En estos dos artículos se incorporan dos innovaciones: el derecho al agua y la idea de la
soberanía alimentaria, ya que se centra en las políticas agrarias y alimentarias de acuerdo ciertos objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria. En donde se trata de fomentar el consumo de productos de calidad, medioambientalmente limpios y socialmente justos y, poco a poco, interiorizar que la causa del hambre no es la producción de alimentos sino su desigual distribución. Sobre el derecho al agua, se tiene que notar una diferencia con la Constitución de 1998, ahora el agua es reconocida como un derecho. Este avance, en la práctica, supone que el acceso al agua, además de considerarse un bien o un servicio necesario para el ejercicio de otros derechos, constituye un derecho en sí mismo, es decir, “se puede identificar al titular, el contenido correspondiente a cada persona y el destinatario de las obligaciones” y, por lo tanto, en caso de existir una violación a este derecho fundamental, éste puede ser exigido judicialmente, de acuerdo al principio de plena justiciabilidad de todos los derechos previsto en la nueva Constitución, ya que aquí el agua se considera como patrimonio nacional estratégico, al ser parte de uno de los sectores estratégicos se prohíbe expresamente su privatización. Artículo 14 y 15 Es un aspecto importante ya que estos 2 artículos incorporan la dimensión ambiental y declara la preservación y conservación del ambiente para que sea de interés público. Otro rasgo relevante es que se considera al ambiente sano y ecológicamente equilibrado como un medio para lograr la sostenibilidad y el Buen Vivir. La soberanía energética no se alcanzará en si existe un maltrato moral o material de la soberanía alimentaria, ni afectará el derecho al agua. Ya que lo recomendable es prohibir el desarrollo, producción, tenencia, comercialización, importación, transporte, almacenamiento y uso de armas químicas, biológicas y nucleares, de contaminantes orgánicos persistentes altamente tóxicos, agroquímicos internacionalmente prohibidos, y las tecnologías y agentes biológicos experimentales nocivos y organismos genéticamente modificados perjudiciales para la salud humana o que atenten contra la soberanía alimentaria o los ecosistemas, así como la introducción de residuos nucleares y desechos tóxicos al territorio nacional. Entrevista Como mencionaba Alberto Acosta, no es una broma, es una verdad aterradora, el PIB sigue siendo la única medida grave de la actividad macroeconómica. Tratando de convencernos de que todo en la investigación estuviera bien, se publica todo lo que se logra recabar regularmente sobre previsiones trimestrales o anuales de cómo se desarrollará el PIB a corto y mediano plazo. Centrarse en el PIB y sus cambios es un error mayor que nunca antes. No se trata de una vieja crítica por así decirlo "izquierdista" de que el PIB sólo refleja la prosperidad en su conjunto, pero no dice nada sobre su distribución, por lo que no puede ser un indicador del bienestar de una sociedad. La nueva crítica es mucho más fundamental. Se basa en el hecho de que la medición del PIB ha perdido contacto con la realidad. El PIB ya estaba limitado en su capacidad para reflejar el cambio estructural de la industria "real" a una sociedad de servicios y conocimiento "invisible". Para más o menos definirlo en la era de la digitalización, el PIB no es más que un termómetro del clima económico.