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CAPITULO 1
Observemos en primer lugar que el impuesto sobre las rentas del trabajo reduce el
precio efectivo del ocio. Antes del establecimiento del impuesto, el consumo de una hora de
ocio suponía para Rogers un coste de 10 dólares. Una vez establecido aquel, el salario neto de
Rogers es menor, y una hora de ocio solo le cuesta 8 dólares. Dado que el ocio se ha
abaratado, tenderá a consumirlo más (a trabajar menos). Esta primera consecuencia recibe el
nombre de efecto sustitución.
1. “Con unos impuestos tan altos como estos, no me merece la pena trabajar tanto como
solía”.
2. “Con unos impuestos tan altos como estos, debo trabajar más para poder mantener mi
anterior nivel de vida”.
Para la persona que hace la primera afirmación, el efecto sustitución prevalece sobre el efecto
renta, mientras que para quien sostiene la segunda predomina el efecto renta.
CAPITULO 3
𝐶𝑀𝐺 ℎ
= RTM hm
𝐶𝑀𝐺 𝑚
Cuando la actividad de un agente (una persona o una empresa) influye directamente sobre el
bienestar de otro de un modo que no aparece reflejado en los precios del mercado, el efecto
recibe el nombre de externalidad (porque el comportamiento del agente afecta directamente
al bienestar de otro agente que es “externo” a aquel). A diferencia de lo que ocurre con los
efectos que se transmiten a través de los precios, las externalidades influyen de manera
negativa en la eficiencia económica.
Se produce una externalidad cuando la actividad que realiza una persona afecta a otra,
al margen del mecanismo del mercado. El origen de las externalidades tiene que ver,
normalmente, con la ausencia de unos derechos de propiedad bien definidos.
Las externalidades pueden provocar que el precio de mercado no refleje el coste
social, dando lugar a una asignación ineficiente de los recursos.
El teorema de Coase señala que las partes pueden negociar el nivel eficiente de
producción si los derechos de propiedad se encuentran bien definidos. Para que esto
ocurra, sin embargo, es necesario que los costes de negociación sean bajos y que el
origen de la externalidad sea fácilmente identificable.
Un impuesto pigouviano es un impuesto que recae sobre la producción de los agentes
que contaminan en una cuantía igual al daño social marginal correspondiente al nivel
eficiente de output. El impuesto proporciona un incentivo para que se sitúen en el
nivel de producción que resulta eficiente.
Una subvención por disminuir la producción puede llevar a que quienes contaminan
produzcan cantidades eficientes. Sin embargo, las subvenciones pueden también dar
lugar a una producción excesiva, son de difícil administración y no son demasiado
atractivas desde el punto de vista ético.
Los derechos de contaminación pueden ser negociados en un mercado. Este
procedimiento permite fijar el nivel total de contaminación, lo que representa una
ventaja en aquellas situaciones en las que la Administración no conoce con certeza
cuál sería la reacción de los agentes contaminantes si se establece un impuesto
pigouviano.
La regulación resulta probablemente ineficiente porque el valor social de eliminar la
contaminación varía en función de las empresas, las localidades y las poblaciones. Sin
embargo, esta es la forma más habitual de política medioambiental (lo que constituye
una fuente de consternación para los economistas). Un ejemplo paradigmático es la
Clean Air Act vigente en los Estados Unidos.
Las externalidades positivas conducen, generalmente, a la infra provisión de una
actividad. Una subvención puede corregir el problema, pero hay que tener cuidado
para evitar subvenciones innecesarias.
Capitulo 4 Bienes públicos
La defensa nacional es un ejemplo de bien público puro, que se define por las dos
características siguientes:
Por el contrario, en el consumo de un bien privado como la pizza hay rivalidad, y es posible la
exclusión. Merece la pena destacar algunas implicaciones de nuestra definición.
Aunque todo el mundo consuma la misma cantidad del bien, este consumo no tiene por qué ser
valorado del mismo modo por todos.
No necesariamente los bienes privados son provistos solo por el sector privado
Hay muchos bienes privados provistos públicamente: bienes de consumo rival y de posible
exclusión que provee el sector público. Los servicios sanitarios y de vivienda son dos ejemplos
de bienes privados que en ocasiones son provistos públicamente. Resumiendo, los apelativos
privado y público no indican por sí mismos qué sector se encarga de proveer el bien.
La provisión pública de un bien no implica necesariamente que éste sea además producido por
el sector público.
El Gráfico 4.2 reproduce la información de los Gráficos 4.1. En el Gráfico 4.2C se superpone la
curva de oferta del mercado (denominada Oh) a la curva de demanda del mercado Dh(A+E).
Nótese que no hay ninguna razón para esperar que los niveles de consumo de Adán y de Eva
sean iguales. Debido a las diferencias en sus gustos, en sus rentas y en otras características,
Adán y Eva demandan diferentes cantidades de hojas de parra. Esto es posible porque las
hojas de parra son bienes privados.
Supongamos que tanto a Adán como a Eva les gustan los espectáculos de fuegos artificiales.
Supongamos que el espectáculo habitual consiste en lanzar 19 cohetes y que puede ampliarse
a un coste de 5 dólares por cohete, que Adán estaría dispuesto a pagar 6 dólares por un
cohete adicional y que Eva estaría dispuesta a pagar 4 dólares. Como el coste marginal es solo
de 5 dólares, merece la pena adquirir el vigésimo cohete. En general, si la suma de lo que cada
persona está dispuesta a pagar por una unidad adicional de bien público es mayor que su coste
marginal, resulta eficiente adquirir dicha unidad; y no en el caso contrario. En consecuencia, la
eficiencia requiere que la provisión de un bien público se eleve hasta el punto en que la suma
de las valoraciones marginales de cada persona respecto a la última unidad sea exactamente
igual al coste marginal.
En el caso de un bien público, pues, la disposición al pago del grupo se determina a través de la
suma vertical de las curvas de demanda individuales.
Nótese la simetría que se produce entre bienes privados y públicos. En el caso de un bien
privado, todo el mundo tiene la misma RMS, pero las personas pueden consumir diferentes
cantidades. Por esta razón, la demanda se calcula sumando horizontalmente las distintas
cantidades. Cuando se trata de bienes públicos, todo el mundo consume la misma cantidad,
pero las personas pueden tener diferentes RMS, por lo que es preciso sumar verticalmente
para obtener la disposición al pago del grupo. Dicho de otro modo, en el caso de los bienes
privados, todos perciben el mismo precio y cada persona decide la cantidad que desea. En el
caso de los bienes públicos, todos perciben la misma cantidad, y cada persona decide el
precio que está dispuesta a pagar.
Sin embargo, en el caso de un bien público de imposible exclusión, una persona puede tener
incentivos para ocultar sus verdaderas preferencias. Adán puede aducir falsamente que tales
espectáculos no significan nada para él y, si consigue que Eva pague toda la factura, disfrutará
igualmente del espectáculo y además dispondrá de más dinero para gastar en manzanas y en
hojas de parra. Una persona que deja que otras paguen al tiempo que disfruta de los
beneficios se conoce como free rider o usuario que no paga
¿Existe alguna solución? Supongamos que se cumplen las dos condiciones siguientes: (1) la
empresa conoce la curva de demanda de cada persona en relación con el bien público, y (2) es
difícil o imposible transferir el bien de una persona a otra. Bajo estas dos condiciones la
empresa, podría cobrar a cada persona un precio diferente según su disposición a pagar, un
procedimiento que se conoce como discriminación perfecta de precios. Las personas que
dieran a los fuegos artificiales un valor de tan solo un céntimo pagarían exactamente esa
cantidad y no quedarían excluidos. Por tanto, cualquiera que asignase un valor positivo al
espectáculo asistiría y el resultado sería eficiente. Por otro lado, como aquellas personas que
dieran gran valor al espectáculo pagarían un precio alto, la empresa podría mantenerse en el
negocio.
¿Cuál es la mejor combinación entre provisión pública y provisión privada? Para aproximarnos
a esta cuestión, piénsese en los bienes suministrados pública y privadamente como inputs de
la producción de algún bien que la gente desea. Maestros, aulas, libros de texto y profesores
particulares pueden considerarse insumos de la producción de un bien que podríamos
denominar calidad educativa. Supongamos que lo que a la postre le importa a la gente es el
nivel de producto (la calidad de la educación), y no los inputs concretos utilizados para
producirlo. ¿Qué criterios deben emplearse para elegir la cantidad de cada uno de los inputs?
Se pueden considerar:
Salarios y coste de producción relativos. Si los sectores público y privado pagan precios
diferentes por el factor trabajo y los materiales de producción, entonces el sector menos caro
es preferible en términos de eficiencia, caeteris paribus. Por ejemplo, los costes de producción
de las escuelas públicas pueden superar a los de las escuelas privadas si el profesorado de los
centros públicos está sindicado, y el de sus homólogos en el sector privado no lo está.
Diversidad de preferencias. Las familias con hijos y sin hijos tienen opiniones muy diferentes
sobre la deseabilidad de una educación de alta calidad. La gente que tiene joyas en su casa es
posible que valore la protección de la propiedad más que quienes no las tienen. En la medida
en que tal diversidad exista, la provisión privada será más eficiente porque las personas
podrán ajustar su consumo según sus propias preferencias. Por supuesto, los beneficios que se
obtienen al permitir la diversidad deben compararse con el posible incremento de los costes
administrativos.
Aspectos distributivos. Las concepciones sociales de justicia pueden exigir que todas las
personas dispongan de determinados bienes y servicios, una idea que en ocasiones se
denomina equidad categórica. La equidad categórica puede ayudar a explicar la extensión
generalizada de la provisión pública de educación: la sociedad opina que todo el mundo debe
tener acceso al menos a un nivel mínimo de enseñanza. Este argumento también está presente
en el debate actual sobre la sanidad.
El uso del adjetivo público para denominar a los bienes en cuyo consumo no hay rivalidad y
que son de imposible exclusión parece que prejuzga la cuestión de si deben ser provistos por el
sector público. De hecho, hemos mostrado que es poco probable que los mercados privados
generen bienes públicos puros en cantidades eficientes en el sentido de Pareto. Debe tomarse
alguna decisión colectiva sobre la cantidad que ha de proveerse. Nuestra discusión sobre la
educación ha servido para ilustrar que, a diferencia de lo que sucede con un bien público puro
como la defensa nacional, algunas veces puede haber sustitutivos privados de bienes provistos
públicamente. Sin embargo, también aquí se requiere la decisión de la comunidad, en este
caso para decidir en qué grado se utilizará la provisión pública. Por tanto, el tema de los bienes
públicos y la cuestión de las decisiones públicas están conectados.
Es poco probable que los mecanismos de mercado provean eficientemente los bienes
en cuyo consumo no existe rivalidad, incluso si resulta posible la exclusión.
Algunas experiencias observadas y ciertos estudios de laboratorio indican que las
personas no explotan totalmente las posibilidades que tienen de aprovecharse de los
demás. A pesar de ello, en algunos casos el problema del usuario que no paga puede
ser significativo.
Los bienes públicos pueden proveerse privadamente, y los bienes privados pueden ser
provistos públicamente.
Incluso cuando se decide que la provisión de un bien debe ser pública, ha de optarse
entre la producción pública y la privada. La estructura del mercado es un elemento
clave para determinar si será más eficiente la producción pública o la privada. Otro
factor importante es la mayor o menor facilidad para establecer contratos completos
con los suministradores privados.
A pesar de que la educación se provee normalmente por el sector público, no está
claro que se trate de un bien público. Lo cierto es que la investigación estadística
sugiere que existe una escasa relación entre el gasto y los resultados educativos.
Aunque los incrementos de carácter general en el gasto educativo para que se reduzca
el tamaño de los grupos no parecen ser capaces de mejorar los resultados que se
alcanzan, algunos programas de gasto bien orientados parecen resultar bastante
efectivos. En particular, las medidas de intervención temprana bien diseñadas parecen
conseguir que se eleven los resultados académicos y las ganancias futuras.
Hay economistas que consideran que las escuelas públicas mejorarían si estuviesen
expuestas a la competencia. Una propuesta en ese sentido es la del cheque escolar,
que dirige el apoyo financiero hacia las familias de los estudiantes, y no directamente a
los centros educativos. Los cheques podrían canjearse en cualquier centro de
enseñanza acreditado que prefiera la familia.
Capitulo 6:
Los modelos de esta teoría presuponen que las personas consideran al sector público como un
instrumento para hacer máximos sus propios intereses. Es importante hacer dos
consideraciones en relación con este supuesto:
Para entender la propuesta de Lindahl, consideremos de nuevo una situación en la que hay dos
personas, Adán y Eva, y un bien público, cohetes para hacer fuegos artificiales (c). Supongamos
que a Adán se le dice que su cuota de participación en el coste de provisión de los cohetes será
del 30 por 100. En tal caso, si el precio de mercado de cada cohete es Pc, el precio unitario de
este bien para Adán es 0,3 Pc. Considerando como dados este precio, los precios de los demás
bienes, sus preferencias y su renta, Adán determinará la cantidad de cohetes que desea
consumir. En términos generales, si denominamos SA a la cuota de participación de Adán en el
coste de provisión de cohetes, cada valor que adopte SA se corresponderá con una cierta
cantidad de cohetes demandada por Adán. A medida que aumente su participación en los
impuestos, haciendo que los cohetes le resulten más caros, su demanda disminuirá.
La similitud existente entre el papel de las participaciones tributarias en el modelo de Lindahl y
los precios en la teoría normal de la demanda es obvia. Sin embargo, existe una diferencia
importante. En este caso no todas las personas se enfrentan al mismo precio, sino que cada
una soporta un precio personalizado por unidad de bien público, el cual depende de su
participación tributaria. A estas participaciones tributarias se las denomina precios Lindahl.
Supongamos que se celebra una elección sobre las opciones A y B. Cosmo votaría a favor de A
mientras que Elaine y George votarían a favor de la opción B. Por tanto, B ganaría por dos
votos frente a uno. De igual forma, si se celebra una elección entre B y C, B ganaría por dos a
uno. El nivel B gana las elecciones frente a cualquier otra alternativa, y por ello es la opción
seleccionada por la regla mayoritaria. Adviértase que la selección de B es independiente del
orden en que se celebren las votaciones. Las reglas de decisión mayoritarias no siempre
proporcionan resultados tan claros. Imaginemos que las preferencias por los distintos niveles
de provisión de misiles son como las que aparecen representadas en el Cuadro 6.2.
Consideremos, de nuevo, toda la serie de votaciones dos a dos para determinar el nivel de
provisión preferido. En la elección entre A y B, A ganaría por dos votos a uno. Si se celebra una
votación entre B y C, B ganaría por dos a uno. Finalmente, en la elección entre A y C, C ganaría
por el mismo margen. Este resultado es desconcertante. La primera elección sugiere que A es
preferido a B; la segunda que B es preferido a C. Las nociones básicas de consistencia sugieren
que A debería ser preferido a C. Pero en la tercera elección sucede justo lo contrario. Aunque
las preferencias de cada uno de los votantes individuales son consistentes, las de la comunidad
no lo son. A este fenómeno se le denomina la paradoja del voto.
Además, cuando se dan las preferencias recogidas en el Cuadro 6.2, el resultado final
dependerá de forma de decisiva del orden en que se realicen las votaciones. Si la primera
elección enfrenta a las propuestas A y B, y la opción vencedora, A, se mide frente a C, entonces
será C la opción ganadora. En cambio, si la primera elección enfrenta a B contra C y la
alternativa ganadora, B, concurre junto a A, será esta última opción la elegida. Bajo tales
circunstancias, la capacidad para controlar el orden de votación —el orden del día— confiere
un gran poder. La manipulación del orden del día es el proceso de organización del orden de
las votaciones para asegurar un resultado favorable. Un problema relacionado con el anterior
es que la votación de las alternativas dos a dos puede continuar indefinidamente sin que se
pueda alcanzar una decisión. Tras la elección entre A y B, A gana. Si C reta a A, C vence. Si B
desafía a C, B gana. Este proceso puede repetirse continuamente dando lugar al fenómeno
denominado ciclicidad.
Retomemos ahora el caso simple en el que todas las alternativas consideradas representan
cuantías mayores o menores de una sola característica. Las personas ordenan sus opciones
basándose en esta característica. Un ejemplo es el de la decisión sobre el nivel de provisión de
un bien público. Definimos al votante mediano como aquel cuyas preferencias se encuentran
en la mediana del conjunto de las preferencias de todos los votantes; la mitad de la gente
desearía una cantidad mayor a la preferida por el votante mediano y la otra mitad una
cantidad menor. El teorema del votante mediano establece que, siempre que todas las
preferencias sean unimodales, el resultado de la votación mayoritaria reflejará las preferencias
del votante mediano (cuando el número de votantes sea par, podría producirse un empate
entre los dos votantes medianos, que debería romperse mediante otros procedimientos).
Los mecanismos de intercambio de votos permiten comerciar con dichos votos y, por tanto,
dejar constancia de la intensidad de las preferencias en cada materia. “Los intercambios de
votos (…) resultan esenciales para encontrar una manera de equilibrar intereses en conflicto,
defendidos por representantes que se deben poco o nada entre sí. Los intercambios de votos
son una forma de conseguir lo que la fuerza y la palabra no son capaces de alcanzar”
1. Permitir la toma de decisiones sean cuales sean las preferencias del electorado. Así, por
ejemplo, el mecanismo no debe derrumbarse si algunas de las personas tienen preferencias
multimodales.
6. No admitir la dictadura. Las preferencias sociales no deben reflejar las preferencias de una
única persona
La teoría económica de la política aplica los principios de la teoría económica al análisis
de los procesos de decisión política.
Los economistas han estudiado diversos métodos para seleccionar los niveles de
provisión de bienes públicos en una democracia directa: Los precios Lindahl conducen
a una decisión unánime para la provisión de una cantidad eficiente de bienes públicos,
pero dependen de que la revelación de las preferencias sea honesta. La votación
mayoritaria puede llevar a la adopción de decisiones inconsistentes en relación con los
bienes públicos cuando algunas de las personas tienen preferencias no unimodales. El
logrolling permite a los votantes expresar la intensidad de sus preferencias a través del
intercambio de votos. No obstante, la obtención de ganancias por una minoría puede
que se consiga a expensas de unas mayores perdidas globales.
El Teorema de Imposibilidad de Arrow establece que, en general, es imposible
encontrar una regla de toma de decisiones que satisfaga simultáneamente una serie
de criterios en principio razonables. En consecuencia, las democracias presentan una
tendencia, inherente a las mismas, a la toma de decisiones inconsistentes.
Para explicar el comportamiento del sector público en una democracia representativa
es necesario estudiar la interacción entre los representantes políticos, los empleados
públicos y los grupos de interés.
Bajo ciertos supuestos restrictivos, la actuación de los políticos elegidos en las urnas
reproduce las preferencias del votante mediano.
Los funcionarios ejercen una gran influencia en el desarrollo y puesta en práctica de la
política económica. Una teoría predice que los funcionarios intentarán hacer máximo
el tamaño del presupuesto que administran, lo que da lugar a una oferta excesiva de
los bienes y servicios que producen.
Los ciudadanos particulares que se comportan como buscadores de rentas forman
grupos para influir en la actividad pública. Estos grupos de interés pueden formarse a
partir de la fuente de renta, el nivel de renta, el sector de actividad, la región o las
características personales de sus miembros.
El crecimiento de sector público ha sido rápido sea cual sea la medida utilizada. Entre
las explicaciones de este fenómeno se encuentran las siguientes: Simplemente se debe
a que la gente desea un sector público mayor. El sector público debe crecer para
absorber el exceso de producción privada. Acontecimientos imprevisibles (como las
guerras) elevan la dimensión del sector público y la inercia posterior evita el retorno a
los niveles previos. Las expectativas no realistas han hecho que aumenten las
demandas, sin tener en cuenta el coste de oportunidad de los programas de gasto
público. Ciertos grupos utilizan el gobierno para redistribuir la renta a su favor.
Entre las propuestas realizadas para controlar el crecimiento del sector público se
incluyen el fomento de la competencia con el sector privado, la reforma del proceso
presupuestario y las enmiendas constitucionales para introducir límites al gasto y al
déficit.