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Resumen:
Se propone dar cuenta de los cambios operados en los estados nacionales respecto de las
tres décadas anteriores, en las cuales primaron las políticas neoliberales. Se intenta
analizar las transformaciones estatales en la dialéctica ruptura / continuidad tratando de
evitar las categorizaciones concluyentes, teniendo en cuenta que este proceso político de
carácter regional se encuentra en curso. Pero reconociendo que esos cambios, de distinta
profundidad según el caso que se analice, constituye la condición de posibilidad para el
desarrollo de esta nueva generación de políticas de comunicación que reconocen como
denominador común –más allá de los matices – la recuperación del rol de los estados
como reguladores, actores y promotores.
1
El presente trabajo es un avance del proyecto de investigación bianual “Las políticas públicas de
comunicación en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Uruguay (2003 / 2013)”, que forma
parte del Programa de Reconocimiento Institucional de la Facultad de Ciencias Sociales.
públicas inclusivas, de ampliación de derechos y del acceso al consumo y de
redistribución de la riqueza. En torno de su prédica cotidiana han diseñado la agenda
pública de los retazos de los sistemas de partidos políticos implosionados tras la crisis
de legitimidad del neoliberalismo, logrando instituirse como referencia antagónica de
los gobiernos y a la vez como centro organizador de las opciones electorales opositoras.
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Introducción
Tras el último cuarto del Siglo XX, signado en Latinoamérica por la aplicación
sistemática de políticas neoliberales, las crisis sucesivas de carácter económico, social y
por último político, han abierto la brecha en la Región para un comienzo distinto del
nuevo siglo con una orientación distinta de las políticas públicas – en algunos casos
antagónicas – y un nuevo rol del Estado.
El camino iniciado por las dictaduras chilena y argentina como auténticos laboratorios
de anticipación de lo que sería en los países centrales la llamada Revolución
Conservadora, se extendió en todos nuestros países más allá de los regímenes políticos,
más allá de los sucesivos gobiernos impuestos por la fuerza o aún por el voto popular.
En ese contexto político, que por supuesto excedía largamente al país y la Región,
recordar las admoniciones sobre el fin de la historia, la tercera ola o el propio
pensamiento único, las políticas liberalizadoras también estuvieron a la orden del día en
el campo de las comunicaciones. Para muchos, incluso sin un espíritu celebratorio de la
decadencia civilizatoria que significa la ley del más fuerte en este caso
eufemísticamente denominadas como las leyes del mercado, fueron tomadas como un
dato más de la realidad, como algo lógico y razonable dentro del paradigma que
prácticamente gobernaba al mundo entero.
Los efectos que produjeron las políticas neoliberales en materia del complejo medios de
comunicación, telecomunicaciones e informática con una casi irresistible fuerte a la
convergencia, fueron mucho más profundos que lo sucedido en la Europa con memoria
del servicio público o en los propios EE.UU. con larga tradición de legislación
antimonopólica.
Otra vez, con matices, profundidades diversas y distintas dosis de audacia jurídica – o
más bien “anti” -, nuestra Región fue más lejos que ninguna otra en la re regulación a
favor de la concentración de la propiedad de las comunicaciones.
Ese mapa concentrado de los medios audiovisuales, las industrias culturales y las
telecomunicaciones, no sólo significaron un fenomenal aparato de convalidación
discursiva de la restauración conservadora mientras esos cambios involutivos se
aplicaban, sino que ante la implosión de los sistemas de partidos políticos que
legitimaron aquellas políticas se transformaron en centro opositor y resistente a las
políticas rupturistas con el orden neoliberal.
Como dos caras de una misma moneda, de lucha por la democratización de las
comunicaciones, el proceso de debate iniciado en 1973 por el Bloque de Países No
Alineados con su reclamo de un Nuevo Orden Internacional de la Información (NOII),
como el desarrollo conceptual con extraordinaria contribución del sector académico
latinoamericano que desembocó en las llamadas Políticas Nacionales de Comunicación
(PNC), constituyeron una referencia insoslayable para los pueblos del hemisferio sur no
sólo sometidos a la dependencia económica, sino que reforzada ésta por el ejercicio
desigual del derecho a la información y la comunicación.
Se podría señalar como pecado de juventud el que estos dos procesos coetaños de
denuncia, elaboración conceptual y síntesis política hayan llegado a la cúspide de sus
realizaciones en un momento histórico por demás inoportuno.
En efecto, quizá por esos caprichos de la historia, tanto la aprobación del Nuevo Orden
Mundial de la Comunicación y la Información (NOMIC) por parte de la Asamblea
General de la Unesco de Belgrado como el momento de maduración – al menos
conceptual - de las PNC en su etapa Contenidista coincidieron con una auténtica bisagra
que cambiaría el decurso de los acontecimientos a partir de la década de los ‘80s: el
triunfo de la – mal – llamada Revolución Conservadora.
El viejo ideario neoliberal surgido como crítica al Estado de Bienestar desde el período
iniciado con la posguerra logró implementar su programa monetarista de la mano de
primeros mandatarios de los países más poderoso de Occidente; la Primer Ministra
Margaret Tatcher en Gran Bretaña (1980), el Presidente Ronald Reagan en los EE.UU.
(1981) y el Canciller Helmut Khol en la ex Alemania Federal (1982).
Por lo general, los autores que describen las características que asumió el Estado
Neoliberal, suelen no referirse como un eje central al rol preponderante cumplido por
los medios de comunicación concentrados. ¿Sería pensable la aplicación de esas
políticas sólo con represión en el marco de un régimen político con elecciones libres y
periódicas?
Una de las estrategias más eficaces utilizadas por los medios de comunicación
concentrados para deslegitimar a las políticas públicas que vienen rompiendo con el
paradigma neoliberal es la pretendida estigmatización del signo ideológico de los
distintos gobiernos populares.
Para ello exhumaron una vieja categoría de las ciencias sociales de amplia y abusiva
aplicación en regímenes políticos populares latinoamericanos del Siglo XX: el
Populismo.
Por supuesto que ésta no es la única utilización del concepto populismo, Ernesto Laclau
vino trabajando desde hace tiempo en un sentido antagónico al respecto. Desde su
perspectiva, el populismo no asegura ningún concepto ideológico, sino que es la forma
misma de la política en democracia. La agregación de demandas, la lógica
equivalencial, desde esta concepción conflictivista de la democracia es la posibilidad de
que ésta avance, se consolide y gane en legitimidad.
“La ruptura populista ocurre cuando tiene lugar una dicotomización del espacio social
por lo cual los actores se ven a sí mismos como partícipes de uno u otro de dos campos
enfrentados. Implica la equivalencia entre las demandas insatisfechas, la cristalización
de todas ellas, en torno de ciertos símbolos comunes y la emergencia de un líder”. 2
Por eso no debería extrañar que ese enfrentamiento inédito que los principales medios
de comunicación sostienen desde entonces con el Gobierno, haya encontrado su
respuesta también en una consigna parteaguas: Clarín miente. Donde la referencia al
grupo mediático más concentrado del país, excede largamente a esa sociedad comercial
y encuentra solidaridad en lo más granado de los medios y los periodistas opositores3.
Ese enfrentamiento abierto, a la luz del día, tuvo sus intentos de resignificación. El
relato opaco, despolitizador, intenta – por conveniencia – imponer la idea de una pelea
por motivos pocos claros entre el ex presidente Néstor Kirchner y el CEO del Grupo
Clarín, Héctor Magnetto.
2
Laclau, Ernesto: La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana, en revista Nueva Sociedad
Nº 205, Caracas, septiembre / octubre 2006.
3
“Entre el Gobierno y Clarín, siempre estuve con el más débil. En este caso Clarín”, entrevista de
Ernesto Tenembaum al periodista Jorge Lanata en el programa “Palabras más, palabras menos”, que se
emite por la señal de noticias TN (propiedad del Grupo Clarín)
Sin embargo hay razones históricas y de concepción del Estado y de la democracia para
entender mejor lo que podríamos llamar la ruptura populista y que tiene implicancias
muy destacadas en las políticas públicas de comunicación no sólo diseñadas por el
gobierno argentino, sino en general por los gobiernos populares de la Región.
Además, la utilización del espectro radioeléctrico, ese bien escaso y finito, que por tanto
es considerado patrimonio común de la humanidad, supone que si las regulaciones no le
ponen límites a la concentración, no diversifican el tipo de actores que pueden aspirar a
ser licenciatarios, a la desigualdad económica presente en la base del capitalismo, se le
estaría agregando un acceso desigual a la explotación de las frecuencias de radio y
televisión, es decir, la uniformización de las miradas y las voces sobre nuestras
realidades sociales, culturales y políticas.
Entonces no debería sorprender a nadie que los gobiernos populares de la Región, con
los debidos análisis de sus relaciones de fuerzas con las corporaciones mediáticas de
cada uno de los países, de manera coherente con la ampliación de derechos que en
general han tenido como horizonte de sus políticas públicas, hayan avanzado en nuevas
regulaciones y en la implantación de infraestructuras para garantizar la inclusión.
Cuando se hizo el pasaje a la televisión color – hacia fines de los ‘70s – estos mismos
países adoptaron tres normas distintas, lo cual agregó una dificultad técnica a la política
aislacionista entre los países hermanos inspirada en la Doctrina de la Seguridad
Nacional.
Por supuesto, no todos los países le han destinado la misma energía ni le han derivado
los recursos necesarios con idéntica prioridad. Argentina exhibe la cobertura
prácticamente de todo su territorio con la instalación de las antenas transmisoras. Es
más, gracias a su desarrollo tecnológico, ha exportado ese equipamiento complejo a
Venezuela.
Otro andarivel por el cual han transitado las PPC de los gobiernos populares es por la
generación de contenidos y emisoras desde el sector público. Argentina que tenía un
sistema de medios estatales consolidado – aunque empobrecido – lo amplió
notablemente, sumando señales audiovisuales de producción propia que en su mayoría
hoy son tomados como referentes en la Región: Canal Encuentro y Paka Paka, son
seguramente las propuestas más acabadas de televisión cultural, educativa y de
entretenimiento de altísima calidad y alejadas de la concepción mercantilista de los
medios de comunicación. Además, desde 2009, el Estado se hizo cargo de los derechos
exclusivos de la transmisión del fútbol de primera división, quitándole una palanca
fundamental a las corporaciones con posición dominante y a la vez incluyendo a las
grandes mayorías proporcionándoles acceso gratuito a un espectáculo de fervor popular
inigualable.
Los países que aún no tenían sus canales de TV públicos los han creado en estos años.
Se registró en algunos países como Venezuela, una gran inversión en la producción de
contenidos y en el financiamiento de medios comunitarios. Además debe destacarse
como una política regional, le creación de la señal de noticias Telesur, que por impulso
venezolano ha sumado a otros países hermanos y que intenta presentar una alternativa
informativa a las señales con base en los EE.UU.
Debe destacarse especialmente en este terreno el esfuerzo hecho por los gobiernos
uruguayo y argentino a través de los planes Ceibal y Conectar igualdad
respectivamente, que consiste en la provisión de computadoras portátiles a los
estudiantes de la escuela pública con el fin insoslayable de achicar la brecha digital, que
en estos tiempos implica la profundización de la brecha social en nuestras sociedades.
Exactamente al revés
Nos encontramos aquí con un mecanismo discursivo que los psicoanalistas no dudarían
en denominar proyección, ya que los gobiernos populares de la Región, al asumir
políticas públicas distintas, cuando no antagónicas con las neoliberales, se han
granjeado la oposición sin ambages de los grandes medios de comunicación, por el
paradigma noventista puesto en cuestión, pero también por los intereses corporativos
inmediatos que inevitablemente se ven afectados por las PPC, por su orientación
democratizadora e inclusiva.
Bibliografía:
Casullo, Nicolás: Las Cuestiones, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.
García Delgado, Eduardo: Estado & sociedad (Cap. 2), Tesis Norma, Buenos Aires,
1994.
Svampa, Maristella: Argentina, una década después. Del «que se vayan todos» a la
o
exacerbación de lo nacional-popular, en revista Nueva Sociedad N 235, Caracas,
septiembre-octubre de 2011.
Tarcus, Horacio: La crisis del estado populista. Argentina 1976-1990, en Realidad
Económica, Nº 107, Buenos Aires, Abr-May-1992, p. 40-67