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Queridos hermanos sacerdotes:

A nivel mundial, la familia se enfrenta a la «ideología de género» que, a través de


leyes, se impone con ideas contrarias al matrimonio, la familia y el respeto a la vida
tal y como ha sido creada por Dios.

No se trata de una simple ley o de una norma particular, sino de una orientación
transversal que afecta a toda la estructura de la sociedad.
Una dictadura ideológica que, cada vez más camuflada, busca crear antagonismo a
través de una lucha inexistente, conflictuando permanentemente a hombres y
mujeres.

Nuestro deber es mostrar la grandeza y la alegría de la vida, de los valores


primordiales que, como cristianos, hemos defendido y promovido y que lo
seguiremos haciendo. Es importante, por ello, destacar que lo que buscamos no es
una simple protesta, ni mucho menos un enfrentamiento a algún grupo que no
piensa como nosotros.

Con esta finalidad, junto con muchas organizaciones sociales y comunidades


católicas y evangélicas, realizaremos dos acciones:

a) Una jornada de oración, el día sábado 7 de Octubre; y

b) Una marcha por la vida y la familia, unida, el sábado 14 de Octubre.

Estas manifestaciones de alegría y paz por la vida y las familias son un llamado a
todas las familias ecuatorianas sin importar su credo o convicciones sociales y
políticas, pequeñas y grandes, a celebrar la vida y la familia.

Tanto en la jornada de oración como en la marcha nacional nos uniremos en dos


argumentos principales:

1. Educación: Libertad para los padres y los hijos.

Los padres de familia tienen el derecho y la obligación de educar a sus hijos


conforme a sus costumbres y valores. El Estado no debe entrometerse ni pretender
redefinir lo que es la identidad sexual del ser humano, sino simplemente reconocer
y respetar lo que es lógico y científico, es decir, que el ser humano nace hombre o
mujer, independientemente del modo libre en que cada individuo decida vivir su
vida. No es el sentir de cada uno lo que determina la identidad sexual, sino su ser
constitutivo; razón por la que no se debería enseñar tal argumentación a los niños.
Del mismo modo, no es conveniente la promoción irresponsable del uso de métodos
anticonceptivos y una educación sexual sin valores. Esto va contra el derecho de los
padres de enseñar a sus hijos la belleza del amor humano entre un hombre y una
mujer y lleva, por el contrario, a denigrar a la persona y causa graves perjuicios a la
sociedad entera.

2. Erradicación de violencia de todo tipo: contra la mujer, contra los niños,


contra los hombres.

La Iglesia siempre ha estado y estará en contra de todo tipo de violencia,


especialmente contra los más débiles y marginados. No queremos violencia en los
hogares, no queremos violencia en nuestras calles, no queremos violencia en los
quirófanos ni en las farmacias. No se puede pretender atacar la violencia a través
de falsos postulados, ni vincular toda la violencia a un solo aspecto de ella.

La violencia contra la mujer inicia en la falta de verdad. Hay que reconocer, por tanto,
al varón y a la mujer en sus diferencias y en su igualdad de dignidad. La lucha contra
la violencia es lucha contra «la sociedad del descarte», en la que los hijos son
descartados y asesinados, en la que las mujeres son utilizadas y abandonadas, en la
que a los hijos no se les respeta el derecho de crecer con un papá y una mamá. Todos
ellos son signos de una sociedad violenta.

En este contexto, el Estado debe impulsar una sociedad donde la violencia sea
combatida en todas sus formas y no pretender disminuir un problema tan grande
con redefiniciones ideológicas.

Que María, la abogada y defensora de la vida y la familia, interceda ante Dios por el
futuro del Ecuador y del mundo entero.

+Luis Cabrera Herrera, ofm.


Arzobispo de Guayaquil

Guayaquil, 6 de octubre 2017

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