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Lección 4

EL RECONOCIMIENTO DEL CANON


DEL NUEVO TESTAMENTO

Introducción:

En el desarrollo de las doctrinas de la Iglesia temprana, uno de los avances más


significativos fue el reconocimiento del Canon del Nuevo Testamento. Este estudio
es de mucha importancia por razones obvias: el desarrollo doctrinal pleno de la
iglesia presupone el reconocimiento de la inspiración de los libros que componen
el NT.

Pero este estudio también es importante por su valor apologético. Algunos se


perturban al saber que la primera persona conocida que proveyó una lista de los 27
libros que componen el NT, fue Atanasio en el 367. Como bien señala F. F. Bruce:
“Atanasio es el primer escritor conocido por nosotros que enumera exactamente los
27 libros que tradicionalmente componen el Nuevo Testamento para el
cristianismo católico y ortodoxo sin establecer diferencias de rango entre ellos”.1

Para un entendimiento adecuado de las implicaciones de esta declaración, es


necesario colocarla en el contexto de cinco hechos históricos. En primer lugar, que
sólo siete libros del Nuevo Testamento fueron puestos en duda por algunos en la
Iglesia temprana (estos componen la antilegómena que significa literalmente
“hablar en contra de”, y se usa para señalar algo en disputa); mientras que los
cuatro Evangelios, el libro de los Hechos, las 13 epístolas de Pablo, 1Pedro y 1Juan
nunca fueron seriamente cuestionados (estos componen la homolegómena, o lo que
es universalmente reconocido).

En segundo lugar, también debemos tomar en cuenta las dificultades de


comunicación de la época. No debe sorprendernos que haya tomado cierto período
de tiempo para que algunos libros estuviesen disponibles en la mayoría de las
Iglesias y fuesen luego reconocidos.

En tercer lugar, debemos recordar que lo que estamos dilucidando aquí es la


aceptación universal de todos los libros que componen el NT; pero hay evidencia
de que todos los libros del NT fueron considerados como una autoridad inspirada
por algunas secciones de la Iglesia desde el principio.

1
F. F. Bruce; El Canon de las Escrituras; pg. 212.
2

En cuarto lugar, y como bien señala el pastor Waldron, “debemos recordar que
aunque la creación del canon del NT puede parecernos una necesidad obvia, y
aunque ciertamente es un desarrollo natural e inevitable de la fe revelada en el NT,
los primeros cristianos rodeados de una tradición oral creada por las predicaciones
apostólicas originales del evangelio, y viviendo en la esperanza del inminente
retorno de Cristo, no vieron o percibieron inmediatamente la necesidad de un
canon del NT”.2

Y en quinto lugar, el verdadero fundamento de nuestra fe en las Escrituras no


descansa en evidencias históricas, sino más bien en el carácter auto autenticado de
su mensaje. Precisamente por el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios, su
autenticidad no puede descansar en última instancia en ninguna otra autoridad que
fuera de sí misma. Esto nos lleva de la mano a una presuposición que debe ser el
punto de partida de este estudio, y es que la aceptación del canon del NT
presupone fe en nuestro Señor Jesucristo. “En otras palabras, yo asumo que Dios
ha hablado su Palabra consumada de revelación a nuestra raza en la persona y la
obra del Señor Jesucristo”.3 Si Cristo es la segunda persona de la Trinidad
encarnada y Dios ha hablado por medio de él, debemos presuponer que Dios ha
preservado esa revelación redentora por Su especial providencia, de manera que
viniera a ser el supremo estándar o canon de la Iglesia. Y si presuponemos todo lo
anterior, también debemos presuponer que esa revelación escrita no puede
depender de una autoridad externa para su confirmación. Los autores de nuestra
Confesión de Fe declaran esta doctrina con las siguientes palabras:

“La autoridad de la Santa Escritura, por la que está debe ser creída, no depende del
testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente de Dios (quién es la
verdad misma), el autor de ella; por tanto, debe ser recibida porque es la Palabra de
Dios”.

“El testimonio de la Iglesia de Dios puede movernos e inducirnos a tener una alta y
reverente estima por las Santas Escrituras; y el carácter celestial del contenido, la
eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, la armonía de todas las partes, el fin
que se propone alcanzar en todo su conjunto (que es el de dar toda la gloria a
Dios), la plena revelación que dan del único camino de salvación para el hombre, y
muchas otras incomparables excelencias y plenas perfecciones de las mismas, son
argumentos por los cuales dan abundante evidencia de ser la Palabra de Dios. A
pesar de ello, sin embargo, nuestra plena persuasión y certeza de su verdad

2
SW; Vol. 1; pg. 102.
3
Ibíd.
3

infalible y su autoridad divina provienen de la obra interna del Espíritu Santo,


quien da testimonio en nuestros corazones por medio de la Palabra y con ella”.4

I. EL TESTIMONIO DE LOS PADRES APOSTÓLICOS:

A. Los Padres Apostólicos y el Canon del Antiguo Testamento:

Dado que los Padres Apostólicos se mantuvieron tan apegados a las


perspectivas tanto de Cristo como de sus apóstoles, es necesario considerar
cuál es la perspectiva que refleja el Nuevo Testamento con respecto al canon
del Antiguo Testamento. Allí notaremos que los autores inspirados del Nuevo
Testamento consideraban el canon del Antiguo Testamento como un todo
orgánicamente completo y autoritativo (comp. Mt. 4:1-11; 5:17-18; Jn. 10:34-
36; 2Tim. 3:15-17; 2P. 1:19-21).

A la luz de este hecho no nos sorprende ver que los padres apostólicos
asumieron el mismo punto de vista con respecto a los libros del Antiguo
Testamento. Pero no sólo eso; vemos también que los padres apostólicos no
sólo consideraban el Antiguo Testamento como un libro divinamente
inspirado, sino también absolutamente cristiano. “La importancia del Antiguo
Testamento como una norma doctrinal en la iglesia primitiva no puede ser
exagerada... La autoridad doctrinal que se le atribuyó estaba basada en la
asunción aparentemente no cuestionada de que, correctamente interpretado,
éste era un libro cristiano, y que los profetas en particular estaban realmente
testificando de Cristo y de su gloria”.5

Con este trasfondo era de esperarse que en una manera natural surgiera un
canon del Nuevo Testamento que habría de ser colocado lado a lado con el
canon del Antiguo. Esto así por la tendencia que vemos en el Nuevo
Testamento de colocar a Cristo y a los apóstoles en un plano de igual
autoridad, e incluso superior, a Moisés y los profetas (2Cor. 3:14 y 6-11; Rom.
16:25ss; He. 1:1-2; 2P. 1:16-21; 1Cor. 15:3-11; 2P. 3:1-2; Jn. 2:22). También
debemos notar que hay al menos dos pasajes en el Nuevo Testamento en los
que se equiparan escritos apostólicos con las Escrituras del Antiguo
Testamento (comp. 1Tim. 5:18 – Deut. 25:4 y Lc. 10:7; así como 2P. 3:16).

4
Confesión de Fe de Londres de 1689; 1:4-5.
5
J. N. D. Nelly; cit. por SW; Vol. 1; pg. 105.
4

B. Los Padres Apostólicos y su anticipación del canon del Nuevo


Testamento:

1. La evidente inmadurez de sus testimonios:

Los padres apostólicos no poseían una lista de libros aceptados oficialmente


como canónicos. Por tal razón, el testimonio que encontramos en sus escritos
sobre el canon del Nuevo Testamento no es un testimonio oficial o técnico, así
como tampoco comprensivo o detallado.

Al hablar de un testimonio oficial o técnico, nos referimos al hecho de que en


los padres apostólicos no encontramos ninguna referencia clara a los escritos
del Nuevo Testamento citados como “Escritura”, término que si usan para
referirse al Antiguo. Por otra parte, aunque los cuatro Evangelios son
claramente citados, nunca encontramos en ellos referencias explícitas a los
Evangelios tal como nosotros los conocemos hoy. Aunque debemos aclarar
aquí que la Didaqué cita el Evangelio de Mateo tan frecuentemente que resulta
difícil creer que su autor no poseía una copia escrita en sus manos.

Esto causa una dificultad debido al hecho de que los padres apostólicos citan
ocasionalmente algunos libros extra canónicos; al no poseer los libros
canónicos una fórmula introductoria que los identifique como Escritura, no
hay forma de distinguir infaliblemente los libros canónicos de los que no lo
son.

Cuando decimos que su testimonio no es comprensivo o detallado, no sólo nos


referimos al hecho de que los padres apostólicos nunca se refieren al Nuevo
Testamento como un todo orgánico, sino también al hecho de que en sus
escritos sólo hacen alusiones ciertas a 23 de los 27 libros que componen el
Nuevo Testamento. Los libros de los que no encontramos referencias ciertas
son: 2Pedro, Judas, 2 y 3 Juan. Es interesante notar que en los escritos de los
padres encontramos alusiones claras al libro de Hebreos, al Apocalipsis de
Juan y, en menor grado, a la carta de Santiago. “Este es un hecho importante
para la historia del reconocimiento del canon del Nuevo Testamento debido a
que estos tres libros son los más largos y más importantes de los siete libros
conocidos como la Antilegómena”.6

2. El contenido específico de su testimonio en lo tocante al canon del NT:

6
SW; Vol. 1; pg. 108.
5

A pesar de todo lo dicho, en los escritos de los padres apostólicos encontramos


un amplio uso de los escritos del Nuevo Testamento. Viene a ser evidente en
sus escritos que ellos asignaban a los libros del Nuevo Testamento el respeto
que esperaríamos de personas que consideraban estos escritos como
canónicos. La misma terminología que usaron, denota la enorme influencia
que estos escritos ejercieron sobre ellos.

Por otra parte, también viene a ser evidente que los padres apostólicos
exaltaban los escritos de los apóstoles como superiores en la autoridad al
compararlos con ellos mismos.

2.1. Epístola de Clemente a los Corintios:

“Los apóstoles recibieron el evangelio para nosotros del Señor Jesucristo;


Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los
apóstoles de Cristo... Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo
que habría contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya
causa, habiendo recibido conocimiento completo de antemano, designaron a
las personas mencionadas, y después procedieron a continuación que si éstas
durmieran, otros hombres aprobados les sucedieran en su servicio... Tomad la
carta del bienaventurado Pablo el apóstol. ¿Qué os escribió al comienzo del
evangelio? Ciertamente os exhortó en el Espíritu con respecto a él mismo,
porque ya entonces hacíais grupos”.7

2.2. Ignacio de Antioquía:

“Para que pueda ser hallado en la compañía de los cristianos de Éfeso, que han
sido siempre unánimes con los apóstoles por medio del poder de Jesucristo...
Que vuestra diligencia sea, pues, confirmada en las ordenanzas del Señor y de
los apóstoles... Siendo así que os amo, os trato con blandura, aunque es posible
que escriba de modo más estricto en su favor; pero no creí que tuviera
competencia para hacerlo, y que, siendo un reo, os de órdenes como si fuera
un apóstol... No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran
apóstoles, yo soy un reo... Pero vuestras oraciones me harán perfecto ante
Dios, refugiándome en el evangelio como la carne de Jesús, y en los apóstoles
como el presbiterio de la iglesia. Amamos también a los profetas, porque
también nos señalaron el evangelio en su predicación y ponían su esperanza en

7
Primera Carta de Clemente a los Corintos, 42:1, 44:1, 47:1.
6

Él y le aguardaban... Seguid todos a vuestro obispo, como Jesucristo siguió al


Padre, y al presbiterio como los apóstoles”.8

2.3. Carta de Policarpo a los Filipenses:

“Porque ni yo, ni hombre alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado


y glorioso Pablo, el cual, cuando estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a
los hombres de aquel día la palabra de verdad con cuidado y certeza; y cuando
estuvo ausente, os escribió una carta, en la cual, si la escudriñáis con
diligencia, podréis ser edificados en la fe que se os ha dado”.9

2.4. La Didaqué:

Dice en su primera línea: “Doctrina del Señor a las naciones por medio de los
doce apóstoles”.

Estos escritos “nos muestran claramente que el principio y la dinámica que


guió al reconocimiento del canon del Nuevo Testamento fueron reconocidos
por los padres apostólicos”.10 Como bien señala Westcott: “Ellos ciertamente
poseían una percepción indistinta de que su obra era esencialmente diferente
de la de sus predecesores... Ellos les atribuían un poder y una sabiduría que no
clamaban para sí mismos. Sin poseer aún una percepción exacta de que las
Escrituras cristianas estaban completas, aún así podían trazar una línea entre
ellos (los apóstoles) y sus propios escritos. Como si hubiese sido por algún
instinto providencial, cada uno de estos maestros que estuvieron más cerca de
los escritores del Nuevo Testamento contrastaron sus escritos con los de ellos,
y definitivamente se colocaron a sí mismos en un nivel inferior”.11

II. LAS PRIMERAS HEREJÍAS:

Como hemos visto ya, a través de la historia de la iglesia las herejías han
servido en el control soberano de Dios para mover a la iglesia a definir sus
doctrinas con claridad y precisión. En cuanto al reconocimiento del canon del
Nuevo Testamento, tres herejías jugaron un papel importante: el gnosticismo,
el marcionismo y el montanismo (aunque, como veremos en un momento, este

8
A los Efesios 11:2; Magnesios 13:1; Trallanos 3:2, 3; Romanos 4:3; Filadelfios 5:1; Esmirnenses 8:1.
9
Policarpo 3:2.
10
SW; Vol. 1; pg. 110-111.
11
Ibíd.; pg. 111.
7

último movimiento no puede ser llamado “herético” en el sentido más estricto


del término).

A. El Gnosticismo:

1. Sus orígenes históricos:

El gnosticismo es anterior al cristianismo y surge como una fusión de ideas


tomadas de la cultura griega y de la oriental. No podemos entrar a considerar
extensamente la enseñanza de esta filosofía, pero podemos reducirla a su
mínima expresión a través de esta frase: es un sistema que promete la salvación
a través del conocimiento (gnosis).

Según ellos, Dios es un espíritu purísimo del que surgieron varias emanaciones
(o eones), cada una de las cuales era inferior al anterior. La última de estas
emanaciones es un ser al cual llamaban Demiurgo y que identificaban con el
Dios creador del Antiguo Testamento. De ahí su creencia de que la materia era
mala y el espíritu bueno. Para lograr la salvación debemos renunciar a este
mundo material y ascender al invisible o espiritual. ¿Cómo? A través del
conocimiento o gnosis. Este conocimiento libera el alma de la prisión de este
cuerpo malo en el cual está encerrada, y nos capacita para ascender al hogar
original del cual procedemos, al mundo puramente espiritual. A la llegada del
cristianismo, muy pronto el gnosticismo entró en contacto con este,
convirtiéndose de inmediato en un peligro para la fe cristiana.

2. Algunos rasgos característicos del gnosticismo:

En primer lugar, su enseñanza con respecto a la persona de Cristo. Según ellos,


Cristo fue la primera emanación de Dios y, por lo tanto, el más puro de los
eones. No podían concebir que Cristo se hubiese encarnado realmente. Algunos
decían que era sólo una apariencia (docetismo). Contra ellos escribió Juan en
su primera epístola (compare 1 Juan 4:2-3). Otros decían que el Cristo celestial
había descendido sobre Jesús en el bautismo, y que lo había abandonado antes
de su muerte. Juan también parece a hacer alusión a esta doctrina en su primera
carta (compare 1 Juan 2:22; 4:15; 5:1, 6).

En segundo lugar, su arrogante elitismo. Enseñaban que el conocimiento


especial que guía a la salvación no está al alcance de todos, sino más bien de
una élite especial a la que llamaban los pneumáticos o espirituales (comp. 1Jn.
2:19-20, 9-11). Ellos hablaban también de una segunda clase de hombres, los
8

psíquicos, los cuales nunca llegarían más allá de la fe y entre los cuales
señalaban a los profetas y creyentes hebreos antiguos. A éstos les seguían los
hilicos, los cuales representaban la raza humana en general; éstos estaban
sujetos al mundo material sin esperanza de redención.

En tercer lugar, sus extremos en lo tocante a la moral. La dualidad del


gnosticismo entre el espíritu y la materia produjo dos resultados antagónicos
entre sí. Por un lado, estaban aquellos que promovían el ascetismo (comp. Col.
2:20-23); mientras otros promovían el libertinaje (comp. 1Jn. 2:3-4; 3:7-9).
Algunos gnósticos parecían creer que habían alcanzado una superioridad moral
que los situaba por encima del bien y del mal (comp. 1Jn. 1:6-10).

3. Su relación con la formulación del canon:

Como hemos visto ya, el gnosticismo clamaba poseer el conocimiento de una


revelación divina especial que no todos poseían. Esto podría confundir algunos,
por cuanto el cristianismo también clamaba poseer un conocimiento especial de
Dios que otros no tenían (comp. Mt. 13:11; 1Cor. 2:6-16). De hecho, algunos
teólogos, como Clemente y Orígenes de Alejandría, presentaron el cristianismo
como una gnosis espiritual, a la vez que describieron a los cristianos maduros y
bien enseñados como gnósticos. Por otra parte, y debido al evidente contraste
con el cristianismo apostólico, algunos maestros gnósticos decían poseer una
revelación de Cristo que no fue dada a conocer a todo el mundo.

“Las escuelas gnósticas afirmaban que eran ellas quienes mejor preservaban la
enseñanza original de los apóstoles algunas de ellas afirmaban que la
enseñanza más esotérica de los apóstoles había sido entregada en privado a
discípulos selectos que eran suficientemente dignos o tenían los dones
necesarios para recibirla”.12 La primera carta de Juan muy probablemente es un
reflejo de la preocupación del apóstol con respecto a estas aseveraciones
(comp. 1Jn. 1:1-3; 2:20, 27; 4:4-6). Éste ataque del gnosticismo contra la
iglesia post apostólica forzó a la Iglesia a reflexionar en sus propias fuentes de
autoridad. Y su respuesta subrayó dos asuntos críticos acerca del canon: Que su
estándar de fe y vida era apostólico; y que no era un estándar secreto, sino
público.

12
F. F. Bruce; El Canon de las Escrituras; pg. 174.
9

B. El Marcionismo:

1. La persona de Marción:

Marción fue un hereje que se vio envuelto en varias controversias a mediados


del siglo II. Aparentemente era hijo del obispo de Sinope, ciudad del Ponto
(Asia Menor). Alrededor del 140 se unió a la comunidad de cristianos en Roma
de donde fue excomulgado en el 144 por sus enseñanzas heréticas, producto de
la influencia que ejerció sobre él un maestro gnóstico llamado Cerdo. Esta
influencia fue determinante para lo que luego sería conocido como
Marcionismo. No obstante, y a pesar de la fuerte influencia gnóstica que vemos
en sus enseñanzas, el marcionismo es, en realidad, un sistema peculiar de
doctrina.

2. Enseñanzas del Marcionismo:

Debido a la influencia del gnosticismo, Marción distinguía al Dios del Antiguo


Testamento del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. El Dios del Antiguo
Testamento era vano y cruel, y fue el que creó el mundo; el Dios del Nuevo
Testamento es bueno y amoroso, y envió a su Hijo para salvarnos del mundo
material y llevarnos a un nuevo hogar.

Rechazaba la idea de que Cristo haya muerto en nuestro lugar por causa de
nuestros pecados, y enseñaba que lo que él hizo más bien fue llevar a cabo un
acto legal en el que se cancelaba el derecho que el Dios creador del Antiguo
Testamento reclamaba sobre nosotros como sus criaturas. Como era de
suponerse, Marción rechazaba las Escrituras del Antiguo Testamento como la
obra del Dios creador y todas las porciones del Nuevo Testamento en las que
veía influencia del Antiguo.

Consideraba que sólo las epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas eran


inspiradas, aunque también estos libros fueron “purgados” de lo que él entendía
eran elementos judaizantes. Marción decía que era imposible armonizar las
Escrituras de los judíos con las del cristianismo. La ley y el evangelio, según
él, eran dos cosas que no podían ser reconciliadas de ningún modo; por eso
hizo de Pablo su héroe, aunque tampoco aceptó todas sus epístolas. Y aún las
que aceptaba como inspiradas fueron editadas por él.

3. Su contribución a la formación del canon:


10

La herejía de Marción fue una de las más peligrosas que tuvo que enfrentar la
iglesia en el siglo II. No obstante, también fue usada por Dios en la formación
del canon. Dado que Marción creó su propia lista de libros inspirados (10
epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas, excluyendo totalmente el Antiguo
Testamento), la Iglesia se vio forzada a una acción más determinante en la
definición de los libros inspirados que debían componer el Nuevo Testamento.

“La primera ganancia importante para la iglesia como resultado de la


controversia en que se había lanzado, fue la colección de un cuerpo de
Escrituras del Nuevo Testamento, o se a la formación de un canon del Nuevo
Testamento. No es que la Iglesia no supiera antes de este tiempo que se hallaba
en posesión de escritos inspirados y autoridad. Los evangelios en particular
hacía mucho tiempo que eran usados en las iglesias, y se habían hecho
colecciones muy temprano de las Epístolas de Pablo. Estas colecciones, sin
embargo, se incrementaron de modo no oficial, con miras a propósitos de
edificación, y sin una idea consciente presente al formar las de lo que nosotros
queremos decir por Canon de la Escritura. Sólo hemos de recordar lo cercana
que estaba la iglesia del segundo siglo de la edad apostólica, y qué énfasis se
ponía todavía en la tradición viva apostólica, para ver hasta qué punto se
hallaría lejos de la mente de los hombres el erigir estos escritos de los apóstoles
y hombres apostólicos en una regla de fe y práctica permanente para toda la
iglesia. Ahora, bajo la presión de la controversia gnóstica, cuando la Iglesia se
vio enfrentada por el Canon mutilado de Marción, y vio sus fronteras invadidas
por producciones seudónimas y apócrifas, era inevitable que se sintiera
impulsada a emprender seriamente la tarea de hacer una colección de los libros
que eran considerados como apostólicos – que sabía por su historia y su uso
establecido desde mucho tiempo que lo eran –, y que éstos debían ser
separados definitivamente de la masa flotante y elevados a una posición de
autoridad exclusiva”.13

C. El Montanismo:

Este movimiento no debe ser colocado en el mismo nivel de los dos anteriores
en lo que a ortodoxia se refiere. De hecho, es muy probable que el montanismo
haya surgido como una reacción contra el gnosticismo y el marcionismo; de
modo que el término “herejía” no debe ser aplicado estrictamente al
montanismo ya que, en lo tocante al contenido básico de la fe ortodoxa tal

13
JO; pg. 69.
11

como era entendido en la segunda mitad del siglo segundo, este era un
movimiento ortodoxo.

1. Sus orígenes históricos:

Este movimiento surge en una villa llamada Ardaban, en la parte de Misia


colindante con Frigia, probablemente no muy lejos de Filadelfia, cerca del 156
d. C. Su fundador fue un antiguo sacerdote pagano convertido al cristianismo
llamado Montano quien, poco tiempo después de su conversión, comenzó a
profetizar en medio de una serie de fenómenos extraños. Más adelante se le
unen dos mujeres, Maximilla y Priscilla (o Prisca), quienes se separan de sus
respectivos esposos con la anuencia de Montano, y quienes clamaban poseer
también el don de profetizar.

Al principio, los cristianos en Frigia reaccionaron en contra de estas nuevas


profecías, pero poco a poco comenzaron a tener aceptación, hasta que llegó un
momento en que el montanismo se expandió enormemente en esa región, tanto
así que pronto los seguidores de Montano comenzaron a ser llamados “los
frigios”, y su enseñanza “la herejía de los frigios”.

Un poco después Montano cruza la frontera y se establece con sus seguidores


en una ciudad llamada Pepuza, a la que rebautizaron con el nombre de
Jerusalén y donde esperaban el pronto retorno del Señor, de acuerdo con una de
las profecías de Maximilla. Unos años más tarde, luego de la muerte de
Montano cerca del 180 d. C., el movimiento perdió credibilidad, por cuanto
éste había profetizado que su muerte estaría asociada con el fin. El
Montanismo fue condenado en el 236 en el Sínodo de Hipona, pero a pesar de
eso continuó como un movimiento clandestino.

2. Sus principales características:

En muchos sentidos este movimiento se apegó a las doctrinas que conformaban


la ortodoxia generalmente aceptada en aquellos días. No obstante, en ciertos
puntos parecen haberse alejado de lo que era comúnmente aceptado como una
sana doctrina, lo que originó el repudio del que fueron objetos por los
principales líderes de la cristiandad. ¿Cuáles fueron estos aspectos que
distinguieron al Montanismo del resto de la Iglesia del siglo segundo?

En primer lugar, su nuevo profetismo. Los Montanistas no sólo clamaban


tener el don de profecía, sino que su forma de profetizar era muy distinta a la
12

que encontramos en las Escrituras y a la que la Iglesia practicó en sus primeros


años. Cuando Montano profetizaba parecía estar fuera de sí (lo que algunos
llaman, una especie de locura auto inducida). Montano explicaba estas
diferencias alegando que sus profecías eran de un carácter superior a la de los
apóstoles, y que él había sido comisionado por Dios para completar las
revelaciones que aquellos no recibieron.

En segundo lugar, su peculiar premilenialismo. Como es común en este tipo


de movimiento, los Montanistas le daban mucha importancia a la escatología,
interpretando literalmente los mil años de Apocalipsis 20, los cuales habrían de
llevarse a cabo en Pepuza, la Nueva Jerusalén.

En tercer lugar, la involucración de Maximilla y Priscilla trajo consigo un


reconocimiento de que las mujeres podían ocupar posiciones de liderazgo en la
iglesia. Estas dos mujeres contribuyeron ampliamente a las enseñanzas de este
movimiento y, como era de esperarse, otras mujeres siguieron su ejemplo.

En cuarto lugar, los Montanistas se caracterizaban por tener una forma de


vida sumamente rigurosa y legalista. Vivían tan a la espera del fin, que
despreciaban incluso cosas que son perfectamente legítimas para los cristianos.

3. El desarrollo posterior del Montanismo:

Debido a que consideraban las doctrinas de sus profetas de igual valor que la
Biblia, pronto surgieron divisiones en su seno. Unos se basaban en un cuerpo
de revelaciones, mientras otros seguían otras revelaciones distintas.

Los Montanistas tienen a su favor el hecho de que Tertuliano haya venido a ser
uno de sus adherentes. A esto debemos decir que, debido a las divisiones que
se originaron en su seno, no podemos saber a ciencia cierta qué tanto de los
Montanistas aceptaba Tertuliano, ya que sabemos por sus propias obras que no
aprobaba la enseñanza de que los apóstoles no tuviesen la plenitud del Espíritu;
nunca mencionó a Pepuza en sus escritos; tampoco dice nada de esas
experiencias extáticas de los frigios; y rehusó completamente el que las
mujeres ocupasen en la iglesia posiciones de liderazgo.

4. Puntos Positivos del movimiento:


13

Pese a los excesos que se manifestaron en los grupos montanistas, hay algunos
puntos positivos que deben ser expuestos, si de veras queremos ser justos al
juzgar el movimiento:

4.1. En lo que a la doctrina ortodoxa respecta, el Montanismo no se apartaba de


lo que era generalmente aceptado en la Iglesia de aquellos días.

4.2. El hecho de que Tertuliano haya abrazado sus filas, siendo él uno de los
más grandes defensores de la fe de ese tiempo, habla mucho a favor de los
montanistas.

4.3. Enfatizaban que la eficacia de la iglesia era producto de la obra del


Espíritu Santo, así como también enseñaban que dicho poder estaba al servicio
de todo creyente, y no únicamente del clero.

4.4. Protestaron contra la liviandad y falta de disciplina que ellos veían en la


Iglesia, aunque lamentablemente no supieron distinguir entre la verdadera
santidad y el ascetismo. De todos modos, este error no era exclusividad de los
montanistas, sino más bien un error generalizado de ese tiempo.

4.5. Vivían a la espera de la Segunda Venida del Señor, aunque cayeron en


excesos fanáticos en lo tocante a este punto. Esos excesos no se encuentran en
Tertuliano aunque éste menciona la segunda venida del Señor frecuentemente
en sus escritos. Tertuliano era premileniarista.

2. La importancia de este movimiento en la formulación del canon:

La contribución del Montanismo a la formulación del canon fue totalmente


negativa. Muchos vieron en este movimiento un alerta rojo de la catástrofe que
le esperaba la iglesia si el cierre del canon era ignorado. Como bien señala
Berkhof, “la iglesia siguió un verdadero instinto de rechazo, especialmente por
el fanatismo que contenía, y por su pretensión de ser una revelación superior a
la contenida en el Nuevo Testamento”.14 Y otro autor comenta: “La oposición
Católica al Montanismo descansó en la convicción de que la revelación
cristiana estaba completa. En principio nada nuevo debía añadirse al depósito
apostólico de la fe”.15

14
LBH; pg. 71.
15
Richardson; cit. por SW; Vol. 1; pg. 127.
14

I. EL CONSENSO SUBSECUENTE:

Como hemos visto ya, las luchas doctrinales que la Iglesia tuvo que enfrentar
durante el siglo segundo mostraron la importancia de definir con claridad cuáles
libros debían constituir “la única regla suficiente, segura e infalible de todo
conocimiento, fe y obediencia salvadores”.16 Los gnósticos clamaban poseer
una revelación secreta y esotérica que los apóstoles no dieron a conocer al
público; Marción había mutilado la lista de libros a los que la Iglesia atribuía
autoridad apostólica, mientras los montanistas clamaban tener nuevas
revelaciones, aparte de esos libros. Era evidente la necesidad de definir el
canon. “El desafío montanista por un lado, así como los desafíos marcionita y
gnóstico, hicieron que fuese más importante que se definieran claramente los
límites de las Santas Escrituras. La Santa Escritura, bien definida,
proporcionaría el patrón para probar la profecía incontrolada como había hecho
con la especulación indisciplinada”.17

A. La aceptación temprana y universal de la Homolegómena:

1. El Canon de Muratori:

Se trata de un códice descubierto en 1740 por Ludovico Antonio Muratori y


que probablemente data de finales del siglo II, el cual provee la primera lista
ortodoxa del canon del Nuevo Testamento. Este documento ha llegado a
nosotros en una forma fragmentada, comenzando con estas palabras:

“…al menos a aquellas en las que estuvo presente, y lo redactó en conformidad


con ellas.18 El tercer libro del evangelio es el de Lucas… el cuarto evangelio es
de Juan, uno de los discípulos”. El canon incluye 22 de los libros aceptados de
nuestro Nuevo Testamento (asumiendo que la lista comenzaba con los
Evangelios de Mateo y Marcos). Son excluidos: Hebreos, 3Juan, Santiago, 1 y
2 Pedro. Pero al mismo tiempo son incluidos: la Sabiduría de Salomón (un
apócrifo del AT) y el Apocalipsis de Pedro (aunque se añade la nota de que
algunos no consideraban este libro como canónico). También es mencionado
El Pastor de Hermas, pero no es considerado canónico, ya que “El Pastor fue
escrito por Hermas en la ciudad de Roma muy recientemente, en nuestros
tiempos, cuando su hermano Pío ocupaba el sillón de obispo en la iglesia de la
ciudad de Roma; y por tanto conviene leerlo, pero no puede hacerse
16
Confesión de Fe de Londres de 1689; 1:1.
17
Bruce; op. cit.; pg. 170-171.
18
Refiriéndose muy probablemente al evangelio de Marcos.
15

públicamente al pueblo en la iglesia ni incluirlo entre los profetas, puesto que


su número está completo, ni entre los apóstoles, por haber terminado ya su
tiempo”.19

2. Ireneo:

Fue elegido como obispo de Lyon en el 177. De sus obras literarias han
sobrevivido todas, siendo la principal Contra Herejías, un tratado en contra del
gnosticismo. Éste tratado es importante en cuanto al reconocimiento del canon
“ya que en todo el argumento de Ireneo, la Escritura juega un papel
dominante”.20 “Ireneo reconoció y utilizó la misma colección de escritos
cristianos que se enumeran en el fragmento de Muratori, excepto que incluyó
1Pedro, que no se menciona allí”.21

3. Tertuliano:

Sus escritos pertenecen al período del 196-212. Es allí donde “encontramos por
primera vez la designación del ‘Nuevo Testamento’ para la segunda parte de
las Escrituras cristianas”.22 “Puesto que reconoció el Nuevo Testamento como
una colección de libros, se supone que tenía una idea bastante clara de los
libros que contenía. No utilizó la palabra ‘canon’, pero aprobaba la idea que
posteriormente vino a expresar dicha palabra. Cuando acusó a Valentino de
malinterpretar el instrumentum (es decir, el Nuevo Testamento) y a Marción de
mutilarlo, conocía exactamente lo que quería decir al referirse al instrumentum.
Aunque en ningún lugar enumera formalmente su contenido, ciertamente
comprendía los cuatro Evangelios y Hechos, las 13 epístolas que llevan el
nombre de Pablo, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis… También incluía la epístola
de Judas, que adjudica al apóstol de ese nombre”. 23 Vemos una vez más que al
final del segundo siglo había cierto consenso sobre 23 o 24 libros del Nuevo
Testamento.

En su “Respuesta a los Judíos”, y luego de afirmar que Cristo probó ser quién
decía ser, teniendo como base la Escritura, Tertuliano dice: “Que no cuestionen
ni nieguen las Escrituras que nosotros producimos, pues es también un hecho
que las cosas predichas sobre Cristo son reconocidas y se han cumplido para

19
Citado por F. F. Bruce; op. cit.; pg. 162-163.
20
Ibíd.; pg. 175.
21
Ibíd.; pg. 180.
22
SW; Vol. 1; pg. 130.
23
Bruce; op. cit.; pg. 184-185.
16

hacer imposible que nadie niegue que los escritos (cristianos) están a la par de
las divinas Escrituras”.24

4. Orígenes (185-254 aproximadamente):

“Que Orígenes reconoció una colección del Nuevo Testamento junto al


Antiguo Testamento es cierto, aunque se expresa como si el uso de la palabra
‘Testamento’... en este sentido fuera muy nuevo en su círculo”.25 Incluso
clasificó los libros de nuestro Nuevo Testamento entre reconocidos y dudosos.
Entre los reconocidos estaban todos los de la homolegómena más el libro de
Apocalipsis. Entre los dudosos estaban el libro de Hebreos, 2 Pedro, 2 y 3 Juan,
Santiago y Judas; también incluyó en este grupo la epístola de Bernabé y la
Didaqué.

5. Las Versiones Tempranas:

Entre las versiones antiguas de las Escrituras, dos de ellas arrojan un


testimonio importante sobre la aceptación del canon del Nuevo Testamento: La
Peshita, que es una versión aramea y que comenzó a compilarse a partir del
siglo II, y la Itala, una versión en Latín antiguo oriunda del Norte de África. En
cuanto a la versión original de la Peshita, ésta contenía la Homolegómena, pero
excluía Juan 7:53-8:11 (el pasaje de la mujer adúltera), 2 Pedro, 2 y 3 Juan,
Judas y Apocalipsis. En cuanto a la Itala, estuvo en uso en Occidente desde el
siglo II hasta el V; también contiene la Homolegómena, incluyendo
probablemente el libro de Hebreos.

B. La aceptación antigua y universal de la antilegómena:

1. Una explicación de la dilación:

1.1. A diferencia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la Iglesia se


encontraba diseminada en una vasta extensión geográfica.
1.2. A diferencia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la iglesia no
poseía un centro de autoridad, como lo fue Jerusalén para los judíos,
desde el cual pudiera promoverse el reconocimiento de los libros
canónicos. “Jerusalén fue destruida y la iglesia madre fue esparcida
mientras que el Nuevo Testamento estaba siendo todavía escrito”.26
24
Capítulo 11.
25
Bruce; op. cit.; pg. 195.
26
SW; Vol. 1; pg. 132.
17

Dada las dificultades de comunicación, algunos escritos que fueron


ampliamente aceptados en su lugar de origen y las regiones aledañas
eran completamente desconocidos o cuestionados en otras regiones.

2. Una explicación de su aceptación:

2.1. La creciente percepción de la unidad de la iglesia contribuyó a remover


las dudas que se tenían con respecto a ciertos libros al conocer que eran
ampliamente aceptados por el resto de la iglesia.
2.2. Pero la razón principal fue el carácter mismo de tales obras que auto
autenticaba su autoría apostólica inspirada.

3. Una explicación de las dificultades:

3.1. Hebreos y Apocalipsis:

Ambos libros fueron cuestionados tardíamente, probablemente como resultado


de ciertas cosas que ocurrieron dentro o contra de la iglesia. En cuanto al libro
de Apocalipsis, éste fue cuestionado en la parte oriental de la iglesia debido a
la oposición dogmática de esta rama a la doctrina del milenio. En el caso de la
epístola a los Hebreos, éste fue cuestionado en la parte occidental, no
primariamente por la duda que se tenía en cuanto a su autoría paulina,27 sino
más bien por la forma como los montanistas apelaban a He. 6:4. Nosotros
sabemos, sin embargo, que el libro de Hebreos ya estaba en el uso entre el 90 y
el 100 d. C. por las citas de Clemente de Roma.

3.2. 2 y 3 de Juan y Judas:

Es muy probable que haya habido dudas sobre estas epístolas debido a que por
su brevedad podrían ser fácilmente obviadas, a la vez que era improbable que
fuesen citadas extensamente como si ocurría con los libros más extensos del
Nuevo Testamento.

3.3. Santiago:

Tenemos evidencias históricas muy tempranas de la canonicidad de la epístola


de Santiago. Tanto Clemente de Roma como el autor del Pastor de Hermas
hacen uso de esta carta, aparte de que fue incluida en la Peshita. Es muy

27
Aunque “la iglesia de Roma no reconoció Hebreos como una epístola de Pablo hasta el siglo IV”; Bruce; pg. 132.
18

probable que las dudas hayan surgido por la confusión sobre la identidad del
Santiago que la escribió.

3.4. 2Pedro:

Varios escritos tempranos manifiestan dependencia del contenido de esta carta.


Sin embargo, varias razones pueden haber arrojado dudas en cuanto a su
origen: Por un lado, la extensa lista de literatura seudo epigráfica que llevaban
el nombre de Pedro; y por el otro lado las obvias diferencias de estilo entre la
primera carta y la segunda.

Ya para el siglo IV encontramos listas completas de los libros del Nuevo


Testamento. Como decíamos al principio, la primera lista conocida es la que
provee Atanasio en su carta pascual número treinta y nueve, escrita en el año
367. Luego de citar los 27 libros que componen el Nuevo Testamento dice:
“Éstas son ‘las fuentes de la salvación’, de manera que el que tenga sed debe
satisfacerla con los oráculos que hay en ellas. Sólo en estos libros se encuentra
la enseñanza de la verdadera religión proclamada como buenas nuevas. Que
nadie añada a estos o quite de ellos”.28

Tal parece que fue Crisóstomo, obispo de Constantinopla desde el año 397al
407, que por primera vez utiliza la expresión “los libros” (en griega ta biblia)
para referirse a los dos Testamentos juntos; antes de él, esa expresión había
sido usada para referirse únicamente a los escritos del Antiguo Testamento.
“Esta expresión de Crisóstomo es el origen de nuestra palabra Biblia; aunque
biblia (‘libros’) es una palabra en plural en griego, pasó al latín en singular:
Biblia, La Biblia”.29

28
Cit. por F. F. Bruce; pg. 211-212.
29
Ibíd.; pg. 217.

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