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Lección 4

EL CRITICISMO TEXTUAL

Introducción:

Ya que la inspiración divina se extiende únicamente a los autógrafos originales


y no a las copias, y ya que no tenemos a la mano los manuscritos originales, ¿cómo
podemos estar seguros de la fidelidad de las versiones de las Escrituras que hoy
tenemos a la mano?

Es de eso que se ocupa la ciencia del criticismo textual que estudiaremos en la


presente lección. Básicamente existen dos clases de criticismo: El bajo criticismo y
el alto criticismo.

El bajo criticismo, también conocido como crítica textual, es el trabajo que se


realiza con los manuscritos disponibles, con miras a rescatar, con la mayor
fidelidad posible, el texto original. “Gira alrededor de la tarea de restaurar el texto
original sobre la base de las copias imperfectas que han llegado a nuestras manos.
Pretende tamizar las evidencias provistas por las variantes, o diferentes versiones,
donde los manuscritos existentes discrepan unos de otros, y por medio de un
sistema científico, llegar a lo que probablemente fue la terminología utilizada por
el autor original” (GLA; pg. 58).

El alto criticismo se ocupa más bien de los factores externos que incidieron en
el libro. Trata de responder preguntas como: ¿Quién escribió el libro? ¿Dónde fue
escrito? ¿Cuándo? ¿Qué factores externos influyeron en su escritura? ¿Por qué fue
escrito?

Estas preguntas no son malas en sí mismas. De hecho, tenemos que lidiar con
ellas constantemente al estudiar los libros de la Biblia. Sin embargo, muchos de los
que han estado envueltos en el alto criticismo, se han dedicado más bien a la tarea
de atacar la autenticidad y confiabilidad de las Escrituras.

Veamos estos dos aspectos del criticismo bíblico.

I. BAJA CRÍTICA:

A. Los tipos de errores que presentan los manuscritos:


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Una de las primeras cosas que analiza la crítica textual son los diversos tipos de
errores que podían cometer los copistas. A continuación, algunos de los más
frecuentes, tomados en su mayor parte del rollo de Isaías procedente de
Qumran.

1. Haplografía: la escritura de una letra, sílaba o palabra una sola vez, cuando
debe escribirse más de una vez. Por ejemplo, en Jue. 20:13 el TM dice
BNYMN (Benjamín) en lugar de BNY BNYMN (los hijos de Benjamín)
como aparece en la LXX.
2. Ditografía: escribir dos veces lo que sólo se debe escribir una vez. Por
ejemplo, en Is. 30:30 dice HSMY HSMY (hará oír hará oír) en lugar de
HSMY, como aparece en el TM.
3. Metátesis: alterar el orden de las letras de un vocablo o el orden de las
palabras. Por ejemplo, en Is. 32:19 dice HY’R (los montes) en lugar de
H’YR (la ciudad) en el TM.
4. Fusión: combinar dos palabras separadas para formar una. Un ejemplo
interesante es el de Lv. 16:8, donde Jerónimo, ajustándose a la
interpretación de la LXX entendió que el término L’Z’ZL (por Azazel) era
un caso de fusión de L’Z ‘ZL (un macho cabrío para ser enviado).
5. Fisión: dividir una palabra en dos.
6. Homofonía: la sustitución de un homónimo por otro. Por ejemplo, a
menudo LW (a él) sustituye L’ (no), como en Is. 9:3 que en el TM dice:
“multiplicaste la gente; no has multiplicado la alegría”.
7. Incorrecta interpretación de letras similares. Por ejemplo, confundir la D
(dálet) por la R (resh). Así, el nombre “Dodamin” en Gn.; 10:4, aparece
como “Rodanim” en 1Cro. 1:7 (que parece ser la mejor variante, ya que
probablemente se refiere a los rodios.
8. Homoeoteleuton (del gr. “terminación similar”): la omisión de un pasaje
interpuesto, porque el copista pasó directamente de un final a otro final
semejante (Is. 4:5; 1Sam. 14:41).

B. El Canon de la Crítica Textual:

“Los críticos textuales han establecido ciertos criterios Standard para ayudar a
una bien fundada elección entre dos o más variantes competitivas. Ocurre a
menudo que dos o más de estas reglas o ‘cánones’ son de aplicación en una
circunstancia dada, e inclinan la balanza de la preferencia en direcciones
opuestas… Pero este método debe ser aplicado muy discriminadamente y con
la debida consideración de todas las circunstancias especiales que puedan
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debilitar el argumento a favor de la variante en particular que el canon anterior


pareciera favorecer” (GLA; pg. 62).

Canon No. 1: Dar preferencia a la variante más antigua. Obviamente, este


canon se aplica cuando el manuscrito más antiguo es, cuando menos, tan
confiable como el más nuevo. Por ejemplo, el rollo de Isaías del Mar Muerto es
más antiguo que el TM; pero un estudio cuidadoso del rollo revela que el
copista se ajustó a normas más bajas de fidelidad que las de los que copiaron el
texto oficial en el que se basó el TM.

Con respecto a esto, Millar Burrows dice lo siguiente: “No debería ser
necesario, pero tal vez lo sea, repetir que una antigua variante no es
necesariamente una buena variante. Los textos de Qumran están llenos de
variantes demostrablemente inferiores al texto tradicional. Para decir la misma
cosa en otras palabras, la verdad es que, aunque parezca paradójico, una
variante pre-masorética no es necesariamente anterior a una masorética. El
texto protomasorético ya existía en Qumran y en otras copias junto con textos
divergentes; nos parece justo y razonable decir que el TM era el tronco y las
otras variantes, las ramas que brotaron de él” (cit. por GLA; nota 1; pg. 63).

Canon No. 2: Dar preferencia a la variante más difícil. Esto así porque se
supone que el escriba habría de inclinarse a simplificar o clarificar la
terminología original en vez de complicarlo y hacerlo más difícil de entender.

Canon No. 3: Dar preferencia a la variante más corta. Los copistas se


inclinaban más a insertar nuevo material que a eliminar una parte del texto
sagrado.

Canon No. 4: Dar preferencia a la variante que mejor explica todas las
variantes. Por ejemplo, el TM del Sal. 22:16 dice: “como el león mis manos y
mis pies”; mientras que la columna hebrea de la Políglota Complutense dice:
“perforaron de lado a lado…”. La segunda versión parece más apropiada; tanto
la LXX, la Peshita, la Vulgata y el Salterio Hebreo de Jerónimo dicen: “Han
perforado” u “horadado”.

Canon No. 5: Dar preferencia a la variante que cuente con el más amplio
apoyo geográfico.
Por ejemplo, “un texto favorecido por la LXX, la Itala y la Copta no contará
con la misma garantía y autenticidad de un texto en el cual coinciden la Peshita
y la Samaritana. Esto es debido a que la Itala y la Copta son traducciones hijas
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de la LXX y todas pertenecen a la revisión alejandrina, en tanto que la Peshita


y la Samaritana representan tradiciones textuales algo diferentes” (GLA; pg.
63).

Canon No. 6: Dar preferencia a la variante que más se ajusta al estilo y a la


dicción del autor. “Es útil señalar el hecho de que los críticos textuales de la
escuela mutiladora han abusado de este canon de modo totalmente inadmisible,
y han colocado sobre pasajes que por alguna razón no les conviene, juicios
subjetivos y arbitrarios en cuanto a lo que el antiguo autor pudo o no haber
dicho” (GLA; pg. 64).

Canon No. 7: Dar preferencia al texto que no refleja ninguna parcialidad


doctrinaria.

C. Evidencia de los manuscritos:

En la introducción de la clase preguntamos: ¿Qué tan seguros podemos estar de


la fidelidad de las versiones de las Escrituras que hoy tenemos a la mano, dado
que la inspiración divina solo se extiende a los manuscritos originales, los
cuales no están disponibles? La respuesta es que ningún otro libro de la
antigüedad posee un texto tan seguro como el de las Sagradas Escrituras.

El Dr. Laird Harris nos provee la siguiente ilustración para explicar este hecho:

“Suponiendo que deseamos medir la longitud de cierto lápiz. Con una cinta
métrica medimos este en 6 ½ pulgadas. Una medida más cuidadosa con una
regla indica 6 9/16 pulgadas. Chequeando este con una escala de ingeniero,
encontramos que este mide levemente más de 6.58 pulgadas. Una medida más
cuidadosa con una escala de acero bajo condiciones de laboratorio revela que
este mide 6.577 pulgadas. No satisfecho aún, mandamos el lápiz a Washington
donde los mismos maestros calibradores (medidores) miden para verificar con
la yarda uniforme de EEUU marcada en una barra de platino preservada en
Washington.

“Ahora suponga que leemos en el periódico que un ingenioso criminal se


escapó con la barra de platino y la fundió para sacar el precioso metal. De
hecho, ¡esto sucedió una vez a la yarda uniforme de Gran Bretaña! ¿Qué
diferencia haría esto para nosotros? Muy poca. Ninguno de nosotros ha visto
nunca la barra de platino. Algunos de nosotros nunca nos percatamos de que
existiera. Más aún, utilizamos con gusto las medidas de cinta, reglas, las
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escalas y todo tipo de objetos de medición semejante. Estas medidas


aproximadas derivan sus valores de la dependencia de calibradores (medidores)
más precisos. Pero, aún la aproximación tiene un tremendo valor – si esta tiene
un verdadero estándar detrás” (cit. por JS).

Más adelante veremos los manuscritos que tenemos disponibles, tanto del AT
como del NT; por ahora, solo queremos señalar que, aparte de que debemos
suponer que si Dios inspiró las Escrituras, El se encargaría también de
preservarla, las evidencias a favor de la integridad del texto bíblico son
sencillamente abrumadoras.

1. La evidencia de los manuscritos del AT:

Aunque hoy tenemos muy pocas copias disponibles del AT, sobre todo en
comparación con el NT, tenemos abundantes razones para confiar en la
excelencia de esas pocas copias.

1.1. Por las pocas variantes de los manuscritos existentes del TM. Por
ejemplo, al comparar el texto de Ezequiel del Códice de Leningrado
(escrito con puntuaciones babilónicas) con el texto estándar palestino
encontraremos solo 16 conflictos reales entre los dos textos.

1.2. Por el acuerdo casi literal de la mayor parte de la LXX con el TM. Laird
Harris dice al respecto: “El hecho es que si descartamos nuestras Biblias
Hebreas, la Septuaginta, aún sonando extraña en algunos lugares, sería
una muy satisfactoria copia del Antiguo Testamento. De hecho, en los
primeros tres siglos de la Iglesia Cristiana, cuando la mayoría de los
cristianos hablaba el griego fluidamente, la Septuaginta era usada casi
exclusivamente” (cit. por NLG; pg. 253-254).

1.3. Por las reglas escrupulosas de los copistas:

(1) Un rollo de sinagoga debe escribirse sobre las pieles de animales limpios.
(2) Preparado por un judío para el uso particular de la sinagoga.
(3) Estos deben ser atados juntos con cuerdas tomadas de animales limpios.
(4) Cada piel debe contener cierto número de columnas, iguales a lo largo del
códice completo.
(5) El largo de cada columna no debe extenderse sobre menos de 48 o más de
60 líneas; y el ancho debe constar de 30 letras.
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(6) La tinta debe ser negra, no roja, ni verde, ni de ningún otro color, y debe
prepararse de acuerdo a una receta determinada.
(7) Una copia autentica debe ser el modelo, desde el cual el que transcribe no
deberá desviarse en lo más mínimo.
(8) Ninguna palabra o letra, ni siquiera una jota, deberán escribirse de memoria,
sin que el escriba haya mirado el códice que está delante de él…
(9) Entre cada consonante debe intervenir el espacio de un cabello o hilo;
(10) Entre cada parashah nuevo o sección nueva, el ancho de nueve
consonantes;
(11) Entre cada libro, tres líneas.
(12) El quinto libro de moisés deben terminar exactamente con una línea; pero
esto no es necesario con el resto.
(13) Además de esto, el copista debe sentarse vestido completamente con el
atuendo judío,
(14) Lavar su cuerpo completo.
(15) No empezar a escribir el nombre de Dios con una pluma recién insertada
en tinta,
(16) Y aun si un rey se dirigiera a él mientras escribe ese nombre, no debería
ponerle atención.

1.4. Por la confirmación arqueológica de los detalles históricos del texto.

1.5. Por el acuerdo con el Pentateuco Samaritano.

1.6. Por la confirmación de la fidelidad del texto Hebreo debido al


descubrimiento de cientos de manuscritos hebreos en las cuevas de
Qumran. En Marzo de 1947 un muchacho árabe llamado Muhammad
adh-Dhib estaba buscando una cabra que se le había perdido a unas 7
millas y media al sur de Jericó y una milla al oeste del Mar Muerto,
cuando de repente encontró en una cueva unas tinajas conteniendo varios
rollos de pieles. Aquello resultó ser una biblioteca de unas 400 obras,
que perteneció a los Esenios en el siglo II a.C., y en ella se encontraron
copias de casi todos los libros del AT, algunos de los cuales datan del
siglo IV a.C. Ahora podemos comparar nuestro AT con una copia que
data de unos 1000 años antes de la copia que teníamos disponibles hasta
ese momento y ver que las similitudes son sorprendentes. Por ejemplo,
“las dos copias de Isaías descubiertas en la cueva número 1 de
Qumran… eran mil años más antiguas que el más antiguo manuscrito
conocido hasta el momento (980 d. de J. C.) [y] resultaron ser
idénticamente iguales, palabra por palabra, con la Biblia hebrea…, en
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más de un 95 por ciento del texto. El cinco por ciento de las variantes
consisten principalmente en obvios errores del copista y diferencias de
ortografía” (GLA; pg. 27).

2. La evidencia de los manuscritos del NT:

La integridad del texto del NT descansa mayormente en la enorme cantidad de


copias disponibles, en la multiplicidad de las copias y en la cercanía de esas
copias con los originales. Permítanme ilustrarlo con el siguiente diagrama.

X
A B C
a b c d e f
a.1 b.1 c.1 d.1 e.1 f.1
a.2 b.2 c.2 d.2 e.2 f.2

Hasta la fecha más de 5,000 han sido clasificados. Aparte de las traducciones
antiguas que tenemos del latín, el siríaco y el copto, las cuales suman unas
24,000.

Aparte de eso, el NT completo puede ser reproducido de las múltiples citas que
encontramos en comentarios, sermones y cartas de los padres de la iglesia del
segundo y tercer siglo, en cuyos escritos encontramos más de 36,000 citas de
los versículos del NT.

Para tener una idea de cuán impresionante es la cantidad de manuscritos griegos


del NT que tenemos a la mano, permítanme compararlo con otras obras famosas
de la antigüedad.

De “La Ilíada” de Homero quedan menos de 650 manuscritos griegos, siendo


los más antiguos del siglo II y III d. C. Dado que Homero compuso este poema
épico alrededor del 800 a. C., entre el original la copia más antigua pasaron
unos 1,000 años.
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“Los Anales del Imperio Romano” de Tácito, escrito en el 116 d. C., de los
primeros 6 libros sólo tenemos una copia que data del 850 d. C. Los libros 7 al
10 se perdieron por completo. Los libros 11 al 16 se encuentran en otro
manuscrito que data del siglo XI.

La famosa Guerra de los Judíos de Flavio Josefo, escrito en el siglo I, sólo


tenemos 9 manuscritos que datan de los siglos X, XI y XII d. C. También
tenemos una traducción al latín del siglo IV y algunos materiales traducidos al
ruso de los siglos XI y XII.

II. ALTA CRÍTICA:

Como decíamos en la introducción, el alto criticismo se ocupa de los factores


externos que incidieron en la confección de los libros de las Escrituras. Trata de
responder preguntas como: ¿Quién escribió el libro? ¿Dónde fue escrito?
¿Cuándo? ¿Qué factores externos influyeron en su escritura? ¿Por qué fue
escrito?

Y aunque estas preguntas no son malas en sí mismas, lamentablemente muchos


de los que han estado envueltos en el alto criticismo, se han embarcado en la
tarea de atacar la autenticidad y confiabilidad de las Escrituras, dando origen a
lo que conocemos como la teoría documental y la teoría fragmentaria.

Según la teoría documental, el Pentateuco fue en realidad una selección de


documentos distintos, redactados en un período de tiempo de cinco siglos.
Mientras que la teoría fragmentaria propone que la Tora fue compuesta a partir
de varios fragmentos separados, algunos de los cuales son tan antiguos como
Moisés y aún más.

A. Desarrollo de la Teoría Documental:

1. Jean Astruc (1684-1766):

Médico francés que se interesó en el análisis literario del Génesis. Le intrigaba


el uso exclusivo de ELOHIM para referirse a Dios en el cap. 1, mientras que en
el cap. 2 se usara exclusivamente YHWH. Trató de explicar este fenómeno
suponiendo que Moisés utilizó dos fuentes distintas, dando como resultado dos
relatos distintos de la creación. Su fuente más antigua era la de un autor que
conocía a Dios como ELOHIM, mientras la más reciente se refería a Dios como
YHWH.
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2. Johann Gottfried Eichorn (1752-1827):

Dividió todo el libro del Génesis, más los dos primeros capítulos del Éxodo en
Jahvista y Elohista, atribuyéndole en un principio a Moisés la tarea editorial de
combinar estos materiales pre-mosaicos; aunque más adelante aceptó la opinión
de que el Pentateuco fue escrito en una época posterior a la de Moisés, a la vez
que extendió la división J-E a la mayor parte de éste.

3. Wilhem M. L. De Wette (1780-1849):

De acuerdo a De Wette, ninguna parte del Pentateuco es anterior a la época de


David. Por otra parte, afirmó que Deuteronomio tenía señales inequívocas de
ser el libro de la ley que el sacerdote Hilcías encontró en el templo de Jerusalén,
en los días del rey Josías (comp. 2R. 22).

GLA nos explica la postura de De Wette: “Tanto el rey como el sacerdote


coincidían en su propósito de abolir todo tipo de adoración y sacrificio a Jehová
fuera de la ciudad capital. La centralización del culto contribuiría a una más
estrecha unificación política de todas las partes del reino, y garantizaría que
todas las donaciones de los judíos piadosos ingresaran a las arcas del sacerdocio
jerosolimitano. Por lo tanto, el libro de Deuteronomio fue confeccionado para
servir a la campaña gubernamental, y su descubrimiento fue escenificado en el
momento psicológico oportuno. Esto señala la composición del libro, en forma
precisa, como el año 621 a. de J.C. (fecha de la reforma de Josías) o poco
tiempo antes. Así nació el documento D (como llegó a llamárselo), totalmente
separado en origen de J o E, y compuesto para apoyar la política
gubernamental” (GLA; pg. 89).

Es importante señalar aquí que, estrictamente hablando, De Wette no perteneció


a la escuela documental, sino más bien a la escuela fragmentaria. Esta teoría fue
propuesta originalmente por un sacerdote católico romano, el escocés
Alexander Geddes, quien “sostuvo que la Tora fue compuesta en la era
salomónica a partir de varios documentos separados, algunos de los cuales eran
tan antiguos como Moisés, y aún más” (Ibíd.).

Según De Wette, la compaginación final de estos fragmentos no se realizó, sino


hasta la posterior monarquía judía, apoyándose en el hecho de que los libros de
Jueces, Samuel y Reyes pasan por alto la ley de Moisés como si no existiera.
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4. Hermann Hupfeld (1796-1866):

Sometió el documento E a un nuevo examen, llegando a distinguir en él dos


fuentes: E2, formada por porciones de la fuente Elohista que se parecían
notoriamente a la J en estilo, vocabulario y contenido; y E1, la cual consideró
como la parte más antigua o documento básico. Este documento corresponde,
grosso modo, con el que los críticos posteriores denominarían P o código
sacerdotal. E2 sería posterior a éste, pero anterior a J. Y el último de todos sería
D, por supuesto. Así que el orden correcto de los documentos, según Hupfeld,
sería: P, E, J, D.

5. Karl Heinrich Graf (1815-1869):

Pensaba que la legislación de P pertenecía a la época del exilio (587-539 a.C.),


pero que las porciones históricas de P eran indudablemente muy antiguas. Así
que el orden de los documentos, según Graf, era el siguiente: P (histórico), E, J,
D, P (legal).

6. Abraham Kuenen (1828-1891):

Erudito holandés que argumentó con mucha fuerza a favor de la unidad de P.


Decía que las porciones históricas de este documento no podían separarse de
sus porciones legales. “Y puesto que Graf había probado que la legislación
sacerdotal se había originado en el exilio o después de él, el documento P,
íntegramente, debía ser posterior”. De modo que el documento que Hupfeld
consideraba como la más antigua porción del Pentateuco, ahora era planteado
como la última porción de todas, la cual recibió su forma final y definitiva en
los días de Esdras. El nuevo orden de los documentos era ahora: J, E, D, P.

7. Julius Wellhausen (1844–1918):

Fue quien formuló de manera definitiva la teoría documental. “Si bien


Wellhausen no contribuyó con ninguna innovación digna de mencionar,
reafirmó la teoría documental con gran habilidad persuasiva, apoyando el orden
JEDP sobre bases evolutivas. Corrían los años en que la obra de Charles
Darwin… cautivaba el entusiasmo y lograba la adhesión del mundo erudito y
científico, y la teoría del desarrollo del primitivo animismo al elaborado
monoteísmo tal como lo expusieron Wellhausen y sus seguidores, encajaba
admirablemente en la dialéctica hegeliana (escuela predominante en la filosofía
contemporánea) y en el evolucionismo darviniano” (GLA; pg. 94).
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Astruc (1684- Sostuvo que diferentes nombres divinos indican


1766) distintas fuentes. División: J y E. Eichorn
(1752-1827) elaboró esta idea, colocando a E
antes que J

De Wette Definió D como una elaboración de la época de


(1780-1849) Josías.

Hupfeld (1796- Dividió E en un documento anterior (E1 ó P) y


1866) uno posterior (E2, el cual se parece más a J).
Según Hupfeld, el orden de los documentos es:
P, E, J, D.

Graf (1815- Opinó que las porciones legales de P


1869) correspondían al exilio, y que era el último
documento de todos, aunque las porciones
históricas de P podían ser anteriores. Así que el
orden, según Graf, es: P1, E, J, D, P2.

Kuenen (1828- Pensó que las porciones históricas de P tenían


1891) que ser tan antiguas como la porción legal y
sostuvo que el orden de los documentos debía
ser: J, E, D, P.

Wellhausen Dio a la teoría documental su expresión clásica,


(1844–1918) tratando el orden J, E, D, P sobre una base
sistemáticamente evolucionista.

“Observemos las contradicciones y las marchas y contramarchas que


caracterizan la evolución y desarrollo de esta teoría documental. 1) Diferentes
nombres divinos indican diferentes autores (Astruc, Eichorn), cada uno con su
propio círculo de intereses, estilo y vocabulario. 2) Igual nombre divino
(Elohim), sin embargo, distintos autores (Hupfeld); con lo cual algunos pasajes
de E en realidad no difieren mayormente de J en cuanto a tema de interés, estilo
y vocabulario. 3) El documento Elohista (P) que más se diferencia de J en su
temática y en su estilo, debe ser el más antiguo (puesto que Jahweh es, como
nombre de Dios, posterior a Elohim). 4) Por el contrario, este documento debe
ser posterior y no anterior (puesto que ello encaja mejor en la teoría
evolucionista de la religión hebrea, desde el primitivo politeísmo al monoteísmo
sacerdotal. 5) J, por supuesto, más antiguo que E (todos los críticos hasta Graf);
pero no, J es realmente anterior a E (Kuenen y Wellhausen)” (GLA; pg. 97).
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B. Debilidades y Falacias de la Teoría de Wellhausen (GLA; pg. 115-119):

1. “La teoría documental se ha caracterizado siempre por una especie de sutil


razonamiento circular; tiende a proponer su conclusión (la Biblia no es una
revelación sobrenatural), como su premisa subyacente (no puede haber tal
cosa como una revelación sobrenatural)”.

2. “La teoría de Wellhausen se basaba, supuestamente, sobre la evidencia del


texto mismo y, sin embargo, evade permanentemente la evidencia del texto
cada vez que el mismo se opone a la teoría”.

Por ejemplo, nos dicen que “los libros históricos del AT no muestran
vestigios de la existencia de una legislación P o de un código mosaico
escrito, hasta después del exilio”; pero cuando se les muestran los
numerosos textos que hacen referencia a la ley mosaica en los libros
históricos, entonces argumentan que esos textos fueron insertados luego. En
otras palabras, las mismas evidencias en que se apoya la teoría son
rechazadas cuando entran en conflicto con la teoría.

3. “Los documentalistas dan por sentado que los autores hebreos se diferencian
de todos los demás escritores conocidos en la historia de la literatura
universal en el hecho de que solamente ellos eran incapaces de usar más de
un nombre para Dios; más de un estilo de escritura…; más de uno de varios
posibles sinónimos para expresar una idea; más de un tema tipo o círculo de
interés”.

4. “En el tratamiento de las Escrituras hebreas se han presentado como


evidencias arqueológicas prejuicios subjetivos. Con frecuencia se ha tendido
a considerar como indigna de confianza y sospechosa toda afirmación
bíblica, a pesar de que la misma antigüedad del AT (aun con el fechado de
los propios críticos) sería más que suficiente para que la consideraran un
documento arqueológico. Y en los casos de cualquier discrepancia con
documentos paganos, aun de fecha posterior, se le ha brindado
automáticamente preferencia a la fuente pagana como testimonio histórico”.

5. La escuela de Wellhausen comenzó con la presunción, lisa y llana (que


apenas se han molestado en demostrar) de que la religión de Israel era, como
cualquier otra, de origen meramente humano, y que podía explicarse
simplemente como un producto de la evolución.
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6. “Toda vez que por ingeniosas manipulaciones del texto se descubre una
‘discrepancia’, al interpretar una palabra fuera de su contexto, no ha de
aceptarse ninguna explicación reconciliadora, sino que, por el contrario, hay
que explotar la supuesta discrepancia para ‘probar’ la diversidad de fuentes”.

7. “Si bien otras antiguas literaturas semitas muestran innumerables casos de


repeticiones y duplicaciones hechas por el mismo autor en su técnica
narrativa, únicamente la literatura hebrea debe estar libre de repeticiones o
duplicaciones so pena de indicar diversidad de paternidades literarias”.

8. “Con una confianza en sí mismos altamente discutible, la escuela de


Wellhausen ha dado por sentado que los modernos críticos europeos, que no
cuentan con otra literatura hebrea antigua con la cual establecer
comparaciones… pueden fijar con precisión científica la fecha de
composición de cada documento”.

9. “También arribaron a la conclusión de que eruditos que viven más de 3400


años después de los sucesos pueden (basados principalmente en teorías
filosóficas) reconstruir las cosas que realmente ocurrieron, con mayor
certeza que los propios autores (alejados de los acontecimientos no más de
600 a 1000 años, según las fechas dadas por los propios críticos)”.

C. El testimonio de la Escritura con respecto a la paternidad literaria del


Pentateuco:

1. El propio Pentateuco sostiene que fue Moisés quien lo compuso (Ex. 17:14;
24:4, 7; 34:7; Nm. 33:1-2; Deut. 31:9, 11).

2. En otros libros del AT se señala a Moisés como el autor (Jos. 1:7; 8:31-32 –
comp. Ex. 20:25; 1R. 2:3; 2R. 14:6 – cita a Deut. 24:16; 2R. 21:8; Esd. 6:18;
Neh. 13:1; Dn. 9:11-13; Mal. 4:4).

3. El NT se refiere a Moisés como el autor del Pentateuco (Mt. 19:8; Jn. 5:46-
47; 7:19; Hch. 3:22 – cita a Deut. 18:15; Rom. 10:5 – cita a Lv. 18:5).

A. Evidencias internas del mismo Pentateuco:

1. En el relato del éxodo figuran detalles que sólo pudieron ser registrados por
un testigo presencial (Ex. 15:27; Nm. 11:7-8).
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2. El autor del Génesis y del Éxodo demuestra estar totalmente familiarizado


con Egipto (ver GLA; pg. 122-123).

3. “El autor de la Tora demuestra un punto de vista constantemente extranjero


o extra palestino, al menos en lo que a Canaán se refiere”, al hacer referencia
a las estaciones, al clima, la flora, la fauna, etc. (GLA; pg. 125-126).

4. “La atmósfera que se respira en Éxodo y en Números es indiscutiblemente la


del desierto, no la de un pueblo agrícola asentado en las posesiones de sus
antepasados durante casi mil años (como lo supone Wellhausen)” (GLA; pg.
127).

5. En el Génesis se hace referencia a costumbres del siglo II a.C., pero que no


estaban en boga un siglo después.

6. “Existen significativos arcaísmos en el lenguaje” (GLA; pg. 128).

7. “Hay una notable unidad de orden y disposición que subyace a lo largo de


todo el Pentateuco y lo vincula en un todo progresivo… Por inferencia, aun
los documentalistas se ven obligados a conceder esta unidad, recurriendo a
un hipotético redactor para explicar el origen y la armonía en la disposición
final de la Tora, tal cual ha llegado a nosotros” (GLA; pg. 129).

B. Calificaciones de Moisés para ser el autor del Pentateuco:

Por todo lo que ha sido registrado acerca de la persona de Moisés, es evidente


que estaba calificado para escribir una obra como el Pentateuco (GLA; pg. 129-
130):

1. Tenía la educación y el trasfondo necesario para ello, habiendo recibido la


mejor educación académica disponible en el mundo antiguo de aquellos días.

2. De sus antepasados recibió una tradición oral sobre la carrera de los


patriarcas y las revelaciones que Dios le había brindado.

3. Contaba con un conocimiento personal sobre el clima, la agricultura y la


geografía de Egipto, así como de la península del Sinaí, tal como demuestra
poseer tan claramente el autor del Pentateuco.
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4. Contaba con todo el incentivo para encarar la composición de esta obra


monumental, por la posición que ocupó en la fundación de la nación de
Israel.

5. Contó con el tiempo suficiente para escribir una obra tan monumental como
el Pentateuco, al permanecer en el desierto durante 40 años.

6. Provenía de una cultura en la cual el arte de escribir estaba tan ampliamente


difundido que aun los artículos de tocador, empleados por las mujeres en sus
hogares, contaban con la adecuada inscripción.

Conclusión:

Concluyo con las siguientes palabras de J. M. Boice, al comentar las palabras


de David en el Sal. 12:6: “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata
refinada en horno de tierra, purificada siete veces”:

“La Biblia ha sido ‘juzgada y hallada sin falta’. Ha sido probada tanto por
incrédulos y creyentes, y siempre ha sobrevivido ilesa. La revista Time lo
reconoció hace unos años en un artículo de portada:

“…Después de más de dos siglos de encarar los fusiles más pesados que pudieran
haber sido traídos para que los soportara, la Biblia ha sobrevivido – y está quizá
mejor preparada para el ataque. Aún en los mismos términos de los críticos –
hechos históricos – la Escritura parece más aceptable ahora que cuando los
racionalistas comenzaron el ataque”.

“Charles Haddon Spurgeon dijo la misma cosa hace más de un siglo atrás. En
su comentario del Salmo 12:6, Spurgeon escribió: ‘La Biblia ha pasado a través del
horno de la persecución, el criticismo literario, la duda filosófica y el
descubrimiento científico, y no ha perdido nada excepto aquellas interpretaciones
humanas que se adhieren a ella como aleación al precioso mineral…’

“Esto es absolutamente verdadero. Los infieles de todas las edades han


golpeado esta roca. Pero la Palabra de Dios permanece firme, y al final… los
incrédulos son quebrados por esa roca en vez de ser capaces de romperla” (Psalms;
Vol. 1; pg. 103).

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