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Introducción

El materialismo histórico no impone a la historia esquemas preconcebidos, no trata de


ajustar a sus conclusiones los acontecimientos del pasado y del presente. Todo lo
contrario, él mismo es una generalización científica de la historia.

La conclusión de que la historia de la humanidad es una sucesión consecutiva de


formaciones económico-sociales descansa en conocimientos científicos fidedignos que
poseemos del pasado. La humanidad ha conocido cuatro formaciones: comunidad
primitiva, esclavismo, feudalismo y capitalismo, y actualmente vive en una época de
transición

A continuación, trataremos de peculiarizar sólo los rasgos más generales de las


formaciones económico-sociales.

Era primitiva

la comunidad primitiva es, históricamente, la primera forma que la sociedad adopta


después de que el hombre se separa del mundo animal, cuando, en un largo proceso de
trabajo, adquirió las cualidades que le diferencian del resto de los seres vivos.

Los instrumentos de trabajo con que la humanidad contaba en las fases iniciales de la
comunidad primitiva no podían ser más rudimentarios: el palo, el hacha de piedra, el
cuchillo de pedernal y la lanza con punta del mismo material; más tarde son inventados el
arco y la flecha.

Los medios de subsistencia procedían de la caza y la recolección de frutos silvestres,


mucho más tarde surgió la agricultura a base del trabajo con azada. La única fuerza motora
que se conocía era el músculo del hombre.

El nivel de las fuerzas productivas hallábase en concordancia con las relaciones de


producción que existían entre los hombres.

Con aquellos instrumentos de trabajo y armas el individuo aislado era incapaz de hacer
frente a las fuerzas de la naturaleza y de proporcionarse el sustento. Únicamente el trabajo
en común (la caza, la pesca, etc.) de todos los miembros de la comunidad primitiva, su
solidaridad y recíproca ayuda podían asegurarles la obtención de los recursos necesarios
para su vida. El trabajo en común traía consigo la propiedad en común de los medios de
producción, que era la base de las relaciones de producción en aquella época. Todos
cuantos integraban la comunidad hallábase en relaciones iguales respecto de los medios
de producción; nadie podía despojar de ellos al resto y atribuírselos en propiedad privada.

Al no existir propiedad privada no podía haber explotación del hombre por el hombre.
Los rudimentarios instrumentos de trabajo, aun utilizándose en común, proporcionaban
tan pocos medios de existencia que apenas si cada individuo podía sustentarse. No
quedaba excedente alguno que se pudiera quitar al productor en beneficio de otros
miembros de la sociedad. Y como no había explotación del trabajo ajeno, no se sentía la
necesidad de un aparato especial de coerción. Las sencillas funciones del gobierno de la
comunidad eran ejercidas colectivamente o encomendadas a los hombres más respetados
y expertos.

Las particularidades de la comunidad primitiva venían determinadas, pues, por el bajo


nivel de desarrollo de la producción, y por la impotencia en que el hombre se veía ante
una naturaleza temible. La dependencia de los hombres respecto de la naturaleza, extraña
e incomprensible, que se oponía a ellos, se reflejó en sus concepciones religiosas de una
ingenuidad infantil. El hombre se sometía a la autoridad de la comunidad, de la gens o de
la tribu, seguía ciegamente las tradiciones y costumbres. La colaboración y la ayuda mutua
se extendían entonces únicamente a los miembros de una tribu. Las tribus mantenían a
veces entre sí cruentas guerras. El régimen de la comunidad primitiva, aunque sin las
deformaciones ni los repelentes rasgos que la explotación trajo posteriormente a la
sociedad y a los hombres, estuvo muy lejos de ser la «Edad de Oro» del género humano.

Con el tiempo, el régimen de la comunidad primitiva entra en la fase de su


desintegración. Las causas fundamentales de su decadencia y desaparición residían en
el desarrollo de las fuerzas productivas. Los hombres llegan poco o poco a aprender el
arte de fundir el metal. Las armas y utensilios de piedra van siendo desplazados por los
de metal. Se propaga el empleo del arado con reja metálica, las hachas de metal, las
puntas de flecha y lanza de bronce y de hierro, etc. Siguió progresando la agricultura. La
domesticación de animales y su empleo como fuerza de tiro para cultivar la tierra elevó
considerablemente el rendimiento del trabajo.

El desarrollo de las fuerzas productivas -de los instrumentos de trabajo y de los hábitos
y experiencia de los trabajadores- da lugar a importantes cambios sociales. Produciendo
la división social del trabajo: el pastoreo se separa de la agricultura; luego las industrias
artesanas se constituyen como ocupaciones independientes. Comienza a ampliarse el
intercambio de productos del trabajo, primero entre las tribus y después en el seno de la
propia comunidad. Gradualmente se hace innecesario el trabajo en común de la
comunidad entera. La tribu y la gens se descomponen en familias, cada una de las cuales
se convierte en una unidad económica autónoma. El trabajo se concentra en dichas
unidades, aparece la propiedad privada y se hace posible la explotación: la producción
había progresado tanto que la fuerza de trabajo humana rendía ya más de lo necesario
para el simple sustento del propio trabajador.

La necesidad y el deseo de los hombres de aliviar su trabajo y de disponer de reservas


para hacer frente a las calamidades naturales movieron a perfeccionar los instrumentos y
desarrollar los hábitos de trabajo. Mas al cambiar los instrumentos de trabajo, los hombres
-al margen de su voluntad, inconscientemente, sin adivinar siquiera las consecuencias
sociales a que esto conduciría- preparaban una transformación radical de la sociedad: el
paso de la comunidad primitiva al esclavismo. Las fuerzas productivas de la sociedad, al
acrecerse, exigían nuevas relaciones de producción entre los hombres.

Era esclavista

La base de las relaciones de producción de este régimen era la propiedad privada del
esclavista no sólo de los medios de producción, sino también de los propios trabajadores:
los esclavos.

Esta propiedad del esclavista sobre los esclavos y cuanto ellos producían venía
impuesta por el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas de la época, suficientemente
alto para que fuese posible la explotación de los trabajadores. Sin embargo, dicho nivel
era aún tan bajo, que se podía explotar a los trabajadores, apropiarse parte del producto
por ellos producido, sólo reduciendo su consumo al mínimo, dejándoles lo estrictamente
imprescindible para que no se muriesen de hambre. Esto podía hacerse únicamente
privando a los explotados de toda clase de derechos, reduciéndolos a la situación de
«instrumentos parlantes» y aplicándoles las medidas de coerción más feroces.

El cambio de las relaciones de producción revolucionó asimismo las esferas


restantes de la vida social.

Las relaciones de colaboración y solidaridad, propias de la comunidad primitiva,


dejaron paso a relaciones de dominación de una parte de la sociedad sobre la otra, a
relaciones de explotación, de opresión y de hostilidad irreductible. La sociedad se escindió
en clases antagónicas: la de los esclavistas y la de los esclavos.

La época de la esclavitud aportó a los trabajadores terribles calamidades y


sufrimientos. «Los intereses más viles -la baja codicia, la brutal avidez por los goces, la
sórdida avaricia, el robo egoísta de la propiedad común- inauguran la nueva sociedad
civilizada, la sociedad de clases; los medios más vergonzosos -el robo, la violencia, la
perfidia, la traición- minan la antigua sociedad de las gens, sociedad sin clases, y la
conducen a la perdición (nota 65.- C Marx y F. Engels, Obras escogidas, en dos tomos, t.
II, Moscú, pág 309, ed. en español.) Así describe Engels la época de transición del régimen
de la comunidad primitiva al esclavista.

La feroz explotación de que eran objeto los esclavos provoca en ellos una desesperada
resistencia. Para aplastarla no servían los viejos órganos de gobierno de la gens y la tribu;
requeríase un aparato especial de violencia, y éste fue el Estado. La nueva institución
estaba llamada a proteger la propiedad de los esclavistas y asegurar la afluencia constante
de esclavos; a esta situación eran reducidos los prisioneros de guerra y los deudores
insolventes. A la vez que el Estado, nació el Derecho, o sistema de normas y
prescripciones jurídicas que expresaban la voluntad de la clase dominante y estaban
respaldados por la fuerza coercitiva del Estado. Aparecieron nuevas costumbres y una
ideología específica de la sociedad esclavista. Entre los opresores se fue extendiendo
poco a poco el desprecio al trabajo físico, en el que empezó a verse una ocupación indigna
del hombre libre; se fue arraigando la idea de la desigualdad de los hombres.

Y a pesar de todo esto, el régimen esclavista significaba un gran paso adelante en el


progreso de la humanidad. Prosiguió la división social del trabajo: entre la agricultura y las
industrias urbanas y entre estas últimas también. La división del trabajo significaba, a su
vez, la especialización y perfeccionamiento de los instrumentos y un nuevo caudal de
experiencia de trabajo. En la agricultura, junto al cultivo de cereales aparecieron ramas
nuevas (horticultura, fruticultura, etc.). Se inventaron aperos como el arado de ruedas, la
grada y la guadaña. La fuerza muscular del hombre se ve completada en gran escala por
la de los animales. El trabajo de masas de esclavos permitía la construcción de presas y
sistemas de riego, de caminos y de barcos, de conducciones de agua y de grandes
edificios urbanos. Y cuando parte de los miembros de la sociedad quedaron libres de la
participación directa en la producción -debido a la explotación de los esclavos-, se crearon
las condiciones para el progreso de la ciencia y de las artes.

Pero llegó, sin embargo, un tiempo en el que se agotaron las posibilidades de progreso
que el modo esclavista de producción implicaba; sus relaciones de producción se
convirtieron en una traba que dificultaba el desarrollo de las fuerzas productivas. Los
esclavistas, disponiendo como disponían del trabajo barato de los esclavos, no mostraban
interés por el perfeccionamiento de los instrumentos de producción. A mayor
abundamiento, no se podía confiar al esclavo instrumentos complicados y costosos,
puesto que no tenía el menor interés en el resultado de su trabajo. Pero el desarrollo de
las fuerzas productivas imponía cada vez más imperiosamente la supresión de las viejas
relaciones de producción.

Esto únicamente podía hacerlo una revolución social, cuya fuerza motriz eran las
clases y capas que más sufrían del régimen esclavista y que, por tanto, se hallaban más
interesadas en su supresión. Eran los esclavos y la parte más pobre de la población libre.
A medida que las contradicciones se ahondaban en el viejo modo de producción, la lucha
de clases adquiría mayor virulencia. Sus formas eran muy variadas, desde la premeditada
inutilización de los instrumentos de trabajo hasta los levantamientos, en los que
participaban decenas de miles de hombres. En fin de cuentas el régimen esclavista
sucumbió bajo los golpes aunados de las insurrecciones de las clases trabajadoras y de
las incursiones de las tribus bárbaras vecinas, a las que era ya incapaz de hacer frente el
Estado esclavista, debilitado por las contradicciones internas y las guerras. Vino a
sucederle una nueva formación: el feudalismo.

Era feudalista

La base de las relaciones de producción de este régimen es la propiedad de los


señores feudales sobre los medios de producción, y, en primer lugar, sobre la tierra (el
término de «feudalismo» procede de la palabra latina «feodum»; así se llamaban las tierras
que el rey distribuía entre sus allegados, a cambio de lo cual éstos habían de prestarle
servicio militar). Los campesinos dependían personalmente de los señores, pero ya no
constituían propiedad plena de ellos (nota *.- En algunos países como, por ejemplo, Rusia,
la dependencia personal de los campesinos respecto de los señores feudales adoptó
formas particularmente brutales, que la aproximaban a la esclavitud: el terrateniente podía
vender y comprar a los campesinos, etc.. El señor feudal tenía derecho al trabajo del
campesino, que estaba obligado a cumplir en beneficio de aquél determinadas cargas.)

En la sociedad feudal se conocía también la propiedad de los campesinos y artesanos.


El siervo recibía un lote de tierra, tenía su economía individual cuyos productos, una vez
satisfechas las cargas debidas a su señor, quedaban a disposición de él.

Esta característica de las relaciones de producción abría nuevas posibilidades para el


incremento de las fuerzas productivas. El productor directo tenía ya cierto interés material
en el resultado de su trabajo. Por eso no rompía ni estropeaba los aperos e instrumentos,
sino que, al contrario, los cuidaba celosamente y los perfeccionaba. La agricultura conoció
nuevos progresos: apareció el sistema de tres hojas y se extendió el abonamiento de los
campos.

Aún fueron más importantes los éxitos de las industrias artesanas, que proporcionaban
aperos para el campo, objetos para el uso de los señores feudales y comerciantes,
utensilios, armas y pertrechos militares. El progreso de las industrias artesanas y del
comercio favoreció el crecimiento de las ciudades, que con el tiempo se convirtieron en
grandes centros económicos, políticos y culturales, en la cuna del nuevo modo capitalista
de producción.

En la época del feudalismo se hicieron numerosos descubrimientos relevantes que


ejercieron gran influencia en la historia de la humanidad: los hombres aprendieron a
convertir el hierro colado en dulce, a construir barcos de vela apropiados para largos viajes,
a preparar sencillos instrumentos ópticos (anteojos, catalejos), inventaron la brújula, la
pólvora, el papel, la imprenta y el reloj de cuerda. A la energía muscular del hombre y de
los animales se fue sumando cada vez más la fuerza del viento (molino de viento, barco
de vela) y de las caídas de agua (molino de agua, rueda hidráulica, el motor más primitivo
que se empleó extraordinariamente en la Edad Media).

El cambio de las relaciones de producción propias del esclavismo por las feudales trajo
consigo grandes modificaciones en toda la vida de la sociedad.

Modificándose , primero que todo, la estructura de clase. La clase dominante pasó


a ser la de los señores feudales, que eran los propietarios de la tierra. La otra clase
fundamental de la sociedad feudal era la de los campesinos siervos. Las relaciones entre
estas clases eran de carácter antagónico, se basaban en la contradicción inconciliable de
sus intereses de clase. Las formas de la explotación, aunque un tanto suavizadas en
comparación con la esclavitud, eran extraordinariamente duras. Tratándose en cuanto a
los siervos, de una coerción extraeconómica, como lo era antes. Trabajaban movidos por
estímulos puramente económicos, por su interés material, únicamente en sus lotes de
tierra. Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo dedicaban a trabajar para el señor feudal,
sin que por ello percibiesen remuneración alguna. Lo que principalmente les hacía trabajar
en este caso era el temor al castigo, la pena que ello acarreaba y la amenaza de perder
todos sus bienes personales, de los cuales podía desposeerlos el señor.

La lucha de clases se elevó en la sociedad feudal a un nivel más alto de lo que se


había conocido bajo el esclavismo. Los levantamientos campesinos se extendieron a
veces a grandes territorios. Del volumen de su resistencia a los señores son prueba las
guerras campesinas, que sacudieron sucesivamente un país tras otro: la insurrección de
Wat Tyler en Inglaterra (siglo XIV) y la de la Jacquerie en Francia (siglos XIV y XV), las
guerras husitas en Bohemia (siglo XV), la guerra campesina de Alemania (siglo XVI, el
levantamiento de los tai-ping en China (siglo XIX) y de los sijs en la India (siglos XVII y
XVIII), los movimientos de Bolótnikov, Razin (siglo XVII) y Pugachov (siglo XVIII) en Rusia,
etc.

La superestructura política e ideológica de la sociedad feudal es un reflejo de las


características que adoptan la explotación y la lucha de clases. Para explotar y mantener
sujetos a los campesinos, el Estado feudal había de recurrir a la fuerza armada de que
disponía no sólo el poder central, sino también cada señor. Este, dentro de sus feudos,
era el dueño absoluto, señor de horca y cuchillo.

El derecho reafirmó la desigualdad social y económica del feudalismo; las clases y


capas sociales adoptaron la forma de estamentos: nobleza, clero, campesinos,
comerciantes, etc. Las relaciones entre los estamentos y dentro de cada uno de ellos eran
de estricta subordinación y dependencia personal. Los compartimientos estancos en que
la sociedad estaba dividida eran un obstáculo para el paso de un peldaño a otro en la
jerarquía feudal. En la vida espiritual, el primer puesto lo conquistó la Iglesia, la religión.

Con el tiempo, el desarrollo de las fuerzas productivas choca con las relaciones de
producción imperantes en el feudalismo y la superestructura política e ideológica que tales
relaciones predeterminaban. Los campesinos fueron luchando con más empeño cada vez
contra la opresión feudal por obtener el derecho a disponer libremente de los productos
de su trabajo. Aspiraban a eximirse de las cargas feudales a fin de obtener medios para
mejorar su hacienda, etc. Junto a los pequeños talleres artesanos aparecen grandes
manufacturas basadas en el trabajo artesano, pero en las cuales las distintas operaciones
estaban muy especializadas y se empleaba a operarios no sometidos a servidumbre.

Las ciudades, bastión de la joven burguesía, experimentaron un intenso desarrollo. El


comercio fue alcanzando mayor amplitud cada vez. Con ayuda de las tropas reales los
mercaderes se apoderaban de nuevos mercados en ultramar. El incremento del
intercambio condujo, a su vez, a un rápido progreso de la producción. A esto contribuyeron
también los descubrimientos científicos y técnicos realizados en los siglos XVI y XVII.

Poco a poco, en el seno del régimen feudal se fue estructurando el nuevo modo
capitalista de producción. Para que se desenvolviera libremente hacía falta que se pusiera
fin al sistema feudal. La burguesía -clase portadora del nuevo modo de producción-
necesitaba un mercado de trabajo «libre», es decir, hombres emancipados de la
servidumbre y sin propiedad, a los cuales empujase el hambre a las fábricas. Necesitaba
un mercado nacional, con supresión de las barreras aduaneras y de otro género que los
señores feudales habían levantado. Pugnaba por la supresión de los impuestos destinados
al sostenimiento de la Corte, con los numerosos nobles que vivían a su arrimo, y la
anulación de los privilegios estamentales. Pugnaba por imponer libremente su voluntad en
todos los órdenes de la vida social.

Alrededor de la burguesía se agrupaban todas las clases y capas sociales


descontentas con el feudalismo: desde los siervos de la gleba y la gente humilde de las
ciudades, víctimas de la miseria, la humillación y toda clase de desafueros, hasta los
hombres de ciencia y escritores avanzados a quienes, cualquiera que fuese su origen,
asfixiaba el yugo espiritual del feudalismo y de la Iglesia.

Comenzó la época de las revoluciones burguesas.

El capitalismo

La base de las relaciones de producción del capitalismo es la propiedad privada de la


clase capitalista sobre los medios de producción. Los capitalistas explotan a la clase de
los obreros asalariados, emancipados de la dependencia personal, pero obligados a
vender su fuerza de trabajo, puesto que carecen de medios de producción.

Las relaciones de producción del capitalismo abrieron amplias posibilidades de


desarrollo a las fuerzas productivas. Apareció y progresa rápidamente la gran producción
maquinizada, basada en el aprovechamiento de fuerzas tan poderosas como el vapor y,
más tarde, la electricidad, y en la amplia aplicación de la ciencia. El capitalismo llevó a
cabo la división del trabajo no sólo dentro de cada país, sino también entre los distintos
países, creando así el mercado mundial y, luego, el sistema mundial de economía.

Y una vez más, el cambio del modo de producción trajo consigo modificaciones en
toda la vida social.

Las clases fundamentales de la sociedad son ahora los capitalistas y los obreros. Las
relaciones entre ellos siguen siendo antagónicas, por cuanto descansan en la explotación
y opresión de los desposeídos por los poseedores. Son las relaciones de una lucha de
clases inconciliable. Pero los métodos de explotación y opresión cambian sustancialmente:
la forma dominante de coerción es la económica. El capitalista, por lo común, no suele
necesitar la fuerza para obligar a que trabajen en su beneficio. El obrero, carente de
medios de producción, se ve reducido a hacerlo «voluntariamente» bajo la amenaza de la
muerte por hambre. Las relaciones de explotación se hallan ahora encubiertas por la
«libre» contratación de los obreros por los patronos, por la «libre» compraventa de la
fuerza de trabajo.

Cambian los métodos de explotación y cambian también los métodos de la


dominación política. Se pasa del despotismo descarado, propio de las formas anteriores,
a formas más refinadas de dominación, a la democracia burguesa. El poder ilimitado del
monarca hereditario desaparece, deja paso a la república parlamentaria (o por lo menos
a la monarquía constitucional); instituyese el derecho electoral y se proclaman las
libertades políticas de los ciudadanos y la igualdad de todos ante la ley. Esto es lo que
mejor correspondía a los principios de una libre competencia, del libre juego de las
fuerzas económicas que durante largo tiempo sirvieron de base al capitalismo.

Ahora bien, con todas las diferencias que podemos observar entre las superestructuras
políticas e ideológicas de la sociedad burguesa y la feudal, lo principal sigue en pie: una y
otra se basan en las relaciones propias de la propiedad privada y de la explotación. La
parte preponderante de la nueva superestructura corresponde a las instituciones e ideas
de la clase opresora, de la burguesía, y está destinada a defender su dominación de clase
y a mantener a las masas explotadas en la obediencia.

La formación capitalista, y así nos lo dice ahora no ya la teoría, sino también la práctica
social, es asimismo temporal y perecedera. En su seno maduran y se ahondan los
antagonismos, y en primer término la contradicción entre el carácter social de la producción
y la forma privada de la apropiación (nota * *.- Al análisis de los modos capitalista y
socialista de producción están dedicadas dos secciones de nuestra obra: la tercera y la
quinta, respectivamente. ). La única salida de estas contradicciones es el paso a la
propiedad social sobre los medios de producción, es decir, al socialismo.

Pero, lo mismo que ocurrió en otros tiempos, el paso al nuevo modo de producción es
posible únicamente mediante la revolución social. La fuerza llamada a realizar esta
revolución es la clase obrera, engendrada por el propio capitalismo. Tras agrupar en torno
suyo a todos los trabajadores, derroca la dominación del capital y crea un régimen nuevo,
el régimen socialista, que no conoce la explotación del hombre por el hombre.

Libre Competencia

La fase de Premonopolista o de libre competencia, se basa en la competencia entre


capitalistas. En un principio los capitalistas tenían su capital en la esfera del comercio; este
capital comercial fue aumentando sus funciones hasta abarcar la esfera de la producción
propiamente dicha.

Las formas de producción de mercancías en ésta fase fueron la producción mercantil


simple y sobre todo la manufactura. A fines del siglo XVIII, la producción maquinizada
cobró auge.

La competencia entre capitalistas se basaba en el costo de los productos y la calidad


de los mismos. En éste periodo predominan las sociedades anónimas como forma de
organización capitalista.

Al capital se concentra y acumula en pocas manos, llegando incluso hasta la fusión de


empresas que no podían mantenerse en la competencia, en esta forma las empresas
fueron creciendo, lo mismo que los capitales, hasta llegar a formar grandes corporaciones
con gran capital manejadas por uno cuantos capitalistas.

El capital es la característica principal del sistema capitalista, es todo aquello que se


puede producir desde el punto de vista económico, pero el capital no es solamente un
objeto económico, es ante todo una relación social de producción.

El capital es una relación entre la clase de los capitalistas, que poseen los medios de
producción y la clase obrera, que carece de dichos medios y en consecuencia se ve
obligada a subsistir vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas, a los que de este
modo enriquece.

El socialismo

La base del modo socialista de producción es la propiedad social de los medios de


producción. De ahí que las relaciones de producción de la sociedad socialista sean de
colaboración y recíproca ayuda de los trabajadores no sometidos a explotación alguna.
Dichas relaciones corresponden al carácter de las fuerzas productivas: el carácter social
de la producción se ve sostenido por la propiedad social de los medios de producción.

A diferencia del régimen de la comunidad primitiva, la socialización de los medios de


producción se apoya en este caso en unas fuerzas productivas infinitamente superiores,
en una cultura y un poder del hombre sobre la naturaleza. El nuevo régimen brinda a la
humanidad posibilidades ilimitadas de progreso en cuanto al desarrollo de las fuerzas
productivas y en todos los órdenes de la vida de la sociedad.

Tales son, en sus líneas más generales, las principales etapas del desarrollo de la
humanidad.

Todo cuanto conocemos del pasado es una confirmación patente y viva de la veracidad
científica de la interpretación materialista de la historia, la esencia de la cual formuló Marx
como sigue en su prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política: .

«En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones


necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden
a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto
de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
condiciona el proceso social, político y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre lo que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas
materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que
no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las
cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas,
estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución
social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella» (nota 66.- C Marx y F. Engels, Obras
escogidas, en dos tomos, t. I, Moscú, pág. 373, ed. en español.).
El Imperialismo

La fase imperialista abarca del último tercio del siglo XIX hasta nuestros días, el imperialismo fue llamada "fase superior
del capitalismo" por Lenin.

Lenin fue precisamente uno de los estudiosos del fenómeno imperialista, su definición fue:

El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y
del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación del capital, ha empezado el reparto
del mundo por los trust internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre países capitalistas
más importantes.

Los cinco rasgos que definen el imperialismo son:

 La concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha
creada los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica.
 La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de éste capital financiero, de la
oligarquía financiera.
 La exportación de capital, a diferencia de exportación de mercancías, adquiere una importancia particular.
 La formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo,
 La terminación del reparto territorial del mundo entre potencias capitalistas más importantes.

En la fase imperialista los monopolios dominan la vida económica, con lo cual se incrementa notablemente la
concentración del capital y el dominio de las fuentes de materia prima. Al mismo tiempo, las inversiones extranjeras y la
deuda externa siguen creciendo (exportación de capitales.

El imperialismo implica también una nueva forma de dominación de uno países sobre otros, lo que puede ser
considerado como neocolonialismo.

El capitalismo durante la fase imperialista se sigue desarrollando ampliamente, aunque es un desarrollo cada vez más
desigual, ensanchándose la brecha entre países desarrollados y subdesarrollados.

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