómo es Dios.
Comencemos entendiendo que Dios es nuestro Creador y que somos una parte de Su
creación (Génesis 1:1, Salmos 24:1). Dios dijo que el hombre fue creado a Su imagen. El
hombre está sobre el resto de la creación y le fue dado dominio sobre ella (Génesis 1:26-
28). La creación fue estropeada por la "caída", no obstante, brinda un destello de Sus
obras (Génesis 3:17-18); Romanos 1:19-20). Al considerar la inmensidad de la creación,
la complejidad, la belleza, y el orden, podemos tener una sensación de la grandeza de
Dios.
La lectura de algunos de los nombres de Dios, puede ser de ayuda en nuestra búsqueda
de cómo es Dios. Veamos los siguientes:
Elohim – El Fuerte, Divino (Génesis 1:1)
Adonai – Señor, indicando una relación Maestro — siervo (Éxodo 4:10,13)
El Elyon – El Altísimo, El más Fuerte (Isaías 14:20)
El Roi – El Fuerte que ve (Génesis 16:13)
El Shaddai – Todopoderoso Dios (Génesis 17:1)
El Olam – Dios eterno (Isaías 40:28)
Yahvé – SEÑOR "Yo Soy", lo cual significa el Dios Eterno, que existe independientemente
de cualquier otro ser. (Éxodo 3:13,14).
Dios es eterno, lo cual significa que no tuvo principio y que Su existencia nunca va a
terminar. Él es inmortal, infinito (Deuteronomio 33:27; Salmos 90:2; 1ª Timoteo 1:17).
Dios es inmutable, lo cual significa, que es inalterable; es decir que Dios es
absolutamente digno de confianza y fidedigno (Malaquías 3:6; Números 23:19; Salmos
102:26,27). Dios es incomparable, lo cual significa que no hay nadie como Él en obras o
existencia; es inigualable y perfecto (2ª Samuel 7:22; Salmos 86:8; Isaías 40:25; Mateo
5:48). Dios es inescrutable, lo cual significa que no tiene límite, no se lo puede llegar a
conocer por completo, es insondable (Isaías 40:28; Salmos 145:3; Romanos 11:33,34).
Dios es imparcial, lo cual significa que no hace distinción de personas en el sentido de
mostrar favoritismo (Deuteronomio 32:4; Salmos 18:30). Dios es omnipotente, lo cual
significa que es todopoderoso; Él puede hacer todo lo que le agrada, pero Sus acciones
siempre estarán de acuerdo con el resto de Su carácter (Apocalipsis 19:6, Jeremías
32:17,27). Dios es omnipresente, lo cual significa que siempre está presente, en todas
partes (Salmos 139:7-13; Jeremías 23:23). Dios es omnisciente, lo cual significa que
conoce el pasado, presente y futuro, aún lo que estamos pensando en cualquier
momento; puesto que conoce todo, Su justicia siempre será administrada
imparcialmente (Salmos 139:1-5; Proverbios 5:21).
Dios es uno, lo cual significa no hay otro, es único en poder suplir las necesidades más
profundas y anhelos de nuestros corazones. Sólo Él es digno de nuestra adoración y
devoción (Deuteronomio 6:4). Dios es justo, lo cual significa que no puede y no va a
pasar por alto la maldad; es debido a Su rectitud y justicia, que Jesús tuvo que
experimentar el juicio de Dios. Nuestros pecados fueron puestos sobre Él para que de
esta manera fuéramos perdonados (Éxodo 9:27; Mateo 27:45-46; Romanos 3:21-26).
Dios es soberano, lo cual significa que es supremo. Toda Su creación junta no puede
impedir Sus propósitos (Salmos 93:1; 95:3; Jeremías 23:20). Dios es espíritu, lo cual
significa que es invisible (Juan 1:18; 4:24). Dios es verdad, lo cual significa que está de
acuerdo con todo lo que es, Él va a permanecer incorruptible y no puede mentir (Salmos
117:2; 1ª Samuel 15:29).
Dios es santo, lo cual significa que está separado de toda corrupción moral y es hostil a
ella. Dios ve todo el mal y esto lo enfada. Dios es referido como un fuego consumidor
(Isaías 6:3; Habacuc 1:13; Éxodo 3:2, 4, 5; Hebreos 12:29). Dios es clemente – esto
incluiría Su bondad, benevolencia, misericordia y amor – las cuales son palabras que dan
tintes de significado a Su bondad. Si no fuera por la gracia de Dios, Su santidad nos
excluiría de Su presencia. Afortunadamente este no es el caso, porque Él desea
conocernos a cada uno personalmente (Éxodo 22:27; Salmos 31:19; 1ª Pedro 1:3; Juan
3:16, Juan 17:3).
Ya que Dios es un Ser infinito, ningún ser humano puede responder plenamente esta
pregunta del tamaño de Dios, pero a través de la Palabra de Dios, podemos entender
mucho acerca de quién es Dios y cómo es Él. Que todos continuemos buscándole de todo
corazón (Jeremías 29:13).