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1. ANTECEDENTES
El hierro, como el resto de los metales, se comporta ante estados energéticos elevados
favoreciendo los procesos de difusión de los átomos, tanto los suyos propios como los de los
aleantes e impurezas que puedan contener. Al mismo tiempo, los posibles desordenes que puedan
existir en su estructura atómica, tanto en forma de vacantes como dislocaciones, tenderán a
disminuir en numero.
El hierro, junto con algún otro metal importante como el titanio, tiene la peculiaridad de tener
estados alotrópicos, es decir, formas distintas de cristalizar según la temperatura a que se
encuentre.
Este fenómeno del hierro y su distinta capacidad para retener en su interior a su principal
aleante de inserción, el carbono, complicará y al mismo tiempo, permitirá una asombrosa variedad
de comportamientos ante los distintos procesos térmicos, comportamientos que son la base de la
metalurgia férrea.
Las condiciones de calentamiento y enfriamiento influyen de forma notable sobre las distintas
estructuras metalográficas y, por consiguiente, sobre las propiedades de los aceros.
El acero se calienta a una temperatura que puede oscilar entre 500 y 1200º C. Con un
abanico tan amplio de temperaturas se puede conseguir, desde un simple alivio de tensiones sin
modificaciones de granos, conseguido a las temperaturas mas bajas (500º C), a cambiar totalmente
la estructura con las temperaturas mas altas (austenización a 900º C, o mayor), destruyendo los
granos metalográficos existentes anteriormente y transformándolos en otros nuevos. Los
enfriamientos posteriores son, aunque distintos entre sí, relativamente lentos.
Existen varios tipos que van recibiendo el nombre de “recocido de ...” según sea el fin que se
propone con el tratamiento, y que condicionará tanto la temperatura de calentamiento como el
tiempo de mantenimiento y el enfriamiento.
Existen otros tipos distintos de recocidos pero, en los párrafos anteriores, vemos que el
abanico de posibilidades es muy amplio y, además, las funciones de cada recocido se pueden
mezclar entre ellas (ejemplo: un recristalizado es a su vez un alivio de tensiones). Por ello, al hablar
de recocido, es buena práctica añadir el fin previsto (recristalización, homogeneización...) y, sobre
todo, hay que indicar el intervalo de temperaturas y tiempos que, a la postre, es lo único que define
correctamente al tratamiento térmico.
4.3.2. NORMALIZADO (NORMALIZING)
Partiendo también de la austenización, se enfría el acero de forma más rápida que en el aire
calmado, normalmente con corriente de aire o sumergiéndolo en un medio templante tal como agua,
aceite o baños de sales.
La dureza, el límite elástico y la carga de rotura del acero aumentan de forma notable,
disminuyendo su ductilidad.
Las elevadas durezas hacen a estos tratamientos muy deseables en aquellas aplicaciones en
que se requieran buenas propiedades al desgaste superficial por rozamiento.
Los elevados limites elásticos permiten transmitir grandes esfuerzos dinámicos con menores
cantidades de acero, por lo que al disminuir el peso se mejora el rendimiento (engranajes,
transmisiones etc).
Las estructuras de temple son muy duras y frágiles y, en líneas generales, es un tratamiento
indeseable en las uniones soldadas. Lamentablemente y debido a las rápidas velocidades de
enfriamiento de las soldaduras realizadas de forma poco ortodoxa, es relativamente frecuente que
se produzcan estructuras de temple en estas uniones.
Estos temples parciales de las uniones soldadas, son especialmente graves debido a la
fragilidad que aportan.
Este tratamiento se aplica después del endurecimiento por temple. Consiste en uno o varios
calentamientos a temperaturas inferiores a la de austenización (A1). No crea nuevas estructuras
metalográficas pero ablanda las existentes y hace disminuir su fragilidad.
El acero sometido al revenido pierde dureza, disminuye su límite elástico y carga de rotura,
ganando en ductilidad y, por tanto, siendo menos sensible al agrietamiento frágil.
El revenido puede ser muy ligero, de forma que su estructura y propiedades queden muy
próximas a las originales de temple, o por el contrario puede ser tan intenso que en la practica
destruya todos los efectos del temple. Por todo esto y al igual que en el resto de los tratamientos
térmicos, son la temperatura y los tiempos de mantenimiento los que definen correctamente al
tratamiento.
Su intervalo habitual de temperaturas está entre 500 y 700º C para los aceros al carbono,
pudiendo sobrepasar los 800ºC en el caso de aceros aleados.
Las uniones soldadas no suelen recibir tratamientos de temple, pero por sus elevadas
velocidades de enfriamiento son propensas templarse parcialmente y, por tanto, a comportarse de
modo frágil.
No obstante, hay que hacer una matización. Es posible que debido a unas inadecuadas
practicas de soldeo, el estado tensional de una soldadura antes del revenido sea muy elevado y al
calentar las piezas a la temperatura de revenido, donde el material pierde propiedades de
resistencia mecánica mientras se encuentra a 500 –700º C, puede ocurrir que las tensiones
residuales antes de desaparecer, sean superiores a la resistencia del acero, agrietándolo. A este
fenómeno se llama agrietamiento por revenido.