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Recortando la temática
Tratando de comprender nuestro trabajo terapéutico con niños que tienen dificultades en el aprendizaje,
nos preguntamos sobre la relación del niño con el otro, con la posibilidad de diferenciarse, frente a quien
puede sostener esa posición.
Una de las problemáticas más agudas en el tratamiento de las dificultades en el aprendizaje, es la
temática de la alteridad y sus avatares como inscripción psíquica de la diferencia y como condición
necesaria para aprender. El problema que exigía ampliar nuestro horizonte de comprensión clínica fue,
que los niños que asistimos por sus dificultades en el aprendizaje, manifestaban dificultades en la
incorporación de la similitudes y diferencias que permiten la diferenciación yo/no yo; en la percepción de la
alteridad y en la inscripción de un clivaje suficiente del aparato psíquico que facilite la actividad de
simbolización, desplazamientos y búsqueda de formaciones sustitutivas.
La característica de abordaje grupal de nuestra clínica, con respecto al sujeto y su relación con el otro,
ocupa un lugar destacado en nuestras reflexiones. Podemos decir que el modo de experimentar
subjetivamente (con respecto a las singularidades de los otros que participan en el grupo de tratamiento) la
manera de estar, va demarcando para cada uno de los niños el lugar simbólico que está en condiciones de
ocupar en esas relaciones.
El grupo ofrece la posibilidad de un espacio en que lo singular y lo colectivo, lo intrapsíquico y lo
intersubjetivo, lo propio y diverso, lo que implica yo y no-yo transmiten en diversos grados de tensión,
intersectándose de modo particular para cada sujeto.
Volviendo sobre los conceptos
La inscripción psíquica de la diferencia es condición necesaria pero no suficiente para entender como el
sujeto está implicado en la significación efectiva de los vínculos y en la capacidad enunciativa con las que
los formula. Es necesaria la lectura de los sentidos que acompañaron la inscripción, son los que marcaron
su itinerario, dejando una impronta sobre las posibilidades interpretativas del niño y sobre su propio
universo de significaciones.
La interrupción o suspensión temporal de un acontecer seria uno de los modos en los que la diferenciación
se impone para el sujeto, por ejemplo, hay situaciones en la crianza que necesitan ser continuas, como el
cuidado parental, y otras discontinuas como los ritmos de alimentación vigilia o la presencia y ausencia de
la figuras primordiales. Aunque tanto la continuidad como la discontinuidad tengan matices de durabilidad
y permanencia variables, necesitar estar acompañada de un índice de inteligibilidad para que el niño no se
confunda con lo que hace la diferencia: lo que dura, lo que terina, lo que viene luego, lo que puede esperar
y lo que no.
Como resultado de este proceso, las preguntas que nos formulamos acerca de la cuestión del otro
apuntan a dos aspectos: uno, referido al proceso estructural de individuación del niño y otro, referido a las
diferentes formas en que el otro y los otros intervienen en los procesos de subjetivación. Entendiendo que
más de un otro está siempre presente en los procesos de constitución psíquica, tomamos como criterios
dos etapas diferentes en este devenir.
En el primer eje podemos ubicar al otro como quien abre para el Yo la experiencia de la diferencia. El
efecto de la inscripción de la diferencia resulta la condición para que luego ingrese al registro de la
alteridad, entendida esta como categoría de pensamiento abierta a la heterogeneidad y lo diverso.
Junto con la instauración del lenguaje y la temporalidad, que forman parte del proceso secundario y que
como organización psíquica es condición necesaria para acceder a la simbolización y al aprendizaje.
La experiencia de la diferencia es la que habilitaría el registro de estar separado uno del otro en tantos
espacios psíquicos. Tiene que haber presencia para luego dar lugar a un espacio diferente y lograr una
discriminación Yo-no Yo, esto se da a partir de la representación de la ausencia materna.
El segundo eje se dirige a otros procesos psíquicos, que apuntan a aspectos psicodinámicos propios de un
Yo ya constituido y a los vínculos con los otros, que es una exigencia para la constitución de la
subjetividad.
El devenir sujeto designa, de una posición en una relación con el otro. El posicionamiento, ocupar un lugar
simbólico depende de los atributos con los que se haya investido proyectivamente al otro y, también, de
las diferentes formas en las que el otro puede estar presente (el Otro primordial, el semejante, el par, el
Otro simbólico o el Otro del discurso social). Estas modalidades de presentación tienen funciones que
condicionan el posicionamiento del sujeto.
También la ambivalencia puede estar presente en el proceso de diferenciación, la tensión entre similitud y
diferencia que el otro despierta en el sujeto lo lleva a comparar, sobre el mismo objeto, amor y hostilidad,
acercamiento y rechazo.
El proceso de construcción del sujeto esta signado por la búsqueda de la autonomía. La cuestión de la
autoafirmación y el reconocimiento de la propia intencionalidad que se juega en la búsqueda, se refiere al
pasaje de la posición de objetos de deseo del Otro a la condición de sujeto. Durante ese pasaje, las
presencias, ausencias, las perdidas con posibilidades sustitutivas adquieren nuevas significaciones para el
sujeto.
De este modo, su propio deseo va adquiriendo un deseo singular (se desprende del deseo parental).
Podemos entender la adquisición de la autonomía como las graduales posibilidades del niño de actuar y
resolver por sus propios medios diversas dificultades que se le presente. Estas conquistas, en términos
psíquicos, ofrecen un soporte identificatorío importante y modifican los posicionamientos del sujeto frente
al otro.
El concepto de terceridad no remite solo a la triangulación entre la madre, el padre y el hijo. De hecho,
para que pueda establecerse una relación entre un sujeto y Otro, es necesario un lugar tercero, lugar que
a la vez separa y reúne los términos del vínculo en un proceso de mediación simbólica.
La terceridad también es un concepto teórico y clínico presente en el tratamiento de las dificultades en el
aprendizaje. El aspecto teórico se enlaza con la conceptualización de la estructura edípico. Desde el punto
de vista clínico los fallos de inscripción de este lugar y sus manifestaciones sintomáticas afectivas y
cognitivas inciden en la orientación de los aspectos técnicos desarrollados en el abordaje terapéutico. El
trabajo de la clínica es construir ese espacio de terceridad para el despliegue subjetivo.
Un lugar importante para mencionar en este trabajo tiene que ver con los contextos institucionales en los
que los niños manifiestan las dificultades en el aprendizaje. Estos espacios de intercambio y vínculo social
también se ven confrontados a nuevas formas de entenderlos.
La intersección de los aspectos sociales con los procesos psíquicos tiene unos de sus anclajes en la
función del Ideal del Yo.