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I. IDEAS PRELIMINARES
Trátese del idioma del cual se trate, todos dan cuenta en su interior de diversas jergas
científicas o académicas. Estas, formadas a través del desarrollo de las diferentes
disciplinas del saber humano, se caracterizan por tener un amplio elenco de “categorías”
o expresiones generalmente aceptadas y utilizadas por las personas entendidas en cada
sector del conocimiento. En esa línea, en el derecho no solo encontramos una jerga
general, sino otras tantas –más o menos diferenciadas– referidas a particulares campos
del quehacer jurídico.
Sobre las ideas plasmadas en los tres recientes párrafos, cabe hacer una precisión.
Ellas son válidas para el Perú y para cualquier país que regule su proceso contencioso-
administrativo siguiendo el mismo modelo procesal de nuestro país. El modelo en
mención, de origen español, se opone a otro modelo de anterior data, surgido en
Francia. Ambas opciones procesales encuentran una central diferencia, importante para
los fines del presente estudio.
“(...), tratando, sobre todo, de impedir la posibilidad de que el poder judicial, que
hasta entonces había ejercido los parlamentos regionales, identificados de hecho con el
estamento nobiliario, pudiese reiterar frente a los nuevos poderes legislativo y ejecutivo
revolucionarios la interferencia sistemática a que habían sometido a la Administración
del Rey en la última fase del Antiguo Régimen, esta Ley de 16-24 de agosto de 1790(3)
dispone que: las funciones judiciales son y permanecerán siempre separadas de las
funciones administrativas. Los jueces no podrán, bajo pena de prevaricación, perturbar
de la manera que sea las operaciones de los cuerpos administrativos, (...).
Este obstáculo instrumental para hacer prevalecer los dos grandes principios
revolucionarios de la legalidad y la libertad, que no podían, obviamente, abandonarse,
va a forzar al sistema francés a buscar una fórmula de protección frente a la
Administración completamente singular, a la que se llamará (rehabilitando un término
del Antiguo Régimen, por cierto) contencioso- administrativo. (...)”(4).
En Francia, fue el Consejo de Estado el órgano que dio origen, con el transcurso del
tiempo, a aquella estructura de organismos que forman la llamada “Jurisdicción
Administrativa”, encabezada por el citado Consejo, distinta y separada de
la “Jurisdicción Judicial”, que tiene como máximo órgano a la Corte de Casación(5).
Fue precisamente dicha diferenciación la que, con el transcurrir del tiempo, permitió
hablar de un “modelo administrativista” o “modelo francés”, frente al “modelo
judicialista” o “modelo español” que surgió posteriormente, a partir de la Ley de
jurisdicción contencioso-administrativa del 13 de septiembre de 1888, y que se
consolidó con la Ley del mismo nombre el 27 de diciembre de 1956(6).
De acuerdo a ello, siendo el Poder Judicial la institución que controla las actuaciones
administrativas en el Perú, al igual que en el país del mencionado tratadista (también
adscrito al modelo español), no nos correspondería utilizar la expresión “contencioso-
administrativo” (nacida en el modelo francés).
Retornando a los orígenes de dicha expresión, cabe indicar que ella continuó siendo
acogida en diversas legislaciones nacionales, tanto en el continente europeo como en
América.
Las ideas antes vertidas han sido asimiladas por el legislador peruano y orientan
nuestro ordenamiento jurídico a partir del 11 de octubre de 2001 y, sobretodo, desde el
15 de abril de 2002. En la primera fecha, entró en vigencia la Ley Nº 27444, Ley del
Procedimiento Administrativo General, que reclama la frase “procedimiento
administrativo” para las actividades cumplidas entre administrado y administración ante
esta última, sean iniciadas a instancia del primero o de oficio. En la segunda fecha, se
puso en vigor la Ley Nº 27584, Ley que regula el Proceso Contencioso Administrativo,
la cual reinvindica la frase “proceso administrativo” para la relación procesal que se
instaura entre administrado y administración ante el Poder Judicial, a causa de la
demanda de tutela jurisdiccional que el primero realice frente a una actuación de la
segunda(18).
Respecto a la Ley del Proceso Contencioso Administrativo, podemos decir que, pese
a su nombre, se extrae de su contenido otra importante razón para abandonar la
expresión “contencioso-administrativo” y reemplazarla por la denominación “proceso
administrativo”, ya propuesta.
Con la aplicación del artículo 540 y siguientes del Código Procesal Civil, la noción
de pretensión “contencioso-administrativa” reinante en nuestro país, era la de la
pretensión meramente declarativa antes comentada, cuya satisfacción se buscaba
mediante la demanda “contencioso-administrativa”. Lo anterior, se hallaba certificado
por la mencionada norma.
Sin embargo, por diversas razones que no corresponde explicar aquí, dicha
regulación se tornó insuficiente como garantía de los derechos de los administrados. Por
lo demás, la doctrina y algunas legislaciones extranjeras mostraban una atractiva opción
procesal, denominada modelo de “plena jurisdicción”.
El nuevo panorama procesal descrito, con una norma propia y mayores alcances,
resulta más garantista a favor del administrado que el modelo antecedente. En ese
sentido, abandonado el modelo procesal de nulidad con el cual se identificaba
plenamente la expresión “contencioso-administrativo”, la ocasión se muestra idónea
para repensar los distintos aspectos relacionados al antiguo modelo procesal, así como
formular mejores alternativas. Una de ellas, es precisamente el reemplazo de la
expresión tantas veces citada.
Pocas veces nos detenemos a observar, menos a cuestionar, el uso de los vocablos y
frases con los cuales denominamos los objetos y conceptos que habitualmente
empleamos. Los abogados no estamos exentos de dicho problema.
Hasta aquí, hemos presentado algunas ideas a partir de las cuales, estimamos, la
denominación “contencioso-administrativo” no solo resulta antigua, ajena y redundante,
sino que además la propia doctrina –nacional y extranjera– ofrece una mejor opción
para referirnos al conjunto de ideas que ella encierra y proyecta. Dicha alternativa es la
de “proceso administrativo”. En sede judicial sería más coherente hablar de proceso
administrativo, al lado del proceso civil, proceso penal o proceso laboral; así, cada
proceso estaría denominado por la materia a cuyo tratamiento sirve.
Por las mismas razones, creemos que también se debe evitar el uso de la
expresión “acción contencioso-administrativa”, más aún si en ella se utiliza una
categoría abstracta como “acción” para referirse en realidad a una pretensión o a un
proceso.
Sin duda, en todas las áreas del derecho existen expresiones que designan diversos
institutos, pero cuyo origen se ha olvidado, perdiéndose precisión en su manejo a través
del tiempo. Por ello, tales expresiones deben ser objeto de una oportuna evaluación,
impulsando una progresiva superación del desarrollo doctrinal y del tratamiento
normativo de la institución a la cual sirven. Entiéndase que no se trata de ensayar teoría
sobre las expresiones que designan a los institutos jurídicos, ni de proclamar una
visión “más práctica” de estos. Lo importante es realizar un estudio completo de tales
institutos, repensando sus aspectos más tradicionales a fin de que sean capaces de servir
con coherencia a las nuevas necesidades que plantee el futuro.
Cada uno de nosotros tendrá su particular forma o punto de vista para enfrentar el
estudio de determinada institución. Lo importante es que dicha tarea empiece y que se
renueve. Finalmente, creemos que esta ha sido la real motivación del presente trabajo.
NOTAS:
(9) Cfr. UGARTE DEL PINO, Juan. “Historia de las Constituciones del Perú”.
Editorial Andina S.A. Lima, 1978. Págs. 452-454 y 473-474.
(17) http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/1-12008.html
(23) Anteriormente, tal institución había sido regulada en las Leyes Orgánicas del
Poder Judicial aprobadas por los Decretos Leyes Nº 14605 (1963) y Nº 18060 (1969),
así como por el Decreto Legislativo Nº 612 (1990); sucesivas regulaciones que, por
motivos de diversa índole, no fueron desarrolladas procesalmente o tuvieron una muy
corta vigencia.
LECTURA 02
LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA EN EL PERÚ. Balance y
prospectiva (2002-2007) (
I. INTRODUCCIÓN
Sin embargo, al cabo de estos cinco años de vida propia, nuestro PCA no ha llegado
a consolidarse como uno de plena jurisdicción; el propio articulado de su ley regulatoria
contiene contradicciones que, de alguna manera, maniatan al JCA y le impiden resolver
como juez de plena jurisdicción; ahí está, entonces, rondándole por su despacho y
conciencia el mito del respeto a la congruencia procesal, por ejemplo. Algo que, para
nosotros, debiera ser atenuado en sede del PCA, ante la existencia de una elevadísima
cantidad de demandas mal estructuradas y que impide a muchos litigantes indigentes el
acceso a la justicia, cuando para plantear un contencioso-administrativo deben pagar
una tasa judicial de S/. 34.50 hoy, pero, además, pagar la facturación reclamada, porque
si no le cortan el agua o los servicios básicos, por citar solo un caso.
A partir del 15 de abril del 2002, fecha de entrada en vigencia de la Ley Nº 27584,
que regula el proceso contencioso-administrativo, se dio inicio al funcionamiento de la
jurisdicción especializada en lo contencioso-administrativo, para encargarse del control
jurídico de las actuaciones de la Administración Pública sujetas al Derecho
Administrativo y la efectiva tutela de los derechos e intereses de los administrados,
conociendo, vía el proceso contencioso-administrativo, de pretensiones como:
Debe apuntarse que desde la entrada en vigencia del Código Procesal Civil, el 28 de
julio de 1993, hasta el 14 de abril del 2002, el PCA era solamente un proceso revisor, a
través del cual el juez contencioso-administrativo podía declarar (solamente) la
invalidez o ineficacia del acto o resolución administrativa cuestionada (1) . Podía,
entonces, con total propiedad, hablarse de que era un “proceso al acto”, y no un proceso
que concluyera con una tutela directa y subjetiva para el administrado; más que
satisfacerse una pretensión subjetiva, se lograba solamente que judicialmente se declare
la invalidez o se prive de efecto al acto o resolución administrativa.
La pregunta nos coloca frente a una realidad como la peruana, que no solo tiene una
jurisdicción especializada en lo contencioso-administrativo infante, sino esclerótica por
lo lerda, a pesar de su corto tiempo de vida, desde el 15 de abril del 2002. Sumado a
ello, se debe resaltar que le cupo internalizar un trastoque en la concepción del objeto de
un PCA, pues hasta el 14 de abril del 2002, y desde la entrada en vigencia del Código
Procesal Civil, el 28 de julio de 1993, solo se conocía y permitía, por nuestro sistema
procesal, la impugnación de acto o resolución administrativa; luego de aquella fecha se
abre la posibilidad de otorgarse tutela subjetiva al administrado.
Diríamos, entonces, bajo este orden de ideas, que fue una decisión de los legisladores
que sancionaron el Código Procesal Civil de 1992, permitir al administrado, de manera
indirecta, ante la afectación de sus derechos por actos emitidos por la Administración en
ejercicio de su función administrativa, postular que estos, en sede judicial, sean
calificados de legales o no; pero sin que ello signifique para nada una atención
inmediata, o una vía directa para la tutela de su derecho subjetivo administrativo o
interés jurídico lesionado.
Para nuestro sistema procesal, el punto de quiebre de esta concepción revisora del
PCA se da con la Ley Nº 27584, al menos en apariencia, como lo fundamentaremos más
adelante.
Ciertamente, la nueva ley vigente a partir del 15 de abril del 2002 ya no limita el
accionar del juez al simple conocimiento de una pretensión de impugnación de acto o
resolución administrativa, sino, además, le permite conocer todo un elenco de
pretensiones, encontrándose, entre ellas, la de “reconocimiento de restablecimiento de
derecho subjetivo o interés jurídicamente tutelado”. Esta nueva competencia asignada al
juez contencioso-administrativo no es, sino, una “vuelta de tuerca” a la concepción
revisora del PCA que antes tenía por imperativo legal el juez, pudiendo recién conocer
de pretensiones subjetivas, o llamadas por la doctrina, de plena jurisdicción.
No obstante lo antes dicho, no por esta “vuelta de tuerca” podríase calificar al PCA
peruano como uno de plena jurisdicción. Basta para ello referirnos a algunas
disposiciones que recoge la Ley Nº 27584 así como a la propia jurisprudencia nacional
de la especialidad, emitida por los jueces y salas superiores especializadas en lo
contencioso-administrativo (4) .
Así pues, un análisis de la Ley Nº 27584 nos permite sustentar nuestro disentimiento
con la calificación del PCA peruano como de plena jurisdicción, cuando:
a. Si bien se establecen dos finalidades del PCA , lo cual se desprende del texto
del artículo 1, esta norma (5) , que consagraría un carácter subjetivo pleno de la
jurisdicción contencioso-administrativa, es dejada de lado o ignorada por los
juzgadores, cuando al emitir las sentencias se ven constreñidos por otra disposición de
la misma ley, así el artículo 38, que los vincula a resolver lo pertinente “en función de la
pretensión planteada” (6) por las partes.
Nótese que nuestra ley regulatoria del PCA no aporta una solución clara en el
plano normativo, para este gran sector de justiciables cuyo derecho a la tutela judicial
efectiva se ve esquilmado, al serle inalcanzable o iluso, su derecho subjetivo
administrativo cuando muchos de los accionantes plantearon defectuosamente la
demanda, o formularon un petitorio diminuto que no se correspondía con los hechos
narrados.
Sobre el particular, podemos decir que esta norma para nosotros es un principio
innominado, propio del proceso contencioso-administrativo (PCA) pero que difiere del
sub principio dispositivo de libertad de proposición de medios probatorios que tienen
las partes en un proceso civil, según el cual estas pueden ofrecer todo tipo de medios
probatorios típicos o atípicos, siempre y cuando sean pertinentes, esto es, que se refieran
a los hechos controvertidos (artículo 190 del Código Procesal Civil).
Acaso en estos dos supuestos no serán relevantes estos medios probatorios para
resolver la causa (esto es, la pericia en un caso, y el informe científico en el otro); o con
otras palabras, los citados medios probatorios no sirven para justificar la decisión final o
formar convicción en el juzgador respecto de los hechos controvertidos por las partes.
Nosotros creemos que si bien la norma recogida por el artículo 27 de la LPCA consagra
un criterio restrictivo en la admisión del material probatorio, debe ser interpretado en
concordancia con nuestra Constitución Política, que acoge el derecho fundamental al
debido proceso, y dentro de este, el derecho de defensa y a la prueba, incluyendo este
último, el de ofrecer y actuar los medios probatorios que se consideren pertinentes.
Recortar esta posibilidad acudiendo a una aplicación meramente literal del artículo 27
de la LPCA, sin interpretarla sistemáticamente, sería ir contra la Carta Magna misma,
vaciarla de contenido, y, por lo tanto, estaría plenamente justificada la inaplicación de
esta norma, vía el control difuso , por ser abiertamente inconstitucional.
Empero, si este camino no es el elegido en cada caso concreto, estimamos que, como
un paliativo, podría, diríase mejor, debería el juzgador, hacer uso de su facultad de
decretar pruebas de oficio, consagrada por el artículo 29 de la acotada Ley Nº 27584
(16) , y siempre y cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes, o el propio
expediente administrativo, sean insuficientes para acreditar los hechos expuestos en los
actos postulatorios, para producir certeza en el juez respecto de los puntos
controvertidos y para fundamentar la decisión final de mérito.
Es por las cuatro razones antes explicitadas, por lo tanto, que conceptuamos poco
atinado y como incorrecto que se considere al PCA peruano como uno de plena
jurisdicción, pues la normativa que lo regula si bien prevé como objeto del mismo la
efectiva tutela de los derechos e intereses de los administrados, abriendo la puerta, como
en el caso español (17) , a una tutela plena en el contencioso-administrativo, ello, como
hemos reseñado, choca con otras disposiciones de la misma norma que impiden la
prestación de una tutela subjetiva plena por el órgano jurisdiccional.
La observancia de la tutela judicial plena y efectiva pareciera así que está proscrita
en la jurisdicción contencioso-administrativa, por propia decisión de los juzgadores,
desconociendo así una de las finalidades del PCA, cual es la de la efectiva tutela de los
derechos e intereses de los administrados.
Es por la postura reiterada de los JCA de no resolver el fondo de la actuación
administrativa impugnada, que, solo nulifica, o declara nula o ineficaz para el
administrado, conceptuamos, que, en muchos casos, no satisface la necesidad de tutela
judicial que alegó el demandante; encontrándonos en nuestro examen de los expedientes
sobre PCA y de las sentencias estimatorias en ellos recaídas, con las siguientes
situaciones:
Aquí, por lo tanto, corresponderá a las partes leerse toda la sentencia y determinar
en ella si hay desplegados algunos obiter dicta relevantes.
Aunque parezca lo antes narrado un pasaje de una novela picaresca, que quiera
evidenciar un absurdo, o la paradoja de la justicia: “gané, pero perdí”, ello ocurre en
nuestra realidad y sistema judicial, y parte el problema de una sentencia escueta que,
avariciosamente, declaró fundada la demanda de nulidad, y donde el JCA, temeroso de
resolver ultra petita, obvió ordenar a la Administración que reponga las cosas al estado
anterior a la afectación de derecho denunciado por la actora.
¿Acaso el juez no lo puede hacer con los peritos que designe, emitiendo una
sentencia de condena al pago de los intereses que se liquidarán en ejecución de
sentencia y en el ámbito judicial? ¿Qué utilidad puede tener para el justiciable que se le
reconozca su derecho a percibir los intereses legales, cuando se deja a la Administración
la potestad de hacer el cálculo ella, y, de seguro, nuevamente mal? Sobre el particular,
es pertinente referir que la atribución de la plenitud jurisdiccional a los JCA
significa “que el juez administrativo debe convertirse en administrador, precisamente
porque es juez y, si quiere ser completamente juez, es preciso que se convierta aún más
en administrador” (19) .
Y, en Francia, una de las críticas al juez del exceso de poder que, solo se consagró
como una vía de autocontrol de la Administración valiéndose de los particulares, y no
como mecanismo de tutela subjetiva de derechos, consiste precisamente en señalar que
las retroacciones, o reenvíos como les hemos llamado aquí, generan una nueva
incertidumbre.
Se manifiesta que el hecho de que el juez del exceso de poder al declarar nulo el acto
y no decir más, es fuente de dificultades y, por ende, de litigios, afirmándose, en
posición que compartimos, que “el hecho de no poder obligar a la Administración a que
haga lo que la anulación implica, puede favorecer una resistencia a la ejecución de la
sentencia, lo cual es apto para suscitar nuevos litigios” (20) .
VII. ¿DEBE UN PCA DE PLENA JURISDICCIÓN SIEMPRE RESOLVER
EL FONDO DEL RECLAMO ADMINISTRATIVO?
Evidentemente que por más que sea una finalidad del PCA peruano la de que se
otorgue una efectiva tutela de los derechos e intereses de los administrados, ello no va a
conllevar a que en todos los casos judicializados el JCA se vea obligado a emitir un
pronunciamiento sustitutorio de la Administración.
VIII. CONCLUSIONES
3. El amparo legal para que un JCA emita sus sentencias estimatorias sin
reenvíos, con la posibilidad de que sustituya la decisión de la Administración sobre el
fondo del reclamo, la consagra el artículo 1 de la Ley 27584; norma que debe
engarzarse con el respeto al debido proceso, y como manifestación implícita de este el
derecho a la solución del caso dentro de un plazo razonable, cuya protección tiene rango
constitucional (art. 139, inciso 3 de la Constitución Política de 1993) y así lo ha
reconocido el propio Tribunal Constitucional (22) .
NOTAS
(1) Art. 540 del Código Procesal Civil (derogado a partir de la entrada en vigor de
la Ley Nº 27584: “La demanda contencioso administrativa se interpone contra acto o
resolución de la administración a fin de que se declare su invalidez o ineficacia (...)”
(2) Publicada en el diario oficial El Peruano, con fecha 12 de julio del 2005.
(7) Por cierto que para el autor de este artículo esta aparente contradicción entre la
norma del art. 38 de la Ley con la finalidad del PCA, prevista en el artículo 1, podría,
debería, resolverse con la consagración expresa del principio de la plena jurisdicción en
un PCA, como lo sustentamos más adelante.
(11) Cabe señalar que el proyecto original culminado por la comisión encargada
por el Poder Ejecutivo de elaborar la ley del proceso contencioso-administrativo (luego
convertida en la Ley Nº 27584), y que fuera presentado al Congreso de la República,
establecía todo lo contrario, es decir, admitía la posibilidad de que se puedan probar
hechos nuevos, producidos o descubiertos luego de la presentación de la demanda;
significando ello la posibilidad abierta de ofrecerse medios probatorios no
necesariamente vinculados o circunscritos a lo actuado en el expediente administrativo.
(12) Véase STC Exp. Nº 0090-2004-AA/TC, FJ Nº 22: “el debido proceso, según
lo ha establecido la doctrina en forma consolidada, es un derecho fundamental de
carácter instrumental que se encuentra conformado por un conjunto de derechos
esenciales (como el derecho a la defensa, el derecho a probar, entre otros) (...)”. Rev.
Diálogo con la Jurisprudencia - Jurisprudencia de Impacto. Nº 5. Año 2. Lima, 2006.
Pág. 47.
(14) Ley Nº 27584, art. 19, inc.3. “no será exigible el agotamiento de la vìa
administrativa en los siguientes casos: inc. 3: cuando la demanda sea interpuesta por un
tercero al procedimiento administrativo en el cual se haya dictado la actuación
impugnable”.
(19) Y.GAUDEMET. Citado por FERNÁNDEZ TORRES, Juan Ramón. Ob. cit.
Pág. 352.
(20) PETIT, Jacques. “La evolución reciente del recurso de exceso de poder en
Francia”. En: Memorias de las V Jornadas de Derecho Constitucional y Administrativo.
Los procesos ante las jurisdicciones constitucional y de lo contencioso-administrativo.
Universidad Externado de Colombia, 1ª Edic. Edit. Cordillera. Julio, 2005. Lima. Págs.
297-298.
(21) MUÑOZ MACHADO, Santiago. “Tratado de Derecho Administrativo y
Derecho Público General”. Tomo I. Edic. Civitas. Madrid, 2004. Pág. 543.