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Jorge García Usta, todos los ríos

posibles
Autor: Roberto Núñez

Todas las voces todas

El 25 de diciembre de 2005 muere Jorge García Usta, justo cuando el sol comienza
a levantarse para vencer la oscuridad. Todo en un auténtico poeta es extraordinario,
no por sus grandes hazañas o heridas trágicas, sino porque eso es lo que hace la
poesía: volver inmortal lo pasajero, lo efímero. El mismo poeta afirma que

…la inmortalidad, es decir la posibilidad conmovedora de inventar una


memoria que vaya más allá de los huesos del pobre juglar, se consigue
mediante muchas formas, todas ilusorias y parciales: una pasión, una
conversación, una experiencia, un amor, una amistad, un reportaje, un relato,
un poema. Hay que creer en eso. Además, los que son inmortales son los
instantes, no la existencia que como totalidad suele ser monótona y con
frecuentes espacios de muerte (2006).
En la obra de nuestro poeta, nacido en Ciénaga de Oro (Córdoba) en el año de 1960
y que vivió la mayor parte de su vida en Cartagena, confluyen muchas voces, tal y
como ocurre en los verdaderos actos de escritura. Contrario a lo que creemos,
debido a la concepción burguesa de la creación artística como un acto individual,
aislado, la verdad es que todo artista, al elaborar la obra de arte, ha bebido de
múltiples voces, no sólo de las especializadas, sino incluso de las más humildes.
En fin, toda obra de arte es producto de un acumulado que el creador ha recogido
a través de sus lecturas, sus experiencias personales, las conversaciones más
profundas o triviales que haya tenido en su vida. Podemos afirmar entonces que la
creación artística es un acto colectivo en el que confluyen muchas voces y
experiencias. Jorge García Usta lo sabía. De hecho, Henao (2006) nos comenta
que

La vida de Joche, como lo llamaban sus amigos, fue la de un poeta que se lanzó a
su oficio como sobre un festín, un río, una mujer dulce. Según sus propias palabras,
el primer contacto inconsciente con la poesía lo tuvo con los seres marginales de
su pueblo, Ciénaga de Oro: locos sabios, hombres de esquina y narradores gratuitos
del reino de las mesas (la mesa de fresco, la mesa de fritos y la mesa de billar), que
tenían una noción de la palabra, de la pureza del narrar, absolutamente providencial.

Su obra refleja todo un conjunto de voces que ha ido bebiendo día tras día, instante
tras instante. El autor lo reconoce y nos lo recuerda reiteradamente en cada uno de
sus poemarios. Lo dice ya en Noticias desde la otra orilla (1995): “Cantamos los que
no tenemos voz”. Voz que se define como plural, no individual.

La conciencia de que en su voz están todas las voces lleva al poeta a titular uno de
sus poemarios La tribu interior (1995), libro íntimo, pero al mismo tiempo de
múltiples voces. Jorge García Usta sabe que para mirarse a sí mismo hay que mirar
a los otros, mirar lo otro. En este libro habla de sus propios amores y desamores,
pero también de Marilyn, Nefertiti o Lady Macbeth, la música y la tinaja.
El compromiso del poeta

No queremos decir con lo anterior que el poeta “deba” cantar lo que los otros dicen,
que “deba” convertirse en un portavoz ni nada por el estilo. Todo artista sabe que
muchas voces son su voz y la suya es muchas voces. Incluso, al hablar desde lo
más íntimo, desde lo más personal, recrea esas otras voces. Es quizá por esto que,
aunque parezca paradójico, como afirma Rómulo Bustos Aguirre (2007) refiriéndose
a Monteadentro (1997), “…el poemario más tributario de un entorno, de una
exterioridad, de unas tradiciones populares, es también el poemario más personal,
más tributario de sí mismo…” (pág. 22).

Todas las voces que son la voz que construye Jorge García Usta se van
desplegando en su obra de manera personal, profunda, sincera. Pero el poeta no
recoge, como ya hemos dicho, sólo las voces más académicas o intelectuales, sino
que adquiere un compromiso con las marginadas. En palabras de Ariel Castillo Mier
(1992, pág. 340), “toda la poesía de García Usta… podría definirse como un
noticiario de marginalidad…” (340), compromiso que se refleja ya en su primer
poemario publicado, Noticias desde la otra orilla (1985): “La historia es esta: /
Semanal, agria y con buenas espaldas. / Bajo su luz venidera / cantamos los que
no tenemos voz”.

Se hace evidente entonces un compromiso ético y político del autor. Pero García
Usta, como lo expresa Rómulo Bustos (2007, pág. 20), es consciente de que

…el compromiso ético, social y político, si quiere ser un hecho literario (y algo
más que buenas intenciones) debe pasar por el compromiso con el lenguaje,
debo añadir que la comprensión del compromiso con el lenguaje debe pasar
por el compromiso del poeta consigo mismo, para poder llegar así a un
compromiso con el hombre total, con el ser…
La voz del otro y de lo otro

La formación académica y poética de García Usta es amplia y profunda. Quienes lo


conocieron o han leído saben que por sus poemarios pasan las voces tanto de
filósofos como poetas, novelistas, actrices de cine, futbolistas, cantantes,
boxeadores, pintores, en fin. Parece que el poeta no quiere que nada ni nadie se le
escape. Lo anterior responde a su idea de que “para divulgar la palabra hay que
vivirla primero, en todos los ríos posibles”.

De igual forma, también encontramos voces de lo cotidiano, del simple campesino,


de la amada; voces que logran la misma profundidad que los grandes pensadores
en la reflexión sobre la vida cotidiana y que trasciende la vida cotidiana. A través de
tales voces, aparentemente las más simples, García Usta logra sus mayores
profundidades, lo que podemos apreciar en un poema como “No hay más cielo que
este”:

No hay más cielo que este / ni trapo con qué tocarlo, / bajo él ocurren el
hombre y la casa, / el sorbo y el suspiro, / bajo él hay una silla para narrar la
gracia / y un caballo para estropear el aire / y un recuerdo para sangrar
familias. / Pero hay mucha gente sin nombre / y muchos oficios rencorosos /
y mucha tierra rota.

Lo cotidiano tiene su gracia. Allí se halla la poesía. Hay que buscarla, recrearla. El
auténtico poeta lo sabe y es capaz de expresarlo a través de un lenguaje hermoso
y transgresor, en el que aparecen palabras imprevistas para recordarnos lo bello
que es lo cotidiano que, de tan cansados, ya no vemos: “Si Jonnhy Sáenz y Pablo
Flórez cantan, / el matarratón tendrá que florecer, / el viento será nalga dichosa, / el
pueblo conocerá todos sus patios”. Nos recuerda el último verso que es la poesía la
que nos permite reconocer y contemplar la belleza de las cosas. O más bien, es la
poesía la que hace bellas las cosas, aun las más triviales. En lo cotidiano se halla
lo maravilloso, lo sagrado que sólo a través del arte podemos ver: “Encuentro a Dios
/ en tu ropa sucia”.
Las cosas nos hablan, cantan sus versos, su poesía. Hay que azuzar el oído y el
espíritu para escucharlas. Y al hablar de ellas hablan de nosotros, de los seres que
amamos y que odiamos, de los que nos rodean y ya no están con nosotros, de
aquellos que creíamos haber olvidado. En “Cuenta de tinaja” leemos: “Estos rostros
rotos de manigua / empequeñecen toda sabiduría extraña”.

Navegante de todos los ríos

Indudablemente Jorge García Usta, navegante de todos los ríos, buscó todas las
voces en todos los puertos, buscó la poesía en las voces de cada hombre y de cada
mujer, de cada infante, incluso en las voces de las cosas que nos hablan y no
escuchamos y cuya voz solo en la poesía se recupera. Poesía que vale la pena vivir,
a pesar de la derrota que nos amenace. Como dice en su poema a Sócrates: “Hay
que pelear aunque se sepa que estamos perdidos”. Poesía que hace soportable la
vida, pese al dolor, que la hace, incluso deseable, como entre nostálgico y
angustiado lo pregunta Facundo Canoles: “¿Se acabarán los caminos solitarios / el
amor, amado a uña de buen caballo / y el polvo que ha sido la mejor / religión?”.

El poeta ha de ser como el caminante, tal y como lo expresa García Usta en sus
“(Casi) coplas del que camina”: “No abandones ese amanecer, / ni siquiera sin
compañía. / Lee los silencios de los otros, / atiende sus incontables plagas. / Habla
de la muerte sólo / con desconocidos. / Escruta la espléndida monarquía de los
niños. / jadea, según las costumbres. / Apiádate del que puede odiar un tambor. /
Aléjate de quien, frente al mar, / no habla de sí mismo. / Deja que tu tristeza te
medite. / Sé dulce mirando a quién. / Y lame todo viento”.
Bibliografía

 Abello Vives, Alberto. “Un poeta por el Caribe”. En: Aguaita, Nº 13-14
(diciembre de 2005-junio de 2006). Observatorio del Caribe Colombiano.
2006.
 Bustos Aguirre, Rómulo (2007). “De la imaginación épica a la imaginación
dramática” (prólogo). En: El fuego que perdura, antología poética. “El reino
errante”, Biblioteca de Literatura del Caribe Colombiano. Universidad de
Cartagena.
 Castillo Mier, Ariel (1992). Las liturgias del comercio. Boletín Bibliográfico y
Cultural del Banco de la República, Nº 29, volumen XXIX, Bogotá.
 Henao Restrepo, Darío. “Jorge García Usta, gran gestor cultural del Caribe”.
En: Revista Poligramas, Nº 25, junio de 2006.
 Usta García, Jorge (2001). Noticias de un animal antiguo, Gobernación de
Córdoba, Montería.
— (2007). El fuego que perdura, antología poética. “El reino errante”,
Biblioteca de Literatura del Caribe Colo

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