Sunteți pe pagina 1din 9

Reflexiones en torno a la eficacia de los juicios de Nuremberg

Publicado el 04 de agosto de 2017

Alexis Silva Tosca


Egresado de la licenciatura en derecho por la Universidad Juárez
Autónoma de Tabasco. Ha colaborado en Amnistía Internacional, España, y
en la actualidad se desempeña profesionalmente en la Comisión Estatal
de Derechos Humanos de Tabasco, México
silvatosca.alexis@gmail.com

En las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, algunos Estados intentaron más de una
vez imputar responsabilidad penal individual en la esfera internacional a los perpetradores
de crímenes internacionales, intentos que constituyen indudablemente importantes
antecedentes para el Derecho Internacional Penal (DIPEN), tales como el Tratado de
Versalles de 1919 y los subsecuentes juicios de Leipzig, así como el de Constantinopla. Sin
embargo, dicha tentativa no es considerada propiamente como el origen del DIPEN.1
En cambio, los Juicios de Núremberg y Tokio constituyen el origen del DIPEN debido a que
por primera vez se enjuició a personas físicas ante tribunales internacionales, con la finalidad
de imputarles responsabilidad individual penal por haber cometido crímenes internacionales.
Todo inició antes de finalizar oficialmente la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados
(EU, Reino Unido, Francia y Rusia) comenzaron a plantearse qué medidas tomar para con
los criminales de guerra. En un principio, eran dos las posiciones: una ejecución sumaria o
entablar juicio en contra de los criminales. Siguiendo a Robertson, se puede sintetizar dicha
confrontación mencionando que EU, presidido por Harry S. Truman, estaba dispuesto a
procesar a los imputados a pesar de la desavenencia de Reino Unido, bajo el mandato de
Wiston Churchill, quien proponía una ejecución sumaria de los mismos (summary
execution). Finalmente, EU encontró apoyo en Rusia y Francia, por lo que Reino Unido debió
adherirse de manera reacia a dicho dictamen.2 Además, partiendo de la obra de Zappalà, EU
estimaba desde el inicio que un juicio internacional traería “mayores ventajas en la dimensión
pedagógica”.3
De esta manera fue posible llegar a la consecución de las Declaraciones de St. James de 1942,
de Moscú en 1943 y de Postdam en 1945, las cuales significaron para los Aliados un
importante avance en su deseo de enjuiciar a los criminales de guerra. Al respecto, Martínez
Alcañiz comenta:
El origen de los juicios de Nüremberg se encuentra en la Declaración de St. James de 13 de
enero de 1942, en la cual participaron los gobiernos exiliados de Bélgica, Checoslovaquia,
Grecia, Luxemburgo, Holanda, Noruega, Polonia, Yugoslavia y el Comité de Liberación
francés108. En dicha declaración se trató la represión de los crímenes de guerra, significando
un paso importante en la evolución de la creación de una Institución Penal Internacional. La
Declaración de Moscú de 1943 y la Declaración de Potsdam de 1945 constituyeron el
acontecimiento que asentó definitivamente la creación de estos tribunales internacionales.4
Sin embargo, no fue hasta el 8 de agosto de 1945 con el Acuerdo de Londres, signado por
EU, Reino Unido, Francia y la URSS, que se logró esgrimir un estatuto jurídico en el que se
preceptuaba la futura existencia de un tribunal internacional militar que se encargaría de
procesar a los mayores criminales nazis alemanes (excluyendo a los criminales
italianos)5 dando paso a los célebres “Juicios de Núremberg”.
Este Tribunal Militar Internacional de Núremberg (TMIN) sostuvo su primera sesión en
Berlín el 18 de octubre de 1945, en la que admitió la imputación por parte del Comité de
Fiscales Principales (Committee of the Chief Prosecutors) de cargos contra los mayores
criminales nazis, dando inicio a los juicios el 20 de noviembre de 1945 en el Palacio de
Justicia de Núremberg, ciudad alemana a la que deben el nombre con el que son conocidos
célebremente los juicios.6
Las características del TMIN son básicamente tres: 1) fue creado ex post facto, es decir,
después de las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra Mundial; 2) tenían sólo una
competencia parcial, puesto que conocieron de los crímenes de guerra de una sola de las
partes; y 3) solamente juzgaron a los mayores responsables, ya que los de menor rango fueron
puestos a disposición de la autoridades nacionales o juzgados ante los tribunales especiales
creados por las potencias ocupantes.7 En cuanto a su composición, estaba integrado por un
juez y un suplente de cada una de las cuatro potencias victoriosas, tal como sucedió con el
Comité de Fiscales Principales, el cual se componía del fiscal principal de cada una de las
cuatro potencias.8
El TMIN sólo tuvo competencia para juzgar a los mayores criminales de guerra cuyos
crímenes no tuvieran una localización geográfica particular, pues los que los que sí la tuvieran
serían procesados en el lugar donde lo hubieran cometido, así como aquellos ejecutados
dentro del Reich alemán, quienes serían juzgados por los tribunales aliados o de ocupación.9
Se sabe que inicialmente veinticuatro líderes nazis fueron imputados cada uno por dos o más
crímenes. Sin embargo, se excluyó a uno posteriormente por razones de salud, otro cometió
suicidio y uno más fue juzgado in absentia como lo expone Wright, lo que causó que sólo
hubiera un total de veintiún acusados presentes durante el juicio. Finalmente, la sentencia fue
pronunciada por el TMIN el 1 de octubre de 1946 en la cual se disponía la absolución de tres
imputados, la prisión a otros siete (variando las condenas desde los diez años a cadena
perpetua) y la ejecución para los doce restantes.10
Entre los aspectos jurídicos de los Juicios de Núremberg, siguiendo a Martínez Alcañiz, es
posible destacar que los crímenes imputados a los líderes nazis fueron los de conspiración,
crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, para lo cual la
defensa argumentó la no responsabilidad penal del individuo en el derecho internacional y la
alegación del principio universitas delinquere non potest, señalando el autor que “la
conjugación de ambas teorías se podría defender la impunidad de los acusados”11. En otras
palabras, la defensa por una parte trató que ninguno de los imputados resultara condenado
puesto que, según ella, el individuo no puede ser responsabilizado por sus acciones ni por sus
posibles consecuencias legales en el derecho internacional, y, por otro lado, con la finalidad
de tampoco declarar responsable internacionalmente al gobierno alemán, se utilizó el
mencionado principio con el cual se quiere decir que un ente abstracto no puede delinquir
propiamente.
Respecto a los argumentos de la decisión perentoria de los jueces, Martínez Alcañiz señala
que estos refutaron la defensa de los líderes nazis, concluyendo que son los seres humanos
quienes cometen crímenes internacionales y no los entes abstractos.12 Zappalà añade, además
de este principio cardinal en los juicios, que hubo una combinación de otros dos principios
determinantes: 1) la función de Jefe de Estado o cualquier otra no exime de la responsabilidad
internacional penal y 2) el hecho de haber obedecido las órdenes de un superior jerárquico
no exime de responsabilidad internacional penal.13
Ahora bien, es necesario esclarecer que, si bien los Juicios de Núremberg son considerados
como el origen del DIPEN que a lo largo del tiempo se ha venido consolidando, éstos han
recibido una serie de críticas sobre todo respecto de la legalidad de los mismos.
Para comenzar, Robertson habla sobre las desventajas que tuvo la defensa alemana, puesto
que todos eran alemanes representando a sus connacionales nazis, trastabillando en el
ambiente anglo-americano, ello aunado a que no tuvieron muchas facilidades para preparar
sus casos y a la escasa notificación de las evidencias de los fiscales.14 El hecho de tener una
defensa compuesta sólo por alemanes es relevante, teniendo en cuenta que el TMIN lo
integraban solamente jueces provenientes de los países victoriosos en la guerra. Esto lleva a
plantearse si en realidad hubiera sido más conveniente que el TMIN fuera imparcial.
En cuanto a la ausencia de imparcialidad del TMIN, todos los autores citados hasta ahora en
este apartado (Wright, Zappalà, Martínez Alcañiz, Olle Sesé y Robertson) coinciden en que
los Juicios de Núremberg constituyeron el resultado de la victoria de los Aliados y, por ende,
una “justicia de vencedores”.15
De igual manera, Hans Kelsen en su momento había propuesto la creación de un tribunal
internacional penal permanente con la finalidad de librarse de la parcialidad de los jueces,
pues estaría integrado no sólo por los Estados que hubiesen ganado la guerra, sino por todos
los miembros de la comunidad internacional.16
Como contrapartida, Schwarzenberger expone las características del TMIN (militar,
internacional y judicial), de las cuales una resulta particularmente interesante para el debate
en torno a por qué fueron los Aliados quienes juzgaron a los líderes nazis, ésta es el carácter
militar que tenía dicho tribunal. Así pues, este autor indica que dentro de la costumbre
internacional se tenía permitido a la sazón que a las personas imputadas de crímenes
internacionales se les entablara un juicio por una corte militar del enemigo bélico.17
El punto que analiza Schwarzenberger es válido, no obstante, el TMIN sí pudo haber sido
integrado por terceros Estados y no sólo por los Aliados, tal como ocurrió con el tribunal
establecido para el Lejano Oriente y que se abordará infra. Además, no se debe pasar por
alto, como recuerda a sus lectores Röling y más detalladamente Zappalà, que los vencedores
también cometieron crímenes de guerra, entre ellos, el bombardeo a Dresden por parte de los
Aliados, la masacre de Katyn a miles de polaco, la violación a mujeres alemanas por los
soviéticos y, por supuesto uno de los más recordados, el ataque nuclear de EU a Hiroshima
y Nagasaki.18
Sumándose a estas críticas, Martínez Alcañiz indica que no hubo fase de instrucción en el
proceso, que no había posibilidad de recurrir y que vulneró el principio nullum crimen nulla
poena sine lege. 19 A ello, Ollé Sesé agrega que en la sentencia faltó motivación y precisión
de la pena respecto de los crímenes contra la paz .
Sumándose a estas críticas, Martínez Alcañiz indica que no hubo fase de instrucción en el
proceso, que no había posibilidad de recurrir y que vulneró el principio nullum crimen nulla
poena sine lege. A ello, Ollé Sesé agrega que en la sentencia faltó motivación y precisión de
la pena respecto de los crímenes contra la paz20.
En cualquier caso, los Juicios de Núremberg supusieron un hito histórico, ya que, como se
ha resaltado, constituyó un escenario jurídico en el cual por primera vez se enjuició a
criminales de guerra y, a diferencia de intentos anteriores, éste sí fue eficaz, imputando
responsabilidad penal internacional a los individuos que resultaron culpables. Además,
téngase en cuenta las palabras de Zappalà, quien acertadamente concluye que la importancia
de estos juicios “no se ve disminuida por el hecho de que no haya habido una justicia a 360
grados”.21
NOTAS:
1 Ollé Sesé considera al Tratado de Versalles del 28 de junio de 1919 como el primer convenio en el que se funda la
responsabilidad penal internacional, ya que, en virtud del mismo, se intentó juzgar a Guillermo II de Hohenzollern al final de la
Primera Guerra Mundial. Sin embargo, nunca se constituyó propiamente el tribunal, pues los Países Bajos le habían concedido asilo
al Kaiser y negaron su extradición. Asimismo, en dicho Tratado se preveía que los demás criminales debían ser juzgados por los
órganos jurisdiccionales alemanes, lo que originó los denominados “Juicios de Leipzig”, que para el autor fueron ineficaces, puesto
que se limitaron a aplicar sólo la ley interna alemana, excepto en materia de antijuricidad. Véase Ollé Sesé,M., op. cit., pp. 117-118.
Respecto de este último extremo, Robertson complementa el análisis al mencionar que estos juicios fueron un completo fracaso —
complete flop—, ya que, en sus propias palabras, “they produced no sense of shame for inhumane actions in wartime, since the
verdicts emphasized with shoulder-shrugging resignation that the ‘fog of war’ remained an effective defence”. Con la misma
apreciación, Robertson se refiere al caso de los juicios de la antigua Constantinopla en contra de los denominados “Jóvenes Turcos”
como consecuencia del genocidio del pueblo armenio. Véase Robertson, G., Op. Cit., p. 305. En síntesis, Guevara concluye que
ambos juicios, tanto en Leipzig como en la antigua Constantinopla, “no trascendieron debido a que no cumplieron su objetivo; es
decir, la comunidad internacional vencedora no fue capaz de fincar responsabilidad penal individual, de manera seria y adecuada, a
quienes cometieron esos crímenes”. Guevara B., J. A., “La corte penal internacional. Un acercamiento a su competencia y
jurisdicción”, en Martin, Claudia et al. (comps.), Derecho internacional de los derechos humanos, México, Fontamara, 2006, p. 692.
2 Robertson, G., op. cit., pp. 306-308.
3 Zappalà, S., Qué es la justicia penal internacional, trad. de Mario Trigo, España, Proteus, 2010, p. 82.
4 Martínez Alcañiz, A.. op. cit., pp. 48-49.
5 De acuerdo con Zappalà, los criminales de guerra italianos no fueron llevados a juicio debido al armisticio de Italia con las Fuerzas
Aliadas en 1943, la declaración de guerra de Italia a Alemania y su importancia estratégica en el incipiente conflicto este-oeste.
Zappalà, S. op. cit., p. 79.
6 Wright, Q., “The Law of the Nuremberg Trial”, en Mettraux, G. (ed.), Perspectives on the Nuremberg Trial, Estados Unidos, Oxford
University Press, 2008, pp. 322 y 323.
7 Zappalà, S. op. cit., p. 80.
8 El TMIN estaba integrado por los siguientes jueces: Lord Geoffrey Lawrence (Reino Unido); Francis Biddle (EU); General I. T.
Nikitchenko (URSS); Donnedieu de Vabres (Francia). Los respectivos suplentes por países fueron: Sir Norman Birkett, John J.
Parker, Lt.-Col. A. F. Volchkov, Robert Falco. Por otro lado, el Comité de Fiscales Principales lo integraba Sir Hartley Shawcross
(Reino Unido), Robert H Jackson (EU), General R. A. Rudenko, (URSS) y Francois de Menthon (Francia). Wright, Q., op. cit., p. 322.
9 Cabe destacar que, para los crímenes cometidos dentro de Alemania, se promulgó la Ley Núm. 10 sobre el Castigo de Personas
que sean Culpables de haber cometido Crímenes de Guerra, Crímenes contra la Paz o Crímenes contra la Humanidad (Ley Núm.
10 del Consejo de Control Aliado o “Kontrollratsegesetz”) el 20 de diciembre de 1945. Véase Ollé Sesé, M., op. cit., pp. 121 y 129.
10 Las dos personas que no fueron enjuiciadas, a pesar de haber sido imputadas por crímenes internacionales, son Gustav Krupp
von Bohlen, debido a su estado de salud, y Robert Ley, quien se suicidó mientras estaba en custodia. Los tres absueltos fueron
Schnacht, Von Papen y Fritzsche. Los sentenciados a prisión fueron Hess, Funk, Doenitz, Raeder, von Schirach, Speer y von
Neurath. Los sentenciados a muerte fueron Goering, von Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher,
Saukel, Jodl, Bormann y Seyss-Inquart. Wright, Q., op. cit., pp. 322 y 323.
11 Martínez Alcañiz, A., op. cit., pp. 50 y 51.
12 Ibidem, p. 51.
13 Zappalà, S., op. cit., p. 85.
14 Robertson, G., op. cit., p. 309.
15 Wright señala que este argumento también fue parte de la moción de Goering, uno de los condenados a ejecución. Wright, Q.,
op. cit., p. 326; Zappalà menciona que “se ha defendido que estos procesos fueron un ejercicio de la justicia de los vencedores, y
que por lo tanto es equivocado tomarlos por como precedente, como modelos para la creación de mecanismos internacionales de
justicia penal”. Zappalà, S., op. cit., p. 85; De acuerdo con Martínez Alcañiz, “el tribunal sólo enjuició a criminales de guerra nazis,
sin que en ningún momento las autoridades de las potencias aliadas enjuiciasen presuntos crímenes de guerra llevados a cabo por
aliados”. Martínez Alcañiz, A., op. cit., p.53; Ollé Sesé, M., op. cit., p. 123; Robertson escribe que “victor’s justice required
executions, as it still does in post-war societies where revenge is the dominant emotion, and where death sentences are imposed
without fair (or any) trial – the only sure way for an ext-tyrant to save his life may be to surrender to the ICC [Corte Penal
Internacional]”. Robertson, G., op. cit., p. 317.
16 Kelsen, H., La paz por medio del derecho, trad. de Luis Echávarri, Madrid, Editorial Trotta, 2003, p. 123-125.
17 Under international customary law, persons accused of war crimes are entitled to trial by a military court of the enemy”.
Schwarzenberger, G., “The Judgement of Nuremberg” en Mettraux, G. (ed.), Perspectives on the Nuremberg Trial, Estados Unidos,
Oxford University Press, 2008, 167-189, p. 169.
18 Röling, B. V. A., “The Nuremberg and the Tokyo Trials in Retrospect”, en Mettraux, G. (ed.), Perspectives on the Nuremberg Trial,
Estados Unidos, Oxford University Press, 2008, p. 456, y Zappalà, S., op. cit., p. 85.
19 Martínez Alcañiz, A., op. cit., p. 53.
20 Ollé Sesé, M., op. cit., p. 124.
21 Zappalà, S., op. cit., p. 85.
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Los juicios de Nüremberg: la falsa justicia de los vencedores
Los Juicios de Nüremberg fueron una serie de 13 procesos judiciales realizados por un
Tribunal Militar Internacional acordado entre Estados Unidos, Gran Bretaña, la URSS y
Francia contra jerarcas y otros implicados en la maquinaria del nazismo.
El 20 de noviembre de 1945 comenzaba, en el Palacio de Justicia de una ciudad de
Nüremberg devastada por los bombardeos aliados durante la guerra, el primer juicio contra
los principales líderes de la Alemania nazi.

Lejos de estar destinados a encarcelar a todos los responsables del genocidio nazi, los juicios
fueron una enorme puesta en escena donde los vencedores buscaron legitimarse como los
nuevos amos del mundo que reivindicaban su derecho a imponer el orden de la postguerra.
Sugestivamente, el estatuto de este Tribunal Militar Internacional, que introdujo la noción
jurídica de “crimen contra la humanidad”(1), había sido hecho público en agosto de 1945,
simultáneo al brutal bombardeo en Hiroshima y Nagasaki por parte de Estados Unidos que
masacró a cientos de miles de japoneses; cuestión que llevó a Hannah Arendt a denunciar
que el juzgamiento de unos cuantos criminales nazis obedecía a una política de prudencia por
parte de las potencias occidentales, evitando “el caso de crímenes a propósito de los cuales
se habría podido invocar el tu quoque” (tu también).

Así, en los 13 procesos conjuntos englobados en los juicios fueron sometidos a


procesamiento 611 figuras emblemáticas de diferentes esferas: jerarcas políticos y militares
nazis, médicos, jueces, etc., de las casi 5 mil peticiones de procesamientos individuales que
se habían elevado al tribunal. En el primer juicio, el más emblemático por tratarse del
juzgamiento de las altas jerarquías, fueron llevados al banquillo 24 líderes nazis. Luego de
216 sesiones, el 1 de octubre de 1946 se emitió el veredicto por el que fueron condenados a
muerte a 12 acusados (Goering, Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick,
Streicher, Sauckel, Jodl, Seyss--Inquart y Bormann), tres fueron condenados a cadena
perpetua (Hess, el ministro de economía Walther Funk y Raeder) y cuatro recibieron
sentencias de 10 a 20 años (Doenitz, Schirach, Speer y Neurath). Fueron absueltos Hjalmar
Schacht, presidente del Reichsbank, Franz von Papen, ministro y vicecanciller, Hans
Fritzsche, ayudante de Joseph Goebels en el Ministerio de Propaganda y no recibieron
condena Gustav Krupp, industrial que amasó su fortuna a costa del trabajo esclavo y Robert
Ley, jefe del Frente Alemán del Trabajo que organizaba y planificaba la explotación de este
trabajo forzado.
La impunidad de la burguesía alemana
No sólo quedaron sin juzgar decenas de miles de nazis, sino que los grandes industriales
alemanes que se enriquecieron a costa del masivo trabajo esclavo de judíos, gitanos, obreros
deportados compulsivamente de los países ocupados, partisanos, homosexuales, que fueron
obligados a trabajar hasta morir de agotamiento y enfermedad, gozaron de la más absoluta
impunidad. Tal fue el caso, por citar sólo un ejemplo reconocido, de la actual Bayer, en
aquellos tiempos IG Farben, una de las mayores empresas del sector químico y farmacéutico
que, sirviéndose del trabajo forzado, fabricó el gas Zyklon B que usaba el régimen nazi para
aniquilar judíos en los campos de concentración. Así lo testimonia el gran Primo Levi,
químico y escritor italiano en sus obras Si esto es un Hombre y Así fue Auschwitz donde
reconstruye su terrible experiencia en la Buna, fábrica donde los prisioneros de Auschwitz
Monowitz eran brutalmente esclavizados para producir caucho para la IG Farben.
Tampoco fueron encarcelados los grandes banqueros que se enriquecieron gracias al
nazismo, como sucedió con el Dresdner Bank que transfirió todos los bienes y riquezas de
los judíos a manos de los burgueses ligados al régimen. El único gran emblema de la
burguesía alemana que fue sometido a juicio en Nüremberg, Gustav Krupp, dueño de la
Krupp AG (compañía del sector armamentístico que abasteció la maquinaria de guerra nazi),
no recibió allí ninguna condena debido a ser declarado incapacitado para enfrentar un juicio.
Así, los grandes burgueses y financistas que amasaron sus fortunas a base de la sangre y el
genocidio de millones, gozaron a la salida de la guerra de la más completa impunidad
garantizada por las democracias imperialistas.
La justicia de las masas
Lo juicios de Nüremberg deben ser entendidos como un intento de lograr un proceso
emblemático a nivel internacional que cierre “por arriba” el proceso que se extendió por abajo
a la salida de la guerra, donde amplias masas mostraron sus aspiraciones democráticas. Esto
fue clave en aquellos países que experimentaron ascensos de la lucha de clases o procesos
revolucionarios a la salida de la guerra como Francia e Italia. En Francia, minoritariamente
desde antes de la liberación (cuando era llevada a cabo por distintos grupos de la resistencia
en la clandestinidad) pero de manera generalizada después de agosto del año 1944, se
desplegó un proceso popular de juzgamiento a los colaboracionistas, conocido como la
“depuración”, que expresaba las profundas aspiraciones de las masas a que fueran
condenados los cómplices de la ocupación alemana que sostuvieron el régimen
colaboracionista de Vichy. Como cuentan Herbert Lottman en su libro La depuración y Enzo
Traverso en A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945), allí miles de
funcionarios, miembros de grupos paramilitares que perseguían ferozmente a la resistencia,
delatores, torturadores y comerciantes enriquecidos gracias a la especulación, fueron
juzgados, condenados y ejecutados por tribunales obreros y populares espontáneos que
surgían por todas partes buscando imponer justicia.

Para contener la radicalización de este proceso que amenazaba con volverse contra el
conjunto de la burguesía francesa –cuya mayor parte había sido colaboracionista de los nazis-
, De Gaulle promovió el “modelo Nüremberg” de juicios amañados donde fueron juzgados
sólo unos pocos cientos mientras miles de genocidas fueron amnistiados en varias oleadas
entre 1947 y 1953, y muchos de estos se integraron posteriormente a la función pública
durante la Cuarta y la Quinta República. El propio Mariscal Pétain, presidente del gobierno
de Vichy y personaje ampliamente repudiado por las masas francesas, fue dejado en libertad
en el año 1951.
Lo mismo sucedió en Italia, donde la resistencia partisana ejecutó en el año 1945 entre 10 y
15 mil fascistas miembros de la República de Saló, entre ellos el propio Mussolini, linchado
en la plaza Loreto durante la liberación de Milán. Este proceso de justicia popular,
enormemente extendido debido a la existencia de una resistencia armada de masas contra la
ocupación nazi, fue contenido desde arriba una vez que la burguesía italiana pudo, con ayuda
de los aliados y del Partido Comunista –entregado a la política de “unidad nacional” de
contención de la revolución-, reconstruir el Estado. De tal manera, como plantea Enzo
Traverso, “en nombre de la continuidad del Estado –y gracias a la complicidad de las fuerzas
de ocupación aliadas, que percibían cada vez más a la resistencia como una amenaza de
subversión social y política- el gobierno italiano impidió toda investigación sobre las grandes
empresas que habían apoyado al fascismo y se negó a entregar a los principales responsables
de los crímenes perpetrados por el ejército fascista en Yugoslavia, Grecia y Albania.”(2)
Muchos de estos criminales fascistas y nazis fueron ayudados por la Iglesia católica, que les
facilitó la tarea de fugarse a distintos países sudamericanos a través del llamado “pasillo
Vaticano”, es decir la influencia de la diplomacia papal3() que consiguió pasaportes, visados,
etc., como relata magistralmente Robert Katz en su libro La batalla de Roma. Los nazis, los
aliados, los partisanos y el papa. Esta nefasta tarea de impunidad contó asimismo con el
activo protagonismo del Partido Comunista Italiano, cuyo máximo dirigente, Palmiro
Togliatti, siendo ministro de Justicia amnistió en el año 1946 a 219.481 genocidas,
reduciéndole las condenas a unos 3 mil fascistas acusados de crímenes graves. Y esto, apenas
un año después de la expulsión de los nazis a manos de las masas obreras y campesinas que
habían conquistado con sus propias fuerzas la liberación de todo el norte italiano. Gracias a
estas amnistías, una gran parte de los miembros de la elite dirigente y la burguesía italiana
que habían sostenido el fascismo, se reincorporaron a su profesión e incluso a la función
pública, reciclándose en el aparato represivo. De hecho, para el año 1960, 62 prefectos sobre
un total de 64 habían sido funcionarios de alto rango bajo el régimen fascista.
Los genocidios “democráticos” que no fueron al banquillo
Una de las grandes falacias que logró instalar el triunfalismo ideológico liberal a la salida de
la guerra es que esta fue un enfrentamiento entre la democracia y el fascismo, donde las
potencias “democráticas” habrían cumplido un rol progresivo en su lucha contra el fascismo,
defendiendo los valores de la libertad y la democracia. Este relato no sólo oculta los
verdaderos objetivos de reparto del mundo que llevaron a los distintos imperialismos a la
guerra entre sí –cuestión que ha sido abordada por Andrea Robles y Gabriela Liszt en los
ensayos introductorios al tomo I del libro Guerra y Revolución. Una interpretación alternativa
de la Segunda Guerra Mundial(4)-, sino también los propios genocidios perpetrados por las
potencias occidentales “democráticas”, tales como las masacres a la población civil de
Dresden, Hiroshima y Nagasaki. En Dresden, Alemania, se estima que en febrero de 1945
más de 500 mil personas murieron por efecto de las más de 700 mil bombas de fósforo
lanzadas por los aviones ingleses sobre una población total de 1 millón de personas. Como
han reiterado numerosos historiadores y analistas, Dresden no poseía interés militar alguno,
ya que era una ciudad utilizada como centro de refugiados, y su bombardeo fue realizado
bajo el estricto objetivo de hacer una demostración de fuerza por parte de Inglaterra que
reclamaba un papel importante en el orden de post-guerra. Lo mismo sucedió con los
bombardeos perpetrados por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki, que fueron realizados
cuando la victoria en la guerra ya estaba asegurada con el único fin de demostrar quién era
el nuevo amo del mundo –demostración que estaba dirigida centralmente a la Unión
Soviética, siendo realizados los bombardeos precisamente un día antes del inicio de la
conferencia de Potsdam en que los imperialismos se dividieron las zonas de influencia del
mundo con la URSS-. Se estima que entre ambas ciudades murieron en total cerca de 500
mil personas. ¿Fueron juzgados los militares y funcionarios norteamericanos e ingleses por
cometer estos genocidios? Muy por el contrario, pasaron a erigirse en los supuestos
defensores de la democracia internacional.
A.- INTRODUCCIÓN

En este ensayo se va a hablar sobre el juicio que tuvo lugar entre el 20 de noviembre de 1945
y el 1 de octubre de 1946, el “Juicio de Nüremberg”, en el cual se juzgaron a 22 líderes nazis.

Se utilizaron fuentes tecnológicas, es decir, páginas de Internet, debido a que no hay


abundancia de libros sobre el tema, todos se centran principalmente en los aspectos de la
guerra en sí, y el Holocausto. Esa fue una de las principales limitaciones al escribir este
ensayo.

En la parte de desarrollo se resumirán brevemente lo ocurrido, y en la conclusión se dará una


opinión final …ver más…
Los demás, entre ellos Göring, fueron condenados a morir en la horca.[5]

Finalmente, la ejecución se llevó a cabo el 16 de octubre de 1946, en la madrugada. Göring,


sin que se supiera cómo, consiguió una cápsula de cianuro y se suicidó, manteniendo su
honor. Los demás, Ribbentrop, Keitel, Kaltenbrunner, Rosenberg, Frank, Frick, Streicher,
Jodl, Saucker y Seyss-Inquart fueron ejecutados en un corto intervalo de tiempo. Sus cuerpos
fueron incinerados y sus cenizas fueron arrojadas al río Isar.

C.- CONCLUSIONES

Los juicios de Nüremberg fue uno de los hechos más importantes de la historia de la Segunda
Guerra Mundial. Fue el primer paso para conseguir una paz y juzgar a los que habían
cometido esos terribles actos. Estos juicios fueron el pie para que luego se decidiera agregar
a las Naciones Unidas un tribunal internacional, y fue considerado una vía para evitar nuevas
guerras.

Personalmente, creo que los juicios cumplieron sus objetivos, pero parcialmente. Aunque se
hayan juzgado a los principales exponentes de la doctrina nazi y del genocidio judío, muchos
de los militares que participaron activamente en el asesinato de 6 millones de personas
quedaron impunes a un castigo jurídico.

S-ar putea să vă placă și