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Branislaw Malinowski es considerado el padre del funcionalismo británico y de

la etnografía, por que describió las pautas metodológicas del trabajo de campo:
la técnica de la observación participante. El funcionalismo, en antropología,
constituye una reacción contra el evolucionismo, arguyendo que cada
elemento de la cultura es lo que es en relación al resto de elementos de dicha
cultura, que aislados carecen de sentido. Malinowski llevó a cabo su trabajo
de campo entre los aborígenes de las Islas Trobriand (Papúa-Nueva Guinea),
de donde surgieron “Los argonautas del pacífico occidental” (1922), “Islas
Trobriand” (1915), “La familia entre los indígenas australianos” (1913), o “Sexo
y represión en la sociedad salvaje” (1926) entre otros.

Este artículo pretende convocar a la realización de una ciencia económica de


los pueblos primitivos fiable y veraz. Malinowski critica la idea de Buecher
de que los salvajes no tienen organización económica, y que se encuentran en
una fase de búsqueda individual de alimentos o de economía doméstica
autónoma, y se propone demostrar que no es así, analizando la economía de
los isleños de las Trobriand, que pueden considerarse una sociedad pre-
económica catalogable como salvaje, pese a tener gran maestría en el arte y
varios oficios, y una institución de jefatura bien desarrollada.

Para explicar el proceso económico en las Trobriand, toma como ejemplo la


agricultura, y plantea dos problemas en cuanto a la producción: la tenencia de
la tierra y la organización del trabajo en los huertos.

En cuanto a la primera cuestión, la tierra tiene dos máximos propietarios: el


jefe, y el mago, aunque cada parcela pertenece a un individuo, y el propietario
puede usarla o arrendarla. El jefe se encarga de evitar conflictos y de mediar
en ellos cuando los hay, y el mago de organizar el desarrollo de la producción,
haciendo las funciones de líder, mediante la realización de ceremonias. Así, en
la producción intervienen la autoridad del jefe, la creencia en la magia y el
prestigio del mago como fuerzas sociales y psicológicas.

La distribución tiene dos importantes rasgos de interés económico: las


obligaciones impuestas por el parentesco y las deudas y tributos pagados
al jefe. En el primer caso, la norma es que cada hombre debe distribuir casi la
totalidad del producto de su huerto entre sus hermanas y sus familias. En el
segundo, cerca del 30% de la cosecha va para el jefe, que por otra parte, es el
único con suficiente poder para crear elementos de riqueza permanente
(Vaygua). Estos objetos son símbolo de gran poder y riqueza, y suelen
cambiarse por comida, o ser ofrecidos como dote. El 80% de estos objetos está
en manos del jefe, y junto a la comida, son los símbolos de su rango, dignidad
y poder. El jefe, además, es el propietario de tres cuartas partes de los cerdos,
los cocos y los frutos. La posesión de estos diferentes tipos de riqueza le
permite ejercer su poder. Malinowski describe el rol del jefe como el de un
“banquero tribal”.
El intercambio, por otro lado, es un proceso complejo en las Trobriand, que en
el artículo se trata de forma superficial. Existe el trueque, y las equivalencias
suelen estar ya establecidas por la costumbre. Pese a existir objetos que sirven
para intercambiarse, los indígenas no piensan en ellos como unidad de cambio,
por lo que “dinero” como tal, no existe.

Malinowski acaba haciendo un llamamiento a realizar una antropología


económica veraz, ya que el acercamiento a ésta permitirá una mayor
comprensión de la realidad sociológica de las culturas, pues
la economía salvaje puede llegar a ser muy compleja, y suponer que las
sociedades pre-económicas son tan simples como dice Buecher, constituye un
error, quizá derivado de suponer la falta de instituciones económicas al tratar
de comprender la economía de los primitivos desde nuesto punto de vista: la
creatividad humana ha dado cientos de soluciones al mismo problema, por lo
que para abarcar aquellas cuestiones relacionadas con lo económico, las
diferentes culturas hayan utilizado diferentes vías, siendo la nuestra tan sólo
una de ellas. Suponer que nociones como “dinero”, “fuerza de trabajo”,
“salario”, o incluso “producción”, “distribución”, “intercambio”, etc. son
rasgos transculturales es un error, y una visión crítica alejada del etnocentrismo
puede subsanarlo.

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