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Grice en particular plantea una serie de condiciones para que nuestro interlocutor entienda lo que le estamos diciendo, una

especie de requisitos que todos los participantes en cualquier conversación deben cumplir para que la conversación sea
coherente. Estas condiciones se agrupan bajo el denominado Principio de Cooperación. Este principio se concreta en una serie
de categorías, denominadas máximas de conversación, las cuales describen cómo ha de ser lo que se dice en una conversación,
para que ésta sea más precisa y menos ambigua, es decir, para que la comunicación sea lo más efectiva posible. Las máximas
son las siguientes:

1. Máxima de cantidad. Guarda relación con la cantidad de información que se aporta a la conversación. Contempla dos
aspectos:
1. Que tu contribución sea tan informativa como es preciso, es decir, no aportar información de menos.
2. Que tu contribución no sea más informativa de lo que es preciso, es decir, no aportar información de más.
2. Máxima de calidad. Guarda relación con el rigor y la veracidad de la información que se transmite. Contempla dos
aspectos:
1. Evita decir nada que sepas que es falso, es decir, evita mentir deliberadamente.
2. Evita decir nada sobre lo que no tengas evidencias suficientes, es decir, evita el pensamiento supositorio.
3. Máxima de forma. Guarda relación con la manera en que te expresas. Contempla cuatro aspectos:
1. Evita utilizar palabras cuyo significado pueda ser desconocido para la otra persona, es decir, comunica con la
máxima sencillez posible.
2. Evita la ambigüedad, es decir, asegúrate de que lo que dices es lo más concreto y menos interpretable
posible.
3. Sé breve, es decir, evita «enrollarte». Se puede aportar mucha información de calidad en pocas palabras y se
pueden decir muchas cosas sin que aporten ninguna información de valor.
4. Mantén un orden, es decir, que tu comunicación tenga una estructura coherente fácil de seguir por la otra
persona.
4. Máxima de relación o pertinencia, es decir, que la información que aportas sea útil y relevante para la
conversación.

Vamos a ver algunos ejemplos.

Ejemplo 1: Si a preguntas como ¿qué tal el día en el trabajo? o ¿qué vas a hacer esta noche? se responde «mal» o «salir», nos
encontraríamos ante un incumplimiento de la máxima 1.1, ya que las preguntas llevan implícitas la expectativa de una
respuesta que incluya cierto nivel de detalle y la otra persona responde de manera claramente no-cooperativa desde el punto de
vista de lo que es una comunicación efectiva. Lo mismo ocurriría si pides una carta de recomendación a tu antiguo jefe y te
envía algo como «la profesionalidad de X durante los años que hemos trabajo juntos ha sido correcta y en su rendimiento ha
estado en la media de la organización».

Ejemplo 2: Si preguntas a un compañero si sabe dónde está la grapadora y te responde algo así como «sí, está en la mesa
pequeña junto a la impresora, en el mismo sitio en el que la dejaste la semana pasada y del que te he dicho que la quites varias
veces», nos encontraríamos ante un incumplimiento de la máxima 1.2, ya que la respuesta incluye información adicional
innecesaria, cuya intención es «regañar» a la otra persona por su comportamiento, lo que también es un comportamiento no-
cooperativo.

Ejemplo 3: Si hoy es lunes y preguntas a alguien si sabe si ha venido a la oficina X y te responde «X siempre viene a la oficina los
lunes», estaríamos ante un incumplimiento de la máxima 4, ya que esa información no responde a la pregunta y, por tanto, no
aporta nada a la conversación. Ante una pregunta cerrada, lo único correcto es «sí/no/no sé».

Ejemplo 4: Si a la pregunta del Ejemplo 3 la otra persona responde «sí», porque cree que sí ha venido, pero no la ha visto en
realidad, estaríamos ante un incumplimiento de la máxima 2.2, es decir, ante un ejemplo claro de pensamiento supositorio.

Como puedes comprobar, los incumplimientos de estas máximas son bastante frecuentes en el día a día, lo cual explica
muchas de las ineficiencias, y también muchos de los conflictos interpersonales, que existen tanto en las organizaciones como en
nuestro ámbito privado.

En OPTIMA LAB somos muy conscientes del impacto de la comunicación en la efectividad, y por eso utilizamos habitualmente lo
que llamamos el «Modelo de Competencias de Comunicación Artesana», sobre el que escribiré con más detalle en otro
momento. Este modelo de comunicación se basa a su vez en el Modelo OPTIMA3 de Comunicación Efectiva y es uno de
los rasgos que nos caracteriza y distingue como facilitadores y formadores, razón por la que lo consideramos una parte esencial
de nuestra proposición de valor.

Descubrir el Principio de Cooperación de Grice ha sido una agradable sorpresa ya que, curiosamente, todas las máximas
anteriores están incluidas, junto a otras complementarias, en los dos modelos de comunicación anteriores. Esto es una excelente
noticia, porque significa que muchas de las prácticas que aplicamos en OPTIMA LAB tienen, además de la validez empírica que
nosotros mismos hemos comprobado, un fundamento teórico, lo cual supone otro aliciente más para seguir adelante haciendo
camino.
Máximas de Grice

Data d'edició: 27 de Febrer de 2012


Data d'actualització: 11 de Abril de 2014

Autoria:

Mar Garachana Camarero

Revisió:

Joseph Hilferty Longanecker

Las máximas de Grice son cuatro principios pragmáticos establecidos por el filósofo inglés Paul Grice:

• Máxima de cantidad
• Máxima de calidad
• Máxima de pertinencia o relevancia
• Máxima de modo o manera

Estos principios establecen un vínculo entre lo que se dice efectivamente y lo que se infiere de las palabras pronunciadas, es
decir, entre lo que efectivamente decimos y lo que queremos decir.

Contenidos

Explicación

Transgredir las máximas

Críticas

Conceptos relacionados

Bibliografía básica

Bibliografía complementaria

Explicación

Las máximas estructuran el denominado principio de cooperación (Cooperative Principle), de acuerdo con el cual en los
intercambios conversacionales se sigue la siguiente instrucción: Adecue su contribución conversacional, en el estadio en
que tenga lugar, a los requisitos que marque el propósito o la dirección del intercambio que usted sostenga” (Grice 1975:
516). Este principio es el fundamento del éxito de todo intercambio comunicativo.
Los hablantes damos por supuesto que nuestros interlocutores son cooperativos, esto es, que siguen las normas que
conforman cada una de las máximas. De este modo, cuando mantenemos una conversación, cuando leemos un texto que
alguien nos ha dirigido u oímos hablar a una persona, damos por sentado que nuestro interlocutor nos va a dar la
información justa que necesitamos (máxima de cantidad), que esta será verdadera (máxima de calidad), relevante (máxima
de pertinencia) y que será expuesta de manera clara y ordenada (máxima de modo).

Las cuatro máximas se desglosan a su vez en varias subcategorías:

Máxima de cantidad: Da la cantidad necesaria de información (ni más ni menos).

I. Da tanta información como sea precisa.


II. No des más información de la que sea necesaria.

Máxima de calidad: Intenta que tu contribución sea verdadera

III. No digas nada que creas que es falso


IV. No digas nada si no tienes pruebas suficientes de su veracidad
Máxima de pertinencia o relevancia

V. Sé relevante

Máxima de modo o de manera: Sé perspicuo, es decir, claro

VI. Evita la oscuridad en la expresión


VII. Evita la ambigüedad
VIII. Sé breve
IX. Sé ordenado
El «pensamiento supositorio» está muy influido por el peso de las creencias en los procesos analíticos y deductivos, hasta el
punto que estos últimos quedan relegados a un segundo plano. Una creencia es un patrón almacenado en nuestra memoria a
largo plazo, es decir, un modelo de actuación predeterminado ante una situación conocida. Las creencias son tremendamente
poderosas porque permiten a nuestro cerebro ahorrar gran cantidad de energía, al no tener que procesar la misma información
una y otra vez. En su lado menos positivo, las creencias dejan a menudo mucho que desear en cuanto al rigor con que se
generan, y tampoco son revisadas con la frecuencia necesaria.

En el «pensamiento supositorio», el cerebro presta más atención al reconocimiento de patrones que al análisis de datos. El
problema de este enfoque es que es relativamente sencillo encontrar un patrón reconocible y, cuando eso ocurre, los datos se
ignoran y lo que toma protagonismo es la respuesta automática almacenada en su día junto al patrón.

El «pensamiento supositorio» te lleva a decidir mal en muchas ocasiones, ya que decides a partir de información de baja
calidad, en la medida que se trata de información basada en suposiciones, es decir, en cosas que crees saber pero que
realmente ignoras.

Usar buena información no te garantiza decidir bien pero usar mala información te garantiza decidir peor de lo que podrías
decidir. Por eso, en varias partes de la metodología de efectividad personal OPTIMA3 se trabaja en la necesidad de erradicar
este hábito.

Veamos un test rápido para que detectes en qué medida te afecta el «pensamiento supositorio».

Imagina un experimento escolar que consiste en comparar un mismo producto alimenticio elaborado por dos fabricantes
distintos. En concreto, estamos hablando de dos lotes de cinco paquetes de pan de molde cada uno, un lote procedente del
fabricante A y otro lote procedente del fabricante B. Se entrega a los estudiantes – a la vez – un lote de cada fabricante. Todos
los paquetes de ambos lotes contienen pan de molde, pesan lo mismo, tienen la misma fecha de fabricación, la misma fecha de
caducidad y en ambos casos se ha tachado la información nutricional de forma que es por completo ilegible.

Se dejan ambos lotes de paquetes almacenados juntos, fuera de la nevera, durante un periódo de tiempo que excede en una
semana la fecha de caducidad indicada. Pasado ese tiempo, se extrae el contenido de los paquetes de ambos lotes y puede
observarse que el pan de todos los paquetes de cada lote está en idénticas condiciones. Así, el pan de los paquetes procedentes
del fabricante A está muy duro y ha encogido un poco de tamaño, mientras que el procedente de los paquetes del fabricante B
está muy blando y lleno de moho. Los estudiantes debaten sobre los resultados y llegan a numerosas conclusiones, de las cuales
se quedan únicamente con 10 como conclusiones finales. ¿Cuáles de estas conclusiones son resultado del «pensamiento
supositorio» y cuáles no? Te invito a que pares aquí y anotes tus respuestas en algún sitio:

1. El producto del fabricante B usa un fungicida más barato que el del fabricante A.
2. El producto del fabricante A contiene más aditivos que el del fabricante B.
3. El producto del fabricante B es más natural que el de fabricante A.
4. El producto del fabricante A lleva menos cantidad de conservantes que el del fabricante B.
5. El producto del fabricante A tiene una composición menos proclive al moho que el producto del fabricante B.
6. El producto del fabricante B tiene mayor porcentaje de contenido en agua que el del fabricante A.
7. El producto del fabricante B es más fresco que el del fabricante A.
8. El producto del fabricante A contiene menos humectantes que el del fabricante B.
9. El producto del fabricante A es más sano que el del fabricante B.
10. El producto del fabricante A lleva fungicidas y el del fabricante B, no.

Solución: La verdad es que nueve de las diez respuestas anteriores son fruto del «pensamiento supositorio». Veamos por qué. A
la luz de los datos observados y al haber sido eliminada la información nutricional, no sabemos qué aditivos contienen ambos
productos ni, por supuesto, en qué cantidades. Eso hace que las conclusiones 1, 2, 4, 6, 8 y 10 queden automáticamente
invalidadas ya que son solo suposiciones. Por otra parte, ambos productos se han comprado el mismo día, se fabricaron el mismo
día y caducan el mismo día, por lo que son igual de «frescos», lo que invalida la conclusión 7, que es otra suposición. Del mismo
modo, al desconocer la composición de ambos productos, no disponemos de información para poder comparar cual es más «sano»
o más «natural», independientemente de lo que queramos decir con ambos adjetivos. Esto nos lleva a invalidar las conclusiones 3
y 9, que son también suposiciones y, por eliminación, a que la única conclusión válida sea la 5. ¿Por qué? Por que el hecho de que
el pan de todos los paquetes de un fabricante haya desarrollado moho, a pesar de que ambos productos han sido almacenados en
idénticas condiciones, indica que uno de ellos es más propenso a desarrollar moho que el otro. No sabemos si esto se debe a que
uno lleva un fungicida mejor que el otro, o si a que uno lleva fungicida y otro no, ni si se debe a que uno lleva menos agua que el
otro… Todo ello sería también «pensamiento supositorio». Lo único que sí «sabemos» es que la composición del pan del
fabricante A es menos proclive a desarrollar moho que la del fabricante B.

En realidad, siendo estrictamente rigurosos, habría que añadir dos matices importantes a la conclusión 5: «en el caso de estos
lotes concretos de fabricación» y «en esas condiciones ambientales concretas de conservación» pero, a efectos del ejercicio,
creo que se entiende como está.

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