LA RELIGIÓN TEÍSTA DE LA ILUSTRACIÓN Uno de intentos más influyentes de resolver el problema se
debe a Gottfried Wilhelm Leibniz, el gran filósofo alemán nacido en
Anthony Pagden Sajonia. Leibniz argumentaba que la deidad había dotado al universo de un orden en última instancia beneficioso para todas sus criaturas, pero, dado que nadie tiene la capacidad de comprender el conjunto, nadie puede aspirar tampoco a comprender el puesto La imagen del Dios inventado tanto en el Antiguo como en el Nuevo que ocupan los acontecimientos individuales en el gran designio. Testamento era sin la menor duda absurda, grotesca por sus Aquello que parece al observador de hoy sencillamente nocivo, fundamentos y letal por sus consecuencias. acabaría por tener unas consecuencias beneficiosas si el observador pudiera ver la creación en su conjunto. Es nuestra Pero existían otras posibilidades. Para aquellos que no soportaban incapacidad de seres humanos para ver la totalidad del tiempo y la versión judeocristiana de la divinidad, había otras versiones más del espacio lo que nos impide comprender por qué la muerte de un razonables y más racionales que permitían creer en la existencia niño inocente puede resultar a la postre un bien. Según Leibniz, de alguna forma de orden inteligente y discernible en el universo, Dios eligió qué mundo crear entre las infinitas ideas de mundo que en la que los seres humanos dependerían también de un Dios poblaban su mente, y, puesto que decidió cuál era el mejor, el creador. Una de las versiones de mayor éxito fue la del relojero mundo creado por él tiene el mayor número posible de perfecciones celestial. Después de dar cuerda al universo previamente creado, compatibles. Según la frase famosa —y muchas veces el Dios relojero se habría ausentado… para siempre. No ridiculizada— del propio Leibniz, ese mundo era «el mejor de los intervendría en los asuntos humanos, ni contestaría a las plegarias, mundos posibles». El mal, que parecería un error, una tacha, en que, en todo caso, no son más que vanas peticiones de trato toda creación perfecta, era para Leibniz —que se sirvió de una preferente. Ni castigaba a los malvados ni premiaba a los virtuosos metáfora de san Agustín— como ver una mancha negra en un en esta vida o en la otra, donde no existían ni el cielo ni el infierno. cuadro: desde cerca parece un feo borrón, pero desde lejos añade Dios era sencillamente un principio impersonal, el origen de la vida. belleza al conjunto. Otro tanto ocurre en una pieza de música: «Hay No obstante, se daban por sentadas su bondad y la perfección de ciertas imperfecciones en las partes que descubren de un modo su creación. maravilloso la belleza del conjunto, igual que ciertas disonancias, cuando se usan sabiamente, hacen más hermosa la armonía». A La idea, como tantas otras cosas en la filosofía occidental, esto llamaba Leibniz «teodicea». procede de Aristóteles. Para él, la materia era movimiento y el movimiento no se genera por sí solo. Teniendo en cuenta que tal Para todos aquellos que pensaban como Adam Smith, que cosa produciría una regresión infinita, debe existir un primer llamaba a Dios «el gran director del universo» y encontraba principio infinito, indivisible y sin magnitud. Este sería Dios (ho aterrorizador el espectro de un universo hecho sólo de materia sin theos), al que califica de «ser viviente, eterno y sumamente bueno, conciencia —lo que él denominaba expresivamente «la sospecha de modo que la vida y la duración continua y eterna pertenecen a de un mundo huérfano»—, la teodicea ofrecía la posibilidad de dios». Santo Tomás, como era de esperar, dice más o menos lo evitar «el pensamiento de que todas las regiones desconocidas del mismo y se sirve de la idea para la primera de sus famosas cinco espacio infinito e incomprensible» estén únicamente llenas de pruebas de la existencia de Dios. Sin embargo, la atribución de un «miseria y desdicha sin fin». Porque lo que Smith llamaba «esta interés benevolente a este primer principio, incluso en los primeros benevolencia universal», de la que procedía su concepto de momentos de la creación, plantea inevitablemente a los cristianos «simpatía», que vinculaba a todos los seres humanos con sus el problema que venía preocupando a los teólogos desde los semejantes, no tendría sentido para quien no estuviera convencido tiempos de Epicuro; el llamado «problema del mal». Si Dios es al mismo tiempo de que «todos los habitantes del universo, desde bueno, omnisciente y omnipotente, ¿por qué permite la existencia el más grande hasta el más pequeño» se hallan bajo la protección de tanto sufrimiento sin sentido? ¿No bastaría con la muerte por y el cuidado inmediato de un «Ser benevolente y omnisciente que cáncer de un niño para refutar la posible existencia de una deidad dirige todos los movimientos de la naturaleza». Si el hombre benévola que todo lo puede? (Para la existencia de una deidad poseyera la visión de ese Ser omnisciente y, en consecuencia, impotente y malévola hay muchas pruebas, que conceptualmente fuera capaz de ver «las conexiones y las dependencias de las no plantean el menor problema). Como lo expresó, indignado, cosas», comprendería con toda facilidad que «los males que le Holbach: «¿Qué hombre con humanidad y buena voluntad no aquejan a él, a sus amigos o a su país [son] necesarios… para la querría con todo su corazón la felicidad de sus semejantes? Si Dios prosperidad del universo». Por tanto, además de «aceptar con supera en bondad a todos los miembros de la especie humana, resignación» el mal que le rodea, «deberá haberlo querido sincera ¿por qué no utiliza su poder infinito para hacerlos felices?». y fervientemente». Esto podría considerarse en el mejor de los casos una forma de fatalismo, ya que, tomado al pie de la letra, La respuesta cristiana convencional, dicho con pocas palabras, cualquier intento de mejorar la condición humana sería no sólo se basa en la historia del pecado original y en el concepto de libre inútil, sino también desleal, dado que Smith compara a la especie albedrío. A causa del primer pecado de Adán, el hombre se humana con un ejército de infantería y a Dios con su «gran convirtió en una criatura condenada, pero Dios le dotó del libre conductor». Aunque observa que el hombre es responsable de albedrío, lo que supone la posibilidad de no actuar como le dicta «preocuparse por su felicidad y la de su familia, sus amigos y su inevitablemente su condición de caído. Todos los males que le país», no parece claro hasta dónde podría hacerlo si entrara en aquejen se deben, pues, a sus propios actos. A la mayor parte de contradicción con los dictados del «gran Conductor». los pensadores del siglo XVIII esta solución les parecía poco más que una forma de volver al problema de siempre. Si Dios era bueno, La teodicea supone, como Smith pensaba, que el mal que me ¿cómo se entiende, decía un mordaz Voltaire, que hubiera aflige hoy podría resultar beneficioso en un futuro lejano (quizá condenado perpetuamente a Adán y a toda su progenie por «haber mucho después de mi muerte) para la totalidad del cosmos. El comido de una manzana»? La historia es, tal como dijeron con toda padre del universo ha dispuesto las cosas de ese modo con el razón los socinianistas (una de las sectas de la Reforma Radical) y objetivo de beneficiar a toda la creación humana en el pasado, el los unitaristas, «la más absurda de las barbaridades». Aunque presente y el futuro; lo que no significa que si hoy me ocurre algo descartáramos el relato de la Caída, aunque concibiéramos una malo, pueda sentarme a esperar que a la larga me procure algún deidad con una apariencia más digna, que no interviniera en los beneficio a mí, que fue una interpretación inmensamente asuntos humanos, ¿no bastaría la simple existencia del mal para consoladora para muchos, entre ellos Jean-Jacques Rousseau. pensar que su creación es, en el mejor de los casos, imperfecta? Para otros no sólo era una pretensión claramente indemostrable, «el mejor de los mundos posibles» y todo en él ocurre «para bien». sino también la forma más superficial de optimismo. Al final, cuando los tres llegan a descansar hasta la finca de un viejecillo turco y Cándido se encuentra casado con la mujer que En 1755 la propia divinidad se encargó de dar impulso a la idea siempre deseó y que ya no desea, Pangloss observa que si de que, lejos de cuidar del bienestar de su pequeño pelotón de Cándido no hubiera padecido tanto, no se «hallaría aquí comiendo fieles soldados, Dios se comportaba de un modo impersonal e pistachos y confite de cidra». A lo que Cándido, como buen indiferente. La mañana del uno de noviembre, Lisboa, el tercer epicúreo que ha llegado a ser, da su lacónica y famosa réplica: puerto de Europa después de los de Londres y Amsterdam, y una «Bien decís… pero lo importante es cultivar nuestro huerto». de las ciudades más ortodoxas del mundo cristiano, abarrotada de iglesias y monasterios, fue destruida por un terremoto seguido de Sin embargo, y pese a esta crítica furiosa, Voltaire, como inmediato por una enorme ola y una serie de fuegos que se muchos otros, no aceptaba la perspectiva de un ateísmo prolongaron sin freno durante casi cinco días. Desapareció una incondicional, por eso se esforzó en defender a los chinos, gran parte de la ciudad y sus aledaños y hubo miles de muertos. Y acusados de carecer de una religión discernible aunque todo esto no ocurrió en un día cualquiera, sino en el día de Todos dispusieran de un código moral (excelente, además). La posibilidad los Santos, ni a cualquier hora, sino alrededor de las nueve horas de un universo hecho sólo de materia era para él un desierto y cuarenta minutos, cuando una gran parte de la población oía misa insoportable, lo mismo que le ocurría a Smith y quizá también a o salía de oírla. Inmediatamente, los hombres probos se Diderot (aunque no, como veremos, a Hume). La religión de apresuraron a considerarlo una prueba de que Dios podía aniquilar, Voltaire —si tal puede llamarse—, igual que la de muchos de los y aniquilaba, a los pecadores en esta vida. Qué pecados había integrantes de la amplia fraternidad de espíritus afines denominada cometido la población de Lisboa y por qué se le había elegido a ella «república de las letras», era una forma de deísmo, o mejor de y no a la de Londres o París era cosa que nadie sabía. Al fin y al «teísmo», como decía el propio Voltaire. cabo, los caminos del Señor son inescrutables. En cambio, para los espíritus ilustrados, el terremoto demostraba lo que muchos creían Ambos términos, bastante vagos, designan varias creencias desde los grandes conflictos de los siglos XVI y XVII: que Dios no parecidas y superpuestas, pero lo común a todos los teístas, aparte existía y que la humanidad se hallaba completamente sola en el de su aversión por la religión establecida, era la fe en algún tipo de mundo. creador, que unas veces llamaron el «Ser supremo», el «Gran Arquitecto», el «espíritu universal», con mayor frecuencia, Este acontecimiento, más que ningún otro, debió de ser lo que sencillamente «deidad» y mucho más raramente «Dios». «El convenció a Voltaire de lo absurdo de la teodicea. Escribió un teísmo —escribió Voltaire— es aceptado por la flor y nata de la célebre Poema sobre el desastre de Lisboa, que capta con la humanidad, y con ello me refiero a la gente respetable (honnêtes) violencia de su furia, el sinsentido absoluto de todo sufrimiento desde Pekín hasta Londres y desde Londres hasta Filadelfia». El humano: teísta ignora si Dios castiga o recompensa, porque «le falta temeridad para jactarse de conocer de qué manera actúa Dios». ¡Oh infelices mortales! ¡Oh tierra deplorable! Cree que Dios existe, que ha creado a todos los seres vivos y que ¡Oh espantoso conjunto de todos los mortales! es justo, pero la función que esta entidad así reducida desempeña ¡De inútiles dolores la eterna conversación! en los asuntos humanos o no es inteligible o sencillamente no Filósofos engañados que gritan: «Todo está bien», existe. Dios no se manifiesta en este mundo, ni enjuicia su ¡vengan y contemplen estas ruinas espantosas! creación, ni favorece a una tribu en detrimento de otra. Aquella Esos restos, esos despojos, esas cenizas desdichadas, esas «sórdida, vergonzosa y nauseabunda idea de Dios», que, según mujeres, esos niños, unos sobre otros apilados debajo de Shaftesbury, caracterizaba a la «religión vulgar» —y para esos mármoles rotos, esos miembros diseminados, Shaftesbury no había adjetivo más condenatorio— con la que se cien mil desventurados que la tierra traga, había criado, y aquel Dios antropomórfico que primero hizo frágiles ensangrentados, desgarrados y todavía palpitantes, a sus criaturas y luego las castigó porque no se comportaron a la enterrados bajo sus techos, sin ayuda, terminan altura de sus expectativas, eran un insulto a la inteligencia humana en el horror de los tormentos sus lamentosos días. y a la buena educación. Frente a los gritos, a medio formar, de sus voces moribundas y frente al espantoso espectáculo de sus Los teístas criticaban no sólo las historias que las religiones humeantes cenizas, universales habían contado a sus fieles, sino también que el ¿dirán ustedes: «Es el efecto de las eternas leyes creyente, sin cuestionar nada, tuviera que aceptar a la persona o que, de un Dios libre y bueno, necesitan la decisión?». personas supuestamente elegidas por Dios para confiarles su ¿Dirán ustedes al ver ese montón de víctimas: revelación. «Como si nuestra religión —protestaba Shaftesbury— «Se ha vengado su Dios; su muerte paga sus crímenes?». fuera una especie de magia que no dependiera de la fe en un único ¿Qué crimen, qué falta, cometieron esos niños Ser supremo, o como si la forma y la creencia racional en ese Ser sobre el seno materno aplastados y sangrientos? sobre bases filosóficas fueran incompatibles con la creencia en ninguna otra cosa». Voltaire resumió la posición de los deístas y los ¿Tuvo Lisboa, que ya no es, más vicios teístas respecto a la inmanencia en el artículo dedicado a las que Londres, que París, en los deleites sumergidas? «Leyes» de su Diccionario filosófico de 1764, una ingeniosa suma ¡Lisboa queda destruida, y en París se baila! del conocimiento práctico de los seres humanos, dispuesta en orden alfabético, y salpicada de anécdotas e invectivas: Tres años más tarde, Voltaire se revolvía de nuevo contra el Cuando la naturaleza creó nuestra especie, la dotó de ciertos optimismo de Leibniz, esta vez en Cándido o el optimismo, instintos: el amor propio para nuestra conservación, la probablemente su obra más conocida, una novela corta que, según benevolencia para la conservación de los otros, el amor que es la descripción que David Hume hizo encantado a Adam Smith, común a todas las especies y el inexplicable don de ser capaz de «está llena de energía y de irreverencia y es, por supuesto, una combinar más ideas que los restantes animales. Después de sátira de la Providencia hecha con el pretexto de criticar el sistema asignarnos nuestra cuota, dijo: «Ahora, haced lo que podáis». de Leibniz». A lo largo de la serie inacabable de catástrofes que afligen a los tres protagonistas del relato —el filósofo Pangloss, el Tomado de: propio Cándido y su amante Cunegunda—, Pangloss, con el rostro Pagden, Anthony. (2013). La Ilustración. Y por qué sigue carcomido por la sífilis y a falta de una de las nalgas, insiste siendo importante para nosotros. Madrid: Alianza editorial. continuamente en que, pese a las apariencias en contrario, este es