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La filosofía nace en la cultura griega alrededor del siglo VI a. C., cuando el logos (la
explicación racional) sustituye al mito en la tarea de explicar la realidad. El mito
intentaba establecer un orden dentro de la realidad, pero las respuestas que ofrecía eran
irracionales, fantasiosas, imaginativas (se acudía a los dioses -que podían actuar
arbitrariamente- para explicar los fenómenos y sucesos del universo).
Con la explicación racional (logos) se critican los mitos y la idea de arbitrariedad es
suplantada por la idea de necesidad (las cosas suceden cuando y como tienen que
suceder).
Hay muchos factores por los que aparece la filosofía. Citemos algunos: el ocio, el
comercio, el fallo del mito en su aspecto práctico, la elaboración de los conceptos de
physis (naturaleza, esencia del universo) y arché (principio, fundamento, sustrato, causa
de todas las cosas).
Para llegar a estos conocimientos los filósofos emplean la observación y el
razonamiento. Los sentidos no bastan para llegar al verdadero ser de las cosas, pues nos
muestran sólo lo plural, lo cambiante, las apariencias. Será necesaria la razón, que nos
muestra la unidad, lo permanente, lo que es.
Pero el paso del mito al logos es lento, por ello, en los primeros filósofos seguimos
encontrando ciertos elementos míticos. Lo importante, pese a todo, es que se preguntan
por el principio último de todo lo real.
LOS MILESIOS
Tales de Mileto: para él, el principio, el sustrato y la causa de todas las cosas es el agua.
En el mundo todo se reduce a agua. El agua es el alimento de todas las cosas.
Anaximandro: el principio es el ápeiron, es decir, lo indeterminado, lo indefinido. Algo
abstracto que va transformándose. Así, no puede ser ninguna cosa concreta de las que
pueblan el universo.
Anaxímenes: trata de unir las ideas de Tales y Anaximandro. El arché, para
Anaxímenes, es el aire, principio de todo: de él derivarían todos los seres a través de
procesos de condensación y rarefacción.
LA ESCUELA PITAGÓRICA
Su fundador fue Pitágoras. Los pitagóricos eran grandes matemáticos; para ellos, el
principio de la naturaleza es el número. Todos los seres del universo pueden formularse
en forma matemática. Los números constituyen la naturaleza del universo, la esencia de
la realidad.
HERÁCLITO Y PARMÉNIDES
Heráclito: sostenía que el mundo era un continuo devenir. Todo es cambiante, todo está
en transformación. Pero ese devenir no es irracional, caótico; ya que se realiza de
acuerdo con ciertas leyes: la ley o logos interno del universo. “El universo es fuego” y
la ley que rige el universo es la lucha de contrarios, pero los contrarios constituyen en
último término, una unidad profunda, una unidad de contrarios, dialéctica.
Parménides: marca un hito decisivo en el desarrollo de la filosofía griega. Afirma que
“el ser es y es imposible que no sea”. El no ser no es y por lo tanto no se puede hablar
de él. El único camino para llegar a la verdad es la razón, los sentidos nos engañan con
meras apariencias. La única realidad que existe es el ser, y la pluralidad, el cambio, es
imposible. El ser es único, inmutable, eterno, esférico.
LOS PLURALISTAS
Estos filósofos tratan de conciliar lo plural y lo único, lo cambiante y lo estable, para
explicar la naturaleza.
Empédocles: la realidad está compuesta de cuatro elementos: tierra, agua, aire y
fuego. Estos elementos se mezclan y se separan (formando distintas combinaciones)
movidos por el amor o el odio.
Anaxágoras: para él, todo existe desde siempre. Los principios materiales de las cosas
son infinitos. El universo está compuesto de una pluralidad infinita de partículas
(semillas) u homeomerías. En un principio, estas partículas se encontraban mezcladas
en una masa compacta y maciza. Pero una causa exterior, el entendimiento o nous,
imprimió en esta masa inerte un movimiento de remolino, lo que explica el cambio, así
se combinan armónicamente las distintas partículas dando lugar a los distintos seres.
Demócrito, junto con su maestro Leucipo, sostuvo que la realidad está compuesta de un
número infinito de partes de materia indivisibles (átomos). Éstos se mueven por azar
dentro del vacío, en forma de torbellino. El atomismo de Leucipo y Demócrito concibe
un modelo mecanicista de la naturaleza que no está presidido por ningún plan ni tiene
finalidad, sino que es el resultado de una necesidad ciega que viene a confundirse con el
azar. Este modelo volverá a resurgir con fuerza en la Edad Moderna.
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES: DIÁLOGO Y MORAL
LOS SOFISTAS
SÓCRATES
Al ambiente cultural de los sofistas pertenece Sócrates. Con ellos comparte su interés
por el ser humano y las cuestiones políticas y morales. Sin embargo, su doctrina
contrasta radicalmente con las actitudes y enseñanzas de aquéllos. Sócrates no cobraba
por enseñar, no impartía conocimientos, sino que invitaba a sus oyentes a reflexionar,
planteándoles cuestiones. Su método es el diálogo, con él pretende llegar a establecer
verdades universales.
En el DIÁLOGO podemos distinguir dos momentos:
-ironía: preparación para llegar a la verdad. El medio para que los otros reconozcan su
propia ignorancia, que no saben lo que creían saber, “sólo sé que no sé nada”, condición
de la posterior investigación interior;
-mayéutica: ayudar a “dar a luz” la verdad. Poco a poco se descubre la verdad, la cual
está en el alma de la persona, pero ignora poseerla (innatismo virtual). El arte de la
mayéutica es, en realidad, el arte de la investigación en común, es llegar a la verdad
mediante el diálogo. Para Sócrates la verdad, la justicia, la virtud tienen un valor
absoluto (no son convencionales, como sostenían los sofistas).
Así, mediante el diálogo, pretende llegar a definiciones universales, a conceptos válidos
para todos los seres humanos. Y los conceptos eran la clave para la virtud y la felicidad.
Sócrates, en contra de los sofistas (que creían que la sociedad era un escenario donde los
ciudadanos competían por el éxito y el poder), pensaba que la tarea más importante para
el hombre era “cuidar de sí mismo”, y en este convencimiento se concentra su
experiencia moral. “Cuidar de sí mismo” es preocuparse de la propia alma “de modo
que llegue a ser los mejor posible”.
La experiencia moral socrática se despliega en las siguientes doctrinas:
1) La virtud es el bien supremo para el hombre, y sólo el hombre bueno, virtuoso,
puede ser feliz.
2) Ser bueno, virtuoso, exige conocimiento, pues la virtud se identifica con el saber.
3) Y es posible alcanzar el saber en el ámbito moral (más allá del relativismo de los
sofistas).
Virtud y felicidad
La virtud es el bien supremo para el ser humano, preferible incluso a la propia vida. Y
Sócrates conecta la virtud con la felicidad. No hay felicidad sin virtud, mientras que con
virtud puede haber y hay felicidad.
Para nuestro filósofo, nunca se debe obrar injustamente contra los demás, ni siquiera
cuando uno ha sido tratado injustamente por ellos (nunca se debe devolver daño por
daño).
PLATÓN: REALIDAD Y CONOCIMIENTO
Platón narra la constitución del universo en el Timeo en forma de mito. Es difícil decidir
si el demiurgo ha de entenderse como un dios que realmente actúa sobre la materia o si
se trata de una manera mítica de expresar la acción configuradora de las ideas en la
materia. Son las ideas o formas las que imponen a la materia una estructura inteligible,
una consistencia y estabilidad que la materia no posee de suyo.
REALIDAD
La doctrina central de la filosofía platónica, la TEORÍA DE LAS IDEAS, consiste en la
afirmación de que existen entidades inmateriales, absolutas, eternas, universales
(ejemplo: la justicia en sí, la belleza en sí, el hombre en sí...) independientemente del
mundo físico. Pero las ideas no son meros conceptos, no son construcciones mentales,
son las únicas realidades con sentido pleno y de ellas deriva todo lo real del mundo
físico (ejemplo: lo justo, lo bello, los hombres...).
CONOCIMIENTO
La concepción platónica de la realidad es DUALISTA: de una parte, las ideas son la
auténtica realidad (inmutables y eternas), y de otra, los seres físicos, cambiantes y
corruptibles. A estos dos niveles de realidad le corresponden dos niveles de
conocimiento, divididos en fases.
Saber y opinión
Platón distingue entre dos formas de conocimiento: saber (episteme) y opinión (doxa).
Se trata de una distinción fundamental que Platón utiliza en el estudio del conocimiento
y otros temas, como la política. Estas dos formas de conocimiento poseen características
distintas:
- la opinión puede ser errónea, mientras que el saber excluye la posibilidad de
error. Es posible opinar y equivocarse, pero no es posible saber algo y estar
equivocado.
- Las opiniones son inestables y el saber es estable y firme.
- El saber se basa en razones y las simples opiniones carecen de fundamento
sólido.
Saber y opinión son dos formas de conocimiento distintas que reflejan objetos distintos.
El saber tiene como objeto las estructuras inteligibles (las ideas) y la opinión tiene como
objeto el mundo físico, sensible. El conocimiento de las ideas y sus relaciones
constituye el auténtico SABER. Los pasos que han de seguirse para alcanzarlo son:
1. Estudio de las matemáticas.
2. Estudio del sistema total de las ideas, ascendiendo hasta el conocimiento del Bien.
Este ascenso –mediante el cual se alcanza un saber absoluto y total- se denomina
DIALÉCTICA.
Conocimiento intelectual y conocimiento sensible
Para Platón, sólo el conocimiento intelectual, la razón, es capaz de captar ideas. Los
sentidos sólo nos ofrecen impresiones e imágenes cambiantes del mundo físico, en
constante devenir. La oposición entre saber y opinión se asocia así a la oposición entre
razón y sentidos. Así lo explica en la “alegoría de la línea” (República, libro VI).
Ningún filósofo griego negó la existencia del alma; el problema fundamental no era la
existencia del alma, sino su naturaleza. Por otro lado, los griegos solían vincular la
noción de alma a dos hechos distintos, la vida y el conocimiento intelectual. Así, pueden
darse dos respuestas a qué es el alma:
1. El alma es el principio de la vida. Consecuencias: todos los vivientes tienen alma
(por el hecho de estar vivos); existe una estrecha relación entre cuerpo y alma.
2. El alma es el principio del conocimiento racional. Consecuencias: sólo el ser
humano tiene alma, tiene sentido plantearse la inmortalidad del alma.
Para Platón, el alma es principio del conocimiento intelectual, pero no deja de lado la
función vital del alma. En la filosofía griega nunca se dio una separación radical y total
entre ambos modos de considerar el alma.
El dualismo alma/cuerpo
Platón introdujo un dualismo, una separación entre el ámbito de las ideas y el ámbito de
los seres físicos. El alma pertenece al ámbito de las ideas, y el cuerpo al de los seres
físicos. Este dualismo constituye la base de la doctrina platónica del alma; por ello:
- El alma, afín a las ideas, inmaterial y simple, es por naturaleza inmortal.
- La unión del alma con el cuerpo es un estado accidental y transitorio,
antinatural (el lugar propio del alma es el mundo de las ideas. Pero por algún
castigo es encarnada en un cuerpo, “cárcel del alma”). El alma es trasladada
a través de distintos cuerpos tras la muerte, renaciendo en diversas formas
vivientes (reencarnación).
- Mientras permanece unida al cuerpo, la tarea del alma es la de purificarse,
prepararse para contemplar las ideas, ya que el alma se encuentra en estado
de impureza. Esa impureza viene de la influencia del cuerpo, que trata de
imponerse al alma (influjo órfico-pitagórico).
En el Fedón, Platón trata de demostrar la inmortalidad del alma con varios argumentos:
1. Por la sucesión cíclica de contrarios: a cada cosa siempre le sucede lo contrario; al
frío, el calor; a la vida, la muerte; a la muerte, la vida...
2. Por reminiscencia: “conocer es recordar”. El alma conoce después de nacer, lo que
significa que recuerda. Esto implica que preexiste independiente del cuerpo antes de
nacer. Si preexiste también sobrevive, independiente del cuerpo, tras la muerte de
éste.
3. Simplicidad: el alma es simple (como las ideas), y sólo se corrompe lo que está
compuesto de partes. Así, el alma es incorruptible, es inmortal.
4. Participación del alma en la idea de vida: cada cosa, en cuanto participa
esencialmente de una idea, no puede acoger en sí la idea contraria. El alma participa
de la idea de vida, no puede morir.
5. Por exigencia de la vida moral: no tendría sentido esforzarse por vivir virtuosamente
(moralmente) si al morir, el hombre se disuelve en la nada. El bien y el mal deben
tener su premio y su castigo; si no es así, sería injusto. El alma ha de ser inmortal.
Las tres partes del alma
En el alma se distinguen tres partes:
1) Razón. Alma racional, situada en el cerebro. Es la más significativa en los filósofos
y gobernantes. A la razón corresponde controlar y ordenar el apetito.
2) Ánimo. Alma irascible, situada en el tórax. Propia de los guardianes. El ánimo es el
coraje o fuerza, que a veces cede a las exigencias del apetito, pero que puede –y
debe- convertirse en aliado de la razón en la tarea de controlar las demandas del
apetito.
3) Apetito. Alma concupiscible, se sitúa en el abdomen y es la propia de los
trabajadores. En él residen los deseos irracionales y la búsqueda de los placeres mas
bajos, que se oponen a la razón.
EL ORDEN POLÍTICO
Estrechamente vinculada con la ética encontramos la teoría política de Platón. En su
obra la República se diseña una ciudad ideal y un programa de educación de los
ciudadanos. Gran parte de las doctrinas platónicas girarán alrededor de este proyecto
(utópico).
La justicia en el estado
La teoría política de Platón gira en torno a dos principios fundamentales:
1. Correlación estructural entre el alma y el estado.
El estado –como el alma humana- posee una estructura tripartita, ya que tres son los
grupos o clases sociales existentes:
- Gobernantes, dedicados a gobernar > Razón
- Guardianes, dedicados a la defensa y al mantenimiento del orden > Ánimo
- Productores, dedicados a la actividad económica, productiva > Apetito
La educación
La finalidad fundamental del estado es de carácter moral: promover la virtud y la
justicia. De este modo se conseguirá una vida feliz.
En su obra la República, Platón organiza la educación (a la que da una gran
importancia, pues tiene un carácter liberador) en dos niveles:
1) Primario: enseñanza común. Se lleva a cabo por medio de la gimnasia y la música
(que incluye arte y poesía). Se pretende educar no sólo el cuerpo, sino también el
carácter (inculcando hábitos y opiniones).
2) Secundario: reservado a los futuros gobernantes. Se desarrollará mediante un
estudio detallado de las matemáticas, para abordarse luego la dialéctica, que
culminará en el conocimiento del BIEN.
Hemos de decir que en obras posteriores (el Político, las Leyes), Platón suavizó sus
opiniones políticas, ¿era difícil encontrar auténticos sabios gobernantes? Así, el
gobierno de los sabios fue sustituido por el gobierno de las leyes, por el sometimiento
de los gobernantes al orden jurídico.
Formas de gobierno
Platón señala cinco formas de gobierno (cíclicas). A partir de la monarquía o
aristocracia, por degeneración sucesiva aparecen las demás.
1. Aristocracia o monarquía: gobierno de los mejores (los más capacitados), o del
mejor. Es la forma de gobierno ideal.
2. Timocracia: gobierno de la clase militar, de los más guerreros, no de los mejores.
3. Oligarquía: gobierno de los explotadores. Una pequeña minoría adinerada,
ambiciosa, ostenta el poder y oprime a los ciudadanos.
4. Democracia: gobierno del pueblo. Predomina la libertad. No hay una autoridad
rígida. Acaba en desorden.
5. Tiranía: degradación de la política. Es la peor forma de gobierno. El tirano toma el
poder por la fuerza y se suprime la libertad; situación de injusticia.
ARISTÓTELES: NATURALEZA, CAUSALIDAD, CONOCIMIENTO
Aristóteles (siglo IV a.C.) fue discípulo de Platón, pero esto no impidió que en su
madurez rechazara importantes elementos de la filosofía platónica; por ejemplo, la
teoría de las ideas subsistentes.
La teoría platónica confería a las ideas una existencia propia; ahora bien, si se
sustantivan las ideas universales, nos encontramos con que no tenemos uno solo, sino
dos mundos que explicar. Además, ¿hay ideas de lo negativo?, ¿y de los tamaños?, ¿y de
las relaciones? En suma, ¿cuántas ideas hay y cuáles son? Y ¿qué quiere decir
participación? Decimos que el hombre participa del inteligible. ¿No tendremos que
recurrir entonces a un tercer hombre para explicar la semejanza entre ambos, y del que
los dos participarían? Pero lo que en tal caso habría de común en los tres, ¿no nos remite
ahora a un cuarto hombre?... Estas y otras críticas oponía Aristóteles a la doctrina
platónica de las ideas.
NATURALEZA
Aristóteles define la naturaleza (physis) como “principio interno del movimiento que se
da en los seres naturales”. Éstos, al contrario que los seres artificiales (artefactos),
poseen en sí mismos el principio de su propia actividad, de sus cambios y movimientos.
Por ejemplo, el crecimiento de una encina es un cambio natural; pero la construcción de
una mesa con su madera es un cambio artístico, técnico. El crecimiento de la encina es
un cambio que tiene su origen en la encina misma, no fuera de ella. Por eso, es un
cambio o movimiento natural.
Teleología
La naturaleza de cada ser tiende a actualizarse, todos los seres naturales tienden a
alcanzar la perfección que les es propia (la encina se actualiza en el proceso de su
desarrollo y llega a su cumplimiento cuando alcanza la plenitud de su estado adulto).
Parecen presididos por un plan, por una finalidad interna que los orienta y dirige >
modelo teleológico. Aristóteles, negada la existencia de las ideas platónicas, interpretó
el bien como el cumplimiento de la tendencia que lleva a todos lo seres hacia su propia
perfección (teleología inmanente > el bien/fin al que tienden todos los seres naturales es
interno a ellos mismos).
Para comprender mejor lo que significa la naturaleza en el pensamiento de Aristóteles,
hemos de centrarnos en el estudio de la sustancia, preguntándonos por el ser (Metafísica
y Física).
Sustancia y accidentes
Para Aristóteles, la realidad está en los individuos concretos, en las sustancias (por
ejemplo: en Pepe; no en la idea de hombre, como afirmaba Platón). Sustancia es “lo que
existe por sí mismo, sin necesidad de apoyarse en otra cosa para ser”, es el sustrato, el
sujeto que no cambia, lo que está por debajo de los atributos o accidentes (ejemplo:
agua fría - agua caliente - agua evaporada > en todos estos cambios permanece la misma
agua). La sustancia es la physis, la naturaleza, el principio fundamental del ser. El ser
posee múltiples significados (por ejemplo, las categorías), pero todos se refieren a la
sustancia. Los accidentes dependen de la sustancia para poder existir, no se dan en sí,
sino en la sustancia, se refieren a la sustancia. Ejemplo: la blancura, el tamaño, el peso,
se dan en la mesa (que es la sustancia).
Hilemorfismo
Para Aristóteles, la realidad física, concreta y natural, está compuesta de materia y
forma (que son un todo sustancial, un solo ser). Toda sustancia corporal, concreta, está
compuesta de materia y forma, y éstas son inseparables. Lo que propiamente existe es la
“materia formada”.
La materia es de lo que está hecho algo (ejemplo: una estatua está hecha de bronce).
Distingue: -materia segunda: la materia física, perceptible por los sentidos (madera,
piedra, etc.); la materia ya “formada”; y
-materia primera: es incognoscible, elemento último de la realidad, es
absoluta indeterminación, “sustrato básico constitutivo de todas las cosas”,
completamente determinable.
La forma es lo que determina la materia, poniéndola en acto, hace que lo indeterminado
pase a ser algo determinado, actualiza a la materia. Es la esencia de la cosa, la sustancia
segunda. La forma es común a toda la especie; lo que individualiza es la materia.
Movimiento
Posibilidad y definición del movimiento
Como decíamos antes, la naturaleza es principio interno de movimiento; así, a la ciencia
que estudia los seres naturales le corresponde estudiar el movimiento: la física.
Aristóteles comienza el estudio del movimiento discutiendo su posibilidad y refutando
la postura de Parménides. El ser no tiene un sentido único, el no-ser no tiene un sentido
único. Ejemplo: una piedra no es un árbol, una semilla no es un árbol tampoco, pero
entre ambos casos existe una gran diferencia: la piedra no es ni puede llegar a ser un
árbol; la semilla no es, pero puede llegar a ser un árbol. Hay dos maneras de no ser algo:
hay un no-ser absoluto (ni es ni puede ser) y hay un no-ser relativo (no es, pero puede
llegar a ser). El movimiento sólo es posible en el segundo caso.
CAUSALIDAD
Aristóteles considera causas a todos los “factores que son necesarios para explicar un
proceso o movimiento”. Conocer científicamente algo –para él- es conocer sus causas.
Causas intrínsecas: materia y forma.
-Materia (de lo que algo se hace). Ejemplo: mármol.
-Forma: esencia, naturaleza, lo que cada sustancia es, lo que hace que la materia
(indeterminada de suyo) sea precisamente esta sustancia y no otra. Ejemplo: estatua.
En los procesos naturales la causa eficiente, la forma y el fin coinciden. En los procesos
naturales el fin no es otro que la actualización de las formas en las sustancias.
Aristóteles da una gran importancia a la causa final; para él, toda la naturaleza se
comporta teleológicamente (finalidad inmanente), es decir, en la naturaleza todos los
seres tienden a cumplir su fin, que es la realización más perfecta posible de la forma que
les es propia...
CONOCIMIENTO
Aristóteles parte en su ética de que el fin último del hombre, el Bien supremo, es la
felicidad (eudemonía). Hay muchas clases de bienes particulares: se tiende hacia la
belleza, las riquezas, el honor, la salud... Pero éstos son siempre medios para conseguir
otra cosa (la felicidad del hombre). El hombre tiende, sin embargo, a buscar la felicidad
por sí misma, a ella están supeditados todos los bienes particulares.
Pero, ¿qué es la felicidad? Ante esta pregunta caben básicamente dos actitudes. La
primera consiste en dejar que cada uno determine por sí mismo qué es lo que puede
hacerle feliz (con lo que se renuncia a la teoría moral, a un modelo generalizable de
felicidad). Si, por el contrario, se adopta –como hace Aristóteles- una actitud teórica, la
pregunta por la felicidad sólo puede ser contestada analizando la naturaleza humana:
cada ser es feliz realizando la actividad que le es propia y natural.
Para Aristóteles, la actividad más propia del ser humano es la actividad intelectual (lo
perfecciona en cuanto hombre). Por tanto, la forma más perfecta de felicidad ha de ser
la actividad contemplativa.
Pero este ideal de felicidad es una aspiración prácticamente irrealizable para la inmensa
mayoría de los hombres. Pues los seres humanos tienen necesidades corporales,
económicas, interferencias sociales... El ser humano no puede alcanzar plenamente esta
felicidad absoluta, propia de Dios; sino que ha de contentarse con una felicidad
limitada. La consecución de esta forma rebajada de felicidad exige la posesión de
ciertos bienes corporales (salud, por ejemplo) y exteriores (medios económicos). Y,
sobre todo, exige la posesión de las virtudes morales.
VIRTUDES MORALES
La virtud es esa fuerza, poder o capacidad para buscar el bien, la propia plenitud
humana en todos los aspectos.
Entre las intelectuales Aristóteles introduce una virtud de enorme importancia para la
práctica: la prudencia (buen juicio). A ella corresponde determinar atinadamente qué es
lo correcto y adecuado en el ámbito práctico de la conducta.
Toda virtud procede del hábito, ya que ninguna virtud se origina en nosotros por
naturaleza, no es innata ni espontánea, sino que requiere esfuerzo de la voluntad.
Momentos del acto moral.
Aristóteles trató de determinar cuál es el proceso psicológico que presupone el acto
moral en el que intervienen inteligencia y voluntad. En resumen, se reduce a cinco
momentos:
1) La inteligencia conoce el objetivo o fines (bien).
2) La voluntad lo apetece y quiere.
3) Deliberación de los medios adecuados para conseguirlo.
4) La elección reflexiva opta por ello.
5) La decisión firme actúa poniéndolo en práctica.
Así, la inteligencia nos describe el bien, la voluntad lo ama y quiere, la deliberación
elige los medios y la libertad actúa con responsabilidad. La virtud, de este modo, se
convierte en una especie de costumbre o hábito, estado o modo de ser que nosotros
mismos hemos creado.
El justo medio.
Aristóteles define la virtud en general como “una hábito de elegir consistente en un
término medio relativo a nosotros”, término medio que es “establecido racionalmente,
es decir, como lo establecería un hombre prudente” (Ética a Nicómaco).
Las virtudes son:
- Disposiciones estables (por eso se denominan “hábitos”).
- Que nos facilitan para elegir en cada caso lo más correcto y conveniente.
- Lo correcto y conveniente consiste siempre en un término medio entre
acciones o actitudes extremas.
- Este término medio, en fin, debe ser racionalmente establecido: es la
prudencia la que determina dónde se halla el término medio razonable para
cada tipo de acción y en cada caso particular.
Ejemplo: Así, el VALOR es algo intermedio entre la temeridad alocada y la cobardía.
La justicia.
Junto a la prudencia, Aristóteles concede un lugar destacado –entre las virtudes- a la
justicia. Nos habla de la justicia como una virtud general, la virtud integral del hombre
que posee todas las virtudes. Esta justicia general, denominada justicia legal por
Aristóteles, consiste en el “cumplimiento de las leyes”. En efecto, el conjunto de las
leyes determina prudentemente los modos virtuosos de comportarse.
Además de esta noción general, Aristóteles se refiere a la justicia como una virtud
particular, que regula las relaciones interpersonales imponiendo un trato equitativo, de
modo que a cada cual se le dé lo que le corresponde. El trato equitativo puede, a su vez,
revestir dos formas:
a) justicia aritmética, que exige que a los implicados se les dé exactamente lo mismo
(rige en los intercambios: justicia contractual); y
b) justicia geométrica, que exige que a los implicados se les dé en proporción a sus
méritos (rige en la distribución social de honores y premios).
ARISTÓTELES: EL CARÁCTER COMUNITARIO DEL BIEN
LA SOCIABILIDAD. EL ESTADO
La finalidad del estado –como hemos dicho- es facilitar a los ciudadanos el desarrollo
de una vida excelente y virtuosa y, con ello, la posibilidad de una vida digna y feliz.
Estas condiciones se especifican en las leyes y, muy en particular, en el régimen político
asumido constitucionalmente.
La idea desarrollada por los sofistas de que los regímenes políticos, las constituciones,
son convencionales no fue puesta en duda radicalmente con posteridad. Aristóteles
admite su carácter convencional. Sin embargo, hay un límite “natural” (de carácter
moral) a la convencionalidad y a los cambios constitucionales: todo régimen político
debe orientarse a la realización de la justicia y no al beneficio particular, injusto, de los
que ejercen el poder.
Aristóteles distingue tres tipos de regímenes políticos:
1) Monarquía (cuando es uno el que gobierna).
2) Aristocracia (el gobierno de los mejores).
3) Democracia “justa” (gobierno de todos los ciudadanos).
En principio, cualquiera de estas formas puede considerarse correcta cuando el poder se
ejerce justamente.
Pero, estas tres formas de gobierno pueden pervertirse cuando el poder no se orienta a la
realización de la justicia, sino al provecho del que gobierna. Estas tres formas injustas
de gobierno son:
A) Tiranía: degeneración de la monarquía (el tirano busca su provecho personal).
B) Oligarquía: degeneración de la aristocracia (no gobiernan los mejores, sino grupos
de presión que buscan sus intereses).
C) Demagogia: degeneración de la democracia (el pueblo cae en la anarquía).
SANTO TOMÁS (S. XIII)
Como creyente y como filósofo, Santo Tomás considera que una tarea fundamental de la
razón consiste en demostrar la existencia de Dios. Es posible demostrar la existencia de
Dios si se utiliza el procedimiento adecuado, que consiste en partir de los seres del
mundo, considerados como efectos, hasta llegar a Dios como causa suya. Este tipo de
demostración, que va del efecto a la causa, se denomina a “a posteriori” (es decir, a
partir de lo que es posterior, ya que el efecto es posterior a la causa).
La primera de las vías, la más genuinamente aristotélica, parte del hecho del
movimiento para alcanzar la existencia de Dios como motor inmóvil.
La segunda parte del hecho de que hay causas causadas para culminar en la existencia
de una causa incausada.
La tercera parte de que hay seres contingentes y llega a la afirmación de que hay un ser
necesario (que no puede no existir).
La cuarta vía, de ascendencia platónica, arranca de que hay seres más y menos
perfectos, de que hay grados de perfección, para concluir afirmando que ha de haber un
ser sumamente perfecto.
La quinta vía, en fin, toma como punto de partida el orden que se manifiesta en el
comportamiento natural de los seres del mundo, para terminar afirmando la existencia
de una inteligencia ordenadora.
BIBLIOGRAFÍA (MANUALES E HISTORIAS DE LA FILOSOFÍA)