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EL PERRO QUE SE MUERDE LA COLA, O EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA EDUCATIVO EN

COLOMBIA

Por Antonio Cervantes. Magíster en Educación, Universidad Castro-Guevara.

El presente artículo tiene como objetivo hacer un análisis crítico, a la luz de los planteamientos
teóricos de Louis Althusser (1988), de la escuela como aparato ideológico de Estado. Si bien es cierto
que mientras más educación (entendida como escolaridad) se posea mayores posibilidades de
ascender en la escala social, el sistema educativo está articulado a la ideología dominante que
procura mantener una estructura social fija, de élites y subalternos. Estudiar, en últimas, significa
contribuir con la continuidad de la estructura hegemónica que reproduce las condiciones para fijar
las posiciones de ricos y pobres.

Al nacer y crecer en determinada clase social (sin obviar las posibilidades de ascender o
descender en la escala) pertenecemos, somos vinculados y tenemos acceso a cierto tipo de
instituciones (familia, escuela, iglesia, medios de comunicación y hasta prácticas de ocio y
recreación), que coadyuvan a la configuración de nuestra existencia y experiencias de vida, al
tiempo que nos preparan para asumir una posición en el mundo socio-productivo. Dichas
instituciones, entre otras (como las artes o los partidos políticos), conforman lo que el académico
Louis Altthuser denomina como “aparatos ideológicos de Estado” (1988, En Zizek, 1994), que junto
con los “aparatos represivos de Estado” (fuerza pública, tribunales, prisiones, etc.) contribuyen al
sometimiento de la clase obrera a la ideología de la clase dominante para asegurar y mantener la
“reproducción de los medios de producción”, es decir, las relaciones capitalistas de explotación
instaladas en la sociedad (p. 130).

La escuela es el aparato ideológico de Estado que, de acuerdo con Althusser, más contribuye
a la consolidación del proyecto ideológico de la élite dominante, puesto que es allí donde se produce
la fuerza de trabajo que será vinculada a los medios de producción. Desde muy temprana edad se
asiste a la escuela, ya sea porque, en el caso de las clases menos favorecidas, allí se asegura a los
más pequeños los alimentos y cuidados básicos que hacen falta en casa o porque, en el caso de las
clases privilegiadas, se ofrece un complejo programa de estimulación, recreación y enseñanza a la
primera infancia, que permite a los padres conservar su agenda de compromisos laborales y
sociales. En ambos casos, en la escuela se enseñan “habilidades y reglas” (p. 118): las habilidades
se componen de las relaciones y contactos establecidos entre los integrantes de una misma clase
social así como los conocimientos obtenidos para determinar el tipo de educación superior y, en
últimas, el trabajo al que se podrá tener acceso. Por otro lado, las reglas, en palabras del autor
significan “reglas del respeto a la división social-técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden
establecido por la dominación de clase” (p. 118).

El aprendizaje adquirido en los colegios públicos, a diferencia de los privados, no garantiza


el seguir avanzando en el nivel educativo, este aspecto condiciona la división social-técnica de los
empleos a los que accederán los futuros bachilleres de uno u otro lado. A pesar de que los costos
de inscripción para acceder a las universidades públicas son relativamente asequibles, los requisitos
de admisión (resultados de pruebas Icfes, examen de ingreso, entrevistas en algunos casos) y la alta
demanda por los limitados cupos en los diferentes programas, representan un obstáculo difícil de
superar para quienes son egresados de instituciones educativas oficiales quienes, además,
generalmente pertenecen a la clase obrera. Esto significa que una vez culminen sus estudios de
bachillerato, en muchas ocasiones los jóvenes se ven en la necesidad de vincularse a la fuerza
laboral de la familia y contribuir con los gastos de sostenibilidad de la misma, muchas veces
realizando trabajos no calificados de alto consumo en términos de tiempo y poca remuneración y
garantías de ascenso.

Otro aspecto importante es la cobertura en educación superior, que depende directamente


de los intereses y necesidades de la reproducción de los medios de producción (p121). En el campo
es muy escasa la oferta de instituciones de educación superior y las universidades que allí operan
ofrecen programas de formación principalmente relacionadas con el aprovechamiento de materias
primas y el sector agroindustrial. De esta manera, la fuerza de trabajo ubicada en estos territorios
puede tecnificarse según los requerimientos de este eslabón en la cadena de producción, esto
permite mantener el statu quo del sistema capitalista desde la base, al mantener a los campesinos
anclados a labores estrictamente relacionadas con la producción agropecuaria.

En las ciudades, aunque la oferta es más variada, el panorama no es más alentador. En


Bogotá, la tasa de cobertura en educación superior es del 68,3%, mientras que en Bolívar, por
ejemplo, es del 28% y en el departamento del Amazonas es del 6,5% (cifras, 2008). Sumado a lo
anterior, de acuerdo con las estadísticas del año 2013 publicadas en el portal
colombiaaprende.edu.co, en promedio, uno de cada dos estudiantes que ingresa a la educación
superior no culmina sus estudios. Los que más desertan, de acuerdo con la plataforma Spadiesi, del
MENii, son aquellos cuyos ingresos familiares no superan los tres SMMLViii y, además, obtuvieron
un puntaje bajo en la pruebas Icfes. La variabilidad en el acceso y la calidad de la educación garantiza
los diferentes tipos de trabajadores que requieren los medios de producción. Así quienes desde un
principio contaron con menos garantías y oportunidades para acceder a una educación de calidad
van siendo relegados en el camino y descartados para acceder a cargos importantes o calificados
que les permitan ascender en la escala social. Es una carrera de obstáculos en la que el lugar en el
que se rezague determinará la función que se desempeñe en la reproducción de los medios de
producción: desempleados, obreros, empleados, funcionarios, agentes capitalistas, empresarios, o,
por otro lado, militares, policías, sacerdotes o políticos (p. 134).

Además, incluso en un panorama menos turbio, las personas son formadas para adquirir y
desarrollar habilidades (sin importar lo lejos que lleguen en su formación académica) que deben
poner al servicio de los grandes dueños históricos de los medios de producción. El obrero (y hasta
el gerente de una compañía) deberá “vender” sus habilidades por un salario que es usado para
cubrir sus necesidades (vivienda, alimentación, vestido, recreación, etc.) lo suficiente para
“sobrevivir” al siguiente mes (en el caso de los pobres, el salario apenas si alcanza mientras que los
más acomodados viven muchas veces por encima de sus posibilidades lo que los obliga a
endeudarse), por lo que debe seguir trabajando hasta recibir nuevamente su salario y así cubrir
nuevamente sus necesidades, en un ciclo interminable que se reproduce generacionalmente. Esta
reproducción de la fuerza de trabajo, en palabras de Althusser “no solo exige la reproducción de su
calificación (el hijo del obrero está condicionado a ser obrero) sino, al mismo tiempo, la
reproducción a las reglas del orden establecido, es decir, a una reproducción de su sumisión a la
ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión” (p. 119).

No obstante, iniciativas como el programa 40*40 implementada desde la pasada


administración de Bogotá, la cual amplía la jornada escolar a 8 horas diarias en colegios públicos,
ofrece a los estudiantes formación complementaria al ciclo básico, al igual que el proyecto de
Educación Media Fortalecida y Mayor Acceso a la Educación Superior, que brinda un plan de
estudios en contrajornada a los estudiantes de grados 10 y 11 para fortalecer sus competencias y
propiciar el ingreso a la universidad y el programa nacional “Ser pilo paga” que otorga becas a los
bachilleres con los mejores Icfes de los estratos 1 y 2, son apuestas que si bien no buscan
transformar o combatir la reproducción de los medios de producción al mando de la clase
dominante, sí busca reducir las diferencias entre ricos y pobres para acceder a las oportunidades
ofertadas, precisamente, por los medios de producción, y así convertir a más personas en fuerza de
trabajo calificada al servicio de las élites y sus intereses con mayores garantías y oportunidades. La
estructura aprieta, pero no ahorca.

i Sistema para la prevención de la deserción de la educación superior.


ii Ministerio de Educación Nacional
iii Salario mínimo mensual legal vigente

Althusser, Louis. 1988. Ideología y aparatos ideológicos de Estado. En Zizek, Slavoj. 1994.
Ideología: un mapa de la cuestión. Fondo de Cultura Económica. México DF.

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