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CONCEPTO DE H.

Término sinónimo de hermenéutica es «exégesis» (del griego


exegeomai = explicar, exponer, interpretar). En el mundo grecoromano
se aplicaba a experiencias religiosas, particularmente a la
interpretación de oráculos o sueños. Actualmente se usa para expresar
la práctica de la interpretación del texto, mientras q~e la
hermenéutica determina los principios y reglas que deben regrr la
exégesis.
Aplicada al campo de la teología cristiana, la hermenéutica
tiene por objeto fijar los principios y normas que han de aplicarse
en la interpretación de los libros de la Biblia.

Las mejores ilustraciones del concepto de hermenéutica, asi


como de su práctica, las hallamos en la Biblia misma. E~ los días
del Antiguo Testamento, sobresale la labor de Esdras, el fiel sacerdote
judío que públicamente leía al pueblo «en el libro de la ley
de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que comprendieran
la lectura» (Neh. 8:8).

En el Nuevo Testamento, la práctica exegética aparece no sólo


como elemento didáctico, sino como esencia de la proclamación
evangélica centrada en Cristo. Es de notar el interés con que una
y otra vez los escritores tratan de aclarar los términos o expresiones
que pudieran resultar de difícil comprensión para sus lectores.
El verbo herméneuo aparece en el texto griego de cada uno de
los versículos aclaratorios que se mencionan a continuación:
Mt. 1:23 (al nombre de Emmanuel se añade su significado: «Dios
con nosotros»), Mr. 5:41 (a la frase aramea Talitha, koumi sigue su
traducción: «Muchacha, levántate»), Mr. 15:22 (Gólgota es equivalente
a calavera), Jn. 1:38 (rabí significa maestro). Aún podrían
añadirse otros ejemplos (Me, 15:34; Hch. 4:36; 13:8). Pero mucho
más notable es la labor exegética de Jesús mismo, tanto en lo que
concernía a la ley mosaica -a cuya interpretación aporta una dimensión
mucho más profunda que la de los rabinos judíoscomo
en torno a )os textos mesiánicos del Antiguo Testamento,
que hallaban en El su cabal cumplímiento. Lucas sintetiza admirablemente
el magisterio hermenéutico de Jesús cuando refiere el
diálogo con los discípulos de Emaús: «Comenzando por Moisés y
siguiendo por todos los profetas, les iba interpretando (diérméneuen),
y El, a su vez, fue el intérprete del Padre, el que lo explicó
iexégésato] (Jn. 1:18).
Este último texto es de importancia capital. En el fondo, la
hermenéutica bíblica no trata meramente de la interpretación de
los textos sagrados. Su finalidad última debe ser guiamos a una
comprensión adecuada del Dios que se ha revelado en Cristo, la
palabra encamada. Por eso su objetivo no puede limitarse a la intelección
de unos escritos. La hermenéutica ha de ser el instrumento
que allane el camino para el encuentro del hombre con
Dios. Los apóstoles y sus colaboradores, siguiendo la línea de su
Maestro, realizaron una amplia labor interpretativa del Antiguo
Testamento. Aparte de numerosas citas veterotestamentarias (A. T.), hay
porciones fundamentales del Nuevo Testamento que constituyen
una interpretación del Antiguo (ejemplo de ellos es la carta a los
Hebreos). Pero siempre la interpretación y la exposición se llevan
a cabo con una gran preocupación evangelística y pastoral. Su
afán primordial no es tanto «hacer exégesis» de la Escritura como
llevar al lector a una asimilación personal, práctica, con todas sus
implicaciones, de los grandes hechos y verdades de la revelación
de Dios culminada en Jesucristo, si bien exégesis y asimilación
son inseparables.

II
NATURALEZA
Y CARACTERÍSTICAS
DE LA BIBLIA
El testimonio de la propia Escritura
Abundan los textos de la Escritura en los que se atestigua una
revelación especial de Dios, quien de muy variadas maneras habla
a sus siervos para comunicarles su mensaje. Una de las frases
más repetidas en el Antiguo Testamento es: "y dijo Dios», o la
equivalente: «Vino palabra de Yahvéh.»
. Esta «palabra» de Dios es creadora y normativa desde el principio
mismo ge la hitoria de Israel. (He aquí sólo algunas citas del
Pentateuco: Ex. 4:28; 19:6, 7; 20:1-17; 24:3; Nm. 3:16, 39, 51;
11:24; 13:3; Dt. 2:2, 17; 5:5-22; 29: 1-30:20.)
Además, la palabra de Dios se entrelaza con la historia del
pueblo israelita no sólo en sus inicios, sino a lo largo de los siglos,
hasta que Malaquías cierra el registro de la revelación veterotestamentaria.

Revelación y Escritura
No se produce porque algunos de los hombres a quienes Dios hizo objeto
de su revelación se sintieran movidos por sus propias reflexiones
a registrar en textos escritos el contenido de lo revelado. Según
el testimonio bíblico, es Dios mismo quien, directa o indirectamente,
ordena la «inspiración»
Ex 17.14. YAHWEH dijo a Moshe: 'Escribe esto en un libro para ser recordado, y díselo a
Yahoshúa..: (Ex. 17:14; 24:4; 34:27;
Dt. 17:18, 19; 27:3; Is. 8:1; Jer. 30:2; 36:2-4; Dn. 12:4; Hab. 2:2;
Ap. 1:11, 19). No es preciso un gran esfuerzo mental para comprender
que tanto los profetas del Antiguo Testamento como los
apóstoles vieron en la escritura el único medio de preservar fielmente
la revelación y lo utilizaron. La gran reverencia con que el
pueblo judío miró siempre sus Escrituras y la autoridad divina
que les atribuían se debían, sin duda, al convencimiento de que
eran depósito de la revelación Del Señor
Lo mismo puede decirse
en cuanto al significado que para la Iglesia cristiana tenían
tanto los libros del Antiguo Testamento como los del Nuevo. Los
textos del primero son considerados como santos (Ro. 1:2) o sagrados
(2 Ti. 3: 15); como palabra de Dios (Jn. 10:35, Ro. 3:2). A los
del Nuevo Testamento, desde el primer momento, se les atribuye
un rango tan elevado que los equipara a «las demás Escrituras» (2 P. 3:16).

Inspiracion de la Biblia.
(IMPORTANTE): Existe en la teología contemporánea una tendencia a reconocer
una revelación sobrenatural sin admitir una sobrenatural inspiración
de la Biblia. Se acepta que Dios se manifestó y «habló»
desde los días de los profetas hasta Jesucristo, pero no que la Escritura
en sí sea revelación. Sólo puede concederse que la Biblia
contiene el testimonio humano de la revelación. Lo revelado llevaba
el sello de la autoridad de Dios; pero el testimonio escrito de
profetas y apóstoles estaba expuesto a todos los defectos propios
del lenguaje humano, incluidos la desfiguración y el error.
Esta concepción de la Escritura tiene su base en la filosofía
existencialista y en la teología dialéctica. Para la neo-ortodoxia,
representada principalmente por Karl Barth y Emil Brunner, el
texto bíblico no puede ser considerado revelación, por cuanto está
expuesto al control del hombre. Equiparado a la revelación sería
aprisionar al Espíritu de Dios -usando frase de Brunner- «entre
las cubiertas de la palabra escrita».' La Biblia es digna del máximo
respeto y debe ser objeto de lectura reverente, ya que Dios ha
tenido a bien hablarnos a través de ella. La Biblia no es palabra
de Dios, pero se convierte en palabra de Dios cuando, mediante su
lectura, Dios nos hace oír su voz. Esto sucede independientemente
de los errores que, según los teólogos neo-ortodoxos, contiene la
Biblia.
Sin formular de modo muy elaborado una doctrina de la inspiración,
aceptan de modo implícito lo que explícitamente afirmó Pablo:
«Toda Escritura es inspirada divinamente» (2 Ti. 3:16).

Infalibilidad e «Inerrancia».
Ambos conceptos, aplicados a la Escritura, son ampliamente
aceptados con las debidas matizaciones. Ambos se desprenden lógicamente
de la inspiración de la Escritura. Sin embargo, los términos
son teológicos más que bíblicos. Por este motivo, hemos de
ser cautos en toda formulación dogmática respecto a estas características
de la Biblia.
La etimología de «infalibilidad» nos ayuda a precisar su significado.
Falibilidad se deriva del latín fallere, que quiere decir engañar,
inducir a error, o bien ser ínfíel, no cumplir, traicionar.
En este sentido, puede decirse que la Biblia es infalible, que no
induce a error y que no traiciona el propósito con el cual Dios la
inspiró. Si así no fuese, la Escritura, como instrumento de comunicación
de la revelación de Dios, carecería de valor.
La inerrancia -neologismo teológico-- indica la ausencia de
error en los libros de la Biblia.
Pero ¿qué amplitud debe darse a estos conceptos? La tendencia
más generalizada en credos y declaraciones de fe ha sido la de
aceptar la infalibilidad de la Escritura en todo lo concerniente a
cuestiones de fe y conducta, mientras que la inerrancia se ha aplicado
especialmente a los hechos históricos en su relación con la
obra redentora.
Más allá de estas posiciones, ha habido quienes han defendido
la inerrancia llevándola a extremos innecesarios, afirmando con
vehemencia que en la Biblia no existe ninguna clase de error, ni
siquiera los derivados de equivocaciones de los copistas, y soslayando
cualquier problema que el texto pudiera plantear o sugiriendo
soluciones poco convincentes.
En sentido opuesto, tampoco han faltado quienes sólo han reconocido
fidedignidad a la Escritura en lo tocante a materias doctrinales
y éticas, a la par que han negado la inerrancia en lo tocante
a relatos históricos. Huelga decir que ambas posturas adolecen
de inconvenientes. La primera, de una falta de objetividad;
la segunda, de un exceso de subjetividad.
Al hablar de infalibilidad e inerrancia, no podemos perder de
vista que la finalidad de la Escritura no es proveemos de una enciclopedia
a la cual recurrir en busca de información sobre cualquier
tema. Ninguno de sus libros fue escrito para ser usado como
texto para aprender cosmología, biología, antropología o incluso
historia en un sentido científico. Lo que Agustín de Hipona dijo
acerca del Espíritu Santo podría aplicarse a la Escritura: no nos
ha sido dada para instruimos acerca del sol y de la luna; el Señor
quería cristianos, no matemáticos ni científicos. La revelación, y
por consiguiente la Escritura, tiene por objeto dar al hombre el
conocimiento que necesita de Dios, de sí mismo y de su salvación,
entendida ésta en sus dimensiones individual y social, temporal y eterna

Puntos claros y puntos oscuros


Paralelamente a lo dicho sobre lo esencial y lo secundario en
la Escritura, podernos referirnos al hecho innegable de que no
todas las partes de la Biblia presentan idéntica diafanidad.

En el estudio de la Escritura llegarnos a ver con transparencia


los atributos de Dios que presiden las obras de Dios, así corno los
principios morales y religiosos que deben regir la conducta humana.
Resulta claro el significado de la muerte de Cristo y la salvación
del pecador por la gracia de Dios en virtud de la obra expiatoria
consumada en el Calvario y mediante la fe.
Claro es asimismo lo que concierne a la naturaleza y misión de la Iglesia, asistida por el Espíritu
Santo, o lo relativo a la segunda venida de Cristo en majestad gloriosa.

Pero no puede decirse lo mismo de todo el contenido de la Biblia.


El principio de 01. 29:29 (e Las cosas secretas pertenecen a
Yahvéh nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros») no
zanja de modo simplista todos los problemas epistemológicos. No
sitúa automáticamente todas las cuestiones relativas a conocimiento
en dos zonas: la secreta, reservada exclusivamente a Dios,
y la de la revelación, en la que todo se nos muestra con claridad
radiante. En esta segunda zona hay puntos menos iluminados que
otros; están envueltos en la penumbra y en ella permanecerán.
Mencionamos unos pocos ejemplos en forma de preguntas: ¿Cómo
se produjo la caída de Satanás y sus huestes? ¿En qué consistió
el «descenso de Cristo a los infiernos»? ¿Existe una distinción
esencial entre alma y espíritu? ¿Cómo armonizar las limitaciones
de la encarnación de Cristo con la conservación de sus atributos
divinos? ¿Es posible ordenar la escatología en sus detalles de
modo que podamos llegar a determinar minuciosamente todos los
hechos relacionados con la parusía del Señor?

Conclusión
La vastedad del tema de la Escritura nos impide entrar en
otras consideraciones acerca del mismo; pero lo expuesto puede
ayudarnos a entender la especial naturaleza de la Biblia, requisito
preliminar e indispensable para su interpretación.

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