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AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Antonio González

Ahora
entiendo
el evangelio

ID] Ediciones Biblioteca Menno


Dl] Ediciones Biblioteca Menno
Publicaciones de AMyHCE
www.menonitas.org
© 2019 Antonio González

ISBN: 9781079923513
Contenido

lntroducción 7
1. El misterio del evangelio 11
2. Las buenas noticias de lsaías 17
3. El evangelio del reino 23
4. El evangelio de Pablo 31
5. Por nuestros pecados 37
6. Principio del evangelio 43
7. La palabra de la cruz 53
8. El evangelio de vuestra salvación 59
9. El testimonio de la resurrección 65
10. El evangelio del Mesías 71
11. El evangelio de nuestro Señor Jesús 77
12. Evangelio por el Espíritu Santo 85
13. La revelación de la justicia de Dios 91
14. Por fe y para fe 99
15. La fe del evangelio 105
16. Recibir el evangelio 111
17. Ungidos para evangelizar. 117
18. El poder del evangelio 123
19. El evangelio de la gracia de Dios 131
20. El evangelio de la paz 137
21. Los pobres son evangelizados 145
22. El evangelio de Dios 151
23. El evangelio eterno 157
24. ¡Ay de mí si no evangelizo!. 163
Introducción

Este pequeño libro quiere tratar de ayudarnos a


entender qué es lo que decimos cuando hablamos del
"evangelio", de manera que nuestro uso del término refleje
la riqueza del testimonio bíblico.
El texto tiene su origen en un encargo de las iglesias
anabautistas de España al Centro Teológico Koinonía (CTK,
www.ceteka.org) para elaborar una plan de formación
cristiana. Aunque este texto no se identifica con ese plan
de formación, quiere sin embargo contribuir al mismo, al
menos en la forma de una lectura complementaria. No
obstante, el texto está pensado para cualquier creyente que,
en cualquier etapa de su caminar cristiano, quiera pensar
qué es eso que llamamos "evangelio".
Originalmente, este texto se publicó en forma de entre­
gas periódicas, capítulo por capítulo, en la revista El
Mensajero, que editaba Dionisia Byler como parte de su
servicio a las iglesias. Sin su paciencia, cuidado e insis­
tencia este pequeño libro no habría llegado a su feliz
conclusión. Con todo, el texto ha sido revisado después de
su aparición periódica en El Mensajero, con el objetivo de
darle la forma definitiva que el lector tiene ahora en sus
manos.
El origen de este libro en el contexto de las iglesias
anabautistas de España no obsta para que su contenido
posiblemente sea de utilidad a muchos tipos distintos de
iglesias, también en latitudes distintas de la nuestra. Y es
8 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

que el texto se centra en el testimonio bíblico, y parte de su


autoridad.
Sin embargo, el lector no encontrará en estas páginas
una repetición de las doctrinas que aprendió sobre el
evangelio, y que ya está acostumbrado a escuchar. De
hecho, la pretensión "evangélica" consiste precisamente en
una vuelta constante a los orígenes mismos de las buenas
noticias, más allá de las tradiciones humanas, de las
doctrinas teológicas, y de la inercia del pensamiento. De
ahí que estas páginas quieran confrontar a los lectores con
el texto mismo de la Escritura, para desde ahí definir con
rigor en qué consisten las buenas noticias.
Nada más recomendable entonces que acompañar la
lectura de este libro con el texto mismo de las Escrituras,
para poder así evaluar si aquello que aquí se enseña logra
el objetivo de explicar, siempre de una forma humana y
limitada, la riqueza de la revelación bíblica. No otra cosa es
lo que sabiamente hicieron los judíos de Berea cuando
escucharon por vez primera el anuncio del evangelio (Hch
17:10­12).
Este texto está estructurado en forma de veinticuatro
capítulos, los cuales toman su punto de partida de alguna
expresión bíblica relativa al evangelio. El libro se puede
utilizar tanto para la lectura personal como para el trabajo
en grupo. Para las dos modalidades de lectura, al final de
cada capítulo se añaden unas preguntas de reflexión, e
incluso alguna tarea, que pueden ayudar a retener y a
profundizar en el contenido de lo que se ha leído.
Hablar de "evangelio" es hablar necesariamente de
"evangelización". Este texto quiere ser una ayuda, no para
la presentación práctica de las buenas noticias, pero sí para
tener un buen trasfondo y una solidez bíblica cuando
INTRODUCCIÓN 9
hablemos de ellas a las personas que amamos, y para
quienes deseamos lo mejor de la vida: el encuentro
personal con Jesús más allá de toda religión y de todo
misticismo autocentrado. De lo que se trata, en definitiva,
es de conocer a Jesús el Mesías, cuyo reinado, ya en
marcha, es la clave de toda la historia humana, y el sentido
profundo de nuestra biografía.
Hoyo de Manzanares
16­6­2019
1. El misteriodel evangelio
a palabra "evangelio" o "evangélico" está continuamen­
te en boca de los cristianos. Sin embargo, no siempre el
uso de la palabra refleja el sentido originario de la
misma. En realidad, para muchos ni siquiera está claro lo
que quieren decir cuando hablan de "evangelio". En la
práctica, la palabra se usa en sentidos muy diversos.

1. Los usos del evangelio


Entre los católicos, es frecuente usar la palabra
"evangélico" para referirse a los "consejos evangélicos". Los
consejos no serían mandamientos, sino recomendaciones
de Jesús para un estilo de vida más radical, que sería el que
comúnmente siguen los monjes y las monjas. Entre los
protestantes, "evangélico" puede significar simplemente
"no católico", aunque en ocasiones se utiliza para
denominar a los protestantes que no son ni liberales, ni
fundamentalistas. En general, "evangélico" vendría a
significar para muchos algo así como "cristiano conser­
vador" o "cristiano que se toma en serio la Biblia".
De esta manera, el significado concreto de la palabra
"evangelio" no queda muy claro. Para muchos cristianos, el
evangelio es el nombre que se da a los libros con los que
comienza el Nuevo Testamento o Nuevo Pacto: evangelio
de Mateo, de Marcos, de Lucas, y de Juan. El evangelio
serían esos libros, o lo que se narra en ellos. Desde este
punto de vista, habría cuatro evangelios.
12 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Otros entenderían que el evangelio son una serie de


valores. Sería el evangelio entendido como una moral. El
evangelio tendría que ver con una manera especialmente
radical de ser bueno, de amar a los demás, preocuparse por
los pobres, etc. Tal vez el evangelio insistiría en valores
tales como la sencillez de vida, el perdón, etc. Pero no
estaría claro cuáles son los valores que se contienen en el
evangelio.
Casi se podría decir que la reforma protestante comenzó
con una nueva comprensión del evangelio. Para Lutero, el
evangelio no es simplemente un modelo o un paradigma de
cómo nos debemos portar. El evangelio traduce la palabra
griega euaggelion. Y esta palabra significa "buena noticia".
Si simplemente nos estuviera diciendo cómo nos tenemos
que portar, y además nos estuvieran diciendo que lo que
Dios espera es un comportamiento más exigente que el que
se expone en la Ley de Moisés, el evangelio no sería buena
noticia, sino más bien una mala noticia.
Lutero, y todos los reformadores, descubrieron que el
evangelio tendría que ver esencialmente con la gracia de
Dios. Sin embargo, esto no nos aclara todavía qué es el
evangelio. Entre los protestantes, y especialmente entre los
"evangélicos", se ha hecho común la identificación del
evangelio con las llamadas "cuatro leyes espirituales".
Estas leyes espirituales nos dirían que Dios ama al mundo,
que el ser humano está separado de Dios por el pecado,
que Cristo ha muerto por nuestros pecados, y que final­
mente podemos reconciliarnos con Dios si aceptamos el
sacrificio hecho por Cristo.
Como veremos, el evangelio puede tener algo que ver
con estas ideas. Pero en ningún caso el cristianismo
1. EL MISTERIO DEL EVANGELIO 13
primitivo entendió que esto fuera el evangelio. Entonces,
¿qué es el evangelio?

2. El misterio del evangelio


En la carta a los Efesios encontramos la expresión "el
misterio del evangelio" (Ef 6:19). Esta expresión no quiere
decir, en principio, que el evangelio sea algo imposible de
conocer. En el lenguaje bíblico, el "misterio" designa más
bien el plan eterno de Dios, que en un determinado
momento de la historia se da a conocer. Pablo dice, por
ejemplo:
" ... pude fortaleceros según mi evangelio y la proclama­
ción del Mesías Jesús de acuerdo a la revelación del
misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos
eternos" (Ro 16:25).

Desde este punto de vista, el misterio no es incompatible


con su comprensión, porque se trata de un misterio que
Dios ha revelado en los tiempos finales. Es posible tratar de
entender qué significa el evangelio, no porque nosotros
seamos muy inteligentes, sino porque Dios ha dado a
conocer sus planes por medio de Jesús, el Mesías.
El que estemos ante una revelación de Dios significa que
no estamos ante una sabiduría usual, como la que
podemos encontrar en los medios de comunicación, y que
es la propia de los poderes de este mundo, opuestos a Jesús,
y responsables de su crucifixión:
" ... hablamos de la sabiduría de Dios en misterio, la
sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios
predestinó para nuestra gloria; la sabiduría que ninguno
de los gobernantes de esta era ha entendido, porque si la
14 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

hubieran entendido no hubieran crucificado al Señor de


la gloria" (1 Co 2:7­8).

El evangelio tiene que entenderse en términos espiritua­


les, en el sentido de que es el Espíritu Santo el que nos
convence de nuestra necesidad de Dios, y el que nos
sumerge en el misterio del evangelio:
" ... cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al
corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para
los que le aman. Pero Dios nos las reveló por medio del
Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, hasta las
profundidades de Dios" (1 Co 2:9­10).

El intento de entender el evangelio no es una tarea


imposible, porque Dios ha dado a conocer su plan.
Tampoco es una tarea que excluya el uso de nuestra
inteligencia. Dios se ha revelado en una manera que
nosotros la podemos entender, porque de lo contrario no
sería una verdadera revelación.
Que Dios se revele significa que Dios se hace accesible y
comprensible para nosotros. El misterio del evangelio es el
misterio de que el Dios inaccesible se haya dado a conocer,
y lo haya hecho por amor a nosotros. Esto es lo que hemos
de ir viendo en los siguientes capítulos.

3. Para la reflexión
Pon algunos ejemplos de "buenas noticias" que desearías
recibir. ¿Qué te hace llamarlas "buenas noticias"?
• Haz una lista de los significados que usualmente se
dan en tu contexto a la palabra "evangelio".
• ¿Cuál sería la forma usual en la que has entendido el
evangelio? ¿La puedes resumir en unas pocas frases?
1. EL MISTERIO DEL EVANGELIO 15
• ¿Qué base bíblica tiene esa comprensión del evangelio?
¿Dónde se habla del evangelio de esa manera en la
Escritura?
2. Las buenas noticias de lsaías

orno hemos dicho, la palabra griega euaggelion, de


donde viene nuestro término "evangelio", significa
"buena noticia" o "buen mensaje". En el libro de lsaías,
en lo que se puede considerar como su segunda parte, nos
encontramos con un hermoso pasaje en el que se nos
describe la llegada de un mensajero que anuncia al pueblo
las buenas noticias.

1. El mensajero por los montes


La primera parte del libro de lsaías se refiere a la época
trágica en la que el reino de Israel, en el Norte, fue
destruido por los asirios, y el reino de Judá, en el sur, fue
también gravemente amenazado por ese imperio. Es la
época en la que vivió el profeta. La segunda parte del libro
de lsaías, a partir del capítulo 40, es muy distinta. Se la
suele llamar el "Libro de la consolación de Israel", a veces
se la atribuye a un autor distinto ("Deuteroisaías"), y se
refiere a una etapa muy posterior, y muy diferente. Ya ha
tenido lugar no solo la destrucción del reino de Israel a
manos de los asirios, sino también la destrucción del reino
de Judá por otro imperio: Babilonia. Los babilonios, tras
saquear Jerusalén y derribar su templo, se han llevado a
miles de cautivos.
Ahora bien, el imperio babilonio fue a su vez superado
por el nuevo imperio naciente: los persas. En esa situación,
el pueblo judío pudo concebir nuevas esperanzas. El "Libro
18 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

de la consolación de Israel" anuncia el fin del imperio


babilonio. El exilio se acerca a su fin. En el capítulo 52,
donde se encuentra el pasaje sobre las "buenas noticias", el
profeta proclama la restauración de Sión (que es el nombre
poético para Jerusalén) y la liberación gratuita de los
cautivos. Y entonces nos dice:
"Qué hermosos son sobre los montes los pies del que
trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae
las buenas nuevas de gozo, del que anuncia la salvación,
y dice a Sión: 'Tu Dios reina'" (Is 52:7).

En el texto hebreo hay un verbo (bsr) que significa "traer


buenas noticias", y que fue traducido muy pronto al griego
como "evangelizar" (euaggelizo). Por dos veces se habla
aquí de evangelizar. Veamos de manera más detallada
algunos aspectos de este texto que son importantes para
entender el evangelio:
1) Ante todo, el evangelio, las buenas noticias, consisten
en un anuncio público, "sobre los montes". Estamos ante la
tarea de un heraldo o mensajero que públicamente
proclama las noticias, para que todos las puedan oír. En el
versículo siguiente (52:8) se habla de los centinelas de la
ciudad que reciben las buenas noticias gritando de alegría.
2) En segundo lugar, lo que proclama el mensajero no es
un sistema de valores, o unos imperativos morales. No se
trata de moral, sino de unas buenas noticias. La moral
habla de lo que las personas tienen que hacer. Nadie da
gritos de alegría por que le digan lo que tiene que hacer. En
cambio, las buenas noticias sorprenden, y causan alegría,
porque no hablan de lo que uno tiene que hacer, sino de lo
que alguien ha hecho, o está a punto de hacer.
3) En tercer lugar, eso que se va a hacer tiene que ver
con la idea de salvación. La salvación no se refiere, en este
2. LAS BUENAS NOTICIAS DE ISAÍAS 19
caso, a ir al cielo. En el Antiguo Testamento, o Antiguo
Pacto, la salvación se suele referir a algún tipo de libe­
ración concreta, como puede ser la liberación de los
enemigos (1 S 9.16; 1 S 10:27). En este caso, las buenas
noticias hablan del final del exilio y de la opresión.
4) El evangelio no solo tiene que ver con salvación. Lo
que se anuncia también es la paz. El evangelio es evangelio
de la paz (Ef 6:5). Las buenas noticias parecen incluir una
referencia concreta a la paz. Tras una época de guerras, de
opresiones y desastres, el evangelio proclama la inminencia
de la paz.
5) Ciertamente, lo que el heraldo viene anunciando son
buenas noticias de salvación y de paz. Sin embargo, cuando
el mensajero habla, lo que literalmente dice es solamente
una breve frase: "tu Dios reina". Esas son exactamente las
palabras que pronuncia el mensajero.
Esto nos pone ante un aspecto que normalmente se
suele pasar por alto respecto del evangelio. Y es que el
evangelio habla directamente del reinado de Dios. Lo que las
buenas noticias anuncian, en el caso de lsaías, es que Dios
mismo viene a reinar. Y eso es una buena noticia.

2. Tu Dios reina
¿Por qué es una buena noticia que Dios venga a reinar?
Para entender esto hay que repasar el modo en que Israel
había experimentado su historia. Desde el punto de vista
de la historia bíblica, Israel se había constituido, en virtud
de la liberación de Egipto, sucedida muchos siglos antes,
como un pueblo gobernado por Dios. En el libro de Éxodo
se nos dice que cuando Moisés y María entonaron sus
cantos de victoria, tras ver la derrota del ejército del faraón,
20 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Moisés terminó proclamando: "el Señor reinará eterna­


mente y para siempre" (Ex 15:18).
Obviamente, también entonces se trataba de una "buena
noticia". Era la buena noticia de la liberación del yugo de la
esclavitud. El pueblo ya no estaba gobernado por el faraón,
sino que pasaba, al otro lado del Mar de los Juncos, a ser
gobernado directamente por Dios. Moisés no se convirtió
en el rey de Israel. Fue Dios mismo el que se convirtió en el
nuevo rey (Núm 23:21). Esto es justamente lo que expresa
la Torah o Ley de Israel. Dios se convierte en el legislador,
que hace un pacto con sus súbditos, y ese pacto se
concreta en el cumplimiento de una ley, la "instrucción"
(eso significa Torah) con la que Dios bendice a su pueblo.
Que Dios gobernara a su pueblo era algo bueno. Y era
algo bueno porque la Torah, regalo de Dios a su pueblo,
estaba diseñada precisamente para que el pueblo viviera en
paz y en justicia. Muchas medidas de la ley de Israel se
dirigían precisamente a evitar que, en el pueblo de Dios, se
repitieran las injusticias que se habían experimentado bajo
la soberanía del rey de Egipto. De ahí, por ejemplo, las
medidas relativas al trato de los esclavos y su liberación
periódica. O las medidas sobre el regreso periódico de cada
familia a sus tierras ancestrales (Lv 25:10; Dt 15:12­15;
23: 15).
La imagen de Dios como rey implicaba el pueblo de Dios
sería básicamente un pueblo de hermanos, entre los que no
habría relaciones de opresión. Se trata de un modo de
pensar propio de Israel: si Dios es rey, no habrá mucho
lugar para otros reyes. Si Dios es amo, no habrá mucho
lugar para otros amos. O incluso lo siguiente: si Dios es el
Guerrero, el "Señor de los Ejércitos" que nos ha sacado de
Egipto, esto significa que él pelea las batallas de su pueblo
2. LAS BUENAS NOTICIAS DE ISAÍAS 21
(Ex 14:14), y que no se necesita de mucho ejército (Dt
17:16).
De hecho, la liberación de Egipto sucedió de esa manera:
el pueblo no tuvo que disparar una sola flecha ni lanzar
una sola jabalina para conseguir la libertad. Muchas veces,
a lo largo de su historia, el pueblo de Dios se hará esa
misma reflexión: si Dios pelea por nosotros, la fe nos lleva
entonces a reducir el ejército, y a confiar en Dios Uue 7:1­
25).
Esto es importante tenerlo en cuenta cuando se habla
del Dios "violento" del Antiguo Pacto. Ciertamente, Dios
aparece luchando por la libertad de su pueblo. Pero preci­
samente eso es lo que conduce a que el pueblo reduzca el
ejército, para fiarse de Dios, y no de sus propias fuerzas. A
diferencia de lo que sucede en los mitos, el Dios guerrero
no legitima la violencia, sino que más bien la cuestiona y la
limita.
En general, en los mitos, cuando la divinidad presenta
determinadas características, esto sirve para legitimar por
qué esas características se dan en la tierra. Así, por ejemplo,
si en el mito el Dios aparece como rey, eso legitima a los
reyes que hay en la tierra. Si los dioses forman un panteón,
esto legitima a la corte real, que refleja la estructura de ese
panteón. Si Dios es un amo en el cielo, eso legitima la
existencia de la esclavitud en la tierra.
En Israel sucede todo lo contrario. Si a Dios se lo
imagina como rey de su pueblo, eso excluye que su pueblo
tenga otros reyes. Esto es lo que sucede en el libro de los
Jueces: se rechaza la introducción de la monarquía porque
se entiende que Dios es rey (1 S 8; 1 S 12). Dicho en otros
términos: el reinado de Dios es exclusivo. Por cierto, esto es
22 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

justamente lo que significan los "celos" de Dios (Ex 34:14;


etc.). Dios no admite otros señores. El reinado de Dios es
un reinado en el que no hay más que un Señor, que es Dios
.
mismo.

3. Preguntas para la reflexión


• ¿Piensas que el evangelio es algo público o privado?
¿Por qué?
• Cuando te han presentado el evangelio, ¿te han
hablado del reinado de Dios?
• ¿Qué significaría anunciar el evangelio en público en
tu caso concreto?
• ¿Qué tiene que ver el evangelio con la paz? ¿Por qué?
• ¿Qué tiene que ver el evangelio con el reinado de Dios?
• ¿Por qué el reinado de Dios es una buena noticia?
3. El evangeliodel reino

I reinado de Dios no es, en la Biblia, un lugar celestial,


sino el hecho de que Dios reina. Por eso, cuando los
pies de mensajero aparecen por los montes procla­
mando que Dios viene a reinar, estamos ante una "buena
noticia". Dios vuelve para reinar. Y eso significa que Dios
va a volver a cuidar de su pueblo. Que se disfrutará de paz.
Que no se experimentarán de nuevo todas las injusticias
sociales que se experimentaron antes de la caída de los
reinos de Israel y de Judá. Que el pueblo no va a seguir a
otros señores, ni terrenales ni celestiales, porque solamente
Dios va a ser rey. ¡De nuevo va a haber justicia! ¡Es la
buena noticia de que Dios reina!

1. La crisis del reino


Lo que había sucedido en la historia de Israel era lo
siguiente. Después del período de los jueces, en Israel se
había introducido la monarquía. El pueblo, estructurado en
tribus, pasó a estructurarse de una manera estatal. Quiso
ser igual que Las demás naciones. Y el profeta Samuel les
advirtió, en nombre de Dios, lo que eso significaría. El rey
iba a acumular tierras, iba a exigir impuestos, iba a formar
una corte, iba a tener un ejército permanente. Se termina­
ba la igualdad. Venía la injusticia social, semejante a la
experimentada en Egipto (1 S 8).
De hecho, tanto los libros de Samuel y Reyes, como la
mayoría de los profetas, evaluaron de modo muy parecido
24 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

la introducción de la monarquía. Desde su punto de vista,


los reyes de Israel y de Judá habían sido los responsables
principales de la introducción de la idolatría y de la
injusticia social. Se
trataba, ahora lo podemos entender, de
dos caras de la misma moneda. En lugar del reinado
exclusivo de Dios, el estado de Israel introduce otro señor.
Y con ese otro señorío viene la injusticia social.
Pues bien, desde la perspectiva de los libros de Samuel y
Reyes, y desde el punto de vista de los profetas, si los dos
estados (Israel y J udá) habían fracasado, habría sido
precisamente porque prefirieron fiarse de los reyes, en
lugar de fiarse de Dios. Dios habría retirado su protección,
y los dos reinos habrían sido fácilmente conquistados por
los imperios vecinos.
Tras las duras experiencias históricas, tras las derrotas,
la nueva cautividad y el exilio, vienen sin embargo las
buenas noticias que anuncia el "Libro de la consolación".
Esa parte del libro de lsaías comienza diciendo precisa­
mente que la traición de Israel ya ha sido perdonada, y que
se inician unos tiempos nuevos:
"Consolad, consolad a mi pueblo ­dice vuestro Dios.
Hablad al corazón de Jerusalén y decidle a voces que su
lucha ha terminado, que su iniquidad ha sido quitada,
que ha recibido de la mano del Señor el doble por todos
sus pecados. Una voz clama: Preparad en el desierto
camino al Señor; allanad en la soledad calzada para
nuestro Dios" (Is 40:1­3).

Dios volvía para reinar. Sin embargo, tal vez estas pala­
bras nos suenan, porque son las mismas que pronunciaba
Juan el Bautista en el tiempo de Jesús (Le 3:4­6). Entonces
nos podemos preguntar qué había pasado. ¿Por qué Juan el
3. EL EVANGELIO DEL REINO 25
bautista seguía diciendo lo mismo que lsaías? ¿No llegó el
reinado de Dios al final del exilio?
En realidad, podríamos decir que las esperanzas en una
llegada inmediata del reinado de Dios se habían frustrado
en gran medida. Después del exilio, bajo el dominio de los
persas, que sustituyeron a los babilonios, y en los períodos
posteriores de la historia de Israel, no se percibía que Dios
fuera verdaderamente el rey de su pueblo.
Es verdad que se reconstruyó el templo de Jerusalén, y
que se volvieron a levantar las murallas de Jerusalén. Pero
los diversos imperios siguieron ejerciendo el dominio sobre
el pueblo de Israel. Es cierto que hubo incluso un período
de independencia política, bajo los hasmoneos, sucesores
de los macabeos. Pero bajo ninguno de los distintos regí­
menes políticos el pueblo judío experimentó la realización
plena de sus esperanzas. La desigualdad, la injusticia social,
el enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros,
siguieron siendo la norma. No se inauguró una nueva era
de paz ni de abundancia.
Ante esa situación, algunos siguieron esperando pacien­
temente la llegada del reinado de Dios. Otros esperaban,
no un reinado directo de Dios, sino un reinado un rey
ungido (Mesías), descendiente de David, que volvería a
introducir la vieja dinastía de la casa de Judá. Otros más
bien pensaban en un gobierno de los sacerdotes, pues en
definitiva los macabeos y hasmoneos habían sido de
estirpe sacerdotal. Y en esa situación es en la que aparecen
Juan el Bautista y Jesús de Nazaret.
26 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

2. Jesús anuncia el evangelio


Lo que nos dicen los libros llamados "evangelios", que
forman la primera parte del Nuevo Pacto, es que Jesús
comenzó su actividad pública proclamando el evangelio.
Jesús, cuando tenía unos treinta años, fue bautizado por
Juan en el Jordán. Después experimento las tentaciones en
el desierto, tras las cuales comenzó su propia actividad. El
evangelio de Marcos nos dice lo siguiente:
"Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a
Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos y creed en el evangelio" (Me 1:14­15).

Es algo semejante a lo que nos dicen los otros evangelios.


Jesús inicia su actividad pública anunciando el reinado de
Dios (Mt 4:23; Le 4:43). Claro está que no se trata sola­
mente del comienzo de su vida pública. Durante el resto de
su vida, Jesús permaneció anunciando el "evangelio del
reino" o "buenas nuevas del reino" (Mt 9:35; Le 8:1). Al final
de su ministerio, Jesús también predijo que el "evangelio
del reino" se proclamaría por todo el mundo, hasta el fin de
la era presente (Mt 24:14). De hecho, es lo que encontra­
mos en el libro de los Hechos de los apóstoles, donde
precisamente se nos dice que los cristianos primitivos
seguían "evangelizando sobre el reino" (Hch 8:12, etc).
Hoy en día hay un acuerdo unánime en que el centro de
la predicación de Jesús fue el reinado de Dios. Sus pará­
bolas se presentan directamente como parábolas sobre el
reinado de Dios. Y sin duda la predicación de Jesús fueron
buenas noticias, fue "evangelio". Jesús conectó directa­
mente con la idea del reinado de Dios que había en el
pueblo judío, y que encontramos en el Antiguo Pacto.
3. EL EVANGELIO DEL REINO 27
Obviamente, el "evangelio del reino" alude a las buenas
noticias de lsaías, que nos decían exactamente lo mismo
que decía Jesús: Dios reina, Dios se acerca para reinar.
De hecho, la palabra "evangelio" (euaggelion), en el
mundo griego, no era una palabra "religiosa". La expresión
se usaba en el lenguaje secular. Por ejemplo, el rey de una
región llegaba para visitar una ciudad. Entonces, los
heraldos del rey iban por delante anunciando la venida del
rey. La ciudad se debía preparar para recibirle. A ese
anuncio, en el mundo griego de la época, se le llamaba
justamente "evangelio".
Y esto es lo que anunciaba Jesús: el "evangelio del reino".
Esta expresión equivale, como vimos en el texto de Marcos,
a la de "evangelio de Dios". Evangelio del reino es lo mismo
que evangelio de Dios porque en ambos casos se nos está
dando la buena noticia de que Dios viene para reinar.
A veces en el evangelio de Mateo podemos encontrar
una expresión que puede confundir un poco a los lectores
actuales: el "reino de los Cielos". Esta expresión llevó a
muchos a entender que el reinado de Dios era un reino
situado en los cielos. Algo ajeno a nuestro mundo. Más
adelante, otros pensaron que el reinado de Dios era algo
así como una utopía, todavía ausente en el mundo, pero
que se podría realizar, con el esfuerzo humano, al final de
los tiempos.
En ambos casos se ignora lo que quieren decir los
"Cielos" en el lenguaje de Mateo. Para Mateo, como para
muchos judíos piadosos, era conveniente evitar usar el
nombre de Dios, para no usarlo en vano. De ahí que en
lugar de decir "Dios te bendiga", ellos dirían "que los Cielos
te bendigan", etc. Los Cielos era un circunloquio para
28 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

hablar de Dios sin mencionar su santo nombre. Por eso, el


reino de los Cielos significa simplemente "el reinado de
Dios".
Y claro está entonces que ni Jesús ni los judíos que le
escuchaban pensaban que el reinado de Dios era solamente
un reinado en el cielo, sino un reinado de Dios sobre su
pueblo, y por tanto un reinado para la tierra, y para el
presente. Jesús no decía que el reinado de Dios fuera una
utopía para el futuro. Todo lo contrario: su afirmación es
que el reinado de Dios se había acercado ya, es decir, que
Dios estaba comenzando a reinar (Mt 3:2; 4:17; etc.).
Todo esto era, literalmente, evangelio, buenas noticias.
Las buenas noticias del reinado de Dios. ¡Dios ya viene!
¡Dios está comenzando a reinar! El tiempo de la oscuridad,
de la violencia, de la opresión, ha pasado. Un nuevo tiempo
está irrumpiendo. ¡Es la gran buena noticia!
Pero entonces podemos preguntarnos una cosa. ¿Qué
tiene esto que ver con lo que tantas veces nos han
presentado como "evangelio"? Aquí no se habla de la
muerte de Jesús por nosotros. Aquí no se habla del perdón
de los pecados. ¿Qué es esto? ¿Hay dos evangelios? Uno, el
evangelio de Jesús; y otro, el evangelio proclamado por los
cristianos primitivos. ¿O solamente hay un evangelio? Es lo
que tendremos que seguir estudiando.

3. Preguntas para la reflexión


• Cuando te han hablado del evangelio, ¿se han referido
alguna vez a la predicación de Jesús sobre el reinado
de Dios?
• ¿Crees que lo que predicaba Jesús eran buenas
noticias?
3. EL EVANGELIO DEL REINO 29
• ¿Piensas que la gente se alegraba al escuchar hablar a
Jesús sobre el reinado de Dios? ¿Por qué?
• ¿Crees que lo que predicó Jesús sobre el reinado de
Dios sigue siendo actual? ¿Por qué?
4. El evangelio de Pablo

n los escritos de Pablo encontramos frecuentemente la


polémica contra aquellos que en su tiempo procla­
maban un "evangelio distinto" (Gal 1:6; 2 Co 11:4).
Frente a ellos, Pablo proclamaba lo que él llamaba "mi
evangelio" (Ro 2:16; 16:25; cf. 2 Ti 2:8). Con eso no pretendía
hablar de un evangelio que fuera suyo en exclusiva. Más
bien Pablo entendía que él proclamaba el único evangelio
posible. Lo que sus adversarios proclamaban no era, según
Pablo, ni siquiera un evangelio, porque solamente el
"evangelio del Mesías" sería verdadero evangelio (Ga 1 :7).

1. Pablo expone su evangelio


Para tratar de entender esto, lo primero sería preguntar­
nos en qué consistía el evangelio de Pablo. El problema
está en que Pablo, en sus cartas, solía presuponer que sus
oyentes ya habían escuchado el evangelio, y por tanto no
lo volvía a exponer en detalle. Posiblemente por eso
encontramos en las cartas de Pablo tan poca información
sobre la historia misma de Jesús, su vida, su muerte, etc.
Igualmente, a pesar de sus muchas referencias al evangelio,
no encontramos muchos lugares donde nos lo exponga
sistemáticamente.
Hay sin embargo un lugar en las cartas de Pablo donde
nos encontramos lo más parecido a una exposición siste­
mática del evangelio. Es decir, del único evangelio, del
32 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

evangelio del Mesías. Se trata del capítulo 15 de la primera


carta de Pablo a los corintios. El capítulo comienza así:
"Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os
prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también
estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis
la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en
vano" (1 Co 15:1­2).

Pablo se dispone a exponer su evangelio. Lo hace en un


contexto muy concreto: los corintios han expresado dudas
acerca de la resurrección de Jesús. Por eso, la exposición
del evangelio que hace Pablo se detiene cuidadosamente
en explicar lo mejor posible todo lo referente a la resurrec­
ción. La exposición que hace Pablo de su evangelio tiene
este esquema:
• el Mesías murió por nuestros pecados (vv. 3­4).
• el Mesías resucitó y hay muchos testigos (vv. 4­7).
• Pablo como testigo y último de los apóstoles (vv. 9­11).
• La resurrección es esencial para la fe (vv. 12­22).
• El orden: primero la resurrección del Mesías. El Mesías
reina hasta vencer a todos los enemigos. Dios lo será
todo en todos (vv. 23­28).
• De nuevo explicaciones sobre la resurrección (vv. 29­
58).
Como vemos, esta exposición del evangelio habla de la
muerte de Jesús por nuestros pecados. Pero no solo eso.
Para Pablo, el evangelio incluye esencialmente la resurrec­
ción. En muchas exposiciones del evangelio se olvida este
paso. A veces, da la impresión de que la muerte de Jesús
por nuestros pecados sería suficiente para que hubiera
evangelio. Sin embargo, en Pablo es claro que el evangelio
no solo incluye la muerte de Jesús por nuestros pecados,
4. EL EVANGELIO DE PABLO 33
sino también la resurrección (2 Ti 2:8). ¡Es normal si el
evangelio es una buena noticia!

2. El reino también
A poco que nos fijemos, en el evangelio, tal como lo
presenta Pablo, no solo está la muerte y la resurrección.
Pablo también nos habla del reino. Claro está que se trata
del reinado de Mesías. Como es sabido, la palabra" Mesías"
se utilizaba para designar al rey, que según la costumbre
era ungido con aceite como señal de su designación (1 S
16:13). Mesías significa simplemente "Ungido". Se esperaba
que el Mesías fuera un descendiente de David, un
continuador de su dinastía. Y la palabra "Cristo" simple­
mente traduce la palabra Mesías. Es decir, tenemos tres
palabras equivalentes: Mesías, en hebreo; Cristo, en griego,
y Ungido en español.
Pues bien, lo que dice Pablo es que el Mesías, resucitado,
irá derrotando a "todos los señoríos, autoridades y
poderes", y que finalmente entregará el reinado al Dios y
Padre. Según Pablo, el Mesías "ha de reinar hasta que
todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies" (1 Co
15:23­24). Finalmente, cuando todo esté sometido al Mesías,
el Mesías mismo se someterá a Dios, para que Dios lo sea
todo en todos (1 Co 15:28).
De momento, estas afirmaciones pueden sonar un poco
oscuras. Sin embargo, ahora solamente nos interesa
subrayar que, en la presentación que Pablo hace del evan­
gelio, se habla también del reino. Aunque aquí no se nos
habla simplemente de reino de Dios, sino también de un
reino del Mesías. O un reino que pertenece a Dios, pero
que es ejercido por el Mesías.
34 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

De este modo, vemos que no hay un contraste tan


grande entre lo anunciado por Jesús (el reinado de Dios), y
lo que anuncia Pablo (el reinado de Dios ejercido por Jesús).
En ambos casos, el mensaje del evangelio es un mensaje
sobre el reino. Como también sucedía en lsaías.
Lo que aporta Pablo, después de la muerte y resurrec­
ción de Jesús, es una idea más concreta de cómo se
constituye el reinado de Dios. Podríamos decir que, en
lugar de las "cuatro leyes espirituales", lo que nos expone
Pablo cuando presenta su evangelio son tres grandes
componentes del evangelio:
• La muerte de Jesús por nuestros pecados.
• La resurrección de Jesús, sin la cual no podría reinar.
• El reinado del Mesías, que es también reinado de Dios.
Esos serían los ingredientes fundamentales del evangelio.
Ahora bien, ¿por qué precisamente esos tres elementos?
¿ Cómo se relacionan entre sí? ¿ Qué unidad hay entre ellos?
Todo parece indicar que, para entender el evangelio, tene­
mos que entender más claramente esos tres ingredientes
del evangelio, y la relación que hay entre ellos.

3. No solo de Pablo
Esta estructura de tres partes en el evangelio la encon­
tramos continuamente en las cartas de Pablo:
" ... el Mesías es el que murió; más aún, es el que resucitó,
y quien está a La diestra de Dios ... " (Ro 8:34).
"Porque el Mesías para esto murió y vivió: para ser el
Señor así de los muertos como de los que viven" (Ro 14:9).

Se podrían citar otros muchos pasajes paulinos en los


que aparecen más o menos explícitamente los tres elemen­
4. EL EVANGELIO DE PABLO 35
tos del evangelio (1 Ts 1:10; Ga 1:1; Ro 6:4.9; 7:4; 8:11; Ef
1:20; Col 2:11­12; etc.).
Pero no solamente se puede ver esta estructura en los
textos de Pablo. Cuando, en los Hechos de los apóstoles,
Pedro anuncia el "evangelio de la paz por medio de Jesús el
Mesías" nos encontramos también con esos tres elementos
del evangelio (Hch 10:34­42). Ciertamente, la terminología
puede variar levemente. Ante los gentiles no se habla de
Jesús como Mesías (Cristo), sino como "Juez" (Hch 17:22­
31), y en otros casos se habla de Jesús como "Príncipe",
como "Salvador", o como quien está reinando "a la diestra
de Dios". Pero la estructura básica en tres partes se
mantiene.
Era lo que sucedía desde la primera predicación de
Pedro en el día de Pentecostés (Hch 2:22­36). Y lo que
encontramos en el discurso de Pedro en el atrio del Templo,
donde a Jesús se le proclama como "Autor de la vida" (Hch
3:15). La misma estructura de las tres partes del evangelio
la encontramos cuando Pedro habla por dos veces ante el
Sandrín (Hch 4:10­12; 5:29­32). Y, de acuerdo al libro de los
Hechos, estos tres elementos constituyen el núcleo de la
predicación de los primeros cristianos (Hch 13:26­41; 17:3;
26:19­23).
En definitiva, podemos decir que el mensaje sobre la
muerte, la resurrección, y el reinado del Mesías constitu­
yen el núcleo del mensaje proclamado por el cristianismo
primitivo(l Pe 1:3.21).
36 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

4. Para la reflexión
• Lee el capítulo 15 de la primera carta a los Corintios.
• ¿Cómo piensas que se puede relacionar la muerte y
resurrección de Jesús con el reino de Dios?
• ¿Qué diferencias ves entre la presentación que Pablo
hace del evangelio y las que normalmente has escu­
chado?
• ¿Por qué crees que el evangelio incluye la resurrección
de Jesús?
• ¿En qué sentidos crees que el evangelio, tal como lo
presenta Pablo, es buena noticia?
5. Por nuestros pecados

emos señalado que el evangelio, tal como lo presentan


lsaías, Jesús y Pablo, se refiere expresamente al
reinado de Dios. Ahora también podemos decir que
esta referencia al reinado de Dios no solo aparece cuando
explícitamente se habla del reinado del Mesías. En realidad,
la misma referencia al perdón de los pecados es una
referencia al reino de Dios. ¿Por qué?
La razón es sencilla. Desde la caída del imperio de
Babilonia, en el año 539 a. C., hasta los tiempos de Jesús,
habían pasado muchos siglos. Sin embargo, el reinado de
Dios no terminaba de llegar. ¿Cuál era la razón? La
respuesta de los judíos hubiera sido unánime: los pecados
del pueblo. Dios no reinaba, porque los pecados no habían
sido perdonados. Por eso Juan invitaba al arrepentimiento
y a recibir el perdón: precisamente para preparar el camino
para que pudiera llegar Dios a reinar sobre su pueblo (Me
1 :4; etc).
Jesús, por su parte, también proclamó el perdón gratuito
de los pecados (Me 2:5; etc.). Al decir que Dios venía a
reinar, Jesús estaba anunciando el perdón de los pecados.
Por eso, el evangelio, el perdón de los pecados, y el reinado
de Dios están relacionados de manera muy estrecha. Pero
estamos hablando de "pecado". ¿ Qué quiere decir esto?
38 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

1. Qué es el pecado
El pecado se ha entendido a lo largo de la historia del
cristianismo en diferentes modos. Por ejemplo, se ha
pensado que el pecado es, ante todo, el resultado de un
engaño del diablo para mantenernos cautivos. Los
medievales entendieron el pecado como una ofensa al
honor de Dios. Más adelante, se puso de relieve la idea del
pecado como una desobediencia a la ley divina. Otros lo
han entendido como un problema del corazón, o un
problema existencial. Todo lo anterior tiene algo de verdad.
Sin embargo, es importante recordar la idea bíblica de
pecado, porque ello ayuda a entender cómo el evangelio
actúa para salvarnos y liberarnos del pecado.
La palabra hebrea más usada para hablar del pecado
(hatta't) y la palabra griega del mismo significado (hamar­
tía) comparten un sentido básico, que es la idea de errar, de
no dar en el blanco, por ejemplo cuando se dispara una
flecha. La historia bíblica básica para hablar de este fallo es
el relato sobre el pecado de Adán y Eva. Démonos cuenta
que "Adán" significa "ser humano" en general, y "Eva" es
una palabra que el texto relaciona con la vida (Gn 3:20). Es
decir, el texto no quiere hablar solamente sobre una
primera pareja, sino que quiere referirse a algo que le
sucede a todo ser humano. Es decir, la narración nos
describe un problema que es propio de la vida humana en
general, en todos los tiempos. Dicho en otros términos: el
relato habla también sobre nosotros.
¿En qué consiste el "fallo" de Adán y Eva? ¿Por qué no
"dan en el blanco"? ¿Por qué no damos en el blanco? Desde
el punto de vista del Génesis, el "blanco", el propósito de la
vida del ser humano, consiste en ser imágenes de Dios,
cuidando del resto de la creación (Gn 1:26). Sin embargo, lo
5. POR NUESTROS PECADOS 39
que hace el ser humano es tratar de ser como Dios
comiendo de los frutos del árbol del bien y del mal (Gn 3:5).
Los frutos son los resultados de las acciones, buenas o
malas. En lugar de ser imagen de Dios reflejando a Dios en
una relación personal con él, el ser humano prefiere ser
como Dios mediante sus propias fuerzas, fundando su vida
en los resultados de sus propias acciones.
El pecado tiene entonces varias facetas. Por un lado es
un acto de desconfianza ante Dios. El ser humano no
obedece a Dios porque no se fía de él, no le cree. Esto
significa entonces que el pecado tiene un elemento de
orgullo: uno no quiere vivir fiándose de Dios, reflejando su
imagen, sino que prefiere vivir de lo que uno mismo
consigue. Dicho en otros términos: el pecado es rechazo de
la gratuidad: todos los árboles eran un regalo gratuito de
Dios, pero el ser humano prefiere lo que él mismo puede
conseguir. En lugar de la gracia, se prefiere el mérito.
También se puede decir que el fallo en el blanco consiste
en querer fundar la propia vida en lo que uno consigue. El
problema no es que las acciones tengan resultados, sino
que uno quiere vivir de esos resultados. Dicho en otros
términos, el pecado es un acto de auto­justificación, de
auto­fundamentación.

2. Consecuencias del pecado


Podemos decir que los capítulos 3­11 del Génesis están
destinados a explicitar todas las consecuencias que tiene el
pecado, entendido como esta pretensión orgullosa de auto­
justificación mediante el mérito. El pecado pervierte las
relaciones del ser humano con Dios, con los demás seres
humanos, consigo mismo y con la naturaleza.
40 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

a) La desconfianza en Dios no implica mero "ateísmo". Al


desconfiar en Dios, el ser humano se somete a otros
poderes, a otras criaturas. Piensa que las cosas le van a
satisfacer. Y le cree a la serpiente. Una mera criatura se
convierte ahora en un poder sobre la vida humana. Una
vez que estamos en la lógica de los méritos, toda reali­
dad que pretende garantizando que, haciendo ciertas
cosas, obtendremos ciertos resultados, se convierte en
un poder sobre nuestra vida.
El miedo a Dios (Gn 3:8) es propio de la lógica de los
méritos. Dios es visto como uno más de los poderes, y se
le teme, en la medida en que se le considera como aquél
que nos mide por los frutos de nuestras acciones. En esa
lógica de mérito y miedo a Dios, el ser humano comien­
za a ofrecer sacrificios, sin que Dios se lo pida (Gn 4:lss).
¡El ser humano inventa la religión! En lugar de los
sacrificios, se pueden buscar otras técnicas religiosas
para unirse con la divinidad, y convertirse en un "super­
hombre" (Gn 6). O también cabe la opción de amasar
poder político, técnico y económico, y competir con Dios,
tratando de alcanzar el cielo mediante los resultados de
las propias acciones (Gn 11).
b) Del mismo modo, si nos medimos por los resultados de
las acciones, nos convertimos en evaluadores recíprocos,
y surge la desconfianza mutua (Gn 3:7). También pode­
mos culparnos unos a otros para disculparnos de los
resultados de las propias acciones, atribuyéndoselos a
otros (Gn 3:12). O podemos utilizar a los demás para
lograr los resultados que nos justifican, manipulándonos
y dominándonos mutuamente (Gn 3:16).
No solo eso. La competencia para ver quién produce
los mejores resultados conduce a la envidia y a la
5. POR NUESTROS PECADOS 41
violencia (Gn 4). Y la violencia, dentro de la lógica del
mérito y la retribución, da lugar a interminables
venganzas (Gn 4:23). La solución puede ser la fundación
de un estado que ponga fin a las venganzas, con­
centrando en sí mismo toda la violencia legítima.
Significativamente, en el Génesis, el primer fundador de
una ciudad (la primera forma de estado) es justamente
el primer homicida (Gn 4:17).
Finalmente, la forma suprema de violencia, y de
dominación, es el imperio. En el imperio, los seres
humanos ya no pueden ser iguales, sino que unos se
convierten en admiradores de otros, y en súbditos de
otros. Sin embargo, paradójicamente, los intentos impe­
riales de unificar a la humanidad mediante el poder
terminan en la división de la misma (Gn 11).
c) Respecto a uno mismo, la lógica del mérito y la
retribución también resulta tóxica. El ser humano puede
pasar la vida tratando de producir más y más frutos,
para justificarse a sí mismo. Trabajando sin parar, el
último resultado que se obtiene es simplemente la
muerte. Es la vida sin sentido (Gn 3:17­19). O uno puede
verse a sí mismo bajo la influencia de las consecuencias
de las propias acciones, y vivir de este modo en la culpa
(Gn 4:13).
d) Evidentemente, la lógica del mérito y la retribución
también envenena las relaciones del ser humano con el
resto de las criaturas. En lugar de cuidarlas, como era su
misión original, las criaturas quedan afectadas por el
ansia incontrolable del ser humano por producir más y
más. Paradójicamente, en lugar de producir más, la
tierra queda afectada y produce cada vez menos (Gn
3:17­18). No solo eso. Los imperios dejan a su paso
42 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

ruinas de sus propias pretensiones de tocar el cielo:


torres abandonadas (Gn 11 :9), lugares industriales des­
truidos, ciudades arrasadas por las guerras, etc.

3. Para la reflexión
• Lee detenidamente los capítulos 3­11 del Génesis
buscando las distintas maneras en las que se manifies­
ta el pecado de querer justificarse por los resultados
de las propias acciones.
• ¿En qué manera el pecado humano, o pecado de Adán,
se ha manifestado en tu vida?
• Trata de decir en qué manera el mundo actual está
reflejado en los capítulos 3­11 del libro del Génesis.
• ¿Qué relación ves entre no confiar en Dios y querer
vivir de los frutos de las propias acciones?
• ¿Qué nos dicen estos relatos sobre el origen de la
violencia?
6. Principiodel evangelio

I evangelio de Marcos comienza presentándose como


"principio del evangelio de Jesucristo" (Me 1 :1). Tam­
bién se podría traducir, de un modo más exacto, como
"principio del evangelio de Jesús el Mesías". Cristo significa
Mesías, rey ungido. El evangelio, como sabemos, tiene que
ver con la llegada de un rey. Los cuatro evangelios son
evangelios porque son relatos de cómo jesús Llegó a ser rey.
De hecho, la vida de Jesús puede entenderse como el
camino mismo que conduce a su entronización como
Mesías. Para entender este proceso, podemos volvernos a
algunas características de la vida de Jesús.

1. Jesús y la retribución
Si atendemos a la historia de Jesús, podríamos decir que
tanto su actividad como su mensaje están libres de la
lógica meritoria y retributiva que, según el libro del
Génesis, caracteriza al ser humano ("Adán"). Veamos
algunos ejemplos.
Para Jesús, la venida del reino de Dios no es el resultado
de una conversión previa del pueblo de Dios. El reí nado de
Dios llega gratuitamente, y la conversión es más bien el
resultado de su venida. Es justamente el núcleo de su
mensaje, como vimos: "el reinado de Dios se ha acercado,
convertíos y creed en el evangelio" (Me 1 :15).
.
Si el reinado de Dios viene de manera gratuita, Sin
condiciones previas, esto significa que el perdón de los
44 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

pecados, que era justamente el presunto impedimento para


su venida, también está sucediendo ya. El perdón de los
pecados está disponible, sin necesidad de realizar sacrificios
u otros ritos propiciatorios. Algo que por cierto escandali­
zaba profundamente a sus contemporáneos (Me 2:7).
Una escena que muestra esta lógica nueva de Jesús es la
conversión del "publicano" Zaqueo. Este hombre, como
cobrador de impuestos para Roma, era un "colaboracio­
nista" con los invasores. Por tanto, para sus compatriotas
era un "pecador público", y su lucrativo oficio era conside­
rado por los rabinos como semejante a la prostitución.
Ante la mera curiosidad de Zaqueo, Jesús toma la iniciativa,
y se auto­invita a la casa del pecador público. Alojarse en
la casa era un signo máximo de aceptación y reconciliación.
A raíz de la reconciliación gratuita, ofrecida por Jesús, tiene
lugar la conversión de Zaqueo, y la realización de
inesperadas obras de justicia. Zaqueo comienza a devolver
y repartir su dinero (Le 19:1­10).
Si en Jesús no funciona la lógica retributiva, propia de
"Adán", eso significa que Jesús no interpreta las diversas
situaciones históricas en esos términos. Es una tendencia
profunda del ser humano pensar que aquellas personas o
comunidades a las que les va mal en distintos sentidos
(enfermedad, pobreza económica, etc.) es porque algo malo
han hecho. Esto significa que, de alguna manera, se
merecen lo que les sucede.
Jesús no parece pensar de esta manera. Si el ciego está
ciego, no es porque haya pecado él o hayan pecado sus
padres Un 9:1­3). O si algunas persona han sufrido un
accidente, no se debe debe a que sean culpables de algún
delito. La víctima no es culpable. Si algunos individuos,
posiblemente rebeldes, han sido ejecutados por las autori­
6. PRINCIPIO DEL EVANGELIO 45
dades romanas, esto no significa que sean responsables de
su desgracia (Le 13: 1­6). Las desgracias serán más bien u na
oportunidad para la conversión, o para que Dios actúe,
pero no una culpa de la víctima.
Esto no significa que Jesús ignore que ciertos comporta­
mientos negativos traen con frecuencia acarreadas ciertas
desgracias Un 5:14). Qué duda cabe que el exceso de traba­
jo o el consumo de drogas dañan la salud. Sin embargo,
Jesús se niega meter a Dios en una lógica retributiva. Para
Jesús, Dios hace salir el sol sobre justos e injustos, y hace
llover sobre malos y buenos (Mt 5:45).
De ahí que no tenga sentido presentar ante Dios los
propios méritos. Los discípulos tienen que entenderse
como siervos inútiles, que no merecen nada (Le 17:10). De
ahí la crítica al orgullo religioso. El que pretende auto­
justificarse delante de Dios por sus buenas acciones es
precisamente el que no sale justificado. En cambio, el que
reconoce su carencia de méritos ante Dios, es precisamente
el que es justificado por Dios (Le 18:9­14).
Otras muchas actitudes e instrucciones de Jesús mues­
tran también esta renuncia a la lógica adámica del mérito
y la retribución. La exhortación de Jesús al perdón (Mt
18:23­35) trata justamente de esto: el perdón es una
renuncia a la venganza. Y la venganza es simplemente una
forma de retribución. Lo mismo sucede con las deudas. La
cancelación de las deudas es una renuncia a la retribución
que uno merece por haber hecho un préstamo (Mt 6:12).
O pensemos también en las instrucciones de Jesús sobre
los banquetes. En su cultura, uno solía invitar a alguien de
su propio nivel socio­económico, o un poco superior, para
después ser invitado por ellos, y así subir en la escala social.
46 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Jesús en cambio recomienda invitar a aquellos que no


pueden devolver la invitación: los pobres y marginados (Le
14:15­24). De nuevo una ruptura de la lógica retributiva.
Otro ejemplo podemos verlo en el modo en que Jesús
trata con la Ley de Moisés, la Torah de Israel. Jesús
reinterpreta algunos mandamientos, radicalizándolos (Mt
5:21­48). Otros, en cambio, los interpreta de una forma
amplia, poniendo por delante las necesidades humanas
(Me 2:27; 7:1­23). Pero, en conjunto, Jesús no cuestiona la
validez de la Ley como mandamientos en los que se
expresa la voluntad de Dios (Mt 5:17­20). Lo que no acepta
es que la Ley se utilice para autojustificarse. Y Jesús
tampoco hace suyas las retribuciones (castigos) previstos
por la Ley. En su lugar, ejerce el perdón Un 8:1­11).
La parábola de Jesús sobre los trabajadores de la última
hora es una buena muestra de su propuesta. Quienes se
quejan de haber recibido igual paga por más trabajo,
muestran que para ellos la justicia consiste últimamente en
retribución según el mérito. Claro está que, en esta justicia
no hay igualdad. Para Jesús, en cambio, la justicia divina
no actúa según los méritos, y precisamente por eso puede
crear igualdad (Mt 20).

2. La no-violencia de Jesús
En este contexto de renuncia a la retribución se entiende
perfectamente la no­violencia de Jesús. El amor a los
enemigos no es una especie de sentimentalismo. Jesús da
por supuesto que las personas, o las comunidades, tienen
enemigos. Y los enemigos son tales porque han hecho daño,
e incluso lo piensan seguir haciendo. Sin embargo, el com­
portamiento sorprendente al que exhorta Jesús consiste en
6. PRINCIPIO DEL EVANGELIO 47
no devolver al enemigo mal por mal, sino en hacerle el bien
( " amar 1 e ") .

De ahí las instrucciones inauditas de Jesús sobre el


poner la otra mejilla al que, como un opresor, nos golpea
con el revés de la mano en la mejilla derecha. O el consejo
de acompañar una milla más a las tropas romanas, que
estaban autorizadas para exigir una milla, pero nada más,
a los habitantes locales. O la sugerencia de dar avergonzar
al opresor que pide parte de la ropa para cancelar las
deudas, dando todas las ropas, y quedándose así desnudo
en medio del juicio (Mt 5:38­42).
También se puede mencionar, en esta misma categoría,
la propuesta de Jesús respecto a los impuestos exigidos por
Roma a los pueblos vasallos. En lugar de pagar un
porcentaje, Jesús sugiere que se podrían devolver todas las
monedas romanas al emperador, con lo que se desenmas­
cara no solo la opresión del imperio, sino también la
colaboración de los hacendados locales en un mismo
sistema económico (Me 12:13­17).
En todos los casos, se trata de comportamientos
sorprendentes, que la parte opresora no espera, sino que
queda totalmente confundida. En estos comportamientos,
la opresión queda desenmascarada. Sin embargo, en ningún
caso se devuelve mal por mal. No hay resistencia "antitética"
(anthístemi) a la opresión en este sentido (Mt 5:39). Sin
embargo, sí hay una oposición a toda forma de injusticia,
que no solo la desenmascara hasta sus raíces y ramifi­
caciones, sino que también concede a la parte opresora una
oportunidad de reflexionar y convertirse.
Aquí se puede entender también la actitud de Jesús
frente al estado. ¡Justamente el Mesías, el rey ungido,
48 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

renuncia al estado! Cuando lo quieren hacer rey, se esca­


bulle Un 6:15). Con esto Jesús conecta con la tradición anti­
estatal que encontramos en el Antiguo Pacto. No solo eso.
Al renunciar al estado, jesús subraya la soberanía exclusiva
de Dios. De hecho, el estado se caracteriza intrínsecamente
por la retribución. Hay estado allí donde una institución
monopoliza la violencia coactiva legítima. Lo propio del
estado es ejercer la "venganza" para acabar con el mal (Ro
13:4). Es decir, el estado es retributivo, paga el mal con el
mal. Algo que, por supuesto, en el tiempo de Jesús,
contribuyó a muchos malentendidos, incluso entre sus
discípulos: ¿Cómo es posible un Mesías sin estado?

3. El nuevo Adán
Ahora podemos entender más claramente por qué en el
Nuevo Pacto se llama a Jesús el nuevo Adán, o el hombre
nuevo (1 Co 15:45; Ef 4:24). Lo que encontramos en Jesús es
lo opuesto de aquello que, según el Génesis, caracteriza al
pecado del ser humano ("Adán"). Si la esencia del pecado
de Adán es la ruptura con la gratuidad divina, la
retribución, y la auto­justificación, en Jesús encontramos
todo lo contrario. Si la vida de "Adán" está atravesada por
la retribución, la vida de Jesús se caracteriza por su
opuesto, que es la gratuidad. Como dice el evangelio de
Juan, la gracia surgió (egéneto) por medio de Jesús el
Mesías Un 1:17).
¿Es esto evangelio? Es el principio básico y el comienzo
del evangelio. Sin embargo, todavía no estamos ante el
evangelio en sentido pleno. Y esto por una razón muy
sencilla. Para que sea evangelio tiene que ser una buena
noticia, y tiene que anunciar la venida de un reinado. Y la
buena noticia, y la venida del reinado, todavía no están
6. PRINCIPIO DEL EVANGELIO 49
suficientemente claras si solamente se atiende a la
actividad y al mensaje de Jesús.
Sin duda es algo maravilloso que una persona como
Jesús pueda haber vivido sin la lógica retributiva, mostran­
do gratuidad en todos sus comportamientos y en todo su
mensaje. Sin embargo, ¿qué significa esto para mí? Si se me
pide que yo me comporte de la misma manera, el asunto,
más que una buena noticia, se convierte en una exigencia.
Una exigencia que puede ser terrible si resulta que yo no
puedo vivir de esa manera, por más que lo intente. Una
exigencia divina imposible de cumplir sería una mala
noticia.
Además, y sobre todo, cualquier buena noticia tiene que
hablar de un reinado, no de un rabino crucificado por los
romanos. Un reinado necesita un rey, no un predicador
difunto. Un profeta crucificado, por sí mismo, no es buena
noticia.
La vida de Jesús, antes de su muerte y resurrección, es el
principio del evangelio, no solo en un sentido cronológico,
sino también como su fundamento imprescindible. Sin su
vida libre de retribución no podríamos entender el evan­
gelio. La vida de Jesús nos dice quién es el que murió,
quién es el que resucitó, quién es el que ahora reina. Para
exponer el evangelio, tengo que hablar de Jesús, de cómo
pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos (Hch
10:38).
Sin hablar de Jesús, de su vida, y de su mensaje, no sería
posible entender cuáles fueron las razones por las que
Jesús fue ejecutado. Su vida, libre de retribución, fue una
vida incómoda para sus contemporáneos. Puede que más
incómoda que la de cualquier otro revolucionario porque
50 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Jesús, con su estilo de vida, y con su mensaje, cuestionaba


el fundamento mismo de todos los poderes, que es
precisamente la retribución.
De este modo, el principio del evangelio no es un
principio separable del evangelio. La vida de Jesús, su
mensaje, su actividad, es parte integrante del evangelio. El
principio del evangelio es contenido del evangelio. La vida
libre de Jesús es parte de la buena noticia, es un
fundamento que pertenece a lo fundamentado. Sin
embargo, el principio del evangelio no es todavía el
evangelio completo. De hecho, los cuatro evangelios no nos
narran simplemente la vida de Jesús. Su interés es
hablarnos de algo más: de su muerte por nosotros y de su
resurrección. Esto significa que para que la vida de Jesús se
convierta en evangelio tenemos que dar un paso más.

4. Para la reflexión
• Lee el Sermón del Monte de Jesús (Mateo caps. 5­7) y
señala todos los elementos de gratuidad que ves en el
mensaje de Jesús.
• Aunque el pecado de Adán se caracteriza por la
retribución, eso no quiere decir que nuestra vida no
haya algunos elementos de gratuidad. Pon ejemplos
de gratuidad que veas en la vida de las personas.
• Los judíos pensaban que solamente Dios podía per­
donar. ¿ Crees que es posible perdonar por las propias
fuerzas? ¿Crees que es posible amar al enemigo?
• ¿Qué maneras concretas ves que podamos usar para
ser librados de la lógica retributiva y seguir el ejemplo
de Jesús?
6. PRINCIPIO DEL EVANGELIO 51
• Recuerda cuáles son las tres partes del evangelio,
según vimos en los capítulos anteriores.
7. La palabra de la cruz
n la primera carta a los Corintios Pablo habla del
evangelio como "palabra de la cruz" (1 Co 1:17­18). Si el
evangelio anuncia la muerte de Jesús, su resurrección,
y su reinado, habría que decir que la "palabra de la cruz" se
refiere ante todo al primer elemento del evangelio. Y Pablo
expresamente afirma que esta palabra de la cruz es poder
para los que se salvan. ¿Por qué es poderosa la palabra de
la cruz?

1. El poder del pecado


Tal vez para comenzar a entender el poder del evangelio
podemos comenzar señalando lo que Pablo llama "el poder
del pecado" (1 Co 15:56). Más allá del poder que puedan
tener ciertas faltas morales (como el poder enorme que
tienen las adicciones), aquí se trata del poder del pecado en
general, es decir, del pecado de Adán o pecado del ser
humano. Todo pecado tiene, en su esencia, la misma
estructura del pecado de Adán. ¡Eso significa ser hijos de
Adán!
El pecado, en su esencia fundamental, es poderoso por
todas las consecuencias que tiene. Ya lo hemos visto. El
pecado, como pretensión de auto­justificación, envenena
las relaciones del ser humano con Dios, con los demás
seres humanos, con uno mismo, y con el resto de las
criaturas.
54 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Además el pecado es poderoso porque es una especie de


círculo vicioso. Imaginemos que quisiéramos liberarnos por
nosotros mismos. Si nosotros mismos nos liberáramos a
nosotros mismos del pecado, esta liberación sería un
resultado de nuestras acciones. Y eso significaría que
seguiríamos justificando nuestra vida, ahora nuestra vida
liberada, como resultado de nuestras acciones. Es
justamente lo que se expresa simbólicamente en el libro del
Génesis: el ser humano ("Adán") no puede regresar por sí
mismo al paraíso (Gn 3:24).
Esto implica entonces que el ser humano no puede
lograr por sí mismo la relación originaria con Dios, para la
cual fue creado. Si fuera un "logro" de sus esfuerzos
ascéticos, espirituales, éticos o religiosos, el ser humano
seguiría preso de la misma lógica que le ha separado de
Dios. El ser humano seguiría tratando de justificar su
propia vida por medio de los resultados de sus propias
acciones. Dicho en otros términos: el ser humano, dejado a
sus propias fuerzas, está destinado a la separación eterna
de Dios.
No solo esto. El pecado es un poder porque crea
"poderes". El Nuevo Pacto habla de "poderes, principados,
potestades, tronos", etc. (Ro 8:38; 1 Co 2:8; Ef 3:10; 6:12; Col
1:16) Ya lo vimos. Un poder es cualquier realidad que
utiliza la lógica retributiva para prometernos que, si
hacemos tales cosas, conseguiremos ciertos resultados. Por
eso hay poderes económicos, militares, políticos, religiosos,
etc. De entrada, los poderes son realidades creadas, y
buenas. Pero, como la serpiente del Génesis, se convierten
en poderes opresivos para el ser humano.
En definitiva, el poder del pecado es la "ley" (1 Co 15:56).
No en el sentido de la Ley de Moisés en cuanto expresión
7. LA PALABRA DE LA CRUZ 55
de la voluntad de Dios. Sino más bien en el sentido de que
cualquier ley, incluyendo la ley de Moisés, puede ser
utilizada por la lógica retributiva para auto­justificarnos,
para declarar culpables a las víctimas, o para experimentar
la propia condenación. El poder del pecado es, en este
sentido, la ley de Israel o cualquier otra ley cuando es
utilizada por "lógica retributiva" (Ro 7:7­8).

2. La victoria en la cruz
Pablo nos dice literalmente que los poderosos de este
mundo fueron los que crucificaron a Cristo (1 Co 2:8).
Ciertamente, el texto parece aludir no solo a Caifás, Pi lato,
y compañía. Los poderosos de este mundo es un término
mucho más genérico. Y es que, cualquier poder concreto de
este mundo no es, en el fondo, más que una plasmación de
la misma lógica retributiva que está detrás de todos los
poderes de este mundo. O, si se quiere, detrás de cualquier
poder concreto, basado en la lógica retributiva, está el
mismo poder del pecado, que utiliza la lógica retributiva
para oprimir a la humanidad.
Sin embargo, la muerte de Jesús se interpreta como una
victoria sobre los poderes. ¿Por qué? Habría que decir
simplemente: porque Dios estaba con Jesús, el Mesías.
Veamos esto más despacio.
Desde el punto de vista de la lógica retributiva, que es la
esencia del pecado, se podría pensar lo siguiente: Jesús
habría sido abandonado por Dios, porque no se merecería
haber sido rescatado de la muerte, por más que clamó
pidiendo el socorro de Dios (Mt 26:39; 27:46). Jesús habría
sido un falso profeta, un pecador, o simplemente alguien
no suficientemente justo como para ser ayudado por Dios.
56 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

En esta perspectiva, Dios sería uno de esos poderes que


garantizan la correspondencia entre las acciones humanas
y sus resultados, dando a cada quien su merecido. Y Jesús
sería uno más de las muchas personas que en la historia no
merecieron ser auxiliadas por Dios.
Ahora bien, imaginemos que esto no fuera así. En lugar
de haber abandonado a Cristo, los cristianos sostuvieron lo
contrario: que Dios estaba en Cristo reconciliando el
mundo consigo (2 Co 5:19). Si esto es así, si Dios estaba al
lado de Cristo, hay una consecuencia inevitable: Dios no
funciona de acuerdo con la lógica retributiva. Como ya
sabía el viejo Job, Dios está más allá de nuestros esquemas
sobre la retribución (lob 38:1­41 :34). No solo eso. Dios está
del lado de los presuntamente abandonado por Dios. La
lógica retributiva no tendría ninguna validez como modo
humano de relacionarnos con Dios.
Esto es justamente lo que afirma la carta a los Colosen­
ses:
"Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente
con él, habiéndoos perdonado todos los delitos, habiendo
cancelado el documento de deuda que consistía en
decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha
quitado de en medio, clavándolo en la cruz" (Col 2:13­14).

La imagen habla de un documento de deuda que nos es


adverso. En un sentido estrecho, se puede referir a la Ley
de Moisés. Pero a la Ley de Moisés en cuando usada
dentro de la lógica retributiva, es decir, manipulada por el
pecado, como dice Pablo (Ro 7:7­8).
En este sentido, lo que está en juego es la lógica retri­
butiva misma. Esta lógica retributiva, que es la esencia del
pecado de Adán, es comparada a un documento de deuda
7. LA PALABRA DE LA CRUZ 57
en el cual hay decretos contra nosotros. Es decir, un docu­
mento en el que se lleva cuenta de los delitos, y se
establecen las retribuciones que merecemos.
Pues bien, según el texto, ese documento fue destruido
en la cruz. Si Dios estaba en Cristo, la muerte de Cristo ha
invalidado la lógica retributiva misma. No sólo Dios no
funciona de acuerdo con esa lógica, sino que Dios, en la
cruz, ha desactivado la estructura íntima del pecado
humano, que era la lógica adámica. Por eso la cruz
significa que Dios ha perdonado todos nuestros delitos, y
que nos da una nueva posibilidad de vida, más allá del
"viejo hombre".
No solo eso. El versículo siguiente dice también algo
importantísimo. La muerte de Cristo es una victoria sobre
los poderes:
"Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo
de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos
por medio de El" (Col 2:15).

La imagen es puro "evangelio", en el sentido de que nos


presenta a un rey que en su desfile triunfal exhibe pública­
mente a los enemigos derrotados, como era común en el
mundo antiguo. La razón de la victoria es obvia. Los
poderes de este mundo, como vimos, se basan en la lógica
retributiva. Al anular la lógica retributiva, esos poderes han
quedado "despojados" de su fundamento. Por más que
sigan presentes en la historia, para aquellos que creen en
ellos, en realidad son poderes ya vencidos.
Hay todavía algo más. El siguiente versículo, en la
misma carta, nos dice también que la victoria de Cristo
hace inútil todas las construcciones religiosas:
58 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

"Por tanto, que nadie se constituya en vuestro juez con


respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o
luna nueva, o día de reposo" (Col 2:16).

De nuevo, la razón es la misma. La religión, en cuanto


construcción humana, se funda en la lógica retributiva. El
ser humano trata de llegar a Dios mediante sus propios
méritos. De ahí los esfuerzos ascéticos, meditativos, etc.,
que caracterizan a toda religión. De ahí la necesidad de
guardar normas sobre alimentos, días de fiestas, o lo que
sea. Pero todo eso ha sido abolido en la cruz de Cristo. La
buena noticia también proclama nuestra Libertad respecto a
toda religiosidad.

3. Para reflexionar
• Pon algunos ejemplos de una relación "religiosa" con
Dios, en el sentido de una relación con Dios basada en
la lógica retributiva.
• ¿Has pensado alguna vez que tú te puedes salvar a ti
mismo mediante tus esfuerzos religiosos?
• ¿Has querido relacionarte con Dios mediante la lógica
retributiva? ¿Cómo fue?
• ¿Por qué crees que la cruz nos salva de la lógica
retributiva?
• ¿En qué sentido se puede decir que la cruz nos limpia
del pecado de Adán (el pecado fundamental de la
humanidad)?
8. El evangelio de vuestra salvación

legados a este punto, podemos entender perfectamente


que el evangelio sea llamado "evangelio de vuestra
salvación" (Ef 1 :13). La salvación es un rescate, una
liberación. Se trata de un rescate respecto al poder del
pecado, y un rescate respecto a todos los poderes fundados
en el pecado. Seguimos entonces con el primer elemento
del evangelio: la muerte de Jesús por nuestros pecados.

1. El perdón de los pecados


La cancelación de la lógica retributiva ("el acta de los
decretos que había contra nosotros, y que nos era
contraria") significa el perdón de los pecados. Démonos
cuenta de que se trata de un perdón radical. Cuando se
perdona una acción concreta, se cancela la voluntad de
retribuir al ofensor por esa acción. Se renuncia a vengarse,
a retirar la palabra, a dañar la imagen del ofensor, etc.
En el caso de la anulación de la lógica retributiva
("pecado de Adán") el perdón es radical, porque no se
refiere a una acción concreta. Lo que se cancela es la lógica
retributiva en general. Si Dios estaba en la cruz de Cristo,
no solamente ha anulado la retribución de una acción
concreta, sino que ha anulado toda retribución. Por eso la
cruz significa el perdón de todos los pecados por parte de
Dios.
En la carta a los Romanos, Pablo dice, citando el Salmo
32:
60 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido


perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Bien­
aventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará
en cuenta" (Ro 4:7­8).

Es interesante observar que el texto literalmente dice "no


tomará en cuenta", en tiempo futuro. Esto no se ve en todas
las traducciones, pero es lo que dice el texto griego. Es
decir, el perdón de Dios cubre todos los pecados, presentes,
pasados y futuros. La razón es obvia: se ha cancelado la
lógica retributiva, y por lo tanto no hay impedimento para
el perdón.
Dicho en otros términos: en la cruz Dios ha hecho todo
lo necesario para alcanzar la completa reconciliación con la
humanidad (Ro 5:10­11). Dios estaba en Cristo reconcilian­
do el mundo consigo (2 Co 5:19).

2. El sacrificio de la cruz
En la cita de Romanos, que a su vez era una cita del
Salmo 32, se nos dice que los pecados han sido "cubiertos"
(Ro 4:7). Se trata de una imagen del Antiguo Pacto, que
equivale a perdonar. En la religión de Israel, la "cubierta"
(kapporet) del arca de la alianza pasó a tener un significado
ligado a la expiación, posiblemente por el papel que el arca
y su cubierta desempeñaba en el rito de expiación de los
pecados (Lv 16). De ahí que el "cubrir" los pecados fuera
asociado al lenguaje de los sacrificios del templo. Por eso la
cubierta del arca de la alianza fue designada, en griego, con
un término que significa "propiciatorio" o "propiciación"
(hilasterion).
En la carta a los Romanos, por ejemplo, se nos habla de
la muerte de Cristo como "propiciación" (Ro 3:25). En
general, en el Nuevo Pacto aparece repetidamente la idea
8. EL EVANGELIO DE VUESTRA SALVACIÓN 61
de la muerte de Cristo como un sacrificio (Ef 5:2). En este
contexto del lenguaje sacrificial, se habla también de la
sangre de Cristo, entendida ahora como alternativa y
superación de los sacrificios que se ofrecían en el Antiguo
Pacto (Heb 9:4).
Ahora podemos preguntarnos qué quiere decir que la
muerte de Cristo sea un "sacrificio". ¿Sigue en pie la reli­
gión sacrificial? ¿Es Dios un Dios que requiere sacrificios
para ser aplacado?
No se trata de eso. El asunto es el siguiente. La muerte
de Jesús tiene un parecido formal con algunos de los
sacrificios que encontramos en las religiones, y también en
el Antiguo Pacto. En primer lugar, hay una víctima, que en
este caso es Jesús mismo. Y, en segundo lugar, tiene lugar
aquello que se suele esperar de los sacrificios expiatorios,
que es precisamente el perdón. La muerte de Jesús trae
perdón y reconciliación, tal como hemos visto.
Sin embargo, esto no significa que Dios sea una
divinidad pagana, sedienta de sangre. Al contrario. Lo que
sucede con la muerte de Jesús en la cruz es más bien la
superación de todo sacrificio. Y la razón es muy sencilla: la
lógica interna de los sacrificios es la lógica retributiva. En
ciertos sacrificios, se dan cosas a Dios esperando que Dios
nos dé algo a cambio. O, en los sacrificios expiatorios, se
traslada a un animal el castigo que uno cree merecer para
así lograr la reconciliación con la divinidad. Por eso Caín y
Abel, hijos de Adán y Eva, ofrecían sacrificios a Dios, sin
que Dios se los pidiera.
Al anular la lógica retributiva, que es el pecado
fundamental de la humanidad ("Adán"), todo sacrificio que­
da anulado. En el cristianismo originario no se necesitan
62 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

más sacrificios. Esto es justamente lo que insistentemente


defiende la carta a los Hebreos. Jesús sería el sumo
sacerdote de un nuevo pacto, pues su sacrificio, realizado
"de una vez por todas", habría hecho inútiles todos los
sacrificios (Heb 7:26­28; 9:23­28; 10:11­18). Ya no se necesi­
tan sacrificios. Dios ha puesto fin para siempre a toda
religión sacrificial.

3. Herido por nuestras transgresiones


En esta misma perspectiva, podemos entender que el
cristianismo aplique a Jesús las profecías sobre el sufri­
miento del "siervo del Señor". Se trata de profecías que,
significativamente, se encuentran en la segunda parte del
libro de lsaías, es decir, en el "Libro de la consolación de
Israel". Y están a continuación del pasaje que ya vimos
sobre el mensajero que viene por los montes proclamando
las buenas noticias. El texto dice así:
"Ciertamente él llevó nuestras enfermedades, y cargó
con nuestros dolores. Con todo, nosotros le tuvimos por
azotado, por herido de Dios y afligido. Pero él fue herido
por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniqui­
dades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre él, y por
sus heridas hemos sido sanados" (Is 53:4­5).

De nuevo no estamos ante un Dios que, lleno de deseos


de retribución, tiene que castigar a alguien, y entonces
castiga a Jesús. Se trata de algo muy distinto. Y es que la
muerte de Jesús significa que Dios mismo, que estaba en
Cristo reconciliando el mundo consigo, carga con la lógica
retributiva, para desactivarla en la cruz. Y esa lógica retribu­
tiva es el pecado fundamental de la humanidad, o pecado
de Adán. Dicho en otros términos: es la estructura íntima
8. EL EVANGELIO DE VUESTRA SALVACIÓN 63
de todo pecado. De este modo, todo pecado está, en su
esencia, representado en la cruz de Cristo.
No solo está representado. Desde el punto de vista de la
lógica retributiva, Jesús fue alguien abandonado por Dios y
alguien que merecía ese destino. Desde el punto de vista de
la lógica retributiva, Jesús fue un "maldito" (Gal 3:13). O,
dicho en términos semejantes, Jesús fue "hecho pecado" (2
Co 5:21). Ahora bien, si Dios estaba en Jesús, precisamente
la lógica que lo declara maldito queda anulada por parte de
Dios.
También podemos verlo de esta manera: el pecado de
Adán consistía, como vimos, en fiarse de las criaturas (¡de
la serpiente!) en lugar de fiarse de Dios. Era, por así decirlo,
un rechazo de Dios. Cada vez que el ser humano quiere
justificarse a sí mismo, rechaza a Dios. Por eso, del primer
y principal pecado del que el Espíritu Santo tiene que
convencer a cualquier persona es del pecado de no haberse
fiado de Dios Un 16:8­9). No fiarse de Dios es rechazar Dios,
y su gracia, para fundamentar la propia vida en los propios
méritos.
En la cruz, Cristo ha cargado con ese rechazo de Dios.
Pero, en lugar de devolver mal por mal (como pediría la
lógica retributiva), Jesús ofreció perdón a los que le tortu­
raban. De nuevo en la cruz se destruye la lógica íntima de
todo pecado, y se nos muestra el verdadero rostro de Dios.
Un Dios que carga con el pecado, y un Dios que ofrece
perdón y reconciliación a toda la humanidad, incluyendo a
los verdugos de Jesús.
64 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

4. Para reflexionar
• Lee lsaías 52 y 53, y medita en el perdón de Dios.
• ¿Cuál crees que es la verdadera imagen de Dios: un
Dios sediento de sangre o un Dios que hace salir el sol
sobre justos e injustos?
• Trata de decir con tus palabras por qué la muerte de
Cristo pone fin a todo sacrificio.
• ¿En qué sentido se puede decir que Jesús cargó con
todos los pecados?
• Recuerda cuáles son los tres elementos esenciales del
evangelio.
9. El testimonio de la resurrección
n los capítulos anteriores hemos comentado la afir­
mación cristiana de que Dios estaba en Cristo
reconciliando el mundo consigo (2 Co 5:19). Sin esta
afirmación, difícilmente podríamos pensar que la muerte
de Jesús signifique una victoria sobre el pecado. De hecho,
más bien se podría ver a Jesús como alguien que simple­
mente fue abandonado por Dios.
Ahora bien, ¿de dónde sacaron los primeros cristianos la
idea de que Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo
consigo? Para entender esta afirmación, tenemos que ver el
segundo elemento del evangelio. Se trata de la resurrección
de Jesús.
De hecho, sin la resurrección de Jesús, difícilmente
podríamos entender que el evangelio sea una buena noticia.
Es más, el pasaje sobre el sufrimiento del siervo del Señor,
que era la continuación de las "buenas noticias" profetiza­
das por lsaías, culmina justamente afirmando la exaltación
del siervo del Señor (lsaías 53:10­12). ¡Algo anunciado
cientos de años antes de Jesús!
El mensaje gozoso de los primeros cristianos proclamaba
el "testimonio de la resurrección" de Jesús (Hch 4:33). ¿Qué
significa la resurrección de Jesús?

1. El adelanto del fin


La resurrección se ha de entender desde su trasfondo en
el Antiguo Pacto. El pueblo hebreo siempre esperó que la
66 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

fidelidad de Dios se mostrara en su historia. A diferencia


de otras religiones, que se enfocan en algún tipo de
supervivencia del alma después de la muerte, la fe hebrea
se centró en la historia.
Desde el Éxodo, el Dios de Israel es un Dios que actúa
poderosamente en la historia humana. Israel no esperaba
un consuelo individual para después de la muerte, sino la
libertad y la supervivencia del pueblo. Por eso son tan
escasas las referencias a la supervivencia individual que
podemos encontrar en el Antiguo Pacto.
Sin embargo, en la religión de Israel se fue desarrollando
una esperanza que, de alguna manera, unificaba la
restauración del pueblo en la historia con la restauración
de los difuntos. Los profetas de Israel fueron proclamando
magníficas visiones del futuro, en las que se incluían
también a las generaciones pasadas, incluyendo a quienes
habían sido oprimidos, derrotados, humillados y
asesinados a lo largo de la historia.
Un buen ejemplo es el capítulo 37 del libro de Ezequiel.
Allí el profeta ve un valle lleno de huesos secos a los que el
Espíritu vuelve a dar vida, restaurando su carne, y para
unirlos al pueblo redimido por Dios. Otro ejemplo es el
libro de Daniel, donde se profetiza una liberación del
pueblo que incluirá a los difuntos, que brillarán como las
estrellas (Dan 12:1­3).
La resurrección de Jesús fue entendida por los primeros
cristianos como una especie de adelanto de la resurrección
final. Los primeros cristianos "anunciaban en Jesús la
resurrección de entre los muertos" (Hch 4:2). Es decir, en
Jesús comenzaba la esperada resurrección de los muertos.
Jesús sería las "primicias" o primeros frutos (1 Co 15:20.23)
9. EL TESTIMONIO DE LA RESURRECCIÓN 67
de la resurrección general, el "primogénito" de entre los
muertos (Col 1 :18).
¿Por qué anunciaban esto?

2. Los testigos
Mientras que la idea de una inmortalidad del alma es
algo más o menos común en la historia de la humanidad,
la afirmación de la resurrección de un difunto es algo que
rompe con toda la experiencia humana sobre la muerte. Es
algo que solamente se podría explicar como una acción de
Dios. El mismo Creador de los cielos y de la tierra habría
decidido comenzar algo así como una recreación de la
humanidad, una nueva creación.
El cristianismo primitivo basaba su afirmación en la
existencia de testigos. No testigos del hecho mismo de la
resurrección, sino testigos de las apariciones del resucitado.
Pablo, en su presentación del evangelio, habla de la
existencia de cientos de testigos, incluido él mismo, a los
que todavía se les podía ir a preguntar por lo que habían
experimentado (1 Co 15:4­8).
¿En qué medida estos testigos son fiables? ¿No se podría
tratar de una especie de engaño hecho por los primeros
cristianos para ocultar el fracaso de Jesús en la cruz? ¿No
podrían ser alucinaciones o ensoñaciones con las que
muchas personas lidian con la pérdida de un ser querido?
Hay varios motivos para pensar que esto no era así.
1. Desde el principio hay una multitud de testigos. No es
algo que haya experimentado una sola persona.
2. Las presuntas "contradicciones" en los relatos que
encontramos en los distintos evangelios muestran esta
pluralidad de testigos. No se trata de un mismo relato de
68 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

un testigo, luego copiado por otros, sino que estamos


ante relatos originariamente diferentes.
3. Los relatos de la resurrección no contienen citas del
Antiguo Pacto, algo que se podría esperar si los que
compusieron los relatos estuvieran inventado sus
historias. Los relatos todavía están frescos, y no están
adornados con citas.
4. Entre los testigos de la resurrección que aparecen en los
cuatro evangelios destacan las mujeres. Pero las mujeres
no eran testigos válidos en el mundo judío ni gentil. Si
los relatos hubieran sido inventados, se hubieran
buscando testigos varones.
S. Nadie esperaba la muerte y resurrección del Mesías.
Desde el punto de vista usual de Israel, un Mesías
muerto prematuramente sería un falso Mesías. Simple­
mente habría que esperar a otro.
6. Para hablar de alucinaciones propias del duelo, existen­
tes en todas las culturas, los primeros cristianos podrían
haber recurrido a relatos sobre sueños o espíritus. Sin
embargo, usaron un lenguaje concreto, referido al
cuerpo.
7. En las alucinaciones propias del duelo, los difuntos
suelen aparecer dando consuelo y despidiéndose de los
seres queridos. Jesús, por el contrario, da una misión a
sus discípulos: anunciar el evangelio.
8. Las experiencias con el resucitado no entran en los
patrones disponibles para los judíos. El cuerpo de Jesús
no se presenta como un cuerpo físico revivificado (al
estilo de Ezequiel 37), ni tampoco brilla como las estre­
llas (al estilo de Daniel 12). En lugar de seguir patrones
usuales, los testigos hablan de un cuerpo extraño, que se
9. EL TESTIMONIO DE LA RESURRECCIÓN 69
reconoce y no reconoce, que se puede tocar, pero al
mismo tiempo aparece y desaparece súbitamente. Un
relato inventado hubiera utilizado los patrones disponi­
bles.
9. Las ideas sobre el destino de los difuntos suelen ser muy
estables en las culturas, incluso cuando otras ideas
cambian. Los primeros cristianos se vieron obligados a
transformar sus ideas sobre la muerte y la resurrección,
entendiendo la resurrección de Jesús como un adelanto
de la resurrección final.
Esto no es una "demostración científica" de la resurrec­
ción. Pero tampoco se puede demostrar científicamente
que la resurrección no tuvo lugar. A lo sumo, se podría
mostrar que la resurrección no forma parte de nuestra
experiencia usual, y por lo tanto es sumamente improbable.
Ahora bien, de eso exactamente habla el cristianismo: la
resurrección como un hecho inaudito, solamente posible
como una nueva creación, iniciada por el mismo Dios que
creó el universo entero.
La resurrección sigue requiriendo la fe en un testimonio.
Jesús le dice a Tomás, en el evangelio de Juan: "¡dichosos
los que no vieron y creyeron!" Un 20:29). La fe nos pone en
una relación nueva con Dios, que no está basada en lo que
podemos controlar, sino en la confianza. Mientras que
"Adán", el viejo hombre, solamente acepta lo que está bajo
su control, la nueva relación con Dios se funda en la fe, es
decir, en la confianza en él. De ahí que sean más
bienaventurados los que creen sin "pruebas".
Por otra parte, la resurrección se refiere a la realidad
completa de Jesús, incluyendo su cuerpo. En el mundo
hebreo no se esperaba la inmortalidad del alma, sino la
70 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

resurrección del cuerpo. Esto no quiere decir que el cuerpo


resucitado sea igual que nuestro cuerpo físico actual, como
en la visión de Ezequiel. Todo lo contrario. El Nuevo Pacto
habla justamente de un "cuerpo espiritual" (1 Co 15:44), sin
explicarnos más en qué consiste tal cuerpo. Es algo que
pertenece a la realidad del nuevo mundo, inaugurado por
el Mesías.
Ahora bien, la resurrección, por muy adelantada que
esté en Jesús, no significa por sí misma que Jesús sea
alguien divino. Israel esperaba la resurrección de todos los
seres humanos, o de todos los justos. Esto no los convertía
en seres divinos. Sin embargo, el evangelio afirma que Dios
estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo. ¿De
dónde sale esta afirmación? Es lo que tenemos que ver a
continuación.

3. Para la reflexión
• Recuerda cuáles son los tres elementos del evangelio.
• Lee Eze 37. ¿ Qué te llama la atención del texto?
• ¿Qué significa que en Jesús se adelanta la resurrección
de los muertos?
• ¿Te parece que el testimonio de la resurrección es un
testimonio creíble?
• ¿Se puede demostrar científicamente la resurrección?
• Lee Juan 20:19­29. ¿Por qué son más bienaventurados
los que creen sin ver?
10. El evangeliodel Mesías

I evangelio es descrito con frecuencia en el Nuevo


Pacto como "el evangelio de Cristo" (Ro 15:19; 1 Co
9:12; 2 Co 2:12; 9:13; 10:14; Ga 1:7; Flp 1:27; 1 Ts 3:2).
Literalmente, como sabemos, esto significa "evangelio del
Mesías". Y el Mesías es el ungido para ser rey. Estamos
entonces en el tercer elemento del evangelio: el evangelio
como anuncio del reinado. Ahora bien, ¿cómo se pasa de la
resurrección de Jesús al anuncio del reinado?

1. La entronización mesiánica
Lo decisivo es que el cristianismo primitivo entendió la
resurrección de Jesús como una entronización del Mesías.
Durante la vida terrena de Jesús, su identidad como Mesías
no había sido aceptada por todos. Jesús parece haber
preferido ocultarla, tal vez para evitar el equívoco de
considerarle como un aspirante a configurar Israel como
un estado independiente Un 6:15). Algunos le consideraron
como un falso profeta. Otros le vieron como un verdadero
profeta, e incluso algunos le aceptaron como Mesías (Me
8:27­30). Ahora bien, los que le querían ver como Mesías no
entendían que Jesús no se portara como un candidato a
monarca Un 7:1­9).
En cambio, su resurrección de Jesús dejó todo claro para
los discípulos. Jesús era el primero de los resucitados, el
primogénito de entre los muertos, y de este modo, quedaba
situado a la cabeza del pueblo de Dios. Mediante la
72 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

resurrección de Jesús, Dios habría declarado que Jesús era


realmente el Mesías. Esto es justamente lo que nos dice
Pablo en su presentación:
"Pablo, siervo del Mesías Jesús, llamado a ser apóstol,
separado para el evangelio de Dios, el cual él había
prometido por medio de sus profetas en las Escrituras
Santas, acerca de su Hijo, el que era de la si miente de
David según la carne, el que fue declarado Hijo de Dios
en poder según el Espíritu de Santidad por la resurrec­
ción de entre los muertos: Jesús Mesías, el Señor nuestro"
(Ro 1:1­3).

Para entender correctamente esta afirmación, hay que


tener en cuenta que, en el judaísmo del tiempo de Jesús, y
de Pablo, "hijo de Dios" todavía no significaba, como para
los cristianos posteriores, la segunda persona de la Trini­
dad. "Hijo de Dios", o "hijo del Bendito", era una manera
usual de referirse al Mesías.
Con ello, los judíos no daban a entender que el Mesías
fuera una persona divina, sino simplemente se referían a
una vinculación especial del Mesías con Dios. Este modo
de hablar del Mesías se basaba en la profecía de Natán a
David, interpretada en clave mesiánica. Allí se decía que el
hijo de David sería como un hijo para Dios, y que Dios
sería como un padre para él (2 Sam 7:14).
Por eso, cuando el sumo sacerdote le preguntó a Jesús si
era hijo del Bendito, no le estaba preguntando si era la
segunda persona de la Trinidad, sino solamente le estaba
preguntando si era el Mesías (Me 14:61). Del mismo modo,
cuando Pedro, antes de la resurrección, afirmaba que Jesús
es "el hijo del Dios viviente" (Mt 16:16), todavía no le
estaba reconociendo su carácter divino, sino que simple­
mente lo estaba aceptando como Cristo (Mesías), tal como
10. EL EVANGELIO DEL MESÍAS 73
se ve en ese mismo texto y en sus paralelos, en los que
simplemente se habla de Jesús como Mesías (Me 8:29; Le
9:20).
De entrada, lo que el texto de Pablo nos dice, por tanto,
es que jesús fue declarado Mesías por La resurrección de Los
muertos. Y esto tiene importantes consecuencias, que
llevarán a reconocer a Jesús no solo como Mesías, sino
también como la Palabra eterna de Dios, como su Hijo
unigénito. Veamos esto más despacio.

2. A la diestra de Dios
El que Jesús fuera declarado como Mesías por su
resurrección no significa todavía que Jesús tuviera un
carácter divino. Nadie pensaba en el tiempo de Jesús que el
Mesías hubiera de ser algún tipo de ser divino. El Mesías
sería simplemente un rey ungido, que restauraría la
dinastía de David, devolvería la independencia al estado de
Israel, vencería a los paganos, inauguraría una era de
abundancia y justicia, etc. Sería un ser humano
excepcional, guiado y protegido por Dios, pero nada más.
Ahora bien, Jesús no había predicado tal Mesías, ni
había querido presentarse como tal. Más bien Jesús había
predicado el reinado de Dios. Y con esto conectaba con
importantes tradiciones de Israel, recogidas en el Antiguo
Pacto. Como vimos, para Israel, si Dios es rey, no hay
mucho Lugar para otros reyes. La monarquía había sido
considerada en gran medida como culpable de una
idolatría que se podría ver como casi intrínseca a la misma,
desde el momento que introduce otros señoríos, distintos
del señorío de Dios.
74 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Uno puede preguntarse qué sucede entonces con Jesús.


Si Jesús es el Mesías, ¿no tenemos de nuevo el mismo
problema que Jesús, y los profetas, habían querido evitar?
¿No tenemos ahora alguien que ejerce el reinado sobre
Israel, aparte de Dios? ¿No tenemos de nuevo la intro­
ducción de un nuevo señorío, distinto del señorío de Dios?
La respuesta del cristianismo primitivo fue distinta.
Cuando Pablo, el escritor más antiguo del Nuevo Pacto, se
dirige a los cristianos de Roma, a los que todavía no
conocía, da por supuesto que estos cristianos consideran,
igual que él mismo, que Jesús el Mesías está sentado a la
derecha de Dios (Ro 8:34). No es algo que Pablo tuviera que
explicar, sino era algo que todos los primeros cristianos
,
creian.
Se trata de una expresión que los primeros cristianos
tomaron del salmo más citado en todo el Nuevo Pacto (Sal
110:1), que sirvió para entender el lugar especial en que la
resurrección había situado al Mesías. La imagen de Jesús a
la diestra de Dios aparece frecuentemente en el Nuevo
Pacto (Me 16:19; Le 22:69; Hch 2:37; 5:31; 7:55s; Col 3:1, Heb
10:12; 12:2; 1 Pe 3:22), y sirvió para entender de un modo
nuevo la realidad de Jesús.

3. Un solo reinado
Todavía tendremos que analizar más detenidamente
todas las implicaciones de esta imagen de Jesús "a la
diestra de Dios". Por de pronto, lo que la imagen quiere
decir es que no estamos ante un reinado del Mesías distin­
to o independiente del reinado de Dios. Jesús, sentado
junto a Dios, ejerce el reinado de Dios. El reinado del
Mesías es el mismísimo reinado de Dios. Esto es lo que nos
dice Pablo en su presentación del evangelio: Jesús ejerce "el"
10. EL EVANGELIO DEL MESÍAS 75
reinado, para entregarlo finalmente al Dios y Padre (1 Co
15:24). No son dos reinados, sino uno solo.
A veces se ha dicho muy superficialmente que Jesús
anunció el reinado de Dios, y que el cristianismo habría
anunciado a Jesús como Cristo, y que esto sería algo
completamente distinto. Este tipo de afirmaciones ignoran
el significado mismo de la palabra "Cristo", y pasan por
alto la fundamental continuidad, sin la cual no se puede
entender el evangelio. Jesús anunció el reinado de Dios, y
este mismo reinado es el que ejerce el Mesías. ¡En eso
mismo consiste el evangelio!
El cristianismo primitivo expresó esta unidad de un solo
reinado utilizando a veces una imagen muy expresiva.
Jesús no sólo estaría sentado a la derecha de Dios. Estaría
sentado en el mismo trono de Dios. El trono del reinado
divino es justamente "el trono de Dios y del Cordero" (Ap
22:1­3).
Para muchos judíos del tiempo de Jesús, ni los patriarcas
ni los arcángeles se podían acercar al trono de Dios. En
cambio, según los primeros cristianos, el Mesías está
sentado en el mismísimo trono de Dios. Es una manera de
decirnos que no hay dos reyes, ni dos reinados. Se trata de
un solo y único reinado, y por eso hay solamente un trono.
Esto significa entonces que, para el cristianismo primiti­
vo, anunciar a Jesús como Mesías, anunciar "evangelio de
Cristo", no era algo distinto de anunciar el reinado de Dios.
El Mesías es el rey ungido que reina desde el trono de Dios,
porque solamente hay un reinado, y este reinado es el
mismo reinado de Dios, anunciado por la Ley, por los
profetas, y por Jesús mismo desde el principio de su
ministerio.
76 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

El libro de los Hechos nos presenta muchas veces a lo


largo de sus páginas el anuncio que los primeros cristianos
hacían de Jesús como Mesías. Pero el mismo libro también
nos habla de que los cristianos anunciaban las buenas
noticias del reinado de Dios (Hch 8:12; 14:22; 19:8; 28:23.31).
Además, en varias ocasiones se ve que ese anuncio del
reinado de Dios es también el anuncio de Jesús como
Mesías (Hch 8:12; 28:23.31).
Significativamente, el libro de los Hechos termina con
Pablo "predicando el reinado de Dios y enseñando todo lo
relativo al Señor Jesús el Mesías" (Hch 28:31). Se trata del
resumen de la predicación cristiana, en el que se nos
muestra claramente que estamos ante un solo reinado: el
único reinado de Dios, ejercido por jesús el Mesías.

4. Para la reflexión
• Lee el Salmo 110. ¿Por qué crees que es el salmo más
citado del Nuevo Pacto?
• ¿Por qué piensas que Jesús no quiso proclamarse
públicamente como rey ungido o Mesías?
• ¿Por qué crees que Jesús fue proclamado claramente
como Mesías después de la resurrección?
• ¿Hay una contradicción entre anunciar el reinado de
Dios y anunciar a Jesús como Mesías? ¿Por qué?
11. El evangelio de nuestro Señor Jesús

n la segunda carta a los Tesalonicenses, el evangelio es


llamado "evangelio de nuestro Señor Jesús" (2 Ts 1 :8).
Es significativo el uso del término "Señor" aplicado a
Jesús. Al hacerlo, no solamente se está aludiendo al señorío
de Jesús, sino que se está poniendo a Jesús dentro del
monoteísmo del Dios de Israel. Veamos esto más despacio.

1. El Señor Jesús
En el Antiguo Pacto, el nombre de Dios revelado a
Moisés consta de cuatro consonantes: YHWH (Ex 3:14­15).
Originalmente, el hebreo escrito, como otras lenguas
semíticas, no usaba más que las consonantes. No había
vocales. Por eso es difícil saber como se pronunciaba.
Debido varias razones históricas, en muchas biblias
aparece el término "jehovah'' o "Jehová". Pero es probable
que la pronunciación originaria fuera algo parecido a
"Yáh
a ue h" .
Con el tiempo, para muchos judíos resultaba poco
piadoso pronunciar el nombre de Dios, pues se corría el
peligro de usar su nombre en vano. Cuando leían las
Escrituras, en lugar de pronunciar el nombre de Dios,
decían "mi Señor". Esta es la razón por la que, en algunas
Biblias, encontramos la expresión "Señor" donde otras
Biblias dicen "Jehovah". De hecho, la costumbre de
traducir YHWH por "Señor" es muy antigua. Ya antes del
tiempo de Jesús, las traducciones del Antiguo Pacto,
78 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

hechas por judíos de lengua griega, decían "Señor" (Kyrios)


donde en hebreo aparecía el nombre de Dios.
Los escritores del Nuevo Pacto, cuando consultaban los
escritos del Antiguo Pacto en lengua griega, no se
encontraban con palabras como "Jehová" o "Yahvé". Lo que
tenían en sus Escrituras era simplemente "el Señor"
(Kvrios). Por así decirlo, el nombre de Dios era "el Señor".
Significativamente, los primeros cristianos también
llamaron a Jesús "el Señor". ¡Esto es sorprendente! Cuando
en el Nuevo Pacto se habla de Jesús como "Señor", se le
está aplicando la expresión que los judíos usaban para
referirse al mismo Dios. Llamar a Jesús "Señor" era como
llamarle "YHWH" o llamarle "Jehová".
No se trata de una casualidad o de un malentendido. Los
escritores del Nuevo Pacto sabían muy bien lo que hacían
al llamar a Jesús "Señor". Hay múltiples casos en los que se
toma una cita del Antiguo Pacto, en la que se decía, por
ejemplo, que "todo el que invoque el nombre de YHWH (el
Señor) será salvo" Ul 2:32), y se aplicaba esta cita a jesús.
Cuando Pablo dice "todo el que invoque el nombre del
Señor será salvo" (Ro 1 O: 13) está pensando precisamente en
jesús, como se ve fácilmente por el contexto.
¿Cómo ha sido posible esta identificación entre Jesús y
"el Señor" del Antiguo Pacto? ¿Qué significa esta identifi­
cación?

2. No hay otros señores


La identificación tiene una raíz muy clara, a la que ya
hemos aludido. Para el cristianismo primitivo, no hay dos
reinados, sino solamente uno. El mesiazgo de Jesús es el
señorío de Dios. Es decir, hay un solo señorío. El señorío de
11. EL EVANGELIO DEL NUESTRO SEÑOR JESÚS 79
Dios es el señorío del Mesías Jesús. Este único señorío es
precisamente el que lleva a asociar a Jesús a Dios, hasta tal
punto de que solamente hay un trono, y solamente hay un
Señor (Ef 4:5).
Tal vez nos puede ayudar a entender esto el hecho de
que los hebreos no pensaban, como los griegos, en
términos de sustancias, sino en términos de actividad. No
hay dos actividades de reinar, la de Dios y la de Jesús, sino
una única actividad. Si solamente hay una actividad de
reinar, solamente hay un Señor. De ahí la identidad de
Jesús con Dios. No es que Jesús sea otro Dios, distinto del
Padre, sino que jesús mismo pertenece al único reinar eterno
de Dios.
De este modo, lo que hicieron los primeros cristianos a
situar a Jesús en la divinidad de Dios fue defender una
tesis típicamente hebrea: solamente hay un Señor, porque
solamente hay un señorío, y solamente hay un reinado.
Desde el punto de vista de la Escritura, el señorío de Dios
cuestiona la existencia de todo otro señorío. Si Jesús es
Mesías, solamente lo puede ser si su mesiazgo, su señorío,
es el mismo y único señorío de Dios.
De este modo, los cristianos primitivos no estaban
"traicionando" el mensaje de Jesús sobre el reinado de Dios.
Todo lo contrario: igual que Jesús había predicado el
reinado exclusivo y directo de Dios sobre su pueblo,
también los primeros cristianos rehusaron convertir a Jesús
en una especie de ser intermedio, distinto de Dios, que
ejercería el reinado en nombre de Dios. Si hubieran hecho
eso, entonces sí habrían traicionado el mensaje de Jesús y
de los profetas sobre un reino directo de Dios sobre su
pueblo.
80 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

De ahí que los cristianos, al incluir a Jesús en el


monoteísmo único del Dios, están tratando de ser fieles al
monoteísmo exclusivo de Israel, y al mensaje de Jesús
sobre el reinado directo y exclusivo de Dios. El Mesías
Jesús no es otro señor distinto de Dios, sino que jesús es
Señor. Jesús está incluido en el monoteísmo del único Dios,
el Dios de Israel.

3. Escucha, Israel
La confesión de la fe monoteísta de Israel, tal como
aparece de manera clásica en el libro del Deuteronomio,
decía lo siguiente:
"Escucha, Israel, YHWH, nuestro Dios, YHWH uno" (Dt
6:4).

Esta afirmación estaba originalmente escrita en hebreo.


Al ser traducida al griego, YHWH se vierte como "Señor"
(Kvrios), tal como explicamos. Entonces la afirmación fun­
damental de la fe hebrea nos queda así:
"Escucha, Israel, el SEÑOR, nuestro Dios, el SEÑOR uno
es" (Dt 6:4).

Pues bien, los cristianos primitivos no renegaron de esta


expresión de fe monoteísta, sino que incluyeron a jesús
dentro de ella. Escuchemos a Pablo:
"Porque aunque sea verdad que algunos son llamados
"dioses", sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos
"dioses" y muchos "señores"), para nosotros hay un solo
Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y
nosotros somos para Él, y un solo Señor, Jesús el Mesías,
por quien son todas las cosas, y por medio del cual
somos nosotros" (1 Co 8:5­6).
11. EL EVANGELIO DEL NUESTRO SEÑOR JESÚS 81
Esto significa que, dentro del señorío del único Dios se ha
incluido a Jesús como Señor. No como otro Dios o como
otro Señor, sino como un único y mismo Señor. De otra
manera, tendrían dos señoríos, y el reinado de Dios dejaría
de ser exclusivo y directo.
El contexto en el que Pablo dice esto es muy claro: los
cristianos no aceptan la idolatría ni aceptan tampoco el
culto al emperador. Para la gente de su entorno había
muchos dioses y señores; esto no se niega. Pero para los
cristianos, como para los judíos, solamente hay un Dios y
un Señor.
De nuevo vemos cómo el anuncio del evangelio se
contrapone a las falsas pretensiones de los poderes de este
mundo, últimamente basados en la lógica retributiva.
Quien se mueve en la lógica retributiva, no le queda más
remedio que aceptar diversos poderes, que pretenden
garantizar una correspondencia entre las acciones y sus
resultados. Para los liberados por la fe, solamente existe un
señorío válido: el mesiazgo de Jesús, que es el señorío de
Dios. En definitiva, el único reinado de Dios.

4. Tu trono, oh Dios
Esta inclusión de Jesús en el monoteísmo de Israel es la
razón de que los escritores del Nuevo Pacto no pudieran
aceptar que a Jesús resucitado se le considerara como un
ser intermedio, distinto de Dios y de los hombres.
La carta a los Hebreos niega una posición que fue común
en los primeros siglos entre algunos grupos de judíos que
aceptaban a Jesús como Mesías, pero no lo incluían en el
monoteísmo de Dios. Para ellos, Jesús era simplemente una
especie de ángel (Heb 1 :3­13).
82 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Frente a ellos, la carta a los Hebreos cita varios salmos.


Los salmos son vistos como "palabra de Dios". Es decir, en
ellos habla Dios mismo (Heb 1 :5). Con esto se consigue un
importante efecto literario. Porque en los salmos, Dios
mismo le está diciendo al hijo (es decir, a Jesús) lo
siguiente:
"tu trono, Oh Dios, es por los siglos de los siglos, y cetro
de equidad es el cetro de tu reinado" (Heb 1:8; cita de Sal
45:6).

Es decir, Dios mismo llama "Dios" a su hijo Jesús. Pero


démonos cuenta del contexto. Se trata del nuevo del
contexto del trono, del reinado. La afirmación de que el
reinado de Dios es directo y exclusivo, con sus raíces en el
Antiguo Pacto y en la predicación misma de Jesús, lleva a
afirmar que Jesús está incluido en la divinidad misma de
Dios.
Podríamos encontrar otras muchas alusiones a la divini­
dad de Jesús en el Nuevo Pacto. Por ejemplo, según la carta
a los Colosenses, en Jesús habita corporalmente la plenitud
de la divinidad (Col 2:9). El evangelio de Juan ya no habla
solamente de Jesús como "hijo de Dios". Como vimos, esto
podría significar simplemente "Mesías". Juan nos dice algo
más: Jesús es el hijo unigénito de Dios Un 1:14; 3:16.18; 1 Jn
4:9). Jesús no era hijo por adopción, sino que era realmente
hijo, pertenecía realmente a la divinidad de Dios.
Son modos en los que se va expresando el convenci­
miento del cristianismo primitivo, todavía situado en un
contexto hebreo, de que Jesús, verdaderamente hombre,
pertenece también al monoteísmo del único Dios, el Dios
de Israel.
11. EL EVANGELIO DEL NUESTRO SEÑOR JESÚS 83
Esto tiene una importante consecuencia. Hemos dicho,
al exponer la muerte de Jesús, que Dios estaba en él,
reconciliando el mundo consigo (2 Co 5:19). Ahora vemos
qué significa concretamente esto. Dios estaba verdadera­
mente en Jesús, porque entre jesús y Dios hay una identidad.
En Jesús habita la plenitud de la divinidad (Col 2:9). De ahí
que la salvación sea verdaderamente "grande" (Heb 2:3).
Y es grande por una razón muy concreta. Quien se hizo
maldito, y quien se hizo pecado, desde el punto de vista de
la lógica retributiva, pertenecía al monoteísmo mismo de
Dios. La anulación de la lógica retributiva ha sido radical.
Dios estaba completamente del lado de Jesús, y del lado de
todas las víctimas de la historia. El pecado fundamental del
ser humano ("Adán) ha sido radicalmente superado en
Cristo.

5. Para la reflexión
• Recuerda cuáles son los tres elementos fundamentales
del evangelio.
• Lee el capítulo primero de la carta a los Hebreos.
• ¿Por qué crees que Jesús no puede ser un ente inter­
medio entre Dios y los hombres? ¿Cómo afectaría esto
al reinado exclusivo y directo de Dios?
• ¿Por qué la identidad entre el reinado del Mesías y el
reinado de Dios es fiel al mensaje de Jesús sobre el
reinado de Dios?
• ¿ Cómo afecta el señorío de Jesús a tu vida?
12. Evangelio por el Espíritu Santo

legados a este punto, podemos ya entender la conexión


íntima entre los tres elementos fundamentales del
evangelio: la palabra de la cruz, el testimonio de la
resurrección, y las buenas noticias del reinado de Dios,
ejercido por el Mesías Jesús.
De hecho, los tres elementos del evangelio están en una
íntima unidad: por la resurrección sé que Jesús es Señor, y
por ser Jesús Señor, quien cuelga de la cruz no es alguien
abandonado por Dios, sino el mismo Señor del universo,
quien así hace estallar por los aires todas las pretensiones
de la lógica retributiva, es decir, de la estructura interna
del pecado humano.
Esto significa que el evangelio es algo más que un simple
mensaje. Como vamos a ver, el evangelio es inseparable de
la obra del Espíritu Santo. Solamente mediante el Espíritu
Santo podemos ser liberados de la lógica retributiva, para
ser regenerados internamente, confiando en la obra que
Dios ha hecho en Jesús. El evangelio es anunciado "en el
Espíritu Santo" o "por el Espíritu Santo" (1 Pe 1:12).

1. La convicción
El ser humano regularmente funda su propia vida en los
resultados de sus propias acciones. Por lo general, entiende
que esto es bueno y meritorio. Ahora bien, cuando los
resultados no son los apetecidos, el ser humano tiende a la
culpa o la depresión. Para llegar a descubrir que tal estilo
86 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

de vida se opone a la voluntad de Dios, se necesita la obra


del Espíritu Santo en su vida. El Espíritu Santo
" ... convencerá al mundo de pecado, de justicia, y de
juicio" Un 16:8)

El pecado del que habla no son faltas morales concretas,


sino el pecado de no haber creído en Jesús Un 16:9),
tratando de auto­justificarse mediante los propios esfuer­
zos. Salir de esa lógica no es un mérito propio, sino la obra
de Dios en uno mismo.
La convicción de justicia consiste en convencer de que
Jesús era justo, y está a la derecha de Dios Un 16:10). El
prisma de la lógica retributiva muestra a Jesús crucificado
como maldito y como pecador, o al menos como simple
fracasado. En cambio, el Espíritu Santo nos permite creer
que Jesús está a la derecha del Padre, reinando como Señor
y Mesías (1 Co 12:3).
La convicción de juicio consiste en que el Espíritu Santo
nos permite descubrir que el viejo poder de la serpiente,
basado en la lógica retributiva, ha sido cancelado para
siempre. El mundo está regido por la lógica retributiva.
Pero esa lógica ha sido rechazada radicalmente por Dios en
la cruz. El príncipe de este mundo, y todos los poderes
basados en él, han sido definitivamente condenados por
Dios Un 16:11).
A diferencia de lo que se piensa en muchas filosofías y
religiones, no es la propia investigación y el propio
pensamiento lo que nos lleva a ser transformados. Nuestra
transformación no es un mérito propio, sino un don de
Dios. Es la bondad de Dios la que nos guía al arrepenti­
miento (Ro 2:4).
12. EVANGELIO POR EL ESPÍRITU SANTO 87
2. Jesús es Señor
¿Qué sucede cuando recibimos el evangelio? El evangelio
nos anuncia que Dios estaba en Cristo, reconciliando el
mundo consigo, que Jesús fue levantado de la muerte, y
que ha sido proclamado como Mesías, para ejercer el
reinado de Dios.
En la medida en que creo que Dios estaba en Cristo, soy
liberado de la vana pretensión de justificarme a mí mismo
por los resultados de mis acciones. Al creer el evangelio,
soy liberado del pecado fundamental del ser humano, al
tiempo que acepto la soberanía de Jesús como Mesías, y
por tanto soy incorporado al reinado de Dios. Pablo lo dice
,
as 1:
" ... si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees
con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos,
serás salvo" (Ro 10:9).

El texto, como vemos, menciona los tres elementos del


evangelio, y promete la salvación a quien lo acepta. El ser
humano, al aceptar el evangelio, es liberado de la lógica
retributiva, y de todos los poderes fundados en ella, para
quedar situado en la esfera del reinado de Dios, ejercido
por Jesús, el Señor.
Ahora bien, el acto de creer no puede ser un mérito
nuestro. Si así fuera, nuestra liberación sería un mérito
propio. Y seguiríamos bajo la lógica retributiva. La fe es la
pura recepción de un don, y no un mérito. Como dice la
carta a los Efesios:
" ... porque por gracia habéis sido salvados, mediante la fe,
y esto no de vosotros, sino que es don de Dios, no por
obras, para que nadie se gloríe" (Ef 2:8­9).
88 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

De hecho, ¡la misma fe es un don de Dios! La fe, por más


que no destruye nuestra libertad, no es algo que nosotros
podemos producir. Es Dios mismo el que la produce en
nosotros:
" ... nadie puede decir 'Jesús es Señor' smo es por el
Espíritu Santo" (1 Co 12:2).

El don de Dios es Dios mismo, presente en nosotros por


su Espíritu, haciendo posible la fe. El Espíritu Santo, que es
el Espíritu de Dios, y el Espíritu de Jesús, hace posible la fe
en nosotros, y de este modo nos sella como pertenecientes
a Cristo (Ef 1 :13).
Ahora podemos entender que el evangelio no es simple­
mente un mensaje. El evangelio es el poder mismo de Dios
que, por su Espíritu Santo, nos libera del pecado de Adán (y
de todos los demás pecados, fundados en él), y nos
introduce en su reinado.

3. El poder del amor


Cuando el Espíritu Santo es derramado en nuestros
corazones, podemos creer. Esta presencia del Espíritu Santo
es el mismo amor de Dios. Dios mismo es amor (1 Jn 4:8).
Su actividad eterna, su acto puro de reinar, es un acto de
amor. Si Dios es Espíritu Un 4:24), y Dios es amor, entonces
el Espíritu Santo está caracterizado por el amor (Ro 15:30).
Por eso mismo,
"el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado"
(Ro 5:5)

Este amor que el Espíritu Santo derrama no es una


especie de sustancia impersonal, sino que es Dios mismo,
presente como amor en nuestros corazones. Este amor es
12. EVANGELIO POR EL ESPÍRITU SANTO 89
también la relación misma entre Jesús, como hijo de Dios,
y Dios como Padre.
Jesús mismo se refería a Dios como "Abba" (Me 14:36).
Cuando el amor de Dios es derramado en nuestros
corazones, el Espíritu Santo nos introduce en la relación
que tuvieron Jesús y Dios. El Espíritu Santo es el Espíritu
de Jesús, que nos introduce en la relación de Jesús con Dios:
" ... Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su hijo,
que clama 'Abba, Padre'" (Gal 4:6, cf. Ro 8:15).

De ahí que la presencia del Espíritu de Dios en el


corazón se caracterice primeramente por el amor (Ga 5:22;
Col 1 :8). Esto es muy importante, porque nos permite ver
que el poder del evangelio no es otro que el poder del amor,
y que este poder del amor es el Espíritu Santo mismo,
derramado en nuestros corazones.
El amor de Dios, derramado en nuestros corazones, es un
amor poderoso (2 Ti 1:7). Pero éste no es un poder basado
en la lógica retributiva, que solamente ama a los que nos
aman. El amor de Dios, derramado en nuestros corazones,
es un amor desbordante y gratuito, que ama sin condiciones,
sin esperar nada a cambio ( 1 Co 13:4­6). Solamente este
tipo de amor, que no proviene de las lógicas del mundo,
puede transformar el mundo.
A veces nos han enseñado que Dios es justo, y que por
tanto tiene que dar siempre algo a cambio. Especialmente
Dios tendría que retribuir, y en esto consistiría su justicia.
Ahora bien, ¿está Dios entonces preso de la lógica
retributiva? Es lo que veremos en el próximo capítulo.
90 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

4. Para reflexionar
• ¿En qué consiste la convicción de pecado?
• ¿Se puede decir que la fe es un mérito nuestro?
• ¿Por qué necesitamos del Espíritu Santo para creer?
• ¿Has experimentado el Espíritu de Dios como amor
derramado en tu corazón?
• ¿Por qué el amor de Dios es gratuito, y no espera nada
a cambio?
• Pon en relación los tres elementos del evangelio con la
convicción de pecado, de justicia y de juicio que se
puede leer en J n 16:8­11.
13. La revelaciónde la justicia de Dios
or lo general, todos tenemos una idea general de lo que
es la justicia, y por tanto también nos hacemos con
facilidad una cierta idea de lo que podría ser la justicia
de Dios. Sin embargo, en la carta a los Romanos Pablo nos
dice que en el evangelio ...
" ... la justicia de Dios es revelada por fe y para fe, como
está escrito: 'el justo por la fe vivirá'" (Ro 1:17).

En el evangelio se revela la justicia de Dios. ¿Qué tiene


de peculiar la justicia de Dios? ¿No sabe todo el mundo lo
que es un Dios justo? ¿Por qué la justicia de Dios tiene
necesidad de ser revelada?
Para presentar la justicia de Dios, Pablo expone primero
la injusticia humana, tanto de los paganos como de los
judíos (Ro 1:18­3:20), para así destacar, por contraste, la
justicia de Dios (Ro 3:5). Una vez expuesta la injusticia
humana, Pablo puede pasar a exponer en qué consiste la
justicia de Dios, revelada en el evangelio (Ro 3:21­31).
Para entender mejor esa justicia de Dios, conviene tener
en cuenta la comprensión de la justicia que Pablo heredó
de su cultura hebrea, y que podemos encontrar en el
Antiguo Pacto.
92 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

1. La fidelidad al pacto
Las Escrituras hebreas entienden la justicia de una
manera muy distinta a como la entendía la cultura pagana
en la que se movía Pablo.
Si atendemos a los antiguos autores griegos, como
Homero, Hesíodo, o el mismo Solón, nos aparece continua­
mente la idea de una correspondencia inevitable entre las
acciones humanas y sus resultados. A esta correspondencia
la llamaban precisamente "justicia" (díke). Los dioses,
especialmente Zeus, eran los encargados de impartir
justicia, retribuyendo a cada uno según sus acciones. A
veces, la justicia era pensada como una divinidad, llamada
Díke, que gobernaría el universo entero. Esta idea también
la encontramos en la tragedia griega, y en los mismos
orígenes de la filosofía. La justicia, para los griegos,
significaba primeramente retribución.
La comprensión de las Escrituras hebreas es muy
distinta. En la Biblia, las palabras hebreas que fueron
traducidas como "justicia" (sédeq, sedaqah) nunca aparecen
unidas a la idea de retribución. Insisto: en las Escrituras
hebreas la justicia no significa retribución. Para hablar de
los castigos, en hebreo, se emplean otras expresiones, como
"juicio" (mispat), pero nunca la palabra "justicia" (sedeq o
sedaqah).
¿Qué era entonces justicia? Para los hebreos era "justo"
alguien que cumplía con los acuerdos y con las
obligaciones recíprocas. Así, por ejemplo, el patriarca Judá
reconoció que Tamar había sido "más justa" que él, porque
él no había cumplido con sus obligaciones de suegro hacia
ella (Gn 38:26).
13. LA REVELACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS 93
El justo, en la perspectiva bíblica, es aquél que cumple
con su palabra y con sus compromisos. En el contexto de
un pacto, es justo quien cumple con lo pactado. El pueblo
de Dios podía alabar a Dios diciendo: "Has cumplido tu
palabra, porque eres justo" (Neh 8:9).
Es importante observar que en la idea griega de la
justicia hay una tensión entre justicia y perdón. En la
mentalidad pagana, la justicia consiste en retribución, de
modo que el que es justo tiene que retribuir. Y esto
significa castigar al malvado. En cambio, el perdón signifi­
caría justamente lo contrario: prescindir del castigo, y
entonces el que perdona no sería justo.
En cambio, en la mentalidad bíblica, la justicia y el
perdón no son incompatibles. Todo lo contrario: el perdón es
una forma de justicia.
Supongamos que hay un pacto entre dos personas. Una
de ellas no cumple con las obligaciones que tiene según el
pacto. En ese caso, el pacto se ha roto y la otra persona ya
no tiene que cumplir con su parte. Pero supongamos que,
de todas maneras, la segunda persona quiere seguir
cumpliendo con su parte del pacto. En este caso, la
segunda persona habría perdonado, y además, habría sido
justa, porque estaría cumpliendo con su parte del pacto. En
realidad, no solo habría sido justa. Habría sido "super­
justa", porque habría cumplido con el pacto, aunque ya no
estaba obligada a hacerlo.
Pues bien, precisamente ésta fue la experiencia que
Israel hizo en su pacto con Dios. Israel no cumplió con su
parte del pacto. En muchos casos, Dios ejerció su juicio
(mispat) contra Israel, abandonando la protección. El
pueblo era entonces derrotado por los enemigos. Esto
94 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

ciertamente era justo, porque el pueblo no había cumplido


su parte de pacto. Sin embargo, a la larga, Dios sí se acordó
de su pacto, y fue fiel a su palabra, aunque no tenía que
serlo. Precisamente por eso el pueblo, al experimentar la
restauración, podía proclamar que Dios es justo (Neh 9:8).
Dios era justo porque era fiel al pacto, y era más justo
cuando permanecía fiel al pacto, aunque no tenía que
hacerlo. Esto nos permite entender por qué, en el Antiguo
Pacto, las personas pueden pedir, al mismo tiempo, justicia
y perdón (2 Cro 6:39). Pedir justicia es pedir que Dios se
acuerde de su pacto, aunque no tendría que hacerlo, si el
pueblo no había cumplido su parte. En este caso, pedir
justicia es entonces también pedir perdón.
Por ello, el salmista puede reconocer su injusticia, y
pedir perdón por su pecado, al mismo tiempo que invoca la
justicia de Dios (Sal 51:14; 143:1­2). A pesar de todas las
infidelidades del pueblo (Is 30:1­17), Dios espera para tener
piedad y compasión, porque es un Dios de justicia (Is
30:18). La justicia de Dios no excluye el perdón, sino que lo
incluye positivamente. Así Dios se muestra como "super­
justo", cumplidor de sus pactos, incluso cuando la otra
parte no lo hace. Como dice Juan, Dios "es justo para
perdonar" (1 Jn 1:9).
Esta justicia es la que Dios muestra en la parábola de los
trabajadores de la última hora (Mt 20). Cada uno es
retribuido de acuerdo al convenio que Dios había hecho
con ellos, no de acuerdo a las horas trabajadas. La justicia
basada en el mérito es la justicia de los paganos, que no
crea igualdad. En cambio, la justicia de Dios, basada en el
pacto, crea un pueblo de iguales, donde todos reciben lo
prometido, con independencia de sus méritos.
13. LA REVELACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS 95

2. Justicia y Ley
Ahora podemos entender mejor las palabras de Pablo.
En el contexto de Pablo, lo que estaba en juego era la
"justificación". Dicho en otros términos: cómo llegar a ser
justo ("justi­ficar" es hacer justo). Esto no significaba
primeramente "cómo voy al cielo", sino simplemente
"cómo soy fiel al pacto". Ser justo es estar en el pacto.
Justificar es hacer entrar en el pacto. Por supuesto, la
entrada en el pacto estaba cargada de bendiciones, no solo
para el presente, sino también para el futuro del reinado de
Dios.
Concretamente, Pablo se entendía a sí mismo como
enviado a los gentiles, es decir, a los no­judíos, y la gran
pregunta era cómo los gentiles podían estar en el pacto con
Dios. Los adversarios de Pablo tenían una respuesta
bastante obvia: si quieres estar en el pacto de Dios con su
pueblo, tienes que cumplir la Torah (la Ley), porque la Ley
es expresa justamente el convenio que Dios hizo con su
pueblo en el Sinaí. Y esto significaba circuncidarse y
comenzar a cumplir con todos los demás preceptos de la
Ley. En definitiva: si quieres ser parte de un pueblo,
cumple sus leyes. Si quieres entrar en el pacto, cúmplelo.
Pablo ve un problema en esto. No que la Ley sea en sí
algo malo. La Ley era vista como un regalo de Dios, y por
tanto como algo santo y bueno. Sin embargo, el pecado del
ser humano, es decir, nuestra tendencia a la auto­
justificación, puede utilizar la Ley (Ro 7:11­14) como medio
para proclamar la propia justicia. En ese caso, la entrada en
el pacto sería un mérito propio, conseguido mediante el
cumplimiento de la Ley. Y claro, Pablo no puede aceptar
esto, porque significaría que Cristo murió en vano (Gal
96 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

2:21). Precisamente la cruz de Cristo nos saca de toda


lógica retributiva, como vimos.
Esta es la razón por la que Pablo trata de mostrar, en los
primeros capítulos de Romanos, que los judíos son igual de
"injustos" que los gentiles. Todos están fuera del pacto.
Aunque los primeros tienen la Ley, no la cumplen. Y, desde
la mentalidad judía, el incumplimiento de un precepto era
un incumplimiento de todo el pacto (Stg 2:10).
Entonces, ¿cómo entro en el pacto? Para Pablo hay otra
vía, que conecta precisamente con las promesas de Dios
sobre una renovación final del pacto (ler 31:31­33). Uno
puede pertenecer a un pueblo, no por cumplir sus leyes,
sino por adherirse a su soberano. Si me adhiero al soberano
de un pueblo, pertenezco al pueblo de ese soberano. Esto es
precisamente lo que hace la fe en el Mesías. Cuando
alguien cree en Jesús, se vincula a él como su Señor. De
este modo, quedamos a salvo de los poderes del mundo, y
nos situamos bajo el señorío de Dios:
"si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu
corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás
salvo, porque con el corazón se cree para justicia, y con
la boca se confiesa para salvación" (Ro 10:9­10).

Este "confesar" o "proclamar" con la boca y este "creer


con el corazón" es la fe que nos salva. Como proclama
insistentemente Pablo, somos "justificados", es decir,
somos hechos justos por la fe. Es lo que tenemos que ver a
en el siguiente capítulo.
13. LA REVELACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS 97

3. Para la reflexión
• Lee Mateo 20.
• Trata de decir con tus palabras cuál es la idea pagana
sobre la justicia. ¿Cómo se refleja esto en el texto de
Mateo 20?
• Trata de decir con tus palabras cuál es la idea bíblica
sobre la justicia. ¿Cómo se refleja esto en el texto de
Mateo 20?
14. Por fe y para fe

n el capítulo anterior hemos mostrado que la justicia


de Dios, de acuerdo con las Escrituras, no consiste en
retribución. También hemos comenzado a considerar
por qué Pablo afirma que la justicia de Dios se revela en el
evangelio. Y es que, para entrar en el pacto con Dios no se
necesita cumplir la Ley de Israel, sino que basta con
adherirse al rey y Mesías de Israel. Si el Mesías es nuestro
Señor, inmediatamente pertenecemos a su pueblo. Por eso
es suficiente con creer que Dios estaba en Jesús,
reconciliando el mundo consigo, y reconocer de corazón
que Jesús es el Mesías, y el Señor.
Según Pablo, en el evangelio se revela la justicia de Dios,
y se revela "por fe" y "para fe" (Ro 1:17). ¿Qué quiere decir
esto?

1. Justicia por fe
En primer lugar la justicia "por fe". La palabra griega
para fe (pístis) también puede traducirse como "fidelidad".
Además, la expresión que se traduce como "por" se podría
traducir también como "desde" o "a partir de". Podríamos
entonces decir que la justicia de Dios se revela "desde la
fidelidad" (ek písteos). Pablo posiblemente está hablando
de la fidelidad de Dios. La justicia de Dios se revela a partir
de la fidelidad de Dios.
Dios ha mantenido la fidelidad a sus promesas, y a su
pacto, a pesar del rechazo de la humanidad hacia él. Dios
100 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

ha sido paciente, no para terminar descargando su ira


sobre Jesús, tal como a veces se piensa. Esto no lo dice la
Escritura en ninguna parte. Dios ha sido paciente para
finalmente manifestar su justicia en jesús (Ro 3:25­26). La
justicia es fidelidad de Dios al pacto, y en base a su
fidelidad al pacto, Dios ha manifestado en Jesús su justicia.
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta la fidelidad de Dios? Lo
maravilloso es que la fidelidad de Dios se muestra
precisamente en la fidelidad de jesús. De hecho, éste sería el
sentido de la expresión "fe de Jesús" o "fe del Mesías"
(pístis toú Khristoú), que nos encontramos repetidamente
en los escritos de Pablo (Ro 3:22.26; Gal 2:16; 2:20; 3:22; Flp
3:9; Ef 3:12 y 1 Tm 3:13). A veces, estos textos se han
traducido como "fe en Cristo". Pero en principio estos
textos hablan más bien de la fe o fidelidad de jesús.
Jesús es el iniciador, el que da principio (arkhegos) a
nuestra fe (Heb 12:2). Jesús fue creyente, y esperó contra
toda esperanza, hasta la muerte y muerte de cruz. Y, al
hacerlo, Jesús representó a Israel, y a la humanidad entera,
siendo fiel donde otros habían fallado. Al mismo tiempo,
en la cruz, Jesús mostró la fidelidad de Dios a sus promesas
para Israel, y para la humanidad entera. Dios no rechazó a
quienes le rechazaban, incluso cuando dieron muerte al
Mesías. En Jesús, el ser humano, representado por Jesús,
fue fiel a Dios. Y al mismo tiempo, en Jesús, Dios fue fiel a
la humanidad.

2. Justicia para fe
En segundo lugar, en el evangelio la justicia de Dios se
muestra también "para fe". Es decir, para la fe de los
creyentes, discípulos de Jesús. Cuando los cristianos creen
que Dios estaba en el Mesías, reconciliando el mundo
14. POR FE Y PARA FE 101
consigo, quedan liberados de la vana pretensión de
justificarse a sí mismos mediante los resultados de sus
propias acciones. Como vimos, la lógica retributiva fue
anulada por Dios en Jesús.
Además, al creer en Jesús, los creyentes lo reconocen
como resucitado, y como sentado a la derecha de Dios. De
este modo, los creyentes reconocen a Jesús como Señor. Y,
al reconocerlo como Señor, quedan puestos bajo su
soberanía real. Es decir, al reconocer que Jesús es el Mesías,
nos hacemos sus súbitos, y pasamos a formar parte de su
pueblo. Dicho en otras palabras: entramos en el pacto. Y al
entrar en el pacto, somos hechos justos. La justicia es,
como hemos visto, fidelidad al pacto. Como vimos, ser
justificado significa ser admitido en el pacto. Precisamente
por eso somos "justificados por la fe". Esto es precisamente
lo que nos dice Pablo concisamente:
"Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras
de la ley, sino por la fe de Jesús el Mesías, nosotros
también hemos creído en Jesús el Mesías, para que
fuésemos justificados por la fe del Mesías, y no por las
obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley
ninguna carne será justificada" (Gal 2:16).

3. Para nuestra justificación


Ahora podemos ver de nuevo la importancia de la
resurrección de Jesús para que pueda haber un evangelio.
El evangelio llega por la fe, porque la fe en el Mesías es la
adhesión a una persona viva. Al adherirnos al Mesías,
pasamos a formar parte de su pueblo. Entramos en su
pueblo, no por cumplir con la Ley, sino por nuestra
vinculación al Mesías.
102 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Entrar a formar parte del pueblo del Mesías es lo mismo


que entrar en el pacto de Dios con su pueblo. Ahora bien,
insistamos una vez más, la justicia consiste precisamente
en fidelidad al pacto. Dicho en otros términos: entramos en
el pacto de Dios con su pueblo, somos fieles al pacto,
cuando creemos en el Mesías, cuando nos adherimos a
Jesús como nuestro Señor.
Por eso mismo, no es suficiente con que Jesús haya
muerto por nuestros pecados. En algunas presentaciones
del evangelio solamente es importante decir que Jesús
murió. Sin embargo, la justificación requiere la entrada en
el pacto de Dios con su pueblo, y esta entrada solamente es
posible, para quienes no son judíos, mediante la adhesión a
Jesús como nuestro Mesías. Por eso dice la Escritura que
Jesús, nuestro Señor ...
" ... fue entregado por nuestras transgresiones y fue
resucitado por nuestra justificación" (Ro 4:25)

Dicho en otros términos: sin resurrección no hay Mesías,


y sin Mesías no hay rey a quien adherirse, y sin rey a quien
adherirse no hay entrada en el pacto para los que no son
judíos, y sin entrada en el pacto no hay justicia. ¡Sin la
resurrección no hay justificación por la fe!
Así podemos entender también que el evangelio no esté
completo si solamente se dice que Jesús murió por
nuestros pecados. Se necesitan los otros dos elementos del
evangelio: Jesús resucitó y Jesús es el Mesías, el rey, el
Señor de su pueblo. Así es como podemos adherirnos a él
como Señor, y ser justificados al entrar en el pacto de Dios
con su pueblo.
14. POR FE Y PARA FE 103

4. Para la reflexión
• Lee Gálatas 3:1­14.
• ¿Por qué crees que Pablo dice que, si la justificación
fuera por la ley, Jesús sería maldito?
• Desde el punto de vista de la lógica retributiva, toda
persona fracasada se merece su destino. ¿ Qué dice la
lógica retributiva sobre Jesús crucificado?
• ¿Qué nos introduce en el pacto con Dios, la fe o las
obras de la ley?
• Desde la fe de Jesús... para nuestra fe... ¿Qué
parecidos y diferencias ves entre la fe de Jesús y
nuestra fe?
15. La fe del evangelio

on el trasfondo de lo que hemos estudiado hasta aquí,


podemos entender mejor lo que Pablo llama "la fe del
evangelio" (Flp 1 :27). La fe es confianza en que Dios
estaba en el Mesías, reconciliando el mundo consigo. Creer
significa confiar en que ya no tengo que justificarme por
los resultados de mis acciones, porque soy justificado
gratuitamente por Dios.
Si Dios estaba en Jesús, reconciliando el mundo consigo,
la muerte ya no podía retenerle (Ro 6:9; Hch 2:24). La fe
incluye la convicción de que Jesús ha resucitado, y por
tanto lo podemos reconocer como Señor y Mesías. Por eso,
la fe tiene también un elemento de fidelidad. La fe es ser
fiel a una persona: creer en Jesús es adherirme a él como
Mesías, y así formar parte de su pueblo.

1. La convicción de lo invisible
Hay otro aspecto decisivo de la fe. En la carta a los
Hebreos se nos dice que la fe es "la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve" (Heb 11 :1). Confiar
en una persona es esperar ciertos comportamientos de ella.
Pero, cuando confiamos, vamos más allá de lo que vemos.
Nos dirigimos al futuro, y nos dirigimos a lo invisible.
A Dios nadie lo ha visto jamás Un 1:18). De hecho, el
Creador de todas las cosas no es una cosa más, que pueda
ser conocida por nuestros sentidos, o ni siquiera por
nuestra mente. Sin embargo, la fe cree que Jesús lo ha dado
106 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

a conocer plenamente: el Hijo unigénito que está en el seno


del Padre, él lo ha dado a conocer Un 1:18). Por la fe,
conocemos que Dios es tal como Jesús lo representó: "la ley
fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad nos han
llegado por medio de Jesús el Mesías" Un 1:17).
En este sentido, la fe nunca tendrá "pruebas" en un
sentido estricto. Si las tuviera, dejaría de ser fe. Lo que la fe
tiene, como vimos, son "señales" (Heb 2:4), ciertamente
importantes, y a veces muy poderosas. Pero todas esas
señales con las que llega el evangelio nos dejan siempre la
libertad de reconocer en ellas la mano de Dios, y aceptarla
de manera agradecida. Las señales "señalan", pero no
imponen. Nunca son conclusivas ni abrumadoras. Dios
siempre respeta nuestra libertad, pues así nos lo mostró
Jesús.

2. Por el oír
Estas características de la "fe del evangelio" determinan
el modo en que nos llega la fe. La fe no llega mediante una
evidencia matemática o filosófica. Tampoco se nos
presenta como una cosa que podamos ver. Como dice
Pablo: "por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra
del Mesías" (Ro 10:17).
En algunas versiones, en lugar de la "palabra del Mesías"
(o de Cristo) podemos leer "por la palabra de Dios". Sin
embargo, los manuscritos más antiguos hablan de "la
palabra del Mesías" (rématos Khristoü). Esto es muy signifi­
cativo. Son las palabras mismas de jesús, y sobre Jesús, las
que nos llevan a la fe en él.
Como hemos visto, la fe así entendida no es posible sin
la obra sobrenatural del Espíritu mismo de Jesús en
15. LA FE DEL EVANGELIO 107
nosotros. La fe verdadera no es un mérito nuestro. La fe del
evangelio no consiste simplemente en creer en que Dios
existe, o cosas por el estilo. Como dice la carta de Santiago,
este tipo de fe también la tienen los demonios (Stg 2:19).
Tampoco se trata de creer que ciertas cosas van a pasar,
como cuando decimos "creo que va a llover" o "creo que
Dios me va a ayudar a aprobar el examen". Todo eso puede
ser muy importante, pero no es la fe del evangelio.
La fe del evangelio consiste en creer que Dios estaba en
el Mesías, reconciliando el mundo consigo. Por eso, la fe
del evangelio confía en que es Dios el que nos hace justos,
no por nuestros méritos, sino de una manera gratuita. Si
fuéramos hechos justos por nuestros méritos, seguiríamos
en la lógica retributiva, que Jesús ha anulado en la cruz.
Seguiríamos en el orgullo de los que se creen superiores a
otros por sus méritos, o en la culpa de los que saben que no
son merecedores del amor de Dios. Dios nos declara hijos
suyos, sin ningún mérito nuestro. Justificados por la fe,
tenemos ahora paz para con Dios por medio del Señor
Jesús, el Mesías (Ro 5:1).

3. La activación de la fe
Nadie puede decir "Jesús es Señor", sino es movido por
el Espíritu mismo de Jesús (1 Co 12:3). La fe, siendo una
obra sobrenatural del Espíritu de Jesús en nosotros, no es
algo puramente interior, separado del resto de nuestra vida.
La fe más bien toca todas las dimensiones de la vida
humana, y no solamente el ámbito de nuestras ideas. La fe
transforma nuestros sentimientos, nuestros deseos, y toda
nuestra actividad.
108 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Cuando confiamos en alguien, confiamos en que aque­


llas cosas que nos pide serán cosas buenas. Confiamos en
que no vamos a ser defraudados. Por eso, cuando confia­
mos en alguien, seguimos sus consejos, les prestamos
atención, que es justamente lo que significa "obedecer". Lo
mismo sucede con Dios. Si confiamos en Dios, lo obvio será
seguirle y obedecerle. No es posible decir que confío en
Dios y, al mismo tiempo, no hacer lo que me pide. Si creo
en Dios, confío en que seguirle será lo mejor para mí. La fe
verdadera no solo cree que Dios existe, sino que también
cree que Dios galardona a los que le buscan (Heb 11 :6).
En este sentido, la fe auténtica no se contrapone a las
obras. Lo que sucede es que las obras del creyente ya no
son esfuerzos para conseguir el favor de Dios. Al contrario.
Las obras del creyente son expresión de nuestra fe, de
nuestra confianza en Dios y de nuestro amor a Él. El orden
se ha invertido. Somos salvados solamente por la fe, pero
cuando tenemos fe nos resulta natural hacer lo que antes
no podíamos hacer, que es obedecer a Dios. Precisamente
porque ahora confiamos en él, podemos obedecerle.
De este modo, la fe se activa por el amor (Gal 5:6). Por
amor a Dios, le obedecemos. Por amor a las demás
personas, hacemos lo que Dios nos pide que hagamos por
ellas. Al obedecer a Dios, y conocer su fidelidad, nos resulta
más fácil seguir confiando en él, y seguir obedeciéndole.
De este modo, se puede decir que la fe actúa unida a las
obras que provienen de nuestra confianza en Dios, y que,
al ejecutar esas obras, la fe se va perfeccionando (Stg 2:22).
15. LA FE DEL EVANGELIO 109

4. Para la reflexión
• Si alguien dijera "creo en Dios, pero no puedo confiar
que obedecerle sea bueno para mí", ¿tendría verda­
dera fe? ¿Por qué?
• ¿Cuándo comenzaste a confiar en Dios?
• Algún ejemplo de algo que hayas hecho por fe.
• ¿Crees que hay contradicción entre fe y obras? ¿Por
qué?
• ¿Qué viene antes, la fe o las obras?
16. Recibir el evangelio

orno toda buena noticia, el evangelio tiene que ser


recibido. Sin embargo, la proclamación de la llegada
del reinado de Dios, ejercido por el Mesías Jesús, no
siempre es una buena noticia. Para algunos, el evangelio
huele a muerte (2 Co 2:16). Es la muerte de los viejos
modos de ver las cosas, de las viejas seguridades, y del
sometimiento a los viejos poderes. Para otros, el evangelio
huele a vida. En estos casos, el evangelio es recibido (1 Co
15:1; Ga 1:9; 2 Co 11:4). ¿Cómo se recibe el evangelio?

1. Los tres pasos


El evangelio se recibe al creer en el mensaje que
escuchamos. Dicho en otros términos: todo lo que se
necesita para recibir el evangelio es aceptarlo con fe.
Cuando creemos que Dios estaba en Jesús reconciliando el
mundo consigo, el evangelio llega a nuestra vida.
Ahora bien, esta llegada del evangelio tiene una
expresión concreta en la vida del nuevo creyente. En el
libro de los Hechos de los apóstoles se recoge la primera
proclamación del evangelio por parte de Pedro (Hch 2:14­
36). En ese discurso inicial podemos encontrar los tres
elementos del evangelio a los que nos hemos venido
refiriendo hasta aquí: Jesús fue rechazado y murió en la
cruz, Dios le resucitó, y Jesús es ahora el Mesías.
El texto nos cuenta que, al final de la proclamación de
Pedro, los oyentes se afligieron de corazón y preguntaron a
112 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Pedro y a los demás apóstoles: "¿qué haremos?". Entonces


Pedro les responde señalando los pasos concretos con los
que nuestra fe se apropia del evangelio:
"Pedro les dijo: Arrepentíos y sea bautizado cada uno de
vosotros en el nombre de Jesús el Mesías para perdón de
vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo"
(Hch 2:38).

Vemos así tres momentos en la recepción del evangelio:


arrepentirse, bautizarse, y recibir el Espíritu Santo. Vamos
a ver en este capítulo los dos primeros pasos. El tercero,
que es consecuencia de los dos anteriores, lo dejaremos
para el siguiente capítulo.

2. El arrepentimiento
La palabra española "arrepentimiento" no siempre refle­
ja bien la riqueza de las expresiones bíblicas. En castellano,
el arrepentimiento puede dar la idea de un sentimiento de
culpa, en el sentido de sentirse mal por algo que hemos
hecho. Sin embargo, esto no es ni mucho menos el núcleo
del asunto. En realidad, la culpa es algo propio de la lógica
retributiva. Vivir bajo acusación es vivir todavía en esa
lógica.
Por otra parte, el acento principal del arrepentimiento
no está en los sentimientos. Los oyentes de Pedro estaban
"afligidos de corazón" (Hch 2:37), pero Pedro les exhortó a
arrepentirse. Estar afligido de corazón no es estar arrepen­
tido. De hecho, la tristeza puede servir tanto para llevarnos
a Dios como para separarnos de Él (2 Co 7:8­10). Para que
tengamos un verdadero arrepentimiento se necesita algo
más que sentimientos de tristeza o de aflicción.
16. RECIBIR EL EVANGELIO 113
Para entender toda la riqueza del arrepentimiento es
necesario atender a dos conceptos bíblicos. Por una parte,
en hebreo nos encontramos con la expresión shub, que a
veces se traduce como "conversión". Es una expresión que
da la idea de un giro en la vida, de un cambio de dirección.
Cuando recibimos el evangelio, nuestra dirección en la vida
cambia completamente. En lugar de perseguir los fines que
antes perseguíamos, ahora podemos orientarnos a nuestro
verdadero objetivo en la vida. Si el pecado era "fallar al
blanco", ahora podemos volvernos a Dios para realizar el
verdadero propósito de nuestra vida, que no es otro que
reproducir la imagen de Cristo (2 Co 5:15).
Por otra parte, la expresión griega metanoia, que es la
que se suele traducir como "arrepentimiento", designa lite­
ralmente un "cambio de mente". Y es que, para perseguir
nuevos propósitos en la vida, nuestra forma de ver a Dios,
de vernos a nosotros mismos, de ver a los demás, y de ver
el mundo, tiene que cambiar completamente. Cuando el
evangelio llega a nosotros, entendemos verdaderamente
quién es Dios. Dios deja de ser un mero creador, o un juez,
para convertirse en "el Padre de nuestro Señor Jesús el
Mesías" (2 Co 1 :3). Y desde Dios entendemos ahora todas
las cosas, que se convierten verdaderamente en cosas
nuevas para nosotros (2 Co 5:17).
El arrepentimiento, así entendido, no es algo que
nosotros podamos realizar por nosotros mismos. Por
mucho que nos esforcemos en cambiar nuestra mente, la
mente cambiada será todavía nuestra propiamente. Y lo
que el evangelio nos propone es recibir la mente misma de
Cristo (1 Co 2:16). Por eso, el arrepentimiento es un
verdadero regalo de Dios (2 Ti 2:25; Hch 5:31; 11:18; etc.).
Así como el Espíritu Santo es el que opera la convicción de
114 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

pecado y la fe, también es el Espíritu Santo el que nos da el


arrepentimiento. Y arrepentidos, recibimos el evangelio.

3. El bautismo
El segundo momento en la recepción del evangelio es el
bautismo. Para entender correctamente el bautismo
cristiano, hay que alejarse de dos extremos. Por una parte,
el bautismo no es una especie de rito mágico, en el que un
"agua bendita" nos concediera la salvación. El bautismo
requiere un previo arrepentimiento. Por eso no tiene
sentido administrar el bautismo a personas que no se han
arrepentido previamente.
Por otra parte, el bautismo no es un "mero signo", como
si el bautismo no significara nada en la vida del creyente.
El bautismo es un momento esencial de la fe cristiana. Para
los antiguos israelitas, la fe se concretó en ponerse en
marcha para salir de Egipto. Creer a Dios era dirigirse
hacia la tierra prometida. Para los cristianos, la creencia en
Jesús como Mesías les lleva igualmente a dar pasos de fe,
hacia la libertad.
El bautismo no es ni agua mágica ni un mero signo. El
bautismo, ante todo, es una acción. Es una acción simbó­
lica, pero verdadera acción. Y en Si vemos el bautismo
como una acción, podemos entender mejor lo que acontece
cuando nos bautizamos.
La acción es un inmersión. De hecho, "bautismo" no era
en griego una palabra religiosa, destinada a designar un
rito. En griego, "bautizar" (baptizein) significa simplemente
"sumergir". Al bautizarnos, por una parte nos sumergimos
en el agua, simbolizando con ello la muerte de Jesús por
nosotros. Por otra parte, al ser bautizados, salimos del agua
16. RECIBIR EL EVANGELIO 115
para vivir una nueva vida, simbolizando así la resurrección
de Jesús. Es decir, el bautismo simboliza la muerte a
nuestro viejo "yo", y la resurrección a una vida identificada
con Jesús, el Mesías:
" ... por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él
en la muerte, para que así como el Mesías fue resucitado
de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en novedad de vida" (Ro 6:4).

Dicho en otros términos, el bautismo es una participa­


ción en la muerte y vida de jesús. Si Dios es acto, y nuestras
acciones son actos, se puede decir que el bautismo no es
una acción meramente humana, sino un acto de Dios en
nosotros, y con nosotros.
En este sentido, se puede entender que la Escritura
afirme que el bautismo "nos salva" (1 Pe 3:21). Ahora bien,
este mismo texto añade que no se trata de una salvación
mágica, como si fuera una limpieza ejecutada por el agua
con independencia de nuestra voluntad. Lo que sucede en
el bautismo es más bien, como dice el texto, "la apelación
de nuestra conciencia a Dios", la transformación de la
dirección de nuestra vida, aceptando ser dirigidos por él. Y
esto no es algo que podamos hacer nosotros, sino que es
una gracia de Dios, posibilitada por la resurrección de
Jesús:
"el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de
la carne, sino como una petición a Dios de una buena
conciencia) mediante la resurrección de Jesús el Mesías
(1 Pe 3:21).

La resurrección de Jesús posibilita el deseo de bautizar­


nos para actualizar nuestra identificación con la muerte y
la resurrección de Jesús. Por eso el bautismo presupone la
116 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

fe y el arrepentimiento. Pero no antecede a la obra del


Espíritu. El Espíritu ya está actuando para llevarnos al
arrepentimiento, y en ocasiones podemos incluso ser llenos
del Espíritu Santo antes de ser bautizados (Hch 10:44­48).
En realidad, el arrepentimiento, el bautismo y la llenura del
Espíritu son partes de un mismo todo, que es la aceptación
del evangelio con fe.

4. Para la reflexión
• ¿Cómo describirías tu arrepentimiento?
• Lee Romanos 6: 1­14.
• ¿Qué recuerdas de tu propio bautismo?
• ¿Por qué el bautismo está unido al arrepentimiento y
a la conversión?
• ¿Por qué el bautismo es más que un mero signo?
• Recuerda los tres elementos del evangelio y los tres
momentos en la recepción del evangelio.
17. Ungidos para evangelizar

I tercer elemento en la recepción del evangelio es,


como vimos, la venida del Espíritu Santo a morar en el
interior de los creyentes (Hch 2:38). No se trata simple­
mente de que el Espíritu esté actuando en nuestra vida,
llevándonos a la fe y al arrepentimiento. Se trata de algo
mayor y más concreto: ser llenos del Espíritu Santo.

1. Ser llenos del Espíritu


El Espíritu Santo está presente desde el mismo relato de
la creación (Gn 1 :2), y a lo largo de las historias del Antiguo
Pacto, el Espíritu desciende en forma puntual sobre
algunos líderes y profetas. En las Escrituras del Antiguo
Pacto incluso se registra la venida del Espíritu sobre un
vidente pagano, como es el caso de Balaam (Nm 24:2). De
hecho, el Espíritu de Dios sopla donde quiere Un 3:8), y
actúa actúa en los no creyentes, precisamente para
llevarles a la fe Un 16:7­8). Como vimos, la fe es imposible
sin el Espíritu Santo.
En el caso de los discípulos de Jesús, el evangelio de Juan
distingue entre la presencia del Espíritu con ellos, y la
futura presencia del Espíritu en ellos Un 14:17). Aunque
esta dimensión de futuro no se aprecia en todas las
traducciones, es de hecho algo obvio en el contexto de Juan
y de todo el Nuevo Pacto: los discípulos necesitaban del
Espíritu para poder llevar a cabo su misión. Jesús les
118 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

prometía la venida de "otro Consolador" Un 14:16), como


un poder para ser testigos (Hch 1 :8).
La capacitación o designación para una misión se
representaba en el Antiguo Pacto con una "unción" con
aceite, como la que se practicaba con los reyes o los
sacerdotes. Sin embargo, los profetas habían prometido
una unción distinta. Era la unción con el Espíritu del
mismo Dios para anunciar las "buenas noticias", el evange­
lio del reinado de Dios (Is 61:1­6).
Jesús había citado el pasaje de lsaías para caracterizar su
propia misión, al comienzo de su predicación, en la
sinagoga de Nazaret:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha
ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a
los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para
proclamar el año agradable del Señor" (Le 4:18­19).

Con la renovación del pacto entre Dios y su pueblo,


sucedida con Jesús, esta unción está ahora a disposición de
todos los creyentes. El Espíritu de Dios no sólo nos
convence de pecado y nos lleva a la fe. Ahora podemos ser
llenados completamente con el Espíritu Santo, tal como
sucedió en el día de Pentecostés:
"De repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga
de viento impetuoso que llenó toda la casa donde
estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de
fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de
ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenza­
ron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
habilidad para expresarse. Y había judíos que moraban
en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las
naciones bajo el cielo. Y al ocurrir este estruendo, la
17. UNGIDOS PARA EVANGELIZAR 119
multitud se juntó, y estaban desconcertados porque cada
uno los oía hablar en su propia lengua" (Hch 2:2­6).

Esta experiencia también es descrita como un "bautismo


en el Espíritu Santo". Y es que el bautismo, como vimos, es
un "sumergirse", una "inmersión", en la que somos empa-
pados por el amor mismo de Dios, como olas de amor
líquido que se derraman sobre nosotros. Era la promesa de
Dios anunciada por los profetas UI 2:17­21), y repetida por
Juan el bautista. Él bautizaba con agua, pero Jesús nos
bautizaría con el Espíritu Santo (Me 1 :8; Jn 1 :33).
No se trata de una experiencia elitista para unos pocos
cristianos, sino de una promesa de Dios para todos los
creyentes (Hch 2:39). Tampoco es una experiencia puntual.
Los primeros cristianos, tras haber sido llenos del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés, volvieron a ser llenos del
Espíritu Santo poco tiempo después, tras haber recibido
amenazas de las autoridades (Hch 4:31).
De hecho, la forma verbal que encontramos en un pasaje
de la carta a los Efesios sugiere esta traducción, más literal:
"estad siendo llenados continuamente del Espíritu" (Ef
5:18). La vida cristiana es un proceso de ser Llenados por el
Espíritu Santo, una y otra vez, como olas que se suceden
unas a las otras.

2. La vida en el Espíritu
La vida cristiana comienza entonces con un nuevo
nacimiento, realizado en el agua y en el Espíritu Un 3:1­15).
El Espíritu Santo da testimonio a nuestro propio espíritu de
que somos hijos de Dios (Ro 8:16). Y ese mismo Espíritu de
Dios va haciendo posible el triunfo sobre "las obras de la
120 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

carne" (Ro 8:14), en las que todavía se muestra la lógica de


Adán.
De este modo, nuestra vida entera puede entenderse
como una transformación, en la que, mediante el poder del
Espíritu Santo vamos muriendo al "viejo ser humano" (Ro
6:6; Ef 4:22; Col 3:9), y vamos siendo renovados en el nuevo
hombre, a imagen de Jesús (Ef 4:24; Col 3:10). Libres de la
lógica retributiva, es Dios mismo el que nos transforma,
por su Espíritu:
" ... nosotros todos, con el rostro descubierto, contem­
plando como en un espejo la gloria del Señor, estamos
siendo transformados en la misma imagen de gloria en
gloria, como por el Señor, el Espíritu" (2 Co 3:18).

Frente a las "obras" de la carne, empeñada en su propio


esfuerzo y auto­justificación, empieza a brotar algo que no
son obras nuestras, sino que es el fruto del Espíritu Santo
en la vida cristiana:
" ... el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
propio" (Gal 5:22­23).

Este importantísimo fruto solamente puede brotar cuan­


do la vida humana permanece unida al Espíritu de Jesús Un
15:1­5). Y la razón es que la vida cristiana solamente es
posible como un regalo de Dios. No algo logrado por las
propias fuerzas, sino algo recibido de la fuente de la vida,
en la medida en que permanecemos unidos al Señor:
" ... la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente
puesta en el Espíritu es vida y paz" (Ro 8:6).

De hecho, la vida cristiana no es una vida aburrida ni


triste, sino una vida de paz y de gozo. A diferencia de los
poderes de este mundo, que se basan en la fuerza y en las
17. UNGIDOS PARA EVANGELIZAR 121
amenazas, el reinado de Dios es "justicia y paz y gozo en el
Espíritu Santo" (Ro 14:17).
De la plenitud o llenura del Espíritu Santo brotan multi­
tud de dones y carismas que capacitan a los cristianos para
servirse mejor unos a otros, y también para compartir el
evangelio con los que todavía no creen. Estos dones no son
capacidades propias, atribuibles a uno mismo, sino regalos
de Dios. De ahí su carácter sobrenatural (Ro 12:6­8; 1 Co
12:7­11; 4:7­12; 1 P 4:.9­11).
El destino de los dones del Espíritu Santo no es la
promoción personal, o la promoción del propio ministerio.
Son regalos que Dios da para servir a los demás. Es inte­
resante observar que, en la presentación de los dones
espirituales que encontramos en los capítulos 12 y 14 de la
primera carta a los Corintios, Pablo ha introducido un
largo texto (el capítulo 13) que trata precisamente del amor.
El amor es el sentido y el motivo de los dones. El fruto del
Espíritu es amor, porque el Espíritu es el amor mismo de
Dios derramado en nuestros corazones.
Cuando estamos motivados por el amor a los hermanos
cristianos, y por el amor a las persona que todavía no creen
en el Mesías, estamos en la actitud correcta para anhelar
los dones del Espíritu (1 Co 14:1). Y esto nos muestra algo
muy importante. Los dones del Espíritu no suelen llegar
"sin más". Los dones del Espíritu llegan como resultado de
nuestra búsqueda, de nuestro anhelo. Somos precisamente
exhortados a anhelar los dones (1 Co 14:1). De ahí la
necesidad de pedir, de buscar, de llamar al Padre para que
nos dé el Espíritu Santo, tal como Jesús nos aconsejaba (Le
11:9­13).
122 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

3. Para la reflexión
• Lee Juan 15 y Hechos 2.
• ¿Cómo es posible estar unidos a Jesús en la actualidad?
• ¿Cuál es la función del Espíritu Santo en el evangelio?
• ¿Qué tiene que ver el Espíritu Santo con el reinado de
Dios?
• Recuerda cuáles son los tres momentos en la recep­
ción del evangelio.
18. El poder del evangelio

I evangelio no es un mero mensaje, simples palabras. El


evangelio es una fuerza que transforma las vidas.
Como dice Pablo,
"el evangelio es poder de Dios para salvación de todo el
que cree" (Ro 1:16).

Ya hemos visto de dónde procede ese poder: del Espíritu


de Jesús. Esa fue precisamente la promesa de Jesús tras su
.'
resurreccron:

"Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi


Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que
seáis investidos con poder de lo alto" (Le 24:49).

" ... recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido


sobre vosotros, y me seréis testigos ... " (Hch 1 :8).

Veamos esto más despacio.

1. El dedo de Dios
Si atendemos a la actividad de Jesús, resulta claro que él
no solo proclamó la llegada del reinado de Dios. Y no solo
enseñó sobre la nueva vida propia del reino. Jesús
acompañó su enseñanza con hechos poderosos. Una gran
parte de estos hechos consistían en la sanación de
personas enfermas y en la liberación de los que estaban
atados por los poderes del mal.
124 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Si leemos los evangelios, vemos a Jesús sanando y


liberando, una y otra vez. Como dice resumidamente el
libro de los Hechos:
"Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió
con el Espíritu Santo y con poder. Él anduvo haciendo el
bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo,
porque Dios estaba con él" (Hch 10:38).

En realidad, el evangelio, como anuncio de la venida del


reinado de Dios no se refiere simplemente a algo futuro,
sino que el evangelio sucede al mismo tiempo que se
anuncia. Por eso es completamente normal que la venida
del reinado de Dios vaya acompañada de los signos que
manifiestan la presencia del poder de Dios. El reinado,
precisamente porque es un reinado, llega con poder (Me
9:1). Es el poder de su soberanía.
Los adversarios de Jesús parecen haber sostenido la idea
habitual de que Dios envía las enfermedades, hasta el
punto de acusar a Jesús, cuando sanaba, oponerse a Dios,
actuando con un poder diabólico. Sin embargo, la idea de
Jesús era justamente la inversa:
"Si por el dedo de Dios echo fuera a los demonios,
ciertamente ha llegado a vosotros el reinado de Dios" (Le
11 :20; cf. Mt 12:28).

El evangelio anuncia algo que está sucediendo: la venida


del reinado de Dios. Y la venida del reinado de Dios signifi­
ca que la creación es restaurada en su diseño originario,
frente a los poderes del mal. La voluntad de Dios comienza
a realizarse, no solo en el cielo, sino también en la tierra (Le
11 :2). Por eso el deseo constantemente expresado de Jesús
es la superación de toda enfermedad y de toda dolencia
(Me 1:40­41; etc.).
18. EL PODER DEL EVANGELIO 125
Al mismo tiempo, la llegada del reinado de Dios implica
la crisis, y la caída, de todos los poderes basados en la
lógica retributiva, que es la lógica de la serpiente, y la
estructura última del pecado. Cuando llega el reinado de
Dios, los poderes del mal caen como un rayo (Le 10:18).
Dios vuelve a gobernar directamente a su creación. Es lo
que la Escritura expresa en la hermosa imagen de la
Jerusalén celestial descendiendo a la tierra (Ap 21 :2).
Cuando Jesús oraba por los enfermos, no hacía largas
oraciones al Padre celestial, pidiendo una sanación.
Simplemente usaba su autoridad, dando una breve orden a
la enfermedad, o al enfermo, para que recuperara la salud.
Curiosamente, Jesús esperaba que sus discípulos hicieran
exactamente lo mismo que él. No que hablaran a Dios
sobre la montaña, sino que hablaran directamente a la
montaña, con la autoridad de Jesús (Mt 17:20). Cuando
Jesús enviaba a sus discípulos a proclamar el reinado de
Dios, les enviaba también a mostrar el poder de ese reino:
"Los envió a proclamar el reinado de Dios y a sanar a los
enfermos" (Le 9:2)

"Sanad a los enfermos que haya allí y decidles: el reinado


de Dios se ha acercado a vosotros" (Le 10:9).

2. Proclamar y sanar
Durante el ministerio de Jesús, el Espíritu Santo ya
estaba "con" los discípulos, aunque todavía no estaba "en"
ellos Un 16: 17). Después de Pentecostés, la promesa ya se
ha cumplido, y el Espíritu está "en" los discípulos, como
ríos de agua viva Un 7.38). Jesús les había prometido hacer
señales semejantes a las suyas Un 14:12).
126 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Esto significa que el anuncio del reinado de Dios va


acompañado de señales y milagros en los que se muestra el
poder de Dios. Por eso, cuando a los apóstoles se les
prohíbe anunciar que Jesús es el Mesías, ellos oran
pidiendo valor para seguir haciéndolo, y también piden a
Dios que siga acompañando su anuncio con "sanidades,
señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús"
(Hch 4:30).
Los hechos poderosos, realizados en el nombre de Jesús,
son la confirmación de las palabras de gracia que anuncian
las buenas noticias del reinado de Dios (Hch 14:3). Es lo
que también nos dice Pablo. Cuando él anunciaba el
evangelio, los milagros de Dios sucedían:
" ... nuestro evangelio no llegó a vosotros solo en palabras,
sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena
convicción ... " (1 Ts 1:5).

"Ni mi mensaje ni mi proclamación fueron con palabras


persuasivas de sabiduría, sino con demostración del
Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada
en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios"
(1 Co 2:4­5).

Se puede ver en todo esto la idea de Jesús de que el


reinado de Dios es un reinado compartido. Los hijos de
Dios, al ser hijos del rey, participan de la soberanía real
(Mt 17:24­27). Y por lo tanto participan de los poderes del
rey. En la última cena, Jesús anunció que los discípulos se
sentarían en tronos, para juzgar a las tribus de Israel (Le
22:28­30). Por supuesto, para Jesús, la única manera en la
que todos pueden ser señores es que, al mismo tiempo,
todos sean siervos (Le 22:24­27). Y precisamente como
reyes y como siervos, los discípulos están llamados a
ejercer su autoridad en beneficio de todos los que sufren.
18. EL PODER DEL EVANGELIO 127
En la carta a los Efesios no solo se dice que Jesús se
sentó a la diestra de Dios "en los lugares celestiales" (Ef
1 :20), sino también que todos los creyentes se sentaron
también con Jesús (Ef 2:6), en la misma posición celestial,
que representa la soberanía. El cristianismo primitivo no
dudó en poner en práctica la autoridad que jesús había
delegado a sus discípulos.
Esta presencia del poder de Dios fue experimentada
continuamente por las comunidades cristianas hasta el
siglo IV, cuando el cristianismo se convirtió en religión
oficial del imperio romano, y los signos del poder de Dios
comenzaron a escasear. Agustín de Hipona y Ambrosio de
Milán constatan la disminución de las señales del poder de
Dios, y Martín de Tours reconocía que el poder de su fe
había disminuido después de haber sido elegido obispo, y
más aún después de haber tenido que comulgar con los
obispos más cercanos al emperador.

3. Es para hoy
Se podría pensar que el poder y la autoridad de los
discípulos pertenecen al pasado, a los tiempos de Jesús y
del cristianismo primitivo. Sin embargo, la Escritura afirma
que esos poderes son para el presente. Jesús mismo
afirmaba que quien crea en él hará las mismas obras que él
hacía, e incluso mayores Un 14:12; cf. Me 16:17­18). El
anuncio del evangelio viene siempre anunciado ...
" ... con señales, maravillas, diversos hechos poderosos y
dones repartidos por el Espíritu Santo según su voluntad"
(Heb 2:4).

Es importante caer en la cuenta de que se tratará siem­


pre de "señales", pero no de "pruebas". Las personas que se
128 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

encuentren con los hechos poderosos que el Espíritu de


Jesús sigue realizando hoy tendrán siempre libertad para
aceptar esas indicaciones del interés y del amor de Dios
hacia ellas. Pero también tendrán la posibilidad de recha­
zar esos signos, buscando cualquier pretexto, o cualquier
explicación, que les libre de la invitación de Jesús a aceptar
su Reino, su soberanía, en sus propias vidas.
En cualquier caso, lo natural es que cualquier presenta­
ción del evangelio vaya acompañada de la manifestación
de "los poderes del mundo venidero" (Heb 6:5). Si el
evangelio es anunciar la llegada del rey, es normal que se
manifieste el poder del rey que llega. De esta manera, el
nuevo creyente, al recibir el reinado del Mesías, también es
capacitado para compartir el evangelio, convirtiéndose en
un agente del reinado de Dios, investido con los poderes
mismos de Jesús. Es justamente la obra continua del
Espíritu de Jesús, tal como vimos.

4. Para reflexionar
• ¿Por qué Jesús enviaba no solo a proclamar el evan­
gelio, sino también a liberar y a sanar?
• ¿Qué tiene que ver el poder del evangelio con el reina­
do de Dios?
• ¿Podemos anunciar el evangelio con poder?
• Lleva a la práctica las instrucciones de Jesús, orando
por alguien enfermo:
• No hables a Dios del problema, sino dirígete con
autoridad al problema (Mt 17:20).
• Más que una oración larga, se trata de dar una
orden brevísima, como Jesús.
18. EL PODER DEL EVANGELIO 129
+ Si la orden es breve, se puede repetir, como también
hizo Jesús (Me 8:22­26).
+ No pienses en nada, simplemente obedece.
+ Después comparte el evangelio.
19. El evangeliode la gracia de Dios

partir de todo lo que hemos estudiado hasta aquí,


resulta bastante claro que el evangelio bien puede
llamarse "evangelio de la gracia de Dios" (Hch 20:24).

1. El regalo inmerecido
El término "gracia" señala precisamente algo que se sale
de la lógica de los méritos y de los logros. Cuando alguien
toca un instrumento "con gracia", significa que lo hace de
una manera que va más allá de la pura aplicación
mecánica de una técnica. Por eso la gracia se relaciona con
la belleza (Pro 1 :9; Sal 45:2). La belleza tiene algo de
gratuidad, de exuberancia, de abundancia, de plenitud que
sobrepasa todo cálculo basado en méritos.
En la Biblia, "hallar gracia a los ojos de alguien" es una
manera de hablar del trato favorable con que una persona
se dirige a otra que, de por sí, no merece ese trato (Gn
33:10). Por eso, la gracia designa frecuentemente el modo
en que Dios actúa de modo generoso, gentil y gratuito
hacia el ser humano (Gn 18:3).
El evangelio es la buena noticia de que Dios se ha
dirigido de un modo amoroso y gratuito a la humanidad,
ofreciéndole entrar en un pacto definitivo, por medio del
Mesías Jesús. Al entrar en ese pacto, somos salvados del
pecado fundamental del ser humano ("Adán"), para vivir
eternamente, ya desde ahora, como hijos de Dios. Por eso,
el evangelio es pura gracia:
132 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

"Porque por gracia habéis sido salvados, por medio de la


fe, y esto no de vosotros, sino que es regalo de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe" (Ef 2:8­9).

La salvación por la fe garantiza que estamos ante una


salvación gratuita. La salvación es por fe, precisamente
para que sea una gracia (Ro 4:16). En cambio, si la
salvación fuera un mérito nuestro, logrado mediante
nuestros esfuerzos, seguiríamos siendo presos de la lógica
de Adán, y no estaríamos realmente salvados.
Ni siquiera la fe es un mérito nuestro, que podamos
presentar como aquello que nos permite "ganar" la
salvación. Como vimos, la fe es desde el principio mismo la
obra del Espíritu, que comienza mostrándonos el error de
nuestra incredulidad Un 16:8­9), y posibilitándonos decir
"Jesús es Señor" (1 Co 12:3).
La fe, en la vida cristiana, continúa siendo siempre un
don del Espíritu Santo (1 Co 12:9), que nos permite
caminar en fidelidad (Gal 5:22). Y como don sobrenatural
del Espíritu, la fe nos capacita para afrontar lo que
aparentemente es imposible de lograr por medios humanos.
Esto no quiere decir que la fe sea algo que sucede sin
nuestra libertad. Al contrario: donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad (2 Co 3:17). El Espíritu, lejos de
quitarnos la libertad, nos la aumenta. Dios, desde siempre,
desea nuestra plena y total libertad, incluso cuando esa
libertad incluye la posibilidad de rechazarle.
Lo importante es no confundir esa libertad con un
mérito propio. La libertad del evangelio no es una simple
capacidad humana para elegir entre una cosa y otra. La
libertad que nos posibilita vivir en la gracia es ella misma
un regalo de Dios. Eso no significa que nosotros no tenga­
mos que elegir. Lo que significa es que esas elecciones no
19. EL EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS 133
pueden ser consideradas como un mérito nuestro, sino una
posibilidad regalada por Dios. De ahí la importancia de
permanecer firmes en la gracia que hemos recibido (Ro 5:2),
y no volver a vivir basándonos en nuestros propios méritos:
" ... si es por gracia, ya no es por obras; de otro modo, la
gracia ya no sería gracia. Y si es por obras, ya no es
gracia; de otra manera la obra ya no es obra" (Ro 11 :6).

El cristiano no se convierte en un autómata al recibir la


fe. Es más libre que antes, pues ahora puede vivir en la
gracia. En realidad, la caída de la gracia (Ga 5:4) es
exactamente lo mismo que la caída en la lógica de Adán:
vivir de los propios méritos.

2. La libertad del pecado


Al anular la lógica retributiva, Dios ha perdonado todos
nuestros pecados (Col 2:13). No solo los pecados pasados,
sino todos (Ro 4:7­8). Dios ha anulado la lógica profunda
del pecado adámico, declarando que no se quiere relacio­
nar con nosotros mediante retribuciones. Y la cancelación
de la retribución es justamente el perdón. Por eso todo
pecado será perdonado (Me 3:28).
El único pecado que no es perdonado es el rechazo del
Espíritu Santo, es decir, el rechazo de aquél que posibilita
en nosotros la fe auténtica, la fe del evangelio (Me 3:29).
Dicho en otros términos: el único pecado que no es
perdonado es el pecado de rechazar el perdón gratuito de
Dios. Es el pecado de resistir al Espíritu Santo, queriendo
ser justos como resultado de los propios méritos (Hch 7:51).
Se podría pensar entonces que el cristiano tiene algo así
como una "licencia para pecar", sabiendo que todo lo que
134 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

hagamos nos será perdonado. Por eso algunas personas


tienen miedo a que se hable demasiado de la gracia.
Sin embargo, lo que sucede es justamente lo contrario.
Cuando vivimos en la gracia, vamos siendo liberados del
pecado. Como dice Pablo:
"el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no
estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Ro 6:14).

¿Cómo sucede esto? Estar bajo la gracia es depender de


Dios, de su amor, de su misericordia. La gracia no es una
"cosa", sino la mirada favorable de Dios, cuyo Espíritu ha
querido vivir en nosotros. Si estamos bajo la gracia, ya no
queremos arreglarnos a nosotros mismos, mejorarnos a
nosotros mismos mediante nuestras fuerzas. Cuando esta­
mos bajo la gracia, le permitimos a Dios actuar en nosotros,
y trasformarnos.
En cambio, cuando vivimos "bajo la ley" sucede algo
distinto. Vivir bajo la ley es tratar de agradar a Dios
mediante nuestras fuerzas. Cuando vivimos bajo la ley,
tratamos de transformarnos a nosotros mismos, haciendo
nosotros la tarea de Dios. Al vivir bajo la ley, seguimos
presos de la lógica de Adán, viviendo de los resultados de
nuestras propias acciones. Y, precisamente por eso, cuando
vivimos bajo la ley, el pecado se enseñorea de nosotros.
En realidad cuando vivimos bajo la ley, no somos
transformados de una manera significativa, porque no le
permitimos a Dios actuar en nosotros. Bajo la ley, las pocas
transformaciones que logramos se convierten en algo de lo
que nos podemos enorgullecer, con lo que no salimos de la
lógica de Adán. Dicho en otros términos: no salimos de la
estructura fundamental del pecado. Por eso dice Pablo que
"el poder del pecado es la ley" (1 Co 15:56).
19. EL EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS 135
Lo que nos transforma es la gracia de Dios, su favor
gratuito. Como dice la primera carta de Juan,
"todo aquel que ha nacido de Dios no sigue pecando" (1
Jn 5:18)

La forma verbal utilizada en ese versículo indica una


actividad continuada. El que ha nacido de Dios no peca de
una forma habitual, porque Dios está obrando en su vida, y
liberándonos del pecado. Ello no obsta para que ocasional­
mente podamos caer. Lo contrario sería hacer a Dios
mentiroso (1 Jn 1:8). Sin embargo, el pecado ya no es
nuestra forma de vida.
Cuando el que ha sido justificado por la fe cae, se
levanta rápidamente (Pro 24:16). Se apresura en corregir la
falta, en pedir perdón, en apartase del mal. El pecado no le
resulta ya agradable. Y, precisamente porque confía en el
amor de Dios, en su perdón incondicional y completo, el
creyente puede ir confiadamente al trono de gracia, para
alcanzar misericordia (Heb 4:16). En lugar de encerrarse en
la tristeza por la culpa, el creyente puede recibir el amor de
Dios inmediatamente, y vencer el poder del pecado, y toda
acusación del enemigo.
En definitiva, ningún árbol se puede hacer bueno a sí
mismo. Pero cuando, por la misericordia de Dios, el árbol
es perdonado y habitado por la presencia de Dios, el árbol
es transformado, y comienza a dar frutos buenos (Mt 7:17­
18).

3. Para la reflexión
• Lee la historia de Zaqueo en Le 19:1­10.
• ¿Cómo aparece la gracia en esta historia?
136 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

• ¿Crees que Zaqueo sabía que su posición como


publicano era injusta? ¿Necesitaba que alguien se lo
recordara?
• ¿Por qué crees que es más efectiva la gracia que la ley?
• ¿Cómo se relaciona la historia de Zaqueo con Ro 8:3­4?
20. El evangeliode la paz

legados a este punto, podemos ya entender mucho


mejor por qué el evangelio puede ser llamado "evan­
gelio de la paz" (Ef 6: 15).

1. La paz con Dios


La paz, en la Escritura, no se refiere solamente a la falta
de guerra, sino que incluye una idea general de salud,
seguridad y bienestar. Es lo que indica la expresión hebrea
shalom.
Ahora bien, en la expresión shalom hay un resto de
lógica retributiva. Para el antiguo hebreo, uno estaba bien
cuando había dado a los demás su merecido, o cuando uno
mismo había recibido lo que se merecía. Es lo que sucede
también en castellano cuando decimos que "estamos en
paz", en el sentido de que hemos recibido lo merecido o
hemos dado lo que debíamos.
Con la anulación de la lógica retributiva ante Dios, tiene
lugar algo más radical. Entramos en una paz que ya no
depende de dar o recibir lo merecido. Es la paz más allá de
la retribución. No estamos en paz con Dios porque
hayamos hecho todo lo que debíamos hacer o porque Dios
mismo nos haya dado lo que merecíamos. Estamos en paz
con Dios porque Dios ha anulado la lógica retributiva, y ha
mostrado que ya no nos mide de esa manera. Como dice
Pablo,
138 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

" ... justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesús el Mesías" (Ro 5:1).

Esta paz no consiste en que un Dios airado haya


descargado el castigo sobre Jesús. La justicia de Dios no es
la justicia retributiva. Lo que sucede es más bien lo
contrario: en Jesús se ha mostrado el verdadero rostro de
Dios. El verdadero Dios es un "Dios de paz" (Heb 13:20).
Dios ha mostrado definitivamente que su justicia no
consiste en retribución, sino en fidelidad a sus antiguas
promesas. De hecho, la palabra castellana "paz" está
relacionada con la idea de un "pacto". Dios ha sido fiel a su
pacto. Estamos en paz con Dios, porque Dios ha destruido
el acta de los delitos que había contra nosotros. Dios ha
mostrado que es un Dios de paz "en la sangre del pacto
eterno" (Heb 13:20). En Jesús tenemos acceso al verdadero
carácter de Dios.
No solo eso. La anulación de la lógica retributiva actúa
como un bálsamo que trae sanidad a todo el ser humano.
Libres de la lógica retributiva, ya no tenemos que pasar la
vida buscando el éxito, o acumulando méritos, o logrando
resultados, o cargados por el peso de la culpa. El "Dios de
paz" restaura, rehabilita, y santifica al ser humano por
completo, sanando su cuerpo, su alma y su espíritu (1 Ts
5:23).
El ser humano, liberado de la lógica retributiva, ya no
tiene que justificarse por los resultados de sus acciones.
Por eso mismo ya no tiene que pasarse la vida trabajando
para producir más y más resultados, destruyendo brutal­
mente la hermosa creación de Dios. El ser humano puede
vivir en paz consigo mismo, y con la naturaleza. Y puede
vivir también en paz con toda la humanidad.
20. EL EVANGELIO DE LA PAZ 139

2. La paz entre los seres humanos


Jesús insistió en este punto: el discípulo ha de mostrar
hacia los demás seres humanos el carácter mismo de Dios.
Si solamente hacemos el bien hacia quienes nos hacen el
bien, ¿qué gracia tenemos (Le 6:32­36)? Contra lo que
vemos en la mayor parte de las traducciones modernas, lo
que dice el texto literalmente no es "mérito", sino gracia
(kháris). También en español lo decimos de esa manera:
¿qué gracia tiene amar a los que nos aman, o qué gracia
tiene hacer el bien hacia quienes nos hacen el bien?
La no­violencia de Jesús tiene su raíz en la reproducción
del modo de ser, abundante y gratuito, del mismo Dios. Así
como Dios hace salir el sol sobre justos y pecadores, así
también el discípulo ha de amar a los enemigos. Como
vimos, las estrategias que propone Jesús de algún modo
"desarman" al violento, pues en lugar de devolverle su
violencia o su opresión, le responden en formas inespe­
radas, que le dan una oportunidad de reflexionar (Mt 5:38­
48).
El modo de actuar de Dios no es algo que el ser humano
pueda realizar por sus propias fuerzas. Se necesita la fuerza
misma del Espíritu de Dios, fluyendo desde el interior de
los creyentes por medio de la fe. Cuando los primeros
anabaptistas argumentaban su pacifismo, no se remitían
solamente a las instrucciones de Jesús, sino también a su
santo Espíritu. Y citaban al profeta Zacarías: "no con
ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu ... " (Zac 4:6).
La humanidad, bajo la lógica retributiva o pecado de
Adán, estaba condenada a la división. Los nacionalismos
gustan siempre de promocionar la existencia de un cierto
pueblo como especial e incluso superior, a la vez que lo
140 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

presentan como oprimido por los "malos". Los seres hu­


manos exhiben sus características propias, sus capacidades
diferenciales, y sus poderes distintivos, para encontrar
alguna identidad que les permita presentarse como
merecedores de algún privilegio. De ahí que la división de
la humanidad en naciones sea la consecuencia última del
pecado de Adán (Gn 11:1­9).
Al superar la lógica retributiva, nadie puede esgrimir sus
características distintivas como un mérito respecto a los
demás. Una vez superado el pecado fundamental del ser
humano, ni siquiera la Torah de Israel puede utilizarse ya
como un pretexto para la superioridad de unos seres
humanos respecto a otros. Jesús mismo es "nuestra paz"
(Ef 2:14). Dios, en Jesús, da lugar a una humanidad nueva,
en la que se superan todas las divisiones étnicas, y que de
este modo constituye un nuevo pueblo, distinto de los
demás (Ef2:15).
Las mismas divisiones sociales desaparecen. La comuni­
dad de los seguidores de Jesús está compuesta de personas
procedentes de toda clase, lengua, y nación (Ap 5:9). En esa
comunidad, los que antes eran oprimidos y opresores se
consideran como hermanos, no solo en un sentido
espiritual, sino también en un sentido concreto, "en la
carne", como dice el mismo Pablo (Flm 1:16).

3. El estado y la paz
La lógica retributiva no solo implica el surgimiento de la
violencia, como cuando el ser humano utiliza a otro ser
humano para producir mejores o mayores resultados, o
cuando se introduce la competencia (y la envidia) respecto
a los resultados producidos (Gn 4:1­8). La lógica retributiva
también aparece a la hora de combatir la violencia.
20. EL EVANGELIO DE LA PAZ 141
Entonces se pretende combatir la violencia mediante la
retribución, es decir, con más violencia. Esto lleva a una
espiral interminable de venganzas entre personas, tribus o
naciones (Gn 4:23­24).
En la historia humana hay una alternativa típica a la
espiral de violencia: la formación de un estado. El estado es
aquella institución que reclama para sí el monopolio de la
violencia legítima en un determinado territorio. Por eso
todo estado es constitutivamente violento, como bien sabe
la Escritura. Caín, el primer homicida, es el primer funda­
dor de una ciudad, es decir, de la forma más primitiva de
estado (Gn 4:17). Por eso el estado nunca supera radical­
mente la violencia. En realidad, los grandes actos de
violencia, desde la antigüedad hasta nuestro tiempo, son
frecuentemente actos de un estado, dirigidos a asegurar su
territorio y su identidad "nacional".
El cristianismo primitivo admitió cierta legitimidad al
estado pagano. Allí donde todavía no se ha derramado el
Espíritu de Dios, y donde todo está gobernado por la lógica
retributiva, el estado puede poner un límite a la violencia.
Sin embargo, desde el punto de vista cristiano, existe un
camino mejor, que es el propio de quienes han sido
liberados de la lógica retributiva y siguen al Mesías Jesús.
Mientras que el estado es "vengador" (Ro 13:4), los
cristianos están llamados a devolver bien por mal, y por
tanto llamados a actuar en formas radicalmente distintas
de las que caracterizan a todo estado (Ro 12:19­21). El
cristianismo no combate la violencia de los particulares, o
la violencia de algún estado, recurriendo la violencia de
otro estado, sino mediante el Espíritu mismo de Dios,
siguiendo el modelo de Jesús.
142 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

En definitiva, el evangelio es "evangelio de la paz" en un


sentido real y concreto. La paz, para el cristiano, no es u na
mera consecuencia ética del evangelio. En cuanto
superación de la lógica retributiva, la paz pertenece a la
esencia misma de las buenas noticias y expresa la presen­
cia del Espíritu de Dios (Ga 5:22). La verdadera paz es la
gratuidad que supera todo merecimiento. Es la paz que se
alcanza, no cuando todas las retribuciones se han realizado,
sino cuando Jesús mismo ha anulado la lógica retributiva, y
ha hecho posible, por su Espíritu, un comportamiento
nuevo, generoso, libre y sobreabundante.

4. Para la reflexión
• Leer Mt 5:38­48.
• Reproduce el golpear en la mejilla derecha (v. 39).
¿Cómo sería la posición de la mano derecha? ¿Qué
diferencia de clase social te sugiere?
• Quedarse desnudo ante la gente era un vergüenza
también para el que lo veía, según la cultura judía.
¿Qué efecto tendría esto en el tribunal?
• La milla (v. 41) era una medida romana. Era lo que los
romanos pedían a las poblaciones oprimidas: que les
ayudaran a llevar los bártulos del ejército durante una
milla. Pero de acuerdo a sus estatutos militares no
podían pedirles más que eso. ¿ Qué le diría un cen­
turión romano al campesino que se empeñaba en
acompañar una milla más?
• Pon algún ejemplo de estrategias semejantes en el
contexto actual.
• ¿Has pensado en estrategias para reclamar derechos
tuyos, para defender posiciones de la iglesia, para
20. EL EVANGELIO DE LA PAZ 143

fundar un nuevo estado nacional, para defender una


posición moral, o para ayudar a los más débiles?
21. Los pobres son evangelizados

uando Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret, su


pueblo, escogió aquel pasaje de lsaías al que ya nos
hemos referido anteriormente:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió
para evangelizar a los pobres; me ha enviado a proclamar
libertad a los cautivos, y restauración de vista a los
ciegos, a enviar en libertad a los oprimidos, a proclamar
el año favorable del Señor" (Le 4:18­19, cf. Is 61:1­2).

De modo semejante, cuando los discípulos de Juan el


bautista son enviados a Jesús para averiguar si Jesús era el
que había de venir, o si habían de esperar a otro, Jesús les
respondió diciendo:
"Id, informad a Juan lo que visteis y oísteis: los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los
sordos oyen, los muertos son resucitados, los pobres son
evangelizados" (Le 7:22).

Como ya mencionamos, el anuncio del evangelio es


posible por el poder del Espíritu Santo, el cual realiza
distintas obras de liberación en favor del ser humano. Y,
como estos textos nos muestran, estas obras de liberación
están especialmente dirigidas hacia los pobres. ¿Por qué?

1. El evangelio y los pobres


A veces se discute si los pobres a los que se dirige el
anuncio del evangelio son los pobres en un sentido socio­
económico o en un sentido espiritual, como "pobres de
146 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

espíritu" (Mt 5:3). En realidad, ambas dimensiones están


íntimamente relacionadas desde el punto de vista bíblico.
De hecho, la misma bienaventuranza, en el evangelio de
Lucas, se expresa diciendo "bienaventurados los pobres"
(Le 6:20), sin más precisión. Desde el punto de vista bíblico,
los pobres son aquellos que, no disponiendo de los medios
necesarios, tienen que poner su esperanza en Dios. Los
pobres, por eso, son aquellos que buscan al Señor (Sal
22:26[27]).
Desde este punto de vista, la pobreza espiritual y la
económica están íntimamente conectadas. Quien posee el
poder, la fuerza, los medios, las conexiones, el dinero, la
influencia o la confianza para producir los resultados que
han de justificar la propia vida, no busca a Dios. El rico no
necesita buscar a Dios, porque dispone de los medios que
necesita para su propia auto­justificación. En cambio, el
pobre es consciente del fracaso de los propios esfuerzos
para fundar la propia vida en los resultados de las propias
.
acciones.
Esta conciencia de la propia "pobreza" puede originarse
sencillamente por las propias carencias económicas, pero
también acontece en situaciones en las que las personas,
por diversas circunstancias vitales, como la enfermedad, el
fracaso profesional, afectivo o moral, la soledad, etc.,
caigan en la cuenta de lo limitados que resultan sus inten­
tos de vivir "comiendo" de los resultados de las propias
acciones. Cuando no podemos fundar la propia vida en los
resultados de nuestras acciones, somos "pobres".
Lo mismo sucede, por ejemplo, respecto a la venganza,
que es otra forma de la lógica retributiva. El pobre es aquél
que carece de medios para retribuir a quien le ha hecho
daño. Los filósofos antiguos definían justamente de esta
21. LOS POBRES SON EVANGELIZADOS 147
manera la esclavitud. El esclavo es el que no puede
devolver los golpes que recibe. En cambio, el rico y el
poderoso es el que puede usar de la lógica retributiva, no
sólo para explicar su propia situación, sino también para
dar a otros su merecido.
Cuando no podemos recurrir a la retribución, somos más
receptivos al mensaje del evangelio. De hecho, el evangelio
llega a nosotros convenciéndonos del orgullo en el que
vivíamos, fundando en nosotros nuestra propia vida. Si las
circunstancias vitales ya han mermado ese orgullo, la tarea
inicial del Espíritu Santo, consistente en convencernos de
nuestro fundamental error respecto a nuestro fin vital Un
16:8­11), se ve enormemente facilitada.
A lo largo de la historia, siempre los pobres se han
mostrado más dispuestos a recibir el evangelio. No se trata
de que los pobres sean más ignorantes, y por eso tengan
más fe en cosas sobrenaturales. La ignorancia puede
predisponer a cualquier engaño, con tal de que éste se
presente de modo masivo. Hoy día, los medios de
comunicación de masas no predisponen a aceptar el
evangelio. Sin embargo, los pobres lo aceptan. Y es que los
pobres son aquellos que, cultos o incultos, se encuentran
más dispuestos a recibir ayuda, porque han abandonado el
orgullo de la auto­justificación. Por eso de los pobres es el
reinado de Dios (Le 6:20).

2. Los pobres y los poderes


Cuando los pobres y los ricos, cuando las personas de
toda clase, género, lengua y nación reciben el evangelio,
reconocen a Jesús como el Mesías (el rey), y de este modo
se sitúan bajo la soberanía de Dios. Esto da lugar a un
148 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

nuevo pueblo, en el que desaparecen todas las diferencias


que tradicionalmente han dividido a la humanidad. Al
formar parte del pueblo mesiánico,

"ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no


hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en el
Mesías Jesús" (Gal 3:27).

Esta superación de las divisiones, en el plano económico,


significa que en las verdaderas comunidades cristianas las
diferencias sociales comienzan a desaparecer. Los bienes se
consideran ya como propiedades comunes, superando las
diferencias entre lo propio y lo ajeno:

"La multitud de los que creyeron era de un corazón y un


alma, y ninguno decía ser suyo lo que poseía, sino que
todas las cosas eran de propiedad común. Con gran
poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección
del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos
ellos" (Hch 4:32­33).

Este ideal del cristianismo primitivo apunta a una


manera de superar la pobreza que ya aparecía en el libro
del Éxodo. La pobreza no se supera ni mediante la caridad
individual ni mediante el cambio político, sino mediante un
compartir radical que realiza ya, desde abajo y desde ahora,
lo que los políticos son incapaces de realizar:

"No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque


todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían
el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los
apóstoles, y se distribuía a cada uno según su necesidad"
(Hch 4:34­35).

Esta solidaridad no se realizaba solamente en el interior


de las comunidades, sino que formaba una red "interna-
21. LOS POBRES SON EVANGELIZADOS 149
cional" y "ecuménica" de solidaridad entre las distintas
iglesias, en la que se aspiraba explícitamente a la igualdad:
"Porque no es para holgura de unos, y para aflicción
vuestra, sino para que haya igualdad; en el momento
actual vuestra abundancia suple la necesidad de ellos,
para que también la abundancia de ellos supla vuestra
necesidad, de modo que haya igualdad" (2 Co 8:13-14).

A veces se ha contrapuesto el anuncio del evangelio a la


denuncia "profética" de quienes reclaman a los políticos un
comportamiento más justo y solidario. En realidad, el
evangelio incluye tanto el anuncio y la denuncia, y
también algo más elemental: la renuncia. Solamente cuan­
do hay renuncia se deja de esperar a que los políticos
actúen, para dar el primer paso, iniciando un compartir
auténtico con los necesitados, guiado por el criterio de la
igualdad.
Frente a los poderes políticos, y frente a los poderes de
todo tipo, lo que hace la comunidad cristiana es mostrar lo
que sucede allí donde reina el Mesías. Mientras que el
poder de los poderes de este mundo se basa en la coerción,
el reinado de Dios se instaura mediante la libertad de los
que confían en el Mesías, y se entregan a él.
Por eso, el anuncio del evangelio del reinado de Dios y la
renuncia a los propios intereses contiene la mayor de las
denuncias. Es la denuncia de la lógica retributiva, sobre la
que se basan todos los poderes. La renuncia es también la
mostración práctica, ya desde ahora y desde abajo, que
otro mundo es posible, allí donde reina Dios.
Si en el Antiguo Pacto la sabiduría de Dios se mostraba
en un pueblo gobernado por la Ley de Dios (Dt 4:6), en el
Nuevo Pacto, la sabiduría de Dios se da a conocer a todos
150 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

los poderes de este mundo mediante la comunidad


cristiana (Ef 3:10). Una comunidad que, para ser verdadera
asamblea del pueblo de Dios (eso significa "iglesia"), tiene
que realizar en su interior aquello que anuncia para toda la
humanidad.

3. Para la reflexión
• Lee Hechos, caps. 2­4.
• ¿Por qué crees que en la historia de la iglesia cristiana,
siempre que ha habido movimientos de renovación
espiritual, ha habido siempre un deseo de compartir
los bienes?
• ¿Has experimentado la desaparición de las barreras
sociales entre los creyentes? ¿De qué manera?
• ¿Qué modos de compartir detectas en tu comunidad?
• Recuerda cuáles son los tres elementos del evangelio y
los tres momentos de recepción del evangelio.
22. El evangeliode Dios
n varias ocasiones, la Escritura designa a las buenas
noticias como "evangelio de Dios" (Me 1:14; Ro 1:1;
15:16; 2 Co 11:7; 1 Ts 2:8­9; 1 Pe 4:17). Ya hemos visto lo
que esta expresión significa de manera estricta: son las
buenas noticias de que Dios viene a reinar. Ahora bien, al
hablarnos de que Dios viene a reinar, el evangelio nos
habla de Dios mismo, y que nos habla de Él de una manera
tal que pueda considerarse como una buena noticia.
Veamos esto más despacio.

1. La revelación de Dios
En el evangelio se revela la justicia de Dios, tal como
vimos. Pero, al revelarse la justicia de Dios, Dios mismo se
revela. En los relatos del Antiguo Pacto, Dios asumía
ciertos roles relacionados con la opresión, precisamente
para excluirlos de su pueblo.
Así, por ejemplo, en la medida en que Dios asumía las
funciones de un guerrero, podía liberar a su pueblo sin que
éste disparara una sola flecha (Ex 14:14), y podía pedir a su
pueblo que no tuviera un ejército grande ni permanente
(Dt 17:16). En la misma perspectiva, la idea de Dios como
verdadero Amo de su pueblo fue el motivo para limitar la
esclavitud en Israel, convirtiéndola en una especie de
seguro de desempleo (Lv 25:35­55). Del mismo modo, la
idea de que Dios era el rey de Israel impedía la i ntroduc­
ción de la monarquía en Israel. Precisamente por ello, la
152 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

configuración de Israel como un estado fue interpretada


por Dios mismo, a través del profeta Samuel, como un
rechazo expreso de su gobierno directo sobre Israel (1 S 8:7).
Como vimos, el efecto de esta asunción por Dios de los
roles de dominio se distancia de lo que suele suceder en los
mitos. En ellos, el que la divinidad sea rey suele ser una
legitimación de los reyes. Si la divinidad se entiende como
un amo, esto implica una legitimación de los amos. Los
reyes, amos, guerreros, etc., serían reflejos terrenos de los
poderes celestiales. En Israel sucede justamente lo
contrario: por el carácter exclusivo y directo de la relación
de Dios con su pueblo, el dominio de Dios tiene por efecto
la crítica, la exclusión o la reducción de toda otra forma de
dominación, con la consiguiente idea de Israel como un
pueblo igualitario y fraterno.
En Jesús encontramos la continuación del mismo
proceso. Cuando Jesús presenta a Dios como Padre en sus
parábolas, precisamente apunta a la exclusión del patriar­
cado entre sus discípulos, para formar una comunidad en
la que no hay padres, y en la que a nadie se le llama de esa
manera (Me 10:29­30; Mt 23:9). Del mismo modo, la imagen
de Dios como terrateniente, en las parábolas de Jesús, tiene
la función de criticar a los terratenientes que se han
apropiado de la tierra, a los cuales el verdadero propietario
vendrá a pedir cuentas (Me 12:1­12).
Ahora bien, con todo esto, Dios sigue asumiendo,
también en el mensaje de Jesús, roles de dominio: padre,
terrateniente ... Sin embargo, algo maravilloso sucede cuan­
do el evangelio proclama que Dios estaba en el Mesías
reconciliando el mundo consigo (2 Cor 5:19). Porque si en
Jesús habitaba corporalmente la plenitud de la divinidad
(Col 2:9), entonces en jesús se ha revelado qué significa
22. EL EVANGELIO DE DIOS 153
verdaderamente que Dios sea rey, amo, guerrero, terrate­
niente, etc. En Jesús tenemos un rey que sirve, un amo que
se hace esclavo, un guerrero que renuncia a la violencia,
etc.
La imagen de Dios cambia definitivamente. La revelación
progresiva de Dios significa que a Dios nadie lo ha visto
jamás en su verdadera realidad, hasta su revelación plena
en Jesús Un 1:18). Todas las imágenes de Dios que
encontramos en el Antiguo Pacto, y todas las imágenes de
Dios presentes en las filosofías o en las religiones, tienen
que ser contrastadas con La revelación de Dios en jesús.
No es que primero sepamos ya quién es Dios, y luego
Jesús venga a encajar en ese esquema. Más bien se trata de
que, si Dios se identificó con Jesús, entonces Jesús mismo
es la Palabra definitiva de Dios, su Verbo o Lógos. Y esto
significa que todas las demás palabras de Dios y sobre Dios,
tienen que ser corregidas a la luz de lo que se ha manifes­
tado en Jesús.
Si Dios se identificó con Jesús, ahora sabemos lo que
significa verdaderamente ser Dios. Dios es amor. El evan­
gelio de Dios nos anuncia que Dios es amor (1 Jn 4:16).

2. El Dios trino
La palabra "Trinidad" no aparece explícitamente en los
textos del Nuevo Pacto, sino que fue introducida más tarde
en el cristianismo. Sin embargo, en el Nuevo Pacto no
faltan expresiones trinitarias, que se refieren solemnemen­
te a Dios como Padre, Hijo, y Espíritu, lo que sugiere que
estamos un modo usual y solemne de referirse a Dios en el
cristianismo primitivo (Mt 27:19; 2 Co 13:14). ¿Cómo se
puede entender esto?
154 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

A veces se señala que la Trinidad es un misterio, que no


se puede comprender, porque consistiría en una especie de
identidad entre el Uno y el Tres que iría contra todas las
leyes de la matemática o de la lógica. Sin embargo, este
modo de pensar olvida que no estamos ante un problema
de matemáticas o de lógica. Se trata del misterio de Dios.
Dios es misterioso porque no puede ser abarcado por los
conceptos humanos.
En realidad, toda persona, incluso las personas finitas
que somos nosotros, solamente es conocida de verdad
cuando ella misma se da a conocer. Mucho más en el caso
de Dios. Ahora bien, el Dios oculto (Is 45:15) se ha
manifestado. Como vimos, el misterio oculto por las gene­
raciones se ha revelado en Jesús (Ro 16:25; Col 1:26­27). Y,
si Dios se ha revelado, se ha revelado a los seres humanos,
haciéndose de alguna manera accesible.
No es que nosotros podamos conocer a Dios por nues­
tros propios esfuerzos intelectuales. Lo que sucede es que
Dios se ha revelado, y por medio de su Espíritu, podemos
entonces conocerle de una manera directa y personal. El
Espíritu de Dios, derramado en nuestros corazones, es Dios
mismo, que nos sitúa en la intimidad más directa con lo
más profundo y personal de Dios (1 Co 2:1­16).
Desde el principio, Dios se había revelado como Espíritu
(Gn 1:2; Jn 4:24). Sin embargo, ahora sabemos que ese
Espíritu, derramado en nuestros corazones, nos inserta en
la misma relación personal de Jesús con el Padre. Es el
Espíritu que, en nosotros, como en Jesús, clama "Abba,
Padre" (Me 14:36; Ro 8:15; Gal 4:6).
Dios es Hijo, porque Dios ha querido, desde toda la
eternidad, vivir una vida humana, la vida de Jesús. De este
modo, la humanidad pertenece a la misma realidad de lo
22. EL EVANGELIO DE DIOS 155
que Dios ha querido para sí mismo eternamente. Y este
Dios se ha entregado por nosotros en Jesús, hasta la
muerte, y muerte de cruz. Dios mismo ha querido, sin dejar
de ser Dios, experimentar el abandono de Dios (Me 15:34),
solidarizándose con todos los presuntamente abandonados
por Dios.
Dios es el Padre de nuestro Señor jesucristo, quien no deja
de hacer salir el sol sobre justos y pecadores, esperando a
la humanidad entera como un Padre espera al hijo perdido
y hallado de nuevo (Le 15:11­32). Dios es el Padre que nos
amó en Cristo, el Padre que nos ha adoptado como
hermanos de Jesús, y que nos recibe en la familia misma de
la Trinidad, derramando su amor en nuestros corazones.
No hay que pensar las tres "personas" divinas como tres
sujetos independientes entre sí. Esto sería politeísmo. En
realidad, el término "persona", en sus orígenes bíblicos,
viene de la traducción al griego (prósopon) de una expre­
sión hebrea (lifne) que significa "delante de", "respecto a",
"en relación con" (Pro 8:30). De ahí la tomaron los primeros
teólogos cristianos, como Tertuliano. De ahí que el término
persona, en su contexto bíblico, no signifique "sujeto", sino
relación.
Esto es muy importante para entender que de ninguna
manera la Trinidad niega la unidad de Dios. No se afirma
la existencia de tres sujetos, ni mucho menos de tres dioses.
Lo que se afirma es la existencia de tres relaciones en Dios.
Dios es Padre, porque tiene un Hijo, que es Jesús, con el
que está en una relación eterna. Dios es Hijo, porque tiene
un Padre. Dios es Espíritu, porque es comunión entre el
Padre y el Hijo.
156 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Precisamente porque Dios es así, porque en Dios mismo


hay relaciones, el ser humano puede llegar a ser incluido
en las relaciones mismas de Dios con Dios. El Espíritu
Santo es precisamente el "Espíritu de adopción" (Ro 8:15),
que nos permite participar, como hijos, en la relación de
Jesús con el Padre. El Espíritu, en nuestros corazones, se
dirige a Dios como Padre. De ahí que, mediante el Espíritu
Santo, el Padre y el Hijo puedan poner su morada en
nosotros Un 14:23). De ahí también que los creyentes no
simplemente oren a Dios, sino que oran, y viven, en Dios.

3. Para la reflexión
• Lee Flp 2:5­11
• ¿Qué nos dice este texto sobre Dios mismo?
• ¿Qué ideas sobre Dios detectas en tu ambiente que
contradicen al Dios manifestado en Jesús?
• ¿Qué ideas de Dios han sido dañinas para ti mismo en
el pasado?
23. El evangelio eterno
n el libro del Apocalipsis, un ángel aparece portando
"el evangelio eterno para anunciarlo a los que moran
en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo"
(Ap 14:6). El evangelio es eterno porque es definitivo. ¿ Qué
quiere decir esto?

1. No hay otro evangelio


Esta idea la encontramos ya en Pablo, quien identifica el
evangelio que él anunciaba con el único evangelio posible.
Otro evangelio sería "anatema", es decir, maldición,
aunque quien lo anunciara fuera un ángel (Gal 1 :6­12; 2 Co
11 :4). ¿Por qué dice Pablo esto? ¿No es presunción, o
intolerancia? ¿Por qué no puede haber más evangelios?
La unidad del evangelio se entiende bien desde lo que
hemos visto hasta aquí. Imaginemos que el evangelio no
anunciara la venida del reinado de Dios. En ese caso, no
sería evangelio, porque esa venida es justo lo que anuncia
el evangelio. No hay evangelio sin reinado de Dios.
O imaginemos que se nos dijera que el evangelio
anuncia el reinado de Dios, pero que ese reinado no es el
reinado de Jesús. En ese caso, Jesús no sería Mesías, el rey
ungido de Israel. Ahora bien, si Jesús no es el rey, tampoco
hay una unidad entre Dios y Jesús. Y si no hay una unidad
entre Dios y Jesús, Dios no estaba en Cristo anulando la
lógica retributiva y reconciliando el mundo consigo. En
este caso, el evangelio no sería una buena noticia: todavía
158 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

estaríamos bajo la lógica retributiva, y todavía habría una


barrera entre Dios y el ser humano.
En todas las presentaciones del evangelio donde se
excluye a Jesús de la divinidad de Dios, no hay verdadero
enfrentamiento entre Dios y la lógica retributiva. Quien
estaba en la cruz sería solamente un profeta, buena
persona, etc. Pero no habría una destrucción definitiva, de
parte de Dios, de la lógica retributiva. Dios no se habría
manifestado como alguien que nos ama hasta el extremo
de entregarse por nosotros.
Si seguimos bajo la lógica retributiva, ¿dónde están las
buenas noticias? El evangelio ya no es evangelio, porque
somos nosotros los que tenemos que salvarnos a nosotros
mismos, mediante nuestros esfuerzos. El evangelio de la
gracia de Dios se sustituye por ejercicios éticos o religiosos.
Solamente el evangelio verdadero nos da la posibilidad de
ser reconciliados definitivamente con Dios, porque
solamente en el evangelio se ve que la lógica de Adán, el
pecado fundamental de la humanidad, ha sido quitado de
en medio, y clavado en la cruz (Col 2:14).

2. Disangelios
A lo largo de la historia del cristianismo no han faltado
muchos "disangelios", muchas distorsiones del evangelio,
en las que las buenas noticias dejaban de serlo. Cuando el
cristianismo se convirtió en religión oficial del imperio
romano, a partir del siglo IV, millares de personas se
hicieron "cristianas" sin necesidad de tener fe. Incluso
pasaron a ser masivamente bautizadas nada más nacer,
por el mero hecho de vivir en territorios "cristianos". En
este contexto, fácilmente se olvidó que la salvación era por
fe, y por tanto un don gratuito.
23. EL EVANGELIO ETERNO 159
Las personas simplemente tenían que cumplir una serie
de mandamientos para salvarse. En lugar de un evangelio,
lo que se propuso fue una religión que se podía imponer
por la fuerza a los que pertenecían a los territorios
dominados por los reyes cristianos. Algo que se expresa en
las cruzadas o en la conquista de América. El evangelio
pasó a ser una mala noticia.
También en el contexto medieval, Mahoma propuso una
simplificación: ¿para qué todas las complicaciones con la
idea de Dios, con la Trinidad, con la divinidad de Jesús? Lo
que se necesita es simplemente un Dios que ponga las
normas, y que las personas se sometan, y le obedezcan.
Jesús sería un mero profeta, en una presunta línea de
profetas, que culminaría en Mahoma. De nuevo aquí de lo
que se trata es de cumplir unas normas para ir al cielo. La
gracia desaparece, y con ella las buenas noticias. No hay
más noticia que la necesaria sumisión a una religión.
Modernamente, muchos han repetido la idea de
Mahoma. Jesús sería solamente un profeta, el representan-
te de una moral o el portavoz de una nueva religión. Podría
ser la moral más elevada del amor universal, la moral de la
solidaridad con los pobres, o la religiosidad suprema, que
nos eleva a Dios como Padre. En todos los casos, el reinado
de Dios no habría venido en Jesús, porque Jesús no sería
rey, sino solamente un profeta o un maestro. El reinado de
Dios sería más bien un orden moral, o social, que habría
que conquistar por nuestros propios esfuerzos morales, o
mediante nuestros esfuerzos religiosos.
En todos los casos, no hay buenas noticias. No hay
acción de Dios en Jesús, porque Dios no estaba en Jesús. En
lugar de proclamar lo que Dios ha hecho, solamente
tendríamos la mala noticia de todo lo que nosotros
160 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

tenemos que hacer para llegar a ser buenos, para cambiar


el mundo, o para llegar a Dios. Y el problema, por supuesto,
es que no podemos llegar a Dios de esta manera. Si
llegáramos a Dios por nuestros esfuerzos morales, o medi­
tativos, o ascéticos, o religiosos, seguiríamos en la lógica de
Adán. No habríamos sido liberados. El mundo quedaría
bajo los poderes, que sólo cambiarían periódicamente de
aspecto, y todo serían malas noticias.
Sin embargo, el evangelio anuncia que Dios estaba
personal y realmente en Jesús, y que por eso en Jesús hay
salvación. El evangelio del reino proclama que no hay otro
mediador entre Dios y los hombres que Jesús mismo, Dios
y hombre. Que Jesús es Señor, porque Jesús pertenece al
monoteísmo del único Dios, del único rey, del único
libertador. Que en Jesús se ha roto la lógica retributiva, y
que hay la posibilidad de acceder a Dios de una manera
directa, y para siempre. No por nuestros méritos, sino por
.
su gracia.
Una vez que Dios ha actuado en Jesús, esta actuación es
para siempre. No es necesario romper más la lógica de la
retribución. En el Mesías, esa lógica ha sido rota para
siempre. Si Dios se identificó con el Mesías, tiene sentido
unirse por la fe al Mesías. En el Mesías, Dios ha vuelto a
ser rey, y lo es para siempre. El reinado de Dios se ha
iniciado ya, y lo ha hecho de un modo definitivo. ¡Esta es la
buena noticia, la eterna buena noticia, hasta el final de los
tiempos!
23. EL EVANGELIO ETERNO 161

3. Para la reflexión
• Lee Col 2.
• ¿Cómo nos incorporamos al pueblo del Mesías: por la
fe o por las obras de la Ley?
• Si la incorporación fuera resultado de nuestros esfuer­
zos, ¿habría alguna buena noticia?
• Si la salvación nos la diera la obediencia a algunos
"rudimentos" de este mundo (Col 2:20­23), como en
las religiones, ¿la salvación sería algo gratuito? ¿Ten­
dríamos buenas noticias?
• ¿Crees que el evangelio tiene poder para cambiar el
mundo? ¿Por qué?
• Recuerda cuáles son los tres elementos del evangelio.
24. ¡Ay de mí si no evangelizo!
I evangelio es la buena noticia de que Dios viene a
reinar. Es el contenido de la esperanza proclamada por
los profetas de Israel. Es una noticia ya cumplida,
porque Dios ha venido a reinar por medio del Mesías. Y es
una noticia actual, porque el Mesías de Dios sigue llegando
para reinar por medio de su Espíritu Santo.
La actualidad del evangelio nos impone a los creyentes
una especie de "necesidad". Es la necesidad de anunciar las
buenas noticias:

" ... si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme,


porque me es impuesta necesidad; pues ¡hay de mí si no
anuncio el evangelio!" (1 Co 9:16).

Ahora bien, ¿por qué el anuncio del evangelio es nada


menos que una "necesidad"? ¿En qué consiste esta necesi-
dad?

1. La necesidad del mundo


En primer lugar, la humanidad está necesitada. Nada
más obvio en nuestro mundo que el dolor, la violencia, las
diferencias sociales, y la opresión de unos seres humanos
por otros. El panorama que nos describen los primeros
capítulos del libro del Génesis, por más que esté expuesto
en unas formas literarias que pueden ser extrañas a
nosotros, sigue siendo enormemente actual.
164 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

Y también sigue siendo actual el diagnóstico bíblico. La


humanidad ("Adán y Eva") sigue presa de la vana
pretensión de auto­justificación, fundando la propia vida
en los resultados de las propias acciones. De ahí la
desconfianza mutua, la utilización mutua, la explotación de
unos seres humanos por otros. De ahí que el ser humano se
pase la vida entera tratando de producir resultados, para
encontrarse finalmente con el absurdo de la muerte. De ahí
la envidia, la competencia, y la culpa. De ahí la violencia, y
los limitados intentos de frenar la violencia con más
violencia. De ahí las grandes construcciones religiosas de la
humanidad, y sus efectos finalmente esclavizantes. De ahí
las grandes construcciones políticas, y las divisiones que
siguen introduciendo en la humanidad.
El ser humano no se puede salvar a sí mismo. Si lo
hiciera, la liberación sería un logro propio, y no habría
habido ninguna liberación, porque seguiríamos en la
misma lógica de auto­justificación que desde el principio
nos esclaviza. La única liberación del pecado verdadera­
mente profunda y radical es la que viene desde fuera,
mediante el evangelio de la libre gracia de Dios.

2. La noticia es noticia
En segundo lugar, recordemos lo que hemos señalado
desde el principio. El evangelio es una noticia, y por cierto
una muy buena noticia. Es la noticia de que Dios ha venido
a liberarnos, y a establecer su reinado, mediante el Mesías
Jesús, y que ese reinado de libertad continúa ahora por
medio de su Espíritu Santo.
Todas las noticiastienen algo en común. Y es que las
noticias solamente existen cuando son anunciadas. U na
noticia que no es comunicada no es noticia. Las noticias
24. ¡AY DE MÍ SI NO EVANGELIZO! 165
son noticias precisamente porque aparecen en un periódico,
o porque se cuentan de boca en boca, o porque salen en un
telediario. Una noticia que no se comunicara, no sería
verdaderamente una noticia.
Esto mismo sucede con el evangelio. El evangelio no es
una especie de teoría, que pudiera estar simplemente
depositada en los libros. El evangelio es una noticia, y la
noticia tiene su existencia cuando es comunicada. Si
dejamos de comunicar el evangelio, el evangelio deja de ser
noticia. Y, como el evangelio es una noticia, el evangelio
deja de existir si no se comunica.

3. El amor de Cristo
En tercer lugar, la necesidad de anunciar el evangelio es
una necesidad interior. El Espíritu Santo ha venido a morar
en nosotros no solo para hacernos súbditos del Mesías,
sino también para hacernos sus testigos. El amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu
Santo. Y este mismo amor es el que nos impulsa a anunciar
las buenas noticias:

" ... el amor del Mesías nos apremia, habiendo llegado a


esta conclusión: que uno murió por todos, y por tanto
todos murieron, y por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquél que murió y
resucitó por ellos. [ ... ] Y todo esto procede de Dios, que
nos reconcilió consigo mismo por medio del Mesías, y
nos dio el servicio de la reconciliación; a saber: que Dios
estaba en el Mesías reconciliando al mundo consigo, no
tomando en cuenta a los seres humanos sus transgresio­
nes, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la
reconciliación. Por tanto, somos embajadores del Mesías,
como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre
166 AHORA ENTIENDO EL EVANGELIO

del Mesías os rogamos: ¡reconciliaos con Dios!" (2 Co


5:14­15.18­20).

Dicho en otros términos: el contenido mismo del evange­


lio, que es el amor de Dios manifestado en el Mesías, nos
conduce a comunicar la buena noticia, y por tanto hace
que el evangelio sea evangelio. El evangelio es un poder
que no viene de nosotros mismos, sino de Dios, quien es su
autor, su contenido, y su protagonista.
Conviene no olvidar algo. El evangelio ciertamente va
acompañado no sólo del poder, sino también del gozo y de
la paz de Dios. Sin embargo, también existe "el sufrimiento
por causa del evangelio" (2 Ti 18). La proclamación del
reinado emergente de Dios irá siempre acompañada de la
resistencia de todos los poderes políticos, económicos,
sociales y religiosos que se sienten amenazados por ese
poder. Antes de ponerse manos a la obra, conviene
preguntarse si estamos dispuestos a sufrir por la causa del
Mesías.

4. Para la reflexión
• Piensa en maneras concretas en las que el evangelio
ha sido anunciado por otros cristianos a lo largo del
tiempo.
• Piensa en maneras concretas en las que hoy se puede
anunciar el evangelio.
• Pide al Espíritu de Jesús que te guíe para anunciar el
evangelio.
• Recuerda cuáles son los tres elementos del evangelio y
los tres momentos en la recepción del evangelio.
24. ¡AY DE MÍ SI NO EVANGELIZO! 167
• Lee lsaías 52:7. Mírate los pies. De esos pies se habla.
Camina, libera, sana, y proclama la llegada del
reinado del Mesías Jesús.
mJ Ediciones Biblioteca Mermo
publicaciones de AMyHCE

Diversos autores: HISTORIA MENONITA MUNDIAL


Cinco tomos, por continentes:
­ África. Europa. América latina. Asia. Norteamérica
J ohn Howard Yoder
• Prefacio a la teología. Cristología y método teológico
• Textos escogidos de la Reforma radical
Antonio González: Ahora entiendo el evangelio
J. Nelson Kraybill: Apocalipsis y lealtad
Culto, política y devoción en el libro de Apocalipsis
José Luis Suárez: Metamorfosis
La madurez cristiana en un mundo cambiante
Levi C. Hartzler: Peregrinaje de servicio
Misión de alimentación de niños en España, 1937­39
Paul Erb. El Alfa y la Omega
Dionisio Byler
• TRILOGíA SOBRE LA BIBLIA
­ La autoridad de la Palabra en la Iglesia
­ Todo lo que te preguntabas sobre la Biblia
(y algunas cosas que preferirías no saber)
­ Hablar sobre Dios desde la Biblia
•Léxico.Breve diccionario razonado de términos
bíblicos y teológicos
• Entre Josué y Jesús
El sentido de la historia del Antiguo Testamento
• No violencia y Genocidios
• ¡Ánimo! Dios no nos olvida
• El diablo y los demonios según la Biblia
• Toda obra escrita es útil
• Identidad cristiana
( en la corriente anabaptista/menonita)

www.menonitas.org/biblioteca
_menno
¿Qué es lo que decimos cuando hablamos del «evangelio»?
Este libro está estructurado en forma de veinticuatro capítu­
los, que toman su punto de partida de alguna expresión bíblica
relativa al evangelio. «El evangelio del reino». «La palabra de la
cruz». «El evangelio de vuestra salvación». «El testimonio de la
resurrección». Etc.
La pretensión «evangélica» consiste en una vuelta constante
a los orígenes mismos de las buenas noticias, más allá de las
tradiciones humanas. De ahí que estas páginas confrontarán
con el texto de la Escritra a quienes lean, para desde ahí definir
en qué consisten las buenas noticias.
Se puede utilizar tanto para la lectura personal como para el
trabajo en grupo. Cada capítulo trae preguntas de reflexión que
pueden ayudar a retener y a profundizar en lo que se ha leído.
Hablar de «evangelio» es hablar necesariamente de «evange­
lización». Este texto resultará de ayuda para tener un buen
trasfondo y una solidez bíblica cuando comunicamos el sentido
del evangelio a las personas para quienes deseamos lo mejor de
la vida: el encuentro personal con Jesús.

' ANTONIO GONZÁLEZes el pastor de


la iglesia de los Hermanos en Cristo
de Hoyo de Manzanares (Madrid). Es
profesor y miembro del equipo rector
del Centro Teológico Koinonía. Doc-
torado en Filosofía y en Teología, es
Director de Estudios y Publicacio-
nes de la Fundación Xavier Zubiri
(Madrid), y conferenciante y profesor
invitado en distintas instituciones.

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