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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

Nombre: Andrea Elizabeth Páez Chiriboga


Curso: “E”
Fecha: 30/10/2019
Tema: POLÍTICA POR DAVID RUNCIMAN

David Runciman escribe una descripción política que divide en tres capítulos. El
primero, Violencia, en el que repasa las teorías políticas que se han elaborado desde la I Guerra
Mundial hasta la actualidad para definir el poder, además –claro- de las doctrinas de Hobbes,
Maquiavelo, Webber o Comte y en el que concluye que, en esencia, el poder radica en un
aspecto fundamental: controlar la violencia. Por eso los gobiernos son más inestables, asegura,
en países con conflictos civiles.

Le sigue Tecnología, un segundo apartado en donde analiza lo que, a su juicio, ha sido el


elemento que ha conseguido retar e incluso desplazar a las formas tradicionales de controlar la
violencia. Se trata, en efecto, de la tecnología como signo de una era “post-ideológica” en la
que cobra más importancia la carrera de avances científicos y la mentalidad tecnócrata, en lugar
de los políticos de toda la vida.

El último capítulo de Políticatrata el concepto de Justicia. Para esclarecer sus ideas, Runciman
se plantea si existen o no unas condiciones mínimas de distribución de la riqueza. Apoyándose
en la Teoría de la justicia, del filósofo norteamericano John Rawls, que elogia la justicia
distributiva para alcanzar la justicia general. Trabaja también con autores como el premio
Nobel de Economía Amartya Sen y la filósofa Martha Nussbaum, premio Príncipe de Asturias
de Ciencias Sociales 2012, con la intención de defender la idea de que la expansión del sistema
democrático depende de la construcción de sistemas educativos, salud e igualdad de género y
cuya ausencia en países como Irak o Afganistán deja de manifiesto cuándo una democracia no
es tal.

A pesar de su análisis demoledor, David Runciman se permite no cantar el Apocalipsis… eso


sí, con la candidez justa: “Todo esto no significa que la democracia esté condenada. En política
no existe la predestinación. Quedan todavía muchos motivos para el optimismo en un mundo
que está mejor que nunca, un mundo en el que la pobreza se bate en retirada y donde la
tecnología nos promete oportunidades nuevas e limitadas. Aun así, el peligro de una catástrofe
sigue siendo real: las cosas podrían salir rematadamente mal, y confiar en que la tecnología nos
salvará no basta. Debemos ser conscientes de los riesgos de la interconectividad global, el
tiempo que transcurre entre nuestras acciones y sus efectos a largo plazo, y también nuestra
confianza, cada vez más excesiva en el poder de la política. Solo podemos encarar los desafíos
futuros si aprovechamos al máximo las instituciones representativas del Estado moderno”.

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