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I-LOS HECHOS
El homicidio del que fue víctima don Según Ancamilla Nahuelpan se enmarca
dentro de los múltiples casos de violaciones a los derechos humanos y
crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado de Chile en el contexto
del golpe militar del 11 de Septiembre de 1973 y la consecuente dictadura
cívico-militar. El matrimonio conformado por doña Rosa Martínez Maripil y
don Segundo Ancamilla y sus tres hijos, Carlos, Felipe y Claudio hasta
Octubre de 1973 residían en la comunidad indígena Llufquen, ubicada en el
sector Panco, comuna de Galvarino, cercano al camino que une a los pueblos
de Galvarino y Lautaro, este matrimonio conformado en 1957 habitaba desde
el mismo año en tal comunidad, dado ser el lugar de origen de don Segundo
Ancamilla, residiendo en el sector otros familiares de éste último. El
matrimonio mantuvo a lo largo de los años una pacífica convivencia,
concibiendo doña Rosa a sus tres hijos, la familia vivía del trabajo agrícola de
don Segundo en esta comunidad. Desde el año 1967 don Segundo se involucró
y comenzó a dedicarse con mayor ahínco en las labores organizativas de la
comunidad, su señoría bien comprenderá que esto se contextualiza con la
entrada en vigencia de la ley de sindicalización campesina de tal año. Con la
llegada al poder de la Unidad Popular en 1970, la actividad de la comunidad
Llufquen se tornó más agitada, dada su vinculación a otras comunidades
indígenas de la provincia y el impulso a la organización política de éstas desde
movimientos y partidos vinculados a la coalición entonces gobernante, es en
este plano que las don Segundo Ancamilla, participa junto a otros miembros
de la familia Ancamilla en manifestaciones políticas acaecidas durante los
años 1971-1973, lo cual lo hace un conocido dirigente comunitario.
Como su señoría bien sabe, fue imposible cualquier acción civil o penal contra
los culpables de tal crímen, dado el estado de excepción en que se hallaba
nuestro país y el natural temor de las víctimas a enfrentar a las autoridades,
cumpliéndose cualquier plazo prescriptivo para tales acciones. El hermano de
don Segundo Ancamilla, Andrés Ancamilla Nahuelpan sobrevivió al hecho,
siendo liberado hacia noviembre de 1973, pero falleciendo en 1978, a raíz de
los daños a su salud que provocaron las torturas propinadas por los agentes
policiales, y el alcoholismo al que lo llevó posteriormente aquello, pudiendo
eso sí relatar los hechos del homicidio de don Segundo Ancamilla Nahuelpan,
testimonio que consta como un crímen de lesa humanidad reconocido por el
Estado en el informe de la comisión nacional de verdad y reconciliación de
1991, cuestión que su señoría podrá comprobar en documentos.
Los hechos relatados su señoría dan cuenta del grave hecho ilícito cometido
por Carabineros de Chile, como agentes del Estado, hecho del cual se han
derivado gravosas consecuencias sobre mis representados, la viuda e hijos de
don Segundo Ancamilla, suscitada la muerte de este mis representados
quedaron en el desamparo, sufrieron en forma conjunta el duelo por la muerte
del padre de familia y el desamparo económico que significó su ausencia,
sumado a esto el terror que significó para todos mis representados el hecho de
haber sido un miembro de su familia víctima de homicidio por ejecución por
parte de agentes policiales, su señoría comprenderá que la señora Rosa
Martínez mi representada de un día para otro quedó absolutamente sola al
cuidado y sostén de tres hijos, todos menores de edad, debiendo asumir el rol
de jefe de hogar y contener a fuerza el dolor provocado por la muerte de su
marido, y lidiar sola también con el sufrimiento provocado a sus hijos, además
de tener que abandonar hacia 1976 la comunidad indígena donde residía desde
el día de su matrimonio, debido a la imposibilidad de sostener
económicamente a su familia, debido a la pobreza de esta comunidad y su
precaria condición en esta sin un jefe de familia en condiciones de trabajar,
trasladándose a la ciudad de Lautaro con sus hijos, aumentando aún más su
dolor y sufrimiento psicológico moral el tener que abandonar el lugar donde
residió por años con su marido y donde crió a sus hijos, ruego a su señoría
tenga en cuenta en este caso lo importante que son los vínculos familiares y la
vida rural en comunidad para el pueblo mapuche, teniendo esta calidad mis
representados, y las gravísimas consecuencias a su estabilidad emocional que
implican ser sustraídos de esta, además ruego a Us. considere que mi
representada debido a su pobreza y la desatención del Estado jamás recibió
atención alguna de psicólogo profesional de la salud mental, más que las
últimas pericias que dan cuenta de los daños provocados en ella. En cuanto a
los hijos del matrimonio, Carlos, Felipe y Claudio Ancamilla, todos menores
de edad al momento del hecho que dio muerte a su padre, sufrieron a partir de
tal instante una infancia quebrantada, sumado al duelo mismo provocado por
la muerte, el miedo a sufrir lesión por parte de las mismas autoridades que
dieron muerte a su padre y a la precaria situación económica a que se vieron
expuestos por la ausencia del sostén familiar. A esto también ruego a su
señoría tener en cuenta el perjuicio que significa en jóvenes de calidad
indígena mapuche la sustracción de su ambiente de crianza y el quiebre de los
vínculos con la comunidad indígena, considerando que la migración desde ésta
a la ciudad de Lautaro es efecto directo de la precarización en sus vidas
derivada de la muerte de su padre. Los perjuicios morales y psicológicos en
mis representados se sostienen por más de cuatro décadas desde el año 1973 al
presente, dándose en forma conjunta el natural perjuicio moral por la muerte
de un marido y un padre, el terror que infligió en estas personas la autoridad
estatal y que se sostuvo por largos años y las consecuencias de la pobreza y
precarización que significaba especialmente en tales tiempos en nuestro país la
pérdida del padre de familia, habiendo hijos pequeños, estos daños son
acumulativos y de consecuencias sobre todos los aspectos de sus vidas,
coartándoseles las posibilidades de pleno desarrollo debido al irreparable daño
provocado por la acción del Estado.
II-EL DERECHO
Como su señoría muy bien lo sabe, nuestro régimen civil es inspirado por
principios, entre los cuales quizá el más fundamental el de no dañar a otros y
derivado de este el de reparar el mal causado. Nuestro Código civil recoge este
principio en su título XXXV sobre los delitos y los cuasidelitos, enmarcado
dentro de la clásica división de las fuentes de las obligaciones que su señoría
mejor conoce, emanando de estas fuentes la responsabilidad contractual y la
extracontractual. La distinción entre estas dos clases de responsabilidad
atiende a la existencia previa o no de un vínculo obligatorio, emanando de la
vulneración a estos vínculos, obligaciones contractuales, la primera de las
responsabilidades enunciadas. La otra fuente de responsabilidades, aquella que
no emana de la violación a un vínculo contractual previo, sino que es aquella
que surge de la comisión de hechos ilícitos, esta “responsabilidad delictual o
cuasidelictual supone la ausencia de obligación previa, se produce entre personas
hasta entonces jurídicamente extrañas (por lo menos en cuanto al hecho de que
deriva), y es ella la que crea la obligación de reparar el daño” A
sí mejor descrita
Ruego a VS.