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PRESIDENCIALISMO Y PARLAMENTARISMOS:
CÓMO IMPACTAN EN EL SISTEMA DE PARTIDOS
Introducción
Con más de treinta años de estabilidad institucional, el debate sigue vigente, tanto es así
que recurrentemente se alzan voces que ponderan las virtudes del sistema parlamentario
en desmedro del presidencial. Por todo esto, el presente trabajo se va a centrar en poder
describir el estado actual del debate, cuales son las líneas principales de cruce y por
sobre todo como impactan los sistemas de gobierno en el sistema de partidos, teniendo
en cuenta la importancia de estos últimos en la consolidación y vigencia del sistema
democrático.
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América Latina en los 70 con las rupturas democráticas que se produjeron en Europa de
entreguerras, para luego comparar la etapa exitosa, tanto en el plano institucional como
económico social de Europa de la posguerra y sus sistemas parlamentarios, con las
transiciones y consolidaciones democráticas de América Latina, desde los 80 hasta la
actualidad.
La paradoja que se registra en nuestra región, como lo señala Carpizo (2007), es que las
restauraciones y la actual consolidación de la democracia se hicieron bajo el sistema
presidencial, el mismo que regía al momento de las rupturas.
Según Carpizo (2007) este escenario es posible porque se han producido muchos
cambios en la arena internacional, como el fin de la guerra fría, la voluntad de Estados
Unidos en apoyar las transiciones democráticas, también un cambio de enfoque de los
organismos internacionales y además cierta toma de conciencia en sectores de derecha
del arco político, hoy volcados a la lucha democrática electoral, más proclives en el
pasado, en acudir a los militares para defender sus intereses.
Mairwaring y Shugart (2002) señalan un punto clave y es que hay que tener en cuenta el
contexto social, cultural y político de cada país antes de llevar adelante un cambio
institucional. Lo que se señala en la literatura es que en lugar de comparar el
presidencialismo con el parlamentarismo, habría que hablar de distintos tipos de
presidencialismos, y esto demuestra que hubo capacidad de adaptación en nuestros
países, con la prueba palpable de haberse superado fuertes crisis socioeconómicas
dentro del marco del sistema democrático.
Carpizo (2007) señala que en las rupturas de los sistemas presidenciales democráticos
no hay que analizar solo la ruptura, sino el contexto, las causas y también ver los
antecedentes que a veces se remontan a varias décadas atrás.
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Hubo intentos en Argentina, Brasil y Chile de instaurar el parlamentarismo, todas ellas
no llegaron a producirse. No obstante esto, en varios casos, Argentina y Perú, mediante
reformas constitucionales, se adoptó la figura del jefe de gabinete en Argentina y el
primer ministro en Perú. Ambos pueden ser removidos por el Congreso, pero necesitan
mayoría absoluta de los miembros en los dos casos. Con todo, es un avance hacia el
principio de confianza legislativa para el gabinete (Carey 2006).
Aquí se pueden observar las diferencias sustanciales entre los dos sistemas y es la
elección popular del presidente con mandato fijo y la imposibilidad de remoción por
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parte del Parlamento, salvo en causales graves donde se puede llevar adelante un juicio
político y ser destituido.
Esto se traduce en el poder de los presidentes para formular políticas (Carey, 2006: 136)
o en términos de Mainwaring y Shugart (2002a) en presidencias fuertes o débiles de
acuerdo a la capacidad de los Presidentes para llevar adelante sus políticas.
Hay distintas ópticas para medir estas cuestiones, en general hay que analizar la
capacidad de veto y si su partido tiene o no mayoría en el Congreso. Una de las
características de los presidentes latinoamericanos, es que tienen más poderes que el
presidente estadounidense, pero como lo señala Sartori (1994) en realidad son más
débiles porque tienen enormes dificultades para cumplir su programa, debido a la
vulnerabilidad de los países de la región en relación a los países centrales. Entre los
poderes con que cuenta está la posibilidad de emitir decretos y los vetos totales y
parciales.
En las últimas décadas se pudo observar que el sistema presidencial pudo soportar, lo
que Lanzaro (2000) denomina las dos transiciones, la política y los cambios
estructurales en la economía y en el rol del Estado, que se llevaron adelante en la década
del 90. Las crisis sociales y económicas que generaron estas políticas fueron superadas
con renuncias de los presidentes y su reemplazo dentro de marcos constitucionales,
Ecuador, Bolivia y Argentina son ejemplo de esta situación.
En líneas generales, Mainwaring y Shugart señalan que hay dos variantes de poderes
legislativos del presidente: los proactivos, mediante los cuales puede establecer un
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nuevo statu quo y lo hace mediante la emisión de decretos y los reactivos con los que
pueden mantener el statu quo, en su relación con el Poder Legislativo, frente a una
mayoría que intenta cambiarlo (2002a: 50).
Poder emitir decretos es una prerrogativa que se usa no solo para reglamentar leyes sino
para legislar. Esta posibilidad le da mucho poder al presidente, quién muchas lo utiliza,
aun teniendo mayoría propia en el Congreso. Los que tienen esta posibilidad son los de
Argentina, Brasil y Colombia.
En general todos los presidentes e incluso sus ministros pueden emitir decretos
regulatorios (no legislativos) para implementar la legislación vigente (Mainwaring
Shugart, 2002: 55). Pero en este caso lo que se trata es de decretos legislativos, que son
aquellos mediante los cuales el presidente puede romper el statu quo. También está la
posibilidad de actuar frente a una emergencia o catástrofe que implica la suspensión
temporaria de derechos, mediante los cuales el presidente tiene poderes de emergencia.
Cuando las constituciones otorgan a los presidentes facultades de decreto, el uso de esta
facultad para evitar la negociación con los opositores legislativos ha sido
frecuentemente un tema de conflicto entre los poderes, y en algunos casos evolucionó
hacia la crisis de régimen (Carey, 2006: 140).
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Otra herramienta la constituyen las facultades delegadas. En este caso el Congreso
delega en el presidente la posibilidad de legislar mediante decretos ley ante
determinadas situaciones. El Congreso puede recuperar aquello que delega. Pero si la
ley con la que se otorga esas facultades al presidente no está bien delimitada puede dar
lugar a abusos. No obstante esto, este tipo de decreto es diferente del poder legislar por
decreto analizado en el párrafo anterior (Mainwaring y Shugart, 2002a: 57).
Existe una diferencia muy importante entre los sistemas parlamentarios y los
presidenciales, en cuanto a las coaliciones, ya que en los parlamentarios las coaliciones
se realizan después de las elecciones y las mismas comprometen a los partidos, en
cambio en los sistemas presidenciales, las coaliciones se hacen antes de las elecciones y
los partidos no se comprometen a compartir responsabilidades una vez que esa coalición
llegue a triunfar.
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entonces el presidente puede gobernar por decreto, si es por mayoría simple, se va a ver
bloqueado de todos modos.
La gran pregunta es cómo limitar el número de partidos para que el presidencialismo sea
viable. En Latinoamérica, según Mainwaring y Shugart (2002b) el número de partidos
depende principalmente de varios factores, entre ellos, factores históricos, culturales y
las estructuras de clivajes existentes en cada sociedad. Pero también tienen mucha
influencia las reglas y secuencias electorales. Si las elecciones parlamentarias y
presidenciales son simultáneas y el presidente se elige por mayoría simple, se tiende a
un bipartidismo, y esto se verifica aun cuando las elecciones legislativas sean por
sistema proporcional, como lo es en Latinoamérica.
La situación tiende a variar en los casos en que las elecciones no sean simultáneas, se
registra una mayor fragmentación y también sucede lo mismo cuando hay elecciones
presidenciales con doble vuelta con mayoría absoluta.
Las elecciones presidenciales se pueden hacer por el sistema de mayoría relativa o por
el de mayoría absoluta con doble vuelta. Mediante el sistema de doble vuelta con
mayoría absoluta se fragmenta el voto en la primera vuelta Mainwaring y Shugart
(2002b) y Carey (2006). De esta forma habrá más candidatos y el resultado se volverá
impredecible. Con fragmentación e imprevisibilidad tienen su oportunidad los
candidatos independientes como el caso de Le Pen en Francia en el 2002, al ir a la
primera vuelta, la izquierda, muy fragmentada, la elección se terminó dirimiendo entre
el candidato de la centro derecha, Chirac, y el de la derecha nacionalista, Le Pen (Carey
2006: 134).
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Además de aumentar la fragmentación con la doble vuelta con mayoría absoluta, es más
probable el caso de gobiernos divididos, donde el presidente no cuenta con mayoría
legislativa. No obstante se hace así para tratar de que el candidato triunfante, al tener el
apoyo de más de la mitad del electorado, tenga la legitimidad suficiente para gobernar.
Con esto se puso en cuestión los estudios que comparan una presidencia débil, la de
Estados Unidos, con un primer ministro fuerte y poderoso como el de Gran Bretaña, que
serían los casos polares en los dos sistemas. Tal como afirma Sartori (1994) los
Presidentes latinoamericanos son más fuertes que el norteamericano. Los estudios
institucionalistas demostraron que los Presidentes de nuestra región cuentan con
mayores recursos legislativos que su par norteamericano y se hicieron análisis para
determinar cómo impacta el sistema de partidos en el sistema de gobierno. Con esto se
pudo superar el análisis centrado en la forma de elección y la duración del mandato,
como rasgos distintivos y comparables.
Uno de los argumentos es que se produce bloqueo cuando el partido del Presidente es
minoritario porque el sistema es multipartidista fragmentado (Mainwaring y Shugart,
2002b). El otro gira en torno a las indecisiones producto de un persistente bloqueo
parlamentario. Señala Munck (2004) que si bien con estas líneas de investigación se
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terminó apoyando la línea de Linz (1988) sobre la naturaleza conflictiva de la
democracia presidencial, se introdujeron dos hipótesis importantes: la influencia del
sistema de partidos y la forma en que éstos son afectados por el sistema electoral
(Munck 2004: 322).
Mainwaring y Shugart (2002b) coinciden con Sartori (1994), en que el sistema electoral
de Estados Unidos es la causa por la cual los partidos son indisciplinados y por lo tanto
en caso de que el partido de oposición controle el Congreso, el presidente tiene
capacidad de negociación con legisladores individuales y logra, de esta forma, aprobar
leyes.
Conclusiones
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Desde hace treinta años América Latina está atravesando un proceso de consolidación
democrática sin haber cambiado su sistema de gobierno. Hubo reformas
constitucionales donde se adoptó la reelección del presidente, y se le otorgó facultades
legislativas. En algunos casos, se evolucionó hacia presidencialismos híbridos con la
emergencia de la figura del primer ministro (Perú) y el Jefe de Gabinete (Argentina). De
esta forma, se han tomado elementos de los sistemas parlamentarios para adaptar a los
sistemas presidenciales al nuevo contexto.
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BIBLIOGRAFIA
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