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I. PROTOINDUSTRIALIZACIÓN E INICIOS DE LA
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN INGLATERRA
Una de las preguntas que nos tenemos que hacer es cuáles son las causas de
que todo esto surgiera en la pequeña isla de Inglaterra; no es precisamente una
cuestión sencilla de responder, es un fenómeno muy complejo.
Lo primero que hay que decir es que eso que se denomina “revolución industrial”,
no fue fruto de una única causa, hubo todo un conjunto de elementos, cambios y
transformaciones que se sincronizan en un mismo tiempo y en un mismo lugar,
Inglaterra. Para explicar la revolución industrial hay que referirse a una multitud de
factores que sincronizados condujeron a ese despegue.
Entre esos factores hay que subrayar el papel de la protoindustrialización, lo que
hubo justo antes de la industrialización. Dentro de la protoindustrialización cobran
gran importancia las manufacturas rurales, domésticas y dispersas; no son urbanas
ni grandes complejos industriales, son las casas de los campesinos dispersas en el
campo, no están concentradas.
La realidad era que mucho antes del S XVIII, incluso en la época bajo medieval,
había existido una parte importante de los núcleos urbanos que se dedicaba
particularmente a la fabricación de textil; esos centros urbanos solamente cubrían
una parte de la demanda total que existía de textiles; el resto no procedía de estos
centros urbanos, sino de las manufacturas rurales. Es decir, no fue en la edad
contemporánea, sino anteriormente, cuando se produjo la introducción del trabajo a
domicilio; era una fórmula que consistía en el aprovechamiento que intentaron hacer
los comerciantes de la abundante mano de obra que había en el mundo rural para la
producción de este tipo de bienes elaborados o semi elaborados. Los comerciantes
distribuían materia prima, lana, entre las familias campesinas para que realizaran
pequeñas acciones artesanales con la maquinaria que tenían. El comerciante sólo
distribuía la materia prima, los medios de producción como los telares o máquinas
de hilo eran propiedad del campesino, después de que el campesino haya
elaborado el producto, el comerciante lo recogía y lo distribuía en los núcleos
urbanos. No aparece la figura del asalariado, son los propios propietarios y sus
familias los que se dedican a esta tarea como complemento a la explotación
agrícola.
Los comerciantes recurren al trabajo rural porque la demanda de textiles está
creciendo debido al importante aumento demográfico y no se había conseguido
hasta el momento cubrir esa demanda con lo que se producía en los núcleos
urbanos. También se recurre al campo porque hay una inmensa mano de obra
campesina que se le puede dar una remuneración menor por su trabajo dado que su
subsistencia no depende de esto, su subsistencia radica en la tierra que trabajan, es
su fuente principal de ingresos, la explotación agrícola. Otra razón es librarse de la
presión y las ataduras de los gremios.
Con el tiempo hubo otras fórmulas que no desbancaron el trabajo a domicilio, sino
que coexistieron con él. Aparecen las manufacturas rurales domésticas, donde las
relaciones sociales son diferentes, desaparece la figura del comerciante, es el
propio propietario agrícola el que se convierte a su vez en un “pequeño empresario”,
sin dejar la explotación agrícola de la que subsiste. Se elimina al comerciante, la
elaboración de la manufactura la sigue realizando la unidad familiar con sus propios
medios de producción, pero ya aparece la figura del asalariado que no pertenece a
la familia y que recibe una remuneración por las horas que trabaja. Las relaciones
capitalistas de producción son aquí muchísimo más claras con la figura del
asalariado, ya hay una diferencia entre el propietario de los medios de producción y
aquel que sólo tiene su fuerza de trabajo.
Con este sistema tan sencillo que simplemente se trataba de obtener materia
prima y poner en funcionamiento vieja maquinaria, se permitió aumentar muchísimo
el volumen de la producción, con lo que conlleva eso en el precio, decayendo y
pudiendo llegar a un mercado más amplio al abaratar el producto. Este sistema de
manufacturas rurales domésticas tuvo una gran expansión en Inglaterra que acabó
transformando regiones que habían sido sólo agrícolas a regiones mixtas, agrícolas
y manufactureras. Se consiguió aumentar muchísimo el nivel de la producción sin la
tecnología, no hay industria ni mecanización, es un trabajo manual; el punto de
partida de la revolución industrial no es el avance tecnológico, antes de eso ya se
había producido al aumento de la producción porque se había organizado de otra
manera. Más de la mitad de la lana, era producida precisamente en el campo y no
en los centros urbanos.
Al mismo tiempo, en el resto de Europa, no se había visto crecer de esa manera
tan prolífica las manufacturas rurales y domésticas. Por lo tanto, y, en conclusión, se
puede decir que el trabajo a domicilio y las manufacturas rurales domésticas fueron
uno de los disolventes más importantes y el inicio de ese nuevo mundo que
acabaría conduciendo a la industrialización. Este sistema condujo a un incremento
muy notable de la producción antes de los avances tecnológicos.
En la historiografía ha habido distintas interpretaciones en torno a las causas de la
industrialización, hay visiones muy diferentes. En resumidas cuentas, a lo largo del s
XX, hasta 1970; la mayor parte de los historiadores vieron la causa de la revolución
industrial en los avances técnicos, entendían que el motor de la industrialización
había sido esas innovaciones tecnológicas. Sin embargo, a la altura de los años 70,
algún historiador empezó a señalar que esto de las innovaciones técnicas sí que era
muy importante, pero que no sólo se podía recurrir a esto para explicar la revolución
industrial, había que preguntarse muchas otras cosas que no se habían investigado
todavía; otros conceptos que aparecieron en este momento son la mano de obra, el
mercado interior, la revolución agrícola, etc. Este giro de los 70 supone que hasta
ese momento la revolución industrial había sido interpretada como una
discontinuidad radical con el pasado producida por la innovación técnica, y a partir
de ese momento, ese enfoque empieza a perder adeptos, se comienza a insistir que
el proceso industrializador hay que verlo a largo plazo yendo hacia el pasado; no
hay discontinuidad ni ruptura, sino elementos de continuidad y transformación
pausada. Estas nuevas interpretaciones condujeron a la imagen de un cambio
continuo, pero persistente y sostenido de un mundo proto-industrial a un mundo
industrial.
El cambio definitivo en los telares viene con la máquina a vapor de James Watt
patentada en 1769. La máquina de vapor es importante porque antes de ella la
localización de los telares dependía de la energía hidráulica, liberaba esta traba de
la localización.
El punto de partida es la mitad del S XVIII, la siderurgia inglesa está en crisis por
los problemas que acarreaba. La siderurgia necesita obtener hierro por medio de
una fuente de energía, durante muchísimo tiempo la siderurgia se había servido del
carbón vegetal. Esto obliga a localizar el alto horno en una zona forestal, cuando
esa zona forestal se vea destruida no va a quedar más remedio que trasladarlo.
Esta era la situación de la siderurgia cuando desde otros sectores como la
agricultura estaban demandando ese avance para realizar utillaje con productos de
hierro.
El primer reto pues fue la renovación de esta fuente de energía que condicionaba
al sector. Uno de los pasos más importantes se va a dar cuando ese carbón vegetal
va a ser sustituido por otra fuente de energía abundante y que tiene un mayor poder
calorífico, la hulla; esto se produjo en torno a 1760.
Antes de 1815, son muy pocas las fábricas que se construyen ex novo; lo que
sucedió fue que edificios muy modestos, en los que las familias desarrollaban
actividades productivas textiles, fueron convirtiéndose sobre todo después de la
invención de la Water Frame, en verdaderas hilanderías de algodón con unos
gastos de infraestructura que no eran de una gran entidad, no se requería una gran
capitalización, el costo de capital fijo fue bastante modesto en los inicios de la proto-
industrialización.
Se ha mantenido una tesis que asegura que esa burguesía industrial que va a ser
la protagonista del cambio industrial proviene de ese grupo de comerciantes que
intercambiaban los productos producidos en el domestic system. Recientemente, se
ha matizado esta tesis y se ha llegado a ciertas conclusiones: la nobleza y la
propiedad terrateniente no hicieron una contribución especialmente destacable para
la construcción de esa burguesía industrial, esta gran contribución la hizo el
propietario agrícola medio e incluso el propietario más pequeño.
A lo largo del S XVIII, la realidad ya no era esta, esa tradición se va rompiendo por
todos los cambios que se están produciendo. Para abastecer el mercado de
cualquier ciudad se necesita de un intermediario, esos intermediarios buscaban su
máximo beneficio. Se están imponiendo otras realidades que chocan con lo que
para la multitud es tradición, la norma. Los protagonistas de estas revueltas
reaccionan defendiendo lo que consideran sancionado por la costumbre, por unas
prácticas tradicionales que consideran morales y justas.
Las prácticas consideradas ilegítimas por la multitud son, por ejemplo, el hecho de
que los productores agrarios o los intermediarios retuvieran el grano en el momento
de la cosecha para llevarlo en un momento posterior en el que el precio fuera
mayor. También se considera ilegítimo que estos productores e intermediarios
exportaran el grano a una zona donde fuera más caro, dejando desabastecido el
consumo local.
Hay un conjunto de creencias, según las cuales, los productos que son
imprescindibles para la subsistencia (el cereal), no deben de estar sometidos a los
intereses del que los produce, sea un productor o un intermediario; porque se
entiende que por encima de los beneficios que pudiera conseguir un productor o un
comerciante se encontraba el derecho al acceso al cereal en una cantidad suficiente
y a unos precios estipulados por la autoridad. A los ojos de las clases populares,
crímenes podría haber muchos, pero había un crimen imperdonable, acaparar el
grano y especular con él.
Fue una forma de protesta popular en momentos de carestía, legitimada por una
economía moral que significa la creencia de que el bien común, y por lo tanto
colectivo, tiene que prevalecer ante el beneficio privado. Los motines no tenían
como objetivo la revolución, que significa subvertir el orden, sino que pretendían
restituir un viejo equilibrio que estaba en peligro por la aparición del capitalismo y el
avance del libre mercado.
En estos momentos aparece el ludismo, concepto que se usa por primera vez en
1811, proviene de unas cartas anónimas amenazantes que se enviaban a los
propietarios en el momento previo al ataque y que venían firmadas por el Capitán
Ludd. La destrucción de las máquinas fue muy intensa en 1811-1812, se siguieron
dando posteriormente en 1814 y en 1816, pero no tuvieron la virulencia ni el impacto
que tuvieron en 1811-1812. La destrucción de máquinas se concentra en un periodo
de tiempo muy corto, aunque tuvo una enorme extensión geográfica, de tal forma
que constituyó un verdadero problema de orden público para el gobierno; el
gobierno no dudó en sofocar con la fuerza del estado estas acciones; en los distritos
del norte de Inglaterra, donde fue más intensa la destrucción de máquinas, el
gobierno envió a esos distritos una fuerza militar de más de 12000 soldados.
En menos de un año, entre marzo de 1811 y febrero de 1812, tuvieron lugar más
de 100 ataques distintos, y se destruyeron más de 1000 telares; el gobierno, aparte
de sofocar la situación, declaró que la destrucción de máquinas pasaba a ser un
delito capital, apareció la violencia.
La violencia estuvo presente en los disturbios ingleses a principios del S XIX, esa
presencia de la violencia fue muy llamativa e impactante, no quiere decir que no se
utilizaran otros métodos para solucionar los problemas de esta época, hay
ocasiones en los que se acudía al Parlamento para que mediara en los conflictos,
pero esto se centró únicamente en los conflictos londinenses.
Hacia mediados de los años 60, Thompson vino a cuestionar esta interpretación.
Para él, el ludismo en general, pero sobre todo en su momento álgido, no había
tenido sólo objetivos económicos, sino que su movimiento había tenido también un
contenido revolucionario, habiendo sido clandestino. A día de hoy, los luditas no se
ven ya como los habían interpretado los Hammond, ya no se ven como unos
tecnófobos temerosos del progreso y del mundo moderno, sino como obreros que
luchaban por sus derechos en una época en la que el sindicalismo estaba prohibido
desde 1799-1800.
Hay otro tipo de acciones que tienen que ver con los trabajadores, vienen del
mundo agrícola, lo conocemos como “Swing”. Las revueltas swing son un conjunto
de revueltas muy intensas que se dan en el campo, cuyos protagonistas son los
braceros agrícolas, se dan en un periodo muy concentrado de tiempo, en 1830.
Para entender las revueltas swing, hay que puntualizar que a esas alturas del S XIX,
la proletarización en el campo se había extendido notablemente, la generalización
de la figura del asalariado. Era una proletarización que había afectado a un colectivo
muy amplio, al de los trabajadores agrícolas, que había ido perdiendo poco a poco
la propiedad y los derechos comunales en beneficio de la privatización.
Otro de los clásicos es el libro que le dedicaron Hobsbawm y Lichteim, que lo que
movió a esta violencia a los trabajadores fue la defensa de los derechos comunales,
era un manifiesto general del pasado contra el porvenir. Ellos estaban convencidos
de que la justicia estaba de su lado, es un concepto moral. Hobsbawm dice que fue
el mayor contingente de prisioneros que se deportó nunca desde Inglaterra por un
crimen común, es posiblemente el episodio más impresionante y llamativo de los
obreros ingleses contra la pobreza, la miseria y sus derechos laborales.
La cuestión del nivel de vida no es fácil de abordar, a día de hoy lo que nadie
discute es que la industrialización a la larga hizo que aumentara el nivel de vida de
la clase obrera. En general, se puede decir que los optimistas han conseguido
refutar las afirmaciones sobre el empobrecimiento generalizado sobre los niveles de
vida, no hubo ni un descenso ni un deterioro de los niveles de vida, los nuevos
pesimistas ya no pueden afirmar que incluso en esta primera revolución industrial, el
declive material fuera absoluto.