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La persona humana es un misterio, se pregunta quién es, de dónde proviene, hacia dónde va,
ansía aquello que no puede alcanzar, pretende acercarse a la infinitud, pero es algo que se
escapa de sus manos, le gustaría poder evitar lo que adviene o sobreviene en su vida como lo
inevitable.
A través de la historia grandes hombres han intentado dar una definición del misterio del ser
humano.
San Agustín, desconcertado por la muerte de un amigo escribe: “Yo me había convertido para
mí en una enorme incógnita”. (Confesiones I, IV, e IV, Pl 32, 679)
Las respuestas nunca serán satisfactorias, el ser humano sigue siendo un misterio, un signo de
interrogación, una cuestión profunda, ahí radica la grandeza y su opción comprometida con la
vida.<
El hombre se distingue, por encima de todas las cosas, tanto de los seres animados (animales)
como inanimados, que están ahí como parte del mundo que lo rodea, que existe.
El hombre tiene su dignidad y se basa en que es consciente de sí mismo y que sabe, desde su
libertad, darle sentido a su vida, darle forma, tomar sus riendas, su vida es una marcha hacia
lo abierto e indefinible en la invisibilidad.
Históricamente, desde antiguo, de múltiples maneras hasta el día de hoy, los hombres han
expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos
(oraciones, sacrificios y cultos) formas de expresión de la fe, del acercamiento, del encuentro
íntimo con un ámbito sagrado. Dios.
Esta búsqueda exige al hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad y
el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.
El conocimiento de Dios es un camino que exige una apertura al misterio, la fe en Dios no es
irracional como algunos piensan sino que es la respuesta al misterio que se ha manifestado a
la razón del hombre.
Y así en la actualidad el hombre ha seguido expresando a Dios y Dios por medio de él, el arte
también alude al misterio del misterio del hombre y al misterio de Dios por ejemplo: La
creación, de Miguel Ángel Bunarroti, localizada en el fresco del techo de la Capilla Sixtina, la
mirada indiferente de Adán y la acción creadora de Dios, muestra el renacimiento religioso en
un período humanista, contrario a la Edad Media. Unidad de ambos misterios en la creación, el
comienzo de la vida, el encuentro de las manos, de las naturalezas, una alianza entre el
creador y la criatura.
Desde el punto de vista cristiano, cualquier momento que elijamos para definir el
inicio de la vida, distinto al de la concepción misma, es completamente arbitrario.
Dios es el creador de la vida y para El no existe el tiempo, al menos como lo medimos
nosotros. El es el principio y el fin. No podemos ser nosotros mismos los que
decidamos desde cuándo un ser humano es tal.
Cuando el hombre pierde respeto por una parte de la vida, termina perdiéndolo por toda ella.
La Iglesia Católica protege al ser humano desde el momento de la concepción hasta
la muerte. Considera que el origen del hombre no se debe solo a las leyes de la
Biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios