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El aula de clase fue sólo el comienzo de la influencia de John sobre los que
hicieron investigaciones de graduación con él. Para John, el mundo del estudioso
significó más que una carrera; fue una vocación - una manera de vivir que
demandó un compromiso completo. Sin hacerlo explícito, comunicaba su opinión
que la calidad de un investigador era reflejo directo de su carácter y la necesidad
de precisión e investigación profunda representaba una obligación moral para
aquellos aspirantes a investigadores. Lo que hizo este reto tan desalentador fue la
aparente maestría de John en una amplia gama de temas. John fue entrenado
como un antropólogo de cuatro campos y sus investigaciones contribuyeron en la
Lingüística (Rowe 1950b, 1954) Etnografía (Rowe 1950a) e Historia (Rowe
2003). El conocimiento comprensivo de John sobre los Andes era sólo la punta
del iceberg. Alguna idea de esta asombrosa amplitud intelectual puede intuirse
cuando se leen sus escritos sobre los orígenes renacentistas de la antropología
(1964, 1965) o su análisis sobre las gramáticas de los siglos dieciséis y diecisiete.
A pesar de sus dotes, John nunca parecía satisfecho con su propio conocimiento
o comprensión. Para él era común retornar a una pregunta casual, hecha varios
días antes, a vista de los resultados de investigaciones que había estado haciendo
desde la conversación. Por ejemplo, alguna vez mencioné que el término
"Callejón de Conchudos" se usa en Chavín de Huántar para referirse a la serie de
valles ribereños al este de la Cordillera Blanca que contribuyen al Marañón. John
parecía escéptico acerca de esto. Varios días más tarde apareció con una página
que resumía los cambios de significado del término "Callejón de Conchudos"
desde tiempos coloniales hasta el siglo diecinueve.
Una desventaja de este perspectiva casi religiosa de erudición era que John
nunca tuvo paciencia con colegas que fueron menos rigurosos que él con la
evidencia. A pesar de lo original que pudieran ser sus ideas, si eran
investigadores descuidados, John simplemente pensaba que no merecían respeto.
Debe hacerse hincapié que John demandaba fidelidad a la evidencia, no a sus
ideas. Siempre estuvo abierto a revisar sus propuestas revaluadas sobre la base de
nuevos descubrimientos o análisis alternativos de la evidencia existente. Fue un
entusiasta defensor del ensayo de Thomas Chamberlin (1890) "Method of
Multiple Working Hipotheses" y distribuyó copias de este trabajo a estudiantes
graduados recibidos. Por el contrario, tuvo gran escepticismo de las clases de
razonamiento deductivo y "leyes" propuestos por arqueólogos procesuales.
Pensándolo bien, John hizo un notable esfuerzo por ser accesible a sus
estudiantes graduados. Nos dijo que podíamos llamarlo a casa a cualquier hora
excepto durante el Prairie Home Companion, su programa de radio favorito. El y
Pat recibían informalmente a sus estudiantes y amigos muchos fines de semana y,
con una cerveza, discutían los recientes descubrimientos y debates en curso en la
arqueología peruana. John no pertenecía a la clase de bebedores de licor que
fueron tan comunes en su generación de arqueólogos, pero podía beber una copa
de pisco puro sin gesto de dolor o mostrar algún efecto. Cuando escuchaba las
nuevas de recientes descubrimientos arqueológicos en Perú o una idea interesante
por primera vez, John sonreía ampliamente, se frotaba las manos y reía entre
dientes para sí mismo. Sus ojos brillaban y podías ver que era verdaderamente
feliz.
Una cosa que ciertamente John amaba era al Perú y su gente. Por sus
enseñanzas, conferencias y publicaciones John se hizo tan influyente allí como en
los Estados Unidos. Cada verano, John dejaba Berkeley por el Cuzco y empleaba
varios meses en el campo o en los archivos. Sin embargo, de acuerdo con el
antropólogo Jorge Flores, la percepción de los cuzqueños de los movimientos de
John fue bastante diferente. Lo veían como residente del Cuzco, pero teniendo
que irse cada año por un extenso periodo a enseñar y ganarse la vida en
California. Mientras estaba en el Cuzco conducía un antiguo Land Rover al cual
él y Pat llamaban Genevieve. Cuando encontré a John en el Cuzco en la
temporada de campo del verano de 1973, en Qotakalli, parecía subsistir
principalmente de bananas maduras y pan en el almuerzo y sardinas, galletas y
popcorn en la cena. En ocasiones especiales salía afuera para comer chifa o, a La
Ñusta, su restaurante favorito. Este modesto establecimiento de comidas consistía
de unas pocas mesas de madera sobre el precario segundo piso de una vieja casa
de adobes. La trucha de lago y otras comidas fueron sencillas y aún buenas, pero
muy memorables fueron los licores dulces que los dueños sacaban al final de la
comida. En este, más bien lúgubre ambiente las bebidas turquesa y verde limón,
luego de la comida, parecían con un resplandor radiactivo.
En tanto que Cuzco era el destino final de los veranos de John, siempre destinaba
tiempo para encontrarse con amigos en Lima enterándose de las políticas
arqueológicas locales. Al parecer, John gozaba del clima social e intelectual de
Lima. Un hombre de hábitos fijos, inicialmente John se quedaba en la pensión
Morris, donde también había residido Uhle. Una vez que este establecimiento
cerró, se cambió cerca de la Plaza de Armas, al Hotel Maury, donde fue
inventado el Pisco Sour. Dejó en claro a todos sus estudiantes que trabajar en el
Perú era un gran privilegio, así como una responsabilidad seria. Por ejemplo,
personalmente me enseñó que era esencial hablar y leer en español, publicar en
revistas locales y compartir resultados de investigaciones en español en
conferencias y encuentros locales. John trabajó diestramente una terminología
común para un inventario de sitios y su sistema fue aceptado como oficial por el
gobierno peruano (Rowe 1971a, Rowe y Bonavia 1965). John siempre consideró
a la arqueología peruana como un esfuerzo conjunto compartido por arqueólogos
peruanos e investigadores extranjeros. Su círculo social estuvo conformado por
amigos, investigadores y estudiantes peruanos. La profunda estima en la que sus
colegas peruanos tenían a John se hace evidente en los testimonios que han
aparecido (e.g., Amat 2004, Flores 2003, Guillén 2004, Santillana 2004). Su
actitud hacia el Perú podía no haber sido más diferente que la de muchos
arqueólogos estadounidenses que en las décadas de 1960 y 1970 vieron al Perú
como su laboratorio para estudios de procesos culturales.
En tanto que el estilo personal de John sugería a una persona muy conservadora,
sus convicciones fueron cualquier cosa menos conservadoras. Fue un escéptico
religioso que parecía negarse a creencias de alguna clase aceptadas como
verdades. John estuvo fuertemente comprometido con la igualdad racial y de
género, y tuvo estudiantes minoritarios y féminas en un tiempo en que estuvieron
severamente subrepresentados en la arqueología. También apoyo los derechos de
los gays y animó la investigación pionera de uno de sus estudiantes en el tema de
la homosexualidad en el Perú prehispánico (Arboleda 1981).
En el campo John varió sus actividades de año en año. Algunos años se focalizó
en los archivos del Cuzco mientras que en otros favoreció exploraciones de
campo, algunas veces siguiendo sus hallazgos anteriores o poniéndose al día
sobre los descubrimientos hechos por colegas del Cuzco u otras regiones. Sus
exploraciones con Gordon Willey y Donald Collier en Ayacucho fueron
importantes en el establecimiento de Huari como un centro Horizonte Medio
equivalente a y, en competencia con, Tiahuanaco (Rowe et al. 1950) y las
investigaciones que dirigió en la costa sur en colaboración con Dorothy Menzel,
Fritz Riddel, David Robinson, Dwight Wallace, Lawrence Dawson y Duncan
Masson entre 1954 y 1969 fueron cruciales para desarrollar la secuencia maestra
del valle de Ica (Menzel, Rowe y Dawson 1954, Rowe 1958, 1960a, 1962b). Las
exploraciones que John llevó adelante en el departamento de Apurimac con
Oscar Núñez del Prado en 1954 fueron, asimismo, esfuerzos pioneros (Rowe
1956b). John raramente excavó luego de su trabajo de disertación en el Cuzco,
aún así hizo algunos pozos de prueba cerca del Templo Nuevo de Chavín de
Huántar en 1962. Y en la década de 1970, con Patricia Lyon, llevó a cabo cuatro
temporadas de investigación a pequeña escala en Qotakalli y Tarawi -cerca del
aeropuerto del Cuzco- en un esfuerzo por esclarecer la cronología cerámica local
que le preocupaba desde su tesis de doctorado. En sus años posteriores redobló
sus investigaciones en la historia peruana Inca y Colonial e hizo un crucial
descubrimiento concerniente a la responsabilidad de Pachacuti en la construcción
de Machu Picchu (1987). Igualmente, a pesar de sus colegas preocupados por su
salud, a sus setenta años John continuó sus caminatas a sitios bastante altos cerca
del Cuzco que pensaba podían ser de interés arqueológico.