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II
NATURALEZA
Y CARACTERÍSTICAS
DE LA BIBLIA
El testimonio de la propia Escritura
Abundan los textos de la Escritura en los que se atestigua una
revelación especial de Dios, quien de muy variadas maneras habla
a sus siervos para comunicarles su mensaje. Una de las frases
más repetidas en el Antiguo Testamento es: "y dijo Dios», o la
equivalente: «Vino palabra de Yahvéh.»
. Esta «palabra» de Dios es creadora y normativa desde el principio
mismo ge la hitoria de Israel. (He aquí sólo algunas citas del
Pentateuco: Ex. 4:28; 19:6, 7; 20:1-17; 24:3; Nm. 3:16, 39, 51;
11:24; 13:3; Dt. 2:2, 17; 5:5-22; 29: 1-30:20.)
Además, la palabra de Dios se entrelaza con la historia del
pueblo israelita no sólo en sus inicios, sino a lo largo de los siglos,
hasta que Malaquías cierra el registro de la revelación veterotestamentaria.
Revelación y Escritura
No se produce porque algunos de los hombres a quienes Dios hizo objeto
de su revelación se sintieran movidos por sus propias reflexiones
a registrar en textos escritos el contenido de lo revelado. Según
el testimonio bíblico, es Dios mismo quien, directa o indirectamente,
ordena la «inspiración»
Ex 17.14. YAHWEH dijo a Moshe: 'Escribe esto en un libro para ser recordado, y díselo a
Yahoshúa..: (Ex. 17:14; 24:4; 34:27;
Dt. 17:18, 19; 27:3; Is. 8:1; Jer. 30:2; 36:2-4; Dn. 12:4; Hab. 2:2;
Ap. 1:11, 19). No es preciso un gran esfuerzo mental para comprender
que tanto los profetas del Antiguo Testamento como los
apóstoles vieron en la escritura el único medio de preservar fielmente
la revelación y lo utilizaron. La gran reverencia con que el
pueblo judío miró siempre sus Escrituras y la autoridad divina
que les atribuían se debían, sin duda, al convencimiento de que
eran depósito de la revelación Del Señor
Lo mismo puede decirse
en cuanto al significado que para la Iglesia cristiana tenían
tanto los libros del Antiguo Testamento como los del Nuevo. Los
textos del primero son considerados como santos (Ro. 1:2) o sagrados
(2 Ti. 3: 15); como palabra de Dios (Jn. 10:35, Ro. 3:2). A los
del Nuevo Testamento, desde el primer momento, se les atribuye
un rango tan elevado que los equipara a «las demás Escrituras» (2 P. 3:16).
Inspiracion de la Biblia.
(IMPORTANTE): Existe en la teología contemporánea una tendencia a reconocer
una revelación sobrenatural sin admitir una sobrenatural inspiración
de la Biblia. Se acepta que Dios se manifestó y «habló»
desde los días de los profetas hasta Jesucristo, pero no que la Escritura
en sí sea revelación. Sólo puede concederse que la Biblia
contiene el testimonio humano de la revelación. Lo revelado llevaba
el sello de la autoridad de Dios; pero el testimonio escrito de
profetas y apóstoles estaba expuesto a todos los defectos propios
del lenguaje humano, incluidos la desfiguración y el error.
Esta concepción de la Escritura tiene su base en la filosofía
existencialista y en la teología dialéctica. Para la neo-ortodoxia,
representada principalmente por Karl Barth y Emil Brunner, el
texto bíblico no puede ser considerado revelación, por cuanto está
expuesto al control del hombre. Equiparado a la revelación sería
aprisionar al Espíritu de Dios -usando frase de Brunner- «entre
las cubiertas de la palabra escrita».' La Biblia es digna del máximo
respeto y debe ser objeto de lectura reverente, ya que Dios ha
tenido a bien hablarnos a través de ella. La Biblia no es palabra
de Dios, pero se convierte en palabra de Dios cuando, mediante su
lectura, Dios nos hace oír su voz. Esto sucede independientemente
de los errores que, según los teólogos neo-ortodoxos, contiene la
Biblia.
Sin formular de modo muy elaborado una doctrina de la inspiración,
aceptan de modo implícito lo que explícitamente afirmó Pablo:
«Toda Escritura es inspirada divinamente» (2 Ti. 3:16).
Infalibilidad e «Inerrancia».
Ambos conceptos, aplicados a la Escritura, son ampliamente
aceptados con las debidas matizaciones. Ambos se desprenden lógicamente
de la inspiración de la Escritura. Sin embargo, los términos
son teológicos más que bíblicos. Por este motivo, hemos de
ser cautos en toda formulación dogmática respecto a estas características
de la Biblia.
La etimología de «infalibilidad» nos ayuda a precisar su significado.
Falibilidad se deriva del latín fallere, que quiere decir engañar,
inducir a error, o bien ser ínfíel, no cumplir, traicionar.
En este sentido, puede decirse que la Biblia es infalible, que no
induce a error y que no traiciona el propósito con el cual Dios la
inspiró. Si así no fuese, la Escritura, como instrumento de comunicación
de la revelación de Dios, carecería de valor.
La inerrancia -neologismo teológico-- indica la ausencia de
error en los libros de la Biblia.
Pero ¿qué amplitud debe darse a estos conceptos? La tendencia
más generalizada en credos y declaraciones de fe ha sido la de
aceptar la infalibilidad de la Escritura en todo lo concerniente a
cuestiones de fe y conducta, mientras que la inerrancia se ha aplicado
especialmente a los hechos históricos en su relación con la
obra redentora.
Más allá de estas posiciones, ha habido quienes han defendido
la inerrancia llevándola a extremos innecesarios, afirmando con
vehemencia que en la Biblia no existe ninguna clase de error, ni
siquiera los derivados de equivocaciones de los copistas, y soslayando
cualquier problema que el texto pudiera plantear o sugiriendo
soluciones poco convincentes.
En sentido opuesto, tampoco han faltado quienes sólo han reconocido
fidedignidad a la Escritura en lo tocante a materias doctrinales
y éticas, a la par que han negado la inerrancia en lo tocante
a relatos históricos. Huelga decir que ambas posturas adolecen
de inconvenientes. La primera, de una falta de objetividad;
la segunda, de un exceso de subjetividad.
Al hablar de infalibilidad e inerrancia, no podemos perder de
vista que la finalidad de la Escritura no es proveemos de una enciclopedia
a la cual recurrir en busca de información sobre cualquier
tema. Ninguno de sus libros fue escrito para ser usado como
texto para aprender cosmología, biología, antropología o incluso
historia en un sentido científico. Lo que Agustín de Hipona dijo
acerca del Espíritu Santo podría aplicarse a la Escritura: no nos
ha sido dada para instruimos acerca del sol y de la luna; el Señor
quería cristianos, no matemáticos ni científicos. La revelación, y
por consiguiente la Escritura, tiene por objeto dar al hombre el
conocimiento que necesita de Dios, de sí mismo y de su salvación,
entendida ésta en sus dimensiones individual y social, temporal y eterna
Conclusión
La vastedad del tema de la Escritura nos impide entrar en
otras consideraciones acerca del mismo; pero lo expuesto puede
ayudarnos a entender la especial naturaleza de la Biblia, requisito
preliminar e indispensable para su interpretación.