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La brújula magnética del cerebro de las aves orienta sus viajes a través de la

Tierra

Un equipo internacional de científicos desvela en el último número de Nature el secreto de la


orientación de las aves. El estudio demuestra que los pájaros, que poseen un sistema de
navegación de precisión, se orientan a través de una brújula magnética situada en una
región del cerebro.

Hasta hace poco, los científicos se cuestionaban sobre el mecanismo que permitía a las aves percibir el
campo magnético de la Tierra. Investigadores de la Universidad de Oldenburg (Alemania) y de la
Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) revelan ahora este misterio de la biología.

El estudio, que se publica esta semana en Nature, demuestra que las aves no se orientan sólo a través
del campo magnético, sino que pueden “ver” correctamente su dirección. Según el grupo de trabajo
‘Neurosensorik/Animal Navigation’ liderados por el científico alemán Henrik Mouritsen, las aves poseen
una brújula magnética que se encuentra en una región del cerebro, denominada ‘Clúster N’, en el
ámbito de los centros visuales. La región de la visión alberga por lo tanto esta brújula.

Los resultados que ahora se publican suponen un importante hito en la biología sensorial, ya que los
mecanismos de percepción del campo magnético eran inexplicables hasta la actualidad. “Nuestros
descubrimientos se pueden aprovechar para poder proteger a las aves migratorias y otros animales de
una manera mejor”, afirma Mouritsen.

El ‘Clúster N’, la clave

En 2004, el equipo de Mouritsen y Erich Jarvis, catedrático de la Universidad de Duke (EEUU) creían
haber identificado la región del cerebro, ‘Clúster N’, esencial para la orientación mediante el campo
magnético. El hecho se ha confirmado ahora al demostrar que si se desactiva el clúster, las aves no
pueden utilizar ya su brújula magnética para orientarse.

Sin embargo, la capacidad de fijar el rumbo a partir del Sol y de las estrellas se mantiene intacta. El
‘Clúster N’ también está involucrado en el procesamiento de datos sobre el campo magnético, según
demuestran empíricamente los científicos.

Los investigadores probaron además otras maneras posibles de percibir el campo magnético. De este
modo, Mouritsen confirma que los cristales de mineral de hierro presentes en la parte superior del pico
no cumplen ninguna función de relevancia para la brújula magnética. Aunque el nervio trigémino
estuviera inactivo (al ser la única conexión nerviosa entre los cristales de mineral de hierro del pico y el
cerebro), los pájaros no perdieron su capacidad para usar la brújula magnética.

“La identificación de las vías nerviosas en las aves que pueden percibir el influjo de los campos
magnéticos podría representar un paso decisivo hacia una comprensión precisa de los cambios que los
campos magnéticos pueden causar en las moléculas, proteínas y células de los organismos”, señala
Mouritsen. Estos conocimientos son también valiosos para el ser humano, que a diario se enfrenta con
grandes cantidades de radiación electromagnética como los teléfonos móviles, las ondas de radio o de
los procedimientos de obtención de imágenes clínicas.

Una labor conservacionista

Muchos expertos en conservación intentan cambiar la ruta migratoria de las aves o cambiar su
asentamiento para liberar individuos de una especie en zonas de cría nuevas. No obstante, surgen
dificultades pues la mayoría de las aves cuyo asentamiento ha cambiado acaba volando de vuelta a los
lugares donde pasaban el invierno y sus zonas de cría.
“Sólo mediante una comprensión profunda de los mecanismos de orientación de las aves podrá existir
en el futuro una posibilidad para cambiar el emplazamiento de las poblaciones en peligro con éxito”,
apunta el autor principal.

Millones de aves migratorias viajan cada año hacia regiones más cálidas o frescas del planeta. La
orientación basada en el campo magnético terrestre cumple una función decisiva.

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Referencia bibliográfica:

Manuela Zapka, Dominik Heyers, Christine M. Hein, Svenja Engels, Nils-Lasse Schneider, Jorg Hans,
Simon Weiler, David Dreyer, Dmitry Kishkinev, J. Martin Wild, Henrik Mouritsen. “Visual but not
trigeminal mediation of magnetic compass information in a migratory bird” Nature vol 461, 29 de
octubre de 2009, doi: 10.1038/nature08528

Una proteína en los ojos permite a las aves orientarse en vuelo


Son las que reciben más luz y sus niveles aumentan durante la estación
migratoria

Dos investigaciones diferentes han concluido que una proteína situada en los ojos de las
aves es la que les permite ver el campo magnético terrestre y orientarse en vuelo. Esa
proteína está situada en la zona de la retina que recibe más luz y sus niveles aumentan en la
estación migratoria.
Una proteína descubierta en los ojos de las aves es la que les permite literalmente ver los campos
magnéticos de la Tierra y orientarse en vuelo, según dos nuevos estudios científicos.

La proteína descubierta en los ojos se llama Cry4 y forma parte de un grupo de proteínas llamadas
criptocromos, una clase de fotorreceptores de luz azul de plantas y animales que desempeñan un papel
fundamental en la regulación de los ritmos circadianos (oscilaciones de las variables biológicas en
intervalos regulares de tiempo).

En los últimos años, diversos estudios ya han señalado que estos criptocromos en los ojos de los
pájaros son los responsables de su capacidad de orientarse detectando los campos magnéticos
terrestres, un sentido natural llamado magnetorrecepción.

Ya se sabe que los pájaros sólo pueden detectar los campos magnéticos si determinadas longitudes de
ondas de luz están visibles. Estudios anteriores han establecido que la magnetorrecepción depende
especialmente de la luz azul.

Estos estudios han puesto de manifiesto que la capacidad de orientarse en vuelo de las aves es en
realidad un mecanismo visual basado en los criptocromos, capaces de detectar los campos magnéticos
gracias a un sistema cuántico de orientación en vuelo, tal como explicamos en otro artículo.

Los dos nuevos estudios han profundizado en estos descubrimientos. Uno de ellos, realizado por la
universidad sueca de Lund, se centró en los pinzones cebra (Taeniopygia guttata). El otro, desarrollado
por la universidad alemana de Carl von Ossietzky, estudió los petirrojos europeos (Erithacus
Rubecula).

El equipo sueco midió la expresión genética de tres criptocromos (Cry1, Cry2 y Cry4) en el cerebro, los
músculos y los ojos de los pinzones cebra. Y comprobó que, tal como ocurre con los genes del reloj
circadiano, los niveles de Cry1 y Cry2 variaban durante el día, mientras que los de Cry4 estaban
siempre constantes.

Para los investigadores suecos, este descubrimiento confirma la importancia de Cry4 para la orientación
en vuelo de las aves. El estudio de los investigadores alemanes sobre los petirrojos europeos llegó a la
misma conclusión.

Los científicos alemanes observaron además que Cry4 se reagrupa en una región de la retina que recibe
mucha luz, lo que le permitiría funcionar como brújula magnética. Asimismo, constataron que la
expresión de Cry4 aumenta durante la estación migratoria, lo que confirma también su relación con la
magnetorrecepción.

Conclusiones provisionales

Los investigadores de ambos equipos llaman la atención no obstante de que serán necesarias más
investigaciones para determinar con rotundidad que Cry4 puede ser considerado como la proteína
responsable de la magnetorrecepción. La evidencia definitiva sería confirmar o desmentir que las aves
sin proteína Cry4 también pueden orientarse en vuelo.

Que las aves utilizan el campo magnético de la Tierra para orientarse en sus migraciones se sospecha
desde el siglo XIX. Sin embargo, cómo lo consiguen es algo que ha desconcertado a los científicos
durante décadas.

Una de las hipótesis es que la brújula magnética de las aves se encuentra en ciertas células nerviosas
situadas en el pico y que contienen depósitos de hierro, algo que se ha descartado en la actualidad.

Las siguientes hipótesis se han centrado en que el sistema aviar de navegación se encuentra en el
cerebro o en la retina. Las dos nuevas investigaciones profundizan en la posibilidad de que finalmente
sea a través de los ojos y su interacción con el campo magnético terrestre lo que permite a las aves
orientarse en vuelo durante miles de kilómetros.

Referencias

Expression patterns of cryptochrome genes in avian retina suggest involvement of Cry4 in light-
dependent magnetoreception. Atticus Pinzon-Rodriguez, Staffan Bensch, Rachel Muheim. Journal of the
Royal Society Interface. DOI: 10.1098/rsif.2018.0058

Double-Cone Localization and Seasonal Expression Pattern Suggest a Role in Magnetoreception for
European Robin Cryptochrome 4. Current Biology, Volume 28, Issue 2, p211–223.e4. DOI:
https://doi.org/10.1016/j.cub.2017.12.003

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