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CLINICA PSICOPEDAGOGICA Y ALTERIDAD

Gerardo Prol y Luisa Wettengel


Introducción
Dar un nombre implica elegir, y por lo tanto también descartar. Pero aquello que se descarta, está
presente en lo elegido.
Por ejemplo: “si era varón, se iba a llamar Mario, pero como nació nena le pusimos María”. Cuántas veces
hemos escuchado frases como ésta sin detenernos demasiado en las consecuencias de su enunciación.
María nunca será una María más, sino también la que el destino o la naturaleza determinó que no fuera
Mario.
El nombre, no es una unidad indisociable (no puede ser separado), sino más bien un nudo formado por
diferentes entrecruzamientos que, según el lazo del que se tire, determinaran su forma.
Quien ha sido socializado y modelado en el contacto con los otros dentro de una cultura, adquiere la
capacidad de dialogar con una imagen mental del otro al que le supone puntos de vista diferentes a los
suyos. Si no ha podido construir esa hipótesis (la de un pensamiento diferente) el intercambio con el otro o
con la representación que pueda llegar a tener de esa posibilidad se torna impracticable. Queda en un
espacio psíquico en el que la alteridad no resuena porque solo recibe el eco de sí mimo.
El sujeto en su proceso de constitución tiene como exigencia el contacto con el otro el hecho de ser
reconocido en su singularidad. Habiéndose podido construir gracias al otro, deduce que a ese otro también
le sucede lo mismo. De esta manera, y dando lugar al funcionamiento de sus posibilidades psíquicas y
cognitivas, todo sujeto constituido como tal se ve enfrentado a la percepción del enigma de la alteridad
(diferencia).
Convengamos que la alteridad no es una estructura ahistórica, tiene sus tiempos de inscripción psíquica,
forma parte de todo el recorrido de la vida del sujeto. Simbolizar, sin duda, adquiere especificidades
distinguibles en cada momento constitutivo del psiquismo y de la subjetividad.
¿Por qué encuentro? El término encuentro, parece contener en su definición ese “más de uno” que lo
singulariza.
Pero el término encuentro tiene otra repercusión más cercana a la metapsicología. Nos referimos a la
situación de situación o estado de encuentro, elaborado por Piera Auglanier. Al caracterizar este estado de
encuentro, la autora dice:
“Si nos propusiésemos a definir el fatun del hombre mediante un único carácter, nos referiríamos al efecto
de anticipación, entendiendo con ello que lo que caracteriza a su destino es el hecho de confrontarlo con
una experiencia, un discurso, una realidad que se anticipan, por lo general, a sus posibilidades de
respuesta, y en todos los casos, a lo que puede saber y prever acerca de las razones, el sentido, las
consecuencias de las experiencias con las que se ve enfrentado en una forma continua”.
De este fragmento, podemos extraer dos ideas sobre la situación de encuentro:
1- Al definirlo como el fatun del hombre, es como lo inexorable, lo ligado al destino mismo de lo
humano, nos obliga a pensar que estamos en una permanente situación de encuentro, en este
sentido, es francamente humanizante. Es decir, que esta situación es inexorable porque se da si o
si, viene del destino del hombre este encuentro, donde la presencia del otro lo humaniza.
2- La característica especifica de esta situación de encuentro, es su carácter anticipatorio, es decir,
aquella experiencia que exige al sujeto una respuesta que aún no tiene, lo moviliza a realizar un
esfuerzo, un trabajo, que lo saca de esa situación inercial tan propia del tánatos freudiano.
El término encuentro condensa la dirección de la clínica de los problemas de aprendizaje: la generación de
condiciones para la producción simbólica a partir de transformaciones subjetivas. Los encuentros
necesitan un lugar y la clínica se constituye en ese espacio. La clínica no es el tema a debatir, a analizar,
no se hace objeto. En primer lugar, porque no hay una clínica de los problemas de aprendizaje a la cual
hay que buscarle el sentido oculto, cada experiencia clínica se hace singular. Y en segundo término,
decimos en y no con la clínica de los problemas de aprendizaje, porque para estudiar la clínica nos
conviene estar en ella y no enfrentándose con ella. El saber clínico se amasa a partir de los interrogantes
que la experiencia clínica ofrece.

PUNTUACIONES A CERCA DE LA PROBLEMÁTICA DEL OTRO EN LA CLÍNICA DE LAS


DIFICULTADES EN EL APRENDIZAJE

Recortando la temática
Tratando de comprender nuestro trabajo terapéutico con niños que tienen dificultades en el aprendizaje,
nos preguntamos sobre la relación del niño con el otro, con la posibilidad de diferenciarse, frente a quien
puede sostener esa posición.
Una de las problemáticas más agudas en el tratamiento de las dificultades en el aprendizaje, es la
temática de la alteridad y sus avatares como inscripción psíquica de la diferencia y como condición
necesaria para aprender. El problema que exigía ampliar nuestro horizonte de comprensión clínica fue,
que los niños que asistimos por sus dificultades en el aprendizaje, manifestaban dificultades en la
incorporación de la similitudes y diferencias que permiten la diferenciación yo/no yo; en la percepción de la
alteridad y en la inscripción de un clivaje suficiente del aparato psíquico que facilite la actividad de
simbolización, desplazamientos y búsqueda de formaciones sustitutivas.
La característica de abordaje grupal de nuestra clínica, con respecto al sujeto y su relación con el otro,
ocupa un lugar destacado en nuestras reflexiones. Podemos decir que el modo de experimentar
subjetivamente (con respecto a las singularidades de los otros que participan en el grupo de tratamiento) la
manera de estar, va demarcando para cada uno de los niños el lugar simbólico que está en condiciones de
ocupar en esas relaciones.
El grupo ofrece la posibilidad de un espacio en que lo singular y lo colectivo, lo intrapsíquico y lo
intersubjetivo, lo propio y diverso, lo que implica yo y no-yo transmiten en diversos grados de tensión,
intersectándose de modo particular para cada sujeto.
Volviendo sobre los conceptos
La inscripción psíquica de la diferencia es condición necesaria pero no suficiente para entender como el
sujeto está implicado en la significación efectiva de los vínculos y en la capacidad enunciativa con las que
los formula. Es necesaria la lectura de los sentidos que acompañaron la inscripción, son los que marcaron
su itinerario, dejando una impronta sobre las posibilidades interpretativas del niño y sobre su propio
universo de significaciones.
La interrupción o suspensión temporal de un acontecer seria uno de los modos en los que la diferenciación
se impone para el sujeto, por ejemplo, hay situaciones en la crianza que necesitan ser continuas, como el
cuidado parental, y otras discontinuas como los ritmos de alimentación vigilia o la presencia y ausencia de
la figuras primordiales. Aunque tanto la continuidad como la discontinuidad tengan matices de durabilidad
y permanencia variables, necesitar estar acompañada de un índice de inteligibilidad para que el niño no se
confunda con lo que hace la diferencia: lo que dura, lo que terina, lo que viene luego, lo que puede esperar
y lo que no.
Como resultado de este proceso, las preguntas que nos formulamos acerca de la cuestión del otro
apuntan a dos aspectos: uno, referido al proceso estructural de individuación del niño y otro, referido a las
diferentes formas en que el otro y los otros intervienen en los procesos de subjetivación. Entendiendo que
más de un otro está siempre presente en los procesos de constitución psíquica, tomamos como criterios
dos etapas diferentes en este devenir.
En el primer eje podemos ubicar al otro como quien abre para el Yo la experiencia de la diferencia. El
efecto de la inscripción de la diferencia resulta la condición para que luego ingrese al registro de la
alteridad, entendida esta como categoría de pensamiento abierta a la heterogeneidad y lo diverso.
Junto con la instauración del lenguaje y la temporalidad, que forman parte del proceso secundario y que
como organización psíquica es condición necesaria para acceder a la simbolización y al aprendizaje.
La experiencia de la diferencia es la que habilitaría el registro de estar separado uno del otro en tantos
espacios psíquicos. Tiene que haber presencia para luego dar lugar a un espacio diferente y lograr una
discriminación Yo-no Yo, esto se da a partir de la representación de la ausencia materna.
El segundo eje se dirige a otros procesos psíquicos, que apuntan a aspectos psicodinámicos propios de un
Yo ya constituido y a los vínculos con los otros, que es una exigencia para la constitución de la
subjetividad.
El devenir sujeto designa, de una posición en una relación con el otro. El posicionamiento, ocupar un lugar
simbólico depende de los atributos con los que se haya investido proyectivamente al otro y, también, de
las diferentes formas en las que el otro puede estar presente (el Otro primordial, el semejante, el par, el
Otro simbólico o el Otro del discurso social). Estas modalidades de presentación tienen funciones que
condicionan el posicionamiento del sujeto.
También la ambivalencia puede estar presente en el proceso de diferenciación, la tensión entre similitud y
diferencia que el otro despierta en el sujeto lo lleva a comparar, sobre el mismo objeto, amor y hostilidad,
acercamiento y rechazo.

El proceso de construcción del sujeto esta signado por la búsqueda de la autonomía. La cuestión de la
autoafirmación y el reconocimiento de la propia intencionalidad que se juega en la búsqueda, se refiere al
pasaje de la posición de objetos de deseo del Otro a la condición de sujeto. Durante ese pasaje, las
presencias, ausencias, las perdidas con posibilidades sustitutivas adquieren nuevas significaciones para el
sujeto.
De este modo, su propio deseo va adquiriendo un deseo singular (se desprende del deseo parental).
Podemos entender la adquisición de la autonomía como las graduales posibilidades del niño de actuar y
resolver por sus propios medios diversas dificultades que se le presente. Estas conquistas, en términos
psíquicos, ofrecen un soporte identificatorío importante y modifican los posicionamientos del sujeto frente
al otro.
El concepto de terceridad no remite solo a la triangulación entre la madre, el padre y el hijo. De hecho,
para que pueda establecerse una relación entre un sujeto y Otro, es necesario un lugar tercero, lugar que
a la vez separa y reúne los términos del vínculo en un proceso de mediación simbólica.
La terceridad también es un concepto teórico y clínico presente en el tratamiento de las dificultades en el
aprendizaje. El aspecto teórico se enlaza con la conceptualización de la estructura edípico. Desde el punto
de vista clínico los fallos de inscripción de este lugar y sus manifestaciones sintomáticas afectivas y
cognitivas inciden en la orientación de los aspectos técnicos desarrollados en el abordaje terapéutico. El
trabajo de la clínica es construir ese espacio de terceridad para el despliegue subjetivo.
Un lugar importante para mencionar en este trabajo tiene que ver con los contextos institucionales en los
que los niños manifiestan las dificultades en el aprendizaje. Estos espacios de intercambio y vínculo social
también se ven confrontados a nuevas formas de entenderlos.
La intersección de los aspectos sociales con los procesos psíquicos tiene unos de sus anclajes en la
función del Ideal del Yo.

TERCERIDAD: es el tercer ALTERIDAD: reconocimiento de la


elemento. Es considerado un diferencia y de los otros. Me permite
espacio que se va a jugar la reconocerme como sujeto de deseo y con
separación. Este espacio lo habilita propia representaciones. Este proceso de
un OTRO. alteridad es propio del sujeto.

Antes cuando algo se constituye como espacio de terceridad


puede posibilitar la inscripción de la diferencia. Para que
haya ALTERIDAD es necesario un espacio de
Ingresando a la clínica
Tomamos como ingreso a la problemática la situación grupal, propia de una sesión de tratamiento de niños
que presentan dificultades en el aprendizaje, según nuestro modelo de abordaje.
La situación plurisubjetiva hace que cada miembro del grupo este confrontado con los otros participantes,
lo que moviliza en cada uno representaciones, investiduras, defensas, es decir, lo intrasubjetivo y lo
intersubjetivo se enlazan en este escenario produciendo efecto de posicionamiento con respecto a cada
otro ahí presente.
Prol plantea tres modalidades en el posicionamiento frente al Otro:
1- La inclusión del otro en el yo por desconocimiento de la diferencia: desde ese lugar de
investimiento libidinal, se relaciona con el otro semejante tomando la horizontalidad que caracteriza
este tipo de vínculo, pero desconociendo la diferencia en la que está anclada. En las distintas
variantes de este posicionamiento se puede dar tanto la exclusión o la desmentida de la diferencia
como también su anulación. Por ejemplo “te incluyo en mi esfera porque eres igual que yo. No hay
nada que sea distinto de mí en ti y eso me deja tranquilo, porque eso distinto no es cierto, no
existe, no entra. No lo quiero. Me molesta. Me asusta”
2- Localiza en el otro lo rechazado en sí mismo: responde a momento elaborativos más avanzados:
ahí ciertos grados de reconocimiento de lo propio que desagrada, que agrede narcisisticamente,
que reactualiza conflictos poco tolerables. En ocasiones responde a fantasías de omnipotencia o
proyección de aspectos envidiosos o persecutorios. También muestra una cierta fragilidad en el
montaje identificatorio y en la capacidad de pensarse como sujeto.
3- La negación de aquello que el otro tiene de radicalmente distinto: la diferencia no puede ser
incluida en el interior del yo por resultar intolerable (distancia entre sí mismo y ese otro) los niños
buscan entonces el resguardo del terapeuta para sostener la confianza en los vínculos.
Conclusiones
Para concluir este recorrido por la cuestión de la otredad en el tratamiento de las dificultades en el
aprendizaje, podemos sintetizar las siguientes puntuaciones acerca de lo que implica como proceso
interno para el sujeto el reconocimiento del otro:
a- Produce una ruptura en el plano de la fantasía de omnipotencia y de proyección narcisista, con
valor de perdida de objeto.
b- Abre la posibilidad de revertir la perdida en capacidad sustitutiva, pero marcada por una diferencia.
c- Promueve la aceptación de la experiencia subjetiva del otro, en un registro de existencia que le es
exterior a sí mismo.
La cuestión del otro responde a una heteronomía que enlaza comprometidamente las diferencias, en
nuestro trabajo terapéutico la integración de la diferencia entre los miembros de tratamientos se construye
preservando las diferentes posiciones de cada uno de ellos. De este modo, y a partir de la incorporación
de la alteridad, creemos poder preservar la singularidad de cada sujeto y sus modos de comprender el
mundo en el que vive.

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