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DESMONTANDO A LIERRE KEITH

Jay Silvey, graduado en bioquímica y especializado en biotecnología

David Díaz, autor de www.respuestasveganas.org

Marc Barqué, responsable de comunicación y prensa de ¿Serás su voz?

INTRODUCCIÓN

El 16 de junio de 2018, el periódico digital El Confidencial publicó una entrevista a Lierre Keith
titulada "La mayoría de veganos lo deja y los que insisten hacen trampas". La señora Lierre Keith
está realizando entrevistas en diversos medios para promocionar la próxima reedición de su libro
“El Mito Vegetariano”, muy bien recibido por el lobby de la explotación animal. Curiosamente la
señora Keith nunca ha sido vegana porque ella misma reconoció que en sus dos décadas de
“veganismo” nunca dejó de comer leche y huevos...

A continuación procederemos a desmontar todas las falsedades que la señora Keith vierte en esta
entrevista en concreto. El argumentario que Lierre Keith usa contra la alimentación vegetariana
estricta (popularmente llamada “alimentación vegana”) y contra el veganismo se resume en estos
cuatro puntos:

1) ÉTICA. Lierre Keith dice que no tenemos el deber ético de practicar el veganismo.

2) SALUD. Lierre Keith dice que la alimentación vegetariana estricta (“alimentación vegana”) es
incompatible con una correcta salud humana y que causa, necesariamente, serios problemas de
salud a largo plazo. Se pone a ella misma como ejemplo de mala salud. La señora Keith también
dice que la gente no sabe leer estudios de nutrición debido a una falta de “formación científica”.
3) MEDIO AMBIENTE. Lierre Keith dice que la agricultura es la primera causa de destrucción del
medio ambiente y que, por lo tanto, la adopción de una alimentación vegetariana estricta
destruye el medio ambiente.

4) JUSTICIA SOCIAL Y HAMBRE. Lierre Keith dice que la adopción de una alimentación vegetariana
estricta no tiene un efecto positivo contra la situación de hambruna que se padece en muchos
países empobrecidos. Tácitamente, está afirmando que la producción de carne no tiene nada que
ver con el hambre en el mundo.

En este artículo vamos a rebatir dichas afirmaciones de Lierre Keith (y a todas las personas que
piensen como ella) desde el punto de vista de la Ética, de la Bioquímica y de las Ciencias
Ambientales, demostrando que:

1) Es un deber ético adoptar el veganismo y por lo tanto adoptar una alimentación vegetariana
estricta.

2) Una alimentación vegetariana estricta es perfectamente compatible con una correcta nutrición
y una salud óptima. Hay una extensa bibliografía científica que avala la alimentación vegetariana
estricta y que es muy clara e inequívoca en sus conclusiones. Al final de este artículo adjuntamos
un anexo de estudios científicos sobre nutrición que la señora Keith debería aprender a leer.

3) La adopción generalizada de una alimentación vegetariana estricta es plenamente sostenible y


beneficiosa medioambientalmente en relación al actual modelo alimenticio rico en productos
ganaderos.

4) La producción de carne condena a hambrunas a los humanos que viven en los países más
empobrecidos del mundo.

1) ÉTICA

Primeramente debemos aclarar que el veganismo no es una dieta. El veganismo es respetar a los
demás, y los demás no son sólo humanos, sino todos los seres que tenemos una conciencia: los
seres sintientes. Los seres sintientes tenemos experiencias e intereses, es decir, cada uno de
nosotros es alguien, no algo. En nuestros intereses está implícita la exigencia de que deben
respetarnos. Cuando dicha exigencia es universalizada, ésta se convierte en la Regla de Oro de la
Ética: “A priori, los intereses no deben ser frustrados”. Dicha norma ética esencial contiene
lógicamente el derecho ético a la salud y a la vida que todos los seres sintientes tenemos, y que
tiene prioridad sobre todo lo demás. Por dicha razón no debemos ser explotados, y tampoco
debemos ser maltratados directamente ni por omisión.
Podemos comprobar que todas las discriminaciones arbitrarias tienen su origen en no considerar
los intereses de alguien esgrimiendo que dicho sujeto “es diferente física o psicológicamente”,
cuando la Realidad es que todos somos diferentes unos de otros y que esas diferencias sólo
implican una diferencia de trato (ajustado a las necesidades de cada uno), pero no una falta de
respeto. No considerar por igual los intereses de quienes no son humanos es una discriminación
arbitraria llamada “especismo”, en analogía al racismo, al sexismo y a cualquier otra
discriminación.

En la entrevista, Lierre Keith dice que “para defender la compasión, la justicia y la sostenibilidad no
es necesario cambiar a una alimentación vegana”. Por lo tanto, según la señora Keith, explotar a
alguien y cortarle el cuello en un matadero es tan “compasivo” y “justo” como respetarle, con lo
cual demuestra hasta qué punto la señora Keith es especista.

Para ser coherentes con la Ética, las personas éticas modifican sus hábitos, dejando de comprar
productos y servicios de origen animal, de la misma manera que rechazan agredir y matar a los
demás. La adopción de una alimentación vegana sólo es una parte necesaria para respetar el
derecho a la salud y a la vida que todos los seres sintientes tenemos. Siguiendo la misma lógica,
también debemos vestirnos sin usar la piel de otros, divertirnos respetando a los demás, etc.

Por lo tanto, cuando la señora Keith dice que “Aunque es cierto que, ante las horribles imágenes
de animales torturados que todos hemos visto, hay motivos suficientes para rechazar la carne,
también es cierto que ese es solo un modelo posible de ganadería” está reconociendo que hay
algo éticamente horrible en la ganadería, pero luego viene a decir que “existe una manera ética de
matar a quien quiere seguir viviendo mediante otro modelo de ganadería”. Esta idea de la señora
Keith es errónea porque es un hecho que cuando se mata a quien quiere seguir viviendo se le hace
un mal, así como se le hace un mal si se le fuerza sexualmente. Por lo tanto no ha existido, no
existe y nunca existirá una manera ética de matar a quien quiere seguir viviendo. Los mataderos
no son éticos, todos los mataderos son lugares donde se cometen actos horribles. Además, los
mataderos no son necesarios para una correcta alimentación, pues existe una alimentación
alternativa basada en Ética: la alimentación vegana, sobre la que hablamos en el siguiente punto y
en el anexo final.

2) CIENCIA Y SALUD

“Para que unos vivan, otros deben morir”.

Le sugeriría a la señora Lierre Keith que volviese al siglo XXI desde la Edad Media. Este tipo de
justificaciones se pueden aplicar a contextos que dudo mucho que busque normalizar. Menos aún
en el campo de la biología, donde la gran mayoría de los organismos vivos de la Tierra, tanto en
cuanto a biomasa activa total como en cuanto a número de individuos se refiere, no practican la
heterotrofia. Pero no solo está algo perdida de planeta, sino de época. Volviendo a nuestra era
actual, e incluso suponiendo vagamente que nuestros sistemas y mecanismos se adecuen a una
dinámica trófica basada en el heterotrofismo prehistórico, contamos con las herramientas
tecnológicas y de producción-distribución que no implican la masacre sistemática de otros. Incluso
sabiendo que estas dinámicas, en sistemas naturales, son causa y efecto de equilibrios
biogeoquímicos clave, nuestro estilo de vida en el sentido que la señora Keith defiende no lleva a
otra cosa más que al colapso de modelos de producción completos, altas tasas de contaminación y
agotamiento de recursos, pérdida de biodiversidad y de ecosistemas enteros, priorización
vergonzosa de logística e investigación en pro de alimentar y tratar a animales de ganado y no a
seres humanos, favorecimiento de patologías crónicas graves y un modelo de pensamiento
antropocentrista que solo nos puede llevar a una selección negativa en el ambiente debido a la no
comprensión de nuestra existencia como parte de la bioesfera.

“Los veganos te ofrecen un modelo perfecto”.

Esto es categóricamente falso. Cualquier antiespecista con un mínimo de formación biológica,


ambiental, política y económica ofrecerá el veganismo como una alternativa más sostenible con
un menor impacto en la integridad dinámica y estructural de nuestra sociedad, nuestro
ecosistema y nuestro organismo. En absoluto es un modelo perfecto y en absoluto habrá
semejante cosa: se busca reducir el impacto en el medio y en sus habitantes en la medida de lo
posible.

“P: ¿En qué consiste esa ignorancia en la que se mueven estas formas de entender la
alimentación?”

De primeras el periodista no goza de demasiada praxis, protocolo y compostura crítica y objetiva


que su oficio debería exaltar. Flaco favor hace dirigiendo la opinión pública antes de que la
respuesta sea formulada. Los intereses son evidentes.

“Puedes seguir el régimen durante algunos años sin notar los efectos, pero si insistes, las lesiones
acabarán surgiendo.”

¿De qué tipo de lesiones está hablando en concreto? ¿renales? ¿craneoencefálicas?


¿cardiovasculares? El concepto “lesión” aplicado al campo de la nutrición y la bioquímica
metabólica no tiene demasiado sentido, como gran parte, sino todo, de lo que dice esta señora.
Aún así, de conocer el mecanismo y la dinámica de la patología molecular concreta, y no explicarlo
para concienciar y prevenir al público, parece algo egoísta e incluso cruel. Asumo que no es mala
persona: asumo que simplemente lo ignora.

“Tu realidad física, en la que tu cuerpo se va destruyendo, no se corresponde con tu manera de


pensar. La realidad es que la mayoría de personas que ha probado a ser vegano ha dejado el
régimen. Pocos aguantan más de tres meses, pero nadie habla de eso. Las grandes figuras del
veganismo mienten. He visto a gente que se estaba desvaneciendo por su dieta y que acababan
yendo a la misma tienda de mariscos donde yo hago la compra”.

Para empezar desconozco cuántas realidades contempla esta señora, pero asumiré que
simplemente es ambigua y disfuncional en terminología y concepto. Insisto en que describa el
mecanismo, desde el molecular hasta el tisular y sistémico pasando por el celular (cascadas
metabólicas y hormonales, secuencias de eventos subcelulares, ejes estímulo-respuesta
conservados evolutivamente, etc), para afirmar que una alimentación baja en moléculas pro-
inflamatorias, hormonas de estrés, productos de desecho metabólico, antibióticos y señalizadores
de muerte celular tienden a “destruir” apocalípticamente el organismo al mismo tiempo que
reducen la predisposición a sufrir enfermedades crónicas como cardiovasculares,
neurodegenerativas, obesidad, diabetes o cáncer, así como alergias, intolerancias y procesos pro-
inflamatorios en general. En cuanto al resto, supongo que tendrá evidencia registrada de lo que
dice. Sobre todo la evidencia de que la mayoría de las figuras veganas del momento acuden a
comprar marisco al supermercado de su barrio.

“Nuestra evolución como humanos se dio sobre todo cuando empezamos a comer animales que
se alimentan de hierba. De este modo, mientras nuestro cerebro se hizo más grande, nuestro
sistema digestivo se redujo.”

Podemos comprobar cómo en pleno siglo XXI la evolución sigue sin terminar de ser comprendida.
Sin referencias antropológicas de especie de homínido, no podemos saber en qué momento la
especialista en biología considera o no humano a un mamífero bípedo. Podemos imaginarnos
cualquier cosa. De un modo u otro podemos decirle a la prolífica señora Keith que el lamarkismo
se desestimó por el darwinismo y actualmente por el neodarwinismo hace siglos recién se
propuso: comer animales que se alimentan de hierba no tiene ningún tipo de impacto en el
individuo, haciéndolo crecer o atrofiar un órgano u otro de forma que, para colmo, sea
transmisible generacionalmente. En todo caso, el cocinado de la carne pudo haber hecho
innecesaria una dinámica y estructura craneal desarrollada y robusta de músculos risorio,
depresor del ángulo de la boca, cigomáticos mayor y menor o temporal. Esto para nada atrofiaría
los músculos de individuos concretos: sería un elemento de selección natural donde aquellos
individuos con menor desarrollo, pero con el suficiente como para llevar a cabo una masticación
funcional, se vieron favorecidos en cuanto a rendimiento y eficiencia energética se refiere. Lo
mismo aplicaría al intestino o cualquier otro órgano, que no se vería alterado como órgano de
especie porque individuos concretos ejecuten uno u otro comportamiento, sino porque individuos
con unas características fenotípicas dadas se vieron selectivamente favorecidos para transferir su
genotipo generacionalmente dado un estímulo ambiental o un comportamiento que actúa como
agente de selección. La falacia del cerebro más grande por comer carne es algo desestimado no
solo desde primaria, sino desde párvulos: la selección positiva tendría lugar en aquellos individuos
que mejor supieron integrar el lenguaje articulado más complejo posible, así como la memoria
técnica-espacial y la sofisticación neuromotora, la capacidad de seguir rutas migratorias, de
establecer referencias de orientación espacial y temporal, de orquestar estrategias de caza y
mutilación, elaborar trampas, optimizar y llevar a cabo la especificación de útiles, expandir el
arsenal de técnicas y protocolos de actuación para mil y una situaciones en el grupo y,
obviamente, la capacidad de transmitir estos conocimientos y enriquecerlos sistemáticamente. Sin
caer en el lamarkismo, pues estas dinámicas no hicieron crecer ningún cerebro, un estilo de vida
semejante que estimulaba el cerebro de esta manera sólo podía ser llevado a cabo con éxito por
los individuos que contaban con la mejor predisposición genética y conductual para integrar las
adaptaciones fisiológicas pertinentes, de entre los hijos de los cuales solo los mejor adaptados
transferirían dicha predisposición con mayor éxito y frecuencia y así sucesivamente. De esta
forma, no sería el consumo de carroña lo que estimuló ni el cerebro ni la selección de cerebros
más complejos y de pensamiento cada vez más técnico y abstracto: lo fue el compendio de
estrategias teóricas y prácticas en continua optimización, memoria y transmisión para conseguir y
hacer más eficiente el consumo de carne.

“El 25% de nuestra energía va a parar a nuestro cerebro y para que este órgano trabaje como debe
necesita grasas y proteínas.”

Esto es categóricamente falso: todo órgano está formado por tejidos que a su vez están formados
por células que requieren de fuentes de energía química y fuentes de carbono, pero no necesitan
proteínas ni lípidos ni carbohidratos ni ácidos nucleicos. Nuestro cerebro requiere, como el resto
de nuestro organismo, de acetil-CoA que incorporar al ciclo de los ácidos tricarboxílicos. En este
ciclo metabólico se obtiene poder reductor en forma de NADH y FADH2 con el que llevar
electrones a la cadena de transporte electrónico mitocondrial. Finalmente, se logra así producir la
energía química mencionada, en forma de ATP, por medio de una ATPasa incorporada a la
membrana interna mitocondrial que acopla el paso de protones a favor de gradiente químico
hacia la matriz a la fosforilación de una molécula de ADP. El ciclo de los ácidos tricarboxílicos
también permite obtener aminoácidos como el alfa ceto glutarato y ácidos como el citrato o el
oxalacetato, sirviendo de punto de confluencia multidireccional con metabolismo de
carbohidratos, de proteína y de lípidos. Esta fuente de acetil-CoA puede proceder de la b-
oxidación de ácidos grasos a acil-CoA y de nuevo a acetil-CoA, de la oxidación de piruvato
procedente de la glucólisis o de la descondensación de cuerpos cetónicos como el beta
hidroxibutirado en estado de cetosis. Ni siquiera el oxígeno es tan intuitivamente fundamental
como lo parece ser a nivel macroscópico: el O2 sólo es un aceptor de los electrones, que se reduce
a agua, transportados por el NADH y el FADH2 producidos en el ciclo de los ácidos tricarboxílicos.
Tras ser incorporados a la cadena de transporte electrónico donde permiten actuar a los
complejos I, III y IV como bomba de protones para generar un contragradiente que la ATPasa
también mencionada alivia para producir ATP, los electrones son recibidos por moléculas de O2.
Pero ni el cerebro ni nadie necesitan ninguna entidad macromolecular, y menos aún polímeros
como la proteína. Como fuente de carbono necesitaría en todo caso cadenas de carbono que
pueden proceder de aminoácidos, ácidos grasos o monosacáridos, pero también de moléculas no
monoméricas reales como alcoholes como el glicerol y ácidos de cadena corta como el acetato.

“Con una dieta basada en alimentos de origen vegetal no estás consiguiendo ni grasas ni
proteínas. Lo único que tienes es un montón de azúcar. Llámalo carbohidratos complejos, si eso te
hace sentir mejor, pera cada molécula de esos carbohidratos acabará convirtiéndose al final en
azúcares simples. Así que lo que comes es azúcar, azúcar y más azúcar.”

Esto es categórica e intuitivamente falso. Para empezar, una alimentación vegetariana estricta no
se basa en productos de origen vegetal: se basa en productos de origen no animal, por lo que no
solo incluye toda la variedad de productos vegetales, sino fúngicos como setas y levadura
nutricional, algas como nori o wakame y cianobacterias como spirulina. Quizás empiece a tener
sentido que esta señora estuviese enferma por cuestiones nutricionales si solo se alimentaba a
base de manzanas y apios. Desconoce, supongo, que las grasas son el formato molecular más
frecuente de lípidos en animales, con ácidos grasos fundamentalmente saturados y de
consistencia sólida a temperatura ambiente, mientras que los aceites lo son en las especies no
animales, con ácidos grasos fundamentalmente insaturados y consistencia líquida a temperatura
ambiente. Ignora, obviamente, que el porcentaje de ácidos grasos, ya sea poliinsaturados o
saturados, es de hasta 60% en frutos secos y semillas, por no hablar de un 98% en aceites de
diversas fuentes vegetales. También están presentes de manera significativa en gran variedad de
frutas, legumbres y cereales, revisable con una búsqueda mínima que a Keith parece no serle
prioritario a la hora de influir en el hábito de consumo de la población, asumiendo supongo las
responsabilidades que eso conlleva. Con las proteínas la señora Keith se deja aún más en
evidencia: cereales, frutos secos, semillas y legumbres son las principales fuentes de proteína
vegetal en un rango comprendido desde los 8-10g hasta los 23-30g por cada cien gramos. Esto sin
contar alimentos no vegetales, donde mencionados como la levadura llega a los 50g e incluso la
spirulina a los 67g de proteína por cada cien gramos de alimento. La falta de conocimiento mínimo
y la poca importancia que le da a pronunciarse en público sin revisar una base establecida ya como
cultura general nos permite entender que esta persona estuviera tan sumamente enferma como
consecuencia de su propia falta de atención y responsabilidad con su propia salud. En los
alimentos mencionados como fuente de lípidos y proteína, obviamente los carbohidratos no
constituyen ni la mitad del porcentaje en masa. De modo que la alimentación vegana no se basa
en carbohidratos a menos que se busque de manera intencionada bajo un fin que ignoro. Lo que
también ignora la señora es que se puede ser vegan y llevar una dieta Atkins rica en proteína, una
cetogénica rica en lípidos, una high carb rica en carbohidratos o un protocolo de ingesta basado en
ayunos. Visto lo visto, parece cada vez más incomprensible que le hayan publicado un solo libro.
Cosa que resulta dramática a nivel de criterio y profesionalidad editorial, pudiéndose efectuar una
reflexión sobre el grado de ignorancia ya no científica, sino culinaria mínima en el mundo
occidental. Lo que explica que diferentes páginas diesen difusión a sus palabras.

“El ser humano ha evolucionado para no comer azúcar. Nuestro cuerpo no lo maneja bien, no
tenemos una manera de metabolizarlo que sea saludable.”

Hasta aquí nada relativamente pecaminoso comparado con lo anterior.

“Si sigues, sin embargo, una dieta con una presencia destacada de grasas y proteínas, el azúcar en
sangre se vuelve más estable y el cerebro trabaja mejor.”

Poco ha durado. El azúcar, aparte de ser un término ambiguo, no es un isótopo radiactivo. La


estabilidad del azúcar es la misma sin importar la presencia de lípidos y proteínas en la ingesta. No
sé si la señora en cuestión quería referirse a los niveles de glucosa en sangre o la tendencia a ciclar
de determinados monosacáridos. Su incompetencia terminológica da para mucho sin llegar a
ningún lado. La presencia de más o menos ácidos grasos solubles y de aminoácidos en sangre no
altera la estructura y dinámica de carbohidratos ni su metabolismo. A la inversa sí: a mayor
glucosa en sangre mayor insulina secretada y menor tendencia a metabolizar lípidos como fuente
de energía. Del mismo modo al contrario, pudiéndose llegar al estado metabólico y hormonal de
cetosis tras un mínimo de 15-18h sin comer, estado en el que se usan los ácidos grasos como
fuente de acetil-CoA en el hígado para producir cuerpos cetónicos. El cerebro “trabaja” mejor,
efectivamente señora Keith, con menores niveles de “azúcar”, aunque esto es especialmente
representativo bajo estados metabólicos absolutos de privación de alimento y cetosis, no por
tener una dieta baja en carbohidratos. A menor glucosa menor producción de glutamato, un
aminoácido no esencial neurotransmisor responsable de la excitotoxicidad que no solo produce
oxidación de membranas y cambios de conformación en proteínas transportadoras y receptores,
sino que sus niveles son determinantes a nivel patológico en alteraciones neurológicas
importantes desde déficit de atención y hasta epilepsia por ser neurotransmisor de neuronas
excitatorias. Casi, pero lamentablemente insuficiente como siempre, tiene razón en un punto. Solo
sería relevante esta ingesta de lípidos y proteína con una cetogénica estricta que una dieta
convencional, basada en productos de origen animal o no, no puede permitir.

“Tus neurotransmisores necesitan las proteínas. Por ejemplo, el cuerpo no produce triptófano por
sí mismo. El triptófano es el precursor natural de la serotonina y no hay buenas fuentes vegetales
que lo contengan. Solo puedes obtenerlo a través de esas proteínas, por lo que si las eliminas,
también eliminas la serotonina.”
Volvemos a lo mismo pero aún más rocambolesco. Mis neurotransmisores no necesitan nada
porque son aminoácidos y no tienen necesidades. Ni sienten ni padecen. Las proteínas, como
flagrantemente ignora, son secuencias concretas de aminoácidos dispuestos en una conformación
tridimensional dada a través de enlaces covalentes como los puentes disulfuro y no covalentes
como las interacciones electrostáticas e iónicas, adquiriendo una solubilidad dada en medio
acuoso en su conformación nativa, aquella en la que dichas proteínas son activas bien
estructuralmente, mecánicamente o químicamente. De manera anecdótica, el origen de los
aminoácidos en la Tierra es tanto extraterrestre abiótico a través de su diseminación desde
meteoritos como terrestre biótico a través de los primeros organismos fijadores de nitrógeno:
bacterias y, mucho más adelante, relaciones planta-bacteria (rizobios) en las leguminosas. Lo único
que hacemos los animales es, por tanto reciclar aminoácidos ajenos para producir nuestras
propias proteínas. Dicho de otra manera: las proteínas terrestres, como entidad macromolecular
cuya síntesis tal y como la conocemos requiere de otras proteínas, son todas de origen no animal.
Apunte anecdótico a parte, todo organismo necesita aminoácidos para sintetizar sus propias
proteínas. De éstos, un cierto número son sintetizados de manera endógena, los no esenciales, y
otros son requeridos de obtener por ingesta o aportación exógena, los esenciales. Con estos
aminoácidos, cada organismo sintetiza sus propias proteínas en los ribosomas tanto solubles en el
citoplasma como en las paredes del retículo citoplasmático de la célula. Pero ningún organismo
que consuma materia biológica ajena necesita proteínas, puesto que 1) las proteínas de especies
ajenas no son útiles interespecie 2) de serlo sería irrelevante porque no pueden mantener su
conformación activa tras la actuación de cambios bruscos de pH y de enzimas proteolíticas y 3)
porque tampoco podrían, en animales, atravesar las vellosidades intestinales e ingresar al torrente
sanguíneo debido a que 4) no hay transportadores de proteínas, sino de aminoácidos y 5)
inducirían una hiperproteinemia en sangre que, aparte de desencadenar una respuesta alérgica
letal al tratarse de proteínas no solo no propias de la sangre sino exógenas, podrían llegar a
producir cuerpos precipitados, puesto que no todas las proteínas serían solubles en las
condiciones químicas de la sangre, induciendo obstrucciones del flujo sanguíneo y con ello
isquemias e infartos. Parece que la forma de incorporar aminoácidos a las células desde las
proteínas de la ingesta, en cuanto a secuencia de eventos, es la que es y no otra por varios
motivos claros. Volviendo al drama existencial de la vida de los neurotransmisores que necesitan
proteínas, éstos son aminoácidos como el glutamato, la glicina o el GABBA, ésteres como la
acetilcolina o moléculas inorgánicas como el óxido nítrico NO. La serotonina, un neurotransmisor
del grupo de adrenérgicos y en concreto de las indolaminas como la metionina, se sintetiza en
neuronas serotoninérgicas a partir del 5-hidroxitriptófano, que a su vez es una modificación del
triptófano, aminoácido ciertamente esencial, a través de la actuación enzimática secuencial de una
hidrolasa y una descarboxilasa. Hasta aquí Keith no está equivocada. Pero de nuevo vuelve a fuego
para continuar en su línea de incompetencia a fin de no decepcionar al espectador. Si bien el
triptófano es un aminoácido esencial, decir que las fuentes vegetales no son suficientes o
inaccesibles es no solo tosco y bruto, sino falso. De entre las fuentes no animales de triptófano
caben destacar frutas como el plátano, la piña, el aguacate o la ciruela; frutos secos como las
almendras, las nueces, los dátiles, los pistachos o los anacardos; cereales integrales como el arroz
y la avena; verduras y raíces como los berros, las espinacas, la remolacha, el brócoli o la zanahoria;
semillas como de sésamo, de girasol o de calabaza, legumbres como los garbanzos, las habas y las
lentejas; y microorganismos como la levadura de cerveza y la cianobacteria spirulina. O una de
dos, o la señora Keith ignoraba todos estos alimentos y por ello estaba enferma y moribunda, o
simplemente no ha hecho un mínimo de revisión en cualquier fuente de nutrición y metabolismo.
De necesitar 1000-1500mg de triptófano al día, 100g de soja, de pistachos, de alubias, de
almendras y de lentejas aportan hasta 1600mg. Sobran los comentarios.

“La soja no es realmente un alimento. Los humanos no la digerimos bien, a no ser que se utilice
como condimento fermentado, que es como se toma en Japón. ¿Emplearla como fuente de
proteínas? Nadie en la historia de la humanidad lo ha hecho nunca.”

La carroña no es realmente un alimento, al igual que los huevos. Le leche de vaca tampoco es un
alimento para humanos y menos aún tras el periodo de lactancia, pues para colmo produce
intolerancias y alergias en el 75% de la población del planeta. Su criterio no parece ser esgrimido,
para sorpresa de nadie, con demasiada estrategia. De un modo u otro, la población caucásica
tolera el trigo sin problemas digestivos representativos exceptuando celíacos, mientras la oriental
lo hace de igual manera con la soja. Señalar que la civilización china lleva más de 5.000 años
alimentándose de soja. Pero según Keith a nadie se le ha ocurrido nunca usarla como alimento.
Decir que los humanos no la digerimos bien es nuevamente, aparte de etnocéntrico occidentalista,
falso. Aunque puede estar tranquila: la soja no es la base nutricional de ningún vegano y ni
siquiera todos los veganos la consumen. Huele a la legua que esta señora no sabe mucho de
veganismo ni se ha movido demasiado en círculos veganos. Sobre los antinutrientes también dice
medias verdades y mentiras enteras. Son mecanismos moleculares desarrollados por especies
fundamentalmente vegetales que inhiben la actuación de enzimas o dificultan la absorción de
minerales por parte de sus ingestantes. Ahora bien y como bien dice Keith, llevamos 10.000 años
de actividad agrícola y, de un modo u otro, de domesticación y selección artificial de especies de
consumo. No sólo hemos seleccionado aquellos organismos de cada especie que menos
problemas puedan ocasionarnos y más beneficios puedan aportarnos, sino que gozamos de una
técnica primitiva pero relativamente eficiente denominada cocción. Por no hablar del uso de
microorganismos para efectuar procesos fermentativos. No obstante, no todos los antinutrientes
son “armas químicas” como fantasea la señora, pues moléculas como los isoflavonoides y los
polifenoles tienen efectos antioxidantes y antiinflamatorios en nuestro organismo. Por esa regla
de tres, habría que erradicar el consumo de vino y aceitunas y dudo mucho que esto tenga gran
acogida en un país como desde el que le escribimos. Los antinutrientes de cereales, frutos secos y
legumbres son retirados, como veo que ignora, al contacto con el agua: la actividad de agua del
medio es un indicador de germinación. De esta forma, no solo se dejan de producir antinutrientes,
sino que se limpia el alimento de éstos al eliminar el agua en los que han sido hidratados. Le
comunicamos que puede estar tranquila desde hace miles de años. Sospechosamente, le vemos
poco activa y preocupada a la hora de comunicar los problemas de salud que los productos de
origen animal pueden ocasionar a la salud o cómo de adaptados estamos los seres humanos como
especie para depredar animales y procesar sus tejidos. Espero leerlo algún día. Aunque con un
poco más de base, rigor y decencia.
“Algunos de los problemas de salud que arrastraba mejoraron, otros se solucionaron por
completo, como mi depresión, o los que afectaban a mis órganos reproductivos. Tenía una piel tan
seca que dolía. En cuanto incorporé la grasa animal a mi dieta pude, por fin, doblar mis hombros y
mis rodillas sin que aquello fuera un calvario.”

Es intrigante que Keith hable de aminoácidos esenciales, pero no de ácidos grasos esenciales. Lo
importante en todo esto es la relación entre ácidos grasos de la ingesta, pues unos u otros tienen
un impacto claro en el perfil pro o antiinflamatorio del organismo y el balance final del efecto neto
de la actuación de prostaglandinas, tromboxanos y leucotrienos vendrá dado por este balance de
ingesta. Alimentos ricos en omega-6 se asocian con un aumento en la incidencia de las
enfermedades inflamatorias como las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes, la obesidad,
enfermedades autoinmunes, así como asma y depresión. Nuestros ancestros consumían
aproximadamente unas proporciones de omega3:omega6 de 1:1 o 1:2 respectivamente. La dieta
estándar actual, en promedio, tiende a una proporción 1:15 o incluso 1:30, bastante común en
Estados Unidos y Argentina, países ampliamente conocidos por su elevado consumo de productos
de origen animal y de carne en concreto. En cambio, las recomendaciones oficiales apuntan a que
la relación correcta entre debería ser de 1:5 o inferior. Esto podría ser preocupante para las
personas que consumen grandes cantidades de productos animales como carne, embutidos y
lácteos de producción intensiva, así como de altos niveles de aceite de girasol y procesados de
soja. Keith se recuperó milagrosamente de afecciones inflamatorias retirando el consumo de
ácidos grasos poliinsaturados antiinflamatorios (frutos secos, semillas, aceites, frutas y verduras) y
sustituyéndolo por el de ácidos grasos saturados proinflamatorios (sebo de animales muertos). Sin
comentarios de nuevo.

“Al final de mi etapa como vegana, mi columna vertebral estaba destrozada -ya tenía
espondiolosis con dieciocho años, un instante de la vida en que debería haber estado con el
máximo de energía-, así me que me pasaba la vida tirada en el sofá. Ahora puedo caminar durante
al menos media hora.”

Esta historia, si bien es fantástica en todos los sentidos de la palabra, resulta un tanto sospechosa:
una dieta vegetariana estricta no produce espondilosis (no espondiolosis), sino que lo produce el
envejecimiento, las posiciones sostenida durante largos periodos de tiempo y los malos hábitos
posturales, los ejercicios de alto impacto en la columna que dudo que haya realizado nunca y
ciertas anomalías genéticas que afectan al metabolismo y estructura ósea de la columna. Y como
no es necesario un máster para saber que un hábito de vida sedentario obviamente trae
problemas graves de movilidad y fuerza física, su estado de salud y funcionalidad se veían
recíprocamente afectados por cuestiones que difieren ámpliamente de la alimentación. Invitamos
a la señora Keith a que utilice el tren inferior de su cuerpo para algo más que para calentar el sofá
si tan mejor se encuentra después de comer bacon y tortilla con un vaso de leche. No obstante,
efectuar una búsqueda mínima bibliográfica tanto de consulta como de revisión no requiere de
una dinámica locomotora atlética y es algo que podría haber hecho sin moverse del sofá evitando
así tal ingente ridículo. Si ha podido escribir un libro, también pudo haberse informado sobre lo
que implica y requiere de hacerlo con criterio. También le invitamos a activar su detección de
mentiras no sólo para los veganos que van a comprar marisco al supermercado de su barrio, sino
con ella misma, y efectuar una mínima autocrítica sobre el grado y dedicación de formación y
preparación en su discurso, así como la responsabilidad que ha tenido como agente en su
disfuncional estructura y dinámica como ser humano.

3) MEDIO AMBIENTE

La señora Keith afirma que “la agricultura es la práctica humana más destructiva”. Sin embargo,
cualquier persona mínimamente formada en el tema sabe que la agricultura es una de las formas
más demandantes de recursos tanto hídricos como de área de cultivo. Y la demanda reciente y
actual lleva a una deforestación masiva de terreno boscoso, como es el caso de la selva del
Amazonas. En cualquier caso y como bien dice esta señora, ha sido un grave problema desde hace
miles de años: miles de años en los que el motivo no ha sido una demanda de biomasa vegetal
para consumo humano vegano, sino de biomasa vegetal para cebado de animales para consumo
humano no vegano, incluyendo terreno de pastoreo para ganadería extensiva. De modo que
empezamos pronto y mal: el impacto de la agricultura hasta el día de hoy no se debe ni histórica ni
económicamente a la población vegana, sino a la población no vegana. Para más inri, desconozco
el grado de intuición de la señora en cuestión, cuando considero evidente que animales de más de
400kg consumen mayor biomasa vegetal que animales de 60-80kg. Efectivamente, usar 16kg de
cereal y 10.000L de agua para producir 1kg de carne de vacuno resulta bochornosamente
ineficiente. Considere esas cantidades para abastecer a la población general. No basta con saber
que la agricultura daña el ecosistema: hay que aplicar cuál es la principal demanda y cuál el
principal consumo de dicha producción. Países como Guatemala y Etiopía tienen altas tasas de
malnutrición infantil, pero son de los principales exportadores de cereal de su región: los recursos
agrícolas van destinados a cebar animales en occidente para consumo occidental americano y
europeo.

En efecto, la agricultura es una actividad que fuerza el suelo y puede llegar a agotar la capacidad
de un terreno para dar alimentos. Además, para crear campos de cultivos es necesario arrasar
espacios salvajes. Sin embargo, esta práctica es necesaria para la subsistencia humana, puesto que
de los alimentos vegetales obtenemos todos los nutrientes que nuestro organismo necesita.
Debemos cultivar para sobrevivir. También es cierto que el actual modelo de agricultura industrial
está devastando amplias zonas vitales para la supervivencia del ecosistema mundial, como por
ejemplo la Amazonia. Pero la señora Keith está obviando, por ignorancia o por mala fe (o ambas
cosas), y queremos reiterarlo, que la mayor parte de la agricultura mundial, actualmente, no se
destina a consumo humano, sino a la fabricación de piensos para alimentar a los animales
explotados en ganaderías. Es la llamada “agricultura animal”, cuya devastación medioambiental es
extremadamente agresiva. Por ese motivo, muchas entidades ecologistas señalan que, para poder
preservar el medio ambiente, es necesario que la población mundial consuma menos alimentos de
origen animal y base su dieta en productos de origen vegetal. Por supuesto, ofrecemos nuestras
fuentes de información (algo que la señora Keith no hace en ningún momento). Cabe recordar que
los piensos ganaderos se fabrican, fundamentalmente, con soja centroamericana y con cereales
africanos, y que debido a esto, la producción de carne está íntimamente ligada a las hambrunas
que se dan en países pobres (cuestión que la señora Keith parece desconocer, o bien que obvia
deliberadamente, y que desarrollaremos más adelante).

Actualmente, la ganadería (tanto por el gasto en recursos del mantenimiento del ganado como
por la ya mencionada agricultura animal) está provocando la saturación de las tierras y el
agotamiento de los recursos hídricos del planeta (http://www.worldwatch.org/peak-meat-
production-strains-land… y https://academic.oup.com/bioscience/article/54/10/909/230205),
puesto que el gasto en agua sólo para producir vegetales para consumo humano es menor que el
gasto en agua para producir vegetales que alimenten el ganado, además del agua que debe
consumir ese ganado. También está afectando seriamente a la biodiversidad: la ganadería es la
principal responsable de la extinción de especies silvestres (http://www.sciencemag.org/…/meat-
eaters-may-speed-worldwide…).

¿Seguimos? La ganadería también emite más cantidad de gases de efecto invernadero que los
transportes (http://www.fao.org/newsroom/en/news/2006/1000448/index.html), puesto que
además de todo lo emitido por la agricultura animal, hay que sumarle el metano que produce el
ganado.

La práctica ganadera es, además, la principal causa de la destrucción de la Amazonia


(http://archivo-es.greenpeace.org/…/impacto-de-la-ganader-a…/), no sólo porque requiere
enormes hectáreas para pasturaje, sino porque la mayoría de piensos ganaderos se fabrican, entre
otras cosas, con soja cultivada en esa zona del planeta. La señora Keith llegó a afirmar que la soja
se cultiva para las personas veganas. No entendemos cómo tantas personas pueden tomarse en
serio a alguien que afirma tales barbaridades. No hay tanta gente vegana como para tener que
cultivar soja arrasando la Amazonia. De verdad la señora Keith no ve que eso no cuadra por ningún
lado? Suponiendo que la soja se produjese específicamente para el colectivo vegano....¿abastecer
de soja a menos de un 1% de la población mundial requeriría deforestar la Amazonia? Señora
Keith: ¿tan ignorante cree que es su público?

Por todo ello, adoptar una dieta pobre en alimentos animales (y, por lo tanto, en mayor medida
una totalmente libre de ellos) es beneficioso para el medio ambiente, ya que ahorramos agua,
liberamos tierra cultivable, reducimos la emisión de gases de efecto invernadero (metano, CO2,
óxido nitroso, amoniaco, etc.), y la generación de residuos (como los purines, que contaminan las
reservas de agua potable), etc: https://link.springer.com/article/10.1007/s10584-008-9534-6 ,
https://www.nature.com/articles/ncomms11382 ,
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24898222.

En conclusión, seguir una alimentación vegetariana estricta es perfectamente sostenible y,


además, es más beneficiosa para el medio ambiente que las actuales dietas ricas en productos
animales, puesto que requiere de menos agua, menos tierra cultivada, emite menos gases de
efecto invernadero y genera menos residuos (está exenta de purines). Según un reciente estudio
(https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5522483/) , abandonando la carne, los lácteos y
loa huevos, disminuimos nuestras emisiones de CO2 diarios de 4 kg a 2,25 kg, el agua consumida
diariamente de 3,1 kl a 2,1 kl, y reducimos la tierra cultivable explotada diariamente de 25 m2 a 15
m2. Repetimos: esto diariamente. Imaginémonos anualmente.

Incluso la ganadería extensiva, al estar dedicada a abastecer el mercado, es una de las causas
principales de degradación ambiental, puesto que necesita una enorme extensión de tierra para
mantener una productividad adecuada (https://es.mongabay.com/…/la-ganaderia-extensiva-esta-
acab…/). De todos modos, aunque existiese algún modelo de ganadería hipotéticamente
sostenible medioambientalmente, seguiría siendo éticamente inaceptable, porque la ganadería
nunca es ética, lo hemos explicado antes. Una alimentación vegetariana estricta es ética y
sostenible, y ésa debe ser la opción alimenticia que una persona debe elegir si quiere ser
congruente con la Ética.

4) JUSTICIA SOCIAL Y HAMBRE

En el punto anterior ya demostramos que el impacto ecológico de una alimentación vegetariana


estricta es muchísimo menor que el impacto ecológico de una alimentación no vegetariana.
Asimismo, la alimentación vegetariana es muchísimo más eficiente. Ya en 1965, se publicó el libro
”Proteins: Their Chemistry and Politics”, en el que el Dr. Aaron M. Altschul señaló que, en unidades
calóricas por hectárea, una alimentación a base de cereales, verduras y legumbres puede
alimentar a un número de humanos veinte veces mayor que una alimentación a base de carne. Por
lo tanto, adoptar una alimentación vegetariana estricta es necesaria para reducir los daños y el
agotamiento del medio ambiente, del cual dependen para subsistir los humanos más pobres, y
ciertamente todos nosotros.

La señora Keith dice en su entrevista que “Los veganos te ofrecen un modelo perfecto: basta
cambiar un factor tan elemental como la dieta y solucionaremos los problemas de aquellos que
mueren de inanición”... Si alguien está muriendo de inanición ¿la señora Keith no ve que ese es el
problema de esa persona? ¿a qué otros problemas se refiere?... Existen humanos que mueren de
inanición porque no tienen dinero para comprar suficiente comida, ni propiedades para
intercambiarlas por ésta. Por lo tanto el origen del hambre es económico y, consecuentemente, es
un problema político; tanto de la política de esos países empobrecidos, como de las políticas de la
comunidad internacional. La Política son normas sociales que deben estar basadas en la Ética, sí,
esa Ética que rechaza la señora Keith y la mayoría de la sociedad. Por esta razón no se hacen
políticas efectivas contra el hambre, sino efectivas para el beneficio económico de unos pocos, por
eso se permite que “mueran” (realmente son asesinados) humanos por inanición, cuyas vidas a
muchos les importan tanto como les importan las vidas de los animales no humanos que son
víctimas del consumo: nada.
Las sociedades humanas actuales dan prioridad a la alimentación de los animales explotados en las
granjas, sobre la alimentación de los humanos pobres que mueren de hambre. Esto ocurre por una
pura cuestión de beneficio económico, pues ese es el que rige las sociedades liberales y a su
sistema económico capitalista.

Pero es muy importante darse cuenta de que el problema del hambre no es sólo económico, sino
también de disponibilidad de recursos. De nada sirve tener dinero si no hay suficiente para todos…
Vivimos en un mundo con unos recursos finitos y que dependen del clima. Cuando la oferta de una
materia prima escasea, los precios de ésta se disparan y sólo los más pudientes pueden comprarla.
Esto mismo es lo que ocurre con los precios de los cereales y de la soja.

En el punto anterior ya demostramos que la razón del elevado consumo de cereales y de soja es
de la producción de piensos para alimentar a los miles de millones de animales que son explotados
para producir carne, leche y huevos. El problema de la elevada demanda de cereales y de soja se
complica con la especulación de los precios de estas materias primas y se convierte en catástrofe
humanitaria cuando llega una sequía, pues se reduce la oferta y entonces los precios de los
alimentos suben aún mucho más. La consecuencia de esto es que los humanos más pobres no
tienen suficiente dinero para comprar la cantidad de cereal que necesitan para sobrevivir y por lo
tanto “mueren” de hambre. Entonces en la televisión nos “informan” de las “hambrunas” que hay
en África, como si el consumo de carne en los países ricos no tuviera nada que ver con eso. Como
es lógico, este problema se reduciría enormemente si se adoptara masivamente una alimentación
vegetariana estricta, pues habría mucha menos demanda de cereales, por lo que los precios
bajarían mucho y ya no sería tan fácil especular con ellos. Nada de esto cuenta la señora Keith en
su entrevista.

En el año 2002, el economista Jeremy Rifkin en un artículo titulado “Ante una auténtica crisis
alimentaria global” ( https://elpais.com/…/2…/06/10/opinion/1023660008_850215.html ) nos
advertía de que los hábitos alimenticios de Occidente (basados en alimentos de origen animal)
eran una de las causas de las terribles hambrunas africanas. La tierra de África es trabajada por
africanos, pero es propiedad de empresas multinacionales occidentales, que son las que venden
todas esas toneladas de grano etíope, mozambiqueño, etc. a otras empresas para que fabriquen el
pienso destinado a engordar los animales que se explotan y matan en los países ricos para
producir carne (destinada a esos países ricos; no a los pobres). Nos decía el propio Rifkin: “Es
terrible que un 80% de los niños hambrientos en el mundo vivan en países con excedentes
alimentarios, la mayoría en forma de piensos para animales que, a su vez, sólo serán consumidos
por los más ricos”. Por esta misma razón, Phillip Wollen afirmó en uno de sus mejores discursos (
https://youtu.be/nhnWB4heVHs) que “comer carne es dar una bofetada en la cara de un niño
africano hambriento”.
Al final de la entrevista, la señora Keith reconoce que “El problema real es que, quizás, somos
demasiados seres humanos” y que eso llevará a la civilización humana al colapso. Estamos de
acuerdo en que la población humana debería ser muchísimo menor que los 7623 millones de
humanos (y creciendo) que existen en la fecha en la que se publica el presente artículo, pero ese
es otro problema que podemos abordar en otra ocasión. Lo cierto es que existen demasiados
humanos y por lo tanto, mientras buscamos una solución para eso, estos deben producir el menor
impacto posible en el medio ambiente para así perjudicar lo menos posible a los demás. Ya vimos
que, en lo referente a la alimentación, el menor impacto medioambiental se consigue mediante
una alimentación vegetariana estricta, que es la única propuesta realista y ética.

No hace tantos años, en junio de 2010, el periódico «The Guardian» publicó un artículo titulado
”UN urges global move to meat and dairy-free diet” en que el que se advertía de que «un cambio
global hacia una dieta vegana es vital para salvar al mundo del hambre, la escasez de combustible
y los peores impactos del cambio climático». El artículo hace referencia a un informe de la ONU
titulado ”Assessing the environmental impacts of consumption And production. Priority Products
and Materials”, publicado ese mismo año. Dicho informe de la ONU nos advierte de que “Se
espera que los impactos de la agricultura aumentarán sustancialmente debido al crecimiento de la
población y al creciente consumo de productos de origen animal. A diferencia de los combustibles
fósiles, es difícil buscar alternativas: la gente tiene que comer. Una reducción sustancial de los
impactos sólo sería posible mediante un cambio sustancial en la alimentación en todo el mundo,
lejos de los productos de origen animal”. La conclusión es clara: el consumo de productos de
origen animal aumenta el impacto negativo de la agricultura. La solución también es clara:
debemos dejar de consumir productos de origen animal para reducir dicho impacto. Tome nota,
señora Keith, y deje de ser una irresponsable.

Quien esté interesado en la relación carne-hambre puede encontrar más datos en el artículo “El
veganismo no ayuda a reducir la pobreza”, ( https://www.respuestasveganas.org/…/argumento-
veganismo-no-… ) que es actualizado periódicamente.

5) ANEXO BIBLIOGRÁFICO:
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1790053177699259&id=906938746010711

Artículo también disponible en https://www.respuestasveganas.org/…/respuesta-lierre-keith-…


Esta es una farsa montada para desprestigiar al veganismo, seguramente, pagada por las
industrias de la explotación que afectados sus intereses.

No se dejen engañar. El veganismo no es una dieta, es un principio ético. Nada tiene que ver con la
salud y si alguien sufre de problemas nutricionales por una dieta vegetariana es por su descuido y
no por ser vegano.

No existe tal cosa como "dejar de ser vegano"; Una vez que se hace la conexión, que se tiene
conciencia no hay marcha atrás. El que afirme que "era vegano y dejo de serlo", nunca lo fue y es
un farsante.

Lo que afirma esta mentirosa es un absurdo. Es como decir: "Me he enfermado por no violar
niños" o "Yo era honesto, pero no robar me ha hecho daño".

¡Qué estupidez!

Si enfermó no era por su régimen alimenticio, más bien no tenía ni idea de cómo equilibrarlo. Con
solo ver su rostro se nota que es una persona muy infeliz, y sus emociones negativas pudieron ser
la causa de sus males. Yo llevo ya 5 años de vegetarianismo y 1 como vegano, JAMÁS he sentido
uno solo de los sintomas que ella describe.

Absurdo lo que dice de la agricultura, a día de hoy el 80% de lo que se cultiva sirve para alimentar
el ganado así que ni de lejos los veganos somos los que más usamos la agricultura, comer carne es,
de muy lejos, lo que más recursos agrícolas consume.

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En el bando de los verdes existen numerosas razones por las que pensar que las verduras son
menos castas de lo que parecen, aunque la ausencia de carne está tradicionalmente asociada a
ayunos y prohibiciones religiosas y a la difícil, pero eternamente recompensada en el más allá,
senda de la castidad. Muchos monjes renunciaban a la carne en toda su magnitud. Seres delgados,
blanquecinos y con escasas fuerzas, que han perpetuado el estereotipo del vegetariano como
personaje etéreo, blando y espiritual. A los que todavía piensen así les recuerdo que el gorila se
alimenta principalmente de hojas, pero yo les recomendaría mantenerse alejados de su camino
cuando tiene un mal día.

La dieta vegana elimina también los mariscos con su legendario poder afrodisíaco y sus
aportaciones de omega 3 y yodo, que regula la tiroides. “Un déficit de yodo afecta a la respuesta
sexual y disminuye la libido, con lo que cuesta más llegar al orgasmo”, apunta Francisca Molero.

Evitar las proteínas animales redunda en una piel más limpia, suave y con mejor aspecto; en un
menor olor corporal y en el hecho de que los fluidos corporales, entre ellos el semen, sepan mejor.
Siempre y cuando el concepto de ser vegetariano no sea, exclusivamente, el de evitar la carne; ya
que he conocido a numerosos anti carnívoros que se dedicaban a devorar patatas fritas del Mc
Donald’s, pasta, galletas y bollos, con las funestas consecuencias que esto acarrea.

De todas las teorías que he leído y escuchado sobre si los carnívoros o los verdes son mejores en la
cama, la más razonable y equilibrada me parece la que se esbozaba en un amplio artículo al
respecto, que publicaba el blog Oscillations. Esta fuente da a los comedores de proteínas animales
un mayor deseo y ganas de sexo, pero adjudica a los que se alimentaban de productos del reino
vegetal una mejor actuación en la cama, debido a que la maquinaria se encuentra en mejores
condiciones. Es decir, quizás un vegetariano piense menos en el sexo, pero cuando se pone a ello
lo hace a fondo. Quizás un amante de los estofados esté sobrado en testosterona, pero su dieta le
pasa factura desde el punto de vista funcional.

Pero… ¿cuál es la dieta que aumenta la sensualidad? Se trata de nada más y nada menos que la
vegetariana, y es que la gente que no come carne roja pero sí muchos vegetales, derrocha un olor
más agradable y atractivo con respecto a las personas que sí lo hacen. Esto aplica sobre todo a los
hombres, quienes entre más carne coman, desprenden un aroma más intenso –y menos
placentero-.

Y aunque existen muchas verduras que se pueden integrar a este plan alimenticio, los estudios
encontraron que no hay como las que poseen un alto contenido en carotenoides para resaltar tu
sex-appeal. Las más conocidas de esta categoría son el jitomate, zanahoria -que además son
perfectas para lograr un bronceado perfecto-, así como el pimiento, ideales para integrarse tanto
en jugos, ensaladas o incluso comerlos solos.

Los carotenoides en estas verduras no sólo te harán oler bien, sino que gracias a su alto contenido
en antioxidantes, te darán una piel suave, luminosa e incluso retrasarán el envejecimiento de ésta,
algo que también resulta como un atractivo importante para enamorar.

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