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-Proverbio Zen
Kyoto es un lugar mágico (ya sé que este adjetivo se abusa en la descripción de ciudades
diferentes a lo que uno conoce, pero realmente lo es). Un rincón del mundo en donde el
antiguo Japón sigue vivo tanto en el panorama físico como en la gente. Una ciudad con más
de dos mil templos y recintos antiguos que parecen brotar en cada esquina, cada uno más
impresionante que el otro, con espectaculares jardines contemplativos diseñados hace más
de 400 años y bosques de cientos de miles de árboles de bambú, por los que juras que un
antiguo Shogun va a pasar cabalgando en cualquier momento. Una ciudad en donde las
escenas de la vida diaria son imposibles de duplicar: mujeres que siguen usando kimonos
para ir a pasear, monjes shinto quemando incienso para alejar los malos aires y geishas,
arregladas como muñecas, caminando apuradas hacia su próxima reunión. Un lugar que no
es que el tiempo haya olvidado (existe una parte extremadamente moderna de la ciudad)
sino al que, al parecer, el destino decidió dar un ritmo especial para conservar la belleza
natural y cultural con la que fue privilegiado.
Kyoto es, además, la cuna del zen moderno. Fue por esta ciudad donde, en el siglo XII, el
budismo tradicional de China y la India ingresó a Japón. Los guerreros samuráis, que en ese
tiempo comandaban la isla, tomaron la teoría religiosa de este budismo y la transformaron
en una filosofía de vida: un manual para vivir mejor y alcanzar un estado del ser más feliz,
más armónico y más desarrollado.
El zen se convirtió no sólo en una forma de vida, sino en una forma de VER la vida;
inseparable del carácter japonés y que explica no sólo lo que ocurría en el Japón antiguo
(sus templos, su arte, sus tradiciones), sino también gran parte de lo que transcurre hoy en
día en el Japón híper moderno (su lucha por la simplificación de procesos, el honor que se
le da a cualquier tipo de trabajo, el énfasis en el orden y en el respeto).
"El problema de occidente", me explica Kanju Tanaka, monje principal del templo de
Nanzen, uno de los centros de budismo zen más importantes de la ciudad, "es que están
obsesionados con esforzarse por alcanzar metas en algún momento lejano: un mejor trabajo
en 10 años, más dinero en 5 años, tranquilidad al retiro en 30 años; pero en esa búsqueda de
resultados futuros se pierde el propósito mismo de lo que se está viviendo".
A diferencia, la filosofía zen se enfoca en encontrar el sentido de la vida presente y
aprender a apreciar y gozar el momento. ¿El futuro? si te esfuerzas por vivir al máximo
cada uno de tus presentes, el futuro se resuelve por si sólo. En zen lo que nos atañe no es
que el hombre sea eficiente, sino que sea humano".
El maestro Tanka está sentado, vestido con su hábito blanco, en una de las habitaciones del
monasterio. Un edificio de madera, lineal y sencillo en donde el olor a incienso y pasto
fresco permea cada rincón. El ambiente es completamente simple, los muebles son pocos; y
los adornos, casi inexistentes, pero todo está perfectamente bien acomodado. Esta atención
a la sencillez y el orden, tanto en la forma como en el fondo, son fundamentales de la
filosofía zen, dan una automática sensación de paz. No hay estímulos visuales que te
distraigan de lo que tienes que hacer o que revuelvan los sentidos. El resto de los monjes,
alumnos del maestro, van y vienen realizando diversas tareas, diligentes y concentrados
absolutamente en su trabajo, sea servir el té o atender el jardín e incluso limpiar los
espacios.
"En el zen no hay dogmas de fe en los que creer, sino acciones de vida. Por lo tanto puede
convivir dentro del espíritu de la persona con otras religiones, con el shintoísmo, con el
cristianismo. El zen es simplemente una forma de descubrir la sabiduría, equilibrio y paz
que YA existen dentro de nosotros cambiando la FORMA en la que abordamos y realiza-
mos las actividades diarias. Las respuestas a las grandes preguntas de la vida no están en un
libro sagrado, sino en dar significado a todo lo que hacemos. Toda actividad bien realizada,
con orden, con simplicidad, con entrega, puede ser el camino hacia una mejor vida." \
No puedo evitar pensar en Maquiavelo: El fin justifica los medios. En este rincón de
mundo, la filosofía es completamente opuesta: Los medios justifican el fin.
La manera más directa para lograr que el ki retorne al cuerpo es el zazen, la meditación
sentada que es la piedra angular de la filosofía zen; el poder controlar la mente y el cuerpo
para sanarlos y: nectarios. Así es que el maestro tanka nos guía hacia el templo de
meditación. Un lugar sagrado, iluminado por la presencia de Buda, en donde el objetivo no
es orar hacia afuera, sino regresar al interior de uno mismo.
“El único propósito de la vida Zen es permitir que el ki fluya por el cuerpo de la persona,
dice él. El ki es la energía de vida que existe en la naturaleza. Los seres humanos somos
parte de la naturaleza pero hemos olvidado cómo ser parte de ella y frenamos esta energía.
Si queremos ser felices tenemos que reaprender a canalizarla hacia nuestro interior".
Nos inclinamos en reverencia y nos sentamos sobre un cojín en posición de medio loto, con
la espalda recta, las manos sobre el estómago y los ojos entrecerrados. "La postura es
fundamental", dice el monje mientras corrige los detalles. "Sólo si el cuerpo está en orden,
la mente puede alcanzar la luz".
Suena una campana tres veces y parece que entras a otra dimensión. Con el eco del timbal
resonándote en los oídos, la única consigna directa es empezar a respirar. Concéntrense en
su respiración para vaciar la mente, nos guía el monje. En mi mente estructurada, esta
consigna se me hace incongruente: si mi mente se tiene que concentrar en respirar, entonces
no se va a poder vaciar (quiero levantar la mano para hacer notar el punto, pero asumo que
no es lo adecuado).
Toma años, décadas, de práctica diaria y constante perfeccionar la práctica del zanzen,
pero trato de obedecer y seguir la forma. Respirar desde el centro del cuerpo, pausado y
metódico. Empiezo a sentir cómo el aire fluye por mi cuerpo y cómo, de pronto, éste se
transforma de oxígeno a energía. En algún momento, no me percato cuándo, mi mente pasa
de la atención constante a la respiración (inhala... exhala) a la relajación total. Mi mente no
está vacía, pero está en otro estado de conciencia. Ni pensando ni dejando de pensar.
¿El arte como camino a la iluminación? Ridículo, pienso, aunque un poco menos escéptica,
mientras el coche recorre las calles sinuosas y empedradas de Kyoto camino a un taller de
ikebana. El gedo-zen es, después de la meditación, la segunda base de la filosofía zen. El
"camino externo", las artes y los rituales que permiten a la persona desarrollar habilidades
para alcanzar la pureza de la mente. Actividades cotidianas y, al parecer (bajo los
estándares occidentales), poco espirituales, como la caligrafía, los haikús, la ceremonia del
té o el origami, que llevan a la mente a un estado diferente de conciencia.
Fumiko-San, maestra de ikebana, abre las puertas de su taller en casa y, sentada en cuclillas
sobre un tatami, explica: "En todos los países del mundo se hacen arreglos florales, pero la
finalidad de ésta y de todas las artes japonesas no es lo que se logra crear, sino en el
proceso que llevas para crearlo. Los mismos preceptos que rigen la filosofía zen son los que
se tienen que utilizar para realizar arreglos florales o poemas, o servir el té o doblar papel
en figuras: absoluta concentración, simplicidad y sencillez en los diseños y movimientos, el
respeto al material con el que trabajas y la atención a cada minúsculo detalle".
¿Cuánto tiempo toma realizar un arreglo?, la interrumpo con el cronómetro en mano.
"Toma el tiempo que tiene que tomar", me contesta mientras empieza a sacar el material de
trabajo. Con sus manos hábiles y expertas guía las mías para empezar a medir y a cortar
flores. Su atención en cada minucia es tal que su mente parece estar en trance. Mide las
proporciones perfectas entre flor y flor, el ángulo de cada rama, la posición de cada hoja, de
cada pétalo. El arreglo no tiene más de tres flores diferentes pero toma tiempo encontrar el
balance perfecto entre ellas, la armonía en la relación. "Cuando haces un arreglo, transfieres
tu mente a las flores".
El mundo externo se empieza a alejar. Todo lo que no es flor pasa a segundo plano. La
mente se vacía. Los ojos se enfocan y la respiración cambia. Un centímetro menos de
tallo... cortar una hoja para dar más limpieza... una más... girar la flor sólo un grado para
que su cara resalte más... Y. de pronto, el arreglo perfecto. Ideado por tu mente y creado
por tus manos. Satisfacción y serenidad absolutas.
"Si entiendes, las cosas son así. Si no entiendes, las cosas son así"
-Proverbio Zen
RUTA DE ILUMINACIÓN
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©CÓMO LLEGAR. La mejor manera es volando a Tokyo (Aeroméxico tiene tres vuelos
semanales desde el D.F.: jueves, sábado y lunes) y abordar ahí el shinkansen (tren bala). El
trayecto entre las dos ciudades dura alrededor de dos horas.
©DÓNDE HOSPEDARSE. El New Miyako Hotel es una opción céntrica y muy cómoda
para recorrer toda la ciudad. miyakohotels.ne.jp
©TOURS. Si quieres experimentar de una forma auténtica los diversos aspectos culturales
de Kyoto, el WAK es una excelente opción. Ofrecen cursos diversos según tus Intereses:
ceremonia del té, artes marciales, ikebana, etc.; wakjapan.com
O MÁS INFORMACIÓN. La mejor fuente de guías probadas para viajar por cualquier
ciudad de Japón es la oficina nacional de turismo, JNTO, un organismo profesional que te
puede apoyar con cualquier aspecto del viaje into.go.ip