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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

HISTORIA DE COLOMBIA III


Valentina Defelipe Díaz

Santiago Castro-Gómez
Tejidos Oníricos: Movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930).
Instituto Pensar y Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2009. 281 Páginas.

Enmarcada en los estudios más recientes en Colombia, con una narración


sencilla e ilustrativa que plantea un análisis interesante; Tejidos Oníricos: Movilidad,
capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930) tiene encomendada la tarea de
escribir una historia del Capitalismo en Colombia. Muy a la par de las nuevas
perspectivas históricas, este trabajo parte de una visión menos economicista del
capitalismo y se va a enfocar en los procesos que se dan transversalmente a los
preceptos geopolíticos, es decir, analiza como la confluencia de “una serie de
dispositivos y ensamblajes que recorren todo el cuerpo social” (11) van a contribuir
a la producción de unas subjetividades que son conjuntamente causa y efecto del
Capitalismo, todo ello a través de los discursos de la época. La importancia que
adquieren las representaciones, los imaginarios y la simbología en este trabajo
permiten al lector acercarse a la etapa que atraviesa la sociedad Colombia en las
primeras décadas del siglo XX con la introducción de la Industria, en un sistema de
significación mucho más amplio, en el que se expresan mejor las formas variadas
de poder que intervienen en el pensar y actuar de la sociedad.
En este contexto la obra del filósofo Santiago Castro-Gómez, profesor y
actual investigador del instituto de Estudios Sociales y Culturales Pensar de la
Universidad Javeriana es esclarecedora. Castro-Gómez se había remitido ya a
nuestra historia en La hybris del punto Cero, donde abordó el virreinato desde una
perspectiva post-colonial. Junto a esta última y otros trabajos, Tejidos Oníricos hace
parte de la corriente de pensamiento que caracteriza a este autor; la
Modernidad/Colonialidad latinoamericana. Como bien lo plantea su introducción
siguiendo ésta línea temática, Castro-Gómez se propone investigar cómo en la
década de los veinte en la capital de la Republica se introduce un imaginario social
de movilidad que precedió a la instauración de la industria propiamente, pero
también va a incursionar en algunos aspectos nacionales. Para soportar su
investigación utiliza fuentes que van desde diarios, revistas culturales y libros de la
época, va a dar especial relevancia a la revista Cromos debido a su amplio
contenido en fotografías y reportajes que visualizan mejor el tema de la movilidad.
Finalmente, la investigación se apoya en herramientas teóricas de distintos autores
como Virilio, Foucoult, Deleuze & Guattari, Peter Sloterdijk, Aníbal Quijano y Walter
Benjamin entre los más destacados, todo ello con el fin de construir una
investigación transdiciplinaria que nos aproxime mejor a la Bogotá de inicios del
siglo XX.
El texto consta de cinco capítulos independientes, que no siguen un orden
cronológico. A lo largo de éstos el autor tiene como objetivo exponer diversos
dispositivos creados por parte de las elites capitalinas que buscaban producir un
nuevo tipo de sujeto desligado de hábitos preindustriales, dispositivos que
permitieran la rápida circulación de personas y mercancías. En este sentido el
primer capítulo parte recordando las fiestas que se celebran en el año de 1910 con
motivo del Centenario de la Independencia. La exhibición que acompañó la
celebración se presenta para el autor como reflejo de la nueva semántica del
progreso que acarrea la emergencia del capitalismo industrial. Es esta la primera
gran escenificación publica en Colombia donde los humanos existen cinéticamente,
donde el libre mercado y la tecnología se presentan a la población como dotadoras
de capacidades civilizadoras, donde el trabajo es visto como germen de la
nacionalidad y donde las ciencias empíricas son privilegiadas sobre las
humanidades. Aunque la exhibición debía crear una imagen de modernidad también
seguía reproduciendo las mismas representaciones jerárquicas que prevalecían
desde la colonia, dando como resultado una imagen moderna/colonial.
Lo más relevante de los sucesos que experimenta la población Bogotana en
el centenario de 1910, es para el autor la introducción de las ideas modernas, que
marcan un antes y un después. En el segundo capítulo estas ideas se van a tornar
en un conjunto heterogéneo de discursos, tecnologías y practicas difundidas por las
elites para facilitar la aceleración de la vida de las personas. El autor analiza la
aceleración de los ritmos de vida y el cambio de la percepción espacio-tiempo en
torno a los discursos que se desprenden por la llegada de los nuevos medios de
transporte, como el ferrocarril, el automóvil, el tranvía y la aviación. Sin embargo,
recuerda que estas innovaciones estuvieron condicionadas por la geopolítica y
también que el tránsito, la cínesis permanente a la que se aspiraba no fue de
alcance para todos los actores involucrados. La mujer y los nacientes movimientos
obreros de carácter socialista eran movilidades indeseadas que requirieron de
mayor control por las elites.
En el tercer capítulo va a remitirse primero al análisis de ciertos aspectos
como la electrificación de las calles y el cambio en las condiciones de locomoción,
como síntoma de la aceleración de vida en Bogotá. Estos aspectos también hacen
parte de la necesidad en la que se sume la elite de redefinir el espacio urbano, pues
el nacimiento de la clase obrera junto a la ampliación de la ciudad tuvo nuevas
implicaciones sociales. Producir un “medio ambiente”, no solo que favoreciera el
ideal de circulación al que se apelaba sino también que produjera un imaginario
colectivo sobre los valores y la actitud del ciudadano ideal, se convirtió en uno de
los objetivos principales del estado y la iglesia. Una biopolitica que reforzaba la
estructura de dominio heredada de la colonia fue implementada para generar el
deseo de trabajar en los habitantes de la ciudad, y asimismo que estos se
reconocieran como “sujetos modernos”. Este capítulo concluye mostrando como
algunas políticas de movilidad generaron oposiciones en algunos sectores de la
intelectualidad.
La biopolitica a la que hace referencia Castro-Gómez en el tercer capítulo, es
una tecnología de gobierno que pudo lograrse gracias a de una serie de debates y
estrategias. Explorar entonces las tecnologías que fueron consideradas por la elite
va a ser para el autor el eje central del cuarto capítulo, ya que se encontraba en
juego “la puesta en marcha de la más grande de las fantasías: la construcción del
estado moderno” (152). Sin embargo, este capítulo va a reducir las estrategias de
gobierno en dos modelos de; uno más arraigado al sistema colonial centrado en la
“guerra de razas” y otro que implicaba mejoras en la calidad de vida de todos los
ciudadanos, una biopolitica de los cuerpos.
Para finalizar este estudio, el ultimo capitulo pretende explicar cómo surgen
y que función tienen las tecnologías de gobierno enfocadas a la producción de
sujetos deseantes. Cuando el autor habla de “deseo” se refiere sobre todo a la
generación de sentimientos de identificación en las personas que los lleven a
materializar sus gustos y sensaciones. En este contexto se explican dispositivos
tales como la moda, la publicidad y el entretenimiento masivo, puesto que estos
funcionan bajo la modalidad de consumo de imágenes, sensaciones y emociones.
La publicidad utilizó la sensibilidad humana con el fin de crear un público
consumidor, la moda se resume en un gobierno sobre los estilos de vida, y el
entretenimiento, desde los carnavales, hasta los espectáculos deportivos empiezan
a concebirse como prácticas educativas para las masas. A fin de cuentas, estas
tecnologías eran la escenificación de la nueva ética ciudadana, eran símbolos del
progreso.
El texto cuenta con un epilogo que da cuenta sobre “modelos minoritarios”
que se produjeron en la ciudad. Se refiere a contra-imaginarios respecto a la vida
ciudadana que venía desarrollándose de forma mayoritaria. Hace hincapié en que
estos discursos que tuvieron percepciones más negativas hacia la introducción del
capitalismo no necesariamente fueron producidos por clase obrera. Por el contrario,
analiza las opiniones de algunos intelectuales que basados en el pensamiento
nómada se consolidaron como opositores a las nuevas condiciones de movilidad.
El estudio de Castro-Gómez aunque no es innovador en el sentido
metodológico, si lo es al aplicarlo en éste periodo de la historia de Colombia, y sobre
todo en la capital. Lo más interesante del análisis de éstas subjetividades es que
son constitutivas para entender los imaginarios que persisten actualmente. Sin
embargo, encuentro dos faltas en Tejidos Oníricos. La primera en la que quiero
insistir es en la falta de documentos que den cuenta de la experiencia de las
personas a las que estos discursos de las elites estaban dirigidos, es decir, a las
personas del día a día. Castro-Gómez insiste constantemente en los imaginarios
que las elites ponen en circulación, sin embargo, lo hace a partir de los escritos de
representantes de estos mismos grupos. En este sentido su trabajo puede perder
mucha consistencia, porque no podemos afirmar que realmente se hubieran
consolidado éstas nuevas subjetividades del progreso en la amplitud de la
población. La segunda es una debilidad a mi parecer metodológica o de estructura.
La forma de abordar su tesis, en estos cinco capítulos independientes que no tienen
una línea argumentativa, genera un sentimiento de desorden, y sobre todo da
cuenta de vacíos, de temas que hubieran podido ser mejor desarrollados, por
ejemplo, un análisis más profundo se hubiera podido hacer con respecto al papel
de las mujeres y los obreros, con respecto a los actores “subalternos”.

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