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Para finalizar, Rosatti sostiene que las distintas corrientes que han intentado
conceptualizar y considerar al derecho han dejado su marca en el pensamiento
occidental:
una, en el sentido de que el derecho no es un instrumento neutro, sino que
debe expresar algo más que lo que se ve en la realidad;
otra, en el sentido de que su función es contribuir a lograr la convivencia
social, asumiendo como un dato de la realidad la heterogeneidad;
y una tercera, en el sentido de la conveniencia de tener una actitud crítica
respecto de las instituciones, evitando que se generen o conviertan en
instrumentos al servicio de unos pocos. Considera así que “el rol del
derecho no es […] sino contribuir a lograr la convivencia sobre la base del
respeto y la tolerancia. Para cumplir con esa finalidad no es indiferente el
marco político dentro del cual se producen y se aplican las normas, se
evalúan las conductas y se definen las situaciones de incertidumbre o de
conflicto. Un sistema político participativo o igualitario está en mejores
condiciones para procesar jurídicamente las diferencias fácticas, para
elaborar decisiones consensuadas y para legitimar los repartos emergentes
del derecho. Ese sistema es la democracia” (p. 30).
2. LA CONSTITUCIÓN
Habiendo realizado una aproximación a la definición de derecho, y a fin de
ingresar en el análisis del derecho constitucional y el constitucionalismo, resulta
conveniente comentar la definición del término constitución, cuyo concepto varía entre
los distintos autores de la materia.
Para ello, parece acertada la definición dada por Quiroga Lavié, Benedetti y
Cenicacelaya en Derecho constitucional argentino (2009) quienes, al referirse a la
Constitución consideran que:
3. EL CONSTITUCIONALISMO
El prestigioso jurista Adolfo Gabino Ziulu, en su obra Derecho Constitucional
(1997), define al constitucionalismo como “el proceso histórico en virtud del cual se
van incorporando, a las leyes principales de los Estados, disposiciones que protegen
la libertad y la dignidad del hombre, y limitan adecuadamente el ejercicio del poder
público. Su estudio implica recorrer los diversos períodos de la historia”.
Y en cuanto a su significación, agrega: “Es una verdadera historia de la
libertad. No pretende rememorar meros hechos del pasado, sino, principalmente,
comprender la génesis de su surgimiento y afianzamiento. Su recorrido nos muestra
en forma manifiesta la inquebrantable lucha del hombre por su dignidad. Solo
comprendiendo la lucha de la persona humana por ganarse su libertad, podremos
entender los fundamentos del derecho constitucional y de sus instituciones” (T. I, pp.
41-42).
Así entendido, al constitucionalismo le corresponde hacer referencia a las
etapas del mismo, donde encontramos los antecedentes, el surgimiento del
constitucionalismo clásico, el constitucionalismo social y el constitucionalismo actual.
Los antecedentes del constitucionalismo se remontan a la Edad Media, cuando
surgen las primeras enunciaciones de derechos por escrito, como fue la limitación al
poder de los reyes y señores medievales, a través de las cartas y de los fueros, en
particular, en dos países: Inglaterra y España.
Sin embargo, fue a partir del siglo XVIII cuando se empezó a incorporar por
escrito, a las primeras constituciones, el reconocimiento de derechos individuales
(Mayón, 2001, T. I, p. 47).
El constitucionalismo clásico del siglo XVIII, como enseña Carlos A. Mayón,
“se fundó sobre varios postulados fundamentales, como: la limitación del poder, el
dictado de constituciones escritas, la enumeración de derechos y garantías, la
legalidad, la representación política, la separación de poderes, etc.” (p. 53). En
general, el reconocimiento constitucional a la población de los derechos civiles. En
esta etapa, el rol del estado era acotado: actuaba como garante de los derechos y
libertades individuales. El constitucionalismo clásico surgió en dos países casi
simultáneamente: Estados Unidos (1776: Declaración de los Derechos de Virginia,
Declaración de la Independencia) y Francia (1789: Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano).
De acuerdo con Rosatti (2010), en Argentina, en el período comprendido entre
la emancipación de España (Mayo de 1810), y el acuerdo de San Nicolás de los
Arroyos de 1852 (aprobación del documento que determina la sanción de la
Constitución), en el territorio de los pueblos libres del Río de la Plata, se suscitaron
enfrentamientos que no lograron desterrar la idea de alcanzar una organización
conjunta (T. I, p. 63). El autor agrega que, en dicho período, la figura de Rosas fue de
suma importancia, siendo para algunos “el “Restaurador de las leyes” y artífice de la
organización del país federal; y para otros el “Calígula del Río de la Plata” y principal
obstáculo para la organización institucional del país” (pp. 64-65). En 1851, otro
caudillo, Justo José de Urquiza, decidió que la hora de la organización había llegado y
enfrentó a Rosas en Caseros, en 1852. De esa batalla Urquiza resultó vencedor.
Así las cosas, el 31 de mayo de 1852, en San Nicolás de los Arroyos, los
representantes de las catorce provincias firmaron el acuerdo que establecería las
bases de la organización futura por medio de una constitución.
Pocos meses más tarde los representantes del pueblo de la Nación Argentina,
reunidos en Congreso General Constituyente transitaron el camino de la organización
institucional del país. Así, el 1 de mayo de 1853, se aprobó la Constitución argentina.
Inspirada en los postulados del constitucionalismo clásico o liberal, la
Constitución argentina incorpora sus principios: “siendo su expresión paradigmática —
en materia de derechos— el artículo 14 originario y —en cuanto al rol del Estado— el
artículo 19” (Rosatti, 2010, p. 70). Este último dispone: “Las acciones privadas de los
hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a
un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados.
Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado
de lo que ella no prohíbe.”
La siguiente etapa del constitucionalismo es el denominado
constitucionalismo social, que es la etapa posterior al constitucionalismo clásico o
liberal. Quiroga Lavié, Benedetti y Cenicacelaya (2009) explican que en esta etapa: “se
produce una doble transformación: del Estado gendarme se pasa al Estado
intervencionista en lo económico-social, y se complementan los derechos individuales
con estos nuevos derechos correspondientes a protagonistas o titulares sectorizados
(trabajadores, mujeres, niños, ancianos, gremios, familia), para corregir, remediar o
morigerar las injusticias sociales más notorias engendradas bajo el Estado liberal
burgués” (T. II, p. 261). Esta nueva concepción se plasma inicialmente en la
Constitución de Querétaro en 1917 (México) y de Weimar en 1919 (Alemania).
Respecto al constitucionalismo social, en Argentina impactó tardíamente, con la
reforma de la Constitución de 1949, que fue luego derogada por el gobierno de facto
en 1956; los mencionados autores agregan: “Con posterioridad, sendas reformas
constitucionales (1957 y 1994) se referirán a ellos. En 1957, con la incorporación del
conocido como artículo 14 bis sin haberse seguido el procedimiento previsto en la
Constitución para su reforma. En 1994, además de ratificarse democráticamente la
cuestionada reforma de 1957, se amplían asistemáticamente ciertos derechos sociales
por dos vías: una por introducción de nuevas normas en el texto supremo, y la otra, al
otorgar jerarquía constitucional a ciertos tratados de derechos humanos” (p. 263).
Respecto de la reforma constitucional de 1994, la ley 24309 declaró la
necesidad de la reforma constitucional y dispuso que la Convención Nacional
Constituyente no podría introducir modificaciones en las declaraciones, derechos y
garantías contenidos en la primera parte, aun cuando autorizaba a agregar un nuevo
capítulo en ella.
i
El debate entre los esencialistas y convencionalistas en torno a la definición del Derecho en:
Nino, C. S. (1980) Introducción al análisis del Derecho. Cap. I. Buenos Aires: Astrea.
ii
Casos jurisprudenciales ejemplificativos de normas operativas son: “Ekmekdjian, Miguel Ángel
c/ Neustadt, Bernardo y otros s/ amparo” (CSJN, 1988: En las instancias ordinarias se rechazó
la acción promovida por una persona física para obtener un espacio en un programa televisivo
tendiente a replicar las consideraciones efectuadas en este mismo medio por un personaje
público. El pedido se basaba en el derecho a réplica incluido en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica). Concedido el recurso
extraordinario, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó el pronunciamiento de
grado. Para así resolver, la corte sostuvo que el derecho a réplica o respuesta contenido en el
art. 14.1 de la Convención Americana sobre Derecho Humanos no resulta operativo pues aquel
remite a "las condiciones que establezca la ley" (art. 14.1), de manera que mientras tal ley no
sea dictada no podrá adquirir operatividad y ser ejercido. Agregaron que, en tanto ello no
ocurra, rige el principio de reserva consagrado por el art. 19 de la Constitución nacional, según
el cual nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ); y “Ekmekdjian Miguel Ángel c/
Sofovich Gerardo y otros s/ Recurso de Hecho” (CSJN, 1992: En este caso, el Sr. Ekmekdjian
se sintió agraviado por expresiones vertidas por el escritor Dalmiro Sáenz durante una
entrevista televisiva por el Sr. Gerardo Sofovich, en donde el mencionado escritor vertió
expresiones injuriosas y ofensivas hacia la figura de Jesucristo y la Virgen María. Ante ello,
Ekmekdjian solicitó vía carta documento el "derecho a réplica" que, según su criterio, le es
conferido en virtud del art. 14 inc.1 del Pacto de San José de Costa Rica. Al serle negado este
derecho a réplica, Ekmekdjian recurrió a la justicia a fin de obtener su reconocimiento. Tanto el
Tribunal de Primera Instancia como luego la Cámara de Apelaciones desestiman la pretensión
de Ekmekdjian por cuanto para poder ejercer su derecho a réplica, faltaban "las condiciones"
que debía establecer en este caso la legislación argentina, conforme lo ordenada el mandato
del art. 14. Cuando el caso llegó a la Corte Suprema, se planteó la discusión sobre si el
derecho esgrimido por Ekmekdjian tenía carácter programático y, por ende, era insusceptible
de aplicación hasta tanto se lo reglamentara por ley nacional, tal cual pregonaba la teoría
dualista o si, por el contrario, era operativo y podía ser directamente aplicado, aun sin ley que
lo reglamentara. Este último fue el criterio adoptado por la Corte, pues consideró que ya no era
exacta la posición jurídica según la cual no existe fundamento normativo para acordar prioridad
al tratado frente a la ley).
iii
Ver fallos “S. A. Química Merck c/Gobierno de la Nación” (CSJN, 1948); “Ekmekdjian, Miguel
Ángel c/ Sofovich Gerardo y otros” (CSJN, 1992).