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AMBROSIO VELASCO GÓMEZ

GILBERTO GARCÍA

Es doctor por la Universidad de Min-


Doctor en Ciencias Políticas, por la nesota en el área de historia y filosofía
University of California, Riverside Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011) es una de las figuras centrales de la
de la teoría política, es investigador titu-
(1986) y profesor en el Departamento filosofía mexicana y del marxismo crítico y autocrítico en lengua castella- lar C en el Instituto de Investigaciones
de Ciencias Políticas y Centro de Es- na. No hay obra suya que no merezca una lectura apasionada y un estudio Filosóficas y profesor de la Facultad de
tudios Latinos/Latino Americanos en pormenorizado. En las contribuciones del presente libro de homenaje, los Filosofía y Letras de la unam, donde
la Central Washington University. Su autores han querido discutir casi de manera privilegiada algunos puntos cla- fue director por dos periodos (2001-
principal interés en la investigación cu- 2009). Ha publicado más de 100 artí-
ve de su obra más conocida y representativa: Filosofía de la praxis. Obra de
bre los temas de la política de las co- culos en libros y revistas especializados
munidades latinoamericanas y especial- larga historia y de histórico alcance, que se erige como uno de los tratados
y una veintena de libros individuales y
mente sobre la formación de las comu- fundamentales para el marxismo no ya solamente en nuestra lengua sino colectivos entre los que destacan Tradi-
nidades latinoamericanas en regiones en cualquier otra. Estos acercamientos hacen también énfasis en temas un ciones naturalistas y hermenéuticas en las
geográficas no tradicionales en los Es- tanto marginales o, cuando menos, no tan explorados como lo han sido otros ciencias sociales (unam, 1999), Republi-
tados Unidos. Ha publicado artículos y dentro de la revisión que se ha hecho, de forma un tanto intermitente, de canismo y multiculturalismo (Siglo XXI
libros sobre las comunidades de origen Editores, 2006), La persistencia del hu-
su obra. De ahí que algunos de los autores busquen actualizar el diálogo y
mexicano en el noroeste de los Estados manismo republicano en la formación de
Unidos: The Chicano Experience in the la discusión de Sánchez Vázquez con autores como Lacan, Arendt, Husserl,
la nación y del Estado en México (unam,
Northwest (1995) con Carlos Maldona- Heidegger, etcétera; o bien, que lo hagan discurrir en torno a cuestiones 2009) y, más recientemente, Aspectos
do; The Illusion of Borders: The Nation- sobre filosofía de las ciencias sociales o los movimientos sociales, cuestiones epistemológicos, hermenéuticos y políticos
al Presence of Mexicanos in the United siempre presentes que vivió y pensó Sánchez Vázquez desde su propia con- de la diversidad cultural (unam, 2014).
States (2001) con Jerry García; Memory, vicción política e intelectual.
Community and Activism: Mexican Mi-
Desde la periferia del mundo hispanoparlante, este homenaje pre-
gration in the Pacific Northwest (2005)
tende también contribuir a ensanchar el interés, el conocimiento, en la obra VÍCTOR MANUEL HERNÁNDEZ
con Jerry García. Sus publicaciones más
de Sánchez Vázquez dentro de la comunidad chicana e hispanoparlante es- MÁRQUEZ
recientes incluyen: “Investigaciones de
comunidades mexicanas en regiones no tadounidense, para abrir una puerta de comunicación entre aquellos que,
tradicionales: desde el noroeste hasta situados a ambos lados de la frontera, comparten las mismas preocupaciones Es profesor investigador en el Departa-
el sur de los Estados Unidos” (2011), y políticas, éticas y estéticas del autor que es objeto de este libro. Repensar la mento de Ciencias Sociales de la Uni-
también es coeditor del volumen Poesía, versidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Filosofía de la praxis no solo reflexiona sobre la filosofía de la praxis, sino
Baile y Canción: The Politics, Implica- Es coordinador del Cuerpo Académico
tions, and the Future of Chicana/o Cul- sobre la praxis de la filosofía, entendida como la mejor forma en la que se
82, Estudios Filosóficos. Es miembro
tural Production. National Association rinde homenaje a un filósofo: discutiéndolo.
de la Asociación Filosófica de México y
for Chicana and Chicano Studies, 35th executive committee member de Philo-
Annual Proceedings (2010). sophy of the City Reaseach Group. Au-
tor del libro Lógica, lenguaje y realidad.
Examen crítico del programa absolutista
(2001). Coordinador y autor del libro
Pierre Duhem: entre física y metafísica
(Anthropos-UACJ, 2016), y co-coor-
dinador de los libros Hermenéutica y
epistemología en perspectiva histórica (Al-
dus-UACJ, 2015) y La multiplicidad de
Rousseau (Anthropos-UACJ, 2016).
REPENSAR LA FILOSOFÍA
DE LA PRAXIS
Homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez

Gilberto García, Ambrosio Velasco y Víctor Hernández


Coordinadores
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

D.R. © 2017 Gilberto García, Ambrosio Velasco y


Víctor Hernández, por coordinación

© 2017 Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,


. Avenida Plutarco Elías Calles #1210,
. Fovissste Chamizal, C.P. 32310
. Ciudad Juárez, Chihuahua, México
. Tel : +52 (656) 688 2100 al 09

Primera edición, 2017


Impreso en México / Printed in Mexico
http://www2.uacj.mx/publicaciones/

ISBN: 78-607-520-245-7
Apoyado con recursos PFCE 2016
La edición, diseño y producción editorial de este documento estuvo a
cargo de la Dirección General de Difusión Cultural y Divulgación Cientí-
fica, a través de la Subdirección de Publicaciones

Corrección: Juan Carlos Esquivel


Cuidado de la edición: Subdirección de Publicaciones
Diseño de cubierta y diagramación: Karla María Rascón González
ÍNDICE

7 Prólogo

Presentación
9 Gilberto García

Centenario de Adolfo Sánchez Vázquez: Humanismo,


Literatura y Filosofía
17 Ambrosio Velasco Gómez

El Estado y el poder político en el pensamiento de


Adolfo Sánchez Vázquez
29 Gilberto García

La dicotomía hecho-valor en Ciencias Sociales según


Sánchez Vázquez
47 Víctor Manuel Hernández Márquez

Adolfo Sánchez Vázquez ante la “filosofía burguesa


contemporánea”
69 Jonathan J. Guereca
La idea de democracia en Adolfo Sánchez Vázquez
87 Héctor Pedraza Reyes

Por una historia real de la filosofía: acercamientos ex-


perimentales a la filosofía de Adolfo Sánchez Vázquez
97 Gustavo Herón Pérez Daniel

Praxis y Gelassenheit
121 Roberto Estrada Olguín

Ética, democracia y movilización social en la filosofía


de Sánchez Vázquez
159 Luis Rubén Díaz Cepeda

Utilizando la filosofía de la praxis de Adolfo Sánchez


Vázquez
181 Amy Reed-Sandoval

Política y violencia de clase: una relectura de la


Filosofía de la praxis
203 Rigoberto Martínez Escárcega

Adolfo Sánchez Vázquez y la condición poética


del filosofar
217 Roberto Sánchez Benítez

237 Bibliografía

249 Colaboradores
Repensar la Filosofía de la praxis. Homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez. Gilberto García, Ambrosio
Velasco y Víctor Hernández (Coords.), 2017, 47-67.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR

EN CIENCIAS SOCIALES SEGÚN

SÁNCHEZ VÁZQUEZ

Víctor Manuel Hernández Márquez


Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

INTRODUCCIÓN

D
esde sus orígenes, la teoría marxista encontró problemá-
tica su relación con las ciencias sociales, en particular,
con la sociología decimonónica proyectada por Comte,
la cual era, a los ojos de Marx, la expresión ideológica de la so-
ciedad burguesa que intentaba explicar. Sin embargo, el sentido
que en esta ocasión daba al término ideología, si bien conservaba
un dejo negativo, se alejaba del uso que previamente había es-
tablecido al identificarlo con el concepto de alienación en tan-
to “falsa conciencia de clase”. Como Marx no tuvo tiempo —o
simplemente no se interesó— en aclarar los usos que había dado
a dicho término y la relación que guardaba con su propia teoría

[ 47 ]
48

social, los intérpretes y seguidores se han visto en aprietos para


situarse teóricamente dentro del reordenamiento del saber que se
ha llevado a cabo desde entonces y del cual es producto el árbol
del conocimiento del cual penden ahora las ciencias sociales.
No dispongo del espacio suficiente para exponer una apro-
ximación adecuada del lento proceso de institucionalización de
las ciencias sociales a lo largo del siglo xx, en relación con los en-
cuentros y desencuentros que las variopintas formas de marxismo
han tenido para ubicarse dentro o fuera de sus porosas fronteras;
de modo que tendré que contentarme con un esquema bastante
tosco para poner en perspectiva la forma como Sánchez Vázquez
hizo frente a estas cuestiones a mediados de los años 70 en su
contribución al Primer Coloquio Nacional de Filosofía.
Que yo sepa, y ciertamente no sé mucho al respecto, esta
fue una de las pocas ocasiones en las que Sánchez Vázquez se
ocupó de manera directa, aunque de forma implícita, de la teoría
marxista como parte integral de las ciencias sociales y no como
una filosofía de la praxis. Y, si estoy en lo correcto, estamos, por
consiguiente, frente a una reflexión inusual dentro del amplio
campo de intereses de Sánchez Vázquez que, no obstante, guarda
una estrecha relación con su conocida crítica a Luis Althusser y
con su apenas disimulada animadversión hacia Max Weber. No
es todo, puesto que desde hace años se ha sostenido que uno de
los grandes méritos de la estética de Sánchez Vázquez ha sido su-
perar la reducción de las ideas estéticas de Marx a una sociología
del arte, cosa que sí habían hecho Lucien Goldman y otros. Di-
cho entre filósofos suena estupendo, pero dicho ante sociólogos
quizá haya necesidad de ahondar en mayores explicaciones, más
allá de los simples celos disciplinares, sobre las presuntas ventajas
de una estética frente a una sociología del arte; pero para mi for-

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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tuna, no soy yo quien tenga que dar esta clase de explicaciones ni


esta parece ser la ocasión para tratarlas.1
Por ahora, basta indicar que en ese histórico Primer Co-
loquio Nacional de Filosofía hay tres secciones temáticas, y que
es en la segunda, dedicada a la filosofía y las ciencias sociales, en
donde presenta a examen «la ideología de la “neutralidad ideoló-
gica” en las ciencias sociales». Había razones especiales para ello,
pues de acuerdo con una investigación de Lidia Girola y Gina
Zabludovsky (2002, pp. 192ss), la corriente marxista dominó la
década de los setenta en prácticamente todos los campos de las
ciencias sociales (tanto en México como en América Latina).
Seguramente no fue una casualidad que ese auge del marxismo
en ciencias sociales haya coincidido con el interés que despertó,
también en toda América Latina, la interpretación althusseriana
de Marx.
Como la enorme influencia de Althusser en México parece
ser cosa del pasado, conviene recordar que la generación del 68
se plegó a él con tal entusiasmo, que su presencia sobrevivió en
nuestro medio intelectual a pesar de su triste destino. Como ya
he sugerido, ese predominio estaba a tono con la recuperación
del marxismo como una ciencia dentro del mapa de las ciencias
sociales, y en particular dentro del campo de la antropología y la
sociología como alternativa a las interpretaciones economicistas
que habían imperado hasta entonces. Pero este viraje de la esfera
económica a la esfera social y cultural tenía antecedentes un poco
más añejos, derivados del desafío que representaban los hallaz-
gos de estas disciplinas para algunas tesis centrales de la teoría
marxista y que Sánchez Vázquez tuvo la perspicacia de reconocer
en una etapa muy temprana. Me refiero en particular a la ley del

1 Para un examen conciso de la estética de Sánchez Vázquez puede consultarse


la contribución de Gilvan Ribeiro (1995) en volumen de homenaje que publicó
la unam hace 20 años.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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desarrollo de las fuerzas productivas que había sido seriamente


cuestionada, si no es que refutada, por los estudios antropológicos
de sociedades tradicionales ajenas a los imperativos de tal ley. El
segundo refiere a lo que Sánchez Vázquez denominaba “reduc-
cionismo de clase”; esto es, la propensión a interpretar los pro-
blemas sociales en términos exclusivos de lucha de clases, lo cual
“ha impedido prestar atención a los conflictos de otro género:
nacionales, étnicos, religiosos, de sexo, etc.” (Pereda 2014, p. 89).
Con respecto a lo anterior, vale la pena recordar también
dos paradojas, señaladas en su momento por Alvin Gouldner y
Henri Lefebvre, para ampliar el trasfondo sobre el cual se mue-
ve la propuesta de Sánchez Vázquez. De acuerdo con Gouldner
(1973, pp. 18ss), a finales de los sesenta la sociología enfrentaba
una crisis derivada del hecho de que tanto las teorías sociológi-
cas conservadoras como las progresistas habían llegado al ago-
tamiento teórico y práctico; es decir, la corriente dominante del
marxismo se había convertido en una teoría dogmática, tendien-
te a preservar el statu quo soviético de una manera no muy dis-
tinta en el fondo a como las teorías sociológicas conservadoras
que imperaban en suelo norteamericano intentaban dar cuenta
de las bondades del sistema capitalista y trataban los problemas
sociales existentes como daños menores y, por lo tanto, fácilmen-
te controlables. Ante ambas tendencias reaccionaron los jóvenes
radicales del ‘68, cuyos líderes, cosa curiosa, en su mayoría se es-
taban formando como sociólogos. Y fue así como la sociología
justificacionista y el agotamiento crítico de la Diamat provocaría
de manera involuntaria una renovación del enfoque marxista y
una actitud más crítica en ciencias sociales.2 Este diagnóstico no

2 Sin embargo, véase el capítulo 3 de Bottomore (1976) para una interpretación


crítica con respecto al diagnóstico de Gouldner. Para una posición más a tono
con la interpretación de Gouldner pero llevada al grado de crisis permanente de
la sociología se encuentra en Merton (1992, cap. 22).

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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difería en sustancia del que había hecho Norbert Elias (1987, pp.
151ss) al sostener que la teoría social se encontraba en un punto
muerto debido a la confrontación de dos teorías –la que defen-
dían los parsonianos y los neomarxistas- que en vez de explicar lo
que ocurría en las sociedades contemporáneas, eran un reflejo del
mundo bipolar derivado de la guerra fría.
Lefebvre (1973, p. 23), por otra parte, menciona que la
enorme influencia de Althusser en América Latina no podía ser
más paradójica, puesto que:

La posición tomada por Louis Althusser no tiene sentido,


en la medida en que pueda tenerlo, sino en los países muy
avanzados económica y técnicamente. En esos países, el
pensamiento marxista debe confrontarse con un conjunto
de ciencias y de prácticas técnicas que se han desarrolla-
do fuera de él, a veces contra él: lingüística, psicoanálisis,
construcción de modelos económicos, etcétera.

Dicho de otra manera, la interpretación de Althusser de-


bió ser entendida como un intento por poner la teoría marxista a
la altura de las exigencias de cientificidad de las ciencias sociales
que se habían desarrollado bajo el manto del enfoque estructu-
ralista, las cuales eran ajenas y desconocidas en América Latina,
donde la influencia de Althusser se había plantado con inusual
entusiasmo.
Es en este contexto en donde la crítica de Sánchez Váz-
quez a Althusser cobra especial sentido, pues a decir de Enrique
González Rojo, entre los nuestros Sánchez Vázquez fue el pri-
mero en leerlo, pero también el primero en criticarlo. No le falta-
ban razones, pues para parafrasear aquellas palabras de Lefebvre
(1973, p. 24) en las cuales parece anticipar a Sánchez Vázquez,
Althusser reducía el marxismo a una epistemología apartada de
la práctica y de los problemas que de ella se derivan. Sin embargo,

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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por muy justa que haya resultado a la larga esta crítica, no por ello
deja sin efecto la problemática a que da lugar la interpretación
althusseriana y a la que se habrá de volver una y otra vez, mien-
tras no sean superadas las fisuras que se abren inevitablemente al
cavar fondo en las relaciones que guardan entre sí ese conjunto
de categorías que denominamos ciencia, objetividad, ideología,
valores, filosofía, teoría y praxis.
Pero la urgencia de dicha problemática no obedece, al
menos así me parece, a que la ciencia se encuentre ahora seria-
mente cuestionada por los humanistas y los autodenominados
pensadores posmodernos, como sostiene Wallerstein (2005 y
pássim.). Desde luego, no es mi intención negar que existan se-
mejantes cuestionamientos ni minimizar su volumen; como tam-
poco pretendo negar que estemos “inmersos en un intercambio
de insultos en medio de la lucha por el control de los recursos y
las instituciones de producción del saber” (Wallerstein 2005, p.
16). En cualquier caso, mi cuestionamiento es si efectivamente la
también llamada “guerra de las ciencias” es un fenómeno nuevo,
o simplemente la prolongación un tanto cansina de aquellas ba-
tallas de finales del siglo xix en donde los sectores conservadores
franceses se apresuraban a declarar la bancarrota de la ciencia, los
sacerdotes católicos juraban el Sacrorum Antistitum de Pío X y los
mandarines alemanes discurrían sobre cuestiones metodológicas
para salvar sus privilegios académicos.3 Dicho de otra manera, a
los científicos naturales les tienen sin cuidado las pontificaciones
de sus colegas de los departamentos de ciencias sociales y de hu-
manidades, de modo que la batalla se restringe entre quienes al

3  Estas disputas inician en la década de 1880 con lo que se denominó la


Methodenstreit (discusión sobre el método) entre los economistas Carl Menger
y Gustav Schmoller. La segunda etapa corresponde a la Werturteilsstreit
(discusión sobre los valores) con Max Weber y Werner Sombart como sus
principales instigadores, y posteriormente, la Positivismusstreit (la discusión
sobre el positivismo) entre Adorno y Popper.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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interior de estas instancias académicas pugnan por hacer de las


ciencias sociales una empresa realmente científica y entre quienes
consideran que se trata de un esfuerzo vano.
Entre quienes sostienen que las ciencias sociales son o pue-
den llegar a ser realmente ciencias se pueden distinguir dos pos-
turas básicas: quienes sostienen que las ciencias sociales son de
hecho, ciencias a su manera, debido a las peculiaridades de sus
objetos y sus métodos; pero también hay quienes opinan que las
ciencias sociales no se distinguen o no se deben distinguir, en el
plano epistemológico, de las ciencias naturales. Esta es la postura
de Sánchez Vázquez, tal y como la plantea en la primera de las
catorce tesis que expone para fijar su postura con respecto a otro
criterio de cientificidad en ciencias sociales; esto es, la doctrina de
la “neutralidad ideológica”.4
De modo que si las ciencias sociales se hallan en desven-
taja con respecto a las ciencias naturales, es únicamente porque
se encuentran en un estado “precario” de desarrollo. Para Sán-
chez Vázquez, toda ciencia posee un fin propio o interno y un
fin externo. El fin propio corresponde desde luego a su función
epistémica; esto es, conocer la realidad o el objeto sobre el cual se
construye su campo de estudio. El fin externo consiste, dicho en
sus propias palabras, en “contribuir principalmente al desarrollo
de las fuerzas productivas en el caso de las ciencias naturales;
contribuir al mantenimiento (reproducción) de las relaciones de
producción vigentes o a su transformación o destrucción, cuando
se trata de las ciencias sociales” (Sánchez Vázquez 1975, p. 288).
Ahora bien, entre ambos fines existe una interdependencia
mutua, que en el caso de las ciencias naturales, se retroalimentan
de forma positiva, pero en las ciencias sociales ha sido la manera

4  La tesis en cuestión dice exactamente así: Tesis 1. No existe ninguna barrera


insalvable entre las ciencias naturales y sociales: la especificidad de las ciencias
sociales no puede eludir las exigencias de la cientificidad.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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como el fin externo presiona sobre el fin propio por lo que el


avance ha sido tan insignificante. Esto quiere decir que el pobre
contenido fáctico y conceptual (teorético) de las ciencias sociales
se debe en buena medida a que “las fuerzas opuestas a una trans-
formación radical de la sociedad son las mismas que se oponen a
que el conocimiento contribuya a esa transformación” (Sánchez
Vázquez 1975, p. 289). Dicho de otro modo, las ciencias sociales,
en cuanto ciencias, son indistinguibles de las ciencias naturales,
puesto que ambos conjuntos de ciencias persiguen el mismo fin
propio y el cumplimiento de dicho fin se encuentra garantizado
en la medida en que ambos conjuntos de ciencias compartan el
mismo método, lo cual no ha ocurrido en el caso de las ciencias
sociales debido a que el fin externo ejerce una presión inadmisible
para el cumplimiento del fin propio.
Una consecuencia importante de esto último es que, para
Sánchez Vázquez, la distinción neokantiana entre ciencias no-
motéticas y ciencias ideográficas para caracterizar a las ciencias
naturales y las ciencias de la cultura respectivamente, no contri-
buye a garantizar la cientificidad de las ciencias sociales, puesto
que “tal barrera se establece cuando se renuncia, por ejemplo, a
las características del método científico, probado ya en las cien-
cias sociales, y se echa mano, en nombre de la especificidad de su
objeto (la realidad histórico-social) a métodos que excluyen sus
características”.5

5  (Sánchez Vázquez 1975, p. 289). Aquí Sánchez Vázquez se aproxima al


tratamiento procesual de Norbert Elias, al sostener que el estado actual de las
ciencias sociales muestra un claro involucramiento (engagement), según los
procesos de involucramiento (o compromiso) y distanciamiento que tienen
lugar en las distintas etapas del desarrollo del conocimiento. Sin embargo,
como se verá más delante, Sánchez Vázquez parece asumir que no hay modo de
sortear el involucramiento en ciencias sociales. Cf. Elias (1990), en particular la
primera parte.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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Un primer comentario crítico que sugiere la tesis inicial de


Sánchez Vázquez y su exposición, es que resulta un tanto iróni-
co encontrar aquí una ausencia total de perspectiva histórica; es
decir, Sánchez Vázquez parece pasar por alto el lento proceso de
desarrollo que llevó a las llamadas ciencias naturales a su estado
actual de maduración, del mismo modo que parece ignorar el na-
cimiento relativamente reciente de las ciencias sociales. De hecho,
Sánchez Vázquez parece ceñirse a la imagen habitual del “árbol
del saber” en donde las ciencias, si bien se encuentran ubicadas
en compartimientos distintos, de cualquier forma siempre per-
manecen en un mismo plano. Además, como diría Elías (1990, p.
143), parece dar por supuesto que “la ciencia existe por sí misma,
sin ninguna relación con formas de conocimiento precientíficas”.
Pero no nos adelantemos y pasemos mejor a la segunda
tesis que dice así: “Las ciencias sociales —como toda ciencia— se
caracterizan por su objetividad”. Es preciso aclarar de inmediato
que esta objetividad es una objetividad de método y no del sujeto,
que en tanto sujeto le es imposible sustraerse de su propia sub-
jetividad. Una consecuencia importante de esta tesis consiste en
que, para Sánchez Vázquez, los métodos hermenéuticos, en la
medida que apelan o se caracterizan por rasgos subjetivos, como
la comprensión (Verstehen) o la empatía, resultan insuficientes
para alcanzar la debida cientificidad.
Es obvio entonces que Sánchez Vázquez parece participar
de una suerte de naturalismo. Como todo estudiante de cien-
cias sociales sabe, la concepción naturalista fuerte sostiene que
las ciencias sociales solo podrán alcanzar el rango de ciencias si
se valen de los conceptos y métodos de las ciencias naturales. Pero
esta no es la tesis que se puede derivar de las tesis 1 y 2 de Sán-
chez Vázquez, sino en todo caso, una versión más débil, en la cual
identifica a la ciencia con el uso de un método único y común a
todas sus manifestaciones teoréticas. Dado que Sánchez Vázquez
identifica el naturalismo con aquellos enfoques que tienen como

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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supuesto ontológico la reducción de la sociedad a una parte de


la naturaleza, quizá no estaría de acuerdo en aceptar que, al me-
nos en este texto, profesaba una variante débil de naturalismo. Y
tendría razones para ello, puesto que de acuerdo con sus escuetas
observaciones, la unidad del método “no significa que el método
en las ciencias sociales haya de ser un simple calco del de las cien-
cias naturales, ya que en éstas hay que captar objetos que nunca se
nos dan en sí, sino dentro de un sistema del que formamos parte”
(Sánchez Vázquez 1975, p. 291).
Además, en cierta forma la objetividad no recae propia-
mente en el método sino en la relación que se da entre lo pen-
sado teóricamente por medio del método y lo real; es decir, en
la “relación peculiar del objeto teórico (verdad, teoría, ley) con el
objeto real” (Sánchez Vázquez 1975, p. 292). Sin embargo, esto
no supone una identidad entre la teoría (la verdad o la ley) y el
objeto de conocimiento; al menos no en el sentido de una teo-
ría pictórica o alguna otra teoría especular de la correspondencia.
Este deslinde no libera a Sánchez Vázquez de los cargos usuales
de concebir de manera preteórica la triada que conforma el objeto
teórico, pecado al que llega a incurrir al colocar en el mismo plano
epistémico la verdad y la ley, o la teoría y la verdad, cuando el mis-
mo Sánchez Vázquez habla en otro momento del conocimiento
científico como unidad dialéctica entre método y sistema; es decir,
en la obtención de verdades integradas en un sistema (teoría) por
medio de un método.
Ahora bien, ya que Sánchez Vázquez ha separado o inten-
tado separar escrupulosamente la objetividad del conocimiento
científico de la subjetividad del sujeto que conoce, falta entonces
por establecer cómo se relaciona su subjetividad en tanto mani-
festación de su ser social, y con ello, portador de un mundo de
valores, ideales, intereses, aspiraciones, etcétera, y el conocimien-
to científico de lo social, y cómo es que lo afecta, si es que en
realidad lo hace. O para decirlo a manera de una pregunta más

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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abierta, “¿hay propiamente un conocimiento (el de las ciencias


sociales) que pueda descartar la presencia de esos valores, ideales,
aspiraciones o intereses?”. Para dar respuesta a esta clase de inte-
rrogantes, Sánchez Vázquez introduce la siguiente definición de
ideología en forma de tesis 3:

La ideología es: a) un conjunto de ideas acerca del mundo


y la sociedad que b) responde a intereses, aspiraciones o
ideales de una clase social en un contexto social dado y
que c) guía y justifica un comportamiento práctico de los
hombres acorde con esos intereses, aspiraciones o ideales.

En esta caracterización hay, desde luego, un componente


teórico, un contenido que es producto de un determinado con-
dicionamiento social y que cumple una función práctica. Siendo
a fin de cuentas un conjunto de enunciados, resulta susceptible
a su vez de valoración epistémica, sin que ello implique que sea
necesariamente negativa, ni que sea reductible a este contenido;
esto es, que sea necesariamente falsa y que haya de ser sopesada
exclusivamente en esos términos. De aquí se sigue que identificar
ideología exclusivamente como “conciencia falsa”, supone realizar
una generalización ilícita de una forma particular y concreta de
ideología. Es decir, una ideología completamente falsa es tan solo
una forma entre otras formas de ideología y, por consiguiente,
nunca estamos autorizados para identificar todo contenido ideo-
lógico con algunas de sus manifestaciones negativas concretas.
De acuerdo con Sánchez Vázquez, una parte considerable del
marxismo ha incurrido en esta generalización apresurada, dejan-
do de lado aquellos rasgos más generales del concepto ideología
que Marx había consignado en el Prólogo a la contribución de la
crítica de la economía política, pero que también se encuentran
en Lenin cuando se refiere a la “ideología revolucionaria” o a la
“ideología del proletariado”, de modo que

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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si se generaliza a toda ideología el concepto de “conciencia


falsa”, no se alcanza a ver cómo la ideología revolucionaria
y proletaria podría cumplir su función práctica (insepara-
ble de una consciencia verdadera de lo real) y qué sentido
tendría entonces la lucha ideológica y la formación ideoló-
gica de la clase obrera como elementos necesarios —junto
a la lucha económica y política— en el proceso histórico
de su emancipación (Sánchez Vázquez 1975, p. 294, n. 7).

Quienes se encuentren familiarizados con la crítica de


Sánchez Vázquez a la interpretación de Althusser, encontrarán
aquí el núcleo sobre el cual descansa una parte importante de esa
crítica y en donde se ha centrado la discusión sobre su pertinencia
y validez. Es decir, si efectivamente este concepto de ideología
que postula Sánchez Vázquez es el que sostuvo Marx (y Engels) y
si Lenin estaba en lo correcto al hacer uso de ese sentido amplio.
Dos críticos notables, Luis Villoro (1995) y Enrique González
Rojo (1985), sostienen que es bastante discutible semejante atri-
bución, pero no me detendré en ello puesto que resulta accesorio
para el tema particular que nos ocupa.
En cambio, trataré de no perder de vista su importancia
para justificar su rechazo a la ideología de la neutralidad ideo-
lógica en ciencias sociales y si efectivamente logra su propósito.
En este sentido, debe señalarse que el orden lineal en el cual se
presenta la definición de ideología que defiende Sánchez Váz-
quez no indica una prioridad epistémica (o gnoseológica, como
diría Villoro) sobre sus rasgos propiamente sociales. De hecho,
resulta todo lo contrario, puesto que ese conjunto de ideas sobre
el mundo y la sociedad es ideológico en la medida que responde
a intereses de clase situados en un contexto específico y figuran
como criterio para la conducta o práctica de los seres humanos.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


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Así como la ciencia tiene un fin propio, “el fin propio de


la ideología es, precisamente, el ejercer esta función práctica, de
guía y justificación de la acción” (Sánchez Vázquez 1975, pp. 294
y 295). Para ver cómo se relaciona la ideología con la objetividad,
Sánchez Vázquez introduce la cuarta tesis, que no es en el fondo
sino una variante de la segunda y que reza así: “Las ciencias socia-
les en cuanto ciencias no pueden renunciar a la objetividad”. Con
ella intenta responder a la conocida crítica de Karl Mannheim a
Marx, según la cual, al abrazar la tesis fuerte sobre la determina-
ción social del conocimiento, la teoría misma de Marx no lograría
superar su propia determinación y sería, por consiguiente, falsa.
Para responder a ello, Sánchez Vázquez señala que la crítica de
Mannheim descansa en una interpretación unilateral y ahistórica
de Marx, al establecer una doble equivalencia entre los intereses
de clase y el relativismo, y entre este y la falsedad de su contenido.
Dicho de otro modo, la interpretación es unilateral por-
que pierde de vista el hecho de que “el conocimiento responda a
intereses sociales, de clase, e incluso los exprese, no implica nece-
sariamente que sea falso” (Sánchez Vázquez 1975, p. 296). Para
apoyar esta interpretación, recurre al reconocimiento que hace
el mismo Marx sobre los elementos verdaderos de la economía
política burguesa, en particular la teoría de David Ricardo, que
le ha permitido desarrollar la teoría económica del capitalismo.
Es además una interpretación ahistórica porque ignora que todo
conocimiento científico es aproximado y relativo; es decir, provi-
sional, ya que la historia de la ciencia muestra que no existe algo
así como un conocimiento absoluto y acabado, sino una serie de
teorías que se van refinando o cambiando de manera indefinida.
Por último, para Sánchez Vázquez, la crítica de Mannheim tiene
como único objetivo proponer la existencia de una nueva comu-
nidad que lejos de responder a los intereses de una clase deter-
minada se rige por sus propias pautas de acción y guarda una au-
tonomía relativa con respecto a las clases previamente existentes.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


60

Sin embargo, y en esto consiste la quinta tesis: “La objeti-


vidad de las ciencias sociales es valorativa; en ellas no se escinden
objetividad y valor”. La tesis opuesta es la tesis weberiana, que
propone una ciencia social libre de valores. Según la interpreta-
ción de Sánchez Vázquez, para Weber, los valores tienen su fun-
damento en la fe y en las emociones, y por consiguiente, el carecer
de racionalidad los inhabilita para formar parte del cuerpo de una
teoría científica e impone una separación radical entre hecho y
valor, entre ciencia e ideología, o entre ciencia y política. Entre los
seguidores de Weber se encuentran los neopositivistas lógicos, los
filósofos analíticos, los teóricos de la “desideologización”; y entre
los marxistas se hallan los teóricos de la socialdemocracia alema-
na, pero también Althusser y sus discípulos.
En realidad, Sánchez Vázquez no ataca la presunta tesis
weberiana en sí misma, puesto que toda su argumentación se li-
mita a señalar que la ideología de la neutralidad valorativa de
las ciencias sociales impone tratar las relaciones humanas como
si fuesen cosas. “Pero los hechos sociales no se suceden con la
rígida determinación de los acontecimientos naturales, sino que
son hechos en cuya producción pueden intervenir decisivamente
los hombres en la medida en que toman conciencia de ellos y se
organizan y actúan para producirlos” (Sánchez Vázquez 1975, p.
298). Al parecer, para Sánchez Vázquez, la neutralidad valorativa
lleva a considerar los hechos sociales como cosas, desprovistos del
carácter intencional de los hombres y mujeres que se encuentran
involucrados en ellos, pero el planteamiento es tan general que
cuesta trabajo imaginarse qué clase de hechos sociales tiene en
mente y, sobre todo, cuál es el nexo que va de la neutralidad valo-
rativa al desconocimiento de la intencionalidad de ciertos hechos
sociales.
Por otra parte, en la tesis sexta Sánchez Vázquez intro-
duce los valores dentro de la noción de ideología, y sostiene que
son ellos los que toma en cuenta para rechazar la ideología sobre

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


61

la “neutralidad valorativa”. Sin embargo, la manera como ocurre


dicha confrontación de valores se explica a partir de las tesis sub-
siguientes. De esta forma, la tesis séptima afirma que las ciencias
sociales inician siempre con supuestos ideológicos, y como ejem-
plos alude a la economía política clásica (la cual supone que la
naturaleza humana es inmutable y egoísta), a la teoría sistémica
de Parsons (que “parte de una ideología burgesa del orden”) y a
la teoría de Marx (una “ideología revolucionaria proletaria”). Sin
embargo, Sánchez Vázquez se olvida o da por evidente por qué
se deben considerar dichos supuestos filosóficos como valores
sociales (que antes había caracterizado como políticos, morales
y jurídicos) y no como afirmaciones que pueden ser falsas o ver-
daderas, por muy burgués o revolucionario que sea cada uno de
esos supuestos.6 Además, introduce de manera subrepticia una
equivalencia entre supuestos filosóficos y supuestos ideológicos
que requiere me parece de alguna justificación si es que se quiere
tener en claro el sentido de la noción de ideología.
La tesis octava, por su parte, sostiene que la ideología se
hace presente en los contenidos mismos de la teoría social. Con
ello Sánchez Vázquez señala que los conceptos de la teoría social
se encuentran cargados de ideología, lo cual ocurre de manera
evidente con términos como estado, clase social, reforma, revolu-
ción, y otros tantos. Retoma además la acusación de Gouldner
contra la teoría de Parsons por la ausencia de conceptos clave
para la izquierda. Sin embargo, no es claro como este puede ser
un argumento en contra de la tesis de la neutralidad valorativa,
puesto que se podría argumentar, por ejemplo, que la carga ideo-
lógica de ciertos conceptos sociales es una muestra de su bajo

6  Quizá, para no cometer el pecado de hacer uso ingenuo de la noción de


verdad y no perder de vista el carácter dinámico de todo conocimiento, cabría
seguir el consejo de Whitehead, y admitir que lo que hemos hecho es detectar
sus limitaciones.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


62

grado de abstracción y por consiguiente, de cientificidad; de igual


modo, se podría sostener que la teoría de Parsons no es una teo-
ría científica, o en caso extremo, como sostiene Fougeyrollas, de
que las ciencias sociales no son realmente ciencias.7 Sin embargo,
esta tesis de Sánchez Vázquez debe ponderarse de acuerdo con
la distinción entre el sentido propio y externo de toda actividad
científica, cosa que intenta remediar con la tesis 11 al afirmar la
autonomía relativa de la ciencia social con respecto a la ideología
y en donde reconoce que “la ideología por sí sola, es decir, sin la
actividad y los requisitos propios de la ciencia no es la verdad ni
tampoco la garantía de que pueda ser alcanzada” (Sánchez Váz-
quez 1975, p. 307).
La tesis novena es de carácter sociológico, ya que señala
que es la ideología la que determina la forma como se adquiere,
trasmite y se utiliza la teoría social, y para justificar su asevera-
ción echa en cara que la fragmentación disciplinar que se obser-
va como tendencia hacia la especialización resulta un obstáculo
para comprender “las causas y raíces que sólo pueden encontrarse
en un análisis concreto, total” (Sánchez Vázquez 1975, p. 303).
De aquí se sigue que las investigaciones multidisciplinares, inter-
disciplinares y transdisciplinares responden cada una a criterios
ideológicos diversos, pero esto va más allá de la dicotomía ideoló-
gica (burgués-proletario) que implícitamente domina el discurso
de Sánchez Vázquez .

7  “A diferencia de las matemáticas y de las ciencias de la naturaleza, –


sostiene Fougeyrollas 1981, p. 13–, estas disciplinas que acabamos de citar [la
sociología, la psicología social, la antropología, la historia, la economía política,
la demografía, la geografía humana y la politología] no han logrado, en su mayor
parte, ni definir suficientemente la especialidad de su objeto, ni articularse
entre sí de una manera rigurosa. Con la mayor frecuencia no permiten ni la
provisión sistemática ni la intervención deliberada y controlada en los procesos
que estudian. En suma, pese a sus pretensiones y sus triunfos obtenidos en la
opinión pública, no son ciencias”.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


63

Esto último es evidente en la doceava tesis, en donde Sán-


chez Vázquez recupera la noción de ideología como “falsa cons-
ciencia” para atribuir este sentido a la ideología de la neutralidad
ideológica. Su argumento es que “tiende a justificar la irrespon-
sabilidad moral, política y social del científico”, pero desafor-
tunadamente el ejemplo –de Julien Brun–, para ilustrar la tesis
es, “ejemplo elocuente” de un non sequitur; es decir, le hace falta
consecuencia lógica. Si un grupo de científicos norteamericanos
exhibe un “doble comportamiento” al participar en tanto cientí-
ficos en la construcción de tecnología bélica y al mismo tiempo
firman desplegados en contra de la guerra en Vietnam, no se debe
seguramente a que sostengan la tesis de la neutralidad valorativa,
pues en cualquier caso estarían actuando de manera inconsistente
con ella, ya que estarían admitiendo con su protesta que no hay
tal ciencia libre de valores. Por el contrario, ese “doble comporta-
miento” (etiqueta que en sí misma implica un juicio moral) puede
ocultar en realidad un dilema moral (entre la lealtad a la patria y
los principios morales o religiosos) al cual se ven expuestas todas
aquellas personas –científicas o no– en conflictos bélicos. Y los
ejemplos abundan. Pero hay otra razón por la cual el ejemplo
de Sánchez Vázquez no logra dar en el clavo, puesto que esos
científicos en realidad no son científicos, sino ingenieros o tec-
nólogos, y mucho menos científicos sociales. Además para fundar
su juicio tanto Brun como Sánchez Vázquez deberían de mostrar
evidencia de que los inculpados suscriben la tesis de la neutrali-
dad valorativa.
Pero todos estos enredos en los que se ve envuelto Sánchez
Vázquez en su análisis obedece a mi juicio a que no ha tenido del
todo claro la naturaleza de la tesis de la neutralidad valorativa que
quiso combatir sin tener que abandonar el carácter científico de la
empresa. En primer lugar, le cuesta trabajo librarse de la caricatu-
ra de la tesis que asume que el científico –sea natural o social– se
encuentra ajeno a valores morales o principios de carácter ideoló-

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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gico, lo cual es absurdo y hasta donde tengo noticia, ni Weber ni


ningún defensor de esa tesis han afirmado tal cosa.
Segundo, que la tesis exhibe una doble divisa, esto es, posee
una cara ontológica y una ética; esta última puede formularse
como un dictum: no uses tus conocimientos científicos para lle-
var agua a tu molino ideológico o mejor aún, no pretendas hacer
pasar tus prejuicios por ciencia. Por la parte ontológica, la tesis
sostiene que sea la ideología, los prejuicios o los valores que el
científico posea, siempre se encontrarán por encima de ellos los
conocimientos obtenidos por medio de los procedimientos vali-
dos que concitan el consenso científico.
No es difícil encontrar en los anales de las ciencias casos
que respalden la tesis de la neutralidad valorativa tal y como la
acabo de enunciar. Entre los más claros a este respecto se encuen-
tran los intentos fallidos por demostrar la superioridad intelec-
tual de los blancos sobre las demás “razas” o la superioridad de los
hombres sobre las mujeres por medio del diseño de test de inte-
ligencia;8 o las interpretaciones racistas del evolucionismo para
justificar la esclavitud de los negros en Norteamérica.9 En nin-
guno de estos casos las teorías científicas otorgaron crédito a las
ideologías aberrantes de sus defensores. Otra clase de ejemplos
podemos encontrar en los debates científicos en la era de Stalin
en los campos de la física, la lingüística, y la filosofía en donde los
elementos ideológicos aparecen como figuras retóricas para ador-

8  Para un recuento pormenorizado de estos y otros experimentos véase Jay


Gould (1993).
9  Al respecto véase la segunda parte de Menand (2002). Si bien Peirce escribió
en “Sobre la realidad” (1872): “Los prejuicios personales u otras peculiaridades
de generaciones de hombres pueden posponer indefinidamente un acuerdo en
esta opinión, pero ninguna voluntad o limitación humana pueden hacer que el
resultado final de una investigación sea cualquier otra cosa que aquello que está
destinado a ser”. Este pensamiento no le impidió aceptar, como su padre, la tesis
racistas de Louis Agassiz, quizá sólo para servir de ejemplo a su propia versión
de la divisa ontológica.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


65

nar tanto la discusión propiamente académica como las luchas


por el poder y los puestos, así como la simple animosidad entre
colegas dentro de un régimen autoritario –en donde la biología,
debido al conocido caso Lysenko, figura como el caso extremo.10
En resumen, Sánchez Vázquez hubiera podido llegar a esta
interpretación de la tesis de la neutralidad ideológica si hubiese
sacado las consecuencias adecuadas de su propia convicción en lo
que llama “el fin propio” de la ciencia, pues como había dicho en
la tesis doceava, “la ideología por sí sola, es decir, sin la actividad
y los requisitos propios de la ciencia no es la verdad ni tampoco la
garantía de que pueda ser alcanzada”.

CONCLUSIONES

Como he tratado de mostrar, no es difícil captar cierta tensión


entre algunos subconjuntos de las catorce tesis de Sánchez Váz-
quez. Pero si echamos una mirada rápida a la tesis sexta, encon-
tramos dos elementos desconcertantes: el primero de ellos refiere
al uso del plural cuando se afirma que las ideologías que rechazan
la neutralidad valorativa son reales, de clase; lo cual parece supo-
ner que se pueden tener distintas ideologías que si bien difieren
en los intereses de clase que defienden cada una, coinciden al me-
nos en rechazar el mismo principio ideológico de la neutralidad
valorativa. Pero además, siendo la misma tesis de la neutralidad
ideológica una ideología y por lo tanto, defiende ciertos intereses
de clase (como de hecho se afirma en las tesis doce y catorce),11

10  Para un examen detallado de los juegos de la democracia soviética en los


campos del saber mencionados véase el capítulo 8 de Kojevnikov (2004).
11  Tesis doceava. La doctrina de la “neutralidad ideológica” o valorativa”
en las ciencias sociales, cualesquiera que sean las intenciones de quienes la
defienden, es una forma de la ideología burguesa y, como tal, tiende a justificar
la irresponsabilidad moral, política y social del científico.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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tal parece que la tesis en sí misma carece en realidad de conte-


nido adicional y resulta por consiguiente vacía o tautológica. Sin
embargo, en la tesis doce encontramos un elemento extraño con
respecto a la definición misma de ideología, ya que señala que
“cualesquiera que sean las intenciones de quienes la defienden”,
es decir, al margen de los intereses de clase que defienda, es de
hecho una ideología burguesa. Dicho de otro modo, cualesquie-
ra que sean los intereses de clase que defienda, de todos modos
siempre será una ideología burguesa. Si bien esta idea parece
absurda de alguna forma, aunque sea irónica, explica el porqué
los defensores de la neutralidad valorativa sean ideológicamente
tan variopintos, pues de acuerdo con el mismo Sánchez Vázquez,
entre los seguidores de Weber se encuentran tanto los neoposi-
tivistas y analíticos, así como los marxistas asociados a Althusser
y su escuela.
Pero lo mismo se podría decir de quienes rechazan la men-
cionada tesis de la neutralidad, ya que Sánchez Vázquez omite,
y no puedo decir si de manera intencional o por simple ignoran-
cia, dos paladines conservadores del rechazo a la tesis Weberiana.
Me refiero por supuesto a Leo Strauss y a Eric Voegelin, quienes
desde mediados de los cincuentas lanzaron sus dardos contra la
mencionada tesis de la neutralidad valorativa. En efecto, tanto
Leo Strauss (1979, pp. 28 y 29; 2014, cap. 2) como Eric Voegelin
(2006, pp. 23ss) intentaron salvar la filosofía política clásica de la
destrucción positivista, de modo que en el caso del segundo, la
nueva ciencia política que proponía no era otra cosa que la res-
tauración de una teleología y una teología política perdida, mien-
tras que para el primero la ciencia moderna positivista pretende
situarse más allá de las comprensiones ordinarias que los hom-

Tesis catorceava y última. La doctrina de la “neutralidad ideológica”, ya sea en


la forma clásica de la “ciencia libre de ideologías”, es una manifestación de la
ideología burguesa ante la cual el científico social no puede ser indiferente.

REPENSAR LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS


67

bres se hacen de sus acciones humanas por medio de un lenguaje


pretendidamente neutral con respecto a esas valoraciones.
Por consiguiente, el rechazo de la tesis weberiana parece
haber logrado lo que de otro modo sería impensable, pero que
no deja de ser paradójico: la unión de las posiciones ideológicas
antagónicas, la izquierda progresista y las posturas conservadoras,
frente al enemigo común: el positivismo burgués.

LA DICOTOMÍA HECHO-VALOR EN CIENCIAS SOCIALES


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