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INTRODUCCION

El estudio del delincuente como individuo fue introducido por un libro memorable, El

Delincuente Individual, del psiquiatra norteamericano William Healy. Antes de Healy, el

delincuente había sido estudiado estadísticamente o había sido materia de observación

general. Lombroso, Tarde, Bonger y Ferri, para mencionar algunos criminólogos

europeos,3 elaboraron teorías generales sobre el delito y el delincuente sobre la base de la

observación, la especulación y la información estadística


EL DELINCUENTE: NORMALIDAD Y DIVERSIDAD (PATOLÓGICA) DEL

INFRACTOR

La criminología se ocupa, como es lógico, del delincuente: de la persona del

infractor.

La persona del delincuente alcanzo su máximo protagonismo como objetivo de las

investigaciones criminológicas durante la etapa positivista. El principio de la <diversidad>

que inspiro la criminología tradicional (el delincuente como realidad biopsicopatologica)

convirtió a este centro casi exclusivo de la atención científica.

En la moderna criminología, sin embargo, el estudio del hombre delincuente ha

pasado a un segundo plano, como consecuencia del giro sociológico experimentado por

aquella y de la necesaria supervisión de enfoques individualista en atención a objetivos

politicocriminales. El centro de interés de las investigaciones –aun sin abandonar nunca a la

persona del infractor- se desplaza prioritariamente hacia la conducta delictiva misma, la

víctima y el control social. En todo caso, el delincuente se examina en sus

interdependencias sociales, como unidad biopsicopatologica clásicas orientales por el

espíritu individualista y correccionalista de la criminología tradicional.

DIVERSAS IMÁGENES Y ESTEREOTIPOS DEL INFRACTOR

Pero más significado es la imagen que profesa del hombre delincuente; con qué

propósito de criminal se opera la criminología, porque son muchas y controvertidas las

concepciones que se sustentan sobre el delito y el delincuente.

Cuatro respuestas son paradigmas, si bien hoy no concitan ya el necesario consenso

científico; la clásica, la positivista, la correccionalista y la marxista


El mundo clásico partió de una imagen sublime, ideal, del ser humano como centro

del universo, como dueño y señor absoluto de sí mismo, de sus actos. El dogma de la

liberta en el esquema clásico, hace iguales a todos los hombres (no hay diferencias

cualitativas entre el hombre delincuente y el no delincuente) y fundamenta la

responsabilidad; el absurdo comportamiento delictivo solo puede comprenderse como

consecuencia del mal uso de la libertad en una concreta situación, no a pulsiones internas

ni influencias externas. El crimen, pues, hunde sus raíces en un profundo misterio o

enigma. Para los clásicos el delincuente es un pecador que opto por el mal pudiendo y

debiendo haber respetado la ley.

El positivismo criminológico, por el contrario, destronaría al hombre, privándole de

su cetro y reinado, al negar el libérrimo control del mismo sobre sus actos y su

protagonismo en el mundo natural, en el universo y en la historia. El hombre, dirá Ferri, no

es el rey de la creación, como la tierra no es el centro del universo, sino una combinación

transitoria, infinitesimal de la vida… una combinación química que puede lanzar rayos de

locura y de criminalidad que puede dar la irradiación de la virtud, de la piedad, del genio,

pero no… más que un átomo de toda la universalidad de la vida.

El libre albedrio, concluye Ferri, es una ilusión subjetiva. En consecuencia, el

positivismo criminológico inserta el comportamiento del individuo en la dinámica de

causas y efectos que rige el mundo natural o el mundo social; en una cadena de estímulos y

respuesta, determinantes internos, endógenos (biológicos) o externos, exógenos (sociales),

explican su conducta inexorablemente. El arquetipo ideal, casi algebraico, de los clásicos

da paso a una imagen materializada y concreta de hombre semejante a una ecuación, una
formula, una reacción química; y el principio de la equipotencialidad, al de la diversidad

del hombre delincuente sujetos cualitativamente distintos del honrado que cumple las leyes.

Para el positivismo criminológico, el infractor es un prisionero de su propia patología

(determinismo biológico) un ser esclavo de su herencia, encerrado en sí, incomunicado de

los demás, que mira al pasado y sabe, fatalmente escrito en su futuro: un animal salvaje y

peligroso.

La filosofía correccionalista, a su vez, y el marxismo opera con diferentes imágenes

del infractor. Aquella, pedagógica, pietista, ve en el criminal un ser inferior, minusválido,

incapaz de dirigir por sí mismo libremente su vida, cuya débil voluntad requiere de la eficaz

y desinteresada intervención tutelar del estado. Desde la utopía y el eufemismo paternalista

del pensamiento correccional, el hombre delincuente aparece ante el sistema como un

menor de edad, desvalido.

El marxismo, por ultimo responsabiliza del crimen a determinadas estructuras

económicas, de suerte que el infractor deviene mera víctima inocente y fungible de aquellas

la culpable es la sociedad.

EL POSTULADO DE LA NORMALIDAD DEL CRIMEN Y DEL INFRACTOR

En esta obra parto de la normalidad del delito y el delincuente, postulado que trate

de razonar en otro lugar y que difiere sustancialmente de las cuatro tesis expuestas. A mi

entender, es el más ajustado a la realidad, a tenor de nuestros conocimientos actuales; y el

único que le permite la búsqueda serena y reflexiva de una respuesta científica al problema

del crimen, libre de prejuicios.


Claro que cualquier estereotipo de hombre delincuente queda desmentido por una

realidad compleja, plural, diversa: en puridad, no es más que un recurso dialectico.

Además, la tradicional polémica entre deterministas y partidarios de libre albedrio se ha

relativizado notablemente, eliminando las posturas más radicales de ambos extremos.

Hoy no podemos negar la imagen mucho más rica, dinámica, pluridimensional e

interactiva del ser humano que aportan disciplinas empíricas como la Psicología, las

ciencias de la conducta, etcétera. El individuo no es un ser solitario, desarraigado, que se

enfrenta con su libertad existencial, sin condicionamientos, sin historia (tesis de los

clásicos) pero tampoco la mera concentración de estímulos y respuestas, una máquina de

reflejos y hábitos, preso de su código biológico y genético (tesis positivista) que solo mira

al pasado; ni una pieza insignificante en el engranaje del universo social, mero observador

pasivo del devenir histórico o víctimas de las estructuras que él mismo se dio. Antes bien,

el hombre es un ser abierto y sin terminar. Abierto a los demás en un permanente y

dinámico proceso de comunicación, de interacción; condicionado, en efecto, muy

condicionado (por sí mismo, por los demás, por el medio) pero con asombrosa capacidad

para transformar y trascender el legado que recibió, y, sobre todo, solidario del presente y

con la mirada en el futuro propio y ajeno. Ese hombre que cumple las leyes o las infringe,

no es el pecador, de los clásicos, irreal e insondable, ni el animal salvaje y peligroso, del

positivismo que inspira temor, ni el desvalido; de la filosofía correccional, necesitado de

tutela y asistencia, ni la pobre víctima de la sociedad, mera coartada para reclamar la

radical reforma de las estructuras de aquellas, como proclaman las tesis marxistas. Es el

hombre real e histórico de nuestro tiempo, puede acatar leyes o incumplirlas por razones no
siempre asequibles a nuestra mente, un ser enigmático, complejo, torpe o genial, héroe o

miserable; pero en todo caso un hombre más, como cualquier otro.

Obviamente existen infractores anormales, como hay también anormales que no la

delinque. El postulado de normalidad del hombre delincuente y el de la normalidad del

crimen solo pretende expresar un claro rechazo a la tradicional correlación,

crimen/anormalidad del infractor. Busca en alguna misteriosa patología del delincuente la

razón última del comportamiento criminal es una vieja estrategia tranquilizadora. Estrategia

o coartada, que, por otra parte carece de apoyo real, pues son tantos los sujetos anormales

que no delinquen, como normales que infringen las leyes.

Difícilmente cabe afirmar ya hoy que solo un ser patológico puede atreverse a

quebrantar aquellas, cuando la experiencia diaria y las estadísticas constatan todo lo

contrario; que cada vez son más los individuos normales que delinquen. La criminalidad

económico-financiera, de los funcionarios y profesionales, la juvenil, del tráfico, avala esta

evidencia.

No otra cosa significa, también, el postulado de la normalidad del delito

(normalidad, claro está, no en el sentido axiológico o valorativo, si no en el estadístico y

sociológico) toda sociedad, cualquiera que sea su modelo de organización y abstracción

hechas de las numerosas variables de tiempo y lugar, produce una tasa inevitable de crimen.

El comportamiento delictivo es una respuesta previsible, típica, esperada normal.

Que difícil parece conseguir un diagnostico científico del problema criminal un

diagnóstico, por tanto, objetivo, sereno, apasionado y diseñar una política criminal

ecuánime y eficaz si no se admite la normalidad del fenómeno delictivo y la de sus


protagonistas, si se parte, por el contrario, de imágenes degradantes del hombre delincuente

o de actitudes hostiles, henchidas de prejuicios y mitos.

OBSERVACIONES SOBRE LAS COMPARACIONES ENTRE DELINCUENTES Y

NO DELINCUENTES

Consideramos que puede ser oportuno más de alguna aclaración, en relación con las

críticas que venimos aludiendo y sobre el error, voluntario o involuntario, cometido por

críticos no siempre benévolos y, a veces, inútilmente obstinados.

MÉTODOS COMPARATIVOS ENTRE DELINCUENTES POR MEDIO DE

ENCUADRAMIENTOS O SERIACIONES

Cuando tales criticas decían, o continúan diciendo, que no puede concederse valor a

tal o cual anomalía o a tal o cual carácter encontrado en los delincuentes, desde el momento

en aquella misma anomalía o misma intensidad de un determinado rasgo que se encuentra

también entre los normales, o, mejor dicho, entre los no delincuentes (critica a que se

refiere el numero 1) notado en el capítulo anterior) demuestran que ignoran por completo

los métodos de comparación usados, sobre todo en los tiempos últimos, para esta clase de

estudios; métodos que aseguran la validez de las conclusiones. Como dijimos hace poco, se

trata del método del “encuadramiento” o “seriación” de los sujetos examinados, seriación o

encuadramiento que debe hacerse en función con la intensidad creciente del rasgo de que se

trate. Cuando, por ejemplo se decía que (y todavía se dice de un modo elíptico), que los

hombres tienen la mandíbula de un ancho superior a las de los no homicidas, los críticos a

quienes aludimos creen o fingen creer, que el estómago criminalista ha sentenciado que

todos los homicidas tienen una mandíbula más anchas de los no homicidas, siendo así que
aquella observación es sencillamente la indignación compleja llevada a cabo mediante el

método de seriación; método que ha enseñado como midiendo la anchura de la mandíbula

en cien homicidas y en cien no homicidas, se ha encontrado lo siguiente: 1) que tanto los

homicidas como en los no homicidas, a medida que van presentados mandíbulas cada vez

más anchas, el número de individuos, escaso al principio, va aumentado hasta cierto punto,

más allá del cual va disminuyendo, hasta el grupo escasísimo y extremo, que presenta

mandíbulas anchísimas; es decir, que la “ley” de distribución binominal, o de los errores,

vale tanto para los unos (homicidas) como para los otros (no homicidas). Pero al mismo

tiempo sé que ve 2) el número de los que presentan mandíbula estrecha es mayor en los no

homicidas que en los homicidas 3) que el número que presentan mandíbula anchísima es

mayor en los homicidas que en los no homicidas, 4) que el grupo más frecuente entre los

homicidas examinados de este modo, o sea dispuesto en seriación desde las mandíbulas

más que corresponde al grupo más frecuente de la distribución de los homicidas. Es decir,

que entre los homicidas se encuentran también mandíbulas estrechas y mandíbulas anchas

entre los no homicidas, pero en las proporciones y respectiva posiciones indicadas. Se

comprende que siendo así las cosas, la anchura medio de la mandíbula e los homicidas

resulte mayor que las de otros; pero resulta asimismo que la conclusión y las

comparaciones descansan, no ya sobre simple media sino sobre operaciones que, en verdad,

no constituyen un misterioso secreto solo poseído contactos técnicos, sino un

procedimiento elemental de la más fácil comprensión incluso para los críticos.

Ponemos aquí abajo un esquema de la operación acabada de describir; operación que

efectivamente, fue realizada, si no por los primero antropólogos criminalistas, a lo menos

por los que llegaron después, imponiéndose cierta especie de revisión de la antropología
criminal, precisamente para tratar con el método de las seriaciones el material

antropométrico (y hasta psicométrico) que los primeros antropólogos presentaron

sumariamente. El esquema puede servir asimismo y ha servido, en efecto, partes y no

delincuentes y tendremos ocasión de volver sobre ello al examinar la fase interna o psíquica

del delincuente; pero desde ahora mismo bueno será que el lector tome conocimiento de tal

método.

¿ES IMPOSIBLE DEFINIR Y CLASIFICAR LOS “TIPOS”?

Antes de abandonar el tema dedicado a la comparación entre delincuentes y no

delincuentes en relación con el tipo morfológico-constitucional, queremos decir unas

palabras que pueden aplicarse a toda clase de comparaciones somáticas, funcionales o

psíquicas, entre delincuentes y no delincuentes y entre varias categorías de delincuentes.

Cuando se dice delincuentes se toma en consideración una mesa heterogénea de sujetos,

aun tratándose solo (y difícilmente podría ser de otro modo) de delincuentes de las cárceles.

Este examen solo podrá servir como una primera aproximación, pero será preciso distinguir

luego las distintas categorías de delincuente. ¿Pero bastara sencillamente, como han hecho

muchos, referirse a la clasificación del código penal? Es decir, separar los homicidas, los

lesionadores, los ladrones, los depredadores, los estafadores, los estupradores. No siempre;

porque, refiriéndonos tan solo a los homicidas, existen tantas variedades de ellos que lo que

podría valer en cuanto a caracteres somáticos, funcionales y psíquicos para una de ellas no

podría valer para otras. Así, por ejemplo, tenemos el homicida de perversidad instintiva con

inteligencia suficientemente desarrollada; el homicida hipo evolutivo, primitivo, atávico; el

homicida por pasión o por ímpetu, el homicida por celos y hasta, como algunos han dicho,

el homicida por altruismo, por piedad, puesto en el umbral de las ideas delirantes, sin contar
con el homicida político, movido también, a veces por móviles altruistas o pesado altruistas

que disfrazan más o menos, en ciertos, casos, los profundos instintos, ultra egoísta. Por

consiguiente habrá que proceder las comparaciones manteniendo en la debida separación

las categorías en cuestión pudiendo decirte otro tanto de los ladrones, sin excluir el examen

conducido según la clasificación usual, de índole penal. Pero también pudiera aconsejarse

recurrir a una clasificación más difícil fundada en los motivos que impulsaron al delito:

amor, venganza, codicia, disolución, pasión religiosa o política, perversidad brutal, etc.

No obstante las bizantinas y más sofisticada críticas de los que anticipan por una parte,

que no es posible sentar clasificaciones psicológicas de los hombres, dada la infinita

variedad de ellos y la indefendible amplitud de la libertad de acción de cada cual, y después

añaden, por otra parte, que fijar “tipos” distintos y bien estables de hombres, es crear

simplemente fantasmas abstracto creemos que esto pueda ser bastante a nuestro objeto. Sin

embargo, en cuanto al primero de estos puntos, hace siglo que se dice y repite lo que sigue:

1) En la naturaleza no existen categorías, sino tan solo ejemplares independientes,

autónomos, o sea de individuos aislados (la frase es del filósofo Condillac), de

modo que las categorías no son más que aspectos de nuestro pensamiento

(recuérdese, sin embargo, las curiosas afirmaciones en contrario desenvueltas por el

naturalista Luis Agassiz, quien afirmaba que en la naturaleza había ya ideas

preordenadas y fijas de las distintas categorías); pero esto no obstante, ¿acaso no

estamos obligados nosotros a formar categorías de las cosas, reuniendo lo que es

semejante o semejantísimo, ya que no idéntico, por necesidad o comodidad en el

razonar o en el comprender?
2) En cuanto al segundo punto, o sea el pretendido carácter abstracto de los “tipos”, no

es posible ignorar que todo grupo que forma categorías de individuos ejemplares

distintos unos a otros aunque pudiendo ser considerados relativamente homogéneos,

se presentan de tal modo que los ejemplares más numerosos el mismo constituyen,

por decirlo así, el tipo, modelo o centro del blanco, alrededor del cual se disponen

los apartamientos o desviaciones del tipo mismo, del modelo, del centro, tanto

menos numerosos cuanto más se alejan de él. Por consiguiente, cuando se dice

“tipo” no se incurre en ninguna abstracción, y se habla legítimamente, refiriéndose a

una categoría relativamente homogénea, es decir, el subgrupo concreto que forma,

recurriendo al lenguaje de la metodología estadística, la máxima ordenación de la

distribución de los individuos o ejemplares, considerados en función con el carácter

que se examina, y las ordenadas que se encuentran al lado de la máxima.

En resolución, no debemos asustarnos de las objeciones puesta por aquellos

distinguidos que no quieren creer (merced a un principio apriorístico sobre de la infinita e

indefinida libertad humana) en la posibilidad de clasificar a los hombres por lo que se

refiere a su psicología y a su carácter, como tampoco debemos asustarnos de las objeciones

hechas en contra de la inexistencia del tipo, puesto que, a cada paso, tenemos

demostraciones concretas en toda clase de investigación, de la consistencia y utilidad de las

clasificaciones. Con razón, nuestro del Groco criticaba a esta clase de conceptos relativos a

la imposibilidad de llegar a la formación de tipos, y, particularmente, en lo relativo a la

atipia de los criminales, recordando que es deber nuestro remontarnos desde la casuística

individual a la investigación de los tipos. Verdad es también que este autor añadía lo que

sigue: “El tipo jamás se adapta a la realidad que lo rodea, ni puede adecuarse, porque es una
imagen genérica, en abstracción”, pero también es verdad, decimos nosotros, que, como ya

hemos indicado el tipo puede responder al grupo concreto que forma el centro de gravedad,

cuyo alrededor se reparte las desviaciones y apartamientos del tipo mismo, pero no sin

tomar parte de las desviaciones y apartamientos del tipo mismo, pero no si formar parte del

grupo en cuestión.

TIPOS DE DELINCUENTES

1) EL CRIMINAL NATO:

César Lombroso antropólogo y médico Italiano aporto al Derecho Penal y a la

Criminología su Teoría del criminal Nato.

Esta teoría fue criticada severamente, en parte por interpretaciones inadecuadas,

traducciones malas y personas que no aceptan reconocer las verdades y aciertos de sus

estudios. Ciertamente la teoría referida tiene sus aspectos criticables, pero se debe de

reconocer que es el primer estudio científico realizado, el cual aporta interesantes

conclusiones que logran fortalecer al derecho penal y permite el surgimiento de la ciencia

criminológica.

La teoría Lombrosiana del criminal nato se resume de la siguiente forma: Se preocupa

por el comportamiento humano sobre todo por el comportamiento criminal, se decida

Lombroso a estudiar en especial a los criminales de su época. Trato con enfermos mentales

y elaboró una serie de notas de las que extrajo entre otras cuestiones, las características de

distintos tipos de delincuentes, a quienes clasifico de acuerdo con sus caracteres

antropológicos y psicológicos.
En 1871 un acontecimiento viene a producir un cambio radical en la vida de Lombroso

y de hecho, en la historia de la ciencia cuando observa el cráneo de un delincuente famoso

(Villella), observo una serie de anomalías que le hacen pensar que el criminal lo es por

ciertas deformidades craneales y por su similitud con ciertas especies animales.

Lombroso al examinar distintos delincuentes , llego a una conclusión de que el criminal no

es un hombre común si no que por sus característicos rasgos morfológicos y psíquicos ,

constituye a un tipo especial , siendo antropología general según la definición de

Quatrefagues, la historia natural del hombre, la Zoología es la historia natural de los

animales , la Antropología Criminal no es más que el estudio de la variedad humana , de un

tipo particular, es la historia natural del hombre alienado , el criminal según Lombroso

presenta signos de inferioridad orgánica y psíquica :

 Menor capacidad craneana

 Mayor diámetro bizigomático ,

 Gran capacidad orbitaria

 Escaso desarrollo de las partes anteriores y frontales.

 Contrastando con el gran desarrollo facial y maxilar (pragmatismo)

 Abultamiento del occipucio

 Desarrollo de los parietales y temporales

 Frente hundida, etc.

 La insensibilidad moral y la falta de remordimientos

 La imprevisión en grado portentoso

 Una gran impulsividad


Estos son los principales rasgos con los que puede contar un delincuente nato según

Lombrosio. Lombroso al investigar dice que el criminal nato, idéntico al loco moral, con

fondo epiléptico, ser atávico de tipo biológico y anatómico especial.

De aquí pasa a el estudio del delito y la prostitución entre los salvajes , dice que se

prostituyen con mayor facilidad , que viven en la promiscuidad , que cometen fácilmente

homicidio , matando niños , viejos, mujeres, y enfermos, que roban y cuyas penas son

terribles, le llama particularmente la atención al canibalismo por: necesidad, religión,

prejuicios, piedad filial , guerra, glotonería, vanidad, etc.

Compara como muchas de estas actitudes son comunes al tipo del delincuente nato,

comparando a este con un salvaje, al cual le gusta tatuarse es supersticioso, le gustan los

amuletos, prefiere los colores primarios, etc.

Después habla de la teoría del niño que tiene que ver mucho con esta del delincuente nato,

lo cual destruye el concepto del niño como una blanca paloma, al que después se le llamara

perverso polimorfo por Freud, dice que coinciden mucho en:

Cólera, venganza, celos, mentira falta de sentido moral, escasa efectividad, crueldad, ocio y

flojera, caló, vanidad, alcoholismo y juego, obscenidad, imitación.

2) DELINCUENTE LOCO MORAL:

La descripción que Lombroso da de este loco moral son las siguientes:

 Es su escasez en los manicomios , y su gran frecuencia en las cárceles

 Son sujetos de peso de igual o mayor a la normal


 El cráneo tiene una capacidad igual o superior a la normal, y en general no tiene

diferencia con los cráneos normales.

 En algunos casos se han encontrado los caracteres comunes del hombre criminal

(mandíbula voluminosa, asimetría facial, etc.)

 La sensibilidad psíquico− moral es, por lo tanto una sublimación de la sensibilidad

general.

 Se rehúsa a utilizar un tatuaje ya que son astutos y saben que es una aplicación

criminal.

 Son muy precoces o contra−natura, o precedidos y asociados de una ferocidad

sanguínea.

 Son personas antipáticas que no conviven casi con nadie, odian con o sin motivos.

 Es excesivamente egoísta pero a pesar de eso es altruista, aunque solo sea una forma

de perversión de los afectos.

 Es muy vanidoso, es propia de los criminales natos como de los locos morales,

vanidad morbosa, para ser de su vida algo muy elegante.

 Se dice por varios autores que es inteligente ya que todos sus delitos puede

justificarlos.

 Son personas bastante excitables, crueles, indisciplinados, etc.

 Tiene una gran pereza para el trabajo.

 Son hábiles en la simulación de la locura.

 Tanto el nato como el moral datan de la infancia o de la pubertad.


3) DELINCUENTE EPILÉPTICO:

Este tipo de homicidas tiene reacciones violentísimas, en la que después de haber cometido

el delito quedan tranquilos y sin aparentes remordimientos, dice que sienten vértigos en la

cabeza, que les gira o da vueltas.

Ahora Lombrosio encuentra una tercera forma de criminalidad, y hace la analogía del

epiléptico, con el criminal nato, llegando así a la tercera tipicidad.

Las características según Turín en los criminales epilépticos son:

 Tendencia a la vagancia en ocasiones con largas deambulaciones involuntarias.

 Amor a los animales.

 Sonambulismos.

 Masturbaciones, homosexualismo, y depravación

 Precocidad sexual y alcohólica.

 Facilidad y rapidez de cicatrización.

 Destructividad.

 Canibalismo

 Vanidad

 Grafomanía.

 Doble personalidad para escribir

 Palabras o frases especiales

 Tendencia al suicidio

 Tatuajes

 Junto con los locos morales son los únicos que se asocian.
 Simulación de locura o ataque epiléptico

 Cambios de humor

 Amnesia

 Auras

La epilepsia se puede presentar de dos formas:

Epilepsia Real.− es aquella en la que hay ataques , el sujeto cae al suelo , echa espuma por

la boca, tiene 3 movimientos desordenados, y convulsivos, llega a morderse la lengua , etc.

Epilepsia Larvada.− es aquella en la que se presentan los mismos sucesos aunque sin

ataque, estos criminales son más peligroso que los locos morales.

4) EL DELINCUENTE LOCO (PAZZO) :

Lombroso hace una diferencia entre los delincuentes locos y los locos delincuentes, siendo

los locos delincuentes los enfermos dementes, sin capacidad de entender o de querer, que

cometen algún crimen sin saber lo que hacen, en cambio el delincuente loco es el sujeto que

ha cometido un delito y después enloquece en prisión.

Dice Lombroso que además los jueces que dictan las sentencias no conocen nada de

psiquiatría , y son llamados en una idea general como locos criminales , esta es la puerta ir

la que escapan al justo castigo.

Lombroso toma en consideración como casos especiales, tres tipos de delincuente loco: el

alcohólico, el histérico, el mattoide.


a) DELINCUENTE ALCOHOLICO

El caracteriza al delincuente alcohólico, porque el alcohol es un excitante que paraliza,

narcotiza, los sentimientos más nobles, y transforma aun el cerebro más sano.

Lo caracteriza de la siguiente manera: casos degenerativos congénitos, aunque

frecuentemente los adquiridos no solo escasean los caracteres degenerativos, sino ofrecen

muy seguido la vida anterior honestísima.

Extraña apatía e indiferencia, que a veces llega a ser muy violenta.

La embriaguez aguda, aislada da lugar por sí sola, al delito, porque arma el brazo, enciende

las pasiones, nubla la mente, etc.

Tiende al cinismo humorístico y fuertes tendencias el robo, estupro aunque después de esto

llegan a un profundo sueño y quizás hasta la amnesia que si es peor aún puede realizarse un

suicidio. Lombrosio estudia varias formas de alcoholismo como el hereditario, el

complicado con otras enfermedades, el crónico, etc.


CONCLUSIONES

Como nos hemos podido dar cuente en el presente trabajo, hemos visto los tipos de

delincuente que según cada autor son diferentes, algunos los separan por clásicos y

marxistas u otros tienen su forma diversa de clasificarlos.

El marxismo, responsabiliza del crimen a determinadas estructuras económicas, de

suerte que el infractor deviene mera víctima inocente y fungible de aquellas la culpable es

la sociedad.

En la moderna criminología, sin embargo, el estudio del hombre delincuente ha

pasado a un segundo plano, como consecuencia del giro sociológico experimentado por

aquella y de la necesaria supervisión de enfoques individualista en atención a objetivos

politicocriminale
BIBLIOGRAFIA

Criminología – Alfredo Nicéforo – Primera edición 1941

Criminología, dirección de antropología, p.255−269

Criminología, Manzanera Rodríguez Luis, 3era Ed. 1992, Ed. Purrúa, pg.213

Derecho Penal, CED, México 1992, pg10

Lecciones de Derecho Penal, parte general, José Saiz Cantero, 3era Ed. Bosch, casa Ed.

Barcelona, pag, 132.

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