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Carmen ALFARO G I N E R *

SAGUM HISPANUM. MORFOLOGÍA


D E U N A P R E N D A IBÉRICA

El vestido antiguo fue, en general, de una gran En general, en todos los grandes mantos de carác-
sencillez de realización, pero no tanta como vulgar- ter externo {/dmation, toga, sagum, laena, paludamertíum,
mente se cree, sobre todo si pensamos en los mecanis- etc.) hay que concebir una manufactura de adición de
mos técnicos empleados para ello. Está muy lejos, no piezas de tela tal como salen del taller del tejedor o te-
sólo en e! tiempo sino en la concepción básica, de nues- jedora; para efectuar la unión entre ellas eran emplea-
tros indumentos, integrados por piezas pequeñas, cosi- das costuras verticales. De este modo se conseguían a n -
das basta constituir casi fundas del cuerpo, que m a n - chos más idóneos para la función que cada manto
tienen la figura de éste aun cuando no lo estén recibiera; fíbulas y modos más o menos prácticos o ele-
cubriendo. Puede afirmarse que el vestido antiguo gantes de colocarlos (condicionados por l a tradición de
(griego, romano, ibérico, etc.) no adquiere su aspecto las distintas áreas geográficas y culturas) harían el res-
y funcionalidad hasta que no está sobre la persona que to, hasta surgiría diversidad de tipos que la iconografía
lo porta. Es el cuerpo humano el que condiciona su nos transmite. Por consiguiente — e n contra de la idea
forma'. L o más corriente es que nos encontremos muy repetida desde antiguo y que no ha tenido en
ante piezas de tela que una vez terminadas de tejer, no
cuentra trabajos concretos, como el citado de W i l s o n —
eran cortadas, sino empleadas en su totalidad {hímation,
vestimenta clásica no equivale a ausencia total de cos-
peplos, etc.). En determinadas ocasiones, sin embargo,
turas n i de cortes en las piezas de tela. N o tendrían ex-
éstas eran modificadas, o mejor, recortadas en sus es-
plicación, si no fuera así, los aproximadamente seis
quinas o en áreas más extensas. El ejemplo más claro
metros de anchura de la toga tardo-imperial (WILSON,
en este sentido es el de la amplia toga romana, que si-
1 9 2 4 : 1 0 2 , fig. 5 9 ) , los tres del himaíion o los casi dos
guió una compleja evolución formal desde la época re-
metros del propio sagum hispánico. Ningún telar de la
publicana al Bajo I m p e r i o (WILSON, 1 9 2 4 , passim).
época hubiera podido acometer obras de semejante en-
vergadura. Pero es que, además, existe una cuestión
Dpto. de H i s i o r i a A n t i g u a , Univcrsitat de Valfencia. técnica y de lógica que impide pensar que el ancho de
"Figr^."^ üagum TííspamcümTj

estas vestimentas correspondiera a la longitud de la do lo llevaba él era un himatton masculino, pero cuando
pieza elaborada en el telar y no a su anchura. Efectiva- se lo pusiera ella, se convertiría en una pieza femenina
mente, en el trabajo con el telar vertical de pesas la u r - (¿una especie de peplos sujeto con fíbulas en los h o m -
dimbre condiciona la longitud futura de la tela; sus h i - bros, o un manto amplio?). Según la otra, Sócrates
los penden verticalmente y son inmovilizados por las propuso a Jantipa que saliera con su himaiion en la pro-
pesas, que las excavaciones nos proporcionan en canti- cesión de Atenea^ sugerencia que revela cómo la a m b i -
dades ingentes para el m u n d o ibérico. L a trama, en su valencia de cierto tipo de piezas de indumentaria debía
corto i r y venir, se dedica a fijar esa urdimbre y pro- ser frecuente; quizás el carácter más rudo del himation
porciona la futura anchura del paño. Los hilos de la u r - masculino, que una vez adaptado a las formas femeni-
dimbre son los más duros y resistentes; colocar el teji- nas seguiría delatando su origen, sería la causa de que
do, por tanto, respetando el sentido vertical de la la presumida Jantipa rehusara ponérselo.
urdimbre es algo común hoy (pieza que cae «al hilo») Entre las diferentes piezas de carácter extemo del
y lo fue entonces, pues evita que este se descuelgue y vestido ibérico, y contando con la influencia de las co-
se deforme al cabo de un tiempo. L o cual nos lleva ne- lonizaciones (sobre todo la romana), podemos distin-
cesariamente a postular la existencia de costuras verti- guir unas plenamente propias y otras muchas a d q u i r i -
cales en todos los casos (toga, kimation, sagum, etc.). das o asimiladas; pero dentro de este cuadro general
Todo l o dicho no contradice en absoluto la exten- cabe señalar la existencia de fenómenos independientes
dida idea de que el vestido externo del período clásico que, siguiendo una evolución paralela, produjeron re-
estuvo asociado a los drapeados, al movimiento a r m o - sultados semejantes a los obtenidos en otras socieda-
nioso de la tela y al modo de colocación de aquélla so- des. Sin duda, ése pudo ser el caso de la capa o abrigo
bre el cuei"po. Ambos hechos son perfectamente com- que denominamos sagum.-.
patibles. Dos anécdotas que nos transmite Eliano (Var. El término sagos/sagon es para Holder (1904, I I : col.
Hist. V I I 9 y 10) son m u y significativas. Según una, 1289, s.v.) voz céltica, que designaba una prenda de
Poción y su mujer compartían un mismo manto; cuan- vestir entre los galos. Sagum con el sentido de manta o

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202], aludiendo a los sagos ligustinos) o del africano
(Edicí. DiocUt. 19, 61). D a la sensación de que sagum
para los latinos fuera una palabra que designaba los
distintos tipos de mantos que la conquista y la r o m a n i -
zación permitieron i r conociendo a lo largo y a lo a n -
cho del Mediterráneo, aunque siempre aplicada a u n
determinado estilo de abrigo-capa.
La forma del sagum hisparmm era rectangular, según
la iconografía, sin que a ello obste —posteriormente lo
veremos— el que determinados autores antiguos califi-
quen su configuración como «cuadradan'. Apiano su-
ministra el dato de que los lusones de l a ciudad de
Complega usaban unos hiñiaíia dobles y grasientos,
puestos como una clámide, a los que se daba el nombre
de ságoi. Sin duda se refería a un trozo de tela grande
más o menos cuadrado, como era el himation, que una
vez doblada adquiriría forma rectangular y sería colo-
cada como una clámide ( v i d . fig. 1). N o obstante la clá-
mide de los griegos, la lacerna de los romanos (KOLB,
1973: 116 ss.), no se colocaba doblada sobre sí misma
(vid. fig. 2); se trataba de una pieza mucho más liviana
y fácil de llevar, dado que, según parece desprenderse
de las representaciones artísticas, es relativamente cor-
ta y cubre justo hasta las rodillas. Sea como fuere, a m -
bas prendas — l a clámide y el sagum, más pesado por
ser doble y porque generalmente llega hasta casi los
tobillos— permitían una buena movilidad al portador,
Fi¿. 3.— Grupo Sedente de Osuna.
una fíbula ayudaba a sostenerlas sobre el hombro dere-
cho, quedando así abierto todo aquel flanco y facilitan-
gualdrapa —valor que conserva en la lengua l a t i n a —
do la salida del correspondiente brazo. De manera que
posee también, para Ernout-Meillet (1959: 589, s.v.),
el sagum hispánico se acerca al himaíion por el tamaño
claro origen céltico. En latín aparece la forma sagum ya
de la pieza extendida, y a la ligera clámide por la forma
desde Ennio (Ann. 508 s.) y sagulum desde Varrón (Aden.
de sujetarse en el hombro derecho, aunque debemos te-
170 Büch.).
ner en cuenta que la iconografía muestra cómo la clá-
El problema de precisar los orígenes del sagum mide cubre también a menudo el hombro izquierdo,
como indumento y explicar su presencia entre diversos mientras que el sagum suele i r como replegado bajo el
pueblos es, en verdad, difícil de resolver, ya que se t r a - brazo de ese costado y, por tanto, lo deja en libertad;
ta de una forma de abrigo que me atreviría a calificar de otro modo el peso del denso manto obstaculizaría
de «natural» y que, con variantes, debió de utilizarse totalmente la salida de aquella extremidad. No ocurre
desde muy antiguo y, de manera independiente, en n u - así en la corta clámide. U n buen ejemplo puede ser el
merosos lugares. L a repelida aseveración del origen de la figura 3, el bello y m u y romanizado grupo de
galo del sagum (el indumento y la voz para determinar- Osuna; completamente levantado, el abrigo de suave
lo) no se sostiene muy bien*. Porque el esgrimido lana deja al aire el brazo izquierdo a la vez que genera
fragmento de ^olíbio en este sentido sólo dice que los unos simétricos pliegues, que aumentan l a plástica del
insubres y los boyos, dos tribus galas, en sus luchas con drapcado y el sentido frontal, casi egiptizante, del con-
los romanos llevaban las bracae (pantalones largos) y el junto.
sagum^; en el mismo plano podemos situar las noticias
de César (B.G. V 42) y de Estrabón ( I V 4, 3 [C 196];
En el relieve escultórico de la Albufereta de A l i -
el nombre ságos se usa con carácter general). Es más,
cante (fig. 4) es donde se aprecia mejor la forma de co-
encontramos muchas otras citas que expresamente ha-
locación y la sensación de pesantez de la tela del sago
blan del sagum ibérico, o mejor hispánico ( T i t o L i v i o
hispánico. Pero la mejor manera de delimitar con cier-
X X V I I 19, 12; D i o d . X X X I I I 16, 1; Estrab. I I I 3, 6
ta exactitud las características del mismo podría ser la
[C 154]; Ap., /¿ir. 42 s.) del ligur (Estrab. I V 6, 2 [C
de confrontarlo sucintamente con algunos de los tipos
Fig. 4.— FjsUtve de la Albufereta (AHcatiíe^, parle derecha. ^ vi
(^ig. 5.— Pequeño BT^^TAITXXXVÍI,'íi^lírv,—

parejos. El sagum galo no era de u n solo tono; parece veremos, poseía eminentemente tonos oscuros y lisos,
que, por regla genera, estaba decorado con franjas de y probablemente existía un único tipo del mismo. A su
colores íncoi^poradas en el mismo tejido'. Diodoro vez el Edicto de Diocleciano (19, 72-73), aunque perte-
deja incluso entrever que el dibujo a base de rayas se nece a una época más tardía, nos traduce una realidad
alternaba con el de cuadros apretados, es decir, unos que debió de existir también en siglos anteriores. Nos
j u n t o a otros como un damero muhicoloi'*. Esta v i - referimos a la calidad de las manufacturas de las dis-
sión de un sagum de colores se nos da repetidamente'. tintas áreas del I m p e r i o Romano, que se refleja en sus
L a lana del sagum galo era recia, pero suelta de me- precios respectivos. Si el sagum africano valía 500 dena-
chón, o sea, algo peluda en ocasiones (Estrab. I V 4, 3 rios (era el más barato) y el galo costaba 8.000 dena-
[C 196]), lo que traería como resultado un manto de rios, quiere decir que había en e l mercado una grada-
gran abrigo. Pero, por otro lado, de un texto de Polibio ción que respondía sin duda a u n a mejor o peor
( I I 28, 7) podemos colegir que este sagum no era el úni- calidad de la lana, de la tela y del acabado en general,
co entre los celtas, ya que refiriéndose a los insubres así como tal vez a u n encarecimiento de los costos por
y a los boyos de la llanura del Po escribe que llevan de la mano de obra empleada o por la fama en el mercado
entre los sdgot, los ligeros, es decir, como si los galos dis- de cada una de las piezas. Pero no conservamos n o t i -
pusieran de, al menos, dos tipos de sagos, unos finos cias del precio con que se cotizaba en esta época el sa-
y otros de más abrigo. L o mismo viene a ratificar D i o - gum hispano, n i t a n siquiera de si la confección se ven-
doro ( V 30, 1) cuando nos asegura que los galos tienen día, y en tal caso si era con su «nombre de origen».
abrigos pesados para el invierno y simples para el N o lo hemos podido verificar en n i n g u n a fuente,
verano. pero según algunos autores (MABQUARDT, 1882: 549;
Tenemos, p o r tanto, dos primeras diferencias en- ScHULTEN, 1914: 188) el sagum galo llevaba a veces
tre el sagum galo y el hispano: el p r i m e r o reunía c o l o r i - mangas. Realmente esta suposición no parece tener
do (rayas o cuadros), así como esa duplicidad de groso- muchos visos de verosimilitud, dado que para ello sería
res, mientras que el segundo, como más adelante necearlo un corte especial y u n cambio radical de la

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' prenda. Pensamos que el error se debe más bien a una «tipo Dn (mantos de doblez m u y larga o mantos do-
mala interpretación de los relieves estudiados, por ha- bles). Incomprensiblemente este autor Ies atribuye, sin
ber tomado las mangas de la túnica que suele ir debajo ningún fundamento, una cronología elevadísima («an-
como pertenecientes al abrigo. teriores al s, I V a.C. y no posteriores a el»). Tanto
El sagum itálico, t a l vez originario de la L i g u r i a A p i a n o (/¿ir, 42) como Isidoro (Orig. X I X 24, 13), las
(Estrab. I V 6, 2 ( C 202] lo da como vestimenta típica dos fuentes que, como vimos, hablaban de los sagos do-
de los ligures), se representa en los relieves romanos bles de los iberos, no permiten, desde luego, sacar con-
como una capa corta (algo más arriba de la rodilla), clusiones cronológicas de este tipo, y al mismo tiempo
recogida bajo el mentón p o r una fíbula que dejaba a m - todos estos bronces carecen de una estratigrafía clara
I—) bos brazos libres. Su carácter ^tetualdamenie m i l i t a r que los pueda fechar. Sin duda pudieron ser más tar-
díos, y el claro testimonio de Apiano, basado en Posi-
aparece bastante definido (THÉDENAT, 1918?: 1008, n n .
donio, prueba la existencia de tales prendas con poste-
X..!,' - 3 / SS.).
r i o r i d a d a esta fecha.
Interesa ahora d e l i m i t a r el tipo de sagum hispano
a través de las características que las fuentes nos trans- Como podemos apreciar en las figuras 5-7 (el nú-
miten y observando atentamente los ejemplares que la mero inferior corresponde al del catálogo de Alvarez-
plástica nos depara. L a documentación escrita nos co- Osorio), se reproduce en ellas de una manera m u y es-
munica la existencia en la Península de lana negra, no quemática la forma de manto doble, cuadrado y de as-
muy corriente por otra parte en el resto de las regiones pecto recio a que aludíamos antes. E f pequeño tamaño
mediterráneas (ALFARO, 1984: 37). Coincidiendo ple- de estos bronces, como ya indicaba N i c o l i n i (1967: 61),
namente con ello encontramos un elevado porcentaje hace difícil calibrar la representación de las telas do-
de citas en las que se nos habla del sagum ibérico, celti- bles, y si se arrugan o no bajo el brazo. Personalmente
bérico o hispano, como de un abrigo negro, oscuro, de- creemos que el broncista que los hizo trató de esque-
bido al color de la materia prima empleada en su m a - matizar al máximo el efecto de este tipo de manto, más
nufacturación, sin más t i n t u r a posterior". S i n homogéneo sin duda de lo que pretenden N i c o l i n i y
embargo también es lícito pensar en la existencia de u n otros analistas de la indumentaria antigua a p a r t i r del
sagum de color natural, sin que éste fuera necesaria- alte. U n a simple incisión puede querer encubrir una
mente el negro. De un t i p o o de otro la producción de- fuerte cantidad de lela doblada o plegada: es la simpli-
bió ser alta, y para ratificarlo basten las tantas veces cidad de lo «arcaico»; incluso, a veces, ese plegado del
citadas noticias sobre los impuestos que muchas tribus sagum desde el hombro derecho hasta pasar por debajo
indígenas (o mejor sus ciudades) debían pagar a Roma del brazo izquierdo se mezcla y se confunde con ciertos
como gasto de guerra'. detalles en relieve, que pretenden sugerir algún tipo de
correajes del guerrero para sujetar a la espalda su caeíra
Si de la forma del sagum ya hemos anticipado algo,
(vid. fig. 8).
podemos analizar ahora sucintamente los datos que
nos proporciona la plástica, haciendo sobre todo hinca- E l relieve en piedra procedente de la Albufereta de
pié en los pequeños bronces votivos de los santuarios Alicante es sin duda el que parece más fiel a la reali-
ibéricos. Desde luego hay que lamentar la falta de u n a dad. E n él distinguimos la tela doblada casi en dos so-
estatuaria similar entre el numeroso sector de los pue- bre sí misma, pasando bajo el h o m b r o izquierdo y suje-
blos no ibéricos, pero la gran variedad de ejemplares ta con una fíbula (?) sobre el derecho. L a tela que
hallados en el Este y en el Sur de la Península es nues- sobra, una vez prendida la fíbula, cae paralela al cuer-
tra mejor ayuda en este punto (ALVAREZ-OSORIO, 1941; po, formando unos pequeños pliegues. Precisamente es
GARCÍA BELLIDO, 1954; ARRIBAS, 1965; NICOLINI, 1966: este detalle el que desaparece en las figurillas de b r o n -
116-155 y 1 9 6 7 : 60 ss.; TARRADELL, 1974). De la esta- ce; tan sólo una raya incisa, paralela al borde abierto,
tuaria de bronce resulta muy complejo, por no decir parece indicarlo a veces.
imposible, establecer una clasificación cronológica o
A l esquema del sagum antes de ser puesto alrede-
una evolución de estilos; de ahí que la bibliografía
d o r del cuerpo no creemos que fuera, sin embargo, u n
agrupe estas piezas, normalmente, por tipos genéricos.
cuadrado perfecto. Observando detenidamente nues-
En todo caso se fechan, de forma global, en u n período
tros ejemplos, podemos comprobar que al menos la tela
de tiempo que iría de los siglos I V - I I I a.C. al I I d.C.
inferior debería tener una altura aproximada de 1*25
(GARCÍA BELLIDO, 1954: 466-474).
m. (desde el hombro al tobillo); añadámosle u n metro
Con respecto al sagum representado a través de este más para la tela superior y obtendremos una l o n g i t u d
material creemos que hay que identificarlo en lo que, total de 2'25 m . Respecto al ancho del manto parece
para N i c o l i n i (1967: 63), son los llamados mantos del evidente que los 2'25 m . aproximados, calculados para

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todo si se tienen en cuenta las diferentes posibilidades
plásticas que hay siempre entre p i n t u r a y escultura,
con ventaja para la primera.
Esta forma, que retoca levemente l a figura del rec-
tángulo, no impediría los otros usos del sagum que los
autores antiguos nos transmiten: cubrirse el cuerpo a
la hora de d o r m i r (Estrab. I I I 3, 7 [C 155]) —sus d i -
mensiones son muy adecuadas para t a l efecto—, servir
de improvisada vela (Tácito, H i s t . V 23), acarrear tie-
rra cuando se carecía de otro medio de transporte ( C é -
sar, B.G. V 42), etc. Sin embargo, degde el punto de
vista de su aspecto externo, colocado sobre el cuerpo,
esa modificación que proponemos no le privaría del ca-
rácter de prenda rectangular y «cuadrada» (entendien-
do el término latino quadratus no referido a l a forma de
la pieza cuando está desplegada, sino al hecho de que
son cuatro las superficies que lo constituyen, dos en l a
parte delantera del cuerpo y dos cubriendo la espalda).

Fig. 9.— Forma del sagum e x t e n d i d a


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BIBLIOGRAFIA
la longitud, rebasarían los límites de lo necesario, sobre
todo si adjudicamos una complexión media a los h o m - ALFARO GINER, C . ( 1 9 8 4 ) : Tejido y cestería en la Península

bres de hace dos milenios. U n a anchura cercana a los Ibérica. Historia de su técnica e industrias desde la Prefásíoria
rSO m . parece más acorde con la realidad escultórica. hasta la romanización. Bibliotheca Praehistorica Hispa-
Ello daría una tela que, recién salida del telar, tendría na, Vol. X X I , M a d r i d .
unos 90 cm de anchura; así pues, para la confección ALVAREZ-OSORIO, F . (1941): Catálogo de tos exvotos de bronce
de la prenda se emplearían lo que podríamos llamar ibéricos. M a d r i d .
(con la terminología actual) dos «caídas» de 90 c m , ARRIBAS, A . ( 1 9 6 5 ) : Los iberos. Aymá, Barcelona.
unidas mediante u n a fuerte costura. Con tal anchura, DESCAMPS-LEQUIME, S. ( 1 9 8 8 ) : «Le costume grec». Tissu
una vez doblada la tela y puesta alrededor del cuerpo, et vitement. 5000 ans de savoir-Jaire. Catalogue de l'exposiíión
se puede obtener perfectamente el efecto diseñado en du Musée Archéologique Departamental du Val-D'Oíse, 1986.
el relieve de la Albufereta, en donde se aprecia con cla- Paris, pp. 9 1 - 9 8 .
ridad el replegado de la tela doble bajo el hombro i z - ERNOUT, A . y MEILLET, A . ( 1 9 5 9 ) : Dictionnaire étyrralogi-
quierdo. que de la l^ngue latine^. L i b r . C. Klincksieck, Paris.
Los bajos del sago, t a l como se representan en la GARCÍA BELLIDO, A . ( 1 9 5 4 ) : «Arte Ibérico». Historia de
estatuaria, dan siempre la sensación de seguir una lí- España dir. por D.R. Menéndez Pidal, Vol. I , 3 , M a d r i d .
nea horizontal homogénea. Sobre u n modelo viviente HEUZEY, L . ( 1 9 2 2 ) : Histoire du costume antigüe. Paris.
ese bajo por completo horizontal se logra fácilmente KEULS, E . C . (1983): «Attic Vase-Painting a n d the
cuando se recortan las esquinas inferiores de la tela. L a H o m e Textile Industry». Andera Oreek Arí and Icono-
figura 9 muestra la forma que proponemos para el sa- graphy, ed. by Wirren G. Moon (Wisconsin Studies i n
gum, ligeramente curva en el borde inferior, pero sin Classics), p p . 2 0 9 - 2 3 0 ,
modificar los ángulos rectos por la parte superior, de «Romische M a n t e l ; paenula, lacerna,
K o L B , F. ( 1 9 7 3 ) :
suerte que éstos, aunque colgaran ligeramente bajo el Mitíeilungen des Deutschen Archaologischen Insti-
fioívSvTiH.
brazo derecho, no estorbarían la libertad de movimien- tuís. Romische Abteilung, 8 0 , M a i n z , pp, 6 9 - 1 6 7 .
to. Lejanos paralelos de este detalle pueden verse en la MARQ,UARDT, J . ( 1 8 8 6 ) : Das Prtvaíleben der Bmruiñ.
pintura de algunos vasos griegos, en donde incluso se Leipzig.
aprecian los pequeños glandes que, con su peso, remar- M A R X , F. ( 1 9 0 5 ) : C. Lucilii Carminum Beliquiae, I I . Com-
caban la verticalidad de los amplios Umatia (KIEULS,
mentarius. Leipzig.
1983: 225, fig. 14.34a y 14.34b; 226, fig. 14.35). El r e -
NICOLINI, G . ( 1 9 6 6 ) : «Les bronzes votifs ibériques de l a
lieve alicantino no llega a esa exactitud en la transmi-
Práhistorische Staatssammlung, Münchem». Madrider
sión de l a idea, pero se acerca a ella bastante, sobre
Mitteilungen, V I I , M a i n g , p p . 116-155.

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