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Universidad Alberto Hurtado

Literatura Medieval
Teoría e Historia del Arte
Profesor: Rodrigo Cordero C.
Ayudante: Franco González
Estudiante: María Ignacia Loyola

EVALUACIÓN Nº3: NARRATIVA MEDIEVAL.

En el siguiente trabajo se responderá a dos preguntas, la primera se desarrollará a partir de la


lectura de los textos El Decamerón de Giovanni Bocaccio (1313-1375) y Los Cuentos de
Canterbury de Geoffrey Chaucer (1343-1400) donde el objetivo principal de respuesta será
un análisis acerca de la desarticulación del orden social medieval debido a la inversión de
valores presente en los textos. La segunda pregunta se desarrollará a partir de la lectura del
texto La nave de los necios de Sebastian Brant (1457-1521) donde también se utilizará
complementariamente el texto “Stultifera Navis” de Michel Foucault para generar un análisis
y una contextualización específica, en esta respuesta se dará como objetivo principal a la
relación entre la necedad, la locura, y a la representación de la humanidad acaecida en La
nave de los necios y con eso, explicar lo que desata esta cierta crisis en el orden medieval.
Ambas respuestas referenciando a una alienación negativa de los personajes en sus
respectivos viajes.

1) En Los Cuentos de Canterbury, la estructura social se conformaba a través de feudos,


los cuales se convertían en pequeños poblados y centros de poder. La tierra era la
base de la riqueza y los monasterios los centros de la cultura, restringidos sólo a los
monjes. Por lo tanto, aquí ya se encuentra y se ve presente un claro sentido de
inversión del orden social presente en los cuentos, ya que se sabe que un monje
raramente obtendría permiso para realizar aquella peregrinación, el sentido de
peregrinación, se vuelve sólo un recurso de modo literario para combinar personas
muy diferentes. Refiriéndonos a los otros personajes, es difícil creer su deseo de
acudir a ellas, ya que, los peregrinos no experimentan ningún tipo de sufrimiento, por
lo que el sufrimiento debido a un acto con un sentido religioso ya no se lleva a cabo.
La peregrinación se vuelve una mera apariencia, no se menciona ninguna visita a los
variados templos predispuestos en el camino y mucho menos la narración de algún
personaje asistiendo a alguna misa.
El Decamerón es un libro constituido por cien cuentos, algunos de ellos novelas
cortas, terminado por Giovanni Boccaccio en 1351, alrededor de tres temas: el amor,
la inteligencia humana y la fortuna. El autor italiano emplea una técnica heredada de
la tradición oriental: parte de una historia y de un narrador principal, que, a lo largo
de varias jornadas, va engarzando las cien historias que componen el texto. Para
engarzar todas las historias, Boccaccio estableció un marco de referencia narrativo:
la obra se inicia con una descripción de la peste bubónica, la epidemia que golpeó
Florencia en 1348, argumento que da ocasión a que un grupo de siete jóvenes mujeres
y tres hombres, que huyen de la plaga (presencia de la visión de Homo Viator que
presenta Ladner), se refugien en una villa en las afueras de Florencia Para pasar el
tiempo, cuentan historias. Cada día, uno de los jóvenes es nombrado rey de los demás,
con el encargo de organizar las narraciones, así como de proponer un tema sobre el
que éstas han de versar. De este modo, cada miembro del grupo cuenta una historia
por cada una de las diez jornadas que pasan en la villa (de ahí proviene el nombre en
griego que da título al libro) hasta completar las cien narraciones. El Decamerón
describe detalladamente los efectos físicos, psicológicos y sociales que la peste
bubónica ejerció en esa parte de Europa. La base de las historias no es puramente ni
originalmente invención de Boccaccio, sino que se fundan en fuentes italianas mucho
más antiguas, como también en fuentes latinas y francesas.
Los personajes de Boccaccio son seres que se escapan del carácter propio de una
sociedad feudal, allí destacan los ladrones y adúlteros, donde se engrandece su
astucia, la que les permite salir airosos de las situaciones descritas, a diferencia de la
antigua concepción medieval, donde la virtud del protagonista o héroe de la historia
consistía en poseer facultades inherentes a su ser, tal como la belleza o la fuerza, y
asociadas siempre a la nobleza y la divinidad. Sin embargo en El Decamerón no es
así, la virtud del personaje no depende del orden celestial de las cosas, sino que de
una virtud más bien laica donde la peste se ve representada como un castigo divino
por los pecados de la humanidad.
El Decamerón rompió con la tradición literaria y, por primera vez en la Edad Media,
Bocaccio presentó al hombre como artífice de su destino, más que como un ser a
merced de la gracia divina. Con esta obra, además, Boccaccio desarrolla el tradicional
cuento medieval añadiéndole una dote psicológica de la que carecía, presentando al
ser humano como lo que es: una persona con virtudes y defectos, con sus penas y
glorias. Su tema principal es la peste, como ya antes mencionado, donde el motivo
principal del viaje es impulsado por esta, y es aquí donde el personaje entra en una
dialéctica entre orden y alienación que elimina el orden social y lo desarticula, como
por ejemplo en Los Cuentos de Canterbury, donde debido a una posada los peregrinos
se alienan de su viaje y se salen del camino, atenuando el objetivo final de este y
representando así la desarticulación del orden medieval, ya que extraviarse del
camino hace perder la finalidad de este, o sea, su objetivo final. Por otro lado, esta
representación se puede observar en el motivo de la peste presente en El Decamerón,
la cual genera una inversión de los valores propios de la organización social de la
época, donde existen las bestias racionales, y se pierden los lazos familiares, la
propiedad privada y las normas de moralidad, aquí el personaje realiza un viaje
circular, lo que se traduciría a regresar y volver en un estado o forma diferente a como
se fue. Por consiguiente, el presente anticlericalismo presente en las historias de
Boccaccio lo aleja bastante de la concepción teocéntrica medieval.

2) Los locos de la nave de Sebastián Brant se dirigen hacia Narragonia, la tierra de la


locura. Allí van todos los excesos de los que es capaz el hombre, y desde la sátira,
habla Brant de la sinrazón del mundo y de la amenaza que representa el que rompe
su estabilidad. Entre la risa y la burla, entre lo mordaz y el escarnio, el desorden del
loco metaforiza a todos aquellos que han perdido la confianza en el mundo; -al
alienado- pero también, ese gran destructor de la paradigmática armonía, desde su
imprudencia, se revela como el discordante, el que ofrece una opción de vida ante la
rigidez del orden universal. La nave es un exilio; en su deriva, la nave permite apartar
la raíz del mal que acecha a la comunidad, y en consecuencia, su alejamiento la
protege. Desde su desequilibrio, el loco demuestra que el mundo no es estable ni
inmutable, porque en él existen la locura y la necedad, y estas ocupan un espacio
móvil, como el que surca el propio barco en el que viajan todos los desvinculados del
orden. El mar es un espacio errático, inasible, ingobernable, inseguro y precario en el
que el barco es una isla ―o una prisión, o un infierno― en el vacío, sometido al azar
y a la naturaleza. Los locos se alejan y se llevan los pecados y los vicios que tientan
y condenan al hombre; la locura se convierte así en un destino y al mismo tiempo en
una renuncia, porque, aun desde la isla en el vacío, el lugar de la sinrazón abre otras
posibilidades de estar en el mundo. O coloca al loco entre dos mundos, justo en el
umbral del anti mundo. Pero de esa nave nadie puede escapar, recuerda Brant, porque
contiene el mundo y todo lo que en él ocurre y ocurrirá ―“aquí se encuentra todo el
devenir del mundo” (La nave de los necios, p. 67)―; y se incluye a sí mismo el
satírico humanista alsaciano en el lema de la primera de las ciento doce xilografías
que acompañan los versos: “El primer danzante soy en el baile de los necios, pues sin
provecho muchos libros tengo, que ni leo ni entiendo” (La nave de los necios, p. 69).
El autor se sitúa, en el retrato moral de la sociedad donde su propio autorretrato
reconoce la propia necedad y en el que de nada sirve la sabiduría. Ya desde su
prólogo, Brant define la locura como un espejo en el que el hombre aprende su
reverso: “el espejo de los necios llamo yo a esto, en que cada necio se conoce […]
Quien se mira bien al espejo aprende convenientemente que no ha de tomarse por
sabio ni tenerse por lo que no es, pues nadie hay […] que pueda decir con verdad que
es sabio, y no un necio” (La nave de los necios, p. 67). Y es ahí donde se advierte el
sentido polisémico de la locura, al ser aprendizaje de uno mismo y al mismo tiempo,
falta capacidad de juicio. Pero la locura también es un viaje –marítimo- que pone en
juego la trascendencia del límite, porque el destino es Narragonia y allí la nave ha de
llegar a la deriva y sin gobierno. A la vez, sin embargo, la voz consciente del narrador
es capaza de entender que “nuestro viaje no tiene final, pues nadie sabe dónde
debemos llegar; y no tenemos descanso ni de día ni de noche, nadie de nosotros presta
atención a la sabiduría (La nave de los necios, p. 321). No hay lugar, no hay puerto,
no hay final. Domina el no saber. Narragonia es una utopía que explica el no-lugar
que ocupa el hombre en el mundo; Narragonia es la desubicación del hombre. Y allí
hay que llegar con un barco que es un espacio ambiguo de movimiento constante. El
barco es la falta de quietud, es la in-quietud. Es una paradoja sin dirección que se
enfrenta al espacio y al destino sin poder ir hacia ellos. Aparece entonces el espejo
donde los locos reflejan y han de descubrir su reverso. Ese reconocimiento, o su falta,
quedan unido al viaje simbólico, a ninguna parte. El viaje se transforma así en un
limbo, en una suspensión, en un estado de precariedad. Y es ahí donde adquiere, o
encuentra, su sentido.
A diferencia de numerosos análisis acerca de la locura y enfermedades mentales, el
propósito que Foucault tiene en este estudio es el hallazgo de las causas que provocan
la locura, pero en un nivel material y contingente, es decir en una experiencia
constituida históricamente. Esto lo realiza mediante el análisis de las prácticas
institucionales, formas de discurso, procesos socio-económicos de cuya intersección
surge el espectro cultural de la denominada enfermedad mental.
De esta manera Foucault intenta develar el origen de las prácticas sociales y discursos
que configuraron las distintas formas de subjetividad desde las cuales se ha entendido
la locura. El descubrimiento de ese origen a la vez determina en qué medida algo
puede llegar a ser objeto de conocimiento.
Al configurar la Historia de la Locura, Foucault afirma la tesis de que, la locura, más
que ser una entidad que se produzca de manera inherentemente natural, está
socialmente construida. La locura se ha mistificado y él intenta sacarla de esas
amarras, intenta desnaturalizarla.
En el renacimiento, subyacía una conciencia crítica; comprendida como una forma
de subjetividad que experimentaba a la locura como aquello que denunciaba las
insensateces, aquellos incumplimientos de lo que se consideraba correcto y racional.
A esta forma de conciencia pronto la sigue la conciencia práctica, que es la que
‘encierra’ a la locura en pro del orden social.
Esta discontinuidad percibida entre estas dos formas de experimentar la locura, es lo
que incita a Foucault a develar el mito del progreso inexorable de la razón, pues las
prácticas están delimitadas para un tiempo y espacio determinado, no para un suceso
determinado, en este caso, la locura.
Ya en el S. XVII, estos discursos comienzan a generar una ‘verdad’ acerca de la
locura, y a su vez un proceso de cosificación que permanecerá durante todo el
transcurso de la época clásica, período comprendido entre los siglos XVII y XVIII.
En este período se presentará a la locura como una experiencia sin sentido, en un
marco donde la razón ha sido construida bajo otros parámetros.

En conclusión, la primera respuesta, muestra en El Decamerón una virtud ya no


celestial del personaje, sino que más bien una virtud laica donde la peste es la
encargada de generar la alienación negativa y producir el viaje de los personajes. De
igual manera, en Los cuentos de Canterbury los peregrinos y las peregrinaciones
dejan de tener tanto dote espiritual, cambian a la mera apariencia, cosa totalmente
contraria a la religiosidad de la época y ejemplifican también una alienación de tipo
negativa. Y por último, la respuesta a la pregunta dos, aprecia también una alienación
negativa, una alienación fuera del orden divino, presente en La nave de los necios,
donde se funda un nuevo mundo fuera del universo celestial para amparar a los necios,
a los locos.
Bibliografía utilizada:

Foucault, M. Historia de la locura en la época clásica I. [PDF] México: Proyecto Espartaco.


(1967). En: http://e-pregrado.uahurtado.cl/archivos/_1922/Stultifera_Navis_Foucault.pdf

Ladner, G. Homo viator: ideas medievales acerca de la alienación y el orden. (S/f.). [PDF]
En: http://e-pregrado.uahurtado.cl/archivos/_1922/Homo_viator_Ladner.pdf

Brant, S. La nave de los necios. [PDF] Madrid, España: Ediciones Akal. (1998). En: http://e-
pregrado.uahurtado.cl/archivos/_1922/La_Nave_de_los_Necios_Brant.pdf

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